Queridos asociados, Por una vez, me permito la licencia de enviaros una comunicación con la única finalidad de compartir con vosotros las palabras de uno de nuestros asociados más alejados (Sudán, nada menos), en recuerdo de la Srta. Regina Sagüés. Sirvan como homenaje a todos los profesores que han dejado en cada uno de nosotros una profunda huella, aunque no siempre seamos conscientes de ello. Un afectuoso saludo, Teresa Jordá He leído con tristeza el mensaje enviado por ADANAE comunicando el fallecimiento de Regina Sagüés. Aunque ahora estoy muy lejos de Madrid, siento esa pérdida como propia y de una manera muy especial, y me gustaría transmitir ese sentimiento, muy especialmente, a su hija Regina. Todos nuestros sueños comienzan en la juventud. Los míos tienen su origen específico en la biblioteca de la cuarta sección. Los chicos y chicas de mi generación recordarán seguramente el “Libro Forum”, una actividad organizada por los profesores de Estudio destinada a fomentar la lectura activa y el debate literario. La biblioteca proponía un título que debíamos leer durante unas semanas, para comentarlo después en una o varias sesiones que tenían lugar en la biblioteca. Hubo muchos libros inolvidables presentes en estos debates; ahora me vienen a la memoria “Pulga, ayudante de camionero”, “Un saco de canicas” y, muy especialmente, “Boris”. La historia de éste último era la de Boris Makarenko, un niño que narraba su experiencia durante el sitio de Stalingrado en la Segunda Guerra Mundial. Recuerdo claramente una larga charla sobre Boris con la señorita Regina. Y muy especialmente su visión sobre las vidas de otros niños, como el protagonista del libro, que transcurren en otros lugares y espacios temporales de los que sabemos poco o nada. Vidas ignotas y a menudo difíciles que, una vez vislumbradas a través de la literatura, ensanchan nuestra comprensión de las cosas y nuestro horizonte espiritual y nos cambian para siempre. Regina fue el alma del Libro Forum durante mi paso por el colegio, y también el alma de aquella biblioteca. Es incalculable cuántos sueños, proyectos y aventuras nacieron del contacto con aquellos libros, de la mano de Regina Sagüés. Ella fue para mí la guía hacia los mundos fascinantes de Inkosi el León, Kra el Mandril o Friska la Nutria. Gracias a ella me hice amigo de Júpiter Jones y sus famosos compañeros investigadores en aquella serie inolvidable de Alfred Hitchcock. Creo que fue Regina quien me presentó por primera vez a Sandokán, Yáñez y los Tigres de Mompracem, y quien me advirtió que Guillermo Brown no era necesariamente un modelo a imitar, y que patinar sobre la arena que se acumulaba sobre el pasillo de la IV Sección no estaba permitido en el código de conducta de un Hafiz respetable. A Regina le debo por tanto una gran parte de mis sueños, de mi forma de ver el mundo y, por tanto, de mi devenir personal y profesional. Si hoy estoy aquí es, entre otras muchas razones, porque hace treinta años Regina y yo tuvimos aquella conversación sobre la guerra, las injusticias y los privilegios, y porque su paciencia infinita me introdujo y me guió por el laberinto de ideas encerradas en las páginas de los libros de aquella biblioteca inolvidable. Para ella, y para su familia, van hoy mi mis testimonios más sinceros de cariño, admiración y respeto. Fernando Rodríguez Arroyo (Promoción 1982) Oficina de las Naciones Unidas para la Coordinación de Asuntos Humanitarios (UN OCHA) Darfur Sur, Sudán Querida Teresa, Un abrazo desde tierras Darfuríes. Por supuesto que no me importa que difundas el mensaje, sino todo lo contrario. Estoy seguro de que muchos sienten lo mismo. Es una pérdida muy triste, pero ahí queda el trabajo de Regina con todos nosotros, que ya no se va a perder nunca.