Aterriza Deng en la Argentina

Anuncio
Aterriza Deng en la Argentina
Marcos Aguinis
La Nación
Octubre 25, 2013
http://www.lanacion.com.ar/1632213-aterriza-deng-en-la-argentina
Es un sueño armado con trampas encubridoras, como todos los
sueños, y allí se imbrican ambiciones utópicas con abismos de
frustración, recuerdos de épocas brillantes con impotencias y un
deseo fuerte de encontrar la ruta de la luz. Así como en un tiempo
se hablaba del "avión negro" que llegó sin ser negro (y no pudo
aterrizar en Ezeiza), ahora otro avión trae en el sueño a un
personaje de baja estatura, sonrisa fácil y extraordinaria flexibilidad
mental. Es Deng Xiaoping, el creador de la actual China
superpoderosa , que murió en 1997. ¿Para qué viene? Para
repetirnos algo que ya es un lugar común: "No importa que el gato
sea negro o blanco, importa que cace ratones". Deng acuñó esta
reflexión mucho antes de ponerla en práctica. Quería decir:
"Abramos los ojos y procedamos bien".
En la Argentina cuesta hacerlo. Nuestra cultura, nuestro espíritu,
nuestros reflejos tienen tantas cadenas como China antes de la
revolución que impulsó ese hombre lúcido. El culto a la
personalidad de Mao y el prolongado lavado de cerebro al que
fueron sometidos millones de personas, incluso más allá de las
fronteras, hacían imposible generar un cambio. Más de mil millones
debían resignarse a continuar bajo el modo de producción arcaico e
inviable que imponía una ideología cadavérica.
Deng había formado parte de esa ideología. La había ayudado a
triunfar e imponerse. Fue miembro del Partido Comunista Chino
desde sus años de estudio en Francia y en la Unión Soviética. Ocupó
posiciones destacadas en el partido cuando regresó a su país y
estableció contacto con Mao Tse-tung, hasta ese momento poco
valorado por los rusos. Entre 1927 y 1929 residió en la populosa
Shanghai y organizó actividades clandestinas. La merma de muchos
dirigentes comunistas provocada por la represión le dejó espacio
para seguir ascendiendo en la jerarquía política. Pero las grandes
ciudades se negaban a cambiar el curso de un capitalismo
floreciente. Los asesores soviéticos del Komintern insistían en la
movilización del proletariado urbano para hacer la revolución,
como se habían convencido que sucedió bajo el mando de Lenin.
Esta visión no era aplicable en todas partes, sin embargo. La
cerrazón leninista-estalinista se empeñó desde sus inicios en
taparse los ojos y no mirar objetivamente la realidad, aunque decía
hacerlo. Frente a las dificultades de la estrategia urbana, Mao Tsetung optó por el ambiente rural. El ejército de la República de
China, más poderoso que las fuerzas rebeldes, hostigaba duro.
Entonces se inició la histórica huida a través del interior del país,
que se denominó Larga Marcha. Fue un acontecimiento épico, sin
duda. Unos 80.000 hombres se dirigieron a zonas aisladas y
montañosas, hasta llegar a la provincia norteña de Shaanxi. Pero
sólo quedaba un 10% del número inicial.
La invasión japonesa de 1937 marcó el comienzo de la Segunda
Guerra entre China y Japón. El ejército se olvidó de los comunistas.
Pero terminada la conflagración, volvieron a enfrentarse el Partido
Comunista resucitado y el Kuomintang dirigido por Chiang Kai-shek.
Los comunistas siguieron fortificando sus posiciones en el campo,
desde donde lanzaban devastadoras incursiones contra las
ciudades. Cada vez más soldados se pasaban al bando comunista,
que prometía pan, justicia e igualdad. En la última fase de esa
guerra interna, Deng volvió a ejercer un papel decisivo como
responsable de la propaganda y se instaló en la cúpula del poder,
junto a Mao.
Sería largo detallar los vaivenes de su vida. Era un hombre que no
se conformaba con el statu quo . Entendía que el estalinismo había
sido un fracaso y que el maoísmo correría esa misma suerte luego
del fallido -aunque muy promocionado- Salto Adelante. Propuso
medidas reformistas que conmovieron al régimen, en particular al
esclerótico Mao, cuyo culto a la personalidad le había disparado el
narcisismo a las nubes y rechazaba cualquier cambio. Lanzó
entonces una campaña contra los "derechistas" y
"contrarrevolucionarios" e inició la llamada Revolución Cultural.
Deng fue apartado de la cúpula del poder y decidió, con fina
intuición, mantenerse en silencio y dedicado a tareas manuales.
Seis años después fue repuesto por Chou En-lai. Cuando el ímpetu
reformista volvió a tomar impulso se formó la Banda de los Cuatro
(con la última esposa de Mao entre ellos) y Deng sufrió otra
expulsión. Recién la muerte de Mao facilitó cambios estructurales.
Fue liquidada la Banda de los Cuatro y creció la tendencia
modernizadora, con un revigorizado Deng Xiaoping a la cabeza,
quien puso en marcha la verdadera revolución. Quizá vislumbraba
los beneficios que llegarían, pero no pudo imaginar que en menos
de un tiempo razonable su país se convertiría en la superpotencia
mundial que es ahora.
Deng fue el audaz arquitecto de avances sísmicos. Racionalizó la
planificación económica, liberó empresas del control estatal y
reintrodujo el concepto del beneficio. Asombró al mundo cuando
dijo: "La planificación y las fuerzas de mercado no son la diferencia
esencial entre socialismo y comunismo, porque también se planifica
bajo el capitalismo y la economía de mercado funciona de modo
encubierto bajo el socialismo. No debemos tenerle miedo a la
gestión empresarial que aplican los países capitalistas. La esencia
misma del socialismo es la liberación y el desarrollo de las fuerzas
productivas. El socialismo y la economía de mercado no son
incompatibles. Debemos preocuparnos por el desviacionismo de
derecha, claro; pero más por el desviacionismo de izquierda".
Si surgiera un Deng entre nosotros, nos haría ver cómo yacemos
encadenados por ideas antiguas y prejuicios venenosos. La
Argentina se ha convertido en un país marginal, fracasado, por obra
de nuestros dirigentes, votados por la mayoría. Nos roe una
corrupción sin límites, carecemos de una Justicia poderosa, nos
saquea un Estado voraz lleno de una monstruosa burocracia
improductiva, marean políticos enajenados por luchas menores y
hay una enorme carencia de proyectos a largo plazo. Como se dice
en la jerga marinera, somos un barco a la deriva. Pero no tiene por
qué seguir así. China era un país del Tercer Mundo y cambió. La
Argentina es un país del quinto mundo y también puede cambiar.
Para eso es necesario consensuar objetivos distintos. Basta de
gastar en propaganda para la reina y su séquito, basta de tapar la
brutal desocupación con cargos públicos que paga hasta el obrero
más pobre, basta de usar el dinero de los jubilados para tapar
agujeros. Todo eso es posible porque los recursos naturales y
humanos sobran. Ocurre que son mal usados. Deng nos diría que ya
es hora de dejar atrás el falso razonamiento populista, que promete
un bienestar que jamás llega (excepto para los que se apropian del
poder o funcionan como siervos del poder).
No es cierto que haya inclusión, porque se ha vuelto maciza la
pobreza. No es cierto que se impulse la justicia social, porque el
impuesto inflacionario es sufrido con más intensidad por el que
menos tiene. No es cierto que se defienda la soberanía nacional
aislándonos del mundo, porque aumenta la indefensión del país.
Deng nos diría que urge la seguridad jurídica para que afluyan los
millones de dólares que esperan volcarse en nuestra tierra. Diría
que se deje de considerar un demonio al mercado y que dejemos
de ser impotentes comunistas de un rosa anémico, dubitativo y
vergonzante. Y tal vez confesaría que en China todavía queda
mucho por hacer, especialmente en los campos de la democracia,
los derechos humanos y la equidad. Pero nos recordaría que su
revolución "capitalista" sacó de la pobreza a 300 millones de chinos
(equivalente a la población de los Estados Unidos) y convirtió a su
país en un polo del universo.
Marcos Aguinis nació en Córdoba, Argentina. Escritor que
ha transitado una amplia formación internacional en
literatura, medicina, psicoanálisis, arte e historia. Columnista
del diario La Nación. Primer Ministro de Cultura después de
los gobiernos militares. En 1963 apareció su primer libro y,
desde entonces, ha publicado diez novelas, catorce libros de
ensayos, cuatro libros de cuentos y dos biografías que
generan entusiasmo y polémica. Entre ellos destacan: La
gesta del marrano, La cruz invertida, La pasión según
Carmela, Refugiados, crónica de un palestino. Su última
novela es Liova corre hacia el poder (Ed. Sudamericana).
En el campo de los derechos humanos enfrentó temas
polémicos que pusieron en riesgo su vida. Durante la última
dictadura fue limitada la circulación de sus libros y algunos
salían del país en forma clandestina. Ha escrito artículos
sobre una amplia gama de temas en diarios y revistas de
América latina, Estados Unidos y Europa. Ha dictado
centenares de conferencias y cursos en instituciones
educativas, artísticas, científicas y políticas en Alemania,
España, Estados Unidos, Francia, Israel, Rusia, Italia y casi
todos los países latinoamericanos.
Descargar