Sobre la dinámica de la transferencia (1912). Freud En un principio Freud advierte que todo ser humano por efecto de sus disposiciones innatas y los influjos que recibe de su infancia adquiere una cierta especificidad determinada para el ejercicio de su vida amorosa, o sea para las condiciones de amor que establecerá y las pulsiones que va a satisfacer, así como para las metas que habrá que fijarse. Esto da por resultado un clisé que se repite de manera regular en la trayectoria de la vida del sujeto (repetición). Freud divide a estas mociones en dos sectores, un sector de esas mociones determinantes de la vida amorosa recorre el pleno desarrollo psíquico que se encuentra volcado en la realidad objetiva del sujeto disponible para su personalidad consciente. La otra parte de estas mociones libidinosas está apartada de la personalidad consciente como de la realidad objetiva, en donde sólo se despliega en la fantasía o se mantiene en lo inconsciente. Procede en que, si la necesidad de alguien no está satisfecha de manera exhaustiva por la realidad objetiva, se verá precisado a volcarse con unas representaciones-expectativas libidinosas hacia cada nueva persona que aparezca, y es probable que las dos posiciones de su libido, la susceptible de consciencia y la inconsciente participen de tal actividad. Es así de modo normal que la investidura libidinal de alguien que está parcialmente insatisfecho se vuelva hacia el médico, en donde esa investidura se asemejará a modelos y se anudará a uno de estos clisés preexistentes de la persona en donde insertará al médico en una de estas series psíquicas que el paciente ha formado hasta ese momento. Freud plantea a la transferencia como la más fuerte resistencia al tratamiento, en donde indica que las asociaciones libres del paciente se deniegan, las ocurrencias del paciente se silencian. Freud afirma en este momento a la transferencia como la más poderosa palanca del éxito que puede mudarse en el medio más potente de la resistencia. Introversión de la libido: disminuye el sector de la libido susceptible de consciencia, vuelta a la realidad, y en esa misma medida aumenta el sector que se extraña de la realidad, la del inconsciente, que puede todavía alimentar las fantasías de la persona. La libido se ha internado por el camino de la regresión y reanima los imagos infantiles. Y bien, hasta allí la sigue la cura analítica, volverá de nuevo asequible a la consciencia y, por último, ponerla al servicio de la realidad objetiva. Todas estas fuerzas que causaron la regresión de la libido se elevarán como unas resistencias al trabajo, para conservar ese nuevo estado. El análisis debe liberar estas resistencias, cancelando la represión (este esfuerzo de desalojo) de las pulsiones inconscientes y de sus producciones constituidas en el interior del individuo. El análisis tiene que liberar combate con las resistencias de ambas fuentes. La resistencia acompaña a todos los pasos del tratamiento, cada ocurrencia singular, cada acto del paciente, tiene que tomar en cuenta la resistencia, se constituye como un compromiso. ¿A qué se debe la transferencia el servir tan excelentemente como medio de la resistencia? Es claro aquí, que se vuelve muy difícil confesar una moción de deseo prohibida ante la misma persona sobre la cual recae esa moción, en donde el analizado hace coincidir el objeto de sus mociones de sentimiento con el médico. Por otra parte, un vínculo de apego tierno, devoto, puede salvar todas las dificultades de la confesión. En circunstancias reales análogas suele decirse: Ante ti no me avergüenzo, puedo decírtelo todo. Entonces, la transferencia sobre el médico podría igualmente servir para facilitar la confesión, es preciso separar una transferencia positiva de una negativa, la transferencia de sentimientos tiernos y la de sentimientos hostiles, y tratar por separado ambas variedades de transferencia sobre el médico. La positiva, a su vez, se descompone en la de sentimientos amistosos o tiernos que son susceptibles de consciencia, y las de sus prosecuciones en lo inconsciente. De estos últimos, el análisis demuestra que estos sentimientos hostiles remontan a fuentes eróticas. La transferencia sobre el médico sólo resulta apropiada como resistencia dentro de la cura cuando es una transferencia negativa, o una positiva de mociones eróticas reprimidas, ya que en cuanto el componente susceptible de consciencia subsiste, se confiesa que los resultados del psicoanálisis se basaron en la sugestión, refiriendo a la influencia de un ser humano por medio de los fenómenos transferenciales posibles. Recordar, Repetir, Reelaborar (1914). Freud Freud afirma que en las diversas formas de neurosis obsesivas, lo que se olvida se limita a la disolución de los nexos o el desconocimiento de las consecuencias, aparecen recuerdos aislados, la mayoría de las veces es imposible despertar un recuerdo. Freud dirá que el analizado no recuerda nada de lo olvidado y reprimido, sino que lo actúa. No lo reproduce como recuerdo, sino como acción. Lo repite sin saber que lo hace. Por ejemplo: el analizado no recuerda haber sido desafiante frente a la autoridad parental, pero en cambio, se comporta de esa manera frente al analista. Entonces, la transferencia misma es solo una pieza de repetición, y la repetición es la transferencia del pasado olvidado, por eso el analista debe estar preparado que el analizante se entregue a la compulsión de repetir, que le sustituye ahora al impulso de recordar, no solo en la relación con el analista sino en todas las otras actividades y vínculos simultáneos. El analizante repite en vez de recordar, y repite bajo las condiciones de la resistencia, ¿Qué repite o actúa en verdad? Repite sus inhibiciones, sus rasgos patológicos de carácter. Y además, todos sus síntomas. Entonces, no se debe tratar a la enfermedad como un hecho histórico, sino como algo actual. Entonces, a partir de la transferencia se le permite desplegarse con libertad, es allí donde el analista consigue casi siempre dar a todos los síntomas un nuevo significado transferencial, se sustituye su neurosis ordinaria por una neurosis de transferencia, de la que puede ser curado en virtud del trabajo terapéutico. La transferencia crea así un reino entre la enfermedad y la vida. Puntualizaciones sobre el amor de transferencia (1915 [1014) Freud. En cuanto una paciente se enamora de su analista y estorbe proseguir la cura, se presenta como una exteriorización de una resistencia. Ese surgimiento de esa apasionada demanda de amor la resistencia tiene una participación grande. El enamoramiento, pudo haber existido desde hace mucho antes, pero ahora la resistencia empieza a servirse de él para inhibir la prosecución de la cura, este influjo de motivos que complican la cura, derivan del enamoramiento pero se exterioriza como una resistencia. La cura tiene que ser realizada en la abstinencia. Hay que dejar subsistir en el enfermo necesidad y añoranza como una fuerzas pulsionales del trabajo y la alteración, y guardarse de apaciguarlas mediante subrogados. El analista debe retener la transferencia de amor, pero la trata como algo no real, como una situación por la que se atraviesa la cura, que debe ser reorientada hacia sus orígenes inconscientes y ayudará a llevar a la consciencia lo más escondido de la vida amorosa de la enferma. La paciente, cuya represión de lo sexual no ha sido cancelada, sino sólo empujada al trasfondo, se sentirá entonces lo bastante segura para traer a la luz todas las condiciones de amor, todas las fantasías de su añoranza sexual, todos los caracteres singulares de su condición enamorada, abriendo desde aquí el camino hacia los fundamentos infantiles de su amor.