Subido por comprobancfe

las-enaguas-coloradas

Anuncio
NORMA ROMÁN CALVO
(1924)
Es egresada de la carrera de letras españolas de la UNAM, y autora de
numerosas obras de teatro. Actualmente imparte en la facultad de filosofía y letras
de la UNAM la cátedra de introducción a las teorías dramáticas y dirige, en la
misma facultad, el taller de Guión de Radio, TV. y cine.
Su producción se caracteriza por su vena popular. Entra sus obras están: Pollo,
mitote y casorio, Los compadres, Éste es el juego…, Triloría y Dónde vas, Román
castillo.
Las enaguas coloradas tiene un carácter costumbrista por el tipo de personajes
que en ella intervienen, pintorescos, del pueblo, graciosos, agudos, a veces
burlones; por el dialogo lleno de gracia, de giros populares, de ocurrencias
inesperadas; y por asunto mismo que retrata un momento de la vida diaria de los
personajes. Su propósito es hacer reír y lo logra al mostrarnos un lado alegre y
feliz de la vida.
LAS ENAGUAS COLORADAS
Personajes: SANTOS, CHOLE Y MARTÍN.
La escena representa el interior de una típica cocina de pueblo. A la izquierda, en
primer termino, una mesa de pino cubierta con hule de vistosos colores. En
segundo termino, un trastero de madera con platos y tazas de barro. A la derecha,
en tercer termino, un gran brasero de ladrillos rojos. Sobre él, cazuelas, ollas y un
comal. En la pared, colgados, jarros y dos aventadores, un cucharero de madera
con molinillo y cucharas de diversos tamaños. Una muy grande.
Santos: Chole, chole, por donde andas…
Chole: (Desde adentro) Por aquí, viejo, ya voy.
Santos: Ándale chole, que estoy con un hambre, que Dios guarde.
Chole: (Entrando) Taba viendo los marranos, que están rechulos de gordos y la
gallinita clueca, que anda con sus siete pollos.
Santos: Pos hablando de animales, una noticia le traigo, que vendí todos mis
burros y ora con dinero me hallo.
Chole: ¡Ay santos! ¿No te lo dije? Que Dios había de ayudar a los pobres que
trabajan…
Santos: Cierto chole. Sin tardar, un regalito de plata le vamos a regalar.
Chole: (Contenta) Ora sí podrás comprarte tus riatas y tu sombrero y regalarle a
tu mamá sus ollas y su brasero.
Santos: Ay nomás, no se adelante, que a éste naiden se le olvida; pero falta lo
importante. (Abrazándola) ¿Qué le regalo, mi vida?
Chole: (Con humildad) Ya sabes que mi rebozo ta por todos lados roto.
Santos: (Sintiéndose espléndido) L e mercaré su rebozo. Y por sus rezos, mi
vieja, pá que vea que lo agradezco, le regalaré un collar, sus aretes… y…unas
naguas, unas naguas coloradas, plegaditas de percal.
Chole: (Con desagrado) ¿Coloradas?, pero santos, eso me va a quedar mal.
Santos: (Asombrado) ¿pos de qué color las quere?
Chole: Pos las prefiero moradas, o amarillas o cayeses, aunque no sean muy
plegadas.
Santos: (Incrédulo) ¿No las quere coloradas?
Chole: La mera verda, pos no…
Santos: (Insistiendo) Mire, chole, a mi gusta que se vista asté elegante, y pienso
qué l colorado le queda como de guante.
Chole: (Molesta) Ese color no me gusta. Me cuadra más lo amarillo.
Santos: (Aconsejando) “A caballo regalado no se le mira colmillo”.
Chole: (Ofendida) ¿Ora me lo va a cantar? ¿Pos que se esta creyendo? ¿Por qué
me lo regala, ya me lo estaba poniendo?... (Decidida) ¡No me gustan las
coloradas!
Santos: (Enojado) ¡Ah, vieja tan rezongona! Pos llevas las de perder, por que
cuando Santos dice “De este color ha de ser”, ya sea tuerto o sea derecho, lo
obedece su mujer.
Chole: Si las compra coloradas, no me las he de poner.
Santos: (Iracundo) Se las pone, se las pone o conmigo se ha de ver. (Le jala la
trenza).
Chole: (Gritando) ¡Aaay! que me jala mi trenza. (Rezongando) Viejo abusivo,
mandón. Bien me lo decía mi mamá: “No te cases con él, no”. (Llorando) Tanto
que le he trabajado… pá que luego me maltrate, tanta tortilla que le he hecho…
¡Muele y muele en el metate!
Santos: (Remedándola) ¡Muele y muele en el metate! Pos para eso lo compré.
Pa´que lo “restriegue” a diario.
Chole: Eso es lo que creiba asté: pero di hoy en adelante, a ver quién le va a
moler. “¡Malhaya sea este metate y el indio que lo pico, el arriero que lo trujo y el
macho que lo cargo!” Ya me cansé del brasero, ora no le guiso nada, pa´que´s
asté tan grosero. (Más fuerte) ¡Ya no quiero ver tortillas, ya no quiero ver comal!
(Lo arroja a los pies de Santos)
Santos: ¡Ah jija! No sigas Chole, por que te puede pesar.
Chole: (Sin hacer caso de la advertencia, arrojando los objetos hacia él) Ya me
cansé de los jarros, y de las ollas, también… (Gritando más) de las naguas
coloradas.
Santos: Ah! ¿De las naguas también? Pos le dije y le repito que se las va asté a
poner. (Amenazador) Y váyase quitando ésas…
Chole: (Retadora) Eso lo vamos a ver.
Santos: Se las quita o se las quito… ¿Cree que no voy a poder?
Chole: (Poniéndose en jarras) ¡A ver, si es asté tan hombre! ¡Atrévase, viejo…!
Santos: ¿Qué? Mejor cállese el hocico o le daré su paliza.
Chole: ¡Ay, ay, ay! Míreme santos. (Extiende las manos y las agita). Estoy
temblando de risa.
Santos: Ora verá, condenada. (Coge una gran cuchara de madera) Y a me colmó
la pacencia, se busco su merecido, nomás no pida clemencia.
(Se abalanza hacia ella con la cuchara en alto. Chole, asustada, comienza a correr
y a gritar. Santos la persigue dando cucharazos que no la alcanzan. A cada
ademán de Santos, Chole grita más)
Chole: ¡Vecinas, vecinas! ¡Vengan! ¡Vengan! ¡Socorro, válgame Dios! ¡Compadre
Martín, socorro! ¡Vengan pronto por favor! ¡Aaay! ¡Virgen de Guadalupe! ¡Ay,
santitos! ¡No!... ¡No!... ¡No! (Santos la alcanza y forcejean) ¡Animas del purgatorio!
(Santos le arranca la falda y queda Chole en enaguas blancas)
Santos: (Riendo satisfecho con la falda en las manos) ¿Ya lo vido? ¿No que no?
(Chole llora escandalosamente. Entra Martín)
Martín: Por Dios, qué pasa compadre, ¿Por qué Chole grita tanto?
Santos: Es una necia, compadre, y por eso la maltrato. Las enaguas coloradas no
se las quere poner. Yo la mimo y la regalo, y no sabe obedecer.
Chole: (Retadora) No me las pongo, compadre.
Santos: Que te las has de poner. (L a amenaza con la cuchara)
Martín: (Conciliador) No se aviolente, compadre; traiga las naguas. Y ansí yo
convenceré a cholita…
Santos: Es que no las tengo aquí…
Martín: (Asombrado) ¿Pos dónde están, Santitos?
Santos: (Confundido) Pos yo crioque n´ el mercado.
Martín: (Molesto) ¿Compadre, se burla asté?
Santos: No, Martín, no me he explicado. Déjeme asté acabar: por la venta de los
burros que acabo de realizar, yo le prometí a la Chole, aretes y su collar, y unas
naguas coloradas no; que ella las quere amarillas, o cayeses o tordillas, pero
coloradas no. Yo que le alego que sí, y ella que alega que no.
Chole: (Lloriqueando) Ni siquiera me las merca y ya me dio un jalón.
Martín: (Conciliador) Compadre, ¿Qué está pensando? No sea asté tan cabezón.
Déle un beso a la comadre y aquí ya todo acabó. Y asté comadre Cholita,
perdonando la expresión: quítese lo reparona, sea más mansa y obediente… “que
burra que es brincadora, la mano del hombre siente”.
Chole: yo no soy burra, compadre, sino una cabal mujer, y no por que el perro
ladre, me voy a echar a correr.
Santos: ¿Lo ve compadre? La vieja no me quere obedecer. ¿Asté qué es lo que
aconseja?
Martín: Si va seguir mi consejo, ya no sea asté tan adusto. ¿Por qué no le da su
gusto en lo que hace al color?
Chole: (Muy melosa con santos) Eso s´ta bien. Mira viejo, si tu las queres mercar,
yo me las voy a poner. (Acariciándolo) Déle gusto a su mujer, que ella se lo ha de
pagar.
Santos: ¿Me va devolver mis pesos? ¡De dónde, si la mantengo!
Chole: L e voy a pagar con besos. Que es la moneda que tengo.
Martín: Es güena proposición.
Santos: A Chole, entusiasmado) Pos déme ya un abonito.
Chole: Espérese un momentito (Vergonzosa viendo al público), frente a tanta
gente, no… (Salen abrazados).
TELÓN
CRISTINA PACHECO
Nació en san Felipe, Guanajuato. Ha ejercido el periodismo desde 1961 en
diferentes publicaciones periodísticas. Narradora, conductora y guionista del
programa popular de televisión Aquí nos toco vivir. Entre las distinciones con las
que se ha premiado su trabajo figura el premio nacional de periodismo, que recibió
en reconocimiento a su labor como entrevistadora en 1975 y en 1985, además del
premio Manuel Buendía en 1992. Ha publicado en cuento Para vivir aquí (1983),
Sopita de fideo (1984), Zona de desastre (1986), Cuarto de azotea (1986), La
ultima noche del tigre (1987), entre otros. Tiene publicadas entrevistas en
testimonios y conversaciones (1984), La luz de México (1988), y Los dueños de la
noche (1990). Tiene varios años de estar publicando en La jornada, con el titulo de
Mar de historias, un cuento semanal.
APARICIÓNES
(La antigua casona esta dividida en tres viviendas. A las puertas de la última,
señalada con la letra c, Adela y Rosalía despiden a Celia y Martín: dos de los
vecinos que los acompañaron en la improvisada celebración).
Celia: Ahora si que pasen buenas noches, y otra vez gracias.
Adela: ¿Pero de qué? Lo bueno es que todos jalamos parejo.
Martín: Si Adela, pero lo que sea de cada quien la idea fue suya.
Celia: Y la explicó tan bien que yo les juro que hasta me lo creí. Fue lo bueno, por
que cuando uno de los periodistas me preguntó si de veras había visto a la niña le
dije que sí, y no una vez sino varias.
Martín: Por poco se me sale la risa cuando dijiste que tus hijos jugaban con la
niñita en el patio.
Celia: Mi apuración era que les preguntaran a los escuincles de al lado y que
metieran la pata.
Rosalío: Si es cierto. ¿Quién los dejo entrar aquí?
Adela: Nadie. Llegaron solitos. ¿Qué no conoces a los chamacos? Así son de
curiosos.
Rosalío: Pero a esos se les pasa la mano: se encajan. Cuando iban a tomarnos la
foto, luego, luego se metieron por que querían salir.
Adela: ¿Y qué? Entre mas personas se pongan de nuestro lado mejor, y sobre
todo si son niños.
Celia: El que no se presentó para nada fue el administrador.
Martín: No, ni se va a presentar. Es bien coyón. ¿Se acuerdan el día en que le
eché la bronca?
Rosalío: Estaba pálido.
Celia: Pero cómo no, si mi viejo se le fue en sima con el martillo. La verdá, yo
también me asusté.
Martín: Por que tú te asustas de todo. Además, no iba a pegarle.
Celia: Pero el no lo sabía. / Su expresión desaparece cuando se palpa las bolsas
del vestido.)
Adela: ¿Qué te pasa comadre? ¿Qué se te perdió?
Celia: El recorte de periódico que me dieron. ¿Tu no lo trais, Martín?
Martín: No. Lo vi en la mesa y pensé que tú lo habías agarrado.
Adela: Allí estará no se apuren. Como en la casa no tenemos niños, nadie agarra
nada.
Rosalío; (Dándole un codazo a su mujer) ¿Cómo que no tenemos niños? Y
entonces aquélla ¿qué es?
Martín: Sí, comadre, no se le vaya a olvidar. La dueña todavía puede venir.
Rosalío: No lo creo. Si acaso mandara al administrador. Ah, pero si hablamos con
el, que sea frente a un abogado y con papeles. Digo, por que no vayan a salirnos
con quien siempre no nos venden la casa.
Adela: De eso no tengo miedo. Con todo el relajo que se armo, no creo que haya
nadie interesado en meterse aquí.
Celia: Dios te oiga, comadre.
Adela: Yo que creo que ya nos oyó. (Se persina)
Rosalío: (Mirando hacia la vivienda marcada con la letra a) híjole, aquellos ya
pusieron su música.
Adela: Están contentos. ¿A poco tu no?
Rosalío: Pues si, pero ya es bien tarde y como que ya es hora de dormir, ¿No?
Martín: (Dándole un golpecito en el hombro a su esposo) Órale, chaparra, ya
despídete. Hasta mañana y otra vez, gracias.
II
(Adela y Rosalío entran en la habitación. De paredes altísimas y muy amplias,
hace las funciones de sala-comedor y taller. Sobre la mesa donde quedaron vasos
y botellas hay algunos periódicos).
Rosalío: (Con un recorte en la mano lee en voz alta)”Para proteger el eterno
descanso de una niña aparecida, tres familias lograron impedir la demolición de
una antigua casona. Se convertirán en propietarios…” (Deja el recorte y sonriendo
se vuelve a su mujer) ¡Que bárbara eres)¿ como se te ocurrió lo de la niña
aparecida?
Adela: No se me ocurrió nada, solo recordé lo que mi abuela nos contaba cuando
éramos niños: Que en el patio se aparecía todas las noches el ánima de una niñita
con la esperanza de encontrar a sus padres.
Rosalío: ¿Quienes eran?
Adela: Según mi abuelita, nadie lo sabía. (Suspirando) Cuando se enfermo le dio
por decirnos que la niña aparecida jugaba con ellas todas las noches y que esa
era la señal de que iba a morirse. Pobrecita.
Rosalío: Pues que bueno que te contó esa historia. Gracias a que la recordaste
nos quitamos de encima un broncon. (Vuelve a tomar el recorte y lee en voz alta)
“No podemos permitir que esta casa sea demolida para hacer un estacionamiento
por que entonces el anima de la niña no tendrá jamás descanso, dijo emocionada
Adela Suárez, quien además aseguro que frecuentemente conversa con el
fantasma”. ¿Qué te parece? Ya eres famosa.
Adela: ¿Famosa? Si, como no.
Rosalío: Óyeme, saliste en la tele y en los periódicos. ¿Ya viste tus fotos?
Adela: Salimos todos, tú también. (Se acerca a la mesa y toma otro recorte) Mira
nomás a Rodrigo el hijo de celia, haciendo cuernos con la mano. Que no se nos
vaya a revolver este recorte con los demás. Le prometí a mi comadre guardárselo.
Rosalío: (al ver que Adela se dirige a la puerta) ¿Apoco vas a llevárselo?
Adela: No, es que me dieron ganas de ir al baño (Vas conmigo) me esperas
afuerita.
Rosalío: (Burlón) ¿Apoco tienes miedo que se te aparezca la niña?
Adela: (Cruzando una pierna) No, como crees.
Rosalío: Entonces ¿Por qué quieres que te acompañe?
Adela: Total, me voy sola. (Desde la mitad del patio) ¡Menso!
Rosalío: ¡Miedosa! (A solas, vuelve a mirar los recortes y leer en voz alta) “… por
que entonces el anima de la niña no tendrá jamás descanso…” (Mueve la cabeza
y ríe) ¡Que puntadon se aventó mi vieja, qué bruto!
III
(La luz del amanecer entra por la ventana de la recamara conyugal. Adela se
incorpora en el hecho y toma el despertador que esta sobre el buró)
Rosalío: (somnoliento) ¿Que haces?
Adela: ver la hora. Todavía es muy temprano. Duérmete otro ratito.
Rosalío: (pasándole el brazo por los hombros) tú también, descansa.
Adela: no tengo sueño.
Rosalío: (resignado) ¿Ahora que te preocupa?
Adela: nada. Solo estaba pensando que si nos vamos a quedar así deberíamos
demoler estos cuartos. Son muy incómodos y fríos en el invierno.
Rosalío: (sonriendo) y a la niña aparecida ¿crees que le cambio le guste?
Adela: (levantándose) hay, deja ese cuento. Ya me fastidio. Hace días y días que
nadie habla de otra cosa. Punto, ¡se acabo!
Rosalio: (sacando la cabeza de entre las sabanas) ¿vas al baño otra vez?
Adela: no, pero si así estoy, ni descanso ni te dejo dormir. Mejor aprovecho el
tiempo en alzar el tiradero.
Rosalío: no exageres, ni que fuera tanto.
Adela: no, pero como me toca planchada… ándale, duérmete: al ratito vengo a
despertarte (sale. El reflejo de un anuncio callejero ilumina la habitación principal.
En la penumbra, Adela avanza hasta la mesa. Al tomar una botella tira un vaso.
Cuando se inclina a recogerlo ve en el suelo un recorte de periódico donde esta su
fotografía. Mientras la observa se va haciendo mas precisa en el papel la figura de
una niña que, vestida de blanco le sonríe)
LOS SORDOS
Personajes: EL VIAJERO, EL CAMPESINO, LA PATRONA, LA SORDITA.
Decoración: El patio de una casa de campo.
El viajero: (Apareciendo a espaldas del campesino) ¡Eh, buen hombre!... ¡buen
hombre! (Como el campesino no le atiende) ¡Ni que fuera sordo como yo! (Le toca
un hombro) ¡oiga!
El campesino: ¡Hola! ¿Que tal? ¿Qué desea?
El viajero: Usted, que ha de conocer estos prados…
El campesino: Si, señor, Rudeciendo Lagos, para servirle.
El viajero: Hágame favor de hablar más alto, por que soy bastante sordo.
El campesino: Si no grita más no podré entenderle, por que soy un poco torpe de
oído.
El viajero: ¿Podría indicarme donde queda la estancia “Los leones”?
El campesino: ¡Claro que tienen fragancia mis melones! Es que son muy
buenos: le haré traer algunos para que los pruebe.
El viajero: ¿Nueve? ¿Nueve qué? ¿Nueve leguas? ¿Tanto? ¡No puede ser!
El campesino: (La patrona aparece en ese momento) Sí, ésta es mi mujer. (A la
patrona) Oye, tráele a este hombre una docena de melones, para que elija
algunos.
La patrona: ¡Ah, muy bien! ¿Así que este caballero quiere tener relaciones con
nuestra hija? Tanto gusto, señor. Enseguida se la presentamos. (Gritando hacia el
interior de la casa) ¡Mariquita!... ¡Mariquita!... Esa chica es más sorda que yo
todavía… un momentito, siéntese… (Se introduce en la casa)
El viajero: ¿De modo que usted dice que la estancia “Los Leones” queda nueve
leguas de aquí?
El campesino: Si, señor; se lo he dicho y se lo repito. La fragancia de mis
melones es exquisita… (Aparece la patrona)
La patrona: No grites, hombre: aquí esta Mariquita. (A su hija) Bueno, hija, aquí
tienes a tu pretendiente…
La sordita: Ay, mamá, ¿cuántas veces quiere que le diga que no me duelen los
dientes ni nada?
La patrona: ¿Qué no tiene nada? ¿Y tú que sabes? A lo mejor resulta que es
rentista.
La sordita: ¡Mamá, por favor!, ¿Para que quiero un dentista si yo no tengo
enferme la boca?
La patrona: Ya sabes que tu madre pocas veces se equivoca: ha de ser rentista
nomás.
El campesino: ¿Y los melones, mujer?
La patrona: Es lo que yo redigo, ¿Por qué te pones así, hija?
El campesino: Pero si no le traes ninguno, ¿Cómo quieres que elija?
La patrona: Es que tú ya sabes como es esta niña. (Al viajero) Ésta es mi hija, se
llama Mariquita. ¿Cómo Cerquita? ¿Si su esposo me ha dicho que faltan nueve
leguas?
La patrona: (Al campesino) ¿Qué dice este hombre de las yeguas?
El viajero: Sí, como ya de luz quedan muy pocas horas
La sordita: No, todavía no soy señora
El viajero: No sé ni siquiera si es bueno el camino
La sordita: ¡Ah, yo no pretendo que sea usted adivino: me he limitado a hacerle
saber que a la fecha sigo soltera!...
El viajero: ¡Ah ya entiendo! ¿Llegando a la tranquera, sigo hacia la derecha? ¿Y
de ahí, a “Los Leones”
El campesino: ¡Ah, como buenos le aseguro que son buenos! y puedo mandarle
todos los que quiera…
El viajero: Si, ya me dijo la señorita: de la tranquera a la derecha
La patrona: Yo no digo que usted quiera a la chica, pero convendría que fijara la
fecha…
El viajero:(Desapareciendo) Bueno, hasta otra vez y perdonen la molestia…
La patrona: ¡Oiga, oiga! ¡Más bestia será usted atrevido!
El campesino: ¿Qué? ¡Tiene razón!, no iba esperar hasta la mañana que le
trajeras los melones
La patrona: Y no. jamás consentiré que nuestra hija tenga relaciones con
semejante gente.
La sordita: Déjenlo que se vaya; total aquí a nadie le duelen los dientes…
El campesino: No es que te lo reproche, pero hubiera comprado tres o cuatro…
La sordita: ¡Ay, que bueno eres papá! ¿Oyes mamá? Dice que esta noche nos
llevará al teatro a ver las comedias.
La patrona: ¡Cierto!, ya se me había olvidado de que tenia que zurcirle las
medias. ¿Sabes dónde he dejado la lana azul?
La sordita: ¿No me digas? La comedia de Barba Azul ¡Qué bonito título! hay que
contenta estoy madre mía
La patrona: Es lo que le digo siempre a tu padre ¡que Dios nos conserve esta
armonía! por que el día que no nos entendamos esta cosa será un infierno…
TELÓN
Descargar