CAPITULO 8*1 Rehabilitación Neuropsicológica de las Funciones Ejecutivas Mauricio A. Garcia-Barrera, Colette Smart, y Catherine Mateer Universidad de Victoria, Canada Introducción Uno de los factores esenciales para el funcionamiento exitoso en las tareas de la vida diaria (e.g., preparación de comidas, tareas domésticas o laborales) es la posesión de un sistema de funciones ejecutivas intacto. Por este motivo, la rehabilitación neuropsicológica de las funciones ejecutivas es una prioridad y un objetivo esencial cuando cualquier tipo de daño cerebral las ha afectado. Desafortunadamente, la recuperación del funcionamiento ejecutivo mediante un programa de rehabilitación constituye uno de los mayores retos en neuropsicología. Por definición, las funciones ejecutivas se requieren en situaciones novedosas y no rutinarias [1] y por lo tanto, los déficits en el funcionamiento ejecutivo varían considerablemente sobre el tiempo y entre diferentes contextos [2]. Cualquier programa de neurorehabilitación tendrá que ser diseñado de manera flexible, permitiendo cambios en el programa mismo en la medida que el paciente se recupera del daño neurológico. Adicionalmente, dificultades en la regulación emocional y en el nivel de conciencia de la enfermedad pueden empeorar los déficits observados en procesos ejecutivos más ‘cognitivos’ [3]. 1 NOTE: Book chapter published as: Garcia‐Barrera, M. A., Smart, C. M., & Mateer, C. A. (2014). Rehabilitación neuropsicológica de las funciones ejecutivas [Neuropsychological rehabilitation of executive functions]. In A. L. Dotor‐Llerena & J. C. Arango‐Lasprilla (Eds.), Rehabilitación cognitiva de personas con lesión cerebral [Cognitive rehabilitation of people with brain injury] (pp. 165‐186). Mexico, D. C.: Trillas. 1 A pesar de las dificultades intrínsecas al proceso de rehabilitación de las funciones ejecutivas, es alentador el resaltar el continuo crecimiento de la literatura publicada demostrando su validez empírica [3- 5]. En otras palabras, hoy en día existen algunos programas de intervención estandarizados, los cuales pueden ser implementados exitosamente con la posibilidad de obtener efectos clínicos significativos. Aunque los ensayos clínicos controlados y aleatorizados son a menudo considerados el sine qua non de la investigación clínica, demasiado énfasis en la validez interna frecuentemente afecta la validez externa o capacidad de generalización de los resultados [6]. De hecho, la presencia de problemas cognitivos múltiples en pacientes con daño cerebral adquirido, además de una alta prevalencia de comorbilidades médicas y psiquiátricas complejas son actualmente la norma más que la excepción en las clínicas de neurorehabilitación. Fuera de esto, el énfasis de los investigadores en modelar el sistema ejecutivo con un enfoque en habilidades discretas (e.g., planificación, inhibición), constituye un método útil para facilitar nuestra capacidad de entender y estudiar el constructo, pero no se traslada bien al contexto clínico aplicado. Las habilidades requeridas para resolver problemas novedosos en la vida diaria son multifactoriales, ocurren simultáneamente, y no se pueden disociar fácilmente. De hecho hemos observado una tendencia en la literatura hacia la utilización de tratamientos que logran la integración de varios componentes ejecutivos simultáneamente, y que además enfatizan la necesidad de validez ecológica de los procedimientos de evaluación. preséntale capitulo comienza con una presentación de algunos de los elementos esenciales en la definición del concepto de funciones ejecutivas y sus bases neuroanatómicas. Luego se continúa con una discusión breve acerca de los impedimentos asociados con el síndrome de funcionamiento disejecutivo, incluyendo una revisión de algunos de los sistemas de evaluación multidimensional y ecológica de las funciones ejecutivas comúnmente usados en el campo clínico. El enfoque principal 2 de este capítulo es la revisión de las intervenciones neuropsicológicas más estudiadas y que han demostrado eficacia y alto nivel de impacto clínico en el proceso de rehabilitación de las funciones ejecutivas, empezando con una discusión acerca de los principios fundamentales en la formulación de un plan de intervención y continuando con algunas estrategias para la rehabilitación de los problemas asociados con la falta de conciencia de la enfermedad. Aunque no hay consenso acerca de la inclusión de la conciencia de la enfermedad como un componente de la función ejecutiva o si se trata de un concepto independiente [7], se recomienda el intervenir primero que todo los déficits en el nivel de conciencia de la enfermedad, ya que sin un nivel adecuado de reconocimiento de las dificultades la capacidad de implementación de otras estrategias de rehabilitación será limitada. Finalmente, se reconoce que es demasiado el tratar de presentar aquí todas las opciones y técnicas existentes para la rehabilitación de las funciones ejecutivas; por lo tanto, el capítulo se limita a la descripción de los protocolos de intervención más comunes, los cuales tienen una base teórica y/o validación empírica, al tiempo que incluye algunas referencias importantes para aquellos interesados en una revisión más profunda de estas técnicas. Funciones Ejecutivas: Definición Clínica La ‘función ejecutiva’ es uno de los conceptos más elusivos en neuropsicología. Esta habilidad multidimensional ha creado controversias desde el momento en que aparecieron las primeras descripciones de la misma en la literatura; de hecho, muchos modelos han evolucionado a través de los años, a medida que tratamos de entender este sistema de regulación complejo y sus componentes [8-11]. A pesar de la falta de consenso es imposible no observar el impacto clínico significativo que el daño en algunas áreas del cerebro tiene en la capacidad humana para negociar con un medio ambiente en constante cambio. Históricamente, el famoso caso de Phineas Gage dio inicio a una serie de estudios enfocados en el análisis del papel que los lóbulos frontales juegan en el control 3 ejecutivo sobre el comportamiento [12-14]; y más adelante, A. R. Luria publicó las primeras descripciones clínicas sistemáticas de pacientes con daño cerebral afectando el sistema responsable del planeamiento, monitoreo, y ejecución de comportamientos dirigidos a un objetivo; una función que –en conjunto- fue bautizada por Muriel Lezak con el nombre de “función ejecutiva” [15-16]. Desde entonces los lóbulos frontales, la corteza prefrontal incluida dentro de los mismos, y el sistema complejo de redes neuronales asociadas con estas estructuras (e.g., cerebelo, corteza cíngulada anterior, corteza intraparietal, sistema límbico) se han aceptado como la base neuronal estructural y funcional de los procesos que llamamos ejecutivos. En la actualidad, entendemos el concepto de funciones ejecutivas como un conjunto de diversas habilidades que permiten crear un nuevo plan de acción para la ejecución de un objetivo, el estratégicamente organizar los componentes de este plan en series eficientes, iniciación de la ejecución cuando es apropiada, y el sostenimiento de los recursos atencionales desde el comienzo hasta finalizar la ejecución del plan. Este sistema de habilidades ejecutivas no se activa apropiadamente durante la ejecución del plan hasta que el sujeto reconozca que los patrones de comportamiento previamente usados necesitan ajustarse y modificarse para responder a las nuevas demandas del medio ambiente, un proceso que llamamos auto-conciencia. La activación de los procesos ejecutivos tiene como resultado la modificación de nuestro comportamiento, afectando nuestro entorno. Un componente importante del proceso consiste en la identificación de la retroalimentación que el medio ambiente le va dando al sujeto, permitiendo monitoreo, evaluación y modificaciones al plan cuando son necesarias. Al mismo tiempo el sistema está activamente involucrado en detener respuestas impulsivas que quizás fueron adaptativas en el pasado pero que requieren inhibición en el presente [17]. 4 Muchos han intentado modelar estadísticamente la estructura de la función ejecutiva; hasta la fecha existe un acuerdo tácito de que este concepto posee simultáneamente dos condiciones esenciales: diversidad y unidad; esto es, el concepto incluye un rango diverso de habilidades o procesos ejecutivos al tiempo que incluye un componente común esencial a todos [10]. Muchos de estos componentes han sido separados y analizados en conjunto; sin embargo, la naturaleza de la fuerza unificadora continua siendo un enigma. Las definiciones más comunes tienden a enfatizar la división de los componentes, aún así no existe un acuerdo acerca de la composición exacta de los mismos. En el contexto de la rehabilitación neuropsicológica de una función tan compleja, nos parece esencial que los terapeutas tengan una idea clara acerca de la definición de este concepto, incluyendo las limitaciones de la misma, pues de allí depende el cómo se decida abordar cualquier programa de rehabilitación. A pesar de las dificultades, a la final se reconoce que las funciones ejecutivas son vitales y esenciales para ejecutar tareas de la vida cotidiana de manera independiente. Hoy en día se acepta que una manera de abordar la estructura de este concepto es el dividir las funciones ejecutivas entre dos grupos: funciones ejecutivas cognitivas (también llamadas “cold”) y funciones ejecutivas asociadas con la regulación del comportamiento y la emoción (o “hot”). A continuación se presentan algunos de las bases neuroanatómicas de las funciones ejecutivas más estudiadas; es interesante el ver que a pesar de que la división propuesta es bastante parsimoniosa, la correspondencia neuroanatómica entre las redes neuronales superiores/dorsales y las inferiores/orbitales ofrece un buena dualidad con la división “cold” y “hot” propuesta en la literatura. Bases Neuroanatómicas de las Funciones Ejecutivas 5 Como se discutió anteriormente, es generalmente aceptado que las funciones ejecutivas emergen como productos de múltiples interacciones entre los procesos de control emocional y cognitivo. Estos procesos están mediados por una serie de interacciones en nodos neuronales claves, e involucrados en: 1) establecimiento de reglas y organización de las representaciones internas, y 2) comportamiento volitivo, eficiente, y con un propósito establecido. Existe evidencia del papel de algunas redes neuronales de la corteza prefrontal en la formulación, mantenimiento y monitoreo de comportamientos basados en reglas y dirigidos a un objetivo [18, 19]. Hoy en día sabemos que redes neuronales dentro de la corteza prefrontal, y entre la corteza prefrontal, la corteza cingulada anterior y áreas intraparietales, codifican las asociaciones entre estímulos, respuestas y la valencia asociada con ellos [18-20]. Por lo tanto, conectividad es la característica de la corteza prefrontal más importante, aunque es también la más difícil de examinar. Fuster [21-22], afirma que la corteza prefrontal es quizás la estructura mejor conectada dentro de la corteza cerebral. Esta corteza se especializa en la estructuración temporal de series de acciones nuevas y con alto nivel de complejidad, integrando información para la ejecución de una variedad de comportamientos (e.g., motor, lenguaje, y razonamiento). Fuster resalta que la habilidad de la corteza prefrontal en procesar situaciones novedosas ha sido la razón por la cual se le reconoce como “el órgano de la creatividad”. Adicionalmente, la capacidad de la corteza prefrontal de facilitar la elección entre opciones, toma de decisiones y en la ejecución de programas de acción estructurados dentro de un marco temporal, le han acreditado con el título de “ejecutivo central”. Consistente con la riqueza de conexiones de la corteza prefrontal y los lóbulos frontales, es importante resaltar que las funciones ejecutivas son sensibles al daño no sólo en estas estructuras pero también en otras áreas cerebrales corticales y subcorticales asociadas a ellas, áreas que frecuentemente se encuentran afectadas en personas con historia de abuso crónico de alcohol, inhalación de substancias toxicas y solventes orgánicos, anoxia e hipoxia recurrente, entre otros [15]. Sin embargo, la localización de estas áreas 6 corticales las hace bastante vulnerables al daño cerebral producido durante un traumatismo craneoencefálico. Existe evidencia de una serie de circuitos diferenciados conectando la corteza prefrontal con otras estructuras, estableciendo una serie de circuitos relacionados con la iniciación del comportamiento, auto-regulación y control emocional. Tres circuitos en especial han recibido más atención: dorsolateral, orbitofrontal, y cingulado anterior [23]. El circuito prefrontal dorsolateral está asociado con las áreas 8-12, 46 y 47 de Brodmann, y recibe irrigación principalmente de la arteria cerebral media. Este circuito incluye conexiones entre el núcleo caudado dorsolateral (el cual recibe impulsos de la corteza posterior parietal y áreas frontales premotoras), la parte dorsolateral del globus pallidus, la parte rostral de la substancia negra reticulada, y la región parvocelular de los núcleos mediales dorsales y ventrales anteriores del tálamo. Conexiones de retroalimentación entre el las regiones frontales y el tálamo completan este circuito [23]. El circuito dorsolateral está involucrado en planeamiento, auto-monitoreo y otras funciones complejas. También existe evidencia del papel que las áreas dorsolaterales de la corteza prefrontal juega en la codificación de representaciones asociadas con el control cognitivo y el comportamiento que no es social [24] y que no es emocional por naturaleza [25]. El circuito lateral orbitofrontal incluye áreas 10-15 y 47 de Brodmann, y recibe irrigación de la arteria cerebral anterior (áreas mediales) y de las arterias cerebrales mediales (regiones laterales). Este circuito incluye proyecciones de áreas corticales hacia la región ventromedial del núcleo caudado, continuando hacia el área dorsomedial de la cápsula interna del globus pallidus y la porción rostromedial de la substancia negra reticulada; de allí continua hacia la región magnocelular de los núcleos mediales dorsales y ventrales anteriores del tálamo, regresando desde allí hacia la 7 corteza orbital prefrontal [23]. Este circuito está involucrado en la iniciación de comportamientos sociales y aquéllos motivados internamente, al tiempo que juega un papel relevante en la inhibición de respuestas comportamentales. Se cree que estas funciones son posibles dada la capacidad de esta corteza en la decodificación y representación de refuerzos primarios, los cuales regulan el comportamiento asociado a premios y castigos [26]. El tercer circuito, cingulado anterior, está involucrado en la regulación y monitoreo comportamental. Este circuito incluye áreas 9-13, 24 y 32 de Brodmann, y está irrigado por la arteria cerebral anterior. El circuito cingulado anterior interconecta la corteza estriada con el núcleo pallidum ventral, el área rostrodorsal de la substancia negra y el núcleo dorsomedial del tálamo. El circuito termina con una conexión entre el tálamo y la corteza cingulada anterior, por lo que lleva su nombre [23]. Fuster [27] afirma que la corteza orbitomedial de los lóbulos frontales tiene una conexión funcional y estructural con el sistema límbico, mediante redes celulares con un patrón de capas específico, reconocido como la corteza paralímbica. La corteza ventromedial recibe información del sistema nervioso autónomo por medio de proyecciones de la amígdala, hipotálamo, y la región magnocelular del núcleo dorsomedial del tálamo, con vías reciprocas que envían información hacia la corteza orbitofrontal, influenciando así la respuesta emocional. El Síndrome Disejecutivo Como se mencionó anteriormente, las funciones ejecutivas son críticas para llevar a cabo acciones eficientes en situaciones o problemas novedosos, específicamente cuando éstos involucran determinación de los objetivos, planeamiento, iniciación, organización, auto-monitoreo, juicio y auto-evaluación. La tabla 1 contiene una lista de alteraciones generalmente observadas cuando hay daño en los sistemas ejecutivos. Cualquier modelo que intente presentar el cuadro clínico 8 típicamente observado cuando estas funciones están alteradas será necesariamente complejo por naturaleza. En un nivel básico, individuos con alteraciones disejecutivas generalmente presentan desórdenes en una o varias de las siguientes áreas: • Desórdenes relacionados con la iniciación (e.g., falta de dirección, apatía, indiferencia). • Desórdenes asociados con impedimentos en la habilidad para detener un comportamiento maladaptativo (e.g., perseveración, comportamiento compulsivo, pensamiento repetitivo ansioso o depresivo, procesos de pensamiento delusorios). • Desórdenes en la auto-regulación (e.g., impulsividad, pobre capacidad de juicio, conducta antisocial). • Desórdenes en la capacidad de planeamiento y organización, particularmente en situaciones nuevas o no rutinarias. • Desórdenes en el pensamiento introspectivo e intuitivo, y en la capacidad de reflexionar sobre su propio nivel de funcionamiento. Las funciones ejecutivas juegan un papel primordial en la ejecución eficaz y eficiente de comportamientos complejos no rutinarios, requeridos para la independencia funcional del individuo y su capacidad de reintegrarse a la vida en comunidad [28]. Adicionalmente, la relevancia funcional de las funciones ejecutivas en las actividades de la vida diaria se ha demostrado en un amplio rango de estudios con poblaciones médicas, entre otras. Schillerstrom y colegas [29] hicieron una revisión de estos estudios y encontraron que: • La función ejecutiva discrimina entre pacientes que necesitan diferentes niveles de supervisión después de un traumatismo craneoencefálico. 9 • La función ejecutiva explica aproximadamente 30% de la varianza observada en actividades de la vida diaria en personas con deterioro cognitivo leve. • La función ejecutiva explica aproximadamente 48% de la varianza en el nivel de cuidado recibido entre ancianos jubilados. • La función ejecutiva tiene un papel importante en actividades del funcionamiento diario como la preparación de comidas, conducir y el manejo de dinero. • En estudios enfocados en la habilidad para conducir automóviles, la función ejecutiva se correlacionó con conducta riesgosa como por ejemplo, continuar acelerando en situaciones cuando es necesario el reducir la velocidad, tendencia a la distracción o hacer varias cosas mientras se maneja el vehículo, dificultades para planear rutas de viaje y tiempo que toma una distancia definida. Síntoma Comportamiento observado Manifestaciones cognitivas y del comportamiento de las alteraciones en el funcionamiento frontal y ejecutivo Alteración en la capacidad de Pacientes con desórdenes de la función ejecutiva suelen demostrar una capacidad iniciación y voluntad limitada para la iniciación de una acción; de hecho pueden demostrar ausencia de comportamiento espontáneo. El paciente es capaz de hablar pero no lo hace a no ser que se le haga una pregunta directa. Este tipo de restricción en la iniciación se denomina adynamia. Desorden de la atención y Los pacientes pueden aparentar el estar distraídos y su comportamiento es conducta impulsiva impulsivo, demostrando que están actuando sin pensar o sin evaluar las consecuencias de sus acciones. Es posible que demuestren problemas en el manejo de sus finanzas y un juicio pobre en la compra de cosas. Desorganización y problemas Los pacientes pueden parecer desorganizados, siguiendo una secuencia incorrecta de secuenciación o incompleta en sus acciones. 10 Dificultades en la solución de Ellos pueden bloquearse al intentar deducir como hacer algo, o demuestran problemas e inflexibilidad procedimientos aleatorios o perseverativos. Pueden demostrar rigidez e inflexibilidad. Problemas en el monitoreo y Los pacientes tienen dificultades monitoreando su propio comportamiento, y auto-evaluación evaluando los resultados de sus acciones. También pueden demostrar incapacidad de auto-corregirse. Manifestaciones sociales y emocionales de las alteraciones en el funcionamiento frontal y ejecutivo Desregulación emocional Los pacientes pueden demostrar una capacidad de autorregular la expresión emocional y el estado de ánimo. Perseveración Es posible que ellos perseveren en una idea en particular, o que hablen y hagan preguntas sobre un tema especifico repetidamente. Limitaciones en la conciencia Pueden demostrar poca o limitada conciencia de si mismos y de los cambios que de la enfermedad y de sí han sufrido después del daño cerebral. No demuestran comprensión de la mismo severidad y la naturaleza del daño y los cambios en su vida. Dificultades en la interacción Los pacientes pueden demostrar una capacidad limitada para percibir, evaluar y social usar señales sociales. Tabla 1. Manifestaciones disejecutivas del daño frontal Evaluación de las Funciones Ejecutivas El objetivo de la evaluación neuropsicológica de las funciones ejecutivas es, en última instancia, el facilitar la predicción de cómo el paciente que ha sufrido daño cerebral funcionará en situaciones de la vida cotidiana, y el obtener información basada en evidencia que servirá subsecuentemente en el diseño de un programa de rehabilitación para el paciente. 11 Lezak y sus colegas [15] señalaron que el primer paso en cualquier proceso de evaluación de las funciones ejecutivas es el diferenciarlas de las demás habilidades cognitivas. Como criterio clave, Lezak propone que aquellas preguntas de evaluación que indaguen sobre el cómo o de qué manera una persona hace algo apuntan a funciones ejecutivas, mientras que preguntas que indaguen sobre el qué o qué tanto son generalmente dirigidas a otras capacidades cognitivas. Tradicionalmente en neuropsicología, se creía en la capacidad de algunos instrumentos clásicos en la discriminación de las alteraciones ejecutivas posteriores al daño cerebral, como el test de clasificación de tarjetas de Wisconsin (Wisconsin Card Sorting Test, WCST), las torres de Hanoi y Londres, el test de la figura compleja de Rey, para listar algunos ejemplos. Sin embargo, existe una creciente acumulación de estudios críticos demostrando que estas tareas tan complejas no son realmente ideales para la evaluación de las funciones ejecutivas, debido a las limitaciones en la sensibilidad y especificidad para la detección de alteraciones en casos leves y moderados. Por este motivo el énfasis actual es en el diseño de sistemas de evaluación multidimensionales [30-32]. Las críticas a los instrumentos clásicos de evaluación de las funciones ejecutivas se pueden sintetizar así: 1) impureza de las pruebas, esto es, cada instrumento intenta evaluar varios componentes ejecutivos en una sola tarea [10], 2) es difícil de generar análisis factoriales con estos instrumentos [33], y 3) estas tareas generan correlaciones bajas entre ellas mismas y con otras similares [34-36]. Denckla [33] afirma que las correlaciones bajas entre instrumentos que supuestamente evalúan la misma función puede que se deba a variaciones en los métodos usados, más que a la complejidad intrínseca a esta habilidad cognitiva. Debido a las limitaciones discutidas, entre muchas más [37-38], algunos autores han creado baterías de pruebas neuropsicológicas para la evaluación específica de la función ejecutiva, como el Behavioral Assessment of the Dysexecutive Syndrome (BADS) y el Delis-Kaplan Executive Function System (D-KEFS). Estos instrumentos han facilitado la evaluación sistemática de las funciones ejecutivas, generado un creciente interés por el concepto en el campo clínico e 12 investigativo. Sin embargo, la mayoría de las limitaciones discutidas anteriormente continúan en el tintero, lo que ha generado el desarrollo de una serie de alternativas novedosas en neuropsicología, algunas de ellas las discutimos a continuación. Enfoques Alternativos Varias alternativas a los modelos clásicos de evaluación de las funciones ejecutivas han despertado un reciente interés, desde la idea de sacar el procedimiento de evaluación del consultorio a la calle y hacer observaciones ‘naturalistas’ del comportamiento [32] hasta el enfoque en un análisis minucioso de los procesos básicos que yacen en la raíz de la ejecución de las pruebas tradicionales, como el control inhibitorio y atencional, la capacidad de actualizar representaciones en la memoria operativa, entre otros [10, 14, 30, 31]. Sin embargo, el enfoque clínico aplicado más interesante ha surgido del interés en mejorar la validez ‘ecológica’ de las pruebas que evalúan estas funciones. La validez ecológica se refiere a la medida en que los resultados obtenidos en una prueba estandarizada controlada se pueden generalizar al desempeño esperado en ambientes naturales (no controlados), permitiendo una predicción más realista del comportamiento en la vida real [39]. En esta línea, Burgess, Alderman, Evans, Emslie, y Wilson [40] examinaron la validez ecológica y discriminante de una serie de pruebas existentes para la evaluación de las funciones ejecutivas. Algunos tests clásicos permiten predicciones acertadas, pero aquellos con mejores índices de validez ecológica fueron diseñados con este fin, como la Prueba de Búsqueda de Rutas y el Test de Recados Múltiples (para una revisión se recomienda el artículo de Burgess et al, 40). El test de habilidades ejecutivas funcionales (en inglés, Test of Functional Executive Abilities, TOFEA) de Bamdad, Ryan & Warden [41] es un ejemplo de un instrumento de evaluación del funcionamiento en la vida real, de las habilidades de planeamiento y solución de problemas. En esta 13 prueba, el paciente recibe el nombre de un hotel local y se le pide que encuentren la dirección, el teléfono, las horas de operación del restaurante del hotel, y las indicaciones de cómo llegar desde la clínica hasta la puerta del hotel. Con las instrucciones el paciente también recibe una guía de teléfonos, un mapa del área local, acceso a un teléfono e instrucciones para la operación del mismo. El evaluador califica el desempeño del paciente en las siguientes áreas: comprensión de las instrucciones, búsqueda de la información, recuperación de la información, detección de errores, corrección de errores, concentración en la tarea, y administración del tiempo. El TOFEA fue originalmente validado en una muestra de 340 pacientes con traumatismo craneoencefálico. Análisis factorial de sus componentes resultó en dos factores confiables, uno denominado planeamiento/iniciación y el segundo denominado conciencia/comprensión. Las correlaciones entre el TOFEA y otras pruebas de evaluación de la función ejecutiva más tradicionales fueron bajas, un resultado común cuando una prueba basada en la vida real (más ecológica) se compara con pruebas diseñadas para el laboratorio clínico. En general, los datos demuestran que este instrumento está evaluando aspectos ejecutivos funcionales importantes y, por lo tanto, se recomienda su uso cuando el objetivo es la evaluación multidimensional de las funciones ejecutivas. Otro instrumento interesante es la tarea ejecutiva secretarial (en inglés, Executive Secretarial Task, EST), recientemente desarrollado por Lamberts, Evans y Spikman [42]. Esta prueba se toma tres horas y requiere el uso de habilidades ejecutivas como organización, iniciación y ejecución de varias tareas de tipo secretarial mientras el paciente está expuesto a distractores, interrupciones y plazos de tiempo límites. Los pacientes reciben una caja con los materiales que inadvertidamente les serán útiles durante la ejecución de las tareas, las cuales se les van entregando de manera gradual por orden de complejidad, desde algo relativamente sencillo como crear un itinerario de viaje después de buscar las horas de los trenes en ciertas estaciones, hasta tareas más complejas como el localizar un 14 restaurante que se ajuste a las necesidades y condiciones de una fiesta para una empresa (e.g., 60 invitados, comida saludable). Al calificar la ejecución, el evaluador tiene en cuenta la demostración de iniciativa, reflexión prospectiva, y la capacidad de ejecutar la tareas eficientemente dentro del tiempo estipulado. Adicionalmente, tanto el evaluador como el paciente completan al final una escala de evaluación de los resultados. Resultados en esta prueba correlacionan significativamente con el desempeño en el BADS y en el Cuestionario Disejecutivo (en inglés, Dysexecutive Questionnaire, DEX) completado por el terapeuta y una persona cercana al paciente. Esta prueba también demostró una alta capacidad de discriminación entre paciente con daño cerebral y controles [42]. Más allá, el EST también demostró el ser una herramienta útil en la evaluación de los resultados después del tratamiento de pacientes con daño cerebral adquirido [43]. Finalmente, otro enfoque psicométrico que ha causado un impacto positivo en la evaluación de los componentes ejecutivos en la vida diaria ha sido el desarrollo más o menos reciente de una serie de escalas de calificación conductual. Algunos ejemplos incluyen el Behavior Rating Inventory of Executive Function –BRIEF [44], Frontal Systems Behavior Scales –FrSBe [45], Frontal Behavioral Inventory –FBI [46], el DEX, incluido en el BADS [47] y una prueba de detección de funciones ejecutivas en niños en edad escolar derivada del Behavior Assessment System for Children –BASC [9]. Rehabilitación de las Funciones Ejecutivas Principios generales Como es el caso en la rehabilitación de cualquier déficit, evaluaciones múltiples repetitivas constituyen el fundamento o piedra angular del plan de tratamiento. Este principio es un poco problemático en la rehabilitación de las funciones ejecutivas, dada la ausencia de correlaciones entre 15 el desempeño en tareas psicométricas y el comportamiento observado en la vida real. Con esto en mente, no es sorpresa el reconocer que los neuropsicólogos que trabajan en el campo de la neurorehabilitación tienden a preferir aquellos instrumentos con mayor validez ecológica, como los mencionados anteriormente, y de hecho los usan más que los colegas en clínicas tradicionales para consulta ambulatoria [48]. Una fuente adicional de información crucial sobre el paciente la constituye la entrevista clínica con los familiares, amigos, compañeros de trabajo o estudio, quienes han tenido la oportunidad de observar al paciente en la vida real y pueden informarnos sobre los déficits observados en su funcionamiento cotidiano. Por lo tanto, se recomienda que los terapeutas recojan reportes de los informantes rutinariamente durante el programa de rehabilitación. La participación de la familia, en particular, es una parte importante del proceso de rehabilitación por varias razones; entre ellas, con un alto grado de implicación y compromiso de la familia se asegurará la implementación más exitosa del plan de tratamiento, después de todo la mayor parte del programa de rehabilitación toma lugar fuera del consultorio clínico y más allá de las sesiones formales con el terapeuta. Por este motivo, el paciente, su familia y el terapeuta deberán estar de acuerdo respecto a los objetivos del tratamiento. Aunque puede parecer un principio sencillo, puede ser una de los procesos más complejos dada la alta frecuencia con la que se observan problemas de la conciencia de la enfermedad en estos pacientes, lo que les dificulta el establecer objetivos realistas. Sin embargo, si no hay un nivel básico de acuerdo común, los resultados serán, en el mejor de los casos, frustración y una implementación incompleta del programa de rehabilitación, o peor aún, un fracaso total [49]. Conciencia de la Enfermedad y Estrategias de Intervención En este contexto, conciencia de la enfermedad (del inglés, awareness) se define como la capacidad del individuo para auto-reconocer las dificultades cognitivas, comportamentales y emocionales 16 producto de un daño cerebral adquirido [50]. Como se discutió anteriormente, dificultades en la conciencia de la enfermedad son comúnmente observadas después de daño cerebral, con niveles de prevalencia estimados entre 45-97% en casos de traumatismo craneoencefálico [51]. Una capacidad reducida de auto-conciencia ha sido vinculada con resultados como el nivel de independencia funcional del paciente al momento de darle de alta del hospital [52, 53], la facilidad y elegibilidad para conseguir empleo [51, 54, 55], y reportes acerca del nivel de estrés de los cuidadores [56]. El tratar pacientes con un nivel de auto-conciencia deteriorada puede ser un reto por varias razones. En el contexto clínico, fallas en el reconocimiento de los déficits impacta el curso completo del programa de intervención, complicándose más si se tiene en cuenta que la auto-conciencia puede variar drásticamente de un momento al otro y a lo largo del proceso de recuperación. Adicionalmente, la falta de auto-conciencia puede tener una etiología neurológica (anosognosia) o psicológica (negación defensiva), o alguna combinación de ambas, empeorado con el hecho de que no existe un instrumento adecuado que nos permita el diferenciar entre las dos [57]. Estas dificultades resaltan la importancia de la evaluación rutinaria de la auto-conciencia durante el curso de la rehabilitación, facilitando la identificación de los objetivos de la intervención. Probablemente, el método más común para la evaluación de la auto-conciencia es mediante el análisis de discrepancias entre el paciente y otro informante o cuidador en instrumentos de auto-reporte como el la escala de clasificación de competencias del paciente (en inglés, Patient Competency Rating Scale) [58], aunque es bastante sensible a sesgos por parte de quien completa la escala [59]. Una alternativa es el evaluar la discrepancia entre las predicciones en el desempeño y el desempeño actual en pruebas psicométricas [60], aunque puede ser un método limitado por las bajas correlaciones entre el desempeño en este tipo de pruebas y el funcionamiento en la vida cotidiana. Por lo tanto, para la evaluación más sensible de la auto-conciencia se recomienda una combinación entre varios métodos, de manera repetitiva y con intervalos definidos dentro del curso del programa de rehabilitación. 17 A pesar del reconocimiento del impacto de la auto-conciencia en el proceso de rehabilitación, hay una carencia de métodos empíricamente validados para su intervención [61]. Con esta idea presente, a continuación se presentan dos de los enfoques metodológicos más usados y discutidos en el campo de la conceptualización de la auto-conciencia y las estrategias de intervención correspondientes a cada uno. Primero, Giacino & Cicerone [60] discuten una serie de fuentes de desconocimiento, incluyendo (1) falta de auto-conciencia debido a déficits cognitivos específicos, (2) desconocimiento debido a negación psicológica, y (3) falta de auto-conciencia debido a una disfunción de origen orgánico (i.e., anosognosia). Cada uno de estos subtipos requiere una estrategia de intervención particular, las cuales se incluyen en la Tabla 2, ilustradas aquí con un caso. Por ejemplo, es común el observar preocupación por parte del equipo clínico en la unidad de rehabilitación para pacientes hospitalizados, acerca de la falta de conciencia de un paciente que demuestre conductas de riesgo como el abandonar la cama cuando no hay nadie alrededor a pesar de sufrir hemiplejía. En caso de la primera categoría de déficits de la conciencia, el paciente asegura que él no fue informado acerca de su déficit directamente (desconocimiento) o no puede utilizar el conocimiento debido a otros déficits cognitivos (e.g., amnesia, fallas en la comprensión del lenguaje, dificultades en la conceptualización). En este caso entonces, la intervención consistiría en darle al paciente la información de tal manera que pueda comprenderla y usarla (e.g., un aviso en la pared recordándole el llamar a la enfermera antes de usar el baño) y verificar si el problema mejora. Si la conducta no mejora, es posible que la deficiencia en la conciencia no se deba a déficits cognitivos específicos. El próximo paso en la intervención consistirá en darle al paciente retroalimentación directa acerca de la conducta problemática, y la respuesta subsecuente nos dará información acerca de la fuente de la 18 dificultad de conciencia. Es posible que el paciente actúe sorprendido, o aparente el entender solo superficialmente la información dada sin demostrar que aprecia las consecuencias negativas de su conducta para el paciente mismo o para aquellos en su alrededor. Este tipo de reacción puede sugerir que la fuente del desconocimiento de los déficits es neurogénica. Dos tipos de enfoque frecuentemente facilitan la intervención en este caso. Inicialmente, se pueden implementar apoyos estructurales medioambientales que minimicen la ocurrencia de los déficits (e.g., ubicar al paciente en un cuarto más cercano a la estación de enfermería para facilitar la supervisión, o el remover el caminador o la silla de ruedas del cuarto). En segundo lugar, se puede entrenar al paciente en tareas rutinarias específicas que se basen más en la memoria implícita o procedimental (típicamente preservadas a pesar del daño cerebral), que no requieren entendimiento o apreciación del déficit subyacente. Estas son algunas de las técnicas de rehabilitación tradicionales que se discutirán con más detalle a continuación. Aunque la anosognosia es comúnmente observada en las etapas tempranas posteriores al daño cerebral, la recuperación de la misma es rápida y generalmente evoluciona hacia una negación de tipo psicológico. Un paciente en este estado de transición no se beneficia de la retroalimentación acerca de sus déficits, y por el contrario, la misma puede provocar rabia o una reacción desdeñosa, que refleja la intención del ego en ajustarse y hacer frente a la discrepancia entre la identidad personal existente antes del daño cerebral y la identidad posterior al daño. Giaciano & Cicerone [60] advierten que este puede ser el déficit de conciencia más difícil de manejar, aunque algunos estudios recientes indican que es posible el intervenirle. Por ejemplo, psicoterapia adaptada especialmente para personas con daño neurológico puede proporcionar un espacio en el cual el paciente puede entender mejor su lesión, encontrar el sentido, desarrollar auto-aceptación, y fomentar la esperanza mediante la facilitación de herramientas concretas para manejar los cambios emocionales y de conducta. Este tipo de formas de apoyo 19 fortalecen la relación con el paciente, sin tener a la mano una lista de resultados esperados, lo que permite al paciente el sentirse seguro, y últimamente facilita que el paciente acepte y reconozca sus déficits [62, 63]. Adicionalmente, existe un creciente interés por la aplicación de modelos de entrevista motivacional para examinar los déficits en la conciencia, tanto para los casos de etiología más psicológica como para los neurológicos [64]. Brevemente, la entrevista motivacional es un procedimiento originalmente diseñado para individuos con problemas de adicción, basado en la idea de que la gente falla al tratar de cambiar debido a la ambivalencia subyacente a la idea del cambio mismo. En lugar de discutir o regañar a la persona, el terapeuta adopta una postura de no confrontación y usando habilidades centradas en el paciente como la escucha activa y consideración positiva incondicional, proyectado la ambivalencia de nuevo al paciente, asumiendo que el paciente es últimamente la fuente principal para la resolución de la misma [65]. Fuente del desconocimiento • Falta de conciencia debido a un déficit cognitivo específico (e.g., memoria, atención, disfunción ejecutiva) • Falta de conciencia mas profunda debido a una disfunción cerebral orgánica (i.e., anosognosia) • Falta de conciencia debido a negación psicológica (defensiva). Intervención Ajuste la intervención al déficit en particular (e.g., en caso de amnesia, coloque en un lugar visible un recordatorio para el paciente de que no debe intentar transferencia de manera independiente debido a una disfunción en la marcha) Estructuración del medio ambiente para minimizar el impacto del déficit; entrenamiento en tareas rutinarias específicas (e.g., usando la memoria procedimental) sin dependencia en la apreciación del déficit mismo – un objetivo común en modelos “tradicionales” en el rehabilitación de las funciones ejecutivas. Se recomienda una combinación de psicoterapia de apoyo y otras técnicas como la entrevista motivacional, resaltando suavemente la diferencia entre el rendimiento real actual y las creencias de lo que debe ser “normal” 20 Tabla 2. Tipología de los problemas de conciencia y ejemplos de estrategias de intervención. El segundo modelo de conceptualización de la conciencia frecuentemente citado en la literatura es el modelo tripartito de Crosson y colegas [50] resumido en la Tabla 3. En vez de focalizarse en la fuente del déficit, estos autores ven la conciencia como un proceso jerárquico. La mayoría de los terapeutas están de acuerdo que el tener conocimiento intelectual o abstracto sobre el déficit es un prerrequisito para otros niveles más profundos de conciencia [50, 66]; de esta manera, la conciencia intelectual forma la base de la jerarquía de procesos de conciencia. El siguiente nivel, conciencia emergente corresponde al saber que uno tiene un déficit y el darse cuenta, en tiempo real, cuando el déficit ocurre. El nivel más alto de conciencia se refiere a la conciencia anticipatoria, la cual se define como el saber que uno tiene un déficit, anticipando cuándo y dónde éste es más posible que se manifieste, y el poder implementar estrategias para prevenir su ocurrencia. Aunque no delineado de manera explícita por los autores, hay una serie de estrategias que tienen como objetivo el intervenir en cada uno de las áreas de dificultad asociadas con estos niveles de conciencia. Cuando los déficits se presentan al nivel de la conciencia intelectual, el enfoque esta en proporcionar psicoeducación al paciente (y su familia) acerca de los efectos del daño cerebral adquirido [67]. En algunos casos, sentarse con el paciente y revisar juntos los registros médicos de la hospitalización, incluyendo evidencia del daño estructural observado en neuroimágenes, puede servir como una fuente de información para el paciente que presenta alteraciones tempranas de conciencia o con amnesia. Adicionalmente, la creación de un libro de recuerdos con información acerca del daño cerebral que sea pertinente e importante para el paciente (e.g. de una página web confiable) puede ser particularmente efectiva en sujetos que no sólo tienen problemas de conciencia pero también de memoria. Cuando se usa en paralelo con un diario, este tipo de herramientas puede 21 servir al paciente como una fuente de información estimulante en el reconocimiento del progreso de la recuperación. Sin embargo es importante el tener cuidado cuando se comparte este tipo de información con ellos, pues si se hace de una manera insensible el resultado podrá ser una negación defensiva de los hechos e impedimentos presentes [68]. Esta precaución es particularmente importante con los miembros de la familia quienes pueden ser un poco indelicados al señalar los impedimentos a sus seres queridos, con la esperanza de que el conocimiento por sí mismo sea suficiente para la remediación. En este caso es importante no olvidar el compartir con el paciente no sólo los defectos pero también las áreas que permanecieron intactas y que pueden servir como fortalezas en el proceso de recuperación. En aquellos casos en que el paciente reconoce los déficits pero tiene dificultad identificándolos en tiempo real, en otras palabras cuando el problema es al nivel de la conciencia emergente, técnicas experienciales proporcionan una estrategia de intervención adecuada [67]. Por ejemplo, la experiencia misma de completar una evaluación neuropsicológica con pruebas psicométricas puede servir como exposición directa a las dificultades, particularmente en los casos en los que el paciente esperaba que el rendimiento en las pruebas iba a ser intacto [60]. Otra alternativa puede ser el pedirle al paciente el ejecutar una tarea en vivo, durante la cual el terapeuta detiene la ejecución cada vez que se comete un error. El rendimiento en la prueba y los errores asociados con la ejecución se anexan en una lista y al final de varios ensayos se comparan las listas para que el paciente reconozca “en línea” la ocurrencia del problema [69]. Finalmente, cuando el paciente reconoce que el o ella tiene un déficit y comienza a darse cuenta cuándo está ocurriendo, el enfoque de la intervención se centrará entonces en la implementación de estrategias que facilitarán el predecir dónde y cuándo es más posible que los déficits aparezcan, aprendiendo así a implementar estrategias para minimizar su impacto o de ser posible, evitar la ocurrencia del déficit 22 (conciencia anticipatoria). El uso de aprendizaje procedimental de protocolos específicos a una tarea y estrategias metacognitivas son las estrategias generalmente implementadas en los programas de intervención tradicionales, los cuales se discuten a continuación. Nivel de conciencia • Intelectual – posesión del conocimiento que uno tiene un déficit particular Impedimento El paciente no ha sido informado, o no puede recordar, comprender o conceptualizar la idea de que tiene un déficit particular Intervención Proporcionar psicoeducación por medio de revisión de la historia clínica de la hospitalización, neuroimágenes, notas médicas, etc. Experiencial; predicción de errores y monitoreo • Emergente – El paciente entiende que tiene habilidad de un déficit, pero no es conciente reconocer un del mismo “en el momento” en problema mientras que ocurre ocurre • Anticipatoria – Uno El paciente tiene dificultades Entrenamiento en tareas sabe que tiene un en acomodarse al déficit o en rutinarias mediante el uso de déficit, en que generar estrategias de aprendizaje procedimental o situaciones compensación debido a la estrategias metacognitivas. generalmente ocurre, carencia de habilidades para y es capaz de planear implementar un plan apropiado estrategias para minimizar su ocurrencia Tabla 3. Jerarquía de los déficits de conciencia de acuerdo al modelo de Crosson et al [66] y algunos ejemplos de intervención para cada una. Estrategias para el Manejo de Déficits Ejecutivos Cognitivos Reconociendo que la variedad de intervenciones posibles para las funciones ejecutivas son tan diversas y complejas como el concepto mismo, nos limitaremos a discutir algunos de los métodos claves que han generado reconocimiento por su evidencia empírica, y que son relativamente fáciles de implementar en la práctica clínica. Las ideas principales están resumidas en la Tabla 4, las cuales se describen con más detalle a continuación. 23 Déficits en la activación. En casos de lesiones mediales en los lóbulos frontales, por ejemplo, los pacientes pueden sufrir de desórdenes caracterizados por la falta de dinamismo (empuje), y que pueden variar desde dificultades en la iniciación y sostenimiento de programas de acción hasta la presencia de apatía y abulia clínica. Mientras estos pacientes pueden tener otras funciones cognitivas intactas que les facilitan el beneficiarse de intervenciones cognitivas, a menudo la rehabilitación se ve obstaculizada por la falta de empuje para comprometerse con el tratamiento. Aunque intervenciones farmacológicas usando dopaminérgicos pueden ayudar a estos pacientes, estos fármacos pueden generar efectos iatrogénicos como impulsividad y desinhibición [70]. Por lo tanto, intervenciones conductuales con efectos secundarios menores pueden ser más útiles en algunos casos. El uso de dispositivos electrónicos que generan señales y recordatorios externos puede facilitar la activación en estos pacientes. Barbara Wilson y sus colegas [71] investigaron la utilidad de un localizador personal (o pager, llamado “NeuroPage”) en 15 individuos con historia reciente de traumatismo craneoencefálico y problemas secundarios de memoria y disfunción ejecutiva. El dispositivo ayudó a los pacientes a recordar la ejecución de actividades de la vida diaria como el tomarse la medicación, hacer el almuerzo, y escribir observaciones del día en un diario. El 80% de aquellos pacientes que completaron un ensayo de 16 semanas demostró un éxito más significativo en la realización de las actividades de la vida diaria cuando usaron el localizador, en contraste con un periodo base sin el dispositivo. La inclusión de este tipo de tecnología en la rehabilitación se facilitará una vez se diseñen dispositivos que sean fáciles de manejar para todo tipo de pacientes. Afortunadamente, con el desarrollo tecnológico acelerado en el área de smartphones y PDAs, es posible que dichos dispositivos estén disponibles en un futuro cercano. Algunas limitaciones del uso de este tipo de tecnología incluyen el acceso y capacidad de compra de los pacientes, y otros retos como la pérdida de los mismos (una preocupación común cuando se trata de pacientes con 24 problemas de memoria). Por otro lado, la implementación de este tipo de tecnología con ancianos puede complicarse dada la falta de familiaridad con este tipo de aparatos electrónicos. Entrenamiento en tareas específicas. Aunque por definición los déficits en las funciones ejecutivas son mas evidentes en situaciones novedosas, individuos afectados con un daño cerebral pueden tener dificultades completando incluso tareas rutinarias debido a los problemas en el planeamiento, secuenciación y organización. Cuando una tarea es repetitiva y relativamente predecible, entrenamiento en tareas especificas y rutinarias puede ser beneficioso para el paciente. Como se ha mencionado antes en este capítulo, mientras los individuos con daño cerebral adquirido pueden tener problemas de memoria declarativa, la memoria procedimental permanece generalmente intacta (a no ser de que haya un daño focal en el circuito subcortical-cerebeloso involucrado en este tipo de memoria). La utilización de la memoria procedimental en el aprendizaje de tareas rutinarias especificas puede ayudar a evitar errores generalmente causados por los déficits ejecutivos, al tiempo que favorece el desempeño en tareas de la vida diaria, como el aseo personal y actividades en el hogar. La implementación de este tipo de método requiere la especificación de la serie de pasos necesarios para completar la tarea, cada uno de los cuales es practicado con el paciente durante un entrenamiento conductual y usando aprendizaje sin errores, para asegurar codificación y aprendizaje exclusivo de los pasos correctos [72]. Reforzamiento del progreso y éxito en cada paso del proceso es esencial para mantener la motivación del paciente. Por ejemplo, von Cramon & Matthes-von Cramon [73] describen el caso de un médico joven quien sufrió un traumatismo craneoencefálico. Aunque el paciente pudo retornar al trabajo después del accidente, el continuó demostrando una dependencia extrema en rutinas al tiempo que se le hacían difíciles las situaciones novedosas. El paciente fue ubicado en un laboratorio de patología durante un período de prueba, se le dieron actividades claras e instrucciones detalladas para el análisis y diagnóstico de muestras 25 clínicas que podían ser rutinarias y aprendidas. Este médico demostró mejorías en la certeza de los diagnósticos y al escribir los reportes, aunque no había posibilidad de transferir este entrenamiento a otros escenarios o a otras áreas cognitivas afectadas. Aunque esta es una limitación mayor de este tipo de técnica de intervención, si el paciente y el terapeuta tienen expectativas claras acerca del propósito de la intervención, ésta puede demostrar utilidad dentro de un contexto determinado. Entrenamiento en la solución de problemas. Muchos protocolos se han generado en la literatura para el entrenamiento de pacientes con disfunciones ejecutivas usando un enfoque estructurado y sistemático para la solución de problemas. Estos protocoles generalmente incluyen pasos como la identificación explícita del problema, los pasos relevantes para la solución, la secuencia en que esos pasos deben aplicarse y de acuerdo a la cantidad de tiempo a disposición, y el monitoreo del progreso durante todo el proceso. En un estudio aleatorio controlado, von Cramon y colegas [74] examinaron el efecto del entrenamiento en solución de problemas en individuos con daño cerebral (n=20) y en comparación con un grupo entrenado en un protocolo para la memoria (n=17). En las seis semanas de entrenamiento, los pacientes recibieron instrucciones verbales sobre la orientación, definición y formulación de problemas, generación de alternativas, toma de decisiones y verificación de la solución. El grupo bajo entrenamiento en solución de problemas demostró mejorías significativas en medidas de planeamiento, conciencia de déficits cognitivos, ideas dirigidas a una meta, y solución de problemas. Probablemente uno de los programas de entrenamiento en solución de problemas más reconocidos (y posiblemente el más validado empíricamente) es el de entrenamiento en manejo de objetivos (del inglés, Goal Management Training, GMT) [75-77]. Este protocolo de intervención se derivó originalmente de la teoría de Duncan [78] sobre negación del objetivo (esto es, fallas en el 26 sostenimiento de acciones útiles para la obtención de un objetivo) que se puede observar en algunos casos de daño de los lóbulos frontales. GMT es un proceso que involucra cinco pasos: (1) focalización de la atención hacia el objetivo, (2) selección de un objetivo en particular, (3) división del objetivo en sub-componentes o sub-objetivos, (4) codificación y retención de los sub-objetivos, y (5) monitoreo para determinar si el resultado de la acción coincide con el objetivo deseado. Estos pasos se repiten varias veces hasta que no exista desajuste entre las acciones y los objetivos deseados [75]. Aunque el paciente aprende una serie de pasos predeterminados, éstos no son específicos a una sola tarea y por lo tanto pueden aplicarse a otras situaciones involucrando problemas nuevos, facilitando enormemente la capacidad de transferencia de este aprendizaje a otros contextos. Asociado con la discusión previa acerca de algunas de las estrategias de intervención útiles para los déficits de la conciencia, el entrenamiento en estrategias de solución de problemas puede ser de gran utilidad para el desarrollo de conciencia anticipatoria, cuando los individuos reconocen que tienen un déficit en la habilidad de solucionar problemas y pueden crear un plan de acción con anticipación, el cual les facilitará la solución del problema. Un par de limitantes de los programas como el GMT y otros enfoques de entrenamiento en estrategias de solución de problemas son la dependencia en el reconocimiento de los déficits (estar al menos al nivel de la conciencia emergente) y la necesidad de que el paciente esté motivado a implementar los cambios en su conducta. Entrenamiento en estrategias metacognitivas. La metacognición se define a menudo como “pensar sobre el pensar” y probablemente representa la función ejecutiva más madura. La metacognición se relaciona con la capacidad de un individuo para auto-monitorear y evaluar sus acciones, tener apreciación de áreas de fortalezas y debilidades, y el ser capaz de implementar estrategias y obtener apoyo cuando uno está navegando un área débil. Por lo tanto, las intervenciones para el 27 fortalecimiento de la habilidad metacognitiva generalmente involucran entrenamiento en el automonitoreo y auto-regulación. Una técnica comúnmente usada es el entrenamiento en autoaprendizaje (del inglés, Self-Instructional Training, SIT). Inicialmente desarrollado por Donald Meichenbaum para el uso en muestras pediátricas [79], el SIT involucra verbalización explícita del proceso de solución de un problema, como un medio para obligarlo a uno el “pensar sobre el pensar” más abiertamente. Este proceso incluye el verbalizar lo que uno está haciendo, expresar cómo uno navega de un paso al siguiente, auto-guiándose verbalmente cuando la tarea comienza a dar dificultad, y reforzándose al completar la tarea. En la actualidad existen varios reportes demostrando la efectividad del SIT en poblaciones clínicas con daño cerebral adquirido. Cicerone y Wood [80] implementaron un protocolo del SIT por ocho semanas en un paciente con déficits ejecutivos significativos después de un traumatismo craneoencefálico; el programa consistió en tres etapas de auto-verbalización, progresando desde verbalización abierta hacia desvanecimiento de auto-instrucción, y terminando con una mediación de las respuestas apropiadas usando verbalización encubierta. Una vez terminado el entrenamiento especifico usando el SIT, el paciente recibió 12 semanas de seguimiento durante las cuales se le entrenó en procedimientos de transferencia del proceso aprendido a otras situaciones de la vida diaria. Lo seguimientos posteriores demostraron que este paciente en particular logró un decremento en el número de errores durante la ejecución de tareas, y eventualmente su capacidad de mantenerse concentrado en la tarea también mejoró. Cicerone y Giacino [69] repitieron este protocolo durante un programa de intervención con 6 sujetos con daño cerebral crónico e impedimentos ejecutivos bastante prominentes. Al final del tratamiento, cinco de los seis sujetos mostraron una reducción significativa en el número de errores asociados con la tarea y en el número de respuestas 28 perseverativas, un resultado interpretado por estos autores como una mejoría en la habilidad para inhibir respuestas irrelevantes a la tarea. En términos de otras intervenciones metacognitivas, Ownsworth y colegas [81] recientemente publicaron un estudio bastante novedoso usando un diseño de seguimiento de casos únicos para examinar el impacto de un programa de entrenamiento en habilidades metacognitivas (del inglés, Metacognitive Skills Training, MST), y cómo los resultados se comparan con los obtenidos después de práctica conductual en la auto-corrección de errores, posteriores a traumatismo craneoencefálico. Como se mencionó anteriormente, es común el observar que los pacientes con traumatismo craneoencefálico logran adquirir estrategias compensatorias usando aprendizaje implícito y procedimental; sin embargo, también es comúnmente observado que este aprendizaje no está acompañado por un conocimiento metacognitivo acerca de cuándo aplicarlo, cuándo es necesario el usar estrategias alternativas, y cómo y cuándo pueden transferir estas habilidades nuevas a otros contextos o situaciones diferentes. Entonces para este estudio, los autores siguieron 3 pacientes durante 16 sesiones de pura práctica conductual (n=1) o combinada con MST (n=2), con un enfoque específico en una tarea de preparación de comidas. Antes y después de cada sesión de preparación de comidas se tomó un momento para reflexionar explícitamente acerca del rendimiento en la tarea en las sesiones anteriores, los errores cometidos fueron discutidos, y el preguntarse cómo esos errores se pudiesen evitar en el futuro fue parte de la reflexión. Los sujetos fueron invitados a generar sus propias soluciones a los problemas identificados, en vez de obtener solamente las ideas del terapeuta. Los análisis indicaron que el grupo usando MST demostró una reducción significativa en la frecuencia de aparición de errores, acompañada por un aumento en la cantidad de autocorrecciones, mientras que los cambios observados en el paciente expuesto solamente a una practica conductual no fueron significativos. Es importante resaltar de nuevo que, de manera similar al caso 29 de entrenamiento en solución de problemas, el nivel de conciencia del paciente es bastante relevante para un entrenamiento exitoso en habilidades metacognitivas. Sin embargo, en la medida que el sujeto va ganando conciencia de sus déficits durante el periodo de recuperación y con el apoyo de los programas de intervención propuestos, es posible obtener unos resultados prometedores con el entrenamiento en habilidades metacognitivas, ya que este tipo de aprendizaje es más fácil de transferir a una variedad de situaciones que requieren estrategias novedosas para la solución de problemas. Técnica NeuroPage y otras aplicaciones usando aparatos electrónicos como smartphones. Indicaciones Déficits en el nivel de activación y empuje. Aprendizaje de habilidades procedimentales. Beneficios Es útil cuando se combina con intervenciones farmacológicas; sirve para mejorar la auto-eficacia. Limitaciones El paciente debe sentirse cómodo usando este tipo de tecnología; puede ser una estrategia limitada para ciertas poblaciones (e.g., adultos mayores, personas de baja capacidad económica). Es efectiva en La capacidad de individuos que generalizar las sufren de disfunción habilidades aprendidas a ejecutiva otras tareas es muy acompañada con limitada. problemas de memoria. Adecuado para el aprendizaje de tareas rutinarias especificas útiles para el funcionamiento del día a día (e.g., mantener las llaves y billetera en el mismo lugar). Intervenciones en Adecuada para Una técnica Requiere un nivel de solución de pacientes con altamente conciencia del déficit problemas e dificultades en solución transferible a una razonable y de instrucción en de problemas debido a serie de habilidades conocimiento de cuándo habilidades impulsividad, puede ocurrir (e.g., al metacognitivas. desorganización, o menos un nivel de dificultades en el conciencia emergente es planeamiento. necesario). Tabla 4. Estrategias de rehabilitación de las funciones ejecutivas, incluyendo indicaciones y limitaciones de las mismas. 30 Lista de Referencias [1] Norman DA, Shallice T: Attention to action: Willed and automatic control of behavior. En: Davidson RG, Schwarts GE, Shapiro D: Consciousness and self-regulation: Advances in research and therapy, New York, USA: Plenum, 1986: pp. 1-18. [2] Stuss DT, Pogue J, Buckle L, Bondar J: Characterization of stability of performance in patients with traumatic brain injury: Variability and consistency on reaction time tests. Neuropsychology 1994; 8: 316-324. [3] Cicerone KD, Levin H, Malec J, Stuss D, Whyte J: Cognitive rehabilitation interventions for executive function: Moving from bench to bedside in patients with traumatic brain injury. Journal of Cognitive Neuroscience 2006; 18: 1212-1222. 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