0201-08-2003 TRIBUNAL PRIMERO DE SENTENCIA: Santa Ana, a las doce horas diez minutos del catorce de marzo del dos mil tres. El presente proceso penal clasificado bajo el número 11/2003, seguido en contra del imputado MAURICIO LINARES MORENO, conocido socialmente como Fredy Antonio Linares Moreno, de sobrenombre "mica", de veintiún años de edad, soltero, salvadoreño, agricultor en pequeño, originario y vecino de Coatepeque de este departamento, residente en caserío El Progreso del cantón San Jacinto, hijo de Rufino Linares Chacón e Hipólita Moreno de Esquivel; se ha tramitado por el delito de HOMICIDIO AGRAVADO, previsto en el art. 128 en relación con el 129 # 3 ambos del Código Penal, cometido en contra de la vida de ANTONIO ALAS HERNÁNDEZ, quien era de cincuenta años de edad, soltero, originario y vecino del cantón San Jacinto caserío El Progreso de Coatepeque; hecho ocurrido aproximadamente a las dieciocho horas del once de julio del año pasado, en el interior de la iglesia evangélica " De la Fé Apostólica en Cristo " ubicada en el caserío antes relacionado. El Tribunal de Sentencia está integrado por los Honorables Jueces Aura Armida Solano Cáceres, Alejandro Guevara Fuentes y Víctor Hugo Polanco Calderón, éste último en calidad de Juez Suplente; quienes conocieron colegiadamente en la Vista Pública, presidiendo en ella la Honorable Jueza Solano Cáceres; figurando como representante de la Fiscalía General de la República, los licenciados Henry Antonio Padilla Cámbara y Norma Elizabeth Duarte Sandoval; y como Defensor Público del encausado, el de igual título, Rafael Antonio Peraza Nájera. Redacta la presente el honorable Juez Polanco Calderón. La representación fiscal acusó al señor Linares Moreno por medio de escrito agregado de fs. 13 a 15, en el que constan enunciados los hechos que han sido objeto del juicio; y, que en lo pertinente dice:""(...) El (…) once julio del corriente año como a eso de las dieciocho horas la víctima ANTONIO ALAS HERNÁNDEZ, se encontraba en la iglesia Evangélica de la Fé Apostólica en Cristo ubicada en caserío El Progreso número uno del cantón San Jacinto Jurisdicción de Coatepeque (…) orando, cuando ingresó el imputado MAURICIO LINARES MORENO, y sin mediar palabra le comenzó a pegar con el corvo en la cabeza quedando dicha persona inconsciente sentado sobre la banca, seguidamente dicho incoado comenzó amenazar a todas las personas que se encontraban en el lugar posteriormente se retiró; (..) la víctima fue trasladada al al Hospital San Juan de Dios de la ciudad de Santa Ana. (…) Los hechos antes narrados se adecuan en consideración al suscrito fiscal al delito de HOMICIDIO AGRAVADO previsto y sancionado en el Art. 128 EN RELACIÓN AL 129 NÚMERO 3 Pn., en virtud que la conducta exteriorizada por el sujeto activo del delito existe la figura jurídica de la PREMEDITACIÓN (…) asimismo opera la figura de la alevosía ya que la víctima se encontraba en una total indefensión al momento de los hechos.(...)"". En vista de la anterior acusación fiscal, la Jueza Primero de Instrucción de este distrito judicial ordenó la apertura a juicio en contra del procesado, por medio de auto agregado de fs. 21 a 23; esgrimiendo las partes sus respectivos alegatos en el debate correspondiente a la Audiencia Pública que comenzó a las diez horas con veinte minutos del doce del mes y año en curso, por las razones expuestas en el acta de la Vista Pública. Precisándose aclarar, que los procedimientos practicados durante esta Audiencia han sido llevados a cabo en estricto apego a las prescripciones y términos de ley; y, CONSIDERANDO: I.- El imputado rindió su declaración sobre los hechos, la que en virtud del art. 261 inc. 5° CPP, ha quedado guardada en el sistema de grabación que este Tribunal utiliza, determinándose su resguardo conveniente con el fin de garantizar su inalterabilidad e individualización futura. Dicha declaración puede resumirse en los siguientes términos: Que el día en que sucedieron los hechos no recordando exactamente que día fueron, él venía de trabajar, que de repente recordo que el señor Antonio Alas Hernández lo había "fregado" e ingresó a una iglesia evangélica ubicada en el cantón San Jacinto de la jurisdicción de Coatepeque, en cuyo interior se encontraba llena de personas y entre ellas estaba la víctima sentada en una banca; dirigiéndose a ésta procediendo a lesionarlo con arma blanca, manifestando que le pegó en la nuca y en la cabeza, siendo aproximadamente tres lesiones las que le produjo; que tales hechos sucedieron entre las cuatro y cinco de la tarde y le decía que lo iba a matar porque le había dado un tiro; que la víctima no tuvo de tiempo para defenderse; que después de efectuar dicha acción se fue huyendo hacia un cafetal para no ser capturado; que el tiempo que permaneció dentro de la iglesia fue aproximadamente de tres minutos, ya que sólo entró a pegarle a la victima a la cual tenía de conocer como cinco años. Constituyendo dicha declaración confesión judicial, de conformidad a lo establecido en el art. 221 Pr.Pn., y dado el carácter indivisible de la misma, ésta deberá aceptarse tanto en lo favorable como en lo desfavorable al imputado al momento de ser apreciada como prueba, según las reglas de la sana crítica al contrastarse con los otros medios de prueba desfilados en esta Vista Pública. CONSIDERANDO: II.- No habiendose presentado incidentes que se hayan diferido para resolver en esta sentencia; los Infrascritos resolvieron por unanimidad de votos todos los puntos sometidos a su conocimiento, contemplados en el inciso segundo del art. 356 CPP; y, siendo colegiadamente este Tribunal el competente para el juzgamiento del caso en examen y ante la procedencia de la acción penal, se inmedió la prueba ofertada por las partes y admitida por la jueza instructora que a continuación se detalla: 1. PRUEBA ADMITIDA A LA REPRESENTACIÓN FISCAL: a) Prueba testimonial, consistente en la declaración rendida por José Cándido Hernández, identificado como José Cándido Hernández Pérez y Ana Guadalupe Aviles Alas,; b) Prueba documental, la que fue introducida a los debates por medio de su lectura y que está conformada por: la transcripción de la autopsia practicada por el doctor Pedro Fenando de Paz, la que fue ratificada y ampliada por el mencionado galeno al ser sometido al interrogatorio durante la audiencia, agregada a fs. 8 a 10; el acta de identificación y levantamiento del cadáver, de fs. 6 a 7; y el resultado del análisis de sangre y orina practicado en muestra tomada del cadáver, de fs. 20. Déjase constancia que los testigos Israel Calderón Aguirre, admitido como testigo con el nombre de Ismael Calderón Aguirre, Lucía de los Angeles Aviles Barillas y Rosa Aida Linares, no fueron sometidos a la contradicción de las partes; en vista que el primero, se amparo a la facultad que le concede el art. 186 Pr. Pn., en vista de haber manifestado y comprobado documentalmente ser cuñado del imputado; por lo que se abstuvo de rendir su testimonio; mientras que la fiscalía prescindió de la declaración de la segunda de los testigos; así como la Defensa Técnica prescindió de la deposición de la testigo ofertada por ella, precisándose aclarar que ello se llevó a cabo de común acuerdo con la representación fiscal, la defensa y con la anuencia de este Tribunal. Toda la documentación antes detallada fue introducida a la vista pública por medio de su lectura. CONSIDERANDO: III.- Al realizar un análisis ponderado y objetivo en cuanto a la valoración del abanico de probanzas mencionadas anteriormente, ajustado a las reglas de la sana crítica, este Tribunal estima que: que el acta que contiene la identificación y levantamiento del cadáver, que consta en la prueba documental correspondiente, consisten en diligencias practicadas como actos de suma o extrema urgencia para asegurar el resultado que se espera de ellos; llevada a cabo por las personas facultadas por la ley para su concreción y cumpliéndose con las formalidades de ley en su elaboración. En el acta contentiva de esas diligencias se lee: que fue llevada a cabo a las veintidós horas cuarenta minutos del once de julio del dos mil dos; que fue realizada por un funcionario de la Fiscalía General de la República y agentes policiales en la morgue del hospital San Juan de Dios de esta ciudad, que en ese lugar se encontraba el cadáver de un sujeto que en vida respondía al nombre de Antonio Alas Hernández, quien había fallecido en un lapso aproximado de tres horas -es decir cerca de las diecinueve horas cuarenta minutos-, posiblemente a causa de multiples heridas contuso cortantes localizadas en región parietal occipital, temporal y maxilar izquierdo, producidas por arma corto contundente (corvo). En relación a la autopsia ha de decirse, que aunque en nuestra legislación procesal penal existe un "aparente" vacío en cuanto a su incorporación a la vista pública por no constituir genuinamente una pericia, no debemos soslayar que en virtud de la literalidad del art. 162 Inc. 2° del Código Procesal Penal, estas probanzas se han de introducir en la audiencia de la manera que está prevista la incorporación de las pruebas similares; y, siendo la pericia la prueba más afín que existe para estas experticias, de esa manera, es decir, como peritaje, es que será valorada la autopsia por los suscritos juzgadores. Además, esa necropsia fue practicada como uno de los actos considerados como definitivos e irreproducibles y llevada a cabo por persona idónea, documentada de la forma prescrita por la ley; y, además, el profesional encargado de su práctica durante el desarrollo de la audiencia fue sometido a la inmediación y al contradictorio de las partes, siendo sumamente claro en relación a sus conclusiones y explícito en cuanto al contenido de su dictamen, ratificándolo y ampliándolo al responder al interrogatorio que fue sometido por parte de la representación fiscal y defensoril. El dictamen pericial, reforzado con lo dicho por el doctor Pedro Fernando de Paz, en síntesis explica: que fue llevado a cabo ""(…) a las veintidós horas con cuarenta minutos del doce de julio del dos mil dos,(…) tanatocronodiagnóstico de veintidós a veintitrés horas. Evidencia externa de trauma reciente: (…) Presenta oho heridas corto contundentes en el área izquierda de la cabeza, (…) Herida de once centímetros en sentido longitudinal a nivel fronto temporal, dos heridas horizontales de doce y diez centímetros en área fronto-parietal, dos heridas horizontales de trece y quince centímetros en área témporo occipital, ambas en seción de la oreja izquierda a nivel de pabellón y del lóbulo respectivamente; herida horizontal de doce centímetros en tercio superior del cuello que llega a la línea media y dos heridas longitudinales en área parietooccipital de once y catorce centímetros. todas (Sic) estas heridas se encuentran suturadas con puntos de afrontamiento: Presenta además herida de dos punto cinco centímetros en cara posterior del hombro izquierdo, dos heridas superficiales de cero punto cinco centímetros en falanges medias del segundo y tercer dedo de la mano derecha; herida (…) de cuatro centímetros incisa en cara anterior del muslo derecho y herida de uno punto cinco por cero punto cinco centímetros en cara anterior de la pierna derecha, ambas en su tercio distal. "". En el dictamen se concluye que la causa directa de la muerte fue ""(…) El trauma cráneoencefálico severo por arma cortocontundente (…)""; además se expresa que ""(…) al examen presenta ocho heridas cortocontundentes en cuero cabelludo, a predominio izquierdo, todas ellas suturadas, (…) encontrando marcada sección de la calota y base del cráneo, con múltiples líneas de fractura y con pérdida ósea, así como laceraciones extensas del hemisferio izquierdo del cerebro, con pérdida del tejido cerebral y pérdida de la anatomía del área, encontrando compromiso profundo del parenquima con exposición del ventrículo lateral izquierdo y núcleos basales, así como laceraciones del lóbulo izquierdo del cerebelo.(…)"". Afirmó el referido profesional, que por haberse producido dos heridas posteriores en el área parieto occipital las posibilidades de vida de la víctima eran nulas. En lo concerniente al resultado del análisis de sangre y orina practicado en muestra tomada del cadáver en mención, puede decirse que a pesar de haber sido llevado a cabo por persona idónea y de estar documentado conforme a las formalidades de redacción y exigencias legales, no será sometido a la valoración de este Tribunal por no ser pertinente para el juzgamiento de los hechos que nos ocupan, pues su contenido es estéril en elementos probatorios sobre el delito en cuestión. En lo que respecta a la prueba testimonial ha de expresarse, que si bien es cierto la testigo Ana Guadalupe Aviles Alas manifestó ser hija de la víctima, es certero también afirmar que ello no la hace exenta de la responsabilidad de declarar ni le inhibe para poder comparecer en calidad de testigo, mucho más si tomamos en cuenta que no existe prohibición alguna que obstruya la declaración testimonial de las personas que estén ligados filialmente con las víctimas; mucho más si tomamos en cuenta que en ningún momento de la audiencia fue puesta en tela de juicio su fiabilidad y/o credibilidad; asimismo, esta testigo, a pesar de su edad, poca cultura y la sencillez de su léxico, fue muy segura de sí misma y mantuvo el ritmo en su narración, notándose coherencia en los contenidos de sus afirmaciones y claridad al hablar; observándose en ella la vivencia del cuadro fáctico que describía; concluyéndose que no existen discrepancias, diferencias o contradicciones entre esta persona y los demás medios probatorios legalmente admitidos, ni se excluyen al compararlos entre sí. El otro testigo y el perito examinados manifestaron no tener ningún vínculo filial o de amistad íntima con la víctima e imputado del caso, por lo que no habiendo prueba que indique lo contrario así ha de presumirse; ha de acotarse que los testigos y perito fueron sometidos al interrogatorio que ordena el art. 348 del Código Procesal Penal, manteniendo los Suscritos el celo adecuado en lo pertinente al método, técnica y calidad de interrogatorio utilizado por las partes; cumpliéndose así, inobjetablemente, con el principio de la contradicción. Hemos de subrayar el hecho que los sujetos en mención, en todo momento de sus declaraciones fueron inmediatizados por los infrascritos Jueces en la presente Vista Pública. Por lo expuesto se desglosan las deposiciones de los testigos examinados de la siguiente manera: El testigo José Candido Hernández Pérez en su declaración dijo, que los hechos sucedieron aproximadamente a las dieciocho hora diez minutos del día once de julio del dos mil dos, en la iglesia evangélica " De la Fé Apostólica en Cristo Jesús ", ubicada en el caserío El Progreso número uno del cantón San Jacinto de la jurisdicción de Coatepeque; se encontraban alrededor de veinticinco personas celebrando un culto, que entre los asistentes se encontraba el señor Antonio Alas Hernández, que esa persona se encontraba en la última banca de la capilla orando; que él se encontraba a una distancia de un metro de la víctima, cuando escuchó un golpe de una silla, que al volver a ver, se fijó que la joven Ana Guadalupe Aviles Alas, quien es la hija de la víctima había lanzado una silla sobre el cuerpo del imputado, para evitar que éste agrediera a su padre; que el agresor no le dijo nada a la muchacha pero continuó dándole golpes al señor Alas con un corvo; que observó que fueron como nueve machetazos los que le causó en un lapso aproximado de un minuto y medio; que los golpes se los daba en la cabeza; que el machete que portaba lo tenía sujeto con la mano derecha; que al terminar de golpear a la víctima se dirigió hacia el altar de la iglesia que estaba como a ocho metros y le diijo al Pastor Israel Calderón que a él ya lo iba a bajar de ese lugar a lo que le respondió el pastor "si Dios te da permiso lo vas a hacer, sino no"; que se dirigió a los presentes y les manifestó "que quien más quería morirse" que luego de esto el imputado se retiró de la iglesia; que dicho lugar se encontraba iluminado por lámparas, que solamente se quedaron alrededor de seis personas, que el pastor de la iglesia fue en busca de la policía quien condujo al lesionado al hospital de esta ciudad en donde murió; que el señor Antonio Alas Hernández, no tuvo la oportunidad de defenderse, pues al momento del hecho éste se encontraba sentado, orando y con la cabeza agachada. La testigo Ana Guadalupe Aviles Alas, expuso que el once de julio del dos mil dos, como a las dieciocho horas diez minutos; ella se encontraba en la iglesia evangélica " De la Fé Apostólica en Cristo Jesús ", ubicada en el cantón San Jacinto de la jurisdicción de Coatepeque; que ella se encontraba al lado de atrás de dicha iglesia como a un metro de distancia de su padre Antonio Alas Hernández, que ella vió cuando el imputado iba pasando cerca de donde se encontraba; que lo vió que venía de la puerta y vió que le pegó a su papá con un corvo en la cabeza; que ella le tiró una silla al sujeto, y como éste le amagó con el corvo salió corriendo de la iglesia, que como a tres metros se asomó por una ventana y observo que el agresor le continuaba dando con el corvo a su padre; que el corvo lo portaba en la mano derecha, que le propino cerca de nueve machetazos en el área de la cabeza; que la víctima se encontraba orando con la cabeza agachada; que después de hacer esto el imputado se dirigió al altar de la iglesia, en donde le dijo al pastor Israel Calderón, "de ahí te voy a bajar" contestandole dicho pastor "si Dios te da permiso, lo vas a hacer sino no"; que luego salió huyendo; que en el lugar se quedaron cinco personas entre ellos José Cándido Hernández Pérez, que el pastor de la iglesia fue a llamar a la policía, la que llegó como media hora después y se llevaron a su padre al hospital, en donde murió; que la testigo manifiestó que conoce al imputado Mauricio Linares Moreno, desde pequeña ya que él vive también en el lugar en donde ella reside. CONSIDERANDO: IV.- En base a la certeza de la prueba incorporada a la Vista Pública, puede afirmarse que los hechos que los que suscriben esta sentencia tienen por acreditados, mantienen una relación directa con la hipótesis acusatoria expuesta por la representación fiscal; y esos hechos consisten en los que a continuación se detallan: Con lo declarado por el señor José Cándido Hernández Pérez se ha establecido, que el hecho ocurrrio el día once de julio del dos mil dos, aproximadamente a las dieciocho horas con diez minutos; en el interior de la iglesia evangélica " De la Fé Apostólica en Cristo " ubicada en el caserío El Progreso número uno del cantón San Jacinto de la jurisdicción de Coatepeque de este departamento; que a esa hora, fecha y lugar el imputado Mauricio Linares Moreno ingreso a la referida iglesia y sin mediar palabra atacó con un corvo que portaba en su mano derecha al señor Antonio Alas Hernández; que le ocasionó como nueve lesiones en la cabeza, lesiones que posteriormente le causaron la muerte; que efectivamente en el mismo lugar se encontraba la joven Ana Guadalupe Aviles Alas quien es hija de la víctima, quien intentó impedir que el imputado continuara lesionando a su padre; que al momento de sufrir el ataque la víctima se encontraba sentado orando, razón por la cual no tuvo oportunidad de defenderse; que en el lugar de los hechos había suficiente visibilidad ya que la iglesia estaba iluminada con lámparas. Con lo expuesto por la testigo Ana Gudalupe Aviles Alas se ha probado, que el hecho ocurrrio el día once de julio del dos mil dos, aproximadamente a las dieciocho horas con diez minutos; en el interior de la iglesia evangélica " De la Fé Apostólica en Cristo " ubicada en el caserío El Progreso del cantón San Jacinto de la jurisdicción de Coatepeque de este departamento; que Mauricio Linares Moreno ingreso al referido lugar por la puerta pincipal, que ella se encontraba al lado de atrás como a una distancia de un metro de su padre señor Alas Hernández, que observó cuando el imputado lesionó en la cabeza a la víctima con un corvo que portaba en su mano derecha, que posterior a esto ella le lanzó una silla al agresor para impedir que continuara con el ataque; que el encausado la amenazó con el corvo, saliendo ella de la iglesia pero que al asomarse por una ventana observó que el procesado continuaba lesionando a su padre, que en total fueron como nueve lesiones las que le propinó el atacante, que esto lo observó de una distancia de tres metros aproximadamente; que entre las personas que se encontraban dentro de la iglesia estaba el señor Cándido Hernández Pérez; que a su padre lo auxilió la Policía quien lo llevó al hospital en donde murió; que a Mauricio Linares Moreno lo conoce desde pequeña ya que él reside en el mismo lugar en donde ella vive. Con el acta de identificación y levantamiento del cadáver y con el acta de la autopsia del referido cadáver se ha comprobado, que los actos documentados en la primera acta se llevaron a cabo a las veintidós horas cuarenta minutos del once de julio del año pasado; que en en la morgue del hospital San Juan de Dios de esta ciudad, se encontraba el cadáver de Antonio Alas Hernández, quien había fallecido como a las diecinueve horas con cuarenta minutos aproximadamente de ese día -confirmando lo dicho por los testigos-; en relación al lugar del fallecimiento de la víctima y que tenía multiples heridas contuso cortantes, algunas de ellas suturadas, localizadas en región parietal occipital, temporal y maxiliar izquierdo. Que en la autopsia, efectivamente, se comprobó que ese sujeto tenía como evidencia externa de trauma reciente ocho heridas corto contundentes que corresponden a lesiones provocadas por arma cortocontundentes en el cuero cabelludo, a predominio izquierdo, todas ellas suturadas, -confirmando lo dicho por los terstigos José Cándido Hernández Pérez y Ana Guadalupe Aviles Alas, en lo referente a la ubicación de las lesiones y del tipo de arma utilizada-, por lo que se concluye que la causa de la muerte fue el trauma craneoencefálico severo por arma cortocontundente. CONSIDERANDO: V.- Tomando en cuenta todos los hechos que se han establecido a partir de los elementos de prueba que se han obtenido de los medios correspondientes y que se han relacionado con anterioridad, este Tribunal mediante un proceso mental razonado y acorde con las reglas del criterio humano que le han guiado para la valoración de las distintas probanzas, ha arribado a la siguiente conclusión: Si el señor Mauricio Linares Moreno, utilizando un arma cortocontundente -corvo-, le ocasionó varias heridas en la parte izquierda de la cabeza y en otras partes del cuerpo de Antonio Alas Hernández; y si éste murió debido a un trauma craneoencefálico severo producido por las heridas producidas por un arma cortocontundente; entonces es lógico concluir, que el sujeto Linares Moreno es la persona que le ocasionó la muerte a Antonio Alas Hernández. CONSIDERANDO: VI.- Los hechos que se han logrado establecer con las probanzas desfiladas, guardan relación directa con la hipótesis acusatoria fiscal, por lo que se omite reproducirlos, así como la conclusión que a partir de éstos se puede lograr, se adecuan semánticamente a la descripción de la conducta prohibida por el legislador bajo el tipo penal de "homicidio simple", clasificado en el art. 128 del Código Penal; y al realizar un ejercicio mental y subsumir la conducta exteriorizada por el encausado en el tipo penal referido, resulta que su comportamiento es evidentemente típico y se adapta a lo que nuestro legislador prevé como el presupuesto de una sanción. Por tratarse este delito de un tipo eminentemente doloso, el ejercicio de la adecuación típica debe de realizarse desde dos niveles distintos: primero, el del tipo penal objetivo; y, segundo, el del tipo penal subjetivo. El caso del Homicidio Simple está clasificado dentro de los llamados "delitos de lesión". En esta clase de delitos, la adecuación típica del tipo objetivo precisa de un esquema básico que está compuesto por tres elementos que son: la acción, el resultado y la imputación objetiva. En cuanto a la acción, puede definirse como un comportamiento de la voluntad humana. Como es obvio, la voluntad implica siempre una finalidad; es decir, busca "algo" que alcanzar; por ello "toda acción humana regida por la voluntad es teleológica". Si la acción lleva invívita la voluntad, entonces es asequible afirmar que aquella pudiera ser en un momento dado un comportamiento exterior evitable; en otras palabras, puede decirse que todo imputado pudiera evitar incurrir en acciones que son presupuestos de pena, si tuviera alguna motivación para hacerlo. Se afirma que siempre que se realiza una acción ésta conlleva como efecto la producción de una alteración en el mundo exterior; y, por ende, "no hay conducta alguna que no produzca un resultado"; en otras palabras, "todo resultado implica necesariamente la existencia de una acción". Al aplicar esta fórmula conclusiva al caso que nos ocupa, es lógico decir que la muerte del señor Alas Hernández fue producida por una acción finalista homicida, pues así lo confirman las probanzas examinadas; mucho más si tomamos en cuenta que no existe ningún elemento probatorio que establezca, al menos, la existencia de una causal excluyente de conducta. Es innegable que con la acción atribuida al señor Linares Moreno se obtuvo un resultado homicida, el cual se encuentra ampliamente documentado, siendo las principales probanzas, la autopsia practicada por un médico forense y el reconocimiento e identificación del cadáver; y es indubitable también que este nefasto acontecimiento fue el desenlace de una acción producida por otra persona, ya que no hay ni siquiera indicios de que las lesiones que le produjeron la muerte al señor Alas Hernández hayan sido autoinfligidas o que sean el producto de un hecho fortuito; por el contrario, lo que se ha comprobado con prueba testimonial es que el señor Linares Moreno fue la persona que con un -corvo- ocasionó múliples heridas en la zona de la cabeza y en otras partes el cuerpo de la víctima; reafirmado lo anterior con su confesión judicial rendida ante este Tribunal y que reúne los requisitos establecidos en el art. 221 CPP., la cual es apreciada como prueba por los que esta suscriben de conformidad con las reglas de la sana crítica; y, con prueba científica, se ha establecido que a Alas Hernández le produjeron en el área izquierda de la cabeza ocho heridas; así como las demás descritas en la autopsia con un arma cortocontundente y que murió a consecuencia de ello; lo que nos proporciona la prueba directa, clara y suficiente para establecer certeramente que la muerte del señor Alas Hernández fue producida por el ataque ocasionado con arma cortocontundente que fueron realizados por Linares Moreno. Por lo antes expresado y en vista de no existir probanza que excluya la voluntad de la acción del imputado, ha de afirmarse que la acción de éste estuvo revestida de una voluntad de incurrir en la conducta prohibida, consistente en privar de la vida a otro ser humano. En los delitos de homicidio establecer la imputación objetiva no resulta muy dificultoso, mucho menos en este caso en que se ha establecida la relación de causalidad necesaria de manera naturalística-pericial, a través de un curso causal inmediato entre acción y resultado; pero también, porque con la prueba recabada es evidente que con la conducta exteriorizada por el encausado, se creó un peligro jurídicamente desaprobado, puesto que éste tuvo el control del nexo causal especialmente porque las lesiones fueron producidas directamente; además, el resultado obtenido -y que ya hemos apuntado- fue la materialización de ese peligro que antes había sido creado con la conducta de éste; y, ese resultado se encuentra bajo el ámbito de protección de la norma penal apuntada. En lo relativo a la adecuación típica del tipo subjetivo ha de expresarse que este elemento ha quedado evidenciado en la conducta del enjuiciado por cuanto para cometer el homicidio, este sujeto –por su cultura, edad, experiencia, clase de arma que usó, lugar y hora del cometimiento, forma en la que realizó las heridas, lugar del cuerpo escogido para producir las lesiones, actitud evasiva posterior al hecho, etc.- debió de conocer que su acción consistiría en privar de la vida a otra persona; y, no obstante, decidió continuar con su conducta ilícita; razón suficiente para concluir que la acción del imputado es típica para el ilícito que examinamos. Todo lo expuesto denota con claridad meridiana, que la subsunción de la conducta del encausado se amolda al tipo penal del homicidio simple y, por ende, la tipicidad para el caso "sub júdice" ha quedado establecida. Hecho el análisis sobre la tipicidad ha de determinarse si el comportamiento del aprisionado estuvo o no apegado a Derecho; debido a que, aunque con muy poca frecuencia, pueden presentarse situaciones fácticas que excluyen lo ilícito del actuar de una persona; estas situaciones fácticas son llamadas por la ley como "causas de justificación". Por lo anterior es que legalmente se afirma que hay presencia de antijuridicidad cuando se ha comprobado que el hecho es típico y no existen causas que justifiquen la ilegalidad de ese hecho. En el caso que se estudia, no existen elementos de prueba que hagan presumir al menos que el indiciado estaba autorizado por la ley para exteriorizar una conducta prohibida por la norma penal. En consecuencia, al negarse la existencia de causas de justificación que obren a favor del implicado, debe afirmarse que su acción, además de ser típica, es antijurídica; y su conducta se amolda al injusto penal de homicidio simple. CONSIDERANDO: VII.- En el análisis de la culpabilidad han de establecerse las condiciones para poder emitir un juicio de reproche, esas condiciones son: la imputabilidad, el conocimiento de la antijuridicidad y la exigibilidad de otra conducta. La imputabilidad consiste en la capacidad del sujeto de motivarse por los mandatos normativos; por esto, solamente le es reprochable a alguien su conducta en razón de su motivabilidad; siendo así, hay que averiguar primero si el sujeto activo tenía capacidad suficiente para motivarse en el momento en que cometió el hecho. Sabemos que la finalidad preventiva de las normas penales se materializa en una función motivadora, individual y general; entonces, es posible afirmar que a alguien le es reprochable su conducta, "cuando pudiendo hacerlo, no se ha motivado ni por el deber impuesto por la norma ni por la amenaza penal dirigida contra la infracción de la misma". Se dice que una persona no tiene la capacidad de motivación cuando existe alguna causal que la excluye; éstas pueden consistir en un determinado estado psicológico-psiquiátrico, las que producen como inmediato efecto la imposibilidad de comprender y de dirigirse. Entonces, en virtud de la existencia de estas causales se afirma, que en la medida en que esa capacidad de motivación no haya llegado a desarrollarse en un sujeto ya sea por su falta de madurez, por defectos síquicos de cualquier origen o por trastornos transitorios, en esa medida, no podrá hablarse de culpabilidad. En nuestro Derecho Penal vigente son tres las causas de exclusión de la responsabilidad penal, por las cuales es menestar la declaratoria de inimputabilidad; y se encuentran mencionadas en el art. 27 número cuatro CP. Cabe aclararse que en el caso en examen, no existe prueba directa ni presuncional que arroje algún ápice probatorio de que el procesado, concomitante al hecho que se está juzgando se haya encontrado en un estado de enajenación mental, o haya actuado bajo una grave perturbación de la conciencia o que adoleciera de algún grado de desarrollo psíquico retardado o incompleto; por eso es que, en razón de este juicio negativo es que se concluye que el señor Linares Moreno es una persona imputable, pues ha tenido la capacidad para motivarse de acuerdo a la normativa penal y volitivamente lo omitió. Siguiendo con el análisis de la culpabilidad ha de expresarse, que para poder emitir un juicio de imputación subjetiva y de reprochabilidad del autor habrá que preguntarse si éste pudo haber tenido un conocimiento actual de la antijuridicidad del hecho o, al menos, un conocimiento potencial. No es exigible que ese conocimiento sea absoluto, pues basta para ello con que el autor tenga motivos suficientes para saber que el hecho cometido está jurídicamente prohibido. Entonces, es posible tener por comprobado el conocimiento de la antijuridicidad en la medida en que los mandatos normativos sean cognoscitivos para el sujeto activo y que su proceso de socialización no se encuentre alterado, ya sea por el analfabetismo, la subcultura, etc.. En la práctica es suficiente para el establecimiento de esta situación con que, -de acuerdo con su formación cultural aunque sea mínima, experiencia de la vida, etc.- el actor se represente dicha ilicitud como posible y, a pesar de ello, actúe contrario a la norma; ya que quien realiza dolosamente un tipo penal actúa, por regla general, con conocimiento de la ilicitud de su hacer; y ese conocimiento es directamente proporcional a que el bien jurídico protegido en el tipo sea uno de los fundamentales para la convivencia social y esté tutelado por la norma. En el caso "sub iudice" se ha de concluir que por su cultura, edad y experiencia adquirida durante la vida del encausado, forma de perpetrarlo, lugar y hora de la consumación del hecho, tipo de arma que utilizó, que el bien jurídico a lesionar era de los principales como lo es la vida humana, fuga posterior al hecho, etc.; es indudable que el imputado tuvo los motivos suficientes para conocer que su conducta estaba jurídicamente desaprobada y que era contraria a las más elementales normas de convivencia social. La doctrina del dereho penal ha creado también como otro elemento de la culpabilidad: La exigibilidad de otra conducta; es decir, que se torna de obligatoria comprobación si el sujeto, al momento de su actuar, se encontraba en una situación tan extrema que no sea aconsejable, desde el punto de vista de los fines de la pena, imponerle una sanción. Nuestro Código Penal vigente recoge ese elemento en el artículo 27 N° 5, en el cual se deja abierto el catálogo de situaciones que pueden dar lugar a la inculpabilidad; sin embargo, la doctrina especializada cierra esas posibilidades infinitas estableciendo ciertos supuestos necesarios para la comprobación de esta circunstancia, ellos son: miedo insuperable, coacción o peligro y estado de necesidad exculpante o disculpante. Dentro del proceso, ni durante el desarrollo de la audiencia pública, no se han podido visualizar ni siquiera de manera indiciaria la existencia de alguna de las circunstancias antes apuntadas; como efecto ha de concluirse además, que en la conducta del enjuiciado al momento de delinquir no concurrieron circunstancias por las que pueda decirse que haya sido racionalmente imposible exigirle la exteriorización de una conducta diversa a la que realizó. En consecuencia de lo expuesto se afirma, que al no existir ninguna causa de exclusión de la responsabilidad penal del incusado, ha de declarársele culpable y, por tanto, responsable penalmente del delito por el que se le ha juzgado. CONSIDERANDO: VIII.- Si la conducta del imputado es típica; y, deduciéndose además de los hechos que este Tribunal tiene por comprobados, que éste tuvo en sus manos el dominio del hecho a través de la conducta evidenciada, es decir sobre el control total de la acción y su consecuente resultado homicida, entonces es sencillo afirmar la reunión en éste de los requisitos necesarios para el autor directo; en consecuencia, conforme a lo dispuesto en el art. 33 CPP, el procesado es responsable penalmente como autor directo del delito de homicidio simple, comprendido en el art. 128 CPN.; que los sanciona con una pena principal que oscila entre diez a veinte años de prisión. Para la fijación de la pena en este caso, los Suscritos han de tomar en cuenta lo previsto por los Arts. 62, 63 y 64 del referido cuerpo legal; en tal sentido, para determinar la pena a imponer es preciso, pertinente y legal traer a colación las siguientes valoraciones: En cuanto a la existencia y extensión del daño causado, se ha determinado que el delito que se ha juzgado es de homicidio simple y que en su perpetración hubo un daño que va más allá del que normalmente se le atribuye a esta clase de hechos, si tomamos en cuenta que para perpetrarlo el imputado realizó un ataque brutal y desmedido en contra de la víctima, utilizando para ello un arma cortocontundente con la que le ocasionó doce lesiones que le produjeron la muerte. Que el motivo que impulsó al procesado para cometer el delito como el mismo lo manifestó en su confesión judicial, fue saciar su sed de venganza por un supuesto agravio que le habia inferido el ahora occiso, lo que no constituye justificación para la magnitud y gravedad del hecho cometido. Se puede afirmar que el imputado sí conocía la ilicitud de sus actos; esta afirmación es deducida por el lugar y momento de cometimiento del hecho, al realizarlo en el interior de una iglesia cuando se oficiaba un servicio religioso el cual merece algún grado de respeto; así como de la misma naturaleza del medio empleado para ejecutarlo que normalmente se utiliza para la labores agrícolas; además, por la edad con que cuenta, se le puede atribuir que comprende la diferencia entre lo lícito y lo ilícito y las consecuencias negativas del ilegal proceder. En cuanto a las circunstancias que rodearon al hecho, puede decirse que se cometió en un lugar en el cual frecuentemente se realizan actividades religiosas, en horas de la tarde y ante la presencia de un numeroso grupo de personas y la hija de la víctima, por lo que la posibilidad de un peligro abstracto se dio con respecto a estos otros, pero fue intrascendente pues el delito que se juzga es de resultado. Por otro lado, de los datos obtenidos en su declaración sobre los hechos es posible ubicarle socialmente dentro de la clase media baja. Concurriendo en este caso circunstancias agravantes genéricas como lo son las comprendidas en el art. 30 N° 10 y 15 CPP., así como también puede considerarse como circunstancia atenuante por interpretación analógica art. 29 N° 5 CPN., la confesión judicial rendida por el imputado que deben ser apreciadas en el hecho que se ha juzgado, y dada la concurrencia de dichas circunstancias en el mismo hecho punible y no siendo compensatorias entre si de acuerdo a lo establecido en el art. 64 inc. 2° CPN., este Tribunal al valorarlas considera que la justa proporción de la pena que debe imponerse al procesado es de dieciséis años de prisión como pena principal por el delito de homicidio simple en el señor Antonio Alas Hernández. CONSIDERANDO: IX.- En cuanto a la acción civil resarcitoria, es de hacer notar que al no constituirse como querellante ninguna de las personas que pueden tener la calidad de víctima, esta fue iniciada por la representación fiscal conforme a la falcultad que le otorga el art. 43 Inc. 2° Pr. Pn.; empero, es improcedente imponerle al imputado el resarcimiento producto de la responsabilidad derivada del daño ocasionado por la comisión del ilícito de mérito, en vista que la pretensión punitiva que monopoliza la Fiscalía y que concomitantemente a la acción resarcitoria civil en este caso la inició en representación directa de la víctima, no se diligenció conforme a un juicio con arreglo a las leyes, art. 11 Inc. 1° Cn., entre otras razones porque en su intervención ante este Tribunal no hizo alusión a probanza directa al respecto, sin que se haya dado una contradicción entre las partes en cuanto a este punto; tornándose imposible damnar al incoado en alguno de sus derechos sin haber sido previamente oído y vencido en el juicio con arreglo a las leyes; y, si tomamos en cuenta también que de la lectura del art. 116 Pn. se deduce el principio de accesoriedad de la acción civil en relación con la acción penal, lógico es concluir que la imposición de una carga en carácter de "responsabilidad civil" ha de surgir de manera legítima toda vez que se haya declarado con certeza la existencia de una responsabilidad penal y que la prueba de dicha responsabilidad civil haya sido ofrecida, controvertida, inmediatizada y comprobada en forma legal; por ende, y ya que lo único que se comprobó dentro de la audiencia fue la responsabilidad penal del incoado, únicamente se verá afectado en su derecho a la libertad ambulatoria y a las penas accesorias correspondientes. Adiciónase que de la simple solicitud de un pronunciamiento sobre la pretensión resarcitoria no debe inferirse el ejercicio legítimo de la acción civil, pues si bien es cierto que el art. 314 inc. final CPP, establece que el fiscal en el dictamen acusatorio debe solicitar el pronunciamiento sobre esa acción, debe entenderse que lo ha de solicitar si y solo si ha ejercido la acción civil correctamente, pues no debemos perder de vista que los arts. 42 y 43 CPP, se refieren expresamente al ejercicio de la acción y no a una simple petición de pronunciamiento. Si con este antecedente se obra condenatoriamente, entonces el juzgador estaría haciendo un pronunciamiento oficioso, situación que no es posible jurídicamente por la misma característica que reviste la pretensión resarcitoria, de ser acción privada. Por tanto, los suscritos Jueces han de absolver al imputado de esta responsabilidad. Las costas procesales se han cubierto con fondos del Estado, por ello no hay condenación especial en éstas. POR TANTO: Sobre la base de las razones expuestas y de conformidad a lo que ordenan los arts. 12 Cn.; 114 y 115 CP.; y 357 y 361 CPP, este Tribunal a nombre de la República de El Salvador FALLA: A) CONDÉNASE al imputado MAURICIO LINARES MORENO, quien es de los datos generales de identificación mencionados en el preámbulo de esta sentencia, a cumplir la pena de DIECISÉIS AÑOS DE PRISIÓN, por el delito de HOMICIDIO SIMPLE en ANTONIO ALAS HERNÁNDEZ; los que deberá de cumplir conforme lo establece la Ley Penitenciaria; en consecuencia, para garantizar el cumplimiento de la sanción impuesta, permanezca en la detención en que se encuentra mientras quede firme esta sentencia y comience la ejecución de la misma; y, remítase al centro penitenciario correspondiente. Se abstiene este Tribunal de practicar cómputo de inicio y finalización de la pena antes impuesta por estar regulado esto en la Ley Penitenciaria como atribución del Juez de Vigilancia Penitenciaria y de Ejecución de la Pena. B) CONDÉNASE al referido imputado, a las penas accesorias contempladas en los números 1 y 3 del art. 58 CPP, que establecen: la pérdida de los derechos de ciudadano y la incapacidad para obtener toda clase de cargos y empleos públicos durante el tiempo de la condena. C) ABSUÉLVESELE de la responsabilidad civil por no haber sido comprobada y de las costas procesales en vista que éstas corrieron por parte del Estado. Mediante lectura integral notifíquese esta sentencia. //////////// Aura Solano //////////// V. H. Pol. /////////// A. Guevara F. ///////////// Ante mí //////////// A. O. Quinte. Valle /////////// Srio. ////////////// Rubricadas.