Subido por Kathe Reyes

Eneagrama - Eneatipo 1

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Las once principales cualidades esenciales del Eneatipo 1 – Eneagrama
Las «cualidades esenciales» son las actitudes, conductas, fortalezas, habilidades, dones y
talentos innatos que manifestamos de forma natural cuando vivimos conectados con el ser
esencial y estamos guiados por la motivación trascendente. También son la manera
consciente, sabia y proactiva con la que respondemos a determinados estímulos externos,
permitiéndonos así preservar nuestro bienestar interno.
Las once principales cualidades esenciales del eneatipo 1 son:
Aceptación. No se esfuerza neuróticamente por cambiar ni ser mejor, sino que se acepta
a sí mismo tal como es, abrazando sus defectos, incoherencias y mediocridades. También
acepta de forma natural todo lo que va aconteciendo, incluyendo su propia actitud sobre lo
que va aconteciendo.
Autocrítico. Cada vez que se equivoca, se perturba o entra en conflicto con alguien o con
algo no duda en cuestionarse a sí mismo y hacer un ejercicio de sana autocrítica. Le es
fácil asumir su parte de responsabilidad, aprendiendo de sus errores para crecer en
comprensión y sabiduría.
Compasión. Cambia el juicio por la compasión, entendiendo el dolor, el sufrimiento, la
ignorancia, la inconsciencia y el miedo que suele haber detrás del comportamiento egoico
de otras personas. Así es como trasciende la susceptibilidad, dejando de tomarse las
ofensas como algo personal.
Detallista. Busca la excelencia en todo lo que hace, pero no desde la exigencia y el
perfeccionismo neurótico, sino desde la pasión, el disfrute y la diversión. Suele ser muy
minucioso y meticuloso, prestando mucha atención a los detalles para realizar un trabajo
verdaderamente excepcional.
Disciplina. Es muy disciplinado y responsable. Mantiene rutinas productivas que le
permiten lograr sus objetivos. Suele estar muy comprometido con una causa en la que cree
y tiene la determinación para conseguir aquello que se propone. Eso sí, sabe parar a tiempo
para descansar, relajarse y divertirse.
Elocuencia. Puede ser muy buen conferenciante, profesor y orador, pues tiene facilidad
para comunicar con maestría la verdad y la sabiduría inherente a sus puntos de vista. Cree
firmemente en lo que dice y tiende a expresar sus argumentos de forma elocuente y
convincente, pero sin caer en el dogmatismo.
Inspiración. Inspira a través de su propio ejemplo, siendo fiel a sus convicciones, sus
valores y sus principios, pero sin tratar de imponerlos sobre los demás. Y tiene la habilidad
de inspirar y motivar a otros a seguir aspiraciones más elevadas, convirtiéndose en un
instrumento de la voluntad divina.
Integridad. Tiende a hacer lo correcto aunque nadie esté mirando, habiendo coherencia
entre lo que piensa, lo que siente y lo que hace. Es una persona honrada que lleva a cabo
sus proyectos de forma ética. La integridad es la brújula interior que guía sus decisiones y
sus actos.
Organización. Es muy estructurado, con una especial habilidad para organizar su vida
personal y liderar la organización de cualquier tipo de actividad. Se le suele dar muy bien
crear sistemas, procesos, procedimientos y protocolos. Le gusta el orden pero sin
convertirlo en una obsesión. Es efeliciente: feliz y eficiente.
Tolerancia. Goza de flexibilidad para aceptar formas diferentes de pensar a la suya y de
tolerancia para respetar maneras de proceder distintas a las que él escogería. Tiende a ser
comprensivo con los demás, especialmente con aquellos que hacen autocrítica y asumen
sus errores.
Visión. No juzga subjetivamente la realidad, sino que sabe discernirla con objetividad. Es
muy sensato, goza de criterio propio y cuenta con mucho sentido común. Tiende a ser un
visionario: ve cosas que la mayoría no es capaz de ver, pues no solo ve lo que hay, sino lo
que puede llegar a haber.
La reconexión con la esencia de los 9 eneatipos – Eneagrama
La «reconexión con el ser esencial» es el tipo de sensaciones que experimentamos cuando
nos desidentificamos del ego, las cuales se asemejan mucho a lo que sentíamos en el
estado intrauterino. Y es que al regresar al lugar del que partimos sanamos
automáticamente nuestra herida de nacimiento, la cual tan solo tiene poder sobre nosotros
mientras estamos desconectados. Es una sensación tan excepcionalmente gustosa y
agradable que no tiene parangón con nada de lo que hayamos podido experimentar
anteriormente. No hay droga en este mundo que pueda hacernos sentir tan bien como
reconectar con nuestra verdadera esencia.
Según el Eneagrama, al reconectar con su verdadera esencia cada eneatipo experimenta
nuevamente lo que sentía mientras estaba en el estado intrauterino:
Reconexión con la esencia del eneatipo 1
Serenidad total, aceptación incondicional, integridad completa y perfección absoluta.
Reconexión con la esencia del eneatipo 4
Originalidad total, inclusividad incondicional, contento completo y ecuanimidad absoluta.
Reconexión con la esencia del eneatipo 7
Alegría total, satisfacción incondicional, plenitud completa y abundancia absoluta.
¿Cómo se centra el Eneatipo 1? – Eneagrama
El «centramiento» es un movimiento psicológico que deviene proactivamente cuando
decidimos hacer un esfuerzo por salir de nuestra zona de confort egoica en dirección hacia
el ser esencial. Es entonces cuando empezamos a adoptar alguno de los atributos
esenciales de pensamiento, sentimiento y conducta de los eneatipos con los que estamos
conectados por medio de estas líneas. En algunos casos extremos, podemos llegar a
expresar estos comportamientos de una forma todavía más trascendente y sabia que los
eneatipos a los que pertenecen.
No en vano, este proceso nos lleva a conectar con el lado más luminoso de los eneatipos
a los que nos centramos, lo cual actúa como un catalizador para desarrollarnos
espiritualmente. De pronto notamos como sube nuestra energía vital y se eleva nuestra
frecuencia vibratoria, entrando en contacto con el bienestar que anida en lo más hondo de
nuestra alma. Y como consecuencia, de forma natural empezamos a manifestar las
cualidades esenciales de nuestro eneatipo dominante. Fruto de estas experiencias y
aprendizajes verificamos cómo vivir y autogestionarnos con más consciencia y sabiduría.
El centramiento del Eneatipo 1
El eneatipo 1 para reconectar con el ser es fundamental que se centre al eneatipo 7,
entrando en contacto con las cualidades esenciales de este tipo de personalidad. Para
lograrlo le conviene cultivar el silencio y la sobriedad, aprendiendo a sentir y canalizar el
dolor de forma constructiva. Y también la flexibilidad, permitiéndose disfrutar del placer sin
juzgarse por ello. A su vez es muy centrante que entrene el músculo de la valoración, dando
gracias por lo que tiene en vez de quejarse por lo que le falta. Para profundizar más acerca
de su centramiento ⎯y también de su lado luminoso⎯, es muy recomendable que interiorice
la información relacionada con el proceso de transformación y la esencia del eneatipo 7.
El eneatipo 1 también puede centrarse al eneatipo 4, manifestando las virtudes más
luminosas de este tipo de personalidad. En este caso le resulta muy positivo conocerse en
profundidad, tomando consciencia de los traumas que le quedan por sanar. Esta
introspección le sirve para aprender a estar en paz con su oscuridad, aceptándose
incondicionalmente a sí mismo. Y le hace mucho bien explorar su parte más creativa, la
cual le ayuda ciertos romper moldes rígidos sobre los que ha construido su vida. Para
profundizar más acerca de su centramiento ⎯y también de su lado luminoso⎯, es muy
recomendable que interiorice la información relacionada con el proceso de transformación
y la esencia del eneatipo 4.
De este modo, para reconectar con el ser esencial el eneatipo 1 ha de cultivar la luz de los
eneatipos 7 y 4, compartiendo muchos rasgos en común con estos dos tipos de
personalidad.
Las ocho principales prácticas transformadoras del Eneatipo 1 – Eneagrama
Las «prácticas transformadoras» son el conjunto de insights y experiencias relacionadas
con el cuerpo, la mente y el espíritu que más contribuyen al desarrollo de la consciencia y
la reconexión con el ser esencial. Todas ellas están orientadas a dejar de alimentar y
reforzar el ego, de manera que el yo con el que estamos tan identificados se vaya
debilitando hasta que finalmente muera de inanición. Esta es la razón por la que al principio
sintamos cierta aversión y resistencia llevarlas a cabo.
Prácticas transformadoras para el Eneatipo 1
Abrazar las imperfecciones. Un ejercicio muy recomendable es hacer un listado de los
principales errores que ha cometido a lo largo de su vida, así como de sus defectos egoicos
más destacados. Ser consciente de todo ello le conecta un poco más con la humildad. Eso
sí, en vez de machacarse, su mayor reto consiste en aceptarse tal como es, sin intentar
cambiarse. Y esto pasa por perdonarse por las equivocaciones cometidas en el pasado,
aprendiendo de ellas para crecer espiritualmente. También es fundamental que abrace de
corazón sus taras e incoherencias internas. Para lograrlo no ha de tomarse tan en serio,
riéndose más a menudo de sí mismo para poder soltar las exigencias de su ego. Así es
como aprende a sentirse perfecto con sus imperfecciones.
Mantener una relación sana con el idealismo. Para dejar de sentirse tan enfadado,
frustrado y amargado es esencial que redefina la función que tiene el idealismo en su vida.
Y es que no se trata de abandonar sus ideales, sino de cambiar la forma en la que se
relaciona con ellos. La finalidad de cualquier visión idealista no es hacerse realidad, sino
servir de motivación e inspiración para avanzar con entusiasmo en una dirección
determinada. Más que nada porque un ideal es ⎯por definición⎯ una aspiración utópica,
muchas veces inalcanzable. Es muy importante que se dé cuenta de cuando cae en el error
de frustrarse por comparar lo que está ocurriendo con lo que debería de ocurrir. Luchar
contra lo que sucede es una batalla que se pierde el 100% de las veces.
Convertir la gratitud en un hábito. Su mirada egoica lo lleva siempre a ver lo que falta, lo
que sobra y, en definitiva, lo que debería ser mejor o diferente a como es en un momento
dado. Esta es la razón por la que suele quedar atrapado en las mazmorras de la queja y la
amargura. Para transformar su percepción de la realidad, se recomienda que lleve a cabo
un diario de agradecimiento. Y este consiste en anotar cada noche tres hechos que hayan
pasado durante el día por los que sienta una genuina gratitud. Es esencial que mientras los
escribe rememore la emoción positiva que deviene de forma natural cuando se valora y se
da las gracias de corazón. Así es como poco a poco deja de dar por sentado lo que tiene y
comienza a apreciar y valorar todo lo que sí funciona en su vida.
Evitar la convivencia. Cuando está identificado con el ego se convierte en alguien muy
difícil para convivir, pues tiende a maltratar psicológicamente a quienes le rodean. Algo que
transforma sus relaciones es aprender a aislarse proactiva y preventivamente para proteger
a los demás de su ira en potencia. En la medida en que se note algo descentrado, es
fundamental que evite el contacto directo con otras personas. Esencialmente porque ⎯en
caso de hacerlo⎯ el ego encontrará cualquier excusa para proyectar su malestar en forma
de susceptibilidad, juicio o broncas. Además, este aislamiento voluntario le aporta mucha
lucidez, pues al estar a solas toma más consciencia de lo insoportable que puede llegar a
ser consigo mismo y con quienes tiene cerca cuando está descentrado.
Disfrutar del placer sin juzgarse. Guiado por su juez interno ⎯el cual es excesivamente
rígido y puritano⎯, tiende a reprimir y condenar ciertos deseos e impulsos primarios
relacionados con el disfrute y el placer. Por el contrario, se esfuerza en ser fiel a sus
elevadas convicciones éticas y morales. Al intentar actuar de manera intachable cree que
se liberará de ser juzgado por su entorno. Sin embargo dicha represión y autoexigencia le
generan un sentimiento crónico de resentimiento e irritación, los cuales arden bajo la
superficie de un comportamiento inmaculado. Para romper este círculo vicioso, es básico
que se conceda ciertos caprichos de vez en cuando. Gracias a estas excepciones puede
ser verdaderamente fiel a sus principios con madurez y flexibilidad.
Aprender a relajarse. Es absolutamente imprescindible que dedique un rato cada día a
simplemente ser y estar, conectando con su serenidad interior. Para ello necesita saber qué
le ayuda a relajarse y estar verdaderamente tranquilo y en paz consigo mismo. Puede
probar sentándose en un banco en un entorno natural y dedicar 10 minutos a respirar
conscientemente. También puede meditar. Darse un masaje. Hacer una sesión de reiki.
Practicar yoga. Pasear por la naturaleza. Echar una siesta.. No importa lo que haga; lo que
importa es que dicha actividad le lleve a desidentificarse por unos momentos de la mente y
el ego, reconectando con el ser esencial. En la medida en que aprende a relajarse se da
cuenta de que todo el tiempo dedicado a parar, sentir y conectar es la mejor inversión de
su vida.
Dejar en paz a los demás. Algo que transforma por completo su estado de ánimo es
cultivar la compasión, entendiendo que todo el mundo ⎯incluyendo él mismo⎯ lo hace lo
mejor que sabe en base a su nivel de consciencia y su grado de comprensión. Lo cierto es
que juzgar a otros tan solo pone de manifiesto su propia ignorancia e inconsciencia, pues
en realidad la crítica social es la herramienta que utiliza el ego para sentirse mejor,
compensando así su constante sensación de imperfección. Es fundamental que respete y
acepte puntos de vista diferentes a los suyos, aprendiendo a cerrar la boca y guardar
silencio más a menudo. Que evite dar su opinión a menos que se la pidan con genuino
interés. Y en definitiva que deje en paz a los demás, trascendiendo su afán reformador.
Amar el mundo. Por más que le cueste de entender, todo es perfecto porque está en su
proceso hacia la perfección. Lo que sucede es exactamente lo que tiene que suceder para
posibilitar los procesos de aprendizaje y evolución que rigen la existencia humana. De ahí
la inutilidad de intentar cambiar las cosas. Practicar la aceptación incondicional es lo que le
permite trascender el ego y reconectar con el ser esencial. Y es que no ha venido para
cambiar el mundo, sino para aceptarlo y amarlo tal como es. Eso sí, la aceptación es un
punto de partida. Al aceptar la realidad deja de perturbarse, de sufrir y de alimentar el ego.
Solo entonces deviene su verdadera transformación personal, convirtiéndose en el cambio
que quiere ver en la sociedad e inspirando a otros a través de su propio ejemplo.
¿Cómo se descentra el Eneatipo 1? – Eneagrama
El «descentramiento» es un movimiento psicológico que posibilita la saturación y el
cuestionamiento de nuestra personalidad. Y deviene reactivamente cuando atravesamos
una situación de estrés y desequilibrio prolongada como consecuencia de habernos
empachado del ego de nuestro eneatipo principal. Es entonces cuando de forma
inconsciente ⎯y a modo de amortiguador psicológico⎯ empezamos a adoptar alguno de los
patrones egocéntricos de pensamiento, sentimiento y conducta de los eneatipos con los
que estamos conectados por medio de estas líneas. En algunos casos, podemos llegar a
expresar estos comportamientos de una forma todavía más sombría e ignorante que los
eneatipos a los que pertenecen.
No en vano, este proceso nos lleva a conectar con el lado más oscuro de los eneatipos a
los que nos descentramos. Y actúa como una válvula de escape encaminada a desahogar
temporalmente toda la presión y el malestar acumulados por seguir las estrategias
inconscientes dictadas por el ego nuestro eneatipo principal. Eso sí, en caso de
perpetuarnos en el victimismo puede provocar que de pronto lo veamos todo negro,
llevándonos al borde de la depresión e incluso del suicidio. De ahí que este descentramiento
sea una invitación a la autocrítica y una llamada al despertar. Si aprovechamos estos
momentos de dolor y sufrimiento para crecer espiritualmente podemos tomar consciencia
de que la manera en la que hemos venido pensando, sintiendo y actuando es
profundamente nociva y equivocada.
El descentramiento del Eneatipo 1
El eneatipo 1 cuando se empacha de su propio ego puede descentrarse al eneatipo 4,
conectando con la sensación de rechazo e inferioridad. De pronto se compara y siente
envidia, creyendo que los demás tienen algo que no ha podido conseguir a pesar de su
estricta autoexigencia y afán de perfección. A su vez comienza a sentirse diferente e
incomprendido, a rechazar la interacción social y a encerrarse en sí mismo. Ahogado por el
drama y la melancolía fantasea con la idea de escapar de su realidad, liberándose de sus
obligaciones. Para profundizar más acerca del descentramiento ⎯y también de su lado
oscuro⎯, es muy recomendable que interiorice la información relacionada con el ego del
eneatipo 4.
El eneatipo 1 también puede descentrarse al eneatipo 7, conectando con la sensación de
vacío e insatisfacción. En este caso el dolor que siente es tan insoportable que se vuelve
más superficial e hiperactivo, montando planes placenteros con los que tapar su enfado,
amargura y frustración. Y con la finalidad de evadirse de la excesiva presión a la que le
somete su juez interno, suele caer en las garras de la adicción y la gula, recurriendo a los
atracones de comida o al consumo de cualquier sustancia que alivie su malestar y
sufrimiento. Para profundizar más acerca del descentramiento ⎯y también de su lado
oscuro⎯, es muy recomendable que interiorice la información relacionada con el ego del
eneatipo 7.
De este modo, para iluminar su propia sombra el eneatipo 1 ha de iluminar e integrar la
sombra de los eneatipos 4 y 7, compartiendo muchos rasgos en común con estos dos tipos
de personalidad.
Los tres instintos (o subtipos) del Eneatipo 1 – Eneagrama
Los «instintos» o «subtipos» son las necesidades y motivaciones más básicas relacionadas
con nuestro centro visceral. No en vano los seres humanos vivimos atrapados en cuerpos
de animales que cuentan con sus propios intereses, deseos, miedos, apegos,
preocupaciones, obsesiones y aspiraciones. Y a menos que seamos conscientes de ellos,
estas pulsiones primarias acaban convirtiéndose en la fuerza motora de nuestra identidad
egoica.
Según el Eneagrama existen tres instintos principales: «conservación», «sexual» y
«social»1. Si bien todos tenemos de los tres, uno de ellos suele ser dominante, estando
más activo durante toda nuestra vida. Es al que le damos más importancia y donde el ego
le pone más energía y atención. Sin embargo, en ocasiones un instinto puede tener más
protagonismo que otros en función del momento vital que estemos viviendo y del tipo de
circunstancias en las que nos encontremos. En otros casos hay personas que apenas
tienen activado alguno de estos instintos, marginándolo por completo. El reto es satisfacer
las necesidades reales de cada uno de estos tres instintos, pero sin pasarnos de la raya,
tanto por defecto como por exceso.
El «instinto de conservación» nos lleva a poner el foco de atención en nosotros mismos ⎯y
en nuestra familia⎯, especialmente en relación a nuestra seguridad y supervivencia físicas.
Es nuestra parte más práctica y materialista, orientada a lograr los recursos económicos
necesarios para lograr la estabilidad y prosperidad financieras. Este instinto nos llena de
miedo a la escasez, a no gozar del sustento suficiente para proveernos una buena vida.
Tiene que ver con los hábitos y las rutinas que establecemos para cuidar de la salud y el
bienestar de nuestro cuerpo. Y con la pulsión de contar con un hogar (o refugio) en el que
sentirnos cómodos y protegidos. Y en definitiva, nos motiva a buscar la autonomía y la
autosuficiencia para que no nos falte de nada.
El «instinto sexual» nos lleva a poner el foco de atención en los demás, especialmente en
aquellos con quienes mantenemos relaciones íntimas o deseamos mantenerlas. Es nuestra
parte más presumida y seductora, orientada a atraer y conquistar a las personas que
deseamos. Este instinto nos llena de miedo a no ser lo suficientemente atractivos y quedar
rezagados en la competición sexual. Tiene que ver con lo que hacemos para adornar
nuestra personalidad y tener más posibilidades a la hora de elegir a nuestra pareja o a
nuestros compañeros sexuales. Y con la pulsión de caer bien, gustar, amar y ser amados,
dar y recibir afecto, copular y procrear. Y en definitiva, nos motiva a buscar el modo de
garantizar los mejores genes para nuestra descendencia.
El «instinto social» nos lleva a poner el foco de atención en cómo nos relacionamos y
posicionamos socialmente, tanto en nuestros vínculos laborales como de amistad. Es
nuestra parte más sociable y colaborativa, orientada a sentirnos útiles e importantes,
gozando de cierto estatus, poder e influencia. Este instinto nos llena de miedo a ser
abandonados, rechazados y excluidos. Tiene que ver con la necesidad de pertenecer a
algún grupo o comunidad que comparta nuestros valores, sintiendo que formamos parte de
algo más grande que nosotros mismos. Y con la pulsión de contribuir, aportar valor,
autorrealizarnos, impactar y dejar un legado en la sociedad. Y en definitiva, nos motiva a
buscar nuestra vocación, así como a encontrar el sentido y el propósito de nuestra vida.
1 El creador de esta corriente fue Claudio Naranjo, quien los llamó «subtipos».
Los 3 instintos (o subtipos) del Eneatipo 1
Conservación. Cuando este instinto está más exaltado el ego tiende a poner el foco de
atención en sí mismo, en sus imperfecciones. Se siente tan defectuoso que su motivación
egocéntrica se centra en autoperfeccionarse de forma obsesiva para intentar ser mejor de
cómo es. La ira se transforma en automachaque. Tiende a ser muy ordenado, escrupuloso
y exigente con su forma de vivir. Y está muy preocupado ⎯y es demasiado estricto⎯ en
cuestiones relacionadas con el ocio, el placer, la salud, la higiene, la limpieza y la dieta.
Pasa por etapas en las que o satisface insaciablemente sus deseos con exceso o atraviesa
periodos de ascetismo extremo durante los que reprime sus impulsos todo lo que puede.
Sexual. Cuando tiene este instinto más pronunciado el ego tiende a poner el foco de
atención en sus relaciones íntimas. Y en caso de tenerlos, en su pareja y en sus hijos.
Aspira a tener el compañero perfecto, el mejor matrimonio y la familia más ejemplar. La
paradoja es que tiende a considerar a sus seres queridos defectuosos e insuficientes. De
ahí que proyecte en ellos su ira, intentando perfeccionarlos para adecuarlos a la imagen
idealizada dibujada en su cabeza por su juez interno. Mientras, tiene miedo de que aparezca
alguien mejor y le arrebate sus relaciones más preciadas, a las que controla con
vehemencia y celo. Tiende a reprimir sus impulsos carnales, debatiéndose entre la
abstinencia y la voracidad sexual.
Social. Cuando este instinto domina su personalidad el ego tiende a poner el foco de
atención en la sociedad y en el mundo. Todo le parece una «mierda». Canaliza su ira
desvelando la corrupción del sistema, así como intentando reformar al resto de la
humanidad. Se considera un modelo de perfección a seguir. Y actúa como el representante
de los valores éticos que debería compartir el resto de la gente. Suele ir a contracorriente y
ser un inadaptado que rechaza la interacción social, pues nadie está a la altura de sus
estándares de integridad y perfección. Tiende a señalar la mediocridad y la inutilidad de las
personas que lo rodean, consolidando el elevado autoconcepto que tiene de sí mismo.
En el Eneagrama las «alas» son los tipos de personalidad que están a la derecha y a la
izquierda de nuestro eneatipo principal. Y pueden influir en cómo éste se manifiesta, tanto
cuando estamos identificados con el ego como cuando estamos conectados con el ser
esencial. A modo de analogía imaginemos que tenemos un vaso con agua, el cual simboliza
nuestro eneatipo principal. ¿Sabe a agua, cierto? Pero ¿qué pasa si le ponemos un chorrito
de zumo de naranja? Pues que el sabor del agua estará un poco anaranjado. ¿Y qué
sucede si ⎯en cambio⎯ le añadimos unas gotas de jugo de limón? Pues que ese mismo
agua sabrá un poco a limonada, ¿no?
En este sentido, el eneatipo 1 puede estar influido por el ala 2, sintiendo también la
sensación de abandono y falta de amor de este eneatipo. Cree que para ser perfecto tiene
que ser querido y gozar de aprobación social. De ahí que se esfuerce por ser buena persona
y ayudar a los demás. Tiende a darse excesiva importancia a sí mismo, implicándose
demasiado en vidas ajenas y estableciendo relaciones de codependencia. Le cuesta mucho
ocuparse de sus propias necesidades y no le gusta estar solo. Practica la generosidad
egocéntrica: da esperando recibir amor a cambio. Para profundizar más acerca del lado
oscuro de este ala es muy recomendable que interiorice la información relacionada con el
ego del eneatipo 2.
El eneatipo 1 también puede estar influido por el ala 9, sintiendo la sensación de negación
y no ser bienvenido de este eneatipo. Cree que para ser perfecto tiene que evitar el conflicto
y crear armonía. Se esfuerza por adaptarse a las personas y las situaciones que le rodean.
Niega todavía más sus impulsos y deseos, reprimiendo el enfado y la frustración de forma
inconsciente. Le cuesta gestionar la ira que siente por ser incapaz de aceptarse a sí mismo.
Tiene más necesidad de libertad, especialmente para no chocar con otros y conseguir que
nadie le moleste. Para profundizar más acerca del lado oscuro de este ala es muy
recomendable que interiorice la información relacionada con el ego del eneatipo 9.
En caso de tener las dos alas, sentirá las heridas de los eneatipos 2 y 9, estando influido
por la sombra de ambos tipos de personalidad.
El ego espiritual de los 9 eneatipos – Eneagrama
El «ego espiritual» es el último disfraz que utiliza este falso concepto de identidad para
seguirnos encarcelando. Una vez estamos inmersos en nuestro proceso de
autoconocimiento y desidentificación, el ego se va adaptando y estilizando para sobrevivir.
Y comienza a emplear nuevas estrategias de manipulación mucho más sofisticadas. Sin ir
más lejos, toma una forma aparentemente espiritual con la finalidad de perpetuar su poder
e influencia sobre nosotros. Para empezar, nos hace creer que estamos mucho más
evolucionados de lo que en realidad estamos.
Según el Eneagrama, cada eneatipo encuentra su propia forma de corromper su viaje de
autoconocimiento en la medida en la que entra en el ámbito del desarrollo personal:
Ego espiritual del eneatipo 1
Tiende a autoexigirse espiritualmente para alcanzar un nuevo ideal de perfección más
evolucionado y sofisticado. De hecho, crea una nueva moral espiritual, según la cual debe
aceptar siempre la realidad y no enfadarse nunca. Esta es la razón por la que empieza a
perturbarse porque no debería perturbarse… A su vez suele dejar de ver la televisión,
meditar todos los días o volverse vegetariano. Y no porque le apetezca, sino porque así se
lo dicta su juez interno. También suele criticar a los demás por su nivel de inconsciencia,
reformando a quienes le rodean para que compartan su nueva filosofía de vida.
El trastorno de personalidad de los 9 eneatipos – Eneagrama
El «trastorno de personalidad» consiste en la alteración de nuestra forma de pensar y de
comportarnos, adoptando de manera temporal o permanente patrones mentales y
conductuales nocivos para nuestra salud. En función de nuestra genética, de los factores
ambientales que marcaron nuestra infancia, así como de nuestros hábitos y estilo de vida,
dicho trastorno puede se vivirse en gradaciones diferentes, generando distintos niveles de
malestar y sufrimiento para quien lo padece.
Según el Eneagrama, estos son los principales trastornos de personalidad que se
desencadenan con más frecuencia en cada uno de los 9 eneatipos cuando estamos
excesivamente identificados con nuestro ego:
Trastorno de personalidad del eneatipo 1
Trastorno obsesivo-compulsivo (TOC): se caracteriza por tener pensamientos
incontrolables y recurrentes (obsesiones) que pueden llevarlo a seguir unos mismos
patrones de comportamiento rígidos y repetitivos una y otra vez (compulsiones).
Los 11 principales defectos egoicos del eneatipo 1
Los «defectos egoicos» son los rasgos obsesivos que manifestamos con mayor frecuencia
cuando vivimos esclavizados por el ego. También son las reacciones impulsivas y
automáticas que se desencadenan para proteger la imagen idealizada de nosotros mismos.
E incluso los mecanismos de defensa y los trastornos de personalidad que devienen cuando
nos obsesionamos con conseguir hacer realidad nuestra motivación egocéntrica. A pesar
de ser profundamente neuróticos, estos patrones de conducta inconscientes ⎯forjados
durante nuestra infancia⎯ constituyen la base de nuestra personalidad.
En el caso del eneatipo 1, estos son los principales 11 defectos egoicos:
Dogmatismo. Suele creer que su forma de pensar es la forma de pensar y que quien piensa
de manera distinta está equivocado. Y tiende a exponer sus argumentos con cierto
dogmatismo, como si fuera el portavoz de la verdad absoluta. Cree que solo existe una
solución correcta para cada situación: la suya.
Exigencia. Tiende a ser muy perfeccionista con aquello que le importa de verdad,
desarrollando una habilidad especial para detectar fallos e imperfecciones allá donde mira.
Suele ser demasiado exigente consigo mismo, con los demás y con las situaciones que lo
rodean, centrándose siempre en lo que debería mejorarse.
Idealismo. Se esfuerza más que nadie por hacer realidad su ideal de perfección en aquellos
ámbitos que más le motivan, persiguiendo objetivos poco realistas y muchas veces
inalcanzables. No se ve a sí mismo, a los demás ni al mundo como son, sino como tienen
que ser para cumplir con sus exigentes expectativas.
Incoherencia. Quiere ser coherente con lo que predica, pero su discurso es tan elevado
que es incapaz de practicarlo. Al esforzarse tanto para estar a la altura de la versión
idealizada de sí mismo, emplea válvulas de escape para liberarse de la tensión acumulada,
adoptando en privado conductas que condena públicamente.
Juicio. Tiene un juez interno que constantemente le está analizando, machacando y
corrigiendo. Y suele criticar, instruir y sermonear con la misma dureza a los demás,
especialmente cuando se equivocan, actúan con mediocridad o no muestran compromiso
ni voluntad por querer mejorar.
Moralidad. Su puritanismo le lleva a condenar ciertos deseos e impulsos, los cuales tiende
a reprimir inconscientemente por considerarlos inadecuados. Tiene muy clara la línea que
separa el bien del mal. Y se esfuerza por vivir de acuerdo con su propia moralidad, siendo
muy estricto consigo mismo y con los demás.
Prepotencia. Tiende a emanar un aura de superioridad ética y moral, creyéndose mejor
que el resto. Cuando se siente juzgado se vuelve muy arrogante, tratando con cierto
desprecio a quienes no están de acuerdo con sus argumentos. No entiende cómo los demás
no comparten siempre sus puntos de vista.
Queja. Su foco de atención suele estar puesto en aquellas cosas que podrían ser mejor o
diferentes a como son en cada momento. Se indigna con facilidad y no duda en protestar
cuando percibe algo con lo que no está de acuerdo. Malvive instalado en la queja
permanente.
Radicalismo. Tiende a ver las cosas blancas o negras, obviando la zona gris que se
encuentra en el medio. Suele llevar al extremo sus posiciones ideológicas, las cuales
expone con cierta agresividad y vehemencia, especialmente cuando siente que no son
aceptadas como obvias. A menudo le pierden las formas.
Rigidez. Es adicto a dar su opinión y a tener la razón. Le cuesta mucho cuestionar sus
creencias, las cuales defiende con rigidez. Se muestra inflexible frente a puntos de vista
que difieren a los suyos. Cuando está convencido de algo es prácticamente imposible que
cambie de opinión. Es muy cabezota y sabelotodo.
Susceptibilidad. Tiene la piel demasiado fina. Su enorme susceptibilidad provoca que
enseguida se sienta criticado, aunque nadie lo esté criticando directamente. Y tiende a
ofenderse con mucha facilidad cuando alguien no apoya o no está de acuerdo con algo que
ha dicho o ha hecho. No soporta sentirse juzgado.
La motivación egocéntrica de los nueve eneatipos – Eneagrama
La «motivación egocéntrica» es el motor enfermizo que nos mueve a convertirnos en una
versión idealizada de nosotros mismos, orientando nuestra existencia al propio interés.
También es la fuerza oscura que hay detrás de todas nuestras actitudes y conductas
inconscientes.
Motivación egocéntrica del eneatipo 1
Su principal deseo es ser perfecto, sea lo que sea que signifique eso en su cabeza. A partir
de ahí, se esfuerza y se exige todo lo humanamente posible para alcanzar dicho ideal de
perfección. Pero nunca lo consigue, pues su juez interno no para de criticarlo, machacarlo
y corregirlo para ser siempre un poco mejor de cómo es. Además de perfeccionarse a sí
mismo, también quiere reformar a los demás y cambiar el mundo, chocando contra el duro
muro de la realidad una y otra vez.
La percepción neurótica de los nueve eneatipos – Eneagrama
La «percepción neurótica» es la forma errónea y distorsionada en la que ego percibe
quienes somos y cómo funciona la vida. Son todas aquellas ideas locas y creencias falsas
acerca de quiénes se supone que tenemos que ser y de cómo consideramos que debería
funcionar el mundo. El Eneagrama también las llama «fijaciones». Esencialmente porque
se fijan en nuestra mente durante nuestra infancia en base al condicionamiento recibido por
los egos de nuestro entorno social y familiar.
Percepción neurótica del eneatipo 1
Su visión egoica, subjetiva y distorsionada de la realidad le hace estar convencido de que
es imperfecto. Y de que tendría que ser de otra manera ⎯mucho mejor⎯ a como actualmente
es. También considera que tanto los demás como el mundo son tremendamente
defectuosos. Y que deberían de ser exactamente cómo el piensa que deberían de ser. Esta
es la razón por la que siempre encuentra taras, fallos y áreas de mejora allá donde mira. Y
de que crea que tiene la responsabilidad de cambiar la realidad para que sea más perfecta.
Las 30 principales características del ego de los 9 eneatipos
Las características arquetípicas del ego son los rasgos oscuros más comunes que
manifiesta cada eneatipo cuando sigue tiranizado por su herida de nacimiento y está
excesivamente identificado con la mente y los pensamientos.
Características arquetípicas del ego del eneatipo 1
Amargado. Arrogante. Cascarrabias. Crítico. Dogmático. Enfadado. Estricto. Exigente.
Frustrado. Gruñón. Incoherente. Indignado. Inflexible. Intolerante. Iracundo. Irritado. Juez.
Moralista. Obsesivo. Perfeccionista. Prepotente. Puritano. Quejica. Radical. Resentido.
Rígido. Sermoneador. Susceptible. Vehemente. Tenso.
Qué es el ego según el Eneagrama
El Eneagrama es una herramienta muy útil para ser conscientes de cómo nos manipula el
«ego», que en latín significa «yo». Y básicamente es un mecanismo de defensa. Tiene una
función muy primaria: ayudarnos a sobrevivir al abismo emocional que suponen los
primeros años de nuestra existencia, protegiéndonos del angustioso dolor que nos causa
la herida de separación. El ego es el escudo con el que nos protegemos y la coraza con la
que nos defendemos. Es un impostor que actúa como un falso concepto de identidad: lo
que creemos ser pero que en realidad no somos. El ego es un farsante. Nos engaña cada
día, convenciéndonos de que somos nuestra mente y nuestro cuerpo.
El ego es condicionamiento. Es un producto del entorno social y familiar en el que nos
hemos criado. El ego es egocéntrico: todo gira entorno a sus necesidades y deseos.
Siempre se toma lo que sucede como algo personal. Nos convierte en el ombligo del mundo.
Y nos ciega por completo, provocando que solo nos veamos a nosotros mismos. El ego es
reactivo; la reactividad es su actividad favorita. De ahí que reaccionemos impulsivamente
frente a cualquier estímulo que no nos beneficia o nos perjudica.
El ego es sufrimiento: se perturba a sí mismo cada vez que la realidad no se ajusta a sus
expectativas. Y con cada perturbación es como si nos tomáramos un chupito de cianuro. El
ego es victimista: no asume nunca su parte de responsabilidad. Y nos instala en la queja y
en la culpa. El ego es prepotente y arrogante: se cree mejor y superior que el resto. Además,
el orgullo y la soberbia le impiden hacer autocrítica. Por eso en general no cuestionamos
nuestra forma de pensar ni nuestro sistema de creencias.
El ego es una máscara y un disfraz: tiende a fingir y aparentar para causar una buena
impresión en los demás. El ego es infantil. Nos lleva a comportarnos como niños pequeños.
Cada uno con sus juguetes y sus pataletas. El ego es dependiente y apegado. Nos hace
creer que necesitamos algo de fuera para sentirnos felices. El ego es celoso y posesivo.
Nos vuelve temerosos de perder aquello que creemos nuestro. El ego es envidioso. Se
compara todo el rato con quienes le rodean, haciéndonos sentir inferiores y acomplejados.
El ego es un carcelero. Nos somete a cumplir cadena perpetua en una invisible mazmorra
mental y psicológica. El ego es neblina. Nos lleva a filtrar e interpretar la realidad de forma
excesivamente distorsionada y subjetiva. El ego es oscuridad. Representa nuestro lado
oscuro y nuestras sombras más tenebrosas. Se alimenta de nuestras heridas y traumas de
infancia, así como de nuestros demonios internos. El ego es ruido. Es la vocecita que oímos
en nuestra cabeza y que no se calla nunca. Su alimento preferido son los pensamientos, a
poder ser negativos. El ego es cínico y nihilista. No cree en nada porque no cree en sí
mismo. Bajo su embrujo nuestras vidas carecen de propósito y sentido.
El ego crea una dualidad cognitiva
El ego es un constructo mental ilusorio. Está construido a base de creencias y pensamientos
ficticios. No es real. Solo existe en nuestra mente. El ego crea una dualidad cognitiva: yotú / nosotros-ellos / dentro-fuera / bueno-malo… Nos hace creer que somos un ente
separado, totalmente desconectado de nuestro ser esencial, de los demás y de la vida. El
ego es conflictivo. Es la causa de la división, la lucha y la guerra permanentes que padece
desde siempre la humanidad.
El ego es ignorante. Ignora su propia ignorancia: que no somos el ego. Funciona con
creencias falsas y erróneas que limitan nuestra manera de entender la vida. El ego es
inconsciente. No es consciente de su propia inconsciencia. Y tampoco quiere saberlo. Por
eso en general vivimos dormidos, con el piloto automático siempre puesto. El ego es
acomodado y tiene mucho miedo al cambio. Vive dentro de una cerca llamada «zona de
comodidad». El ego es borrego. Tiende a seguir al rebaño. Prueba de ello es que son muy
pocos los que se atreven a cuestionar el orden social establecido. Y sin embargo el ego es
un dictador. Siempre quiere tener la razón, imponer su punto de vista y salirse con la suya.
Es capaz de confrontar cualquier cosa menos a sí mismo.
El ego es infeliz. Se siente permanentemente insatisfecho. Siempre le falta algo pero no
sabe el qué. El ego es neurótico. Se cuenta todo tipo de historias y se monta todo tipo de
películas en su cabeza. Nos hace perder de vista lo auténticamente real que está pasando
aquí y ahora. El ego es paranoico. Se inventa diferentes amenazas y peligros para justificar
su miedo. El ego es adicto al drama; es un artista a la hora de hacer montañas a partir de
granitos de arena. El ego es enfermizo. Como consecuencia de su nociva forma de pensar,
sentir y comportarse nos lleva a padecer numerosas enfermedades psicosomáticas, como
el estrés, la ansiedad y la depresión.
El ego es insaciable: siempre quiere y necesita más. Bajo la influencia de este yo ilusorio
sentimos un enorme vacío en nuestro interior. Y equivocadamente buscamos la manera de
taparlo y de llenarlo con cosas del exterior. Por eso somos tan consumistas y materialistas.
Pero nada de lo que conseguimos nunca es suficiente. La codicia y avaricia del ego no tiene
límites. No solo no valora lo que tiene, sino que nos lleva a querer constantemente aquello
que no tenemos. El ego es un parche. Al desconectarnos del ser esencial lo utilizamos para
ir tirando. Pero es una simple cuestión de tiempo que termine reventando, provocando que
nos estampemos contra el suelo…
¿Qué significa el símbolo el Eneagrama?
Es increíble como un símbolo tan sencillo -y con tanta historia- contenga tantísimo
conocimiento de calidad para comprender por qué somos como somos y cómo funcionamos
por dentro. Esencialmente, el Eneagrama está compuesto por nueve características
principales. La primera de ellas es el «círculo», el cual representa que toda la existencia
forma parte de una misma unidad y totalidad. Simboliza la visión de que «dios es todo lo
que existe y todo lo que existe es dios». Y entendiendo esta palabra no desde una
perspectiva religiosa o teísta ⎯dios como creador del universo⎯, sino más bien espiritual y
panteísta: dios como universo, sinónimo de vida, realidad o naturaleza.
El triángulo
La segunda característica es el «triángulo», que indica que todas las creaciones que forman
parte del universo ⎯incluyéndonos a nosotros mismos⎯ son fruto de la interacción dinámica
de tres fuerzas. Es una invitación a encontrar una tercera vía mucho más sabia y elevada
a la hora de mirar e interpretar la realidad. Más que nada porque nuestra mente está
inconscientemente gobernada por la dualidad, desde donde tendemos a reducir las cosas
como «blancas» o «negras», perdiéndonos la zona «gris» que se encuentra en medio. Sin
ir más lejos, el ego nos lleva a ver los hechos que suceden como «buenos» o «malos».
Gracias al Eneagrama nos damos cuenta de que en realidad son «neutros».
La hexada
La tercera característica es la «hexada», que simboliza el cambio, la transformación y la
evolución inherentes a la existencia. Nos recuerda que la vida se rige por «la ley de la
impermanencia», según la cual nada es estático y todo está continuamente cambiando. Y
es que no sirve de nada intentar aferrarnos a ninguna zona de comodidad, pues la realidad
es voluble, incierta e inestable. E inevitablemente tenemos que desequilibrarnos para poder
seguir creciendo y avanzando. El Eneagrama nos propone orientar este proceso de
transformación a la desidentificación del ego y la reconexión con el ser esencial, desde
donde experimentamos la unidad, la neutralidad y la estabilidad.
Los números
La cuarta característica son los «números» situados en cada una de las nueve puntas del
Eneagrama. No tienen nada que ver con la numerología. Simplemente se utilizan para el
manejo de esta herramienta. Representan los nueve eneatipos, cada uno de los cuales
muestra un rasgo acentuado tanto del ego como del ser. Si bien tenemos un poco de todos,
hay un tipo de personalidad principal que tiene una mayor influencia en nuestra manera de
pensar, sentir y actuar. Obviamente, ninguno es mejor ni peor que otro. Todos cuentan con
su lado oscuro y su parte luminosa. Y cada uno tiene su propio infierno que transitar y su
propio cielo que experimentar.
El resto de características son:
-Las tríadas
-Las líneas (centramiento y descentramiento)
-Las alas
-Los instintos (o subtipos)
-Los níveles de desarrollo
El Eneagrama es la mejor herramienta de autoconocimiento
El Eneagrama se ha consolidado como la herramienta más eficaz para iniciar el viaje del
autoconocimiento porque va a la raíz de nuestros conflictos emocionales y existenciales.
Porque es muy fácil de poner en práctica. Porque es apta para escépticos. Y sobre todo
porque funciona. Enseguida aporta resultados beneficiosos tangibles. No en vano se trata
de un manual de instrucciones bastante preciso de la condición humana. También podría
definirse como un mapa de nuestro territorio emocional. Un espejo donde ver reflejadas
nuestras luces y nuestras sombras. Y un despertador con el que salir del profundo sueño
egoico en el que estamos sumidos y empezar a vivir conscientemente.
También es una lupa con la que ver con claridad las motivaciones ocultas que hay detrás
de nuestras actitudes y conductas. Un antídoto con el que dejar de envenenar nuestra
mente. Una balsa con la que cruzar a la otra orilla, trascendiendo el encarcelamiento
psicológico en el que estamos inconscientemente encerrados. Un ascensor para elevar
nuestra consciencia, reconectando con nuestra dimensión espiritual. Y en definitiva, una
llave para liberarnos de la jaula mental que tanto sufrimiento nos provoca.
La palabra «Eneagrama» significa en griego «nueve líneas». Esencialmente porque
describe a grandes rasgos los nueve aspectos principales de nuestra naturaleza humana.
Y lo hace por medio de nueve eneatipos. Es decir, nueve formas de pensar, sentir y actuar.
Nueve modelos mentales, esqueletos psicológicos o tipos de personalidad. Nueve formas
de entender la vida. Nueve modos de distorsionar la realidad. Nueve maneras con las que
torturarnos. Nueve dones que ofrecer a los demás y al mundo. Nueve modos de amar y de
ser amados. Y nueve máscaras con las que se disfraza la divinidad.
Más concretamente, el Eneagrama hace una radiografía bastante fiel de los nueve rostros
que toma el ego (nuestro lado condicionado, falso, ignorante, inconsciente y oscuro) y de
las nueve facetas inherentes al ser esencial (nuestro lado libre, auténtico, sabio, consciente
y luminoso). También nos muestra nueve caminos para cuestionarnos, crecer y evolucionar
como seres humanos, tanto a nivel psicológico como espiritual. Eso sí, lo más importantes
es que nos ayuda a transformar por completo la visión que tenemos acerca de nosotros
mismos, de lo que consideramos que es nuestra «identidad». Y lo cierto es que esta
transformación lo cambia todo. Absolutamente todo.
El origen y la historia del Eneagrama
A la hora de hablar sobre el Eneagrama hemos de diferenciar entre el símbolo y los nueve
tipos de personalidad. Más que nada porque cada uno de estos dos elementos cuenta con
su propia historia. De hecho, esta herramienta de autoconocimiento no procede de una sola
fuente. Es una síntesis, un híbrido y una amalgama de muchas tradiciones espirituales y
religiosas diferentes combinadas con los últimos avances en el campo de la psicología
moderna.
Dicho esto, nadie sabe con certeza dónde y cuándo apareció por primera vez el círculo de
nueve puntas. La creencia popular más extendida es que se originó en la región de Caldea
en Babilonia (Mesopotamia) hace más de 2.500 años[1]. Este diagrama también se
relaciona con autores griegos clásicos como Pitágoras (569-475), Platón (427-347) y Plotino
(205-270). Tanto para los caldeos como para los griegos, el número nueve era considerado
«divino». Lo empleaban para designar lo absoluto, lo infinito y, en definitiva, la unidad de la
que todo procede y que todo lo contiene.[2]
Por su parte, el nacimiento de la psicología de los nueve tipos de personalidad se remonta
por lo menos al siglo IV en el seno del Imperio Romano. Por aquel entonces, un grupo de
sabios, místicos y anacoretas cristianos abandonaron las ciudades para irse a vivir a los
desiertos de Siria y Egipto y llevar una vida contemplativa. Son conocidos como «los Padres
del Desierto». Y a uno de ellos ⎯el teólogo Evagrio Póntico (345-399)⎯ se le atribuye el
descubrimiento de una serie de tentaciones con las que tenían que lidiar estos monjes para
mantener el estado de presencia durante sus oraciones, meditaciones y ejercicios
espirituales.[3]
En esencia, se trata de ocho deseos compulsivos que nos alejan de nuestro centro y nos
sumergen en la inconsciencia: «orge» (ira), «uperefania» (orgullo), «kenodoxia» (vanidad),
«lupe» (envidia), «filarguria» (avaricia), «gastrimargia» (gula), «porneia» (lujuria) y «acedia»
(pereza). Según los escritos de Póntico, este conjunto de distracciones y vicios egoicos nos
llevan a perder la conexión directa con el ser esencial y, por ende, con la divinidad que
reside en lo profundo de cada ser humano.[4]
Y no solo eso. En la medida que estos automatismos inconscientes van cristalizando y
asentándose en nuestra personalidad, envenenan nuestra forma de pensar, sentir y actuar,
convirtiéndonos en seres incompletos e insatisfechos, siempre en busca de más, mejor y
diferente[5]. De ahí que para Póntico, cada buscador tenga que emplear una práctica psicoespiritual diferente en función del tipo de pensamientos y emociones dominantes que
padece durante su proceso de autoindagación. Dos siglos más tarde, el legado de estos
hallazgos lo retomó el papa Gregorio Magno (540-604), quien eliminó la vanidad de esta
lista, estableciendo de forma oficial los famosos «siete pecados capitales».[6]
Los diagramas de Ramón Llull
En el siglo XIII, el místico y divulgador Ramón Llull (1232-1316) se propuso definir una
ciencia y un lenguaje universal de las ideas, ordenando y clasificando todos los saberes
ancestrales relacionados con el despertar de la consciencia. Entre estos, destacaban el
legado científico y espiritual de la Mesopotamia y Grecia clásicas, así como del sufismo, la
rama mística del Islam. En parte de su extensa obra aparecen varios diagramas
compuestos por un círculo de nueve puntas, el cual simboliza la unidad y totalidad de la
existencia. Y en ellos sitúa los que ⎯según él⎯ son los nueve vicios humanos y los nueve
atributos divinos, por medio de los que intenta explicar todas las facetas y posibilidades
evolutivas de nuestra naturaleza.[7]
Cinco siglos más tarde, el místico y escritor George Ivánovich Gurdjieff (1866-1949) viajó
por todo el mundo para profundizar sobre la «filosofía perenne». Es decir, los principios
universales acerca de la naturaleza de la realidad y del propósito de nuestra existencia que
comparten todos los sabios de distintos pueblos, culturas y épocas. Su obra hace
constantes referencias a la civilización babilónica en general y a «la Hermandad Sarmoung»
en particular, quienes son considerados los fundadores de la sabiduría antigua. Se trata de
una comunidad de místicos que vivieron retirados en las montañas de la región de Caldea
hace más de 2.500 años y de dónde ⎯según él⎯ procede el actual símbolo del Eneagrama.
Finalmente, en 1916 Gurdjieff presentó en Moscú y San Petersburgo el círculo de nueve
puntas a los miembros del grupo SAT, acrónimo de «Searchers After Truth» (Buscadores
de la Verdad), del cual era su fundador. Para este autor, el Eneagrama es un símbolo
universal por medio del que se puede interpretar y descifrar cualquier ciencia y saber de la
humanidad. Eso sí, en ningún momento habló de los nueve tipos de personalidad. Parte de
sus enseñanzas se recogieron en el ensayo Fragmentos de una enseñanza desconocida,
publicado en 1949 por su principal discípulo, Peter Demianovich Ouspensky (1878-1947).
Fue la primera vez que la palabra «Eneagrama» apareció en un libro.[9]
El relevo de estos hallazgos e investigaciones lo tomó el filósofo Óscar Ichazo (1931-2020),
quien desde muy joven también estuvo muy influenciado por el legado de la Hermandad
Sarmoung y las enseñanzas neoplatónicas de la antigua Grecia. Y en un destello de
genialidad que tuvo en 1954 mapeó en el símbolo del Eneagrama tomado de Gurdjieff los
pecados descubiertos por Póntico siguiendo el enfoque holístico propuesto por Llull. De
este modo Ichazo logró un hallazgo verdaderamente extraordinario: poner en el símbolo del
Eneagrama la secuencia correcta de los nueve tipos de personalidad. A los siete pecados
capitales le añadió la vanidad ⎯presente en los escritos de Póntico⎯ y el miedo.[10]
En cada una de las nueve puntas del símbolo ubicó lo que él llamo las «fijaciones»
(creencias incorrectas acerca de la realidad); las «pasiones» (emociones y conductas
derivadas de estas fijaciones); las «ideas santas» (verdades fundamentales acerca de la
realidad) y las «virtudes» (emociones y conductas derivadas de estas ideas santas) de cada
tipo[11]. Y al hacerlo, también descubrió la relación dinámica que se establece entre unos
y otros durante nuestros procesos de cambio, transformación y evolución. Así es como
nació el Eneagrama de la personalidad moderno: un manual de instrucciones para que cada
ser humano sepa cómo despertar y desarrollarse espiritualmente, liberando a la consciencia
de la identificación egoica. Por todo ello, Ichazo es considerado «el padre del Eneagrama».
El Eneagrama en la actualidad
En 1970 Ichazo impartió un entrenamiento de 10 meses en el desierto de Arica (Chile),
durante el que enseñó el Eneagrama a unos 50 alumnos, la mayoría psicoterapeutas
afincados en Estados Unidos[12]. Uno de ellos fue el psiquiatra Claudio Naranjo (19322019), quien al regresar fundó el SAT Institute en Berkeley (California), cuya finalidad era
demostrar la congruencia entre las brillantes teorías de Ichazo y los últimos descubrimientos
psicológicos contemporáneos. En otras palabras, el objetivo de Naranjo fue casar la
psicología con la espiritualidad, lo que hoy en día se conoce como «psicología
transpersonal»: la que va más allá del ego, devolviéndonos la conexión con nuestra
naturaleza espiritual: el ser esencial.[13]
Durante los años siguientes se dedicó a reunir a grupos de personas que se identificaban
con un determinado tipo para entrevistarles, recabar información de forma científica y
extraer conclusiones empíricas. Como consecuencia de sus investigaciones, Naranjo
desarrolló y dio forma a los nueve tipos de personalidad que hoy conocemos, a los que
bautizó como «eneatipos». También descubrió la influencia que tienen los tres instintos
primarios (o subtipos) a la hora de manifestarse nuestro eneatipo dominante[14]. Y en
definitiva gracias a él el Eneagrama comenzó a democratizarse y popularizarse por todo el
mundo. Lo cierto es que tuve la fortuna de conocerlo personalmente en 2009, durante una
entrevista que le hice para el diario El País, titulada «El hombre de hoy sigue siendo un
esclavo».[15]
Entre los discípulos de Naranjo destacan Helen Palmer, A. H. Almaas, Sandra Maitri y
Robert Ochs. Este último es un cura jesuita que introdujo el Eneagrama en esta comunidad
religiosa. Entre sus seguidores destacan Don Richard Riso y Patrick H. O’Leary, quien junto
con Maria Beesing y Robert Nogosek publicaron en 1984 el primer libro sobre los nueve
eneatipos: Eneagrama: un camino hacia el autodescubrimiento. Finalmente, en 1994 se
fundó la Asociación Internacional de Eneagrama (IEA), la cual estuvo avalada por el
Departamento de Psiquiatría de la Universidad de Standford en Palo Alto, California.[16]
Desde entonces el Eneagrama se ha ido extendiendo rápidamente por diferentes capas,
estratos y sectores de la sociedad. Hoy en día se utiliza en el ámbito de la psicología, la
psiquiatría y el coaching, pues contribuye a erradicar las causas del malestar en vez de dar
alivio en forma de pastillas para minimizar los síntomas. También lo emplean las empresas
conscientes para trabajar el liderazgo, la gestión de equipos y mejorar el ambiente laboral.
En paralelo, también se usa mucho en la industria del cine: los guionistas lo emplean para
crear personajes más realistas e inolvidables, mientras que los actores lo usan para meterse
en la piel de los papeles que interpretan, dotando a sus actuaciones de una mayor
complejidad y veracidad.
Por su parte, el Eneagrama también está triunfando en el seno de las familias que quieren
mejorar la comunicación y el entendimiento, tanto entre los miembros de la pareja como
entre padres e hijos. E incluso también está aportando mucho valor en el ámbito de la
reinvención profesional, ayudando a las personas a descubrir su talento y su propósito de
vida. Eso sí, a lo largo de las páginas que siguen vamos a centrarnos en cómo hacer
consciente el ego y cuál es el proceso de transformación que cada uno de nosotros hemos
de seguir para reconectar con nuestra verdadera esencia. ¡Buen viaje!
¿Cómo funciona el Eneagrama?
Por Borja Vilaseca
Todos tenemos un poco del lado oscuro (el ego) y del lado luminoso (el ser) que se
encuentran en cada uno de los nueve eneatipos. Sin embargo, en general estamos más
identificados con un eneatipo dominante.
Muchas veces el desconocimiento del Eneagrama provoca que se lo describa como un
medio de encasillar o etiquetar a las personas. Pero la experiencia demuestra todo lo
contrario. Esta herramienta psicológica, encaminada a hacer consciente el complejo
proceso de nuestra mente, muestra la caja en la que cada uno de nosotros se ha ido
encerrando y los pasos necesarios para que podamos salir de ella. Sólo así podremos
volver a conectar con nuestra esencia más profunda. Fruto de ese reencuentro con lo que
somos verdaderamente, surge dentro de nosotros la paz interior que siempre hemos estado
buscando fuera. A este estado natural de conexión con el ser también se lo conoce como
«felicidad».
El Eneagrama describe nueve «eneatipos». Es decir, nueve modelos mentales, esqueletos
psicológicos o tipos de personalidad, cada uno de los cuales puede vivirse desde el ego o
desde el ser, en función de nuestro nivel de consciencia, nuestro grado de comprensión y
nuestro estado de ánimo. Y para facilitar el manejo y la comprensión de esta herramienta
de autoconocimiento, se emplean nueve números. Estos podrían ser letras o nombres de
animales; en sí mismos no tienen ningún significado. El Eneagrama no está relacionado
con la numerología ni nada por el estilo.
Cada uno de nosotros nace con un eneatipo determinado. Es decir, en contacto con una de
las nueve esencias que define el Eneagrama. Sin embargo, durante nuestra infancia
desarrollamos de forma irremediable nuestro correspondiente tipo de ego para protegernos
y sobrevivir emocionalmente. Y dado que nadie nos ha enseñado a conocernos a nosotros
mismos y vivir desde lo esencial, la mayoría de adultos solemos estar identificados con
nuestro falso concepto de identidad. De ahí que nuestra existencia suela estar marcada, en
mayor o menor medida, por la lucha, el conflicto y el sufrimiento.
Para poder crecer y evolucionar como seres humanos, el primer paso consiste en identificar
cuál es nuestro eneatipo principal: aquel que determina nuestra herida de nacimiento. Es
decir, lo que nos mueve inconscientemente a crear e identificarnos con el ego para evitar
sentir el dolor, el vacío y la ansiedad que nos produce el vivir desconectados del ser. A su
vez, nuestro eneatipo principal determina nuestro rasgo más característico de
comportamiento, tanto cuando vivimos identificados con el ego como cuando reconectamos
con nuestro verdadero ser. Si bien al investigar los nueve tipos de personalidad nos
veremos reflejados en todos ellos, al profundizar lo suficiente verificaremos que sólo uno
de estos nueve eneatipos define con más exactitud nuestro modelo mental particular. No
se trata de quedarnos con las conductas y actitudes superficiales, sino con las motivaciones
inconscientes y ocultas que las generan.
DESCENTRAMIENTO Y CENTRAMIENTO
Desde la perspectiva del Eneagrama, nuestra forma de ser no sólo viene determinada por
nuestro eneatipo principal, sino que también está estrechamente relacionada con otros dos
eneatipos más: aquellos a los que nos descentramos y nos centramos. Así, cuando
pasamos por una situación de estrés, desequilibrio y malestar prolongada, adoptamos los
patrones de conducta egocéntricos de otro eneatipo, un movimiento denominado
«descentramiento» o «desintegración».
Nos descentramos cuando nos identificamos en exceso con el ego; como resultado,
empezamos a reaccionar automáticamente cuando la realidad no se ajusta a nuestras
necesidades, deseos y expectativas. Son esos días negros en los que nos sentimos vacíos,
inseguros, preocupados, irritables e incómodos con nosotros mismos y con los demás.
Cuando estamos descentrados parece que el mundo entero está en nuestra contra. Son
esos momentos en los que nuestra mente nos bombardea con pensamientos negativos y
desagradables, que finalmente nos conducen a buscar alguna fuente de entretenimiento
que nos permita evadirnos de nosotros mismos.
El descentramiento es un proceso inconsciente que se desencadena cuando hemos llevado
al extremo las estrategias egocéntricas movidas por nuestro tipo de personalidad. Se trata
de un mecanismo de defensa encaminado a desahogar toda la presión y malestar
acumulados. Sería algo así como una válvula de escape que nos genera un alivio temporal.
Si no somos conscientes del desgaste emocional que supone esta desintegración
momentánea, corremos el riesgo de caer en las garras del miedo, la ira y la tristeza. Y si no
hacemos nada para remediarlo, puede arrastrarnos incluso al borde de la depresión. Por
ejemplo, el eneatipo 1 se descentra al 4, asumiendo los pensamientos y conductas
egocéntricos de este tipo de personalidad.
Para recuperar nuestro centro -nuestro equilibrio interior-nos conviene poner en práctica
ciertos comportamientos y actitudes esenciales de otro eneatipo, un movimiento
denominado «centramiento» o «integración». A diferencia del descentramiento -que es un
proceso totalmente inconsciente y automático-, el centramiento es un esfuerzo consciente
y voluntario, que surge a raíz de comprender quiénes somos y qué necesitamos para ser
verdaderamente felices. El centramiento es una invitación a comprometernos con nuestro
proceso de desarrollo personal. Por un lado, consiste en cuestionar el sistema de creencias
que nos mantiene anclados al ego. Y por el otro, introducir nueva información en nuestra
mente para cultivar nuevas conductas más constructivas con las que obtener nuevos y
mejores resultados a nivel emocional. Esta sabiduría la obtenemos al centrarnos al eneatipo
correspondiente, marcado a través del símbolo del Eneagrama.
Estamos centrados cuando nuestra mente está relajada, permitiéndonos estar muy atentos
para controlar nuestras reacciones impulsivas y dejar de ser víctimas del ego. En este
estado de consciencia, nos sentimos alegres de poder disfrutar de la vida tal como es, sin
necesidad de recurrir a ningún tipo de evasión para huir de nosotros mismos. En esos
instantes «esenciales» nos abraza una paz y felicidad duraderas que nos permiten
interactuar con los demás como si fueran parte de nosotros mismos. Son esos días
maravillosos, en los que aceptamos sin reservas lo que sucede, sonriendo y cantando sin
otro motivo que el de estar vivos.
Por ejemplo, eneatipo 1 se centra al 7, adoptando los pensamientos y comportamientos
esenciales de este modelo mental. Así, para verificar cuál es nuestro eneatipo principal, es
necesario corroborar la correlación existente con los eneatipos a los que se descentra y
centra, respectivamente, tal como muestras las flechas del símbolo del Eneagrama.
LA INFLUENCIA DE LAS ALAS
Más allá de descubrir cuál es nuestro eneatipo principal y corroborar que efectivamente nos
descentramos y centramos a los tipos de personalidad correspondientes, desde la
perspectiva del Eneagrama nuestra forma de ser también puede estar muy condicionada
por los tipos de personalidad situados a la derecha y la izquierda de nuestro eneatipo
principal. Son las llamadas «alas». Ciertas personas tienen dos alas; otros, una y algunos,
ninguna.
Los expertos en Eneagrama sostienen que la mayoría de seres humanos tenemos un ala
dominante, que influye sobre nuestro eneatipo principal, tanto desde el ego como desde el
ser. Es importante saber la influencia que podemos estar recibiendo de estas alas, ya que
nos ayuda a conocer más detalladamente las trampas a las que hemos de enfrentarnos
para llegar a estar bien con nosotros mismos. Por ejemplo, el eneatipo 2 puede adoptar
comportamientos del 1 y del 3.
Además, cabe señalar que existen muchos niveles de desarrollo para cada eneatipo, los
cuales describen nuestro nivel de identificación o desidentificación con el ego, así como
nuestro grado de conexión o desconexión con nuestro verdadero ser. Por ejemplo, no tiene
nada que ver un eneatipo 6 centrado que descentrado. A lo largo de la vida, y fruto del
impacto que han tenido algunas experiencias sobre nosotros, nuestra manera de interactuar
en el mundo suele evolucionar hacia una mayor comprensión y consciencia, sintiéndonos
cada vez mejor con nosotros mismos o, por el contrario, hacia una mayor ignorancia e
inconsciencia, provocando que la lucha, el conflicto y el sufrimiento se adueñen de nuestro
día a día.
Cuanto más bajo sea nuestro nivel de consciencia, más egocéntrica será nuestra manera
de ser, y viceversa. Por ejemplo, una persona desconectada de sí misma se quejará cuando
un día de lluvia le impida ir a tomar el sol a la playa con sus amigos. En cambio, otra más
conectada y absolutamente integrada en la vida, se adaptará a las circunstancias. Quizá se
quede en casa contemplando la lluvia desde su ventana, aproveche para leer
tranquilamente o decida quedar con esos mismos amigos en un entorno donde puedan
guarecerse de la lluvia. El hecho externo es el mismo para los dos, pero la reacción
emocional es distinta, según su grado de sabiduría. Con la ayuda del Eneagrama podemos
liberarnos de nuestro egocentrismo y caminar por la vida adoptando la postura que más
bienestar nos reporte en cada momento.
CÓMO UTILIZAR EL ENEAGRAMA
A la hora de identificarse con uno de los nueve eneatipos, hay personas que dicen que les
ha tocado «el peor de todos». Otras, «el más difícil». Algunos comentan que no saben muy
bien cuál es el suyo, pero que uno de los tipos de personalidad les da literalmente «asco».
Otros se creen que es una decisión racional, pensando que el eneatipo es algo que puede
escogerse, como si se tratara de elegir entre diferentes productos de un supermercado
espiritual. Otros se ponen a reír cuando lo descubren. O sienten vergüenza, tristeza o rabia.
Sea como fuere, el Eneagrama es un espejo que nos invita a ser radicalmente honestos
con nosotros mismos, atreviéndonos a aceptarnos tal y como somos, sin importar si en el
momento de conocer esta herramienta nos encontramos identificados con el ego o, por el
contrario, más en contacto con nuestro verdadero ser. Curiosamente, nuestro ego va a
seguir tratando de autoboicotearnos, incluso mientras leemos este libro. A esta parte de
nosotros no le interesa que nos conozcamos, pues podría resultar el principio del fin de su
existencia…
En la medida que vas conociendo en profundidad cada uno de los nueve eneatipos, ves
haciendo consciente todo aquello con lo que te sientas identificado, tanto en lo concerniente
con tu lado oscuro como con tu parte luminosa. Y dado que el Eneagrama describe
tendencias de comportamiento, no sólo tengas en cuenta aquello que refleja tu momento
presente, sino también todo lo que te recuerde a tu manera de ser en el pasado. Así, esta
herramienta puede servirte para ponerle nombre a emociones, sentimientos y estados de
ánimo que formen -o hayan formado- parte de tu vida interior. Y también como un
termómetro evolutivo, con el que medir más objetivamente en qué punto te encuentras en
el camino del autoconocimiento.
Afirmar que nos identificamos con el eneatipo 8, por ejemplo, no quiere decir que
somostodo lo que se describe esta herramienta de autoconocimiento. Más bien pone de
manifiesto que reconocemos que dicha tendencia de comportamiento es la que mejor define
-a grandes rasgos- nuestra forma de ser, tanto en el ego como en el ser. De ahí que no
tengamos que sentirnos identificados con todo lo que se dice acerca de un eneatipo.
Principalmente porque todos los seres humanos somos mucho más de lo que se pueda
definir a través de esta herramienta, que tan sólo nos sirve a modo de orientación y
referencia. Si somos sinceros con nosotros mismos, tarde o temprano terminaremos por
reconocer cuál es nuestro eneatipo principal, así como la correlación existente con el
descentramiento, el centramiento y las alas. A fin de lograrlo, hemos de tener el valor de
aceptarnos tal como somos. Ése es el primer paso para poder cambiar. Lo cierto es que el
autoengaño es el único obstáculo que podemos encontrarnos a lo largo de este apasionante
viaje de autoconocimiento.
El Eneagrama no es una varita mágica que pone fin a todos nuestros males, pero sí un útil
instrumento para empezar a ser cada vez más conscientes de cuáles son los mecanismos
psíquicos que nos mantienen esclavizados. Recordemos que es como una balsa que nos
lleva de la orilla donde estamos a otra a la que queremos llegar. Una vez alcancemos
nuestro destino, podremos seguir nuestro camino sin ella. Eso sí, el que rema siempre es
uno mismo. Buen viaje.
¿Qué es el Eneagrama y para qué sirve?
El Eneagrama se ha consolidado como la mejor herramienta para iniciarse en el camino del
autoconocimiento. No en vano, es la más sencilla y práctica de utilizar, además que es apta
para buscadores escépticos.
Hay tantos caminos para conocerse a uno mismo como seres humanos hay en este mundo.
Estar verdaderamente bien con nosotros mismos es una simple cuestión de sabiduría. Y
aunque es cierto que puede aprenderse sin ayudas externas, existen algunas herramientas
psicológicas que contribuyen a facilitar, profundizar y acelerar este proceso de
autoconocimiento. El Eneagrama es una de ellas. Es como un manual de instrucciones de
la condición humana mediante el que podemos comprender las motivaciones profundas muchas veces inconscientes-que hay detrás de nuestras conductas y actitudes.
También podría describirse como un mapa de nuestro territorio emocional. Cuando
visitamos una ciudad que no conocemos, utilizamos un plano geográfico a modo de
orientación y referencia. Sabemos que este mapa no es la ciudad en sí misma, pero nos es
muy útil para movernos por ella, así como para volver al centro cada vez que nos perdemos.
De la misma manera, el Eneagrama es un mapa de nuestra personalidad. Esto no quiere
decir que describa exactamente todo lo que pasa en nuestro interior. Pero sí puede
ayudarnos a descubrir -a modo de orientación y referencia-nuestro lado oscuro (el ego) y
nuestro lado luminoso (el ser). Es importante señalar que una vez nos conocemos a
nosotros mismos y sabemos cómo recuperar nuestro equilibrio, ya no precisamos de este
mapa.
A su vez, el Eneagrama vendría a ser como una balsa. La podemos utilizar para cruzar el
río que nos separa de la orilla de la ignorancia, la incomprensión y la confusión en la que
puede que nos encontremos en estos momentos, hasta la orilla de la sabiduría, la
comprensión y el discernimiento donde nos gustaría estar. Eso sí, una vez cruzamos de un
lado al otro, la balsa se queda en el río. Cargarla y llevarla con nosotros el resto del camino
implicaría caer en el dogma y el fanatismo.
El Eneagrama es una herramienta tan útil y práctica que en la actualidad está siendo
utilizada por psicólogos, psiquiatras, psicoanalistas, coaches y demás profesionales de la
psique humana a fin de darle un enfoque más objetivo y resolutivo a sus terapias. También
está siendo usada por los departamentos de recursos humanos de cada vez más empresas
para desarrollar la inteligencia emocional de las personas que trabajan para ellas. Incluso
es empleada por cada vez más guionistas y escritores para crear personajes más profundos
y verosímiles. Lo mejor de todo es que no hace falta ser ningún experto para poder utilizarla.
Tan sólo es necesario tener la curiosidad y la voluntad de comprometernos con nosotros
mismos, con nuestro propio desarrollo personal.
NUEVE MODELOS MENTALES
La palabra «eneagrama» significa en griego «nueve líneas». Principalmente porque
describe, a grandes rasgos, nueve tipos de personalidad, cada uno de los cuales cuenta
con su propio «modelo mental». Es decir, el esqueleto psicológico desde el que se originan
los pensamientos y donde se instalan las creencias, los valores, las prioridades y las
aspiraciones que constituyen nuestra personalidad. Así, el modelo mental vendría a ser
como una lente a partir de la que filtramos la realidad neutra de forma completamente
distorsionada y subjetiva.
Más allá de condicionar nuestra manera de mirar y de comprender la vida, este esqueleto
psicológico también determina qué nos mueve a ser cómo somos y a hacer lo que hacemos;
cuáles son nuestros principales rasgos de carácter, incluyendo nuestros defectos y virtudes;
en qué aspectos externos solemos basar nuestro bienestar y felicidad; de qué tenemos
miedo y de qué huimos; cuáles son nuestras fortalezas y cualidades innatas; cómo
queremos que los demás nos vean; e incluso cuál es la piedra emocional con la que
tropezamos una y otra vez a lo largo de nuestra vida. Es decir, la raíz de la mayoría de
nuestros problemas emocionales y conflictos existenciales.
Aunque es imposible encontrar a dos seres humanos con el mismo color de ojos, en general
estos son -a grandes rasgos-de cinco colores distintos: marrón, negro, gris, verde y azul.
Del mismo modo, si bien cada uno de nosotros cuenta con un modelo mental único e
irrepetible, se ha demostrado que existen formas comunes de percibir e interpretar la
realidad. Tras realizar miles de entrevistas y de tests psicotécnicos, los expertos en
Eneagrama han constatado científicamente que existen nueve esqueletos psicológicos
genéricos, cada uno de los cuales marca una tendencia de pensamiento y de
comportamiento.
A pesar de que las circunstancias sociales, culturales y económicas en las que hemos
nacido son importantísimas para comprender por qué somos como somos, nuestra forma
de ser viene dada -sobre todo-por la estructura del modelo mental con la que nacimos. Para
verificar esta afirmación, basta con echar un vistazo a la conducta de los miembros de una
misma familia. Pongamos, por caso, el de una pareja con nueve hijos. Dado que se han
desarrollado en una misma sociedad, a todos ellos se les ha impuesto un mismo
condicionamiento. Y al haber sido educados bajo un mismo techo, también han recibido en mayor o menor medida-la misma influencia por parte de sus padres.
Sin embargo, ya desde pequeñitos cada uno de los nueve hijos suele desarrollar un tipo de
personalidad diferente a la de sus hermanos. Unos son más extrovertidos y otros, más
introvertidos. Unos son más dependientes y otros, más autónomos. Unos son más
miedosos y otros, más atrevidos. Unos son más movidos y otros, más tranquilos… En
definitiva, cada uno de ellos piensa, siente y se comporta de un modo diferente.
Aunque todos ellos han sido educados bajo un mismo paradigma socioeconómico, cada
uno lo ha interpretado y procesado de forma subjetiva, acorde con su modelo mental
particular. Y esto, a su vez, es lo que ha marcado la creación de su personalidad. Por eso,
frente a una misma circunstancia -como por ejemplo el divorcio de sus padres, la entrada
en el desempleo o el nacimiento de un hijo-, cada uno de los nueve hermanos -en función
de su esqueleto psicológico-realizará una interpretación subjetiva de ese mismo hecho,
obteniendo un resultado emocional diferente en su interior.
En este sentido, para descubrir qué es lo que verdaderamente necesitamos para ser felices,
sentirnos en paz y aprender a amar -sean cuales sean nuestras circunstancias externas-,
es interesante -por no decir imprescindible-conocer y comprender el funcionamiento de
nuestro modelo mental. Y esto es precisamente lo que puede aportarnos el trabajo interior
realizado por medio de la herramienta del Eneagrama.
UN SÍMBOLO MILENARIO DE ORIGEN MISTERIOSO
Diferentes investigadores constatan que en este símbolo de origen milenario se condensa
gran parte de la sabiduría universal -procedente de diferentes tradiciones espirituales y
religiosas-con los últimos descubrimientos realizados en Occidente, liderados por la física
cuántica y la psicología transpersonal. Aunque existe mucha confusión acerca de sus
orígenes, lo que sí se sabe con certeza es el nombre del primer autor que manejó esta
herramienta: el místico armenio-griego George Ivanovich Gurdjieff, fundador durante la
primera mitad del siglo xx de un grupo llamado Seekers After Truth (Buscadores de la
Verdad).
Gurdjieff explicaba a sus discípulos que el símbolo del Eneagrama representa tres leyes
mediante las cuales se rige nuestra existencia:
El círculo, que simboliza la idea de que todo lo creado forma parte de una misma realidad.
El triángulo equilátero central, que enseña que cada una de estas creaciones
interdependientes está compuesta, a su vez, por una trinidad, como el hecho de que las
cosas no son sólo blancas o negras, sino también grises.
La hexada, una figura abierta de seis lados que muestra que el cambio y la evolución son
lo único que permanece con el paso del tiempo.
El relevo de todas estas investigaciones lo tomó años más tarde el sabio boliviano Óscar
Ichazo, que en la década de 1950 llevó a cabo un hallazgo extraordinario: descubrió la
conexión existente entre el símbolo del Eneagrama y los diferentes tipos de personalidad,
estrechamente relacionados con las nueve principales pasiones de la condición humana:
ira, soberbia, vanidad, envidia, avaricia, cobardía, gula, lujuria y pereza, siete de las cuales
son conocidas como los «pecados capitales».
Gracias al psiquiatra chileno, Claudio Naranjo -uno de los principales discípulos de Ichazoa partir de la década de 1970 el Eneagrama fue democratizándose por Estados Unidos y
Europa, convirtiéndose en la herramienta de psicología práctica que conocemos hoy en día.
En España, por ejemplo, el primer libro se publicó a finales de la década de los 90. Entre
los seguidores de la obra de Ichazo y de Naranjo, destacan otros importantes autores
contemporáneos, como Robert Ochs, Don Richard Riso, Russ Hudson, Helen Palmer,
Sandra Maitri, Isabel Salama y Maite Melendo, de quien aprendí el Eneagrama a principios
de 2005.
DEL EGO AL SER
Desde la perspectiva del Eneagrama, cada ser humano es único y diferente, pero todos
nacemos a partir de una energía común, materializada mediante nueve cualidades o
virtudes inherentes a nuestra naturaleza: serenidad, humildad, autenticidad, ecuanimidad,
desapego, coraje, sobriedad, inocencia y proactividad. Aunque estos nueve rasgos innatos
forman parte de nuestra condición humana, uno de ellos es el que determina -en mayor o
menor medida-nuestra verdadera esencia. Eso no quiere decir que dos personas con un
mismo eneatipo sean iguales. Pero sí que contarán con una serie de patrones de conducta
muy parecidos -determinados por el modelo mental o esqueleto psicológico-, cuyas
variaciones dependerán del amor y la estabilidad que experimentaron durante la infancia,
así como del condicionamiento sociocultural recibido o la genética, entre otros factores.
De hecho, sean cuales sean nuestras circunstancias externas, los expertos en Eneagrama
sostienen que, por muy cariñosos que hayan sido nuestros padres, la tremenda experiencia
que supone el parto suele dejarnos heridas psicológicas profundas. A lo largo de nuestra
infancia, éstas se van abriendo e intensificando, y provocan que nuestra necesidad de amor
pueda llegar a ser desmesurada. Ésta es la razón de que los primeros seis años de vida
siempre tengan un gran impacto en el posterior desarrollo de nuestra personalidad y, por
ende, en la desconexión con el ser.
Eso sí, cuanto más amor y estabilidad hayamos recibido durante esos años -o más
percibamos haber recibido-, menor necesidad habremos tenido de protegernos bajo la falsa
identidad del ego. A partir de esta percepción subjetiva y distorsionadora, el ser comienza
a ser sepultado por una serie de patrones de conducta inconscientes. Cuanto menos nos
aman o menos amor creemos estar recibiendo, más fuerte y dura se vuelve nuestra
personalidad, ego o falso yo, sin mencionar los casos de maltratos físicos y psíquicos, cuyas
experiencias traumáticas provocan que este escudo protector sea inmensamente más
desproporcionado que el de la mayoría.
Con el paso de los años, incorporamos una serie de comportamientos impulsivos, que se
disparan automáticamente como reacción a lo que sucede fuera. Así, estos mecanismos
de protección terminan por fijarse en nosotros, transformándose en nuestra «forma de ser»,
aunque en realidad se trata de nuestra «falsa forma de ser». Este proceso de identificación
genera que empecemos a creer que somos nuestra personalidad, ego o falso yo. Por eso
normalmente reaccionamos de una misma forma frente a determinados estímulos externos,
cosa que nos impide ser del todo libres. Y es que cuanto más egocéntricos somos, menor
es nuestra capacidad de aceptar lo que no depende de nosotros y mayor y más intenso es
nuestro sufrimiento.
Así, conocer cuál es nuestro tipo de personalidad a través del Eneagrama nos sirve para
liberarnos de nuestra ignorancia e inconsciencia. O dicho de otra manera: nos ayuda a
identificar y trascender las limitaciones del ego para reconectar con las cualidades y
fortalezas de nuestra verdadera esencia. Además de responder a la pregunta «¿por qué
somos como somos?», este manual de instrucciones de la condición humana también nos
ayuda a cultivar la empatía y la compasión. No en vano, nos proporciona un mapa objetivo
de la personalidad humana, a través del que podemos comprender más profundamente las
motivaciones que hay detrás del comportamiento de las personas con las que nos
relacionamos en nuestro día a día. Ya que nadie puede cambiar a otro ser humano -siempre
es uno mismo el que decide cambiar-, es fundamental aprender a aceptar a los demás tal
como son. Si no, el conflicto está garantizado.
7 claves para aprovechar al máximo el
Eneagrama
Por Borja Vilaseca
Descubrir tu eneatipo principal es solo el punto de partida. Para lograr la transformación a
través del Eneagrama es fundamental realizar los siguientes 7 aprendizajes.
Si bien lo más difícil consiste en reconocer que necesitas un cambio, lo más importante
reside en pasar de la teoría a la práctica. Y para ello, una vez descubres cuál es tu eneatipo
dominante es imprescindible que te comprometas con tu proceso de autoconocimiento y
desarrollo espiritual al menos durante tres meses. Este es el tiempo mínimo necesario para
verificar el impacto tan positivo que tiene realizar el trabajo interior que te propone el
Eneagrama. En este sentido y a modo de breve guía, te invito a que tengas en cuenta lo
siguiente:
1)Experimenta un orgasmo emocional.
Sigue investigando acerca del Eneagrama hasta que experimentes lo que denomino un
«orgasmo emocional». Es decir, un eureka, una revelación, un clic, una toma de consciencia
que te aseguro puede marcar un antes y un después en tu manera de comprenderte y
relacionarte contigo mismo, con los demás y con la vida. Este orgasmo emocional deviene
cuando dejas de autoengañarte y te atreves a reconocer y sentir el dolor inherente a la
herida de nacimiento de tu eneatipo dominante.
Es entonces cuando verificas empíricamente las motivaciones profundas e inconscientes
que se encuentran detrás de tus conductas, actitudes y decisiones, así como de los
resultados que estás cosechando en las diferentes dimensiones de tu existencia. Descubrir
tu eneatipo no es una cuestión intelectual o racional, sino que es una experiencia
profundamente emocional y espiritual. Si ya has tenido tu orgasmo sabes perfectamente de
lo que te estoy hablando. En caso contrario, no te conformes ni te hagas trampas al solitario.
Sé verdaderamente honesto contigo mismo y el clic llegará.
2)Sana tu herida de nacimiento.
Una vez sabes con certeza cuál es tu eneatipo principal, tu trabajo interior ha de centrarse
en sanar tu herida de nacimiento. Por ejemplo, si tu eneatipo principal es el 1, tu trauma es
la sensación de insuficiencia e imperfección. De ahí que cuando estás identificado con el
ego te sientas imperfecto. Tu aprendizaje pasa por abrazar y aceptar tus imperfecciones,
sin intentar cambiarlas.
Para ello puedes reprogramar tu mente con afirmaciones positivas basadas en el
Eneagrama como “Soy perfecto tal como soy” o “Me siento perfecto tal como soy”, limpiando
así tu subconsciente, tan lleno de ignorancia. También puedes tomar decisiones que
impliquen que te sientes perfecto tal como eres, dejando de hacer aquellas cosas que
solamente haces movido por la autoexigencia de tu juez interno. El día que el eneatipo 1
se siente perfecto tal como es se transforma. Es entonces cuando experimenta y manifiesta
su cualidad esencial: la serenidad, desde la que su actitud frente a la vida cambia por
completo.
3)Haz consciente tu lado oscuro. En paralelo, es importante que sigas profundizando acerca
de tu sombra. Es decir, el ego de tu eneatipo principal, así como el ego del eneatipo al que
te descentras. Por ejemplo, si tu eneatipo principal es el 2, sé consciente de tu personalidad
orgullosa, salvadora, dependiente, aduladora, chantajeadora y entrometida. Date cuenta de
cuándo, cómo, con quién y por qué aparecen estos rasgos tan oscuros. Estira del hilo que
te lleva hacia adentro, en dirección a la herida de nacimiento.
Y no solo eso. También indaga acerca del ego del eneatipo 8, que es hacia donde te
descentras cuando te empachas de los defectos de tu eneatipo principal. Se trata de la
sombra de tu sombra, donde descubrirás tu parte agresiva, dominante, autoritaria,
beligerante, reactiva y vengativa. Es fundamental que comprendas, aceptes, integres y
estés verdaderamente en con tu lado oscuro; solo así podrás convertirlo en luz.
4)Manifiesta tu parte luminosa.
A su vez, también es fundamental que sigas profundizando acerca de tu luz. Es decir, el ser
de tu eneatipo principal, así como la esencia del eneatipo al que te centras. Por ejemplo, si
tu eneatipo dominante es el 3, sé consciente de que en tu interior albergas cualidades que
te hacen ser auténtico, honesto, valioso, eficiente, resolutivo, admirable y networker. Al ser
consciente y entrenar estos músculos empezarás a manifestar tu lado más luminoso,
sintiéndote mucho más conectado y bien contigo mismo.
También indaga acerca de la esencia del eneatipo 6, que te muestra el camino hacia el
centramiento y la transformación. Se trata de la luz de tu luz, donde descubrirás tu parte
valiente, leal, noble, fiel, confiable y segura. Explorar estos atributos te lleva a salir de tu
zona de comodidad, dando tus primeros pasos para convertirte en la mejor versión de ti
mismo.
5)Ten en cuenta las alas.
Por último, trabájate también la parte egoíca y esencial de tu ala dominante, pues tiene
mucha influencia sobre tu eneatipo principal. Por ejemplo, si tu eneatipo dominante es el 5,
puedes tener influencia del eneatipo 4, del 6 o de ambos a la vez, pudiendo manifestar los
rasgos oscuros y luminosos de estos dos eneatipos. Si bien el eneatipo 5 identificado con
el ego tiende a ser distante, indiferente, aislado, cínico, hermético e híperracional, en el
caso de tener como ala dominante el eneatipo 4, también puede ser algo dramático,
egocéntrico, envidioso, desequilibrado, acomplejado y melancólico.
En cambio, en el caso de tener como ala dominante el eneatipo 6, también puede ser algo
miedoso, cobarde, dubitativo, preocupado, ansioso y pesimista. Por último, en el caso de
tener dos alas dominantes, contará con rasgos egoícos de ambos eneatipos. Así, durante
estos tres meses, haz consciente dentro de ti el lado oscuro y luminoso de los eneatipos
que están relacionados con tu eneatipo principal.
6)Observa los resultados que cosechas.
A lo largo de los próximos tres meses, observa los resultados que vas cosechando en las
diferentes áreas de tu vida. Y no lo dudes: cada vez que te perturbes, que sufras, que
sientas miedo, tristeza o ira es que estás identificado con el ego. Y por tanto, estás
interpretando subjetiva y distorsionadamente la realidad neutra. Detrás de tus
perturbaciones siempre se esconde miedo, dolor e ignorancia. Y detrás de estos, tu herida
de nacimiento, la cual pone de manifiesto que vives desconectado del ser.
En la medida que vayas evolucionando en consciencia y sabiduría, poco a poco los
resultados que cosechas irán cambiando. Lo sabrás porque te sentirás mejor contigo mismo
y experimentarás salud, felicidad, bienestar, paz y amor. Y al ir cambiando tú, todo lo demás
irá cambiando a su debido tiempo, verificando que eres 100% co-creador de tu vida.
7)No seas turista; sé un verdadero viajero. Conocerse a uno mismo a través del Eneagrama
es como emprender un viaje, solo que en este caso es hacia el interior. Y una cosa es ser
turista y otra, muy distinta, ser un viajero de verdad. Dado que el desarrollo espiritual es
una cuestión muy íntima, es fundamental que te conviertas en un auténtico buscador. Y
para ello, te has de convertir en un aprendiz autodidacta, pues todo lo que necesitas para
aprender a ser feliz está dentro de ti. De ahí que te anime de corazón a seguir este proceso
de introspección por tu cuenta.
Más información sobre Eneagrama. Por último, si te ha gustado este libro y quieres seguir
profundizando sobre mi visión sobre esta apasionante herramienta, te recomiendo lo
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relacionados con el Eneagrama, algunos de ellos en clave de humor, como los Eneagifs.
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es y cómo funciona el Eneagrama, así como material concreto acerca de los nueve
eneatipos.
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emocional y terminarás el curso sabiendo cuál es tu eneatipo y qué hacer para
transformarte.
Decidas lo que decidas, ojalá que este artículo te haya inspirado para incorporar el valor
del autoconocimiento como uno de los más importantes de tu vida. ¡Qué siga bien el viaje!
Afirmaciones positivas para el eneatipo 1
Por Borja Vilaseca
A las personas excesivamente perfeccionistas e iracundas les conviene reprogramar su
mente con afirmaciones que les acerquen a la serenidad, la aceptación y la relajación.
El eneatipo 1 es el que quiere ser perfecto. Si este es tu eneatipo principal, tu herida de
nacimiento es la sensación de “insuficiencia e imperfección”. Y tu trastorno de personalidad
es el “obsesivo compulsivo”. De ahí que cuando estás identificado con el ego tiendas a
mostrarte iracundo, crítico, quejica, exigente, dogmático y prepotente, manifestando los
siguientes síntomas de desconexión:
-Sientes que nada nunca es suficientemente perfecto.
-Tienes un juez interno en la cabeza que te insta a hacerlo todo siempre mejor.
-Te frustras y enfadas con facilidad cuando las cosas no salen como esperabas.
-Tu obsesivo afán perfeccionista te impide descansar y relajarse.
-Tiendes a defender tus puntos de vista de forma dogmática, rígida y prepotente.
Para reconectar con tu esencia, te conviene escuchar y sentir repetidamente afirmaciones
positivas como éstas:
-Me siento perfecto tal como soy
-Me merezco descansar y relajarme
-Soy muy flexible y tolerante con los demás
-Vivo de forma tranquila, serena y relajada
-Se me da bien guardar silencio y pasar desapercibido
Al limpiar y reprogramar tu mente subconsciente, finalmente reconectas con tu esencia (la
serenidad), conectando con quien verdaderamente eres: un ser íntegro, visionario,
elocuente, inspirador, organizado y compasivo. Y como consecuencia, cosecharás los
siguientes beneficios:
-Aceptarte a ti mismo tal como eres.
-Aprender a relajarte y vivir sin tensión.
-Respetar a los demás tal como son.
-Ser mucho más flexible y tolerante.
-Estar en paz con el mundo tal como es.
Eneatipo 1: el que quiere ser perfecto
Por Borja Vilaseca
Son personas para las que nada nunca es suficientemente perfecto. De ahí que sean tan
autoexigentes y críticas consigo mismas. Su aprendizaje pasa por transformar la ira en
serenidad, aceptándose tal como son.
A continuación hago un breve resumen del eneatipo 1 cuando está identificado con el ego
y de cuando está conectado con el ser.
ENEATIPO 1
Identificado con el ego
EL QUE QUIERE SER PERFECTO
Iracundo, crítico, quejica, exigente, dogmático y prepotente
Breve descripción
Su trauma es que se siente imperfecto. Para compensar esta sensación de insuficiencia,
crea inconscientemente un ideal de cómo debería de ser. En el proceso se vuelve muy
autoexigente y crítico consigo mismo. Y dado que nunca alcanza la perfección deseada,
tiende a enfadarse y frustrarse con facilidad. Entre otros defectos, suele estar convencido
de que su forma de ver las cosas es la única verdadera. Debido a su prepotencia y rigidez,
cree que siempre tiene la razón y trata de imponer su punto de vista sobre quienes piensan
o actúan de forma diferente.
Herida de nacimiento
Sensación de insuficiencia e imperfección.
Principales patrones de conducta inconscientes del ego
-Exige perfección de sí mismo y de las personas o situaciones que lo rodean; le cuesta
muchísimo relajarse.
-Considera que sabe en todo momento la mejor forma de resolver una situación; educa,
instruye y corrige duramente a los demás sin que éstos se lo pidan.
-Cree tener siempre la razón y juzga y critica aquello que considera imperfecto, pues su
forma de pensar es la forma de pensar.
-Difícilmente se siente satisfecho; dentro de su cabeza hay un severo juez y crítico interno
que lo corrige y le insta a hacerlo siempre mejor.
-Defiende sus posturas de forma vehemente, rígida, intolerante y dogmática.
Francisco cuenta que solía creer que poseía la «verdad absoluta» en ciertas cuestiones
relacionadas con la forma de ser y de vivir en el mundo. Al relacionarse con otros, daba por
hecho que él siempre llevaba la razón; de este modo, a menudo terminaba criticando y
burlándose despectivamente de ideas opuestas a las suyas. Era «muy inflexible» con
cualquier punto de vista contrario al suyo.
Recuerdos de infancia
Asocia a su infancia un sentimiento de no haber sido considerado lo suficientemente bueno
por sus padres, quienes solían esperar mucho de él. E incluso recuerda haber aprendido
que, para liberarse de dicha exigencia, debía alcanzar la perfección en algún sentido. Así,
poco a poco interiorizó que no estaba bien cometer errores.
Miedo inconsciente
Ser considerado malo, mediocre, defectuoso, corrupto, imperfecto. Por eso se esfuerza
tanto en todo lo que hace y es tan susceptible a las críticas o juicios relacionados con su
comportamiento en particular o sus actividades en general.
Visión subjetiva y distorsionada del mundo
El mundo es un lugar imperfecto; por tanto, trabaja continuamente para reformarlo y
mejorarlo.
Dani creyó durante muchos años que iba a cambiar el mundo en el que vivía; durante varios
veranos se fue de voluntario a países en vías de desarrollo para tratar de mejorar las
condiciones de vida de las personas más desfavorecidas.
Principal defecto
La ira, que se desencadena automáticamente al ver frustradas sus expectativas de
perfección.
Otras emociones dominantes
Frustración y prepotencia.
Cómo quiere ser visto por los demás
Como una persona perfecta, que nunca comete errores y que siempre tiene la razón.
Javier explica que, cuando recibía alguna crítica inesperada, su estómago empezaba a
arder como si fuera una «bola de fuego». Eso sí, apretaba los dientes y en la medida de lo
posible trataba que nadie se diera cuenta.
Trastorno de personalidad
Obsesivo-compulsivo.
Descentramiento
Finalmente, después de identificarse plenamente con el ego y sufrir las consecuencias
propias de su eneatipo, termina por descentrarse y manifestar los rasgos más oscuros del
eneatipo 4, como el dramatismo, el egocentrismo, la envidia o la melancolía.
Cualidad esencial
Al recuperar el contacto con el ser, reconecta con su cualidad esencial: la serenidad, por
medio de la que se acepta a sí mismo tal como es y, por ende, a los demás y al mundo tal
como son.
Gran aprendizaje vital
Aceptarse a sí mismo tal como es, aceptar a los demás tal como son y aceptar la realidad
tal como es, convirtiéndose así en el cambio que quiere ver en el mundo.
Desafío psicológico
“¿Cómo puedo mejorar y ser perfecto si me acepto tal como soy?”
Prácticas que contribuyen para reconectar con el ser
-Aprende a relajarte. Distingue al juez interno que te critica constantemente de tu yo
verdadero. Cuando empiece a resaltar tus fallos o errores, ignóralo o ríete de sus
comentarios sin hacerle ningún caso. Aunque puede ser que lleves mucho tiempo
creyéndotela, tú no eres esa voz. ¿Te has dado cuenta de que suele atormentarte en épocas
en las que estás demasiado centrado en tu afán por ser perfecto? Piensa que del mismo
modo que todo el mundo lo hace lo mejor que sabe, tú también lo estás haciendo lo mejor
que puedes.
-Deja de exigirte tanto y acéptate. Sé consciente de tu tendencia a exigirte más allá de tus
límites. Pregúntate de vez en cuando si realmente es necesario dedicar tanto tiempo y
energía a las actividades que pretendes que sean perfectas. Aprende a estar satisfecho
con lo que consigues y concédete más tiempo para descansar y divertirte: la verdadera
inspiración procede de la alegría y no de trabajar en exceso. Para lograrlo, en vez de aspirar
a que cualquier cosa que hagas sea «perfecta», trabaja para que sea «digna», un concepto
que sí está a tu alcance. Además, piensa que, debido a tu naturaleza, hagas lo que hagas
siempre le darás una impronta de calidad; por ello, puedes dar por sentado que el resultado
final será mucho más que suficiente. Y si no, pregunta a los demás a ver qué opinan.
-Habla menos y escucha más. Observa tu tendencia a hablar a los demás en vez de hablar
con ellos. Salvo que te lo pidan expresamente, no les regales lecciones de ningún tipo.
Trata de escuchar más y mejor. Puedes aprender de otras personas mucho más de lo que
imaginas. La prepotencia no tiene nada que ver con estar seguro de ti mismo. De hecho,
es un síntoma de exactamente lo contrario.
Centramiento
Para desidentificarse del ego le conviene centrarse y poner en práctica los rasgos más
luminosos del eneatipo 7, como la sobriedad, la alegría, el humor o el agradecimiento.
Profesiones y sectores arquetípicos
Conferenciantes, tertulianos, comentaristas, periodistas, críticos, jueces, mentores,
influencers, reformadores sociales, activistas políticos, consejeros empresariales y gurús
espirituales, así como la creación de sistemas y estructuras, el protocolo, la comunicación,
la oratoría, la formación y la inspiración.
Radiografía de los perfeccionistas
Por Borja Vilaseca
Hay personas para las que nada nunca es suficiente y cuyo nivel de autoexigencia les
conduce a la frustración permanente. Pero, ¿qué hay detrás de este perfeccionismo?
De todos los defectos que existen, el perfeccionismo es uno de los mejor considerados por
la sociedad. En el ámbito laboral, por ejemplo, ser una persona perfeccionista está tan bien
visto que muchos candidatos, al ser entrevistados por un puesto de trabajo, suelen destacar
este rasgo de personalidad como su principal área de mejora. De este modo consiguen dos
objetivos: primero, ocultar sus verdaderas carencias. Y segundo, tratar de impresionar a su
interlocutor.
No en vano, ser perfeccionista implica comprometerse con imprimir un sello de calidad en
todo lo que se hace. La Real Academia Española define esta conducta como una “tendencia
a mejorar indefinidamente un trabajo sin decidirse a considerarlo acabado”. De ahí que, en
un primer momento, se relacione con productividad, eficiencia y excelencia. Pero tal como
dice un refrán español, “no todo es oro lo que reluce”.
Para analizar este comportamiento, utilicemos como analogía los icebergs. Al observar uno
de estos enormes pedazos de hielo, tan solo vemos la pequeña punta que sobresale por
encima del agua. El grueso restante –que representa el 85% del iceberg– queda por debajo,
oculto. Hay que sumergirse para poderlo ver. Del mismo modo, al hablar de perfeccionismo
solemos quedarnos con los atributos positivos que se encuentran en la superficie, sin
vislumbrar la parte inconsciente que queda escondida.
INSUFICIENCIA Y AUTOEXIGENCIA
“Si con todo lo que tienes no eres feliz, con todo lo que te falta tampoco lo serás.”
(Erich Fromm)
Y entonces, ¿qué hay detrás de la búsqueda constante de perfección? ¿Por qué en muchas
ocasiones el perfeccionismo suele generar insatisfacción? A los miembros de este club
puede que les resulte incómodo reconocer que el motor de sus acciones es la permanente
sensación de insuficiencia que sienten en su interior. De ahí que nada nunca les parece
suficientemente perfecto.
En un nivel muy profundo e inconsciente, los perfeccionistas consideran que no está bien
ser como son. Sienten que hay algo erróneo que han de corregir. No saben exactamente el
qué, pero esta sensación de imperfección interna les mueve a querer cambiar y les fuerza
a comprometerse con mejorar. Esencialmente porque creen que actuando de este modo,
volverán a sentirse bien consigo mismos. Es entonces cuando, sin darse cuenta, crean un
ideal de perfección subjetivo, que determina cómo deberían de ser.
Para poder alcanzar la perfección deseada, desarrollan una autoexigencia feroz e
implacable. Y empiezan a escuchar un juez interno dentro de su cabeza que juzga y critica
aquellas decisiones, acciones y resultados que les alejan de dicho ideal. Dado que su
conducta se rige por medio de un imperativo moral, suelen hablar en términos de “tengo
que” o “debo de”. Y cómo no, este patrón de exigencia lo acaban proyectando sobre la
gente con la que se relacionan.
Así, los perfeccionistas miran el mundo a través de una lupa, mediante la cual ponen el
énfasis en todo aquello imperfecto que debería ser mejor de como es ahora mismo.
Pongamos por ejemplo que terminan una novela llena de pasajes narrativos memorables.
En vez de apreciar lo valioso que hay en ese texto, suelen criticar los cuatro errores
ortográficos que han encontrado a lo largo de las más de 400 páginas que acaban de leer.
Parece como si la mirada de estos adictos a la perfección estuviese entrenada para detectar
fallos.
PREPOTENCIA Y FRUSTRACIÓN
“Es muy difícil ser humilde cuando se es el mejor.”
(Muhammad Alí)
No es un rasgo que se desarrolle con los años. El gen del perfeccionismo viene de
nacimiento. De ahí que muchos perfeccionistas asocien a su infancia un sentimiento de no
haber sido considerados lo suficientemente buenos por sus padres. Con el paso del tiempo,
interiorizan que no está bien cometer errores. Así es como desarrollan la rigidez y la
inflexibilidad. Y acostumbran a creerse en posesión de la verdad, imponiendo su punto de
vista entre quienes piensan de forma diferente. Una de sus máximas aspiraciones es tener
la razón. Y suelen mostrarse intolerantes y prepotentes cuando se sienten inseguros,
amenazados por opiniones que discrepan de los suyas.
Uno de sus mecanismos de defensa consiste en evitar trabajar en equipo. Tienden a cargar
sobre sus espaldas con la responsabilidad de hacer lo que se tiene que hacer. Les cuesta
muchísimo delegar en otras personas, pues no confían en nadie más que en sí mismos.
¿Cómo van a hacerlo si los demás no se esfuerzan tanto como ellos ni consiguen imprimir
el nivel de calidad y excelencia que desean?
Para compensar su sensación de insuficiencia tienen que aparentar ser perfectos a los ojos
de la gente. De ahí que suelan ser muy susceptibles. Tienden a irritarse con facilidad cuando
se sienten criticados. No soportan que nadie les diga como tienen que hacer las cosas. Sin
embargo, esto es lo que acostumbran a decirles a las personas con las que interactúan.
Debido a la autoexigencia, rigidez y susceptibilidad que se ocultan bajo la superficie del
perfeccionismo, estas personas terminan cosechando una frustración permanente. Su
emoción predominante es la ira, la cual se manifiesta como una bola de fuego en el
estómago cada vez que las cosas no salen como ellos esperaban. Eso sí, debido a que
enfadarse no es una conducta demasiado perfecta, tienden a reprimir su ira hacia adentro.
No es ninguna casualidad que entre el colectivo de perfeccionistas muchos somaticen la
rabia, el estrés y la tensión en forma de dolores de cabeza, espalda y bruxismo.
SERENIDAD Y ACEPTACIÓN
“No eres la charla que oyes en tu cabeza. Eres el ser que escucha esa charla.”
(Jiddu Krishnamurti)
La clave para que el perfeccionismo no sea fuente de insatisfacción reside en el arte de
cultivar la serenidad y la aceptación. Y para ello, es necesario que se den cuenta que en su
interior oyen una voz que los critica por todo lo que podrían hacer mejor. También han de
tomar consciencia de las consecuencias que les está reportando seguir los dictados de
dicha vocecita. Comprender que ellos no son ese juez interno tan exigente es el primer paso
para recuperar el equilibrio perdido en su afán de ser perfectos.
Una práctica muy recomendable consiste en reírse de dicha vocecita cada vez que
comience a resaltar lo que debería mejorarse. A la hora de concluir con alguna actividad,
en vez de preguntarse si es “perfecta” –lo cual nunca lo será a los ojos de un perfeccionista–
pueden verificar si es “digna”, algo que sí está a su alcance. Más que nada porque el secreto
de la serenidad consiste en aceptar cada situación tal y como es, en vez de esperar que
sea como ellos quieren.
Al recuperar el contacto con la serenidad, los perfeccionistas asumen que los errores que
cometen no son buenos ni malos, sino necesarios para aprender y evolucionar. También
comprenden que todo es perfecto –incluidos ellos–, pues porque todo lo que sucede está
en su proceso hacia la perfección. Esta “perfección” es invisible a los ojos. No tiene tanto
que ver con los acontecimientos externos, sino con cómo se sienten por dentro al
relacionarse con ellos.
En la medida que estas personas aprenden a aceptarse a sí mismas tal como son,
comienzan a aceptar a los demás y a sus circunstancias. Aceptar no es resignarse ni ser
indiferente. Aceptar es comprender que todo tiene su razón de ser y de que nada sirve
luchar o tratar de cambiarlo. Lo paradójico es que cuando se aceptan de verdad, surge la
transformación. Aparentemente nada ha cambiado. Pero al modificar su forma de mirar,
cambia por completo su manera de vivir y de relacionarse. Y el único indicador fiable para
saber si han conquistado dicha aceptación es la paz interior.
Del ego a la esencia
Por Borja Vilaseca
El viaje del autoconocimiento consiste en trascender el ego para reconectar con la esencia
que verdaderamente somos y donde se encuentra la felicidad, la paz y el amor que
equivocadamente buscamos afuera.
Los seres humanos nacemos en la inconsciencia más profunda. Ningún bebé puede valerse
por sí mismo. Depende enteramente de otros para sobrevivir física y emocionalmente. Tanto
es así, que pasarán muchos años hasta que cuente con un cerebro lo suficientemente
desarrollado como para gozar de una cualidad extraordinaria: la «consciencia». Es decir, la
habilidad de elegir cómo pensar, qué decir, qué comer, cómo comportarse y, en definitiva,
qué tipo de decisiones tomar a la hora de construir su propio camino en la vida.
Y no sólo eso. Dentro del útero materno, el bebé se siente conectado y unido a su madre y,
por ende, a todo lo demás. Sin embargo, nada más nacer se produce su primer gran trauma:
la separación de dicha unión y conexión con su madre –y con todo lo demás-, perdiendo
por completo el estado esencial en el que se encontraba. De pronto tiene frío y hambre. Y
necesita seguridad y protección. Para compensar el tremendo shock que supone
abandonar el cálido y agradable útero materno, el bebé comienza a sentir una infinita sed
de cariño, ternura y amor.
La mayoría de heridas que nos hacemos se regeneran con el paso del tiempo.
Curiosamente, el trauma generado por el parto es tan brutal, que como recuerdo nos queda
una cicatriz -coloquialmente conocida como «ombligo»-, la cual perdura en nuestro cuerpo
para la posteridad. Parece como una señal que nos recuerda aquello que hemos perdido.
O dicho de otra manera: aquello que necesitamos recuperar para volver al estado esencial
de unión y conexión que en su día todos experimentamos.
Sea como fuere, desde el mismo día de nuestro nacimiento, cada uno de nosotros hemos
ido perdiendo el contacto con nuestra «esencia», también conocida como «ser» o «yo
verdadero». Es decir, la semilla con la que nacimos y que contiene la flor somos en potencia.
La esencia es el lugar en el que residen la felicidad, la paz interior y el amor, tres cualidades
de nuestra auténtica naturaleza, las cuales no tienen ninguna causa externa; tan sólo la
conexión profunda con lo que verdaderamente somos. En la esencia también se encuentra
nuestra vocación, nuestro talento y, en definitiva, el inmenso potencial que todos podemos
desplegar al servicio de una vida útil, creativa y con sentido.
EL REGALO DE ESTAR VIVO
“No eres la charla que oyes en tu cabeza. Eres el ser que escucha esa charla.”
Jiddu Krishnamurti
Desde un punto de vista emocional, cuando reconectamos con nuestra esencia disponemos
de todo lo que necesitamos para sentirnos completos, llenos y plenos por nosotros mismos.
Entre otras cualidades innatas, la esencia nos acerca a la responsabilidad, la libertad, la
confianza, la autenticidad, el altruismo, la proactividad y la sabiduría, posibilitando que nos
convirtamos en la mejor versión de nosotros mismos. Es sinónimo de luz. Así, estamos en
contacto con nuestra verdadera esencia cuando estamos muy relajados, tranquilos y
serenos. Cuando independientemente de cómo sean nuestras circunstancias externas, a
nivel interno sentimos que todo está bien y que no nos falta de nada. Cuando vivimos de
forma consciente, dándonos cuenta de nuestros automatismos psicológicos. Cuando
somos capaces de elegir nuestros pensamientos, actitudes y comportamientos,
cosechando resultados emocionales satisfactorios de forma voluntaria. Cuando logramos
relacionarnos con los demás de forma pacífica, constructiva y armoniosa, tratando de
comprender en vez que querer que nos comprendan primero.
También estamos en contacto con nuestra esencia cuando dejamos de perturbarnos a
nosotros mismos, haciendo interpretaciones de la realidad mucho más sabias, neutras y
objetivas. Cuando aceptamos a los demás tal como son, ofreciendo en cada interacción lo
mejor de nosotros mismos. Cuando vivimos en el presente, disfrutando plenamente del aquí
y del ahora. Cuando permanecemos en silencio y escuchamos con toda nuestra atención
las señales que nos envía nuestro cuerpo. Cuando conseguimos ver el aprendizaje de todo
cuanto nos sucede. Cuando sentimos que formamos parte de la realidad y nos sentimos
uno con ella. Cuando experimentamos una profunda alegría y gratitud por estar vivos.
Cuando confiamos en nosotros mismos y en la vida. Cuando abandonamos la necesidad
de querer cambiar el mundo y lo aceptamos tal como es, aportando sin expectativas nuestro
granito de arena. Cuando reconocemos no saber y nos mostramos abiertos mentalmente a
nuevas formas de aprendizaje…
Del mismo modo que sabemos cuando estamos enamorados, sabemos perfectamente
cuando estamos en contacto con nuestra verdadera esencia. No tiene nada que ver con las
palabras, la lógica o la razón. Más bien tiene que ver con el arte de ser y estar. Y con la
sensación de conexión y unión. Lo cierto es que todos hemos vivido momentos esenciales,
en los que nos hemos sentido libres para fluir en paz y armonía, como si estuviéramos
conectados con los demás de una forma que supera nuestra capacidad de entendimiento.
Al regresar al lugar del que partimos y del que todos procedemos, experimentamos un punto
de inflexión en nuestra forma de comprender y de disfrutar de la vida. Empezamos a vivir
de dentro hacia afuera. Y por más que todo siga igual, al cambiar nosotros, de pronto todo
comienza a cambiar. Sabios de diferentes tiempos lo han venido llamando «la revolución
de nuestra conciencia».
LA INSATISFACCIÓN CRÓNICA DEL EGO
“Si con todo lo que tienes no eres feliz, con todo lo que te falta tampoco lo serás”
Erich Fromm
Debido a nuestro complejo proceso de evolución psicológica, desde el día en que nacemos
nos vamos desconectando y enajenando de nuestra esencia, la cual queda sepultada
durante nuestra infancia por el «ego». Así es como perdemos, a su vez, el contacto con la
felicidad, la paz interior y el amor que forman parte de nuestra verdadera naturaleza. Y,
como consecuencia, empezamos a padecer una sensación de vacío e insatisfacción
crónicos.
El ego es nuestro instinto de supervivencia emocional. También se le denomina
«personalidad» o «falso yo». No en vano, el ego es la distorsión de nuestra esencia, una
identidad ilusoria que sepulta lo que somos verdaderamente. Es como un escudo protector,
cuya función consiste en protegernos del abismo emocional que supone no poder valernos
ni sobrevivir por nosotros mismos durante tantos años de nuestra vida. El ego -que en latín
significa «yo»- también es la máscara que hemos ido creando con creencias de segunda
mano para adaptarnos al entorno social y económico en el que hemos nacido y nos hemos
desarrollado.
Así, el ego nos lleva a construir un personaje con el que interactuar en el gran teatro de la
sociedad. Y no sólo está hecho de creencias erróneas, limitantes y falsas acerca de quiénes
verdaderamente somos. El ego también se asienta y se nutre de nuestro lado oscuro. De
ahí que suela utilizarse la metáfora de la «iluminación» para referirse al proceso por medio
del cual nos damos cuenta de cuáles son los miedos, inseguridades, carencias, complejos,
frustraciones, miserias, traumas y heridas que venimos arrastrando a lo largo de la vida.
Por más que las obviemos y no las queramos reconocer, todas estas limitaciones nos
acompañan las 24 horas al día, distorsionado nuestra manera de ver el mundo, así como
la forma en la que nos posicionamos frente a nuestras circunstancias.
Por mucho que podamos sentirnos identificados con él, no somos nuestro ego. Ante todo
porque el ego no es real. Es una creación de nuestra mente, tejida por medio de creencias
y pensamientos. Sometidos a su embrujo, interactuamos con el mundo como si lleváramos
puestas unas gafas con cristales coloreados, que limitan y condicionan todo lo que vemos.
Y no sólo eso: con el tiempo, esta percepción subjetiva de la realidad limita nuestra
experiencia, creándonos un sinfín de ilusiones mentales que imposibilitan que vivamos en
paz y armonía con nosotros mismos y con los demás. Vivir desde el ego nos lleva a estar
tiranizados por un «encarcelamiento psicológico»: al no ser dueños de nosotros mismos de nuestra actitud-, nos convertimos en esclavos de nuestras reacciones emocionales y, en
consecuencia, de nuestras circunstancias.
EGOCENTRISMO, VICTIMISMO Y REACTIVIDAD
“Ni tu peor enemigo puede hacerte tanto daño como tus propios pensamientos”
Buda
Del ego surge el victimismo, la esclavitud, el miedo, la falsedad, el egocentrismo, la
reactividad y la ignorancia, generando que nos convirtamos en un sucedáneo de quien en
realidad somos. Es sinónimo de sombra y oscuridad. Así, estamos identificados con nuestro
ego cuando estamos muy tensos, estresados y desequilibrados. Cuando permitimos que
nuestro estado de ánimo dependa excesivamente de situaciones o hechos que escapan a
nuestro control. Cuando nos sentimos avergonzados, inseguros u ofendidos. Cuando
vivimos de forma inconsciente, con el piloto automático puesto, casi sin darnos cuenta.
Cuando nos tiranizan pensamientos, actitudes y comportamientos tóxicos y nocivos,
cosechando resultados emocionales insatisfactorios de forma involuntaria.
También estamos identificados con nuestro ego cuando tratamos de que la realidad se
adapte constantemente a nuestras necesidades, deseos y expectativas. Cuando nos
perturbamos a nosotros mismos, victimizándonos y culpando a otras personas de lo que
nos sucede. Cuando nos tomamos las cosas que pasan o los comentarios de los demás
como algo personal. Cuando no aceptamos a los demás tal como son, tratando de
cambiarlos para amoldarlos a como, según nosotros, deberían de ser. Cuando nos
lamentamos por algo que ya ha pasado o nos preocupamos por algo que todavía no ha
sucedido, marginando por completo el momento presente. Cuando somos incapaces de
estar solos, en silencio, sin hacer nada, sin estímulos ni distracciones de ningún tipo.
Seguimos tiranizados por el ego cuando exigimos, criticamos o forzamos a los demás.
Cuando nos encerramos en nosotros mismos por miedo a que nos sucedan cosas
desagradables. Cuando nunca tenemos suficiente con lo que nos ofrece la vida. Cuando
reaccionamos mecánica e impulsivamente, perdiendo el control de nuestros actos. Cuando
actuamos o trabajamos movidos por recompensas o reconocimientos externos. Cuando
creemos saberlo todo y nos cerramos mentalmente a nuevas formas de aprendizaje.
En definitiva, cuando experimentamos cualquiera de estos sentimientos, podemos estar
completamente seguros de que seguimos protegiéndonos tras la ilusión de nuestra
personalidad, ego o falso yo, que nos hace creer que estamos separados de todo lo demás.
En última instancia, este egocentrismo es el que nos lleva a luchar en contra de lo que
sucede y a entrar en conflicto con otras personas, sufriendo de forma inútil e innecesaria.
Lo cierto es que detrás del miedo, la tristeza y la ira se esconde agazapado nuestro ego, el
cual también es responsable de que sintamos que nuestra existencia carece de propósito
y sentido.
LA FUNCIÓN DEL EGO
“El sufrimiento es lo que rompe la cáscara que nos separa de la comprensión”
Khalil Gibran
El ego no es bueno ni malo. No hay que demonizarlo. Vivir identificados con esta máscara
tiene ventajas e inconvenientes. Más allá de protegernos, cabe insistir en que el ego es la
causa subyacente de todas las causas que nos hacen sufrir. Por eso, al estar identificados
con nuestra personalidad o falso yo, es cuestión de tiempo que, hagamos lo que hagamos,
terminemos fracasando. Porque, tan pronto como alcanzamos una meta, nos provoca una
profunda sensación de vacío en nuestro interior, la cual nos obliga a fijar inmediatamente
otro objetivo. Nuestro ego nunca tiene suficiente con lo que conseguimos; siempre quiere
más. La insatisfacción crónica es la principal consecuencia de vivir identificados con este
«yo» ilusorio.
Sin embargo, hay que estar agradecidos al ego por la ayuda que nos brindó a lo largo de
nuestra infancia. Sin él, nos habría sido mucho más duro sobrevivir emocionalmente, por
no decir imposible. De ahí que éste sea necesario en nuestro proceso de desarrollo.
Además, gracias al sufrimiento provocado por nuestro ego, finalmente nos comprometemos
con cuestionar el sistema de creencias que nos mantiene anclado a él, iniciando un camino
de aprendizaje para reconectar con nuestra verdadera esencia. Y esto sucede el día en que
nos damos cuenta de que la compañía del ego nos quita más de lo que nos aporta.
Por descontado, desidentificarse del ego no quiere decir librarse de él, sino integrarlo
conscientemente en nuestro propio ser. De lo que se trata es de conocer y comprender qué
es lo que nos mueve a ser lo que somos para llegar a aceptarnos y, por ende, empezar a
recorrer el camino hacia la integración. De ahí surge una comprensión profunda, que nos
permite vivir en armonía con nosotros mismos, con los demás y con la realidad de la que
todos formamos parte. El ego y la esencia son como la oscuridad y la luz que conviven en
una misma habitación. El interruptor que enciende y apaga cada uno de estos dos estados
es nuestra consciencia. Cuanto más conscientes somos de nosotros mismos, más luz hay
en nuestra vida. Y cuanta más luz, más paz interior y más capacidad de comprender y
aceptar los acontecimientos externos, que escapan a nuestro control.
Por el contrario, cuanto más inconscientes somos de nosotros mismos, más oscuridad hay
en nuestra existencia. Y cuanta más oscuridad, más sufrimiento y menos capacidad de
comprender y aceptar los acontecimientos externos, que en ese estado creemos poder
adecuar a nuestros deseos y expectativas egocéntricos. Los únicos que podemos encender
o apagar este interruptor somos nosotros mismos. Al principio nos costará creer que existe;
más adelante tendremos dificultad para encontrarlo. Pero, si persistimos en el trabajo con
nuestra mente y nuestros pensamientos, finalmente comprenderemos cómo conseguirlo.
Porque, como todo en la vida, es una simple cuestión de adquirir la información correcta,
así como de tener energía y ganas para convertir la teoría en práctica, lo que habitualmente
se denomina aprendizaje. Aunque en este caso resulta algo más complicado, la
recompensa que se obtiene es la mayor de todas.
«Yo no puedo más de mí mismo». ¿Cuántas veces en la vida hemos pronunciado esta
desesperada afirmación? Si la observamos detenidamente, corroboramos que dentro de
cada uno de nosotros hay una dualidad; dos fuerzas antagónicas -el amor (esencia) y el
miedo (ego)- que luchan por ocupar un lugar destacado en nuestro corazón. Lo cierto es
que solo una de ellas es real, mientras que la otra es completamente ilusoria. El viaje de
autoconocimiento consiste en diferenciar entre una y otra, desenmascarando al ego para
vivir desde nuestra verdadera esencia.
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