Subido por condoriapazadaniel6

Qué es una emoción

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¿Qué es una emoción?
Llamamos emoción a cierto tipo de fenómenos psicológicos y fisiológicos que se manifiestan en
nuestra conducta, nuestras percepciones corporales y nuestra conciencia, como reacción adaptativa
ante un estímulo importante. Dicho de otro modo, se trata de reacciones tanto mentales como
corporales a un estímulo determinado o un conjunto de ellos, integradas a nuestros sistemas
primarios de conducta.
Las emociones son complejas y diversas, al punto tal que solemos hablar de la “vida emocional” o
de nuestro “costado emocional”, dado que en ocasiones pueden contrariar o escapar al control de la
conciencia. Pero no debemos confundirlas con los sentimientos: estos últimos son más duraderos en
el tiempo y son justamente la consecuencia, la exteriorización, de las emociones.
Las emociones forman parte de quienes somos y son comunes a todos los seres humanos, e incluso
a muchos animales superiores. Aunque tradicionalmente se les ha contrapuesto la razón, partiendo
del punto de que debemos operar siempre guiados por ésta y no dejándonos llevar por las
emociones, lo cierto es que tampoco es posible negarlas.
Ver además: Inteligencia emocional
Tipos de emociones
Existen dos tipos de emociones, de acuerdo a los especialistas:
Las emociones básicas o primarias son universales a todas las culturas y parecen estar inscriptas
biológicamente en nuestros cuerpos:
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Alegría, como un niño al recibir un obsequio en Navidad.
Enfado, como una persona que es insultada en público.
Miedo, como alguien a quien persigue un perro enorme y rabioso.
Tristeza, como una persona que pierde a un ser querido.
Sorpresa, como a quien asombran con un truco de magia.
Asco, como alguien que prueba una fruta podrida.
A partir de estas seis emociones, se compone un verdadero panorama de emociones secundarias,
en las que se combinan diferentes aspectos de las primarias y que se manifiestan de acuerdo a
códigos sociales, culturales y personales aprendidos, aunque en ellas siempre habrá vestigios de las
emociones primarias que les dieron nacimiento.
De acuerdo a algunos puntos de vista, las emociones secundarias pueden comprenderse como
sentimientos. Son emociones más complejas y refinadas intelectualmente, poseen un importante
componente cultural y tradicional, de modo que pueden cambiar significativamente de expresión
dependiendo de la persona o del grupo humano.
Algunas emociones secundarias son:
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Culpa, como quien ha lastimado a un amigo sin intención de hacerlo.
Desconfianza, como a quien le ofrecen un trato muy bueno para ser verdad.
Aburrimiento, como un niño obligado a estar sin distracciones en la oficina de papá.
Amor, como el que sentimos por nuestros familiares o por nuestras parejas.
Melancolía, como la “felicidad triste” que nos da observar viejas fotos.
Serenidad, como la que siente una persona que vacaciona en un sitio apacible.
Satisfacción, como el que nos brinda cumplir con una meta largamente deseada.
¿Para qué sirven las emociones?
Las emociones son respuestas intensas y breves para estímulos agradables o desagradables que
experimentamos en nuestras vidas. Su rol es adaptativo, es decir, nos ayudan a lidiar, con mayor o
menor éxito, con todo aquello que ocurre a nuestro alrededor y que nos afecta. A grandes rasgos, su
propósito puede resumirse en:
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Reaccionar ante un estímulo externo. Las emociones nos disponen rápidamente para hacer
frente a las experiencias que nos afectan profundamente. Esto es fácil de percibir con el miedo,
por ejemplo, que nos alerta de un posible peligro; o la rabia, que nos alista para responder
con violencia a una agresión. Ambas inciden en el ritmo cardíaco, en la oxigenación sanguínea y
nos preparan para defendernos o para huir.
Comunicar socialmente lo vivido. Dado que es imposible saber lo que piensan los demás, las
expresiones físicas y conductuales de las emociones nos dan una pista útil respecto de cómo se
sienten, y eso nos permite empatizar y comunicarnos mejor. De hecho, emociones como la
tristeza se manifiestan en lágrimas y gestos faciales rápidamente reconocibles por otros, y que
los mueven hacia la empatía, la compasión y pueden invitarlos a ayudar.
Motivar una conducta provechosa. De manera similar, las emociones placenteras nos
refuerzan a nosotros y a quienes conforman nuestro entorno social determinadas conductas o
acciones. La alegría, por ejemplo, es una emoción que buscamos activamente, y con la que nos
recompensamos cuando cumplimos una meta o logramos algo que nos habíamos propuesto. La
tristeza, en ese mismo sentido, puede servir para desmotivar una conducta “inapropiada”.
Emociones y sentimientos
Deben diferenciarse las emociones y los sentimientos, a pesar de que ambas palabras suelen
usarse como sinónimos en el lenguaje coloquial. De hecho, se trata de las dos caras de una misma
moneda.
Sin embargo, por un lado, las emociones son reacciones profundas y transitorias, que alteran no
sólo nuestra psique, sino que también desencadenan respuestas fisiológicas del organismo. Por su
parte, los sentimientos son el fruto de la percepción racional de las emociones, o sea, ocurren
cuando cobramos conciencia de nuestras emociones, y por lo tanto son más duraderos y
complejos.
Por ejemplo, podemos identificar la rabia como una emoción primaria muy poderosa: fluye rápido,
impacta en nuestro cuerpo y en nuestra conducta, y tan pronto como el estímulo que la disparó
queda atrás en el tiempo, desaparece. Entonces suele aparecer la culpa, al cobrar conciencia de lo
que hicimos o dijimos durante el momento en que la rabia nos poseía. La culpa vendría a ser así un
sentimiento, ya que está implicada en ello la racionalidad.
Reacciones emocionales
Llamamos reacciones emocionales, como su nombre lo sugiere, a aquel tipo de reacciones que
van de la mano de las emociones, especialmente las primarias. Las emociones, como hemos
visto, nos invitan siempre a actuar: ya sea física, social o conductualmente, nos movilizan, y eso que
hacemos para exteriorizarlas son, justamente, las reacciones emocionales.
Las reacciones de este tipo pueden ser violentas, apasionadas y poco racionales, o justamente
pueden filtrarse a través del tamiz de la conciencia, para hacerlas más manejables y socialmente
correctas.
Por ejemplo, la rabia es afín a todos los seres humanos, pero no todos vamos y agredimos
físicamente a quien nos la hizo sentir, sino que podemos -hasta cierto punto- modular nuestras
reacciones y expresar la rabia a través de otros procesos que, a la larga, no nos traigan tantas
complicaciones y malestares.
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