Reflexiones en clave de Lectio Divina

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Discipulado de la Palabra
Segunda semana de Cuaresma
(Fotografía de Booni Bruno, Recollection 2012)
En la transfiguración de Jesús “…La esperanza de la Iglesia recibía su fundamento; el
Cuerpo de Cristo todo entero tendría una idea de la transformación que sería su
recompensa, y a cada uno de sus miembros se prometería una parte de la Gloria que
acababa de brillar en la Cabeza” (San León Magno, “Sermón 51”)
Segunda semana de Cuaresma
LUNES
Contemplando a Jesús
asimilamos la misericordia del padre
Lucas 6, 36-38
“Sean misericordiosos como el Padre es misericordioso”
A la luz de la transfiguración del Señor, continuamos nuestro camino cuaresmal
obedeciendo a la voz del Padre que nos invita a seguir escuchando a su Hijo predilecto.
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El Evangelio de este día nos vuelve a colocar en el espíritu del “Señor de la montaña” en el
cual Jesús nos invita a la perfección del Padre, que en la perspectiva de Lucas es
esencialmente la misericordia “Sean misericordiosos como el Padre es misericordioso”
(6,36).
1. La perfección de Dios es su misericordia
Lucas nos muestra cómo la santidad de Dios se manifiesta en su misericordia. La frase de
Jesús, “sean misericordiosos como el Padre es misericordioso”, es el culmen de la
revelación de todo lo que Dios es para nosotros. La misericordia expresa la esencia misma
de Dios y por la cual Él es Santo, totalmente diferente a nosotros. “Por que como es su
grandeza así es su misericordia” (Eclesiástico 21,18)
En el salmo 136 la misericordia nos es presentada como la clave de lectura de toda la
creación y de toda la historia pasada y presente.
Nuestra experiencia de Dios, es siempre experiencia de la misericordia, porque cuando nos
sentimos perdonados, salvados, es ahí cuando conocemos realmente quien y cómo es el
Señor. En la acogida de la misericordia del Padre y en la contemplación de las actitudes y
palabras de Jesús vamos aprendiendo a vibrar con el corazón del Padre y a dejar pasar hacia
los otros la misericordia que nos es donada.
2. Cómo se pone en práctica la misericordia que proviene del Padre
Las sentencias que siguen, en Lucas, no se refieren a los enemigos, sino a los hermanos,
son reglas claras, como pilares que rigen la vida de la comunidad de los discípulos: “No
juzguen y no serán juzgados, no condenen y no serán condenados, den y se les dará”
(6,37-38). En la comunidad se viven relaciones nuevas de amor reciproco, pero estas
siempre están bajo la insidia del mal, por eso mismo al interno de la comunidad el amor
tiene siempre el rostro de la misericordia.
Detengámonos brevemente en cada uno de los puntos que Jesús propone para nuestro
ejercicio de la misericordia, dilatando nuestro corazón a la manera del Padre en esta
Cuaresma.
(1) “No juzguen y no serán juzgados”
Juzgar es colocarse en el lugar de Dios considerarse a sí mismo como la medida de todo; mi
juicio contra el hermano es más grave que su mismo pecado, porque es negar al Padre en su
misericordia.
(2) “No condenen y no serán condenados”
Mientras el juicio es un acto interno, condenar es expresar externamente el juicio. El Padre
en lugar de condenarnos se compadece, nos perdona y confía tan profundamente en
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nosotros que nos entrega la administración de su misericordia el siempre actúa a través de
mediaciones, su compasión y su misericordia pasan a través de mi o no pasan.
Cada uno de nosotros es como una llave de agua, tenemos el poder de abrir o de cerrar la
fuente inagotable del amor misericordioso que a todos ha sido donado en Cristo Jesús.
(1) “Den y les será dado”
Jesús no indica que es lo que tenemos que dar, simplemente dice den, como para enfatizar
esa actitud de donación que debe caracterizar nuestro discipulado; vivir para los otros, sin
retener nada de sí, nada para sí, como Jesús que se auto donó siempre más hasta la muerte.
En la medida en la cual nos donamos a los otros también recibimos de parte de Dios, quien
nos dará su amor, y el inmenso don de ser como El configurándonos con su Hijo.
(2) “Porque con la medida con que midan serán medidos”
Dios renuncia a medirnos y juzgarnos, dejando que seamos nosotros mismos quienes nos
damos la medida y nos juzgamos, según el amor y la misericordia que ofrecemos a los
otros. Mi juicio final y mi salvación corresponderán a la misericordia que ofrezco hoy al
otro.
Al acoger y gustar la misericordia que el Padre en Jesús tiene para con cada uno de
nosotros nos vamos transformando poco a poco en la expresión viva de esta inagotable
compasión de Dios.
Cultivemos la semilla de la Palabra en el corazón.
1. ¿Qué significa la expresión: “Sean misericordiosos como el Padre es misericordioso”?
2. ¿Cuáles son las formas concretas con las cuales manifiesto a los demás la misericordia de
Dios?
3. Dediquemos algún momento de esta jornada para examinarnos como familia o
comunidad, acerca de nuestra forma concreta de dar nuestro amor a los que nos rodean
especialmente a los más necesitados.
¿Por qué la Transfiguración de Jesús?
“Para inspirar a sus apóstoles y hasta el fondo del corazón, un coraje inquebrantable y
victorioso, para hacerles aceptar con intrepidez todo lo que hubiera de duro en la cruz,
para impedirles ruborizarse del suplicio de Cristo y creerse deshonrados por la paciencia
que Él manifestaría al sufrir, sin perder la gloria de su poderío, las crueldades de su
Pasión”
(San León Magno, “Sermón 51”)
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Segunda semana de Cuaresma
MARTES
Unificar la vida en la coherencia entre lo que se dice y se hace
Mateo 23, 1-12
“Porque dicen y no hacen”
Somos muy dados a decirle a los demás lo que tienen que hacer y resulta que a veces se nos
olvida mirarnos en el espejo. Pero las palabras del Señor no son para unos sí y para otros
no: la exigencia es igual para todos. En la comunidad de Jesús no cabe la separación: los
que enseñan y los que practican. No, todos practican.
Las palabras dirigidas a los fariseos no son exclusivas para ellos sino que cobijan a todos
los miembros de la Iglesia (ver 23,1). Observemos el orden de ideas:
(1) Jesús valida la autoridad de los maestros de la Ley (“Haced, pues, y observad todo lo
que os digan”, v.3ª), pero pide: “No imitéis su conducta” (v.3b).
(2) Jesús va al grano y señala las tres conductas que reflejan incoherencia:
(a) La doble vida: “decir” pero “no hacer” (v.3c);
(b) la falta de compromiso: “poner cargas pesadas en las espaldas de la gente”
pero “ni con el dedo moverlas” (v.4);
(c) el buscar lo más visible para ser notado: “Todas sus obras las hacen para ser
vistos por los hombres” (v.5ª). Tres ejemplos concretos: el vestido, los primeros
puestos en los espacios públicos (banquetes) y religiosos (sinagoga) y la exigencia
de que los llamen por el título (vv.5b-7).
(3) Partiendo del último punto (“que la gente los llame Rabí”) Jesús señala el
comportamiento distintivo del discípulo: “Vosotros, en cambio...” (v.8ª):
(a) En la comunidad se construye en una unidad de base: “vosotros todos sois
hermanos” (v.8c).
(b) En la comunidad la autoridad se ejerce en cuanto se vive en comunión con el
único Maestro (v.8b), con el único Padre (v.9) y con el único Director (v.10).
(c) La motivación fundamental de todo comportamiento cristiano debe ser la del
servicio (v.11-12).
Las palabras de Jesús cuestionan la vida espiritual: el propósito es que la Palabra descienda
hasta lo más hondo e impregne nuestra vida, que ponga en crisis los criterios de
comportamiento y sus motivaciones más profundas. Cuando esto no sucede, enseguida se
manifiestan las patologías diagnosticadas por Jesús en este evangelio.
Por eso Jesús propone el camino de la unificación en Él: partir desde lo más bajo posible,
como el servidor que se humilla. Esa fue su actitud fundamental que se manifestó
finalmente en la Cruz. La Cruz purifica el corazón y lo hace auténtico, despoja las
apariencias y hace que brote la verdad del ser, coloca a cada persona en el lugar social
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correcto para que, levantando las cargas de los demás, todos juntos crezcan en la dirección
del Dios Padre, Maestro y Guía en quien todo converge.
En nuestro Bautismo fuimos revestidos de Cristo. No olvidemos que el problema no está en
vestirnos de cristianos sino en “ser” cristianos y el ser cristiano emerge de dentro,
poniéndonos bajo el juicio de la Cruz. Recuerda los vv.11-12: a los fariseos no hay que
imitarlos pero al Crucificado sí.
Para cultivar la semilla de la Palabra en la vida:
1. ¿Cuándo ejercito la “lectio divina” me miro a mí mismo en el espejo de la Palabra o
estoy pensando cómo aplicarle la enseñanza a los demás? (Recuerda la segunda pregunta de
la “lectio”: ¿Qué me dice el texto?).
2. ¿En qué aspectos de mi vida todavía no he sido impregnado por la Palabra de Dios?
3. ¿La Cruz de Jesús pone en crisis mis intereses personales y mi afán por tener visibilidad
y reconocimiento social?
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Segunda semana de Cuaresma
MIÉRCOLES
La aceptación del misterio de la cruz es un don de Dios
Mateo 20, 17-28
“El Hijo del hombre no ha venido a ser servido, sino a servir y a dar la vida en rescate por
muchos”
La Palabra de Dios sigue urgiendo nuestro corazón a la aceptación del Misterio de Jesús en
el cual somos progresivamente introducidos hasta llegar a ser partícipes y reflejar en
nuestra vida la gloria de Dios manifestada en su Hijo (ver 2Cor 3,18).
El evangelio de hoy ilumina nuestros corazones para que podamos aceptar la gracia de la
conversión.
En el texto descubrimos tres elementos contrastantes:
1. La gloria del Hijo del Hombre por el camino del vaciamiento
Por tercera vez Jesús anuncia su Pasión a los discípulos en el evangelio de Mateo.
Jesús habla abiertamente, no oculta nada, les describe a sus discípulos casi con detalle
cuánto deberá padecer antes de ser glorificado. Notemos el “crescendo”: “Entregado,
condenado, burlado, azotado, crucificado y al tercer día resucitará” (20,18-19).
2. La gloria del mundo por el camino del poder
Frente al anuncio de Jesús, los discípulos no parecen estar a la altura de las circunstancias.
Ellos van en contravía a la propuesta.
Así se desvela la ceguera e insensatez de los discípulos que no les permite siquiera
vislumbrar el Misterio de la gloria que el Señor les revela, y bien lejos de entender las
palabras de Jesús (ver Marcos 8,32; 9,32; Lucas 9,45) reaccionan adversamente buscando
la gloria humana y confundiendo con ésta, la gloria del Señor.
Así como los hijos de Zebedeo, quienes se apoyan en su Madre para pedir a Jesús los
primeros puestos en su reino (“Manda que estos hijos míos se sienten uno a tu derecha y
el otro a tu izquierda...”; 20,20-24) también los otros discípulos -quienes se sienten
indignados por que aquellos se anticiparon y frustraron sus expectativas-, los unos y los
otros están movidos por el afán de reconocimiento y vanagloria.
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3. La contraposición de las dos glorias
Ante esta realidad Jesús, como Maestro incomparable, llama a sus discípulos y con la
ternura y la firmeza que le es propia, pone en contraposición las dos glorias: la del mundo,
basada en el poder y en el prestigio, y la suya, que consiste en hacerse esclavo para servir a
los hermanos.
Para concluir, Jesús los invita decididamente a colocarse de su parte: “Pero no ha de ser
así entre ustedes, sino que el que quiera llegar a ser grande, sea el servidor de todos, y el
que quiera ser el primero hágase esclavo de todos” (26-27).
En el diálogo de Jesús con sus discípulos, lleno de equívocos y desentendidos, vemos
claramente el dinamismo de dos lógicas opuestas:
• Lo que hace el egoísmo que busca la vanagloria y el poder;
• Lo que hace el Amor, Jesús “que siendo de condición divina, no se aferra a su
igualdad con Dios, sino que se despoja de su rango, se vacía de sí mismo, asume la
condición de esclavo... y se humilla, obedeciendo hasta la muerte y muerte de cruz”
(Filipenses 2,5-8). De esta manera nos indica el camino de nuestra verdadera
realización humana: el vaciamiento, el camino de la cruz, la pequeñez, el servicio.
Quiera el Señor que en este tiempo Cuaresmal, podamos dejarnos tocar el corazón por la
Palabra del Maestro, y permitirle que encarne en nosotros sus criterios, su lógica, sus
opciones de vida.
Cultivemos la semilla de la Palabra en el corazón.
1. ¿Por qué podemos afirmar que la aceptación del misterio de la cruz es un don de Dios?
2. En el mundo de hoy son cada vez más frecuentes los casos de personas que buscan las
riquezas y los honores por caminos cortos y fáciles. ¿En mi vida espiritual pretendo
conseguir los dones y gracias de Jesús de forma inmediata y sin mucho esfuerzo?
3. ¿Qué actitudes me pide el Señor que cambie en esta cuaresma, actitudes sin las cuales no
sería posible vivir la pascua?
Desgarren sus corazones y no sus vestiduras
“Que tu amor se convierta, de suerte que tú no ames nada sino para el Señor.
Que tu temor se vuelva hacia Él, pues todo temor que nos hace temer alguna cosa fuera de
Él y no a causa del Él es malo.
Que tu alegría y tu tristeza también se vuelvan hacia Él, y así será si tú sufres y te regocijas
sólo en Él”
(San Bernardo, “Sermón de Cuaresma”)
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Segunda semana de Cuaresma
JUEVES
Una conversión social
Lucas 16, 19-31
“Si no hacen caso a los profetas tampoco se convencerán
aunque resucite un muerto”
Hemos escuchado en el día de ayer la franca confrontación que hace Jesús entre la gloria
del Hijo del Hombre y la gloria que ofrece este mundo. Fuimos invitados en cuanto
discípulos suyos a entrar por el camino del servicio humilde para poder caminar con Él
hacia la Resurrección.
El Evangelio de hoy sigue ofreciéndonos a través de imágenes vivas cómo Jesús en su
Persona y en su mensaje contrasta abiertamente con los valores y jerarquías de este mundo,
precisamente porque es el hombre nuevo y ha venido a inaugurar el mundo nuevo de la
igualdad, de la fraternidad y la solidaridad.
1. La mesa excluyente
El relato parabólico nos presenta a un rico que banquetea y se divierte, símbolo de quien se
ha colocado a sí mismo como el centro de todo. También vemos a un pobre llamado
Lázaro, quien echado junto al portal del rico, ignorado, excluido, desamparado; igualmente
lo vemos cubierto de llagas deseando hartarse de las migajas que caen de su mesa.
El hecho de que el pobre tenga nombre propio y el rico sea un desconocido nos confirma en
la verdad de que Dios conoce al humilde e ignora a los soberbios, que se alejan de el por su
propia voluntad.
Mueren los dos y la muerte desvela la verdad de cada uno. El pobre es llevado por los
ángeles al seno de Abraham para participar con el en el Banquete mesiánico; y el rico es
sepultado en el hades, mansión de los muertos. Con la muerte termina el tiempo concedido
para convertirse, su suerte ya es irremediable.
Para tomar decisiones correctas debemos colocarnos en la perspectiva de la muerte y hacer
ahora lo que en ese momento nos gustaría haber hecho.
2. El abismo que es verdaderamente insalvable
El diálogo entre el rico atormentado y el Padre Abraham, puntualiza el mensaje central de
Jesús. El rico recibió bienes en la tierra pero no supo aprovecharlos para recibir la gloria del
Señor. Los retuvo para sí, colocó en ellos su seguridad y se hizo insensible a las
necesidades de los otros. Se cerró en sí mismo y no se compadeció del pobre Lázaro, que
estuvo tan cerca de su casa, pero tan lejos de su corazón.
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La misericordia con los más pequeños y necesitados es lo que decide nuestra salvación (ver
Mateo 25,31-40) su destino ya es irrevocable, “entre nosotros y ustedes se interpone un
gran abismo” (16,26), es decir, se acabaron las posibilidades para los unos y los otros.
La vida humana es como un puente tendido entre la felicidad y la infelicidad eterna. Se
atraviesa el puente ejercitando la misericordia. Cuando la vida se termina, ya no hay más
posibilidad de ejercitarla.
Y para que a nosotros no nos suceda igual tenemos que abrir el corazón y escuchar
atentamente la Palabra de Dios, creer en ella y dejarnos cambiar el corazón por la Palabra;
que es Jesús mismo.
En la escucha continua del Maestro y en la contemplación de sus actitudes aprendemos a
tener entrañas de misericordia ante fragilidades de nuestros hermanos.
Esta página del evangelio, que con imágenes vivas nos ha mostrado el actuar de Dios
cantado por María en el Magnificat y proclamando en las bienaventuranzas, nos ayuda a
confrontar nuestras acciones y nuestro corazón con los sentimientos y actitudes de Jesús, el
últimos de los pobres, quien ha derramado sobre nosotros la misericordia del Padre para
darnos la posibilidad de ser como Él.
Cultivemos la semilla de la Palabra en el corazón.
1. ¿Por qué se afirma que Jesús en su persona y en su mensaje contrasta con los valores de
este mundo?
2. La parábola que nos presenta el evangelio de hoy nos invita a revisar si nuestra vida está
puesta al servicio de los demás. ¿En qué forma concreta he salido al encuentro de las
necesidades de los demás?
3. ¿Cómo hemos asumido los momentos de estrechez y dificultad que se han presentado en
nuestra familia? ¿Nos hemos desesperado? ¿La unión familiar se ha visto amenazada?
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Segunda semana de Cuaresma
VIERNES
Parábola de los viñadores homicidas
Mateo 21,33-43.45-46
“La piedra que los constructores desecharon, en piedra angular se ha convertido”
La parábola tiene como punto central el rechazo de Jesús por parte de Israel y la necesidad
de que los discípulos de Jesús sean responsables con sus frutos. Al final de la parábola se
anuncia la paradoja pascual: el hijo rechazado se convierte en la piedra angular de una
edificación. Esta construcción es imagen de la comunión que se construye en el Cristo
Pascual, piedra viva de la cual nos aferramos.
En primer lugar se observan los cuidados que el propietario le prodiga a su viña: la deja
completa y hermosa. Luego la arrienda y se ausenta (21,333).
Viene luego una serie de tres envíos por parte del propietario para recibir los frutos que le
corresponden. Se va notando una progresión tanto en número (el segundo grupo de siervos
es mayor que el primero) como en calidad (el último enviado es su hijo). Llega así el
momento trágico del asesinato del hijo. Los labradores reflexionan: “Vamos, matémosle y
quedémonos con su herencia” (v.38).
Hasta aquí la parábola está releyendo la historia de la muerte de Jesús. Dios, el propietario,
envía a siervos que, como Juan Bautista, no son oídos. Cuando el propietario manda a su
propio hijo el trato al principio es similar, incluso peor. Los labradores representan a
aquellos que no tienen interés en entregar sus frutos de conversión (ver Mt 3,8) y prefieren
quitar de en medio, de manera definitiva, la voz perturbadora que pide responsabilidad (ver
los vv.45-46). Estas son las actitudes que terminan llevando a Jesús hasta la muerte.
Pero la irresponsabilidad se revierte contra los agresores: darán cuenta de sus actos y
perderán sus privilegios, incluso la vida. La viña entonces será entregada a otros labradores
que sí entregarán los frutos (v.41).
Esta parábola que leemos en el hoy de la Iglesia vuelve a cuestionar si a quien finalmente
se le traspasó la viña está siendo responsable con su tarea. Podemos caer en la presunción
de considerarnos pueblo elegido y dormirnos en nuestras responsabilidades. No cuenta
tanto la belleza del discurso ni las grandes obras que se hagan sino la conversión al mensaje
profético de Jesús: “Por sus frutos los conoceréis” (Mt 7,15).
La frase del v.43, “para dárselo a un pueblo que rinda sus frutos”, está precedida por el
anuncio de una piedra angular que al darle cohesión a todo el edificio supone superadas las
fragilidades que llevaron a los primeros labradores a cometer su error. Por lo tanto la
responsabilidad es mayor.
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Repitamos hoy la oración de la primitiva Iglesia: “Te damos gracias, Padre nuestro, por la
santa viña de David, tu siervo, que nos has revelado por medio de Jesús, tu siervo” (Didajé
9,3).
Para cultivar la semilla de la Palabra en la vida:
1. ¿Cuáles son las enseñanzas más importantes de esta parábola?
2. ¿Qué frutos de conversión cuaresmal espera el Señor que le presente en la Pascua?
3. ¿Qué me ofrece el Señor para que esos frutos sean posibles?
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Segunda semana de Cuaresma
SÁBADO
De camino hacia el Padre misericordioso
Lucas 15, 1-3.11-32
“Había que hacer fiesta y alegrarse porque este hermano tuyo estaba muerto y ha vuelto a la
vida”.
Al terminar la segunda semana de Cuaresma somos invitados nuevamente a contemplar el
corazón del Padre para dejar reavivar en el nuestro la alegría de sentirnos hijos, podernos
encontrar más profundamente con Él y recuperar nuestra actitud de hermanos.
Hoy podemos leer el evangelio como la parábola del Padre que nos revela el amor único e
incondicional por el hijo pecador y hace fiesta porque es reconocido por Él como padre, e
invita al hijo que se consideraba justo para que reconozca a éste como hermano.
La parábola vuelve a invitarnos con fuerza a ser misericordiosos como el padre (ver Lucas
6,36; 11,4) para no quedarnos fuera protestando por que Jesús hace fiesta con los pecadores
(15,28.30).
Parece ser que una de las intenciones principales de Lucas sea llevar el hermano mayor que
se siente justo, y por lo tanto no necesitado de conversión, a que reconozca al padre como
Él es y acepte su misericordia; solo así podrá liberarse de una relación formal y legalista
con Él y pasar a la alegría de sentirse hijo.
Sucede como San Pablo, quien de una observancia a la ley que se había vuelto para él un
absoluto, pasó “al sublime conocimiento de Cristo Jesús mi Señor” (Filipenses 3,6.8) y se
convirtió de su propia justicia a la misericordia del Padre que le fue ofrecida gratuitamente
en Jesucristo. En este proceso de conversión profunda Pablo tuvo que cambiar la imagen de
Dios que él tenía y descubrir su rostro humilde y misericordioso que Jesús nos revela.
Nuestra conversión sigue también este proceso descubrimos la misericordia del Padre que
trata a todos justos y pecadores como hijos; y desde esta experiencia salimos de nuestro yo
y centramos en Él nuestro corazón, pasando de la amargura de nuestro pecado o de la
presunción de nuestra justicia, a la alegría del ser hijos del Padre.
Quedémonos en este día contemplando el corazón del Padre como Jesús lo revela en esta
parábola (15,12.20.22.23.24.31-32). Así impregnados por su misericordia y sintiendo el
gozo de ser hijos recuperaremos el sentido de la fraternidad.
Cultivemos la semilla de la Palabra en el corazón.
1. ¿En qué se parece y en que se diferencia la actitud de los dos hijos de la parábola? ¿Con
cuál de ellos me identifico más?
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2. ¿Cómo manifiesto la alegría cuando un hermano mío cambia de camino y vuelve a la
vida? ¿Me esfuerzo por ayudar a este cambio?
3. ¿Me considero una persona ‘justa’ que siempre hace bien las cosas y por esto merece ser
tenida en cuenta? ¿Qué debo cambiar al respecto?
“Que las almas piadosas se hagan un deber en estos días de salvación: perdonar las
ofensas, despreciar las afrentas y olvidar las injurias”
(San León Magno, “Sobre la Cuaresma”)
P. Fidel Oñoro, cjm
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