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Aportes de la ecología, el desarrollo sustentable y la educación ambiental a la conservación de la biodiversidad

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Aportes de la ecología, el desarrollo sustentable y la educación
ambiental a la conservación de la biodiversidad
Marcela Huertas Suárez1
Profesora de Biología y Ciencias Naturales en IINN (ANEP, CFE, Uruguay)
[email protected]
La conservación de la naturaleza tiene actualmente múltiples
interpretaciones; inicialmente fue definida como “cualquier acción deliberada que
pretende mantener indefinidamente en un estado original una parte o la totalidad de
un ecosistema”. (Margalef, 1977, citado por Esteve Selma, 2015). Para atender a la
conservación de la vida se entiende como fundamental el abordaje de una serie de
conceptos que se inscriben dentro del campo de la ecología, como los niveles de
organización, así como otros que surgen del estudio de cada uno de ellos, y que se
definirán brevemente a continuación.
La Ecología: conceptos clave
La Ecología es la más nueva de las subdivisiones principales de la Biología
y en general es considerada como la ciencia que estudia las relaciones entre los
organismos y su ambiente. La materia viva puede considerarse a diferentes niveles
de organización. La ecología moderna se preocupa fundamentalmente de los niveles
superiores al organismo: como los de población, comunidad y ecosistema, entre otros.
(Curtis et al., 2000). Una población está integrada por un grupo de individuos de la
misma especie que intercambian información genética y viven juntos en el mismo lugar
y al mismo tiempo. La comunidad biótica: incluye todas las poblaciones que ocupan
un área determinada e interactúan entre sí. Un ecosistema es un sistema integrado
por la comunidad y el entorno físico o medio abiótico interactuando entre ellos. El
paisaje comprende un área heterogénea compuesta por un grupo de ecosistemas
que se vinculan y se repiten de manera similar. Un bioma es un gran sistema regional
o subcontinental donde predomina un tipo de vegetación o algún otro aspecto
asociado al paisaje. La biósfera, que es el sistema ecológico más grande, incluye a
todos los seres vivos del planeta o a todas las comunidades interactuando con el
entorno físico, creando un todo. Cada nivel de organización tiene propiedades
emergentes características que no existen en los anteriores (de León y Gasdía, 2017;
Odum y Barrett, 2006; Curtis et al., 2000).
Dentro de los ecosistemas ocurren ciclos de materiales y flujos abiertos de
energía. En los ciclos materiales o biogeoquímicos los átomos de los diferentes
elementos químicos circulan cíclicamente, en forma de diferentes sustancias orgánicas
e inorgánicas, a través de los seres vivos (en las cadenas tróficas) y del entorno
geológico como el aire, el suelo y el agua. Las cadenas alimenticias o tróficas
involucran transferencias de materia y energía desde los seres vivos autótrofos a
través de una serie de organismos que consumen y son consumidos. Estas cadenas
no están aisladas sino formando redes tróficas. En ellas participan seres vivos de
diferente nivel trófico (según el lugar que ocupen dentro de las cadenas pueden ser
productores, consumidores y saprófitos o descomponedores). En los ecosistemas la
energía no se recicla: se habla de flujos abiertos que se originan en el sol, las plantas
1
Material elaborado para el curso 2020 de Ciencias Naturales de la Carrera Maestro de Educación
Primaria de IINN (Institutos Normales María Stagnero de Munar y Joaquín R. Sánchez).
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(y otros autótrofos) transforman la energía luminosa en química por fotosíntesis2. La
energía fluye desde el sol a los diferentes niveles tróficos, en cada nivel parte de esa
energía se transforma en calor (originado en el proceso de respiración celular) que es
irradiado al espacio (Vegara et al., 2004, Odum y Barret, 2006, Curtis et al., 2000).
Los organismos se vinculan mediante interacciones biológicas, denominadas
relaciones intraespecíficas si se establecen entre individuos de la misma especie
(como las relaciones de competencia, cooperación, entre otras), o interespecíficas
cuando involucran dos o más especies (como el mutualismo, competencia,
comensalismo, parasitismo, depredación). Los seres vivos de diferentes especies se
caracterizan por ocupar determinados nichos ecológicos (que incluyen además del
hábitat (espacio físico donde vive o se puede encontrar), su función en la comunidad y
su respuesta a los diferentes elementos que componen el ambiente físico (de León y
Gasdía, 2017; Odum y Barrett, 2006).
Un concepto ampliamente utilizado, tanto en ecología como en otros campos
disciplinares es el de ambiente. Achkar et al. (2007) lo definen como “la concreción
territorial y temporal de complejas interrelaciones de procesos físicos, químicos,
ecológicos, sociales, económicos, tecnológicos y políticos producto de un modelo de
desarrollo”, en lo personal se adhiere plenamente a esta concepción, porque permite
un mejor abordaje a problemáticas como la de la conservación de la biodiversidad.
Finalmente, resulta fundamental la consideración del concepto diversidad
biológica o biodiversidad; según Purvis y Héctor (2000), engloba la variabilidad
biológica a lo largo de todas las escalas, desde los genes, hasta las especies o
ecosistemas, incluso los paisajes. Su importancia radica en que se vincula con todos
los niveles de organización biológica, y por tanto se vincula con la biología entera, pero
además involucra aspectos que trascienden lo biológico y aún lo científico, como se
explicará durante el desarrollo del tema seleccionado.
Importancia y rol de la ecología
La ecología es una disciplina científica joven, a pesar de que los orígenes del
estudio de las relaciones entre los organismos y el ambiente pueden remontarse a
escritos del 300 a.C. Si bien el término ecología se atribuye a Haeckel en 1869, fue
recién en la segunda mitad del siglo XX que los grandes ecólogos establecieron los
fundamentos de la ecología moderna, porque sólo recientemente los biólogos han sido
capaces de idear una metodología (variable según el nivel de organización
considerado) para analizar cuantitativamente la infinidad de variables que afectan a los
organismos en su ambiente, construir modelos, establecer hipótesis y someterlas a
prueba (Begon et. al., 1988; Curtis et al., 2000).
Existen diferentes concepciones de este campo de estudio, unas enfocadas
claramente hacia las relaciones funcionales entre los organismos, mientras que otras
hacen énfasis en los propios organismos, en tanto entienden a la ecología como la
ciencia que estudia las relaciones que establecen la distribución y abundancia de los
seres vivos. Likens en 1992 procura conciliar ambas visiones, al entender que la
ecología estudia científicamente los procesos relacionados con la distribución y
abundancia de los organismos, sus interacciones y las interacciones entre ellos, así
como también la transformación y flujos de la materia y la energía. (Bermúdez y de
Longhi, 2008).
2
Unas pocas especies de bacterias autótrofas son quimiosintéticas y por lo tanto no utilizan la energía luminosa.
Página 2
En las últimas décadas la actividad humana ha transformado drásticamente
los ecosistemas como en ningún otro período de la historia, afectando así los
procesos vitales a nivel planetario, por lo que la ecología debe desempeñar un rol
fundamental en la construcción de saberes para afrontar estos cambios. Por otra
parte, se ha planteado el debate sobre si el rol de los ecólogos no debiera ser más
amplio y activo, ante el protagonismo notablemente limitado de la comunidad
académica con respecto a la gestión de los recursos naturales o a los problemas
ambientales que preocupan al público en general, atraído más por opiniones rotundas
(certeras o equivocadas) de ecologistas, conservacionistas y oportunistas (Gurvich et
al., 2009).
Para ello, la ecología debe superar la visión actual que considera al ser
humano por fuera de la naturaleza (al concebir las acciones humanas como eventos
antrópicos que denomina “perturbaciones” y que aísla de los eventos naturales; se
trata de una posición que pierde validez ante una población humana mundial de 7000
millones de personas, por lo que no puede negarse que la especie humana es un
elemento clave de los ecosistemas y no una simple perturbación. Como resultado de
ello, en los cursos de ecología de escuelas e incluso universidades la noción de
ambiente no considera al ser humano, cuando en definitiva son los aspectos humanos
los que definen el uso que se le da a los ecosistemas naturales. (Caraballo y Barros,
2011).
Por otra parte, la ecología desempeña un papel básico en la educación. Los
alumnos egresan de la enseñanza obligatoria con una imagen vaga y estereotipada
del ambiente. En este sentido, Bermúdez y De Longhi (2008) sostienen que “debe
actuar como vigilante epistemológico de la mayoría de los contenidos que se trabajan
bajo el enfoque de Educación Ambiental para no caer en un reduccionismo conceptual
y curricular basado en la mera discusión que entablan docente y alumnos desde sus
referentes cotidianos”. La noción de conceptos estructurantes de Gagliardi también
apoyaría lo anterior. Los numerosos conceptos estructurantes en ecología favorecen
los aprendizajes de los estudiantes porque tienen el potencial de transformar sus
redes conceptuales (Aguilar Correa, 2012).
La biodiversidad: origen y evolución del concepto
Aunque el término biodiversidad o diversidad biológica es de reciente
aparición, su formulación ha ido cambiando rápidamente. Para entender su origen y
evolución hay que remontarse a un concepto ecológico previo, el de diversidad o
diversidad ecológica, que comienza a gestarse en los 40, afianzándose en la
siguiente década. Refiere a la diversidad de especies como característica estructural
de los ecosistemas, a partir de la aplicación a la ecología de la Teoría de la
información (rama de las matemáticas); incorpora los términos de riqueza específica y
constancia de abundancias relativas de especies, y puede cuantificarse a partir de una
gran variedad de índices. (Margalef, 1968; Toledo, 1994; Tinaut y Ruano, 2002).
El biólogo T. Lovejoy acuñó el término diversidad biológica en 1980,
utilizándolo para referirse a las especies de un ecosistema, aunque no lo definió
formalmente. Meses más tarde, se publicó la primera definición de diversidad
biológica, de Norse y Mc Manus, en un capítulo del Reporte Anual sobre la Calidad
del Ambiente para el Gobierno de EEUU (Council on Environmental Quality, 1980). La
diversidad biológica estaba integrada por dos conceptos relacionados y
fundamentales para el funcionamiento de los ecosistemas: la diversidad genética y la
ecológica. La diversidad genética es “la cantidad de variabilidad genética entre
individuos en una sola especie, cuando la especie existe como un solo grupo de
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cruzamiento o como una serie de poblaciones, cepas, variedades, razas o
subespecies”. La diversidad ecológica es el número de especies en una comunidad de
organismos. Poco después, Norse y sus colaboradores difundieron un concepto más
amplio al considerar a la diversidad biológica en tres niveles: diversidad genética
(dentro de las especies), diversidad de especies (número de especies) y diversidad
ecológica (comunidades). (Núñez et al., 2003).
El término condensado biodiversidad se debe a Rosen en 1985, quien lo
usó durante la planificación del Foro Nacional sobre BioDiversidad, que abarcó
aspectos biológicos y ecológicos vinculados al tema, pero también de otros campos;
luego de ello, se integró rápidamente al vocabulario público (Takacs, 1996, citado por
Núñez et al., 2003).
En 1992 emanó de la Cumbre de la Tierra el Convenio sobre la Diversidad
Biológica (CDB), el acuerdo internacional más importante a nivel científico y político
para el mantenimiento y la conservación de la biodiversidad, donde se reconoce a la
conservación de la biodiversidad como un interés común de la humanidad. Desde
entonces han surgido numerosas definiciones diferentes. (Núñez et al., 2003).
El concepto de diversidad biológica posee un significado amplio y
cualitativamente nuevo con respecto al de diversidad ecológica de la década de los 40.
Incluye enfoques de la ecología, la taxonomía y la biogeografía, y por su significado
práctico también incluye un componente geopolítico. En consecuencia, su estudio dio
lugar a un nuevo campo o enfoque del conocimiento denominado Biología de la
Conservación. (Toledo, 1994).
Un aspecto crucial para la conservación de la BD es la comprensión del
concepto en todas sus acepciones, que no es sencillo por ser un campo en
construcción con diferentes enfoques y disciplinas, lo cual refleja la complejidad y
generalidad del tema. Actualmente abarca la diversidad de genes, especies y
ecosistemas, así como los servicios que proveen a los sistemas naturales y a los
humanos. El concepto de biodiversidad confiere nuevas perspectivas para la
conservación, al contribuir a reagrupar las nociones de diversidad biológica, variedad
natural y naturaleza para unir nuevos esfuerzos hacia la conservación. Diferentes
motivos han determinado que se la asocie sólo con la diversidad de especies, dilema
que impregna aún a la propia comunidad de ecólogos; entre los científicos hay
controversias además acerca de la inclusión o no de los procesos ecológicos en la
definición de biodiversidad. (Núñez, 2003, Bermúdez, 2007).
Qué es actualmente la biodiversidad
La definición más difundida de biodiversidad es la de la CDB: es “la variabilidad
de organismos vivos de cualquier fuente, incluidos, entre otros, los ecosistemas
terrestres y marinos y otros ecosistemas acuáticos y los complejos ecológicos de los
que forman parte; comprende la diversidad dentro de cada especie, entre las especies
y de los ecosistemas” (PNUMA, 1992).
Niveles de abordaje de la biodiversidad biológica
La diversidad biológica puede abordarse a tres diferentes niveles: diversidad genética,
de especies y de ecosistemas, si consideramos los tres niveles identificados en la
definición de biodiversidad del Convenio sobre Diversidad Biológica (CDB) de 1992.
La diversidad genética refiere a la diversidad y frecuencia de los genes y/o
genomas. En la definición de CDB, la diversidad genética está incluida en la frase "la
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diversidad dentro de cada especie”, y considera las variabilidad dentro de una
población y entre poblaciones. La diversidad de especies se vincula a la frecuencia
(abundancia relativa, distribución, o equitatividad de especies) y diversidad (riqueza o
variedad) de las especies presentes en una comunidad, ecosistema, región o área
determinada. La diversidad de ecosistemas refiere a la variedad y frecuencia de los
diferentes ecosistemas. Cabe aclarar que la Guía del Convenio de Diversidad
Biológica, posterior al CDB, considera que la diversidad biológica se describe
“convenientemente, pero no exclusivamente” a través de los
tres niveles
considerados. (Glowka et. al., 1996)
Hay autores que reconocen otros niveles de biodiversidad. La diversidad
taxonómica refiere al número de taxones o categorías taxonómicas diferentes en un
sistema (de León y Gasdía, 2017) y es ampliamente utilizada en investigaciones
ecológicas. Si bien frecuentemente se utiliza el taxón especie para estudiar el grado de
diversidad biológica en una comunidad o ecosistema, pueden emplearse también otras
categorías taxonómicas como subespecies, variedades, géneros, familias, entre otras.
Noss (1990), aporta una de las concepciones de biodiversidad más
frecuentemente utilizada en la biología de la conservación: la biodiversidad es
compleja, está en continuo cambio y jerárquicamente organizada en cuatro niveles:
genético, poblaciones - especies, comunidades - ecosistemas y paisaje regional;
dentro de cada uno de ellos considera tres dimensiones o atributos primarios de la
biodiversidad: composición, estructura y función3.
Algunos autores consideran también a la diversidad cultural como integrante
de la biodiversidad. Tréllez y Wilches (1999) consideran a la biodiversidad como “la
diversidad de ecosistemas, etnias, culturas, fusiones de culturas y de recursos
genéticos”.
Cómo se puede estudiar a la biodiversidad
La diversidad de especies es la más reconocible mediante la observación
directa de un ecosistema, por eso se hará énfasis en ella. Es posible determinar
cuantitativamente el grado de diversidad específica a través la riqueza o variedad de
especies y de la abundacia relativa o distribución, a través del conteo de número de
especies diferentes por unidad de superficie y del número de individuos dentro de
cada especie (o mediante la medición de algún atributo de esos individuos cuando
ello se dificulta); esos datos pueden analizarse directamente, o incluirse en una gran
variedad de ecuaciones denominadas índices, de mayor o menor complejidad. (Odum
y Barret, 2006; Smith y Smith, 2001).
No debe olvidarse que la diversidad no sólo involucra la composición de las
especies, sino también otros atributos o componentes como su estructura y la función,
y que varían según el autor y los niveles de biodiversidad considerados. Cada uno de
estos componentes considera numerosas variables que pueden cuantificarse a nivel
científico.
Acerca del concepto de especie
Dada la existencia de más de veinte conceptos diferentes de especies, resulta
relevante indicar cuál/es de ellos se considerarán en este curso. Los más utilizados o
importantes (según Tinaut y Ruano, 2002) son el concepto tipológico o morfológico
3
(que consideran respectivamente, a las especies, las relaciones entre ellas y los procesos que se llevan a cabo en el
ecosistema). Ministerio de Medio Ambiente, Gobierno de Chile (2018). Guía de apoyo docente en biodiversidad.
Santiago de Chile: Alvinpress
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(un individuo pertenece a una especie determinada, si se ajusta lo suficiente, en un
conjunto de características esenciales a un ejemplar tipo; es fácil de aplicar pero no
tiene en cuenta el aspecto evolutivo), el biológico (las diferentes especies están
aisladas reproductivamente), el evolutivo (existe un origen, una existencia y un fin
para cada especie, una especie es un linaje que evoluciona separadamente de otros)
y el filogenético (una especie es el menor taxón reconocido en una clasificación
filogenética por evidencias de monofiletismo).
Si bien actualmente la mayoría de los científicos diferencian las especies
teniendo en cuenta sus aspectos evolutivos, y por ende prefieren diferenciarlas
mediante la comparación de las secuencias en el ADN, en la realidad, al identificar
especies por observación directa o mediante imágenes, se tienen en cuenta sus
características morfológicas, y por lo tanto se usa el concepto morfológico o tipológico
de especie; resulta básico reconocer entonces que pueden cometerse errores al
identificar especies de este modo (Calixto et al., 2013).
La biodiversidad en crisis
La biodiversidad se ha transformado en una temática prioritaria debido a la
desaparición de la flora y fauna mundial a tasas mucho mayores a las de las
extinciones masivas que demuestran los registros fósiles. Si bien la vida del planeta
está amenazada, aún puede ser protegida, restaurada y aprovechada de manera
sostenible. La difusión del flamante Informe de Evaluación Global de IPBES sobre
Biodiversidad y Servicios de los Ecosistemas confirma y actualiza el alarmante grado
de crisis de la biodiversidad a todos los niveles, y advierte acerca de la probabilidad de
graves impactos en las personas de todo el mundo. Pero también revela que no es
demasiado tarde para actuar, aunque se debe comenzar ahora en todos los niveles,
desde lo local hasta lo global. Este informe es considerado el más completo en el tema
hasta el momento, en su elaboración (que insumió tres años) participaron 145
expertos de 50 países y más de 300 autores contribuyentes; en él se evalúa la relación
entre las vías de desarrollo económico y su impacto en la naturaleza en las últimas
cinco décadas. (IPBES, 2019).
Las causas de la crisis de la biodiversidad
Las causas de la extinción masiva de especies son fundamentalmente
antrópicas. Las principales son el calentamiento global, que afecta la distribución y el
ciclo de vida de la especies, y la fragmentación y pérdida de hábitats. También por la
ganadería y agricultura, el uso indiscriminado de agroquímicos (que provocan
fenómenos de eutrofización y bioacumulación y biomagificación), la forestación con
especies exóticas, la deforestación de especies nativas, la construcción de carreteras,
la presencia de redes de alta tensión, el embalse de ríos, la desecación de humedales,
la contaminación del agua, el aire y el suelo, la introducción de especies exóticas y su
comercio (de León y Gasdía, 2017). Debe considerarse también la caza,
comercialización, tenencia e industrialización de las especies silvestres,
particularmente de las especies nativas4, actividades ilegales en nuestro país (Decreto
Nº 164/996).
4
Se deriva del Decreto Nº 565/981 que las especies silvestres son aquellas que viven en estado salvaje, sin
domesticar, pueden ser nativas (denominadas también indígenas o autóctonas) o exóticas (conocidas también como
especies introducidas o alóctonas). Las especies nativas son aquellas propias del lugar donde habitan, ya sea por su
origen o por su dispersión natural. Algunas especies nativas son endémicas (únicamente habitan en una zona
particular). Las especies exóticas son introducidas por el ser humano, voluntaria o involuntariamente. Cuando afectan
la biodiversidad del lugar, causas daños económicos o a la salud humana son consideradas especies exóticas
invasoras (EEI).
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La conservación de la biodiversidad: concepciones y estrategias
Con el origen de la denominada problemática ambiental varias organizaciones
se han propuesto el objetivo de conservar la naturaleza. Sin embargo, con la
consolidación de la biología de la conservación en la década del 80, se ha sustituido
la consigna de conservar la naturaleza por la de conservar la biodiversidad. (Klier,
2016). La “Estrategia Mundial para la Conservación” de la UICN considera a la
conservación de la BD como “la gestión de la utilización de la biósfera por el ser
humano, de tal suerte que produzca el mayor y sostenido beneficio para las
generaciones actuales, pero que mantenga su potencialidad para satisfacer las
necesidades y aspiraciones de las generaciones futuras” Comprende acciones de
preservación, mantenimiento, utilización sostenida, restauración y mejora del entorno
natural. La conservación de los recursos vivos refiere a la las plantas, animales y
micro-organismos, así como a los “elementos inanimados de los que dependen”.
(UICN, PNUMA, WWF, 1980).
En la actualidad existen diferentes posiciones acerca de cómo conservar la
biodiversidad (in situ y ex situ). La creación de áreas protegidas es una de las
principales estrategias de conservación, si bien existen diferentes posiciones acerca
del rol del ser humano en ese espacio (Klier, 2016). Otras estrategias de conservación
son la educación ambiental, el uso sostenible de los recursos renovables, el
conocimiento las especies amenazadas y de su grado de amenaza5 (dado los altos
costos de los planes de conservación), el mantenimiento de los ecosistemas donde
viven estas especies, el control de la caza y el comercio de las especies, y el
establecimiento de corredores naturales regionales (de León y Gasdía, 2017).
El desarrollo sostenible/sustentable
El desarrollo sostenible/ sustentable aparece estrechamente vinculado a las
estrategias de conservación de la biodiversidad. El concepto más conocido de
desarrollo sostenible postula que se trata de aquel desarrollo que considera la
satisfacción de las necesidades de las generaciones presentes, pero también el de las
futuras generaciones. El término desarrollo sostenible aparece por primera vez en
1987, en el Informe “Our Common Future”, elaborado por la Comisión “Brundtland”
(Comisión Mundial sobre Medio Ambiente y Desarrollo de las Naciones Unidas). En la
bibliografía anglosajona se emplea “sustainable development” para referirse tanto al
desarrollo sostenible como al sustentable, utilizándose el primero en las traducciones
al español. Busca congeniar las dimensiones físico-químico-biológica con la
económica y la social.
Los autores latinoamericanos suelen preferir, por diferentes motivos, el
término desarrollo sustentable. Nuestro Plan Nacional de Educación Ambiental
(PLANEA) enfatiza la sustitución del término sostenible por el de desarrollo humano
sustentable, en tanto deben considerarse otras dimensiones, fundamentalmente la
política6. El concepto de desarrollo humano sustentable enfatiza la “sustentabilidad
integral del buen vivir individual y comunitario en armonía con la naturaleza”,
comprendiendo las dimensiones económica, ecológica, social, política y cultural, a
diferencia del desarrollo sostenible, que considera principalmente el desarrollo
económico,
como sinónimo de crecimiento económico, relegando las demás
5
A través las listas rojas de especies silvestres de UICN (y de sus categorías en relación al riesgo de extinción) y las
listas de especies prioritarias para la conservación (SNAP, 2013).
6
Es así que Achkard, Pesce y Domínguez (2007) consideran el tetraedro de la sustentabilidad, conformado por esta
dimensión junto con las mencionadas en el párrafo anterior.
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necesidades y dimensiones humanas. (Barcia y Eluén, 2014; Achkar et al, 2007;
RENEA, 2014).
Este término ha generado gran debate, en tanto muchos autores
consideran utópico su logro, debido al sistema económico capitalista imperante.
Oyama (2002) propone una nueva ecología que implique una nueva cultura, nueva
ética y nueva actitud hacia los problemas esenciales de la sociedad como elementos
prioritarios para el logro del mejoramiento del ambiente.
La educación ambiental
La crisis ambiental es básicamente de índole social y ética, causada por el
modelo de desarrollo productivo-tecnológico hegemónico capitalista. La educación
puede contribuir a la modificación de este modelo no sustentable de desarrollo, pero el
esfuerzo debe ir acompañado de cambios actuales en las prácticas educativas
(Achkar, Domínguez y Pesce, 2009; Barcia y Eluén, 2014; RENEA, 2014).
La ya mencionada concepción actual del ambiente como “la concreción
territorial y temporal de complejas interrelaciones entre procesos físicos, químicos,
biológicos, sociales, económicos, tecnológicos y políticos producto de un modelo de
desarrollo” y por tanto, como algo complejo y multidimensional, que se materializa en
una realidad territorial y temporal concreta, aunque en permanente construcción,
supera la visión ecologista de entorno físico biológico, externo a la sociedad, que
dominó hasta los 90. Esta nueva concepción ambiental incide inevitablemente en la de
la educación vinculada con la temática ambiental (Achkar et al., 2007).
En este sentido, la educación ambiental se compromete ética, política y
socialmente con la formación en contexto de ciudadanos comprometidos y
capacitados para la toma democrática de decisiones y la implementación de acciones
para un desarrollo humano sustentable. Se trata de un proceso de formación continua
que compete a todos los actores sociales, tanto en ámbitos formales como no
formales. Son principios generales orientadores de la Educación Ambiental: el valor de
la vida, la complejidad de la realidad y el carácter incompleto y provisorio de los
conocimientos, la co-responsabilidad diferenciada (según la edad, escala, función y
nivel de decisión), el diálogo de saberes, la praxis (educación para y en la acción
reflexiva), la consideración didáctica de la existencia de redes y ciclos en los sistemas
naturales. Comprende también principios éticos (justicia ambiental, equidad, inclusión),
sociales y políticos, epistemológicos y pedagógicos (que consideran la
contextualización, transversalidad, transdiciplinariedad, pedagogía de la educación
ambiental, educación crítica y educación popular, también el constructivismo y la
investigación-acción) (Barcia y Eluén, 2014).
La educación ambiental en la normativa uruguaya
El artículo 11 de la Ley General de Protección del Ambiente (2000)
establece que “las entidades públicas fomentarán la formación de conciencia
ambiental de la comunidad a través de actividades de educación, capacitación,
información y difusión tendientes a la adopción de comportamientos consistentes con
la protección del ambiente y del desarrollo sostenible. Más específicamente, el
artículo 40 de la Ley General de Educación (del 2008) prevé la incorporación de la
Educación Ambiental como línea transversal en cualquiera de sus modalidades, para
que los “educandos adquieran conocimientos con el fin de fomentar actitudes y
comportamientos individuales y colectivos, para mejorar las relaciones entre los seres
humanos y de éstos con el entorno. Procurará desarrollar habilidades para potenciar
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un desarrollo humano sostenible en la búsqueda de una mejora sostenida de la
calidad de vida de la sociedad”.
La ANEP constituye, junto con el MEC, MVOTMA y la UdelaR, uno de los
organismos convocantes para la elaboración del Documento Marco “Plan Nacional de
Educación Ambiental para el Desarrollo Sustentable” (PLANEA), elaborado en junio
del 2014 por la Red Nacional de Educación Ambiental para el Desarrollo Humano
Sustentable (RENEA) a fin de implementar las disposiciones establecidas en los
artículos de las leyes mencionadas en el primer párrafo de este apartado; las
instituciones signatarias lo asumen como marco general de sus acciones en lo
pertinente, y se comprometen a que sea revisado y actualizado periódicamente,
recomendando a las autoridades pertinentes de que la educación ambiental sea
declarada política educativa.
El Plan Nacional de Educación Ambiental (PLANEA) tiene como finalidad
general constituir un marco rector de la Educación Ambiental en Uruguay a todos los
niveles del sistema educativo, ámbitos e instituciones gubernamentales y no
gubernamentales de educación ambiental, tanto formal como no formal, para lograr
coherencia, sinergia y continuidad de conjunto a mediano y largo plazo. Proporciona
un instrumento para una educación ambiental orientada a la sustentabilidad de la vida,
la construcción de ciudadanía ambiental y la protección, recuperación, conservación y
cuidado de la biodiversidad y los ecosistemas. Sus objetivos específicos son:
fortalecer la institucionalización transversal de la educación ambiental en la educación
formal y no formal; definir principios y líneas de acción orientadoras vinculadas a los
diferentes contextos; promover la articulación, consolidar y abrir nuevos espacios de
educación ambiental; establecer la educación ambiental como objeto de conocimiento,
desarrollar la investigación, teoría y metodología propia; jerarquizar la educación
ambiental en las agendas de las diferentes organizaciones y de la ciudadanía en su
conjunto (Barcia y Eluén, 2014).
Se coincide con lo planteado por el PLANEA, en que si bien a nivel
nacional existen muchísimas experiencias en educación ambiental, la mayoría se
encuentran dispersas, descoordinadas y escasas de apoyo y contexto institucional,
basándose además en diferentes concepciones de educación ambiental, que reflejan
importantes diferencias en relación a la problematización y contextualización de los
problemas ambientales. En general, puede afirmarse que existe enseñanza sobre el
ambiente en todos los niveles de educación formal (particularmente en Educación
Primaria e Inicial que la incluye como eje transversal en su último plan curricular). A
pesar de ello, su implementación “queda confiada en gran medida al emprendimiento
de los docentes” por diferentes motivos, en especial por no estar la educación
ambiental lo suficientemente definida y establecida como prioridad, y por las
dificultades vinculadas a las características estructurales particulares del sistema
educativo formal, fragmentado en niveles y disciplinas. En consecuencia la
transversalidad es dificultosa, lográndose a veces en determinadas circunstancias,
aunque no “se percibe como una visión compleja que incumbe a todos y que siempre
debe estar presente”. Estas dificultades se profundizan al avanzar en los diferentes
niveles educativos, porque no sólo hay dificultades de implementación, sino de índole
conceptual (Barcia y Eluén, 2014).
Referencias
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