El país abanico de Alejandro Bunge: diagnóstico del desequilibrio argentino
El economista, sociólogo e ingeniero argentino Alejandro Bunge fue una de las figuras
clave en el análisis del desarrollo económico del país en el siglo XX. En su obra,
especialmente a partir de la década de 1930, Bunge desarrolló el concepto de “país
abanico”, una metáfora para explicar la concentración económica y poblacional en
Buenos Aires y el litoral, y la desigualdad creciente con las provincias del interior.
¿Qué es el “país abanico”?
Según Bunge, la organización territorial y económica de Argentina se parecía a un abanico
abierto, cuyo eje estaba en Buenos Aires. Desde allí se extendía una estructura en forma
radial hacia el interior del país. Lo central de su análisis era que:
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Buenos Aires y sus alrededores concentraban la mayoría de la población, la
infraestructura, las industrias y los servicios.
A medida que se alejaba de ese centro, las regiones eran cada vez más pobres,
menos desarrolladas y más dependientes.
El interior no tenía igualdad de condiciones para crecer, debido a la falta de
inversión, conectividad, transporte y apoyo estatal.
Esta situación no era casual, sino el resultado de un modelo económico que se había
estructurado desde el siglo XIX con el auge del modelo agroexportador, que favorecía los
intereses de Buenos Aires como puerto de salida de productos primarios (cuero, carne,
trigo) hacia Europa.
Orígenes y motivación de la teoría
Bunge llegó a esta conclusión tras analizar:
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Datos de los censos nacionales.
Estudios de distribución de la población, el empleo y la industria.
Indicadores de inversión pública, transporte, servicios y calidad de vida entre
regiones.
Fue uno de los primeros en advertir que, aunque Argentina tenía una estructura federal
en lo jurídico, en los hechos funcionaba con un centralismo económico y político muy
fuerte, lo cual generaba desequilibrios estructurales que afectaban el desarrollo a largo
plazo.
Consecuencias del país abanico
Migraciones internas: muchas personas del interior emigraban hacia Buenos Aires en
busca de empleo y mejores condiciones de vida, generando superpoblación en el centro y
despoblamiento en otras regiones.
Dependencia de las provincias: muchas zonas del país quedaban subordinadas a
decisiones tomadas en la capital.
Desigualdad en infraestructura: servicios como salud, educación, caminos, industrias y
trenes estaban concentrados en una zona reducida.
Freno al desarrollo nacional: al no aprovecharse todo el potencial del territorio, Argentina
se volvía más vulnerable frente a crisis económicas y sociales.
Aportes y legado
El concepto de “país abanico” fue clave para abrir el debate sobre la necesidad de una
planificación económica nacional equilibrada. Inspiró a pensadores, políticos y técnicos
que comenzaron a plantear:
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Políticas de industrialización del interior.
Incentivos para descentralizar la producción y población.
Mejoras en el sistema de coparticipación entre Nación y provincias.
Programas de infraestructura y conectividad regional.
Aunque se han dado avances, muchos de los problemas que Bunge describió siguen
vigentes en la actualidad. Las diferencias entre el Área Metropolitana de Buenos Aires
(AMBA) y el resto del país siguen siendo marcadas en términos de empleo, salud,
transporte, servicios básicos y acceso a oportunidades.