La izquierda libertaria de Rothbard a Foucault: una genealogía personal Luis Diego Fernández I. Una izquierda democrática, individualista y radical En un artículo titulado Liberty and the New Left publicado en la revista Left & Right en la edición de otoño de 1965 Murray N. Rothbard anunciaba la aparición de una nueva forma de izquierda surgida originariamente como un movimiento estudiantil en 1960 que posteriormente deviene en una agrupación llamada Estudiantes por una Sociedad Democrática (SDS) en 1962 y que progresivamente se vuelve un actor central de la política estadounidense junto al Movimiento por la Libertad de Expresión en Berkeley a fines de 1964, particularmente en la marcha contra la guerra de Vietnam el 17 de abril de 1965 en Washington. Según Rothbard, esta constituye el hito que dejó al descubierto el crecimiento y la aparición en la escena pública de un nuevo actor social que desplazó, como veremos, las ideas y la estrategia de la vieja izquierda. A continuación, el autor libertario detalla lo novedoso y las principales características de la Nueva Izquierda: La novedad crucial por parte de la Nueva Izquierda, tanto en cuanto a los fines como a los medios, es el concepto de “democracia participativa”, que constituye además su forma de confrontación más directa con la Vieja Izquierda. En el sentido más amplio, la idea de “democracia participativa” es profundamente individualista y libertaria, pues significa que cada individuo, incluso el más pobre y el más dócil, debe tener derecho al pleno control sobre las decisiones que afectan a su propia vida. La democracia participativa es, al mismo tiempo, una teoría de la política y una teoría de la organización, un enfoque de los asuntos políticos y del funcionamiento de las organizaciones de la Nueva Izquierda (o de cualquier organización). (Rothbard, 1965, p. 38). Subsiguientemente, los elementos de valor que Rothbard destaca desde la perspectiva libertaria en la Nueva Izquierda serán todos aquellos que se opongan de manera evidente a la Vieja Izquierda socialdemócrata, estatista y burocrática; en este sentido, el eje que los enlazará será la noción de “democracia participativa” (participatory democracy) como articulador de su base filosófica, así como de lo estratégico-táctico en el plano organizacional. Esta óptica de la Nueva Izquierda era, en términos rothbardianos, “profundamente individualista y libertaria” por otorgarle a cada uno de los individuos (sobre todo a los menos aventajados socialmente, las minorías étnicas y sexuales) la posibilidad de tener el control sobre sus decisiones y su vida participando de los diferentes espacios comunitarios voluntariamente creados. 1 Posteriormente, Rothbard realiza una operación para diferenciar la composición de la Vieja Izquierda en contraposición a la Nueva Izquierda; esto se puede singularizar, según su mirada, en las figuras de Roosevelt, en el primer caso, y Thoreau, en el segundo. Así lo plantea: Si la Vieja Izquierda buscaba su inspiración en Franklin D. Roosevelt, la Nueva Izquierda la busca en Thoreau. Esto es una ironía bastante singular si tenemos en cuenta que en los años posteriores a la Segunda Guerra Mundial el principal defensor de las ideas de Thoreau en este país fue el libertario “de derecha” Frank Chodorov, en los breves y chispeantes análisis del periódico que editaba. Se trata de un instructivo ejemplo de cómo los ideales libertarios pasaron inconscientemente de la Vieja Derecha a la Nueva Izquierda (no hace falta añadir que la derecha actual mira a Thoreau con total aversión). Entonces, si la Nueva Izquierda es radical, individualista y militante, ¿cuál es el contenido de su ideología? ¿Qué políticas defiende? Respecto de este punto es cierto que la Nueva Izquierda no elaboró una ideología sistemática, una visión coherente de la sociedad que desea crear. Y en este punto es que desesperan los diversos grupos de jóvenes que querrían imponer sus herméticas ideologías a la Nueva Izquierda. Pero esta carencia de una ideología totalmente desarrollada es perfectamente comprensible. (Rothbard, 1965, pp. 42-43). De esta manera, la figura del filósofo anarquista individualista Henry David Thoreau, autor del mítico Walden o la vida en los bosques (1854), se tornará la piedra de toque que revele para la Nueva Izquierda sus características más evidentes según el análisis rothbardiano: radical, individualista y militante. Y si bien es cierto que ésta carece de una organicidad ideológica, esto es excusado por el pensador libertario en función de su juventud. Sin embargo, lo más sintomático del acercamiento de Rothbard se observa en cómo han pivoteado de la Old Right a la New Left los ideales libertarios, individualistas y anti-imperialistas a través de la reivindicación de Thoreau por izquierda. Este es el valioso aporte analítico que resalta la mirada de Rothbard al cual es posible verlo como el nacimiento de la izquierda libertaria en 1965. Posteriormente, en el Manifiesto Libertario de 1973, el pensador estadounidense establecerá en el marco programático del libertarismo, la inclusión en la esfera de las libertades civiles de posiciones de izquierda, indudablemente deudoras de las causas defendidas por la Nueva Izquierda. Así lo detalla: Si ningún hombre puede cometer una agresión contra otro; si, en suma, todos tienen el derecho absoluto de ser “libres” de la agresión, entonces esto implica inmediatamente que el libertario defiende con firmeza lo que en general se conoce como “libertades civiles”: la libertad de expresarse, de publicar, de reunirse y de involucrarse en “crímenes sin víctimas”, tales como la pornografía, la desviación sexual y la prostitución (que para el libertario no son en absoluto “crímenes”, dado que define un “crimen” como la invasión violenta a la persona o propiedad de otro). Además, considera el servicio militar 2 obligatorio como una esclavitud en gran escala. Y dado que la guerra, sobre todo la guerra moderna, implica la matanza masiva de civiles, el libertario ve ese tipo de conflictos como asesinatos masivos y, por lo tanto, completamente ilegítimos. En la escala ideológica contemporánea todas estas posiciones se incluyen entre las ahora consideradas “de izquierda”. (Rothbard, 2009, p. 35). En definitiva, entre 1965 y 1973 podemos decir que asistimos al nacimiento del libertarismo de izquierda a partir de la confluencia programática del rothbardismo con la New Left. II. Libertarismo y New Left: convergencias filosófico-políticas En función de lo enunciado, para Rothbard había cuatro ejes específicos de los cuales los libertarios debían aprender de la Nueva Izquierda y buscar una convergencia con ella, a saber: en primer lugar, la distinción crítica entre mercados libres y capitalismo estatista, en segundo lugar, la importancia de la conquista y la defensa de los derechos civiles (black power, minorías sexuales, feminismo), en tercer lugar, la práctica de la autogestión y la creación de instituciones no estatales (centros comunitarios, Universidades libres, asistencia social cooperativa, por ejemplo, los programas de los Black Panthers), por último, la crítica al intervencionismo en política exterior, es decir, el anti-imperialismo y anti-militarismo. A tal punto Rothbard consideraba de valor las banderas de la Nueva Izquierda que proyectaba a futuro que sus activistas terminarían por añadidura defendiendo posiciones de libre mercado: En sus luchas concretas contra la opresión centralizada, los jóvenes militantes de la Nueva Izquierda se dirigen, por lo general sin saberlo, pero con mayor consciencia al respecto en la obra de algunos de sus pensadores más avanzados, hacia una visión del futuro que es la extensión más completa posible de los ideales de la libertad, la independencia y la democracia participativa: un mercado libre en una sociedad libre. (Rothbard, 1965, p. 67). Asimismo, el elemento anti-imperialista era tan estimado por Rothbard que en 1967 escribe una necrológica laudatoria del Che Guevara donde destaca su cercanía con jóvenes libertarios: El Che ha muerto, todos lo lloramos. ¿Por qué? Cómo es que tantos libertarios lloran a este hombre; cómo es que recién acabamos de recibir una carta de un joven y brillante libertario, un antiguo objetivista y un seguidor de Bircher [(JBS)]1, que en parte decía: “si John Morrison Bircher fue un militar estadounidense agente en China durante la Segunda Guerra Mundial, donde fue muerto por agentes chinos. La JBS es la sigla de la John Birch Society, organización anticomunista que tiene por finalidad la difusión de ideas paleolibertarias. 1 3 finalmente agarraron al Che…estoy seguro de que su memoria vivirá para perseguir a Latinoamérica y a los EE.UU. en las décadas siguientes. ¡Larga vida al Che! ¿Por qué? Seguramente no lo dijo porque el Che fuera comunista (…) No, los fines comunistas del Che no son lo que ha convertido su nombre en un símbolo y una leyenda en el mundo y para la Nueva Izquierda en este país. (Rothbard, 1967, p. 3). El rothbardismo de izquierda nacido en 1965, no obstante, no se cierra sobre la figura del propio Rothbard, de hecho, el autor se alejará gradualmente de estas posiciones afines hacia la Nueva Izquierda y, por el contrario, buscará una reconversión abrupta con sectores conservadores, tradicionalistas y de derecha dura2. Sin embargo, este linaje tendrá otras figuras que buscarán continuar y ampliar la reflexión de un libertarismo de izquierda, algunas de ellas son: Karl Hess, Samuel Edward Konkin III, Roderick Long, Gary Chartier, Sheldon Richman y Kevin Carson. En continuidad con las posiciones rothbardianas de izquierda en The Death of Politics (1969) Karl Hess valorará el análisis que la Nueva Izquierda hace del capitalismo corporativo, a pesar de que no tenga la sutileza para discriminar entre mercados libres y capitalismo estatista: El ataque de la izquierda al capitalismo corporativista es, bien examinado, un ataque a las formas económicas que son posibles únicamente en una colusión entre un gobierno autoritario y negocios burocratizados no empresariales. Es desafortunado que muchos miembros de la Nueva Izquierda sean tan poco críticos, llegando a aceptar esta premisa como indicación de que todas las formas de capitalismo son malas y, por lo tanto, que la apropiación completa por parte del Estado es la única alternativa. Esta mentalidad se ve reflejada en la derecha. (Hess, 1969, pp. 42-43). De todos modos, será a mi criterio Kevin Carson en su extraordinario The Iron Fist Behind the Invisible Hand (2001) quién analice con mayor sutileza y detalle el origen feudal y violento del capitalismo a fin de diferenciarlo de un mercado verdaderamente libre. Estos dos pasajes son muestras de ello: Normalmente, se reconoce que el feudalismo ha sido fundado por el robo y la usurpación; una clase dominante se estableció a sí misma por la fuerza, y entonces obligó a los campesinos a trabajar en beneficio de sus señores. Pero ningún sistema de explotación, ni siquiera el capitalismo, se ha creado por acción del mercado libre. El capitalismo se fundó en un acto de robo tan masivo como el feudalismo. Se ha sostenido en el presente por una intervención estatal continua para proteger su sistema de privilegio, sin el cual su supervivencia sería inimaginable. (Carson, 2001, p.1). “Pero cuando la Nueva Izquierda se desvanece, Rothbard le restó importancia a estas posiciones y se corrió estratégicamente hacia el paleoconservadurismo de derecha”. (Richman, 2013, p. 3). 2 4 La actual estructura de propiedad del capital y la organización de la producción en nuestra supuesta economía de “mercado”, reflejan la intervención estatal coercitiva anterior y ajena al mercado. Desde el principio de la revolución industrial, lo que se tilda nostálgicamente de “laissez faire” fue de hecho un sistema de intervención estatal continua para subsidiar la acumulación, garantizar el privilegio y mantener la disciplina de trabajo. Gran parte de tal intervención es tácitamente asumida por los libertarios de derechas como parte del sistema de “mercado”. Aunque unos pocos intelectualmente honestos como Rothbard y Hess han estado dispuestos a examinar el papel de la coerción en la creación del capitalismo, la escuela de Chicago y los randianos toman como dadas las relaciones de propiedad existentes y el poder de clase. Su “libre mercado” ideal es simplemente el actual sistema menos las regulaciones progresistas y el Estado del Bienestar — el capitalismo del barón ladrón del siglo XIX. (Carson, 2001, p.1). Si, como vemos con Carson, el libertarismo de izquierda basa sus fundamentos filosóficos en la evidencia histórica de la constitución espuria del capitalismo como sistema económico-político en continuidad con el feudalismo, es decir, la acción coactiva que separó a los trabajadores de la tierra, apropiada y concentrada en las manos de los señores feudales y luego en unos pocos propietarios ilegítimos que adquirieron esas tierras producto del beneficio de las coronas, resulta por tanto evidente que un mercado realmente libre es la antítesis del capitalismo. En términos de los libertarios de izquierda, el ocaso del feudalismo medieval y el incipiente nacimiento del capitalismo no encontró a todos en la misma línea de salida. Lejos de haber habido igualdad en los inicios, hubo privilegios, robo y explotación. En este aspecto, la expresión “anticapitalismo de libre mercado”3, empleada por Sheldon Richman para definir a la izquierda libertaria, que a muchos les resultaría contradictoria, por el contrario, desde esta perspectiva se revela absolutamente lógica. En este plano resulta clara la convergencia de diagnóstico entre los libertarios de izquierda y el marxismo, vale decir, la noción de “acumulación originaria”4 marxiana es perfectamente compatible con la genealogía realizada por Carson que deja en evidencia 3 “El “anticapitalismo de libre mercado” del libertarismo de izquierda no es una contradicción, ni es un avance reciente. Impregnó la Libertad de Tucker y si nos remontamos a Thomas Hodgskin (1787-1869), un radical del libre mercado, quien fuera uno de los primeros en definir despectivamente a los beneficiarios de los favores gubernamentales a expensas de la mano de obra, identificaremos la explotación de los trabajadores mediante el término “capitalista”. En el siglo XIX y principios del XX, “socialismo” no significaba únicamente propiedad colectiva o gubernamental de los medios o la producción, sino que era un término general para cualquiera que creyera que a la mano de obra le estaba siendo denegado el producto de su naturaleza, bajo el capitalismo histórico”. (Richman, 2013, p. 4-5). 4 “La llamada acumulación originaria no es, por consiguiente, más que el proceso histórico de escisión entre productor y medios de producción. Aparece como originaria porque configura la prehistoria del capital y del modo de producción correspondiente”. (Marx, 2015, p. 331). Y más adelante explicita Marx: “La expoliación de los bienes eclesiásticos, la enajenación fraudulenta de las tierras fiscales, el robo de la propiedad comunal, la transformación usurpatoria, practicada con el terrorismo más despiadado, de la propiedad feudal y clánica en propiedad privada moderna, fueron otros tantos métodos idílicos de la acumulación originaria”. (Marx, 2015, p. 353). 5 el origen violento del capitalismo, así como inseparable de la constitución del Estado. En otros términos, todo el capitalismo históricamente constatable es estatista. Sin embargo, a diferencia del marxismo-leninismo, el libertarismo de izquierda no busca una salida hacia la socialización de los medios de producción y la economía centralmente planificada, sino, por el contrario, que cada trabajador sea propietario de sus medios productivos y del fruto de su trabajo en lugar de tener que vender su fuerza de trabajo al propietario de las fuerzas de producción a cambio de un salario. Carson defiende el valor del mercado para la izquierda libertaria: Pero los mercados genuinos tienen un valor para la izquierda libertaria, y no deberíamos conceder el término a nuestros enemigos. De hecho, el capitalismo —un sistema de poder en el que la propiedad y el control están divorciados del trabajo- podría no sobrevivir en un libre mercado. Como anarquista mutualista, creo que la expropiación del valor excedente —el capitalismo— no puede darse sin la coerción estatal para mantener el privilegio del usurero, el terrateniente y el capitalista. Por esta razón, el anarquista de libre mercado Benjamin Tucker —del que los libertarios de derechas toman prestado selectivamente— se consideraba a sí mismo socialista libertario. (Carson, 2001, pp. 8-9). El ejercicio genealógico del libertarismo de izquierda al mostrar la historia no contada, selectiva u oculta del origen del capitalismo que pocos libertarios admiten es, a mi juicio, un aporte sustancial a esta tradición filosófico-política que le otorga mayor lucidez, refinamiento y sofisticación. En definitiva, los libertarios de izquierda son libertarios porque creen en la propiedad privada y en el libre intercambio de bienes y servicios, así como critican la intervención del Estado en los asuntos personales y económicos; y al mismo tiempo de izquierda porque denuncian las condiciones de desigualdad inicial, de violencia y explotación, así como apoyan las causas de las minorías históricamente discriminadas y privadas de acceder al mercado, así sean sexuales o raciales, y el derecho a la sindicalización libre y voluntaria de los trabajadores. Asimismo, el libertario de izquierda suele ser escéptico respecto de la política electoral, por tanto, más que buscar una salida en términos de partidización, promueve el desarrollo de instituciones paralelas a las estatales y construye espacios de autogestión. De igual forma, el libertario de izquierda sospecha de las grandes empresas y es crítico de las jerarquías corporativas y las regulaciones excesivas; prefiere estructuras económicas más horizontales, descentralizadas, mutualistas, cooperativas, emprendimientos unipersonales, venta de bienes o servicios a través de plataformas y dispositivos digitales. En consecuencia, es importante marcar que el libertario de izquierda, al echar luz sobre el origen violento e injusto del capitalismo histórico, busca favorecer la igualdad en las condiciones de inicio, 6 no la igualdad de resultados; estos dependerán del trabajo, la creatividad, el talento y las capacidades de cada uno. Ahora bien, así como hay convergencias y divergencias entre el libertarismo de izquierda y el marxismo, de igual modo, la izquierda libertaria acentúa una clara diferencia con respecto al libertarismo clásico, a saber: si bien el Estado es un aparato de captura sospechoso, abordado desde una óptica negativa en primera instancia, el libertario de izquierda, a diferencia de los clásicos, no hace foco solo en el Estado como el único garante del “mal” (a pesar de que sea un “mal necesario” en ciertas condiciones) sino que también es crítico de otras estructuras de poder que de igual modo impactan negativamente sobre los individuos, ejerciendo sobre sobre ellos medidas disciplinarias, restrictivas, autoritarias o coercitivas, tales como la Iglesia, los monopolios, las corporaciones multinacionales o las normas hegemónicas sexo-genéricas, vale decir, el libertario de izquierda busca denunciar, en términos foucaultianos, toda “excrecencia de poder”, algo que los libertarios clásicos no ven o no consideran relevante. Sin embargo, las voces críticas hacia la izquierda libertaria se hicieron escuchar particularmente desde posiciones paleolibertarias. El primero que encabezará esta disidencia será el mismo creador de la alianza con la Nueva Izquierda, Murray Rothbard, cuando en 1992 promueva un populismo de derecha distante del Partido Libertario ya que, según su balance: “Cada vez más gente del “mundo real” abandonaba al PL, por lo que se tornó cada vez más poco confiable, cada vez más libertino, culturalmente izquierdista, y más que nada, irrelevante”. (Rothbard, 1992, p. 12). En la misma sintonía, Lew Rockwell, aliado del Rothbard paleolibertario, señalará que, de no salir de esta convergencia con la izquierda, los libertarios “seguiremos siendo vistos como una secta que “se resiste a la autoridad” y no solo al estatismo, que además de legalizar ciertos comportamientos está de acuerdo con ellos, y que rechaza las normas regulares de la civilización occidental”. (Rockwell, 1990, p. 35). Sin embargo, a mi criterio será HansHermann Hoppe quien realice el análisis más preciso, desde una posición abiertamente contraria y crítica, de la izquierda libertaria: Por otro lado, la Nueva izquierda, surgida hacia 1965, parecía mucho más libertaria que los conservadores en los aspectos esenciales. Según Rothbard, por dos motivos: «(1.º) la creciente oposición [de la Nueva izquierda] a la Guerra del Vietnam, al imperialismo de los Estados Unidos y el alistamiento —los asuntos más importantes del periodo—, frente al apoyo conservador de estas políticas; y (2.º) el giro de la Nueva izquierda hacia posiciones semianarquistas como consecuencia de la abjuración de la socialdemocracia y del periclitado estatismo de la izquierda, lo que les opuso de plano al Estado benefactor- 7 militarista heredado de las políticas del New Deal o Estado enfeudado (Corporate State) y al burocrático sistema universitario controlado por el Estado». Casi una década más tarde, Rothbard reconoció un doble error estratégico en el antiguo intento de forjar una alianza entre libertarios y Nueva izquierda: «(a) la grave sobrestimación de la estabilidad emocional y de los conocimientos de economía de aquellos libertarios poco experimentados y, corolario de ello, (b) la grave subestimación de la debilidad y aislamiento de los cuadros libertarios, de la inexistencia de un verdadero movimiento libertario, de las consecuencias que acarrearía la entrega de los jóvenes a la alianza con un grupo más nutrido y poderoso [a saber... la defección de muchos de ellos y su paso a las filas del izquierdismo radical, sindicalista y anarcomaoísta]». Toward a Strategy of Libertarian Social Change. Manuscrito inédito, 1977, pp. 159 y 160-61. (Hoppe, 2001, pp. 205-206, nota a pie 21). Si bien estas observaciones hoppeanas están realizadas desde una perspectiva fuertemente crítica de la izquierda libertaria y en favor de una posición paleolibertaria, por el contrario, desde mi óptica revelan aún más la convergencia anti-intervencionista, anti-burocrática y anti-estatalista de ambas tradiciones. III. ¿Por qué soy un libertario de izquierda y qué significa en mi perspectiva? Una vez realizada esta genealogía de la izquierda libertaria quisiera hacer explícita mi posición personal. Mi perspectiva filosófica, metodológicamente foucaultiana, está determinada por mi trabajo intelectual que se ocupa del pensamiento francés de la segunda mitad del siglo XX. En este aspecto, mi acercamiento, deudor de Nietzsche y Foucault, se configura a partir de un método genealógico que tiene por objetivo fijar las condiciones de posibilidad históricas del conocimiento así como dejar al descubierto la historicidad de la subjetividad, de los valores culturales y morales, de igual modo que echar luz sobre las contra-historias, micro-historias o historias alternativas no mostradas en la formación de determinado saber indisociablemente ligado a relaciones de poder. Por tanto, una visión anti-autoritaria y anti-jerárquica se encuentra en los rudimentos de mi constitución teórica. Este tipo de pensamiento, vertebrado en torno a autores como el mencionado Foucault, pero también Deleuze, Guattari o Derrida, llamado soixantehuitard (“sesentayochista”) y caracterizado como anti-humanista, libertario, deseante o hedonista, fue por ello mismo duramente criticado por posiciones comunistas al mismo tiempo que conservadoras. Incluso se ha llegado a concebir al 68 como una “revolución americana” inspirada en la transformación de las costumbres y los modos de vida provenientes de los sesentas en los Estados Unidos. Consecuentemente, la crítica a toda forma de prohibición y el despliegue radical de las libertades individuales es algo que ha resultado en mi óptica notoriamente común con los postulados del liberalismo libertario, 8 en particular en su vertiente de izquierda, en materia moral, social y civil; por ello no me resulta llamativo que Foucault haya encontrado allí elementos de valor que coincidían con su búsqueda de una gubernamentalidad de izquierda compuesta de políticas no disciplinarias, desburocratizadoras y no punitivistas. A menudo he adoptado la identidad política de un libéral-libertaire (liberal-libertario), tal como esta expresión era usada en la tradición francesa por ciertos intelectuales como Daniel Cohn-Bendit (uno de los líderes de lo movimiento del 68, de militancia originariamente anarquista) o Serge July, periodista y director del diario Libération a partir de 1974. Esa categoría en Francia fue creada por el ensayista marxista Michel Clouscard de modo negativo para caracterizar a los libertarios burgueses o bien “socialdemócratas libertarios” que provenían del influjo del 68 y luego se reconvirtieron a posiciones socioliberales. Podríamos decir que asumieron gradualmente ciertas posturas liberales viniendo desde un origen cultural de ideas de izquierda, como también es mi caso. Por ello es que la clasificación de “libertario de izquierda” me resulta clarificadora de esta deriva que asumo para dejar en evidencia que lo hago desde una perspectiva que proviene de una tradición progresista en el sentido francés. Si Murray Rothbard en 1965 se acerca a la Nueva Izquierda desde el libertarismo, Michel Foucault en 1979 realizará la operación inversa: desde una etapa previa (19711976), lindante con una izquierda anarquizante e inorgánica, se aproximará a estudiar con interés el liberalismo libertario en su curso impartido en el Collège de France bajo el título Nacimiento de la biopolítica. De alguna manera, ambos autores se complementan viendo elementos de valor en la otra tradición que puedan ayudar a reinventar o nutrir la propia. En este sentido es que podemos marcar una confluencia entre la mirada francesa y la estadounidense que encuentra su cauce en un acontecimiento como mayo del 68 que reunía muchos de los reclamos y las características que veía positivamente Rothbard en la Nueva Izquierda, en tanto la contracultura californiana impregnaba fuertemente este evento, a saber: la crítica a la autoridad, al capitalismo corporativo y el estatismo, la promoción de la autogestión, el individualismo hedonista, la autonomía de los cuerpos en materia sexo-afectiva y la sensibilidad anti-estatista. Por consiguiente, el liberalismo libertario fue para mí un descubrimiento teórico estimulante al cual llegué específicamente por medio del análisis de Michel Foucault. A diferencia de quiénes se vinculan con esta filosofía política desde la convicción ideológica, la militancia o el activismo partidario, en mi caso, lejos de ello, fue producto de la investigación crítica y la mirada analítica (que mantengo); sin embargo, el haber 9 provenido de una instrucción filosóficamente francesa es lo que me permitió, al estudiar estas ideas desde la perspectiva foucaultiana, descubrir numerosos puntos de contacto con la tradición que me había formado, emulando el gesto del propio Foucault pero también de Rothbard en el sentido inverso, al detectar sorprendido en 1965 que las ideas libertarias estaban más presentes en la Nueva Izquierda que en la derecha. El investigador Serge Audier ha definido políticamente a Michel Foucault de un modo que comparto: “un neo-nietzscheano individualista libertario de izquierda”. (Audier, 2015, p. 509). Hago propia esta definición y desde allí es que también me pienso como un “libertario de izquierda”. El interés del filósofo francés a fines de la década del setenta hacia el liberalismo libertario provenía a mi juicio de varios elementos que son convergentes con los postulados de la izquierda libertaria rothbardiana: la noción de “crímenes sin víctimas” que estimulaba una política descriminalizadora en materia moral y personal, la promoción descentralizadora y desburocratizante en el terreno estatal y el no intervencionismo en el plano exterior. Es importante, además, subrayar que la filosofía de Foucault nunca fue igualitarista, más bien su planteamiento en torno a las relaciones de poder reposaba en el carácter asimétrico pero reversible de toda condición. ¿Por qué sin embargo podemos situarla en la izquierda? Sobre todo, por su apoyo a causas que históricamente han sido de izquierda como la visibilización de los modos de vida de las minorías, los marginales y los excluidos, los llamados “anormales” en términos foucaultianos. ¿Por qué entonces soy un libertario de izquierda? En primer lugar, porque comprendo lo libertario como un ethos individualista apoyado en el principio de autopropiedad del cuerpo, es decir, un modo de vida minoritario en el plano sexo-afectivo, así como autogestivo en el plano laboral. En segundo lugar, porque asumo que la izquierda implica apoyar las causas de aquellos que han sido históricamente desaventajados, que han estado en condiciones de desigualdad de origen (mujeres, minorías sexuales o étnicas, trabajadoras sexuales, consumidores recreativos de drogas, estilos de vidas disidentes, etc.) para hacer que estas existencias sean reconocidas en términos de derechos y tengan oportunidades de acceso al mercado como cualquier otra. Fuentes: Audier, S. (2009) La pensée anti-68. Essai sur les origines d’une restauration intellectuelle. París: Éditions La Découverte. Audier, S. (2015) Penser le néolibéralisme. Le moment néolibéral, Foucault et la crise du socialisme. París: Le Bord de L’eau. 10 Carson, K. (2001) The Iron Fist Behind the Invisible Hand: Corporate Capitalism as a System-Guaranteed Privilege. Montreal: Red Lion Press. Edición castellana: El puño de hierro tras la mano invisible. El capitalismo corporativo como sistema de privilegio garantizado por el Estado. Madrid: Editorial Innisfree. Foucault, M. (2008) Nacimiento de la biopolítica. Curso en el Collège de France (19781979). Traducción de Horacio Pons. Buenos Aires: Fondo de Cultura Económica. Hess, K. (1969) “The Death of Politics”, Playboy. Hoppe, H-H. (2001) Democracy: The God that Failed. New Brunswick: Transaction Publishers. Konkin, S. E. (1980) The New Libertarian Manifesto. California: KoPubCo. Edición castellana: Manifiesto Neolibertario. Traducción castellana de Ignacio Pablo Rico Guastavino. Madrid: Editorial Innisfree. Marx, K. (2015) “El Capital. Crítica de la economía política. Libro I. El proceso de producción del capital. Sección VII. El proceso de acumulación del capital. Cap. XXIV. 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(1992) “Right Wing Populism: A Strategy for the Paleo Movement”, Rothbard-Rockwell Report, pp. 5-14. 11