CÓMO SER LLENOS DEL ESPÍRITU SANTO “Porque por gracia sois salvos por medio de la fe; y esto no de vosotros, pues es don de Dios; no por obras, para que nadie se gloríe.” Efesios 2:8-9 Nos hemos convertido en creyentes por la fe, porque hemos puesto nuestra confianza en el Señor Jesucristo. La oración de fe, cuando invitamos a Jesús como Salvador, es la expresión verbal de lo que creemos en el corazón. Pero hay mucho más en nuestra vida cristiana. Dios ha preparado un camino maravilloso para nosotros como cristianos. No es tiempo de detenernos o estancarnos en nuestra relación con Dios, sigamos adelante. ¿Cómo podemos ser llenos con el Espíritu Santo? La carta de Pablo a los cristianos de Colosas nos dice que somos llenos con el Espíritu Santo, de la misma manera en que recibimos a Cristo: “por la fe”. “Por tanto, de la manera que habéis recibido al Señor Jesucristo, andad en él.” Col. 2:6. PREPAREMOS NUESTRO CORAZÓN. Puesto que la fe es el medio por el cual podemos clamar la llenura del Espíritu Santo, es vital que nuestra fe sea sincera, que sea el resultado de un corazón que está genuinamente preparado y rendido a Dios. Existen cuatro pasos importantes que debemos considerar para preparar el trono de nuestra vida, de modo que el Espíritu Santo tome control total de nuestro corazón. 1.- Asegurémonos que realmente somos miembros de la familia de Dios. “Mas a todos los que le recibieron, a los que creen en su nombre, les dio potestad de ser hechos hijos de Dios...”. Juan 1:12 ¿Nos hemos unido a la familia de Dios, habiendo recibido a Cristo como Salvador personal y Señor? Si lo hemos hecho, no necesitamos recibirle nuevamente, puesto que Él no nos ha dejado. Podemos habernos desanimado y tal vez hemos caído en un estado tibio en nuestro compromiso con Dios, es entonces donde necesitamos reconciliarnos con Dios. Tal vez hemos creído en la existencia de Dios y Su hijo Jesús, y hemos tratado de vivir una vida honesta, pero nunca hemos dedicado conscientemente nuestra vida a Él, ni le hemos invitado a que Él tome el control total de nuestro corazón. Antes de que podamos ser llenos de su Espíritu Santo y disfrutemos de Sus maravillosas bendiciones, debemos recibir a Cristo en nuestro corazón. 2.- Debemos desear sinceramente ser dirigidos y llenos del poder por el Espíritu Santo. “Porque todos los que son guiados por el Espíritu de Dios, éstos son hijos de Dios.” Romanos 8:14 Nuevamente, si estamos siguiendo nuestros propios caminos, Dios no nos obligará a tomar una decisión. Pero si genuinamente deseamos vivir una vida que le honre, Él nos dará el poder para hacerlo. El Señor Jesucristo prometió, “Bienaventurados los que tienen hambre y sed de justicia, porque ellos serán saciados.” Mateo 5:6 Este paso nos lleva a la difícil decisión de ceder nuestra vida a Dios. Pero, ¿No será que nuestra vida está mejor en las manos de Dios que en nuestras manos?, ¿Por qué a veces es tan difícil rendirnos a Dios?, ¿Por qué nos tardamos tanto en tomar esta decisión? Miles de personas que han tomado esta decisión, dan testimonio de que es lo mejor que les ha pasado en su vida. 3.- Debemos tener el deseo de presentar y entregar cada área de nuestra vida a Dios. “Así que, hermanos, os ruego por las misericordias de Dios, que presentéis vuestros cuerpos en sacrificio vivo, santo, agradable a Dios, que es vuestro culto racional. No os conforméis a este siglo, sino transformaos por medio de la renovación de vuestro entendimiento, para que comprobéis cuál sea la buena voluntad de Dios, agradable y perfecta.” Romanos 12:1-2 La más grande piedra de tropiezo para los cristianos que tratan de vivir una vida fructífera es el asunto de la dedicación total de sus vidas. La mayoría de nosotros deseamos consagrarnos a Dios, pero nos detienen varias cosas, como la sociedad, el “qué dirán”, las costumbres, los antiguos pensamientos religiosos, la familia, etc. ¿Qué será más importante que Dios? La mayoría de nosotros deseamos consagrarnos a Dios, pero nuestra naturaleza parece inclinarse a querer guardarse algo para sí. Las siguientes oraciones son un ejemplo de ello: 1.- “Señor Jesús, rindo toda mi vida a Ti... Pero voy a reservarme el control de mis finanzas”. 2.- “Señor Jesús, lléname con Tu Espíritu...Pero tal vez siga siendo enojón y descontrolado”. 3.- “Señor Jesús, te doy el control del trono de mi vida...Pero por favor no interfieras con mi vida sentimental”. 4.- “Señor Jesús, te entrego mi vida...Pero yo me encargo de mi futuro”. ¿Podemos ver el problema que hay con esta clase de actitudes?, oramos al “Señor Jesús”, pero si Él no es Señor de todo, entonces no es Señor de nada. Es imposible conocer el gozo, la emoción y la aventura maravillosa de la vida llena del Espíritu Santo, si no hemos hecho una rendición y dedicación total de cada área de nuestras vidas al Señorío de Cristo. 4.- Debemos tratar con cualquier pecado en nuestro corazón. “Hijitos míos, estas cosas os escribo para que no pequéis; y si alguno hubiere pecado, abogado tenemos para con el Padre, a Jesucristo el justo.” 1ª Juan 2:1 El salmista escribió las siguientes palabras: “Si en mi corazón hubiese yo mirado a la iniquidad, El Señor no me habría escuchado.” (Salmo 66:18) Ésta es una ley básica de la relación del hombre con Dios. Cuando pecamos, cosa que todos hacemos, subimos nuevamente al trono de nuestro propio corazón. Dios no escucha la oración de un corazón lleno de pecado, a menos que haya de por medio una oración que exprese arrepentimiento sincero. El Apóstol Juan escribió, “Si decimos que no tenemos pecado, nos engañamos a nosotros mismos, y la verdad no está en nosotros. Si confesamos nuestros pecados, él es fiel y justo para perdonar nuestros pecados, y limpiarnos de toda maldad.” (1ª Juan 1:8-9). De modo que nuestro paso final y, probablemente el más importante en el proceso de preparar el trono para nuestro Señor, es limpiar nuestro corazón y ceder el trono al Señor. Debemos de sencillamente esperar quietamente ante Dios, pidiéndole que nos revele, por medio de Su Espíritu Santo, cualquier área de nuestra vida que no esté correcta. Veamos algunos ejemplos para reflexionar: 1.- ¿Hemos ofendido a algún amigo o familiar sin pedir perdón? 2.- ¿Hemos sido deshonestos en nuestra escuela o trabajo? 3.- ¿Hemos caído en vicios? 4.- ¿Somos chismosos? 5.- ¿Basamos nuestra vida en comparaciones? 6.- ¿Odiamos a alguien? “Pues si vosotros, siendo malos, sabéis dar buenas dádivas a vuestros hijos, ¿cuánto más vuestro Padre celestial dará el Espíritu Santo a los que se lo pidan? Lucas 11:13