2084 Inteligencia artificial y el futuro de la humanidad John C. Lennox Enfermería Cristiana de España surge como una respuesta a los deseos de enfermeras/os de encontrar un nexo de unión entre la fe cristiana y su actividad profesional. Vinculada internacionalmente al NCFI (Nurses Christian Fellowship International – Comunidad Internacional de Enfermeras Cristianas), pretende generar una conexión de las enfermeras cristianas entre sí y con el movimiento internacional para el desarrollo, crecimiento y empoderamiento de las mismas con una clara vocación de servicio a la enfermería, a la iglesia y a la sociedad en general, con el objetivo de la evangelización y la promoción de la excelencia. Contacto: [email protected] Blog: www.emergenciavital.org Sección grupos profesionales GBG: www.porfineslunes.org El FED es una organización que nace con el reto de convertirse en el Foro de referencia de profesionales evangélicos vinculados con el mundo del derecho. El abanico de profesionales es amplio, ya que está destinado no solo a abogados, sino a jueces, fiscales, procuradores, asesores fiscales, laborales o de banca, peritos, funcionarios y técnicos de las Administraciones públicas, estudiantes de derecho y cualquier profesional que se desenvuelva en el ámbito jurídico. Entre sus fines está estimular que el ejercicio profesional de las personas que integran el foro se desarrolle conforme a los más altos niveles de conducta cristiana; promoviendo así dichos niveles en la sociedad española. Contacto: [email protected] [email protected] Web: www.federecho.es La Alianza Evangélica Española es la entidad evangélica interdenominacional más antigua de España, desde 1877, sirviendo como ámbito de comunión cristiana, compartiendo recursos espirituales para fortalecer una visión bíblicamente centrada de todos los aspectos de la vida, y transmitir una cosmovisión bíblica a la sociedad. Nuestro lema: Juntos para transformar el mundo. Contacto: [email protected] Web: www.alianzaevangelica.es WhatsApp: +34 615 638 982 Dirección postal: Santa Otilia 27-29, Esc. A Local, 08032 Barcelona - ES El Grupo de Psicólogos Evangélicos (GPE) aglutina a diferentes profesionales del ámbito de la psicología clínica y sociosanitaria, educativa, de la psicología aplicada al ámbito empresarial y de la psicología social. Uno de sus principales objetivos es crear un espacio de intercambio de ideas, experiencias, proyectos y preocupaciones, sobre temas vinculados a la psicología y siempre desde la perspectiva de la fe cristiana. Contacto: [email protected] A todos los nietos del mundo, incluyendo a los míos propios —Janie Grace, Herbie, Freddie, Sally, Lizzie, Jessica, Robin, Rowan, Jonah y Jesse— con la esperanza de que este libro les ayude a enfrentarse a los retos de un mundo dominado por la IA. CONTENIDO Capítulo 1 Conocer el terreno Capítulo 2 Primera gran pregunta: ¿De dónde venimos? Capítulo 3 Segunda gran pregunta: ¿Hacia dónde vamos? Capítulo 4 Inteligencia artificial débil: ¿El futuro es radiante? Capítulo 5 Inteligencia artificial débil: ¿Quizás el futuro no sea tan radiante después de todo? Capítulo 6 Mejorar a los humanos Capítulo 7 Inteligencia artificial fuerte: ¿El futuro es oscuro? Capítulo 8 Expediente Génesis: ¿Qué es un ser humano? Capítulo 9 El origen de la moral humana Capítulo 10 El verdadero Homo Deus Capítulo 11 El shock del futuro: El regreso del hombre que es Dios Capítulo 12 El Homo Deus en el libro del Apocalipsis Capítulo 13 El tiempo del fin PREFACIO En este libro intento abordar la cuestión de hacia dónde va la humanidad en cuanto al crecimiento tecnológico, la bioingeniería y, en particular, la inteligencia artificial (IA). ¿Seremos capaces de crear vida y superinteligencia artificial? ¿Se modificará el ser humano a sí mismo hasta el punto de convertirse en algo totalmente distinto? Y si eso ocurre, ¿qué implicaciones tienen los avances de la IA en nuestra visión del mundo y, en particular, en nuestra visión de Dios? Espero que el título orwelliano no suene demasiado pretencioso; primero, porque mi libro no es una novela distópica y, segundo, porque no soy George Orwell. De hecho, el título me lo sugirió mi colega de la Universidad de Oxford el Profesor Peter Atkins, cuando íbamos de camino a participar como contrincantes en un debate titulado “¿Puede la ciencia explicarlo todo?”. Le doy las gracias por la idea y por los intensos encuentros públicos en los que hemos debatido sobre ciencia y Dios. También doy las gracias a otros muchos, especialmente a la Dra. Rosalind Picard del Media Lab del Instituto de Tecnología de Massachusetts (MIT) por sus útiles observaciones. Asimismo, gracias al Profesor David Cranston, al Profesor Danny Crookes, al Profesor Jeremy Gibbons, al Dr. David Glass y a mi asistente de investigación el Dr. Simon Wenham por su inestimable ayuda. Mis especialidades son las matemáticas y la filosofía de la ciencia, no la IA, así que el lector, sobre todo el experto en este campo, quizá piense que estoy invadiendo su campo. Quiero aclarar que mi intención es otra. Creo que hay diferentes grados de implicación y de relación con la IA. Están los pensadores pioneros y luego están los expertos que programan el software utilizado en los sistemas de IA. A continuación, tenemos a los ingenieros que construyen el hardware. Seguidamente, están quienes entienden lo que los sistemas de IA pueden hacer y trabajan para desarrollar nuevas aplicaciones. Y por último tenemos a los escritores, algunos con formación científica y otros no, interesados en la importancia y el impacto de la IA a nivel sociológico, económico y ético. Está claro que uno no necesita saber cómo construir un vehículo o un arma autónoma para tener una visión informada sobre la ética del uso de tales artefactos. No necesitas saber cómo programar un sistema de seguimiento de compras para tener una opinión válida sobre la invasión de la privacidad. De hecho, en todos los niveles de implicación hay un gran interés por escribir para el lector curioso, y hacerlo a temor de la comprensión popular de la ciencia. Ese es el nivel que tenía en mente al escribir este libro y estoy agradecido por todas aquellas personas, expertas en diferentes ámbitos, que ya han escrito sobre el tema. Capítulo 1 Conocer el terreno El ser humano tiene una curiosidad insaciable. Nos hemos hecho preguntas desde el principio de los tiempos. Sobre todo, nos han preocupado las grandes preguntas sobre el origen y el destino: ¿De dónde vengo y a dónde voy? La importancia de estas preguntas es obvia. Nuestra respuesta a la primera da forma a nuestro concepto de quiénes somos, y nuestra respuesta a la segunda nos ofrece metas por las que vivir. Juntas, nuestras respuestas a estas preguntas constituyen el esqueleto de nuestra cosmovisión, esa narrativa que aporta un sentido a nuestras vidas. El problema es que no son preguntas fáciles, como demuestra el hecho de que existen múltiples respuestas y muchas de ellas son totalmente contradictorias. Sin embargo, en general no hemos dejado que eso nos detenga. A través de los siglos, el ser humano ha propuesto algunas respuestas desde la ciencia, la filosofía, la religión, la política, etc. Dos de los escenarios futuristas más famosos son la novela Un mundo feliz de Aldous Huxley, publicada en 1931, y la novela 1984 de George Orwell, publicada en 1949. En diversas ocasiones ambas han estado en la lista de las novelas inglesas más influyentes. Por ejemplo, en 2005 la revista Time escogió la novela de Orwell como una de las 100 mejores novelas en lengua inglesa escritas entre 1923 y 2005. Ambas novelas son distópicas: según el Diccionario inglés publicado por Oxford University Press, “describen una condición o un lugar imaginario lo más horrible que uno pueda concebir”. Sin embargo, los lugares horribles que describen son muy diferentes entre sí, y esas diferencias, que nos muestran cosas que nos serán útiles más adelante, quedaron bien retratadas en el libro del sociólogo Neil Postman Divertirse hasta morir: Orwell advierte que seremos vencidos por una opresión impuesta desde el exterior. Pero en la visión de Huxley no hace falta un Gran Hermano para privar a la gente de su autonomía, su madurez y su historia. Según él lo percibió, la gente acabará amando aquello que la oprime y adorando las tecnologías que anulan su capacidad de pensar. Orwell temía a los que prohibirían los libros, mientras que Huxley temía que no habría razón alguna para prohibirlos debido a que nadie tendría interés en leerlos. Orwell temía a los que nos privarían de información. Huxley, en cambio, temía a los que nos darían tanta que quedaríamos reducidos a la pasividad y al egoísmo. Orwell temía que nos ocultarían la verdad, mientras que Huxley temía que la verdad quedaría anegada por un mar de irrelevancia. Orwell temía que nos convirtiéramos en una cultura cautiva. Huxley temía que nos convirtiéramos en una cultura trivial […] Resumiendo, Orwell temía que lo que odiamos terminará arruinándonos, y en cambio, Huxley temía que lo que amamos será lo que nos arruine.¹ Orwell introdujo conceptos como la vigilancia generalizada en un estado totalitario, el “control del pensamiento” y la “neolengua”, conceptos que hoy día aparecen cada vez más en relación con los avances en la inteligencia artificial (IA), particularmente el intento de crear una tecnología informática que llegue a hacer el tipo de cosas que la mente humana puede hacer —en resumen, la imitación de la mente—. En la actualidad se invierten miles de millones de dólares en el desarrollo de sistemas de IA y, como no es de extrañar, hay un enorme interés en cuanto a dónde nos va a llevar todo esto: por ejemplo, mejor calidad de vida a través de la asistencia digital, innovación médica y florecimiento humano por un lado, y miedo a la pérdida de puestos de trabajo y a sociedades con vigilancia orwelliana por otro. Incluso el Papa se ha pronunciado. En septiembre de 2019, advirtió que la carrera por crear inteligencia artificial y otras formas de desarrollo digital suponen el riesgo de aumentar la desigualdad social a menos que el trabajo vaya acompañado de una evaluación ética del bien común. Dijo: “Si los progresos tecnológicos fuesen causa de desigualdades cada vez mayores, no podríamos considerarlos como verdaderos progresos. Si el llamado progreso tecnológico de la humanidad se convirtiera en enemigo del bien común, conduciría a una desafortunada regresión, a una forma de barbarie dictada por la ley del más fuerte”.² La mayoría de los éxitos de la IA tienen que ver con la construcción de sistemas que hacen algo que aún requiere de la inteligencia humana para su implementación. Sin embargo, en el lado más especulativo, al menos por el momento, existe un enorme interés por el afán mucho más ambicioso de crear sistemas que lleguen a realizar todo lo que la inteligencia humana puede hacer, es decir, la inteligencia artificial general (IAG) —que algunos piensan que superará a la inteligencia humana en un plazo relativamente corto, ciertamente para 2084 o incluso antes, según algunas especulaciones—. Algunos imaginan que la IAG, si alguna vez llegamos hasta ahí, funcionará como un dios; otros, como un déspota totalitario. Mientras buscaba una manera de introducir estos temas cada vez más presentes y las esperanzas y los temores que generan, me vinieron a la mente tres libros contemporáneos que han sido éxitos de ventas. Los dos primeros son del historiador israelí Yuval Noah Harari: Sapiens. De animales a dioses: Breve historia de la humanidad, que trata —como su título sugiere— sobre la primera de nuestras preguntas, los orígenes de la humanidad, y Homo Deus: Breve historia del mañana, que trata sobre el futuro de la humanidad. El tercer libro, Origen de Dan Brown, es una novela al igual que las obras de Huxley y Orwell. Se centra en el uso de la IA para responder a nuestras dos preguntas en forma de un thriller que probablemente será leído por millones de personas, si Brown repite las cifras de ventas a las que nos tiene acostumbrados. Por lo tanto, es probable que influya en el pensamiento de muchas personas, en particular de los jóvenes. Dado que el libro refleja los planteamientos propios del autor sobre estas cuestiones, supone un trampolín interesante para nuestra propia exploración. Además, soy consciente de que la ciencia ficción ha sido un estímulo para que algunas personas se inicien en la ciencia y se dediquen a ella. Sin embargo, conviene hacer una advertencia. Brown dice que utiliza la ciencia para llegar a sus conclusiones; por lo tanto, a pesar de que su libro es una obra de ficción, deberemos examinar sus argumentos y conclusiones para comprobar si realmente son verdad. Esto es especialmente importante ya que, según él, su principal motivación para escribir fue abordar la pregunta “¿Sobrevivirá Dios a la ciencia?”. Esa misma pregunta —formulada de muchas formas distintas— también ha sido mi principal motivación para escribir varios de mis libros. Ese trabajo me ha llevado a la conclusión de que Dios sí sobrevivirá a la ciencia, pero también a preguntarme seriamente si el ateísmo sobrevivirá a la ciencia.³ Uno de los personajes principales de Dan Brown en Origen es el multimillonario Edmond Kirsch, un científico informático y experto en inteligencia artificial que afirma haber resuelto las cuestiones sobre el origen de la vida y el destino de la humanidad. Pretende usar sus resultados para lograr su objetivo de “emplear la verdad de la ciencia para desbaratar los mitos de la religión”,⁴ refiriéndose, en particular, a las tres creencias abrahámicas: el judaísmo, el cristianismo y el islam. Quizás inevitablemente, se centra en el cristianismo. Sus soluciones, cuando finalmente son reveladas al mundo, son producto de sus conocimientos en inteligencia artificial. Su visión del futuro incluye la modificación tecnológica de los seres humanos. Hay que señalar que los historiadores y los escritores de ciencia ficción no son los únicos que sugieren que la tecnología podría cambiar a la humanidad; algunos de nuestros científicos más respetados también apuntan en esa dirección. Por ejemplo, el reconocido astrónomo británico Sir Rees dice: “Podemos tener una confianza nula en que las inteligencias dominantes dentro de algunos siglos tengan alguna resonancia emocional con nosotros, aunque puedan tener una comprensión algorítmica de cómo nos comportábamos”.⁵ En la misma línea, Rees también dijo: “El pensamiento abstracto de los cerebros biológicos ha sido la base para el surgimiento de toda la cultura y la ciencia. Pero esa actividad, que abarca decenas de milenios como mucho, será un breve precursor de los intelectos aún más poderosos de la era posthumana inorgánica. Así que, en un futuro lejano, las mentes de las máquinas comprenderán mejor el cosmos que las mentes de los humanos”. Este tema ha venido para quedarse. Atrae el interés no solo de investigadores en IA, sino también de matemáticos y científicos de otras disciplinas cuyo trabajo y pronóstico se ven cada vez más afectados por la IA. De hecho, dado que las ideas y los resultados del trabajo sobre IA inevitablemente nos afectarán a todos, mucha gente está reflexionando y escribiendo sobre ello aunque no sean científicos. Las implicaciones son tales que es importante que en el debate más amplio participen, por ejemplo, filósofos, expertos en ética, teólogos, comentaristas culturales, novelistas y artistas. Después de todo, no hace falta ser físico nuclear o climatólogo para debatir sobre el impacto de la energía nuclear o el cambio climático. ¿Qué es la IA? Para empezar a responder, pensemos en los robots. La palabra robot proviene de una palabra checa (y rusa) que significa trabajo: robota. Un robot es una máquina diseñada y programada por un ser humano inteligente para hacer una tarea que implica interactuar con su entorno físico, una tarea que normalmente realizaría un ser humano inteligente. En ese sentido, su comportamiento simula la inteligencia humana, una circunstancia que ha dado lugar al debate sobre si debe considerarse inteligente en un sentido, aunque esa inteligencia no sea lo que entendemos por inteligencia humana —otro gran tema—. El término IA se acuñó en la escuela de verano del departamento de matemáticas de Dartmouth University en el año 1956, evento organizado por John McCarthy, quien dijo: “La IA es la ciencia y la ingeniería de hacer máquinas inteligentes”.⁷ En la actualidad, el término se utiliza tanto para las máquinas inteligentes propiamente, como para la ciencia y la tecnología cuyo objetivo es desarrollar dichas máquinas. La investigación en esta área ha tomado principalmente dos direcciones. A grandes rasgos, en primer lugar está el intento de comprender el razonamiento y los procesos de pensamiento humanos mediante su simulación usando tecnología informática, y, en segundo lugar, está el estudio del comportamiento humano y el intento de construir máquinas que lo imiten. La diferencia es importante: una cosa es fabricar una máquina que pueda simular, por ejemplo, una mano humana que levanta un objeto, y otra cosa muy distinta es fabricar una máquina que pueda simular los pensamientos que un ser humano tiene cuando levanta un objeto. Es mucho más fácil hacer lo primero que lo segundo, y si la utilidad es lo único que se precisa, entonces lo primero es todo lo que se necesita. Al fin y al cabo, la industria aeronáutica se dedica a fabricar máquinas que vuelan, no a construir un cerebro electrónico como el de un pájaro para que el avión vuele exactamente como lo hacen los pájaros, es decir, batiendo las alas.⁸ La idea de construir máquinas que puedan simular aspectos del comportamiento humano y, de hecho, animal, tiene una larga historia. Hace dos mil años, el matemático griego Herón de Alejandría construyó una pila adornada con pájaros mecánicos que cantaban y un búho que podía girar la cabeza y hacer que los pájaros se callaran. Con el paso de los siglos, surgió la fascinación por la fabricación de autómatas, máquinas que reproducían algún aspecto de la vida. Existen impresionantes colecciones de estos autómatas, algunos muy sofisticados, en lugares como el Museo de Ciencias de Londres (London Science Museum), el Museo de Historia del Arte de Viena (Kunsthistorisches Museum) y el Museo Speelklok de Utrecht. El interés por construir ese tipo de máquinas decayó en el siglo XIX, pero siguió vivo en la ficción, como en la novela de 1818 Frankenstein, de Mary Wollstoncraft Shelley. Ha sido el componente básico de la ciencia ficción desde el comienzo del género. Una de las actividades humanas más importantes del día a día es el cálculo numérico y se ha hecho un gran esfuerzo para automatizar este proceso. En el siglo XVII, el matemático francés Blaise Pascal fabricó una calculadora mecánica para ayudar a su padre, funcionario de Hacienda, con los tediosos cálculos. En el siglo XIX, Charles Babbage sentó las bases de la computación programable inventando primero la máquina diferencial —una calculadora automática— y luego la máquina analítica, que fue la primera calculadora programable. Se le considera, con razón, el padre del ordenador moderno. Durante la Segunda Guerra Mundial, el británico y brillante científico informático Alan Turing utilizó una sofisticada tecnología electrónica e informática para construir máquinas, especialmente la Bombe, que le permitió a él y a su equipo de Bletchley Park descifrar el código alemán “Enigma” que se utilizaba para las comunicaciones militares secretas. Los inventos y el trabajo teórico de Turing le llevaron a plantear la propuesta de una “máquina que aprende”. Según él, una máquina que pudiera conversar con los humanos, sin que estos supieran que era una máquina, ganaría el “juego de imitación” y podría decirse que es “inteligente”. Ahora conocida como la Prueba de Turing, esta definición proporcionó una prueba práctica para atribuir inteligencia a una máquina. Sin embargo, como veremos más adelante, este acercamiento ha sido muy cuestionado por los filósofos. Por la misma época (1951), Marvin Minsky (cofundador del laboratorio de investigación de IA del MIT) y Dean Edmonds construyen el primer ordenador de red neuronal. Los logros posteriores que atrajeron la atención del público fueron el ordenador Deep Blue de IBM, que venció al campeón mundial de ajedrez Garry Kasparov en 1997, y en 2016 el programa AlphaGo de Google se convirtió en el primero en vencer a un jugador humano de Go utilizando el aprendizaje automático. La importancia de la IA ha sido reconocida con el Premio Turing 2018, conocido como el “Premio Nobel de la Computación”, otorgado a un trío de investigadores que sentaron las bases del actual auge de la inteligencia artificial, especialmente en el subcampo del aprendizaje profundo. Los primeros robots y sistemas de IA no incluían lo que ahora llamamos “aprendizaje automático”. La clave del actual proceso de aprendizaje automático es la idea del algoritmo, que puede ser de varios tipos —por ejemplo, simbólico, matemático, etc.—.¹ La palabra algoritmo proviene del nombre de un famoso matemático, astrónomo y geógrafo persa, Muḥammad ibn Mūsā al-Khwārizmī (ca. 780–850).¹¹ A día de hoy, un algoritmo es “un conjunto claramente definido de operaciones lógicas o matemáticas para la realización de una tarea concreta” (Oxford English Dictionary). El concepto se remonta a la antigua Babilonia (1800–1600 a. C.). El eminente científico informático Donald Knuth de la Universidad de Stanford publicó algunos de estos primeros algoritmos y concluyó: “Los cálculos descritos en las tablillas babilónicas no son simplemente soluciones a problemas específicos; en realidad son procedimientos generales para solucionar todo un conjunto de problemas”.¹² Y esa es la característica clave de un algoritmo: una vez que sabes cómo funciona, puedes resolver no solamente un problema, sino toda una clase de problemas. Uno de los ejemplos más famosos que se estudian en la escuela es el algoritmo de Euclides, un procedimiento que se usa para encontrar el máximo común divisor (mcd) de dos números enteros positivos. Euclides lo describió en su obra Elementos, escrita alrededor del 300 a. C. Es un algoritmo eficiente que, de un modo u otro, aún utilizan los ordenadores de hoy. Su implementación implica la división y el cálculo sucesivo de los restos hasta llegar al resultado deseado. El funcionamiento del algoritmo se comprende mejor siguiendo un ejemplo, aunque lo importante es que funciona para cualquier par de números enteros. Supongamos que queremos calcular el mcd de 56 y 12. Seguiríamos los siguientes pasos: Paso 1: Dividir el número mayor entre el número menor. 56 ÷ 12 = 4 con resto 8 Paso 2: Dividir el número divisor, 12, entre el resto del paso anterior. 12 ÷ 8 = 1 con resto 4 Paso 3: Continuar el paso 2 hasta que no quede ningún resto (en este caso solo habrá un paso más). 8 ÷ 4 = 2 (sin resto) En este caso, el mcd es 4. Es fácil traducir esto a un código de software e implementarlo en un ordenador. Un vistazo a la red mostrará que hoy en día hay miles de distintos tipos de algoritmos en todas las ramas imaginables de la ciencia, la ingeniería y la medicina. La robótica es un buen ejemplo, ya que los robots suelen estar diseñados específicamente para realizar una única tarea una y otra vez. En un sistema de IA contemporáneo típico, los algoritmos relevantes están integrados en un software informático que ordena, filtra y selecciona las porciones de datos que se le presentan. Un acercamiento intenta simular, al menos hasta cierto punto, las funciones neuronales del córtex humano (redes neuronales). En términos generales, un sistema de este tipo puede utilizar datos de entrenamiento para “aprender” (aprendizaje automático)¹³ a reconocer, identificar e interpretar patrones digitales como imágenes, sonido, voz, texto o datos. Otro acercamiento utiliza aplicaciones informáticas que emplean la lógica probabilística bayesiana para analizar la información disponible desde una perspectiva estadística con el fin de estimar la probabilidad de una hipótesis concreta. En resumen, un sistema de aprendizaje automático toma información sobre el pasado y toma decisiones o hace predicciones cuando se le presenta nueva información. Es importante señalar que los propios algoritmos están programados explícitamente para realizar la aproximación de funciones, normalmente a través de la optimización numérica y, en la mayoría de los casos, también se les da explícitamente ejemplos de entradas y salidas y criterios de detención para guiar la optimización. No se procesan sin un humano en el bucle que en cierto modo guíe todo el proceso (incluso si el humano construye un algoritmo “crítico” y lo inserta en el bucle, etc.). La participación humana es consciente. La máquina no lo es. En muchos de los primeros trabajos de IA, los humanos diseñaban explícitamente un algoritmo para resolver un problema concreto. En la IA más reciente, no es así. En su lugar, diseñan un algoritmo de aprendizaje general, que luego “aprende” una solución al problema. A menudo los desarrolladores humanos no conocen un algoritmo explícito para resolver el problema y no saben cómo llega el sistema a sus conclusiones. Los primeros programas para jugar al ajedrez eran del primer tipo (incluso Deep Blue estaba más en esta categoría), mientras que el moderno software Go es del segundo tipo. He aquí algunos ejemplos de sistemas de IA, muchos de ellos ya conocidos por el público: Amazon utiliza algoritmos que rastrean todos los productos que tú y millones de personas compran online. A continuación, examina esa vasta base de datos y compara la lista con otros productos similares que aún no tienes. Por último, utiliza métodos estadísticos para seleccionar productos que compran personas “como tú” y hace que aparezcan en tu pantalla. Un algoritmo informático puede examinar una base de datos compuesta por solicitudes de empleo y sugerir el candidato más adecuado para el puesto. Los trabajos que atraen miles de solicitudes son ahora objeto de sistemas de IA que realizan las primeras entrevistas, en las que no solo recogen datos sobre las respuestas de los candidatos, sino que también graban y filtran sus reacciones emocionales para determinar su idoneidad para una entrevista. La IA se está aplicando con éxito al diseño de edificios con mayor eficiencia energética, a los aparatos domésticos conectados por el internet de las cosas (IoT por sus siglas en inglés) y a los sistemas de transporte integrados. Ya existen sistemas de IA que trabajan con una base de datos compuesta por miles de radiografías de pulmones, por ejemplo, en distintos estados de salud, junto con un análisis médico profesional de alto nivel sobre su estado de salud. El sistema compara entonces la radiografía de tus pulmones con la base de datos para comprobar si tienes o no, por ejemplo, un tipo específico de cáncer. Más concretamente, tiende a extraer estadísticas sobre patrones visuales en la imagen de la radiografía y los compara con otros patrones extraídos en la base de datos. En la actualidad, en algunos casos estos sistemas pueden realizar diagnósticos con mayor precisión que los mejores médicos humanos. Los astrónomos han utilizado la IA para enseñar a las máquinas a identificar ráfagas de radio rápidas de galaxias lejanas, examinando una enorme base de datos de señales recogidas por radiotelescopios. Ya han encontrado (septiembre de 2018) setenta y dos nuevos ejemplos que investigarán en el Instituto SETI. También están utilizando la IA para el reconocimiento automatizado de galaxias. Los vehículos autónomos, al ser máquinas inconscientes, plantean problemas éticos inmediatos en cuanto a qué principios incorporarles para que sepan qué deberían tratar de evitar. Es interesante observar que el sistema de piloto automático de un avión no se ha diseñado para que sea totalmente autónomo, aunque se podría argumentar que los aviones son más fáciles de pilotar que los coches autodirigidos. La razón podría ser que las aerolíneas quieren seguir manteniendo su actividad, porque realmente no hay ninguna cuestión ética en cuanto a quién sería el responsable si el avión se estrellara, sin importar que matara a algunas personas para salvar a otras. El reconocimiento facial está ahora muy desarrollado. Una aplicación bastante divertida es utilizar la tecnología de reconocimiento facial en un pub para reconocer a quién le toca pedir una bebida en la barra y así evitar que alguien se salte la cola. Ahora hay cámaras de videovigilancia por todas partes y la policía las utiliza para rastrear la actividad delictiva. Sin embargo, estos sistemas de vigilancia también pueden utilizarse para el control social. Más adelante veremos los principales problemas éticos que plantean estas aplicaciones. Las armas autónomas y los problemas éticos que conllevan son objeto de debate internacional. Es obvio, incluso a partir de esta breve lista, que muchos de estos avances, si no todos, plantean cuestiones éticas, desde la manipulación económica y la actividad delictiva hasta la invasión de la privacidad y el control social. El peligro está en que la gente se deja llevar por el “si se puede hacer, se debe hacer”, sin pararse a pensar en los posibles problemas éticos. Sin embargo, hay que decir que las cuestiones éticas están ocupando cada vez más la agenda de los principales actores del mundo de la IA. La gran pregunta a la que hay que enfrentarse es la siguiente: ¿Cómo puede incorporarse una dimensión ética a un algoritmo que carece de corazón, alma y mente? Es importante tener en cuenta que la mayoría de los sistemas de IA, como los mencionados anteriormente, suelen estar diseñados para hacer una sola cosa: conducir un coche, diagnosticar una enfermedad o realizar predicciones basadas en el pasado. Para tener esto en cuenta, se suele utilizar el término IA débil. Sin embargo, como hasta la fecha todas las aplicaciones de IA son limitadas, algunos prefieren utilizar el término tecnologías cognitivas para referirse a lo que se ha logrado hasta ahora en la búsqueda de la máquina inteligente. Nick Bostrom y Eliezer Yudkowsky comentan: Los algoritmos actuales de IA con un rendimiento equivalente o superior al humano se caracterizan por una competencia programada deliberadamente solo en ámbito restringido. Deep Blue se convirtió en campeón mundial de ajedrez, pero ni siquiera puede jugar a las damas y mucho menos conducir un coche o hacer un descubrimiento científico. Estos algoritmos modernos de IA se parecen a toda la vida biológica a excepción del Homo sapiens. Una abeja tiene la competencia de construir colmenas, un castor tiene la competencia de construir presas; pero una abeja no construye presas y un castor no puede aprender a construir una colmena. Un humano, observando, puede aprender a hacer ambas cosas; pero esa es una capacidad única entre todas las formas de vida biológica.¹⁴ Una posible fuente (adicional) de confusión en el debate es que al utilizar palabras cotidianas como aprendizaje, planificación, razonamiento e inteligencia como términos técnicos para describir maquinaria inanimada, algunos científicos informáticos hacen que los sistemas de IA parezcan más capaces de lo que realmente son, ya que a menudo utilizan estos términos en un sentido mucho más restringido que su uso común. Como resultado, la cobertura mediática de la IA tiende a exagerar los resultados y a ser excesivamente optimista o excesivamente pesimista. Danny Crookes, profesor de ingeniería informática en QUB (Queen’s University Belfast), escribe: En realidad, las tecnologías actuales que empiezan a preocuparnos por su poder para vigilar y manipular a poblaciones enteras no son muy inteligentes. De hecho, no tienen por qué serlo. Su poder reside en su capacidad para manejar grandes cantidades de datos, para crear un perfil de los ciudadanos y detectar patrones de comportamiento, ya sea de un individuo o de una población. Los nazis y los estados comunistas lo hicieron manualmente a menor escala. Ahora contamos con la tecnología para hacerlo a escala global. Es preocupante, o impresionante, pero realmente no es inteligencia. En la investigación de la IA, está de moda el llamado “aprendizaje profundo”, pero no es particularmente nuevo: lo único novedoso es que ahora contamos con la potencia informática para ejecutar las redes neuronales multicapa que han existido desde hace décadas en el papel.¹⁵ El profesor Joseph McRae Mellichamp de la Universidad de Alabama, hablando en una conferencia en la Universidad de Yale ante varios pioneros de la IA y también ante el Premio Nobel Sir John Eccles, famoso por su descubrimiento de la sinapsis, dijo: “Me parece que podríamos evitar mucho debate innecesario si los investigadores de la IA admitieran que hay diferencias fundamentales entre la inteligencia de las máquinas y la inteligencia humana, diferencias que ningún tipo de investigación va a superar”. En otras palabras, y citando el sucinto título de la ponencia de Mellichamp, “la palabra ‘artificial’ en ‘inteligencia artificial’ es real”.¹ El profesor Crookes subraya la necesidad de realismo: Todavía estamos muy, muy lejos de crear una inteligencia que iguale a la inteligencia humana. El impacto de la computación basada en datos ha llevado a la gente a pensar que nos estamos acercando al nivel de la inteligencia humana. Pero, en mi opinión, no estamos siquiera cerca. De hecho, podría decirse que en los últimos años el progreso en IA real se ha ralentizado. ¡Probablemente hay menos investigación en IA real que antes porque la mayor parte de la financiación se destina a la publicidad! Los investigadores siguen el dinero. Para llegar a entender el proceso de razonamiento humano, aún tenemos grandes retos por delante. Por si sirve de algo, veo dos problemas fundamentales que todavía no se han resuelto: (1) Incluso si conociéramos las reglas del razonamiento humano, ¿cómo extraemos una formulación abstracta a partir de una situación física para poder aplicar las reglas generales del razonamiento? (2) ¿Cómo puede un ordenador crear y mantener un modelo mental interno del mundo real? Piensa en cómo una persona ciega visualiza el mundo y razona sobre él. Los humanos tenemos la capacidad de visualizar cosas y de razonar sobre escenarios de objetos y procesos que existen solo en nuestra mente. Esa capacidad de propósito general, que todos los humanos tienen, es espectacular; es un requisito clave para la inteligencia real, pero los sistemas de IA carecen de ella. Hay razones para dudar que algún día se logre. Supongo que lo que quiero decir es que debemos ser cautos y no dar por sentado que la humanidad tiene la capacidad intelectual de crear una inteligencia que rivalice con la inteligencia humana, y mucho menos que la supere, por mucho tiempo que tengamos.¹⁷ Tengamos esto muy presente cuando veamos la forma en que Dan Brown utiliza la IA (débil) en su novela para abordar sus dos grandes preguntas filosóficas. 1 Neil Postman, Divertirse hasta morir: El discurso público en la era del “show business” (Ediciones de la Tempestad, 1ª ed. 1991), 5−6. 2 “The Pope Warns Tech Companies to Use AI for ‘Common Good’”, Time, 27 de septiembre de 2019, https://time.com/5688191/pope-francis-artificialintelligence-common-good. 3 Usaré el término ateísmo en su sentido más amplio para referirme al rechazo de la idea de un Dios creador. 4 Dan Brown, Origen (Editorial Planeta, 2017), 76. 5 Martin Rees, En el futuro: Perspectivas para la humanidad (Editorial Crítica, 2019), 14. 6 Martin Rees, “Astronomer Royal Martin Rees: How Soon Will Robots Take Over the World?”, The Telegraph, 23 de mayo de 2015, www.telegraph.co.uk/culture/hay-festival/11605785/Astronomer-Royal-MartinRees-predicts-the-world-will-be-run-by-computers-soon.html. 7 John McCarthy, “What Is Artificial Intelligence?”, wwwformal.stanford.edu/jmc/whatisai.pdf 8 Véase Stuart Russell y Peter Norvig, eds., Artificial Intelligence: A Modern Approach, 3ª ed. (Harlow: Pearson Education, 2016), 1−5. 9 La primera máquina calculadora que se conoce es del año 1623 aproximadamente, fabricada por el alemán Wilhelm Schickard, profesor de hebreo y astronomía. 10 Cabe destacar que los primeros sistemas de IA no usaban algoritmos. 11 Véase el artículo de mi colega de Oxford Jeffrey Aronson, “When I Use a Word... Algorithms”, BMJ Opinion, 11 de agosto de 2017, https://blogs.bmj.com/bmj/2017/08/11/jeffrey-aronson-when-i-use-a-wordalgorithms. 12 Donald E. Knuth, “Ancient Babylonian Algorithms”, Communications of the ACM, vol. 15, núm 7 (julio de 1972): 672−673. 13 La Enciclopedia de Inteligencia Artificial define el aprendizaje automático como “un área de la IA que trata con métodos computacionales adaptativos como las redes neuronales artificiales y los algoritmos genéticos”, Juan Ramón Rabunal Dopico, Julián Dorado de la Calle y Alejandro Pazos Sierra, eds., Encyclopedia of Artificial Intelligence (Hershey, PA: Information Service Reference, 2009), 666. 14 Nick Bostrom y Eliezer Yudkowsky, “The Ethics of Artificial Intelligence”, en Cambridge Handbook of Artificial Intelligence, ed. Keith Frankish y William M. Ramsey (Cambridge: Cambridge University Press, 2014), 318. 15 Comunicación privada (2019). Usado con permiso. 16 Comunicación privada (2018) hecha por el autor de un artículo presentado en el simposio Inteligencia artificial y la mente humana (Yale University, 1986). Usado con permiso. Aquí aparece un interesante informe sobre la conferencia: www.aaai.org/ojs/index.php/aimagazine/article/view/601. 17 Comunicación privada (2019). Usado con permiso. Capítulo 2 Primera gran pregunta: ¿De dónde venimos? El profesor Edmond Kirsch, personaje ficticio de la novela Origen de Dan Brown, recupera el famoso experimento que los químicos Stanley Miller y Harold Urey realizaron en 1953 y que les valió el Premio Nobel. Mezclaron en un tubo de ensayo varias sustancias químicas como hidrógeno, metano y amoníaco, que según se cree existían en la atmósfera de la tierra primitiva, y le aplicaron una chispa eléctrica. Cuando la mezcla química se asentó, encontraron en ella algunos de los aminoácidos que a menudo se denominan los componentes básicos de la vida. Durante un tiempo, su trabajo fue aclamado como una solución científica al problema del origen de la vida, pero con el paso del tiempo se vio que el experimento no era la solución, ya que solo produjo algunos de los aminoácidos necesarios. Sin embargo, los tubos de ensayo utilizados en el experimento se conservaron, y cincuenta años después un equipo de investigadores analizó el material remanente. Seis autores publicaron los resultados en la edición de octubre de Science (2008) en un artículo titulado “The Miller Volcanic Spark Discharge Experiment” (El experimento Miller de descarga de chispa volcánica). Hay que señalar que Dan Brown tiene razón cuando dice que no es ficción, sino una publicación científica real. Aquí está el resumen de dicho artículo: Para los experimentos realizados en la década de 1950, además de los sistemas conocidos en los libros de texto, Miller utilizó uno que generaba vapor de agua caliente en el matraz, simulando una erupción volcánica rica en vapor de agua. En el material de Miller hemos encontrado los extractos originales de aquel experimento y los hemos vuelto a analizar. El sistema volcánico produjo una mayor variedad de aminoácidos que el sistema clásico. En la tierra primitiva, la liberación de gases reducidos en erupciones volcánicas acompañadas de rayos podría haber sido algo común. Los compuestos prebióticos sintetizados en esos ambientes podrían haberse acumulado localmente, pudiendo haber sufrido una transformación posterior.¹ Esta investigación es el detonante de la idea que Dan Brown desarrolla en su novela. El experimento Miller-Urey fue una simulación realizada en el laboratorio mucho antes de la llegada de la modelización computacional. Lo que hace el personaje experto en IA de Brown es establecer un modelo matemático del experimento Miller-Urey, teniendo en cuenta la nueva información de 2008 y prestando mucha más atención a las interacciones detalladas de las sustancias químicas hasta el nivel molecular, asegurando así una enorme cantidad de datos listos para ser procesados por los sistemas de IA. Ejecuta el experimento en realidad virtual. Al principio falla hasta que lo ajusta para tener en cuenta la entropía, que es la tendencia de todo en el universo hacia el equilibrio —tu taza de café esparce su calor en el entorno y se enfría, pero nunca se volverá a calentar—. Al final —¡oh, milagro!— la repetición produce la doble hélice del ADN. Se genera vida por procesos naturales, sin intervención sobrenatural. El problema queda resuelto. Bueno, en la novela sí se resuelve, y de una forma tan intrigante que atrapará a muchos lectores, pero la cuestión del origen de la vida es un tema de tal importancia que debemos investigar en profundidad para separar la realidad de la ficción. En primer lugar, porque en la novela (y a menudo en la vida real) no tenemos ciencia pura y dura, sino a un científico cuya ciencia está influenciada por su cosmovisión: en el caso de Kirsch, el ateísmo. Lo expresa diciendo: “La era de la religión está llegando a su fin y la de la ciencia acaba de comenzar”.² Visión que, como no es de sorprender, coincide con la de Dan Brown. Lo primero que preocupa de todo este supuesto uso de ciencia reciente es que el autor principal del artículo de 2008 en el que Brown basa su argumento, Jeremy England del MIT, que sí es un científico real, ni comparte la cosmovisión de Brown ni aprueba el uso que Brown hace de su investigación. Dejaremos que el profesor England hable por sí mismo. Esto es lo que dijo sobre el libro de Dan Brown al Wall Street Journal en octubre de 2017 (su primera frase ya resume lo que piensa): El libro no contiene ciencia real así que no hay nada de lo que discutir […] Soy científico, pero también estudio y vivo según la Biblia hebrea. Para mí, la idea de que la física puede probar que el Dios de Abraham no es el creador y gobernante del mundo refleja un serio problema de comprensión: tanto del método científico como de la función del texto bíblico.³ England continúa diciendo que la ciencia no es capaz de refutar una matriz explicativa que entiende lo que encontramos en la naturaleza como la confirmación de la actividad de un creador. Por tanto, la novela de Dan Brown es, desde una perspectiva científica, defectuosa desde el principio por citar la investigación científica de alguien para justificar exactamente lo contrario de lo que el propio científico piensa que significa. Algunos argumentarán que se trata de una novela; es ficción, y por lo tanto Brown tiene la libertad de hacer lo que quiera. Tal vez, pero el peligro es que, como Brown dice que está motivado por una pregunta filosófica seria, muchas personas pueden creer lo que dice pensando que sus conclusiones están en sintonía con la ciencia. No solo eso, sino que la afirmación de que la simulación de Kirsch produjo ADN virtual, y por lo tanto resolvió el problema del origen de la vida, es pura ciencia ficción. Desde la perspectiva de la ciencia real, no es ni remotamente probable. James Tour, uno de los expertos mundiales en la química del origen de la vida —de hecho, uno de los científicos más influyentes en la actualidad— y profesor de química, nanotecnología y ciencias informáticas en Rice University, Houston, no tiene duda de que la química invalida las afirmaciones de Brown: La vida no debería existir. Esto lo sabemos por la química. En contraste con la ubicuidad de la vida en la tierra, la falta de vida de otros planetas tiene mucho más sentido, químicamente hablando [...] Consideremos el siguiente experimento mental. Supongamos que todas las moléculas que podrían ser necesarias para construir una célula están disponibles en las purezas químicas y estereoquímicas requeridas. Supongamos que podemos separar esas moléculas y llevarlas a un laboratorio bien equipado. Supongamos también que tenemos acceso inmediato a los millones de artículos sobre química y bioquímica. ¿Cómo podríamos construir una célula? No basta con tener a mano las sustancias químicas. La relación entre los nucleótidos y todo lo demás debe especificarse y, para ello, la codificación de la información es esencial. El ADN y el ARN son los principales portadores de información de la célula. Independientemente del medio que la vida adoptara al principio de todo, su información tuvo que venir de alguna parte. De por sí, una cadena de nucleótidos no codifica nada. Supongamos que el ADN y el ARN están disponibles en cualquier secuencia que deseemos.⁴ Cabe señalar que James Tour concede a Edmond Kirsch su ADN (virtual) como hipótesis, aunque eso conlleva el serio problema del origen del contenido informativo del ADN, pues no hay evidencias de que se puede obtener de la química mediante procesos mecánicos no guiados. Además de este inmenso problema, la detallada investigación química de Tour contradice las afirmaciones de Kirsch: “Nosotros, los químicos sintéticos, deberíamos afirmar lo obvio. La aparición de la vida en la tierra es un misterio. Estamos muy lejos de resolver este problema. Las propuestas ofrecidas hasta ahora para explicar el origen de la vida no son para nada satisfactorias científicamente hablando”.⁵ Ese es el veredicto de la ciencia. El veredicto erróneo de Kirsch surge de su filosofía atea. La ciencia no lo respalda. También, otro elemento que tira por tierra su tesis es su falsa creencia de que las leyes de la naturaleza pueden producir vida. No es el único que piensa así. Otro que también malinterpretó las leyes de la naturaleza fue el conocido físico Paul Davies, quien dijo: “No hace falta recurrir a algo sobrenatural para hablar de los orígenes del universo o de la vida. Nunca me ha gustado la idea de la intervención divina. Para mí es mucho más inspirador creer que un conjunto de leyes matemáticas puede ser tan inteligente como para crear todas estas cosas”. Sin embargo, en el mundo en el que vivimos la mayoría de nosotros, la simple ley de la aritmética, 1 + 1 = 2, nunca creó nada por sí misma. Desde luego, no ha puesto dinero en mi cuenta bancaria. Si pongo 1000 libras en el banco, y más tarde otras 1000 libras, las leyes de la aritmética explicarán racionalmente cómo es que ahora tengo 2000 libras en el banco. Pero si nunca meto dinero en el banco y simplemente espero que las leyes de la aritmética hagan que aparezca dinero en mi cuenta, siempre estaré en bancarrota. C. S. Lewis comprendió esta cuestión con la claridad que le caracteriza. De los acontecimientos concretos que constituyen la historia, escribe: “Pensar que las leyes pueden producirlos es como pensar que puedes crear dinero contante y sonante a fuerza de hacer sumas”.⁷ El mundo del naturalismo estricto, en el que las leyes matemáticas inteligentes crean por sí solas el universo y la vida, es pura (ciencia) ficción. Las teorías y las leyes no crean la materia/energía. La visión de que, de algún modo, sí tienen esa capacidad parece una huida un tanto desesperada frente a la posibilidad racional de que exista un creador. Está claro que Davies, Kirsch y Brown no son conscientes de que las leyes de la naturaleza realmente no nos explican el mundo. Lo que hacen es describir sus regularidades. No solo eso, sino que las leyes de la naturaleza ni siquiera causan nada, y por lo tanto no crean nada. Un segundo de reflexión es suficiente para entender que las leyes del movimiento de Newton nunca han movido una bola de billar, y mucho menos la han creado. Las leyes describen el movimiento una vez que la bola está ahí y ha sido puesta en movimiento por alguien que le ha dado con un taco de billar. El genio de la IA de Origen, Kirsch, claramente no lo entiende. Sin embargo, incluso si ignoramos este punto (vital), nos enfrentamos a otra cuestión que, para mérito suyo, Brown pone en boca de su conocido héroe, el profesor de simbología de Harvard, Robert Langdon. Brown escribe: “El descubrimiento de Edmond era fascinante y claramente incendiario, pero en opinión de Langdon planteaba una pregunta acuciante que para su sorpresa nadie se estaba formulando: ‘Si las leyes de la física son tan poderosas que pueden crear vida... ¿quién creó las leyes?’”. La narración continúa: “Evidentemente, la pregunta daba pie a una galería interminable de espejos y conducía a un argumento circular”.⁸ ¿Pero es así? Presumiblemente Brown quiere decir que si preguntamos quién creó las leyes, entonces lógicamente tendremos que preguntar quién creó a ese creador, y así sucesivamente. Richard Dawkins incluye esto en El espejismo de Dios como un argumento en contra la existencia de un Dios creador. Sin embargo, no es así; ya que si nos preguntamos quién creó al creador, estamos asumiendo que el creador fue creado. Pero según la cosmovisión bíblica, el creador —Dios— no ha sido creado, sino que es eterno. Por lo tanto, ¡la pregunta temporal que asume que algo anterior a Dios creó a Dios no se le puede aplicar a él! Sin embargo, sí se puede aplicar a las cosas que no son eternas, así que le pregunté a Dawkins: “Tú crees que el universo te creó. ¿Quién, entonces, creó a tu creador?”. He esperado más de una década y todavía no me ha respondido. Estoy tentado a pensar que ha caído en su propia trampa. Porque aquí no hay una “una galería interminable de espejos”, ni ese razonamiento nos conduce “a un argumento circular”. No, la pregunta de dónde vienen las leyes ha sido planteada y respondida de forma perfectamente inteligible por los más grandes científicos: hombres como Galileo, Kepler, Newton y Clerk Maxwell, quienes, como James Tour y Jeremy England, creen en Dios. Concluyen que las leyes provinieron de Dios, y esa convicción inspiró su ciencia. C. S. Lewis, resumiendo el trabajo del eminente filósofo e historiador de la ciencia Sir Alfred North Whitehead, lo expresó de la siguiente manera: “Los hombres se hicieron científicos porque esperaban encontrar leyes en la naturaleza, y esperaban encontrar leyes en la naturaleza porque creían en un Legislador”. Lejos de obstaculizar el surgimiento de la ciencia moderna, la fe en Dios fue el motor que la impulsó. Es triste, por tanto, que mucha gente piense que Brown ha demostrado que la ciencia ha enterrado a Dios, no solo por su falta de rigurosidad científica, sino sobre todo porque sus lectores llegan a esa conclusión arrastrados por la intensidad emocional de una novela de suspense. ¿Cómo va a estar equivocado, si hace que la ciencia sea tan emocionante? Más adelante en el libro descubrimos que Kirsch había soñado no tanto con abolir la religión, sino con “crear una religión nueva: una creencia universal que fuera capaz de unir a las personas, en lugar de dividirlas. Quería persuadir a la gente de que es preciso reverenciar al universo natural y a las leyes de la física creadoras de la vida. De ese modo, todas las culturas compartirían el mismo relato de la Creación, en lugar de ir a la guerra para decidir cuál de sus antiguos mitos es el más exacto”.¹ Esta idea no es nueva. Por ejemplo, la idea de la “ciencia como religión” fue promovida por el ateo T. H. Huxley, cuyo deseo era convertir las iglesias en templos de la diosa Sofía (sabiduría), donde los científicos serían los sacerdotes. Pero una religión basada en la noción completamente falsa de que las leyes de la naturaleza nos crearon a nosotros y al universo no tiene ningún futuro. Más recientemente, el darwinismo (o una versión del mismo) parece funcionar como una religión. Así lo explica el filósofo de la biología Michael Ruse en su libro Darwinism as Religion [Darwinismo como religión].¹¹ Aún se puede decir mucho más. El difunto Stephen Hawking dejó una puerta abierta a la existencia de Dios en el último párrafo de su aclamado libro Breve historia del tiempo, aunque la cerró unos años más tarde en su otro éxito de ventas El gran diseño, en el que claramente reafirmaba su ateísmo. Tengo la impresión de que Origen de Dan Brown deja más que una puerta abierta a la existencia de Dios, presumiblemente de forma deliberada, ya que su héroe Robert Langdon no quiere aceptar la tesis de Edmond Kirsch de forma acrítica. Las razones que da son importantes y salen a la luz cuando Ambra Vidal, la inteligente directora del Museo Guggenheim, le pregunta a Langdon sobre Dios. La respuesta de Langdon es que “para mí, la cuestión de Dios reside en comprender la diferencia entre códigos y pautas […] En la naturaleza vemos pautas por todas partes [...] los códigos no aparecen espontáneamente [...] Los códigos son creaciones deliberadas de una inteligencia consciente”.¹² Entonces ella menciona el ADN, que es un magnífico ejemplo de codificación química porque la molécula de ADN es una “palabra” en un “alfabeto” químico de cuatro “letras”. Con 3400 millones de letras, es la palabra más larga que se ha descubierto. A continuación, Langdon confirma lo que muchos de nosotros (incluido el autor) pensamos desde hace tiempo: que eso es una clara evidencia de una firma divina. Como matemático, me sorprendió —dada la tesis general de Brown— y me alegró leer la conclusión de Langdon: “Cuando considero la precisión de las matemáticas, la fiabilidad de la física y la simetría del cosmos, no siento que esté observando la frialdad de la ciencia, sino la huella de un ser viviente…, la sombra de una fuerza muy grande, que está fuera de nuestro alcance”.¹³ Donald Knuth, uno de los padres de la computación y cristiano, dijo: “Creo que las personas que programan tienen la posibilidad de comprender un poco más de la naturaleza de Dios [...] porque crear un programa a menudo significa que tienes que crear un pequeño universo”.¹⁴ El propio ADN que Kirsch afirma haber “descubierto” en su simulación de IA es un código y no simplemente un patrón. Contiene información, así que no puede haber surgido por procesos naturales no guiados como dice Kirsch. El código genético es solo una paradoja para aquellos que asumen que el ADN surgió por procesos naturales no guiados. La sugerencia de que el ADN fue creado por una inteligencia es peligrosa solo para el ateísmo, no para la ciencia. La reacción de Langdon en la novela se hace eco de la reacción del eminente filósofo Antony Flew, que fue ateo por muchos años, pero finalmente abandonó su ateísmo y llegó a reconocer la existencia de Dios. Como motivo de su conversión dijo que la investigación de los biólogos sobre el ADN “ha demostrado, a la luz de la casi increíble complejidad de los ajustes imprescindibles para producir [vida], que debió intervenir una inteligencia”. Y añadió: “Durante toda mi vida me he guiado por el principio del Sócrates de Platón: ‘Sigue la evidencia dondequiera que esta te conduzca’”. Alguien le preguntó: “¿Y si tu creencia disgusta a algunas personas?”. “Pues lo siento por ellas”, dijo Flew.¹⁵ Ciertamente, los hechos de que se pueda hacer ciencia, que el universo sea matemáticamente inteligible en un grado impresionante y que existan macromoléculas portadoras de información como el ADN son totalmente consistentes con la validez de la afirmación bíblica: “En el principio ya existía el Verbo [...] y el Verbo era Dios [...] Todas las cosas fueron creadas por medio de él” (Juan 1:1, 3). De hecho, no solo son consistentes con la afirmación bíblica, sino que apuntan a ella. Es perfectamente racional decir, como hizo Francis Collins cuando anunció la finalización del Proyecto Genoma Humano que él mismo dirigía, que el ADN es “el lenguaje de Dios”.¹ Entonces, ¿qué debemos hacer con el libro de Dan Brown y con el propio Dan Brown? El autor afirma que ha perdido su fe cristiana y que se está acercando al ateísmo, aunque dice que no ha dado el paso final. Al igual que su personaje Edmond Kirsch, cree que las leyes de la naturaleza pueden explicar la vida. Dice que sus puntos de vista son contradictorios. Y el libro lo confirma. A veces, parece apoyar el ateísmo; pero hacia el final, da credibilidad a la idea de que detrás del universo hay un Dios diseñador e inteligente. Otras veces, el libro parece aprobar la destrucción de la religión por parte de la ciencia. Sin embargo, de nuevo al final, hay una sección fascinante donde Langdon habla con un sacerdote del verso de William Blake que Kirsch usa como contraseña de su ordenador, cuya búsqueda juega un papel importante en la línea argumental del libro: “Mueren las oscuras religiones & reina la dulce ciencia”.¹⁷ Langdon sugiere al sacerdote que esto podría significar que la ciencia destruye las religiones oscuras y malas, pero no las ilustradas. Hay algo de cierto en ello. La ciencia se ha deshecho de las religiones del “Dios tapagujeros” que se interponían en el camino del avance de la ciencia, como por ejemplo la de los antiguos griegos, pero la ciencia desde luego no se ha deshecho del Dios creador y sustentador del universo revelado en la tradición judeocristiana, cuya creación inteligente fue la que inspiró a los pioneros de la ciencia.¹⁸ 1 Adam Paul Johnson et al., “The Miller Volcanic Spark Discharge Experiment”, Science 322 (5900): 404 (noviembre de 2008), www.ncbi.nlm.nih.gov/pubmed/18927386. 2 Dan Brown, Origen (Editorial Planeta, 2017), 124. 3 Jeremy England, “Dan Brown Can’t Cite Me to Disprove God”, Wall Street Journal, 12 de octubre de 2017, www.wsj.com/articles/dan-brown-cant-cite-meto-disprove-god-1507847369. 4 James Tour, “An Open Letter to My Colleagues”, Inference: International Review of Science 3, núm. 2, agosto de 2017, https://inferencereview.com/article/an-open-letter-to-my-colleagues. 5 Tour, “Open Letter”; véase también James Tour, “Animadversions of a Synthetic Chemist”, Inference: International Review of Science 2, núm. 2 (mayo de 2016), https://inference-review.com/article/animadversions-of-a-syntheticchemist. 6 Citado por Clive Cookson, “Scientists Who Glimpsed God”, Financial Times, 29 de abril de 1995, 20. 7 C. S. Lewis, Los milagros (HarperCollins, 2006), 96. 8 Brown, Origen (Editorial Planeta, 2017), 583−584. 9 C. S. Lewis, Los milagros (HarperCollins, 2006), 168. 10 Brown, Origen (Editorial Planeta, 2017), 584. 11 Michael Ruse, Darwinism as Religion (Oxford: Oxford University Press, 2016). 12 Brown, Origen (Editorial Planeta, 2017), 604. 13 Brown, Origen (Editorial Planeta, 2017), 605. 14 Donald Knuth, Things a Computer Scientist Rarely Talks About (Stanford, CA: CSLI Publications, 2001), 168. 15 “There Is a God, Leading Atheist Concludes: Philosopher Says Scientific Evidence Changed His Mind”, Associated Press, 9 de diciembre de 2004, www.nbcnews.com/id/6688917/ns/world_news/t/there-god-leading-atheistconcludes; véase Antony Flew, Dios existe (Editorial Trotta, 2012). Para más información, véase Stephen Meyer, Signature in the Cell (New York: HarperOne, 2009) y mi libro God’s Undertaker: Has Science Buried God? (Oxford: Lion, 2009), 135−162. [Traducido al español como ¿Ha enterrado la ciencia a Dios?, Ediciones Rialp, 2019]. 16 Francis Collins, “Why This Scientist Believes in God”, CNN Commentary, 6 de abril de 2006, www.cnn.com/2007/US/04/03/collins.commentary/index.html; véase Francis Collins, ¿Cómo habla Dios? (Editorial Ariel, 2016). 17 William Blake, The Four Zoas: Night the Ninth, en The Complete Poetry and Prose of William Blake, ed. David Erdman (Berkeley: University of California Press, 1981), 407. 18 Véase mi libro ¿Ha enterrado la ciencia a Dios? (Ediciones Rialp, 2019). Capítulo 3 Segunda gran pregunta: ¿Hacia dónde vamos? Es difícil hacer predicciones, especialmente sobre el futuro. Yogi Berra La supuesta solución de Dan Brown para nuestra primera gran pregunta utiliza modelos matemáticos y un sistema de IA que trabaja con una inmensa base de datos para hacer predicciones sobre la evolución de una mezcla de sustancias químicas realizada en el pasado. Por tanto, no es difícil adivinar cómo abordará la segunda gran pregunta. Esta vez, Brown aplica una metodología similar para extrapolar una simulación de la evolución humana en el futuro. El resultado que se revela al final del libro (advertencia de spoiler) es que su sistema de IA, que trabaja con otra inmensa base de datos que consiste, principalmente, en información obtenida del pasado sobre fragmentos de huesos y entornos cambiantes a lo largo del tiempo, muestra el futuro desarrollo de una nueva especie. Más que especie, en una taxonomía más exacta deberíamos decir un nuevo reino, que, en lugar de provenir como es habitual de una especie existente, es una fusión de dos “especies”, los humanos y la IA. El autor llama a este nuevo reino “Technium”. Es una especie inanimada —con ello quiere decir, presumiblemente, una especie no biológica— aunque eso es difícil de armonizar con su idea de que es una fusión de la vida biológica humana con la tecnología. Su pronóstico vaticina que acabará sustituyendo a la raza humana en 2050, ¡y que lo hará por absorción! Uno se ve tentado a pensar que eso no es más que ciencia ficción entretenida. De hecho, lo más probable es que sea así, pero es importante observar que no todo el mundo está dispuesto a decir que es ciencia ficción. Al parecer, no es casualidad que el nombre de Kirsch empiece con K, ya que parece estar inspirado en Ray Kurzweil, prolífico inventor y director de ingeniería de Google. Kurzweil es el autor de La Singularidad está cerca, un libro que explica su creencia de que en un futuro cercano, posiblemente en tan solo treinta años, los robots de IA superarán a los humanos en inteligencia y capacidades: “La parte no biológica de nuestra inteligencia será la que predomine”.¹ Nick Bostrom, del Instituto para el Futuro de la Humanidad de Oxford, en su libro Superinteligencia llama a este acontecimiento la “explosión de inteligencia”.² En la misma línea, Ray Kurzweil dice: “El siglo XXI será diferente. La especie humana, junto con la tecnología computacional que ha creado, será capaz de resolver problemas ancestrales [...] y estará en condiciones de cambiar la naturaleza de la mortalidad en un futuro posbiológico”.³ Esta es la visión de la IAG, la inteligencia artificial general. La idea principal se remonta a una célebre cita de un artículo escrito en 1965 por el estadístico I. J. Good titulado “Speculations Concerning the First Ultraintelligent Machine” [Especulaciones sobre la primera máquina ultrainteligente]: Definamos una máquina ultrainteligente como una máquina que puede superar con creces todas las actividades intelectuales de cualquier hombre por muy inteligente que sea. Dado que el diseño de máquinas es una de esas actividades intelectuales, una máquina ultrainteligente podría diseñar máquinas aún mejores; entonces, sin duda alguna, se produciría una “explosión de inteligencia”, y la inteligencia del hombre quedaría muy atrás. Por tanto, la primera máquina ultrainteligente es el último invento que el hombre tendrá que inventar.⁴ Nótese que bajo este escenario hemos dejado muy atrás el concepto de evolución darwiniana no dirigida. Los vertiginosos avances en el ámbito de la tecnología, los robots y la IA se han dado gracias al diseño inteligente humano. Por tanto, lo que Kurzweil predice implica artefactos diseñados por humanos, en el sentido de que los humanos han puesto todo en marcha hasta que, en algunos escenarios, esos artefactos posean más que inteligencia humana y tomen las riendas de su propio desarrollo. El experto en IA de Dan Brown, Kirsch, señala que, como todos sabemos en cierta medida, ya hemos empezado a fusionarnos con nuestra propia tecnología: llevamos gafas de realidad virtual, vamos a todas partes con nuestros teléfonos móviles, tenemos todo tipo de auriculares de alta calidad, y estamos empezando a incrustar chips informáticos en nuestros cerebros, por ejemplo, para curar la sordera. También estamos construyendo prótesis cada vez más sofisticadas, creando partes del cuerpo en el laboratorio, jugando con nuestras estructuras genéticas y explorando las posibilidades y el potencial para la mejora genética. La gran conclusión de Kirsch es: “Nuevas tecnologías, como la cibernética, la inteligencia sintética, la criónica, la ingeniería molecular y la realidad virtual alterará para siempre lo que significa ser humano. Sé perfectamente que muchos de ustedes, como Homo sapiens, se consideran la especie elegida de Dios, y comprendo que esta noticia puede parecerles el fin del mundo. Pero les ruego que confíen en mí: el futuro será mucho más radiante de lo que imaginan”.⁵ Nos encontramos ya en el terreno de la IAG (inteligencia artificial general) o la IA fuerte, términos que denotan los intentos de construir una máquina que pueda simular una inteligencia igual o mayor que la de un ser humano; en definitiva, una superinteligencia. Paralelamente está la búsqueda de mejorar a los seres humanos o lo que se ha llamado el proyecto transhumanista. Nick Bostrom explica que el transhumanismo es “el movimiento intelectual y cultural que afirma la posibilidad o deseabilidad de mejorar fundamentalmente la condición humana a través de la razón aplicada, especialmente desarrollando y ofreciendo fácil acceso a tecnologías para eliminar el envejecimiento y para mejorar en gran medida las capacidades intelectuales, físicas y psicológicas del ser humano”. Muchas personas (incluido Bostrom) creen que la palabra transhumanismo nació con el ateo Julian Huxley (1887–1975): “‘Creo en el transhumanismo’: una vez que haya suficientes personas que puedan decir eso, la especie humana estará en el umbral de un nuevo tipo de existencia, una existencia tan diferente de la nuestra como la nuestra lo es de la del hombre de Pekín. La especie humana por fin estará cumpliendo de forma consciente con su verdadero destino”.⁷ Pero Huxley no fue el primero. El origen de la palabra transhumano no es secular. Históricamente, el primero en utilizarla no fue un científico hablando de ciencia, sino Henry Francis Cary en su traducción de 1814 del Paraíso de Dante para referirse a la resurrección del cuerpo. Aparece en un fragmento en el que Dante trata de imaginar la resurrección de su propio cuerpo: “No hay palabras para describir ese cambio transhumano”.⁸ Las ideas contemporáneas en torno al transhumanismo incluyen la emulación de todo el cerebro, los cíborgs (= organismos cibernéticos) y, con la esperanza de que la prolongación de la vida se haga realidad algún día, hay quienes han pagado por la congelación de sus cuerpos y/o cerebros (criogenia). Ya hemos mencionado a Sir Martin Rees. El contexto de la frase que citamos anteriormente es el siguiente: Hemos de estar al tanto de un tipo de cambio sin precedentes que puede surgir en cuestión de pocas décadas. Los propios seres humanos (su mentalidad y su físico) pueden hacerse maleables mediante el despliegue de modificación genética y tecnologías cíborg. Esto es un cambio de las reglas del juego. Cuando admiramos la literatura y los artefactos que han sobrevivido de la Antigüedad, sentimos una afinidad, a través de una brecha temporal de miles de años, con aquellos artistas antiguos y sus civilizaciones. Pero podemos tener una confianza nula en que las inteligencias dominantes dentro de algunos siglos dispongan de alguna resonancia emocional con nosotros, aunque puedan lograr una comprensión algorítmica de cómo nos comportábamos. Este tipo de predicción transhumanista provoca en algunas personas cierta ansiedad —incluso cierta alarma orwelliana— ante la posibilidad de que los robots, quizás antes de lo que nos imaginamos, se vuelvan más inteligentes que los humanos, nos roben nuestros trabajos y, lo que es peor, acaben rebelándose contra nosotros y destruyéndonos como seres inferiores sin valor alguno: como en 1984 pero con mayor fuerza. Por ejemplo, Elon Musk cree que la IA está “invocando al demonio”.¹ En 2015, junto a más de 8000 personas, entre ellas Stephen Hawking y Noam Chomsky, Musk firmó una carta abierta que advertía de los “peligros” potenciales del desarrollo de la IA. En conexión con esta carta abierta, el artículo “Research Priorities for Robust and Beneficial Artificial Intelligence” [Prioridades de investigación para una inteligencia artificial robusta y beneficiosa] de Stuart Russell, Daniel Dewey y Max Tegmark concluye: En resumen, el éxito en la búsqueda de la inteligencia artificial tiene el potencial de aportar beneficios sin precedentes para la humanidad y, por tanto, vale la pena investigar cómo maximizar dichos beneficios y al mismo tiempo evitar los peligros potenciales. La agenda de investigación esbozada en este artículo, y las preocupaciones que lo motivan, han sido calificadas de anti-IA, pero nosotros nos oponemos enérgicamente a esa categorización. Es evidente que las crecientes capacidades de la IA implican un mayor potencial de impacto en la sociedad humana. Los investigadores de la IA tienen el deber de garantizar que el impacto futuro sea beneficioso. Creemos que es posible y esperamos que esta agenda de investigación ofrezca un planteamiento útil en la dirección correcta.¹¹ En su libro Breves respuestas a las grandes preguntas, publicado de forma póstuma, Hawking vuelve a mencionar su preocupación: Mientras que las formas primitivas de inteligencia artificial desarrolladas hasta ahora han demostrado ser muy útiles, temo las consecuencias de crear algo que pueda igualar o superar a los humanos. […] Los humanos, que estamos limitados por la lenta evolución biológica, no podríamos competir con ella y seríamos superados. Y en el futuro, la inteligencia artificial podría desarrollar una voluntad propia, en conflicto con la nuestra. […] El riesgo real de la IA no es la maldad sino la competencia. Una IA superinteligente será extremadamente buena en el logro de sus objetivos, y si esos objetivos no van en la dirección de los nuestros tendremos problemas.¹² Ecos de George Orwell. Otros son menos cautelosos y opinan que todos estos avances deben ser bienvenidos puesto que ya han aportado claros beneficios y seguirán haciéndolo a una velocidad cada vez mayor, construyendo así un mundo mucho mejor para todos. Entre ellos están Bill Gates y Mark Zuckerberg. Sin embargo, algunos neurocientíficos son muy escépticos. Jean Mariani, que dirige un instituto que investiga la longevidad, y Danièle Tritsch, antigua codirectora de un laboratorio de investigación neurocientífica, escriben: Seamos sinceros, todo esto es pura fantasía. [...] El envejecimiento es inevitable, aunque haya buenas razones para pensar que irá acompañado de mejor salud. […] Si bien los avances de los últimos 50 años han permitido conocer mucho mejor el cerebro, su impacto terapéutico ha sido escaso. Todas las predicciones pregonadas por los transhumanistas son, en el mejor de los casos, falsas. [...] Muchos han sugerido que la inteligencia humana pronto será superada por la inteligencia artificial. Pero ese temor revela una profunda incomprensión de qué es realmente la inteligencia humana.¹³ Las opiniones, por tanto, están muy divididas. En cualquier caso, debemos preguntarnos qué significan esos avances para nuestra comprensión de quiénes somos y en qué podríamos convertirnos. En este sentido, como ya se ha indicado, la búsqueda de la IAG debe distinguirse de la búsqueda paralela de mejorar a los seres humanos, aunque inevitablemente se acaban superponiendo en algún punto. Podríamos decir que uno de los objetivos de la IAG es separar la vida de la biología y crear vida artificial basada en algún otro sustrato, probablemente el silicio. Por otro lado, mejorar a los humanos significa partir de la vida humana tal y como es ahora y mejorarla, modificarla, reforzarla con tecnología implantada (tecnologías que pueden incluir IAG) de modo que obtengamos un ente superinteligente como Technium o el Homo deus. Hay que señalar que, en el escenario ficticio de Dan Brown, se utilizó un sistema de IA débil (o IA estrecha) para predecir la fusión de los humanos con la tecnología, pero la IA no efectuó la mejora. Su genio de la IA no tenía medios para hacerlo. De hecho, tampoco hay evidencias claras de que nadie más los tenga o los vaya a tener en el futuro. De paso, debemos señalar que la terminología en esta área puede ser algo fluida, por lo que algunos prefieren el término Inteligencia Aumentada en lugar de Inteligencia Artificial. También es útil diferenciar entre los distintos objetivos y preguntarse primero: ¿cuáles son nuestros materiales de partida? Cuando la gente habla de crear vida artificial, generalmente se refiere a crear desde cero a partir de materiales inorgánicos como el acero, el vidrio, el cobre o el silicio. Después de todo, el ser humano puede crear vida humana en cierto sentido mediante la fecundación in vitro, pero en ese caso se parte de células vivas que son en sí mismas vida real y no vida artificial. Mejorar a la humanidad significa partir de la vida humana y modificarla orgánicamente y/o añadiéndole tecnología para que el producto final sea un híbrido y, por tanto, solo parcialmente artificial. En resumen: en opinión de algunas personas, la IAG es lo que la inteligencia humana podría llegar a hacer para crear vida artificial y, posiblemente, consciencia; la mejora de la humanidad es lo que se le puede hacer a la vida biológica humana para mejorarla. Ambas tienen el objetivo de crear una superinteligencia sobrehumana. Otra cuestión es si lo conseguirán o no. Estos escenarios plantean varias preguntas obvias. ¿Qué significa ser humano? ¿En qué sentido la tecnología cambiará lo que significa ser humano? ¿Cuáles son las normas éticas que deberían aplicarse a los desarrollos de la IA? ¿El término “derechos” es una categoría pertinente cuando se aplica a la IAG? ¿Cómo afectarán los avances tecnológicos a la forma en que las personas, creyentes o no, vean a Dios? ¿Es el futuro realmente “mucho más radiante de lo que imaginas”? 1 Ray Kurzweil, La Singularidad está cerca (Editorial Loka Books, 2012), 226. 2 Nick Bostrom, Superinteligencia: Caminos, peligros, estrategias (Teell Editorial, 2016), 62. 3 Citado en Meghan O’Gieblyn, “God in the Machine: My Strange Journey into Transhumanism”, The Guardian, 18 de abril de 2017, www.theguardian.com/technology/2017/apr/18/god-in-the-machine-my-strangejourney-into-transhumanism. 4 I. J. Good, “Speculations Concerning the First Ultraintelligent Machine”, en Advances in Computers, vol. 6, ed. F. L. Alt y M. Rubinoff (New York: Academic Press, 1965), 33. Para más información sobre la importancia de la idea de la singularidad, véase David J. Chalmers, “The Singularity: A Philosophical Analysis”, Journal of Consciousness Studies 17:7–65 (2010), http://consc.net/papers/singularity.pdf. 5 Dan Brown, Origen (Editorial Planeta, 2017), 571. 6 Nick Bostrom, “The Transhumanist FAQ: A General Introduction” en Transhumanism and the Body: The World Religions Speak, ed. Calvin Mercer y Derek F. Maher (New York: Palgrave Macmillan, 2014), 1, www.nickbostrom.com/views/transhumanist.pdf. 7 Julian Huxley, New Bottles for New Wine (London: Chatto & Windus, 1957), 17. 8 Dante Alighieri, The Vision; or Hell, Purgatory, and Paradise, vol. 3 (London: Taylor and Hessey, 1819), 8. 9 Martin Rees, En el futuro (Editorial Crítica, 2019), 13–14. 10 Citado en Matt McFarland, “Elon Musk: ‘With Artificial Intelligence We Are Summoning the Demon’”, Washington Post, 24 de octubre de 2014. 11 Stuart Russell, Daniel Dewey y Max Tegmark, “Research Priorities for Robust and Beneficial Artificial Intelligence”, AI Magazine, invierno de 2015, https://futureoflife.org/data/documents/research_priorities.pdf 12 Stephen Hawking, Breves respuestas a las grandes preguntas (Editorial Crítica, 2018), 230, 231 y 233. 13 Jean Mariani y Danièle Tritsch, “Is Transhumanism a Sham?”, CNRS News, 9 de junio de 2018, https://news.cnrs.fr/opinions/is-transhumanism-a-sham. Capítulo 4 Inteligencia artificial débil: ¿El futuro es radiante? Las cuestiones planteadas al final del capítulo anterior son de interés general. Para abordarlas, tendremos que pensar detenidamente de qué tecnologías estamos hablando, cuáles son sus beneficios, si entrañan algún tipo de riesgos y si plantean problemas éticos. Como he advertido anteriormente, uno de los peligros de introducir escenarios futuristas y especulativos en los que los seres humanos se van fusionando con la tecnología es dar la impresión de que la IA solo tiene que ver con ideas especulativas y aterradoras cuya implementación está a la vuelta de la esquina. Eso no es así. Uno de los ganadores del Premio Turing 2018, Yann LeCun, científico jefe de IA en Facebook, dice: “Si somos capaces de utilizar nuevos métodos para crear una inteligencia de nivel humano, aún nos quedan probablemente 50 montañas que escalar, incluidas las que aún no podemos ver. Solo hemos escalado la primera montaña. Tal vez la segunda”.¹ Por lo tanto, debemos distinguir entre la realidad y la exageración, y volver a poner los pies en el suelo; es decir, debemos reflexionar un poco más sobre qué ha logrado realmente la IA débil. Vale la pena señalar que, históricamente, la IA ha tenido un camino accidentado. Cuando los investigadores acuñaron el término IA en 1956, imaginaron que el trabajo de un pequeño equipo durante aquel verano sería suficiente para demostrar que una máquina podía tener todas las características del aprendizaje y la inteligencia. Aquellas primeras expectativas fueron enormemente ingenuas, ya que, más de sesenta años después, su pregunta sigue sin respuesta. Durante un tiempo, la IA cayó en desgracia, pero debido a la disponibilidad de una potencia computacional muy mejorada, ahora está en auge. El Reino Unido tiene previsto invertir en la formación de 1000 doctores en IA con un fondo de 1300 millones de libras creado en 2018. Según Times Higher Education, entre 2011 y 2015 China publicó 41 000 artículos sobre IA, casi el doble que los Estados Unidos, con 25 500 publicaciones, y muy por delante del resto de países.² En 2018, el MIT anunció la mayor inversión en computación e IA por parte de una institución académica estadounidense: 1000 millones de dólares.³ Además, China está invirtiendo muchos miles de millones de dólares en investigación sobre IA, y otros países están siguiendo su ejemplo en una batalla por el dominio mundial.⁴ Por supuesto, la experiencia nos dice que la mayoría de los avances tecnológicos tienen ventajas y desventajas. Un cuchillo puede usarse para operar o como arma homicida; un coche puede servir para llevarte al trabajo o como vehículo de huida tras un crimen. Lo mismo ocurre con la IA. Hay muchos progresos positivos y valiosos, y hay algunos aspectos negativos y muy alarmantes que demandan una reflexión ética. He aquí algunas aportaciones de la IA realmente valiosas. Asistentes virtuales. Hemos visto que la IA es la capacidad de un sistema informático de utilizar algoritmos matemáticos para realizar una o varias tareas que normalmente requieren inteligencia humana; es la tecnología que permite a los asistentes virtuales como Alexa y Siri responder a nuestras preguntas, dar recomendaciones de restaurantes y entretenimiento, reservar viajes y vacaciones, controlar los dispositivos inteligentes de nuestros hogares y sugerirnos cosas que quizá nos gustaría comprar basándose en nuestras compras anteriores; una lista que se amplía cada día. De hecho, algunos asistentes virtuales están siendo “entrenados” en reconocimiento de voz avanzado para detectar en sus usuarios posibles tendencias a la autolesión o incluso tendencias suicidas. Científicos de la Universidad Brown están trabajando con el fabricante de juguetes Hasbro para desarrollar un gato robot de compañía que puede recordarles a sus dueños cuándo tomar la medicación y localizar sus gafas cuando se les caen. Medicina. La IA se está utilizando en el desarrollo de nuevos fármacos, en la automatización de tratamientos médicos, como por ejemplo las cirugías robóticas a distancia, y como ayuda para aumentar la eficacia de la prestación sanitaria. Esto es especialmente cierto en el campo de los diagnósticos. Se cree que, para finales de 2019, al menos la mitad de los principales sistemas sanitarios habrán adoptado alguna forma de IA. Antes de que los médicos puedan aprovechar el poder de la IA para identificar afecciones en imágenes como las radiografías, tienen que “enseñar” a los algoritmos qué deben buscar. Los ingenieros de la Facultad de Ingeniería y Ciencias Aplicadas de la Universidad de Toronto han diseñado un nuevo acercamiento utilizando el aprendizaje automático para crear radiografías generadas por ordenador para aumentar los conjuntos de entrenamiento de la IA. Compararon la precisión del conjunto de datos aumentados con la del conjunto de datos original cuando entraban en juego sus sistemas de IA y descubrieron que la precisión de la clasificación mejoraba en un 20 % en el caso de las enfermedades más comunes. En el caso de algunas enfermedades raras, la precisión mejoraba hasta un 40 %, y dado que las radiografías sintetizadas no son de personas reales, los investigadores de fuera del hospital pueden disponer de forma inmediata del conjunto de datos sin violar la privacidad. El investigador principal, el Dr. Shahrokh Valaee, dice: “Es emocionante porque hemos podido superar un obstáculo en la aplicación de la inteligencia artificial a la medicina al demostrar que estos conjuntos de datos aumentados ayudan a mejorar la precisión de la clasificación [...] El aprendizaje profundo solo funciona si el volumen de datos de entrenamiento es lo suficientemente grande y esta es una forma de garantizar que tenemos las redes neuronales que pueden clasificar imágenes con gran precisión”.⁵ Otro ejemplo de este tipo de desarrollo es un sistema de IA que puede detectar la retinopatía diabética, enfermedad que ocurre cuando la diabetes daña los vasos sanguíneos del tejido sensible a la luz situado en la parte posterior del ojo, y que puede llegar a causar ceguera. La IA de aprendizaje profundo igualó o superó a los expertos en la identificación y gradación de la gravedad de las afecciones. Lo interesante es que el software no estaba programado para reconocer en las imágenes características que pudieran indicar la enfermedad. Simplemente rastreó miles de ojos sanos y enfermos y descubrió por sí mismo cómo identificar la enfermedad. El número de aplicaciones potencialmente beneficiosas de sistemas como este parece ilimitado, y cada día aparecen aplicaciones nuevas. Científicos de la Universidad de Hong Kong han diseñado el primer sistema robótico de neurocirugía capaz de realizar una neurocirugía estereotáctica bilateral dentro de un escáner de resonancia magnética. Este es uno de los tratamientos para una variedad de trastornos del movimiento y neuropsiquiátricos, como la enfermedad de Parkinson, el temblor esencial y la depresión mayor. Se trata de una técnica que permite localizar targets de interés quirúrgico mediante un sistema de posicionamiento externo, técnica que se usa mucho en la biopsia cerebral, la ablación de tumores, la administración de fármacos y la estimulación cerebral profunda. La enfermedad de Parkinson es la segunda enfermedad más común del sistema nervioso después del Alzheimer y se prevé que en 2030 afectará a más de 8,7 millones de personas en todo el mundo. Por ello, cualquier mejora de esta cirugía beneficiará a una parte importante de la población. El Servicio Nacional de Salud del Reino Unido (NHS) espera ser un líder mundial en IA y aprendizaje automático dentro de cinco años: “Aprovechar el auge de la tecnología de IA ayudará a cumplir el objetivo del ‘Plan a largo plazo’ del NHS de hacer innecesarias hasta 30 millones de citas ambulatorias, ahorrando más de mil millones de libras esterlinas que pueden reinvertirse en la atención de primera línea, y ahorrando también a los pacientes desplazamientos innecesarios a los hospitales”.⁷ El director general del NHS de Inglaterra ha dicho: “Los centros de salud recibirán financiación para sustituir a médicos por máquinas, pues el NHS está incorporando la inteligencia artificial para mejorar los resultados en los pacientes y para ahorrar”.⁸ Sin embargo, incluso en el ámbito de la medicina podría haber un lado negativo. Por ejemplo, un informe sobre IA elaborado por la Academia de Facultades de Medicina del Reino Unido (Academy of Medical Royal Colleges) advierte que el aumento de las aplicaciones móviles de salud podría traer consigo una posible saturación de los servicios sanitarios a causa de los usuarios preocupados porque sus smartphones o aplicaciones les han dicho erróneamente que necesitan atención médica. No obstante, quiero terminar esta sección con una nota positiva mencionando a Rosalind Picard, a su equipo del MIT y a la empresa Empatica. Han creado el primer sistema de aprendizaje automático que puede reconocer las convulsiones mediante un reloj inteligente aprobado por la FDA (Administración de Medicamentos y Alimentos) y comercializado en Estados Unidos y la UE.¹ El reloj utiliza un algoritmo de IA que busca en tiempo real patrones de movimientos y cambios eléctricos en la piel del paciente que indiquen una posible convulsión. Cuando se detectan estos patrones, se alerta al usuario (dándole la oportunidad de cancelar la detección en caso de que esta sea falsa), y si no se cancela rápidamente, la IA pide ayuda. También puede informar sobre dónde está la persona que necesita ayuda. Puede realizar todo eso sin que el usuario tenga que hacer nada, salvo mantener cargados el reloj inteligente y el teléfono móvil. Es importante tener en cuenta que el tipo más peligroso de convulsiones deja a la persona inconsciente y que, por tanto, no puede pedir ayuda. El período de tiempo más peligroso es minutos después de que la convulsión parece haber terminado, porque la actividad en el cerebro puede cambiar y detener la respiración, que podría recuperarse si llega una persona para prestar los primeros auxilios. Este sistema de IA del reloj inteligente ya ha logrado salvar vidas y tiene el potencial de reducir significativamente el número de muertes por epilepsia (que actualmente se cobra más vidas al año que los incendios domésticos o el síndrome de muerte súbita del lactante). El laboratorio de computación afectiva de Picard en el MIT también ha estado desarrollando IA de aprendizaje automático para ayudar a las personas a detectar si están cayendo en depresión mucho antes de que necesiten un diagnóstico (para que puedan tomar medidas y no entrar en depresión).¹¹ Todos los ejemplos del artículo citado son de IA débil, orientados a prevenir la enfermedad; no “saben” nada, sino que se limitan a encontrar patrones y a asociarlos probabilísticamente con necesidades potenciales. Naturalmente, esta recopilación de datos plantea una cuestión ética: la posibilidad de que los datos médicos caigan en malas manos. Vehículos autónomos. Se está dedicando mucho esfuerzo de investigación para diseñar y desarrollar vehículos autónomos. El objetivo es hacer las carreteras más seguras mediante sistemas de IA que tomen decisiones más rápidas y mejores que las de los conductores humanos. Investigadores chinos de la Universidad de Tsinghua han conseguido combinar dos tipos de sistemas de IA —un sistema tradicional, que reconoce objetos y peligros, y otro basado en la biología que puede controlar el equilibrio y la voz— para construir una bicicleta sin conductor que responde a las instrucciones dadas por un ordenador.¹² Los vehículos autónomos plantean toda una serie de cuestiones éticas: por ejemplo, cómo programar el sistema para que el vehículo evite los accidentes contra personas y bienes, sobre todo si tiene que elegir entre chocar con personas o con objetos. Los sistemas han de tener valores incorporados y alguien debe decidir cuáles son esos valores. Esta cuestión es tan solo la punta del iceberg en la IA, ya que todo el mundo considera que la tecnología se está desarrollando mucho más rápido que la ética de la tecnología. Traducción automática. Desde niño me han interesado las lenguas y conseguí aprender suficiente alemán como para poder dar conferencias en ese idioma. Solía escribir las conferencias en alemán, dedicando tiempo a buscar las palabras que aún no formaban parte de mi vocabulario, por lo que todo el proceso me llevaba mucho tiempo. Ahora solo tengo que escribir la conferencia en inglés, introducirla en Google Translate, ¡y en pocos segundos tengo una traducción al alemán que puedo revisar rápidamente, hacer alguna que otra corrección y listo! Se trata de un avance extraordinariamente útil. Hay muchas variantes de esta tecnología: traducción automática del habla, oral-escrito, escrito-oral con o sin traducción. Publicidad. Empresas como Amazon, Alphabet (propietaria de Google) o las chinas Alibaba y Baidu utilizan la IA para la publicidad en internet para sugerirte artículos que quizá quieras comprar basándose en tu actividad online y en la actividad online de otras personas. Por ejemplo, ayer miré vuelos en internet, y hoy he recibido un mensaje que decía: “Hemos visto que estás pensando volar a X. ¿Por qué no reservar un vuelo ahora?”. Estos algoritmos de rastreo nos persiguen todo el tiempo. No solo eso, sino que también se han desarrollado sistemas de IA para elaborar anuncios. The Times recogía que el banco más grande de Estados Unidos, JPMorgan Chase, firmó un acuerdo con Persado, una empresa de marketing que utiliza la IA para crear anuncios.¹³ Demostraron que el uso de la IA logró 4,5 visitas más a una web que anuncia hipotecas y tarjetas de crédito. Industria. La Universidad Carnegie Mellon anunció en abril de 2018 que ha desarrollado un algoritmo de IA que automatizará no solo la realización de experimentos para encontrar la mejor batería de coche, sino también las fases de planificación y toma de decisiones. Otro ejemplo es un “espantapájaros volador” que utiliza un sistema de IA desarrollado para mantener a las bandadas de pájaros lejos de los aeropuertos. Esta lista, que cada día se hace más larga, debería ser suficiente para mostrar que la investigación en IA ha logrado resultados muy beneficiosos. Sin embargo, es importante no dejarse llevar por la euforia. El 14 de noviembre de 2018, Stephen Shankland informó en CNET que el vicepresidente de IA de la nube de Google había dicho el día anterior que “la IA sigue siendo muy, muy estúpida. Es realmente buena para hacer ciertas cosas que nuestros cerebros no pueden hacer, pero no podemos esperar que haga un razonamiento basado en conocimiento general como las analogías o el pensamiento creativo”.¹⁴ Del mismo modo, el colaborador de Forbes Kalev Leetaru nos recuerda: A fin de cuentas, los sistemas de aprendizaje profundo son extractores de patrones sofisticados más que “IA” propiamente dicha. Como cualquier sistema de aprendizaje automático, son capaces de identificar ciegamente los patrones en sus datos de entrenamiento y aplicar esos patrones tal cual a los datos futuros. No pueden razonar sobre sus datos de partida o generalizar a abstracciones de orden superior que les permitiría comprender de forma más completa y consistente sus datos. En resumen, aunque pueden realizar hazañas impresionantes, los sistemas de aprendizaje profundo siguen siendo extraordinariamente limitados y su fragilidad puede manifestarse de formas muy inesperadas. Después de todo, la “IA” de la actual revolución del aprendizaje profundo no es magia, sino que sigue siendo aprendizaje automático.¹⁵ Sin embargo, mucha gente estaría de acuerdo con la postura optimista del astrónomo Sir Martin Rees, que dice: “Nuestra vida, nuestra salud y nuestro ambiente pueden beneficiarse todavía más de ulteriores avances en biotecnología, cibertecnología, robótica e inteligencia artificial. En este sentido, soy un tecnooptimista”. Rees continúa: “Pero hay un aspecto negativo potencial. Estos avances exponen a nuestro mundo cada vez más interconectado a nuevas vulnerabilidades”.¹ En el siguiente capítulo hablaremos de ese aspecto negativo potencial. 1 Citado en James Vincent, “‘Godfathers of AI’ Honored with Turing Award, the Nobel Prize of Computing”, The Verge 27, marzo de 2019, www.theverge.com/2019/3/27/18280665/ai-godfathers-turing-award-2018yoshua-bengio-geoffrey-hinton-yann-lecun. 2 Citado en Bruno Jacobsen, “5 Countries Leading the Way in AI”, Futures Platform, 8 de enero de 2018, www.futuresplatform.com/blog/5-countriesleading-way-ai-artificial-intelligence-machine-learning. 3 Véase “MIT Reshapes Itself to Shape the Future”, MIT News, 15 de octubre de 2018, http://news.mit.edu/2018/mit-reshapes-itself-stephen-schwarzman-collegeof-computing-1015. 4 Véase Thomas Davenport, “China Is Catching Up to the US on Artificial Intelligence Research”, The Conversation, 27 de febrero de 2019, https://theconversation.com/china-is-catching-up-to-the-us-on-artificialintelligence-research-112119. 5 Universidad de Toronto, Facultad de Ingeniería y Ciencias Aplicadas, “Training Artificial Intelligence with Artificial X-rays”, ScienceDaily, 6 de julio de 2018, www.sciencedaily.com/releases/2018/07/180706150816.htm. 6 Universidad de Hong Kong, “World’s First Intra-operative MRI-Guided Robot for Bilateral Stereotactic Neurosurgery”, ScienceDaily, 19 de junio de 2018, www.sciencedaily.com/releases/2018/06/180619122517.htm. 7 “NHS Aims to Be a World Leader in Artificial Intelligence and Machine Learning within 5 Years”, NHS News, 5 de junio de 2019, www.longtermplan.nhs.uk/nhs-aimsto-be-a-world-leader-in-artificialintelligence-and-machine-learning-within-5-years. 8 Philip Aldrick, “Hospitals to Get Extra Cash for Using Robots and AI to Replace Humans”, The Times, 6 de junio de 2019, www.thetimes.co.uk/article/hospitals-robots-ai-replace-humans-nhs-simon- stevens-8dhztxtlc. 9 Véase Kat Lay, “Patients Fretting about Fitbit Data Could Overwhelm Doctors”, The Times, 28 de enero de 2019, www.thetimes.co.uk/article/patientsfretting-about-fitbit-data-could-overwhelm-doctors-fkl5mwzbd. 10 “Embrace by Empatica Is the World’s First Smart Watch to Be Cleared by FDA for Use in Neurology”, PR Newswire, 5 de febrero de 2018, www.prnewswire.com/news-releases/embrace-by-empatica-is-the-worlds-firstsmart-watch-to-be-cleared-by-fda-for-use-in-neurology-300593398.html. 11 Matt Kaplan, “Happy with a 20 % Chance of Sadness”, Nature 563 (2018), 20–22, www.nature.com/articles/d41586-018-07181–8. 12 Véase Tom Whipple, “Riderless Bike Can Balance and Steer Itself”, The Times, 1 de agosto de 2019, www.thetimes.co.uk/article/riderless-bike-canbalance-and-steer-itself-97r5w6wpn. 13 Véase Tom Knowles, “Mad Men versus Machines as Robots Write Ad Slogans”, The Times, 1 de agosto de 2019, www.thetimes.co.uk/article/madmen-versus-machines-as-robots-write-ad-slogans-mf7ggmff2. 14 Stephen Shankland, “‘AI Is Very, Very Stupid,’ Says Google’s AI Leader, At Least Compared to Humans”, CNET, 14 de noviembre de 2018, www.cnet.com/news/ai-is-very-stupid-says-google-ai-leader-compared-tohumans. 15 Kalev Leetaru, “Today’s Deep Learning ‘AI’ Is Machine Learning Not Magic”, Forbes, 14 de noviembre de 2018, www.forbes.com/sites/kalevleetaru/2018/11/14/todays-deep-learning-ai-ismachine-learning-not-magic. 16 Martin Rees, En el futuro (Editorial Crítica, 2019), 12. Capítulo 5 Inteligencia artificial débil: ¿Quizás el futuro no sea tan radiante después de todo? Reclutamiento de personal. Una aplicación en aumento de la IA que inicialmente parece positiva es la de ayudar a las grandes empresas a contratar nuevos empleados. Por ejemplo, una empresa tecnológica llamada HireVue ha desarrollado una plataforma que simplifica el proceso de selección. El uso más habitual es una entrevista en la que se crea un conjunto de preguntas. Los candidatos responden en un vídeo y se utilizan algoritmos de inteligencia artificial para evaluar el desempeño del candidato. Entonces, HireVue analiza la entrevista y predice su rendimiento. El sistema tiene en cuenta 25 000 características diferentes y las complejas relaciones entre ellas. Puede ver cosas inalcanzables para un observador humano. El domingo 4 de marzo de 2018, The Guardian recogía lo siguiente: Después de 86 solicitudes de empleo fallidas en dos años, incluyendo varias pruebas de HireVue, Deborah Caldeira está completamente desilusionada con los sistemas automatizados. Sin una persona al otro lado de la mesa, no hay “una conversación o intercambio real” y es difícil saber “exactamente qué está buscando el robot”, dice Caldeira, que tiene un máster de la London School of Economics. A pesar de sus cualificaciones, se cuestiona cada movimiento mientras sola en su casa se presenta a un ordenador. “Esto nos hace sentir que no valemos nada, ya que la empresa no ha querido asignar a una persona ni siquiera unos minutos. Todo se vuelve menos humano”, dice.¹ Amenaza de pérdidas de empleo. Conseguir un trabajo es una cosa; perderlo es otra bien distinta; y una preocupación cada vez mayor por parte de muchas personas es si sus puestos de trabajo corren peligro debido a la evolución de la robótica y la inteligencia artificial débil. Es cierto que toda revolución en la industria tiene como efecto el fin de algunos puestos de trabajo, pero también es verdad que crea otros nuevos. Pensemos, por ejemplo, en las consecuencias de la invención de la carretilla, la máquina de vapor o el motor y el coche eléctrico. Las revoluciones industriales anteriores introdujeron máquinas para hacer el trabajo manual que realizaban las personas. Cada vez más, la revolución de la IA introducirá máquinas que efectuarán el trabajo pensante que hacían las personas. Por ejemplo, se calcula que para el 2020 alrededor del 85 % de las interacciones con clientes serán gestionadas por la IA, y la Oficina de Fraudes Graves del Reino Unido ya utiliza un sistema de IA en lugar de abogados para analizar los documentos de los casos en busca de pruebas pertinentes. MIT Technology Review informó a principios de 2017: “En su máximo apogeo en el año 2000, la mesa de operaciones de acciones al contado de Goldman Sachs en Nueva York empleó a 600 operadores […] Hoy solo quedan dos operadores de acciones al contado. Los programas de operaciones automatizados han asumido el resto del trabajo, con el apoyo de 200 ingenieros informáticos”.² Obviamente, el hecho de que sea técnicamente posible sustituir a un trabajador por un robot no significa que tenga sentido hacerlo, económicamente hablando. Las predicciones sobre los puestos de trabajo en peligro varían mucho según quién haga la previsión. En 2016, un equipo dirigido por Katja Grace, del Instituto para el Futuro de la Humanidad de la Universidad de Oxford, analizó las opiniones de 352 académicos y expertos del sector en aprendizaje automático. Estas son algunas de las conclusiones del estudio: En los próximos diez años, la IA debería ser mejor que los humanos en la traducción de idiomas (para 2024), en la redacción de ensayos en secundaria (para 2026), en la composición de canciones de éxito (para 2028) y en la conducción de camiones. Y aunque la mayoría cree que la conducción de camiones podría llegar en 2027, es fácil predecir que podría ocurrir incluso antes. […] Hay tareas que llevarían menos tiempo —para 2022, doblar la ropa debería ser un juego de niños para la IA […] Para 2031 deberíamos tener máquinas impulsadas por la IA en los comercios. Para 2049 la IA debería poder escribir los bestsellers del New York Times y realizar cirugías para 2053. En general, la IA debería ser mejor que los humanos en casi todo dentro de unos 45 años.³ El estudio también indica que todos los trabajos humanos se automatizarán en los próximos 125 años. El economista jefe del Banco de Inglaterra, Andy Haldane, habla de un “vaciamiento del mercado laboral” causado por el avance tecnológico que “dejó a mucha gente [...] con dificultades para ganarse la vida. Eso aumentó las tensiones sociales, agravó las tensiones financieras y llevó a un aumento de la desigualdad”. Haldane dice que las revoluciones tecnológicas tienen “un lado oscuro” y que “en el futuro necesitaremos crear un número aún mayor de nuevos empleos si no queremos sufrir esa característica prolongada llamada desempleo tecnológico”.⁴ Un informe de PwC predijo que para 2020 podrían desaparecer unos 7 millones de puestos de trabajo, pero que se podrían crear 7,2 millones.⁵ Lo cierto es que no sabemos con precisión en qué medida los puestos de trabajo se verán afectados, pero está claro que sí se verán afectados. De hecho, ya se han visto afectados. El científico Sir Martin Rees está de acuerdo en que los robots acabarán con muchos puestos de trabajo, pero sugiere que nunca serán buenos en mostrar interés o preocupación, una actividad que se encuentra en el corazón de lo que significa ser humano. Sin embargo, esto no es del todo cierto. Aunque los robots no se preocupan de la misma manera que los humanos, el grupo de la Dra. Rosalind Picard del MIT ha publicado unos estudios sobre la creación de chatbots o agentes conversacionales artificiales que lograron transmitir interés o preocupación. De hecho, las reacciones de las personas que interactuaron con ellos mostraron que la tecnología había logrado su objetivo. Comenta Picard: Esto, como toda la IA hasta la fecha, solo funciona en contextos muy limitados, pero también es verdad que en esos contextos funciona muy bien. La gente valora las inteligencias artificiales que utilizan un lenguaje empático como más “atentas” que las inteligencias artificiales que simplemente utilizan un lenguaje amistoso o social o que solo proporcionan información. Quienes construyen robots sociales han dado continuidad a este trabajo y lo han implementado en distintos productos: por ejemplo, el Dr. Cory Kidd de Catalia Health. 2084 – El gran hermano y el big data Uno de los principales aspectos orwellianos de la IA es que algunas de sus formas suponen una grave amenaza para la privacidad individual y corporativa. Los programas de rastreo están orientados para recopilar todos los datos posibles que generas sobre ti mismo: tu estilo de vida, hábitos, dónde vas, qué compras, gente con la que te comunicas, libros que lees, trabajos que haces, actividades políticas y sociales, tus opiniones personales… Una lista que se amplía constantemente. En una ocasión, Mark Zuckerberg se jactó de que Facebook conocería cada libro, película y canción que una persona había consumido y que sus modelos predictivos te dirán a qué bar ir al llegar a una ciudad desconocida, donde el camarero tendrá preparada tu bebida favorita.⁷ Por un lado, todo esto nos puede parecer útil, pero hay más de un lado. Los datos que se recogen de nosotros pueden utilizarse no solo para informarnos, sino también para controlarnos. Por razones obvias, los delincuentes también desean acceder a esos datos. Mientras escribía este capítulo, me enteré de que los datos de mi tarjeta de crédito habían sido hackeados: se los habían robado a la conocida empresa a la que yo se los había confiado. Como resultado, tuve que cancelar la tarjeta y pedir otra para no ser víctima de un delito financiero. Ya vivimos en un mundo en el que unos 2500 millones de personas (voluntariamente, que conste) llevan un sofisticado rastreador personal en forma de smartphone, y casi el mismo número está conectado en Facebook. Las grandes cuestiones éticas son evidentes: ¿Quién controla esos proyectos y a quién pertenecen los datos que generan? Capitalismo de la vigilancia La recolección de datos se ha convertido en un negocio inmensamente rentable que tiene ramificaciones sutiles y a menudo ocultas. Esta cuestión es el tema de un libro impresionante publicado recientemente: La era del capitalismo de la vigilancia, de la profesora de Harvard Shoshana Zuboff. Su subtítulo es: La lucha por un futuro humano frente a las nuevas fronteras del poder.⁸ Su tesis es que estamos entrando en lo que ella define al principio de su libro como un nuevo tipo de orden económico que recoge los datos masivos (big data) que generamos y los usa como materia prima para ganar dinero de maneras que son menos que obvias para la mayoría de la gente. Indubitablemente, esas actividades aumentarán el riesgo del tipo de sociedad de la vigilancia que trataremos en la siguiente sección, y la combinación de ambos amenazará la estabilidad y las libertades que actualmente disfrutamos en al menos algunas partes del mundo. Zuboff, que ya está considerada como una voz que no puede ser ignorada, también hace la importante observación de que el capitalismo de la vigilancia es una consecuencia lógica de las tecnologías que se están desarrollando. A un nivel más popular, Libby Purves habla en el Times del 29 de julio de 2019 de la prevalencia de asistentes digitales como Siri y Alexa: “La novedad oculta la rareza de pagar para vivir con un espía no humano vinculado a un centro corporativo y lucrativo en manos de humanos situado a miles de kilómetros de distancia [...] Recibir en tu casa a un espía corporativo poco regulado es una estupidez y una imprudencia”.¹ Sin embargo, ¡millones de personas —quizá pronto miles de millones— lo hacen! Comunismo de la vigilancia Si uno de los lados negativos de la recolección de información es el capitalismo de la vigilancia, otro podría llamarse comunismo de la vigilancia. En marzo de 2018, el Instituto para el Futuro de la Humanidad de la Universidad de Oxford publicó un informe sobre el desarrollo de la IA en China, donde, se dice, gastaron 197 000 millones de dólares en seguridad interna en 2017 y donde esperan instalar más de 400 millones de cámaras de vigilancia para 2020. Parte de lo que George Orwell predijo para 1984 ya está entre nosotros y, aunque es imposible saber cómo será todo en 2084, la tendencia está clara: ¡China ya utiliza la IA para lograr el control social!¹¹ De forma gradual, están desplegando un sistema de crédito social para comprobar la fiabilidad y honradez de los ciudadanos. El sistema consiste en lo siguiente: cada ciudadano empieza con 300 puntos de crédito social, al que se suman más puntos si tienes un comportamiento “bueno” (es decir, “bueno” según el gobierno), como usar el transporte público, mantenerse en forma o denunciar a alguien con grandes cantidades de dinero extranjero. Cuantos más puntos se acumulan, más ventajas: acceso a una mayor variedad de puestos de trabajo, opción a una hipoteca, plazas escolares para los niños, bienes, posibilidades de viajar, etc. Si te comportas de forma “antisocial”, como relacionarte con personas “peligrosas” según el gobierno, entrar en conflicto con la policía o excederte con el alcohol, perderás puntos, lo que a la larga se traducirá en sanciones: acceso limitado al mercado laboral y al inmobiliario, restricciones para viajar o incluso para entrar en según qué restaurantes, etc. También te pueden denunciar como “persona desacreditada” mostrando tu imagen en una pantalla pública cuando pasas cerca de ella. Gran parte de este control se ejerce mediante el uso de técnicas de reconocimiento facial de IA avanzada que trabajan con una enorme base de datos de imágenes que llegan a un centro informático central desde lo que pronto serán millones de cámaras de vigilancia.¹² The Times informó de que algunas empresas chinas colocan en los cascos de sus empleados una tecnología oculta que puede leer las ondas cerebrales y enviar los datos a un ordenador que usa la IA para detectar emociones como depresión, ansiedad o ira.¹³ Seis meses después, nos enteramos de que China planea implementar el programa de crédito social en Pekín, con sus casi 22 millones de habitantes. The Telegraph informó de que el gobierno chino ha dicho que “el sistema de puntos mejorará la zona de negocios de la ciudad al impedir que las personas con poca ‘integridad’ accedan a los servicios públicos y a la red de transporte de la ciudad. Además, las personas con una puntuación baja podrían tener dificultades para abrir un negocio o encontrar trabajo”.¹⁴ Channel News Asia advirtió en marzo que nueve millones de personas ya habían sido bloqueadas para que no puedan comprar billetes en vuelos nacionales y tres millones para que no tengan acceso a billetes de tren en clase business.¹⁵ No es difícil ver que estos planes representan un hackeo masivo de seres humanos y están llevando al mundo a un ritmo bastante aterrador hacia la creación de la dictadura perfecta (potencialmente global), la creación de un “autoritarismo ideal” cuya ideología podría extenderse por el mundo como un virus y cuya legitimidad estaría asegurada gracias al sistema de vigilancia estatal más completo y poderoso de la historia. El sistema informático en la nube de la policía china está construido para vigilar a siete categorías de personas, incluyendo a aquellos que “socavan la estabilidad”.¹ Parece que estamos ante un enorme problema ético oculto. Me refiero a la suposición de que los algoritmos de reconocimiento facial y la tecnología de detección de emociones aciertan en su diagnóstico sobre las emociones y actitudes. Pero cada vez hay más evidencia científica de que podría no ser así, al menos en el caso del reconocimiento facial. El 29 de julio de 2019 The Times informaba acerca de un análisis —que duró dos años— de más de 1000 estudios sobre la relación entre los movimientos faciales y las emociones. Los investigadores no encontraron evidencias de que haya expresiones faciales típicas que sirvan para predecir sentimientos.¹⁷ La conclusión de la catedrática de psicología Lisa Feldman Barrett, de la Northeastern University de Massachusetts, fue la siguiente: “No es posible tener plena certeza de que una sonrisa indica felicidad, que un ceño fruncido indica ira y que una mala cara indica tristeza”.¹⁸ Sin embargo, muchos de los principales proveedores de tecnologías de seguridad piensan lo contrario. Las posibilidades de error que conduzcan a graves injusticias contra individuos y grupos concretos son obvias. Parece que se está haciendo poco al respecto, a pesar de que estas tecnologías posiblemente defectuosas se están extendiendo cada vez más, sobre todo en China. En un informe más reciente de Human Rights Watch, su investigadora principal sobre China, Maya Wang, decía: “En Xinjiang, el gobierno chino vigila cada aspecto de la vida de la gente, sometiendo a un escrutinio aún más duro a aquellas personas que considera sospechosas”.¹ Xinjiang es una región en el noroeste de China donde viven diez millones de uigures, grupo étnico predominantemente musulmán, y un número cada vez mayor de chinos del grupo étnico han, a los que se ha animado a establecerse en esa zona. Los chinos pueden desplazarse sin dificultad, pero la población uigur está sometida a la vigilancia más intensa jamás conocida, hasta tal punto que la capital, Urumqi, ha sido descrita como una “fortaleza digital”. Hay cámaras cada pocos metros, en cada calle y en cada callejón. Hay pequeñas comisarías de policía cada pocos kilómetros, donde los uigures deben entregar sus smartphones y toda la información de esos dispositivos es transferida al sistema central de vigilancia para ser procesada por sistemas de IA. Un reciente documental clandestino realizado para el canal ITV mostraba que en las puertas de las casas hay códigos QR para que la policía pueda leer quién vive en cada una y pueda comprobarlo.² Lo que resulta aún más inquietante es la creación de los llamados “centros de reeducación”. Pueden albergar hasta un millón de uigures, que son enviados allí a raíz de lo que revela el sistema de vigilancia, aunque, como hemos visto, la tecnología puede ser defectuosa. Han separado a muchas familias: maridos separados de sus esposas e hijos separados de sus padres. Estos “centros de reeducación”, que en realidad son prisiones, parecen diseñados para aniquilar la cultura uigur, convirtiendo a sus internos en ciudadanos chinos leales.²¹ Son una violación extrema de los derechos humanos; de hecho, un comentarista dijo que los derechos humanos de la población uigur eran inexistentes. El informe de Maya Wang continúa diciendo: “No se trata solo de Xinjiang o de China; se trata del mundo en general y de si los seres humanos podemos seguir teniendo libertad en un mundo de dispositivos conectados”. Y añadió: “Es una llamada de atención, no solo sobre China, sino sobre cada uno de nosotros”.²² Así es. Porque es bastante obvio que la mayoría de los ingredientes de un programa de vigilancia como el chino ya existen en Occidente, aunque, de momento, no se usan de forma centralizada. El año pasado, The Times reveló que una empresa china había vendido 1,2 millones de cámaras de vigilancia al Reino Unido, algunas de las cuales pueden ver en la oscuridad, reconocer matrículas y contar las personas que entran y salen de un edificio.²³ Vivimos en una era de vigilancia algorítmica corporativa. Renunciamos a nuestra libertad a cambio de seguridad: una distopía orwelliana con todas las letras. ¿Recuerdas los televisores bidireccionales llamados “telepantallas”? Estos avances recuerdan al estado policial distópico llamado Estado Único, construido casi todo de cristal para facilitar la vigilancia, que aparece en uno de los primeros libros que inspiraron muchas novelas distópicas posteriores, como Un mundo feliz y posiblemente 1984. Me refiero a la novela de ciencia ficción de 1921 Nosotros, del autor ruso Yevgueni Zamiatin. Por el momento, en Occidente muchas de las herramientas de vigilancia están (todavía) en manos privadas, aunque eso parece estar cambiando. Por ejemplo, en 2015, Francia introdujo la Ley de Vigilancia de las Comunicaciones Electrónicas; en 2016, el Reino Unido introdujo la Ley de Poderes de Investigación y Alemania introdujo la Ley de Inteligencia para la Recopilación de Comunicaciones. Todas esas leyes otorgan a los servicios de seguridad mayores poderes de vigilancia. Las agencias de calificación crediticia trabajan cada vez más con índices que no guardan relación con un balance bancario, como las redes sociales de las personas. Las compañías de seguros instalan transpondedores en los coches para controlar su kilometraje. Algunos seguros médicos ofrecen descuentos si las aplicaciones móviles de sus clientes muestran que han estado haciendo ejercicio. De nuevo, Matt Ridley escribía en The Times el 16 de abril de 2018: “El manejo de datos personales por parte de una inteligencia claramente humana se ha convertido en el mayor desafío ético de este nuevo mundo feliz”.²⁴ Un ejemplo muy conocido es la enorme preocupación en torno a Facebook, que ha estado almacenando registros de llamadas y mensajes de sus miembros, a menudo sin que estos lo supieran, y permitiendo a empresas como Cambridge Analytica acceder a ellos a una escala sin precedentes. Este es el lado negativo, algunos dicen la maldición, del big data. Cuanto más se sepa sobre cómo se comportan las personas en general, más se nos juzgará por el rastro que nuestras elecciones y acciones dejan en el ciberespacio, y más condicionadas estarán nuestras elecciones y acciones futuras. Estos sistemas se acercan cada vez más al programa de crédito social chino. Ridley continúa diciendo: “La sociedad debe tratar de resolver el dilema de preservar la privacidad de las personas y la propiedad de sus datos y, a la vez, dejar que los algoritmos de aprendizaje automático recopilen información de valor para todo el mundo”. Uso militar de la IA: armas autónomas Un informe de Chatham House dice: “En el futuro, tanto los robots militares como los comerciales llevarán incorporada una ‘inteligencia artificial’ (IA) que les capacitaría para llevar a cabo tareas y misiones por sí mismos. En el contexto militar, esto da lugar a un debate sobre si se debemos permitir que estos robots realicen tales misiones, especialmente si hay vidas humanas en juego”.²⁵ El fundador de Tesla, Elon Musk, cree que la IA podría desencadenar la Tercera Guerra Mundial, y Vladimir Putin ha dicho que ser líder en IA será esencial para ser una potencia mundial en el siglo XXI. Michael Horowitz de la Universidad de Pensilvania se muestra cauteloso: La promesa potencial de la IA, a pesar de la preocupación en torno a la seguridad y la fiabilidad, significa que los principales ejércitos del mundo verán claramente los riesgos de quedarse quietos. Desde el procesamiento de datos hasta los ataques en enjambre, pasando por la gestión del campo de batalla, la IA podría ayudar a los militares a maniobrar con mayor rapidez y precisión poniendo en riesgo a menos personas. O no. Los problemas de seguridad y fiabilidad endémicos de los métodos de aprendizaje automático y los métodos de redes neuronales actuales implican que los datos contradictorios, entre otros problemas, supondrán un reto para muchas aplicaciones militares de la IA […] Pero dado su alcance como tecnología, en comparación con tecnologías específicas como la energía dirigida, y dado el grado de energía e inversión comercial en IA, es muy probable que la era de la inteligencia artificial configure, al menos en cierta medida, el futuro de los ejércitos de todo el mundo.² Un informe de Zachary Fryer-Biggs dice que el Pentágono planea gastar 2000 millones de dólares para incorporar más IA en su armamento con el fin de competir más eficazmente con los avances rusos y chinos en tecnología militar.²⁷ Sin embargo, parece que a los altos mandos les preocupa dejar tareas como identificar, buscar y eliminar objetivos humanos en manos de sistemas de IA. Los investigadores de Google que han trabajado en esos sistemas de IA han protestado hasta tal punto que su participación en el programa se ve interrumpida constantemente. En su informe, Horowitz comenta: “Hay mucha preocupación en cuanto a la seguridad de la IA: hay algoritmos que son incapaces de adaptarse a la realidad compleja y, por tanto, fallan y actúan de forma imprevisible. Una cosa es hablar de una búsqueda en Google, y otra muy distinta es hablar de un sistema de armas”. En un discurso que Bill Gates dio en la Universidad de Stanford en 2019, dijo que la IA es como la energía nuclear y las armas nucleares, pues es “prometedora y peligrosa a la vez”.²⁸ Durante la Guerra Fría, un grupo de médicos llamado Asociación Internacional de Médicos para la Prevención de la Guerra Nuclear fue galardonado con el Premio Nobel de la Paz por advertir contra el uso apocalíptico de las armas nucleares. Ahora, ese mismo grupo insiste en la necesidad de actuar contra la amenaza de los robots asesinos y el peligro de que las armas autónomas caigan en manos de terroristas. En marzo de 2019 lanzaron una advertencia en una reunión de las Naciones Unidas: “Las tecnologías de IA también pueden utilizarse para crear armas de destrucción masiva como nunca se ha visto”.² Está claro que hay que desarrollar una ética muy inteligente para hacer frente a esta creciente amenaza antes de que sea demasiado tarde. Las preocupaciones éticas sobre la IA han llevado a la formulación de los llamados Principios de Asilomar para la IA, desarrollados en una conferencia en Asilomar, California, en 2017; más de 1000 investigadores de la IA los han suscrito. También los firmaron el difunto Stephen Hawking, Elon Musk y Jaan Tallinn. Algunos de los principios éticos recogidos en el documento son: 1) Meta de la investigación: La meta de la investigación de la IA no debería ser crear inteligencia no dirigida, sino crear inteligencia beneficiosa. 6) Seguridad: Los sistemas de IA deberían ser seguros durante toda su vida operativa, y verificables cuando sea aplicable y posible. 10) Alineación de valores: Los sistemas de IA altamente autónomos deberían diseñarse de tal forma que sus objetivos y comportamientos se alineen con los valores humanos durante su funcionamiento. 11) Valores humanos: Los sistemas de IA deberían diseñarse y funcionar de tal forma que sean compatibles con los ideales de la dignidad humana, los derechos humanos, las libertades y la diversidad cultural. 12) Privacidad personal: Las personas deberían tener el derecho a acceder, gestionar y controlar los datos que generan, dado el poder de los sistemas de IA para analizar y utilizar esos datos. 13) Libertad y privacidad: La aplicación de la IA a los datos personales no puede restringir injustificadamente la libertad, real o sentida, de las personas. 14) Beneficio compartido: Las tecnologías de IA deberían beneficiar y empoderar al mayor número de personas posible. 15) Prosperidad compartida: La prosperidad económica creada por la IA debería ser compartida ampliamente, para beneficiar a toda la humanidad. 16) Control humano: Los seres humanos deberían elegir si delegar y cómo delegar decisiones a los sistemas de IA para lograr objetivos elegidos previamente. 17) No subversión: El poder conferido por el control de los sistemas de IA altamente avanzados deberían respetar y mejorar, en lugar de subvertir, los procesos sociales y cívicos de los que depende la salud de la sociedad. 18) Carrera armamentística de la IA: Debería evitarse una carrera armamentística de armas autónomas letales. El documento tiene en cuenta cuestiones más a largo plazo como, por ejemplo, las siguientes: 20) Importancia: La IA avanzada podría representar un profundo cambio en la historia de la vida en la tierra, y debería planificarse y gestionarse con el cuidado y los recursos adecuados. 22) Automejora recursiva: Los sistemas de IA diseñados para automejorarse o autorreplicarse recursivamente de una manera que pueda llevar al rápido aumento de su calidad o cantidad deberían estar sujetos a estrictas medidas de seguridad y control. 23) Bien común: La superinteligencia solo debería desarrollarse para estar al servicio de unos ideales éticos ampliamente compartidos y para el beneficio de toda la humanidad, más que para el beneficio de un estado u organización.³ El principal objetivo de estos principios es garantizar que la investigación en IA tenga una estructura ética de forma que los sistemas resultantes sean seguros, inocuos y estén diseñados en consonancia con los valores humanos comúnmente aceptados para que sean beneficiosos para la humanidad y conduzcan al florecimiento del mayor número posible de personas. Los intentos de utilizar la IA avanzada para desarrollar una superinteligencia deberían estar limitados por convicciones éticas ampliamente compartidas, de modo que sirvan al bien de todos los seres humanos y no a los intereses particulares de un estado o de una empresa. No debemos ignorar la siguiente advertencia realista: como todo gestor de cumplimiento sabe, una cosa es tener una declaración de misión y una lista de principios éticos, y otra muy distinta es conseguir que las personas para las que esos principios fueron diseñados los hagan suyos, es decir, los interioricen y los apliquen. Ese puede ser el mayor problema a la hora de intentar evitar la llegada, antes de 2084, de los aterradores escenarios descritos en 1984. En octubre de 2018, se inauguró en el Reino Unido el primer Instituto de Inteligencia Artificial Ética en la Educación. En el acto de apertura, celebrado en Westminster, Sir Anthony Seldon, vicerrector de la Universidad de Buckingham, dijo: Caminamos dormidos hacia el mayor peligro al que se han enfrentado nuestros jóvenes, un peligro que eclipsa totalmente el riesgo de las redes sociales y otras formas de digitalización. El Gobierno no está dando la talla y las empresas tecnológicas se los están comiendo vivos, obteniendo unos beneficios vergonzosamente astronómicos, predicando banalidades mientras infantilizan a nuestros jóvenes y los exponen a grandes peligros. La IA podría ser una gran ayuda si la dotamos de la dimensión ética adecuada, pero con cada mes que pasa más perdida está la batalla.³¹ ¿Es inevitable que el big data nos conduzca al Gran Hermano? El historiador Yuval Noah Harari cree que sí: “Una vez que los sistemas del big data me conozcan mejor de lo que yo me conozco a mí mismo, la autoridad pasará de los humanos a los algoritmos. Entonces, el big data podría dar el poder al Gran Hermano”.³² 1 Stephen Buranyi, “How to Persuade a Robot That You Should Get the Job”, The Guardian, 4 de marzo de 2018, www.theguardian.com/technology/2018/mar/04/robots-screen-candidates-forjobs-artificial-intelligence. 2 Nanette Byrnes, “As Goldman Embraces Automation, Even the Masters of the Universe Are Threatened”, MIT Technology Review, 7 de febrero de 2017, www.technologyreview.com/s/603431/as-goldman-embraces-automation-eventhe-masters-of-the-universe-are-threatened. 3 Paul Ratner, “Here’s When Machines Will Take Your Job, as Predicted by A.I. Gurus”, Big Think, 4 de junio de 2017, https://bigthink.com/paul-ratner/hereswhen-machines-will-take-your-job-predict-ai-gurus. 4 Lucy Hook, “Bank of England Chief Economist Warns over Risk of AI Jobs Threat”, Insurance Business, 20 de agosto de 2018, www.insurancebusinessmag.com/us/risk-management/operational/bank-ofengland-chief-economist-warns-over-risk-of-ai-jobs-threat-109206.aspx. 5 Véase Anmar Frangoul, “Artificial Intelligence Will Create More Jobs Than It Destroys? That’s What PwC Says”, CNBC, 17 de julio de 2018, www.cnbc.com/2018/07/17/artificial-intelligence-to-create-more-jobs-than-itdestroys-pwc-says.html. 6 Comunicación privada (usado con permiso); véase también T. Bickmore y R. W. Picard, “Towards Caring Machines”, Proceedings of CHI, abril de 2004; y, para más detalle, T. Bickmore y R. W. Picard, “Establishing and Maintaining Long-Term Human-Computer Relationships”, Transactions on ComputerHuman Interaction 12, no. 2, junio de 2004: 293–327. 7 Citado en Ashlee Vance, “Facebook: The Making of 1 Billion Users”, Bloomberg, 4 de octubre de 2012, www.bloomberg.com/news/articles/2012-1004/facebook-the-making-of-1-billion-users. 8 Shoshana Zuboff, La era del capitalismo de la vigilancia: La lucha por un futuro humano frente a las nuevas fronteras del poder (Ediciones Paidós, 2020). 9 Zuboff, La era del capitalismo de la vigilancia (Ediciones Paidós, 2020), 16. 10 Libby Purves, “Hey Siri, I’d Like You to Leave Me Alone Now”, The Times, 29 de julio de 2019, www.thetimes.co.uk/article/hey-siri-i-d-like-you-to-leaveme-alone-now-qz5dlt8q3. 11 Véase Anna Mitchell y Larry Diamond, “China’s Surveillance State Should Scare Everyone”, The Atlantic, 2 de febrero de 2018, www.theatlantic.com/international/archive/2018/02/china-surveillance/552203. 12 Véase Jeffrey Ding, “Deciphering China’s AI Dream: The Context, Components, Capabilities, and Consequences of China’s Strategy to Lead the World in AI”, Future of Humanity Institute, Universidad de Oxford, marzo de 2018, www.fhi.ox.ac.uk/wp -content/uploads/Deciphering_Chinas_AIDream.pdf, 33–34; véase también Oliver Moody, “Big Brother Is Watching Them. And We’re Next”, The Times, 31 de marzo de 2018, www.thetimes.co.uk/article/big-brother-is-watching-them-and-we-re-next858902nbk. 13 Didi Tang, “Chinese Read Brainwaves to Check Up on Workforce”, The Times, 9 de mayo de 2018, www.thetimes.co.uk/article/china-chinese-readbrainwaves-workforce-technology-mood-detection-zp67vv9vx. 14 Joseph Archer, “Beijing to Assign ‘Personal Trustworthiness Points’ for All Citizens by 2021”, The Telegraph, 20 de noviembre de 2018, www.telegraph.co.uk/technology/2018/11/20/beijing-assign-personaltrustworthiness-points-citizens-2021. 15 Citado en Alexandra Ma, “China Ranks Citizens with a Social Credit System – Here’s What You Can Do Wrong and How You Can Be Punished”, Independent, 10 de abril de 2018, www.independent.co.uk/life-style/gadgetsand-tech/china-social-credit-system-punishments-rewards-explaineda8297486.html. 16 “China: Police ‘Big Data’ Systems Violate Privacy, Target Dissent”, Human Rights Watch, 19 de noviembre de 2017, www.hrw.org/news/2017/11/19/chinapolice-big-data-systems-violate-privacy-target-dissent. 17 Véase Mark Bridge, “Scientists Frown at Technology’s Ability to Read Facial Expressions”, The Times, 29 de julio de 2019, www.thetimes.co.uk/article/scientists-frown-at-technology-s-ability-to-readfacial-expressions-6jzsjqxcv. 18 Para más detalles, véase el trabajo de investigación “Emotional Expressions Reconsidered: Challenges to Inferring Emotion from Human Facial Movements”, Psychological Science in the Public Interest, vol. 20, no. 1 (2019): 1–68, https://journals.sagepub.com/eprint/SAUES8UM69EN8TSMUGF9/full. 19 Citado en “How Mass Surveillance Works in Xinjiang, China”, Human Rights Watch, 2 de mayo de 2019, www.hrw.org/videophotos/interactive/2019/05/02/china-how-mass-surveillance-works-xinjiang. 20 Ver Robin Barnwell y Gesbeen Mohammad, “Bar Codes and Cameras Track China’s ‘Lab Rats’”, The Times, 14 de julio de 2019, www.thetimes.co.uk/article/bar-codes-and-cameras-track-china-s-lab-ratstp9wcc0fbTheTimes; véase también Maya Wang, “‘Eradicating Ideological Viruses’: China’s Campaign of Repression against Xinjiang’s Muslims”, Human Rights Watch, 9 de septiembre de 2018, www.hrw.org/report/2018/09/09/eradicating-ideological-viruses/chinascampaign-repression-against-xinjiangs; Josh Chin y Clément Bürge, “Twelve Days in Xinjiang: How China’s Surveillance State Overwhelms Daily Life”, Wall Street Journal, 19 de diciembre de 2017, www.wsj.com/articles/twelvedays-in-xinjiang-how-chinas-surveillance-state-overwhelms-daily-life1513700355. 21 Véase Chris Buckley y Steven Lee Myers, “China Builds More Secret ‘Reeducation Camps’ to Detain Uighur Muslims Despite Global Outcry over Human Suffering”, Independent, 10 de agosto de 2019, www.independent.co.uk/news/world/asia/xi-jinping-regime-han-chinese-threatuighur-muslims-persecution-detention-camps-a9051126.html. 22 Citado en Gerry Shih, “‘Police Cloud’: Chinese Database Tracks Apps, Car Location and Even Electricity Usage in Muslim Region”, Washington Post, 2 de mayo de 2019, www.washingtonpost.com/world/chinese-database-is-trackingcellphone-usage-car-location-and-even-electricity-usage-of-xinjiangresidents/2019/05/01/12eb3996 -6c8a-11e9-be3a-33217240a539_story.html. 23 Moody, “Big Brother Is Watching Them. And We’re Next”. 24 Matt Ridley, “Britain Can Show the World the Best of AI”, The Times, 16 de abril de 2018, www.thetimes.co.uk/article/britain-can-show-the-world-the-bestof-ai-585vsthvn. 25 Mary L. Cummings, “Artificial Intelligence and the Future of Warfare”, Chatham House, 26 de enero de 2017, www.chathamhouse.org/publication/artificial-intelligence-and-future-warfare. 26 Michael C. Horowitz, “The Promise and Peril of Military Applications of Artificial Intelligence”, Bulletin of the Atomic Scientists, 23 de abril de 2018, https://thebulletin.org/landing_article/the-promise-and-peril-of-militaryapplications-of-artificial-intelligence. 27 Véase Zachary Fryer-Biggs, “The Pentagon Plans to Spend $2 Billion to Put More Artificial Intelligence into Its Weaponry”, The Verge, 8 de septiembre de 2018, www.theverge.com/2018/9/8/17833160/pentagon-darpa-artificialintelligence-ai-investment. 28 Catherine Clifford, “Bill Gates: A.I. Is Like Nuclear Energy – ‘Both Promising and Dangerous’”, CNBC, 26 de marzo de 2019, www.cnbc.com/2019/03/26/bill-gates-artificial-intelligence-both-promising-anddangerous.html. 29 Rhys Blakely, “Nobel Peace Prizewinning Doctors Warn Killer Autonomous Robots Must Be Banned”, The Times, 25 de marzo de 2019, www.thetimes.co.uk/article/nobel-peace-prizewinning-doctors-warn-killerautonomous-robots-must-be-banned-zt63np0t8. 30 Encontrarás más detalles y la lista completa en “Asilomar AI Principles”, Future of Life Institute, https://futureoflife.org/ai-principles. 31 “IOE Professor Co-Founds the UK’s First Institute for Ethical Artificial Intelligence in Education”, UCL Institute of Education, 18 de octubre de 2018, www.ucl.ac.uk/ioe/news/2018/oct/ioe-professor-co-founds-uks-first-instituteethical-artificial-intelligence-education. 32 Yuval Noah Harari, “Yuval Noah Harari on Big Data, Google and the End of Free Will”, Financial Times, 26 de agosto de 2016, www.ft.com/content/50bb4830-6a4c-11e6-ae5b-a7cc5dd5a28c. Capítulo 6 Mejorar a los humanos La IA comenzó con un antiguo deseo de suplantar a los dioses. Pamela McCorduck Desde la antigüedad, la práctica de la medicina se ha dedicado al cuidado de los enfermos. Sin embargo, en tiempos relativamente recientes, ha surgido una nueva dirección: la medicina que se dedica a mejorar a las personas sanas (y ricas, se podría añadir). Es decir, la medicina ya no es solamente una cuestión de salud, sino de mejora de la vida, y está orientada a producir personas más en forma, más bellas, más inteligentes, más aventajadas, menos propensas a la enfermedad y a morir jóvenes; en resumen, personas más atractivas y deseables. A medida que la tecnología se vuelve más y más sofisticada, aparecen deseos — sobre todo en las mentes de los que pueden permitírselo— de mejorar la vida humana de forma sustancial. ¿Qué hay detrás del deseo de mejorar a los humanos? Veamos la opinión de Yuval Harari en su libro Homo Deus sobre qué hay detrás de los intentos de mejorar a los seres humanos. En una evaluación general de la historia, que recuerda en cierto modo al libro más bien optimista de Steven Pinker Los ángeles que llevamos dentro,¹ Harari hace tres afirmaciones.² Solo las comentaré de forma breve, ya que la cuestión principal para Harari no son las afirmaciones en sí mismas, sino a dónde quiere llegar con ellas. En primer lugar, Harari considera que la guerra está obsoleta, ya que es más probable que nos matemos a nosotros mismos que muramos en un conflicto.³ Mi reacción inmediata es preguntar: ¿en quién está pensando cuando dice eso? ¿Está pensando principalmente en algunos países de Occidente donde se ha producido un cambio radical en la historia, ya que las guerras ya no se ven como la forma habitual de resolver las diferencias internacionales? Y ciertamente Europa ha vivido un largo período de paz entre la Segunda Guerra Mundial y la Guerras de los Balcanes. Sin embargo, mientras escribo este libro hay guerras en muchas partes del mundo. No solo eso, sino que, en las zonas devastadas por la guerra, la desesperación probablemente lleve a un aumento de las tasas de suicidio, de modo que, aunque quienes se suicidan no mueren en la guerra, sí mueren como consecuencia de la guerra. Además, la afirmación de Harari es cuestionable si pensamos en la ciberguerra y en la perspectiva de un mayor uso de vehículos y armas autónomas en una guerra propiamente dicha. En segundo lugar, Harari sostiene que corremos más riesgo de aumentar de peso que de morir de hambre.⁴ Esta opinión de que el hambre está a punto de desaparecer no concuerda en absoluto con la desigualdad entre la riqueza y la pobreza, acentuada por las frecuentes catástrofes humanitarias y ecológicas, ni con todas las noticias que nos llegan a diario de África. En 2017, el Informe mundial sobre las crisis alimentarias constató que había 108 millones de personas en riesgo en 48 países. Un año después, en 2018, la cifra aumentó a 124 millones de personas en 51 países.⁵ Es más, el aumento se atribuyó en gran medida al incremento de los conflictos en las regiones afectadas. Esto difícilmente respalda las dos primeras tesis de Harari. En tercer y último lugar, Harari cree que la muerte física se ha reducido a un mero problema técnico que pronto quedará resuelto por la ciencia médica. En otras palabras, Harari piensa que en un futuro no muy lejano, aunque podremos morir, no tendremos por qué morir. Se encontrará una “cura” para la muerte. Como si la muerte fuera una enfermedad; pero, ¿lo es? Yo no estaría tan seguro por razones que mencionaré más adelante. En cualquier caso, se trata de una afirmación realmente descabellada. Las afirmaciones de Harari son muy controvertidas, tal vez incluso falsas. Si contienen alguna verdad, en todo caso se aplican al mundo occidental rico más que al mundo en vías de desarrollo. También muestran un optimismo moral difícil de justificar. El astrónomo británico Martin Rees teme que sin iniciativas internacionales, sensatas e innovadoras para combatir amenazas globales como el cambio climático, las armas nucleares y la guerra biológica, las generaciones futuras podrían heredar “un mundo exhausto y peligroso”.⁷ No es exactamente el mundo utópico que Harari vaticina. En particular, la primera afirmación —o, más concretamente, la versión que Pinker hace de ella— ha sido duramente criticada por John Gray, que dice que las estadísticas de Pinker son engañosas y su idea de progreso moral es una ilusión y un error. Gray señala que Pinker —y también el ético Peter Singer, quien apoya a Pinker— malinterpreta la Ilustración al considerarla una revolución antiviolencia. Gray dice que ni Pinker ni Singer hacen “mención de la poderosa corriente intolerante en el pensamiento ilustrado, expresada en los jacobinos y los bolcheviques, que defendían y practicaban la violencia metódica como medio para mejorar la sociedad. Como muchos otros hoy en día, la respuesta de Pinker cuando alguien le menciona esa evidencia es asegurar que el lado oscuro de la Ilustración se ha extinguido [...] En lugar de que la guerra esté desapareciendo, la diferencia entre la paz y la guerra se ha difuminado”.⁸ La agenda de Harari para el siglo XXI Sin embargo, a mucha gente le fascinan las ideas de Yuval Harari. Lo más importante en este caso es el pensamiento que construye sobre esas ideas, especialmente sobre la tercera, que formula explícitamente desde el ateísmo, una creencia que condiciona su visión y la de muchos otros sobre el futuro: “Los humanos no morimos [...] porque Dios así lo decrete, ni tampoco porque la mortalidad sea una parte esencial de algún gran plan cósmico. Los humanos siempre mueren debido a algún fallo técnico […] Cada problema técnico tiene una solución técnica. No hemos de aguardar el Segundo Advenimiento para vencer a la muerte”. Se trata, obviamente, de una afirmación sin evidencias, por lo que es normal preguntarse si Harari realmente espera que seamos tan ingenuos como para aceptarlo simplemente porque él lo dice. Sin embargo, es tal el deseo de evitar la muerte que mucha gente se lo cree; y ante eso, Harari afirma que el primer punto en la agenda del siglo XXI va a ser la apuesta por la inmortalidad humana, que recibirá un gran respaldo por el miedo a la muerte arraigado en la mayoría de las personas. Ese miedo se ve reflejado en la decisión de algunas personas ricas de congelar sus cuerpos una vez muertos (criogenia) con la esperanza de poder volver a la vida cuando los científicos descubran cómo reiniciar un cerebro congelado. Estas ideas no carecen de precedentes. Por ejemplo, Nikolai Fedorov (1829– 1903), un filósofo ortodoxo ruso, sugirió que el ser humano podía intervenir en su propia evolución y dirigirla hacia la inmortalidad física e incluso la resurrección: “Ese día será divino, asombroso, pero no será milagroso; pues la resurrección no será fruto de un milagro, sino del conocimiento y del trabajo de muchos”.¹ ¡Suena igual que Harari! Más adelante en el siglo XX, el paleontólogo y sacerdote jesuita francés Pierre Teilhard de Chardin predijo en 1949 que el rápido cambio tecnológico daría lugar a una fusión de la humanidad y la tecnología. Creía que al final eso nos llevaría a lo que él llamó el “Punto Omega”, cuando la humanidad se fusionaría con lo divino: el Homo deus. Esto nos lleva al segundo punto de la agenda de Harari: la intensificación de la búsqueda de la felicidad. Para cumplir ese deseo, “habrá que cambiar nuestra bioquímica y remodelar nuestro cuerpo y nuestra mente mente¹¹ […] El segundo gran proyecto del siglo XXI (garantizar la felicidad global) implicará remodelar Homo sapiens para que pueda gozar del placer perpetuo”.¹² “Después de haber elevado a la humanidad por encima del nivel bestial de las luchas por la supervivencia, ahora nos dedicaremos a ascender a los humanos a dioses, y a transformar Homo sapiens en Homo deus”¹³ (pero “piensa más en términos de los dioses griegos”¹⁴). Harari cree que esto ocurrirá de forma gradual, empezando por ceder voluntariamente el control de nuestras vidas al smartphone y, con el tiempo, cambiándonos a nosotros mismos por medio de la ingeniería, las drogas, etc., hasta que dejemos de ser humanos.¹⁵ Transhumanismo Mark O’Connell resume los objetivos de los visionarios del proyecto transhumanista en su libro Cómo ser una máquina, que ganó el Wellcome Book Prize en 2018: “Ellos creen que podemos y debemos erradicar el envejecimiento como causa de muerte; que podemos y debemos usar la tecnología para aumentar nuestro cuerpo y nuestra mente; que podemos y debemos fusionarnos con las máquinas para reconfigurarnos, finalmente, a imagen y semejanza de nuestros más elevados ideales”.¹ David Pearce, cofundador de la Asociación Transhumanista Mundial, argumenta de forma similar que el transhumanismo busca aumentar la capacidad de experimentar placer y alargar la vida para poder disfrutar de ese placer indefinidamente. Pearce describe esto como el “imperativo hedonista” y predice que, en los próximos mil años, “los sustratos biológicos del sufrimiento serán erradicados por completo […] y los estados posthumanos de alegría mágica se irán perfeccionando, multiplicando e intensificando biológicamente de forma indefinida”.¹⁷ John Gray, en su libro Siete tipos de ateísmo, dice: “El ateísmo contemporáneo es una continuación del monoteísmo por otros medios. De ahí la interminable sucesión de sustitutos de Dios, como la humanidad, la ciencia, la tecnología o las humanísticas aspiraciones del transhumanismo”.¹⁸ Gray ve este desarrollo como un resurgimiento del gnosticismo: una antigua herejía que veía a los humanos como espíritus atrapados en un cuerpo maligno del que hay que liberarse, y del que ahora nos podremos liberar gracias a la tecnología. Según Gray, “el gnosticismo es la fe de las personas que creen ser máquinas”.¹ Gray sugiere que el transhumanismo es esencialmente tecnomonoteísmo.² C. S. Lewis ya anticipó ese deseo de pasar de lo orgánico a lo inorgánico en su novela distópica Esa horrible fuerza, escrita en 1945. Esa visión está expresada por un académico: En nosotros la vida orgánica ha producido la mente. Ha cumplido con su obra. Después de eso no la necesitamos. Ya no necesitamos que el mundo esté formado de vida orgánica, como lo que ustedes llaman moho: todo germinando, brotando, procreando y pudriéndose. Debemos librarnos de eso. Poco a poco, desde luego; aprendemos cómo hacerlo con lentitud. Aprendemos a hacer que nuestros cerebros vivan cada vez con menos cuerpo; aprendemos a construir nuestros cuerpos directamente con productos químicos, sin tener que atiborrarlos más de animales o hierbas muertas. Aprendemos cómo reproducirnos sin copulación.²¹ Como dice John Gray, parece haber un fuerte elemento de gnosticismo en esa actitud. En su perspicaz reseña, Giles Fraser alaba a Gray por decir que “la idea de que la ciencia o la tecnología pueden librarnos de las preguntas que a algunos de nosotros nos han llevado a Dios —preguntas sobre la mortalidad, por ejemplo — es tan supersticiosa como cualquier creencia religiosa. Para muchos, la tecnología y la ciencia funcionan en la sociedad actual del mismo modo en que lo hizo la magia: ambas representan la fantasía de que puede haber una solución rápida a los retos del ser humano”.²² En la misma línea, Leon Kass, profesor de pensamiento social en la Universidad de Chicago, ha hecho una sobria advertencia sobre este tipo de desarrollo: Hemos pagado un precio muy alto por la conquista tecnológica de la naturaleza, pero el más alto ha sido el coste intelectual y espiritual de ver la naturaleza meramente como material que podemos manipular, explotar y transformar a nuestro antojo. Ahora que los poderes de la ingeniería biológica están cobrando impulso, habrá muchas más oportunidades para degradar también nuestra visión del hombre [...] Y claramente, si nos vemos a nosotros mismos como un trozo de carne, en carne nos convertiremos.²³ Kass muestra que algunos aspectos de esa búsqueda de la IA fuerte están lejos de ser moralmente inocuos y neutrales. Puede verse más bien como una búsqueda de dominio y poder. La dirección en la que nos llevará ese poder es una cuestión ética que debería preocuparnos profundamente, como C. S. Lewis observó ya en 1943 en su extraordinario libro La abolición del hombre: Lo que llamamos el poder del Hombre sobre la Naturaleza se revela como un poder ejercido por algunos hombres sobre otros con la Naturaleza como instrumento […] La conquista de la Naturaleza, si se cumple el sueño de ciertos científicos planificadores, resultará ser el proyecto de algunos cientos de hombres sobre miles de millones de ellos. Ni hay ni puede haber incremento alguno del poder por parte del Hombre. Todo poder conquistado por el hombre es también un poder ejercido sobre el hombre. Todo avance debilita al tiempo que fortalece. En toda victoria, el general, además de triunfar, es también el esclavo que sigue al coche triunfal […] La conquista final del Hombre ha demostrado ser la abolición del Hombre.²⁴ C. S. Lewis escribió estas palabras después de convertirse al cristianismo; sin embargo, el ateo John Gray les otorga valor profético incluso para aquellos que no comparten las convicciones teológicas de Lewis.²⁵ Gray también nos recuerda que el intento de utilizar la ciencia y la tecnología para mejorar a la humanidad no es nada nuevo. Cita el mito judío medieval del gólem, un ser de apariencia humana hecho de polvo o barro, y el Frankenstein de Mary Shelley, publicado en 1818. En opinión de Gray, “el intento de crear un ser humano artificial corría el riesgo de crear un monstruo”.² La historia del siglo XX respalda claramente este punto de vista. Me vienen a la mente dos ejemplos horribles. El primero, en Alemania, donde los nazis imaginaron que podían crear un ario sobrehumano mediante lo que llamaban “eugenesia”, un cínico eufemismo que implicaba el asesinato de las personas “desechables” porque se las consideraba mental o físicamente por debajo del estándar, o “discapacitados” o “racialmente impuros”. Hitler básicamente tomó la idea de “la supervivencia del más fuerte” y la aplicó a los seres humanos en su búsqueda del Übermensch. Esto condujo al exterminio de millones de judíos, polacos y otros “indeseables” en el crimen más depravado que el mundo haya visto jamás. En la antigua Unión Soviética, se intentó utilizar la ciencia para crear un “hombre nuevo”. En 1924, Leon Trotsky escribió: “El hombre se propondrá dominar sus propios sentimientos, elevar sus instintos a las alturas de la conciencia, hacerlos transparentes, extender su voluntad a los recovecos más ocultos y, así, colocarse en un nuevo plano para crear un tipo biológico social más elevado o, si se quiere, un superhombre”.²⁷ Citando al historiador Andrey Zubov, Sergei Gogin explica en qué consistía ese programa de eugenesia: El “hombre soviético” evolucionó como resultado de un proceso de selección profundamente negativo, por el que “las mejores personas, las personas más honestas y más cultas, fueron asesinadas o se les impidió tener una familia y criar hijos exiliándolas o encarcelándolas, mientras que el peor tipo de personas —es decir, las que participaron en la creación de esa nueva forma de hombre o apoyaron en silencio a las nuevas autoridades— pudo ‘ser fructífero y multiplicarse’”.²⁸ Estos horribles ejemplos apoyan la predicción de John Gray de que el resultado probable de todos estos intentos de rediseñar la humanidad será la extinción de la misma. Gray llega a una irónica conclusión: “Para mí, la humanidad no regenerada es preferible: de hecho, las criaturas defectuosas y en conflicto que somos son mucho más interesantes que las criaturas transformadas que nos gustaría ser. Pero estoy seguro de que no hemos terminado de intentarlo. Porque si algo caracteriza a los seres humanos, es el rechazo a ser lo que somos”.² C. S. Lewis desarrolló este tema —que empezó a tratar en La abolición del hombre— en su libro Esa horrible fuerza mencionado anteriormente. Habla de una siniestra institución científica llamada I.N.E.C.,NT³ el Instituto Nacional de Experimentos Coordinados, que pretende explotar una pequeña universidad en Inglaterra como centro de reclutamiento para experimentos de vivisección altamente cuestionables. Casi al principio del libro, la fuerza impulsora amoral detrás del proyecto, Lord Feverstone, le dice a uno de los personajes centrales, el sociólogo Mark Studdock: “Pero es la cuestión principal del momento, de qué lado está uno: el oscurantismo o el orden [...] Si se le da verdadera vía libre a la ciencia, esta puede hacerse cargo de la raza humana y reacondicionarla: convertir al hombre en un animal realmente eficaz. Si no lo hace… bueno, estamos listos”.³¹ Feverstone continúa diciendo: El hombre tiene que hacerse cargo del hombre. Recuerda que eso significa que algunos hombres tienen que hacerse cargo del resto […] Cosas muy simples y obvias al principio: esterilización de los incapaces, liquidación de las razas atrasadas […] reproducción selectiva. Después, verdadera educación, incluyendo educación prenatal. Por verdadera educación quiero decir una que no incluya el sinsentido de “tómelo-o-déjelo”. Una verdadera educación transforma al que la sufre en lo que ella quiere infaliblemente, sea lo que fuera que los padres o el paciente traten de hacer al respecto. Por supuesto, tendrá que ser sobre todo psicológica al principio. Pero a la larga llegaremos al condicionamiento bioquímico y a la manipulación directa del cerebro [...] Es la clave por fin. Un nuevo tipo de hombre: es la gente como tú la que va a empezar a construirlo.³² Así, Studdock se ve arrastrado a un proyecto espantoso que resulta estar orientado a la conquista de la muerte física, uno de los puntos de la agenda de Yuval Harari para el siglo XXI. 1 Steven Pinker, Los ángeles que llevamos dentro: El declive de la violencia y sus implicaciones (Ediciones Paidós, 2012). 2 Véase Yuval Noah Harari, Homo Deus: Breve historia del mañana (Editorial Debate, 2016), 1–55. 3 Véase Harari, Homo Deus (Editorial Debate, 2016), 25–26. 4 Véase Harari, Homo Deus (Editorial Debate, 2016), 15–16. 5 Véase “2018 Global Report on Food Crises”, World Food Programme, 21 de marzo de 2018, www.wfp.org/publications/global-report-food-crises-2018. 6 Véase Harari, Homo Deus (Editorial Debate, 2016), 34. 7 Martin Rees, En el futuro (Editorial Crítica, 2019), 180. 8 John Gray, “John Gray: Steven Pinker Is Wrong about Violence and War”, The Guardian, 13 de marzo de 2015, www.theguardian.com/books/2015/mar/13/john-gray-steven-pinker-wrongviolence-war-declining. 9 Harari, Homo Deus (Editorial Debate, 2016), 33–34. 10 Nikolai Fedorov, “The End of Orphanhood, Limitless Kinship”, citado en en G. M. Young, The Russian Cosmists: The Esoteric Futurism of Nikolai Fedorov and His Followers (New York: Oxford University Press, 2012), 82, cursiva del original. 11 Esto trae a la memoria la droga de la felicidad llamada soma de la novela Un mundo feliz (1932) de Aldous Huxley. 12 Harari, Homo Deus (Editorial Debate, 2016), 55. 13 Harari, Homo Deus (Editorial Debate, 2016), 32. 14 Harari, Homo Deus (Editorial Debate, 2016), 60. 15 Véase Harari, Homo Deus (Editorial Debate, 2016), 62. 16 Mark O’Connell, Cómo ser una máquina: Aventuras entre ciborgs, utopistas, hackers y futuristas intentando resolver el pequeño problema de la muerte (Capitán Swing, 2019), 12. 17 David Pearce, “The Hedonistic Imperative”, www.hedweb.com/hedethic/hedonist.htm. 18 John Gray, Siete tipos de ateísmo (Editorial Sexto Piso, 2019), 214. 19 John Gray, El alma de las marionetas: Un breve estudio sobre la libertad del ser humano (Editorial Sexto Piso, 2015), 37; véase O’Connell, Cómo ser una máquina (Capitán Swing, 2019), 77–78; Gray, Siete tipos de ateísmo (Editorial Sexto Piso, 2019), 101–130. 20 Véase Gray, Siete tipos de ateísmo (Editorial Sexto Piso, 2019), 95. 21 C. S. Lewis, Esa horrible fuerza: Un cuento de hadas para mayores (Ediciones Encuentro, 1994), 228. 22 Giles Fraser, “There’s More to Atheism Than the Dim-Witted Dawkins Brigade”, UnHerd, 18 de mayo de 2018, https://unherd.com/2018/05/atheismdim-witted-dawkins-brigade/. 23 Leon Kass, Toward a More Natural Science: Biology and Human Affairs (New York: Free Press, 1985), 76–77. 24 C. S. Lewis, La abolición del hombre (Ediciones Encuentro, 2016), capítulo 3. 25 Véase John Gray, “Is It Ever Right to Try to Create a Superior Human Being?”, BBC News, 6 de septiembre de 2015, www.bbc.com/news/magazine34151049. 26 Gray, “Is It Ever Right?”. 27 Leon Trotsky, Literature and Revolution (Chicago: Haymarket, 2005), 207. 28 Citado por Sergei Gogin, “Homo Sovieticus: 20 Years After the End of the Soviet Union”, Russian Analytical Digest 109, 8 de marzo de 2012: 13, www.files.ethz.ch/isn/138831/Russian_Analytical_Digest_109.pdf. 29 Gray, “Is It Ever Right?”. 30N. de la T. En inglés es N.I.C.E., un inteligente eufemismo ya que nice en inglés significa “agradable” o “amable”. 31 Lewis, Esa horrible fuerza (Ediciones Encuentro, 1994), 48. 32 Lewis, Esa horrible fuerza (Ediciones Encuentro, 1994), 50–51. Capítulo 7 Inteligencia artificial fuerte: ¿El futuro es oscuro? La inteligencia artificial es el futuro no solo para Rusia, sino para toda la humanidad. Trae consigo enormes oportunidades, pero también amenazas difíciles de predecir. Quien se convierta en el líder en este ámbito será el gobernante del mundo. Vladimir Putin El experto en medioambiente James Lovelock, que desarrolló la hipótesis Gaia (la idea de que la tierra es un ecosistema que se regula a sí mismo), sugiere, con su habitual estilo provocador, que quizá los seres humanos ya han tenido su oportunidad y ahora deberían dejar paso a algo nuevo. En una entrevista publicada en The Guardian , dice: “Porque muy pronto, antes de que lleguemos al final de este siglo, creo que lo que la gente llama ‘robots’ habrá tomado el relevo”. ¹ En abril de 2018, en las charlas TED de Vancouver, el físico y cosmólogo Max Tegmark, presidente del Future of Life Institute del MIT (Instituto para el Futuro de la Vida), hizo esta declaración un tanto exagerada: “Con la creación de la IA estamos trayendo una nueva forma de vida con un potencial ilimitado para el bien o para el mal”.² Esta afirmación carece de evidencia científica ya que, hasta la fecha, la IA y los algoritmos de aprendizaje automático —por citar la expresión de Rosalind Picard— “no están más vivos que lo que puede estar Microsoft Word”. Un estudio de Sir Nigel Shadbolt y Roger Hampson titulado The Digital Ape [El simio digital] lleva por subtítulo How to Live (in Peace) with Smart Machines [Cómo vivir (en paz) con máquinas inteligentes].³ Son optimistas y creen que los humanos aún seguiremos al mando, siempre que afrontemos el proceso con sensatez. Pero, ¿está justificado ese optimismo? El director del Centro para el Estudio del Riesgo Existencial, de la Universidad de Cambridge, dijo: “Vivimos en un mundo que podría llegar a estar plagado de […] peligros por el mal uso de la IA y tenemos que hacernos cargo del problema, porque los riesgos son reales”.⁴ Las cuestiones éticas son urgentes, ya que la IA está considerada por los expertos como una tecnología transformadora al mismo nivel que la electricidad. Estados Unidos y China están decididos a dominar este campo, y China espera lograrlo para el 2030. El presidente Emmanuel Macron quiere convertir Francia en la capital mundial de la IA. Sin embargo, tendría más sentido comparar la IA con la energía nuclear que con la electricidad. La investigación sobre la energía nuclear dio lugar a las centrales nucleares, pero también provocó una carrera armamentística que casi llevó al mundo al borde de la extinción. La IA crea problemas de magnitud similar, o incluso mayor. La brillante obra de teatro Copenhague de Michael Frayn aborda la cuestión de si los científicos deberían seguir las matemáticas y la física sin tener en cuenta las consecuencias de lo que están desarrollando o si deberían tener escrúpulos morales.⁵ El contexto de la pieza teatral es la investigación que condujo a la fisión nuclear. La IA plantea exactamente las mismas cuestiones, solo que la IA es mucho más accesible que la física atómica y no necesita instalaciones muy caras ni sofisticadas. No puedes construir una bomba nuclear en tu habitación, pero puedes hackear desde la otra punta del mundo y provocar un daño considerable. Debemos detenernos y preguntarnos: ¿Cuál es la verdad detrás de afirmaciones como las de Lovelock y Tegmark? ¿Son acaso especulación exagerada que va mucho más allá de lo que la investigación científica ha demostrado? Podría decirse que la cantidad de especulación injustificada que algunos hacen sobre la IA es inversamente proporcional a la cantidad de experiencia práctica que tienen en IA. Porque los científicos que realmente construyen sistemas de IA tienden a ser más cautelosos en sus predicciones sobre el potencial de la IA que los que no trabajan en ello. También está la cuestión de qué cosmovisión impulsa todo esto. ¿Qué presuposiciones se están haciendo? ¿Buscan el bien de todos o simplemente de una élite que desea dominar para su propio beneficio? Las respuestas a estas preguntas dependerán de la cosmovisión de los participantes en la investigación, la aplicación y el debate sobre la IA. Un dato importante es su visión sobre la naturaleza de la realidad última. El físico Sir John Polkinghorne, al que tuve de profesor de mecánica cuántica en la Universidad de Cambridge, escribe: “Si queremos entender la naturaleza de la realidad, solo hay dos puntos de partida posibles: el hecho inexplicable del mundo físico o el hecho inexplicable de una voluntad y un propósito divinos detrás de ese mundo físico”. ¿Los cerebros son ordenadores? La principal cosmovisión que está detrás de muchos escritos sobre el futuro de la humanidad es el ateísmo. Lo vemos, por ejemplo, en el bestseller del físico Sean Carroll titulado El gran cuadro: “Los seres humanos somos masas de barro organizado que, a través del funcionamiento impersonal de los patrones de la naturaleza, hemos desarrollado la capacidad de contemplar, apreciar y comprometernos con la intimidante complejidad del mundo que nos rodea [...] El sentido que hallamos en la vida no es trascendente”.⁷ Este fisicalismo reduccionista sostiene que las capacidades cognitivas humanas han surgido naturalmente de la biosfera y, por tanto, no ve ninguna razón por la que no pueda volver a ocurrir lo mismo una vez que se haya alcanzado un grado de organización lo suficientemente alto; es decir, vida que surge de la esfera de silicio. Nick Bostrom lo expresa así: “Sabemos que procesos evolutivos nodirigidos pueden producir niveles humanos de inteligencia general de nivel humano, puesto que ya lo han conseguido al menos una vez. Procesos evolutivos dirigidos —esto es, programas genéticos diseñados y guiados por un programador humano inteligente— deberían ser capaces de alcanzar un resultado similar con mucha más eficacia”.⁸ La afirmación que Bostrom hace en la primera frase es muy discutible, pero este no es el lugar para rebatirla. Lo que me preocupa aquí es más bien la idea que nos transmiten afirmaciones como las de Bostrom: que el cerebro humano no es más que un ordenador. Una cosa es decir que el cerebro funciona en ciertos aspectos como un ordenador y otra totalmente distinta que solo es un ordenador. Simulación no es igual a duplicación. Ya hemos mencionado que el genio matemático Alan Turing trabajó para construir máquinas inteligentes: un sistema artificial que lograse pasar por humano debía considerarse inteligente. Para Turing, el test que ahora llamamos Prueba de Turing estaba limitado por la tecnología. Pero en aras del argumento, supongamos que obviamos esa limitación. Supongamos que pudiéramos construir robots que fueran físicamente indistinguibles de los humanos, como en muchas películas de ciencia ficción, y cognitivamente capaces de engañarnos. ¿Eso los haría “inteligentes”? Yo creo que no. Lo que me convence de ello es el famoso experimento de la habitación china, un experimento mental inventado por el filósofo de Berkeley John Searle. Esta es su explicación del mismo: El argumento procede del siguiente experimento mental. Imagínese a un angloparlante que no sabe chino encerrado en una habitación llena de cajas con símbolos chinos (una base de datos) y un libro de instrucciones para manipular esos símbolos (el programa). Imagínese que fuera de la habitación hay personas que le hacen llegar otros símbolos chinos que, aunque la persona que está en la habitación no lo sabe, son preguntas en chino (el input). E imagínese que, siguiendo las instrucciones del programa, la persona en la sala es capaz de pasar símbolos chinos que son respuestas correctas a las preguntas (el output). El programa le ha permitido pasar la Prueba de Turing para entender chino, pero realmente no entiende ni una palabra de chino. El argumento es el siguiente: si la persona de la habitación no entiende chino después de aplicar el programa que sirve para entender chino, entonces tampoco lo entiende ningún ordenador digital solo por aplicar el programa, porque ningún ordenador tiene, como ordenador que es, algo que esa persona no tenga.¹ No debemos confundir una simulación informática con la realidad. Después de todo, nadie confundiría una simulación informática del clima con el propio clima. Por lo tanto, no deberíamos confundirnos ante la simulación de mentes. El distinguido matemático de Oxford, Roger Penrose, va más allá al argumentar que el cerebro es mucho más que un ordenador, ya que puede hacer cosas que ningún ordenador es capaz de hacer ni siquiera en la teoría. Por lo tanto, en su opinión, ningún ordenador puede simular la mente. Por supuesto, si la inteligencia se define —como algunos quisieran— como “la capacidad de pasar la Prueba de Turing”, entonces me gustaría decir que los humanos tienen algo más que la IA nunca tendrá, por muy avanzada que sea. En un artículo para Evolution News, el arquitecto de software Brendan Dixon escribió: “Los ordenadores no juegan como los humanos. Los ordenadores no crean como los humanos. Los ordenadores, en su nivel más fundamental, ni siquiera resuelven problemas computacionales como los humanos los resuelven”. Dixon concluyó: “Por tanto, el verdadero problema de la IA es [...] la probabilidad de que dependamos ciegamente de las máquinas, que pongamos nuestra confianza en ellas, encandilados con metáforas engañosas. El peligro es que los ordenadores nos fallen, y que nos fallen de maneras trágicas”.¹¹ Roger Epstein, antiguo editor de Psychology Today, también rechaza la hipótesis de que el cerebro funciona como un ordenador. Dice: Perdónenme por esta introducción a la informática, pero debo ser claro: los ordenadores realmente trabajan con representaciones simbólicas del mundo. Realmente almacenan y recuperan. Realmente procesan. Realmente tienen memorias físicas. Realmente están guiados en todo lo que hacen, sin excepción, por algoritmos. Los humanos, sin embargo, no; nunca fueron así y nunca lo serán. Teniendo en cuenta esta realidad, ¿por qué tantos científicos hablan de nuestra vida mental como si fuéramos ordenadores?¹² Una red neuronal puede distinguir a un gato en un vídeo de YouTube, pero no tiene ni idea de lo que es un gato. Tenemos que recordar una vez más que no estamos hablando de entes conscientes. La experta en IA Margaret Boden escribe: Los ordenadores no tienen objetivos propios. El hecho de que un ordenador persiga algún tipo de objetivo siempre se explica en referencia a los objetivos de algún agente humano. (Por eso la responsabilidad de las acciones de los sistemas de IA recae en sus usuarios, fabricantes y/o vendedores, y no en los propios sistemas). Además, los “objetivos” “prioridades” y “valores” de un programa de IA no tienen ninguna importancia para el sistema. Cuando AlphaGo de DeepMind venció al campeón mundial Lee Sedol en 2016, no sintió ninguna satisfacción, y menos aún regocijo. Y cuando el programa de ajedrez Stockfish 8, que entonces era el número uno, fue derrotado por AlphaZero un año después (aunque AlphaZero no había recibido datos ni consejos sobre cómo juegan los humanos), no se vio asaltado por la decepción o la humillación. Garry Kasparov, por el contrario, quedó destrozado cuando fue derrotado por el Deep Blue de IBM en 1997 […] Además, no tiene sentido imaginar que la futura IA pueda tener necesidades. No necesitan amabilidad o respeto para funcionar bien. Un programa funciona o no funciona. Porque las necesidades —y su satisfacción— son intrínsecas a los sistemas que existen de forma autónoma, es decir, a los organismos vivos. No es razonable atribuir necesidades a los artefactos.¹³ El entusiasmo en esta área se ve intensificado porque términos como “redes neuronales”, “aprendizaje profundo” y “aprendizaje automático” parecen indicar la presencia de una inteligencia como la humana, cuando estos términos se refieren básicamente a métodos estadísticos utilizados para extraer patrones probables de enormes conjuntos de datos. ¡El cerebro humano no es un ordenador nanotecnológico de proteínas! La matemática Hannah Fry hace un comentario irónico y acertado: Por el momento, preocuparse por la IA maligna es más o menos como preocuparse por la superpoblación en Marte. Tal vez un día lleguemos al punto en que la inteligencia de los ordenadores supere a la inteligencia humana, pero aún estamos muy lejos de eso. Francamente, todavía nos hallamos muy lejos de crear una inteligencia al nivel del erizo. Hasta ahora, nadie ha logrado acercarse siquiera a la del gusano.¹⁴ Reimaginar la evolución Aun así, el optimismo de Yuval Harari no tiene límites. En su bestseller Sapiens, escribe: “Durante cerca de 4000 millones de años, todos y cada uno de los organismos sobre el planeta evolucionaron sometidos a la selección natural. Ni uno solo fue diseñado por un creador inteligente [...] Los biólogos tienen razón acerca del pasado, pero los defensores del diseño inteligente, irónicamente, podrían estar en lo cierto en lo que respecta al futuro”.¹⁵ Sin embargo, ¿podría ser justo al revés: que los biólogos se equivoquen en cuanto al pasado cuando dicen que la vida surgió de procesos mecánicos no guiados?¹ ¿No podríamos decir que el hecho de que la vida depende de macromoléculas portadoras de información encaja mucho mejor con la idea de que fue diseñada por una inteligencia creadora? ¿Podría ser también que los defensores del diseño inteligente artificial se equivoquen en cuanto al futuro cuando dicen que la mente humana puede crear vida artificial? En cualquier caso, hay que señalar que la primera parte de la afirmación de Harari ignora el hecho evidente de que la evolución no produjo vida. La razón es que la evolución biológica, haga lo que haga, solo puede ponerse en marcha cuando ya hay vida (bios). No se puede explicar la existencia de algo a partir de una de sus consecuencias. El hecho, ahora ampliamente reconocido, es que nadie tiene una idea real de cómo se originó la vida, así que la afirmación de Harari es, cuando menos, precipitada. No obstante, en un gran despliegue de arrogancia injustificada, dice: “Ahora la humanidad está a las puertas de sustituir la selección natural con el diseño inteligente, y a extender la vida desde el ámbito orgánico al inorgánico”.¹⁷ Harari sugiere que habrá tres formas principales de hacerlo: la ingeniería biológica, la ingeniería de cíborgs¹⁸ y la ingeniería de seres inorgánicos.¹ En su libro Evolving Ourselves [Evolucionándonos a nosotros mismos], Juan Enriquez y Steve Gullans imaginan un mundo en el que la evolución ya no depende de los procesos naturales, sino de las decisiones humanas por medio de lo que ellos llaman la “selección no natural” y la “mutación no aleatoria”.² Ahora bien, está claro que el diseño inteligente ya ha dado algunos pasos en dirección hacia la mejora de la humanidad. Por ejemplo, Harari declaró a The Guardian: “En el siglo XXI la medicina está avanzando y tratando de superar la norma para ayudar a la gente a vivir más tiempo, a tener memorias más potentes, a controlar mejor sus emociones. Pero mejorar de ese modo no es un proyecto igualitario, es un proyecto elitista. No importa la norma que superes, siempre hay otra mejora posible”.²¹ Es un proyecto elitista porque esos avances médicos que mejoran la vida suelen ser caros. Por ejemplo, los implantes cocleares que se conectan directamente a los nervios auditivos pueden transformar la audición a un precio de 40 000 libras cada uno. Se están desarrollando interfaces cerebro-ordenador (BCI en inglés) para ayudar a las personas con discapacidad a mover sus miembros incapacitados o incluso sus prótesis. Probablemente sean muy caras, al igual que la tecnología más especulativa que podría llegar a establecer una conexión directa entre nuestro cerebro e internet. La mejora quirúrgica para los ricos ya se ha convertido en un gran negocio y hay empresas que anuncian explícitamente su experiencia en mejorar al ser humano. Por ejemplo, Elon Musk ha creado una empresa, Neuralink, con el objetivo de fusionar el cerebro humano con la IA. Los científicos ya han desarrollado la tecnología que permite a las personas con parálisis teclear utilizando solo su mente. Entre las opciones no quirúrgicas, los fármacos para mejorar el rendimiento —como los esteroides anabólicos para aumentar la musculatura,²² los estimulantes para aumentar la lucidez y las hormonas del crecimiento para aumentar la fuerza y la resistencia— se están usando cada vez más, sobre todo en el ámbito deportivo y a pesar de sus posibles efectos secundarios y de los problemas éticos que plantean. Si pensamos en los pocos avances mencionados aquí, vemos, por un lado, que gran parte de lo que ya se ha hecho tiene un valor altamente positivo, sobre todo los avances como los miembros biónicos controlados por el pensamiento. Por otro lado, algunas investigaciones, como la de la modificación de la línea germinal humana, son éticamente cuestionables. El efecto de estos avances es que muchas personas creen que la llegada de la IA fuerte es muy factible. Ese avance, si alguna vez se produce, tendría tales implicaciones que es importante pensar en ello, incluso si lo veamos como algo lejano. Una buena razón para ello es que algunos aspectos de lo que podría hacer la IA fuerte —como los avances en la vigilancia generalizada mencionados en el capítulo 5— ya se están extendiendo por todo el mundo. La vigilancia a ese nivel trae consigo un poder casi absoluto; no es de extrañar que haya una gran cantidad de literatura que aborda la futura dominación del mundo por parte de los que desarrollan la IA fuerte, o incluso por parte de un sistema de IA fuerte. Sin embargo, no debemos dejar que los escenarios futuristas nos cieguen y nos impidan ver que la IA ya ha ido lo suficientemente lejos como para que los principales aspectos de la dominación mundial sean factibles en relativamente poco tiempo. No hace falta esperar a una IA fuerte completa para que eso ocurra. Escenarios de dominio mundial por parte de la IA fuerte El físico del MIT, Max Tegmark, dice que la dominación del mundo podría ocurrir en tres pasos: primero, crear una IA fuerte al nivel humano, luego utilizarla para crear una superinteligencia; y, por último, liberar a la superinteligencia para dominar el mundo.²³ En el prólogo a su libro Vida 3.0, Tegmark imagina un proyecto de IA altamente secreto dirigido por lo que él llama el equipo Omega, que desarrolla un poderoso sistema de IA llamado Prometeo. Lo primero que ese sistema hace es ganar dinero utilizando el Mechanical Turk de Amazon (MTurk), que, como explica Wikipedia, es un mercado en internet de crowdsourcing (colaboración masiva) que permite a individuos y empresas encontrar gente que realice tareas que los ordenadores aún no pueden hacer. Es una de las páginas de Amazon Web Services. Los empleadores pueden publicar tareas conocidas como “tareas de inteligencia humana” (HIT por sus siglas en inglés). Los trabajadores, conocidos como turkers, pueden buscar entre los trabajos ofertados y completarlos a cambio de una remuneración fijada por el empleador. La elección por parte de Tegmark del nombre Prometeo para su sistema de IA general es muy acertada. Prometeo era el titán de la mitología griega que, según nos cuenta el poeta griego Hesíodo, había creado a los seres humanos a partir del barro y desafió a los dioses robando el fuego y dándoselo a los humanos para impulsar su desarrollo. Por su transgresión, Zeus lo castigó encadenándolo a una roca y cada día enviaba a un águila para que se comiera el hígado de Prometeo. Por la noche el hígado le volvía a crecer y al día siguiente el proceso se repetía. A menudo se le ha visto como ejemplo de los posibles resultados trágicos de cualquier intento de mejorar la condición humana. Curiosamente, el subtítulo de la novela Frankenstein de Mary Shelley es El moderno Prometeo. El Prometeo de Tegmark sustituye secretamente a los turkers gracias a su sistema de IA mucho más veloz y, en consecuencia, comienza a ingresar enormes cantidades de dinero. Luego, los omegas entrenan a Prometeo para hacer películas y las ganancias aumentan exponencialmente. Entonces, esa riqueza se utiliza para apoderarse de las empresas y los medios de comunicación del mundo y para influir en los gobiernos. El resto te lo puedes imaginar tú mismo. Finalmente, Prometeo acaba teniendo el control absoluto del planeta: “Por primera vez, nuestro planeta estaba dirigido por una única potencia, cuyo poder era amplificado por una inteligencia tan enorme que era susceptible de hacer posible que la vida floreciera durante miles de millones de años en la Tierra como a lo largo y ancho del universo. Pero, ¿en qué consistía exactamente su plan?”.²⁴ La idea es que, de ese modo, el mundo se convertiría en el estado totalitario perfecto, sea lo que sea que signifique “perfecto” en ese contexto. Prometeo no solo puede registrar todas las comunicaciones electrónicas, una capacidad que muchos gobiernos han tenido durante años, sino que puede entender todas las comunicaciones y por tanto ser plenamente consciente de lo que la gente de todo el mundo está pensando y haciendo: Con la excusa de combatir el crimen y el terrorismo y salvar a personas que estuviesen sufriendo emergencias médicas, se podría obligar a todo el mundo a llevar una pulsera de seguridad que combinase la funcionalidad de un Apple Watch con la transmisión continua de la posición, el estado de salud y las conversaciones que captase. Los intentos no autorizados de quitarse o desactivar la pulsera provocarían que esta inyectase una toxina letal en el antebrazo.²⁵ Ahora bien, está claro que Tegmark pretende plasmar un escenario imaginario. Es imaginario en más de un sentido. Por ejemplo, Prometeo, como máquina que es, no entiende toda la comunicación, ni tampoco es consciente de lo que la gente de todo el mundo piensa y hace por la sencilla razón de que no tiene una mente con la que entender o ser consciente. Sabiamente, Tegmark no dice que él cree que así será el futuro irremediablemente, sino que pregunta a sus lectores si creen que ese futuro es posible y, en caso afirmativo, si quieren un futuro así. Desde su punto de vista, el futuro aún está por escribir. Sin embargo, hay tres cosas inquietantes de Prometeo que inmediatamente vienen a la mente. En primer lugar, ya está en funcionamiento al menos una parte importante de un plan muy similar: el uso de sistemas de vigilancia basados en la IA para el control social generalizado en China, que ya describimos en el capítulo 5. En segundo lugar, en muchas distopías de ciencia ficción aparece algo muy parecido a Prometeo. Basta con pensar en películas o series tan populares como Matrix, Blade Runner o Doctor Who. En tercer lugar, y más importante aún, como veremos más adelante, la literatura bíblica ya presagió hace siglos este tipo de escenario. Tegmark también explora una amplia variedad de escenarios de IA fuerte sugeridos por figuras destacadas del ámbito de la IA fuerte. Algunos creen que los humanos serán capaces de controlar la superinteligencia y posiblemente utilizarla para eliminar a la oposición. Otro escenario adopta el punto de vista opuesto: imagina que Prometeo se libera, toma el control de la humanidad y posiblemente los elimina. Entonces, la pregunta es: ¿cómo podemos garantizar que esa superinteligencia salvaguarde los intereses humanos y no amenace la existencia humana? Dicho de otro modo, podríamos preguntar: ¿qué cosmovisión tendrá una superinteligencia o una IA fuerte? Es una pregunta importante, ya que esa cosmovisión la tendrán que instalar los humanos que la construyan y la programen. ¿Cuál será esa cosmovisión y en qué valores se basará? Aquí no tenemos espacio para hablar de ello de forma exhaustiva, así que recomiendo el libro del investigador de IA, David Bell, Superintelligence and World-views [Superinteligencia y cosmovisiones].² Pero mucho antes de que lleguemos a la superinteligencia o a la IA fuerte, si es que llegamos, vale la pena no pasar por alto la ironía: por un lado queremos poder elegir y, sin embargo, renunciamos a ello y delegamos nuestra elección en máquinas que suelen estar programadas por otras personas y que, por tanto, encarnan sus decisiones y no las nuestras. En cuanto al futuro de la humanidad, Max Tegmark describe doce posibles escenarios que son resúmenes de las aportaciones de muchos pensadores distintos.²⁷ Unos son optimistas y otros son pesimistas. Para algunos de ellos, la IA fuerte parece poseer las características de un dios benévolo; para otros, las del mismísimo diablo. Y, obviamente, los hay que se sitúan en algún punto intermedio. Nótese que la mitad de estos escenarios tienden hacia lo utópico, y la otra mitad hacia lo distópico, de modo que entre todos cubren un espectro muy amplio. Cuál de las dos tendencias es la más probable dependerá, al menos en parte, del estatus que demos al mal moral. Tegmark es lo suficientemente prudente como para no pronunciarse sobre lo que ocurrirá o cuándo ocurrirá. Rosalind Picard señala que Tegmark no agota las posibilidades teóricas.²⁸ Quizá nunca creemos una superinteligencia, no porque la humanidad se extinga a sí misma, sino porque desarrollemos tecnología para ayudar a las personas a ser más inteligentes y capaces no solo de protegerse entre sí, sino también de evitar un escenario tan sombrío como el de 1984. Sin embargo, hay que tener en cuenta la siguiente consideración. Es fácil imaginar que, sea cual sea la dirección en la que el futuro avance, el avance en esa dirección será esencialmente continuo. Pero en relación con los escenarios de IA fuerte es poco probable que así sea, ya que puede llegar un momento en el futuro, como señaló C. S. Lewis en su libro La abolición del hombre, cuando una generación tenga el poder de alterar la naturaleza de todas las generaciones sucesivas.² Ahora sabemos que eso podría hacerse mediante la manipulación genética de la línea germinal. Cuando eso ocurra, si es que ocurre, los controladores en ese momento (que inevitablemente serán pocos) definirán la naturaleza de los “humanos” del futuro que ellos mismos crearán. Pero como Lewis dice de esos controladores y sus productos: “No es que sean, necesariamente, hombres infelices. Es que no son hombres en absoluto: son artefactos. La conquista final del Hombre ha demostrado ser la abolición del Hombre”.³ Este escenario distópico presenta a los seres humanos intentando jugar el papel del Homo deus, donde Deus es un dios malévolo. El filósofo J. Budziszewski, de la Universidad de Texas, escribe: El Génesis, creo, es el quid de la cuestión. Abolir y rehacer la naturaleza humana es jugar a ser Dios. La principal objeción a jugar a ser Dios es que ya hay alguien que es Dios. Si Él creó la naturaleza humana, si Él la quiso, si no es el resultado de una ciega casualidad que no nos tenía en mente, entonces no podemos cambiarla por otra. Sería bueno recordar que el Génesis no solo contiene la historia de la creación, sino que también contiene la historia de Babel: la historia de la arrogancia de los hombres, que pensaron que podrían construir una torre “hasta el cielo”.³¹ Budziszewsk continúa de una manera que recuerda a C. S. Lewis: Dices que quieres que el hombre sea para sí mismo lo que Dios ha sido para el hombre. Pero lo que Dios ha sido para el hombre es el superior absoluto del hombre, y el hombre no puede ser su propio superior. Una cosa puede ser igual a sí misma, pero no puede ser más grande que ella misma. Así que [lo que realmente quieres decir es que] quieres que unos hombres sean para otros hombres lo que Dios ha sido para el hombre. Quieres que algunos hombres sean los superiores absolutos de otros hombres. Supongo que tú quieres estar en el primer grupo y no en el segundo […] Dices que quieres cambiar el diseño humano. Pero en ese caso debe haber dos grupos: los que provocaron el cambio y los que surgen de ese cambio. Y los primeros tienen todas las cartas.³² Cuando pensamos en el futuro, es imposible evitar el tema de Dios. Dos de los escenarios de Tegmark incluso tienen la palabra “Dios” en el título. Tegmark observa que a mucha gente le gusta el escenario del “Dios protector” por su similitud con las principales religiones monoteístas.³³ Vayamos a la fuente bíblica de esas religiones para ver qué tiene que aportar, en particular el libro del Génesis. 1 Citado en Decca Aitkenhead, “James Lovelock: ‘Before the End of This Century, Robots Will Have Taken Over’”, The Guardian, 30 de septiembre de 2016, www.theguardian.com/environment/2016/sep/30/james-lovelockinterview-by-end-of-century-robots-will-have-taken-over. 2 Citado en Matt Ridley, “Britain Can Show the World the Best of AI”, The Times, 16 de abril de 2018, www.thetimes.co.uk/article/britain-can-show-theworld-the-best-of-ai-585vsthvn. 3 Nigel Shadbolt y Roger Hampson, The Digital Ape: How to Live (in Peace) with Smart Machines (Oxford: Oxford University Press, 2019). 4 Citado en Jane Wakefield, “AI Ripe for Exploitation, Experts Warn”, BBC News, 21 de febrero de 2018, www.bbc.com/news/technology-43127533. 5 Michael Frayn, Copenhagen (New York: Bloomsbury, 2017), 6. 6 John Polkinghorne, Serious Talk: Science and Religion in Dialogue (Harrisburg, PA: Trinity, 1995), 3. 7 Sean Carroll, El gran cuadro: Los orígenes de la vida, su sentido y el universo entero (Ediciones Pasado & Presente, 2017), 11, 14. 8 Nick Bostrom, Superinteligencia (Teell Editorial, 2016), 23. 9 Véase mi libro ¿Ha enterrado la ciencia a Dios? (Ediciones Rialp, 2019). 10 Chinese Room Argument”, en The MIT Encyclopedia of the Cognitive Sciencies, ed. Robert A. Wilson y Frank C. Keil (Cambridge, MA: MIT Press, 1999), 115. 11 Brendan Dixon, “No, Your Brain Isn’t a Three-Pound Meat Computer”, Evolution News, 20 de mayo de 2016, https://evolutionnews.org/2016/05/no_your_brain_i. 12 Roger Epstein, “The Empty Brain”, Aeon, 18 de mayo de 2016, , cursiva del originalhttps://aeon.co/essays/your-brain-does-not-process-information-and-it-isnot-a-computer, cursiva del original. 13 Margaret Boden, “Robot Says: Whatever”, Aeon, 13 de agosto de 2018, https://aeon.co/essays/the-robots-wont-take-over-because-they-couldnt-care-less. 14 Hannah Fry, Hello World: Being Human in the Age of Algorithms (New York: Norton, 2018), 12–13. 15 Yuval Noah Harari, Sapiens. De animales a dioses: Breve historia de la humanidad (Editorial Debate, 2014), 435, 437. 16 Véase mi libro God’s Undertaker, 207–210. [Traducido al español como ¿Ha enterrado la ciencia a Dios?, Ediciones Rialp, 2019]. 17 Yuval Noah Harari, Homo Deus (Editorial Debate, 2016), 89. 18 Un cíborg es un organismo cibernético, fruto de la fusión entre el cuerpo humano y las máquinas. Un ejemplo sería una mano biónica, que además ahora ya se puede controlar con el pensamiento. 19 Véase Harari, Sapiens (Editorial Debate, 2014), 438-448. 20 Juan Enriquez y Steve Gullans, Evolving Ourselves: Redesigning the Future of Humanity – One Gene at a Time (New York: Current, 2015). 21 Ian Sample, “Body Upgrades May Be Nearing Reality, but Only for the Rich”, The Guardian, 5 de septiembre de 2014, www.theguardian.com/science/2014/sep/05/body-upgrades-only-for-rich. 22 Usados por más de un millón de estadounidenses según un informe de 2015 (véase “Performance Enhancing Drugs Market to Witness a Significant Growth in Terms of Value During Forecast Period 2018–2023”, Medgadget, 10 de agosto de 2018, www.medgadget.com/2018/08/performance-enhancing-drugs-marketto-witness-a-significant-growth-in-terms-of-value-during-forecast-period-20182023.html). 23 Véase Max Tegmark, Vida 3.0. Qué significa ser humano en la era de la inteligencia artificial (Editorial Taurus, 2018), 171–189. 24 Tegmark, Vida 3.0 (Editorial Taurus, 2018), 34–35. 25 Tegmark, Vida 3.0 (Editorial Taurus, 2018), 174. 26 David Bell, Superintelligence and World-views: Putting the Spotlight on Some Important Issues (Tolworth: Grosvenor House, 2016). 27 Véase “Summary of 12 AI Aftermath Scenarios”, Future of Life Institute, https://futureoflife.org/ai-aftermath-scenarios; “The Future of AI – What Do You Think?”, Future of Life Institute, https://futureoflife.org/superintelligencesurvey. Encontrarás otro conjunto de escenarios, ambientados en 2065 (diez años después de la supuesta “singularidad” de Ray Kurzweil), en el artículo de Stephan Talty en Smithsonian Magazine: Stephan Talty, “What Will Our Society Look Like When Artificial Intelligence Is Everywhere?”, Smithsonian, abril de 2018, www.smithsonianmag.com/innovation/artificial-intelligence-futurescenarios-180968403. 28 Comunicación privada. Usado con permiso. 29 C. S. Lewis, La abolición del hombre (Ediciones Encuentro, 2016), capítulo 3. 30 C. S. Lewis, La abolición del hombre (Ediciones Encuentro, 2016), capítulo 3. 31 J. Budziszewski, What We Can’t Not Know (Dallas: Spence, 2003), 56. 32 J. Budziszewski, What We Can’t Not Know (Dallas: Spence, 2003), 56, 135. 33 Tegmark, Vida 3.0 (Editorial Taurus, 2018), 223. Capítulo 8 Expediente Génesis: ¿Qué es un ser humano? Antes de subirnos a la escalera que lleva a la abolición tecnológica de los seres humanos que predijo C. S. Lewis, sería prudente revisar el relato bíblico sobre su valor y significado. Lo haré desde una perspectiva abiertamente teísta; concretamente, desde una perspectiva cristiana. Tengo tres razones para ello. En primer lugar, gran parte de la literatura sobre este tema está escrita desde una perspectiva atea, y creo que el lector merece escuchar que existe otro punto de vista y conocerlo para poder decidir por sí mismo. Porque no todos los líderes de pensamiento en el campo de la IA son ateos. Por ejemplo, Donald Knuth y Rosalind Picard son cristianos, por nombrar a dos. Tampoco hay que olvidar que Charles Babbage, el “padre de la computación”, también era cristiano. En su famoso Noveno Tratado de Bridgewater, escribió: “El objeto de estas páginas... es mostrar que el poder y el conocimiento del gran Creador de la materia y de la mente son ilimitados”.¹ En segundo lugar, existen evidencias de que hay aspectos de la cosmovisión bíblica en la base de esa moral liberal que a menudo afirma haber superado dicha cosmovisión en favor del ateísmo.² En tercer lugar, estoy convencido de que la ciencia y la cosmovisión cristiana son excelentes compañeras, mientras que la ciencia y la cosmovisión atea no lo son. Por ejemplo, la ciencia procede de la suposición de que el universo es, al menos hasta cierto punto, accesible a la mente humana. Si el científico no cree eso no se puede hacer ciencia, por lo que es importante preguntar por los fundamentos de esta creencia. El ateísmo no nos da ninguno, ya que postula que el origen de la vida y la conciencia del universo se debe a procesos mecánicos no guiados. Charles Darwin vio el problema. Escribió: “A mí siempre me surge la duda horrible: si las convicciones de la mente del hombre, que se ha desarrollado a partir de la mente de los animales inferiores, tienen algún valor o son dignas de confianza”.³ Del mismo modo, el físico John Polkinghorne dice que afirmar que la actividad mental no es más que física y química destruye el significado: “El pensamiento es sustituido por eventos neuronales electroquímicos. Dos eventos de ese tipo no pueden enfrentarse en un discurso racional. Ni son correctos, ni son incorrectos. Simplemente ocurren [...] El mundo del discurso racional se disuelve en el parloteo absurdo producido por las sinapsis. Francamente, eso no puede ser cierto y ninguno de nosotros cree que lo sea”.⁴ Polkinghorne es cristiano, pero algunos ateos conocidos también reconocen la dificultad a la que nos enfrentamos. John Gray escribe: “El humanismo moderno es un credo que propugna que, a través de la ciencia, la humanidad puede conocer la verdad y, así, ser libre. Pero si la teoría de la selección natural de Darwin es cierta, eso es imposible. La mente humana está al servicio del éxito evolutivo y no de la verdad”.⁵ Otro destacado filósofo ateo, Thomas Nagel, piensa de la misma manera. En su libro La mente y el cosmos, con el provocativo subtítulo Por qué la concepción neo-darwinista materialista de la naturaleza es, casi con certeza, falsa, dice: “Pero si lo mental no es meramente físico, no puede ser completamente explicado por la ciencia física [...] El naturalismo evolucionista implica que no debemos tomar en serio ninguna de nuestras convicciones, incluyendo la imagen científica del mundo sobre la que depende el mismo naturalismo evolucionista”. Es decir, el naturalismo —y por tanto el ateísmo— socava los fundamentos de la racionalidad necesaria para construir o entender o creer en cualquier tipo de argumento, más aún un argumento científico. En resumen, conduce a la abolición de la razón: una especie de “abolición del hombre”, ya que la razón es una parte esencial de lo que significa ser humano. Como es lógico, rechazo el ateísmo porque creo que el cristianismo es verdad. Pero esa no es mi única razón. También lo rechazo porque soy un matemático al que le interesa la ciencia y el pensamiento racional. ¿Cómo podría abrazar una cosmovisión que parece abolir la racionalidad que necesito para hacer matemáticas? En cambio, la cosmovisión bíblica, que sitúa el origen de la racionalidad humana en el hecho de que hemos sido creados a imagen y semejanza de un Dios racional, explica a la perfección por qué podemos hacer ciencia. La ciencia y Dios son plenamente compatibles. La ciencia y el ateísmo no. La historia bíblica El libro del Génesis comienza la metanarrativa bíblica, que a mi entender es la que mejor explica a Dios, el universo y la vida humana. Las primeras palabras del Génesis desempeñaron un papel clave en el surgimiento de la ciencia moderna en la época de Galileo, Kepler y Newton: “En el principio, Dios creó los cielos y la tierra”. Esto nos dice que Dios es primero y el universo es derivado. La materia no es la única realidad; ni siquiera es la primera realidad. La primera realidad es Dios, que es Espíritu. Esto lo capta muy bien Keith Ward: “Hay al menos una mente que es anterior a toda la materia, que no está en el tiempo y por lo tanto no puede ser creada por nada. Es la única realidad que existe por sí misma y la causa de todas las cosas físicas”.⁷ Las palabras iniciales del Génesis resuenan en otra majestuosa introducción: la del Evangelio de Juan. “En el principio ya existía el Verbo, y el Verbo estaba con Dios, y el Verbo era Dios. Él estaba con Dios en el principio. Por medio de Él todas las cosas fueron creadas”. Esta afirmación será familiar para los cristianos, pero puede no ser familiar para todo el mundo, y, en cualquier caso, muchos cristianos pueden no haber captado sus profundas implicaciones. Para nosotros, las palabras son el vehículo de autoexpresión y comunicación inteligible. Los filósofos estoicos anteriores a Juan utilizaban el término “verbo” o “palabra” (logos en griego) para referirse al principio racional que estaba detrás del orden natural. Juan eleva ese término usándolo para referirse a Dios como el creador racional, quien es responsable de la existencia del universo y de todo lo que este contiene. Se trata de una profunda afirmación sobre la existencia. “En el principio ya existía el Verbo”; es decir, el Verbo existe eternamente. El Verbo no empezó a existir. Compáralo con la respuesta de Ray Kurzweil a la pregunta “¿Dios existe?”. “Todavía no”, dijo, dando a entender —me imagino— que un día los humanos podrían llegar a crearlo.⁸ Juan continúa diciendo: “Por medio de él todas las cosas fueron creadas”. El universo, sin embargo, no es eterno. Empezó a existir por medio del Verbo creador. De hecho, dice Juan, no hay nada que no haya sido creado por el Verbo. El universo no produjo la inteligencia; fue la inteligencia de Dios el Verbo la que produjo el universo. Estas afirmaciones sobre el Verbo se corresponden con el relato del primer capítulo del Génesis, donde se describe la creación en seis etapas o días, cada uno de los cuales comienza con la frase “Y dijo Dios”: así que la creación se produce por una serie de actos de habla de un Dios inteligente. Hay una ironía aquí, ya que los que pretenden crear una superinteligencia no se dan cuenta de que hay evidencias de peso de que ya existe una superinteligencia, la superinteligencia por excelencia: Dios, el creador y sustentador de los cielos y la tierra. Este universo lleva grabada la firma de su origen divino superinteligente. ¿Dónde la vemos? En su comportamiento conforme a unas leyes, en su inteligibilidad racional, en las macromoléculas ricas en información de nuestro ADN, en la estructura informativa de los intrincados mecanismos fisiológicos responsables, por ejemplo, de la migración de las aves y los peces, y en las capacidades humanas para el pensamiento, el lenguaje, los sentimientos y las relaciones. La información es ahora uno de los conceptos fundamentales de la ciencia, aunque no es algo físico. La información de esta página te llega mediante el soporte físico del papel y la tinta. Pero la información en sí misma no es física, un hecho que parece crear una dificultad insuperable para una comprensión estrictamente materialista del universo. No solo eso, sino que la inmaterialidad de la información supone una barrera categórica para la construcción de una máquina material (ordenador) que pueda comprender de forma consciente. Max Tegmark parece evitar esta cuestión. Oculta el problema afirmando que la información es “independiente del sustrato”. Con eso quiere decir que el mismo mensaje puede transmitirse mediante diferentes sustratos materiales; por ejemplo, un menú puede estar escrito sobre un papel o una pizarra o puede aparecer en una pantalla. Pero, aunque eso es así, la información no puede ser en sí misma material, pues lo material depende del sustrato, ya que es su propio sustrato. Por lo tanto, seguramente es justo argumentar que en última instancia los aspectos informativos del universo, la vida y la conciencia apuntan y concuerdan con la existencia de una fuente no material: la mente de Dios.¹ Estas son algunas de las principales implicaciones del relato de la creación de Génesis 1.¹¹ La creación no ocurrió toda a la vez, sino que se dio en una secuencia de pasos o días. La secuencia tiene un comienzo y un final, por lo que es comprensible que el pasado no sea completamente explicable desde el punto de vista del presente. La creación, en el sentido de inauguración, no es lo mismo que providencia/sostenimiento/causa de la existencia. Cada paso de la creación comienza con la voz de Dios: “Y dijo Dios”. El universo no es un sistema cerrado, sino un sistema abierto construido sistemáticamente por una secuencia de inputs introducidos a intervalos por el Verbo. Independientemente del tiempo que durara, fue claramente la antítesis de un proceso mecánico no guiado. Dos de los días, Dios habló más de una vez: Día 3 (Génesis 1:9-13): Y dijo Dios: “¡Que las aguas debajo del cielo se reúnan en un solo lugar, y que aparezca lo seco!”. Y así sucedió. A lo seco Dios lo llamó “tierra”, y al conjunto de las aguas lo llamó “mar”. Y Dios consideró que esto era bueno. Y dijo Dios: “¡Que haya vegetación sobre la tierra; que esta produzca hierbas que den semilla, y árboles que den su fruto con semilla, todos según su especie!”. Y así sucedió. Comenzó a brotar la vegetación: hierbas que dan semilla, y árboles que dan su fruto con semilla, y todos según su especie. Y Dios consideró que esto era bueno. Y vino la noche, y llegó la mañana: ese fue el tercer día. Esto sugiere que, a pesar de lo que afirma el naturalismo, no se pasa de lo inorgánico a lo orgánico sin un input externo de información ni sin la energía del creador: “Y Dios dijo...”. Compara esto con el objetivo de la IA fuerte de pasar del silicio inorgánico a la vida basada en el silicio inorgánico mediante el diseño inteligente humano. Día 6 (Génesis 1:24-27, 31): Y dijo Dios: “¡Que produzca la tierra seres vivientes: animales domésticos, animales salvajes, y reptiles, según su especie!”. Y sucedió así. Dios hizo los animales domésticos, los animales salvajes, y todos los reptiles, según su especie. Y Dios consideró que esto era bueno. Y dijo: “Hagamos al ser humano a nuestra imagen y semejanza. Que tenga dominio sobre los peces del mar, y sobre las aves del cielo; sobre los animales domésticos, sobre los animales salvajes, y sobre todos los reptiles que se arrastran por el suelo”. Y Dios creó al ser humano a su imagen; lo creó a imagen de Dios. Hombre y mujer los creó […] Dios miró todo lo que había hecho, y consideró que era muy bueno. Y vino la noche, y llegó la mañana: ese fue el sexto día. A pesar de lo que afirma el naturalismo, según este texto no se pasa de los animales a los humanos sin un input externo de información ni sin la energía de Dios: “Y Dios dijo...”. La IA fuerte pretende pasar de la vida y la inteligencia humanas a la vida y la inteligencia de las máquinas mediante la tecnología humana. La secuencia del Génesis implica una teleología, un propósito (esto contrasta con la visión naturalista de que en la biología no hay propósito alguno; y no solo en la biología). Según el Génesis, los seres humanos están hechos a imagen y semejanza de Dios. Los cielos declaran la gloria de Dios, pero no fueron creados a su imagen. No podemos definir al ser humano sin hacer referencia a la mente inteligente de Dios. Es decir, no hay una explicación puramente “ascendente”, fisicalista y reduccionista de lo que el ser humano es, al contrario de lo que Yuval Harari y otros imaginan. “Y Dios les dijo”. Que los humanos están hechos a imagen de Dios se ve en el hecho de que Dios les habló, indicándoles que se reprodujeran y fueran administradores del mundo creado, usando las capacidades que él les había dado. En la IA fuerte, los científicos “hablarán” en el sentido de que introducirán información en sus artefactos, y por tanto cualquier indicación que les den dependerá de los deseos y de la cosmovisión de esos científicos. Sin embargo, este discurso no será una comunicación consciente bidireccional. Es imposible exagerar la importancia del relato del Génesis y su respuesta a la primera gran pregunta mencionada en este libro: ¿De dónde venimos? Lejos de surgir por procesos naturales no guiados a partir de los materiales de la tierra primitiva, como pretendía establecer el experimento de Miller-Urey (original o extrapolado; ver el capítulo 2), provenimos de un Dios superinteligente, sobrehumano y eterno que nos creó a su imagen y semejanza a partir de materiales que se encuentran en la tierra. A través de esta lente, ahora veremos la visión bíblica en cuanto a qué hace que la vida tenga sentido o, dicho de otro modo, qué significa ser un ser humano. En mi opinión, este es el tema de la segunda sección del Génesis, que va desde el versículo 4 del capítulo 2 hasta el final del capítulo 4. Esta sección esclarece qué significado tiene la imagen de Dios que llevamos los humanos, y debemos esforzarnos para pensar bien en sus implicaciones para la vida y la inteligencia artificial, las cosas que hacemos (o podríamos hacer) a nuestra imagen. El texto menciona una serie de aspectos de la vida y la actividad humanas: hechos del polvo de la tierra (2:7) organismos vivos (2:7) con sentido estético (2:8-9) dotados de curiosidad (2:10-14) con trabajo que hacer (2:15, 5) seres morales (2:16-17, 9) con potencial para relacionarnos (2:18-25) con el encargo de poner nombre a los animales (2:19-20) capaces de desarrollar la industria y las artes (4:21-22) Hablar con detenimiento de cada elemento de esta lista requeriría mucho más espacio del que podemos dedicarle aquí.¹² Por lo tanto, seleccionaremos lo que es relevante para nuestro objetivo principal. La vida humana tiene una base material Y Dios el Señor formó al hombre del polvo de la tierra, y sopló en su nariz hálito de vida, y el hombre se convirtió en un ser viviente. Génesis 2:7 El Génesis admite que el ser humano tiene una base material. Dios utiliza material preexistente para crearlo. Es decir, para crear al ser humano, la mente de Dios trabajó con materia preexistente que él mismo había creado. Para crear la vida artificial, si llega a existir, la mente del ser humano trabajará con materia preexistente. Esta es la etapa inicial y, sin embargo, incluso a ese nivel nos topamos con una dificultad aparentemente insuperable, como muestra el trabajo del químico James Tour citado anteriormente: “Las propuestas ofrecidas hasta ahora para explicar el origen de la vida no tienen ningún sentido científico. Aparte de nuestro planeta, todos los demás que se han sondeado carecen de vida, un resultado que concuerda con nuestras expectativas químicas. Las leyes de la física y la tabla periódica de la química son universales: sugieren que la vida basada en aminoácidos, nucleótidos, sacáridos y lípidos es una anomalía. La vida no debería existir en ningún lugar de nuestro universo. La vida no debería existir ni siquiera en la tierra”.¹³ Aquí, Tour está hablando de la vida en su forma más simple. La vida humana es mucho más compleja aún y, según el Génesis, no se produce por autoorganización de la materia ya existente, ni por una descarga eléctrica o química, ni a partir de una “eclosión” indefinida. Se nos dice que la fuente de la vida es el soplo de Dios, una intervención divina, aparentemente diferente a la creación de la materia. Eso plantea la pregunta: ¿podrá el ser humano, análogamente, insuflar aliento de vida en cualquier artefacto material que construya? En este sentido, pensemos en el cuerpo de alguien que ha muerto hace un segundo. Todo el material que conforma a un ser humano sigue ahí. Pero la persona ya no está viva. ¿Podría restaurarse de alguna manera? Imaginemos que la persona ha muerto por un mal funcionamiento del corazón. Supongamos que disponemos de un corazón sano. ¿Reemplazar rápidamente el corazón y darle a ese cuerpo una descarga eléctrica sería suficiente? O supongamos que un día logramos construir un cuerpo humano químicamente, molécula a molécula, y lo tenemos ante nosotros sobre una mesa. ¿Podríamos darle vida, biológicamente hablando? Si no, ¿por qué no? ¿Qué es exactamente la vida física? Simplemente no lo sabemos. El ser humano posee un sentido estético Dios el Señor plantó un jardín al oriente del Edén, y allí puso al hombre que había formado. Dios el Señor hizo que creciera toda clase de árboles hermosos, los cuales daban frutos buenos y apetecibles. En medio del jardín hizo crecer el árbol de la vida y también el árbol del conocimiento del bien y del mal. Génesis 2:8-9 Aquí, el Génesis revela el hecho de que el ser humano tiene un sentido estético. Esto presupone la consciencia, cuya naturaleza es mucho más impenetrable que la vida física, que ya es decir. Aunque se ha investigado mucho sobre las conexiones neuronales de la consciencia —la forma en que partes del cerebro se “encienden” cuando realizamos una actividad especialmente consciente—, nadie sabe qué es realmente la consciencia. La IA ha avanzado mucho en el “reconocimiento” de imágenes, pero se limita a un sofisticado emparejamiento de patrones y no se acerca ni de lejos al tipo de consciencia presente en el reconocimiento mental consciente. La construcción de un robot con consciencia estética sería un gran paso más allá del reconocimiento de imágenes y se enfrenta a enormes obstáculos, como por ejemplo que nadie tiene ni idea de lo que es la consciencia, aunque muchos han hecho afirmaciones grandilocuentes pero carentes de sentido, como la de Francis Crick: “Tú, tus alegrías y tus penas, tus recuerdos y tus ambiciones, tu sentido de identidad personal y tu libre albedrío, no son más que el comportamiento de un vasto conjunto de células nerviosas y sus moléculas asociadas”.¹⁴ La incoherencia lógica de esta afirmación es evidente: si fuera así, ¿cómo podríamos siquiera empezar a conocerla? Todos los expertos reconocen que es muy difícil alcanzar algún tipo de comprensión sobre la relación entre la mente consciente y el cuerpo. La palabra hebrea nephesh que aparece en el Génesis (“hálito” o “aliento”) se ha traducido también como “alma”, “persona” o “el yo interior”. En el Nuevo Testamento, la declaración de Jesús en Mateo 10:28 (“No temáis a los que matan el cuerpo pero no pueden matar el alma. Temed más bien a quien puede destruir alma y cuerpo en el infierno”) muestra que el alma no se entiende en este texto como el cuerpo vivo, ya que los humanos no pueden matarla. Entonces, ¿qué es exactamente? Los distinguidos filósofos cristianos Alvin Plantinga, Richard Swinburne y J. P. Moreland argumentan que no avanzaremos en nuestra comprensión hasta que no estemos dispuestos a reavivar el dualismo de sustancias: es decir, hasta que no reconozcamos que en los seres humanos hay un aspecto no físico, como argumentó Platón hace siglos con su idea del alma inmortal. Incluso el filósofo y especialista en esta área David Chalmers, claramente inclinado hacia el materialismo, argumenta: “Una explicación reduccionista de la consciencia es imposible e incluso abogo por una especie de dualismo”.¹⁵ El caso a favor del dualismo cobra fuerza cuando tenemos en cuenta la enseñanza bíblica de que la materia no es primaria, sino derivada. El espíritu es primario. La materia no crea al espíritu. Es Dios, que es Espíritu, quien crea la materia. Una cosa es tratar de construir sistemas de IA que busquen imitar aspectos de lo que la mente humana puede hacer y otra muy distinta es tratar de recrear lo que se siente al ser humano. La consciencia bloquea el camino. El ser humano es curioso Del Edén nacía un río que regaba el jardín, y que desde allí se dividía en cuatro ríos menores. El primero se llamaba Pisón, y recorría toda la región de Jávila, donde había oro. El oro de esa región era fino, y también había allí resina muy buena y piedra de ónice. Génesis 2:10-12 El texto del Génesis nos cuenta que había cuatro ríos que regaban el recinto del jardín. Esos ríos conducen a regiones donde hay riqueza mineral: hay oro, y el oro es bueno. Esto nos hace pensar en la curiosidad humana: el deseo de seguir un río para ver a dónde nos lleva nos habla del espíritu explorador y, más generalmente, de la investigación y la actividad intelectual de todo tipo. Los seres humanos tenemos una curiosidad insaciable, y satisfacer esa curiosidad es una parte muy importante —o la más importante— de la vida para muchas personas, entre ellos muchos de mis colegas de la Universidad de Oxford. Sin embargo, una vez más tenemos que afrontar el hecho de que la curiosidad humana está ineludiblemente ligada a la consciencia humana, por lo que el camino hacia un sistema de IA que refleje nuestra curiosidad parece estar cerrado. Separar la inteligencia de la consciencia Uno de los argumentos de Yuval Harari es que a muchos investigadores de la IA no les preocupa el tema de la consciencia por la simple razón de que sus sistemas de IA les permiten crear inteligencia (simulada) que no es consciente; y eso es suficiente para sus propósitos. Es fácil hacerse una idea de lo que esto significa. Supongamos que hago un viaje en taxi desde la estación de tren de Oxford hasta el lugar donde tengo una reunión. El taxista está consciente; de lo contrario, el viaje va a ser imposible. Pero si realizo el viaje en un vehículo autónomo, el taxista es prescindible. Lo único que necesito para lograr mi objetivo es un sistema de IA que “conozca” la ruta y pueda guiar el coche hasta mi destino, y en ningún momento del trayecto voy a necesitar a un conductor consciente. O supongamos que me tienen que hacer una cirugía cardíaca. El último cirujano que me operó era un ser humano consciente; el siguiente, si lo necesito, podría ser un sistema de IA no consciente. El Génesis nos dice que cuando Dios creó al ser humano a su imagen, unió la inteligencia y la consciencia en un solo ser, ya que él mismo es así: un ser inteligente consciente. Sin embargo, Dios, que es Espíritu, reúne la consciencia y la inteligencia en un ser no material. El hecho de que Dios es Espíritu demuestra que ni la consciencia ni la inteligencia dependen necesariamente de un sustrato material, otra razón para pensar que los seres humanos nunca podrán hacer una máquina material consciente. Al ser humano se le asignó trabajo Génesis 2:15 nos cuenta que, antes de que el pecado entrara en el mundo, Dios dio trabajo al ser humano como parte de su razón de ser. Por eso, las personas que no logran encontrar trabajo, a menudo se sienten rechazados y deprimidos. Pero aunque el trabajo es muy importante, no lo es todo en la vida, como recogía el concepto comunista de un “estado proletario”. Sin embargo, lo que está ocurriendo ahora es que, al separar la inteligencia de la consciencia, parece que la IA nos está empujando en la dirección opuesta hacia una situación en la que el trabajo se convierte en una parte cada vez más pequeña de la actividad humana. Aunque Ray Kurzweil es demasiado optimista al decir que para el año 2030 los robots habrán asumido la mayoría de las tareas humanas, sí que tenemos que pensar en el impacto que tendría en nosotros una absorción (aunque fuera parcial) por parte de la IA a la luz de la visión bíblica de que el trabajo forma parte de nuestro significado como seres humanos. Yuval Harari escribe: “En el siglo XXI podemos asistir a la creación de una nueva y masiva clase no trabajadora: personas carentes de ningún valor económico, político o incluso artístico, que no contribuyen en nada a la prosperidad, al poder y la gloria de la sociedad. Esta ‘clase inútil’ no solo estará simplemente desempleada: será inempleable”.¹ Los asistentes digitales, los robots y demás pueden verse como esclavos, y el mundo ya experimentó una economía basada en la esclavitud, en la que unos pocos se beneficiaban del servicio de muchos. Esos pocos apenas trabajaban y cuando la sociedad se derrumbó, puesto que habían olvidado cómo trabajar no tenían ni idea de cómo reconstruirla. Algunos sugieren que esa es la razón por la que el Imperio Romano finalmente se vino abajo. El concepto de “clase inútil” es escalofriante y deshumanizador. El consejo del Nuevo Testamento para los creyentes es: “El que no quiera trabajar, que tampoco coma” (2 Tesalonicenses 3:10). Sin embargo, no dice: si alguien no trabaja, que no coma. Es casi como si Pablo vislumbró la posibilidad del desempleo. Si algunos de los expertos en IA fuerte tienen razón, la previsión del tecnodesempleo futuro es más que preocupante. En el capítulo 5 dimos una idea de cómo será la erosión del empleo según el estudio del Instituto para el Futuro de la Humanidad de la Universidad de Oxford. Es obvio que hay una necesidad urgente de crear muchos empleos nuevos y, para que no desaparezcan demasiado rápido, tendrán que ser trabajos que los humanos puedan hacer mejor que los algoritmos. Esto significará que muchas personas, si no la mayoría, tendrán que seguir aprendiendo durante toda su vida, una perspectiva que muchos encontrarán desalentadora o simplemente imposible. Los tecno-optimistas esperan que, aunque esas personas sean inempleables, el excedente económico de las nuevas tecnologías será suficiente para proporcionarles comida, vivienda y otros servicios durante toda su vida. Pero, ¿quién pagará por los nuevos servicios tecnológicos? Desde luego, no las personas que no tengan trabajo. ¿De dónde saldrá el excedente económico? ¡Este tecno-optimismo parece extremadamente ingenuo! La visión tecno-pesimista extrema es, como advierte Nick Bostrom, que los humanos nunca llegarán de hecho a la inempleabilidad total ya que una IA podría exterminarlos antes.¹⁷ Sin embargo, según la Biblia, el trabajo es un ingrediente importante para el florecimiento humano. Los que estamos convencidos de ello, ¿cómo podemos transmitirlo y defenderlo en medio de la invasión tecnológica de los puestos de trabajo? ¿Realmente tenemos que escoger entre aprender a trabajar con robots o ser sustituidos por ellos?¹⁸ Una vez que la IA domine el arte de la horticultura, ¿habrá trabajo para Adán? El problema es enorme y la solución no está en formar a los que ya han trabajado, sino en la educación básica de los niños. El Foro Económico Mundial informa: Los trabajos del futuro requerirán que los estudiantes hayan desarrollado habilidades cognitivas relacionadas con las matemáticas y la lectoescritura, y también habilidades blandas como la resolución de problemas y el pensamiento creativo que les permitirán adaptarse a un entorno en constante cambio. Sin embargo, millones de niños no están adquiriendo este tipo de habilidades, ya sea porque nunca han ido a la escuela, porque han abandonado la escuela, o porque su escuela no ofrece una educación de calidad.¹ Parece que 617 millones de niños y adolescentes están por debajo de un nivel aceptable en lectura y matemáticas.² La tragedia es que esto representa un inmenso desperdicio de talento y reduce severamente el potencial para escapar de la pobreza crónica. No podemos pasar por alto que la IA podría dejar atrás a millones de niños, totalmente incapaces de competir con los más privilegiados. El ser humano tiene la facultad del lenguaje En Génesis 2:19-20, Dios ordenó al hombre que nombrara a los animales. La idea de que un sistema de IA sea capaz de nombrar objetos no suena del todo descabellado ya que, básicamente, un nombre es un sonido arbitrario asociado al objeto que luego se escribe. Sin embargo, las capacidades humanas van mucho más allá de nombrar cosas. El teólogo Keith Ward escribió: “Aquí encontramos tres capacidades distintivas del ser humano, únicas entre todos los organismos de la tierra: la capacidad de ser sensible ante la información recibida y apreciar la información recibida; de responder a ella de forma creativa; y de aprender y desarrollar dichas capacidades en relación con otras personas en contextos históricos específicos. Los seres humanos reciben información, la interpretan y la transmiten de forma totalmente semántica”.²¹ Esto parece pertenecer a una categoría totalmente diferente a la habilidad de procesamiento de información de los ordenadores o a la habilidad de reconocimiento de imágenes de la IA. Sin embargo, los sistemas de IA ya están empezando a invadir el mundo del artista, el músico y el escritor. En el momento en que escribo (2018), Christie’s está a punto de subastar una de las primeras obras de arte generadas por un algoritmo. David Cope, antiguo profesor de música de la Universidad de California en Santa Cruz, que escribe sobre IA y la música, ha desarrollado impresionantes programas informáticos para crear música clásica imitando el estilo de cualquier compositor. La respuesta del público ha demostrado que la música de Cope es indistinguible, por ejemplo, de la de Bach. Cope ha desarrollado un sistema de aprendizaje automático aún más sofisticado llamado “Annie”, que no solo produce música sino también varios tipos de poesía. Esto es ligeramente engañoso, ya que lo que produce ese sistema está generado por Cope y la IA, no solamente por la IA. Como ha dicho Paul Ford, quien intentó escribir un artículo utilizando el aprendizaje automático: “Al menos por ahora, los ordenadores necesitan al ser humano tanto como nosotros a ellos”.²² La razón es clara: todas esas cosas están hechas por máquinas inconscientes guiadas por humanos conscientes. Dios creó la relación hombre/mujer El relato de Génesis 2 plantea la cuestión de una compañía adecuada para el hombre. Los animales han sido compañeros del ser humano desde tiempos inmemoriales, y con los avances de la medicina y una población más envejecida que nunca, la necesidad de compañía es cada vez mayor. Esa necesidad se cubre cada vez más con robots de compañía, lo cual está generando una enorme industria, sobre todo en países como Japón. En el otro extremo de la escala de edad, se ha creado un pato robot para ayudar a los niños con cáncer. También, se están desarrollando robots de asistencia sanitaria que combinan la IA con la tecnología de voz para, por ejemplo, recordarles a las personas que tomen sus medicamentos en el momento adecuado. Sin embargo, el relato bíblico indica que un animal infrahumano no puede proporcionarnos la compañía humana que necesitamos, ya que hay una diferencia de categoría entre los seres humanos y los animales, como indica la laguna informativa del sexto día de la creación. Según el relato del Génesis, la mujer, la equivalente al hombre, fue creada por Dios a partir del hombre. ¿Qué implicaciones tiene esto para ayudarnos a entender que las relaciones entre humanos son distintas a las interacciones con los robots de compañía, las mascotas robóticas, los robots asistentes del hogar e incluso las muñecas robot de tamaño real? ¿Serán capaces algún día, mejorados por la IA, de responder a la compleja mezcla de necesidades físicas, emocionales, sociales y culturales de las personas, de un modo que satisfaga la necesidad humana de ser comprendidos y tratados con compasión? Margaret Boden señala que, por supuesto, los demás seres humanos no siempre nos proporcionan estas cosas. Sin embargo, también dice: En pocas palabras, confiar demasiado en los “cuidadores” informáticos, a quienes realmente no les importamos, sería una traición a la dignidad humana del usuario […] En los primeros tiempos de la IA, el informático Joseph Weizenbaum se hizo muy impopular entre sus colegas del MIT al decir lo siguiente. “Sustituir con un sistema informático una función humana que implica respeto interpersonal, comprensión y amor”, insistió en 1976, es “una indecencia”.²³ Boden también lanza una advertencia: “Los usuarios y diseñadores de sistemas de IA —y de una sociedad futura en la que la IA está incontrolada— deberían recordar la diferencia fundamental entre la inteligencia humana y la inteligencia artificial: una se preocupa, la otra no”. Sin embargo, en este contexto debemos contrarrestar estos comentarios negativos recordando el buen trabajo de Rosalind Picard en computación afectiva, que es una expresión de la IA aplicada a la atención sanitaria: una atención simulada, pero atención al fin y al cabo. Dios dijo a los seres humanos “sed fructíferos y multiplicaos” (Génesis 1:28) para dar vida a las siguientes generaciones mediante el proceso natural de transferir vida a través de las relaciones sexuales. Obviamente, en aquel tiempo no había ninguna posibilidad de que una generación modificara la programación genética de las generaciones siguientes. Eso vendría mucho más tarde, aunque pensar en ello —como debe hacer nuestra generación— nos adentrará en el siguiente ingrediente de lo que significa ser humano. 1 Charles Babbage, The Ninth Bridgewater Treatise, 2a ed. (London: Murray, 1838), ix. 2 Véase Larry Siedentop, Inventing the Individual: The Origins of Western Liberalism (Cambridge, MA: Harvard University Press, 2014). 3 “Letter to William Graham, July 3, 1881”, University of Cambridge Darwin Correspondence Project, https://goo.gl/Jfyu9Q. 4 John Polkinghorne, One World: The Interaction of Science and Theology (London: SPCK, 1986), 92–93. 5 John Gray, Perros de paja: Reflexiones sobre los humanos y otros animales (Editorial Paidós Ibérica, 2008), 36. 6 Thomas Nagel, La mente y el cosmos: Por qué la concepción neo-darwinista materialista de la naturaleza es, casi con certeza, falsa (Editorial Biblioteca Nueva, 2014), 42, 56. 7 Keith Ward, Why There Almost Certainly Is a God: Doubting Dawkins (Oxford: Lion, 2008), 19–20. 8 Esto aparece al final de un documental titulado Transcendent Man: The Life and Ideas of Ray Kurzweil (Los Angeles: Ptolemaic Productions, 2009). 9 Max Tegmark, Vida 3.0 (Editorial Taurus, 2018), 87. 10 Véase mi libro ¿Ha enterrado la ciencia a Dios? (Ediciones Rialp, 2019) o God and Stephen Hawking: Whose Design Is It Anyway? (London: Lion, 2011). 11 Hablo de esto con mucho más detalle en mi libro El principio según el Génesis y la ciencia: Siete días que dividieron el mundo (Editorial Clie, 2018). 12 Véase mi libro El principio según el Génesis y la ciencia: Siete días que dividieron el mundo. 13 James Tour, “Open Letter to My Colleagues”, Inference: International Review of Science 3, núm. 2 (agosto de 2017), https://inferencereview.com/article/an-open-letter-to-my-colleagues; véase también James Tour, “Animadversions of a Synthetic Chemist”, Inference: International Review of Science 2, núm. 2 (mayo de 2016), https://inferencereview.com/article/animadversions-of-a-synthetic-chemist. 14 Francis Crick, The Astonishing Hypothesis: The Scientific Search for the Soul (New York: Scribner, 1994), 3. [Traducido al español como La búsqueda científica del alma: Una revolucionaria hipótesis para el siglo XXI, Editorial Debate, 2003]. 15 David J. Chalmers, The Conscious Mind: In Search of a Fundamental Theory (Oxford: Oxford University Press, 1996), xiv. [Traducido al español como La mente consciente: En busca de una teoría fundamental, Editorial Gedisa, 2009]. 16 Yuval Noah Harari, Homo Deus (Editorial Debate, 2016), 357. 17 Véase Ross Andersen, “We’re Underestimating the Risk of Human Extinction”, The Atlantic, 6 de marzo de 2012, www.theatlantic.com/technology/archive/2012/03/were-underestimating-therisk-of-human-extinction/253821. 18 Véase Bill Snyder, “Our Misplaced Fear of Job-Stealing Robots”, Stanford Graduate School of Business, 7 de marzo de 2019, www.gsb.stanford.edu/insights/misplaced-fear-job-stealing-robots. 19 Silvia Montoya, “There Is a Global Learning Crisis Affecting the Lives of Millions in Developing Countries”, World Economic Forum, 27 de agosto de 2018, www.weforum.org/agenda/2018/08/global-learning-crisis-millionswithout-basic-skills-unesco (la cursiva es mía). 20 Véase “The Sustainable Development Goals Report 2019: Sustainable Development Goal 4”, Naciones Unidas, https://sustainabledevelopment.un.org/sdg4. 21 Keith Ward, “God as the Ultimate Informational Principle”, en Information and the Nature of Reality, ed. Paul Davies y Niels Henrik Gregersen (Cambridge: Cambridge University Press, 2014), 375. 22 Paul Ford, “I Tried to Get an AI to Write This Story”, Bloomberg Businessweek, 17 de mayo de 2018, www.bloomberg.com/news/features/201805-17/i-tried-to-get-an-ai-to-write-this-story-paul-ford. 23 Margaret Boden, “Robot Says: Whatever”, Aeon, 13 de agosto de 2018, https://aeon.co/essays/the-robots-wont-take-over-because-they-couldnt-care-less. Capítulo 9 El origen de la moral humana El relato bíblico del jardín del Edén es una de las historias más profundas de toda la literatura. Cuenta cómo el creador colocó a los primeros seres humanos en un jardín paradisíaco apasionante y prometedor. Tenían libertad para disfrutar y explorar el jardín y las regiones colindantes a su antojo. Era un lugar de gozo y felicidad donde podían disfrutar de la amistad y la compañía del propio creador. No solo eso, sino que, como vimos anteriormente, él les encomendó la tarea de nombrar a los animales y ahí comenzó el maravilloso proceso de comprender el mundo que les rodeaba y de plasmar esa comprensión en el lenguaje para preservarla. Sin embargo, había otra dimensión que es esencial para nuestra comprensión del mundo y de nosotros mismos: la dimensión moral. El texto nos la presenta en términos muy sencillos y claros, pero cometeríamos un grave error si la viéramos como algo simplista. Los seres humanos tenían la libertad de comer de todos los árboles del jardín; de hecho, ¡Dios les había animado a que así lo hicieran! Pero con una importante excepción. Este es el pasaje que lo explica: Dios el Señor tomó al hombre y lo puso en el jardín del Edén para que lo cultivara y lo cuidara, y le dio este mandato: “Puedes comer de todos los árboles del jardín, pero del árbol del conocimiento del bien y del mal no deberás comer. El día que de él comas, ciertamente morirás”. Génesis 2:15-17 El árbol prohibido no era el “árbol del conocimiento”, como mucha gente piensa erróneamente. Más bien, era el “árbol del conocimiento del bien y del mal”, que es algo muy distinto. Dios no se oponía al conocimiento. Al contrario, quería que sus criaturas adquirieran conocimiento. El jardín era una oportunidad para aprender, explorar, vivir la experiencia de cuidar y cultivar un jardín con sus muchas variedades de plantas y dar nombre a todo lo que descubrían. El deseo de Dios de que aprendieran está claro, pues los colocó en un entorno propicio para ello. Además, lejos de atentar contra su condición de seres humanos al prohibirles una cosa, Dios les confirió una dignidad única: la capacidad moral. Para que la moral tenga sentido, los humanos deben tener un cierto grado de libertad: tenían la libertad de comer todo lo que había en el jardín. Pero eso no es suficiente. También debe haber un límite moral que en este caso consistió en la prohibición de un solo fruto. Por supuesto, tenían la capacidad de comerla; de lo contrario, la prohibición de Dios no habría tenido sentido. Sin embargo, Dios les dijo que el día que la comieran, morirían. A pesar de eso, comieron de aquel fruto por las razones que nos da la narración bíblica: La serpiente era más astuta que todos los animales del campo que Dios el Señor había hecho, así que le preguntó a la mujer: —¿Es verdad que Dios os dijo que no comierais de ningún árbol del jardín? —Podemos comer del fruto de todos los árboles —respondió la mujer—. Pero, en cuanto al fruto del árbol que está en medio del jardín, Dios nos ha dicho: “No comáis de ese árbol, ni lo toquéis; de lo contrario, moriréis”. Pero la serpiente le dijo a la mujer: —¡No es cierto, no vais a morir! Dios sabe muy bien que, cuando comáis de ese árbol, se os abrirán los ojos y llegaréis a ser como Dios, conocedores del bien y del mal. La mujer vio que el fruto del árbol era bueno para comer, y que tenía buen aspecto y era deseable para adquirir sabiduría, así que tomó de su fruto y comió. Luego le dio a su esposo, y también él comió. En ese momento se les abrieron los ojos y tomaron conciencia de su desnudez. Por eso, para cubrirse entretejieron hojas de higuera. Génesis 3:1-7 El relato del Génesis continúa explicando cómo el enemigo-serpiente dio una imagen falsa de Dios, sugiriendo que Dios deseaba limitar la libertad humana no permitiendo que los humanos se asemejaran a Dios. Ahora bien, soy muy consciente de que la sugerencia bíblica de que existe en el universo una inteligencia no humana malévola suena ridículo para muchos. Sin embargo, cuando los astrónomos sugieren que la galaxia está repleta de todo tipo de vida alienígena, mucha gente lo acepta sin pestañear. Por lo tanto, parece que el problema es que la gente no puede creer que un documento tan antiguo como la Biblia pueda incluir conocimiento sobre este tipo de cosas; y tendrían razón, si el naturalismo fuera cierto. Pero eso es precisamente lo que el texto cuestiona: “En el principio, Dios creó los cielos y la tierra” es la primera acción de la gran metanarrativa bíblica, un desafío frontal a ese mismo naturalismo. Además, como veremos más adelante, muchos defensores de la IA fuerte creen que en el futuro habrá otros tipos de inteligencias a las que los seres humanos podrían estar sometidos. Si los humanos serán capaces de crear inteligencias superiores a ellos mismos, y la vida extraterrestre ya existe como muchos piensan, no hay ninguna razón a priori aparte de los prejuicios para rechazar la mención bíblica de un ser no-humano inteligente. C. S. Lewis lo expresa así: Pero en este punto resulta imposible no recordar cierto relato sagrado, no incluido nunca en el Credo, pero ampliamente aceptado dentro de la Iglesia y que parece sobreentenderse en ciertas afirmaciones de San Pablo y San Juan. Me refiero al relato de que no fue el hombre la primera criatura en rebelarse contra el Creador, sino que un ser más antiguo y poderoso abjuró de Él y es ahora príncipe de las tinieblas y, lo que es más importante aún, señor de este mundo. […] Me parece razonable la suposición de que cierto poder creado y extraordinariamente poderoso hubiera estado trabajando para el mal en el universo material, en el sistema solar o, al menos, en el planeta Tierra antes de que el hombre entrara en escena. No es descabellado pensar, pues, que alguien le tentara para que cayera […] Si existe un poder semejante, como yo mismo creo, pudo muy bien haber corrompido la creación animal antes de que apareciese el hombre.¹ Debemos observar, al menos, que al introducir un ser no-humano maligno que engañó a los humanos, la Biblia no solo culpa a la humanidad de lo que ocurrió posteriormente. Se nos dice que esa criatura “era más astuta que todos los animales del campo que Dios el Señor había hecho”. Resulta ser muy diferente de las demás criaturas: es inteligente y puede hablar. Entabla una conversación con Eva sobre el significado de comer del árbol prohibido del conocimiento del bien y del mal. Primero cuestiona la prohibición: “¿Es verdad que Dios os dijo que no comierais de ningún árbol del jardín?”. Eva responde diciendo, de forma bastante inexacta, que Dios no solo ha prohibido comer de ese árbol, sino que incluso ha prohibido tocarlo. La serpiente contesta negando lo que Dios había dicho: “¡No es cierto, no vais a morir!”. Y a eso añade: “Dios sabe muy bien que, cuando comáis de ese árbol, se os abrirán los ojos y llegaréis a ser como Dios, conocedores del bien y del mal”. Así, la serpiente —mediante una taimada manipulación de la verdad y apelando sutilmente al interés racional de Eva por la comida, a su sentido estético y a su deseo de conocer y realizarse (todas ellas maravillosas capacidades dadas por Dios)— consigue abrir una brecha entre ella y su creador. El poder de persuasión de la serpiente es tal que Eva toma el fruto prohibido y se lo ofrece a Adán, y ambos comen. En ese momento, descubren que la iluminación recibida dista mucho de lo que deseaban. En lugar de encontrar vida, comienzan a experimentar la muerte, como Dios había dicho. No mueren de inmediato, en el sentido físico. Ese efecto de su acción llegará más adelante. La vida humana, como vemos en Génesis 2, tiene muchos aspectos; el más básico es la vida física, a la que hay que añadir aquellas otras cosas que hacen que la vida sea vida: el entorno estético, el trabajo, las relaciones humanas y la relación con Dios. Por tanto, la muerte humana significará la ruptura de todo eso. Primero, significará la muerte de la comunión con Dios, y el primer resultado de esa muerte es un patético intento de esconderse de Dios, como vemos en el Edén. La ruptura de la relación con Dios conducirá inevitablemente a todos los demás niveles de la muerte: la muerte estética, la muerte de las relaciones humanas, y así sucesivamente, hasta llegar al nivel más básico: la muerte física que convierte nuestros cuerpos en moléculas de polvo. Los progenitores de la humanidad descubrieron demasiado tarde que el conocimiento del bien y del mal que se obtiene al rechazar a Dios y hacer el mal no es el tipo de conocimiento que deseaban tener. En lugar de encontrar felicidad, se vieron sumidos en un mundo fracturado lleno de tristeza y desesperación. Este evento trascendental, a menudo llamado “la caída”, ocurrió cuando los seres humanos comienzan a verse a sí mismos como algo más que la imagen de Dios y desean ser un dios: “Llegaréis a ser como Dios”. En una palabra, Homo deus. Haríamos bien en sospechar del concepto de Homo deus; después de todo, ¡el primero en sugerirlo fue una serpiente diabólica! John Gray dice que el propio Yuval Noah Harari es una de las pocas personas que se da cuenta de que el transhumanismo es un intento de autodeificación por parte del ser humano.² En el Génesis descubrimos dónde empieza la búsqueda del Homo deus: con la entrada del mal en el mundo. Por tanto, no deberíamos sorprendernos cuando el mal está presente en tantas representaciones del futuro. La moral humana, pues, se definió desde el principio en términos de obediencia o desobediencia a la palabra de Dios. Solo tiene sentido porque los humanos podían entender lo que Dios les había dicho y tenían la capacidad de elegir entre obedecer o desobedecer. Esto, si es cierto, y yo así lo creo, tiene una importancia crucial para la evaluación ética de la IA en el mundo contemporáneo. Génesis establece que la ética no es relativista —ni evolucionó horizontalmente a través de procesos evolutivos sociales como afirman muchos naturalistas, aunque en cierto nivel la sociedad sí juega un papel—, sino que fue trascendente desde su origen. Parte de la imagen de Dios se ve en el hecho de que los humanos son seres morales. Por lo tanto, las convicciones morales están en cierto modo programadas. Es un hecho observable que, si tomamos culturas de diferentes partes del mundo, encontraremos elementos morales comunes como el respeto a la verdad, la familia, la propiedad y la tribu —y también a otras personas—, así como la reprobación del asesinato, la mentira, el robo y el engaño. Sin embargo, cuando se trata del valor último de un ser humano y cuáles son las reglas básicas, por ejemplo, para modificar a un ser humano genética y tecnológicamente, nuestro acercamiento variará, a veces en gran medida, en función de si creemos que la vida humana tiene un valor trascendente por haber sido creada a imagen y semejanza de Dios, o si creemos que no es más que barro sofisticado y, como dice Richard Dawkins, vivimos en un mundo en el que no hay justicia, “ni propósito, ni bien ni mal”, un mundo en el que “el ADN simplemente es y bailamos al son de su música”.³ A este nivel, la ética sí depende de la cosmovisión. Sin embargo, cabe señalar que no solo los teístas reconocen el origen bíblico de muchos de los principios y valores éticos que esperamos ver en la sociedad civilizada. De hecho, el destacado ateo alemán Jürgen Habermas ha advertido de los peligros de pasar de la moral judeocristiana a la moral posmoderna: El igualitarismo universalista, del que surgieron los ideales de la libertad y la vida colectiva solidaria, la conducta autónoma y la emancipación, la moral individual de la conciencia, los derechos humanos y la democracia, es un legado directo de la ética judaica de la justicia y de la ética cristiana del amor. Este legado, sustancialmente inalterado, ha sido objeto de continuas apropiaciones y reinterpretaciones críticas. A día de hoy, no existe ninguna otra alternativa. Y a la luz de los desafíos actuales de una constelación posnacional, seguimos recurriendo a la sustancia de esta herencia. Todo lo demás es palabrería posmoderna.⁴ Si no hay “ninguna otra alternativa”, entonces no debería darnos reparo acudir al legado bíblico para aplicarlo, por ejemplo, a las cuestiones de derechos humanos que plantea una sociedad vigilada por la IA, situación hacia la que algunas sociedades están avanzando rápidamente. La desobediencia que infectó a la raza humana desde el principio fue una rebelión orgullosa del espíritu humano contra el Dios que lo creó. Cuando los seres humanos tomaron el fruto prohibido, experimentaron vergüenza, desasosiego y alejamiento de Dios. Ya no eran simplemente seres conscientes; ahora tenían conciencia. El hombre y la mujer que habían disfrutado de la amistad de Dios sintieron que Dios se había convertido en su enemigo y huyeron para esconderse de él. El ser humano ha estado huyendo de Dios desde entonces, huida que trae consigo todas las semillas de la distopía. En el corazón humano se ha alojado la sospecha de que Dios, si es que existe, está en nuestra contra. No desea nuestra felicidad, ni nuestro bienestar, ni siquiera nuestra existencia. La historia de la humanidad muestra que hemos utilizado nuestra autonomía para acabar descontrolados. De ahí vienen, precisamente, nuestros temores en torno a la IA. ¿Qué pasa si nuestras creaciones se descontrolan? ¿Un Homo deus superinteligente nos hará lo que nosotros le hemos hecho a Dios? La filósofa y teórica política Hannah Arendt vio el transhumanismo como “una rebelión contra la existencia humana tal como nos ha sido dada, ese regalo gratuito que no procede de ninguna parte (materialmente hablando) y que [el hombre del futuro] desea cambiar por algo hecho por él mismo”.⁵ Algunos se asustan cuando intentan imaginar el tipo de criaturas en las que podríamos convertirnos algún día. Paula Boddington escribe: Porque si logramos entender que el relato del Génesis sobre la caída del hombre vaticina el temor que nos producen los robots, entonces vemos que el Génesis acierta en cuanto al problema y a las razones de nuestro temor: en sí, lo que nos preocupa es la autonomía. Porque, ¿qué podrían llegar a hacer los robots si no podemos controlarlos totalmente? ¿Abrazarán el mismo sistema de valores que nosotros? ¿Decidirán desobedecernos? ¿Cómo será nuestra relación con nuestras creaciones? […] Podemos dar las gracias al relato del Génesis por advertirnos hace miles y miles de años. Nick Bostrom dice: “No podemos asumir alegremente que una superinteligencia necesariamente comparta ninguno de los valores finales estereotipadamente asociados con la sabiduría y al desarrollo intelectual humano —la curiosidad científica, la preocupación benevolente para con los demás, […] la renuncia a la codicia material, el gusto por la cultura refinada o por los placeres simples de la vida, la humildad y abnegación, etc.—”.⁷ No podemos dar por sentado que el 2084 no será peor que Un mundo feliz de Huxley o 1984 de Orwell. Después de todo, es fácil creer que la IA mejorará a los seres humanos; pero podría no ser así. Como hemos visto, Yuval Harari dice que la IA fuerte separa la inteligencia de la consciencia. La afirmación de Bostrom indica que la IA fuerte también se puede separar de la consciencia. Sin embargo, es muy probable que haga cosas que tengan ramificaciones éticas, y o bien está controlada por los humanos que la equipan con sus conceptos éticos —y quién sabe cuáles podrían ser— o bien toma el control con consecuencias totalmente imprevisibles y potencialmente horribles, incluso fatídicas, para la humanidad. Si ocurre esto último, el fabricante del sistema es responsable de los desastres que ocasione, del mismo modo que el fabricante de un piloto automático es responsable del accidente causado por ese piloto automático después de que se le haya traspasado el control del avión. Esto es crucial. Si los programadores éticos se fundamentan en una ética parcial o relativista, lo mismo se reflejará en sus productos. Por eso, es sumamente importante que quienes tienen convicciones éticas trascendentes formen parte del debate ético cuando se habla de los problemas potenciales de la IA. Por supuesto, es difícil debatir sobre valores éticos cuando hablamos de una superinteligencia ya que no hay hechos, sino solo una plétora de escenarios hipotéticos muy diferentes. Algunos esperan que si logramos construir una superinteligencia mediante la mejora del cerebro humano, entonces esa superinteligencia podría tener valores humanos. Sin embargo, no debemos permitir que los escenarios aterradores nos cieguen y no impidan ver que, en su mayoría, son meras especulaciones. Ni tampoco debemos permitir que nos impidan estar agradecidos por el buen progreso tecnológico. Esto me da la oportunidad de decir que mi compromiso con la cosmovisión bíblica, lejos de convertirme en una persona que se opone a la tecnología, me hace estar profundamente agradecido a Dios por avances que aportan esperanza en este mundo roto y a personas que de otro modo no tendrían ninguna: dando oído a los sordos, vista a los ciegos, extremidades a quienes carecen de ellas; erradicando enfermedades mortales; y ofreciendo un gran número de cosas fruto de un magnífico trabajo en la línea de un creador que ha hecho a los seres humanos a su imagen y semejanza para que sean creativos. La IA aplicada a la moral Hemos visto que la IA, como toda nueva tecnología, pero quizás más que ninguna otra, trae consigo toda una serie de nuevas consideraciones morales que fácilmente pueden parecer insuperables.⁸ Los sistemas informáticos de IA no tienen conciencia y, por tanto, la moral de cualquier decisión que tomen reflejará la moral de los programadores; y ahí es donde empiezan las dificultades. ¿Cómo podemos estar seguros de que los programadores los construirán con una moral benévola y humana? Rosalind Picard, directora del Grupo de Computación Afectiva del MIT, lo expresa de forma sucinta: “Cuanto mayor sea la libertad de una máquina, más normas morales necesitará”. Francis Fukuyama, politólogo y autor de El fin de la historia, considera que el transhumanismo es “la idea más peligrosa del mundo” porque puede poner en riesgo los derechos humanos.¹ Para él, la democracia liberal depende del hecho de que todos los seres humanos comparten un “Factor X” indefinido que es la base de su dignidad y sus derechos.¹¹ Y teme que el uso de tecnologías de mejora podría destruir ese Factor X. Yo quiero subrayar que, de hecho, el Factor X ya ha sido definido: es estar hechos a imagen y semejanza de Dios. Fukuyama escribe: Nadie sabe qué posibilidades tecnológicas surgirán para automodificarnos. Pero ya podemos ver nuestro complejo de Prometeo en la forma en que prescribimos medicación para alterar el comportamiento y la personalidad de nuestros hijos. El movimiento ecologista nos ha enseñado humildad y respeto por la integridad de la naturaleza no humana. Necesitamos una humildad similar con respecto a nuestra naturaleza humana. Si no la desarrollamos pronto, inconscientemente estaremos invitando a los transhumanistas a desfigurar la humanidad con sus apisonadoras genéticas y centros comerciales psicotrópicos.¹² Hemos visto que uno de los objetivos declarados del transhumanismo no es simplemente mejorar la naturaleza humana, sino cambiarla, como indica la propia palabra. Para muchos de nosotros, esto plantea serias inquietudes éticas y teológicas. Sin embargo, las cuestiones morales no surgirán cuando se logren algunos de los objetivos de los transhumanistas. Muchos sistemas que ya están funcionando o que están a punto de funcionar plantean problemas éticos inmediatos. Por ejemplo, los vehículos autónomos son el caso más evidente. Hay que programarlos para que no choquen con obstáculos y no causen daños. Pero, ¿en qué principios morales se basarán las decisiones, especialmente en el caso de un dilema moral? ¿Debe programarse para que no atropelle a un niño que cruza la carretera si la consecuencia inevitable es que arrollará a un grupo numeroso de adultos que están esperando el autobús? ¿Existe alguna posibilidad de llegar a algún tipo de consenso? Estas son preguntas reales, no solo para los cristianos, sino para personas de cualquier cosmovisión. Al tratar de responderlas, nos encontraremos inevitablemente con la opinión generalizada de que la moral es subjetiva y relativa, por lo que no hay esperanza de avanzar en este sentido. Sin embargo, si la moral —si nuestra visión sobre lo que está bien y lo que está mal— es puramente subjetiva, tendríamos que abandonar cualquier idea de progreso (o retroceso) moral no solo en la historia de las naciones, sino en la vida de cada individuo. El concepto mismo de progreso moral implica un estándar moral externo con el que no solo evaluar que un estado moral actual es diferente a un estado moral anterior, sino también para afirmar que es “mejor” que el anterior. Sin ese estándar, ¿cómo podríamos decir que el estado moral de una cultura en la que el canibalismo se considera un crimen abominable es “mejor” que una sociedad en la que es una práctica culinaria aceptable? El naturalismo niega la existencia de un estándar moral. Por ejemplo, Yuval Harari dice: “Tanto Hammurabi como los Padres Fundadores americanos imaginaban una realidad regida por principios de justicia universales e inmutables, tales como la igualdad o la jerarquía. Pero el único lugar en el que tales principios existen es en la fértil imaginación de los sapiens, y en los mitos que inventan y se cuentan unos a otros. Estos principios no tienen validez objetiva”.¹³ Sin embargo, los relativistas suelen argumentar que como no hay absolutos morales, como no hay verdades objetivas, nadie debería tratar de imponer sus puntos de vista morales a otras personas. Pero al decir eso, refutan su propia teoría. La palabra “debería” implica un deber moral. Así, lo que están diciendo es que, porque no hay principios universales y objetivos, hay un principio moral universal vinculante para los objetivistas y también para el resto del mundo: que nadie debería imponer sus puntos de vista morales a los demás. Al decir esto, el relativismo contradice su principio básico. El relativismo moral no es viable. Cuando se trata de los asuntos prácticos del día a día, el filósofo subjetivista se opondrá enérgicamente si aplicar su teoría supone un perjuicio para él. Si el director de su banco no cree en el concepto de la justicia objetiva y trata de estafarle 2000 libras esterlinas, el filósofo no tolerará la visión subjetiva y “culturalmente determinada” del director. El hecho es que, como señaló C. S. Lewis, nuestro comportamiento cotidiano revela que creemos en un estándar común que está fuera de nosotros mismos. Lo demuestra el hecho de que, desde la infancia, nos dedicamos a criticar a los demás y a excusarnos ante ellos: esperamos que los demás acepten nuestros juicios morales. Desde la perspectiva del Génesis, eso es precisamente lo que esperaríamos si los seres humanos están hechos a imagen y semejanza de Dios como seres morales y, por lo tanto, programados para la moral. Curiosamente, la IA podría apoyar este punto de vista. Pensemos en una aplicación de la IA en la medicina que ha tenido mucho éxito y ya mencionamos anteriormente: el diagnóstico preciso de una enfermedad a partir de una gran base de datos de radiografías. Imagina que construimos una enorme base de datos de decisiones morales tomadas por seres humanos y les aplicamos el aprendizaje automático. Muchas de esas decisiones, si no la mayoría, estarían sesgadas, y necesitaríamos incorporar métodos para reconocer el sesgo. Sin embargo, como dice Lianna Brinded en un artículo para Quartz: Es más fácil decirlo que hacerlo. El sesgo humano en la contratación está bien documentado, con estudios que demuestran que, incluso con currículums idénticos, los hombres tienen más probabilidades de que les llamen para una entrevista, y las personas de color que “blanquean” sus currículums también reciben más llamadas. Pero, por supuesto, la IA tampoco es inmune a los sesgos en la contratación. Sabemos que en todos los sectores, los algoritmos con frecuencia perjudican a las mujeres y a las minorías étnicas, ya sea para encontrar trabajo o conseguir un seguro médico. Y con el creciente uso de la IA y la automatización, esto solo va a empeorar.¹⁴ Entonces, ¿cómo se enseña equidad a un ordenador o cómo se programa para que supere los prejuicios raciales o de género? Solo será posible si los programadores saben cuáles son los sesgos y son capaces de presentarlos en una forma que una máquina pueda procesar. Si las cosas van mal porque el sistema amplifica el sesgo en lugar de eliminarlo, no podemos culpar a una máquina sin conciencia. Solo un ser moral, el programador humano, puede (y debe) declararse culpable. Claramente, esto es fundamental, aunque sería fascinante aplicar la IA de este modo a una gigantesca base de datos de elecciones morales para ver qué elementos comunes surgen. En otras palabras, aplicar la IA a la propia toma de decisiones morales para ver qué moral debería integrarse en los sistemas que se están desarrollando. Por supuesto, existe el riesgo de que la moral se decidiera de una forma utilitaria y con el voto de la mayoría, lo que, como muestra la historia, no siempre es algo sabio. La búsqueda de la inmortalidad En el jardín del Edén había otro árbol especial: el árbol de la vida. Uno de los resultados de que los humanos tomaran del fruto del árbol del conocimiento del bien y del mal fue que ya no tenían acceso al árbol de la vida. Esto implica que los seres humanos no eran intrínsecamente inmortales. Para la continuación de la vida física necesitaban comer regularmente un fruto concreto: el fruto del árbol de la vida. Después de la caída ya no tuvieron acceso a él; eso significó la muerte física, aunque esta no ocurriría de forma inmediata. Uno se pregunta si la legendaria búsqueda del elixir de la vida en el mundo antiguo y la búsqueda actual de la inmortalidad basada en el silicio tienen sus raíces en esta antigua historia. Así, la afirmación de Yuval Harari de que a día de hoy la muerte es un “mero problema técnico” está muy lejos de la realidad. ¿Quiere decir el Génesis que la inmortalidad física —en el sentido de una vida en la tierra potencialmente interminable— siempre quedará fuera de nuestra capacidad intelectual y, como sugieren Ray Kurzweil y Stephen Hawking, nunca seremos capaces de descargar el contenido de nuestros cerebros en silicio y así hacernos inmortales? Más adelante volveremos a hablar de la inmortalidad. El sueño humanista Yuval Harari, por muy optimista que parezca a veces, ve que algo amenaza a los intentos de lograr el sueño de la inmortalidad y la felicidad divina. Dice que este sueño no es más que las aspiraciones tradicionales del humanismo liberal, una visión que define de la siguiente manera: La narrativa liberal dice que, si liberalizamos y globalizamos nuestros sistemas políticos y económicos, lograremos el paraíso en la tierra; o, al menos, la paz y la prosperidad para todos. Según este relato —aceptado, con ligeras variaciones, por George W. Bush y Barack Obama por igual—, la humanidad avanza inevitablemente hacia una sociedad global de mercados libres y políticas democráticas.¹⁵ Harari piensa que esta visión es la mejor opción disponible, pero también cree que es defectuosa y que incluso podría contener las semillas de su propia destrucción. En la última parte de su libro Homo Deus argumenta que “intentar realizar este sueño humanista socavará sus mismos cimientos al dar rienda suelta a nuevas tecnologías posthumanistas [...] Si todo el universo está sujeto a la experiencia humana, ¿qué sucederá cuando la experiencia humana se convierta en otro producto diseñable más, que en esencia no difiera de ningún otro artículo del supermercado?”.¹ Uno de los fundamentos a los que se refiere es la creencia humanista en el libre albedrío humano que, como acabamos de ver, es un pilar central de la historia del Génesis. Harari, al igual que muchos ateos contemporáneos, niega el libre albedrío, sosteniendo que “existe únicamente en los relatos imaginarios que los humanos hemos inventado”.¹⁷ Sostiene que el libre albedrío es una invención de los teólogos y que es muy fácil ver que es falso: “Los seres humanos toman decisiones, pero nunca son decisiones independientes. Cada elección depende de un montón de condiciones personales, sociales y biológicas que yo no puedo determinar. Puedo elegir qué comer, con quién casarme y a quién votar, pero estas elecciones están determinadas en parte por mis genes, mi bioquímica, mi género, mi entorno familiar, mi cultura, etc. Yo no elegí los genes o la familia que tengo”.¹⁸ Harari cree que “el último clavo en el ataúd de la libertad lo proporciona la teoría de la evolución”,¹ pero no es lo suficientemente radical como para cuestionar la capacidad de la evolución para lograr eso, o incluso para decirnos qué podría significar esa afirmación. Harari continúa: “Dudar del libre albedrío no es solo un ejercicio filosófico. Tiene implicaciones prácticas. Si los organismos en verdad carecen de libre albedrío, ello implica que podemos manipular e incluso controlar sus deseos mediante el uso de drogas, ingeniería genética o estimulación directa del cerebro”.² En otras palabras, negar el libre albedrío elimina las barreras para la experimentación humana en aras de la IA fuerte. También elimina cualquier base significativa para la ética y, por tanto, elimina todas las barreras morales. Sin embargo, el hecho de que la elección humana está influenciada por muchas cosas no elimina el hecho de que hay suficiente libertad para que la moralidad tenga sentido, pues solo dejaría de tenerlo si no disfrutáramos de esa libertad. Esto muestra lo importante que es recuperar la enseñanza bíblica sobre esta cuestión. En mi libro ¿Predeterminados a creer?²¹ expongo los argumentos a favor de la existencia del libre albedrío y su implicación en cuanto a la naturaleza moral de los seres humanos. El segundo fundamento del humanismo liberal que Harari considera falso —y que, curiosamente, también es una enseñanza bíblica—²² es el concepto de que cada uno de nosotros es un individuo. El relato del Génesis lo deja claro, pues al afirmar que estamos hechos a imagen y semejanza de Dios nos confiere dignidad como individuos. Sin embargo, Harari, como muchos otros, niega esa dignidad en nombre de la biología, abriendo así la puerta a que el individuo pierda su importancia en las vastas bases de datos que alimentan la IA. Hemos dicho que millones de nosotros subimos voluntariamente a la web información cada vez más detallada de nosotros mismos de tal modo que Facebook o Google, por ejemplo, acabarán sabiendo mucho más de nosotros que nosotros mismos. Casi sin darnos cuenta, ya estamos cediendo nuestras decisiones a sistemas de IA que lo saben casi todo de nosotros: nuestras preferencias, nuestros hábitos, nuestros trabajos, nuestros contactos, nuestros viajes; lo que comemos, vestimos, leemos, vemos, creemos; nuestra salud, tanto física como emocional, y nuestras finanzas. Consultamos la web para la mayoría de cosas, e inevitablemente empezaremos a permitir que la web tome decisiones por nosotros. El peligro es que, como individuos, perderemos todo nuestro significado en la incesante vorágine del flujo de datos. Esto supondrá el fin de lo que Harari llama la religión humanista, diseñada para permitir a los humanos crear significado en un universo carente de significado. Las palabras de Harari son bastantes sombrías: “Al final, podríamos llegar a un punto en el que fuera imposible desconectarnos de esta red omnisciente, ni siquiera por un momento. La desconexión significará la muerte”.²³ Esta red incluirá lo que se llama “internet de las cosas”, que conecta todos los sensores físicos de nuestros dispositivos, hogares, coches y entorno —y los conecta con los propios seres humanos—. Hay muchos ejemplos trágicos de jóvenes que están tan desesperados por ser aceptados en las redes sociales que cuando sus supuestos “amigos” les abandonan, o cuando son víctimas de ciberacoso, sienten que ya no tiene sentido vivir y se suicidan. Las estadísticas son deprimentes: “La cantidad de adolescentes que usaban dispositivos electrónicos (smartphones incluidos) durante al menos cinco horas diarias se duplicó, pasando del 8 % en 2009 al 19 % en 2015. Estos adolescentes eran un 70 % más propensos a tener pensamientos o acciones suicidas que los que solo dedicaban una hora diaria”.²⁴ Sí, la desconexión incluso de un solo aspecto de la “red omnisciente”, las redes sociales, puede significar la muerte. El comentario final de Harari en un artículo de 2018 para The Guardian titulado “The Myth of Freedom” [El mito de la libertad] resulta interesante porque por un lado piensa que la democracia liberal es defectuosa, pero, por otro, la defiende ante lo que él llama “fantasías nacionalistas y religiosas”: ¿Cómo funciona la democracia liberal en una época en la que gobiernos y empresas pueden hackear a los seres humanos? ¿Qué queda de las creencias de que “el votante sabe lo que es mejor” y “el cliente siempre tiene razón”? ¿Cómo vivir cuando te das cuenta de que eres un animal hackeable, que tu corazón podría ser un agente del gobierno, que tu amígdala podría estar trabajando para Putin, y que el próximo pensamiento que aparezca en tu mente bien podría ser el resultado de algún algoritmo que te conoce mejor que tú? Estas son las preguntas más interesantes a las que ahora se enfrenta la humanidad.²⁵ Me sorprende que Harari piense que estas preguntas no solo son importantes, sino que son las más importantes. Me sorprende porque no son nuevas. La gente ha estado hackeando y utilizando sus técnicas de venta y marketing para influir en nuestras amígdalas mucho antes de que apareciera la IA.² ¿Qué pasa con las preguntas mucho más importantes de por qué estamos aquí, a dónde vamos, cómo podemos reducir la pobreza, la soledad, la enfermedad y la creciente depresión y desesperación en nuestra sociedad, y cómo podemos promover el crecimiento, el aprendizaje, la generosidad y la conexión humana? ¿Podría haber una solución alternativa a la que pudiéramos sumarnos y que nos diera respuestas a esas preguntas? En la primera página de su libro Homo Deus, Yuval Harari escribe: “Animo a todos, sean cuales sean nuestras creencias, a cuestionar las narrativas básicas de nuestro mundo, a conectar los avances del pasado con los problemas actuales, y a no tener miedo de los temas controvertidos”.²⁷ Siguiendo su consejo, quiero cuestionar su narrativa y presentar una completamente diferente, mucho más radical y con muchas más probabilidades de ser cierta, ya que está basada en evidencias y no en las “construcciones sociales cambiantes” o en las “nostálgicas fantasías del nacionalismo o la religión” que Harari menciona.²⁸ Además, la narrativa que yo quiero presentar está llena de esperanza. 1 C. S. Lewis, El problema del dolor (Ediciones Rialp, 2010), 134–135. 2 John Gray, Seven Types of Atheism (New York: Farrar, Straus and Giroux, 2018), 68. [Traducido al español como Siete tipos de ateísmo, Editorial Sexto Piso, 2019]. 3 Richard Dawkins, River out of Eden: A Darwinian View of Life (New York: Basic, 1995), 133. [Traducido al español como El río del Edén: Un punto de vista darwiniano sobre la vida, Editorial Debate, 2000]. 4 Jürgen Habermas, Time of Transitions (New York: Polity, 2006), 150–51. [Traducido al español como Tiempo de transiciones, Editorial Trotta, 2004]. 5 Hannah Arendt, The Human Condition (Chicago: University of Chicago Press, 1958), 2–3. [Traducido al español como La condición humana, Editorial Paidós, 2012]. 6 Paula Boddington, “Myth and the EU Study on Civil Law Rules in Robotics”, Ethics for Artificial Intelligence, 12 de enero de 2017, www.cs.ox.ac.uk/efai/2017/01/12/myth-and-the-eu-study-on-civil-law-rules-inrobotics. 7 Nick Bostrom, Superinteligencia (Teell Editorial, 2016), 115. ¡Nótese que muchos de esos elementos aparecen en nuestra lista del Génesis! 8 Como referencia general en esta área, véase David Gooding y John Lennox, Doing What’s Right: Whose System of Ethics Is Good Enough? libro 4 en The Quest for Reality and Significance (Belfast: Myrtlefield, 2018). 9 Rosalind Picard, Affective Computing (Cambridge, MA: MIT Press, 1997), 134. 10 Véase Michael Cook, “Is Transhumanism Really the World’s Most Dangerous Idea?”, Mercatornet, 20 de julio de 2016, www.mercatornet.com/articles/view/is-transhumanism-really-the-worlds-mostdangerous-idea/18394; véase también Francis Fukuyama, “The World’s Most Dangerous Ideas: Transhumanism”, Foreign Policy 144, núm. 1, septiembre de 2004. 11 Véase Francis Fukuyama, Our Posthuman Future: Consequences of the Biotechnology Revolution (New York: Farrar, Straus and Giroux, 2002), 149– 151. 12 Francis Fukuyama, “Special Report: Transhumanism”, FP, 23 de octubre de 2009, https://foreignpolicy.com/2009/10/23/transhumanism. 13 Yuval Noah Harari, Sapiens (Editorial Debate, 2014), 127. 14 Lianna Brinded, “How to Prevent Human Bias from Infecting AI”, Quartz, 20 de marzo de 2018, https://qz.com/1232285/ad-week-europe-2018-risk-andrewards-of-ai-and-using-machine-learning-to-remove-bias/. 15 Yuval Noah Harari, “Does Trump’s Rise Mean Liberalism’s End?”, New Yorker, 7 de octubre de 2016, www.newyorker.com/business/currency/doestrumps-rise-mean-liberalisms-end. 16 Yuval Noah Harari, Homo Deus (Editorial Debate, 2016), 307. 17 Harari, Homo Deus (Editorial Debate, 2016), 313. 18 Yuval Noah Harari, “Yuval Noah Harari: The Myth of Freedom”, The Guardian, 14 de septiembre de 2018, www.theguardian.com/books/2018/sep/14/yuval-noah-harari-the-new-threat-toliberal-democracy. 19 Harari, Homo Deus (Editorial Debate, 2016), 313. 20 Harari, Homo Deus, (Editorial Debate, 2016), 316. 21 John C. Lennox, ¿Predeterminados a creer? La soberanía de Dios, libertad, fe y responsabilidad humana (Andamio Editorial, 2019). 22 Es razonable argumentar que la cosmovisión bíblica presenta el verdadero humanismo, ya que al afirmar que los seres humanos han sido creados a imagen de Dios les da un valor mucho más elevado que la filosofía humanista (atea) tan aceptada hoy en día. 23 Harari, Homo Deus (Editorial Debate, 2016), 376. 24 Associated Press, “Rise in Teen Suicide Connected to Social Media Popularity: Study”, New York Post, 14 de noviembre de 2017, https://nypost.com/2017/11/14/rise-in-teen-suicide-connected-to-social-mediapopularity-study. 25 Harari, “Yuval Noah Harari: The Myth of Freedom”. 26 Véase Robert B. Cialdini, Influence: The Psychology of Persuasion (New York: HarperCollins, 1993). 27 Harari, Homo Deus (Editorial Debate, 2016), cita de la página preliminar del libro. 28 Patrick Freyne, “Yuval Noah Harari: ‘It Takes Just One Fool to Start a War’”, The Irish Times, 30 de agosto de 2018, www.irishtimes.com/culture/books/yuval-noah-harari-it-takes-just-one-fool-tostart-a-war-1.3610304. Capítulo 10 El verdadero Homo Deus La búsqueda para mejorar a los seres humanos, crear una superinteligencia y una divinidad es muy antigua y, en su forma contemporánea —vestida con el lenguaje de la tecnología informática avanzada— es muy atractiva. El proyecto suena como la culminación de miles de millones de años de desarrollo, inicialmente ciego y natural y finalmente dirigido por la mente humana que surgió de esos procesos evolutivos. Sin embargo, ofrece una narrativa defectuosa que no es fiel ni al pasado ni a la naturaleza de la realidad. De hecho, su narrativa es contraria a lo que realmente ocurre. La superinteligencia y la divinidad no son el producto final del progreso del ingenio humano. Si existe un Dios que creó y sostiene el universo y que nos hizo a su imagen y semejanza, entonces la superinteligencia, Dios mismo, siempre ha existido. Él no es un producto final. Él es el fabricante. La perspectiva bíblica sobre la superinteligencia A la luz de lo que muchos están dispuestos a creer sobre el transhumanismo y la IA fuerte, no es descabellado pedir que al menos escuchemos la perspectiva bíblica sobre la superinteligencia y la comparemos con otros escenarios que se ofrecen. Me entristecería si mis lectores escépticos, agnósticos o ateos desconectaran ahora. No es que me debáis nada, pero he dedicado mucho tiempo a tratar de entender lo que escribís, y creo que lo lógico sería que mostréis un mínimo interés por escuchar cómo mi punto de vista interactúa con el vuestro. Según hemos visto, parece que todavía hay poca evidencia —si es que hay alguna— de que la IA fuerte llegará alguna vez a ser una realidad. Y hay muy poco consenso. Por el contrario, hay una gran cantidad de evidencias y una convicción generalizada de que Jesucristo es a la vez hombre y Dios (Homo + Deus). Sí, se trata de una afirmación sorprendente. Si es cierta, implica que no tenemos que esperar a una fusión de la vida humana y la tecnología para obtener un ser diferente con poderes hasta ahora inéditos. Esa superinteligencia humana ya existe. Esa es, de hecho, la afirmación central del cristianismo, tal y como recoge una declaración del Evangelio de Juan sobre el Verbo: “El Verbo se hizo hombre y habitó entre nosotros” (Juan 1:14). Se trata de una afirmación atrevidamente sobrenatural: el Verbo, que es Dios y nadie lo creó, se hizo humano. La incierta búsqueda para lograr que los humanos lleguen a ser dioses palidece ante esta narrativa cierta que avanza exactamente en la dirección opuesta: el hecho asombroso de que Dios ya se ha hecho hombre. La muerte física no es solo un problema técnico: el significado de la resurrección de Cristo Una de las evidencias más importantes de la veracidad de que Dios se hizo humano nos lleva a poner en entredicho la afirmación de Yuval Harari de que la muerte física es simplemente un problema técnico que el avance médico solucionará en los próximos cien años. No es así. La muerte humana es mucho más que un problema técnico. Se volvió algo inevitable como resultado de la rebelión de los humanos contra Dios —la caída— y de la consiguiente desaparición del árbol de la vida. Así que, por mucho que lo intente, no es nada probable que Harari, o cualquier otra persona, encuentre alguna vez ese árbol. En cualquier caso, el mensaje cristiano es que la muerte física ya ha sido derrotada porque Jesús resucitó de los muertos. Su resurrección no fue gracias a la tecnología médica avanzada o la ingeniería biológica, sino a la acción directa del poder de Dios. El universo no es un sistema cerrado de causa y efecto. Es un sistema abierto, creado por un Dios que puede intervenir e interviene en su funcionamiento, a veces de forma espectacular para que nos demos cuenta de su existencia, su poder y, también, su cuidado. Puedo entender que un lector escéptico se resista ante la idea de la resurrección, aunque confieso que me resulta extraño que quienes así reaccionan no tengan ninguna dificultad en creer que algún día superaremos la muerte gracias a la tecnología. Sea como fuere, llegado este punto es importante decir que si los cristianos afirman que Jesús resucitó físicamente de entre los muertos es porque hay evidencias de peso: evidencias objetivas basadas en la historia y evidencias subjetivas basadas en la experiencia. Como cabe esperar, estas evidencias no pueden reducirse a eslóganes. Se necesitarían varios capítulos para explicarlas con la seriedad necesaria y, ya que he desarrollado el tema de la resurrección de Cristo en los dos últimos capítulos de mi libro Disparando contra Dios,¹ no voy a hacerlo aquí. Baste decir que N. T. Wright, uno de los principales expertos e historiadores contemporáneos del Nuevo Testamento, concluye que “el historiador, sea cual sea su creencia, no tiene más remedio que aceptar la tumba vacía y los ‘encuentros’ con Jesús como ‘acontecimientos históricos’ […] Considero que esta conclusión entra en el mismo tipo de categoría —una probabilidad histórica tan alta como para no dudar de su veracidad— que la muerte de Augusto en el año 14 d. C. o la caída de Jerusalén en el año 70 d. C.”.² Sin embargo, el mensaje cristiano no se limita a la resurrección de Cristo. No acaba ahí. Más bien, ahí es donde empieza, pues la resurrección de Cristo tiene una enorme implicación para nosotros hoy: que los seres humanos podemos tener esa vida resucitada. Esto es infinitamente más valioso que una mejora humana gracias a la IA. De hecho, es la respuesta de Dios a la provocación de la serpiente que puso en marcha el proyecto Homo deus: “Llegaréis a ser como Dios”. Porque, como ya hemos indicado, una de las principales consecuencias de la tentación y la caída de la humanidad es que, en lo más profundo de la psique humana, tenemos grabada la idea de que Dios, si es que existe, está en contra de nosotros: contra nuestro avance, contra nuestra mejora, contra el conocimiento y todo lo que nos ayude a desarrollar nuestro potencial y buscar el florecimiento humano. Y como Dios está contra nosotros, a la mínima oportunidad nos colocamos en el puesto de la divinidad. Pero eso no es cierto; de hecho, para ser franco, es la mentira de todas las mentiras, y millones de personas se la han creído. Lejos de estar en contra de nosotros, Dios desea compartir con nosotros no solo su imagen, como hizo en la creación, sino su vida, para que podamos ser no solo sus criaturas, sino sus hijos e hijas. Esto sí tiene el potencial de ser una mejora real. El triunfo de la humanidad profetizado En aquel tiempo pasado, después de la rebelión humana original, Dios prometió que nos salvaría de los efectos destructivos de aquella rebelión y del abismo que abrió entre el ser humano y Dios. A la serpiente que había tentado a los primeros humanos, Dios le dijo: “Pondré enemistad entre tú y la mujer, y entre tu simiente y la de ella; su simiente te aplastará la cabeza, pero tú le morderás el talón” (Génesis 3:15). Ese texto no dice simplemente que Dios acabará triunfando; dice que la humanidad acabará triunfando. Este es el comienzo de lo que bien podría llamarse “el proyecto simiente”, entendiendo simiente como “descendencia”. Más adelante, Dios enviaría al mundo a un ser humano llamado Jesucristo, que sería simultáneamente simiente de la mujer (completamente humano) y el Hijo de Dios (completamente Dios). Él es el verdadero Homo Deus, no una fusión de vida biológica humana y tecnología (otra creación humana), no un hombre deificado como ocurría con los emperadores romanos, sino una categoría totalmente diferente: la deidad encarnada en un ser humano, el Dios-Hombre, Jesucristo. Él es el que finalmente triunfará. El proceso histórico divinamente guiado que lo trajo al mundo se extendió a lo largo de muchos siglos por las lecciones que la humanidad necesitaba aprender. Ese proceso incluyó a una serie de personas que son de gran interés por lo que aprendieron de Dios y lo que nos han transmitido a nosotros. Algunos de ellos son Adán, Abraham, Isaac, Jacob, Judá, David, María y, finalmente, Jesús. A medida que ese proceso seguía su curso, las predicciones sobre esa “simiente” especial se volvieron más y más detalladas. En este momento, el lector escéptico puede estar pensando: “No te tomas este tipo de cosas en serio, ¿no?”. Pues sí, pero no lo hago porque haya olvidado mi formación científica y haya caído en la irracionalidad. En efecto, si existe un Dios que ha creado este universo y lo sostiene desde entonces, no es ilógico pensar que su relación con el tiempo no es igual a la nuestra, que tiene un conocimiento y una perspectiva completa de la historia y que es capaz de intervenir causalmente en el desarrollo de los acontecimientos. La otra razón para tomar en serio la profecía bíblica es su singularidad como fenómeno histórico. Muchas de ellas se han cumplido y no hace falta saber mucho de estadística para darse cuenta de la enorme improbabilidad de que tantas predicciones hechas a lo largo del tiempo se cumplieran de forma tan exacta, especialmente si uno asume una cosmovisión naturalista como la de Yuval Harari: “Del mismo modo que las personas no fueron creadas, tampoco, según la ciencia de la biología, existe un ‘Creador’ que las ‘dote’ de nada. Solo existe un proceso evolutivo ciego, desprovisto de cualquier propósito, que conduce al nacimiento de los individuos”.³ De hecho, la profecía bíblica cumplida es una clara evidencia contra las creencias de Harari y a favor de la veracidad del cristianismo, por lo que daremos algunos ejemplos. Después de todo, cualquier consideración en cuanto a la IA fuerte implica hacer predicciones sobre el futuro y, puesto que vamos a analizar esas predicciones sobre el futuro humano y vamos a contrastarlas con el material bíblico, es importante que nos hagamos una idea de la fiabilidad de la Biblia en esta área. El cristianismo asegura que la Biblia ha estado haciendo predicciones a lo largo de los siglos, cuyo cumplimiento puede comprobarse contrastando la narrativa de la Biblia con los sucesos históricos. Comenzando con la descendencia o simiente de la mujer, Dios le dice a Abraham: “Bendeciré a los que te bendigan, y maldeciré a los que te maldigan; ¡por medio de ti serán bendecidas todas las familias de la tierra!” (Génesis 12:3). En los primeros días de la iglesia cristiana, el apóstol Pedro anunció el cumplimiento final de esa promesa: “Vosotros, pues, sois herederos de los profetas y del pacto que Dios estableció con nuestros antepasados al decirle a Abraham: ‘Todos los pueblos del mundo serán bendecidos por medio de tu descendencia’. Cuando Dios resucitó a su siervo, lo envió primero a vosotros para daros la bendición de que cada uno se convierta de sus maldades” (Hechos 3:25-26). Se necesitaron muchos siglos para llegar hasta ahí, y a lo largo del camino vemos indicios de lo que un día sería una realidad. La promesa a Abraham no se cumplió en su totalidad en la persona de Isaac, pero Isaac transmitió la promesa a su hijo Jacob y uno de los hijos de Jacob, José, salvó al imperio egipcio y a los países vecinos de la hambruna. Aquello fue una enorme bendición para las naciones, pero solo fue un cumplimiento parcial de la promesa. Siglos más tarde, Dios habló al rey David, rey de Israel, a través del profeta Natán: Cuando tu vida llegue a su fin y vayas a descansar entre tus antepasados, yo pondré en el trono a uno de tus propios descendientes, y afirmaré su reino. Será él quien construya una casa en mi honor, y yo afirmaré su trono real para siempre. Yo seré su padre, y él será mi hijo. Así que, cuando haga lo malo, lo castigaré con varas y azotes, como lo haría un padre. Sin embargo, no le negaré mi amor, como se lo negué a Saúl, a quien abandoné para abrirte paso. Tu casa y tu reino durarán para siempre delante de mí; tu trono quedará establecido para siempre. 2 Samuel 7:12-16 Parte de esta promesa a David se cumplió en su hijo Salomón. Pero la promesa de un trono establecido para siempre no se cumplió. Ese cumplimiento llegó con el mensaje del ángel a María: “Concebirás y darás a luz un hijo, y le pondrás por nombre Jesús. Él será un gran hombre, y lo llamarán Hijo del Altísimo. Dios el Señor le dará el trono de su padre David, y reinará sobre el pueblo de Jacob para siempre. Su reinado no tendrá fin” (Lucas 1:31-33). Estos textos nos presentan una característica muy común e importante de la profecía bíblica: el cumplimiento a corto y largo plazo. Salomón fue el cumplimiento a corto plazo de la promesa al rey David. Su reinado, inicialmente glorioso, se vio empañado por su conducta imprudente por la que Dios tuvo que disciplinarle. Jesucristo es el cumplimiento a largo plazo. Durante el milenio que hay entre David y Cristo, la idea de la simiente dio paso al concepto del Ungido, el Mesías. Muchos profetas mantuvieron viva la expectativa de su venida, dando cada vez más y más detalles a medida que se acercaba el momento de la venida de Cristo al mundo. Por ejemplo, Isaías (hacia el 700 a. C.) predijo que el Mesías tendría alguien que le prepararía el camino: Una voz proclama: “Preparad en el desierto un camino para el Señor; enderezad en la estepa un sendero para nuestro Dios. Que se levanten todos los valles, y se allanen todos los montes y colinas; que el terreno escabroso se nivele y se alisen las quebradas”. Isaías 40:3-4 Y cuando Juan el Bautista llegó siete siglos después y las autoridades judías le pidieron que se identificara, respondió con las palabras de Isaías: “Yo soy la voz del que grita en el desierto: ‘Enderezad el camino del Señor’” (Juan 1:23). Miqueas —que vivió más o menos en la misma época que Isaías— dijo que el gobernante que iba a venir nacería en Belén: “Pero de ti, Belén Efrata, pequeña entre los clanes de Judá, saldrá el que gobernará a Israel; sus orígenes se remontan hasta la antigüedad, hasta tiempos inmemoriales” (Miqueas 5:2; nótese al final del versículo la alusión al origen divino del gobernante prometido). Las autoridades en tiempo de Jesús aceptaron esta profecía que especifica el lugar de nacimiento del Mesías, como se desprende de su respuesta a la pregunta que les hizo el rey Herodes: Así que convocó de entre el pueblo a todos los jefes de los sacerdotes y maestros de la ley, y les preguntó dónde había de nacer el Cristo. —En Belén de Judea —le respondieron—, porque esto es lo que ha escrito el profeta: “Pero tú, Belén, en la tierra de Judá, de ninguna manera eres la menor entre los principales de Judá; porque de ti saldrá un príncipe que será el pastor de mi pueblo Israel”. Mateo 2:4-6 Isaías también predijo el nacimiento de un niño singular que se llamaría Emanuel, “Dios con nosotros”: “Por eso, el Señor mismo os dará una señal: La virgen concebirá y dará a luz un hijo, y lo llamará Emanuel” (Isaías 7:14). Esa profecía se cumplió unos siete siglos después, cuando un ángel le dijo a la virgen María: “El Espíritu Santo vendrá sobre ti, y el poder del Altísimo te cubrirá con su sombra. Así que al santo niño que va a nacer lo llamarán Hijo de Dios” (Lucas 1:35). La palabra hebrea que traducimos como “virgen” en la profecía de Isaías es almah, que significa mujer joven; sin embargo, Lucas usa la palabra griega que significa “virgen”. Ahora bien, Lucas era muy consciente de que esa palabra podía ofender a los lectores que fueran judíos conservadores, y por tanto no la habría utilizado si no hubiera creído que era una descripción acertada de María. El profeta Zacarías, hacia el 520 a. C., incluso especificó la manera en que el Mesías entraría más tarde en Jerusalén como rey: “¡Alégrate mucho, hija de Sión! ¡Grita de alegría, hija de Jerusalén! Mira, tu rey viene a ti, justo, Salvador y humilde. Viene montado en un asno, en un pollino, cría de asna” (Zacarías 9:9). Jesús cumplió deliberadamente esta profecía en su último viaje a Jerusalén: Cuando se acercaban a Jerusalén y llegaron a Betfagué, al monte de los Olivos, Jesús envió a dos discípulos con este encargo: “Id a la aldea que tenéis enfrente, y ahí mismo encontraréis una burra atada, y un burrito con ella. Desatadlos y traédmelos. Si alguien os comenta algo, respondedle que el Señor los necesita, pero que ya los devolverá”. Esto sucedió para que se cumpliera lo dicho por el profeta: “Decid a la hija de Sión: ‘Mira, tu rey viene hacia ti, humilde y montado en un burro, en un burrito, cría de una bestia de carga’”. Los discípulos fueron e hicieron como les había mandado Jesús. Llevaron la burra y el burrito, y pusieron encima sus mantos, sobre los cuales se sentó Jesús. Había mucha gente que tendía sus mantos sobre el camino; otros cortaban ramas de los árboles y las esparcían en el camino. Tanto la gente que iba delante de él como la que iba detrás gritaba: —¡Hosanna al Hijo de David! —¡Bendito el que viene en el nombre del Señor! —¡Hosanna en las alturas! Cuando Jesús entró en Jerusalén, toda la ciudad se conmovió. —¿Quién es este? —preguntaban. —Este es el profeta Jesús, de Nazaret de Galilea —contestaba la gente. Mateo 21:1-11 Una de las predicciones mesiánicas más importantes es la famosa profecía del “Siervo sufriente” de Isaías (Isaías 53). En ella se nos dice que cuando el Mesías viniera, sería despreciado y rechazado y moriría como sacrificio por el pecado: Él fue traspasado por nuestras rebeliones, y molido por nuestras iniquidades; sobre él recayó el castigo, precio de nuestra paz, y gracias a sus heridas fuimos sanados. Todos andábamos perdidos, como ovejas; cada uno seguía su propio camino, pero el Señor hizo recaer sobre él la iniquidad de todos nosotros. Isaías 53:5-6 Este pasaje se cita seis veces en el Nuevo Testamento: Mateo 8:14-17; Juan 12:37-41; Lucas 22:35-38; Hechos 8:26-35; Romanos 10:11-21; y 1 Pedro 2:1925. Lucas 22 es particularmente importante, ya que ahí Jesús cita Isaías 53:12 aplicándoselo a sí mismo. Es difícil resistirse a la abrumadora evidencia de que este texto de Isaías es una descripción vívida y precisa del rechazo, el sufrimiento, la muerte y, también, la resurrección de Jesús (versículo 12). Sin embargo, a los primeros discípulos les costó aceptar que Jesús sería rechazado y asesinado. Eso se debe a que, en aquel entonces, la comprensión judía de las profecías era que el Mesías vendría como un rey poderoso y los liberaría de la opresión del poder romano. Para el pueblo judío, la idea de que el Mesías sería rechazado y sufriría no tenía sentido, por la sencilla razón de que un muerto no podía luchar contra el poder invasor. Así, cuando Jesús dijo que iba a ser crucificado en Jerusalén, los discípulos protestaron. Y cuando vieron que realmente iba a suceder, le abandonaron. Ese no era el plan al que se habían apuntado. No fueron capaces de entender que Jesús tenía que sufrir porque esperaban que el Mesías liberaría a su pueblo, y, en parte como consecuencia de ello, no lograron asociar al Mesías con el “Siervo sufriente” de Isaías. El hecho es que los seres humanos necesitamos ser salvados de nuestros pecados mucho más de lo que necesitamos la libertad política o cualquier tipo de mejora. Los programas de educación y las mejoras tecnológicas o médicas nunca podrán resolver adecuadamente nuestro fracaso moral, porque la raíz de ese fracaso es el insalvable abismo que hemos creado entre Dios y nosotros. Cristo ofrece salvar ese abismo y rescatarnos a través de su muerte en la cruz por nuestros pecados y de su resurrección. Pero la salvación no la recibimos de forma automática. Para disfrutar de ella, ha de haber un cambio radical de mentalidad. Es decir, debemos arrepentirnos del caos que hemos causado en nuestra vida y en la de los demás.⁴ Tenemos que alejarnos del pecado y, como un acto de nuestra voluntad, confiar en Cristo como Salvador y Señor: “A cuantos lo recibieron, a los que creen en su nombre, les dio el derecho de ser hijos de Dios” (Juan 1:12). El proyecto transhumanista Homo deus podría verse como una parodia de esta enseñanza cristiana. Nacemos como criaturas de Dios. Confiando en Cristo podemos convertirnos en hijos de Dios. El proyecto Homo deus busca mejorarnos; Dios nos da una nueva vida. Cristo mismo describe esa vida como vida eterna, la vida de Dios en nosotros, una vida que la muerte no puede tocar. Estamos conectados con los demás creyentes porque compartimos la misma vida y la expresamos practicando una comunión estrecha en comunidades llamadas iglesias, en la medida de nuestras posibilidades. Ahora bien, la conexión tecnológica a través del correo electrónico, Facebook, WhatsApp y demás ha sido claramente un gran consuelo y ayuda para personas que no tienen movilidad, están enfermas, encerradas o viven en comunidades apartadas. Sin embargo, lo triste es que para muchas personas sin problemas de movilidad, el aumento de la conexión tecnológica ha significado una disminución del tiempo que pasan hablando cara a cara con los demás y haciendo cosas juntos. Así, mientras para algunos la conexión tecnológica puede aliviar la soledad, para otros provoca todo lo contrario. Lo que Dios ofrece es una mejora real y espectacular, y es creíble, ya que, a diferencia de las esperadas mejoras de la IA, no se centran únicamente en las mejoras tecnológicas, sino en el aspecto moral y espiritual del carácter humano. En otras palabras, los escenarios posthumanos suelen ser utópicos casi por definición y, como sabemos, en el pasado el pensamiento utópico normalmente ha conducido, no al paraíso terrenal prometido, sino a una violencia indescriptible, a la guerra y a la muerte de millones de personas. La razón es que las promesas de utopía están condenadas al fracaso si no tienen un plan realista para solucionar la pecaminosidad de la naturaleza humana y para ofrecer a la gente una fuente de poder que les ayude a enfrentarse a las complejidades de la vida. En cambio, el cristianismo sí conoce ese poder, y Lucas, el brillante historiador, nos habla de la llegada de ese poder en Pentecostés en los primeros capítulos de su libro Hechos de los Apóstoles.⁵ Durante cuarenta días después de la resurrección, Jesús se reunió con sus discípulos, presentándoles pruebas convincentes de que había resucitado después de haber estado muerto. Durante ese tiempo, les enseñó sobre su reino y finalmente les ordenó que fueran a Jerusalén y esperaran a que él les enviara el Espíritu Santo, el cual les daría poder para ser sus testigos hasta los confines de la tierra. Como es lógico, estaban muy interesados en saber lo que Jesús pretendía hacer a continuación. Querían saber si, ahora que había vencido a la muerte, iba a utilizar ese poder para expulsar a los romanos y asumir el poder como Rey Mesías. Su respuesta fue un no rotundo. No iba a restablecer el reino a Israel en ese momento. Un día lo haría, pues así lo prometía la Escritura. Pero aún no. Además, no iba a decirles cuándo lo haría. Su tarea inmediata no era especular sobre el futuro, sino ser sus testigos en todo el mundo. Estaba a punto de partir y regresar al cielo, de donde había venido originalmente. Lucas nos dice que mientras Jesús decía aquello, fue llevado a las alturas hasta que una nube lo ocultó de su vista. Ellos se quedaron mirando, incrédulos, al cielo, pero inmediatamente unos hombres les informaron que uno de los propósitos de la ascensión era mostrarles no solo que Jesús volvería, sino cómo volvería. Le habían visto marchar a otro mundo de forma física y visible; un día volvería a este mundo y también lo haría de forma física y visible. Detengámonos a comparar esto con la esperanza de la IA fuerte de que un día seremos capaces de cargar el contenido de nuestras mentes en silicio y así “vivir” para siempre. La mente de Jesús no fue cargada en silicio, sino que Jesús mismo ascendió corporalmente al cielo. Esta afirmación choca frontalmente con el naturalismo ateo dominante en el mundo académico occidental que enseña que este mundo es todo lo que hay; no existe otro mundo al que uno pueda ascender. Pero como he argumentado una y otra vez, el naturalismo no es cierto y, en contra de la opinión generalizada, no está respaldado por la ciencia, sino que la desvirtúa. Las promesas de la IA fuerte están firmemente enraizadas en este mundo y, en ese sentido, son insignificantes y ridículas cuando las comparamos con las asombrosas implicaciones de la resurrección y la ascensión de Jesús. 1 John C. Lennox, Disparando contra Dios: Por qué los nuevos ateos no dan en el blanco (Andamio Editorial, 2016). 2 N. T. Wright, The Resurrection of the Son of God (Minneapolis: Fortress, 2003), 709–10. [Traducido al español como La resurrección del Hijo de Dios, Editorial Verbo Divino, 2008]. 3 Yuval Noah Harari, Sapiens (Editorial Debate, 2014), 128. 4 Es decir, confesar a Dios que vivir sin contar con él ha sido una equivocación, y expresarle que queremos cambiar, con su ayuda, nuestras actitudes y conducta para vivir según sus estándares. 5 Véase Hechos 1:1-11; 2:1-47. 6 Véase mis libros Disparando contra Dios (Andamio Editorial, 2016) y ¿Puede la ciencia explicarlo todo? (Editorial Clie, 2021). Capítulo 11 El shock del futuro: El regreso del hombre que es Dios Antes de su muerte, Jesús dijo a sus discípulos que se iba, pero que un día volvería a por ellos para llevarlos a un lugar que les iba a preparar en la presencia de su Padre (Juan 14:1-4). Al principio no entendieron de qué hablaba, pero con su resurrección y ascensión, todo quedó mucho más claro. La enseñanza de Cristo sobre el futuro Con la muerte y resurrección de Jesús, el gran proyecto de Dios para la redención del mundo dio un enorme paso adelante como anunció el apóstol Pedro en su segundo gran sermón registrado en el libro de los Hechos. Pedro y Juan sanaron a un cojo junto a la puerta del templo, lo que atrajo a una gran multitud. Pedro explicó públicamente el significado del milagro, asociándolo a lo que había sucedido en Jerusalén los días anteriores. De forma muy directa, Pedro acusa a sus oyentes de matar al “Autor de la vida” (Hechos 3:15), pero les ofrece una salida a su grave situación: Ahora bien, hermanos, yo sé que vosotros y vuestros dirigentes actuasteis así por ignorancia. Pero de este modo Dios cumplió lo que de antemano había anunciado por medio de todos los profetas: que su Mesías tenía que padecer. Por tanto, para que sean borrados vuestros pecados, arrepentíos y volveos a Dios, a fin de que vengan tiempos de descanso de parte del Señor, enviándoos el Mesías que ya había sido preparado para vosotros, el cual es Jesús. Es necesario que él permanezca en el cielo hasta que llegue el tiempo de la restauración de todas las cosas, como Dios lo ha anunciado desde hace siglos por medio de sus santos profetas. Hechos 3:17-21 Estas palabras suponen una dura acusación contra los que asesinaron a Jesús; pero, también, una oferta de gracia y salvación para los que están dispuestos a arrepentirse y a confiar en él. Pedro responde a la pregunta tácita —Entonces, ¿dónde está Jesús?— diciendo que se ha ido al cielo y permanecerá allí hasta el siguiente gran paso en el plan de Dios: la restauración que se desencadenará con el regreso de Jesús. Lamentablemente, la cara pública del cristianismo se ha vuelto tan insípida y diluida que ha perdido casi por completo la emocionante esperanza del regreso de Cristo —que debería estar en el centro de nuestra fe— o la ha relegado a los márgenes dejándola en manos de lunáticos e ingenuos profetas. Hacemos caso omiso de la advertencia de C. S. Lewis: “No intentes diluir el cristianismo. No te engañes creyendo que puedes abrazarlo y dejar a un lado lo sobrenatural. Por lo que veo, el cristianismo es la única religión que no puede separarse de lo milagroso. Tienes que sostener abiertamente lo sobrenatural desde el principio”.¹ Inevitablemente, una de las consecuencias del rechazo de lo sobrenatural por parte de la Ilustración fue que, como dice David Bosch: “Quedó poco espacio para el ‘gran evento escatológico tan esperado por los cristianos, es decir, la segunda venida’. La creencia en el retorno de Cristo en las nubes fue reemplazada por la idea del Reino de Dios en este mundo, el cual sería introducido paso a paso a través de la exitosa labor misionera en el extranjero y la creación de una sociedad igualitaria en el país de origen”.² Detrás de este tipo de pensamiento se encuentra la idea de progreso que marcó la Ilustración y los grandes avances que se dieron en la ciencia, la tecnología y la industria que trajeron tanta riqueza a Europa. Reinaba un optimismo desenfrenado en el potencial humano y el nuevo mundo estaba a la vuelta de la esquina. Pero la supuesta utopía marxista que iba a surgir por las inexorables leyes de la historia se convirtió en una carnicería que acabó con la vida de millones de personas. No solo el marxismo. El nacionalismo extremo de diferentes tipos ha producido resultados similares. La historia nos ha enseñado una dura lección: no hay camino al paraíso si obviamos el problema del pecado humano. Sin embargo, el conocido psicólogo de Harvard, Stephen Pinker, cree que la violencia está disminuyendo, específicamente como resultado del pensamiento de la Ilustración; una opinión que John Gray, profesor británico de historia del pensamiento europeo, rebate en su reseña del libro de Pinker Los ángeles que llevamos dentro.³ En su reseña titulada “Stephen Pinker’s Delusions of Peace” [Las ilusiones de paz de Stephen Pinker], Gray escribe: Al igual que otros partidarios actuales de los “valores de la Ilustración”, Pinker prefiere ignorar el hecho de que muchos pensadores ilustrados han sido doctrinalmente antiliberales, mientras que muchos han favorecido el uso de la violencia política a gran escala [...] La idea de que se puede construir un mundo nuevo mediante la aplicación racional de la fuerza es especialmente moderna, con ideas como la guerra revolucionaria y la pedagogía del terror incluidas en la influyente tradición del pensamiento ilustrado radical.⁴ La palabra utopía significa “ningún lugar”⁵ y es, irónicamente, muy apropiada en este contexto. Hasta ahora, todos los intentos de crear una utopía han fracasado porque los visionarios que han intentado crear ese tipo de estado no han tenido en cuenta que la naturaleza humana está gravemente viciada desde la caída, desde la entrada del pecado y la alienación en el mundo. No vieron, como señalamos antes, que los seres humanos no solo necesitan una mejora, sino que necesitan ser rescatados. Los visionarios utópicos no tenían ningún mensaje de salvación, ninguna conexión con un poder divino capaz de cambiar a los seres humanos. Como resultado, el siglo XX fue el más sangriento de la historia. Pinker cree que la violencia disminuirá. Gray piensa que no, y en esto está en consonancia con la enseñanza bíblica. El mismo Jesús hizo advertencias sobre sucesos futuros que son tan parte de su enseñanza como lo es el Sermón del Monte. Habló de los impostores y falsos profetas que, en medio de una ola creciente de guerras, hambrunas y terremotos, engañarían y desviarán a muchos. Todo esto llegará a su clímax al final de los tiempos: La señal del Hijo del hombre aparecerá en el cielo, y se angustiarán todas las razas de la tierra. Verán al Hijo del hombre venir sobre las nubes del cielo con poder y gran gloria. Y al sonido de la gran trompeta mandará a sus ángeles, y reunirán de los cuatro vientos a los elegidos, de un extremo al otro del cielo. Mateo 24:30-31 Jesús dijo estas cosas hace 2000 años, y el tiempo transcurrido desde entonces se ha caracterizado por “guerras y rumores de guerras” (Mateo 24:6). Pero, según Jesús, estas cosas no son evidencias del fin: dice explícitamente que ese tipo de cosas sucederán, pero que no será todavía el fin. El fin de la historia tal como la conocemos no llegará hasta que ocurran ciertas cosas que culminarán con el retorno cataclísmico de Cristo para gobernar. Es de vital importancia que los que somos cristianos no nos avergoncemos del regreso de Cristo, ya que él mismo lo incluyó como una de sus enseñanzas principales. No solo lo enseñó a sus discípulos en privado, sino que lo usó como argumento clave cuando en el juicio le preguntaron por su identidad: —¿Eres el Cristo, el Hijo del Bendito? —le preguntó de nuevo el sumo sacerdote. —Sí, yo soy —dijo Jesús—. Y veréis al Hijo del hombre sentado a la derecha del Todopoderoso, y viniendo en las nubes del cielo. —¿Para qué necesitamos más testigos? —dijo el sumo sacerdote, rasgándose las vestiduras—. ¡Habéis oído la blasfemia! ¿Qué os parece? Todos ellos lo condenaron como digno de muerte. Marcos 14:61-64 El sumo sacerdote vio la respuesta de Jesús como una blasfemia porque él y todo el tribunal entendieron que Jesús estaba citando un famoso pasaje del libro del profeta Daniel, un pasaje que menciona a un “hijo de hombre” divino que vendría entre las nubes del cielo y a quien se le daría autoridad y poder universal para reinar para siempre: En esa visión nocturna, vi que alguien como uno hijo de hombre venía entre las nubes del cielo. Se acercó al venerable Anciano y fue llevado a su presencia, y se le dio autoridad, poder y majestad. ¡Todos los pueblos, naciones y lenguas lo adoraron! ¡Su dominio es un dominio eterno, que no pasará, y su reino jamás será destruido! Daniel 7:13-14 El regreso de Cristo no es una idea secundaria y mucho menos una idea fabricada por un grupo de fanáticos exaltados. Por lo que ocurrió en el juicio, es evidente que Jesús fue crucificado precisamente porque afirmaba ser el “hijo de hombre” que, según el profeta Daniel, un día vendría en las nubes del cielo para gobernar todo el universo. Y porque su regreso es una parte esencial de la esperanza que él vino a traer, no es de extrañar que el Nuevo Testamento hable mucho de ello. La verdadera solución al “problema técnico” de la muerte física Dios solucionará el problema de la muerte física, pero no lo hará a través de la tecnología, como sugiere Yuval Harari. En primer lugar, mediante la resurrección de Jesús de entre los muertos, Dios ha demostrado que la muerte física no es insuperable. El Nuevo Testamento dice que Dios “destruyó la muerte y sacó a la luz la vida incorruptible mediante el evangelio” (2 Timoteo 1:10). La muerte no va a tener la última palabra. La resurrección física de Cristo no es más que el comienzo de la restauración de la raza humana y de toda la creación, que se producirá cuando él regrese. Además, con su muerte y resurrección, Cristo libra del miedo a la muerte a todos los que confían en él: Por tanto, ya que ellos son de carne y hueso, él también compartió esa naturaleza humana para anular, mediante la muerte, al que tiene el dominio de la muerte — es decir, al diablo—, y librar a todos los que por temor a la muerte estaban sometidos a esclavitud durante toda la vida. Hebreos 2:14-15 Debemos tener cuidado y entender bien lo que dice este pasaje. No está afirmando que los que confían en Cristo no experimentarán miedo, enfermedades, dolor agudo ni angustia física en el momento de la muerte. El miedo a estas cosas es un acto reflejo natural y automático, parte de los mecanismos de supervivencia que tenemos dentro de nosotros, de modo que la naturaleza misma lucha contra la muerte. La gente tiene miedo a la muerte por dos razones opuestas. En primer lugar, algunas personas temen que no haya nada después de la muerte. Por tanto, si esta vida es lo único que existe, antes que perder la vida física comprometerán la lealtad a Dios, a la verdad, a la fe, al honor y a los principios e incluso optarán por la cobardía: cualquier cosa con tal de salvar la vida física. El miedo a la muerte los mantiene en esclavitud moral. En segundo lugar, otras personas tienen miedo a la muerte, no porque piensen que no hay nada después de la muerte, sino porque lo que hay después de la muerte es demasiado abrumador, es decir, un juicio final con consecuencias eternas. La muerte de Cristo y su resurrección física como un ser humano real se combinan para liberar a los creyentes de estos dos temores. En primer lugar, les libera del sentimiento de desesperanza ante la muerte de un ser querido al informarles de que su ser querido, ahora “ausente del cuerpo”, está “vivo junto al Señor” (2 Corintios 5:8) o, como el mismo Señor lo expresó, “conmigo en el paraíso” (Lucas 23:43). Es también el secreto del valor de los mártires cristianos que están dispuestos a morir antes que negar a Cristo. La muerte de Cristo también libera del segundo tipo de miedo a los que confían en él. Tienen la seguridad de que Cristo, con su muerte sacrificial, ha pagado por completo la pena por sus pecados.⁷ La muerte física solo se produce una vez, y el juicio final viene después de la muerte. Para los creyentes, la muerte de Cristo expía sus pecados, es decir, cubre todos y cada uno de los pecados que el Juicio iba a evaluar. En consecuencia, los creyentes disfrutan de esta preciosa certeza: “Y así como está establecido que los seres humanos mueran una sola vez, y después venga el juicio, también Cristo fue ofrecido en sacrificio una sola vez para quitar los pecados de muchos; y aparecerá por segunda vez, ya no para cargar con pecado alguno, sino para traer salvación a quienes lo esperan” (Hebreos 9:27-28). Y Cristo, que será el juez final (Juan 5:22), declara: “Ciertamente os aseguro que el que oye mi palabra y cree al que me envió, tiene vida eterna y no será juzgado, sino que ha pasado de la muerte a la vida” (Juan 5:24). Y ahora viene la solución a uno de los problemas clave del siglo XXI, según Harari: vencer la muerte física. No obstante, la muerte no será vencida por medio de avances médicos. La buena noticia es que la resurrección del cuerpo de Cristo infunde a todos los que creemos en él la esperanza segura de que un día nuestros cuerpos también resucitarán. Para transmitirnos esta asombrosa verdad, Pablo se refiere a la resurrección de Cristo como las primicias de una gran cosecha que está por venir (1 Corintios 15:20). Al igual que los primeros frutos prometen la llegada de más fruto, la resurrección de Jesús anuncia una gran cosecha que tendrá lugar en la segunda venida de Cristo: la resurrección de las personas de toda la historia que pertenecen a Cristo. Los que hayan muerto antes de la segunda venida serán resucitados; los que aún estén vivos cuando Cristo vuelta serán transformados sin pasar por la muerte. Todos recibirán cuerpos como el glorioso cuerpo resucitado de Cristo (1 Corintios 15:50-57; Filipenses 3:20). Esto significa para los creyentes lo mismo que significó para Cristo: que habrá una existencia física después de la muerte. Un aspecto interesante de esto, en vista del intento de crear vida basada en el silicio, es la insinuación del Nuevo Testamento de que el cuerpo resucitado de Jesús no era exactamente igual al cuerpo que fue enterrado. Tenía nuevas propiedades: por ejemplo, podía atravesar puertas cerradas, por lo que, en cierto modo, parecía pertenecer a una dimensión distinta. En 1 Corintios 15, Pablo contrasta el cuerpo natural con el cuerpo espiritual resucitado. Un cuerpo espiritual no significa un cuerpo hecho de espíritu, igual que un motor de gasolina no significa un motor hecho de gasolina. Jesús dijo a sus discípulos que él no era un espíritu: “Un espíritu no tiene carne y ni huesos, como veis que tengo yo” (Lucas 24:39). Si ponemos esto junto a la afirmación de Pablo de que “el cuerpo mortal” no puede heredar el (futuro) reino de los cielos, entonces vemos que está indicando que hay una diferencia física entre el cuerpo humano tal como es ahora y lo que un día será. La continuidad de mi existencia como yo mismo está garantizada, pero no dependerá de que la tecnología avance lo suficiente para cargar el contenido de mi cerebro en silicio.⁸ Hay quien piensa que la idea de la resurrección del cuerpo es absurda, ya que cuando morimos, los átomos de nuestros cuerpos se dispersan y pasan a formar parte de la vegetación circundante, y posteriormente podrían llegar a formar parte de otros animales e incluso de otros seres humanos. Entonces, argumentan, ¿cómo puede tener sentido hablar de la resurrección del cuerpo? Pero esta objeción parece pasar por alto algunos hechos importantes. Para empezar, es cierto que al morir los átomos de nuestro cuerpo se dispersan. Pero, obviamente, no tenemos que esperar hasta la muerte para que esto ocurra. Las células —y por tanto los átomos— de nuestro cuerpo cambian y se dispersan constantemente. Ninguna de las células que hay ahora en mi cuerpo estaba presente en mi cuerpo hace diez años; salvo, quizá, algunas células especializadas del cerebro. Sin embargo, a pesar de este cambio y sustitución constantes de átomos y células, y a pesar del envejecimiento, la identidad formal de mi cuerpo sigue siendo la misma. Una prueba clara de ello es el hecho de que las huellas dactilares de una persona —que son únicas e irrepetibles— siguen siendo las mismas a lo largo de toda su vida; a menos que haya, claro está, cicatrices o amputaciones. Este hecho, mostrado por primera vez por Sir Francis Galton en 1888, juega un papel decisivo en la identificación de criminales. Algo similar podría decirse de la identificación mediante el ADN. Dios conoce la compleja codificación —y todo aquello que mantiene la identidad de un cuerpo durante su tiempo en la tierra— de cada ser humano que ha vivido. En la resurrección futura, Dios, quien después de todo creó la materia, no carecerá de las sustancias necesarias para expresar la identidad corporal de cada persona. El resultado será que cada creyente tendrá un cuerpo como el cuerpo resucitado y glorioso de Cristo y, por lo tanto, con capacidades y glorias que nuestros cuerpos actuales no tienen. Pero será posible reconocer a cada persona por la forma única de su cuerpo resucitado e identificarlo con el que era su cuerpo terrenal: Y, así como hemos llevado la imagen de aquel hombre terrenal, llevaremos también la imagen del celestial. Os declaro, hermanos, que el cuerpo mortal no puede heredar el reino de Dios, ni lo corruptible puede heredar lo incorruptible. Fijaos bien en el misterio que os voy a revelar: No todos moriremos, pero todos seremos transformados, en un instante, en un abrir y cerrar de ojos, al toque final de la trompeta. Pues sonará la trompeta y los muertos resucitarán con un cuerpo incorruptible, y nosotros seremos transformados. Porque lo corruptible tiene que revestirse de lo incorruptible, y lo mortal, de inmortalidad. 1 Corintios 15:49-53 La deducción que cada creyente debe extraer de la certeza de la resurrección es que la vida en este cuerpo presente, en este mundo, merece ser vivida con todas nuestras energías, todas nuestras capacidades y en toda circunstancia, a pesar del dolor y el sufrimiento de esta vida, a pesar de la vejez y de la muerte: “Por lo tanto […] manteneos firmes e inconmovibles, progresando siempre en la obra del Señor, conscientes de que vuestro trabajo en el Señor no es en vano” (1 Corintios 15:58). Esto significa que, aunque nuestros cuerpos aquí en la tierra, heredados de una raza caída, están sujetos al deterioro y la muerte, lo que cada persona hace en el cuerpo tiene trascendencia eterna. Como ejemplo adicional, podemos considerar al apóstol Pablo cuando visitó Tesalónica y predicó allí durante unas tres semanas, un tiempo relativamente corto. Sin embargo, como recordó a los tesalonicenses en una carta que les escribió posteriormente, durante esa breve visita les habló de la venida de Cristo con bastante detalle. De hecho, algunos describían la conversión de los tesalonicenses con las siguientes palabras: Ellos mismos hablan de lo bien que vosotros nos recibisteis, y de cómo os convertisteis a Dios dejando los ídolos para servir al Dios vivo y verdadero, y esperar del cielo a Jesús, su Hijo a quien resucitó, que nos libra del castigo venidero. 1 Tesalonicenses 1:9-10 De hecho, al final de cada capítulo de esta carta, Pablo anima a los creyentes a vivir sus vidas a la luz de la futura venida de Cristo. Esto, junto con algunas de las parábolas de Jesús que enfatizan lo inesperado y repentino de su venida —“El Hijo del hombre vendrá cuando menos los esperéis” (Mateo 24:44)— y las palabras de Cristo en el Apocalipsis —“Sí, vengo pronto” (22:20)— ha llevado a algunas personas a pensar erróneamente que Jesús enseñó a los primeros cristianos que su regreso sucedería casi de inmediato, y como no fue así, la esperanza de su venida se desvaneció. Sin embargo, en Mateo 24, el propio Jesús había advertido que el lapso sería más largo que corto. La razón de esta aparente paradoja no es difícil de encontrar: enfatizar solo un lapso de tiempo largo podría llevar a algunos, como sugieren algunas de las parábolas, a pensar “Mi señor está tardando” (versículo 48) y que, por tanto, su comportamiento no importaba. La resolución de la paradoja es la siguiente: todos nos acercamos a la venida de Cristo a dos “velocidades”: la velocidad de la historia y la velocidad con la que nos aproximamos a la muerte. Jesús y sus apóstoles no engañan a nadie cuando animan a los creyentes a vivir como si Cristo pudiera regresar en cualquier momento, ya que esa es la única forma de vivir que propiciará que esa expectativa de su venida tenga el efecto moral y espiritual que debe tener en nosotros. Si muero hoy, para mí es irrelevante los años que faltan para la venida de Cristo. Sin embargo, cuando los creyentes empezaban a morir y no había señales del regreso de Cristo, era inevitable que los que quedaban se hicieran preguntas sobre los que habían muerto. En respuesta, al final de su primera carta a los tesalonicenses, Pablo tranquiliza a los creyentes que han quedado: Hermanos, no queremos que ignoréis lo que va a pasar con los que ya han muerto, para que no os entristezcáis como esos otros que no tienen esperanza. ¿Acaso no creemos que Jesús murió y resucitó? Así también Dios resucitará con Jesús a los que han muerto en unión con él. Conforme a lo dicho por el Señor, afirmamos que nosotros, los que estemos vivos y hayamos quedado hasta la venida del Señor, de ninguna manera nos adelantaremos a los que hayan muerto. El Señor mismo descenderá del cielo con voz de mando, con voz de arcángel y con trompeta de Dios, y los muertos en Cristo resucitarán primero. Luego los que estemos vivos, los que hayamos quedado, seremos arrebatados junto con ellos en las nubes para encontrarnos con el Señor en el aire. Y así estaremos con el Señor para siempre. Por lo tanto, animaos unos a otros con estas palabras. 1 Tesalonicenses 4:13-18 Pablo contaba con que los cristianos que perdían a sus seres queridos se entristecerían, pero esperaba que no se entristecieran de la misma manera que las personas que no tenían esperanza. Para secar sus lágrimas, les da más detalles sobre lo que el regreso de Cristo significará tanto para sus seres queridos como para ellos mismos. Pablo entendía la muerte como estar “ausente del cuerpo” y “vivo junto al Señor” (2 Corintios 5:8) y, como vemos en este pasaje, su esperanza descansa en que un día todos los creyentes estarán con el Señor, ¡y algunos de ellos ni siquiera experimentarán la muerte física! Esto es mucho más de lo que la IA podría soñar. La IA puede traer muchos avances buenos y útiles que mejorarán la situación de la humanidad. Sin embargo, prometa lo que prometa, la afirmación central del cristianismo es que el futuro es mucho mejor que cualquier cosa que la IA o la IA fuerte puedan prometer, ya que algo infinitamente mayor que ellas ya ha ocurrido en nuestro planeta: Dios, que es responsable de la existencia del universo y sus leyes y de la estructura de la mente humana, el Logos divino que ya existía en el principio, se ha codificado a sí mismo en la propia humanidad: el Verbo se hizo carne y habitó entre nosotros. Esto no es inteligencia artificial; esto es Inteligencia Real, mucho más allá de cualquier cosa que el ser humano pueda concebir y, mucho menos, construir. Y el hecho de que Dios se hiciera humano es la mayor evidencia de la singularidad de los seres humanos y del compromiso de Dios con la parte física de la humanidad. El ser humano, que es una versión original, es único precisamente porque Dios pudo hacerse y se hizo humano. Y los que lo hemos recibido, a su regreso seremos gloriosamente “mejorados” para ser como él y compartir las maravillas del mundo eterno. Ese fue el plan desde el principio; y tiene implicaciones para el cielo nuevo y la tierra nueva. Y como esa nueva creación tiene una dimensión física, ¿qué nos permitiría crear la tecnología celestial? Todo esto significa que los cristianos —y otros— necesitan pensar seriamente en las implicaciones de estas doctrinas cristianas fundamentales de la resurrección y el retorno de Cristo para la IA y la carrera por crear el Homo deus. Porque si la enseñanza cristiana es verdad, la carrera por vencer el problema técnico de la muerte resultará inútil, aunque la tecnología desarrollada ayudará a reducir los problemas de la vejez y resolverá muchos problemas médicos aún sin resolver. Sin embargo, el ser humano no está hecho para vivir indefinidamente en este planeta. Algo mucho más grande es posible y hace que el plan de Yuval Harari parezca insignificante. Perspectivas bíblicas sobre la venida de una persona que dice ser Homo deus Veamos ahora lo que la Biblia tiene que decir sobre lo que va a suceder en este planeta en el futuro. John Gray recoge un comentario de Yuval Harari donde dice que el Homo deus se parecerá a los dioses griegos y concluye: “Es muy posible que los seres humanos usen la ciencia para convertirse en algo parecido a los dioses según ellos mismos han imaginado que estos son. Pero no aparecerá en escena ningún Ser Supremo. Lo que sí habrá en su lugar es una multitud de dioses diferentes, parodias (todos y cada uno de ellos) de los seres humanos que existieron en su día”. Gray, que por lo demás dice cosas muy valiosas, se equivoca en este punto. Según la narración bíblica, la historia está avanzando hacia la aparición de un Ser Supremo, que ya estuvo aquí y que, cuando estuvo, prometió regresar. Ese hecho era, como hemos visto, una parte fundamental de la enseñanza cristiana. También tiene importantes implicaciones para el mundo, como vemos en la segunda carta que Pablo escribió a la iglesia de Tesalónica. Aparentemente, en esa ciudad habían aparecido falsos maestros que estaban pervirtiendo el mensaje cristiano infectándolo con ideas erróneas, como la de afirmar que Cristo ya había regresado. No solo eso, sino que la iglesia estaba resistiendo valientemente en medio de una intensa persecución (2 Tesalonicenses 1:4). Al enterarse de esta situación, Pablo les escribió una vez más. Mientras leemos lo que dijo, tengamos en cuenta lo que mencionamos anteriormente: según el libro de los Hechos, Pablo solo pasó unas tres semanas en Tesalónica y, sin embargo, consideró que era importante que los convertidos al cristianismo en ese breve período de tiempo conocieran los detalles sobre el futuro. Esto es lo que escribió: Ahora bien, hermanos, en cuanto a la venida de nuestro Señor Jesucristo y a nuestra reunión con él, os pedimos que no perdáis la cabeza ni os alarméis por ciertas profecías, ni por mensajes orales o escritos supuestamente nuestros, que digan: “¡Ya llegó el día del Señor!”. No os dejéis engañar de ninguna manera, porque primero tiene que llegar la rebelión contra Dios y manifestarse el hombre de maldad, el destructor por naturaleza. Este se opone y se levanta contra todo lo que lleva el nombre de Dios o es objeto de adoración, hasta el punto de adueñarse del templo de Dios y pretender ser Dios. ¿No recordáis que ya os hablaba de esto cuando estaba con vosotros? Bien sabéis que hay algo que detiene a este hombre, a fin de que él se manifieste a su debido tiempo. Es cierto que el misterio de la maldad ya está ejerciendo su poder; pero falta que sea quitado de en medio el que ahora lo detiene. Entonces se manifestará aquel malvado, a quien el Señor Jesús derrocará con el soplo de su boca y destruirá con el esplendor de su venida. El malvado vendrá, por obra de Satanás, con toda clase de milagros, señales y prodigios falsos. Con toda perversidad engañará a los que se pierden por haberse negado a amar la verdad y así ser salvos. 2 Tesalonicenses 2:1-10 Pablo les recuerda que en su primera visita les había explicado que Cristo no volvería hasta que ocurrieran una serie de cosas, cosas que serían tan visibles, llamativas y evidentes que nadie necesitaría que le hablaran de ellas. Recordemos que Jesús mismo dijo esto en el Discurso del Monte de los Olivos en Mateo 24, advirtiéndonos que muchos aparecerían diciendo que eran el Cristo, pero que no deberíamos escucharlos ya que el verdadero Cristo volverá en circunstancias que serán espectaculares e inconfundibles. No obstante, parece que en Tesalónica habían aparecido falsos maestros que confundían a los creyentes contradiciendo las enseñanzas de Cristo y sugiriendo que el día del juicio ya había llegado. Esas enseñanzas erróneas hacían la vida aún más difícil para los cristianos que estaban sufriendo persecución en ese momento. Pablo se apresuró a asegurarles que, aunque el día del juicio todavía no había llegado, un día llegaría y lo haría de tal forma que pondría fin a los poderes opresores. El desencadenante de los acontecimientos que Pablo menciona aquí es una rebelión y la aparición de una persona descrita como el “hombre de maldad” (2 Tesalonicenses 2:3), cuya característica principal es la oposición a los dioses de cualquier tipo y forma, mientras él mismo pretende ser Dios. De nuevo, todos reconocerán esos acontecimientos, ya que, como nos dice Pablo, ese líder tirano vendrá por el poder de Satanás y se le permitirá engañar a la gente con prodigios falsos. El clímax vendrá cuando Cristo irrumpa en la escena y lo destruya con su venida. Claramente, en los días de Pablo no había sucedido nada a esa escala, y tampoco ha sucedido posteriormente. Su intensidad y dimensiones globales garantizan que cuando ocurra, el mundo entero se enterará. Este escenario es totalmente opuesto a la visión de que la enseñanza cristiana se irá extendiendo por el planeta hasta que reine la paz. No, Pablo dice que Dios intervendrá de forma sobrenatural y cataclísmica y pondrá fin a un régimen de máxima maldad. La pregunta es: ¿Cómo sabemos si este escenario apocalíptico es cierto o no? Pablo dice que una de las formas en que los tesalonicenses podían saber que aquello sucedería es que las semillas del pensamiento que les llevaría a ese escenario ya eran visibles en la cultura romana de la época: “El misterio de la maldad ya está ejerciendo su poder” (2 Tesalonicenses 2:7). Es evidente que Pablo no se refiere a maldad en el sentido de “ausencia de ley civil”. Roma era famosa por sus leyes y, hasta el día de hoy, algunas de esas leyes forman la base del derecho europeo. Pablo, como muestra el contexto, está hablando de maldad espiritual, la blasfemia de los seres humanos que pretenden ser Dios, como muchos reyes del pasado habían hecho y como algunos de los emperadores romanos ya estaban haciendo en ese momento. Los cristianos que se negaban a reconocerles como Dios, a menudo eran perseguidos y asesinados. Ya hemos visto que la idea del Homo deus tiene sus raíces en el Génesis. Sin embargo, aquello no es más que el comienzo del relato sobre el esfuerzo humano por llegar a ser Dios. En el Antiguo Testamento, de tanto en tanto asoma la cabeza: leemos de emperadores como el babilonio Nabucodonosor (Daniel 3) y el griego Antíoco Epífanes (Daniel 11:21-32), que se atribuyeron poderes divinos, y este último utilizó esos poderes para justificar la violencia. Los emperadores romanos se arrogaron honores divinos. Por ejemplo, Julio César era considerado como un dios, Divus Julius, y más adelante en el Nuevo Testamento, ese culto a la figura imperial llevó a la persecución de los cristianos que valientemente pagaron con sus vidas por negarse a inclinarse y adorar al emperador como Homo deus. Parece que los esfuerzos de la humanidad por llegar a ser Dios siempre han ido de la mano de una arrogancia desmesurada y un sentido de superioridad que, lejos de lograr algo sobrehumano, ha producido algo infrahumano, algo aterrador y brutal. Cuanto más intentan elevarse, más se hunden en un pantano de violencia y tiranía, como el siglo XX ha demostrado. Hannah Arendt, que escribió uno de los primeros libros sobre el totalitarismo (Los orígenes del totalitarismo, publicado en 1951), estaba convencida de que el totalitarismo estaba enraizado en una utopía basada en el rechazo de Dios y la deificación del hombre. Escribió con mucha agudeza: Lo que liga a estos hombres es una firme y sincera fe en la omnipotencia humana. Su cinismo moral, su creencia de que todo está permitido, descansan en la sólida convicción de que todo es posible. […] Al intentar crear un cielo perverso en la tierra, los sistemas totalitarios no reconocen ningún límite ni en su conducta ni en sus aspiraciones. Toman la escalofriante advertencia de Dostoievski de que “si Dios no existe, todo está permitido” y la institucionalizan en el Partido. De ahí a la matanza masiva y al terror endémico del totalitarismo hay un trecho muy corto: como evidencias, la Alemania nazi con Auschwitz y Treblinka, la Unión Soviética con la prisión de Lubianka y el gulag Perm-36, y China con el Gran Salto Adelante y la Revolución Cultural […] Los campos de concentración y exterminio de los regímenes totalitarios sirven como laboratorios en los que se verifica la creencia fundamental del totalitarismo de que todo es posible.¹ Según Pablo, la misma sombra oscura se cierne sobre el futuro de la humanidad. El horrible totalitarismo que Pablo esboza en su segunda carta a los cristianos de Tesalónica muy probablemente se caracterizase por leyes civiles rígidas y opresivas, pero en el ámbito espiritual, es en esencia una rebelión contra el Dios Todopoderoso —de ahí el calificativo “hombre de maldad” u “hombre de anarquía”. Pablo dijo a los tesalonicenses que lo que ocurrirá en el futuro es la cosecha inevitable del intento de deificar a los humanos, que ya era visible en la cultura romana de entonces. Por lo tanto, no deberíamos sorprendernos si en el futuro vemos algo así a escala mundial. La deriva de los acontecimientos en China y el control social totalitario que allí se está dando tampoco debería sorprendernos. Por desgracia, no es difícil imaginar que ese programa se extienda por todo el mundo. Tal como va la política mundial, no es imposible pensar que el poder estará cada vez en manos de menos personas, por lo que bien podríamos imaginar la existencia de un estado mundial controlado por una sola persona con una autoridad extraordinaria, un Homo deus cuyo poder para gobernar y engañar provendrán de la más siniestra de todas las inteligencias sobrehumanas: el mismísimo diablo. El hecho de que la idea del Homo deus permea la historia hace que el escenario bíblico sea más que creíble. Por supuesto, contradice la idea generalizada de que los seres humanos son básicamente buenos y están progresando todo el tiempo, por lo que finalmente el mal comportamiento será eliminado y el futuro se parecerá a uno de los escenarios más humanos y benévolos de Max Tegmark: un Dios protector, un dictador benévolo o una utopía igualitaria.¹¹ Esto parece pura ilusión a la luz del material bíblico y de la experiencia del siglo XX. Curiosamente, también parece una ilusión a la luz de la conclusión de Yuval Harari en Sapiens: Además, a pesar de las cosas asombrosas que los humanos son capaces de hacer, seguimos sin estar seguros de nuestros objetivos y parecemos estar tan descontentos como siempre. Hemos avanzado desde las canoas a los galeones, a los buques de vapor y a las lanzaderas espaciales, pero nadie sabe adónde vamos. Somos más poderosos de lo que nunca fuimos, pero tenemos muy poca idea de qué hacer con todo ese poder. Peor aún, los humanos parecen ser más irresponsables que nunca. Dioses hechos a sí mismos, con solo las leyes de la física para acompañarnos, no hemos de dar explicaciones a nadie. En consecuencia, causamos estragos a nuestros socios animales y al ecosistema que nos rodea, buscando poco más que nuestra propia comodidad y diversión, pero sin encontrar nunca satisfacción. ¿Hay algo más peligroso que unos dioses insatisfechos e irresponsables que no saben lo que quieren?¹² 1 C. S. Lewis, God in the Dock: Essays on Theology and Ethics (Grand Rapids: Eerdmans, 2014), 99. [Traducido al español como Dios en el banquillo, Editorial Rialp, 2017]. 2 David J. Bosch, Misión en transformación: Cambios de paradigma en la teología de la misión (Libros Desafío, 2005), 396. 3 Stephen Pinker, Los ángeles que llevamos dentro: El declive de la violencia y sus implicaciones (Ediciones Paidós, 2012). 4 John Gray, “Best of 2012: Stephen Pinker’s Delusions of Peace”, ABC Religion & Ethics, 20 de enero de 2013, www.abc.net.au/religion/best-of-2012stephen-pinkers-delusions-of-peace/10100056. 5 Del griego ou = “no” y topos = “lugar”. La palabra “eutopía” (del griego eu = “buen”) significa “buen lugar” y a menudo se confunde con la palabra “utopía” (N. de la T. En inglés son palabras homófonas). En 1872, Samuel Butler publicó una novela —una sátira de la sociedad victoriana— titulada Erewhon, que es prácticamente “nowhere” (ningún lugar) escrito al revés. Al principio, el país ficticio Erewhon parece ser una utopía (o un lugar utópico), pero resulta que no lo es. 6 Obsérvese la frecuencia con la que se mencionan las nubes del cielo en relación con el retorno de Cristo. ¡Se trata de un regreso literal y visible! 7 A mucha gente le cuesta aceptar la idea de un sacrificio vicario. He escrito sobre ello en mi libro Disparando contra Dios (Andamio Editorial, 2016), 223– 251. 8 Hay mucho que discutir aquí: si ese tipo de carga llegara a ser posible, ¿seríamos reconocibles? Véase David J. Chalmers, The Character of Consciousness (Oxford: Oxford University Press, 2010). 9 John Gray, Siete tipos de ateísmo (Editorial Sexto Piso, 2019), 99. 10 Hannah Arendt, The Origins of Totalitarianism (1951; repr., London: Penguin, 2017), 387, 437. [Traducido al español como Los orígenes del totalitarismo, Alianza Editorial, 2006]. 11 Véase “Summary of 12 AI Aftermath Scenarios”, Future of Life Institute, https://futureoflife.org/ai-aftermath-scenarios. 12 Yuval Noah Harari, Sapiens (Editorial Debate, 2014), 455–456. Capítulo 12 El Homo Deus en el libro del Apocalipsis El último libro del Nuevo Testamento, escrito hace más de 2000 años, describe a un futuro Homo deus que tiene las características tanto del “hombre de maldad” del que Pablo habla como del Prometeo de Tegmark. En las visiones de Apocalipsis 12 – 13, se nos presenta el espectáculo enormemente vívido de una bestia horrible con siete cabezas y diez cuernos a la que Satanás (representado como una serpiente y un dragón) le otorga un inmenso poder y autoridad mundial. Esta bestia se convierte en objeto de adoración para todo el mundo, al igual que el diablo que le da poder. Inmediatamente vemos múltiples paralelismos con la descripción del “hombre de maldad” de 2 Tesalonicenses, por lo que el Apocalipsis respalda con imágenes y metáforas lo que Pablo dice en prosa. Y la metáfora, como se esfuerza en señalar C. S. Lewis, siempre se utiliza para representar algo real, no algo irreal. Decir “Tengo roto el corazón” es usar una metáfora para describir una experiencia emocional muy real y dolorosa, no algo imaginario. Está claro que aquí en el Apocalipsis la metáfora de la bestia se utiliza para describir una hostilidad muy real, como cualquiera podrá reconocer, por limitado que sea su conocimiento bíblico. Después de todo, siglos antes, el profeta Daniel había utilizado la imagen de las bestias salvajes para describir varios tipos de imperios y a sus líderes. Y los primeros lectores del libro del Apocalipsis no habrían tenido ninguna dificultad en reconocer a un estado que se comportaba como una bestia, ya que ellos mismos vivían en uno así: el Imperio Romano. El mensaje era bien claro y cualquier lector que lo tomara en serio se daría cuenta de que, aunque las imágenes describían ciertos aspectos del comportamiento del Imperio Romano, también describían, como veremos, de forma profunda y creíble, el estado del mundo en el futuro y previo a la venida de Cristo. Por lo tanto, antes de descartar estas visiones como fantasía apocalíptica, los lectores deberían prestar atención al siguiente fragmento del libro del Apocalipsis e intentar usar su imaginación de forma fundada para entender lo que las imágenes pretenden transmitir: Entonces vi que del mar subía una bestia, la cual tenía diez cuernos y siete cabezas. En cada cuerno tenía una diadema, y en cada cabeza un nombre blasfemo contra Dios. La bestia parecía un leopardo, pero tenía patas como de oso y fauces como de león. El dragón le confirió a la bestia su poder, su trono y gran autoridad. Una de las cabezas de la bestia parecía haber sufrido una herida mortal, pero esa herida ya había sido sanada. El mundo entero, fascinado, iba tras la bestia y adoraba al dragón porque había dado su autoridad a la bestia. También adoraban a la bestia y decían: “¿Quién como la bestia? ¿Quién puede combatirla?”. A la bestia se le permitió hablar con arrogancia y proferir blasfemias contra Dios, y se le confirió autoridad para actuar durante cuarenta y dos meses. Abrió la boca para blasfemar contra Dios, para maldecir su nombre y su morada y a los que viven en el cielo. También se le permitió hacer la guerra a los santos y vencerlos, y se le dio autoridad sobre toda raza, pueblo, lengua y nación. A la bestia la adorarán todos los habitantes de la tierra, aquellos cuyos nombres no han sido escritos en el libro de la vida, el libro del Cordero que fue sacrificado desde la creación del mundo. Apocalipsis 13:1-8 Notamos inmediatamente las claras similitudes entre esta descripción de la bestia y la del hombre de maldad y opuesto a Dios de 2 Tesalonicenses. También vemos que la autoridad global y violenta de esta “bestia” se establece mediante la curación de una “herida mortal” en una de sus cabezas. Aunque no podemos decir con exactitud a qué se refiere esto, suena a una parodia de los acontecimientos centrales de la muerte y resurrección de Cristo que establecen su autoridad como Mesías e Hijo de Dios. Observamos también que, aunque a esta horrible bestia se le permite asolar a la comunidad cristiana, su poder está estrictamente limitado. Entonces, el escenario se complica con la llegada de otra “bestia”: Después vi que de la tierra subía otra bestia. Tenía dos cuernos como de cordero, pero hablaba como dragón. Ejercía toda la autoridad de la primera bestia en presencia de ella, y hacía que la tierra y sus habitantes adoraran a la primera bestia, cuya herida mortal había sido sanada. También hacía grandes señales milagrosas, incluso la de hacer caer fuego del cielo a la tierra, a la vista de todos. Con estas señales que se le permitió hacer en presencia de la primera bestia, engañó a los habitantes de la tierra. Les ordenó que hicieran una imagen en honor de la bestia que, después de ser herida a espada, revivió. Se le permitió infundir vida a la imagen de la primera bestia, para que hablara y mandara matar a quienes no adoraran la imagen. Además logró que a todos, grandes y pequeños, ricos y pobres, libres y esclavos, se les pusiera una marca en la mano derecha o en la frente, de modo que nadie pudiera comprar ni vender, a menos que llevara la marca, que es el nombre de la bestia o el número de ese nombre. En esto consiste la sabiduría: el que tenga entendimiento, calcule el número de la bestia, pues es número de un ser humano: seiscientos sesenta y seis. Apocalipsis 13:11-18 Apocalipsis 13:15 dice que esta segunda bestia ordena la construcción de una imagen de la primera bestia, a la que da vida; y el resultado es engaño y control mundial. Todos los que se niegan a inclinarse y reconocer la autoridad de la bestia son asesinados. El control social es absoluto, ya que la libertad para comprar y vender está determinada por algún tipo de marca: un chip implantado, o la pulsera de Tegmark o algo similar, que determinará si una persona es socialmente aceptable, como los puntos del sistema de vigilancia algorítmica chino. En este sentido, uno piensa naturalmente en el objetivo de los defensores de la IA fuerte de crear vida artificial y cargar el contenido de las mentes en silicio. Aunque no sabemos exactamente a qué hace referencia el texto, podría tratarse de la creación de algún tipo de “vida” tan sofisticada e impresionante que el mundo cae ante su engaño y es oprimido por ella. Es decir, podría referirse a una materialización parcial de la IA fuerte. Por supuesto, el uso de la palabra “imagen” no tiene por qué hacernos pensar en una imagen primitiva de piedra o de madera. En todas las etapas de la historia, los seres humanos han erigido imágenes y han adorado las creaciones hechas e ideadas por ellos mismos y han soñado con dar vida a sus creaciones, como en la historia judía de la creación del gólem a partir de materia inanimada. Tal vez, en cierto sentido, lo logren algún día. Es importante señalar que los ídolos eran, y siguen siendo, cosas en las que la gente confiaba y no tanto cosas que amaba. Con frecuencia, la gente temía a sus ídolos. “Adoración” significaba más bien la aceptación de una autoridad superior, la “inclinación” ante esa autoridad, y no tanto una expresión de afecto o una devoción positiva. A lo largo del Antiguo Testamento, hasta el exilio en Babilonia, el pueblo de Israel caía constantemente en las prácticas idólatras de sus vecinos paganos, y los profetas les recordaban una y otra vez la trágica estupidez de esa desobediencia. He aquí uno de los textos más famosos del profeta Isaías sobre el tema, en el que se burla de la ingenuidad de alguien que fabrica un dios con la madera de un árbol que acaba de derribar: La mitad de la madera la quema en el fuego, sobre esa mitad prepara su comida; asa la carne y se sacia. También se calienta y dice: “¡Ah! Ya voy entrando en calor, mientras contemplo las llamas”. Con el resto hace un dios, su ídolo; se postra ante él y lo adora. Y suplicante le dice: “Sálvame, pues tú eres mi dios”. Isaías 44:16-17 Isaías escribe con sarcasmo para resaltar la estupidez de hacer un dios, ya sea de hierro o de madera, la increíble ceguera de tomar una madera y usar una parte para hacer fuego y la otra para tallar un ídolo con forma humana e inclinarse ante él. Los Salmos también señalan que, aunque la imagen tenga forma humana, es inútil porque no puede realizar ninguna función humana: Los ídolos de los paganos son de oro y plata, producto de manos humanas. Tienen boca, pero no pueden hablar; ojos, pero no pueden ver; tienen oídos, pero no pueden oír; ¡ni siquiera hay aliento en su boca! Semejantes a ellos son sus hacedores y todos los que confían en ellos. Salmo 135:15-18 Está claro que, cuando el libro del Apocalipsis describe una imagen a la que se le ha dado vida y la capacidad de hablar, está hablando de algo muy diferente. Parece mucho más “humano” que aquellas imágenes antiguas, y bien podría estar apuntando a algo como un robot humanoide brillantemente ideado y equipado con una IA muy avanzada, incluso una IA fuerte. El hecho de que toda la tierra adore a la bestia gracias a esa imagen no es una ornamentación trivial. Conseguir la atención del mundo entero sería un logro sin precedentes, lo cual es tristemente creíble debido a la existencia de redes globales de comunicación audiovisual en internet y en la televisión. Inevitablemente, este escenario plantea la siguiente pregunta: ¿Hasta dónde permitirá Dios que lleguemos? Según el relato bíblico de Génesis 3, Dios intervino en el primer proyecto de Homo deus. Intervino de nuevo en Babel, donde los humanos hicieron un intento coordinado de usar sus habilidades intelectuales y tecnológicas para construir una torre que llegara hasta el cielo, otro síntoma del egocentrismo que alimenta el Homo deus. Según la narrativa bíblica, Dios intervendrá en el futuro para poner fin a la rebelión humana. Sin embargo, ¿es posible que no intervenga en el punto en el que esperaríamos en base a las intervenciones anteriores que acabamos de mencionar? Lo que da lugar a esa posibilidad es el hecho de que Apocalipsis 13 pone un énfasis considerable en lo que se les permite hacer a las bestias. Esto está en consonancia con la enseñanza teológica de que Dios finalmente tiene el control y nada ocurre fuera de su voluntad permisiva.¹ A la primera bestia se le permite ejercer autoridad durante cuarenta y dos meses y se le permite hacer la guerra a los santos y vencerlos. A la segunda bestia se le permite realizar señales engañosas. Además, se le permite infundir vida a la imagen de la bestia. El lenguaje nos recuerda al utilizado en el Génesis: “Y Dios el Señor formó al hombre del polvo de la tierra, y sopló en su nariz hálito de vida, y el hombre se convirtió en un ser viviente” (Génesis 2:7). ¿Significa esto que los humanos podrán crear algo muy parecido a un ser vivo, o incluso un tipo de vida? Si ese es el caso, el peligro es que si estamos convencidos de que Dios intervendrá antes de llegue ese período, el engaño cuando eso ocurra podría ser aún mayor. Además, observamos que esta imagen “viviente” puede matar de forma selectiva a aquellos que no adoran a la bestia. Eso implica que, sea lo que sea, es capaz de reconocer en las personas ese “comportamiento recalcitrante y antisocial” (¿reconocimiento facial?), determinar su actitud hacia la bestia (¿vigilancia social?) y matarlas o hacer que las maten. Implementar todos estos procesos a escala mundial es muy complejo. Entonces, ¿estamos hablando de IA fuerte a un nivel que puede simular una especie de consciencia, o se trata de una versión mejorada de los sistemas de IA (inconsciente) que ya utilizamos en la actualidad? Sea como sea, este texto del Apocalipsis es una advertencia oportuna para todos los habitantes de la tierra, relevante sobre todo para esta generación tecnológicamente avanzada y para aquellos que vendrán después. Sería un grave error, incluso un error fatal, si, habiendo leído este escenario bíblico, pensáramos que se trata de fantasías infantiles fáciles de reconocer y destapar. No es así. Estamos hablando de la posibilidad de una tiranía global basada en el control social, un estado de vigilancia totalitaria como el escenario del Prometeo de Tegmark, que es inquietantemente similar al que ya se está desarrollando y probando en China. Lo que es obvio y muy preocupante es que la gente “adora” esos sistemas, es decir, se inclina ante ellos y acepta su autoridad, sacrificando su libertad en aras de una supuesta seguridad. En cierto sentido, todos estamos cayendo en eso ya que delegamos cada vez más nuestras decisiones en la IA y dejamos que esta determine más y más muchos aspectos de nuestra vida diaria. Preguntémonos, pues: ¿Qué representa la bestia de Apocalipsis 13? En un sentido general, la respuesta no es difícil, ya que dice que esa bestia controla la economía mundial. Hace que marquen a todo el mundo en la mano derecha o en la frente para que nadie pueda comprar o vender a menos que tenga la marca con el nombre de la bestia o el número de su nombre (piensa en la pulsera de seguridad de Prometeo). Pero, ¿representa a un colectivo como un gobierno mundial o un estado que se comporta de forma brutal, o representa a un individuo? El propio texto indica que la bestia es un solo individuo; de hecho, un individuo humano. Apocalipsis 13:18 dice: “el que tenga entendimiento, calcule el número de la bestia, pues es número de un ser humano: seiscientos sesenta y seis”. Se ha prestado mucha atención —de hecho, demasiada— al número 666 que aparece en este texto. Evidentemente es una gematría.² Ha habido un sinfín de conjeturas sobre quién será este poderoso líder. Estas especulaciones son evidentemente infructuosas. Si tenemos que adivinar de quién se trata, nos vamos a equivocar, pues el contexto ya nos ha informado que el “hombre de maldad” será revelado por el poder de Satanás. Cuando este poder mundial aparezca, no habrá necesidad de adivinar quién es. Descifrar la gematría 666 será sencillamente una verificación retrospectiva, no un complicado rompecabezas. Porque este pasaje no se ocupa de responder la pregunta quién es la bestia, sino más bien, como dice explícitamente, qué es. Es, dice Juan, “el número de un ser humano”. Es decir, la bestia es un símbolo; la realidad detrás de ese símbolo es un ser humano. La bestia a quien la serpiente da poder es un ser humano que se cree Dios y, por tanto, se ajusta a la descripción de Homo deus. Así, la rebelión contra Dios iniciada en el Génesis alcanzará su clímax con un espantoso proyecto Homo deus del que Harari, entre otros, parece no saber nada. Deducimos que tiene sentido pensar que 2 Tesalonicenses y el Apocalipsis hablan del mismo personaje de inspiración diabólica, del mismo líder mundial inmensamente poderoso que en un tiempo futuro reclamará honores divinos y engañará al mundo con milagros falsos y que será destruido de forma cataclísmica por la venida de Cristo en poder y gran gloria. Aquí está la descripción de ese acontecimiento trascendental tal y como se describe en el Apocalipsis: Luego vi el cielo abierto, y apareció un caballo blanco. Su jinete se llama Fiel y Verdadero. Con justicia dicta sentencia y hace la guerra. Sus ojos resplandecen como llamas de fuego, y muchas diademas ciñen su cabeza. Lleva escrito un nombre que nadie conoce sino solo él. Está vestido de un manto teñido en sangre, y su nombre es “el Verbo de Dios”. Le siguen los ejércitos del cielo, montados en caballos blancos y vestidos de lino fino, blanco y limpio. De su boca sale una espada afilada, con la que herirá a las naciones. “Las gobernará con puño de hierro”. Él mismo exprime uvas en el lagar del furor del castigo que viene de Dios Todopoderoso. En su manto y sobre el muslo lleva escrito este nombre: Rey de reyes y Señor de señores. Entonces vi a la bestia y a los reyes de la tierra con sus ejércitos, reunidos para hacer guerra contra el jinete de aquel caballo y contra su ejército. Pero la bestia fue capturada junto con el falso profeta. Este es el que hacía señales milagrosas en presencia de ella, con las cuales engañaba a los que habían recibido la marca de la bestia y adoraban su imagen. Los dos fueron arrojados vivos al lago de fuego y azufre. Apocalipsis 19:11-16, 19-20 Un sorprendente escenario futuro anunciado por una antigua visión Para tener más perspectiva, recordamos que las imágenes utilizadas en el libro del Apocalipsis tienen sus raíces en el capítulo 7 del libro de Daniel. Le pido al lector que, antes de seguir adelante, lea ese capítulo en su totalidad para ver la magnitud de la visión de Daniel. Recogiendo algunos de los puntos principales de esa visión, vemos que: Hay una bestia inmensamente poderosa (la cuarta bestia) con diez cuernos, y un cuerno pequeño que habla con insolencia. La bestia hace la guerra a los santos y los vence. El Hijo del Hombre viene entre las nubes del cielo. El tribunal celestial juzga a la bestia y la destruye. Los santos reciben el reino. Nótese las muchas características que la bestia de Daniel tiene en común con la bestia del Apocalipsis: Tiene diez cuernos, que son diez reyes (Daniel 7:24, cp. Apocalipsis 17:12). Pronuncia palabras arrogantes. Hace la guerra a los santos y los vence. Su autoridad es limitada — Daniel: “un tiempo y tiempos y medio tiempo” (7:25), es decir, tres tiempos y medio; Apocalipsis: “cuarenta y dos meses” (13:5), es decir, tres años y medio. La bestia del Apocalipsis combina características de las tres primeras bestias de la visión de Daniel: era como un leopardo, sus pies como los de un oso y su boca como la de un león (Apocalipsis 13:2). Las similitudes son notables. Además, la bestia de Daniel es juzgada en el contexto de la venida del Hijo del hombre entre las nubes del cielo. La bestia del Apocalipsis es destruida por la venida del cielo a la tierra del jinete con el caballo blanco, del que se dice que es el Verbo de Dios, Rey de Rey de reyes y Señor de señores.³ No es descabellado sugerir que Daniel y el Apocalipsis están describiendo lo mismo en un lenguaje muy similar y altamente simbólico, y en 2 Tesalonicenses 2 se nos presenta lo mismo en un lenguaje llano y no simbólico, en un pasaje donde Pablo describe la destrucción del hombre de maldad mediante la venida de Cristo. Jugar a ser Dios siempre ha sido una tentación para los líderes poderosos. Como hemos visto, Pablo señaló en su día que “el misterio de la maldad ya está ejerciendo su poder” (2 Tesalonicenses 2:7). Pablo se estaba refiriendo a la rebelión espiritual: ese desafío a Dios que caracterizaba a los emperadores romanos (y a muchos otros antes), que se consideraban dioses y exigían que todo el mundo les adorara. Eso nos recuerda a otro detalle de la descripción de la cuarta bestia en Daniel 7: “Tratará de cambiar las festividades y también las leyes, y los santos quedarán bajo su poder durante tres años y medio” (Daniel 7:25). Daniel ya había experimentado un choque entre la ley de su Dios y una ley del estado elaborada por agentes del poder perverso que querían deshacerse de él (Daniel 6). Esta visión dice que la experiencia de Daniel en aquella ocasión no será la última de ese tipo. De hecho, lo que vendrá es peor. Darío prohibió el culto a Dios durante un mes. Bajo la cuarta bestia, la prohibición durará mucho más tiempo: tres tiempos y medio, lo que normalmente se ha entendido como tres años y medio. Y lo que es más, esa bestia pensará en “cambiar las festividades”, es decir, los tiempos establecidos de las fiestas y ceremonias que la nación de Israel celebra como parte de su adoración a Dios. Por lo tanto, la cuarta bestia puede verse como la manifestación definitiva de la rebelión humana contra Dios. Tanto 2 Tesalonicenses como el Apocalipsis señalan que la bestia-hombre que juega a ser Dios recibe el poder oscuro de Satanás y es un maestro del engaño. De acuerdo con la naturaleza progresiva de la revelación profética bíblica, esta información no aparece en la descripción de Daniel. De hecho, el relato del Apocalipsis es más detallado que el de Daniel en algunos aspectos más. Nos dice que la bestia tenía siete cabezas y presenta a una segunda bestia que “ejercía toda la autoridad de la primera bestia en presencia de ella, y hacía que la tierra y sus habitantes adoraran a la primera bestia […] Engañó a los habitantes de la tierra” (Apocalipsis 13:12, 14). También se nos dice: “Los diez cuernos […] son diez reyes que todavía no han comenzado a reinar, pero que por una hora recibirán autoridad como reyes, junto con la bestia. Estos tienen un mismo propósito, que es poner su poder y autoridad a disposición de la bestia. Le harán la guerra al Cordero, pero el Cordero los vencerá” (Apocalipsis 17:12-14). Al igual que en el caso de la profecía de la simiente (Génesis 3:15), cuanto más nos acercamos al momento del cumplimiento, más detalles se nos dan. Si lo juntamos todo, vemos la imagen de un asombroso acuerdo político en el que diez reyes o líderes ceden su autoridad a un líder de inmenso poder y autoridad. La implicación es que, sean quienes sean estos diez líderes, existen simultáneamente, y ya sea voluntariamente o por la fuerza, entregan las riendas de su poder a un único dictador: el hombre de maldad. Ya que parece tener poder sobre todo el planeta, lo que se prevé aquí es nada menos que un gobierno mundial.⁴ ¿Gobierno mundial? Nunca hemos visto nada parecido en la historia, pero no es, en absoluto, una idea descabellada e irracional. En los últimos tiempos las naciones han sentido la necesidad de formar organizaciones internacionales, como las Naciones Unidas, para ayudar a mantener un equilibrio de poder, vigilar el mundo y mantener la paz. Sin embargo, la ONU no siempre ha estado a la altura y algunos líderes muy influyentes han sugerido, y aún lo hacen, que la única solución real a los problemas políticos y sociales del mundo es un gobierno internacional. Tras la Segunda Guerra Mundial, Albert Einstein escribió: “Hay que crear un gobierno mundial capaz de resolver los conflictos entre las naciones por decisión judicial. Este gobierno debe basarse en una constitución clara que sea aprobada por los gobiernos y naciones y que lo nombre como el único poseedor de armas ofensivas”.⁵ En el mundo globalizado de hoy, un gobierno mundial es una idea totalmente factible. Tenemos tribunales de derecho internacional, y en Europa todos somos conscientes de que avanzamos hacia una menor independencia de los estados y hacia un control cada vez más centralizado. Para muchos, eso parece allanar el camino hacia unos Estados Unidos de Europa. En el Financial Times del 8 de diciembre de 2008, Gideon Rachman escribió: “Nunca he creído que haya un plan secreto de las Naciones Unidas para apoderarse de los Estados Unidos. Nunca he visto helicópteros negros sobrevolando el cielo de Montana. Pero, por primera vez en mi vida, creo que la formación de una especie de gobierno mundial es posible”. Un gobierno mundial implicaría mucho más que la cooperación entre naciones. Sería una entidad con características similares a las de un estado, respaldado por un conjunto de leyes. La Unión Europea, que ya ha creado un gobierno continental para veintisiete países, podría ser un modelo. La UE tiene un tribunal supremo, una moneda única, miles de páginas de legislación, un gran número de empleados y la capacidad de desplegar fuerza militar (además del deseo de crear una). ¿Podría el modelo europeo hacerse global? Hay tres razones para pensar que sí. En primer lugar, cada vez está más claro que los problemas más difíciles a los que se enfrentan los gobiernos nacionales son de naturaleza internacional: el calentamiento global, la crisis financiera global y la “guerra global contra el terrorismo”. En segundo lugar, es viable. Las revoluciones del transporte y las comunicaciones han reducido el mundo de tal manera que, como escribió el historiador australiano Geoffrey Blainey, “por primera vez en la historia de la humanidad sería posible tener una especie de gobierno mundial”.⁷ Blainey presagia que en algún momento de los próximos dos siglos habrá un intento de formar un gobierno mundial, pero para la mayoría de comentaristas ese es un horizonte insólitamente lejano. En tercer lugar, el cambio en la atmósfera política sugiere que el gobierno mundial podría llegar mucho antes que eso. La crisis financiera y el cambio climático han empujado a los gobiernos nacionales a buscar soluciones globales, incluso en países como China y Estados Unidos, tradicionalmente guardianes de la soberanía nacional. Jacques Attali, asesor del presidente francés Nicolas Sarkozy, argumentaba: “Hablar de gobernanza global es solo un eufemismo de gobierno global”. En su opinión, sería el momento de establecer alguna forma de gobierno global. Attali comentaba que “la principal razón de la crisis financiera internacional es que tenemos mercados financieros globales y no tenemos un estado de derecho global”.⁸ Parece, pues, que todo está en su sitio. Por primera vez desde que el Homo sapiens empezó a garabatear en las paredes de las cuevas, tenemos las razones, la oportunidad y los medios para dar pasos serios hacia un gobierno mundial. La idea de un gobierno mundial ha existido durante mucho tiempo: la idea de toda la humanidad unida bajo una autoridad política común. Podría decirse que nunca ha existido como tal, pero la propuesta de una autoridad política global unificada ha estado presente desde tiempos antiguos, en la ambición de reyes, papas y emperadores y en los sueños de poetas y filósofos. Por ejemplo, en la Edad Media, el poeta, filósofo y político italiano Dante Alighieri (1265–1321) sostenía que era posible eliminar la guerra si “toda la tierra, y todo lo que se han puesto en manos del género humano, se volviera una Monarquía; es decir, un solo principado con un solo príncipe, el cual, poseyendo todas las cosas y no pudiendo desear nada más, mantuviera contentos a los reyes dentro de los límites de sus reinos, de modo que hubiera paz entre ellos y sus ciudades pudieran descansar”. El filósofo alemán Immanuel Kant mantenía que la razón apuntaba a la formación de “un estado internacional (civitas gentium), que necesariamente seguiría creciendo hasta abarcar a todos los pueblos de la tierra”.¹ Sin embargo, Kant tenía grandes reservas en cuanto a una monarquía mundial. Pensaba que la unión federal de estados libres e independientes “sigue siendo preferible a una amalgama de naciones bajo un solo poder que ha anulado al resto y ha creado una monarquía universal”. Su razón para dudar era la siguiente: “Las leyes pierden progresivamente su impacto a medida que el gobierno aumenta su poder y, después de aplastar los gérmenes de la bondad, un despotismo sin alma nos llevará finalmente a la anarquía”. Kant pensaba que un “despotismo universal” se convertiría “en el cementerio de la libertad”.¹¹ 1 Más sobre este complejo tema en mi libro ¿Predeterminados a creer? (Andamio Editorial, 2019). 2 Una cifra formada por los números que representan las letras del nombre, según un sistema establecido: por ejemplo, A = 1, B = 2, etc. Es decir, en la antigüedad, un joven podía grabar en el tronco de un árbol “Amo a la joven cuyo número es 53”, dejando a los demás la tarea de averiguar, sustituyendo los números por letras en un proceso de prueba y error, que el hombre de la joven era Julia. 3 Algunos estudiosos creen que el Hijo del hombre “viniendo en las nubes del cielo” (Mateo 26:64) es una referencia a la ascensión de Cristo, cuando fue a estar con Dios y en su trono. Pero en mi opinión: (1) lo más natural es asociar las palabras que Jesús dice cuando lo interrogan con su futuro regreso a la tierra, cuando será visible para aquellos que lo han rechazado, y (2) si Daniel 7 se refiere a la ascensión, podemos preguntar: ¿el juicio de Dios ya ocurrió en el momento de la ascensión? Si es así, ¿qué bestia destruyó entonces? Sobre este tema, véase mi libro Contra la corriente: La inspiración de Daniel en una era de relativismo (Editorial Patmos, 2017). 4 Por eso, la identificación que muchos hacían años atrás con diez países europeos estaba fuera de lugar. 5 Albert Einstein, “Towards a World Government” (1946), en Out of My Later Years (New York: Philosophical Library, 1956), 146. 6 Gideon Rachman, “And Now for a World Government”, Financial Times, 8 de diciembre de 2008, www.ft.com/content/7a03e5b6-c541-11dd-b516000077b07658. 7 Citado en Rachman, “And Now for a World Government”. 8 Citado en Rachman, “And Now for a World Government”. 9 Dante Alighieri, Il Convivio, libro 4, capítulo 4, trand. Richard H. Lansing (Garland Library of Medieval Literature, 1990), https://digitaldante.columbia.edu/text/library/the-convivio/book-04/#30. 10 Immanuel Kant, Perpetual Peace (1795), 105, citado en Catherine Lu, “World Government”, en The Stanford Encyclopedia of Philosophy, ed. Edward N. Zalta (invierno 2016), https://plato.stanford.edu/archives/win2016/entries/worldgovernment, cursiva del original. 11 Kant, Perpetual Peace, 113, 114; citado en Lu, “World Government”. Capítulo 13 El tiempo del fin Comparando Daniel, Apocalipsis y 2 Tesalonicenses, la opresión de la cuarta bestia y el hombre de maldad se parecen mucho al “cementerio de la libertad” de Immanuel Kant mencionado al final del capítulo anterior. Por esta razón el mensaje de Daniel 7 es de suma importancia. Parece que Daniel está diciendo que la forma final de gobierno será un gobierno mundial con una horrible fuerza, abiertamente y totalmente hostil hacia Dios. Es muy interesante que, en los libros bíblicos mencionados, en las famosas distopías como Nosotros, Un mundo feliz y 1984, y en muchos de los escenarios contemporáneos, el poder absoluto se concentra finalmente en las manos de un solo hombre: una bestia en Daniel, la bestia en el Apocalipsis, el hombre de maldad en Tesalonicenses, el Bienhechor en Nosotros, el Gran Hermano en 1984, la cabeza en Esa horrible fuerza, Prometeo en Tegmark, etc. En Un mundo feliz hay diez Controladores Mundiales, pero solo uno, Mustafá Mond, figura en la novela. C. S. Lewis da una posible razón en su novela Esa horrible fuerza. Mark Studdock, un académico ambicioso pero algo ingenuo, se entera por medio de Filostrato, otro académico mayor que él, que N.I.C.E., el siniestro instituto científico para el que trabaja, ha conseguido mantener vivo el cerebro de una persona muerta y ahora posee el poder de ofrecer la inmortalidad física. —Por supuesto, al principio —dijo Filostrato— el poder se verá confinado a una cantidad (una cantidad pequeña) de individuos. Los que sean elegidos para la vida eterna. —¿Quiere decir que después de extenderá a todos los hombres? —dijo Mark. —No —dijo Filostrato—. Quiero decir que después será reducido a un solo hombre. Usted no es tonto, ¿verdad, joven amigo? Toda esa charla acerca del poder del hombre sobre la naturaleza (“el hombre” en abstracto) es solo para el canaglia.¹ Usted sabe tan bien como yo que el poder del hombre sobre la naturaleza significa el poder de algunos hombres sobre otros hombres con la naturaleza como instrumento.² No existe tal cosa como “el hombre”: es solo una palabra. Solo existen los hombres. ¡No! No es “el hombre” quien será omnipotente. Es un hombre en particular, algún hombre inmortal.³ En este punto, un clérigo renegado, Straik, se une a la conversación: —Dios tendrá poder para conceder la recompensa o el castigo eterno. —¿Dios? —dijo Mark—. ¿Qué tiene que ver él con esto? Yo no creo en Dios. —Pero, amigo mío —dijo Filostrato—, ¿acaso se deduce que porque no haya habido Dios en el pasado que no lo habrá en el futuro? —¿No ve que le estamos ofreciendo la gloria indecible de estar presente en la creación de Dios Todopoderoso? Aquí, en esta casa, se encontrará con el primer borrador del verdadero Dios. Es un hombre (o un ser hecho por el hombre) quien por fin subirá al trono del universo. Y regirá eternamente.⁴ ¿El Homo Deus de Harari anticipado? Parece que ese deseo de deificar a los seres humanos conduce de forma inevitable a la concentración de poder en manos de un “superhombre” que esclaviza al resto. Las distopías seculares sirven para destacar la credibilidad de la distopía bíblica. Repito que no tengo ningún deseo de intentar identificar ese estado mundial ni cuándo surgirá, y mucho menos quién será su líder. No lo sé, y aún no hemos llegado a ese punto. En cualquier caso, como ya he mencionado, cuando llegue el momento, no habrá necesidad de especular: será demasiado obvio. Entonces, ¿por qué deberíamos molestarnos en pensar en esos detalles? Esos sucesos podrían pertenecer a un futuro lejano, así que, ¿por qué van a ser relevantes para nosotros? Hay al menos dos respuestas. En primer lugar, cuando Pablo escribió, esos sucesos estaban veinte siglos más lejos que ahora. Sin embargo, Pablo pensó que era importante, incluso entonces, hablar a los cristianos de Tesalónica sobre el hombre de maldad. Y explica por qué: “porque el misterio de la maldad ya está ejerciendo su poder” (2 Tesalonicenses 2:7). Es decir, el pensamiento Homo deus que acabaría dominando el mundo ya se presagiaba en lo que estaba ocurriendo en la sociedad romana. Pablo nos advierte que debemos prestar mucha atención a esas tendencias en la historia. No son inocentes. Nos conducirán inexorablemente a la mayor hostilidad hacia Dios por parte de un estado que el mundo haya visto jamás. El Génesis nos dice que la guerra contra Dios comenzó hace mucho tiempo, en los albores de la historia humana. Pero en el mundo occidental hemos visto un aumento de la hostilidad no solo hacia Dios, sino también hacia la expresión pública de la creencia en él. Uno de los principales efectos negativos de la Ilustración fue la propagación de la idea de que el conocimiento verdadero es fáctico, libre de valores y objetivo. En contraste con los hechos, los valores se consideraban subjetivos, básicamente una cuestión de gusto. Entonces, se empezó a enseñar que la creencia religiosa no pertenecía al ámbito de la verdad pública, sino al ámbito de los valores privados. Si unimos eso a la creciente convicción de que los seres humanos son autónomos y emancipados, tenemos todos los ingredientes para desterrar a Dios. Hoy en día, los demagogos del nuevo ateísmo anuncian que la ciencia, con su confianza en la razón y la evidencia, no deja lugar a la creencia en Dios ya que, como ellos suponen falsamente, la fe en él no tiene ningún tipo de base. El camino está abierto, al menos en teoría, para que figuras destacadas de una sociedad predominantemente atea construya una IA fuerte para implementar su propia agenda atea. Solo puedo describir la actitud de los (ya no tan) nuevos ateos como una miopía elegida. Suscitan una hostilidad innecesaria acusando al cristianismo de mucha crueldad y violencia, pero al hacer esas acusaciones, no tienen en cuenta lo que seguramente saben: (1) que Jesús mismo prohibió la violencia en su nombre y (2) que la peor violencia de la historia la vemos en los asesinatos en masa perpetrados por los regímenes ateos del siglo XX.⁵ Pensar en eso siempre me trae a la memoria lo que me dijo un intelectual ruso en los años 90: “Pensamos que podíamos deshacernos de Dios y seguir viendo el valor de los seres humanos, pero descubrimos demasiado tarde que eso era imposible”. Está por ver qué valor concederá la IA o la IA fuerte de la vigilancia social a los seres humanos que infrinjan el sistema, y qué guerras podrían generarse en la lucha por el dominio tecnológico. En su profecía, Daniel nos muestra que el intento de eliminar a Dios conducirá finalmente, no a la libertad, sino a una intensa opresión. Ateos como Friedrich Nietzsche lo vieron claramente: la “muerte” de Dios no conduciría a la libertad humana, sino al nihilismo y a la pérdida de todo, incluido el significado. Estas cuestiones deben volver a plantearse en el debate público a la luz de lo que la IA ya es capaz de hacer. Ya he señalado el peligro de pensar que el reino de Dios en la tierra finalmente será una realidad porque la enseñanza cristiana permeará la sociedad de tal manera que el mundo y sus estructuras de gobierno se volverán cristianas. El “mapa” bíblico dice todo lo contrario: el reino de Dios en su sentido externo llegará con el retorno sobrenatural de Cristo para poner fin a la tiranía global de “la bestia”. Seguramente alguien dirá: Pero podemos prepararnos para ello sin necesidad de entrar en detalles tan extraños como todos esos cuernos y esas cabezas, ¿no? Bueno, en primer lugar, esas vívidas imágenes están pensadas para transmitirnos que las realidades de las que hablan son muy importantes: los cuernos, por ejemplo, un símbolo de poder, y las cabezas, de gobierno e intelecto. En segundo lugar, algunos de los escenarios de la IA fuerte son igual de extraños, o incluso más. Pero dejando eso a un lado, hay una segunda razón por la que las Escrituras contienen ese tipo de predicciones. El apóstol Juan describe cómo Jesús expulsó a los cambistas del templo en la época de la Pascua: Entonces los judíos reaccionaron, preguntándole: —¿Qué señal puedes mostrarnos para actuar de esta manera? —Destruid este templo —respondió Jesús—, y lo levantaré de nuevo en tres días. —Tardaron cuarenta y seis años en construir este templo, ¿y tú vas a levantarlo en tres días? Pero el templo al que se refería era su propio cuerpo. Así pues, cuando se levantó de entre los muertos, sus discípulos se acordaron de lo que había dicho, y creyeron en la Escritura y en las palabras de Jesús. Juan 2:18-22 En el momento en que Jesús hizo esa predicción, sus discípulos no podían entenderlo. Pero cuando aquello ocurrió algún tiempo después, lo recordaron, y eso fortaleció su fe en él. Justo antes de la crucifixión, para consolar a sus discípulos, Jesús les dijo que se iba y les explicó por qué se lo decía: “Y os he dicho esto ahora, antes de que suceda, para que cuando suceda, creáis” (Juan 14:29). Estos dos ejemplos del Evangelio de Juan se refieren a acontecimientos específicos. La importancia de las predicciones solo era evidente en el momento de los acontecimientos, no antes. Por lo tanto, es de esperar que algunos de los detalles en Daniel, Tesalonicenses y el Apocalipsis solo se entenderán en el momento de su cumplimiento. Daniel dice explícitamente que algunas de sus profecías estarán selladas (es decir, no se entenderán) hasta la hora final (Daniel 12:4). Por lo tanto, no podemos esperar entender todos los detalles, y esto debería ayudarnos a mantener un equilibrio entre tomarnos en serio las profecías y sus detalles y comprender su esquema general sin caer en especulaciones. El fundamento de la esperanza definitiva A lo largo de los siglos, Daniel 7 ha sido una fuente de esperanza para millones de personas que han experimentado persecución y sufrimiento a causa de su fe en Dios. Por muy poderosas que sean las bestias, como mucho pueden matar el cuerpo, pero Jesús mismo dijo que no pueden destruir la persona que eres: No temáis a los que matan el cuerpo, pero no pueden matar el alma. Temed más bien al que puede destruir alma y cuerpo en el infierno. ¿No se venden dos gorriones por una monedita? Sin embargo, ni uno de ellos caerá a tierra sin que lo permita el Padre; y él tiene contados aun los cabellos de vuestra cabeza. Así que no tengáis miedo; vosotros valéis más que muchos gorriones. A cualquiera que me reconozca delante de los demás, yo también lo reconoceré delante de mi Padre que está en el cielo. Pero a cualquiera que me desconozca delante de los demás, yo también lo desconoceré delante de mi Padre que está en el cielo. Mateo 10:28-33 El mensaje constante de las Escrituras es que hay otro mundo del que un día vendrá el verdadero Homo Deus: Jesucristo Hijo del hombre, que es el Hijo de Dios. Como humano perfecto, arrebatará las riendas del poder a las bestias de la tierra. Habrá un juicio, en el que se hará justicia a la vista de todos. Destruirá de forma definitiva la hostilidad hacia Dios y su pueblo, y aquellos que se hayan aferrado a Dios a pesar de las horribles consecuencias —incluso el martirio— recibirán el reino. Al final de esa intensa visión, Daniel describe de forma honesta cuál fue su reacción: “Me quedé tan desconcertado por tantas ideas que me pasaban por la mente que palideció mi rostro. Pero preferí mantener todo esto en secreto” (Daniel 7:28). Aquella inquietante visión lo dejó profundamente afectado. Por muy fuerte y profunda que sea nuestra fe, por muy real que sea nuestra experiencia de Dios, seguimos siendo seres humanos acosados por la fragilidad, y sencillamente no podemos pensar en las cuestiones que plantea esta visión sin estremecernos; incluso si poseemos la fe de un hombre como Daniel. Daniel mantuvo en secreto la visión y reflexionó sobre las preguntas que le surgían. Lo mismo deberíamos hacer nosotros, pues también tenemos nuestras preguntas. E inevitablemente la gente cuestionará nuestra fe: ¿Cómo podemos estar tan seguros del futuro? ¿Qué pasará cuando aquellos que somos cristianos nos veamos como minoría enfrentándonos a la vigilancia de la IA, al control social invasivo y posiblemente a un antagonismo brutal a causa de nuestra fe en Dios? Escuchemos el consejo dado por el apóstol Pablo a su joven amigo y colaborador Timoteo: “No dejes de recordar a Jesucristo, descendiente de David, levantado de entre los muertos. Este es mi evangelio, por el que sufro al extremo de llevar cadenas como un criminal. Pero la palabra de Dios no está encadenada” (2 Timoteo 2:8-9). “No dejes de recordar a Jesucristo […] levantado de entre los muertos”. Esta es la clave de la verdadera esperanza. La muerte no es el final: es un hecho histórico que Jesús resucitó de entre los muertos. Años antes, Pablo había dicho a los intelectuales de Atenas que la resurrección de Jesús era la evidencia suprema de que Jesús sería el juez en ese día venidero: “Pues bien, Dios pasó por alto aquellos tiempos de tal ignorancia, pero ahora manda a todos, en todas partes, que se arrepientan. Él ha fijado un día en que juzgará al mundo con justicia, por medio del hombre que ha designado. De ello ha dado pruebas a todos al levantarlo de entre los muertos” (Hechos 17:30-31). El día del juicio está fijado. Y, quien lo desee, puede ver que hay evidencias de ello. El juez designado, el Señor Jesucristo, ha resucitado de entre los muertos. Con esa certeza, la fe de Pablo se mantiene firme hasta el último momento, cuando se preparaba para su batalla final con la “bestia” de su tiempo: Yo, por mi parte, ya estoy a punto de ser ofrecido como un sacrificio, y el tiempo de mi partida ha llegado. He peleado la buena batalla, he terminado la carrera, me he mantenido en la fe. Por lo demás me espera la corona de justicia que el Señor, el juez justo, me otorgará en aquel día; y no solo a mí, sino también a todos los que con amor hayan esperado su venida. 2 Timoteo 4:6-8 Conclusión La enseñanza del Nuevo Testamento sobre el futuro nos coloca frente a algunas cuestiones de máxima importancia. También lo hacen algunas de las predicciones sobre la IA fuerte. ¿Cómo deberíamos reaccionar ante ellas? Es una pregunta importante. A lo largo de la historia, ha habido gente que ha creído que la única manera de responder al mal de las estructuras gubernamentales o comerciales de este mundo es retirarse a un gueto o monasterio, o intentar derribarlas por medio de la violencia. Aunque Daniel quedó profundamente afectado por la visión, no reaccionó ni retirándose ni con violencia. Siguió sirviendo al emperador de Babilonia y, cuando este fue sucedido por el Imperio Medopersa, también siguió sirviendo en una posición importante. El Nuevo Testamento nos presenta el mismo equilibrio. Escribiendo en la época de Nerón, Pablo dice que, por un lado, las autoridades están instituidas por Dios; no infunden terror a quienes hacen lo bueno, sino a quienes hacen lo malo, y debemos respetarlas (Romanos 13:1-7). Por otro lado, como vimos anteriormente, Pablo no dudó en decir que el “misterio” que culminaría con la venida del “hombre de maldad” ya estaba ejerciendo su poder en la sociedad romana de la época (2 Tesalonicenses 2:7). Pablo es totalmente realista en cuanto al mal endémico tanto en las estructuras de poder como en el corazón humano, y en cuanto a la cosecha que ese mal producirá en el futuro. Sin embargo, no insta a los creyentes a apartarse del mundo, sino que les anima a vivir una vida productiva en la sociedad como ciudadanos modelo y testigos cristianos. El miedo a la IA fuerte no debe impedir que los creyentes contribuyan a los aspectos positivos de la IA débil en beneficio de todos. Un ejemplo destacado es el trabajo de Rosalind Picard en el MIT. Picard dice que los objetivos de la investigación en inteligencia artificial han evolucionado de forma sutil pero profunda. El laboratorio de Picard trabaja en la creación de herramientas que ayuden a los ordenadores a entender las emociones humanas, en lugar de intentar imitarlas. Dice: “Hemos decidido que se trata más de construir una mejor combinación hombre-máquina que de construir una máquina que con suerte nos quiera a su lado como animal doméstico”.⁷ Su trabajo ha abierto todo un nuevo campo llamado “computación afectiva” y su equipo ha usado sofisticados sensores para obtener conocimiento valioso sobre, por ejemplo, los niveles de estrés de los niños con autismo. Y los cristianos deberían buscar entender y abordar las cuestiones éticas que surgen cada vez más ante los desarrollos tecnológicos, tanto reales como hipotéticos, en estos campos. Uno de los principales pioneros de China en el campo de la IA, el Dr. Kai-Fu Lee, resume la situación en una entrevista con Carmine Gallo para Forbes del 4 de octubre de 2018: El Dr. Lee se dio cuenta de que la IA no socavará nuestro valor siempre que apostemos fuertemente por lo que nos hace verdaderamente humanos. “La IA puede asumir un número cada vez mayor de tareas rutinarias, impersonales y no creativas”, me dijo Lee. Pero Lee comenta que las habilidades que nos hacen humanos son las que ninguna máquina puede replicar. Los trabajos del futuro, dice Lee, precisarán líderes creativos, compasivos y empáticos que sepan crear confianza, formar equipos, inspirar al servicio y comunicar de forma eficaz.⁸ Todas esas virtudes tienen que ver con la forma en que las personas piensan unas de otras. En este libro, hemos estado reflexionando sobre qué piensa la gente de los posibles desarrollos tecnológicos. Pero, ¿qué pasa con el pensamiento en sí? ¿Será que no solo importa el hecho de que pensamos, sino también cómo pensamos? Ninguna evaluación cristiana de la IA sería completa sin un (breve) análisis de cuál es la diferencia entre el pensamiento detrás de los proyectos Homo deus y la forma en que Dios piensa y quiere que pensemos. El ser humano cree que puede convertirse en Dios, pero lo infinitamente increíble es que Dios pensara en convertirse en humano. El ser humano, versión 1, tal como Dios lo creó originalmente (todavía) es único, y esa singularidad y valor se muestra en que el suceso central de la historia es que Dios se hizo humano. En efecto, uno de los pasajes bíblicos más famosos que describe ese acontecimiento en el contexto de la gran metanarrativa de la historia fue escrito por Pablo en la forma de un magnífico poema. Su contenido analiza el error fundamental del pensamiento Homo deus que Yuval Harari y otros defienden. Es una exhortación a que nuestro pensamiento sea como el de Cristo: Vuestra actitud debe ser como la de Cristo Jesús, quien, siendo por naturaleza Dios, no consideró el ser igual a Dios como algo a qué aferrarse. Por el contrario, se rebajó voluntariamente, tomando la naturaleza de siervo y haciéndose semejante a los seres humanos. Y, al manifestarse como hombre, se humilló a sí mismo y se hizo obediente hasta la muerte, ¡y muerte de cruz! Por eso Dios lo exaltó hasta lo sumo y le otorgó el nombre que está sobre todo nombre, para que ante el nombre de Jesús se doble toda rodilla en el cielo y en la tierra y debajo de la tierra, y toda lengua confiese que Jesucristo es el Señor, para gloria de Dios Padre. Filipenses 2:5-11 Como hemos visto, los proyectos meramente humanos de Homo deus que hemos considerado se originan en el orgullo humano: el deseo de ser no solo mejor que otros humanos, sino de ser como Dios. Pablo condena esta actitud apuntando al verdadero Homo Deus, Jesucristo, cuya falta de orgullo se demuestra en que, aunque era Dios y nunca dejó de serlo, “no consideró el ser igual a Dios como algo a qué aferrarse” (v. 6). Esta es una clara alusión a Génesis 3, la fuente de todas las quimeras de Homo deus. Lo que los primeros humanos hicieron al comer del fruto prohibido fue arrebatarle a Dios su posición y aferrarse a ella. Arrebatarle a Dios su posición es característico de los proyectos transhumanistas. Pero el verdadero Homo Deus no arrebató nada. No insistió en ser tratado como Dios, aunque era Dios, el Verbo eterno, que siempre existió. Más bien, “se rebajó voluntariamente, tomando la naturaleza de siervo y haciéndose semejante a los seres humanos” (v. 7). Y no solo eso, sino que se hizo “obediente hasta la muerte, ¡y muerte de cruz!” (v. 8). De ese modo, abrió el camino para que, desde la oscuridad y la rebelión del pecado humano, podamos regresar a Dios. El intento de hacer un Homo deus superinteligente ni nos llevará de vuelta a Dios ni a ser como Dios, sino que nos conducirá al mayor rechazo de Dios que el mundo haya visto jamás. No hay camino hacia un futuro glorioso si ignoramos el problema del pecado humano, y el único que ha ofrecido una solución viable a ese problema es Jesucristo, que se enfrentó a él cara a cara en la cruz. Y por eso, “Dios lo exaltó hasta lo sumo” (v. 9). El camino hacia la verdadera gloria y exaltación implicó que Dios se hiciera humano en Jesucristo, quien vivió, murió, resucitó y ascendió al mundo del que había venido. Estamos invitados a beneficiarnos de esa asombrosa secuencia de acontecimientos, pero, para ello, primero debemos arrepentirnos del orgullo pecaminoso que arruinó a la humanidad, y luego tenemos que confiar en Cristo como Salvador y seguirlo como Señor. Este es el único mensaje que puede traer verdadera esperanza al mundo, y los que creemos en él debemos estar preparados para experimentar mucha oposición. Daniel y sus amigos en su día, y Jesús y sus apóstoles en el suyo, estuvieron dispuestos a protestar contra las autoridades que usurpaban el lugar que solo Dios debía ocupar. En esta era de la IA necesitaremos mucha sabiduría de lo alto para cumplir el mandamiento de Cristo de ser sal y luz en nuestra sociedad.¹ Hemos mencionado el hecho de que vivimos en una sociedad vigilada. Por lo tanto, vivamos de tal modo que la miríada de cámaras y rastreadores puedan ver que hemos estado con Jesús. Después de todo, mientras que “la palabra ‘artificial’ en ‘inteligencia artificial’ es real”,¹¹ las mejoras que Dios trae son reales, no artificiales: Fase 1: “Mas a cuantos lo recibieron, a los que creen en su nombre, les dio el derecho de ser hijos de Dios” (Juan 1:12). Fase 2: “Sonará la trompeta y los muertos resucitarán con un cuerpo incorruptible, y nosotros seremos transformados. Porque lo corruptible tiene que revestirse de lo incorruptible, y lo mortal, de inmortalidad” (1 Corintios 15:52-53). Escribo estas páginas finales en Navidad, con las magníficas palabras del coro “Aleluya” de Händel resonando en mis oídos: “Y [Cristo] reinará por siempre y siempre”. Un día, la narrativa cristiana verá su cumplimiento, como predijo el profeta Isaías hace siglos: Porque nos ha nacido un niño, se nos ha concedido un hijo; la soberanía reposará sobre sus hombros, y se le darán estos nombres: Consejero admirable, Dios fuerte, Padre eterno, Príncipe de paz. Se extenderán su soberanía y su paz, y no tendrán fin. Gobernará sobre el trono de David y sobre su reino, para establecerlo y sostenerlo con justicia y rectitud desde ahora y para siempre. Isaías 9:6-7 Lo asombroso es que, si lo deseamos, podemos formar parte de esta historia interminable y vivir en comunión eterna con el Salvador infinitamente inteligente y compasivo, Jesucristo el Señor. Nada artificial puede compararse con esa realidad. 1 La palabra italiana para “canalla” o “agitador”. 2 Esta idea está tomada casi textualmente de C. S. Lewis, La abolición del hombre (Ediciones Encuentro, 2016), capítulo 3. 3 C. S. Lewis, Esa horrible fuerza (Ediciones Encuentro 1994), 234. 4 Lewis, Esa horrible fuerza (Ediciones Encuentro, 1994), 235. 5 Para más detalles, véase mi libro Disparando contra Dios (Andamio Editorial, 2016). 6 La resurrección de Cristo no se ofrece como evidencia solo a los creyentes, ni es algo “creado” por la fe de los creyentes. La resurrección, con sus consecuencias, es el acontecimiento histórico que justifica la fe. Para el cristiano, la fe es algo basado en la evidencia. No es fe ciega, como muchos creen erróneamente. 7 Citado en Adam Higginbotham, “Welcome to Rosalind Picard’s TouchyFeely World of Empathic Tech”, Wired, 27 de noviembre de 2012, www.wired.co.uk/article/emotion-machines. 8 Carmine Gallo, “A Global AI Expert Identifies the Skills You Need to Thrive in the Next 15 Years”, Forbes, 4 de octubre de 2018, www.forbes.com/sites/carminegallo/2018/10/04/a-global-ai-expert-identifiesthe-skills-you-need-to-thrive-in-the-next-15-years. 9N. de la T. También se puede traducir por “manera de pensar”. 10 Parte de este capítulo es una versión modificada de parte del capítulo 16 de mi libro Contra la corriente (Editorial Patmos, 2017). 11 Ese fue el título de un artículo presentado por Joseph Mellichamp en un simposio en la Universidad de Yalesen 1986 sobre el tema: “¿Es la mente humana algo más que un ordenador complejo?”. Libros para tu vida La misión de Andamio es publicar y difundir literatura que, desde una perspectiva bíblica, contribuya al desarrollo integral de la persona, la iglesia y a la transformación de la sociedad. Somos la editorial de los Grupos Bíblicos Unidos (GBU) y nacimos en 1987. Los GBU iniciaron su camino en el mundo de la literatura cuando un grupo de estudiantes universitarios puso en marcha (1974) una revista muy sencilla a nivel de producción, pero muy rica en contenidos. Desde ese comienzo un tanto “inesperado”, con pocos recursos pero con muchas ganas, hemos ido creciendo hasta el día de hoy. Andamio ha sido y es el resultado del trabajo y colaboración de muchas personas, unido a la ayuda de Dios a lo largo de todo este camino. portafolioandamio.com andamioeditorial.com Colofón Alts Forns nº 68, sót. 1º 08038 Barcelona. España Tel. 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Diríjase a CEDRO (Centro Español de Derechos Reprográficos, www.cedro.org) si necesita reproducir, fotocopiar o escanear algún fragmento de esta obra. Traducción Dorcas González Bataller CORRECCIÓN José Luis Martínez y Miguel Llop DiSEÑO DE CUBIERTA Pablo Cabrera y Samuel Cabrera (LatidoCreativo.com) Maquetación Andressa Rosa de Oliveira Depósito Legal B. 20228-2021 ISBN 978-84-18961-27-4 Impreso en ULZAMA Impreso en España © ANDAMIO EDITORIAL, 2021 1ª EDICIÓN DICIEMBRE 2021 288 PÁGINAS PARA SEGUIR DESARROLLANDO TU VIDA CON OTRO LIBRO ANDAMIO