Los intelectuales del mundo y LA NACION

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Los intelectuales del mundo y LA NACION
"En la Argentina son muy machistas
y no se dan cuenta"
Lo dice la economista Nuria Chinchilla, especialista en gestión de
empresas
MADRID.– En tiempos de Ségolène Royal y de Hillary Clinton, una de las
expertas más reconocidas en España en materia de gestión femenina –
para nada enrolada en el feminismo clásico– dice: “En la Argentina hay
un machismo vergonzoso, y lo peor es que no se dan cuenta”.
De apellido con resonancias risueñas para los usos argentinos, la doctora
Nuria Chinchilla es, desde el motor de su sede catalana, directora de un
innovador departamento de investigación empresarial en la pujante
economía española.
Se trata del Centro Internacional de Trabajo y Familia del IESE, la
prestigiosa escuela de negocios de la Universidad de Navarra, que desde
hace siete años diagnostica y certifica la habilidad empresarial para
incorporar talento femenino “a partir de políticas de fondo y no de
demagogia de tribuna”.
“Las mujeres y los hombres no somos iguales en la conducción. Hay un
talento típicamente femenino, que cada vez se valora más”, afirma esta
mujer que habla siete idiomas, el ruso incluido. “Debo de tener alguna
facilidad”, bromea.
LA NACION supo de su existencia en una circunstancia curiosa: el IESE
estrenaba aquí nueva sede. Los reyes Juan Carlos y Sofía presidían el
acto. En su visita, saludaron el empeño del departamento a cargo de
Chinchilla, y dijeron que éste era capaz de medir la habilidad para
romper con viejas estructuras a partir del ejercicio del sentido común.
-¿De verdad cree que hay una forma femenina de conducir?
-Absolutamente. Somos distintos no sólo en lo biológico, sino también
en lo psicológico, en la forma de ver la realidad. Muy básicamente, un
hombre suele ser más rápido para pensar en estrategias de futuro. La
mujer es más rápida para llegar al fondo de las cosas y anticipar mejor
las consecuencias. Además, una mujer suele establecer una conducción
más cercana a las personas y suele trabajar mejor en equipo, porque le
importa más la influencia que el poder. El hombre se distancia más y
toma decisiones estratégicas con mayor rapidez.
-¿Y por qué, entonces, la "conducción femenina" no se nota tanto
como, digamos, la "literatura femenina"?
-Por una cuestión de supervivencia. En un mundo masculino, con
muchos hombres y muy pocas mujeres al mando, la mujer tiende a
mimetizarse para sobrevivir. Cambia su personalidad y pierde parte de
su feminidad. Esa es la pena.
-¿Cómo es ese fenómeno?
-Los que están arriba son hombres. No hay, casi, referentes femeninos.
Entonces ¿a quién vas a emular? Eso es lo que ha venido ocurriendo y lo
que empieza a cambiar, con cada vez más mujeres que sí son agentes
de cambio, que son capaces de conducir sin perder su feminidad y que
son tan talentosas y tan valientes que logran que su capacidad de
mandar sea aceptada. En España no hay antecedentes de mujeres
directivas en grandes empresas, aunque ya tenemos un 33 por ciento en
esas funciones en pequeñas y medianas empresas. Son paradigmáticos
los casos de Amparo Moraleda, presidenta de IBM para toda España, y de
Rosa María García, con igual cargo en Microsoft. Ella ganó un premio
como empresaria y, cuando llegó la hora, se tomó sus cuatro meses de
licencia por maternidad. Un ejemplo de lo que hay que hacer, para lo
que se requiere coraje. Realmente se animó a cambiar una cultura de
empresa. Lo que no se termina de valorar es que la maternidad, igual
que la paternidad, desarrolla competencias magníficas para las
compañías. Paciencia, delegación, planificación, trabajo en equipo,
comunicación. Mil temas que son trasladables a la empresa, a lo que se
suma el mayor compromiso.
-Pero la maternidad no parece incorporada como valor en una
empresa.
-¡Claro que no...! ¡Por miopía! Yo diría que es lo primero que habría que
poner en un currículum, en lugar de ocultarlo, como, tristemente,
ocurre ahora. Porque ése es el dato más relevante para quien nos va a
contratar: no es lo mismo estar soltero, sin compromisos, que estar
casada y con hijos, o tener padres mayores dependientes y haber sabido
salir adelante. Eso significa que se poseen muchísimas habilidades, que
algunas empresas empiezan a valorar. Aquí, en el IESE, hacemos un
diagnóstico y damos certificados de "empresa familiarmente
responsable". Es una cuestión que empieza a hacer ruido y que también
sirve para cazar talentos: es algo que buscan quienes no quieren vivir
sólo para trabajar, quienes buscan tener una vida, además de un
trabajo.
-¿Es buena o mala la discriminación positiva en favor de la mujer?
-Todo lo que sea poner cuotas rebaja el valor de los beneficiados. Es
evidente que, aun así, su aplicación coincidió con ciertas mejoras. Lo
que no se sabrá nunca es si se avanzó por causa de los cupos o si ocurrió
a pesar de ellos. El cupo es el camino fácil. Lo verdaderamente
importante es trabajar en la eliminación de los obstáculos que
realmente impiden que una mujer pueda ser trabajadora y alcanzar
cargos de responsabilidad. Y eso, por ejemplo, se vincula directamente
con políticas de flexibilidad, de conciliación y de apoyo a empresas que
las lleven adelante. Pero eso da menos votos.
-Hablando de votos: en épocas de Ségolène y de Hillary, ¿se dan las
mismas dificultades para las mujeres en política?
-En ese campo, son todavía más evidentes. Allí, sí: salvo que te la ganes
a pulso, con un talento superlativo, te destrozarán diciéndote que estás
allí por el cupo o cuota.
-De alguna manera, esto ocurre con el "gabinete de igualdad" del
presidente Rodríguez Zapatero, a cuyas integrantes con faldas se las
denuesta diciéndoles "ministras cuota" cuando, a lo mejor, tienen
tanto o tan poco brillo como el resto de los ministros.
-Es una muestra de cómo las cuotas, en lugar de ayudar a las mujeres,
las penalizan...
-¿Qué pasará con la ley socialista que obliga a las empresas a tener
cupos para mujeres en sus consejos directivos?
-Lo mismo. Habrá trampa. Las empresas privadas siempre encuentran la
manera de burlar lo que, caprichosamente, se les quiere imponer.
Pondrán "mujeres florero", que hagan lo que se les diga, o serán las
secretarias, las amigas o quienes sean de los señores que están allí.
Todo eso es más fácil que pensar en políticas de fondo que permitan
desarrollar y aprovechar talentos ahora dormidos.
-Usted ha estado en la Argentina. ¿Cuál es su visión de este tema en
mi país?
-Culturalmente hay allí, por decirlo con elegancia, un machismo
interesante. La verdad es que impera un machismo que es una
vergüenza. Y la vergüenza es que no se hace nada por cambiarlo. El
primer problema es que ustedes no son conscientes de que existe. Y no
saben cómo cambiar las cosas. Hay una serie de omisiones graves. No se
hace prácticamente nada por cambiar.
-¡Caramba! Eso caerá mal a los argentinos, que -con justa razón- se
consideran los hombres más caballerosos del mundo.
-Eso es verdad y es, sin duda, bonito. La caballerosidad es manifiesta y
ojalá no la pierdan nunca. Pero, llevada al extremo, lo que hace es
mantener una situación que es una triste gracia. Una mujer que en la
Argentina tenga un cargo con un poco de nivel pagará matándose por
ser al mismo tiempo un ama de casa perfecta.
-¿Y cómo se manifiesta ese "machismo vergonzoso"?
-Para empezar, en la manera de hablar, que mucho revela. Se utilizan
allí palabras como "la chica, la nena, la piba" para hablar de las
mujeres. Y siempre es como que ellas les van a servir el café, que jamás
están al mismo nivel que ellos. Ellas serán las que trabajan, pero las
medallas son de ellos, que están más alto. Y muchas veces la mujer
carga más de lo que puede. Y eso es una injusticia grande. Ese fue el
impacto que me llevé.
-Es curioso, porque la porteña, sobre todo, se considera una
sociedad, entre comillas, moderna.
-[Se ríe] Bueno, ya ve, España también es muy moderna, pero hay una
serie de modos de pensar y de estructuras internas que cuesta romper.
Sobre todo, cuando han tenido éxito...
Por Silvia Pisani
Corresponsal en España
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