LA CRISIS FINAL DE LA RESTAURACIÓN: EL IMPACTO DE LA I GUERRA MUNDIAL Y EL AGOTAMIENTO DEL SISTEMA POLÍTICO. TEMA 5 EL OCASO DE LA RESTAURACION.En mayo de 1902 Alfonso XIII alcanzaba la mayoría de edad e iniciaba su reinado personal. En contraste con la Reina Regente, el joven rey mostrará gran interés por la participación activa en política. Los grandes políticos de la primera etapa de la Restauración, Cánovas, Castelar, Sagasta, Silvela, mueren entre 1897 y 1905. Toman el relevo los políticos nacidos a mediados del siglo XIX: Antonio Maura, que sustituye a Silvela al frente del Partido Conservador, y José Canalejas que será la figura más destacada del Partido Liberal. Contemporáneo de estos políticos es el líder del movimiento obrerista español, Pablo Iglesias. Durante los primeros años del reinado, mientras continuaba el sistema, cada vez más deteriorado, del turno de partidos, los regeneracionistas intentaron solucionar los problemas del país, remontándose sobre el fracaso del 98 y el pesimismo ambiental. Se trataba de llevar a cabo una recuperación económica ay cultural del país, que Joaquín Costa resumía en “despensa y escuela”. Entre 1904 y 1909 la gran figura de la política española es Antonio Maura, a quien los historiadores actuales consideran que actuó con absoluta honestidad dentro del sistema político presidido por la Constitución de 1876, que él intentó renovar tratando de conectar el país legal con el país real. Con la ley del sufragio, que hacía del derecho al voto un deber cívico, pretendía atacar el sistema caciquil y atraer a la masa neutra hacia la participación política. Actuando según los principios de su famosa frase “o hacemos la revolución desde arriba, o nos la hacen desde abajo”, procuró activar la legislación social, especialmente en lo referente a huelgas, arbitrajes y emigración e impulsó la creación del Instituto Nacional de Previsión. La política internacional de Maura tuvo un carácter realista, olvidando pasadas grandezas y participando con Francia en la cuestión de Marruecos, que quedó dividido en dos zonas de protectorado, una española y otra francesa. En relación con este tema está el impulso dado a la marina, tanto de guerra como mercante, que se hallaba muy maltrecha. La labor de Maura iba encaminada a formar un gran bloque derechista que sería apoyado por la Iglesia, lo que motivó la formación de un gran bloque de izquierda, cuya intensa actividad antimaurista enlazó con el movimiento radicalista y terrorista de Barcelona, provocando la crisis de 1909 y la caída de Maura. En julio de 1909, se desencadenó en Barcelona un hondo movimiento revolucionario cuyas causas ideológicas están en el radicalismo demagógico, el anticlericalismo y antimaurismo. El motivo del estallido se basó en el descontento por la movilización de reservistas y en el embarque de tropas destinadas a contener los ataques marroquíes en Mellilla. La campaña de Marruecos moviliza a los reservistas para proteger unos enclaves mineros cuyo principal accionista es el conde de Romanones. La protesta se concreta en Barcelona, sede de la tercera brigada, unidad militar que es objeto de movilización, y ciudad que respira un clima antimilitarista como consecuencia de la Ley de jurisdicciones aprobada en 1906. Los sindicatos dieron la orden de paro general en Barcelona para protestar por los embarques de tropas. Con relativa facilidad los anarquistas fueron dueños, durante unos días, de la ciudad: es la Semana Trágica. Un centenar de muertos y sesenta iglesias y conventos incendiados y saqueados fueron el balance del movimiento revolucionario, que, aunque se extendió a otras poblaciones de Cataluña, perdió impulso pronto por la falta de dirección y de fines. Una vez restablecido el orden se llevó a cabo una represión contra el anarquismo, siendo acusado como promotor moral de los sucesos el fundador de la Escuela Moderna, Francisco Ferrer y Guardia, que no tenía relación directa con los hechos. La condena y ejecución de Ferrer tuvo una gran repercusión internacional, mientras que en el interior, liberales y bloque de izquierdas unidos conseguían la caída de Maura. Siguiendo el turno de partidos, llegó al poder el partido liberal presidido por José Canalejas, brillante personalidad política que sólo pudo gobernar tres años porque murió asesinado por un anarquista en 1912. Dotado de extraordinaria habilidad de maniobra política, Canalejas resolvió una grave situación relacionada con la Iglesia, consiguiendo acallar los clamores anticlericales con la Ley del candado de 1911, que prohibía el establecimiento de nuevas órdenes religiosas, pero manteniendo buenas relaciones con el vaticano. Ante una opinión pública conmocionada por los sucesos de Barcelona, y con un profundo sentimiento de repudio hacia el ejército, Canalejas promueve la reforma del servicio militar, haciéndolo obligatorio para tiempos de guerra y redimible en tiempos de paz, a partir del quinto mes, mediante el pago de una tasa. Asimismo suprime el impuesto de consumos, aspiración histórica de los progresistas. Respecto al regionalismo catalán, propuso la formación de la Mancomunidad catalana, que debía ser una federación de las cuatro provincias con autonomía para las cuestiones administrativas. En política exterior siguió la línea marcada por Maura, pero su muerte precipitó la desintegración del partido liberal, como había sucedido con el conservador tras la caída de Maura. Disgregados ambos partidos entre distintas tendencias y jefaturas, la falta de cohesión se agravó con el estallido de la Guerra Mundial, pues aunque España se mantuvo neutral, las fricciones entre los partidarios de los aliados o de las potencias centrales eran muy fuertes. Tras un breve gobierno del conde de Romanones, llega a la presidencia del ejecutivo Eduardo Dato, cuya medida gubernativa más trascendente es la publicación del decreto sobre las mancomunidades lo que posibilita un cierto autonomismo en Cataluña, al permitir la actuación conjunta de las Diputaciones provinciales, que pasan a estar dirigidas por Prat de la Riba. A Dato le corresponde definir la posición de España ante la Primera Guerra Mundial, que no puede ser otra que la neutralidad, exigida por la crisis general de un país que no ofrece interés como aliado para las potencias en conflicto. Del gobierno de Romanones (1915-17) cabe destacar el proyecto sobre la reforma fiscal, que supone una contribución extraordinaria sobre los beneficios originados por la guerra, que serían destinados a la creación de infraestructuras y a educación. El rechazo al presupuesto supone la sustitución de Romanones por el también liberal García Prieto. EL IMPACTO DE LA I GUERRA MUNDIAL Y EL AGOTAMIENTO DEL SISTEMA.La Primera Guerra Mundial tiene un efecto importante en la vida económica y social española. La posición de neutralidad favorece la actividad económica derivada de la demanda de materias primas y de productos elaborados por parte de los países en conflicto, lo que permite la cancelación de deudas y la acumulación de capital y aporta cierta modernización tecnológica a sectores como el transporte y el eléctrico. Se puede hablar de un capitalismo español anterior a la guerra y de otro posterior. En este cambio tiene un papel fundamental el desarrollo de la banca favorecido por la concesión de préstamos del banco de España a bajo interés y por la adopción de criterios más racionales y selectivos a la hora de conceder esta banca sus préstamos a terceros. La coyuntura favorable se manifiesta con la llegada de grandes cantidades de oro y con el crecimiento del capitalismo español a causa de la evolución del comercio exterior, basado en la exportación de productos altamente demandados por las naciones en conflicto: hierro, plomo, cinc, hulla, lignito, cereales y ganado. La política de neutralidad fue en realidad muy beneficiosa a corto plazo para España, toda vez que permitió incrementar las exportaciones a los países en guerra, generándose en consecuencia un espectacular desarrollo económico que tuvo su reflejo en muchas ciudades medianas y pequeñas, que llegaron a realizar la transformación urbana más importante desde los ensanches del siglo XIX. La guerra, por otra parte, provoca un cierto desabastecimiento de productos básicos, como el trigo, en el mercado interior, y la consecuente subida de precios que no se ve compensada con un alza de los salarios. Esta situación favorece una afiliación masiva de los trabajadores industriales y agrícolas a los sindicatos, y origina fuertes movilizaciones, lo que explica la crisis social y política que se produce en España en 1917. Durante el verano y el otoño de 1917, la monarquía de la restauración vive una de sus más profundas crisis debido a la conjunción de varios factores: a) Un importante desarrollo económico que no va acompañado de una redistribución social de los beneficios entre los asalariados. b) Un sistema político que no asume una realidad social nueva, originada por el crecimiento de las organizaciones obreras y catalanistas. c) Una situación de descontento en el seno del ejército, derivada de la disminución de su capacidad adquisitiva y de la diferente movilidad en el escalafón según sea el destino peninsular o africano. d) La carencia de estabilidad en los partidos Liberal y Conservador, que constituyen la base del sistema. Las causas del descontento militar radican en unos exámenes programados para las armas de infantería, caballería y artillería para el ascenso a mandos en el escalafón que chocan con las aspiraciones, ya conseguidas en otras armas, de promocionar por antigüedad, según la llamada “escala cerrada”. Al mismo tiempo se perciben como discriminatorios los rápidos ascensos por méritos de guerra de los militares africanistas, frente a la lentitud en la movilidad de las guarniciones establecidas en la Península. La oficialidad española se encuentra afectada también por una reducción de la capacidad adquisitiva de sus salarios como resultado de la subida de precios. Este malestar acabó por manifestarse con la creación de las Juntas Militares de Defensa, que solicitaban mejoras presupuestarias para el ejército y la convocatoria de unas Cortes Constituyentes. El gobierno conservador de Dato las legalizó bajo el nombre de Comisiones Informativas de las armas del ejército. Una segunda fuerza que se manifiesta en el verano de 1917, a iniciativa de Cambó, es la de los parlamentarios, que exigen la reapertura de las Cortes que el presidente Dato ha ordenado cerrar. El 5 de Julio se reúne en Barcelona una asamblea que agrupa al conjunto de diputados y senadores catalanes que reivindican la apertura de un proceso constituyente que reorganice el estado sobre una base autonómica, y se hace un llamamiento a todos los diputados españoles para congregarse en Barcelona. El 19 de Julio se reúnen 68 parlamentarios, pero la Asamblea de Parlamentarios apenas puede llevar adelante sus trabajos ante la respuesta del gobierno, que la disuelve mediante el empleo de la fuerza. La carestía de la vida es el origen de un amplio movimiento huelguístico que acelera la unidad de acción sindical entre UGT y CNT, sindicatos que han visto incrementada su afiliación durante los últimos años., y que ante el clima político creado, deciden convocar una huelga general con carácter indefinido. Un manifiesto conjunto elaborado por el comité nacional de UGT y del PSOE el 12 de agosto, recoge los objetivos de la huelga, que se concretan en el rechazo al sistema político y en la creación de un gobierno provisional que convoque Cortes Constituyente. El gobierno ante el inicio de la huelga el 13 de agosto, declara el estado de guerra y se producen choques violentos en Madrid, Barcelona, Zaragoza y Bilbao. En el movimiento no participa el proletariado andaluz, ni tampoco la Asamblea de Parlamentarios secunda el movimiento. El comité de huelga es detenido el 14 de agosto con lo que la movilización decae. La represión realizada por el gobierno a través del ejército supone la muerte de más de sesenta obreros y 2000 detenidos. Los dirigentes socialistas Largo Caballero, Anguiano y Saborit, y el profesor Besteiro son juzgados y condenados a cadena perpetua. Los seis años que separan el final de la crisis de 1917 y la llegada de Primo de Rivera al poder constituyen la etapa más conflictiva e inestable de todo el reinado de Alfonso XIII. La evolución de la vida política estuvo caracterizada por tres rasgos principales: la inestabilidad de los gobiernos, el intento por restaurar el turnismo y el recrudecimiento de la cuestión catalana. Entre 1917 y 1923 hubo trece crisis totales de gobierno además de muchas otras parciales. Roto el bipartidismo los gobiernos adolecían de una fuerte debilidad. A partir de 1919 se fueron alternando gobiernos de fracción con gobiernos de coalición, siendo predominante la presencia de los conservadores. La formación de gobiernos de concentración desde 1922 apuntaba hacia una recuperación de un nuevo turnismo, sostenido mas que por partidos, por conjuntos de fracciones o grupos escindidos del trono de los dos grandes partidos dinásticos. La presencia del ejército en la vida política se acentuó con el recrudecimiento de la cuestión catalana, en la que confluyeron dos problemas: la reivindicación de la autonomía política y una gran conflictividad social en Barcelona. Los enfrentamientos entre los sindicalistas de la CNT y los sindicatos libres, los cierres patronales y la aparición del fenómeno del pistolerismo, convirtieron el mantenimiento del orden en un asunto prioritario de los gobiernos. La amplia represión que los militares ejercieron sobre los anarquistas cimentaron una estrecha alianza entre la burguesía catalana y el ejército. A los problemas planteados de forma crucial en 1917 y no resueltos durante estos años finales de la monarquía constitucional, se agregó el asunto de la guerra de Marruecos que adquirió especial relevancia política con el desastre de Annual de 1921. Era un problema de política exterior que sin embargo tuvo efectos muy directos sobre la política interior española, y en especial, sobre uno de los problemas de la época: el excesivo protagonismo del ejército en la política. La ocupación española, que se reducía a una estrecha franja del norte cercana a las viejas posesiones de Ceuta y Melilla, estaba compartida con Francia, y su ocupación efectiva encontró fuertes resistencias en las tribus del RIF, lo que convirtió esto en un permanente foco de guerra desde 1909 hasta 1927. La fase más aguda del conflicto se desarrolló en los años finales de la Restauración, cuando España decidió efectuar la ocupación de los territorios de la Yebala y del Rif, que dominaba Abd el Krim. En una serie de operaciones terrestres desencadenadas desde Melilla para ocupar la zona del Rif, tuvo lugar el desastre de Annual (julio de 1921) en el que las tropas rifeñas no sólo derrotaron totalmente a las tropas españolas, con cuantiosas perdidas materiales y humanas (más de doce mil muertos) sino que recuperaron todo el territorio ocupado durante los dos años anteriores. La derrota militar desencadenó importantes consecuencias políticas. Se convirtió en un tema de debate en el parlamento y en una ocasión para examinar la escasa eficacia del ejército en África. El centro del debate fue la exigencia de los liberales y socialistas de establecer responsabilidades políticas por la derrota militar de Annual, que alcanzaba hasta al propio monarca. El gobierno acordó instruir un informe sobre el asunto, lo que dio lugar al expediente Picasso, en el que se acusaba de negligencia o actuación indebida a varias decenas de mandos militares, entre los que estaban algunos generales. La dilucidación de responsabilidades políticas estaban siendo estudiadas por una comisión parlamentaria que debía entregar un informe en octubre de 1923. La llegada de la dictadura de Primo de Rivera lo impidió.