Subido por Victoria Melano

CUBA

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CUBA
REPÚBLICA TUTELADA
El 1 de enero de 1899, al arriarse el pabellón español en fortalezas y edificios públicos, en su reemplazo no fue izada la
bandera de Cuba sino la norteamericana. La República por la que habían luchado los cubanos durante tres décadas seguía
pendiente; ahora habría de constituirse bajo la autoridad de Estados Unidos cuyo ejército ocupaba la isla. Cuba alcanzaría
finalmente la modernidad como Estado-nación bajo la hegemonía estadounidense, circunstancia que no solo limitó su
soberanía, sino que también contribuyó a delinear el perfil de sus instituciones y trazó las pautas de su desenvolvimiento
económico y social.
Cuba experimentó un proceso de descolonización en el siglo XIX, cuando buscó liberarse del dominio colonial español. El
movimiento independentista cubano ganó fuerza a finales del siglo XIX, culminando en la Guerra de Independencia de
Cuba, que comenzó en 1895. Liderados por figuras como José Martí y Antonio Maceo, los cubanos lucharon contra las
fuerzas coloniales españolas en un conflicto marcado por la guerrilla y la resistencia popular.
La situación se complicó con la intervención de los Estados Unidos en 1898 durante la Guerra Hispanoamericana. Tras la
derrota de España, el Tratado de París de 1898 estableció que Cuba pasaría de ser una colonia española a un protectorado
temporal bajo control estadounidense. Sin embargo, el deseo de independencia persistió entre los cubanos, y a pesar de
la ocupación estadounidense, Cuba logró finalmente su independencia formal en 1902.
Aunque la independencia formal fue alcanzada, las relaciones entre Cuba y Estados Unidos siguieron siendo complejas, y
la isla experimentó periodos de inestabilidad política y dependencia económica.
Tras la transición en Cuba, la incertidumbre política era palpable. La burguesía insular, comprometida con España, adoptó
una actitud cautelosa, y la élite criolla no se identificaba con las figuras del partido independentista. En 1898, el desbande
de la dirigencia independentista llevó a la disolución inconsulta del Partido Revolucionario Cubano por Estrada Palma. El
Ejército Libertador, sin suministros, buscaba licenciarse, y la oferta de Estados Unidos para sufragar el licenciamiento llevó
a la destitución de Máximo Gómez por la Asamblea.
En este escenario, las autoridades estadounidenses tenían ventajas para moldear el futuro de Cuba. Implementaron
medidas eficaces, como obras benefactoras y una campaña de higienización para controlar la fiebre amarilla. El gobierno
provisional reformó la educación y administró fondos públicos de manera más eficiente que la anterior administración
española. Se desmanteló el régimen arancelario español, aumentando la presencia de productos estadounidenses en la
isla. Así, la modernidad estadounidense se introdujo en Cuba, marcando el comienzo de una nueva era.
En la definición del destino político de Cuba, la mayoría en la administración de McKinley favorecía la anexión, pero la
Resolución Conjunta se percibía como un obstáculo debido a compromisos internacionales y a la opinión pública. La
designación de Leonard Wood como gobernador buscaba movilizar apoyo para la anexión. Sin embargo, las elecciones
municipales de junio de 1900 mostraron un triunfo abrumador de los candidatos independentistas, indicando que el
reconocimiento de la independencia era crucial para evitar una rebelión. Se convocó a una Convención Constituyente,
donde predominaron los partidarios de la independencia, y se redactó una Constitución que proclamaba a Cuba como una
República unitaria, con influencias norteamericanas pero con elementos avanzados como el sufragio universal masculino
y el carácter laico del Estado.
Cuba se convertiría en una República vinculada a Estados Unidos por "lazos de singular intimidad". La Enmienda Platt,
añadida como apéndice a la Constitución cubana, otorgaba a Estados Unidos el derecho de intervenir en la isla, limitaba
las facultades del gobierno cubano y cedía enclaves portuarios para la Armada estadounidense, estableciendo un virtual
protectorado. Aunque inicialmente rechazada por la Convención Constituyente cubana, fue finalmente aprobada ante la
percepción de que era la única forma de poner fin a la ocupación estadounidense. Se abrió el camino para la instauración
de la República, y en las elecciones presidenciales, Tomás Estrada Palma, respaldado por agrupaciones partidistas y con el
respaldo de Máximo Gómez, obtuvo una victoria abrumadora sobre Bartolomé Masó, quien se retiró ante la percepción
de parcialidad en favor de Palma.
El 20 de mayo de 1902, se proclamó la República de Cuba, y la administración de Estrada Palma se enfrentó a la tarea de
gestionar un Estado cuya soberanía estaba limitada por la Enmienda Platt. Aproximadamente un año después, se firmó
un Tratado Permanente con Estados Unidos, que básicamente reiteraba las disposiciones de la enmienda intervencionista.
En un acuerdo adicional sobre estaciones navales, Estrada Palma logró reducir las cuatro instalaciones iniciales a solo una:
la base naval de Guantánamo. La supremacía económica estadounidense se consolidó mediante la firma de un tratado de
reciprocidad comercial que otorgó ventajas a las mercancías estadounidenses en el mercado cubano, afianzando la
dependencia económica asociada a la Enmienda Platt. Este tratado aseguró a los intereses azucareros cubanos un
mercado floreciente al obtener la rebaja del arancel norteamericano.
La reconstrucción económica de Cuba tras la independencia avanzó rápidamente, a pesar de limitaciones financieras.
Durante la transición, la industria azucarera fue el principal foco de inversiones estadounidenses, y se produjo una
redistribución de propiedades, beneficiando a inversores estadounidenses que adquirieron tierras a precios muy bajos. La
expansión también se observó en el sector tabacalero, la infraestructura ferroviaria y otras áreas. A pesar de las
inversiones extranjeras, los recursos internos del país, como las exportaciones tabacaleras y la producción azucarera,
desempeñaron un papel crucial en la recuperación económica. En 1906, las inversiones estadounidenses en Cuba
superaron los 150 millones de dólares, y el acceso al mercado estadounidense brindado por un tratado comercial impulsó
el crecimiento de la zafra azucarera. Durante la Primera Guerra Mundial, la demanda aumentó aún más, y la producción
de azúcar alcanzó 4.8 millones de toneladas en 1919. La banca estadounidense también se involucró en el proceso,
participando en la creación de grandes corporaciones azucareras.
Durante las primeras dos décadas del siglo XX, Cuba experimentó un espectacular crecimiento económico centrado en el
azúcar, que lideró un aumento de diez veces en el valor de las exportaciones entre 1900 y 1919. Aunque otros sectores,
como el tabaco, también contribuyeron al auge exportador, el principal destinatario fue el mercado estadounidense. Este
crecimiento exportador coincidió con un aumento en las importaciones, impulsado por la reciprocidad comercial y
factores como el rápido crecimiento de la población y el desarrollo de infraestructuras.
El auge azucarero también impulsó el progreso material, con la urbanización de áreas rurales, la expansión de ferrocarriles
azucareros, la modernización de ciudades como La Habana y la introducción de servicios como alumbrado eléctrico y
transporte público. Sin embargo, la crisis de 1920, causada por la caída brusca de los precios del azúcar, llevó a una
especulación descontrolada, quiebras bancarias y la pérdida de propiedades por parte de hacendados y empresarios
cubanos, marcando el fin de la aparente prosperidad nacional.
En las primeras décadas del siglo XX, Cuba dependía en gran medida de las exportaciones de azúcar, representando más
del 80% de estas, y de un solo mercado: Estados Unidos. La economía estaba distorsionada con un fuerte enfoque en el
azúcar, predominio del capital extranjero y empleo masivo de mano de obra inmigrante, lo que generaba un drenaje de
recursos. La crisis de 1920 expuso la vulnerabilidad de esta dependencia. Además, la transición a la República no detuvo
el desplazamiento de los cubanos de la propiedad agraria ni cumplió las expectativas de mejora urbana. Los españoles
mantenían su predominio en diversos aspectos, generando tensiones laborales y conflictos, como la "huelga de los
aprendices" en 1902.
La discriminación laboral en Cuba era evidente, especialmente para la población negra. A pesar de la movilidad ascendente
durante la guerra de independencia, la igualdad propuesta no se materializó en la República. La discriminación se observó
desde el gobierno interventor estadounidense, afectando la participación de negros y mulatos en roles importantes en la
administración pública. La herencia de la esclavitud se reflejó en tasas más altas de analfabetismo y limitado acceso a
oportunidades educativas y económicas para esta población.
Las mujeres también enfrentaban desigualdades, con altas tasas de analfabetismo y limitado acceso a empleos fuera del
servicio doméstico. La exclusión del sufragio femenino hasta 1912 marcó otro aspecto de desigualdad. La posición
desfavorable de los cubanos en comparación con los extranjeros limitaba sus opciones de ascenso social, y muchos
canalizaron sus carreras hacia la política, convirtiéndose en una élite política en la nueva República. La burocracia y la
política se convirtieron en las principales fuentes de ingresos y estatus social para muchos criollos.
En Cuba, la vida política durante las primeras décadas de la República estuvo marcada por un notable aumento en el
empleo estatal, con la oferta de empleos siendo una herramienta clave para asegurar apoyo político. Los partidos políticos
se formaron alrededor de líderes influyentes y redes clientelares ansiosas de acceder al presupuesto estatal. Aunque se
estableció un bipartidismo, las ideologías eran menos relevantes que las promesas y prebendas ofrecidas por los partidos
Conservador y Liberal.
La alternancia en el poder resultó difícil debido a los beneficios económicos del gobierno, y los intentos de reelección a
menudo desencadenaban revueltas y rebeliones. Estados Unidos, a través de la Enmienda Platt, se convirtió en árbitro de
la política cubana, interviniendo en situaciones de disturbios electorales para mantener el orden. La intervención
estadounidense se justificaba como una "intervención preventiva" para evitar la inestabilidad en Cuba.
En Cuba, la economía limitada y la política codiciosa dieron lugar a la corrupción, que tuvo raíces coloniales y resurgió
durante la intervención estadounidense y el gobierno de José Miguel Gómez. El gobernador Charles Magoon utilizó fondos
públicos para mantener la tranquilidad, generando acusaciones de corrupción. José Miguel Gómez, su sucesor, también
se vio envuelto en prácticas corruptas, aunque llevó a cabo acciones significativas como el desarrollo de infraestructuras.
Mario García Menocal, otro presidente, prometió eficiencia, pero también enfrentó acusaciones de corrupción al
endeudar al país. La corrupción se convirtió en una característica persistente en la política cubana de la época.
Durante los años de la Primera Guerra Mundial, Cuba experimentó un período de expansión económica que transformó
su sociedad. Las regiones orientales, antes vírgenes, se convirtieron en campos de caña y redes ferroviarias, mientras que
las ciudades experimentaron un desarrollo urbano significativo. La burguesía cubana se recuperó después de la guerra de
independencia, pero mostró divisiones internas y una posición subalterna en lo económico y político. Las capas medias se
vieron afectadas por la expansión del mercado interno y la inmigración, pero carecían de cohesión. El proletariado,
dividido por oficios, nacionalidades y prejuicios raciales, no logró una organización sindical sólida, a pesar de las huelgas
durante la guerra.
En el contexto de una sociedad violenta y desigual durante la República, Cuba experimentó un aumento en la criminalidad
y los delitos contra la propiedad, indicativos de que la prosperidad no llegaba a todos. Los juegos de azar se volvieron una
alternativa para muchos, y su prevalencia abarcaba todos los sectores sociales. Aunque el analfabetismo disminuyó, la
calidad de la educación se deterioró, y la Iglesia católica intentó recuperar influencia a través de la educación de las élites.
La cultura vivió un auge de publicaciones y literatura, reflejando las tensiones generadas por la modernización y la
desmoralización política. El crac de 1920, con la pérdida masiva de propiedades y la permanencia de los conservadores en
el poder, exacerbó el malestar social, mientras la injerencia estadounidense, simbolizada por el general Crowder, se hizo
más evidente.
En los años veinte, la crisis en Cuba despierta un fuerte sentimiento nacionalista que se manifiesta en las élites
intelectuales, políticas y las masas trabajadoras. Diversos movimientos sociales con orientaciones ideológicas amplias se
desarrollan, abarcando desde la defensa de condiciones laborales hasta la reconsideración de identidades. Los obreros
protagonizan huelgas, liderados por sindicatos anarcosindicalistas y socialistas que culminan en la formación de la
Confederación Nacional Obrera de Cuba y el Partido Comunista. Las capas medias, encabezadas por la juventud
universitaria, se movilizan por la autonomía universitaria y se unen en un congreso nacional que denuncia la injerencia
estadounidense y la corrupción nacional. La protesta también se extiende entre las mujeres y los intelectuales, marcando
un periodo de efervescencia cultural y social. La convergencia de estos movimientos genera agitación y tensiones en la
sociedad cubana, pero la institucionalidad republicana se mantiene en parte gracias a la habilidad política del presidente
Zayas y a la propuesta "salvadora" de Gerardo Machado.
Gerardo Machado, ascendiendo al liderazgo del Partido Liberal tras la muerte del caudillo José Miguel Gómez, se convierte
en presidente de Cuba en 1925. Su programa se centra en estabilizar la economía, enfrentando la caída de precios del
azúcar mediante políticas intervencionistas y empréstitos. Para compensar, implementa un extenso plan de obras públicas
financiado con tributos y préstamos. Su estabilidad social se apoya en medidas represivas y en el "cooperativismo" político,
eliminando oposición y asegurando influencia proporcional en la burocracia estatal.
A pesar de más de cuatro años aparentemente exitosos, en 1930, bajo la crisis mundial, una huelga general y
manifestaciones estudiantiles evidencian la vitalidad del movimiento obrero. La represión y el asesinato de líderes
opositores generan resistencia y movilización popular, marcando el inicio de un proceso revolucionario en Cuba.
La Gran Depresión de 1929 golpeó a la economía cubana, que ya se veía afectada por la caída de precios del azúcar y la
pérdida del mercado estadounidense debido al arancel Hawley-Smoot. A pesar de intentos como el Plan Chadbourne para
estabilizar la industria azucarera, la zafra de 1933 representaba solo una quinta parte de los ingresos de 1929. La economía
se contrajo drásticamente, con una disminución del ingreso nacional del 40%, desempleo masivo y reducción de salarios.
La propuesta estabilizadora de Machado también colapsó políticamente. La fractura del cooperativismo, la oposición
creciente liderada por la Unión Nacionalista y la ruptura con antiguos aliados políticos debilitaron su posición. A pesar del
fracaso de una insurrección en 1931, la oposición se reconfiguró con nuevas fuerzas, como el ABC, una organización
conspirativa de clase media con un programa reformista. La violencia aumentó, con actos terroristas por parte del ABC y
una represión brutal por parte de la dictadura de Machado.
En los años previos a 1933, el estudiantado y el movimiento obrero, liderados por el Directorio Estudiantil Universitario
(DEU) y el Partido Comunista, respectivamente, desafiaron al gobierno de Machado con huelgas y acciones
insurreccionales. La represión fue intensa, pero el Partido Comunista logró reconstituir los sindicatos y ampliar su
influencia. La situación económica y social se deterioró, con continuas huelgas y sabotajes, llevando al sistema político
republicano al borde del colapso.
El cambio en la política estadounidense con la llegada de Franklin D. Roosevelt en 1933 abrió la puerta a la mediación del
subsecretario de Estado Benjamin Sumner Welles en Cuba. Las conversaciones entre el gobierno de Machado y las
organizaciones opositoras, respaldadas por Welles, no lograron una solución. La situación empeoró, culminando en una
huelga general convocada por el Partido Comunista en agosto de 1933. Ante la creciente crisis, el embajador Welles retiró
el apoyo al gobierno de Machado, forzándolo a renunciar. La caída de Machado resultó en un vacío de poder,
desencadenando un período anárquico con saqueos y ajustes de cuentas.
CRISIS REPUBLICANA Y REVOLUCIÓN
El evidente agotamiento de las posibilidades de la producción azucarera como impulsora del crecimiento económico, así
como la quiebra del régimen político puesta de manifiesto por la instauración y el posterior derrocamiento de la dictadura
de Machado, condujeron a la República a una crisis cuya solución entrañaba enormes desafíos. De un lado se hacía
imprescindible abrir nuevos cauces a la actividad económica para sustentar su desarrollo, tarea nada fácil en el marco de
una rígida estructura orientada hacia la exportación azucarera. A su vez, en lo político, la grave situación demandaba
prácticamente una refundación del Estado, de manera que este pudiese superar las lacras y limitaciones que
caracterizaran las primeras décadas de su desenvolvimiento. Ambas tareas debían conjugarse además para satisfacer los
intereses diferentes y hasta contrapuestos de una sociedad ya muy diversa y compleja. El cuarto de siglo que media entre
la fuga de Machado y la revolución de 1959 sería, por tanto, una etapa crucial para el destino de Cuba.
Tras la renuncia de Machado, el embajador Welles designó a Carlos Manuel de Céspedes como su sucesor, pero la falta
de capacidad de su gobierno y la situación caótica en el país llevaron a su derrocamiento en septiembre de 1933. La
pentarquía asumió brevemente el poder, seguida por un gobierno provisional liderado por Ramón Grau San Martín. Este
gobierno incluyó a figuras de diversas tendencias políticas, desde conservadores hasta revolucionarios radicales, como
Antonio Guiteras y Fulgencio Batista.
Grau, proclamado gestor de la "auténtica revolución", adoptó medidas reformistas, tanto sociales como económicas,
evidenciando una intención de cambio. Se estableció la jornada laboral de ocho horas, se reconocieron derechos sindicales
y se promulgaron leyes que beneficiaban a pequeños azucareros y limitaban intereses estadounidenses. Las relaciones
con Estados Unidos se tensaron, ya que Washington no reconoció a Grau y desplegó presiones, incluso movimientos
conspirativos de derecha y hostigamiento de comunistas.
El gobierno de Grau enfrentó oposición tanto de la derecha como de la izquierda. Batista reprimió movimientos
conspirativos y, al mismo tiempo, Guiteras implementó fórmulas conciliadoras para resolver conflictos laborales,
generando contradicciones. Las acciones represivas de Batista contra la izquierda, como la brutal represión durante el
entierro de Julio Antonio Mella, agravaron las tensiones en el gobierno.
A principios de 1934, el gobierno provisional de Grau enfrentaba desgaste, con tensiones entre Guiteras y Batista. Después
de conciliábulos con el embajador estadounidense, Batista orquestó la renuncia de Grau y, el 15 de enero, se estableció
un nuevo gobierno con Carlos Mendieta. Este gobierno, respaldado por fuerzas políticas previamente desplazadas,
evidenció la incapacidad de la vieja oligarquía para estabilizar el país.
El gobierno de Mendieta, que combinaba cierta continuidad reformista con represión, no logró estabilizar Cuba. Se
enfrentó a constantes huelgas y acciones armadas, con sucesivos desgajamientos en el equipo de gobierno. La oposición,
incluyendo Joven Cuba, ABC y el Partido Revolucionario Cubano (auténtico), se unió en un movimiento que culminó en
una huelga general en marzo de 1935.
En esta confrontación, el ejército, liderado eficazmente por Batista, prevaleció. Con legislación de urgencia, los militares
reprimieron brutalmente, asesinaron opositores, encarcelaron a cientos de personas y disolvieron sindicatos. Batista
emergió como árbitro, respaldado por el nuevo embajador estadounidense y con el apoyo de la administración Roosevelt.
Se formalizó un nuevo Tratado Permanente en mayo de 1934, derogando la Enmienda Platt, y se ratificó un Tratado de
Reciprocidad Comercial en agosto de ese año.
Este acuerdo comercial y el sistema de cuotas para el azúcar contribuyeron a la estabilidad económica a partir de 1935.
Las exportaciones aumentaron, y aunque no alcanzaron los niveles anteriores a la crisis, proporcionaron cierta estabilidad
al país.
Tras las reformas, la dependencia de Cuba se centró en lo económico, fortaleciendo a las élites criollas y las fuerzas
armadas en el mantenimiento del orden. Estados Unidos buscó que los beneficios económicos se distribuyeran entre los
sectores populares para estabilizar la situación. El intervencionismo estatal se consolidó, y la industria azucarera fue
regulada con medidas laborales y sociales. Batista amplió su presencia en la actividad estatal con servicios de salud y
educación, generando conflictos políticos.
Batista, tras enfrentamientos con el presidente Gómez, formuló un plan económico y social, destacando la Ley de
Coordinación Azucarera. Sin embargo, el malestar popular y el escaso apoyo político llevaron a una reconsideración. En
1938, priorizó una asamblea constituyente ante la demanda de la oposición. Se legalizaron partidos opositores y se
reconstituyeron sindicatos, liderados por comunistas, culminando con la creación de la Confederación de Trabajadores de
Cuba en 1939.
Ante la imposibilidad de un arreglo con Grau, el Partido Comunista se acercó a Batista, distanciándose de otros grupos de
izquierda. En las elecciones para la Asamblea Constituyente, se formaron dos coaliciones: la Socialista Democrática, aliada
a Batista, y el bloque opositor liderado por el PRC(a), con la participación del ABC y otros partidos menores.
La Constitución de 1940, colofón del proceso revolucionario de los años treinta, buscó conciliar los intereses y aspiraciones
de las fuerzas sociales contendientes. Destacó por el amplio reconocimiento de derechos democráticos, la función social
de la propiedad privada y un extenso capítulo dedicado a los derechos de los trabajadores. Influenciada por la lucha
antifascista mundial, reflejó la coyuntura de elecciones generales y transmisión radiofónica. Contenía disposiciones contra
el latifundio, la creación de una banca central y limitaciones al Poder Ejecutivo. Su equilibrio político y social requería una
constante conciliación dependiente del dinámico comportamiento de la economía nacional.
En el periodo posterior a la promulgación de la Constitución de 1940, Fulgencio Batista se convierte en presidente de la
República tras ganar las elecciones generales con el respaldo de la Coalición Socialista Democrática. Su mandato (19401944) coincide con la Segunda Guerra Mundial, y Cuba se une a los "aliados" tras la entrada de Estados Unidos en el
conflicto. A pesar de la contracción económica inicial, la guerra beneficia a la producción azucarera cubana debido a la
devastación en Europa y Asia. Sin embargo, la venta exclusiva de azúcar a Estados Unidos a precios fijos limita el aumento
de los ingresos esperados. A pesar de la relativa estabilidad económica, los efectos de la guerra, como la parálisis de
puertos y la inflación, afectan al país. Batista implementa medidas laborales y fiscales para contrarrestar los efectos
negativos, pero su gobierno se ve empañado por la corrupción, la violencia y la crítica pública. En las elecciones de 1944,
Ramón Grau San Martín, candidato del PRC(a), derrota al candidato oficialista, marcando el fin del mandato de Batista. La
administración de Grau (1944-1948) se beneficia de la posguerra, logrando mejoras económicas y políticas mediante la
renegociación de los términos de venta del azúcar con Estados Unidos y la colaboración con los comunistas. La
normalización económica mundial contribuye a superar las dificultades económicas y a la modernización del país.
En 1947, con una zafra récord cercana a los seis millones de toneladas, las exportaciones de Cuba alcanzaron los 746
millones de dólares, marcando un periodo de prosperidad después de años de dificultades. El presidente Grau implementó
aumentos salariales y aumentó la nómina gubernamental, beneficiándose políticos y funcionarios con niveles extremos
de corrupción. Altos y medianos funcionarios del gobierno, conocidos como "auténticos", se enriquecieron a través de
operaciones oficiales, concesiones de obras y programas gubernamentales. La administración de Grau enfrentó
acusaciones de desfalco, y se destinaron fondos a grupos de acción vinculados al Partido Auténtico, muchos de los cuales
tenían conexiones con la violencia y el gansterismo. Estos grupos, llamados "bonchistas" y a menudo basados en la
Universidad, fueron empleados para controlar sindicatos y enfrentarse a la oposición. Grau aprovechó la "guerra fría" para
lanzar una campaña anticomunista y tomar control de los sindicatos mediante elecciones manipuladas y acciones
violentas. En las elecciones generales de 1948, el Partido Auténtico, a pesar de su descrédito, se impuso nuevamente con
Carlos Prío Socarrás como presidente (1948-1952). Prío intentó distanciarse de la corrupción del gobierno anterior,
promovió la actividad del Congreso y tomó medidas para abordar problemas económicos. Se aprobaron presupuestos por
el Legislativo, se crearon organismos previstos por la Constitución, y se fundaron nuevas universidades públicas y privadas
para enfrentar los retos económicos de la posguerra.
En 1948, Estados Unidos reinstauró el régimen de cuotas azucareras, afectando las expectativas de los productores
cubanos. La reducción de precios y la competencia de importaciones presionaron la economía cubana. El gobierno de Prío
intentó medidas de protección arancelaria, pero enfrentó la oposición estadounidense. La situación social empeoró con
intentos empresariales de reducir salarios. El gobierno intervino empresas para gestionar conflictos laborales, pero la
situación se volvió más comprometida. Prío buscó un empréstito del Banco Mundial, generando críticas y sospechas de
corrupción. El estallido de la guerra de Corea proporcionó un respiro al aumentar la demanda y el precio del azúcar. La
administración auténtica, bajo Prío (1948-1952), enfrentó problemas similares a la de Grau, con corrupción, gansterismo
y crisis económica. A pesar de medidas formales contra el gansterismo, este continuó activo, y escándalos de corrupción
persistieron, erosionando la credibilidad del gobierno. Eduardo Chibás, crítico persistente, fundó el Partido del Pueblo
Cubano (Ortodoxo). Aunque Chibás se suicidó en 1951, la Ortodoxia emergió como una fuerza política. Antes de las
elecciones presidenciales de 1952, Batista dio un golpe de Estado, argumentando errores del gobierno y aprovechando la
crisis política y la falta de resistencia. La crisis republicana se profundizó después de más de una década de experiencia
democrática.
La dictadura de Batista en 1952 refleja los problemas acumulados en la sociedad cubana. A pesar de señales de saturación
del mercado, la producción de azúcar alcanzó más de siete millones de toneladas, contribuyendo a la caída de los precios.
Para contrarrestar la depresión económica, la dictadura utilizó recursos monetarios acumulados para financiar obras
públicas y actividades económicas. Sin embargo, esta política amplió los márgenes de corrupción y agotó las reservas
internacionales. La dependencia de Cuba del azúcar y de Estados Unidos se hizo evidente tras la guerra mundial, afectando
el crecimiento económico. Aunque algunos sectores productivos mostraron avances, no lograron sustituir
significativamente las importaciones. La polarización de la propiedad agraria, dificultades en la comercialización y
limitaciones crediticias obstaculizaron el progreso agrícola. En la producción industrial, hubo un aumento significativo en
el número de fábricas y trabajadores, pero su impacto en las importaciones se reflejó más en la composición que en la
disminución de los valores. A pesar de los esfuerzos para diversificar la economía, la dependencia del azúcar persistió. La
sustitución de importaciones enfrentó obstáculos externos debido a la peculiar relación con Estados Unidos. La actividad
turística experimentó un crecimiento considerable, impulsando la construcción como el sector más dinámico de la
economía cubana en la década de 1950.
La economía cubana experimentó un lento crecimiento en las tres décadas posteriores a 1956, reflejando problemas en
la producción de azúcar y el desarrollo de sectores alternativos. Aunque el ingreso medio per cápita en 1956 era de $307,
el crecimiento anual promedio desde el inicio de la República fue del 1%, colocando a Cuba en la novena posición entre
las naciones latinoamericanas. A pesar de mejoras en la distribución del ingreso debido a aumentos salariales, la
desigualdad persistía, especialmente entre mujeres y la población negra. El bajo ritmo de crecimiento económico resultó
en una escasa creación de empleo, con problemas de desempleo estructural y situaciones graves en sectores como el
agropecuario y entre los jóvenes. A pesar de indicadores positivos en nivel de vida, la sociedad cubana mostraba visibles
contrastes y desigualdades. Las capas más beneficiadas de la sociedad eran la élite pudiente, mientras que las capas
medias experimentaron transformaciones, con la desaparición de pequeños comerciantes y artesanos, siendo
reemplazados principalmente por empleados asalariados y profesionales.
Las diferencias en ingresos entre trabajadores eran notables, siendo sectores como bebidas, cigarreras, telefonía y
electricidad más rentables y capaces de pagar salarios competitivos con algunos profesionales. Las disparidades eran más
profundas entre trabajadores urbanos y rurales, siendo estos últimos, el contingente más grande, empleados menos de
seis meses al año y con limitaciones en derechos a pesar de estar sindicalizados. Las diferencias espaciales eran marcadas,
con ingresos más bajos en el campo, y la Habana concentrando la mayoría de las construcciones, ingresos salariales,
servicios y profesionales. La vivienda rural estaba en mal estado, y la falta de acceso a educación y empleo condenaba a
la marginalidad a una parte de la población. La sociedad cubana, fragmentada y seducida por la modernidad, proyectaba
una imagen engañosa de su naturaleza, resaltando la música, el ron y el juego, mientras se pugnaba por afirmar valores
de la identidad nacional. A pesar de democratización y reformas, la educación era insuficiente, con limitaciones en locales
y medios de enseñanza. La enseñanza privada florecía, especialmente los colegios religiosos, generando polémicas. Las
universidades experimentaron cambios en la organización docente y mejoras en la calidad de la enseñanza, pero las
limitaciones financieras restringían la investigación. La Dirección de Cultura del Ministerio de Educación y la Biblioteca
Nacional patrocinaban iniciativas para la difusión de las artes y la lectura.
La década de 1940 en Cuba se caracterizó por la vitalidad en la creación artística y literaria, con revistas importantes como
Orígenes, La Gaceta del Caribe y Ciclón. Sin embargo, la financiación de estas iniciativas culturales dependía en gran
medida de los propios autores o mecenas, lo que generaba incertidumbre. Movimientos intelectuales como la vanguardia
pictórica y la literatura canónica con nombres como Carpentier, Guillén y Piñera se consolidaron en esos años. La cultura
de masas, impulsada por avances tecnológicos en la radio, adquirió un perfil comercial, influyendo en la música popular y
facilitando la difusión internacional de géneros como el mambo y el cha-cha-cha. La prensa y, especialmente, la televisión,
inaugurada en 1950, también contribuyeron a la comercialización de la cultura. Estos medios fomentaron una cultura de
consumo, adoptando hábitos y patrones del "American way of life". La sociedad, desigual y fragmentada, experimentó
una crisis de valores, exacerbada por el golpe de Estado de Batista y el descrédito de la institucionalidad republicana.
Después del golpe militar, los partidos tradicionales y la dirigencia sindical se plegaron a la dictadura de Batista, mientras
la Universidad, principalmente la FEU, se convirtió en el principal foco de resistencia. La respuesta a la represión militar
fue la concepción de una "línea insurreccional", encabezada por diversos grupos, incluido el liderado por Fidel Castro. El
intento de tomar el cuartel Moncada en Santiago de Cuba en 1953 marcó el inicio de una nueva generación revolucionaria.
A pesar de su fracaso, este evento dio lugar al discurso programático de Castro llamado "La historia me absolverá". Batista
intentó legitimarse convocando elecciones en 1954, pero su elección careció de credibilidad al retirarse importantes
partidos de la contienda. A pesar de amnistiar a presos políticos, la situación se agravó, y la oposición moderada buscó
una salida institucional en vano. Los sectores populares, liderados por estudiantes y sindicatos, mostraron creciente
belicosidad. La huelga azucarera y el asalto al cuartel de Matanzas revelaron la inestabilidad del régimen. Fidel Castro,
exiliado, fundó el Movimiento 26 de Julio y prometió regresar para desencadenar la insurrección.
Fidel Castro, radicado en México, preparó un contingente expedicionario con apoyo económico del exilio cubano en
Estados Unidos. En coordinación con el Directorio Revolucionario, liderado por Echeverría, planearon acciones
insurreccionales en Cuba. El desembarco del Granma en diciembre de 1956 fue un fracaso, pero Castro y un pequeño
grupo sobreviviente iniciaron la guerrilla en la Sierra Maestra. La lucha insurreccional se intensificó en ciudades y
montañas. El Directorio atacó el Palacio Presidencial en marzo de 1957, y el 26 de Julio realizó sabotajes y acciones en
varias ciudades. La guerrilla en la Sierra Maestra se fortaleció con el apoyo de campesinos y refuerzos. Fidel Castro
consolidó su liderazgo, y la firma del "Manifiesto de la Sierra Maestra" buscó la unidad de la oposición revolucionaria. Sin
embargo, el "Pacto de Miami" fue repudiado por Castro, evidenciando su ascendente liderazgo y desacuerdos sobre las
bases programáticas para el posgobierno.
A principios de 1958, el Movimiento 26 de Julio intensificó su actividad revolucionaria con sabotajes y la creación del
Movimiento de Resistencia Cívica. A pesar de algunos golpes resonantes y el surgimiento de nuevas partidas guerrilleras,
una huelga general convocada para abril fracasó, debilitando al movimiento clandestino. En respuesta, el 26 de Julio
adoptó una nueva estrategia centrada en la guerra revolucionaria bajo el liderazgo de Fidel Castro. Mientras tanto, Batista
preparaba una ofensiva militar contra la Sierra Maestra y convocaba elecciones para distraer a la oposición moderada y
tranquilizar a Estados Unidos, cuyo apoyo a Batista comenzaba a declinar debido al deterioro de la situación en Cuba.
En 1958, a pesar de ser superado en número y armamento, Fidel Castro lideró con éxito la defensa de la Sierra Maestra
contra las fuerzas de Batista. Tras la retirada del ejército, el Ejército Rebelde fortaleció su posición, creó órganos de
administración y consolidó su conexión con los intereses populares. La derrota de la ofensiva batistiana en agosto de 1958
condujo a la unidad de la oposición insurreccional en el Pacto de Caracas. Aunque el Partido Socialista Popular se unió
tarde, su apoyo a la insurrección contribuyó a la unidad. Las elecciones de noviembre de 1958, controladas por Batista,
no cambiaron la situación. Las fuerzas rebeldes dirigidas por Che Guevara y Camilo Cienfuegos avanzaron hacia el centro
de la isla, cortando la isla en dos. Batista huyó el 1 de enero de 1959, y Castro, avanzando sobre las ciudades, convocó a
una huelga general que aseguró la victoria de la revolución.
LA REVOLUCIÓN
Giro capital en la historia de Cuba, el derrocamiento de la dictadura de Fulgencio Batista el 1 de enero de 1959 dio inicio
a un proceso que medio siglo después continúa despertando pasiones y lecturas antagónicas. La Revolución cubana
involucró a todo un pueblo en la búsqueda de la independencia nacional y la justicia social y, en medio de muy complejas
circunstancias, hubo de determinar lo que debía superarse y lo que pretendía alcanzar. Con la revolución el país se vio
inmerso en los grandes conflictos de la contemporaneidad, en algunos de los cuales llegaría incluso a desempeñar un
sorprendente protagonismo; es así que, paradójicamente, un movimiento histórico que tenía entre sus pilares
reivindicación de una absoluta independencia, exige para su comprensión una consideración del contexto más cuidadosa
que cualquier periodo anterior de la historia.
Después del triunfo de la revolución en enero de 1959, Fidel Castro lideró la entrada triunfal en La Habana. Un gobierno
provisional, encabezado por Manuel Urrutia Lleó, asumió el poder. Las primeras medidas del gobierno revolucionario
incluyeron la disolución del Congreso y de los partidos políticos vinculados a la dictadura, así como la destitución de
alcaldes y gobernadores colaboradores del régimen anterior. Se extinguieron el antiguo ejército y los órganos represivos
batistianos, y se establecieron tribunales revolucionarios para juzgar a torturadores y criminales de guerra.
El nuevo gobierno implementó diversas medidas para desmontar el régimen depuesto, como la purificación de las
directivas sindicales, la reposición de trabajadores despedidos por motivos políticos y la confiscación de propiedades de
quienes se habían apropiado de fondos públicos durante la dictadura. El Consejo de Ministros restableció la Constitución
de 1940 con algunas modificaciones y amplió las facultades del primer ministro.
El presidente Urrutia experimentó una crisis en su gabinete, y Fidel Castro asumió el cargo de primer ministro. Su liderazgo
carismático y estilo directo de comunicación le permitieron conectar con las masas y consolidar su papel como el máximo
dirigente de la revolución. Durante su primer año en el cargo, se promulgaron más de 1500 leyes, decretos y resoluciones
que transformaron la realidad nacional.
Entre las medidas destacadas se encontraban la redistribución del ingreso mediante rebajas de alquileres y tarifas
eléctricas, aumentos de salarios en diversas ramas de la economía y una reforma tributaria. También se implementaron
medidas de beneficio social, como la apertura de playas privadas, la extensión del seguro social a todos los trabajadores
y la Ley de Reforma Agraria en mayo de 1959, que implicó una profunda transformación estructural.
La Ley de Reforma Agraria, que implementó la proscripción constitucional del latifundio, estableció un límite máximo de
402 hectáreas para las propiedades agrarias, permitiendo una extensión excepcional hasta 1300 hectáreas en ciertos
cultivos de alto rendimiento. Adjudicó la propiedad de las tierras a arrendatarios, aparceros y ocupantes precarios,
mientras que las grandes propiedades se transferirían al Estado para su explotación mediante cooperativas de
trabajadores. El Instituto Nacional de Reforma Agraria (INRA), presidido por Castro, se encargó de ejecutar estas
disposiciones.
La reforma agraria generó tensiones con compañías estadounidenses y asociaciones de grandes propietarios rurales.
Aunque hubo resistencia inicial, la ley contó con un amplio respaldo popular. Sin embargo, a medida que se profundizaron
los cambios, surgieron críticas y fisuras. La prensa y otros medios de comunicación, antes elogiosos, comenzaron a
expresar críticas, lo que resultó en conflictos y la intervención estatal en algunos de estos órganos.
En el gobierno, se produjeron sustituciones de ministros, y las diferencias entre Fidel Castro y el presidente Urrutia llevaron
a la renuncia de Castro. Urrutia abandonó su cargo, siendo sustituido por Osvaldo Dorticós. Castro retomó el liderazgo
durante un acto masivo en apoyo a la reforma agraria. Se registraron renuncias y reemplazos de ministros, con la entrada
de figuras más radicales.
En este contexto, se destacó la renuncia del comandante Hubert Matos en octubre, quien denunció que la revolución se
dirigía hacia el comunismo. Su renuncia y arresto marcaron un hito en el proceso de radicalización. La salida de ministros
moderados, el triunfo revolucionario en elecciones estudiantiles, la designación de Ernesto Che Guevara y la presencia de
personalidades cercanas al Partido Socialista Popular indicaron la radicalización de la revolución. Además, a nivel
internacional, Cuba se acercó a países como Egipto, India e Indonesia, y se celebró una exposición de la Unión Soviética
en La Habana, consolidando la posición internacional de Cuba en el bloque socialista.
Después del triunfo revolucionario, las relaciones entre Cuba y Estados Unidos se volvieron tensas. La expulsión de la
misión militar asesora estadounidense y los juicios a criminales de guerra batistianos irritaron a Washington. La visita de
Castro a EE. UU. en 1959 no mejoró la relación. Tras la reforma agraria, las tensiones aumentaron, y la administración
Eisenhower decidió trabajar activamente con opositores cubanos, incluso contemplando la eliminación física de Castro.
La oposición, heterogénea y creciente, incluía terratenientes y grupos afectados por las medidas gubernamentales. El
gobierno revolucionario respondió con una rápida organización popular, formando sindicatos, la Federación de Mujeres
Cubanas y la Asociación de Jóvenes Rebeldes. En 1960, se crearon los Comités de Defensa de la Revolución y las Milicias
Nacionales Revolucionarias para contrarrestar sabotajes y amenazas. La relación entre ambos países se agrió aún más con
el sabotaje al carguero francés La Coubre en 1960.
Después del triunfo revolucionario, las relaciones entre Cuba y Estados Unidos se volvieron tensas. La expulsión de la
misión militar asesora estadounidense y los juicios a criminales de guerra batistianos irritaron a Washington. La visita de
Castro a EE. UU. en 1959 no mejoró la relación. Tras la reforma agraria, las tensiones aumentaron, y la administración
Eisenhower decidió trabajar activamente con opositores cubanos, incluso contemplando la eliminación física de Castro.
La oposición, heterogénea y creciente, incluía terratenientes y grupos afectados por las medidas gubernamentales. El
gobierno revolucionario respondió con una rápida organización popular, formando sindicatos, la Federación de Mujeres
Cubanas y la Asociación de Jóvenes Rebeldes. En 1960, se crearon los Comités de Defensa de la Revolución y las Milicias
Nacionales Revolucionarias para contrarrestar sabotajes y amenazas. La relación entre ambos países se agrió aún más con
el sabotaje al carguero francés La Coubre en 1960.
Las organizaciones contrarrevolucionarias en Cuba replicaron tácticas de la lucha contra Batista, incluyendo sabotajes,
alzamientos rurales y acciones urbanas. La región montañosa del Escambray fue un foco relevante, pero fue controlado
por las milicias. En marzo de 1961, Estados Unidos lanzó la invasión de Bahía de Cochinos con exiliados cubanos, pero fue
derrotada en 72 horas. Castro proclamó el carácter socialista de la revolución. La derrota fortaleció la Revolución, eliminó
la oposición interna y consolidó vínculos con el bloque socialista. Estados Unidos intensificó su política de hostilidad con
un embargo total en 1962 y la Operación Mangosta, incluyendo ataques de exiliados y alzamientos internos. A pesar de
las tensiones, no se materializó una intervención directa estadounidense.
En medio de la Guerra Fría, Cuba y la Unión Soviética acordaron instalar misiles nucleares en la isla, fortaleciendo la
posición estratégica de ambas partes. La crisis de los misiles en octubre de 1962 llevó al borde del conflicto nuclear, pero
se evitó con un acuerdo entre EE. UU. y la URSS. Aunque Cuba resistió la intervención militar, enfrentó agresiones
económicas y acciones violentas, incluidas incursiones desde el exilio cubano en Estados Unidos. La Revolución cubana
demostró su capacidad de resistencia.
En la década de 1960, Cuba definió su supervivencia y estableció las bases del nuevo orden nacional. Se proclamó el
socialismo, pero este se desarrolló de manera flexible y se fue definiendo con el tiempo. Se consolidó un sistema político
con la unidad en torno a Fidel Castro como elemento clave. Se organizaron diversas instituciones, culminando en la
formación del Partido Comunista de Cuba en 1965. El país adoptó el modelo de partido único, aunque con
particularidades, y experimentó cambios en la planificación económica y la gestión estatal. La cultura también fue una
esfera de debate, marcada por la política cultural que valoraba la libertad creativa pero bajo la premisa de "dentro de la
revolución, todo; contra la revolución, nada". En 1968, un congreso cultural internacional destacó el "experimento
cubano".
La Revolución cubana adoptó posiciones independientes en política internacional, alejándose del modelo soviético.
Estableció lazos con movimientos revolucionarios latinoamericanos, apoyando insurrecciones y rompiendo con la política
de coexistencia pacífica propugnada por la Unión Soviética. Cuba se convirtió en una fuerza política en el Tercer Mundo,
criticando a partidos comunistas y a la propia URSS. Desde 1963, envió armas y combatientes a África en apoyo a luchas
anticoloniales. Sin embargo, los éxitos guerrilleros no se repitieron, y la lucha armada en Latinoamérica enfrentó reveses,
incluida la caída del Che Guevara en Bolivia en 1967. Internamente, Cuba enfrentó desafíos contra el burocratismo y
valores pequeñoburgueses, mientras buscaba el éxito económico, como la meta de producir 10 millones de toneladas de
azúcar.
La Revolución cubana generó cambios significativos en la economía, transformando la estructura de la propiedad hacia
una mayor estatalización. Se nacionalizó la mayoría de la industria, la banca, el comercio exterior y la agricultura. La
Reforma Agraria limitó la propiedad territorial y expandió la presencia estatal en la agricultura. La cancelación de la cuota
azucarera por parte de Estados Unidos reorientó las exportaciones hacia los países socialistas, pero las represalias
económicas estadounidenses afectaron la tecnología y provocaron la emigración de profesionales. A pesar de un buen
desempeño económico inicial, la implementación de políticas de diversificación agrícola e industrialización resultó en
desafíos y una caída brusca en la producción de azúcar en 1963. Ante la escasez y dificultades, se adoptó un racionamiento
y se revisó la estrategia económica, destacando la importancia del azúcar como eje de desarrollo con un nuevo convenio
comercial con la URSS. Se propuso un plan de desarrollo acelerado, con énfasis en el sector azucarero y objetivos de
crecimiento en otros renglones.
El plan para alcanzar una zafra de 10 millones de toneladas de azúcar en 1970 comenzó bien al superar la meta de seis
millones en 1965. Sin embargo, la progresión productiva fue irregular en los años siguientes. Las inversiones industriales
planificadas no se ejecutaron completamente, y los esfuerzos de mecanización de la cosecha no lograron los ahorros de
mano de obra previstos. Se intensificaron los llamados a la "conciencia" y al sacrificio personal para cumplir con las metas
económicas. Se lanzó una "ofensiva revolucionaria" que incluyó la gratuidad de servicios, la eliminación de límites a la
jornada laboral, la abolición de impuestos y la estatización de numerosos establecimientos. La militarización también se
aplicó en algunos casos. A pesar de esfuerzos, la zafra de 1970 no alcanzó la meta, y la concentración de recursos en el
programa azucarero generó consecuencias negativas en la economía, con anarquía administrativa, indisciplinas laborales
y disminución de la productividad. Estas dificultades afectaron las condiciones de vida de la población y pusieron en peligro
los avances sociales logrados por la revolución.
La Revolución cubana destacó en el ámbito de la política social, basando su desarrollo en el control estatal del aparato
productivo con el objetivo de satisfacer las necesidades básicas de la población. Medidas como incrementos salariales,
distribución de tierras y la nacionalización de empresas transfirieron ingresos a favor del trabajo. La tasa de desempleo
disminuyó significativamente, y se implementaron medidas de seguridad social, como la creación de un Banco del Seguro
Social y un seguro obligatorio para los trabajadores. Se abordaron cuestiones de igualdad racial y de género, aunque hubo
desafíos continuos. La población aumentó, impulsada por el repunte en la tasa de natalidad y la migración interna hacia
áreas urbanas. Se enfocó en la construcción de viviendas para sectores populares y se implementaron leyes para la
propiedad de residencias alquiladas. Los servicios sociales se centraron en salud y educación, con mejoras notables en la
esperanza de vida, cobertura médica en áreas rurales y campañas de vacunación. La difusión del deporte contribuyó al
bienestar y se observó un ascenso en los logros deportivos internacionales.
En el ámbito educativo, la Revolución cubana se propuso inicialmente eliminar el analfabetismo, afectando al 23.6% de la
población mayor de seis años. Se amplió la red escolar, se convirtieron cuarteles en escuelas y se lanzó una campaña de
alfabetización. Posteriormente, se nacionalizaron colegios privados, aumentando significativamente el número de
escuelas y docentes. Se destinaron mayores presupuestos a la educación, con programas de becas y enriquecimiento
curricular. La educación superior experimentó cambios estructurales y se diversificaron las carreras. La enseñanza técnica
y profesional se expandió, incluyendo nuevas especialidades.
En cultura, se modificaron las condiciones para la actividad creativa con financiamiento estatal, dando origen a
instituciones como el Ballet Nacional de Cuba, la Orquesta Sinfónica Nacional y el Instituto Cubano de Arte e Industria
Cinematográficos (ICAIC). Se creó el Instituto de Radiodifusión, despojando la programación de fines mercantiles. Aunque
hubo emigración de artistas, la "nueva trova" floreció al final de la década de 1960. El apoyo estatal democratizó la "alta
cultura" al hacerla accesible a las mayorías. La actividad literaria también se vio influenciada positivamente, destacando
el trabajo editorial de la Imprenta Nacional de Cuba. Las publicaciones periódicas perdieron su carácter mercantil y se
diversificaron, ocupando el espacio dejado por la disminución de diarios.
La masificación de la lectura y el desarrollo del sistema de publicaciones permitieron que libros de autores cubanos
tuvieran grandes tiradas, especialmente en la narrativa. Se destacaron obras inspiradas en la gesta revolucionaria, como
"Bertillón 166" de José Soler Puig, "Así en la paz como en la guerra" de Guillermo Cabrera Infante, y "La situación" de
Lisandro Otero. La literatura también reflejó la diversidad de expresiones, desde "Memorias del subdesarrollo" de
Edmundo Desnoes hasta "Paradiso" de José Lezama Lima. En poesía, Nicolás Guillen continuó destacando, y surgieron
nuevas voces como Roberto Fernández Retamar, Rolando Escardó y Fayad Jamís.
A finales de los años sesenta, la vida cultural se vio impactada por el enorme esfuerzo productivo de la zafra de los 10
millones. La movilización popular para esta campaña y otras metas productivas alteró la vida social, promoviendo la
austeridad y la participación basada en la "conciencia". Sin embargo, estas medidas extremas generaron igualitarismo y
afectaron la disciplina laboral, con altos niveles de ausentismo. En 1970, tras una profunda evaluación, Fidel Castro
anunció un cambio de política, influenciado por factores internacionales y la necesidad de ajustes económicos. La caída
de Che Guevara en Bolivia y los cambios en la escena internacional contribuyeron a abrir espacios para Cuba en la
comunidad de naciones americanas.
Después de la Revolución Cubana y la Crisis de los Misiles en 1962, Cuba experimentó una serie de cambios políticos,
económicos y sociales a lo largo de las décadas. Aquí tienes un resumen detallado por década:
Década de 1960: Consolidación Revolucionaria y Crisis Económica (1962-1970)
•
Tras la Crisis de los Misiles, las relaciones entre Cuba y Estados Unidos permanecieron tensas, y se implementó un
embargo económico estadounidense que afectó la economía cubana.
•
Cuba se alineó más estrechamente con la Unión Soviética, convirtiéndose en un país socialista de orientación
marxista-leninista.
•
En 1965, Fidel Castro anunció la "Ofensiva Revolucionaria" para movilizar a la población en la producción de
azúcar, lo que resultó en una crisis económica y un cambio de política en 1970.
•
Se introdujo la planificación centralizada de la economía y se implementaron políticas de colectivización agrícola.
Década de 1970: Periodo de Ajustes y Nuevas Relaciones Internacionales (1970-1980)
•
En 1970, se anunciaron cambios en la política económica, con una mayor apertura a la inversión extranjera y una
búsqueda de diversificación económica.
•
Las relaciones con la Unión Soviética se fortalecieron, y Cuba se benefició de la ayuda económica y militar
soviética.
•
Se consolidó el control del Partido Comunista de Cuba (PCC) y se reforzó la posición de Fidel Castro como líder.
•
Cuba se involucró en misiones internacionalistas, enviando tropas a África para apoyar movimientos de liberación
y resistir la invasión sudafricana en Angola.
Década de 1980: Crisis Económica y Período Especial (1980-1990)
•
A principios de los años 80, Cuba experimentó un auge económico impulsado por el comercio con la Unión
Soviética.
•
Sin embargo, la caída de los precios del azúcar y la disolución de la Unión Soviética en 1991 provocaron una grave
crisis económica conocida como el "Período Especial".
•
Durante esta década, Cuba enfrentó escasez de alimentos, combustible y productos básicos.
•
El gobierno implementó medidas de emergencia, incluyendo la apertura al turismo extranjero y la promoción de
inversiones extranjeras.
Década de 1990: Ajustes Económicos y Búsqueda de Nuevas Alianzas (1990-2000)
•
Se introdujeron reformas económicas graduales, como la legalización del uso del dólar estadounidense y la
apertura de algunos sectores al capital extranjero.
•
El turismo se convirtió en una fuente importante de ingresos para la isla.
•
A pesar de la difícil situación económica, Cuba mantuvo su sistema socialista y político.
•
Se desarrollaron nuevas alianzas, especialmente con países como Venezuela.
Década de 2000: Transición de Poder y Reformas Económicas (2000-2010)
•
En 2006, Fidel Castro se retiró temporalmente del poder debido a problemas de salud, cediendo la presidencia a
su hermano Raúl Castro en 2008.
•
Raúl Castro inició un proceso de reformas económicas, incluyendo la expansión del sector privado y la reducción
de empleos estatales.
•
Se restablecieron relaciones diplomáticas con la Unión Europea y se fortalecieron los lazos con Venezuela.
•
En 2009, Estados Unidos flexibilizó algunas restricciones de viaje y remesas hacia Cuba.
Década de 2010: Apertura con Estados Unidos y Continuación de Reformas (2010-2020)
•
En 2014, se anunció la normalización de relaciones entre Cuba y Estados Unidos, marcando un cambio significativo
en las políticas bilaterales.
•
Se iniciaron diálogos sobre temas como derechos humanos y comercio, pero el embargo económico de EE.UU.
continuó.
•
Raúl Castro implementó más reformas económicas, permitiendo la propiedad privada y fomentando la inversión
extranjera.
•
En 2018, Miguel Díaz-Canel asumió la presidencia, marcando la primera vez en casi seis décadas que un presidente
no pertenecía a la familia Castro.
Década de 2020: Desafíos Económicos y Pandemia (2020-2024)
•
Cuba enfrentó desafíos económicos agravados por la pandemia de COVID-19 y la disminución del turismo.
•
La situación económica generó protestas ciudadanas en julio de 2021, expresando frustraciones sobre la escasez
de alimentos, la crisis económica y las restricciones políticas.
•
El gobierno cubano ha buscado estrategias para abordar la crisis, incluyendo medidas económicas y políticas.
•
Las relaciones internacionales continúan siendo un tema crucial, con un enfoque en la diversificación de
asociaciones comerciales y diplomáticas.
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