Los datos se rebelan a la política económica

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 Año 36 - Edición Nº 799 – 27 de Octubre de 2014
Los datos se rebelan a la política
económica
Jorge Vasconcelos
Los datos se rebelan a la política económica1
El presupuesto elaborado por el gobierno nacional para 2014, presentado hace
poco más de doce meses, preveía para este año un crecimiento del PIB de 6,2
%. En realidad, el PIB podría estar cayendo entre 2,2 y 2,5 % este año,
marcando una brecha abismal de 8,5 puntos porcentuales respecto de aquella
proyección. En parte, esa diferencia puede ser atribuida al sesgo optimista que
ese tipo de guarismos contiene. Pero, en esencia,
lo que el 2014 está
mostrando es que, en ausencia de financiamiento genuino, a mayor déficit
fiscal se corresponde menor efectividad de la política económica. Aún con una
importante suba nominal de la recaudación de impuestos, este año el rojo
estatal podría alcanzar 5 % del PIB (sin computar recursos extraordinarios),
con un incremento de 1,5 puntos porcentuales respecto de 2013. Al no haber
contención del gasto público, atravesamos un ajuste infructuoso en el que, en
el frente externo las exportaciones industriales caen 12,2 % interanual en el
acumulado enero-setiembre, pese a que el salario en dólares se ha recortado
casi un 15% y, en el frente interno, una recesión cada vez más prolongada se
corresponde con más (y no menos) inflación.
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Nota publicada en el diario La Voz del Interior del día 26 de octubre de 2014 Revista Novedades Económicas – 27 de Octubre de 2014
En este escenario de divergencia entre medidas y logros, llama la atención la
cantidad de energías oficiales aplicada a obstaculizar la operatoria del “contado
con liqui”, que permite legalmente vender contra dólares en el exterior activos
(bonos y acciones) adquiridos con pesos en el mercado local de capitales. Esa
operatoria no afecta directamente el nivel de reservas del Banco Central, ya
que se realiza entre privados, pero sí puede influir en el futuro si el resultado es
un ensanchamiento
cambio oficial. La
de la diferencia
preocupación
entre el llamado “blue” y el tipo de
por evitar la ampliación de
cambiaria se expresa en estos días en una combinación de
la brecha
“zanahoria” y
“garrote”: por un lado, se ofrece un bono por 1.000 millones de dólares
pagadero en pesos y ajustable por el tipo de cambio oficial y, por otro, se
intensifican los operativos en la city porteña. De todos modos, dada la
proliferación de operadores financieros que el país ha sabido cultivar, parece
muy difícil evitar que las tendencias de los mercados se filtren por mil hendijas.
Los controles buscan apuntalar la cotización del dólar en el mercado oficial,
como forma de aquietar la inflación hasta las fiestas de fin de año y minimizar
riesgos en el flanco social. En realidad, se trata de un uso contraindicado del
instrumento cambiario, en una coyuntura en la que las monedas del resto de
los países de la región se están acomodando a un escenario de dólar más
fuerte en el mundo y de menores precios para las commodities. El atraso
cambiario es un mal sustituto de las políticas fiscales y monetarias que se
necesitan para combatir la inflación.
A propósito, una prueba contundente de la pérdida de efectividad de la política
económica está dada por el debilitamiento de la correlación entre la “base
monetaria” y la evolución de la inflación. Este año, el Banco Central ha hecho
un significativo esfuerzo por retirar liquidez del mercado y esto ha acotado la
expansión de la base monetaria a un 18 % interanual. Pero la inflación más
que duplica ese guarismo, cuando en años anteriores había mostrado mucho
mayor conexión. La explicación viene dada por el hecho que ha aumentado la
velocidad de circulación del dinero. La gente demanda menos pesos en
términos reales (se desprende más rápido de los que llegan a su bolsillo) y este
fenómeno ha llevado la inflación a un andarivel superior. Así como el ajuste del
salario medido en dólares no provocó ninguna reacción en la marcha de las
exportaciones industriales, la absorción de liquidez por parte del Banco Central
tampoco produjo un efecto perceptible en la dinámica de la inflación. La falta
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de eficacia de la política tiene que ver con las inconsistencias que se acumulan,
percibidas por los agentes económicos y
alimentadas por la persistente
ampliación del déficit fiscal.
Otra ventana en la que habrá que cotejar la relación entre instrumentos y
logros es la que vincula la evolución del crédito al sector privado con el nivel
de actividad. Luego de haber experimentado una fuerte contracción en
términos reales, a partir de setiembre comenzó a observarse un repunte en la
evolución mensual de los préstamos, particularmente al consumo. Si esta nueva
dinámica pudiera sostenerse, habrá que ver su verdadero impacto: con el
actual nivel de restricciones a las importaciones, un empuje a la demanda por
el lado del crédito podría tener más efectos sobre los precios que sobre el nivel
de actividad. Por otro lado, tampoco puede asegurarse que las tasas de interés
de los plazos fijos habrán de perdurar en un nivel significativamente inferior al
de la inflación.
Suele argumentarse que el paso del tiempo será un bálsamo para los
desequilibrios, al aproximarse la fecha del cambio de gobierno. Algo de esto
puede suceder, pero no debe subestimarse el efecto que habrá de tener sobre
las tasas de interés la expectativa de una eventual unificación de los tipos de
cambio (el oficial y el “blue”) hacia fin de 2015, principios de 2016. Al insistirse
en el uso del tipo de cambio como ancla antiinflacionaria, se acumulan más
presiones sobre el mercado, y esto no será gratuito. Más adelante podemos
encontrarnos con una demanda de tasa de interés cada vez mayor para la
renovación de las colocaciones en pesos, una dinámica que en algún momento
de 2015 puede dañar el canal del crédito como instrumento de reactivación.
Hay, además, otra serie de hechos que habrán de desafiar la gestión y que
posiblemente no estén del todo contemplados en la agenda oficial:
-
Brasil habrá de encarar una nueva política económica a partir de ahora,
independientemente del resultado del comicio de hoy. Para salir del
estancamiento de los últimos años, Dilma o Aécio buscarán más competitividad
y una atracción mayor de inversiones, por lo que será inevitable el replanteo
del Mercosur.
-
La caída del precio internacional del petróleo es un tremendo desafío
para los proyectos no convencionales como el de Vaca Muerta. En Estados
Unidos, que es más competitivo que la Argentina, hay pozos en los que la
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rentabilidad se pierde con una cotización de 70 a 75 dólares el barril (ahora se
ubica algo por encima de 80 dólares). Por eso el gobierno reaccionó,
reconociendo retenciones descendentes para el petróleo, una medida que
puede ser justificada para el sector, pero que es muy irritante para los
chacareros.
-
A partir del 1ro de noviembre hay riesgo de nuevos eventos legales en
Nueva York (la “aceleración” de los Bonos Par) originados en el incumplimiento
de las claúsulas de emisión de los títulos reestructurados.
Adaptando el viejo refrán, se ve que el gobierno propone, pero muchas veces
son las circunstancias las que disponen.
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