Subido por Vania Muñoz Álvarez

Desregulación emocional y autismo. Amaia Hervas

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trastornos del espectro autista
Desregulación emocional y trastornos del espectro autista
Amaia Hervás
Introducción. Los trastornos del espectro autista (TEA) son trastornos del neurodesarrollo que afectan la comunicación
social y presentan conductas estereotipadas. Muestran una gran variabilidad fenotípica relacionada con la capacidad
expresiva del lenguaje, habilidades cognitivas y comorbilidades psiquiátricas, entre otras. La comorbilidad psiquiátrica
resulta muy frecuente en TEA y en muchos casos es múltiple. La desregulación emocional se relaciona con TEA y con otros
trastornos psiquiátricos y del neurodesarrollo. La comorbilidad múltiple asociada a TEA es el grupo que presenta gran incapacidad funcional, múltiple farmacología e ingresos hospitalarios. La desregulación emocional podría ser la base de la
comorbilidad múltiple existente en TEA y requerirá consideraciones propias en la valoración diagnóstica y tratamiento.
Objetivo. Revisar la desregulación emocional, el concepto actual y su relación con TEA.
Desarrollo. Se exponen las diferentes definiciones de desregulación emocional, los mecanismos cognitivos y neurobiológicos asociados, la presentación clínica cuando se asocia a TEA, su papel en la comorbilidad psiquiátrica y consideraciones
en las intervenciones psicológicas y farmacológicas.
Conclusiones. La desregulación emocional podría asociarse a la comorbilidad múltiple presente en personas con TEA,
relacionándose con alta morbilidad, ingresos hospitalarios y uso de psicofármacos. La falta de identificación y diagnóstico
de la desregulación emocional podría relacionarse con poca efectividad y un elevado número de efectos secundarios
cuando se trata la comorbilidad asociada a TEA.
Palabras clave. Autismo. Comorbilidad. Desregulación emocional. Regulación emocional. Trastornos del espectro autista.
Tratamiento.
Introducción
Los trastornos del espectro autista (TEA) son un
grupo de trastornos del neurodesarrollo que afectan la comunicación social con una presencia de
intereses, conductas o lenguaje estereotipado y
anomalías sensoriales que comienzan en la primera
infancia y continúan a lo largo de la vida [1]. La clasificación actual del Manual diagnóstico y estadístico de los trastornos mentales, quinta edición (DSM-5),
ha optado por una terminología genérica (TEA) en
base al cumplimiento de un determinado número
de síntomas observables del comportamiento social, comunicativo y patrones de intereses y conductas, evitando de este modo subcategorías existentes en clasificaciones diagnósticas previas. Las
diferencias clínicas entre aquellos que reciben un
diagnóstico de TEA se pretende plasmar en los modificadores clínicos diagnósticos, siendo uno de
ellos la comorbilidad psiquiátrica [2]. Diferencias
en los estilos cognitivos, aunque no se han incluido
dentro de los criterios diagnósticos, explican en
parte las dificultades sociocomunicativas y las con-
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ductas estereotipadas presentes en las personas con
TEA. Aspectos relacionados con teoría de mente,
dificultades de empatía y función ejecutiva han sido
objeto de estudios empíricos para entender la relación entre cogniciones, comportamiento social, comunicativo, conducta y mala adaptación social [3].
Un aspecto mucho menos investigado ha sido cómo
el procesamiento emocional se relaciona con la psicopatología existente en el autismo. Los estudios
empíricos se han concentrado principalmente en
las dificultades en el reconocimiento de las emociones presentes en otras personas y menos en aspectos relacionados con la propia identificación y regulación de las emociones [4]. Aunque no hay nada
que nos haga suponer que las personas con TEA
tengan emociones menos intensas que otras personas, su reconocimiento emocional, la expresión de
sus emociones y la regulación afectiva para proseguir con sus tareas y objetivos están frecuentemente disminuidas en esta población. La comprensión
del origen de las dificultades de empatía e identificación emocional puede ser importante para el desarrollo de tratamientos efectivos [5]. La asociación
IGAIN (Instituto Global de Atención
Integral al Neurodesarrollo).
Psiquiatría Infantil y Juvenil; Hospital
Universitari Mútua de Terrassa;
Terrassa, Barcelona, España.
Correspondencia:
Dra. Amaia Hervás Zúñiga.
Psiquiatría Infantil y Juvenil.
Hospital Universitari Mútua de
Terrassa. Pl. Doctor Robert, 5.
E-08221 Terrassa (Barcelona).
E-mail:
[email protected]
Declaración de intereses:
La autora declara la inexistencia
de conflictos de interés en relación
con este artículo.
Aceptado tras revisión externa:
22.02.17.
Cómo citar este artículo:
Hervás A. Desregulación emocional
y trastornos del espectro autista.
Rev Neurol 2017; 64 (Supl 1): S17-25.
© 2017 Revista de Neurología
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del TEA con otros trastornos psiquiátricos es la
norma más que la excepción. La comorbilidad psiquiátrica es la mayor causa de hospitalización, uso
de psicofármacos, morbilidad y disfunciones en la
adaptación funcional [1,6]. No hay fármacos que
hayan probado ser efectivos para los síntomas de
TEA y existen pocos ensayos clínicos aleatorizados
que hayan evaluado la efectividad y seguridad de
los tratamientos farmacológicos para las comorbilidades psiquiátricas asociadas, pero incluso en estos
casos, los fármacos tienen una efectividad contradictoria y un incremento de efectos secundarios
[7]. La desregulación emocional podría ser el nexo
en común entre el TEA y la diferente psicopatología múltiple psiquiátrica asociada, con falta de respuesta a las diferentes terapias farmacológicas y
psicológicas utilizadas [8].
Las personas con TEA sufren impedimento funcional relacionado con la hiperestimulación resultante de una excesiva sensibilidad generalizada o
con una hipersensibilidad selectiva a estímulos sensoriales. La hiposensibilidad sensorial es la base, entre otras, de conductas maladaptativas graves, co­
mo son las autolesiones o conductas autolesivas. En
ocasiones, reacciones adversas sensoriales pueden o
no coexistir con la búsqueda repetitiva de estimulación sensorial por el mismo sujeto con TEA [9].
Las estereotipias motoras, como las alteraciones
sensoriales, son un criterio diagnóstico de TEA en
el DSM-5 y se ha propuesto que ambas podrían ser,
entre otras, estrategias no funcionales para mantener un estado estable de estimulación en las personas con TEA [10].
Desregulación emocional
Existen varias definiciones de desregulación emocional en la bibliografía: un proceso dinámico y
complejo de modificar las reacciones emocionales
para cumplir las demandas situacionales [11] o el
proceso de modular la intensidad o duración de estados emocionales o motivacionales internos para
conseguir una adaptación social o los objetivos personales [12], o la variedad de habilidades cognitivas, fisiológicas y conductuales que permiten a un
individuo monitorizar y modular la ocurrencia, intensidad y expresión de las emociones y activación
de cada persona [13]. Para regular las emociones se
debe reconocer el propio estado emocional de
acuerdo al estadio evolutivo de cada persona, realizar estrategias de relajación cuando se experimenta
una emoción negativa o un nivel alto de excitación
o activación, y mantenerse realizando actividades a
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pesar de tener un alto nivel emocional [14]. Las
personas varían en su sensibilidad emocional, en la
velocidad, intensidad y duración de sus emociones
primarias, que son biológicas de naturaleza. Para
ser efectivos en la capacidad de regular las emociones, primero hay que ser conscientes del mundo interno, de las sensaciones emocionales y físicas,
identificar, procesar y expresar estas sensaciones
internas, relacionarlas con el mundo externo, con
las situaciones que las producen, identificar los
pensamientos provocados por las situaciones sociales, inhibir el estado emocional excesivamente negativo o positivo mediante la búsqueda de estrategias conscientes de tranquilizarse, como puede ser
el aceptar y comprender el estado emocional propio, o utilizar reestructuración cognitiva que haga
tolerar de una mejor manera las situaciones y planificar la realización de tareas u objetivos a pesar de
tener un estado hiperemocional. Todos estos procesos con más frecuencia están alterados en personas con TEA [15]. Las personas con TEA reconocen menos frecuentemente sus emociones, sus percepciones y tienen dificultades en integrar la información proveniente de su mundo interno y externo.
Utilizan también menos habitualmente reestructuraciones cognitivas positivas, entendidas como interpretaciones más aceptables de aquellas cogniciones que generan emociones negativas, presentando
con frecuencia una tendencia rígida en sus cogniciones, con un pensamiento catastrófico, todo o
nada. Sus respuestas a situaciones que provocan intensas alteraciones emocionales suele ser también
maladaptativas, con respuestas evitativas o con una
tendencia a la ruminación [16]. Aunque existen
muy pocos estudios realizados de cambios psicopatológicos con la edad, parece probable que existan
diferencias en la presentación clínica de la desregulación emocional en las personas con TEA dependiendo de factores como la edad y el sexo, entre
otros. Estudios recientes no han encontrado diferencias en la presencia de desregulación emocional
en personas con TEA y distinta capacidad intelectual o expresión verbal [17]. En el desarrollo evolutivo, los bebés regulan sus emociones a través de la
conducta y las estereotipias, entendiéndose como
maneras funcionales de regular emociones en edades tempranas. Según aparece la comunicación
verbal y no verbal y se desarrolla más autonomía e
iniciativa para ocuparse en actividades placenteras
para distraerse, las estereotipias y otras maneras
primarias de regularse van desapareciendo. A los 4
años, la restructuración cognitiva comienza a aparecer como una manera más efectiva de tranquilizarse ante situaciones que generan emociones ne-
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gativas [18]. Por lo tanto, podríamos decir que en
las personas con TEA y desregulación emocional
permanecen mecanismos primarios de regular las
emociones, que podría entenderse como otra alteración del neurodesarrollo, en este caso de la regulación de las emociones. En el DSM-5 [2], además
de los TEA, se han incluido otras alteraciones del
neurodesarrollo dentro de esta categoría, como es
el caso de los trastornos de la comunicación, el
trastorno por déficit de atención/hiperactividad
(TDAH), trastornos del aprendizaje, discapacidad
intelectual y trastornos motores, incrementados en
la población con TEA comparado con un grupo
control [19]. Sin embargo, existe controversia y hay
autores que plantean si la desregulación emocional
en TEA es una alteración en el desarrollo de la regulación emocional o, por el contrario, es una alteración real en la cualidad de la regulación de las
emociones. Estudios en esta dirección serán importantes para responder a esta pregunta [8].
En la primera infancia, los niños con TEA y desregulación emocional presentan episodios bruscos
de emocionalidad intensa, con gran excitabilidad,
irritabilidad o miedos que pueden variar en frecuencia o intensidad, algunos presentando episodios ocasionales de fuerte alteración emocional,
mientras que en otros los episodios son continuados, de más o menos intensidad. Propio de su trastorno, las emociones no suelen ser objetivamente
visibles en los niños con TEA relacionado con sus
dificultades de expresión verbal y no verbal o con
las dificultades de compartir su afectos con otras
personas. La desregulación emocional en niños con
TEA frecuentemente se manifiesta con alteración
conductual, presentando marcada hiperactividad,
impaciencia, irritabilidad, rabietas, agresión, dificultad en concentrarse en el juego o en cualquier
tarea funcional y desafío al adulto. Estas manifestaciones conductuales se asocian a síntomas de TEA
como son las estereotipias motoras, del lenguaje o
acciones repetitivas y estimulaciones sensoriales
repetitivas o rituales autistas, cuyo objetivo final
podría ser regular su estado emocional [20]. Según
van creciendo y intentan adaptar su conducta a las
situaciones sociales, la hiperactividad se convierte
en una fuerte tensión interna, estado de ansiedad e
intranquilidad, impaciencia, labilidad de afecto con
irritabilidad, excitabilidad, tristeza y miedo. Algunas conductas repetitivas de infancia pueden sustituirse en edades adolescentes o adultas por pensamientos ruminativos, repetitivos, siempre del mismo contenido, algunos basados en experiencias negativas previas, de alto contenido emocional, que se
repiten con el recuerdo de los hechos. La exposi-
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ción a episodios de victimización por compañeros
o incluso por adultos es una norma más que una
excepción en este colectivo y pensamientos ruminativos referentes a estos hechos perduran a pesar
de los años. Los pensamientos repetitivos de las situaciones traumatizantes del pasado aumentan con
la edad, posiblemente incrementado por la sintomatología repetitiva propia de TEA que, en personas mayores, se manifiesta de manera cognitiva
más frecuentemente que conductual. Pensamientos
repetitivos negativos producen también un incremento de emocionalidad negativa. Las estereotipias
motoras en ocasiones permanecen con la edad,
pero con menor frecuencia e intensidad, y las realizan en familia o en situaciones poco comprometidas socialmente. En ocasiones, actividades que requieran escasa concentración, con tendencia repetitiva y altamente gratificante, como son actividades
con ordenadores, videojuegos u otras nuevas tecnologías, son utilizadas para regular sus emociones
y tranquilizarse, pero en ocasiones se refuerzan de
tal manera que pueden desencadenar conductas
adictivas a estas actividades. Rituales repetitivos,
que parecen de una cualidad obsesivo-compulsiva
pero que observados de manera detallada presentan una finalidad de estimulación sensorial, pueden
ser también frecuentes maneras maladaptativas de
regular las emociones.
Desregulación emocional,
estilos cognitivos presentes en TEA
y funciones cerebrales implicadas
Existe evidencia de que las personas con TEA presentan dificultades de teoría de la mente, entendida
como la capacidad de comprender pensamientos,
creencias e intenciones de las otras personas [21];
dificultades en la empatía, entendida como el reconocimiento y comprensión de los estados emocionales de otras personas [22], en especial de emociones
más sutiles, y dificultades de comprensión de situaciones sociales complejas, basadas en las dificultades
de integración de la información sensorial, emocional y cognitiva múltiple [23]. Alexitimia, o la dificultad de identificar, describir las emociones propias,
la dificultad de percibir que determinadas sensaciones físicas se relacionan con estados emocionales y
una tendencia a un pensamiento externo con limitada introspección e imaginación, se ha descrito en
personas con TEA. Ocurre en un 50% de personas
con TEA, comparado con un 13% en la población
general [24]. Por otra parte, se ha encontrado que la
identificación y reconocimiento de las propias emo-
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ciones es esencial para la desregulación emocional.
Diversos estudios han hallado que, a diferencia de
personas con rasgos psicopáticos, que tienen preservada la empatía cognitiva, en los TEA existen
dificultades en la empatía cognitiva, es decir, en la
comprensión del estado emocional, de los pensamientos y situaciones que hacen sentirse a la otra
persona de una determinada manera, pero una vez
reconocen estas emociones y cogniciones, sintonizan emocionalmente con otras personas [25]. La
alexitimia podría estar en la raíz de los problemas
de empatía y un estudio sugiere que si se controla
por alexitimia, la empatía está preservada en el autismo [26].
La regulación emocional se considera parte de
un concepto más amplio de regulación de uno mismo. Otros aspectos son la regulación cognitiva,
como es la función ejecutiva y el razonamiento dirigido a un objetivo, y la regulación de la conducta,
que consiste en monitorizar el nivel de movimiento
físico e inhibir impulsos y gratificaciones [27]. Por
tanto, las dificultades de identificación y expresión
emocional podrían ser sólo una parte de un aspecto
global de desregulación cognitiva y conductual con
dificultades de inhibir conducta y pensamientos.
Dificultades en la percepción se han aceptado como
un síntoma de TEA que incluye la hiposensibilidad
no sólo a estímulos auditivos, sino también a percepciones internas, como son las sensaciones de
hambre-saciedad, calor-frío, dolor-placer, etc. En la
misma dirección que las personas con TEA presentan dificultades en la identificación de emociones y
percepciones, es esperable que muestren dificultades de identificación de sus propios pensamientos
como tal, atribuyéndolos a factores externos o experiencias pseudoalucinatorias, o aquellos con una
imaginación más preservada podrían presentar
tendencia a confundir los límites de la realidad y
fantasía, sobre todo en los temas repetitivos de sus
intereses. La relación entre desregulación emocional, activación cognitiva asociada a dificultades de
regulación cognitiva y falta de inhibición de sus
pensamientos y experiencias sobrevaluadas o psicóticas en personas con TEA en edad adolescente o
adulta, es algo que necesita investigarse. Se entiende la razón por la cual la desregulación emocional
debe estudiarse de una manera sistemática en la comorbilidad psiquiátrica múltiple de TEA [1].
Dificultades en la función ejecutiva son altamente relevantes para la adaptación funcional en las
personas con TEA. Varios autores han estudiado
las funciones ejecutivas y los síntomas de TEA,
pero no existen estudios que relacionen la desregulación emocional y la función ejecutiva en este co-
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lectivo de una manera empírica. Generalmente se
acepta que alteraciones en la función ejecutiva se
relacionan con conductas estereotipadas y repetitivas y también con las alteraciones sociocomunicativas de las personas con TEA [28], pero el conocimiento de los mecanismos operantes en la regulación de las emociones y función ejecutiva proviene
sobre todo de estudios realizados en otros trastornos del neurodesarrollo. Se han descrito tres tipos
de circuitos en la función ejecutiva:
– Circuito frontoestriado: asociado a déficits en la
supresión de respuestas, organización y planificación, entendido como el circuito ‘frío’ o ‘el qué’
de la función ejecutiva.
– Circuito frontocerebelar: asociado a déficits en la
coordinación y problemas con el tiempo o duración de la conducta o el circuito ‘cuando’ de la
función ejecutiva.
– Circuito frontolímbico: asociado a síntomas de
descontrol emocional, déficits en la motivación,
hiperactividad-impulsividad y tendencia a la agresión, conocido como circuito ‘caliente’ o el ‘por
qué’ de la función ejecutiva.
Los circuitos ‘calientes’ de la función ejecutiva se
asocian a estrategias más primitivas de regular las
emociones, y los circuitos ‘fríos’, a estrategias más
cognitivas o más elaboradas de regularlas [29]. Los
estudios cognitivos realizados en TEA no han diferenciado estos circuitos y no está claro si las alteraciones de la función ejecutiva existentes en otros
trastornos del neurodesarrollo, como el TDAH, son
distintas de las presentadas en TEA o sólo se diferencian en la intensidad en que algunas áreas de la
función ejecutiva están afectadas en cada trastorno.
En general, los estudios muestran que los niños con
TDAH tienen más afectación en la inhibición de
respuestas, vigilancia y memoria de trabajo, más relacionado con circuitos ‘calientes’, mientras que los
niños con TEA tienen más afectación en la flexibilidad cognitiva y planificación, relacionado con circuitos ‘fríos’ de la función ejecutiva. Ambos trastornos del neurodesarrollo coexisten con frecuencia, presentando un cuadro clínico con mayor afectación e intensidad de las funciones ejecutivas [3].
Los circuitos cerebrales que se han implicado en
la desregulación emocional son, por una parte, un
circuito botton-up que incluye el núcleo accumbens,
la amígdala y el tálamo, y un circuito top-down que
incluye la parte dorsal de la corteza cingulada anterior, la corteza orbitofrontal y la ínsula. Diferencias
evolutivas ocurren respecto a las áreas del cerebro
implicadas en la regulación emocional. En la infancia operan áreas ventrales de la corteza cingulada
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anterior, áreas ‘calientes’ de la función ejecutiva,
mientras que en edades mayores es, por el contrario, el área dorsal de la corteza cingulada anterior,
implicada en funciones ‘frías’ de la función ejecutiva o funciones más cognitivas que emocionales. En
aquellos adolescentes o adultos con TEA y con alteraciones emocionales, seguían activándose las áreas
ventrales de la corteza cingulada anterior [30] como
mecanismo primario de regular sus emociones. La
amígdala es clave en el procesamiento emocional y
varios estudios han demostrado alteraciones en su
activación cuando las personas con TEA procesan
emociones. En casos de TDAH y desregulación
emocional se ha encontrado una amígdala hiperactiva [31], mientras que en casos de TEA y desregulación emocional se han hallado resultados contradictorios, con estudios mostrando una menor activación de la amígdala y el giro fusiforme, mientras
que otros autores han encontrado un incremento
de la activación. Estas diferencias podrían ser situacionales, con una respuesta exagerada de la amígdala ante situaciones que provocan emociones negativas, presente en personas con TEA y alto nivel
de ansiedad, y una hiporrespuesta de la amígdala
cuando se estudian las personas con TEA empatizando con otras personas [32]. De la misma manera
que coexisten en las mismas personas con TEA diferencias perceptivas presentando hipersensibilidad
o hiposensibilidad sensorial, podría también existir
una hiperemocionalidad o hipoemocionalidad dependiendo de las situaciones.
Desregulación emocional
y comorbilidad psiquiátrica
La comorbilidad psiquiátrica es la principal causa
de tratamiento farmacológico, utilización de recursos dentro del área de la salud mental como son
hospitalizaciones parciales o totales, y una de las
principales causas de sufrimiento para la persona
con TEA y su entorno. Muchas veces, las comorbilidades asociadas a estas personas son múltiples, añadiendo gran complejidad al aspecto diagnóstico, con
lo que resulta una tarea compleja la identificación
de los síntomas de TEA y de las diferentes comorbilidades. Un problema adicional es la pobre respuesta a fármacos que, por lo general, ocurre tanto en los
síntomas como en las comorbilidades asociadas. En
general se utilizan los mismos compuestos farmacológicos que en los trastornos psiquiátricos no asociados a TEA, pero hay que tener mucha precaución
con el uso de fármacos en esta población por su habitualmente baja efectividad y baja tolerabilidad, ya
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que con frecuencia aparecen efectos adversos que
desaconsejan su uso. Sin embargo, en algunos casos, los fármacos son efectivos en la comorbilidad
psiquiátrica del autismo, siempre entendido dentro
de un programa de intervención multidisciplinaria
con tratamiento psicosocial asociado. Los síntomas
de TEA varían en presencia de otras comorbilidades psiquiátricas que, a su vez, tienen diferentes
presentaciones clínicas cuando están asociados a
TEA por las dificultades que presentan los afectados en su introspección, identificación, expresividad emocional y por la modificación que inducen
sus picos de habilidades e intereses en la presentación clínica de otros trastornos mentales [33].
Entre los 12-16 años, un 70% de las personas con
TEA tienen un trastorno psiquiátrico asociado,
siendo el más frecuente el trastorno de ansiedad [34];
un 40-50% tienen más de un trastorno asociado, y
hasta un 24%, dos o más trastornos psiquiátricos
asociados con gran morbilidad y necesidad de recursos terapéuticos [35]. Entre los 5-16 años, la comorbilidad con síntomas psiquiátricos se incrementaba con la edad; en este caso, el 85% presentaba hiperactividad, el 74% problemas de conducta y el 64%
problemas emocionales [36,37]. Otros trastornos
asociados a TEA en la infancia son trastornos depresivos (10%) y trastornos por tics (11%) [38].
En la edad adulta, a lo largo de la vida, un 70%
padecen un trastorno depresivo, un 56% trastorno de
ansiedad, un 2% trastornos psicóticos, un 4% trastornos alimentarios, un 7% trastorno por dependencia de sustancias (alcohol especialmente), un 2%
trastorno de Tourette y un 30% TDAH [39].
Ideación, actos y consumación del suicidio están
incrementados en adultos con TEA. Si se les pregunta a ellos, el 66% de los adultos con síndrome de
Asperger (según el DSM-IV-TR) tenían ideación
suicida y el 35% habían tenido planes suicidas, pero
si se les pregunta a los padres, un 14% habían tenido ideación suicida comparado con un 0,5% en la
población general [40]. Ello refleja la importancia de
la valoración individual de este aspecto en las personas con TEA.
La desregulación emocional se ha asociado independientemente a TDAH, trastornos de conducta, trastornos por uso de sustancias, trastornos del
estado de ánimo, trastornos de la conducta alimentaria y conductas autolesivas, aunque no se asocien
a TEA. El 20-36% de personas con TDAH tienen
desregulación emocional asociada. Sin embargo, es
posible que muchas de las comorbilidades múltiples descritas en TEA podrían explicarse correctamente por la desregulación emocional asociada a
alteraciones graves en la función ejecutiva.
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En este sentido sería importante diferenciar comorbilidades psiquiátricas que podríamos denominar típicas asociadas a TEA de aquellas explicadas
por la desregulación emocional. La asociación de
desregulación emocional con TEA será más grave e
incapacitante y tendrá peor respuesta a tratamientos farmacológicos e incluso a tratamientos psicológicos conductuales tradicionalmente aplicados. Podremos sospechar la asociación de desregulación
emocional y TEA en aquellos con comorbilidades
múltiples, con afectación grave desde la infancia,
con intensa hiperactividad, problemas conductuales
o problemas emocionales, que incluyen miedos frecuentes, cuando estos síntomas asociados oscilan
en situaciones que cambien su estado emocional,
por ejemplo, situaciones que les provoque excitación
o enfado, y que las reacciones emocionales consecuentes sean extremas en intensidad y en duración.
En situaciones nuevas, como una consulta, la hiperactividad, impulsividad y negativismo pueden ser
mucho más manifiestos que en situaciones cotidianas, conocidas y controladas por los niños, donde
pueden estar jugando tranquilos a actividades que
les motiven y les agraden. Las estereotipias suelen
acompañar las emociones, tanto negativas como
positivas, como mecanismos primitivos de regulación de emociones. En este grupo altamente excitable, irritable aunque se presente como hiperactivo,
inatento e impulsivo, es cuando los tratamientos
con estimulantes o derivados anfetamínicos pueden
provocar graves efectos secundarios con un incremento de las alteraciones emocionales negativas. En
la comorbilidad típica del TEA con TDAH, la hiperactividad, inatención e impulsividad es más marcada en situaciones poco estructuradas y monótonas
donde se aburren y se controlan más cuando están
expuestos por primera vez a una situación desconocida como es una consulta. Las dificultades de inhibición de conducta, distractibilidad e impulsos son
características más relevantes que la desregulación
emocional en estos casos. A veces, la comorbilidad
de TEA con desregulación emocional coexiste con
TDAH, sobre todo en aquellos que en ninguna circunstancia puedan concentrarse ni en actividades
de juego ni en situaciones calmadas, y que presentan retrasos en el aprendizaje no explicados por el
cociente intelectual o por problemas de aprendizaje
asociados. Pueden presentar conductas o intereses
repetitivos, pero generalmente de baja cualidad funcional. En estos casos, la función ejecutiva estará
muy afectada, con presencia de comorbilidad múltiple y también con índices elevados de agresividad.
No detectar sensaciones de cansancio puede relacionarse con dificultades en la iniciación del sue-
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ño, frecuentes en la población con TEA, o no detectar sensaciones de hambre con episodios de descontrol alimentario. En la adolescencia y la edad
adulta, los problemas de desregulación emocional
se manifiestan menos frecuentemente con hiperactividad motora, pero sí con una tensión interna,
una aceleración de sus pensamientos, muchas veces
de contenido negativo emocional, el estado que las
personas con TEA y buenas habilidades verbales
describen como ‘nunca estar tranquilos’, excepto
cuando están concentrados en sus intereses. Se observa labilidad emocional con cambios bruscos
desde la excitabilidad a la irritabilidad y, en general,
presentando más frecuentemente un estado de ánimo negativo e irritable, con períodos intermitentes
de excitabilidad. Las demandas en la edad adolescente y adulta se incrementan, relacionadas con los
estudios, el área social, los conflictos con los padres
y, en general, más aislamiento social que aumenta
la desregulación emocional, las conductas maladaptativas y la vulnerabilidad a comorbilidades típicas con depresión y ansiedad. La comorbilidad
con trastornos del estado de ánimo ocurre de manera brusca, al menos reconocible en el tiempo, con
cogniciones negativas relacionadas con el contexto
adecuado para el estrés que están viviendo, y menos de una naturaleza de pensamientos repetitivos.
Conductas maladaptativas alimentarias o abuso de
tóxicos, como es el alcohol, pueden aparecer en la
edad adulta para manejar inapropiadamente sus
emociones. Las autolesiones se han descrito en personas con TEA que presentan alteraciones de la
percepción e hiposensibilidad. En la edad adolescente y adulta se incrementan también las autolesiones en personas con capacidad intelectual dentro de la normalidad que presentan desregulación
emocional, además de asociarse, en ocasiones, a
trastornos psiquiátricos del estado de ánimo.
Existe una gran necesidad de desarrollar medidas
validadas de comorbilidad psiquiátrica y desregulación emocional adaptadas a la población con TEA
de diferentes edades, y de realizar estudios longitudinales que clarifiquen la presentación psicopatológica de las diferentes comorbilidades, la evolución a
través del tiempo y los tratamientos efectivos [34].
Tratamiento de la desregulación emocional
Se precisan estudios controlados que evalúen la efectividad de intervenciones en TEA y desregulación
emocional. En general, se siguen recomendando intervenciones tradicionales basadas en una evaluación funcional conductual y aplicando soportes con-
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Trastornos del espectro autista
ductuales positivos [41]. Se han propuesto técnicas
para desarrollar la habilidad de atender y discriminar emociones, estrategias dirigidas a responder de
manera flexible a las propias emociones e intervenciones dirigidas a reestructuraciones cognitivas neutras o positivas para emociones que resulten de cogniciones negativas [42]. Existen referencias sobre estrategias dirigidas a personas con TEA para el control del enfado y agresividad [43], de manejar el
estrés [44] y la regulación de emociones [45], y estrategias cognitivo-lingüísticas para mejorar la autorregulación [46]. En niños pequeños con problemas graves de desregulación emocional no existe
evidencia de cuál es el tratamiento que resulta más
efectivo, siendo de elección intervenciones basadas
en evaluaciones funcionales y técnicas basadas en
modificación de conducta. Sin embargo, actividades
que provoquen alta excitabilidad o cambios bruscos
sin preparación ni anticipación, o terapias conductuales muy construidas en consecuencias y poco
flexibles en su aplicación, pueden producir escaladas de alteraciones emocionales y conductuales. Terapias basadas en estructura, con anticipación de
rutinas y actividades, actividades placenteras pero
no excesivamente excitatorias que mejoren la expresión verbal sobre sus deseos, emociones y con
un entorno flexible que entienda que las manifestaciones de conducta ante los cambios o situaciones
estresantes son manifestaciones de desregulación
emocional, pueden producir cambios positivos a
corto plazo. Existe también la necesidad de desarrollar estudios dirigidos a si terapias basadas en discriminaciones perceptivas pueden mejorar la discriminación emocional y una mejor percepción de su
mundo interno. Respecto a los fármacos utilizados,
no hay estudios dirigidos específicamente a TEA
con desregulación emocional. Actualmente, los únicos fármacos que tienen indicación por la Food and
Drug Administration (FDA) estadounidense en personas con TEA son la risperidona (2006) y el aripiprazol (2009), ambos utilizados para las comorbilidades conductuales frecuentemente asociadas al
autismo, sin que exista evidencia de mejora en los
síntomas específicos del TEA. Ambos fármacos mejoran la irritabilidad, agitación, labilidad emocional,
hiperactividad y conducta estereotipada [47,48].
Ambos son antipsicóticos atípicos que actúan preferentemente en receptores dopaminérgicos y serotoninérgicos, pero que también tienen efectos en
receptores histamínicos, adrenérgicos y colinérgicos. Existe moderada evidencia de eficacia para el
tratamiento con metilfenidato en la comorbilidad
del TEA con TDAH, pero cuando existe una asociación con desregulación emocional requiere mucha
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precaución y cuidado por el incremento de efectos
secundarios. Siempre que se utilice metilfenidato en
personas con TEA es necesario comenzar con dosis
muy bajas y, muy lentamente, ir descartando efectos
secundarios de irritabilidad, agitación, disforia, labilidad emocional, conductas compulsivas y empeoramiento de conductas estereotipadas que, en
muchas ocasiones, exigen la retirada del fármaco
[34]. Agonistas α-adrenérgicos tipo clonidina o guanfacina pueden también ser efectivos en la comorbilidad de TEA y desregulación emocional. Ambos
son fármacos no estimulantes utilizados en el tratamiento del TDAH y que actúan como agonista de
los receptores α2-adrenérgicos [49]. Casi un 50% de
las personas con TEA tratadas con inhibidores selectivos de la receptación de serotonina (ISRS) presentan fenómenos de activación que exigen la retirada del fármaco, por lo que deben utilizarse con
mucha precaución siempre que el TEA se asocie a
desregulación emocional y trastornos del estado de
ánimo, pero contraindicado cuando las alteraciones
emocionales se deban a la desregulación emocional.
No existen todavía estudios aleatorizados y doble
ciego que analicen la efectividad de los ISRS en personas con TEA asociado a trastornos del estado de
ánimo. Los ISRS más recomendados son aquellos
que tiene una vida media más corta, como es el caso
de la sertralina y el citalopram, pero existen estudios realizados con la fluoxetina con buena tolerancia y efectividad [34,50].
Conclusiones
– Los TEA representan un grupo de trastornos del
neurodesarrollo que afectan a la comunicación
social y patrón de conductas estereotipadas y repetitivas.
– Los TEA presentan comorbilidades múltiples con
otros trastornos del neurodesarrollo y con trastornos psiquiátricos.
– La desregulación emocional podría ser el nexo
en común de la asociación del TEA con comorbilidades múltiples psiquiátricas y de otros trastornos del neurodesarrollo.
– La identificación de la desregulación emocional
en TEA será esencial para diseñar tratamientos
efectivos. La falta de respuesta o un alto número
de efectos secundarios a las comorbilidades presentes en TEA podría deberse a la desregulación
emocional.
– Existe la necesidad de realizar estudios en TEA
sobre la desregulación emocional, métodos de
evaluación y tratamientos efectivos.
S23
A. Hervás
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Emotional dysregulation and autism spectrum disorders
Introduction. Autism spectrum disorders (ASD) are neurodevelopmental disorders that affect social communication and
present stereotyped behaviours. They exhibit a wide range of phenotypic variability related with the capacity to use language
for expression, cognitive skills and psychiatric comorbidities, among others. Psychiatric comorbidity is very frequent in ASD and
in many cases it is multiple. Emotional dysregulation is related with ASD and with other psychiatric and neurodevelopmental
disorders. Multiple comorbidity associated with ASD is the group that presents a high degree of functional inability,
multiple pharmacology and hospital admissions. Emotional dysregulation could be the basis of the multiple comorbidity
that exists in ASD and will require its own particular considerations in the diagnostic evaluation and treatment.
Aims. To review emotional dysregulation, the currently held concept of it and its relationship with ASD.
Development. This work offers a review of the different definitions of emotional dysregulation, the associated cognitive
and neurobiological mechanisms, the clinical presentation when associated to ASD, its role in psychiatric comorbidity and
further considerations regarding psychological and pharmacological interventions.
Conclusions. Emotional dysregulation could be associated to the multiple comorbidity present in persons with ASD, as well
as being related with high rates of morbidity, hospital admissions and use of psychopharmaceuticals. Failure to identify
and diagnose emotional dysregulation could be linked with low effectiveness and a large number of side effects in the
case of comorbidity associated to ASD.
Key words. Autism spectrum disorders. Autism. Comorbidity. Emotional dysregulation. Emotional regulation. Treatment.
www.neurologia.com
Rev Neurol 2017; 64 (Supl 1): S17-S25
S25
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