Medios corporativos y la amenaza a la democracia

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Robert McChesney
“Medios corporativos y la amenaza a la democracia”
En Estados Unidos la ley de medios de 1934 fue reformada en 1996, con Bill Clinton con el fin
de desregular todas las industrias de la telecomunicación para permitir que sea el mercado, no las
políticas públicas, quienes determinen el curso de las carreteras de la información y el sistema de las
comunicaciones. Esta ley es considerada entre las tres o cuatro reformas más importantes del periodo
de Clinton. Buena parte de la ley fue, de hecho, redactada por cabilderos a sueldo de los corporativos
(televisoras y concesionarios de radio, proveedores de servicios telefónicos locales y de larga distancia
y compañías de cable) incorporados a las estructuras legislativas. (Telebancada a lo bestia).
El rejuego político entre congresistas de los partidos Republicano y Demócrata se limitó a
presionar a favor del peso y privilegios de uno u otro sector de la industria. Nunca se debatió sobre la
regulación misma de la participación de las empresas en el negocio de las telecomunicaciones.
Se trata, según Robert McChesney, de una ley “global”, ya que garantiza la expansión
transnacional de las empresas “oligopólicas” de las industrias de las telecomunicaciones estadunidenses
y su expansión, prácticamente sin competencia ni cortapisas, a todo el mundo.
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(En Canadá con CBC; Gran Bretaña con BBC y casi todos los países desarrollados evolucionó
la televisión pública, incluso como una empresa con ganancias económicas. En Estados Unidos la
televisión pública, muy marginal, sin derecho a la actividad comercial, funciona con donaciones y
fundaciones. Lleva el mayor peso de los programas culturales o de debate, considerados como “no
comerciales”. Ej: PBS y NPR)
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El estudioso señala que en Estados Unidos, a diferencia de lo que ocurre en países donde se
plantea el esfuerzo de democratizar la industria mediática, el control privado y comercial sobre los
medios de comunicación ni siquiera se discute, se considera “parte de la libertad y la democracia”. Por
el contrario, cualquier intento de involucramiento del gobierno con el universo que “corresponde” a la
industria de la comunicación se ve con aversión, casi una invitación a la tiranía.
La comunicación de masas es propiedad de no más de dos docenas de empresas que a su vez
radican sus negocios en la industria de la publicidad que genera otro puñado de corporaciones aún
mayores. Discutir esta estructura y polemizar en torno a la propiedad de los medios de comunicación
no forma parte de la cultura política, no figura en el radar de los intelectuales y mucho menos forma
parte de las preocupaciones de la ciudadanía.
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Estos conglomerados son los que deciden qué informar o no a la sociedad; qué es noticia y qué
no lo es.
¿Qué eventos son los que prefieren? ¿Qué fuentes de información son las más recurridas?
¿Qué información es marginada, ignorada?
(En EU no se informa sobre la CIA, nunca se cubre o publica nada de Noam Chomsky ...)
El problema de la información fragmentada; el no seguimiento de largo plazo de temas vitales
para la sociedad (ej. Crisis económica, espionaje NSA).
La información aséptica y “desideologizada”, la falsa despolitización.
Los asuntos políticos y de políticas públicas, confuso, aburrido, si no es aderezado por el
escándalo (escándalos sexuales y puritanismo en la prensa estadunidense) y la polarización (video
escándalos en prensa mexicana).
Sobredosis de crimen, deportes y celebridades.
Consecuencias: una sociedad menos informada, menos politizada, menos habituada al debate y
a las voces plurales y por lo tanto más vulnerable a la manipulación.
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