Pero calificar de guerra fría la relación entre China y Estados

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El siglo de Asia-Pacífico
La región de Asia-Pacífico como nuevo centro geoestratégico
global: el papel de China y Estados Unidos.
Álvaro Glückmann Merino, Gerardo Toro Urbasos.
Grado en Relaciones Internacionales.
1
Índice
1.Introducción ............................................................................................ 3
2. Política exterior y de seguridad de China en Asia-Pacífico ...................... 4
2.1. El resurgir de China como potencia y su reflejo en el ámbito marítimo
................................................................................................................... 9
2.2 Principales conflictos en la región ...................................................... 13
3. El viraje estratégico de Estados Unidos y la cada vez mayor importancia
de la región en el ámbito internacional .................................................... 16
4. Conclusiones ........................................................................................ 25
Bibliografía ............................................................................................... 27
2
1. Introducción
Desde las intervenciones en Afganistán (2001) e Irak (2003) y tras la grave crisis
económica y financiera mundial que ha azotado al mundo (y sobre todo a los países
industrializados) desde 2007-2008, el poder de Estados Unidos se ha resentido en casi
todos los ámbitos. Pese a seguir siendo la primera potencia militar mundial, la economía
más desarrollada del planeta y un enorme exportador cultural, la potencia norteamericana
no es tan visible como lo era hace unas décadas.
Siendo Oriente Medio la región estratégica principal para los intereses energéticos,
políticos y económicos del país desde hace décadas (tras la Guerra del Golfo de 1991), la
región asiática, y especialmente Asia-Pacífico, han ido ganando peso en el ámbito
internacional y en la política exterior norteamericana. En esta región encontramos algunos
de los principales países emergentes como India, Corea del Sur, Indonesia, Malasia, y
sobre todo, el gran gigante asiático: China.
La emergencia de China en el panorama internacional (posible gracias a un extraordinario
desarrollo y crecimiento económico constante desde hace varias décadas) ha supuesto un
gran obstáculo para la hegemonía norteamericana tanto a nivel regional como mundial.
Con una economía en constante crecimiento, unas fuerzas armadas modernas y adaptadas
al siglo XXI, y una cada vez más importante presencia política y diplomática tanto a nivel
regional (ASEAN, APEC, ARC, Organización de Cooperación de Shanghái) como
internacional (OMC, Naciones Unidas, Consejo de Seguridad de la ONU), la emergencia
y proyección de China en el mundo ha sido visto como una posible amenaza para la
seguridad de la región y del sistema internacional.
La política exterior china se ha caracterizado por una proyección de su papel en el sistema
internacional (intentando cambiarlo puesto que este no fue creado contando con su
presencia), el mantenimiento de su integridad regional y de sus rutas de abastecimiento
en recursos naturales y materias primas (vitales para el desarrollo chino) y la voluntad de
erigirse como potencia regional y a la vez internacional. Este planteamiento ha llevado a
muchos Estados asiáticos a percibir el resurgir de China como una amenaza para la
seguridad y la estabilidad de la región.
Del mismo modo, Estados Unidos ha contemplado como China emerge con la voluntad
de convertirse en el actor principal en Asia-Pacífico, posición que puede modificar el
status quo actual y que no parece ser del agrado de la diplomacia norteamericana.
3
Estados Unidos no quiere dejar pasar la ocasión, y tras haber sido Oriente Medio la región
dominante en su política exterior durante décadas, está decidido a realizar un cambio
estratégico hacia el pívot regional de Asia-Pacífico, donde todos los factores y problemas
del siglo XXI parecen converger.
En la primera parte del trabajo, nos centraremos en el papel de China, su ascenso como
actor internacional, y la proyección de su política exterior en el Pacífico occidental. La
segunda parte del trabajo se centrará en el giro estratégico de la diplomacia
norteamericana hacia la región de Asia-Pacífico. La convergencia de intereses de ambos
actores han convertido a la región en el nuevo centro geoestratégico global.
2. La política exterior y de seguridad de China en Asia-Pacífico
Según el General norteamericano Martin Dempsey (Dempsey, 2011) el poder y la
influencia requieren tres pilares de fuerza: el diplomático o político, el económico y el
militar. El pilar económico es el más influyente, tanto para dar poder como para
arrebatarlo, además de fortalecer y debilitar los otros dos pilares. Por ejemplo, la crisis
económica en Europa, especialmente en los países del sur, les ha llevado a reducir sus
presupuestos militares notablemente, por lo tanto un declive en la esfera económica ha
provocado un declive en su esfera militar, reduciendo en consecuencia su poder e
influencia a nivel internacional. Esta crisis se ha producido además en un contexto de
crecimiento económico de los países emergentes, especialmente en el área de AsiaPacífico. El desarrollo económico de la región se ha traducido inevitablemente en un
fortalecimiento a nivel político y a nivel militar. En definitiva, en su poder e influencia
en la escena internacional.
Desde las intervenciones en Afganistán (2001) e Irak (2003) y tras la grave crisis
económica y financiera mundial que ha azotado al mundo (y sobre todo a los países
industrializados) desde 2007-2008, el poder de Estados Unidos se ha resentido en casi
todos los ámbitos. Pese a seguir siendo la primera potencia militar mundial, la economía
más desarrollada del planeta y un enorme exportador cultural, la potencia norteamericana
no es tan visible como lo era hace unas décadas.
Siendo Oriente Medio la región estratégica principal para los intereses energéticos,
políticos y económicos del país desde hace décadas (tras la Guerra del Golfo de 1991), la
región asiática, y especialmente Asia-Pacífico, han ido ganando peso en el ámbito
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internacional y en la política exterior norteamericana. En esta región encontramos algunos
de los principales países emergentes como India, Corea del Sur, Indonesia, Malasia, y
sobre todo, el gran gigante asiático: China.
La emergencia de China en el panorama internacional (posible gracias a un extraordinario
desarrollo y crecimiento económico constante desde hace varias décadas) ha supuesto un
gran obstáculo para la hegemonía norteamericana tanto a nivel regional como mundial.
Con una economía en constante crecimiento, unas fuerzas armadas modernas y adaptadas
al siglo XXI, y una cada vez más importante presencia política y diplomática tanto a nivel
regional (ASEAN, APEC, ARC, Organización de Cooperación de Shanghái) como
internacional (OMC, Naciones Unidas, Consejo de Seguridad de la ONU), la emergencia
y proyección de China en el mundo ha sido visto como una posible amenaza para la
seguridad de la región y del sistema internacional.
La política exterior china se ha caracterizado por una proyección de su papel en el sistema
internacional (intentando cambiarlo puesto que este no fue creado contando con su
presencia), el mantenimiento de su integridad regional y de sus rutas de abastecimiento
en recursos naturales y materias primas (vitales para el desarrollo chino) y la voluntad de
erigirse como potencia regional y a la vez internacional. Este planteamiento ha llevado a
muchos Estados asiáticos a percibir el resurgir de China como una amenaza para la
seguridad y la estabilidad de la región.
Del mismo modo, Estados Unidos ha contemplado como China emerge con la voluntad
de convertirse en el actor principal en Asia-Pacífico, posición que puede modificar el
status quo actual y que no parece ser del agrado de la diplomacia norteamericana.
Estados Unidos no quiere dejar pasar la ocasión, y tras haber sido Oriente Medio la región
dominante en su política exterior durante décadas, está decidido a realizar un cambio
estratégico hacia el pivot regional de Asia-Pacífico, donde todos los factores y problemas
del siglo XXI parecen converger.
En la primera parte del trabajo, nos centraremos en el papel de China, su ascenso como
actor internacional, y la proyección de su política exterior en el Pacífico occidental. La
segunda parte del trabajo se centrará en el giro estratégico de la diplomacia
norteamericana hacia la región de Asia-Pacífico. La convergencia de intereses de ambos
actores han convertido a la región en el nuevo centro geoestratégico global.
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Por lo tanto, con una Europa en decadencia, y con la región de Asia-Pacífico como nuevo
motor de la economía mundial provoca que se convierta en el nuevo centro de la
geopolítica internacional. Lo cual ha llevado a algunos autores a preguntarse si estamos
asistiendo al ascenso de una nueva bipolaridad, entre Estados Unidos y China (Sahagún,
2013).
Entre los países emergentes China es el caso más destacado, otra de las razones por las
que el centro de gravedad de la política internacional se está trasladando hacia el Pacífico
occidental. China ha basado su crecimiento en el comercio internacional principalmente
en las exportaciones, lo cual está transformando el comercio mundial. Desde el inicio de
su proceso de reformas a principios de la década de 1980, China ha crecido a un ritmo
espectacular hasta convertirse en uno de los motores principales del crecimiento global.
La cuota de China en las exportaciones mundiales pasó del 5% en 1999 al 14% en 2009.
El puerto de Shanghái se convirtió en 2009 en el segundo puerto de contenedores más
grande del mundo. Además, el comercio entre los país del Sur incrementa su importancia,
y China está siendo protagonista en este proceso. El comercio denominado sur-sur
representaba un 3% del comercio mundial en 2003, en 2011 representaba ya el 6%. China
se ha convertido en el segundo socio comercial del continente africano, después de
Estados Unidos, pero ya ha superado a países como Francia y Reino Unido.
Son justamente los importantes lazos económicos desarrollados por China con sus
vecinos y el resto del mundo, los que han provocado que tras el hundimiento de Lehman
Brothers (2008), y con la consecuente crisis financiera mundial, el Gobierno chino diese
un paso al frente en la esfera internacional, que supuso un marcado giro en su política
exterior. El Partido Comunista Chino (PCC) asumía que el orden internacional impuesto
tras la Segunda Guerra Mundial, en el que China no había participado, había llegado a su
fin, y que urgía la construcción de una nueva arquitectura multipolar en la que China
tomaría un papel central (Higueras y Rumbao, 2013: 2). En este sentido, consideró que
era el momento de hacer uso de su diplomacia, sus Fuerzas Armadas y sus instituciones
de seguridad para proteger sus objetivos estratégicos, siendo capaz de darles una nueva
fuerza con sus crecientes recursos económicos. Como consecuencia, a partir de entonces,
se han multiplicado los conflictos en los mares del Este y del Sur de China hasta convertir
la zona en una de las más calientes del planeta.
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El nacionalismo creciente, no solo en China, sino también en Japón y otros países del
entorno, hizo que los miedos respecto al ascenso de China se hayan traducido en un
rearme militar. Por ejemplo Japón, un país que desde el final de la Segunda Guerra
Mundial había visto limitadas sus capacidades militares y siempre bajo la supervisión de
EEUU, ha decidido poner final a dichas restricciones bajo el gobierno de Shinzo Abe
(Hayashi, 2014). La desestabilización de la región y la conflictividad entre países de la
zona pueden traducirse en un freno al crecimiento económico de la zona, provocando el
estallido de una guerra fría en Asia.
Durante la última década, el presupuesto militar chino ha aumentado a una media de dos
dígitos anuales. En 2012 ascendió a 80.423 millones de euros, lo que supone un
incremento del 11,2% con relación al año anterior. Aunque debemos tener en cuenta que
el gasto militar chino es de aproximadamente el 1,8% de su Producto Interior Bruto (PIB),
mientras que el presupuesto militar de Estados Unidos supera el 2% del PIB. Pero sobre
todo ha mejorado considerablemente las capacidades de la Armada, que ha desarrollado
y probado con éxito un misil balístico capaz de hundir un portaaviones a 2.700 kilómetros
de distancia (Higueras y Rumbao, 2013: 3). Además, las fuerzas navales cuentan, entre
otros, con 60 submarinos convencionales y seis nucleares con misiles de crucero. Según
El International Institute for Strategic Studies (IISS) China ya posee más buques de
guerra que los Estados Unidos (The Economist, 2010).
Ilustración 1. Número de buques de guerra. Fuente: The Economist
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La estrategia de seguridad china es un factor clave en el ascenso de la región de AsiaPacífico como centro de la geopolítica internacional. China ha traducido su imponente
ascenso económico en un aumento de su importancia política y militar, por lo que sus
intereses estratégicos afectan cada vez en mayor medida al resto de actores
internacionales. Por lo tanto, para comprender el futuro siglo del Pacífico y su relevancia
es necesario analizar la política exterior y de seguridad china, cuáles son sus prioridades
y con qué estrategias pretende conseguirlas, poniendo el foco en el Pacífico occidental.
La estrategia china de seguridad figura en un libro blanco publicado por el gobierno chino
el 6 de septiembre de 2011. El documento tiene por título “El desarrollo pacífico de
China” considerada como la Estrategia China de Seguridad (ECS) que se estructura en 5
puntos principales (García Sánchez, 2011):
-
La senda del desarrollo pacífico
-
Los objetivos que pretenden alcanzar
-
La política exterior
-
Una elección obligada por la Historia
-
Cómo afecta al resto del mundo
Esta Estrategia se basa en tres principios o conceptos básicos que sirven de base
conceptual a la estrategia china. Una estrategia comprensiva: incluyendo amenazas
tradicionales y no tradicionales como el terrorismo internacional. Común: basada en el
multilateralismo, y donde las Naciones Unidas (ONU) jugaría un papel central.
Cooperativa: una estrategia basada en el diálogo y la negociación, basado en la solución
de conflictos de manera no violenta.
El documento respecto a la dimensión exterior muestra su orgullo por el aumento de su
poder en el contexto internacional, gracias a lo que denominan su socialismo dinámico,
ideado por Den Xiaoping en 1978 Un aumento de poder respaldado fundamentalmente
por su impresionante desarrollo económico durante las últimas décadas.
En cuanto a su política de defensa establece que esta es de carácter defensiva,
considerando vital la modernización de sus capacidades militares, para la protección de
sus 22.000 kilómetros de fronteras y 18.000 km de costa. En cuanto a su entorno regional
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se refiere, el documento declara que no busca una posición hegemónica ni una
determinada esfera de poder, pretendiendo un proceso de integración económica.
Pero si analizamos las acciones reales de China en su política de seguridad y defensa,
especialmente en el ámbito de Asia-Pacífico resulta complicado conformarnos con las
ideas que figuran en el informe sobre la hegemonía china, que no cuadran con las
proyecciones geoestratégicas chinas en la región, especialmente en los mares.
2.1. El resurgir de China como potencia y su reflejo en el ámbito marítimo.
Las reformas económicas impulsadas por Deng Xiaping al final de la década de los 70 y
principio de los 80, permitieron la transformación de China, de un país pobre y agrícola
a ser la segunda potencia económica del mundo. Dicho crecimiento se ha basado en el
comercio internacional y en la explotación intensiva de recursos naturales. Por lo tanto,
la región del Pacífico occidental, aparte de por su cercanía, es vital para los intereses del
gigante asiático.
El resurgir económico ha provocado que China abandone su tradicional aislamiento del
exterior, y se ha convertido en un país con intereses globales y una creciente proyección
hacia el exterior. Lo cual implica una profunda trasformación en las necesidades de
seguridad y defensa de China, tradicionalmente enfocadas al ámbito terrestre, pero que
hoy se expanden principalmente hacia el ámbito marítimo, con el Pacífico como centro
de los intereses geoestratégicos chinos. Este cambio está convirtiendo a China en una de
las principales potencias navales del mundo, incrementando notablemente su presencia
en los mares. Para asegurar el comercio internacional un país debe desarrollar su marina
como históricamente hicieron países como Inglaterra, Estados Unidos o Japón (Mahan,
1840), y el caso chino no es diferente en este sentido.
Esta expansión marítima de China va a provocar notables cambios geoestratégicos
especialmente en la región del Pacífico occidental y el Índico, convirtiendo esta zona en
el centro de los intereses geoestratégicos globales. Además, dicha expansión puede
provocar que sus intereses colisionen con los de otras grandes potencias en la región,
como Japón, la India, y sobre todo los Estados Unidos. El proceso de expansión marítima
chino podría ser uno de los elementos determinantes del escenario geoestratégico global,
creando un clima de competición concretamente en el área de Asia-Pacífico.
9
Históricamente, los imperativos geopolíticos de China han sido básicamente tres
(Mackinlay, 2011: 2):
-
Establecer un núcleo cohesionado en las tierras de los chinos Han, entre los ríos
Amarillo y el Yangtzé.
-
Asegurar la defensa de esta región central, controlando las regiones periféricas de
Manchuria y Mongolia Interior, Tíbet en el sur, Xinjiang en el oeste y las junglas y
montañas del sudeste que la separan de Birmania.
-
La defensa de su extensa costa, de unas 18.000 millas.
Por lo tanto, China ha sido principalmente una potencia terrestre que nunca llegó a
convertirse en un poder marítimo ya que su geografía y su extenso territorio no lo hacían
necesario. Pero la nueva situación China desde finales del siglo XX ha provocado que se
convierta en un actor internacional relevante. Al ser el comercio, los recursos naturales y
sus regiones costeras las locomotoras del desarrollo chino, ha creado una nueva necesidad
de desarrollar su marina y proyectar su poder hacia la zona marítima más inmediata, el
Pacífico occidental.
Los intereses marítimos chinos en el pacífico se centran en dos aspectos: la necesidad de
asegurar el comercio marítimo y los suministros energéticos, y la defensa marítima. Por
lo que el Mar de China, los mares y océanos que rodean el este y sudeste de Asia, hasta
el Índico en el oeste y el Pacífico occidental en el este son vitales para los nuevos intereses
geoestratégicos chinos. Intereses que pueden entrar en conflicto, especialmente con
Estados Unidos que es la gran potencia marítima en la región, con bases en la periferia
china, en Japón, Corea y Guam.
La primera de las prioridades marítimas chinas es la defensa de sus regiones costeras, y
que tiene como foco Taiwán. La isla se encuentra muy cercana a sus costas, a unas 100
millas de la provincia de Fujian, dividiendo así el mar de China en dos. Además de las
islas que se extienden desde Filipinas y el archipiélago Japonés al norte. Estos tres
factores conforman la denominada “primera cadena de islas”, ya que su control otorga la
capacidad estratégica de bloquear las actividades marítimas en la zona. Por lo tanto, su
importancia es de primer orden para el gigante asiático. Es uno de los factores que ha
llevado al empuje chino y conflictos por archipiélagos de la zona como el Spartly (entre
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Vietnam y Filipinas) y el Senkaku (al norte de Taiwán), dando lugar a tensiones con sus
vecinos, y con los Estados Unidos.
Ilustración 2. Primera y segunda cadena de islas. Fuente: Li, Nan (2009): The Evolution of China’s Naval Strategy
El segundo desafío para China es la protección de las rutas comerciales marítimas,
fundamentales para la economía china, principalmente hacia el Pacífico para llegar a
Estados Unidos, su mayor socio comercial. Además de las importaciones energéticas y
de materias primas que provienen del este, principalmente de Oriente Medio y África,
para las cuales son vitales el Estrecho de Malaca y el paso por el océano Índico. Como
podemos observar en la Ilustración 2 a continuación, la gran mayoría de las importaciones
de petróleo chinas pasan por el Estrecho de Malaca. Los estrechos son esenciales para el
control geoestratégico de una región, y el de Malaca para China tiene una importancia de
primer orden.
Una de las iniciativas de defensa más relevantes por parte de China ha sido el denominado
“collar de perlas” o “strinf of pearls” en inglés, un conjunto de instalaciones marítimas
para fines civiles y militares financiadas por el gobierno chino, en zonas del Índico como
Gwadar, en Pakistán, Hambantota, en Sri Lanka, o Sittwe, en Birmania. Pese a estos
esfuerzos las capacidades chinas siguen siendo muy inferiores a las norteamericanas, pero
el incremento de la presencia china en la zona es parte de un ambicioso proyecto Chino,
que está invirtiendo notables sumas de dinero en la modernización de sus capacidades
marítimas.
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Ilustración 3. Rutas de importación de petróleo chinas. Fuente: EIA
Ilustración 1. Collar de perlas chino. Fuente: Stratrisks.com
La más reciente de las iniciativas marítimas chinas establece la necesidad de controlar
más allá de la primera cadena de islas para llegar a aguas más al oeste en la denominada
“segunda cadena de islas” (Li, 2009; Mackinlay, 2011: 6), que se extiende desde Japón,
hacia el sudeste, por las islas Marianas y Guam llegando hasta Nueva Guinea. Es
especialmente relevante porque el control de aguas tan alejadas de la costa china requiere
el uso de medios navales de mayor magnitud como grupos de portaviones y capacidad de
reaprovisionamiento en el mar, así como submarinos nucleares, y sistemas avanzados de
inteligencia. Por lo que China ha tenido que acometer un proceso de modernización
militar naval para dicho fin. China puso en servicio su primer portaviones en septiembre
de 2012, aunque los expertos tienen dudas de que pudiese ser utilizado de manera
operativa ya que su función principal es de adiestramiento (Perlez, 2012). Además existen
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planes para la fabricación de portaaviones autóctonos, entre 2 y 4 unidades (Mackinlay,
2011: 7). Pese al desarrollo reciente de la marina china, esta sigue estando a una distancia
abismal en cuanto a capacidades respecto a la marina norteamericana, por lo que China
aún no puede ejercer un control efectivo más allá de la primera cadena de islas.
2.2. Principales conflictos en la región
La ambición de China es uno de los principales factores que están incrementando la
conflictividad en el pacífico occidental. Pekín reclama la soberanía sobre más del 80%
del territorio del mar del Sur de China, con una extensión aproximada de 3,5 millones de
kilómetros cuadrados. Y una importancia geoestratégica enorme, ya que por el mar del
Sur de China circula más de la mitad del tonelaje de la flota mercante mundial, además
de un tercio del transporte de petróleo, así como buques pesqueros y militares. Dichas
partes de este territorio marítimo también son reclamadas por países como Filipinas,
Vietnam, Malasia, Brunei y por supuesto Taiwán. Los conflictos son esencialmente
respecto a islas, islotes, atolones y peñascos, muchos de ellos deshabitados pero con gran
relevancia geoestratégica. Los grandes conflictos son principalmente por las islas
Paracelso; las Pratas; las Spratly como hemos mencionado anteriormente; las
Macclesfield; y las Scarborough.
Pero también China reclama las islas Senkaku, protegidas por el Tratado de Defensa
mutua entre Japón y Estados Unidos. El archipiélago pertenecía a China hasta la primera
guerra –chino-japonesa. La dinastía Qing entonces en el poder en China, cedió el
archipiélago al imperio japonés en el Tratado de Shimonoseki (1895) incluida Taiwán
(Pan, 2007). En el Tratado de San Francisco (1951) Tokio perdió la gran mayoría de sus
conquistas y las islas Senkaku pasaron a control de Estados Unidos pero no fueron
incluidas en el Taratdo. Por lo tanto, en 1972 cuando EEUU devolvía a Japón territorios
ocupados como la isla de Okinawa, también lo hizo con las islas Senkaku. Pekín sigue
reclamando dichas islas como propias. Estas islas han provocado numerosos conflictos
entre Japón y China, como en 2010 con un incidente entre un pesquero chino y la guarda
costera japonesa, o en 2012 tras el intento del derechista japonés Tokio Shintaro de
comprar parte de las islas provocando una crisis política en Japón y China.
Resultaría ingenuo pensar que el conflicto por las islas es de índole meramente territorial
o histórica. La región tiene abundantes recursos pesqueros, pero especialmente se ha
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descubierto que bajos las aguas de la zona se encuentran yacimientos de gas natural. Tanto
China como Japón llevan desde 2003 haciendo prospecciones en la zona, llegando a un
acuerdo en 2008 para la explotación conjunta (Harner, 2013). Pero dicho acuerdo nunca
llegó a ser firmado, por lo que las disputas en la zona continúan.
Ilustración 4. Gas natural en las islas Senkaku. Fuente: Forbes
Pero los principales conflictos territoriales marítimos que tiene China con países de la
región surgieron a partir de la firma de la Convención sobre el Derecho del Mar de
Naciones Unidas (CDM) en 1982, que provocaron el solapamiento de reclamas
territoriales (Higueras y Rumbao, 2013: 7). La CDM delimita las zonas marítimas y los
derechos de navegación. Las clasificaciones más importantes que establece la
Convención son: la Zona Económica Exclusiva (200 millas náuticas desde la costa); la
Zona Contigua (24 millas) y el mar territorial (12 millas).
Uno de los principales conflictos se produce entre China y Filipinas por el arrecife
Mischief. Como en muchos otros casos, ha provocado la alianza de Filipinas con el
gobierno de Benigno Aquino III en 2010 con Estados Unidos, con intención de frenar las
aspiraciones chinas respecto al arrecife. Además del papel cada vez más relevante que
está tomando la Asociación de Naciones de Sureste Asiático (ASEAN) para la mediación
y solución pacífica de conflictos. Dicha situación desagrada a China, que argumenta que
estas cuestiones son bilaterales, por lo que no deberían intervenir organizaciones
internacionales como ASEAN, y por supuesto tampoco EEUU. Este no es el único
conflicto entre China y Filipinas, que también tienen importantes disputas por el
archipiélago de Scarborough, y provocó que Filipinas llegase a denunciar a China ante la
Corte Internacional de Justicia (CIJ).
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Para la resolución de dichos conflictos se ha ido profundizando la relación entre ASEAN
y sus diez miembros –Filipinas, Myanmar, Vietnam, laos, Camboya, Tailandia, malasia,
Singapur, Indonesia y Brunei, y China. En 2002 firmaron un Acuerdo de Libre Comercio
y creado varias asociaciones como la ASEAN+3 (Japón, China y Corea del Sur) o el Foro
Regional de la ASEAN. Además en 2002 se firmó el denominado Código de Conducta
para las partes en el mar del Sur de China. Pero China ha sido denunciada en repetidas
ocasiones por el resto de miembros por no cumplir el compromiso (López Nadal, 2014).
A raíz de las nuevas aspiraciones chinas, las naciones vecinas están reforzando sus
vínculos defensivos con Washington, y ha incrementado los programas navales de estas
naciones en la región. Si China pretende ser capaz de controlar el tráfico naval de las
aguas del Índico y el Pacífico occidental chocará con la presencia principalmente de India,
Japón y Estados Unidos. Este conflicto puede llevar a que el área de Asia-Pacífico se
convierta en la disputa geopolítica más relevante de nuestro siglo. Países como Japón
dependen al igual que China del comercio exterior y de las rutas comerciales marítimas,
y no dejarán a China adquirir la hegemonía de los mares de manera sencilla, llevando a
posibles conflictos territoriales. Además de India, la otra gran potencia regional, con la
que ya existen conflictos territoriales como por la región de Arunachal Pradesh. Como
vemos en la siguiente imagen, varios países de la región como China, india, Corea del
Sur y Australia, aparecen con el mayor incremento en el gasto militar entre 2003 y 2013:
Ilustración 5. Gasto militar global. Fuente: The Economist
15
Pero principalmente la fuente de conflictos puede provenir de la rivalidad en la zona con
Estados Unidos, que ha ofrecido su apoyo expreso a los países ribereños frente a las
reclamaciones territoriales chinas. El caso más destacado es el apoyo norteamericano a
Taiwán. La relevancia que ha tomado la región de Asia-Pacífico para Estados Unidos es
de carácter vital, y pasaremos en la segunda parte de este trabajo a analizar el pívot de la
administración Obama a Asia como centro de la política exterior de Estados Unidos. En
definitiva, el foco geoestratégico se ha desplazado del Atlántico al Pacífico occidental.
3. El viraje estratégico de Estados Unidos hacia Asia-Pacífico y la cada vez
mayor importancia de la región en el ámbito internacional
Cuando Obama fue elegido Presidente de los Estados Unidos en 2009, la herencia dejada
por su predecesor en política exterior, el Presidente George Bush, era extremadamente
complicada, sobre todo en los casos de la intervención militar en Irak y Afganistán. Su
elección a la presidencia fue vista por la población norteamericana y los analistas políticos
como un cambio de estrategia en la política exterior y la diplomacia estadounidense. El
discurso en junio de 2009 en El Cairo parecía respaldar esta opinión: Obama buscaría
encauzar la encarnizada y cruenta guerra que el país libra junto a la coalición internacional
en Afganistán a la vez que se buscaba un cierto aperturismo hacia Asia-Pacífico, la región
que muchos analistas de la Casa Blanca consideran la nueva región estratégica para
Estados Unidos.
A pesar de la clara orientación de Estados Unidos hacia Oriente Medio en las últimas
décadas, se empieza a ver la región asiática como el gran escenario político, militar y
económico del futuro, viendo la emergencia en el escenario internacional de países como
China, India o Corea del Sur y su cada vez más importante influencia en el ámbito
internacional. Este posible cambio en política exterior se proyectó en un contexto de grave
crisis económica y financiera mundial (apreciable en la economía americana desde 20072008) y que afectó gravemente a la economía norteamericana en 2010 y 2011.
La Estrategia de Seguridad Nacional (ESN) de mayo de 2010 confirmaba esta visión: se
planteaba cómo responder a los retos y obstáculos en seguridad y defensa para el país con
un contexto de crisis económica mundial, de la presencia americana en Afganistán y con
la reorganización del poder en el mundo en un contexto de competencia total con China.
Este documento aclara además la posición de Estados Unidos en un mundo en transición:
su posición hegemónica militar y económica no es ya tan abrumadora como lo era con
16
anterioridad y el ascenso de los países emergentes (especialmente los BRICS), con
especial interés en los países asiáticos y sobre todo China y la India, hace que esta
hegemonía se vea cada vez más puesta en duda.
Se empieza a contemplar cada vez más un cambio en la orientación estratégica de la
diplomacia norteamericana hacia Asia-Pacifico.
La entonces Secretaria de Estado Hillary Clinton reconocía en un artículo escrito en la
revista Foreign Policy (noviembre de 2011), titulado “America´s Pacific Century”, que la
región asiática será la llave de la política internacional de las próximas décadas, donde
temas como la proliferación nuclear, el rearme militar, el comercio mundial y el medio
ambiente tendrán una enorme repercusión en Asia-Pacífico. Igualmente, la entonces
Secretaria de Estado veía los enormes beneficios económicos, financieros e industriales
que la región podía ofrecer a Estados Unidos: en un contexto de crisis económica mundial
y con la emergencia de las economías asiáticas, la región ofrece grandes oportunidades
para el país y las empresas norteamericanas y occidentales.
La presencia norteamericana en la región llegaría, según Hillary Clinton, siguiendo un
modelo de “forward-deployed diplomacy”, utilizando todos los medios diplomáticos
disponibles en la región y siguiendo seis puntos de actuación: reforzar las alianzas
bilaterales en materia de seguridad (especialmente con países como Australia, Japón,
Corea del Sur, Filipinas o Tailandia), profundizar las relaciones con los países emergentes
de la región (incluyendo China), comprometerse con las instituciones multilaterales
regionales (como ASEAN o el G20), expandir el comercio y la inversión en la región,
creando una amplia presencia militar (aumento de tropas norteamericanas en Australia
desde 2011), y defender los valores democráticos y los derechos humanos para todos los
ciudadanos asiáticos.
La colaboración norteamericana con las autoridades japonesas en materia de seguridad,
ciberespionaje, servicios de inteligencia o el despliegue de tropas en la isla, la
colaboración antiterrorista con Filipinas o la firma del Tratado de Libre Comercio (TLC)
entre Estados Unidos y Corea del Sur en 2012 muestran la decida y continua intención
estadounidense de reforzar su presencia militar, económica y diplomática en Asia y
especialmente Asia-Pacífico.
A pesar de la gran importancia que otorga al conjunto de países asiáticos, China
representa el eslabón más destacado de la nueva política exterior norteamericana en Asia,
17
tal y como corrobora la ex Secretaria de Estados: Estados Unidos quiere tender la mano
al gigante asiático para relanzar el dialogo en temas tan vitales como la seguridad, el
rearme militar y nuclear, el comercio, la inversión y el medio ambiente. No obstante,
Estados Unidos pidió ciertas garantías a China mediante la apertura de su hermético
sistema al mundo, abordando temas como la política monetaria, la deuda norteamericana
comprada por China, una mayor apertura comercial a Occidente y el intento de evitar una
escalada militar en la región y sobre todo en el Mar de China. Del mismo modo, se cita
la importancia que tendrán otros grandes actores regionales como India e Indonesia en la
estabilización de la región, la prosperidad económica y el desarrollo del comercio y la
inversión, así como la decidida voluntad de la diplomacia norteamericana de responder a
las provocaciones de Corea del Norte.
En la misma línea discursiva, se resalta la importancia de las instituciones regionales en
el dialogo multilateral entre los actores más importantes, especialmente ASEAN
(Association of Southeast Asian Nations) y APEC (Asia-Pacific Economic Cooperation
forum). La firma del Tratado de Amistad y Cooperación entre Estados Unidos y ASEAN,
la apertura de una nueva misión estadounidense en Yakarta (U.S Mission to ASEAN) o
el gesto de la Administración Obama al acoger la reunión de líderes de APEC en Hawaii
en noviembre de 2011 muestran de nuevo la decidida voluntad norteamericana de reforzar
y ampliar su presencia en la región.
Este cambio estratégico desde Oriente Medio hacia Asia es presentado oficialmente
cuando el Presidente Obama y el Pentágono presentan el 3 de enero de 2012, en pleno
año electoral, un documento titulado: “Sustaining US Global Leadership: priorities for
21st Century Defense”. Este escrito concretaba la intención estadounidense de tener
menos “boots on the ground”, es decir, menos efectivos terrestres desplegados en
Afganistán y Oriente Medio para desplazarse progresivamente hacia la región asiática.
Oriente Medio pasa a un segundo plano mientras todos los esfuerzos parecen empezar a
centrarse en Asia-Pacífico. Tal y como declara el documento: “Mientas que la fuerza
militar estadounidense continuará contribuyendo a la seguridad global, procederemos a
un reequilibrio necesario hacia la región de Asia-Pacífico” (Departamento de Defensa de
los Estados Unidos, 2012). Además, plantea la peligrosidad del rearme de China en la
región y su efectos nocivos para la seguridad regional e internacional: “No obstante, el
crecimiento del poder militar chino deberá acompañarse de una mayor claridad en cuanto
18
a sus intenciones estratégicas de forma a evitar elementos de fricción en la región… y el
mundo” (Departamento de Defensa de los Estados Unidos, 2012).
Por otro lado, se expusieron los recortes en el presupuesto del Pentágono y el
Departamento de Defensa en el conflicto de Afganistán (reajustes económicos y
presupuestarios en el presupuesto federal y nacional), así como la voluntad de que el ratio
de las fuerzas navales norteamericanas en el Pacífico en relación a Oriente Medio pasara
de 50-50 a 60-40 hacia el año 2020. Hay que observar como el rearme generalizado en
Asia-Pacífico, especialmente el de China, es visto por la diplomacia estadounidense como
un posible elemento de tensión y disputas en esa región.
Estados Unidos comienza entonces un tímido y ligero viraje geoestratégico hacia Asia, y
la apertura de una nueva base militar en Australia, el despliegue de fuerzas navales y
aéreas en Singapur, la intensificación de la cooperación militar con Filipinas, así como
los viajes de la diplomacia estadounidense a la región (viajes en noviembre de 2012 a
Camboya, Birmania, Tailandia y Australia) con Hillary Clinton a la cabeza, presagiaban
un más que probable cambio de rumbo en política exterior.
Uno de los factores claves que han propiciado e impulsado el viraje estratégico en la
política exterior de Estados Unidos hacia Asia-Pacífico ha sido la anunciada
autosuficiencia energética norteamericana en hidrocarburos y petróleo. En 2012, la
Agencia Internacional de la Energía respaldó la versión estadounidense que declaraba que
para el año 2035 el país conseguiría una independencia total y una autosuficiencia
energética gracias a la técnica de extracción conocida como “fracking” y la explotación
de hidrocarburos no convencionales. Analizando este hecho, podemos considerar que la
Administración Obama, en la planificación energética prevista para su país en los
próximas décadas, encuentre otra razón de gran peso para retirarse progresivamente de
Oriente Medio (teniendo en cuenta la versión de muchos analistas y expertos que
consideran que la presencia de Estados Unidos en la región en las últimas décadas se ha
debido a factores geoenergéticos principalmente) y centrar su mirada en el continente
asiático.
Tal y como resalta Joaquín Ferro Rodríguez en el documento “La anunciada
autosuficiencia energética de Estados Unidos y su cambio de intereses geoestratégicos:
estudio de claves” (IEEE, 2014: 8): “Estados Unidos se ha centrado en Oriente Medio
para asegurar sus necesidades energéticas y dichas necesidades ya no son tales… esto
19
permitirá a las sucesivas Administraciones redistribuir su esfuerzo exterior en base a los
nuevos retos a los que se enfrenta EE.UU en este primer tercio del S. XXI, retos que
comúnmente se han de localizar en la zona de Asia-Pacífico”.
No obstante, y como ya hemos venido mencionando, el principal dilema que plantea la
emergencia de Asia y especialmente el de China es cómo afectará esto al sistema mundial
que ha ido construyendo Estados Unidos desde el final de la Segunda Guerra Mundial y
la Guerra Fría. Estados Unidos atraviesa hoy en día (al igual que el conjunto del mundo
occidental moderno) lo que algunos han llamado “la decadencia de Occidente”, todavía
débil por la grave crisis económica mundial, viendo como su liderazgo mundial y sus
antiguos espacios de intervención empiezan a ser copados por otros actores (BRICS,
países emergentes) y viendo su hegemonía contestada por países como China, India o
Rusia. A pesar de que Estados Unidos siga siendo el líder global en muchos ámbitos
(poder militar, poder cultural y poder político), China para firmemente decidida a
discutirle esa posición. Algunos expertos se preguntan si una vez que China se convierta
en una potencia mundial de primer orden (algunos teóricos ya argumentan eso), seguirá
utilizando las reglas de juego a nivel internacional que han sido utilizadas en las últimas
décadas o si al contrario buscará remodelar el sistema mundial y su funcionamiento a su
favor.
Por este motivo, más que un mero reajuste militar entorno al continente asiático, el
reequilibrio implementado por la Administración Obama es parte de una gran estrategia
regional a nivel diplomático, económico y político que también incluye la decisión de ser
miembro del East Asia Summit (EAS) (Estados Unidos lo es desde 2011), continuar con
el desarrollo del Acuerdo Estratégico Trans-Pacifico de Asociación Económica o TransPacific Partnership (TPP) en inglés, cuyas negociaciones han encontrado varios escollos
desde 2005 pero donde se intenta incorporar a países potenciales como China, India,
Indonesia o Tailandia, y reforzar las relaciones diplomáticas con India (muestra de ello
es el reciente viaje en enero de 2015 del Presidente Obama a India para asistir como
invitado de honor al desfile del Día de la República indio, donde se discutió sobre
inversión, cooperación económica y comercio bilateral), gran adversario regional de
China en el continente asiático.
Planteamientos como el mencionado TTP (Trans-Pacific Partnership) demuestran que los
Estados Unidos desean seguir siendo una pieza importante en las dinámicas económicas,
financieras y geopolíticas de la región.
20
Según los analistas norteamericanos, el interés en negociar y expandir el TPP a lo largo
de la región reside en la idea de que Estados Unidos no sea dejada de lado (y en
consecuencia pierda la enorme cantidad de capital en inversiones y negocios que ha
invertido en la región y que plantea destinar en los próximos años) ante una emergente y
muy integrada región asiática. Y es que la región asiática se está efectivamente integrando
a gran velocidad: según el Informe del Congreso de los Estados Unidos sobre el Pivot
hacia Asia de 2012, el número de acuerdos de libre comercio (FTA) en Asia ha pasado
de tres en el año 2000 a 61 en 2010, contando además cerca de 79 acuerdos de este tipo
en fase de negociación (Congressional Research Service, 2012).
No obstante, las negociaciones se han visto ralentizadas y casi paralizadas por algunas
demandas de los participantes: Estados Unidos quiere reafirmar sus propuestas en cuanto
a los derechos de propiedad intelectual y los mecanismos de resolución de disputas entre
inversor y estado receptor, al mismo tiempo, algunos países asiáticos están presionando
a Estados Unidos para que este garantice un mejor y más eficaz acceso a los mercados
norteamericanos (especialmente el mercado agrícola e industrial, muy atractivos para las
emergentes empresas asiáticas).
A pesar de ciertos escollos, la voluntad norteamericana de actuar y participar más
activamente en Asia y su reequilibrio asiático en política exterior ha sido bienvenido en
varios Estados de la región, no porque se perciba a China como una amenaza potencial si
no porque los gobiernos asiáticos desconfían de lo que puede suponer una dominación
total (en el ámbito económico, político, financiero e incluso cultural) del gigante asiático
en la región. Ahora que el reajuste hacia Asia parece inminente, la pregunta que se plantea
la diplomacia norteamericana es: ¿Cómo conducir la relación con China en el nuevo área
regional, desconociendo cuales son las intenciones reales del gobierno chino y con la
existencia de un clima de desconfianza mutua entre ambos Estados?
Como ya argumentamos anteriormente, Estados Unidos desconfía del crecimiento de las
capacidades militares chinas y su política regional para reclamar algunas áreas
geográficas que suponen actualmente una disputa territorial con países vecinos, viendo
en este fenómeno un posible episodio de discordia a nivel regional e internacional y por
ende, un obstáculo al desarrollo económico norteamericano: la diplomacia americana
desea mantener la región asiática estable para permitir que el comercio y la inversión
norteamericana lleguen de forma constante y segura a la región.
21
El Congreso norteamericano corrobora esta visión de la situación geopolítica y
geoeconómica en la región: “La importancia de los intereses económicos de Estados
Unidos en Asia-Pacifico tiene implicaciones de carácter militar y de seguridad. Con un
incremento exponencial del volumen de las exportaciones e importaciones
norteamericanas fluyendo a lo largo y ancho de la región, se ha vuelto prioritario para los
Estados Unidos mantener una libre navegación desde el Golfo Pérsico hasta el Océano
Pacífico. Este ha sido uno de los argumentos expuestos por los intereses estadounidenses
para una pacífica resolución de las disputas territoriales a lo largo del sur del Mar de
China” (Congressional Research Service, 2012)
Del mismo modo, China ve como Estados Unidos ha establecido una serie de alianzas
militares, políticas y económicas con varios Estados del Sudeste Asiático y del Pacífico
que suponen un cinturón de presión para los intereses chinos en la región y en el plano
internacional. China recela de una mayor presencia norteamericana en su principal zona
de influencia política (Sudeste Asiático y Asia-Pacífico) viendo esta intervención como
un mecanismo para controlar las dinámicas políticas y económicas de la región además
del desarrollo y el crecimiento del gigante asiático y por ende su voluntad de convertirse
en un actor global.
China no va muy desencaminada en sus declaraciones: el Comando del Pacífico de
Estados Unidos (U.S Pacific Command o US.PACOM) es el comando regional más
amplio y completo de los Estados Unidos en el mundo en términos de alcance geográfico
y poder de fuerzas en situación de paz. Igualmente, como ya hemos anunciado, los
acuerdos bilaterales en materia de seguridad con Japón, Australia Filipinas, Nueva
Zelanda o Corea del Sur conforman un círculo estratégico alrededor de la zona de
influencia china. Asimismo, los estrategas chinos consideran que en una hipotética
situación de conflicto militar o económico, las fuerzas navales desplegadas por Estados
Unidos serían capaces de bloquear el acceso de China a sus principales vías de
abastecimiento de materias primas como acero, petróleo o hidrocarburos, tal y como
argumentan Andrew J. Nathan y Andrew Scobell en el documento “How China sees
America: the Sum of Beijing’s Fears” (2012; 8) y temen que tensiones territoriales como
Taiwán o Hong Kong sean utilizadas por la diplomacia estadounidense para desestabilizar
al Politburo chino.
22
Ilustración 2. Tropas de Estados Unidos desplegadas en Asia-Pacífico. Fuente: Congressional Research Service
(2012)
A pesar de todas la dudas e incertidumbres que plantean los estrategas chinos en la posible
evolución de los acontecimientos en Asia-Pacífico, esta tarea se antoja muy complicada
viendo los credenciales y datos que presenta China en la actualidad: a su constante
crecimiento económico (en octubre de 2014 el FMI anunció que China desbancaba a
Estados Unidos como primera potencia económica mundial), hay que sumarle su cada
vez más importante base y presencia militar (enorme desarrollo militar y tecnológico de
sus fuerzas armadas, especialmente las fuerzas navales, siendo uno de los ejércitos más
modernos en la actualidad) y un gran peso político y diplomático en constante auge.
En esta línea y a título de ejemplo, China plantea, por ejemplo, invertir cerca de 250.000
millones de dólares en América Latina en los próximos diez años y goza ya de grandes
inversiones en infraestructuras y materias primas en países africanos como muestran los
viajes en 2014 del primer ministro chino, Li Keqiang, a Etiopía, Nigeria, Sudán, Angola,
Uganda y Kenia para firmar acuerdos de inversión, comercio e industria.
No obstante, y a pesar de todos los puntos de fricción, hay todavía margen para una buena
relación entre China y Estados Unidos. Instituciones internacionales u organismos
23
bilaterales y multilaterales como el G20, APEC o East Asia Summit pueden servir como
lugares de debate y negociación para evitar un distanciamiento entre los dos países.
Además, ambos estados deberían, por ejemplo, ponerse de acuerdo para resolver temas y
controversias que pueden suponer un obstáculo en el ámbito internacional, tanto a nivel
regional como a nivel internacional. Si las dos primeras economías del mundo encuentran
temas de preocupación comunes y metas conjuntas, la conducción de las relaciones
diplomáticas será más efectiva.
A nivel internacional, temas como las negociaciones de la Ronde de Doha en el marco
del comercio mundial (tema imprescindible para ambos estados y cuyas negociaciones se
han visto bloqueadas desde 2008), el desarme nuclear y la proliferación de armas de
destrucción masiva en la región Asia-Pacífico (tema vital para la seguridad regional e
internacional en el marco del Tratado de No Proliferación Nuclear), el cambio climático
(tema de gran preocupación en la comunidad internacional y donde ambos países están
entre los países más contaminadores del planeta) y asuntos económicos en inversión,
industria y capital.
A nivel regional, plataformas de diálogo como ASEAN o el East Asia Summit pueden
servir para plantear temas económicos, políticos y militares entre Estados Unidos y los
diferentes estados asiáticos, siempre y cuando estos últimos acepten la presencia de
Estados Unidos en la región y no vean su presencia como una maniobra para minar su
desarrollo y crecimiento.
En cuanto a las relaciones bilaterales entre China y Estados Unidos en cuanto a los temas
que incumben exclusivamente a las dos potencias, deberían incluirse negociaciones en
cuestiones como la seguridad, el despliegue de las fuerzas armadas en la región asiática
y la presencia norteamericana en ella, la ciberseguridad (a nivel civil como a nivel
militar), los derechos de propiedad intelectual y las patentes industriales, la deuda
norteamericana (recordemos que China es el principal detentor de deuda norteamericana)
y la inversión de capital norteamericano en la ZEE china a lo largo del litoral (Zona
Económica Especial).
24
4. Conclusiones
El siglo XXI se presenta como una nueva era en las relaciones internacionales. El fin de
la Guerra Fría con la caída de la Unión Soviética supuso el fin de un mundo bipolar y la
confrontación ideológica entre comunismo y capitalismo. Lo cual dejó a Estados Unidos
como única superpotencia en el mundo. Pero el ascenso durante las últimas décadas de la
región de Asia-Pacífico como nuevo motor de la economía mundial, seguida de la
decadencia del peso relativo de Europa y Estados Unidos, ha provocado que la región
adquiera un nuevo estatus en la política internacional.
Entre los países emergentes de la región, China es el caso más destacado, que ya se ha
convertido en la segunda economía más grande del planeta. China ha traducido su
imponente ascenso económico en un aumento de su importancia política y militar, por lo
que sus intereses estratégicos afectan cada vez en mayor medida al resto de actores
internacionales. El resurgir económico de China ha provocado que esta abandone su
tradicional aislamiento del exterior, y se ha convertido en un país con intereses globales
y una creciente proyección hacia el exterior.
Por lo tanto, el acenso económico de países de la región, especialmente el de China, han
otorgado a Asia-Pacífico una importancia geoestratégica enorme. Sus mares se han
convertido en el centro del tráfico comercial y de la seguridad internacional. En
consecuencia, las dos grandes potencias globales, China y Estados Unidos, han
convertido a Asia-Pacífico en la prioridad de su política exterior.
Dicha situación ha colocado a Estados Unidos y a China en una encrucijada. Por un lado,
ambos tienen intereses vitales para su economía y seguridad en los mares de AsiaPacífico, lo cual genera dinámicas de competición y conflictividad. El rearme naval de
China, y la creciente presencia naval americana en la región, crean un clima de
desconfianza y competición que puede llevar a una nueva guerra fría entre el gigante
asiático y Washington.
Pero calificar de guerra fría la relación entre China y Estados Unidos en Asia-Pacífico no
alcanza a ver otros factores que hacen de la situación una muy diferente de la que existía
entre la Unión Soviética y Estados Unidos. La URSS y EEUU eran dos bloques aislados
uno del otro, y enfrentados directamente en una competición a escala global por la
hegemonía. En el caso de China y EEUU es fundamentalmente diferente, ya que ambos
25
países experimentan una interdependencia económica esencial entre ellos, sus relaciones
comerciales son vitales para ambos, y sus sistemas financieros están íntimamente
interconectados.
En definitiva, Asia-Pacífico es el nuevo centro de la política internacional, especialmente
para los intereses de las dos grandes potencias internacionales: China y Estados Unidos.
Lo cual crea una dinámica contradictoria entre competición por el control de la región e
interdependencia entre sus economías. La manera de manejar esta situación por parte de
los dos países dictaminará el futuro del sistema político internacional. Pero que opten por
la vía de la confrontación o por la de la cooperación no cambiará el hecho fundamental:
la región de Asia-Pacífico será el centro geoestratégico del siglo XXI.
26
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