CAPITULO XXXIV.- EL NOVICIADO DE LA VALLA (1817). El 2 de enero de 1817 el Beato Marcelino Champagnat reunió a sus dos primeros discípulos en el noviciado de La Valla. Ese mismo día el rey Luis XVIII promulgaba una ley,recordando el decreto del 3 Mesidor año XII (22 de junio de 1804),por la que afirmaba nuevamente que "las leyes que se oponen a la admisión de cualquier orden religiosa en las que se obliga con votos perpetuos continuarán aplicándose estrictamente."Napoleón I entreabría, no obstante, la puerta "a toda asociación de hombres o mujeres, siempre que estén formalmente autorizados por decreto imperial, examinados sus estatutos y reglamentos según los cuales se proponen vivir y actuar". En realidad la nueva ley recordaba que se exigía "autorización legal para que una congregación religiosa pudiera gozar de personalidad jurídica". A pesar de la ley, o alentados por ella, las congregaciones nuevas brotaron en la Francia de 1817. Las instituciones nuevas de mujeres serán siempre un misterio. Por nombrar alguna, señalemos la fundada en Cerdon por los hermanos Colin: las Hermanas Maristas. En Lyon, las religiosas de Jesús María, organizadas por el padre Andrés Coindre. En cuanto a las de varones, en ese mismo año el capellán Antonio Boisson tomó en la diócesis de Viviers la dirección del noviciado de los Hermanos de la Instrucción Cristiana, que vivían en Nuestra Señora del Buen Socorro (Ardèche).Dom Fréchard abrió el noviciado de los Hermanos de la Doctrina Cristiana de Nancy, en Colroy-la-Roche (Vosges).Guillermo José Chaminade fundó la Sociedad de María de Burdeos el 2 de octubre. Daniel Deshayes formó otro grupo de Hermanos que llamó también de la Instrucción Cristiana, los cuales en este mismo año de 1817 abrieron ya dos colegios. 1.- UN DOLOROSO CASO DE CONCIENCIA. En La Valla el Padre Marcelino seguía tranquilamente su obra. Cada día impartía lecciones de lectura, escritura y cálculo a Juan María Granjon y a Juan Bautista Audras, encaminándolos paso a paso hacia la vida religiosa, les detallaba sus puntos de vista y sus proyectos, trabajaba con ellos y les ayudaba de diversas maneras. En la parroquia nadie sospechaba que aquella casita, a la salida del pueblo, pudiera ser un noviciado y el núcleo de un instituto religioso: todos ignoraban su objetivo real. Pero he aquí que al finalizar la cuaresma,30 de marzo de 1817,el Beato Marcelino uniformó el traje civil de sus dos jóvenes y para señalar la ruptura con el mundo los invitó a escoger un nombre que sería el de religión. Debido a su gran devoción a San Luis Gonzaga, muerto a los 23 años, el jovencito Juan Bautista Audras adoptó el nombre de Hermano Luis. Granjon conservó su nombre de bautismo y se llamó Hermano Juan María. Las actividades agrícolas se formalizaban en La Valla pasadas las fiestas de Pascua, por lo cual la familia Audras pensó en llamar al muchacho para los trabajos. Puede ser que la nueva vestimenta del Hermano Luis intrigara en particular a sus padres, que no estaban al tanto de las miras de Marcelino Champagnat. Sea por lo que sea, los padres sorprendieron a su hijo en la casucha alquilada al señor Bonner y le instaron a que regresara a la granja. Fue en vano. El Hermano Luis les dio a entender que se sentía muy feliz en el nuevo estado y que su deseo era continuar en él. Pero después de este fracaso, los padres del joven decidieron encargar el asunto a su hijo mayor, Juan Claudio Audras, muchacho de 24 años. Al recibir de su hermano el mandato expreso de regresar cuanto antes a su casa, el piadoso novicio quedó consternado. Le vino a la mente que a la edad de 15 años no cumplidos todavía, no es uno mayor de edad y debe obedecer a sus padres. ¿Qué hacer? Después de unos momentos de reflexión, se fue corriendo a la casa parroquial, seguido de su hermano. Entró él solo en la habitación del Padre Champagnat y le suplicó llorando: - Mi hermano está aquí con orden de llevarme a casa y yo no quiero irme. Por favor, Padre, haga todo cuanto pueda para conseguir que me deje tranquilo. El vicario alentó a su discípulo y salió para hablar con Juan Claudio, que cortésmente esperaba a la puerta. Con tono familiar, pero un si es no es autoritario, le increpó: - De modo que vienes a llevarte a tu hermano. - Sí, señor cura; mis padres me han ordenado que me lo lleve a casa. - En lugar de seguir el parecer de tus padres, harías mucho mejor si les pidieras permiso para quedarte aquí con él. El muchacho quedó perplejo ante una proposición tan inesperada. Luego, cobrando ánimo, preguntó: - Pero Padre ¿qué haría usted de mí? - Un buen Hermano, un religioso hecho y derecho. - ¡Oh! señor cura, no me haga usted reír. Yo soy muy bruto, no sirvo para religioso; sólo valgo para trabajar la tierra. - ¡Bah, bah! No digas cosas malas de ti mismo. Saber trabajar la tierra ya es mucho. Vente, vente con nosotros; estoy seguro de que estarás contento y de que te irá muy bien. - Tenga en cuenta, señor cura, que soy de muy mala madera para hacer de mí un religioso. - ¡Oh, no! Yo te conozco y no eres ningún mal sujeto; eres un buen muchacho. Te aseguro que si vienes con nosotros no te arrepentirás y acertarás. Luego de reflexionar unos instantes, ante el acoso del vicario, contestó: - Casi me dan ganas, pero...se burlarán de mí cuando sepan que estoy aquí para ser Hermano. - No te preocupes por eso; deja que se rían todo lo que quieran. Anímate. Dios te bendecirá, te sentirás feliz y salvarás tu alma, que es lo más importante. Vete a comunicar a tus buenos padres que deseas vivir aquí con tu hermano. Te espero esta semana. 2.- LA OBRA SE CONSOLIDA. Gran asombro en la familia Audras esa tarde. De modo que Juan Bautista no viene y Juan Claudio pretende ir con su hermano. Además vinieron a enterarse de los propósitos del vicario: fundar una nueva congregación religiosa. Indecisos entre el orgullo santo de entregar dos hijos al servicio de Dios y de los niños, por una parte, y por la otra verse privados de la gran ayuda que podían esperar de esos mismos hijos para el trabajo del campo, lo pensaron seriamente y optaron por un término medio: permitirían a los dos seguir su vocación pero posponían la ida del mayor hasta terminar las faenas, allá por Navidad. Tal fue la respuesta que Juan Claudio llevó, gozoso, el domingo siguiente a Marcelino. Mientras tanto en Verrières el vicario Juan Claudio Courveille había hecho venir a su anciana madre, la cual murió poco después, el 15 de diciembre de 1816. En Verrières estaba, en cierto modo, bajo la influencia de la Sociedad de la Cruz de Jesús; pero continuó, no obstante, con su proyecto de fundar la Sociedad de María, y buscaba sujetos para la Tercera Orden Marista. Viendo el vicario general Bochard que trabajaba inútilmente en ganar a Courveille para su causa, lo nombró para Bourg-Argental el 20 de junio de 1817. Ese nombramiento no se llevó a cabo porque el 20 de agosto lo destinaron como vicario del párroco Lancelot en Rive-de-Gier. Desde ese momento el jefe de los Padres Maristas, Juan Claudio Courveille, y el fundador de los Hermanos Maristas, Marcelino Champagnat, estaban geográficamente muy próximos, y podían intensificar su labor en común. Efectivamente, el 1 de octubre de 1817,mediante un empréstito hecho al notario de Saint-Chamond, compraron conjuntamente y en calidad de copropietarios la casa-noviciado de La Valla a Juan Bautista Bonner por 1.600 francos, de los cuales 600 fueron pagados al contado. Así se consolidó materialmente el noviciado, viendo al poco tiempo aumentar su personal. Según lo previsto, Juan Claudio Audras se presentó en la incipiente comunidad el 24 de diciembre de 1817 y pronto le siguió los pasos otro joven de La Valla, Antonio Couturier, que ingresó el 1 de enero de 1818. Por consiguiente, al cabo de un año el noviciado de La Valla albergaba dos novicios: el Hermano Juan María (Granjon) (1794-1859) y el Hermano Luis (Juan Bautista Audras) (1802-1847),más dos postulantes: Juan Claudio Audras, futuro Hermano Lorenzo (1793-1851) y Antonio Couturier, que será pronto el Hermano Antonio (18001851). [Présence Mariste, Nº 148, 1981/3] sur.htmsur.htm