2009052303 - Superintendencia Financiera de Colombia

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INTERESES, CERTIFICACIÓN POR MODALIDAD DE CRÉDITO
Concepto 2009052303-002 del 17 de julio de 2009.
Síntesis: La Ley 795 de 2003 introdujo en nuestro sistema la posibilidad de certificar las
tasas de interés bancario corriente correspondientes a las distintas modalidades de crédito
que determine el Gobierno Nacional, mediante normas de carácter general. En la
actualidad se certifican las tasas correspondientes a Consumo y ordinario y Microcrédito.
Como ha sido benéfica la certificación del interés bancario corriente por modalidades en
el crecimiento de las colocaciones en las empresas demandantes de microcrédito, no es
recomendable revertir los avances logrados con la Ley 795 de 2003 en estos aspectos, para
el buen suceso de la economía y para sectores que antes eran presa de agiotistas y
usureros.
«(…) la posición institucional de la Superintendencia Financiera de Colombia (SFC),
atendiendo su propuesta de unificar las tasas de interés de usura en Colombia, la cual está
en línea con el Proyecto de Ley No. 259 de 2009 del Senado de la República “Por el cual se
unifica el precio máximo del dinero o tasa de interés de usura y se modifica su actual
cálculo por un sistema más racional y económico”.
Mediante la propuesta manifestada por usted y por el proyecto en mención se propone
regresar al sistema que existía antes de la vigencia de la Ley 795 de 2003, por cuya virtud
la Superintendencia certificaba una sola tasa de interés a partir de la cual se determinaba la
tasa de usura. Esta tasa, a su vez, se constituía en la máxima que se podía cobrar en
cualquier tipo de crédito.
En vigencia de las disposiciones anteriores a la expedición de la Ley 795 de 2003, se
observó que tal esquema impedía el otorgamiento de créditos a sectores que por sus
particulares características implicaban unos mayores costos para los intermediarios
financieros, bien por los riesgos propios de la cartera, o porque sus bajos montos e
informalidad de los demandantes de la financiación hacían mucho más costosa su
administración. Por estas razones, los establecimientos de crédito preferían no colocar
recursos en esos agentes, toda vez que la tasa máxima que les podían cobrar a los usuarios
del crédito no alcanzaba para cubrir los costos y gastos de la operación y, menos, para
generar la utilidad que legítimamente espera obtener un comerciante en el ejercicio de su
empresa y en desarrollo de su objeto social.
Como se ha concluido en numerosos estudios, sirve más a los propósitos del desarrollo y a
los fines del Estado atraer al sistema financiero formal sectores productivos de la población
que en ausencia de una financiación institucional deben acudir a sistemas informales de
crédito, como los agiotistas o los llamados gota a gota, que les cobran tasas muy superiores
a las que, por altas que parezcan, pueden llegar a cobrar los intermediarios financieros a
quienes se les permite incluir en la determinación de la tasa activa todos los componentes
de ésta, que mantener límites de tasas irreales que impiden a los agentes colocadores servir
eficientemente a los sectores demandantes de crédito.
Fue por esto que el Congreso de la República, en buen momento, mediante el artículo 83 de
la Ley 795 de 2003, introdujo en nuestro sistema la posibilidad de “Certificar las tasas de
interés bancario corriente correspondientes a las distintas modalidades de crédito que
determine el Gobierno Nacional, mediante normas de carácter general” (Negrilla fuera del
texto). Dicha facultad ha sido ejercida por el Gobierno Nacional y en la actualidad se
certifican las tasas correspondientes a 1) Consumo y ordinario y 2) Microcrédito. La
bondad del anterior esquema se puede apreciar en el documento anexo, en donde se
evidencia, entre otros, la evolución de las colocaciones de la cartera de Microcrédito,
aplicando el esquema de certificación propuesto tanto por Usted como en el Proyecto de
Ley.
Vista la experiencia benéfica que ha traído la certificación del interés bancario corriente por
modalidades en el crecimiento de las colocaciones en las empresas demandantes de
microcrédito, se concluye que no es recomendable para el buen suceso de la economía
Colombiana y, particularmente, para aquellos sectores que antes eran presa de agiotistas y
usureros, revertir los avances logrados con la Ley 795 de 2003 en estos aspectos, y, menos,
con el espejismo de atar los límites de las tasas a aquéllas que se utilizan en los créditos
preferenciales, en los que, por definición, los costos y riesgos para el otorgante del crédito
son inmensamente menores que los demás créditos que ahora atiende el sector financiero
formal después de la reforma efectuada a través de la Ley 795 mencionada.
Por último, y para abundar en razones, consideramos que, como ha quedado expuesto, el
proyecto en comento introduce factores en la regulación que tendrían por efecto restringir
el acceso de los microempresarios al crédito formal, en vez de fomentarlo, circunstancia
que contraria el mandato constitucional consagrado en el Artículo 335 de la Carta, según el
cual la actividad financiera sólo puede ser ejercida conforme a la ley, la cual promoverá la
democratización del crédito.
(…).»
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