LA PRESENTACIÓN DE JESÚS EN EL TEMPLO Lucas 2, 22-40 Domingo 28 diciembre 2014 Sagrada Familia Espíritu Santo, ven. Danos un corazón que escucha para que podamos oir tu voz en las Escrituras. Espíritu Santo, ven. Danos entrañas de misericordia, fortaleza y perseverancia para vivir, día a día, la proclamación del reinado de Dios. Ambientación: Un padre y una madre, sencillos y humildes, caminan con un niño en sus brazos. Van a la capital, Jerusalén, para cumplir con la ley. Llevan dos tórtolas para el sacrificio en el templo. Era la ofrenda de los pobres para la purificación de la madre. José y María, pobres como eran, no podían llevar un cordero como prescribía la ley en casos normales. Pero esta familia vive su realidad con una gran confianza en Dios, siempre abierta a las sorpresas y al misterio. Sorpresa por la acción del Espíritu Santo en el anuncio del nacimiento del niño, sorpresa por lo que dicen los pastores… En la escena del templo la sorpresa viene de dos ancianos que reconocen y proclaman el misterio de aquel niño. Dicen que es el Mesías esperado, el salvador del mundo, luz de las naciones y gloria de Israel. “El padre y la madre estaban sorprendidos por lo que decían de aquel niño”. Este es el mensaje para toda familia humana: en la vida y convivencia de la familia es donde Dios sigue realizando sus mejores y más sorprendentes maravillas. En definitiva, el milagro de la vida y el amor. 1. LECTURA: ¿Qué dice el texto? Leemos sin prisa: escuchamos a Dios que nos habla también en su Palabra escrita, la Biblia. Lucas 2, 22-40 Interiorizamos y hacemos eco… Jesús se ha encarnado en una familia creyente del pueblo de Israel. Acepta sus tradiciones y vive su fe. San Lucas, al contarnos la purificación de María y presentación de Jesús en el templo, dice por cuatro veces que todo lo hicieron para cumplir la ley del Señor. Las ofrendas, “un par de tórtolas o dos pichones”, son las que corresponden a una familia pobre. En seguida, el evangelio enfoca a dos personajes: Simeón y Ana. Él “aguardaba el consuelo de Israel”, y ella “no se apartaba del templo día y noche, sirviendo a Dios”. Estas personas entran en la historia con el fin de decir cosas sobre Jesús y su futuro. El texto señala en tres pasajes que es el Espíritu Santo quien actúa: “El Espíritu Santo moraba en él”; “Había recibido un oráculo del Espíritu Santo: que no vería la muerte antes de ver al Mesías del Señor”; “Impulsado por el Espíritu Santo fue al templo”. - ¿Qué quiere recalcar hasta aquí esta narración? Simeón y Ana anuncian que el niño Jesús está directamente conectado con el consuelo de Israel y la redención de Jerusalén. Y Simeón proclama que él se ha convertido en testimonio de la salvación de Dios: “Mis ojos han visto a tu Salvador, a quien has presentado ante todos los pueblos”. Así queda claro para todos los que leemos el evangelio: Jesús es la salvación de Dios. Y esta salvación, adoptando el lenguaje de Isaías, es “luz para alumbrar a las naciones y gloria de tu pueblo Israel”. 2. MEDITACIÓN: ¿Qué me dice el texto? Desde que Dios salvó a los hebreos que estaban en Egipto, la ley les manda que ofrezcan los primogénitos. - ¿Siento que Jesús, al hacerse humano, es consagrado en nombre de toda la Humanidad? Dios nos ama con infinita ternura. Valemos más que todos los pájaros. Con el niño en brazos, la vida cambia de sentido. –¿ Siento que yo soy el niño y Dios es mi padre? Simeón y Ana se sienten agraciados porque han visto al Salvador. - ¿Espero en mi vida al Salvador? ¿Cómo? ¿Dónde veo yo hoy al Salvador? ¿Lo acojo con los brazos abiertos como ellos? Vemos a la familia de Nazaret dispuesta a cumplir en todo la voluntad de Dios: - ¿Qué pasos concretos me invita a dar en mi vida familiar? ¿Qué puedo hacer para que mi familia esté abierta y comprometida en la construcción de una sociedad mejor? El documento de Aparecida proclama con alegría la “Buena Noticia de la familia”. La familia, “patrimonio de la humanidad, ha sido y es escuela de la fe, palestra de valores humanos y cívicos, lugar en el que la vida humana nace y se acoge generosa y responsablemente… La familia es insustituible para la serenidad personal y para la educación de sus hijos”: ¿Vivimos en nuestras familias estos valores? “Agradecemos a Cristo que nos revela que Dios es amor y vive en sí mismo un misterio personal de amor y, optando por vivir en familia en medio de nosotros, la eleva a la dignidad de “Iglesia doméstica” (DA). Hemos de convertir cada comunidad, cada parroquia o grupo en una sencilla pero gran familia, donde nuestras familias creyentes encuentren apoyo, fuerza, ánimo e ilusión… - ¿Hago de mi familia una ofrenda a Dios a través de la entrega a los/as hermanos/as? Puede aparecer también en la familia “la espada que atraviese el alma”: tiempos de cansancio y desilusión, el carácter difícil de algún miembro de la familia, crisis o debilidad que ha hecho tambalearse el amor, una enfermedad, una adicción… - ¿Busco inmediatamente el diálogo, la reconciliación, el apoyo y orientación y, sobre todo, el crecimiento en el amor, el servicio, el afecto y la ternura en las relaciones personales? ORACIÓN: ¿Qué me hace decirle a Dios? Leemos de nuevo Lucas 2, 22-40 pensando que Jesús, el Hijo de Dios, igual que nosotros, también nació, creció y se formó en la familia de Nazaret. Ante la escasa popularidad que hoy tienen los valores cristianos de la familia, queremos agradecer y alabar a Dios por nuestras familias… Pedimos fuerza y creatividad para vivir la vida familiar en un mundo tan cambiante con sentido de Iglesia doméstica… En el mensaje final del recientemente celebrado Sínodo de los obispos con el tema del matrimonio y la familia se dice al final: “Entre ustedes late la presencia de la familia de Jesús, María y José en su modesta casa. También nosotros, uniéndonos a la familia de Nazaret, elevamos al Padre de todos nuestra invocación por las familias de la tierra: -Padre, regala a todas las familias la presencia de esposos fuertes y sabios, que sean manantial de una familia libre y unida. -Padre, da a los padres una casa para vivir en paz con su familia. -Padre, concede a los hijos que sean signos de confianza y de esperanza y a los jóvenes el coraje del compromiso estable y fiel. -Padre, ayuda a todos a poder ganar el pan con sus propias manos, a gustar la serenidad del espíritu y a mantener viva la llama de la fe también en tiempos de oscuridad. -Padre, danos la alegría de ver florecer una Iglesia cada vez más fiel y creíble, una ciudad justa y humana, un mundo que ame la verdad, la justicia y la misericordia”.