Fisioterapia. 2017;39(2):49---52 www.elsevier.es/ft EDITORIAL Qué es el razonamiento clínico y por qué beneficia tanto al paciente como al fisioterapeuta What is clinical reasoning and why it benefits both the patient and the physiotherapist Bajo el paraguas de las palabras «razonamiento clínico» encontramos en la actualidad una pléyade de elementos académicos y profesionales que ha cobrado relativa notoriedad en nuestro país en tiempos recientes, de tal manera que no existe metodología contemporánea de trabajo que se precie de serlo en numerosas áreas de la profesión que no vaya enmarcada hoy en día por la coletilla del sintagma en cuestión. Sin embargo, la realidad es tozuda y nos demuestra tras un primer análisis que el sintagma presentado en muchos escenarios de manera más o menos pomposa es en realidad un significante vacío. Cuando hablamos de razonamiento clínico ¿sabemos a qué nos estamos refiriendo? El razonamiento clínico ha sido postulado como un proceso dinámico, deductivo y analítico guiado por ideas o hipótesis sometidas a un juicio constante para examinar su validez1 , siendo en todo momento una «decisión sabia», al estar basada en el mejor juicio clínico adaptado a cada sujeto en función del estado actual del conocimiento2 . Sin embargo, sobre esta premisa existen 2 errores comunes relacionados con el razonamiento clínico. El primero consiste en considerar que razonar en clínica es equivalente a simplemente pensar en clínica. En otras palabras, el razonamiento clínico a diferencia del acto de pensar es un proceso cognitivo no intuitivo, y por su propia naturaleza, la estructura de todo razonamiento debe seguir, en realidad, los postulados de la teoría de la racionalidad y la ciencia de toma de decisiones. El segundo es que, una vez asumido este predicado, hay que ser conscientes de que existen diversas maneras de aplicar el razonamiento en clínica. En realidad, el razonamiento clínico es un tipo concreto de razonamiento-en-clínica que sigue una metodología específica y es útil para aproximarse a una gran variedad de cuadros clínicos, pero no necesariamente para todas las condiciones ni tan siquiera para todas las fases del proceso de tratamiento. Desarrollemos todas estas ideas. En primer lugar, ¿qué diferencia hay entre pensar y razonar? Pensar delante de un paciente es intuitivo y económico; razonar-en-clínica, como decíamos, exige dar un paso más allá del mero acto de pensar. La palabra «racionalidad», de la que se deriva la voz «razonamiento», se emplea para el tema que nos ocupa en al menos 5 sentidos distintos: (i) Racionalidad como capacidad lingüística, la capacidad del ser humano de comunicarse mediante el lenguaje (el lógon ékhin aristotélico). En nuestro caso esto cobra una importancia capital, pues la fisioterapia clínica es, ante todas las cosas, una estrategia de comunicación, verbal pero también no verbal con el paciente, englobada en el moderno concepto neurológico de «embodied cognition», o cognición encarnada; (ii) Racionalidad como razonabilidad, esto es, la capacidad del fisioterapeuta de ser capaz de proporcionar los argumentos de peso necesarios para justificar sus actos, en el caso del acto fisioterápico, siempre guiados por la acción sabia de proporcionar nuestra mejor evidencia clínica basada en la mejor evidencia científica disponible; (iii) Racionalidad como ética, en un sentido kantiano de racionalidad práctica, en nuestro caso entendida como la empatía con el ser humano que sufre. La palabra clínica precisamente tiene etimológicamente una dimensión ética; de ahí el kliní griego, que significa «cama» o «lecho»: me inclino ante el lecho del enfermo para servirle; (iv) Racionalidad como racionalismo, más allá del racionalismo cartesiano clásico, esta acepción hace referencia al compromiso de nuestra práctica clínica con la ciencia; y (v) Racionalidad como estrategia de optimización en la consecución de resultados, fundamentalmente centrada la ciencia de la teoría de toma de decisiones. De esta manera, en lo sucesivo cuando el lector escuche hablar de procesos de razonamiento en clínica debe ser consciente de que se está asumiendo un concepto que va mucho más allá del simple acto de «pensar» y que tiene una quíntuple dimensión: razonar es ser capaz de diseñar una estrategia http://dx.doi.org/10.1016/j.ft.2016.12.005 0211-5638/© 2017 Asociación Española de Fisioterapeutas. Publicado por Elsevier España, S.L.U. Todos los derechos reservados. Descargado para Anonymous User (n/a) en University of Concepción de ClinicalKey.es por Elsevier en agosto 06, 2024. Para uso personal exclusivamente. No se permiten otros usos sin autorización. Copyright ©2024. Elsevier Inc. Todos los derechos reservados. 50 EDITORIAL óptima de comunicación con el paciente, es la capacidad de argumentar sólidamente nuestras hipótesis clínicas; es dotar nuestra práctica de una perspectiva ética, adquiriendo un compromiso con la ciencia para optimizar la consecución de resultados3,4 . Según la teoría clásica de la racionalidad, un agente toma decisiones con el objetivo de maximizar la utilidad (entendida como medida de satisfacción), en 3 escenarios posibles: certeza, riesgo e incertidumbre. Los escenarios de riesgo (se conoce el resultado en términos de probabilidad) e incertidumbre (no se conoce la probabilidad del resultado, aunque sí es posible asignarle utilidades) son los más frecuentes en la toma de decisiones clínicas del fisioterapeuta. Sin embargo, la moderna ciencia de toma de decisiones amplía los márgenes de lo estrictamente racional en la toma de decisiones del agente. Los recientes hallazgos en economía conductual echan por tierra los postulados clásicos y demuestran que los seres humanos, lejos de ser racionales, suelen ser irracionales en su toma de decisiones y además lo son de una manera predecible3 . Así, los componentes afectivos y emocionales desempeñan un papel importantísimo en nuestra toma de decisiones, de tal manera que pueden llevar al fisioterapeuta a apostar por heurísticas o atajos ilícitos, sesgos cognitivos que le llevan inconscientemente a tomar decisiones muy alejadas de la «decisión sabia» que demanda el paciente. De esta manera, el desconocimiento y la no consideración de estos sesgos puede llevar al clínico a tomar una mala decisión asistencial sobre una categoría diagnóstica simplemente llevado por la primera impresión, esto es, literalmente, lo primero que le pase por la cabeza («heurístico de disponibilidad»); una mala decisión clínica puede devenir de asociar el caso del paciente a uno parecido evaluado recientemente pero que en realidad no lo era tanto («heurístico de representatividad»). Una fe ciega en las propias creencias, de tal manera que toda la nueva información disponible solo sirve para reafirmarlas una y otra vez, delata la presencia del «sesgo de confirmación», que es, por cierto, la madre de todos los sesgos y fuente inagotable de irracionalidad y dogma, anatema del pensamiento científico y crítico que debe caracterizar a todo profesional sanitario. La atribución de un valor cualitativo mucho más elevado a los éxitos que a los fracasos en una serie de casos utilizando una determinada tecnología sanitaria da cuerpo al llamado «sesgo del superviviente», reconocido en la familiar frase del clínico a mí me funciona. Una falacia se define como un argumento no razonable que contraviene los principios griceanos de claridad, suficiencia y relevancia5 . De esta manera, la incursión en la toma de decisiones clínicas de toda la gama de falacias de causalidad (non causa pro causa) viola el principio de razonabilidad del acto de razonar antes descrito al confundir de diversas maneras la correlación de hechos clínicos con causalidad. Este sesgo es especialmente frecuente en fisioterapia cuando está asociado al sesgo cognitivo conocido como «reactancia» (rara sunt cara, reza el viejo adagio latino, lo extraño es atractivo y se toma solo por eso como causa de los problemas clínicos) esto es, la asignación de un alto valor decisorio a eventos de probabilidad muy baja de ocurrencia con la realidad. De esta manera y muy especialmente debido a que muchas técnicas de evaluación en fisioterapia están basadas en la percepción subjetiva de un movimiento tisular o función corporal (de fiabilidad interexaminador baja o muy baja), no es infrecuente, si no se conoce, caer en este sesgo y correlacionar un suceso poco parsimonioso (poco probable) evaluado de manera subjetiva como causa del problema principal del paciente esbozando sin saberlo una profecía autocumplida perfecta. Pero, ¿cuál es entonces el proceso de toma de decisiones clínicas de un fisioterapeuta? El pensamiento del clínico, en palabras de Bunge, no se ajusta ni al apriorismo dogmático que pretende conocer sin observar, ni al empirismo que busca datos a tientas. El buen clínico combina hipótesis con datos: el clínico es lo que Bunge denomina un «racioempirista»6 . El proceso de razonamiento clínico comienza, pues, mediante una primera fase de elaboración y validación mental de conjeturas a partir de las presentaciones clínicas del paciente en conjunción con los conocimientos, creencias y experiencias previamente adquiridos, de la que derivará la generación de la hipótesis clínica que habrá de falsarse de manera experimental mediante el acto terapéutico. Así, el problema típico del clínico a la hora de diagnosticar no es el directo, que consiste en inferir signos de enfermedades, sino el inverso, adivinar enfermedades o cuadros clínicos a partir de signos y síntomas. Por estas razones, el razonamiento abductivo de Peirce, un tipo de inducción, también llamado el razonamiento de Sherlock Holmes, es un buen punto de partida para conceptualizar la génesis de esta hipótesis clínica. En la práctica, la hipótesis clínica nace de una corazonada, una conjetura, un insight. El razonamiento abductivo tiene 2 fases: la creación y la validación mental de conjeturas. Es una propuesta del autor integrar en este punto de partida el conocido como doble sistema de procesamiento diseñado por Kahnemann7 . Por un lado tenemos el sistema S1 («pensar rápido»), el generador de conjeturas, caracterizado por ser intuitivo, económico, que aborrece la información, holístico, que adora las respuestas redondas, un sistema con un gran sentido evolutivo para la toma de decisiones rápidas en entornos de riesgo o incertidumbre; por otro lado, un sistema S2 («pensar despacio»), analítico, discursivo, no económico, que necesita información, que sabe que en fisioterapia las respuestas sencillas y redondas son las fáciles pero no necesariamente siempre las correctas y que es el encargado de validar mentalmente las conjeturas elaboradas por el sistema S1. El sistema S2 podría corresponderse en varios puntos del proceso con lo que lo que Mark Jones denomina «metacognición»: una luz que se eleva sobre nuestros propios pensamientos para analizarlos críticamente. La gestión de estos 2 sistemas, S1 y S2, conlleva una metodología de entrenamiento encaminada a situar al clínico como un observador que examina en todo momento sus propios contenidos mentales. Se podría decir también que se trata de entrenar esa capacidad de mindful de la mente: entrenar la atención desde el observador precisamente hacia todo lo que se pasa por el campo de conciencia cuando estamos delante de un paciente, para luego dar un paso más allá, que es la evaluación crítica de esos propios contenidos. Esto pasa por el aprendizaje e interiorización de los sesgos cognitivos más frecuentes en los que solemos incurrir desde el sistema S1 en fisioterapia; entender el papel que desempeñan las emociones en la toma de decisiones clínicas, mucho más determinantes de lo que la teoría de la racionalidad clásica apuntaba tal y como hemos señalado. Descargado para Anonymous User (n/a) en University of Concepción de ClinicalKey.es por Elsevier en agosto 06, 2024. Para uso personal exclusivamente. No se permiten otros usos sin autorización. Copyright ©2024. Elsevier Inc. Todos los derechos reservados. EDITORIAL De la misma manera, la integración de estrategias metacognitivas propias del sistema S2, como la imbricación en el razonamiento de determinados operadores mentales (la Navaja de Ockham, los principios de Soulet adaptados, etc.), la evaluación metacognitiva del reconocimiento de patrones (en donde el razonamiento abductivo es ya completamente inductivo) y por supuesto la integración en cada momento de los conocimientos derivados de la evidencia científica actualizada en el área clínica en que se inscribe el caso del paciente3 . El proceso racioempirista del razonamiento clínico se podría ejemplificar tal que así. En primer lugar, aparece en el campo de consciencia del fisioterapeuta la conjetura (sistema S1, aproximadamente en los primeros 300 ms), que es validada posteriormente de manera mental con esfuerzo (metacognición del sistema S2, a los 30 ms), cerrando así la primera fase de razonamiento abductivo. La conjetura validada se erige entonces en hipótesis clínica (decisión terapéutica). En este momento el razonamiento abductivo da paso al hipotético-deductivo, propio del método científico. Aquí comienza una segunda fase: a la validación mental, le sigue la falsación experimental. Una vez tomada la decisión terapéutica se procede al acto fisioterápico. Las hipótesis se elaboran sobre determinadas categorías diagnósticas. En el modelo propuesto por el autor se utiliza un sistema de categorías diagnósticas basado íntegramente en la taxonomía propuesta por la CIF, intentando imprimir una evolución al planteamiento inicial de Jones. Creemos que es necesario converger hacia un lenguaje universal donde nos podamos entender todos los fisioterapeutas, independientemente de la metodología con la que trabajemos y también que nos podamos comunicar sin inconmensurabilidad con otros profesionales sanitarios. La CIF es un instrumento con un enorme potencial que debe ser utilizado y explorado y la metodología del razonamiento clínico es un buen ejemplo y oportunidad para aprenderla e integrarla de manera práctica en nuestro día a día. Por si fuera poco, es una excelente manera de encaminar el razonamiento clínico hacia un diagnóstico en fisioterapia basado en esta clasificación universal. En este punto es crucial señalar 2 aspectos que diferencian el razonamiento clínico de otras modalidades de razonamiento en clínica: por un la lado, la subordinación de las presentaciones clínicas (respuestas) del paciente a los postulados teóricos. Este aspecto es fundamental y desde luego tiene resonancias con el clásico modelo de la pared permeable de ladrillos propuesto por el fisioterapeuta Geoff Maitland8 : esto implica que el fin último del razonamiento clínico es la consecución de resultados más allá del análisis discursivo del caso, toda vez que se asume que la realidad psicobiosocial del paciente es un sistema complejo marcado necesariamente por cierta opacidad causal. En segundo lugar, es elemento cordial de la fase hipotético-deductiva del razonamiento clínico la reevaluación sistemática inmediatamente posterior al acto fisioterápico que imprime de nuevo, a su vez, una nueva fase abductiva de análisis de la respuesta con respecto a los valores marcados en la línea base. Ya tenemos pues todos los elementos necesarios para conceptualizar el razonamiento clínico en fisioterapia, una manera específica de razonar-en-clínica. Así, podemos definir el razonamiento clínico como un proceso dinámico de 51 toma de decisiones de riesgo o incertidumbre sobre una complejidad clínica de tipo psicobiosocial subordinado a las presentaciones clínicas, que pasa por la elaboración y validación mental de conjeturas que derivarán en la formulación de una serie de hipótesis sobre determinadas categorías diagnósticas útiles para aproximarse de una manera ética y fundamentada en la evidencia científica a la solución del caso del paciente. Estas hipótesis deberán ser posteriormente falsadas de manera experimental para determinar su grado de significación o relevancia clínica, utilizando para ello la reevaluación sistemática de los resultados obtenidos tras la ejecución de cada acto fisioterápico con respecto a los valores previamente determinados en una línea base. ¿Es el razonamiento clínico la mejor metodología para razonar en clínica? Por supuesto que no: existen condiciones donde son más adecuadas otras modalidades de razonamiento-en-clínica, como por ejemplo el razonamiento narrativo u otras estrategias de comunicacióninteracción, como ocurre en el caso de muchas condiciones crónicas. Cuando el paciente presenta verdaderas dificultades de comunicación, por ejemplo en pacientes en estado comatoso o vigil, es necesario buscar otras estrategias de aproximación. En pacientes con dolor de mecanismo disfuncional, por ejemplo, con un elevado nivel de hipervigilancia o kinesiofobia, que hoy en día se pueden medir mediante cuestionarios, la reevaluación constante de un gesto que provoque dolor, típica del razonamiento clínico, es verdaderamente perjudicial. En estos casos es más razonable una estrategia de dimensionar la perspectiva significante del paciente, medidas de desensibilización del sistema de alerta y exposición graduada a la carga que ponga el foco en el aumento de las capacidades y el refuerzo del locus de control del paciente. Es importante pues utilizar la metacognición para saber cuándo, cómo y en qué casos es operativo optar por la modalidad de razonamiento-en-clínica denominada razonamiento clínico. ¿Y cuándo es útil? El razonamiento clínico es el procedimiento de elección cuando el fisioterapeuta se enfrenta a escenarios de riesgo (decidir entre alternativas de cuyas consecuencias no está seguro aunque le puede atribuir probabilidades subjetivas) o incertidumbre (no se pueden atribuir probabilidades subjetivas pero sí utilidades), en las que además, podemos esperar respuestas o cambios más o menos inmediatos después del acto terapéutico. Como cualquier clínico puede reconocer, este es sin duda el escenario más habitual en numeras condiciones de todas las especialidades de fisioterapia Las ventajas de un entrenamiento sistemático en razonamiento clínico son evidentes: se minimiza tanto el riesgo como la incertidumbre en la toma de decisiones clínicas, lo que se traduce en una reducción muy notable del número de errores cometidos en clínica: el razonamiento clínico aumenta la eficacia. El proceso de validación mental de conjeturas y la reevaluación sistemática mediante falsación experimental allí cuando está indicada ayudan a evitar de manera drástica la pérdida de tiempo innecesaria en una sesión, con el consiguiente beneficio para el paciente pero también para los sistemas asistenciales, un dato que debería sin duda ser tenido en cuenta por cualquier gestor sanitario: el razonamiento clínico aumenta la eficiencia. El entrenamiento en razonamiento clínico proporciona además una excelente agudización de la capacidad de observación sin Descargado para Anonymous User (n/a) en University of Concepción de ClinicalKey.es por Elsevier en agosto 06, 2024. Para uso personal exclusivamente. No se permiten otros usos sin autorización. Copyright ©2024. Elsevier Inc. Todos los derechos reservados. 52 EDITORIAL emisión de juicio o preferencia de los propios contenidos mentales (cognitivos, ambientales, afectivos) del fisioterapeuta que deviene en presencia, seguridad y consciencia en todo momento de las distintas fases proceso terapéutico, que redunda una vez más en eficacia y eficiencia. Se amplía de manera notable la capacidad de escucha, empatía y conexión con la perspectiva significante del paciente (perspectivas comunicativas y éticas del acto de razonar), al colocar a la persona en el centro del proceso terapéutico. El entrenamiento en razonamiento clínico según el modelo propuesto permite además aprehender e integrar de manera práctica la CIF, apuntala de manera racional el diagnóstico en fisioterapia, facilita la comunicación con otros profesionales sanitarios, refuerza la autonomía profesional y facilita a los fisioterapeutas entrenados la posibilidad de convertirse en cuadros gestores de la discapacidad y la dependencia. Por último, razonamiento clínico y pensamiento crítico van de la mano; un entrenamiento en razonamiento clínico permite al fisioterapeuta cruzar el océano de autoconocimiento necesario para observar las propias tendencias o preferencias irracionales, facilita la lectura crítica de literatura científica, lo que le evitará un enorme despilfarro de recursos, también económicos, en sus decisiones de consumo de formación y evitará que intoxique al paciente con simbolismos propios de la doxa y la seudociencia, tan frecuentes y nocivos para ellos y para nuestra profesión. No se trata de ninguna técnica. No es intuitivo. No se esperan de él resultados inmediatos. Requiere de un entrenamiento. Cuesta. Y sin embargo, con el tiempo, el razonamiento clínico irá permeando y moldeará completamente la práctica y la presencia del fisioterapeuta que apueste por él y lo entroncará con la práctica moderna de la profesión: un actuación terapéutica madura apoyada de manera racional en las evidencias científicas y clínicas y refractaria al culto a ninguna técnica o metodología; la apuesta por la plausibilidad biológica en las categorías diagnósticas; el pensamiento crítico y sano escepticismo y la atención centrada en la persona. Solo por estas razones, se justifica plenamente su implementación y aprendizaje en planes de estudio del título de Grado en Fisioterapia, lo que sin duda ayudará a forjar los profesionales fisioterapeutas del futuro que nuestra sociedad demanda. Bibliografía 1. Jones M. Clinical reasoning in manipulative therapy. 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Fondevila Suárez Fisioterapeuta., Máster Oficial en Gestión e Investigación de la Discapacidad y Dependencia (MSc), Prof. Asociado EUF Gimbernat-Cantabria (Adscrita a laUC), ejercicio libre, A Coruña, España Correo electrónico: eduardo@alfafisioterapia.org Descargado para Anonymous User (n/a) en University of Concepción de ClinicalKey.es por Elsevier en agosto 06, 2024. Para uso personal exclusivamente. No se permiten otros usos sin autorización. Copyright ©2024. Elsevier Inc. Todos los derechos reservados.