Subido por Luis Cereto Bescós

Calero Secall, María Isabel - Málaga, un escenario urbano andalusí

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Málaga:
un escenario urbano andalusí
María Isabel Calero Secall
Universidad de Málaga
El libro Málaga, ciudad de al-Andalus, que publicamos Virgilio Martínez Enamorado y yo hace más de una década, tenía como principal objetivo recoger y analizar
todas las noticias que aparecían en las fuentes árabes sobre la Málaga andalusí, en
especial de su estructura urbana, y en una fase posterior contrastar los datos obtenidos con los que nos aportaba la arqueología.
Consultamos todo tipo de fuentes, pues cualquier información sobre Málaga podía ser útil. Reunimos, ordenamos, y analizamos muchísimo dato disperso en fuentes
editadas y no editadas y en manuscritos hasta entonces no manejados ni conocidos
sobre la ciudad.
Ha pasado el tiempo, se ha investigado mucho, han aparecido numerosos libros
sobre Málaga y creo que nuestros planteamientos y nuestras conclusiones eran y
siguen siendo aún totalmente válidas.
Los primeros resultados de nuestra investigación nos convencieron de que Málaga se podía convertir en un modelo alternativo de estudio de los entes urbanos de
al-Andalus por representar un tipo de ciudad que nunca fue centro de poder significativo como Córdoba, Toledo, Sevilla o Granada. Málaga fue siempre una ciudad
de segunda fila en el contexto de al-Andalus, ni siquiera en el siglo XIV, siglo de su
pujanza económica, cuando era el corazón económico y base de la flota nazarí.
Llegamos también a la conclusión de que el desarrollo urbanístico de Málaga
había que adelantarlo a época almohade. Momento en el que se retoma el primer
gran empuje de desarrollo en todos los órdenes que tuvo lugar en la Málaga del siglo
XI que concluye y se exterioriza finalmente en tiempos nazaríes.
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El proceso urbanístico de Mālaqa se enmarca en el escenario global de al-Andalus. Como es conocido, entre los años 711 y 713 la ciudad es conquistada, tal vez,
por un destacamento enviado por arīq b. Ziyyād desde Écija o, según otra versión,
por ‛Abd al-‛Alà, hijo de Mūsà b. Nuayr, tras una emboscada al gobernador godo
de la ciudad.
De la lectura de ambas versiones se infiere una decadencia económica de la
ciudad al no contar con población judía, dedicada tradicionalmente a actividades
mercantiles, y por la falta de una fuerza política capaz de pactar con los invasores,
así como de controlar a una población que huía a los montes cercanos.
Las tierras de Málaga pasaron a constituir una circunscripción administrativa
llamada cora de Rayya, cuya capital se estableció a continuación en Archidona y en
la que se asentó el ŷund sirio del Jordán en el año 743. La ciudad de Málaga se convirtió en una madīna más de dicha cora.
Con el establecimiento del Emirato omeya en el año 755, poco va a cambiar
la situación de la ciudad, pero es importante destacar que los primeros geógrafos e
historiadores árabes otorgaron siempre a Málaga el calificativo de madīna, ciudad
(madīnat Mālaqa), indicando con ello el mantenimiento de un rango urbano anterior aunque bastante devaluado y porque, probablemente, no contaría con todos los
elementos definitorios de una ciudad islámica, pero sí con alguna de sus funciones.
Reafirma este calificativo de ciudad el hecho de que en ella va a perdurar la sede
de la diócesis malacitana. El obispado se mantuvo al menos hasta finales del s. XI,
en opinión de F. J. Simonet, y se conocen los nombres y el papel de algunos de sus
obispos, como Hostégesis o Amalsuindo.
Las dimensiones urbanas de aquella Málaga son difíciles de precisar, se circunscribiría a los espacios existentes entre el cerro de la actual Alcazaba y el río de la ciudad en torno a un promontorio —sobre el que se erigiría siglos después la Mezquita
Aljama— y con un puerto de actividad muy restringida, en cuyas dependencias se
ubicaba un cementerio. En la parte baja del monte de la Alcazaba se construyó una
mezquita. Aquélla era una Málaga de transición cuyas dimensiones probablemente
no superaría las 10 has.
La historiografía árabe medieval de la Málaga musulmana desde los primeros
momentos y tanto en obras de autores orientales como de andalusíes fue enriqueciéndose progresivamente en datos y noticias sobre urbanismo y sociedad en general
conforme iba avanzando la historia propiamente dicha de la ciudad, en un proceso
paralelo al desarrollo y a la importancia de la misma. Se trata de una progresividad
que no se estancó ni retrocedió, a diferencia de lo que le ocurrió a otras urbes andalusíes.
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Málaga: un escenario urbano andalusí
La evolución de la ciudad de Málaga sigue las pautas de la organización del
Estado islámico implantada en al-Andalus por los omeyas. Es un fenómeno de “estatalización” que supone el desarrollo de la vida urbana y mercantil y que afecta a
Málaga de forma notoria. Poco a poco se percibe en las fuentes cómo la ciudad va
a ir recuperando su antigua posición de preeminencia para configurarse como la
ciudad más significativa de su circunscripción, de su cora, hasta que finalmente se
convierta en la capital de la misma1.
En los textos árabes existen indicios claros de que Málaga fue dotada de los
elementos necesarios para ser una urbe importante. A mediados del siglo IX el emir
Muammad I encargó “refundar la ciudad”, entendiéndose por ello el darle las trazas
definitivas de una ciudad islámica, principalmente con la creación de su Mezquita
Aljama o del Viernes, elemento esencial para alcanzar ese estatus2.
Durante este siglo se producen en al-Andalus numerosas revueltas motivadas,
entre otras causas, por la oposición de diferentes sectores de la población al proceso
de islamización de las estructuras del Estado y de la sociedad. Una de estas revueltas
es la protagonizada por Umar b. afsūn cuyo centro neurálgico estaba situado en
Bobastro (Málaga). En esta etapa convulsiva la ciudad de Málaga fue fiel a los omeyas de Córdoba, no así Archidona; por ello, cuando ‛Abd al-Ramān III termina con
la revuelta y proclama el Califato en el año 929, la capitalidad de la cora parece que
ya había vuelto a Málaga.
En 1031 desaparece definitivamente el Califato de Córdoba, y Málaga se convierte en capital de uno de los reinos de taifas que se constituyeron en al-Andalus: el
de los ammūdíes, dinastía beréber enlazada con los idrīsíes y por ello descendiente
del Profeta. Habían sido califas de Córdoba de 1016 a 1023, pero una vez producido
el desmembramiento del Califato continuaron manteniendo el título califal en Málaga y Algeciras, dispusieron de una pequeña corte literaria y dejaron su impronta en
actuaciones en la Alcazaba malagueña. Sin embargo, las querellas dinásticas dieron
al traste con esta taifa califal y en 1056 los Banū Zīrí de Granada se apoderan de
Málaga. Bādīs b. Zīrí fue el artífice de la gran obra de la Alcazaba que había servido
de prisión oficial a los ammūdíes.
La Málaga del siglo XI contaba con cinco puertas: la Puerta del Mar, la de la
Alcazaba, la del Postigo, la del Río y la de Funtanālla. El puerto, situado en una
bahía dividida en dos dársenas y con un importante tráfico marítimo, disponía de un
1
2
Véanse los textos en Calero Secall y Martínez Enamorado, 1995,18, 28, 30, 31, 32, 33 y 34.
Ibn al-Jaīb, Iāa, 204, nº 228.
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malecón de piedra descrito por al-Zuhrī (s. XII)3 y por al-imyarī (XIV)4. El cementerio se instaló en la ladera de Gibralfaro.
Pero la presión de los reinos cristianos del Norte y la debilidad de los reinos de
taifas provocaron la llegada de los almorávides alentados por el estamento jurídicoreligioso malikí. Málaga fue incluida por esta dinastía magrebí en una amplia circunscripción cuya capital era Granada.
Por estas fechas, el crecimiento urbano de la capital malagueña había iniciado
su andadura de forma ordenada, siguiendo las pautas generales del urbanismo islámico que tienen como eje principal la mezquita mayor. Precisamente, una de las
características del urbanismo de este periodo va a ser el gran impulso que se da a la
construcción de mezquitas, circunstancia que debe conectarse con el conocido apoyo
que esta dinastía prestaba a los hombres de religión, alfaquíes, cadíes y ulemas, fundadores de un gran número de centros de culto y enseñanza que desgraciadamente
son difíciles de identificar en el espacio urbano actual de Málaga. Mezquitas que llevan sus nombres, como la mezquita del cadí al-Anārī, la del cadí al-Madiŷī, o del
cadí Ibn assūn corroboran el sesgo religioso que imprimen los almorávides en su
política constructiva. No hay duda de que este incremento de mezquitas es resultado,
además, de un aumento demográfico, pues el mayor número de habitantes obligaba
a diversificar las actividades de culto. Todo un entramado de vías públicas, adarves
y pequeñas plazas se distribuían dentro de los barrios intramuros. Claro ejemplo
de esta organización es el Barrio de los Adarves (awmat al-Durūb) en torno a la
Mezquita de la Palmera.
En la Alcazaba de los Almorávides se constata la presencia de un barrio de casas que pudo construirse posiblemente a lo largo del siglo XI, aunque nada dicen las
fuentes si fue obra de Bādīs b. Zīrí o de los norteafricanos. Últimamente, sin embargo, se ha retrasado la fecha de construcción.
Al otro lado del río Guadalmedina había comenzado a formarse un nuevo arrabal, el de los Mercaderes de la Paja (Raba al-Tabbānīn). En la primera mitad del
siglo XII, al-Idrīsī, refiriéndose a los dos arrabales de Málaga, afirma que ambos
conjuntos, aún sin amurallar, se encontraban ya intensamente poblados, abundando
en fondas, baños y huertas5 .
Al final del periodo almorávide se produce en al-Andalus un nuevo proceso de
fragmentación con la toma de forma generalizada del poder por parte de familias
3
4
5
Kitāb al-Ŷa  rāfiyya, 93, nº 245.
Al-imyarī, 1938, 178, y trad. 214.
Al-Idrīsī, 1968, 200.
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Málaga: un escenario urbano andalusí
locales andalusíes. Son las segundas taifas. En el caso de Málaga se alzan los Banū
assūn con un gobierno independiente. Es en esos momentos cuando aparece la
primera alusión a un conjunto residencial en el interior de la Alcazaba, denominado
genéricamente qar (alcázar), en cuyo interior se situaban las dependencias reservadas a las mujeres del gobernador, lo que equivale a identificar el término qar con la
parte palaciega del conjunto de la alcazaba. En junio de 1152, los almohades entran
en Málaga, vencen a los Banū assūn y toman el alcázar.
Los almohades o muwwaidum o unitarios eran unos reformadores teocráticos
cuya ideología había nacido en el Atlas en abierta oposición a los almorávides. Van
a adoptar la forma de califato y no reconocerán otra jerarquía superior en todo el
Islam. Eligieron a Sevilla como capital en al-Andalus. Málaga tiene aún escaso protagonismo y las crónicas del momento apenas hablan de ella. El poeta del siglo XII,
afwān b. Idrīs compuso un opúsculo en prosa rimada y pone en boca de Málaga su
queja ante otras ciudades de al-Andalus:
“Dijo Málaga:
¿Es que vais a dejarme entre vosotras como a res sin pastor, y no vais a darme
ninguna esperanza en lo que toca a mi señor? ¿Qué razón hay, cuando tengo
el mar embravecido, los caminos (que) serpentean entre mis montañas, mis
radiantes jardines y sus copiosos frutos? Tengo tal hermosura, que con ella
las palomas no echan de menos al pichón, y ningún alma sensible se sentiría
dispuesta a cambiarse o a suplirme por nada ¿Por qué no puedo hablar en
vuestra asamblea, y por qué no he de desplegar mis banderas frente al ejército
6
de vuestra jactancia?
Málaga, sin embargo, debe a los almohades su primer gran desarrollo urbanístico. Los almohades desplegaron una política propagandística de grandes obras
públicas, pues, como diría Ibn Jaldūn tiempo más tarde “el lustre y prestigio de una
monarquía se deben en gran medida a su actuación edilicia”.
Uno de los edificios emblemáticos que Málaga debe a los almohades, pero del
que hasta ahora solo queda el vestigio documental, es el Alcázar del Sayyid, levantado en la orilla del Guadalmedina. Fue construido por el califa al-Ma’mūm Abū l-Alà
en el año 1226. Dicen las crónicas que él mismo se ocupaba de lo que se ocupan los
6
Se trata de la Risāla fī tagāyur mudun al-Andalus (Carta sobre la emulación entre las ciudades de
al-Andalus), traducida por F. de la Granja, 1981, 85. Sobre ello, Calero Secall y Martínez Enamorado, 1995, 31.
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reyes “en magnificar sus edificios aconsejando y disponiendo su construcción y los
alarifes no alteraban nada salvo que el califa lo autorizara”. Fue residencia real de
almohades y nazaríes en sus esporádicas visitas a la ciudad por lo que se deduce que
pasó de ser patrimonio real de los almohades al de los nazaríes. El nazarí Muammad
IV fue enterrado en un huerto colindante con esta almunia que sería muy similar a su
homónima de Granada, el Alcázar Genil, construido dos años antes7.
En esos momentos se acentúa la expansión demográfica que venía increscendo desde la etapa anterior. Una situación que define a Málaga como zona segura,
parapetada tras otros entes urbanos de la categoría de Granada, Córdoba, Sevilla o
Almería, no expuesta directamente al ataque de los enemigos del norte lo que favorece la llegada de población que se instala en ella o se prepara para cruzar al Norte
de África. De este modo va a ir surgiendo un importante foco intelectual que incide
indudablemente en el desarrollo de actividades científicas y literarias, prueba de ello
es el alto número de biografías de personajes de esta época recogidas por el historiador Ibn ‘Askar en su obra sobre los sabios de Málaga8.
Esta progresión es patente en una serie de actuaciones urbanísticas como la ampliación y reforma de la Mezquita Mayor; indicio claro del crecimiento demográfico
de la ciudad. Ibn al-Zubayr lo describe así9:
“Cuando se amplió la Mezquita Mayor de Málaga y se sustituyeron sus pilastras por columnas, se excavó para bien cimentarlas. [Ibn al- Šayj] solía
dirigirse entre las dos oraciones de la noche hacia aquellas excavaciones que
se habían cubierto con alfombrillas como medida de precaución y de protección. Él bajaba a ellas y hacía allí las raka‘as entre las dos oraciones. Tal vez
él quería ocultar aquella actuación suya hasta que inesperadamente un día lo
descubrió una persona que se encargaba de vigilar las obras”.
Destaca la Aljama malagueña por su patio plantado de naranjos, por su alta
cúpula bajo la cual tenía lugar la investidura del cadí de la ciudad, y por otros elementos mobiliarios propios de un recinto sacro, entre ellas la lámpara de plata que
regaló Tamīm b. Buluggīn. En ella se conservaba una campana de origen visigodo,
según relata el notario mallorquí Pere Llitrà.
7
8
9
Calero Secall y Martínez Enamorado, 1995, 395-403.
M. I. Calero Secall, 2000, 285-314.
Ibn al-Zubayr, 1938, p. 218. Sobre la Mezquita Mayor de Málaga, Calero Secall y Martínez Enamorado, 1995,173-192.
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La madīna, que se concibe como un cuerpo jerarquizado y plenamente vertebrado, ahora se desvertebra y se configura como un ente dividido en tres espacios
con funciones también diversas: Alcazaba, madīna y arrabales. Tal desvertebración
se evidencia en la multiplicación de la oración del viernes que se sabe se celebraba
simultáneamente al menos en la Mezquita Mayor, en la mezquita de la Alcazaba y en
la mezquita aljama del arrabal oriental, el de Funtanālla. La implantación de aljamas
o mezquitas del viernes en los arrabales se contempla en la doctrina jurídica islámica
y se atiende para explicarlo, entre otros, a un argumento demográfico ya que la población ha ido creciendo y rebasando la capacidad de la Mezquita Mayor viéndose
obligada la gente a realizar la oración en galerías y patios. También se aducen causas
socio-políticas para asegurarse el control social a través de unidades menores y más
manejables. A las mezquitas mayores de los arrabales, de reducidas dimensiones,
afluían los vecinos cada viernes para escuchar la alocución del predicador sin necesidad de trasladarse a la mezquita principal de la ciudad lo que suponía una garantía en
caso de peligro por ataques enemigos10. La utilización de la mezquita de la Alcazaba
como aljama se puede fijar a finales del siglo XII cuando se constatan biografías de
varios predicadores que oficiaban en la Aljama de la Alcazaba, distinta de la Mezquita Mayor. Este hecho evidencia el comienzo de un proceso de desvertebración
institucional que produce duplicación y triplicación de cargos, que, en teoría, debían
de ser únicos11.
Además del arrabal de Funtanālla, al noreste de Málaga, de cuya puerta se tienen noticias desde el siglo XI, se configura un nuevo arrabal, el raba al-Tabbānīn
o de los Mercaderes de la Paja, al oeste, pero al otro lado del río de la ciudad (wādī
Mālaqa) lo que obliga a la construcción de un puente para conectarlo con la madīna.
Situado frente a la Bāb al-Wādī o Puerta del Río fue realizado por el gobernador
almohade, al-Massūfī y terminada en el año 1193. Pero por desgracia al poco tiempo
se derrumbó, tal vez por una riada o por deficiencias de construcción pero tal era la
necesidad de esa vía de comunicación que inmediatamente se volvió a levantar el
puente12 .
En tiempos almohades empezaron a proliferar las rábitas, edificaciones fundadas
por un santón, un personaje de prestigio, o en su nombre, que solían estar ubicadas extramuros de la ciudad y destinadas a prácticas religiosas de carácter sufí, aunque también ofrecían la posibilidad de actuar como oratorios, escuelas coránicas, alojamiento
Véase M. I. Calero, 2000.
Martínez Enamorado, 1991-1992.
12
Calero Secall y Martínez Enamorado, 1995, 265-272.
10
11
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de huéspedes, estudiantes y viajeros e, incluso, de cementerio. En ellas, a menudo, se
establecía el núcleo de una arīqa sufí que contaba con celdas destinadas al retiro espiritual de los cofrades y era la morada de su fundador y de sus acogidos13.
La necrópolis del Gibralfaro seguía creciendo en las proximidades del arrabal y
de la puerta de Funtanālla, de ahí que recibiera a veces la denominación de Maqbara
Bāb Funtanālla. Hermoso aspecto debía ofrecer este cementerio, plantado de árboles, lleno de flores, y embellecido por numerosas raudas, además de rábitas, de las
cuales la más documentada es la Rábita al-Gubār, en el extremo del mismo, donde
se celebraba un zoco semanal, el sūq al-Gubār, del trigo o grano14.
Un oratorio al aire libre ubicado en las inmediaciones de la puerta de Funtanālla
y del cementerio de Gibralfaro, es la Šarīa o Musallà, punto de confluencia de
diversos usos sociales que confieren a esta zona una relevancia inestimable en el
ordenamiento urbano de Málaga15 .
Decía el geógrafo al-Idrīsī que el abastecimiento de agua en Málaga se efectuaba mediante una multitud de pozos particulares, prácticamente un pozo por cada
casa. Esta noticia encaja con otra, tal vez exagerada por las fuentes árabes, de la
actividad de Yūsuf b. al-Šayj, quien con su propio dinero llegó a excavar cincuenta
pozos y a edificar veinticinco mezquitas16.
El texto de al-Šaqundī, que se reproduce a continuación y que pertenece a su
Risāla fī fal al-Andalus17, da una idea de la actividad comercial y artesanal que se
desarrollaba en la ciudad a mediados del siglo XIII.
“[…] Entre las cosas que le son peculiares y que no se encuentran en ninguna
otra tierra está el higo rayyí, así llamado del nombre de la ciudad que en lo
antiguo se denominó Rayya. Me han dicho que esta clase de higos se vende
en Bagdad como cosa exquisita y rara. Lo que de él exportan musulmanes y
cristianos en sus expediciones marítimas es más de lo que puede expresarse
en cifras concretas. […] También es peculiar de esta ciudad un vino delicioso,
tanto lícito como ilícito, hasta el punto de que se ha hecho proverbial el vino
de Málaga. […] En Málaga se tejen también las túnicas de tisú cuyo precio
pasa de varios miles, adornadas con peregrinas y escogidas figuras y destina-
Calero Secall y Martínez Enamorado, 2004, 237-254.
Calero Secall y Martínez Enamorado, 2004, 240.
15
Calero Secall y Martínez Enamorado, 1995, 437-442.
16
Calero Secall y Martínez Enamorado, 1995, 108.
17
García Gómez, 1976, 43-141.
13
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Málaga: un escenario urbano andalusí
das a los califas y algunas otras personas de condición. […] Su ribera es base
comercial par los bajeles musulmanes y cristianos”.
El fracaso de la política almohade al no poder garantizar ya la defensa del territorio, ni conseguir estructurar el Estado más el quebranto económico subsiguiente,
produce una reacción entre los andalusíes que se convierte en una nueva fragmentación del poder conocida como las terceras taifas. Ibn Hūd se alza en Murcia en el
año 1228 y toma el título de “Emir de los musulmanes”. Pero el creciente ascenso
del señor de Arjona, Muammad b. Nar b. Amar y su proclamación en Granada en
abril de 1232 da paso a la última etapa de la historia de al-Andalus, el Reino Nazarí,
circunscrito a las actuales provincias de Granada, Málaga y Almería.
Desde los inicios del nuevo reino, Málaga va a protagonizar un papel importante en las revueltas llevadas a cabo por los Banū Ašqilūla, yernos de Muammad
I quienes reclamaban sus derechos a la sucesión. Una de las consecuencias de tales
revueltas fue la presencia desde 1275 en tierras de al-Andalus de contingentes norteafricanos de los Banū Marīn que no las abandonarán definitivamente hasta el último
tercio del siglo XIV. A lo largo de este siglo XIV, Málaga se perfila como la segunda
capital de los nazaríes, su corazón económico y comercial. La situación estratégica
de la ciudad respecto de Gibraltar la convirtió en pieza clave en el dominio del Estrecho, disputado por nazaríes, meriníes y potencias europeas. Sin embargo, la peste
azotará cruelmente la ciudad en el año 134918 lo que redujo su tasa demográfica que,
a finales del siglo XV, se calculaba en unos 20. 000 habitantes.
El puerto, base de la flota real nazarí, aumentó su tráfico comercial gracias a la
actividad de los genoveses instalados en una gran alhóndiga situada en el centro de
las dos dársenas que conformaban la marina y construido en un espolón arenoso en
el centro de la línea del litoral. Era conocida como el Castil de Ginoveses. Su puerta
principal, la Puerta de los Siete Arcos, llamada así por el número de los mismos que
existían en el interior, se abría hacia el Oeste19.
A Yūsuf I se debe la construcción de las atarazanas nazaríes. De estas atarazanas
se conserva una puerta de mármol y jaspón muy reformada y situada hoy en lugar
distinto a su ubicación original. Así la describe el poeta al-Qaysī al-Basī a finales
del siglo XV20:
Calero, 1991.
Testimonio gráfico de la misma en el mapa de Anton Van den Wyngaerde.
20
Al-Basī, 1988, 388, nº 253; Muammad b. Šarīfa, 1985, 139 y trad. en Calero Secall y Martínez
Enamorado, 1995, 292.
18
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“El céfiro vivifica allí su Atarazana,
bajo sus alas diversas bellezas deben ser envidiadas.
Edificio de maravillosas formas que hasta el cielo se alza,
sus bases en la tierra firme se asientan y construyen.
Por arriba sus perfectos arcos son atalaya y mirador
cuyo aspecto encandila la vista.
En ella es perfecta la extraordinaria forma de su fábrica
que indica y señala la grandeza de su esplendor.
Fue dotada con provisiones para la construcción de navíos,
pues cuenta con un habiz perpetuo.
Para atacar a los enemigos por mar, su obra se hizo sólida
y, fue un portento su maravilloso y firme edificio”.
En Málaga se construyó la primera madrasa andalusí que fue anterior a la madrasa granadina debida a Yūsuf I. La de Málaga era de carácter privado y no oficial
y se levantó en la parte occidental de la Mezquita Mayor.
La Alcazaba malagueña sufrió numerosas reformas con los nazaríes. Algunas de
las reconstrucciones se han detectado gracias a los vestigios epigráficos que repiten
la gāliba, el lema de la dinastía nazarí. Yūsuf I comenzó la construcción de un castillo en lo más alto del monte de Gibralfaro que fue concluido por su hijo Muammad
V. A continuación se unieron Alcazaba y Gibralfaro por medio de un pasillo amurallado, conocido como “coracha terrestre”.
“[…] en tiempos de Yūsuf I […] fue edificado el altísimo castillo, el de elevada cumbre, la cima denunciadora de su poder en el monte contiguo a la
Alcazaba de Málaga”21.
Al-Qaysī al-Basī dedica los versos siguientes a Alcazaba y Gibralfaro que constituyen la última descripción de un autor andalusí del conjunto monumental22:
“Por Dios, que tiene dos elevadas fortalezas
cuya alta construcción asombra la mirada.
Las almenas de la muralla de estas dos fortalezas
21
22
Ibn al-Jaīb, 1978, 109.
Al-Basī, 1988, 388, nº 253; Muammad b. Šarīfa, 1985, 139 y trad. en Calero Secall y Martínez
Enamorado, 1995, 292.
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Málaga: un escenario urbano andalusí
parecen bocas de hermosas mujeres de [dientes cual] perlas bien enfiladas.
Las torres desde ambas se alzan próximas entre sí
con una altura y cercanía que igual no se conoce”.
El Palacio Nuevo, el Qar al-Muhda levantado por Muammad V, se conoce
gracias a unos poemas que parecen aludir a la zona áulica de la Alcazaba, zona que
hoy conocemos como los Cuartos de Granada. Ibn Zamrak, el poeta de la Alhambra,
lo describe en un poema dirigido al sultán Muammad V. Un fragmento final del
poema, que bastante más largo, es el siguiente23:
!Perla del Alcázar y sol de los edificios
derrota de las facciones en la batalla!
Te dé la buena nueva el Señor por lo excelente del lugar
y Dios te deje disfrutar de una larga vida.
No cese este alcázar, alcázar de la paz,
de ufanarse con el manto flamante de la juventud
y continúe la fortuna sobre tí cada año:
“Triunfo de Dios y victoria cercana”.
Este alcázar aparece también citado en otras obras, como en la Maqama de la
Peste (Maqāma fī amr al-wabā) del alfaquí ‛Umar al-Zayyāt al-Mālaqī, fechada en
1440, en la que se pide al sultán Muhammad IX el Zurdo y su corte que se trasladen
al Muda para escapar de la epidemia que azotaba la capital de Granada24.
La conquista por Castilla del espacio malagueño comenzó en 1482. Fernando
el Católico asedió la ciudad en 1487, tras conquistar Vélez, haciendo imposible su
abastecimiento. La resistencia de sus habitantes constituyó uno de los episodios más
sangrientos de la guerra de Granada. La rendición incondicional tuvo lugar el 18 de
Agosto de 148725.
“[…] El rey de Castilla, entonces, se puso en marcha hacia Málaga y la cercó
por tierra y por mar. Los malagueños le combatieron denodadamente con sus
cañones, sus pertrechos, su caballería y su infantería y el asedio se prolongó hasta que [los cristianos] rodearon Málaga con fosos y muros por tierra y
Al-Maqqarī, 1968, VII, 258-260 y 1978-80; II, 197-198.
F. de la Granja, 1958.
25
Al-Maqqarī, 1968, IV, 520-521.
23
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con navíos por mar. Fue imposible entrar en ella, sólo pudo entrar, durante el
cerco, un grupo de combatientes de ribā. [Los cristianos] combatieron fuertemente, acercaron los cañones, entraron en los arrabales y les apretaron el cerco
hasta que se agotaron las provisiones y tuvieron que comerse los ganados, los
caballos y los burros. Los malagueños enviaron misivas a las dos riberas en
petición de socorro, pero nadie les asistió. Después apareció el hambre y la
muerte diezmó a sus combatientes. A pesar de ello, no manifestaron miedo
ni debilidad, hasta que su situación se hizo crítica y perdieron la esperanza en
que llegara defensa ni auxilio por tierra o por mar. Por esta razón entablaron
conversaciones para solicitar el amán, como había sucedido en otros casos. Se
les reprochó lo que habían hecho y la hostilidad manifestada, y se les dijo, una
vez que el enemigo comprobó que no les quedaba más recurso: “Os salváis de
la muerte; entregareis la llave de la fortaleza y del castillo, y el Rey, si así lo
hacéis, os tratará con benevolencia”. Pero esto era un ardid de los infieles, porque cuando el enemigo se apoderó de ellos, a todos los hizo cautivos. Aquello
ocurrió a finales de šabān del año 892/agosto de 1487 y no quedó en aquellas
regiones un lugar sin que lo dominaran los cristianos”.
Bibliografía
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