Subido por Priscila Bruna

Manual de Derecho Laboral - Grisolia

Anuncio
1
JULIO ARMANDO GRISOLIA
MANUALES UNIVERSITARIOS
Manual de Derecho
Laboral
Edición 2019. Revisada y actualizada
Grisolía, Julio Armando
Manual de derecho laboral: edición 2019: revisada y actualizada / Julio
Armando Grisolía. - 1a ed . - Ciudad Autónoma de Buenos Aires:
Abeledo Perrot, 2019.
Libro digital, Book "app" for Android
Archivo Digital: online
ISBN 978-950-20-2932-0
1. Derecho Laboral. I. Título.
CDD 344.01
5ª edición (10ª edición para esta editorial): 2014
6ª edición (11ª edición para esta editorial): 2015
7ª edición (12ª edición para esta editorial): 2016
2
8ª edición (13ª edición para esta editorial): 2017
9ª edición (14ª edición para esta editorial): 2019
© Grisolia, Julio Armando
© de esta edición, AbeledoPerrot S.A., 2019
Tucumán 1471 (C1050AAC) Buenos Aires
ISBN 978-950-20-2932-0
SAP 42637976
Las opiniones personales vertidas en los capítulos de esta obra son
privativas de quienes las emiten.
ARGENTINA
Portada . . . . . . . . . . . . . .Pág: 1
Manual de derecho laboral: edición 2019: revisada y actualizada
Palabras preliminares de la 14ª edición . . . . . . . . . . . . . .Pág: 4
Palabras preliminares de la 9ª edición . . . . . . . . . . . . .Pág: 6
Palabras preliminares de ediciones anteriores . . . . . . . . . . . . .Pág: 8
Capítulo I - Trabajo humano. Derecho del trabajo. Política social . . . . . . . . . . . . .Pág: 10
Capítulo II - Historia del derecho del trabajo. Perspectivas de las relaciones laborales . . . . . . . . . . .
. .Pág: 27
Capítulo III - Fuentes del derecho del trabajo . . . . . . . . . . . . .Pág: 52
Capítulo IV - Principios del derecho del trabajo . . . . . . . . . . . . .Pág: 78
Capítulo V - Contrato de trabajo. Relación de dependencia . . . . . . . . . . . . .Pág: 131
Capítulo VI - Registración del contrato. Empleo no registrado y defectuosamente registrado.
Sanciones y multas . . . . . . . . . . . . .Pág: 208
Capítulo VII - Fraude. Responsabilidad solidaria regulada en la LCT . . . . . . . . . . . . .Pág: 263
Capítulo VIII - Responsabilidad de socios, gerentes Y directores . TRANSFERENCIA Y CESIÓN
DEL CONTRATO . . . . . . . . . . . . Pág: 382
Capítulo IX - Período de prueba. Modalidades del contrato . . . . . . . . . . . . .Pág: 415
Capítulo X - Derechos y deberes de las partes . . . . . . . . . . . . .Pág: 492
Capítulo XI - Remuneraciones(5) . . . . . . . . . . . . .Pág: 618
Capítulo XII - Régimen de jornada. Descansos, Feriados, Vacaciones y licencias . . . . . . . . . . . .
.Pág: 735
Capítulo XIII - Trabajo de mujeres y de menores . . . . . . . . . . . . .Pág: 797
Capítulo XIV - Enfermedades y accidentes inculpables . . . . . . . . . . . . .Pág: 844
Capítulo XV - Suspensión del contrato de trabajo . . . . . . . . . . . . .Pág: 873
Capítulo XVI - Estabilidad. Preaviso. Despido. Casos de injuria . . . . . . . . . . . . .Pág: 899
3
Capítulo XVII - Régimen indemnizatorio. Art. 245, LCT, y rubros principales . Indemnizaciones
agravadas . . . . . . . . . . . . .Pág: 966
Capítulo XVIII - Formas de extinción del contrato de trabajo . . . . . . . . . . . . .Pág: 1036
Capítulo XIX - Régimen de las Pequeñas y Medianas Empresas (PYMES) . Estatutos especiales . .
. . . . . . . . . . .Pág: 1077
Capítulo XX - Asociaciones sindicales de trabajadores . . . . . . . . . . . . .Pág: 1129
Capítulo XXI - Negociación colectiva. Convenios colectivos . . . . . . . . . . . . .Pág: 1186
Capítulo XXII - Conflictos colectivos de trabajo. Medidas de acción directa . . . . . . . . . . .Pág: 1217
Capítulo XXIII - Derecho administrativo y procesal del trabajo . . . . . . . . . . . . .Pág: 1242
Capítulo XXIV - Derecho internacional del trabajo . . . . . . . . . . . . .Pág: 1267
Capítulo XXV - Accidentes del trabajo y enfermedades profesionales. JURISPRUDENCIA . . . . . . . .
. . . . .Pág: 1287
Capítulo XXVI - Derecho de la seguridad social. Sistema Integrado Previsional Argentino (SIPA) . . .
. . . . . . . . . .Pág: 1457
Capítulo XXVII - Seguro de desempleo . . . . . . . . . . . . .Pág: 1513
Capítulo XXVIII - Asignaciones familiares . . . . . . . . . . . . .Pág: 1527
Capítulo XXIX - Obras sociales. Seguro de salud . . . . . . . . . . . . .Pág: 1564
Bibliografía . . . . . . . . . . . . .Pág: 1584
PALABRAS PRELIMINARES DE LA 14ª EDICIÓN
I. Esta 14ª ed. —basada en mi obra Tratado de Derecho del Trabajo y de la
Seguridad Social (2ª ed., La Ley, 2017)— se publica en 2019 luego de agotarse la 13ª
ed. de 2017, del mismo modo que sucediera con las ediciones anteriores de los
últimos años (9ª ed. de 2013, 10ª ed. de 2014, 11ª ed. de 2015 y 12ª ed. de 2016).
El Tratado fue consecuencia del libro Derecho del Trabajo y de la Seguridad
Social (Abeledo Perrot), que se lanzara como un manual en 1998 —prologado en
todas sus ediciones por mi querido amigo el Dr. Pedro Fernando Núñez—, y que en
2011 llegara a tener 3 tomos y 11 ediciones agotadas.
Por eso, a este manual que lleva 14 ediciones se suman las 11 ediciones de aquel
libro y las 2 ediciones del Tratado..., haciendo que en estos veinte años ya se hayan
vendido más de 100.000 ejemplares de libros de la editorial Thomson Reuters (La Ley
- Abeledo Perrot).
El lanzamiento del Tratado... en 2013 coincidió con los diez años de la Revista de
Derecho Laboral y Seguridad Social de Abeledo Perrot y de la Maestría en Derecho
del Trabajo y Relaciones Laborales Internacionales (UNTREF).
La publicación de la segunda edición en 2017 coincidió con la consolidación de
aquellos emprendimientos y del Instituto de Estudios Interdisciplinarios en Derecho
Social y Relaciones del Trabajo (IDEIDES) —www.ideides.com—, con los diez años
de las diplomaturas que ARTRA y el IDEIDES-UNTREF dictan en todo el país y con el
lanzamiento del Doctorado en Derecho del Trabajo de la Universidad Nacional de
Tres de Febrero —primer posgrado de estas características en Argentina—, todas
ellas actividades académicas que tengo el honor de dirigir.
4
Todo lo expuesto motiva, una vez más, a agradecer a los lectores por la masiva
recepción y amplia repercusión que han tenido estos libros, que generaran además
elogiosos comentarios de docentes, profesionales y estudiantes de todo el país, lo
cual me enorgullece.
Destaco particularmente los comentarios a ediciones anteriores vertidos en
distintas revistas de doctrina —Derecho del Trabajo (La Ley), Trabajo y Seguridad
Social (El Derecho), Jurisprudencia Argentina (Abeledo Perrot), Revista del Colegio
Público de Abogados de la Capital Federal, Revista de la Sociedad Argentina de
Derecho Laboral, etc.—, de los Dres. Humberto Podetti, Justo López, Santiago
Rubinstein, Juan José Etala, Hugo Carcavallo, Estela Ferreirós y Pedro F. Núñez,
entre otros.
Es una enorme satisfacción ver plasmado en la realidad uno de los objetivos
planteados: que fuera formativo para el alumno y útil para el profesional. La búsqueda
fue —desde la primera edición— resaltar tres aspectos del proceso enseñanzaaprendizaje: el objetivo ("para qué se enseña"), el contenido ("qué se enseña") y las
estrategias metodológicas ("cómo se enseña"), todo ello priorizando la didáctica.
Brindar un panorama global de la materia que otorgue los conocimientos básicos y
esenciales de cada instituto, imprescindibles tanto para la formación jurídica como
para el posterior ejercicio profesional, sin introducir en su contenido matices que
puedan entorpecer la visión real y objetiva de los temas.
II. En esta nueva edición se revisaron y actualizaron todos los temas que lo
requerían, reemplazando e incorporando las nuevas normas y enfoques en los
diferentes capítulos y se agregó nueva jurisprudencia en los distintos temas.
Además de las concordancias y nueva normativa del Cód. Civ. y Com. que impacta
en el Derecho del Trabajo, se hace referencia a las normas dictadas a fines de 2016
que modificaron diversos artículos de la LCT: los arts. 54, 71, 75, 147 y 255 (BO del
15/12/2016), los cambios en materia de feriados (decs. 52/2017 y 80/2017) y el
programa de reparación histórica en materia previsional (ley 27.260).
También se incluye la reforma a la Ley de Riesgos del Trabajo de la ley
27.348 (BO del 24/2/2017) y las res. 298/2017 (BO del 24/2/2017), 326/2017 (BO del
15/3/2017), 324/2017 (BO del 16/3/2017), 332/2017 (BO del 21/3/2017), 23/2018 (BO
del 23/3/2018), la disp. SRT 2/2018 (BO del 18/12/2018) y el dec. 72/2019 (BO del
24/1/2019), sumado a las últimas normas y fallos sobre el tema.
Asimismo, se incorpora la extinción por jubilación con la reforma a los arts.
252 y 253LCTintroducida por la ley 27.426 (BO del 28/12/2017) y el dec. 110/2018
(BO del 8/2/2018), el procedimiento transitorio del despido sin causa establecido por
el DNU 1043/2018 (BO del 13/11/2018), el impuesto a las ganancias en
la indemnización por despido que prescribe la ley 27.430 (BO del 29/12/2017) y el
dec. 976/2018 (BO del 1/11/2018), la res. AFIP 4396/2019 (BO del 3/1/2019) que
reformuló el régimen de retención en el impuesto a las ganancias que alcanza a los
trabajadores y los montos de jubilaciones y asignaciones familiares y salario mínimo
5
vital (res. 3/2018 del CNEPySMVM, BO del 9/8/2018) que estableció el salario mínimo
vital hasta junio de 2019.
En materia previsional, el fallo de la Corte "Blanco" del 18/12/2018 que ratifica el
índice de reajuste de los haberes de jubilados y pensionados. En materia procesal,
la ley 15.057 (BO del 27/11/2018) que genera un nuevo procedimiento en la provincia
de Buenos Aires e impacta en el trámite previsto la ley 27.348 y la ley 27.500 (BO del
10/1/2019) que modifica los arts. 288 a 303 del Cód. Proc. Civ. y Com. y reemplaza
los recursos de casación, de inconstitucionalidad y de revisión por el recurso
de inaplicabilidad de ley.
III. En el plano personal, dedico este libro a mis hijos, Julito y Benjamín, y a todos a
los que quiero y me quieren de verdad —con amor sincero y desinteresado—, porque
su felicidad es la energía que justifica cualquier esfuerzo y me empuja a seguir
adelante. Y a aquellos que ya no están, pero siguen vivos en mi corazón.
Con este manual rindo homenaje a mi abuelo —Juan Emilio Grisolia—, paradigma
del buen profesor, docente de alma con vocación de servicio, que supo generar
durante toda su vida el reconocimiento y afecto de sus alumnos y a mi padre —
Armando Eneas Grisolia—, que me legó su ejemplo, me alentó incansablemente, me
enseñó a querer los libros y me transmitió el don de la oratoria.
Esta obra —tal cual lo afirmara desde la primera edición— está dirigida a los
estudiantes de las distintas universidades del país, augurando que se transformen
en profesionales honestos, que tengan como horizonte la Ética, la Equidad y la
Justicia y prioricen los valores esenciales y el respeto a la dignidad del hombre.
JULIO ARMANDO GRISOLIA
Febrero 2019
PALABRAS PRELIMINARES DE LA 9ª EDICIÓN
I. Esta 9ª edición publicada en agosto de 2013 está totalmente renovada respecto
de la octava. Se basa en mi libro Tratado de Derecho del trabajo y de la seguridad
social (Abeledo Perrot, 6 tomos, 2013), que ha tenido una amplia repercusión y
difusión, al que podrán consultar para profundizar los temas.
6
En esta edición 2013 se agregaron y profundizaron temas y se actualizaron todas
las citas de normas, reemplazando e incorporando las nuevas en los diferentes
capítulos. Además, se renovó la jurisprudencia, incorporando especialmente más de
200 fallos dictados entre 2011 y 2013. Asimismo, se ha producido un importante
cambio en la presentación del libro, ya que se modificó la caja, se unificaron capítulos
y se reenumeraron títulos y subtítulos para permitir una lectura más cómoda.
Como las anteriores, pretende no solo servir de herramienta para la aprobación de
la asignatura, sino brindar al alumno un panorama global de la materia que otorgue
los conocimientos básicos y esenciales de cada instituto, imprescindibles tanto para
su formación jurídica como para el posterior ejercicio profesional.
El abordaje es teórico-práctico y jurisprudencial, analizando lo esencial de
cada instituto con la legislación vigente (transcripción de las principales normas) y la
jurisprudencia actualizada. Se citan ejemplos y se incluyen cuadros demostrativos,
gráficos y liquidación de indemnizaciones. A ello se suman al final de la mayoría de
los capítulos aspectos útiles para el futuro profesional: modelos de notas y telegramas
y un anexo jurisprudencial que refleja los temas tratados y la posición de los
tribunales.
II. Las palabras siguientes son esencialmente de agradecimiento por la masiva
recepción que han tenido mis libros, que motivaran elogiosos comentarios de los más
importantes iuslaboralistas y de profesionales, docentes, magistrados y funcionarios y
estudiantes de distintos puntos del país.
Asimismo, quiero destacar la colaboración de queridos colegas —docentes y
egresados de la Maestría— con los que resulta gratificante compartir la actividad
académica, que han efectuado sugerencias, acertados consejos y enriquecedores
aportes: ellos son los Dres. Pedro Núñez en los capítulos de Derecho Colectivo,
Alberto Chartzman Birenbaum en Seguridad Social, Ricardo Hierrezuelo en
Responsabilidad Solidaria y Derecho y Deberes, Ernesto Ahuad y Graciela Bozzo en
Accidentes de Trabajo y los fallos, María Elena López en Remuneraciones, Eleonora
Peliza en Derecho Comparado y Laura Cáceres en la selección y sistematización de
la jurisprudencia. Y también son palabras de felicidad, porque pude ver plasmado en
la realidad uno de los objetivos planteados al escribirlos: que fueran formativos para el
alumno y útiles para el profesional.
Asimismo, el lanzamiento del Tratado de Derecho del Trabajo y de la Seguridad
Social en 6 tomos y el de este Manual en su novena edición en 2013, coincide con los
diez años de dos emprendimientos académicos de gran trascendencia que dirijo y que
me brindan enormes satisfacciones: la Revista de Derecho Laboral y Seguridad Social
de Abeledo Perrot y la Maestría en Derecho del Trabajo y Relaciones Laborales
Internacionales de la Universidad Nacional de Tres de Febrero (UNTREF).
III. Como en las ediciones anteriores, dedico este libro a quienes tanto quiero y me
quieren de corazón, con amor sincero y desinteresado, porque su felicidad es la
energía que justifica cualquier esfuerzo. Y también a los estudiantes, augurando que
se transformen en profesionales honestos, que tengan como horizonte la Ética, la
7
Equidad y la Justicia, y prioricen los valores esenciales y el respeto a la dignidad del
hombre.
Con este manual rindo homenaje a mi abuelo —Juan Emilio Grisolia—, paradigma
del buen profesor, docente de alma con vocación de servicio, que supo generar
durante toda su vida el reconocimiento y afecto de sus alumnos, y a mi padre —
Armando Eneas Grisolia— que me legó su ejemplo, me alentó incansablemente, me
enseñó a querer los libros y me transmitió el don de la oratoria.
JULIO ARMANDO GRISOLIA
Agosto 2013
PALABRAS PRELIMINARES DE EDICIONES ANTERIORES
I. Cuando se prepara una clase, se efectúa un planeamiento docente, o se escribe
un libro, necesariamente se deben resaltar tres aspectos del proceso enseñanzaaprendizaje: el objetivo ("para qué se enseña"), el contenido ("qué se enseña") y las
estrategias metodológicas ("cómo se enseña"), todo ello priorizando la didáctica.
Como todo ejercicio docente, la búsqueda es trascender el agotamiento del
contenido didáctico específico para propender a la instrucción formativa integral y
bregar por el perfeccionamiento total de la persona.
Cuando una obra está dirigida a estudiantes, su objetivo no se cumple solo con
servir de herramienta para la aprobación de la asignatura, sino que debe brindar un
panorama global de la materia que otorgue los conocimientos básicos y esenciales de
cada instituto, imprescindibles tanto para su formación jurídica como para el posterior
ejercicio profesional, sin introducir en su contenido matices que puedan entorpecer la
visión real y objetiva de los temas.
Esta concepción de la enseñanza es compartida por queridos y prestigiosos
especialistas, como la Dra. Estela Ferreirós —profesora titular regular de la UBA y de
la UCA— y el Dr. Pedro Fernando Núñez —profesor titular de la UADE—, y por
muchos docentes de distintas universidades del país en la que habrá de utilizarse este
libro.
II. Partiendo de esas premisas, en el manual se realiza un abordaje teóricopráctico y jurisprudencial, analizando lo esencial de cada instituto, con la legislación
8
vigente (transcripción de las principales normas) y la jurisprudencia actualizada. Se
citan ejemplos y se incluyen cuadros demostrativos, gráficos y liquidación
de indemnizaciones.
Los temas que tienen un desarrollo más extenso son los que entiendo de mayor
trascendencia en la materia y los que resulta necesario conocer para desempeñarse
con idoneidad en esta rama del derecho. También he tomado en consideración las
preguntas efectuadas reiteradamente en cursos de grado y posgrado, lo que me ha
permitido establecer otros puntos de interés y sobre ellos focalizar la obra.
Con el título "Práctica laboral. Modelos", se incorporan aspectos útiles para el
futuro profesional: modelos de notas y telegramas, referidos a los temas tratados en
los distintos capítulos.
Se incorporan también anexos jurisprudenciales que reflejan los temas tratados en
la mayoría de los capítulos y la posición de los tribunales. Se han seleccionado los
últimos fallos (más de mil sumarios), a través, principalmente, del online de Abeledo
Perrot Laboral y Seguridad Social, de la Revista de Derecho Laboral y Seguridad
Social de Abeledo Perrot y de los boletines de jurisprudencia publicados
periódicamente por la Secretaría General de la Cámara Nacional de Apelaciones del
Trabajo; en los casos de provenir de otra fuente, esta fue consignada entre
paréntesis; cuando en el sumario solo se detalla la sala, pertenece a la Cámara
Nacional de Apelaciones del Trabajo. El criterio de selección fue priorizar la
jurisprudencia más trascendente sobre temas de interés práctico y —dentro de esta—
la más reciente.
III. La octava edición está basada en mi libro Derecho del trabajo y de la seguridad
social. Doctrina. Legislación. Jurisprudencia. Modelos (3 tomos), que ha tenido una
amplia repercusión y difusión. En sus distintas ediciones ha recibido numerosos
elogios (merecidos o no) de profesores de la materia de distintas universidades del
país y de abogados especialistas en derecho del trabajo, así como también
comentarios de prestigiosos juristas publicados en revistas dedicadas a la materia.
La idea de realizar un manual se basó esencialmente en que la profundización
y extensión de los temas tratados allí excedían los requerimientos mínimos necesarios
de conocimiento del alumno de grado, ya que está dirigida a profesionales y
estudiantes de posgrado, sin perjuicio de resultar de interés para los estudiantes que
en el futuro piensen dedicarse al derecho laboral y deseen profundizar el análisis de
los temas desarrollados en este manual.
IV. Agradezco a varios docentes integrantes de la Maestría en Derecho del Trabajo
y Relaciones Laborales Internacionales —que se dicta en la Universidad Nacional de
Tres de Febrero— y que comparten mi vocación docente en las cátedras de Derecho
del Trabajo de distintas universidades, que han colaborado en la elaboración de este
manual. Al Dr. Pedro Fernando Núñez —profesor titular en la UADE—, por su
colaboración en los caps. XXVII ("Derecho de la seguridad social") y XXVIII ("Sistema
Integrado Previsional Argentino"); a la Dra. Graciela O. Bozzo, por su colaboración en
el cap. XXVI ("Accidentes y enfermedades del trabajo. Ley de Riesgos del Trabajo") y
9
en la jurisprudencia; al Dr. Ricardo D. Hierrezuelo —docente en la UBA y en la
UADE—, por su colaboración en los caps. VII ("Fraude. Responsabilidad solidaria.
Transferencia del contrato"), XXI ("Asociaciones sindicales de trabajadores") y XXII
("Negociación colectiva. Convenios colectivos"); al Dr. Alberto Chartzman Birenbaum
por su colaboración en los caps. XXVIII ("Sistema Integrado Previsional Argentino") y
XXXI ("Obras sociales. Seguro de salud") y al Dr. Ernesto J. Ahuad —docente en la
UADE y en la Universidad del Salvador—, por su colaboración en el cap. V ("Contrato
de trabajo. Relación de dependencia") y en la actualización de la jurisprudencia.
V. Dedico este manual a nuestros estudiantes de todo el país, augurando que se
transformen en profesionales honestos, que prioricen los valores esenciales —los
derechos humanos y la dignidad del hombre que trabaja— y defiendan la Equidad y la
Justicia.
En el plano personal, a quienes tanto quiero y me quieren de corazón, con amor
sincero y desinteresado, porque su felicidad es la energía que justifica cualquier
esfuerzo.
Rindo con este trabajo un homenaje a mi abuelo —Juan Emilio Grisolia—
paradigma del buen profesor, docente de alma con vocación de servicio, que supo
generar durante toda su vida el reconocimiento y afecto de sus alumnos.
JULIO ARMANDO GRISOLIA
CAPÍTULO I - TRABAJO HUMANO. DERECHO DEL TRABAJO. POLÍTICA SOCIAL
I. TRABAJO HUMANO
1. Concepto
En sentido amplio se puede definir el trabajo humano como toda actividad
realizada por el hombre, con su esfuerzo físico o intelectual, que produce bienes y
servicios y que tiene por objeto convertir las cosas, es decir, transformar la realidad.
10
En cambio, para el derecho del trabajo el concepto es más estricto. Se circunscribe
a toda actividad lícita prestada a otro —persona humana o jurídica
(empleador individual o empresa)— a cambio de una remuneración: el derecho del
trabajo no se ocupa de todo el trabajo humano sino solo del trabajo en relación de
dependencia.
El trabajo está hecho para el hombre, pero este no ha sido creado exclusivamente
para el trabajo; primero, porque el trabajo no es todo, sino una parte de su vida y, en
segundo término, porque no es un fin en sí mismo, sino solo un medio, ya que le sirve
al hombre para obtener otras cosas.
En principio, en el trabajo oneroso —remunerado— hay una relación de cambio de
carácter patrimonial, ya que el trabajador desarrolla tareas para su subsistencia y la
de su familia: trabaja por la remuneración. Pero, por encima de ello, la dignidad
humana del trabajador merece una valoración legal preferente, que queda
evidenciada no solo en la legislación argentina, sino también en el derecho
comparado, en los convenios y recomendaciones de la OIT y en distintos
tratados internacionales.
Desde el punto de vista histórico, un antecedente del trabajo son los esclavos;
pero cabe destacar que eran considerados por el derecho romano como cosas y, por
ende, no eran trabajadores, ya que carecían de libertad.
El trabajo humano ha evolucionado a lo largo del tiempo, pasando de
un trabajo esencialmente físico a uno básicamente intelectual. En la historia, el
hombre utilizó para trabajar: sus propias fuerzas; los animales; las máquinas;
finalmente, el avance de la tecnología incorpora al trabajo la computadora, la robótica,
la cibernética, etcétera.
1.1. Trabajo benévolo, amateur, religioso, familiar y autónomo
El trabajo que regula la LCT no es todo el trabajo humano, queda fuera de su
alcance el benévolo, amateur, religioso, familiar y el trabajo autónomo.
En el llamado trabajo benévolo —gratuito— no se observa una relación de cambio
(trabajo-remuneración) sino que se presta en forma desinteresada, sin buscar el
beneficio propio, por ejemplo, el trabajo realizado en una parroquia o en una
cooperadora escolar. No tiene por finalidad poner su fuerza de trabajo a disposición
de otro a cambio de una remuneración, sino que, por lo general, su objetivo es
cooperar en una obra de bien común.
Lo mismo ocurre con el llamado trabajo amateur, que no responde a una finalidad
laboral, sino a otras de carácter cultural, recreativo, deportivo, etc. (p. ej., integrantes
de un coro musical o de un equipo deportivo).
Los religiosos que profesaron no pueden ser considerados trabajadores (art. 25,
LCT) en relación de dependencia de las órdenes a las cuales pertenecen (cualquiera
11
que sea la confesión religiosa de que se trate), aunque el servicio lo reciba un tercero
(p. ej., en hospitales o establecimientos de enseñanza).
En principio, tampoco cabe incluir dentro de la LCT el denominado trabajo familiar;
por ejemplo, los cónyuges o los padres respecto de sus hijos mientras ejercen su
responsabilidad parental. No podría haber contrato de trabajo entre cónyuges, en
virtud de la inhabilidad para contratar entre sí bajo el régimen de comunidad (art.
1002, inc. d] del Cód. Civ. y Com. - ley 26.944, vigente desde el 1/8/2015).
Tampoco tienen carácter laboral los trabajos que presten los hijos que viven con
sus padres en favor de ellos, aun si la prestación es remunerada. Al respecto, el art.
689 del Cód. Civ. y Com. dispone que "los progenitores no pueden hacer contrato
alguno con el hijo que está bajo su responsabilidad, excepto lo dispuesto para las
donaciones sin cargo previstas en el art. 1549". Por lo tanto, no puede existir contrato
de trabajo entre padres e hijos menores de edad, pero sí con los mayores.
En cambio, no existe prohibición legal de celebrar un contrato de trabajo con otros
parientes, aunque se debe analizar detenidamente si el cumplimiento de la tarea se
realiza en razón de la convivencia familiar. A tal efecto, se debe verificar si el familiar
convive con el pretendido empleador y si la tarea sirve para el mantenimiento de la
familia y no para exclusivo beneficio del empresario.
El trabajo autónomo, a diferencia del trabajo benévolo, es retribuido,
pero no incluye la nota de dependencia: el autónomo trabaja por su cuenta y riesgo,
por ejemplo, el dueño de un kiosco o un cuentapropista. El trabajador autónomo no
trabaja sometido a una organización ajena, sino que lo hace en su propia organización
o trabaja solo. Es un trabajador independiente: trabaja bajo su propio riesgo —
autorriesgo— y puede ganar mucho, poco o nada.
No está protegido por la LCT ni por otras normas del derecho del trabajo: no está
sujeto a un régimen de jornada (lugar y tiempo de trabajo), ni recibe órdenes ni está
sometido al poder disciplinario; pero tampoco goza de vacaciones pagas, ni de
licencias, ni tiene derecho a percibir como mínimo un determinado salario legal o
convencional, entre otros beneficios.
1.2. El trabajo en la Ley de Contrato de Trabajo (LCT)
El art. 4º, LCT dispone que "constituye trabajo, a los fines de esta ley, toda
actividad lícita que se preste en favor de quien tiene la facultad de dirigirla mediante
una remuneración. El contrato de trabajo tiene como principal objeto la actividad
productiva y creadora del hombre en sí. Solo después ha de entenderse que media
entre las partes una relación de intercambio y un fin económico en cuanto se
disciplina por esta ley".
El párr. 2º del artículo imparte la directiva de privilegiar la faz dignificante del
trabajo del hombre, desplazando a un lugar secundario la mera relación
de intercambio y el fin económico. El trabajador no es un recurso económico más: es
digno porque es persona y como tal debe ser respetado.
12
1.3. La relación de dependencia
El trabajador protegido por la LCT y el derecho individual del trabajo es el que
presta su actividad personal a cambio de una remuneración, en relación de
dependencia o subordinación respecto de otro —empleador (persona humana o
empresa)— que requiere de sus servicios.
El trabajador dependiente es una persona humana que se caracteriza por: a)
trabajar en una organización ajena, sometido a las directivas o instrucciones que se le
imparten; b) trabajar bajo el riesgo de otro, que recibe la tarea y la dirige: no asume
riesgos económicos; c) estar protegido por la Constitución Nacional (art. 14 bis) y por
la legislación de fondo (LCT, entre otras): tiene una remuneración mínima asegurada
(el salario mínimo, vital y móvil), su jornada legal es de 8 horas o 48 semanales con
un descanso mínimo de 12 horas entre jornadas, las vacaciones son pagas, está
protegido contra el despido arbitrario, etcétera.
La relación de dependencia entre empleador y trabajador no es un vínculo de
superior a inferior en dignidad —no hay una subordinación servil— sino que se trata
de trabajo dirigido: el trabajador está bajo la dependencia o dirección del empleador
(cumple horarios, recibe órdenes, etc.).
La relación de dependencia se caracteriza por la subordinación que se manifiesta
en un triple sentido:
1) técnico: somete su trabajo a los pareceres y objetivos señalados por el
empleador; resulta más amplia respecto de los trabajadores con menor calificación, y
más tenue en relación con los más capacitados profesionalmente;
2) económico: no recibe el producto de su trabajo y, en principio, no comparte el
riesgo de la empresa; el trabajador pone su fuerza de trabajo a disposición del
empleador a cambio de una remuneración, y no se beneficia ni perjudica por las
mayores ganancias o pérdidas derivadas de la explotación;
3) jurídico: es la principal característica para configurar la dependencia; consiste en
la posibilidad jurídica del empleador de dirigir en el empleo la conducta del trabajador
hacia los objetivos de la empresa. El trabajador está sometido a la autoridad del
empleador: facultades de organización, dirección, control y poder disciplinario.
No obstante, el hecho de que una persona "realice actos, ejecute obras o preste
servicios en favor de otra [...] mediante el pago de una remuneración", no implica
necesariamente la existencia de contrato de trabajo. Lo importante es determinar si
actúa "bajo la dependencia de otra". Estar bajo la dependencia de otra —como
quedara dicho— significa la existencia de una relación de autoridad entre ellas.
El tema es tratado en detalle en el capítulo "Relación de dependencia".
13
II. DERECHO DEL TRABAJO
1. Concepto y división
En sentido amplio, se puede definir al derecho como el conjunto de principios y
normas jurídicas (coercitivas) que regulan la conducta del hombre en sociedad. El
derecho debe ser entendido como una unidad sistemática; al derecho del trabajo —
como parte del derecho— se lo puede definir como el conjunto de principios y normas
jurídicas que regula las relaciones —pacíficas y conflictivas— que surgen del hecho
social del trabajo dependiente, y las emanadas de las asociaciones sindicales,
cámaras empresariales y grupo de empleadores, entre sí y con el Estado.
La esencia de esta rama del derecho la configura el contrato individual de trabajo,
ya que el resto de la normativa, incluida las referidas a las actuaciones colectivas de
los trabajadores, resulta un medio para mejorar los contenidos de los
contratos individuales.
El derecho del trabajo contiene normas imperativas, que restringen la autonomía
de la voluntad, porque las partes se encuentran en una evidente desigualdad, debido
a la hiposuficiencia, desigualdad e inferioridad prenegocial del trabajador.
El fin perseguido por el derecho del trabajo es proteger a los trabajadores; se
constituye así en un medio —una herramienta— para igualar a trabajadores y
empleadores: de esta manera genera desigualdades para compensar las diferencias
preexistentes. Sus elementos principales son:
— el trabajo humano libre y personal;
14
— la relación de dependencia, caracterizada por la subordinación y el trabajo
efectuado por cuenta ajena;
— el pago de la remuneración como contraprestación.
La importancia de esta rama del derecho radica, esencialmente, en su repercusión
social y económica. Se caracteriza por su universalidad, ya que alrededor del 80% de
la población activa del país, en algún momento de su vida, trabaja en relación de
dependencia. Se trata de un derecho que regula —y efectivamente se aplica— a una
gran cantidad de personas que prestan servicios para distintas empresas dentro de
una sociedad básicamente organizacional.
El derecho del trabajo puede dividirse en cuatro partes bien diferenciadas; dos de
ellas constituyen la esencia de su contenido: el derecho individual del trabajo y el
derecho colectivo del trabajo; a estas dos partes se suman el derecho internacional
del trabajo y el derecho administrativo y procesal del trabajo.
1) Derecho individual del trabajo: se ocupa de las relaciones de los
sujetos individualmente considerados: por un lado, el trabajador (persona humana) y,
por el otro, el empleador (persona humana o jurídica).
2) Derecho colectivo del trabajo: se ocupa de las relaciones de los sujetos
colectivos; por un lado, la asociación sindical de trabajadores (sindicato) y, por el otro,
los grupos o entidades representativas de los empleadores (grupo de empleadores,
cámaras empresariales), y también el Estado como órgano de aplicación y control.
3) Derecho internacional
del
trabajo:
está
constituido
por
los
tratados internacionales
celebrados
entre
distintos
países —tratados
multinacionales— y esencialmente por los convenios y recomendaciones de la
Organización Internacional del Trabajo (OIT).
4) Derecho administrativo y procesal del trabajo: se ocupa del procedimiento
administrativo, esencialmente ante el Ministerio de Trabajo, en el que actúa como
veedor, mediador o árbitro en los conflictos individuales (p. ej., en Capital Federal el
Servicio de Conciliación Laboral Obligatoria —SeCLO—) y colectivos (conciliación y
arbitraje). También se refiere al procedimiento en la órbita judicial ante los tribunales
del trabajo, tanto respecto de conflictos individuales como colectivos.
2. Contenido
Si bien la relación de trabajo y la dependencia específica del trabajador son el eje
del derecho del trabajo —relación privada e individual entre trabajador y empleador—
se extiende a las relaciones colectivas en las que intervienen las asociaciones
profesionales de ambas partes y el Estado, adquiriendo especial importancia los
convenios colectivos de trabajo.
15
a) En cuanto al derecho individual del trabajo, la Ley de Contrato de Trabajo —
LCT— (ley 20.744, modificada por ley 21.297) constituye el cuerpo normativo
principal. Desde 2006 a 2018 se modificaron más de 15 artículos. Rige todo lo
atinente al contrato de trabajo, se haya celebrado en el país o en el exterior, mientras
se ejecute en nuestro territorio.
La LCT establece las condiciones mínimas de trabajo de todo contrato ejecutado
en el territorio argentino, sin que importe el lugar de celebración ni la nacionalidad de
las partes. Tal cual surge del art. 2º, LCT, están excluidos de su ámbito de aplicación
los dependientes de la Administración Pública nacional, provincial o municipal —
excepto que por acto expreso se los incluya en ella o en el régimen de convenios
colectivos de trabajo—. El personal de casas particulares está excluido conforme
el inc. b) del art. 2º, LCT, modificado por la ley 26.844 (BO del 12/4/2013), pero las
disposiciones de la LCT son aplicables si resultan compatibles y no se oponen a la
naturaleza y modalidades del régimen. Respecto de los trabajadores agrarios,
el inc. c) del art. 2º, LCT, modificado por la ley 26.727 (BO del 28/12/2011), dispone
que están excluidos los trabajadores agrarios, "sin perjuicio que las disposiciones de
la presente ley serán de aplicación supletoria en todo lo que resulte compatible y no
se oponga a la naturaleza y modalidades propias del Régimen de Trabajo Agrario". En
las actividades que tienen una regulación particular (estatuto especial o convenio
colectivo) opera como norma supletoria.
Desarrolla en su articulado los caracteres del contrato de trabajo, la forma, prueba
y objeto, las modalidades, los derechos y obligaciones del trabajador y del empleador,
la remuneración, el régimen de jornada y descanso, las suspensiones del contrato, las
distintas formas de extinción, el despido y las indemnizaciones.
También resultan trascendentes otras leyes, como la ley 11.544 de Jornada de
Trabajo; la ley 24.013, conocida como Ley Nacional de Empleo; la ley 24.467 de
PyMEs; la ley 24.557 de Riesgos del Trabajo y la reforma introducida por la ley 26.773
(BO del 26/10/2012) y la ley 27.348 (BO del 24/2/2017); la ley 25.323 (BO del
11/10/2000); la ley 25.345 (BO del 17/11/2000); y la Ley de Ordenamiento Laboral
25.877 (BO del 19/3/2004).
Asimismo, integran su contenido los denominados estatutos especiales, que son
leyes que rigen determinada actividad, por ejemplo, la ley 22.250 de Obreros de la
Construcción; la ley 14.546 de Viajantes de Comercio; la ley 12.981 de Encargados de
Casas de Renta, la ley 26.727 de Trabajo Agrario, la ley 26.844 del Personal de
Casas Particulares, etc. (ver capítulo "Estatutos especiales").
b) Respecto del derecho colectivo —que se ocupa esencialmente de las relaciones
de los sindicatos y los representantes de los empleadores, de los convenios colectivos
y de los conflictos—, las dos leyes fundamentales son: la ley 14.250 —modificada
por ley 25.877— de convenios colectivos de trabajo, y la ley 23.551 de asociaciones
sindicales; también resultan trascendentes la ley 14.786 de conciliación obligatoria,
la ley 23.546 (procedimiento para las negociaciones colectivas) y la Ley de
Ordenamiento Laboral 25.877 (BO del 19/3/2004).
16
3. Naturaleza jurídica
El derecho del trabajo es una parte del derecho privado integrado por normas de
orden público; esto se justifica por la desigualdad del poder negociador entre las
partes y la aplicación del principio protectorio: coexisten normas de derecho privado y
de derecho público. Doctrinariamente, se lo considera como derecho público, derecho
privado e, incluso, como un derecho mixto.
Resulta indudable que en materia de derecho individual prevalece el orden público,
por lo cual cabe afirmar que se trata de un derecho privado limitado por el orden
público laboral.
4. Caracteres
El derecho del trabajo presenta los siguientes caracteres:
1) Es un derecho dinámico: se trata de un derecho en permanente formación y en
constante evolución. Constantemente se discuten proyectos de reformas de
distintos institutos de esta rama del derecho, tanto en el aspecto individual como
colectivo.
2) Es un derecho de integración social: sus principios y normas —principio
protectorio, de irrenunciabilidad, normas de orden público, limitación de la autonomía
de la voluntad— obedecen al interés general y se vinculan con la realidad social.
3) Es profesional: se ocupa del hombre por el hecho del trabajo.
4) Es tuitivo: protector, tutelar del trabajador que es la parte más débil en la
relación laboral; el derecho del trabajo parte del presupuesto de que no existe un pie
de igualdad entre las partes, es decir que no hay paridad en el cambio.
5) Es un derecho especial: se aplican las normas de derecho del trabajo sobre las
del derecho civil, que tienen carácter complementario o supletorio y pueden ser
aplicadas en tanto no estén en pugna con el principio protectorio. Algo similar ocurre
con el derecho procesal del trabajo: en el ámbito de la Capital Federal rige la ley
18.345 —reformada por la ley 24.635 (BO del 3/5/1996)— y solo se aplican las
normas del Cód. Proc. Civ. y Com. cuando una norma específica de la ley 18.345
(art. 155) así lo dispone.
6) Es autónomo: tiene autonomía científica, legislativa y didáctica que le permite
resolver motu proprio el objeto de la materia.
17
Obviamente, esa "independencia" no es absoluta ni se trata de un derecho
de excepción: la autonomía es relativa, ya que el derecho está interrelacionado entre
sus distintas partes.
El derecho forma una unidad sistemática, sin perjuicio de que sus distintas
ramas —como el derecho del trabajo— tengan contenidos propios. Sus fuentes (p. ej.,
los convenios colectivos) y sus principios (p. ej., el protectorio y el de
irrenunciabilidad), también son distintos de los de otras ramas y sirven para justificar
su autonomía.
5. El carácter protectorio. El orden público laboral
El derecho del trabajo es tuitivo; al no existir igualdad entre las partes, protege al
trabajador, que es la parte más débil en la relación de trabajo. Es decir que mientras
los empleadores tienen recursos suficientes para imponer determinadas condiciones,
los trabajadores solo cuentan con su fuerza (capacidad) de trabajo.
Nace así el principio protectorio que está enunciado expresamente en el art. 9º,
LCT, pero cuya esencia se observa en toda la LCT y las demás normas laborales. La
protección legal consagrada no reviste sentido clasista: está fijada en el art. 14 bis,
CN, que dispone que "el trabajador en sus diversas formas gozará de la protección de
las leyes". Su fundamento es la desigualdad en el poder negociador entre trabajador y
empleador.
El Cód. Civ. y Com. impacta en el derecho del trabajo e incide en la interpretación
de alrededor de 70 artículos de la LCT. Algunos que adoptan conceptos del derecho
civil (arts. 7º, 12, 13, 14, 21, 26, 29, 30, 31, 41, 42, 43, 44, 68, 76, 87, 124, 129, 228,
229, 247), otros que tienen incorporadas en forma directa reglas del derecho civil
(arts. 24, 95, 97 y 257) y aquellos que remiten a disposiciones del derecho común
(arts. 32, 34, 35, 45 a 49, 57, 63, 137, 262, 263).
Para algunos autores el nuevo Código equipara a las normas del orden público
laboral con las normas de orden público del derecho civil y comercial. Ello en
la inteligencia de que el orden de prelación de las normas establecido en los arts. 963
y 1709, pone en pie de igualdad las normas laborales con las civiles y comerciales,
con lo cual quedaría seriamente conculcado el orden público laboral tal cual rigió
históricamente en nuestra disciplina. Desde esta perspectiva, el orden público laboral
aparecería debilitado en relación con las normas indisponibles del derecho civil y
comercial, que apunta a proteger valores jurídicos diferentes a los derechos de los
trabajadores.
Sin embargo, aun cuando puedan interpretarse como regresivas algunas normas
respecto de la protección del trabajador, el art. 963, Cód. Civ. y Com. se refiere a los
contratos civiles y comerciales, no así a los contratos laborales, que están regidos por
una ley especial, nuestra LCT y demás leyes que regulan específicamente la materia.
Además, las normas protectorias y los principios del derecho del trabajo siguen
18
vigentes, el Cód. Civ. y Com. tiene el mismo rango en el orden de prelación que la
LCT y, en definitiva, servirá de filtro para la aplicación del Cód. Civ. y Com.
Con lo cual, no habrá de modificarse en esencia la interpretación en este aspecto,
en la cual tendrán un rol preponderante los pronunciamientos que dicten los jueces
laborales, ya que la aplicación del derecho civil —que tiene carácter supletorio— está
sujeta a que resulte compatible con el derecho del trabajo —que es el derecho
especial—.
De allí que es válido reiterar en materia de orden público lo que se ha analizado
desde los inicios de nuestra disciplina. Para lograr equiparar la relación laboral, la ley
impone a las partes, con carácter de orden público, un mínimo de
condiciones inderogables. No se suprime la autonomía de la voluntad (art. 1197, Cód.
Civil y arts. 958, 959, 962 y 2651 Cód. Civ. y Com.), sino que se la limita hasta donde
resulte necesario para cumplimentar sus fines. Esto significa que el empleador puede
contratar a un trabajador libremente: impone los requisitos que estime necesarios para
cubrir el puesto de trabajo y contrata a la persona que, según su parecer, los
cumplimenta.
Pero el orden público laboral implica que en la relación laboral el empleador debe
respetar las condiciones mínimas establecidas en la LCT, o —en su caso— en el
convenio colectivo aplicable: el empresario puede pactar con el dependiente
condiciones más favorables para el trabajador pero no más perjudiciales. Por lo tanto,
no se limita la libertad de contratación, sino que una vez concretada la relación, sus
condiciones deben subordinarse a las normas ineludibles que constituyen el orden
público laboral.
Estas normas son inmodificables por las partes en sentido negativo: se produce
una limitación de la autonomía de la voluntad y se establece un mínimo de garantía
social con carácter necesario e imperativo.
El concepto de orden público es uno de los más difíciles de precisar. Para Salvat el
orden público resulta de un conjunto de principios de orden superior, políticos,
económicos, morales y algunas veces religiosos, a los cuales una sociedad considera
estrechamente vinculada la existencia y conservación de la organización establecida:
por ejemplo, la separación de los distintos poderes que ejerce el gobierno, la
libertad individual, la propiedad, etcétera.
Con posterioridad, Llambías se alineó en el mismo sentido al sostener que "se
denomina orden público al conjunto de principios eminentes —religiosos, morales,
políticos y económicos— a los cuales se vincula la digna subsistencia de la
organización social establecida"(1).
De la Fuente lo define como la institución de que se vale el ordenamiento jurídico
para defender y garantizar, mediante la limitación de la autonomía de la voluntad, la
vigencia inexcusable de los intereses generales de la sociedad, de modo que siempre
prevalezcan sobre los intereses particulares(2).
19
Álvarez, luego de señalar las grandes confusiones que generaba el concepto de
orden público en el derecho civil del siglo XIX, agrega que la única coincidencia que
se tuvo acerca del orden público es que no se puede definir. Pasaba como con la
frase de San Agustín y el tiempo: si no me lo preguntan lo sé y si me lo preguntan lo
ignoro.
Por ello los civilistas se pusieron de acuerdo en que el orden público se debe
definir solo por sus efectos, que son tres.
El primero es la territorialidad y la extraterritorialidad. Se decía: "el orden público es
como una aduana", ya que "nada puede entrar o salir".
El segundo es la retroactividad e irretroactividad (art. 3º, Cód. Civil derogado y art.
7º del Cód. Civ. y Com.).
El tercero, y más importante, es el límite a la autonomía de la voluntad; de ahí que
el orden público sea lo que no está en ella, sea un límite al contractualismo (3).
El orden público es un concepto cambiante, ya que se refiere a intereses que el
legislador considera esenciales en la sociedad en un momento determinado y que
deben ser protegidos; depende de las circunstancias sociales y económicas y del
modelo de relaciones laborales adoptado.
Es relativo cuando sus efectos se limitan a producir la imperatividad de la norma o
bien solo la irrenunciabilidad de los derechos (efectos menos intensos); mientras que
es absoluto cuando se generen en conjunto tanto la imperatividad como la
irrenunciabilidad (efectos más intensos)(4).
Llevado al ámbito del derecho del trabajo, el orden público tiene carácter de
absoluto cuando la ley se impone sobre la autonomía colectiva y sobre
la autonomía individual; ampara el interés general de la sociedad por sobre el interés
de los grupos o de los particulares, creando un ámbito reservado solo a la ley. En
cambio, es relativo cuando la ley o el convenio colectivo ceden ante los mejores
derechos del trabajador, que emanan, por ejemplo, de un contrato individual de
trabajo.
Como apuntan Hierrezuelo y Núñez, desde los albores mismos de nuestra
disciplina, y como mecanismo para restablecer y mantener el equilibrio del contrato
frente a la manifiesta disparidad negocial que existe entre ambas partes del sinalagma
laboral, el derecho del trabajo ha contado y cuenta con dos herramientas jurídicas,
cuyo rasgo tipificante es restringir la autonomía de la voluntad, imponiendo
imperativos mínimos que deben ser respetados por las mismas.
Estas técnicas jurídicas la constituyen, por un lado, el intervencionismo estatal, que
se evidencia a través de una serie de normas coactivas, que regulan distintos
aspectos de la relación individual; y por el otro, el reconocimiento de las autonomías
colectivas, cristalizado en la gran cantidad de convenios colectivos que fijan, entre
otras materias, condiciones de trabajo que las partes deben respetar, que reducen
20
aún más el margen de discrecionalidad de los contratantes, en especial, del
empleador(5).
Ambas técnicas jurídicas conforman el orden público laboral, es decir, el conjunto
de normas de carácter imperativo que forman un piso mínimo inderogable in pejus y
que debe ser respetado por las partes individuales, o, en otros términos, el conjunto
de normas imperativas (de ley o de convenio colectivo) que se imponen a la voluntad
de las partes en tanto estas no establezcan condiciones más favorables al trabajador.
Es un marco heterónomo, ajeno y cambiante, que debe ser respetado por las partes
del contrato.
6. Diferencias con el derecho común y relación con otras ciencias
Las diferencias más notorias que se observan entre el derecho del trabajo y el
derecho civil y comercial son las siguientes:
El derecho común es un derecho individualista y patrimonialista y parte de la base
de la igualdad de las partes, rigiendo el principio de la autonomía de la voluntad con
las salvedades apuntadas anteriormente.
En cambio, el derecho del trabajo es humanista y colectivista; protege al trabajador
y vela por la dignificación del trabajo humano y su bienestar; parte de la premisa de
que el trabajador es el más débil de la relación y limita el principio de la autonomía de
la voluntad. Se vincula estrechamente con otras ramas del derecho, como el derecho
civil —capacidad de las personas, formación de los contratos— y el comercial —
concursos y quiebras—.
También se relaciona con otras ciencias, entre ellas:
— la sociología, que explica la importancia de la empresa, los sindicatos, la huelga
y las relaciones colectivas;
— la economía, en la inteligencia de que capital y trabajador tienen igual
importancia;
— la medicina, ya que en ella se basó para limitar la jornada de trabajo, fijar
vacaciones, descansos semanales, medidas preventivas contra accidentes y
enfermedades;
— la psicología, en las pericias, análisis del carácter y gustos del trabajador;
— la ergonomía, que busca la adaptación del hombre al trabajo y su medio
para aumentar el rendimiento;
21
— la ingeniería, en las pericias, estudio del ámbito de trabajo, ruidos, máquinas y
elementos de seguridad;
— las ciencias exactas, en las pericias, determinación de salarios y análisis de los
libros de la empresa.
III. PERSPECTIVAS DE LAS RELACIONES LABORALES:
DESARROLLO ECONÓMICO CON PROTECCIÓN SOCIAL
1. Introducción
Se han producido en los últimos tiempos importantes cambios que impactaron en
las relaciones laborales, como consecuencia de transformaciones sociales, políticas y
económicas y de los avances tecnológicos, especialmente en lo concerniente a
la información y comunicación. Se ha pasado así de modelo fordista a sistemas de
organización del trabajo más complejos.
Si bien se debe reconocer la evidente relación entre economía y relaciones
laborales, estando en juego derechos humanos esenciales, es claro que el derecho
del trabajo debe impedir que se conculquen derechos alimentarios que están
protegidos constitucionalmente y por el derecho internacional del trabajo.
Se observó una involución de los principales institutos del derecho del trabajo en
contra de las constituciones sociales. Se produjo un desplazamiento del sujeto
protegido; los trabajadores fueron resignando derechos y, en muchos países, estos se
han ido concentrando en las grandes empresas, que se erigieron en el nuevo objeto
de protección.
El trabajo humano en el mundo —como en varios momentos de la historia— no es
valorado adecuadamente, y en los hechos (aunque no en las declamaciones) vuelve a
transformarse en mercancía, en un factor más de la producción. Se advierte que así
como el derecho del trabajo surgió para evitar la explotación del trabajo humano ante
una situación social grave a fines del siglo XIX y comienzos del XX, la desregulación
de esa protección produjo una nueva cuestión social en las últimas décadas del siglo
pasado: la exclusión.
No hay que olvidar que el derecho del trabajo es dinámico y está en constante
evolución; se trata de un derecho de integración social, ya que sus principios y
normas obedecen al interés general y se vinculan con la realidad social.
Como mecanismo para restablecer y mantener el equilibrio del contrato cuenta con
dos herramientas jurídicas, cuyo rasgo tipificante es restringir la autonomía de la
22
voluntad, imponiendo imperativos mínimos que deben ser respetados por ellas:
el intervencionismo estatal y el reconocimiento de las autonomías colectivas, técnicas
jurídicas que conforman el orden público laboral y tienen por finalidad equilibrar la
relación de disparidad entre empleador y trabajador.
También opera como límite la irrenunciabilidad de los derechos y las restricciones
a las facultades de organización, dirección y disciplinarias del empleador, la búsqueda
para evitar el fraude y preservar la vigencia del contrato de trabajo al establecer la
nulidad de todo contrato en el cual se haya procedido con simulación o fraude,
aparentando normas contractuales no laborales, interposición de personas o de
cualquier otro medio.
2. Argentina: flexibilización de las relaciones laborales en el período
1991-2001
Hasta hace algún tiempo algunos sectores afirmaban que para generar empleo y
reducir el desempleo (y subempleo) y el trabajo precario (y no registrado) y obtener
mayor productividad y crecimiento económico se debían "flexibilizar/desregular" las
relaciones laborales y bajar el llamado "costo laboral".
Ello en el entendimiento de que ese objetivo no se podía lograr manteniendo el
grado de protección fijado en la legislación laboral, y establecían una suerte de
vinculación causal entre estos factores y el derecho laboral, relegando la influencia del
sistema económico a un segundo plano.
Sostuve
que,
por
ejemplo,
se
defendió
la
llamada flexibilidad
laboral o desregulación normativa, que se desarrolló mediante reformas legislativas
desde 1991 en sus tres manifestaciones.
— La flexibilidad en la organización productiva, con la extensión a distintas
actividades de la polivalencia funcional, la multiprofesionalidad y la movilidad interna,
a través de la ley 24.013 (1991), que autorizó a las partes colectivas a debatir esa
temática e incorporarla a los convenios colectivos, y de la ley 24.467 (1995) relativa a
las pequeñas y medianas empresas, que hace referencia a la "redefinición de puestos
de trabajo y movilidad interna".
— La flexibilidad de entrada, con las distintas regulaciones del período de prueba
(entre 1995 y 2004) y las modalidades promovidas (contratos de tiempo determinado
con reducciones o exenciones de cargas sociales) creadas en 1991 (ley 24.013) y
1995 (ley 24.465) —derogadas en 1998 (ley 25.013)—, que se erigieron en un
aspecto importante de la precarización laboral.
— La flexibilización de salida, con un nuevo régimen indemnizatorio creado en
1998 (ley 25.013) —derogado en 2004 (ley 25.877)— que redujo drásticamente
las indemnizaciones de los trabajadores con menos de 2 años de antigüedad.
23
Las reformas legislativas en materia laboral producidas entre 1991 y 1999
flexibilizaron las relaciones laborales: la 24.013 creó las modalidades promovidas y la
disponibilidad colectiva (art. 25), la ley 24.465 sumó otro contrato promovido
e introdujo el período de prueba con disponibilidad colectiva y sin cargas sociales,
la ley 24.557 de Riesgos del Trabajo caracterizada por sus inconstitucionalidades y
mezquindades, la 25.013 que "redujo" las indemnizaciones de los trabajadores de
menor antigüedad. Entre 2000 y 2001 las normas fueron esencialmente de carácter
fiscalista (ley 25.345 —arts. 15, 80 y 132 bis, LCT—, y resoluciones de la AFIP 899 y
943).
Hoy se ha comprendido que es el sistema económico el que destruye más puestos
de trabajo que los que produce, sumado a la sustitución de mano de obra por
tecnología (posibilidad técnica de producir con menos mano de obra): por ello, las
soluciones no se deben buscar en modificaciones in peius de la legislación laboral, a
la cual no debe endilgarse culpas que no tiene. Las últimas publicaciones de la OIT
descreen de la relación entre desregulación y empleo y sostienen que las reformas
flexibilizadoras no contribuyeron a generar empleo sino a deteriorar la calidad del
empleo restante.
También se ha entendido que no se trata de aumentar la cantidad de puestos (p.
ej., con formas precarias de contratación) sino que hay que hacer hincapié en la
calidad del empleo, es decir, generar trabajo decente como sostiene la OIT y reafirma
el art. 7º de la ley 25.877 (BO del 19/3/2004): empleos con ingresos regulares y
justos, condiciones de trabajo dignas, protección legal y seguridad social, para bregar
por la equidad social.
En definitiva, la realidad demostró que la flexibilización que llevó a la desprotección
no fue el medio adecuado para lograr el progreso social y produjo una nueva cuestión
social: la exclusión.
La Argentina —desde los inicios del siglo XXI— parece haber comprendido que
no existe necesariamente vinculación entre desregulación y generación de empleo y
que la legislación laboral no es la culpable de los problemas socioeconómicos del
país. Para ello debió sufrir la experiencia de bajar los niveles de protección mediante
reformas flexibilizadoras producidas en la década de los noventa, que no solo no
contribuyeron a generar empleo sino que deterioraron la calidad del empleo restante y
precarizaron las condiciones de trabajo.
En efecto, en las décadas de los ochenta y los noventa algunos sectores
sostuvieron que para generar empleo y reducir el desempleo (y subempleo) y el
trabajo precario (y no registrado) y obtener mayor productividad y crecimiento
económico se debía "flexibilizar/desregular" las relaciones laborales y bajar el llamado
"costo laboral". Ello en el entendimiento de que ese objetivo no se podía lograr
manteniendo el grado de protección fijado en la legislación laboral, y establecían una
suerte de vinculación causal entre estos factores y el derecho laboral, relegando
la influencia del sistema económico a un segundo plano.
24
Durante la década de los noventa en Argentina, mediante reformas legislativas, se
aplicó en forma práctica la llamada flexibilidad laboral o desregulación normativa en la
organización productiva (con la extensión a distintas actividades de la polivalencia
funcional, la multiprofesionalidad y la movilidad interna), en el ingreso (con las
diferentes regulaciones del período de prueba y los contratos de tiempo determinado
con reducciones o exenciones de cargas sociales) y en el egreso (con un nuevo
régimen indemnizatorio que redujo los montos a los trabajadores con menor
antigüedad).
El devenir de la legislación y parte de la jurisprudencia de esa época, la
flexibilización, la errante política laboral y las consecuencias en la situación social y en
los derechos de los trabajadores, hace trascendente que se recuerden e internalicen
los elementos estructurales del derecho del trabajo —la hiposuficiencia del trabajador,
la desigualdad preexistente y la necesidad de protección—, a fin de propender a
que experiencias tan negativas no vuelvan a repetirse.
Recién en los primeros años de este siglo se produce un regreso a la esencia de
los valores del derecho del trabajo a través de modificaciones a la legislación laboral
que también encuentran eco en la jurisprudencia de la Corte Suprema de Justicia de
la Nación y la mayoría de los tribunales laborales, adquiriendo la figura del Juez un
valor preponderante. Se hace hincapié en el respeto irrestricto a las normas
constitucionales y supralegales, se retoma los principios del derecho del trabajo y el
eje vuelve a ser el hombre y no el mercado.
Se ha entendido también que es el sistema económico es el que destruye más
puestos de trabajo que los que produce (sumado a la sustitución de mano de obra por
tecnología) y que no se trata de aumentar la cantidad de empleo con formas precarias
de contratación sino que se debe priorizar la calidad del empleo y propender a
generar trabajo decente.
Resulta paradójico memorar que a principios del siglo XIX Argentina estaba a la
par de Australia y Canadá, que eran tierras de promisión a las que acudían en
masa inmigrantes de todo el mundo. Estos países —según informes de las Naciones
Unidas— ocupan los primeros lugares con Noruega, Suecia, Dinamarca y EE.UU.
sobre desarrollo humano.
3. El regreso al derecho laboral clásico
Desde 2002, se produce un punto de inflexión en la legislación laboral,
resultando auspiciosas las últimas modificaciones, en las que se observa un regreso a
la esencia de los valores del derecho del trabajo.
Por ejemplo, en 2002 —etapa caracterizada por la crisis económica general, la
emergencia y la crítica situación social— se reforzó la estabilidad y se castigó el acto
antisocial de despedir sin causa, fijando temporariamente los puestos de trabajo
e incrementando la indemnización en caso de incumplimiento (art. 16, ley 25.561 de
25
enero de 2002 y decretos que prorrogaron su vigencia). En igual sentido, la ley
25.877 (marzo de 2004) propende al empleo decente, mejora la regulación del
período de prueba (3 meses con preaviso —o de no otorgarse indemnización
sustitutiva—) y unifica las disposiciones relativas a la extinción e indemnizaciones, del
mismo modo que distintas disposiciones posteriores.
También desde 2004 se produce un cambio trascendente en la jurisprudencia
sobre derecho del trabajo de la Corte Suprema de Justicia de la Nación: se hace
hincapié en el respeto irrestricto a las normas constitucionales y supralegales, se
retoma los principios del derecho del trabajo y el eje vuelve a ser el hombre y no el
mercado (entre otros, fallos "Vizzoti" —del 14/9/2004— y "Aquino" —del 21/9/2004—).
Al respecto, resultan paradigmáticos los fundamentos del fallo de la CS "Vizzoti,
Carlos A. c. AMSA SA s/despido", cuando afirma que no son las leyes del mercado el
modelo al que deben adecuarse las normas laborales, porque no debe ser el mercado
"el que someta a sus reglas y pretensiones las medidas del hombre, ni el contenido ni
alcance de los derechos humanos". Es el mercado "el que habrá de adaptarse a los
moldes de la Constitución y del derecho internacional de los derechos humanos".
Considera que "no se puede consentir que la reglamentación del derecho del trabajo
reconocida por la Constitución Nacional, aduciendo el logro de supuestos frutos
futuros, deba hoy resignar el sentido profundamente humanístico y protectorio del
trabajador que aquella le exige. Ello implicaría, dice la Corte, invertir la legalidad que
nos rige como Nación organizada y como pueblo esperanzado en las instituciones,
derechos, libertades y garantías que adoptó a través de la Constitución Nacional".
4. La situación social como elemento disciplinador de las relaciones
laborales
De todos modos, la situación socioeconómica —sustancialmente mejor que en
2002— pero caracterizada todavía por un importante porcentaje de trabajo precario y
no registrado en documentación laboral —cercano al 33%— e índices aun elevados
de pobreza, motivan que el trabajador tenga mayor necesidad de protección, ya que la
debilidad está del lado del que se siente compelido por la necesidad de trabajar.
En el primer trimestre de 2019 sobre una población algo mayor a los 40 millones
de habitantes, más de 3,5 millones de trabajadores tienen problemas de empleo
(entre desocupados y subocupados), alrededor de 4 millones de trabajadores no
registrados y los índices de pobreza son elevados, alcanzando a la tercera parte de
los argentinos.
Particularmente, la falta de registración es un disvalor que se proyecta en todo el
orden social, produciendo evasión fiscal y previsional, competencia desleal con los
empleadores que cumplen sus obligaciones y descenso de ingresos a los sindicatos
por falta de pago de las cuotas sindicales. Las condiciones del trabajador no
registrado son de total desprotección: no está cubierto por la legislación laboral ni de
la seguridad social y carece de cobertura médico asistencial para él y su familia (no
26
tiene derecho al cobro de salario familiar, seguro de desempleo ni accidentes de
trabajo).
En este contexto, la situación socioeconómica opera como elemento flexibilizador y
disciplinador de las relaciones laborales: existe una "flexibilización de hecho" de la
legislación laboral ante el temor a la extinción del contrato. Ejemplo de ello son el uso
abusivo del ius variandi, la violación al principio de irrenunciabilidad, el no pago de
horas extras, etcétera.
En un régimen de protección contra el despido arbitrario con estabilidad
impropia —cuya consecuencia práctica es la libertad de despido a cambio de una
reparación conocida de antemano de daños y perjuicios tarifados— y la inexistencia
de una acción de reinstalación que obligue al empleador a mantener las condiciones
de trabajo, el empleador puede evaluar según su conveniencia y analizando el costo
laboral y económico si despide al dependiente o mantiene las condiciones de trabajo.
Por el contrario, el trabajador por temor a la extinción del contrato o al cierre de la
empresa —ante la posible pérdida de su fuente de ingresos y el fantasma de la
desocupación— consiente la adopción de medidas —tácita o incluso expresamente—
que violan sus derechos laborales: compelido a aceptar —p. ej.— decisiones que
implican nuevas condiciones de trabajo, aun cuando resultan arbitrarias.
CAPÍTULO II - HISTORIA DEL DERECHO DEL TRABAJO. PERSPECTIVAS DE LAS
RELACIONES LABORALES
I. EL TRABAJO A LO LARGO DE LA HISTORIA
En la evolución histórica del trabajo humano cabe distinguir dos épocas que
resultan claramente diferenciables. El punto de inflexión lo marcó el movimiento
social-económico de carácter mundial denominado "Revolución Industrial", con el cual
comienzan a aparecer las prestaciones laborales en relación de dependencia y por
cuenta ajena.
Como consecuencia de ello, a la primera etapa evolutiva se la denomina
"preindustrial", entendiendo por tal al período que corre desde las prestaciones
rudimentarias de la Roma clásica hasta la aparición de los primeros
emprendimientos industriales del siglo XVIII. En este período no existen relaciones
laborales como las conocidas actualmente, sino meras prestaciones rudimentarias.
27
A la segunda etapa se la designa "industrial" propiamente dicha, por cuanto en ella
hay que incluir las distintas formas de prestación laboral que se han ido verificando
desde la revolución industrial hasta hace algunos años.
Finalmente, en los últimos años ha surgido una tercera etapa que se puede llamar
"posindustrial" y que presenta características propias. A partir de la década del 70, se
va conformando un nuevo orden económico y político —"posindustrial"—.
Esta etapa se caracteriza por los siguientes factores: la informatización, la
robotización, la electrónica aplicada, la automatización de los procesos de producción
y la búsqueda de la eficiencia y el bajo costo. Se materializa en los procesos de
globalización, flexibilización laboral y precarización del empleo, que serán analizados
en el capítulo "Política social. Derecho laboral en el siglo XXI".
Previo a analizar las dos primeras etapas, a modo de síntesis —y sin remontarse a
la historia antigua— se puede ubicar los hechos que dieron nacimiento al derecho del
trabajo en la segunda mitad del siglo XVIII, que enmarca la llamada Revolución
Industrial.
Sin embargo, debe tenerse en cuenta que el capitalismo como fenómeno tiene
raíces muy anteriores, siendo corriente a lo largo de los tiempos y encontrándose en
la mayoría de las culturas y países.
En Europa Occidental, por ejemplo, la alta burguesía monopolizó desde su origen
la administración de las villas, y durante los siglos XII y XIII un patriciado reclutado
entre los mercaderes más notables había asumido en todas partes el gobierno
municipal.
A medida que se fueron revelando las evidentes deficiencias de un sistema que
dejaba la reglamentación de la gran industria en manos de quienes, por el hecho de
vivir de sus utilidades, se sentían naturalmente impulsados a reducir al mínimo la
parte correspondiente de los trabajadores, estos comenzaron a manifestar su
disconformidad a través de manifestaciones de diversa índole, entre las que se
encontraron las primeras huelgas en el seno del ramo textil.
En el siglo XVIII las transformaciones producidas con la Revolución Industrial
fueron revelando las deficiencias del sistema, por lo cual los trabajadores comienzan a
organizar la defensa de sus intereses, mediante la unión entre ellos mismos, con la
finalidad de obtener cambios que les fueran favorables. Los Estados debieron
avenirse a estos hechos, limitando la autonomía individual mediante la ley, al menos
en los casos más graves, como, por ejemplo, la protección de niños y mujeres, la
limitación de la jornada y la protección de los infortunios laborales.
Comienza a formarse así el derecho del trabajo, que como rama autónoma del
ordenamiento jurídico aparece en el siglo XX, acuñado en el texto de la Constitución
de la Organización Internacional del Trabajo, donde se consigna que "el trabajo no es
una mercancía" y que "la libertad de asociación es esencial para el progreso
constante".
28
Es en dicho marco histórico donde esta nueva clase (los obreros de fábrica),
comienza a perfilarse como grupo socialmente dominante, luego de los campesinos y
sirvientes todavía invisibles y sin organización, en contraste con los primeros.
A mediados del siglo XX los obreros industriales se habían convertido en el grupo
más numeroso en todos los países desarrollados, incrementando sus ingresos y
beneficios complementarios, pero también su poder político, lo que contribuyó a que
campesinos y sirvientes pasaran también al empleo industrial.
En los años que van desde 1970 a 1990 se observa un fenómeno paradojal:
se incrementa la producción industrial pero los trabajadores industriales no aumentan
en número, sino que disminuyen, duplicándose en cambio en sectores no industriales.
Este proceso, fruto de diversos factores, contribuyó a que al iniciarse la última
década del siglo XX, tanto los obreros industriales como sus sindicatos disminuyeran
en número y en participación.
Las nuevas modalidades de trabajo y tecnologías provocaron una revolución en
cuanto al modo en que se organiza el trabajo en los diferentes ámbitos: la tecnología
de la automatización ya no requiere gran cantidad de trabajadores sino solo un
puñado de personas que ni siquiera deben estar unas al lado de las otras para poder
comunicarse; y las microtecnologías permiten muchas veces que las máquinas o
herramientas de trabajo estén en cualquier lugar, con lo cual el trabajo comienza a
desplazarse hacia la persona, y no a la inversa (fenómeno del teletrabajo).
Para entender cómo juega el derecho del trabajo en estos tiempos debe centrarse
la atención en lo que Drucker denomina "trabajadores del saber", dependientes de
una organización superindustrial, pero al mismo tiempo dueños de los medios de
producción, esto es, su saber. En la sociedad de los empleados del saber, estos y los
medios de producción son interdependientes.
1. Primera época: las prestaciones laborales "preindustriales"
El primer antecedente de prestación en esta época es la que realizaban los
primitivos romanos cuando llevaban a cabo una locación de servicios o locatio
conductio operarum. Cabe recordar que solo los ciudadanos romanos —como
hombres libres— podían realizarlas.
Al contrario, las prestaciones de los esclavos no pueden ser entendidas como
laborales, ya que no eran considerados por el derecho romano personas sino cosas u
objetos, y como tal, carecían de libertad; la relación entre dador de trabajo y
beneficiario era de dominio.
Con el tiempo se fue restringiendo el poder absoluto del señor, mejorando la
condición del esclavo (podía llegar a comprar su libertad, o a adquirirla por voluntad
del señor —manumissio—, o por disposición de la ley, etc.). Los esclavos eran parte
29
del "inventario" de un predio urbano o de un fundo rural y les estaba vedada cualquier
actividad libre de tipo creativo.
El trabajo de los esclavos era un elemento fundamental del sistema social clásico,
el cual puede ser conceptualizado como "sistema esclavista de producción". No se
debe olvidar que la fuente principal de suministro de esclavos era la guerra, y los
últimos doscientos años de vida del Imperio Romano fueron épocas de crisis general
de la producción, caracterizadas por la decadencia de las costumbres y de la
civilización romana.
Con la caída del Imperio Romano y la estructura de la nueva sociedad medieval,
las prestaciones que antes efectuaban los esclavos —trabajo esclavista— fueron
trasladadas a los siervos de la gleba, mientras que las que hasta entonces venían
desarrollando los romanos libres fueron asumidas por los artesanos.
Los nuevos siervos —herederos de los primitivos esclavos del mundo clásico—
continuaron
desarrollando
las tareas encomendadas
por
sus
amos de
manera infrahumana, ya que seguían siendo considerados como cosas y no como
personas o sujetos de derecho. Estos siervos, que en su mayoría realizaban tareas de
siembra y cosecha, eran parte inescindible de los fundos de los señores feudales para
los cuales trabajaban.
Solo a manera de rudimentaria contraprestación era permitido a los siervos
conservar una pequeña porción de lo obtenido del suelo para su subsistencia y la de
su familia. La sociedad medieval era una organización de estamentos y clases,
dominada por el clero y la nobleza. Los campesinos quedaban excluidos de cualquier
derecho de carácter político y estaban —por su condición de siervos— anexados a la
tierra del señor para el cual trabajaban, conformando lo que se podría llamar una
"economía natural".
El sistema de las prestaciones, tal como se venía pactando desde la antigüedad
clásica en su doble dimensión esclavo-hombre libre, no varió demasiado durante la
Edad Media y los comienzos de la modernidad.
En efecto, pese a los avances científicos y al desarrollo intelectual y artístico de la
humanidad que se verificaron entre los siglos X y XVIII, no se produjo un cambio
trascendente en el ámbito del trabajo humano, donde seguían laborando los hombres
libres y los esclavos con la misma división de tareas y la misma construcción
retributiva heredada de la Roma antigua.
En cuanto a la duración de la jornada de trabajo, las leyes de Manú (año 1280 a.
C.), establecían el trabajo de sol a sol: se trabajaba mientras duraba la luz, y estaba
limitado el trabajo nocturno, que era considerado perjudicial.
En esta época cabe observar tres etapas bien diferenciadas:
a) La antigua (hasta el siglo X): caracterizada por el trabajo esclavista, por
las industrias familiares y por el agrupamiento de los artesanos en colegios.
30
b) La medieval (siglos X a XV): las comunas se liberan de la tiranía feudal y
comienzan a aparecer —y luego a afianzarse— los gremios de practicantes de oficios
y las corporaciones.
c) La monárquica (siglos XVI a XVIII): los monarcas, reforzados en su poder tras la
decadencia y disolución del sistema feudal, trataron de desarrollar algún tipo
de industria rudimentaria y emitieron reglamentaciones para los gremios.
2. Segunda época: las prestaciones laborales de la etapa industrial
Hacia fines del siglo XVIII, tanto la Revolución Francesa como la Revolución
Industrial transformaron de manera definitiva las estructuras sociales y las formas
tradicionales de prestación laboral.
En efecto, con la aparición de las primeras máquinas, de la consecuente
producción en serie y de la iluminación de gas de carbón —que permitía el trabajo
nocturno—, comienza una etapa de "industrialización", en la cual se verificó una
mutación de los típicos papeles de artesano-vasallo-propietario hasta lo que hoy se
conoce como obrero-empleador.
A diferencia de lo que ocurría en las etapas anteriores, en las cuales el fundo o el
pequeño taller eran el eje absoluto de la vida del trabajador —ya que allí no solo
trabajaba, sino que además vivía junto con su familia—, en la etapa industrial los
obreros comenzaron a desplazarse en movimientos migratorios internos para
asentarse en las típicas aglomeraciones suburbanas que fueron naciendo alrededor
de las fábricas que se iban instalando.
El hacinamiento que se fue produciendo en los suburbios de las grandes ciudades
y, como consecuencia de ello, el exceso de mano de obra ofrecida a cada
establecimiento fabril, originaron nuevas relaciones de abuso, en las cuales el
empresariado naciente sometió a sus obreros a condiciones infrahumanas de labor.
En cuanto a la jornada, el trabajo era realizado esencialmente de día y se
descansaba el sábado o el domingo por razones religiosas. Las jornadas de trabajo
eran extenuantes, ya que se extendían hasta 16 horas diarias; solo a fines del siglo
XVIII, en Inglaterra, se redujeron a 12 horas, y a fines del siglo XIX se intentaba
reducirlas a 10 horas.
Las primeras leyes sobre la jornada datan de la mitad del siglo XIX en Inglaterra,
Francia y Australia. Sin embargo, la jornada de 8 horas diarias y 48 semanales, a
nivel internacional, fue establecida luego de la finalización de la Primera Guerra
Mundial en el Tratado de Versalles, que creó la Organización Internacional del Trabajo
(1919). En la Argentina se legisló sobre la jornada de trabajo en la ley 11.544, que
data de 1929 y rige actualmente.
31
El trabajo, en la primera mitad del siglo XIX, se caracterizó por
jornadas extenuantes en lugares carentes de seguridad e higiene, el trabajo de niños
de corta edad y mujeres en cualquier actividad, la exigua retribución salarial y
la inexistencia de los descansos hebdomadarios.
Esta nueva concepción del trabajo, en un marco de maquinismo y de liberalismo
político y económico, trajo como consecuencia la conformación de una construcción
que presentaba las siguientes características: 1) la aplicación al trabajo de una
energía distinta de la del hombre; 2) la propiedad de los medios de producción y la
apropiación del producto del trabajo por los patrones; 3) el trabajo por cuenta ajena y
asalariado, aunque de manera insuficiente; 4) la producción en gran escala y
estandarizada; 5) la concentración industrial; 6) la división del trabajo; 7) la formación
de monopolios y sindicatos; 8) la disociación entre los factores de la producción; 9) la
división de la sociedad en clases; 10) el antagonismo profundo entre los patrones
como elementos fundadores de una nueva forma de capitalismo y los trabajadores,
que comenzaban a considerarse como una verdadera "clase".
Como corolario de lo expuesto, se puede afirmar que hacia fines del siglo XVIII y
comienzos del XIX la situación de los trabajadores fue peor que en cualquiera de las
épocas anteriores, ya que prácticamente se habían transformado en una
nueva expresión social de la esclavitud de los siglos pasados.
En tanto, con el advenimiento de la Revolución Industrial y el uso de las máquinas,
los accidentes y riesgos en el trabajo se multiplicaron. Comenzaron a producirse
muertes, mutilaciones y enfermedades originadas por el trabajo realizado en los
centros donde la Revolución Industrial se había asentado.
Este es el panorama que presentaba Europa a mediados del siglo XIX; era la
época de la consagración a ultranza del liberalismo económico y jurídico —siendo su
máxima expresión el "Código Napoleón" (Cód. Civil francés de 1804)— que
consagraba el principio de la autonomía contractual.
La necesidad de terminar con las altas tasas de mortalidad entre las mujeres,
niños y obreros en general, por un lado, y los socialistas utópicos y científicos, el
levantamiento de la Comuna de París (1848 y 1870) y los pensadores católicos
franceses de mediados del siglo XIX, por otro, conformaron un hecho social de
suficiente magnitud como para exigir una legislación que contemplara la siniestralidad
del trabajo.
Con la aparición de la doctrina de Josserand —que impuso la responsabilidad
objetiva— se logró dictar las primeras leyes sobre accidentes de trabajo. La
legislación inglesa toma en cuenta el riesgo que produce la industria, dejando a un
lado la culpa, y aparece la "teoría del riesgo". Este criterio es adoptado por la
legislación francesa, luego por la belga, y posteriormente se traslada a América.
La teoría de Josserand responsabiliza al dueño de un establecimiento por haber
generado el riesgo y repara el daño hasta determinado monto: la indemnización no
era integral, sino tarifada, lo cual fue aplicado a la mayoría de los países de Europa.
32
Pero la posición de Alemania —unificada por Bismarck— entre los años 1889 y 1890
fue consagrar los seguros obligatorios para supuestos de accidente, enfermedad,
muerte y otras consecuencias emergentes de los siniestros laborales.
En síntesis, en esta segunda época dominaba el sistema capitalista de producción,
que cobró fuerza en Francia con la disolución de las corporaciones y las regulaciones
y con la libertad de contratar, de comerciar y de trabajar. En 1776, el ministro Turgot
dispuso la abolición de las corporaciones, y en 1791 se votó la famosa Ley Chapelier,
que abolió de manera definitiva el sistema corporativo.
El régimen que estableció la Ley Chapelier implicaba cuatro facultades: 1) la de
establecimiento: toda persona, nativa o extranjera, podía instalar una empresa en el
territorio del país, sin otras restricciones que las de la policía; 2) la de acceso al
trabajo: desaparecido el régimen corporativo, el trabajo quedaba despojado de la
traba del aprendizaje; 3) la de elección de los procedimientos técnicos: todo productor
podía realizar su trabajo según la técnica que estimase correcto emplear; 4) la de libre
contratación: las condiciones de trabajo —jornadas, salarios, descansos, etc.—
quedaban liberadas a la voluntad de las partes contratantes.
El Cód. Civil francés de 1804 tradujo en sus normas estos principios y consagró
la autonomía de la voluntad. Equiparó las convenciones establecidas en los contratos
a la ley misma y dedicó a las relaciones de trabajo apenas dos artículos (el 1780 y el
1781): uno disponía que no se podía contratar servicios por tiempo determinado y el
otro daba prevalencia, en caso de controversia, a la afirmación del patrono. Como se
puede observar, ni el trabajo ni el trabajador tuvieron cabida en ese Código.
El Cód. Penal francés (sancionado en 1810), contenía disposiciones de carácter
laboral que, lejos de tener un fin protectorio, buscaban reprimir las manifestaciones
colectivas de reivindicación: las asociaciones profesionales y las coaliciones. Ambos
códigos expresan el más crudo liberalismo y el individualismo con que se nutrió la
Revolución Francesa.
3. La cuestión social: soluciones teórico-filosóficas
A esta delicada situación descripta de abusos y de avance desmedido del
capitalismo, se la conoce como cuestión social. Las soluciones para paliarla fueron
variadas y disímiles, ya que desde distintos ámbitos y posiciones teórico-filosóficas se
buscó interpretar y encausar el industrialismo hacia formas más humanas.
En la búsqueda de paliativos para la "cuestión social" cabe distinguir cuatro tipos
de soluciones teórico-filosóficas claramente diferenciadas tanto por su origen como
por sus fundamentos ideológicos: el liberalismo, el socialismo, el comunismo y la
Doctrina Social de la Iglesia.
a) Liberalismo. Esta doctrina, nacida de la conceptualización teórica de Adam
Smith y propuesta en su obra Investigación acerca de la naturaleza y las causas de la
33
riqueza de las naciones, propone la regulación natural de las relaciones sociales
nacidas del nuevo industrialismo. Es decir que propugna la normalización paulatina
"sin intervención de ente alguno" de las relaciones obrero-patrono.
El liberalismo es antiintervencionista por definición, ya que Smith postula que
cualquier regulación conspira contra las leyes naturales de la división del trabajo, de la
moneda y de la oferta y la demanda.
Para esta doctrina, el Estado solo debe limitarse a preservar el discurrir normal de
dichas leyes naturales, removiendo —aun de manera coercitiva, si fuera necesario—
los obstáculos que puedan presentarse. De allí que a la concepción liberal del Estado
se la caracteriza como Estado gendarme.
b) Socialismo. El primero de los teóricos socialistas que expuso sus ideas acerca
de la imposibilidad de la existencia de la armonía espontánea y natural de las
relaciones sociolaborales, de que hablaba Smith fue Sismondi.
Considera que la abstención gubernamental no tiene razón de ser, por cuanto el
Estado tiene la obligación de intervenir para evitar los abusos, poner límites a
las iniciativas individuales y mantener el equilibrio de los distintos factores de
producción. Por ello, Sismondi es considerado como el primero de
los intervencionistas.
c) Comunismo. El comunismo o "socialismo científico" fue conceptualizado
por Carlos Marx y Federico Engels y expuesto en el llamado Manifiesto comunista de
1848.
En el Manifiesto, sus autores proclaman que los instrumentos de producción deben
ser puestos en manos de los obreros ("proletariado") mediante la lucha de clases,
propuesta como solución para la eliminación de la burguesía.
Sostienen que tal fin no puede ser alcanzado sin la supresión violenta de todo el
orden social tal como está organizado en ese momento.
Para el pensamiento de Marx y Engels, las clases son irreconciliables y la lucha no
termina hasta que sea instalada una verdadera "dictadura del proletariado".
Los comunistas también teorizaron acerca del concepto de "plusvalía". Sostienen
que la sociedad capitalista se funda en la producción de mercancías, que son
producto del trabajo humano, al cual consideraban como creador de valor.
Para ellos, el poseedor del dinero compra "fuerza de trabajo" como si comprase
cualquier otra mercancía por el valor equivalente al tiempo de trabajo socialmente
necesario para su producción; por lo cual al obrero le cuesta subsistir y mantener a su
familia.
Después de la compra de dicha fuerza laboral, el propietario del dinero es también
detentatario del derecho de consumirla: obligarla a trabajar durante toda la jornada.
34
Pero, quizá en la mitad de tiempo de la jornada, el obrero produce una mercancía
que cubre los gastos de su manutención, y en la segunda mitad crea un producto
suplementario que el sistema capitalista no retribuye al obrero y cuyo beneficio el
patrono se guarda para sí.
A esa producción suplementaria, no retribuida al obrero, y con cuyo valor se queda
el propietario de la fábrica, es lo que los comunistas denominan plusvalía.
d) Doctrina Social de la Iglesia. Esta solución teórico-filosófica reconoce sus
orígenes en las enseñanzas de Jesucristo, en las de los padres de la Iglesia (entre
otros, santo Tomás de Aquino) y en las encíclicas papales.
La Doctrina Social condena tanto las soluciones capitalistas como las socialistas y
las comunistas:
— condena al capitalismo porque, en un pretendido sistema idílico de libertad y de
libre competencia, se produce el triunfo del más fuerte y una explotación del
trabajador tan dura que lo reduce al pauperismo;
— condena al comunismo porque —además de profundamente materialista y
anticristiano— propicia la lucha de clases y la instalación de una dictadura estatal
férrea en manos del proletariado.
Los teóricos de la Doctrina Social sostienen que la sociedad tiene como finalidad
primordial conservar, desarrollar y perfeccionar a la persona como una integralidad,
que no puede ser dividida en "hombre-político" y en "hombre-social" como lo hacen
las restantes posiciones filosóficas analizadas. Para esta posición, el hombre es un
ser único e indivisible, que debe dedicarse a la búsqueda de su propio bien pero sin
desatender el bien común social.
Las más modernas construcciones de la Doctrina Social surgen, principalmente, de
siete documentos —encíclicas papales— emanados de los últimos papas, desde León
XIII hasta Juan Pablo II, que han realizado un aporte trascendente para la solución de
la cuestión social:
— La encíclica Rerum Novarum: fue emitida por el papa León XIII el 15/5/1891. En
ella se plantea, por vez primera, lo que conocemos como "cuestión social" y el
rechazo explícito a la concepción liberal de la sociedad y del trabajo humano.
El papa León XIII condena severamente la acción socialmente nociva del
capitalismo deshumanizado, a la vez que afirma la necesidad de la existencia de la
propiedad y la iniciativa privadas, del beneficio común de los bienes y de
la intervención estatal como fuerza necesaria para balancear la fuerza de los distintos
sectores que actúan en la comunidad.
También en esta encíclica se dejan sentados por primera vez algunos
derechos inalienables de los trabajadores, los cuales tomaron algunas construcciones
normativas del constitucionalismo social moderno. Entre ellos, cabe destacar: el
35
derecho a la libre agremiación, al salario mínimo y vital, a la limitación de la jornada
laboral y a la protección de las mujeres y los niños en el trabajo.
— La encíclica Quadragesimo Anno: fue emitida por el papa Pío XI, el 15/5/1931,
para conmemorar el 40º aniversario de la encíclica Rerum Novarum de León XIII. Este
documento ataca, abierta y definitivamente, tanto al capitalismo como al socialismo,
dejando sentado que tanto una doctrina como la otra son aberrantes, antinaturales y
profundamente nocivas para los individuos, en particular, y para la sociedad, en
general.
Se anuncia, también por primera vez, el principio de "subsidiariedad" por el cual el
Estado debe intervenir, en forma directa o por medio de instituciones o
grupos intermedios, en la vida socioeconómica de la comunidad y en las relaciones
laborales.
— La encíclica Mater et Magistra: fue emitida por el papa Juan XXIII el 15/5/1961.
Este documento reitera y reafirma varios conceptos tratados en los anteriores: el de
salario justo, la cogestión, la socialización de los bienes de producción, la justicia
social, el derecho de propiedad, el de subsidiariedad y el de equidad.
— La encíclica Pacem in Terris: también fue emitida por el papa Juan XXIII el
11/5/1963. Constituye el primer llamado institucional de la Iglesia Católica a los
políticos de las naciones, instándolos a defender la libertad y los derechos
fundamentales de los hombres en comunidad. Condena por igual al estatismo
colectivista del marxismo y al liberalismo individualista del capitalismo.
— La Constitución Pastoral Gaudium et Spes: este es uno de los documentos
modernos más importantes de la Iglesia Católica, emitido por el Concilio Vaticano II el
7/12/1965. En su cap. III se dedica a destacar la responsabilidad social de los titulares
del capital en la sociedad y su obligación de mejorar el salario y las condiciones de la
prestación laboral de los trabajadores.
Insta a suprimir las grandes diferencias sociales surgidas entre clases con el
avance y la afirmación del industrialismo, pero por medio de la agremiación y de la
utilización de los medios pacíficos de resolución de conflictos. Conceptualiza el
derecho a la huelga para los trabajadores, pero aclarando que ella es el último de los
recursos que deben emplear para solucionar sus controversias salariales.
— La encíclica Populorum Progressio: fue emitida por el papa Pablo VI el
26/3/1967. Proclama la injusticia de la existencia de países extremadamente pobres
frente a las naciones más desarrolladas, con sobreabundancia de bienes no
destinados a la redistribución entre los más necesitados. Sostiene que las relaciones
entre capital y trabajo deben ser fundamentalmente armónicas y propone soluciones
basadas en la solidaridad y en la justicia social.
— La encíclica Laborem Exercens: fue emitida por el papa Juan Pablo II el
14/9/1981. Establece un principio teórico-filosófico que su autor denominó como de
"socialización de los bienes de producción"; entiende que el derecho de propiedad de
36
los medios de producción no es absoluto ni concentrable en pocas manos, sino que
debe hallarse subordinado y al servicio del trabajo.
Esta encíclica fija, por primera vez, la diferencia existente entre empleador directo
y empleador indirecto, considerando al primero como el sujeto con quien el trabajador
acuerda su trabajo, y al segundo como aquel conformado por los entes, factores y
circunstancias que inciden sobre el empleador directo; por ejemplo, la política
económica y laboral del Estado, los convenios colectivos, el sistema económico, la
normativa laboral, etcétera.
Para Juan Pablo II, trabajo y salario son dos factores fundamentales de la dignidad
humana, por los cuales se debe asegurar no solo la subsistencia del trabajador, sino,
además, la de su familia.
— La encíclica Centesimus Annus: fue emitida el 1/5/1991 y pertenece al grupo de
aquellas que tienen como tema la denominada "Doctrina Social": enseña a buscar la
dignidad del hombre bajo cualquier sistema económico, político o jurídico, haciendo
más justas y mejores las relaciones entre los hombres en todo el mundo.
Juan Pablo II invita a la relectura de documentos anteriores, proponiendo echar
una mirada retrospectiva a la encíclica Rerum Novarum para descubrir nuevamente la
riqueza de sus principios, en orden a la solución de la cuestión obrera (el conflicto
entre el capital y el trabajo).
Refleja con detalle las realidades empíricas de la situación económica mundial del
momento, combinando dos focos de atención, a saber: el análisis moral de la
economía y la filosofía de la acción moral característica del Pontífice. El resultado fue
una encíclica que no analiza la economía en términos de macroagregados, sino
mediante la descripción de la persona económica como dimensión del agente moral
creado con inteligencia y libre albedrío.
Así, analiza los eventos que llevaron a la caída del régimen soviético en 1989,
entre ellos "la violación de los derechos de los trabajadores" por parte de un sistema
que decía gobernar en su nombre. Insta a los trabajadores a combatir las injusticias
mediante la protesta pacífica, "sin usar otras armas que las de la verdad y la justicia".
En suma, no solo es una reafirmación de todo lo expuesto por León XIII hace más
de cien años, sino también una actualización creativa del ideal cristiano en el mundo
actual.
— La encíclica Deus caritas est: fue emitida por el papa Benedicto XVI en 2006, de
elevado contenido intelectual y erudito, se refiere al ejercicio del amor solidario. Uno
de sus méritos consiste en el reconocimiento de las objeciones que se hacen a la
acción
caritativa
desde
determinadas
posiciones
económico-políticas
(específicamente el marxismo, al cual critica), y también una interesante y
responsable alusión a la lentitud de la Iglesia en darse cuenta del cambio del
panorama social traído por el proceso industrial del siglo XIX, remediada luego por la
37
abundante aparición de documentos eclesiásticos que constituyen el cuerpo de su
Doctrina Social.
Se efectúa también una referencia expresa a la responsabilidad del Estado y la
Iglesia respecto de la justicia, sosteniendo que la sociedad justa no es obra de la
Iglesia, sino de la política con inspiración eclesial a través de diversos mecanismos.
Este primer documento público del Sumo Pontífice establece definiciones frente a
la situación concreta de relaciones de la Iglesia y la sociedad, volviendo a la doctrina
más tradicional del pensamiento eclesiástico.
— La encíclica Caritas in veritate: fue emitida por el papa Benedicto XVI en 2009 y
está dedicada a la economía y al trabajo. Hace referencia a la crisis mundial y las vías
de salida; la idea central es que para que la economía funcione correctamente es
necesaria la ética. El mundo necesita nuevas reglas y un gobierno de la globalización
que aspire al bien común. El mercado no debe ser ajeno a la ética y se debe evitar
el aumento de las desigualdades.
Habla de resistir la tendencia a rebajar los sistemas de protección social que
"otorgaron ventajas competitivas en el mercado global, pero con grave peligro para los
derechos de los trabajadores, para los derechos fundamentales del hombre y para la
solidaridad en las tradicionales formas del Estado social".
— El 13/3/2013 fue designado el Papa Francisco (Jorge Bergoglio), que emitió las
siguientes encíclicas:
— Lumen Fidei, la luz de la fe (29/6/2013): se ocupa de la Fe desde la teología
católica con motivo del Año de la Fe "Precisamente por su conexión con el amor (cf.
Ga 5,6), la luz de la fe se pone al servicio concreto de la justicia, del derecho y de la
paz... La luz de la fe permite valorar la riqueza de las relaciones humanas, su
capacidad de mantenerse, de ser fiables, de enriquecer la vida común. La fe no aparta
del mundo ni es ajena a los afanes concretos de los hombres de nuestro tiempo. Sin
un amor fiable, nada podría mantener verdaderamente unidos a los hombres... La fe
permite comprender la arquitectura de las relaciones humanas, porque capta su
fundamento último y su destino definitivo en Dios, en su amor, y así ilumina el arte de
la edificación, contribuyendo al bien común. Sí, la fe es un bien para todos, es un bien
común; su luz no luce solo dentro de la Iglesia ni sirve únicamente para construir una
ciudad eterna en el más allá; nos ayuda a edificar nuestras sociedades, para que
avancen hacia el futuro con esperanza...".
— Laudato Si, (Alabado sea mi Señor) sobre el cuidado de la casa común
(24/5/2015): propone un modelo de ecología integral, hace referencia al medio
ambiente y el desarrollo sostenible "...Olvidamos que nosotros mismos somos tierra
(cf. Gn 2,7). Nuestro propio cuerpo está constituido por los elementos del planeta, su
aire es el que nos da el aliento y su agua nos vivifica y restaura. Nada de este mundo
nos resulta indiferente...".
38
II. EVOLUCIÓN HISTÓRICA DEL DERECHO COLECTIVO DEL
TRABAJO
1. Antecedentes en el mundo
A partir de la Edad Media, los artesanos —como hombres libres— comenzaron a
desarrollar tareas de tipo laboral por cuenta y en beneficio propio. Estos artesanos,
cuyos talleres, en principio, fueron microemprendimientos de tipo familiar,
evolucionaron en su organización hasta convertirse en un verdadero aglutinamiento
de maestros-artesanos, discípulos y aprendices, que dominaban un oficio en particular
y ejercían el monopolio de una determinada actividad en cada burgo.
De allí que, al unirse en cofradías de personas que ejercían una misma profesión,
estos primeros trabajadores libres conformaron —aunque de manera muy
rudimentaria— una formación de tipo gremial. La aparición de los gremios es
contemporánea a la de los mercados, y como consecuencia de este nuevo sistema de
negociación, que se iba conformando en cada aglomeración urbana, el artesano podía
convenir libremente su remuneración con el contratante de su servicio.
39
Sin embargo, fue a partir de la Revolución Francesa, como respuesta colectiva a
las nuevas situaciones de abuso que se producían en un marco jurídico que
empezaba a consagrar los derechos individuales y las libertades públicas,
cuando aparecieron las primeras organizaciones gremiales de trabajadores.
Estas organizaciones, verdaderamente "gremiales" en el sentido actual del
término, comenzaron a reclamar normas para la protección del trabajo de los menores
y las mujeres y jornadas reducidas de labor para la generalidad de los obreros.
El primer país que reconoció a los trabajadores el derecho a agremiarse fue
Estados Unidos de América del Norte (1825), pero hasta 1890 no se reconocen los
derechos de los sindicatos obreros en virtud de la llamada Sherman Act.
En España, los sindicatos son admitidos (1868) por un breve período y luego son
disueltos (1872); en Inglaterra, son reconocidos en 1871; y en Francia, en 1884
e incorporados al Cód. del Trabajo en 1927.
La incorporación de los derechos colectivos de los trabajadores a los textos
constitucionales de los países adquirió su mayor auge hacia fines de la Segunda
Guerra Mundial.
2. Historia del derecho colectivo del trabajo en la Argentina
El primer sindicato argentino reconocido como tal fue la Sociedad Tipográfica
Bonaerense, formada en 1867. Hacia 1890 aparecieron las primeras federaciones de
carácter obrero: la FORA (Federación Obrera Regional Argentina), dirigida
por inmigrantes anarquistas, y la UGT (Unión General de Trabajadores).
Más tarde, y ante la debilidad protectora de la nueva legislación laboral que iba
apareciendo, fueron formándose distintos sindicatos de inspiración socialista o
anarquista. Estos sindicatos, todavía simples asociaciones civiles que no estaban
agrupados en confederaciones de carácter nacional, no concibieron otra medida (para
alcanzar algunos logros que los posicionase entre los trabajadores) que llamar a
largas y constantes huelgas.
Este tipo de conformación y de acción gremial provocó una nueva forma de
antagonismo entre el Estado y los trabajadores, ya que aquel veía, en las nuevas
formaciones, instituciones altamente disociadoras y perniciosas para el mantenimiento
de la paz social.
La CGT (Confederación General del Trabajo) fue creada en 1930 y produce la
primera unificación de todos los gremios bajo una misma entidad gremial de carácter
general.
Desde 1945 comienza a gestarse un vasto y activo proceso legislativo, en el cual
se consagran numerosas figuras, instituciones y procedimientos de carácter gremial;
40
son reglamentadas las asociaciones profesionales y las convenciones colectivas de
trabajo y se organiza el régimen previsional en varias "cajas".
La primera normativa estatal, destinada a unificar la organización y el
funcionamiento de las entidades sindicales, fue el dec. 2669 de 1943, a la cual
suceden el dec. 23.852 de 1945 y las leyes 14.455, 20.615 (1973), 22.105 (1979) y,
finalmente, la ley 23.551 (BO del 22/4/1988), vigente en la actualidad.
En 1953 fue sancionada la ley 14.250, de Convenios Colectivos de Trabajo,
vigente en la actualidad con distintas modificaciones, entre ellas la de la Ley de
Ordenamiento Laboral, 25.877 (BO del 19/3/2004); el antecedente más importante de
la ley 14.250 fue el dec.-ley 23.852 de 1945.
Comienzan a generarse nuevos derechos en materia laboral, y una protección
especial a los trabajadores garantizada por el art. 14 bis, CN (derechos sindicales).
Esta disposición constitucional establece la organización sindical libre y
democrática, reconocida por su simple inscripción en un registro especialmente
abierto a tal efecto; garantiza a los gremios concertar libremente convenciones
colectivas de trabajo y el derecho a la conciliación y al arbitraje, y garantiza a todos
los trabajadores el derecho a la huelga, y a los representantes gremiales, en
particular, la estabilidad en sus empleos mientras dure su cargo sindical.
La estrategia antes aludida condujo a la inexorable escisión de la CGT,
formándose una agrupación paralela, el Movimiento de Trabajadores Argentinos
(MTA), que adoptó una postura más contestataria a las medidas gubernamentales;
también surgió una nueva central sindical, la Central de los Trabajadores Argentinos
(CTA), que sostuvo la autonomía sindical, cuestionando la política socioeconómica del
gobierno y proponiendo otros criterios de organización y acción sindical.
Tanto la CGT, como la MTA y la CTA, han participado y participan en la
organización de medidas de conflicto, como en las mesas de diálogo convocadas por
el Ministerio de Trabajo, en una clara señal de pluralismo sindical.
Desde el año 1983 a 2002, se inscribieron en el registro sindical más de 1200
nuevos sindicatos, de los cuales el 90% no obtuvo la personería gremial, y más de
400 solicitaron la simple inscripción, pero tampoco obtuvieron ese reconocimiento.
En septiembre de 2001 existían 2340 sindicatos de primer grado, de los cuales
1243 tenían personería gremial y contaban con el 90% de los afiliados, lo cual
muestra las dificultades para sobrevivir para los que carecen de ese atributo.
En ese tiempo, el trabajo no registrado, el crecimiento de los índices de
desempleo, una mayor rotación laboral, la disminución del empleo público total y la
merma de la representatividad y legitimación de los sindicatos, favorecieron la caída
en las tasas de afiliación de alrededor del 40% de la población activa sindicalizable.
41
En 1988, pese a la continuidad de la ultra-actividad, se reanudó el proceso de
negociación colectiva, firmándose pocos convenios, en su mayoría de actividad o
rama, o a nivel empresa. Estos últimos se incrementaron a partir del año 1991, y la
tendencia se fue acentuando durante el transcurso de la década del 90; a modo de
ejemplo, mientras las negociaciones a nivel empresa alcanzaban el 19% en 1991,
representaban el 86% en 1997.
Ello provocó una reducción apreciable en la cantidad de asalariados cubiertos por
nuevos convenios, ya que más de la mitad de ellos están comprendidos en los
convenios concertados en 1975 y porque, a pesar del incremento de convenios
colectivos de empresa, abarcan poblaciones de trabajadores más reducidas.
En las últimas dos décadas, y como consecuencia de estos y otros factores, entre
los que se pueden mencionar los procesos de tercerización y la dispersión
geográfica —con la consiguiente pérdida de poderío de las conducciones centrales—,
se produjo un cambio en la metodología de confrontación, sustituyéndose
gradualmente los clásicos métodos de acción directa por otros más novedosos o de
antigua data pero reciclados a los tiempos que corren, como las movilizaciones, las
protestas callejeras, piquetes, "escraches", huelgas de hambre, ollas populares,
acampamientos en lugares públicos y cacerolazos, con la finalidad de producir un
impacto directo sobre la opinión pública, utilizando los medios de comunicación.
En cuanto a los piquetes en particular, lejos de configurar nuevas formas de
protesta, poseen una larga tradición en la historia de las luchas obreras y su relación
con el ejercicio del derecho de huelga en sus primeras épocas.
Consiste en un trabajador o un grupo de trabajadores colocado por una
organización sindical o un comité de huelga en el acceso a un establecimiento
afectado por un conflicto, con el objeto de controlar el movimiento de los trabajadores,
persuadirlos o influirlos, de alguna otra manera, a plegarse a la protesta.
En nuestro medio las primeras huelgas documentadas fueron las de los tipógrafos
en 1887 y la de los albañiles en septiembre de 1889, donde ya se daba cuenta del
acaecimiento de incidentes entre huelguistas y rompehuelgas, lo que brinda la idea de
la utilización de alguna modalidad de piquete.
El
llamado
"movimiento
piquetero"
propiamente
dicho
tuvo
sus
primeras exteriorizaciones entre fines de 1994 y principios de 1996, y pese a haber
sido el piquete en su concepción original la herramienta de lucha del asalariado en
conflicto, adoptó en su resurgimiento como protagonistas a los desocupados, con
planteos relacionados con el trabajo pero de carácter más general, como la
colonización de tierras para su entrega a desocupados, planes de obras
públicas autogestionados, la contratación de mano de obra desocupada y el
otorgamiento de planes asistenciales por parte del Estado.
La ocupación de establecimientos aparece en nuestro país en la década del 50,
siendo utilizada en el marco de conflictos de diferentes contenidos, y consistía en el
atrincheramiento de los ocupantes, con la finalidad de evitar el desalojo. Su diferencia
42
principal con el método del piquete radica en que la defensa se despliega dentro del
establecimiento y no afuera o en sus accesos.
Una situación de este tipo dio lugar al clásico fallo "Kot", en el cual la Corte Suprema
de Justicia de la Nación admitió el amparo contra actos de particulares y completó
la exposición de las reglas que constituyeron fuente directa de la reglamentación legal
de este remedio procesal.
En lo que hace a los cortes de rutas, puentes y en general vías de comunicación, si
bien también utilizados por los movimientos populares ligados al mundo del trabajo,
fueron adoptados en otro tipo de protestas, por ejemplo, por productores
agropecuarios y transportistas y víctimas de delitos, entre distintos actores sociales.
Esta forma de manifestación de los conflictos mereció especial atención desde la
óptica del derecho penal, por cuanto el impedimento de la libre y normal circulación de
personas y cosas mediante la ocupación de las vías de comunicación constituye en sí
mismo el delito tipificado por el art. 194, Cód. Penal, y mereció una respuesta
ambigua del Estado, probablemente ligada a la masividad de dichos actos, a
la innegable base fáctica de los reclamos (exclusión social, empobrecimiento, falta de
perspectivas de progreso), al acostumbramiento de la población a la afectación de la
vida cotidiana por estas formas de protesta, y a motivos de orden ético, que impiden a
los funcionarios actuar penalmente contra aquellos que se encuentran —o alegan
estar— en estado de necesidad.
III. EVOLUCIÓN HISTÓRICA DEL DERECHO INDIVIDUAL DEL
TRABAJO
1. Historia del derecho individual del trabajo en la Argentina
Si bien la regulación de las relaciones laborales en la República Argentina es la típica
de la etapa del constitucionalismo social —como es común a toda América latina— los
antecedentes del derecho del trabajo se remontan al dictado de las Leyes de
Indias, —surgidas luego de casi tres siglos de dominación hispánica— como un
ordenamiento jurídico inspirado en un profundo sentido humanista y cristiano en
procura del beneficio y la protección de los indígenas americanos.
Dicho ordenamiento se fue readaptando a medida que lo hizo el marco social e
ideológico que le servía de referencia.
Sin embargo, hay que tener en cuenta que en los hechos, dicho cuerpo normativo fue
utilizado casi exclusivamente para convertir a los habitantes del nuevo continente y
someterlos a la obediencia y al ordenamiento jurídico de la Corona.
43
En cuanto al surgimiento de la legislación del trabajo propiamente dicha, ya en las
últimas décadas del siglo XIX comenzaron a agitarse los trabajadores dependientes y
unos años después se planteó la "cuestión social" como corolario de la conjunción de
diversos factores entre los que es posible mencionar: el cambio en la estructura
económica debido al proceso de industrialización; el aumento y la modificación de la
población por la inmigración, el deterioro de las condiciones laborales de la clase
trabajadora, la aparición y difusión de ideologías contestatarias y el surgimiento de las
primeras asociaciones obreras.
En Europa y en los Estados Unidos la cuestión social ya estaba presente desde
mediados del siglo XIX.
El Primer Congreso Obrero Regional Argentino solicitó al Congreso de la Nación la
limitación de la jornada de trabajo a ocho horas, la prohibición del trabajo de los
menores de catorce años y reducción a seis horas de la jornada de los jóvenes de
catorce a dieciocho años, el descanso semanal de treinta y seis horas, la abolición del
trabajo nocturno, la prohibición de emplear mujeres en trabajos insalubres y del
trabajo a destajo, el seguro obligatorio de accidentes de trabajo, la creación de
tribunales de arbitraje, entre otras cuestiones.
Aparecen las primeras organizaciones gremiales de tipo federativo: Federación
Obrera de la República Argentina, sucedida en 1901 por la Federación Obrera
Regional Argentina (FORA), y acompañada en 1902 por la Unión General de
Trabajadores.
Esta nueva realidad social motivó el accionar tendiente a la regulación legal como
forma de controlar la situación.
Con la situación general así planteada, se comenzaron a formular propuestas de
reforma legal que convergieron en el gran proyecto de Ley Nacional del Trabajo de
1904, aunque ello no fue pacífico sino que surgió en un ámbito plagado de
cuestionamientos esgrimidos por aquellos que sostenían que las normas civiles eran
suficientes para regular las cuestiones atinentes a la prestación de tareas para otro.
Con el nacimiento de la llamada Legislación Industrial u Obrera se conformó una
nueva rama del sistema jurídico, caracterizada por la regulación de relaciones entre
desiguales que se diferencia de la premisa del derecho civil en la medida que este
brinda soluciones para sujetos que, prima facie, se encuentra en igualdad de
condiciones de negociar.
Consecuencia de lo expuesto, en la República Argentina apareció regulado el trabajo
dependiente —como en casi todos los países— con medidas netamente protectoras,
como la limitación de la jornada de labor, la regulación del trabajo de las mujeres y los
niños, la fijación de los descansos hebdomadarios y la protección contra los
accidentes del trabajo.
Luego le sucedieron las regulaciones del salario vital y de un sistema rudimentario de
jubilaciones y pensiones.
44
Asimismo, fueron apareciendo diversos principios que conforman reglas inmutables
sobre las que se asienta todo el ordenamiento jurídico laboral y entre los que se
puede mencionar: el principio protectorio, el de irrenunciabilidad de derechos,
continuidad de la relación laboral, primacía de la realidad, buena fe, no discriminación
e igualdad de trato, equidad, justicia social, gratuidad, razonabilidad y progresividad.
Como puede observarse, el derecho del trabajo surge para regular y brindar solución
frente a los conflictos que se presentan entre actores con diferentes poderes y pesos
de negociación, posicionados en extremos muchas veces irreconciliables, que
confinan a la parte más débil de la relación (el trabajador) al sometimiento y
aceptación de condiciones impuestos por quien aparece detentando los medios de
producción, económicos y/o materiales.
De este modo, la regulación y principios laborales intentan equiparar a través de
diversas leyes, las desigualdades generadas en las relaciones económico-sociales
partiendo de principios basados en el aspecto social y proteccionista del trabajador.
Sin embargo, cabe destacar que aún la Argentina no cuenta con un sistema
codificado de legislación laboral.
La discusión acerca de la conveniencia o no de codificar el derecho del trabajo tiene
ya más de un siglo de antigüedad. El proyecto de Ley Nacional del Trabajo de 1904
ya expresaba la necesidad de unificar la legislación obrera en un código y si bien fue
un intento fallido, a este le siguieron iniciativas similares que corrieron la misma suerte
(proyecto del Poder Ejecutivo de H. Yrigoyen y R. Gómez —1921—, proyecto del
senador Diego Luis Molinari —1928—, entre otros).
En forma sintética y cronológica es posible efectuar una enumeración de las primeras
leyes dictadas en materia laboral:
— En 1904 fue enviado al Congreso Nacional el primer proyecto de Ley de Trabajo
que se redactó en nuestro país, y cuyo autor fue Joaquín V. González, quien se abocó
a la tarea en la convicción de que los problemas existentes debían resolverse por vía
legislativa, En esta labor aportaron sus ideas Juan Bialet Massé, Augusto Bunge,
Federico Grote, José Ingenieros, Leopoldo Lugones, Alfredo L. Palacios, Pablo Storni,
Manuel Ugarte, Alejandro M. Unsain, Enrique del Valle Iberlucea.
El proyecto constó de 465 artículos agrupados en catorce títulos: disposiciones
preliminares y generales; de los extranjeros; del contrato de trabajo; de
los intermediarios en el contrato de trabajo; accidentes del trabajo; duración y
suspensión del trabajo; trabajo a domicilio e industrias domésticas; trabajo de los
menores y de las mujeres; contrato de aprendizaje; del contrato de los indios;
condiciones
de
higiene
y
seguridad
en
la
ejecución
del trabajo;
asociaciones industriales y obreras; autoridades administrativas; y de los tribunales de
conciliación y arbitraje. Dicho proyecto fue rechazado por la Federación Obrera
Argentina, la Unión General de Trabajadores y la Unión Industrial.
45
— En 1905 fue sancionada la ley 4661, que fue la primera Ley del Trabajo que
estableció el descanso dominical fundado más en la presión de la Iglesia que en una
clara intención tuitiva del trabajador. De forma paulatina las provincias fueron
adhiriendo a esta iniciativa (Salta en 1905, Mendoza y Santa Fe en 1906, Tucumán y
Córdoba en 1907, Buenos Aires en 1908, Catamarca y Corrientes en 1909, San Juan
en 1911, San Luis en 1915, La Rioja y Entre Ríos en 1932, Santa Fe en 1935).
— En 1907 fue sancionada la ley 5291, regulatoria del trabajo de mujeres y niños,
prohibiendo la ocupación de menores de catorce años y permitiendo la de los
mayores de esta edad y menores de dieciocho años siempre que se contara con un
certificado médico que acreditara su aptitud física. Se limitaba la jornada para los
varones menores de dieciséis años y las mujeres menores de dieciocho quienes no
podrían trabajar más de seis horas diarias. Se prohibía el trabajo de las mujeres en el
período anterior y posterior al parto, garantizando la percepción de su salario. Se
prohibía el trabajo de mujeres y menores en industrias consideradas insalubres y en
jornadas nocturnas.
Esta ley fue modificada posteriormente por la ley 11.317 de 1924.
— En 1914 fue dictada la ley 9511, que establecía la inembargabilidad de los bienes
del trabajador.
— En 1915 se dictó la primera ley regulatoria de los accidentes del trabajo (ley 9688),
que estuvo vigente —con distintas modificaciones— hasta 1991; cabe destacar que
esta ley resultó un modelo y fue precursora en nuestro continente.
— En 1921 fue dictada la ley 11.127, que regulaba las normas de seguridad industrial,
y en 1929, la ley 11.544, que establecía la jornada laboral a la que se suma su dec.
regl. 16.115/1933, aún vigentes.
— En 1934 fue sancionada la ley 11.729, que hasta 1973 fue la norma regulatoria de
las relaciones del trabajo.
En esta somera cita de importantes eventos en la evolución histórica del derecho del
trabajo argentino, no se puede dejar de mencionar que Argentina fue uno de los
primeros en contar con una oficina estatal, especialmente dedicada a tratar y
solucionar los problemas inherentes a las relaciones laborales, cuyos orígenes datan
del año 1907, donde se destacó la necesidad de contar con un organismo que se
dedicara al estudio de la cuestión social nucleando la doctrina y la información que
servirían de antecedente a los legisladores para formar su opinión.
Dicha oficina fue el Departamento Nacional del Trabajo, creado en 1912 por el
presidente José Figueroa Alcorta, y presidida por José Nicolás Matienzo con la misión
de "recoger, coordinar y publicar todos los datos relativos al trabajo de la República,
especialmente en lo que concierne a las relaciones del trabajo y del capital y a las
reformas legislativas y administrativas capaces de mejorar la situación material,
social, intelectual y moral de los trabajadores".
46
Paralelamente y a nivel internacional —pero con clara influencia en la legislación
argentina— aparece la Organización Internacional del Trabajo (OIT), creada en 1919
por el Tratado de Paz de Versalles, en la que participan representantes de los
Estados miembros y de las organizaciones de trabajadores y patronales más
representativas de esos Estados.
Desde el año 1969 y mediante la suscripción de un acuerdo formal de sede, la
Argentina cuenta con una oficina de la OIT.
A partir de 1940 comenzaron a surgir los primeros estatutos especiales,
destacándose, por ejemplo, el estatuto del bancario, aprobado por la ley 12.637 de
1940, y el de los trabajadores a domicilio por la ley 12.713 de 1941, choferes
particulares con la ley 12.867 de 1946, y el Estatuto del Peón con el dec. 28.167/1944.
En 1943, luego de la revolución del 4 de junio, se inicia una nueva época en la
transformación de la legislación y de las relaciones laborales en nuestro país.
En efecto, a partir de la implantación a nivel oficial de una concepción social, el
derecho del trabajo y la seguridad social comienzan a ser entendidos como los
elementos fundamentales para lograr el desarrollo y la justicia social.
Fundamentalmente, las nuevas autoridades se dedicaron al fortalecimiento de los
sindicatos, concebidos como factores inmejorables de transformación social y de
dignificación de las condiciones laborales de los trabajadores. El propio Estado no
solo propició su constitución, sino que, además, por medio de una compleja
legislación, logró su control y reguló su desarrollo.
Estos nuevos sindicatos, lejos de las primitivas asociaciones gremiales de los
anarquistas y los socialistas de los primeros tiempos, se alinearon junto a las
estructuras estatales y lograron importantes avances en materia de conquistas
sociales y convenios colectivos de trabajo.
Asimismo, se produjeron importantes cambios. El antiguo Departamento Nacional del
Trabajo fue sustituido por la Secretaría de Trabajo y Previsión, antecedente inmediato
del actual Ministerio de Trabajo Empleo y Seguridad Social.
En 1944 fueron creados los tribunales del trabajo, destinados a solucionar los
conflictos entre empleadores y trabajadores mediante el dec.-ley 32.347/1944aunque
cabe destacar, que el proyecto de Ley Nacional del Trabajo de 1904 había previsto
la instalación de tribunales de conciliación y arbitraje para dirimir los conflictos
laborales, es decir, una jurisdicción especial para dirimir dichos conflictos que no se
llevó a la práctica sino hasta la sanción de la legislación apuntada.
Cabe destacar que fue precisamente la jurisprudencia de estos tribunales —a lo largo
del tiempo— la que contribuyó tanto a la evolución como a la jerarquización del
derecho del trabajo en la República Argentina, sirviendo de fuente formal de derecho.
47
Hacia 1945, por el dec. 33.302 fueron consagrados por vez primera los conceptos de
"estabilidad en el empleo", de "vacaciones legales pagadas", de "salario mínimo y
vital" y de "sueldo anual complementario" (como aguinaldo o decimotercer salario
mensual del año).
En 1949, el derecho del trabajo alcanza, de manera definitiva en la República
Argentina, su rango constitucional.
En efecto, la Constitución Nacional de 1949incorporó los derechos al trabajo, a la
retribución justa, a la capacitación del trabajador, a las condiciones dignas de trabajo,
al cuidado de la salud, al bienestar personal y familiar del trabajador, a la seguridad
social, al progreso económico y a la agremiación.
Asimismo, la reforma constitucional de 1949 atribuyó al Congreso la sanción de un
Código Social, comprensivo no solo del régimen del clásico contrato de trabajo, sino
también la parte colectiva de los problemas laborales y el régimen de la previsión
social(6).
Producido el golpe de Estado en el año 1955, quedó suprimida la Constitución de
1949, aunque se conservó la facultad del Congreso de sancionar el Código,
rebautizado del Trabajo y Seguridad Social y se reimplantó la Constitución de 1853.
Sin embargo, en 1957 fue reformada la Constitución Nacional e incorporado el art. 14
bis, que consagra los derechos del trabajador, los derechos sindicales y los derechos
provenientes de la seguridad.
Con posterioridad a 1957 se dictaron distintas leyes dirigidas a regular aspectos de las
prestaciones laborales, de las asociaciones gremiales y de la seguridad social.
El marcado crecimiento de los fenómenos del desempleo y la subocupación, sumados
a la marcada recesión y a la dificultad de las empresas para afrontar procesos
reestructuradores, incidieron en el modelo histórico de relaciones laborales,
sometiéndolo a transformaciones intensas.
En 1974 se sanciona la Ley de Contrato de Trabajo—LCT— (ley 20.744, modificada
por ley 21.297 en 1976). Es la ley de mayor trascendencia, respecto del
derecho individual del trabajo, la cual, con diversas reformas, continúa vigente y
constituye el cuerpo normativo fundamental en la materia.
Rige todo lo atinente al contrato de trabajo, se haya celebrado en el país o en
el exterior, mientras se ejecute en nuestro territorio.
La LCT establece las condiciones mínimas de trabajo de todo contrato ejecutado en el
territorio argentino, sin que importe el lugar de celebración ni la nacionalidad de las
partes (principio de territorialidad).
Tal cual surge del art. 2º, LCT, están excluidos de su ámbito de aplicación los
dependientes de la Administración Pública nacional, provincial o municipal —excepto
48
que por acto expreso se los incluya en ella o en el régimen de convenios colectivos de
trabajo—. El personal de casas particulares está excluido conforme el inc. b) del art.
2º, LCT, modificado por la ley 26.844 (de abril de 2013), pero las disposiciones de la
LCT son aplicables si resultan compatibles y no se oponen a la naturaleza y
modalidades del régimen.
Respecto de los trabajadores agrarios, el inc. c) del art. 2º, LCT, modificado por la ley
26.727 (BO del 28/12/2011), dispone que están excluidos los trabajadores agrarios,
"sin perjuicio que las disposiciones de la presente ley serán de aplicación supletoria
en todo lo que resulte compatible y no se oponga a la naturaleza y modalidades
propias del Régimen de Trabajo Agrario". En las actividades que tienen una
regulación particular (estatuto especial o convenio colectivo) opera como norma
supletoria.
Desarrolla en su articulado los caracteres del contrato de trabajo, la forma, prueba y
objeto, las modalidades, los derechos y obligaciones del trabajador y del empleador,
la remuneración, el régimen de jornada y descanso, las suspensiones del contrato, las
distintas formas de extinción, el despido y las indemnizaciones.
También resultan trascendentes otras leyes, como la ley 11.544 de jornada de trabajo;
la ley 24.013, conocida como Ley Nacional de Empleo; la ley 24.467 de PyMEs; la ley
24.557 de Riesgos del Trabajo; la ley 25.323 (BO del 11/10/2000); la ley 25.345 (BO
del 17/11/2000); y la Ley de Ordenamiento Laboral 25.877 (BO del 19/3/2004), como
asimismo los distintos estatutos profesionales (ley 11.546 de Viajantes de
Comercio; ley 22.250 de la Industria de la Construcción; etc.).
2. Los últimos tiempos
En los últimos años se han dictado una serie de normas que resultan trascendentes
para la conformación del actual derecho del trabajo de nuestro país, y dan cuenta del
estado constante de transformación en que se encuentra la disciplina. Se trata de la
llamada Ley Nacional de Empleo (ley 24.013), las leyes 24.465 y 24.467 (Ley de
Pymes), las leyes 25.013, 25.323 (BO del 11/10/2000), 25.345 (BO del 17/11/2000), el
derogado art. 16 de la ley 25.561 (7/1/2002) —que rigió hasta el dec. 1224/2007, BO
del 11/9/2007—, la Ley de Ordenamiento Laboral 25.877 (BO del 19/3/2004), varias
modificaciones a la LCT y distintos decretos y resoluciones.
Cabe destacar que, entre los años 2006 y 2018, además de dictarse una importante
cantidad de normas que impactan sobre las relaciones laborales, se modificaron más
de 15 artículos de la Ley de Contrato de Trabajo.
Entre 2006 y 2012, varias leyes reformaron e incorporaron nuevos artículos a la LCT
(arts. 9º, 12, 17 bis, 66, 92 ter, 103 bis, 122, 124, 255 bis, 275, etc), entre ellas,
las leyes 26.390, 26.427, 26.428, 26.474, 26.476, 26.574, 26.590, 26.593, 26.597,
26.598, 26.696 (BO del 29/8/2011), 26.704 (BO del 11/10/2011), 26.727 (BO del
49
28/12/2011), 26.729 (BO del 28/12/2011), 26.911 (BO del 5/12/2013) el dec.
1584/2010, la ley 26.773 (BO del 26/10/2012).
En 2013 se dictaron las leyes 26.844 (BO del 12/4/2013) y 26.911 (BO del 5/12/2013),
res. 2/13 (BO del 15/2/2013) y 239/13 MTEySS (BO del 5/4/2013), dec. 300 y
301/2013 (BO del 22/3/2013), 614/2013 (BO del 31/5/2013), 1282/13 (BO del
4/9/2013), 1768/13 (BO del 12/11/2013).
En 2014 las principales normas fueron el dec. 49/2014 (BO del 20/1/2014), dec.
185/2014 (BO del 14/2/2014), res. 3/2014 Secretaría de Seguridad Social (BO del
25/2/2014), dec. 472/2014 (BO del 11/4/2014), dec. 467/2014 (BO del 16/4/2014),
Comunicación A 5565/2014 Banco Central de la República Argentina (BO del
16/4/2014), dec. 779/2014 (BO del 30/5/2014), dec. 762/2014 (BO del 30/5/2014), res.
1032 y 38/2014 Secretaría de Empleo (BO del 20/5/2014), dec. 762/2014 (BO del
30/5/2014), ley 26.940 (BO del 2/6/2014), ley 26.941 (BO del 2/6/2014), res.
1837/2014 SRT (BO del 4/8/2014), res. 1838/2014 SRT (BO del 4/8/2014), ley
26.970 (BO del 10/9/2014), res. 2224/2014 SRT (BO del 11/9/2014), res. conj.
38.579/2014 Superintendencia de Seguros de la Nación (BO del 15/9/2014).
En 2015 se dictan la ley 27.073 (BO del 20/1/2015), dec. 504/2015 (BO del 8/4/2015),
res. gral. 3770 AFIP (BO del 7/5/2015), dec. 1141/2015 (BO del 18/6/2015), ley
27.160 (BO del 17/7/2015), res. 4/2014 del Consejo Nacional del Empleo, la
Productividad y el Salario Mínimo, Vital y Móvil (BO del 24/7/2015), dec. 1771/2015
(BO del 1/9/2015), ley 27.170 (BO del 8/9/2015), res. MTEySS 28/2015 (BO del
9/9/2015), dec. 1801/2015 (BO del 18/9/2015).
A fines de 2016 se dictaron varias normas que modificaron diversos artículos de la
LCT: los arts. 54, 71, 75, 147 y 255 (BO del 15/12/2016): art. 54LCT, ley 27.321 (BO
del 15/12/2016): registros, planillas u otros elementos de contralor; art. 71LCT, ley
27.322 (BO del 15/12/2016): controles personales y relativos a la actividad del
trabajador; art. 75LCT, ley 27.323 (BO del 15/12/2016): deber de seguridad); art.
147LCT, ley 27.320 (BO del 15/12/2016): cuota de embargabilidad; art. 255LCT, ley
27.325 (BO del 15/12/2016): reingreso del trabajador,
deducción de
las indemnizaciones percibidas.
En 2017 la ley 27.348 (BO del 24/2/2017) y las resoluciones 298/2017 SRT (BO del
24/2/2017), 326/2017 (BO del 15/3/2017), 324/2017 (BO del 16/3/2017) y 332/2017
(BO del 21/3/2017) dispusieron importantes modificaciones al Sistema de Riesgos del
Trabajo. También se dictaron los decs. 52/2017 (23/1/2017) y 80/2017 (1/2/2017)
referidos a los feriados y la res. 3/2017 del Consejo Nacional del Empleo, la
Productividad y el Salario Mínimo, Vital y Móvil (BO del 28/6/2017) que estableció el
salario mínimo vital hasta junio de 2018.
En 2018, se incorpora —entre otras— en materia de extinción por jubilación la reforma
a los arts. 252 y 253LCTintroducida por la ley 27.426 (BO del 28/12/2017) y el dec.
110/2018 (BO del 8/2/2018), el procedimiento transitorio del despido sin causa del
DNU 1043/2018 (BO del 13/11/2018), el impuesto a las ganancias en
la indemnización por despido que prescribe la ley 27.430 (BO del 29/12/2017) y el
50
dec. 976/2018 (BO del 1/11/2018), y la res. 3/2018 del Consejo Nacional del Empleo,
la Productividad y el Salario Mínimo, Vital y Móvil (BO del 9/8/2018) que estableció el
salario mínimo vital hasta junio de 2019.
A través de la historia, el marcado crecimiento de los fenómenos del desempleo y la
subocupación, sumados a la marcada recesión en diferentes momentos históricos, y a
la dificultad de las empresas para afrontar procesos reestructuradores, han incidido en
el
modelo
histórico
de
relaciones
laborales,
sometiéndolo
a
transformaciones intensas.
Como quedara dicho, en las últimas tres décadas fueron dictadas una serie de
normas que resultan trascendentes para la conformación del actual derecho del
trabajo de nuestro país.
Los lineamientos de estas leyes serán analizados al tratar las modificaciones a
cada instituto en los distintos capítulos del libro.
La Ley de Ordenamiento Laboral 25.877 (BO del 19/3/2004) derogó el
régimen indemnizatorio de la ley 25.013 (salvo el art. 9º). Sin embargo, continúan
vigentes otros aspectos de la ley 25.013 (que comenzó a regir el 3/10/1998 y derogó
todas las modalidades de contratos promovidos): la modificación de la regulación y
naturaleza jurídica del contrato de aprendizaje (art. 4º, ley 24.465), y la modificación al
régimen de solidaridad establecido en el art. 30, LCT.
La ley 25.877 derogó totalmente la ley 25.250 (BO del 2/6/2000), que constaba de 35
artículos, divididos en ocho títulos. La derogada ley 25.250 había producido
importantes cambios en materia de convención y negociación colectiva. Había
reformado la ley 23.546, derogaba las leyes 16.936 y 20.638 y los arts. 11, 18 y 20 de
la ley 14.250 e incorporaba tres capítulos (arts. 21 a 29). Modificaba el art. 92 bis de
la LCT y los arts. 3º y 4º de la ley 25.013, que fijaban las condiciones del período de
prueba. También derogaba los arts. 12, 14, 15 y 16 de la ley 25.013 y los decs.
2184/1990 y 470/1993.
La ley 25.323 (BO del 11/10/2000) establece un incremento de las indemnizaciones
laborales en distintos supuestos. Rige desde el 20/10/2000 y sus fines son combatir la
evasión previsional, el trabajo no registrado ("en negro") y defectuosamente registrado
("en gris").
En el art. 1º dispone, en caso de falta de registración o registración defectuosa de la
relación laboral, la duplicación de la indemnización por antigüedad, sin requerir
ninguna intimación del trabajador.
En el art. 2º fija un incremento del 50% sobre las indemnizaciones por
antigüedad, indemnización sustitutiva de preaviso e integración del mes de despido si
el empleador no paga las indemnizaciones por despido en tiempo oportuno,
requiriendo en este caso intimación del trabajador y que este hubiese iniciado
acciones judiciales o cualquier instancia previa de carácter obligatorio para percibirlas.
51
El cap. VIII de la ley 25.345 (BO del 17/11/2000), conocida como ley "antievasión" —
que comenzó a regir a partir del 26/11/2000 y que tiene como objetivo prevenir más
eficazmente la evasión fiscal—, en el título "Normas referidas a las relaciones
laborales y el empleo no registrado" (arts. 43 a 47), introduce modificaciones a
distintas normas laborales: a la Ley de Contrato de Trabajo, a la Ley de Procedimiento
Laboral de la Capital Federal (ley 18.345) y a la Ley Nacional de Empleo (ley 24.013).
Incorpora a la LCT otro artículo, el 132 bis, y agrega párrafos a los arts. 15 y 80.
Incorpora un párrafo al art. 132, ley 18.345 y al art. 2º, ley 23.789. También modifica
el art. 11, ley 24.013.
Por su parte, el dec. 146/2001 (BO del 13/2/2001) —reglamentario de los arts.
43 a 45, ley 25.345— dispone que el Ministerio de Trabajo quede facultado para dictar
las normas aclaratorias, complementarias y de aplicación de la reglamentación.
CAPÍTULO III - FUENTES DEL DERECHO DEL TRABAJO
I. FUENTES DEL DERECHO DEL TRABAJO
1. Concepto
Se debe diferenciar la fuente material de la fuente formal.
La fuente material es un hecho o factor social que surge como consecuencia de una necesidad de la sociedad
o de un sector de ella; adquiere especial importancia en determinado momento y lugar (por ejemplo, la
Revolución Francesa); es un hecho histórico que da origen a una norma jurídica. Por lo tanto, se trata del
antecedente de una norma y del factor gravitante que motiva su sanción.
En la evolución histórica del derecho del trabajo, la consideración diversa de la situación del trabajador y del
capital y de los intereses contrapuestos de los sectores constituyeron hechos sociales —fuentes materiales—
que generaron la sanción de normas.
Justamente, la fuente formal es la norma que surge de ese hecho social que, a su vez, es la exteriorización de
una necesidad de la sociedad o de parte de ella. Esa norma jurídica —ley, decreto, resolución—, que
constituye una fuente formal de origen estatal, debe reflejar lo más fidedignamente posible el hecho social.
El art. 1º, LCT enumera las fuentes del derecho del trabajo, al expresar que "el contrato de trabajo y la
relación de trabajo se rigen: a) por esta ley; b) por las leyes y estatutos profesionales; c) por las convenciones
colectivas o laudos con fuerza de tales; d) por la voluntad de las partes; e) por los usos y costumbres".
52
No se trata de una enumeración taxativa de las fuentes, sino meramente enunciativa, ya que han sido omitidas
fuentes trascendentes del derecho del trabajo. Tampoco consagra un orden de prelación, ya que se aplica la
norma más favorable.
Se omite la Constitución Nacional a pesar de que en el art. 14 bis queda consagrada la protección y defensa
del derecho a trabajar y a una vida digna, al establecer pautas para el ejercicio del trabajo en libertad, el
derecho a la agremiación libre y las garantías para el ejercicio de la gestión sindical y estabilidad en el
empleo, y al dictaminar que el Estado garantiza el otorgamiento de los beneficios de la seguridad social. De
todos modos, esta omisión no es relevante, porque todo el ordenamiento jurídico debe adecuarse a la
Constitución y a los tratados internacionales sobre derechos humanos (art. 75, inc. 22).
Tampoco están incluidos en la enunciación del art. 1º, LCT los tratados y concordatos que tienen jerarquía
superior a las leyes, en virtud de lo establecido en el art. 75, inc. 22, CN.
La aplicación del derecho común en el derecho del trabajo puede ser subsidiaria o supletoria cuando se aplica
una norma de otra rama o analógica, si importa la adaptación de la solución dada por el derecho civil y
comercial a los requerimientos del derecho del trabajo.
Se debe recurrir al derecho común cuando determinadas cuestiones no fueron conceptualizadas ni definidas
por el legislador (p. ej., determinados institutos que se mencionan en los textos legales) o en caso de tratarse
de conceptos jurídicos especialmente considerados dentro del contrato de trabajo en los que no se ha aportado
su significado. Por ejemplo, el modo de contar los intervalos de tiempo, los conceptos de culpa, dolo, fuerza
mayor, solidaridad, los efectos de la mora en el cumplimiento de las obligaciones, etcétera.
2. Clasificación
Por su alcance, cabe distinguir las fuentes especiales y las generales.
a) Las fuentes especiales tienen un alcance reducido, ya que se dirigen a un conjunto determinado
de personas; por ejemplo, a una categoría de trabajadores amparados por un estatuto profesional
o un convenio colectivo de trabajo.
b) Las fuentes generales tienen un alcance amplio, ya que abarcan a la generalidad de los
trabajadores, los cuales, por ejemplo, están amparados por la LCT o la LRT.
Teniendo en cuenta su relación con el derecho del trabajo, se las puede clasificar en fuentes
clásicas y propias:
a) Las fuentes clásicas (o generales) son aquellas que se presentan en todas las ramas del
derecho:
1) la Constitución Nacional;
2) los tratados con naciones extranjeras;
3) las leyes, decretos y resoluciones;
4) la jurisprudencia;
53
5) los usos y costumbres.
6) la voluntad de las partes.
b) Las fuentes propias (o específicas) son exclusivas del derecho del trabajo:
1) los convenios colectivos;
2) los estatutos especiales;
3) los laudos arbitrales voluntarios y obligatorios;
4) los convenios de la OIT;
5) los reglamentos de empresas;
6) los usos de empresas.
2.1. Fuentes clásicas
2.1.1. Constitución Nacional
Los derechos sociales fueron introducidos en la Constitución Nacional con la reforma de 1957,
que incorporó el art. 14 bis. El texto original de 1853 solo se ocupaba del derecho a trabajar y
ejercer toda industria lícita (art. 14).
El art. 14 bis consagra el constitucionalismo social en la Argentina; el Estado debe respetar los
derechos de los trabajadores, los derechos sindicales y los emergentes de la seguridad social,
absteniéndose de asumir cualquier conducta que, de algún modo, lesione dichos derechos.
Respecto de su interpretación, deben armonizarse con los demás derechos amparados por el texto
constitucional, evitando su colisión.
Las cláusulas sociales contenidas en la Constitución Nacional, en tanto establezcan competencias
negativas —esto es, imponen al Estado obligaciones de no hacer—, son siempre operativas. No
ocurre lo mismo con las que atribuyen competencias positivas, ya que por lo general requieren de
normas supletorias que las regulen e indiquen su modo de ejercicio.
El tema se desarrolla al final del capítulo.
2.1.2. Tratados con naciones extranjeras
En virtud de lo dispuesto en el art. 31, CN, en el derecho argentino los tratados internacionales
constituyen una fuente formal. Para que resultaran aplicables y exigibles en el derecho interno
nacional requerían no solo que fueran suscriptos por nuestro país, sino que debían ser ratificados
por una ley dictada a tal efecto por el Congreso nacional (teoría dualista). Sin embargo, a partir de
la reforma constitucional de 1994, los tratados internacionales suscriptos y ratificados por nuestro
país son aplicables en el derecho interno (teoría monista).
El art. 31, CN otorga a los tratados con potencias extranjeras la jerarquía de ley suprema de la
Nación, junto con la propia Carta Magna y las leyes que en su consecuencia dicte el Congreso.
54
Pero la reforma de la Constitución Nacional de 1994 modificó la redacción del art. 75 —
atribuciones del Congreso—, que ahora, en su inc. 22, párr. 1º, establece que corresponde al
Congreso de la Nación "aprobar o desechar tratados concluidos con las demás naciones y con las
organizaciones internacionales y los concordatos con la Santa Sede. Los tratados y concordatos
tienen jerarquía superior a las leyes..."; asimismo, el párr. 2º del inc. 22 del art. 75 enumera los
tratados relativos a los derechos humanos que tienen jerarquía constitucional, y el párr. 3º dicta el
modo en que futuros tratados de tal índole podrán gozar de dicha jerarquía constitucional.
Por lo tanto, deben diferenciarse dos tipos de tratados: a) los referidos a derechos
humanos enumerados en los párrs. 2º y 3º, que pueden ser considerados como si fueran la letra
misma de la Constitución; por ejemplo, el Pacto de San José de Costa Rica (Convención
Americana sobre Derechos Humanos); b) los demás tratados y los concordatos con la Santa Sede,
que tienen jerarquía superior a las demás leyes pero inferior a la Constitución Nacional.
El tema se desarrolla en el capítulo "Derecho internacional del trabajo".
2.1.3. Leyes, decretos y resoluciones
En sentido amplio, la ley es toda norma jurídica con cierto grado de generalidad. La LCT menciona
como fuente, en el art. 1º, a esta ley (LCT) y a las leyes y estatutos profesionales.
La LCT es una ley general que se ocupa de las relaciones individuales del trabajo. Constituye
el cuerpo normativo básico al cual se debe recurrir cuando no existe otra regulación del contrato o
en caso de no existir un convenio colectivo o un estatuto profesional, o ante un acuerdo individual
que viola alguna de las normas imperativas que constituyen el orden público laboral.
También se deben destacar, en materia de derecho individual, las leyes 24.013, 24.467, 25.323,
25.345 y 25.877. En materia de derecho colectivo, las leyes 14.250 (reformada por la ley 25.877) y
23.551, entre otras.
Otras leyes generales se refieren a materias determinadas; por ejemplo, la Ley de Jornada de
Trabajo (ley 11.544) y la de Higiene y Seguridad (ley 19.587). La Ley de Riesgos del Trabajo
(24.557) fue reformada por la ley 26.773 (BO del 26/10/2012), los decs. 2038/2012, 49/2014 (BO
del 20/1/2014), 472/2014 (BO del 11/4/2014), asimismo se dictaron diversas resoluciones, entre
ellas, la res. 3326/14 SRT (BO del 11/12/2014), 180/15 SRT (BO del 27/1/2015) que incorporan
importantes cambios al régimen de reparación de accidentes de trabajo y enfermedades
profesionales instituido por la ley 24.557.
En 2017 y 2018 se produce una importante reforma a la Ley de Riesgos del Trabajo mediante
la ley 27.348 (BO del 24/2/2017) y las resoluciones. 298/2017 (BO del 24/2/2017), 326/2017 (BO
del 15/3/2017), 324/2017 (BO del 16/3/2017), 332/2017 (BO del 21/3/2017), 23/2018 (BO del
23/3/2018) y disp. SRT 2/2018 (BO del 18/12/2018).
También existen leyes que se ocupan exclusivamente del personal de determinadas actividades:
los denominados estatutos especiales o profesionales, por ejemplo, la ley 26.844 (BO del
12/4/2013). Cabe recordar que las leyes procesales son competencia que las provincias han
conservado para sí; por tanto, en cada provincia hay distintos códigos o leyes de procedimiento
laboral. Los decretos reglamentarios que dicta el Poder Ejecutivo nacional, en virtud de lo
dispuesto en el inc. 2º del art. 99, CN, son necesarios para adecuar el texto de la ley a situaciones
concretas. Las resoluciones administrativas surgen de facultades normativas limitadas y
específicas que otorgan las leyes a determinados organismos administrativos para interpretar
normas o reglamentarlas sin alterar su esencia (p. ej., resoluciones del MT, AFIP, etc.).
2.1.4. Jurisprudencia
55
Los fallos judiciales, especialmente los emanados de los tribunales superiores, constituyen una
fuente para la sanción de nuevas normas y la interpretación y modificación de las existentes. La
reiteración de los fallos en determinado sentido y su aceptación ha fundado o consolidado
doctrinas jurisprudenciales con alcance general, las cuales, en muchos casos, se han transformado
en leyes.
Resulta trascendente destacar la autoridad de los fallos de la Corte Suprema de Justicia de la
Nación que unifican los criterios sobre determinado tema y que son acatados por los
tribunales inferiores, aunque no son vinculantes porque no opera como tribunal de casación.
Los fallos de la Corte sobre la LRT, que declararon inconstitucionales diversos artículos de la ley
24.557 (desde "Castillo", "Aquino" y "Milone" —de 2004—en adelante) son fuente de
derecho indiscutible y son la base y el punto de partida de la reforma que se efectuó
posteriormente de dicho cuerpo legal, con las leyes 26.773 (2012) y 27.348 (2017). También han
tenido esencial incidencia otros fallos de la Corte, entre ellos, el caso "Vizzoti" sobre el tope salarial
del art. 245, LCT, y los casos "Madorrán", "Ruiz" (2007), "González", "Ramos", "Álvarez" (2010),
"Cairone" (2015), "Orellana", "Espósito" (2016) y "Farrell" (2018), sobre discriminación y daño
moral-. Asimismo, los fallos plenarios de la Cámara Nacional de Apelaciones del Trabajo, que son
dictados cuando existen criterios distintos entre dos salas de la Cámara sobre un tema idéntico.
La ley 27.500 (BO del 10/1/2019) —que entró en vigencia el día de su publicación— modifica los
arts. 288 a 303 del Cód. Proc. Civ. y Com. y reemplaza los recursos de casación,
de inconstitucionalidad y de revisión por el recurso de inaplicabilidad de ley. También deroga la ley
26.853, que había creado las Cámaras de Casación (y su referencia en el dec.-ley 1285/1958).
Asimismo, dispone que los fallos plenarios dictados por las cámaras federales de apelaciones o las
cámaras nacionales de apelaciones durante el período de vigencia de la ley 26.853 conserven su
obligatoriedad en los términos del art. 303 del Cód. Proc. Civ. y Com. Es decir que son obligatorios
para la misma cámara y para los jueces de primera instancia respecto de los cuales sea aquella
tribunal de alzada (sin perjuicio de que los magistrados dejen a salvo su opinión personal) y solo
puede modificarse su doctrina por un nuevo fallo plenario.
El art. 302 Cód. Proc. Civ. y Com. (reformado por la ley 27.500) establece que a iniciativa de
cualquiera de sus salas, la cámara puede reunirse en tribunal plenario con el objeto de unificar la
jurisprudencia y evitar sentencias contradictorias. La convocatoria se admite si existe mayoría
absoluta de los jueces de la cámara.
El art. 303 (reformado por la ley 27.500) dispone que la interpretación de la ley establecida en una
sentencia plenaria es obligatoria para la misma cámara y para los jueces de primera instancia
respecto de los cuales sea aquella tribunal de alzada, sin perjuicio de que los jueces dejen a salvo
su opinión personal.
Asimismo, cabe destacar los fallos de los tribunales nacionales y provinciales.
Los fallos que receptan doctrinas limitativas de los derechos de los trabajadores tienen influencia
negativa en la dinámica de las relaciones laborales, ya que dan señales a los mercados y otorgan
una especie de "bill de indemnidad" a los malos empleadores para incumplir.
Muchas veces es mayor en la práctica la gravitación de la jurisprudencia que la doctrina. Y esto es
así, ya que sin jueces que la recepten esas doctrinas no se expanden. Una doctrina judicial
protectoria de los derechos esenciales, previsible, evita incumplimientos, marca los caminos a
seguir y evita gastos innecesarios: tiene carácter preventivo, sancionatorio y disuasivo de
conductas antisociales.
56
Los pronunciamientos judiciales se erigen como fuente esencial del derecho del trabajo, brindando
respuestas concretas e inmediatas a las situaciones que se van planteando y coadyuvan a la paz
social y a la seguridad jurídica.
En el ámbito de la provincia de Buenos Aires, la doctrina legal emanada de la Suprema Corte de la
Provincia de Buenos Aires es de aplicación obligatoria para los Tribunales de grado, aún, cuando
no haya sido invocada por el recurrente antes del dictado de la sentencia del Tribunal de Trabajo.
2.1.5. Usos y costumbres
Los usos y costumbres son la repetición de actos o conductas socialmente aceptadas a lo largo del
tiempo. En el ámbito del derecho del trabajo se utiliza cuando nada puede extraerse de las demás
fuentes; se configura cuando, en una actividad, las partes reiteradamente asumen determinada
conducta que motiva que se la tenga por incorporada al contrato de trabajo.
El derecho de la costumbre, que tiene sus bases en usos y prácticas de la vida social, necesita la
prueba de su notoriedad cuando no ha sido reconocida en precedentes jurisprudenciales o tratados
particularmente por la doctrina. Por ejemplo, la comisión de los peones de taxi, tanto en lo referido
a la forma de recaudación, como a la percepción no documentada del monto percibido.
Los usos y costumbres producen plenos efectos cuando ratifican el contenido de la ley
(costumbre secundum legem) o mejoran las condiciones mínimas de trabajo; o bien cuando se
ocupan de aspectos no legislados (costumbre praeter legem).
En cambio, no puede ser considerada fuente de derecho cuando viola normas imperativas que
constituyen el orden público laboral (costumbre contra legem). Sin embargo, estos usos y
costumbres son válidos si benefician la situación del trabajador.
Al decir de Justo López, no existen en rigor costumbres contra legem, toda vez que cuando una
costumbre más favorable prevalece por sobre el texto de la ley estamos ante otro orden de
prelación, derivado del mismo ordenamiento jurídico y compatible con la prioridad
jerárquica inversa. La única excepción a este concepto estaría dada por el orden público absoluto
(7)
(disposiciones de la LCT sobre la ilicitud del objeto del contrato de trabajo, p. ej.) .
2.2. Fuentes propias
2.2.1. Convenios colectivos
Constituye una fuente autónoma y propia del derecho del trabajo regulada en la ley 14.250 (modif.
por ley 25.877). Es el acuerdo celebrado entre una asociación sindical con personería gremial y
una empresa o grupo de empresas o una asociación profesional de empleadores que debe ser
homologado por el Ministerio de Trabajo.
Tiene por objeto fijar condiciones de trabajo y empleo en determinada categoría profesional, es
decir, respecto de los sujetos comprendidos en una actividad, oficio o empresa. Es obligatorio no
solo para los firmantes, sino también para los trabajadores y empleadores comprendidos en su
ámbito de aplicación.
En cuanto a su naturaleza jurídica, tomando en consideración su forma de celebración, tiene
"cuerpo" de contrato —es un acuerdo de voluntades—, pero por su alcance y por requerir el control
de legalidad de la autoridad de aplicación —homologación—, tiene "alma" de ley, aunque no en
sentido formal.
57
Los convenios colectivos deben diferenciarse de los contratos celebrados por empresas con
grupos de trabajadores, que son acuerdos que tienen por partes al empleador y a un grupo de
trabajadores, sea en forma directa, o bien representados por sus delegados. Lo convenido —que
no tiene los alcances ni efectos del convenio colectivo— está dirigido a reglamentar ciertos
aspectos de la relación laboral, que se incorporan a los contratos individuales de los
sujetos intervinientes.
También debe distinguirse los contratos de empresas de los acuerdos plurindividuales, ya que
mientras en los primeros suelen pactarse con los representantes de los trabajadores y tiene
efectos extensivos a los trabajadores futuros, esto no sucede con los segundos.
El tema se desarrolla en el capítulo "Negociación colectiva. Convenios colectivos".
2.2.2. Estatutos especiales
Son leyes que se ocupan exclusivamente del personal de determinada actividad, arte, oficio o
profesión; regulan sus relaciones laborales y contienen mecanismos antifraude.
Pueden ser clasificados, por el ámbito, en: estatutos de actividad (construcción), de profesión
(médicos), de especialidad (viajantes), de arte u oficio (radiotelegrafistas, peluqueros), según la
empresa (PyMEs).
Los principales estatutos especiales o profesionales son los siguientes: de la construcción (ley
22.250), de viajantes de comercio (ley 14.546), de encargados de casas de renta (ley 12.981), de
periodistas y empleados administrativos de empresas periodísticas (ley 12.908, dec.-ley
13.839/1946), de trabajo agrario (ley 26.727, BO del 28/12/2011), contrato de trabajo para el
personal de casas particulares (ley 26.844, BO del 12/4/2013).
2.2.3. Laudos arbitrales obligatorios y voluntarios
Son formas tendientes a posibilitar la solución de conflictos colectivos de trabajo; consisten en la
participación de un tercero —árbitro—, a fin de que dictamine sobre un desacuerdo entre las
representaciones paritarias.
El art. 7º, ley 14.786 dispone que los laudos tengan el mismo efecto que los convenios colectivos.
En el laudo arbitral voluntario, establecido en la ley 14.786 —Ley de Procedimiento Obligatorio de
Conciliación de Conflictos Colectivos de Trabajo (arts. 4º a 7º)—, las partes, voluntariamente,
eligen a un tercero para que solucione el conflicto.
2.2.4. Los convenios de la OIT
La OIT tiene como fines esenciales promover internacionalmente la justicia social, prestar
asistencia técnica a los programas de desarrollo económico y social, reunir y difundir toda
la información relativa a los problemas del trabajo, establecer normas de validez internacional y
controlar su aplicación y eficacia en todos los países.
Los convenios y las recomendaciones son normas de validez internacional que son adoptadas en
el seno de la OIT.
Los convenios fijan directivas para facilitar la uniformidad de la legislación laboral de los países
miembros; mediante las recomendaciones se busca establecer mecanismos uniformes de
58
validez internacional para llevar a la acción las medidas a adoptar y orientar a los Estados
miembros en la preparación de la legislación laboral.
Respecto de la operatividad de las normas emanadas de la OIT, debe distinguirse entre convenios
promocionales, normas programáticas, normas con operatividad propia, normas con directivas
determinadas sobre temas específicos, normas autoejecutivas y normas que reconocen derechos
subjetivos conforme a las condiciones impuestas por los Estados.
Si bien ningún convenio de la OIT figura en la nómina del denominado "bloque de
constitucionalidad", el convenio 87 sobre Libertad Sindical está mencionado en los pactos en la
parte pertinente al derecho sindical, indicándose que ninguna disposición autoriza a los Estados
parte a "adoptar medidas legislativas que puedan menoscabar las garantías previstas en él ni a
aplicar la ley de tal manera que pueda menoscabar esas garantías".
Sobre la base de ello, podría concluirse que el convenio 87 goza de una jerarquía constitucional sui
generis.
La República Argentina ha ratificado, entre otros, los siguientes convenios de la OIT:
— Sobre derecho individual:
convenio 1, sobre jornada de trabajo (1919);
convenio 3, sobre protección a la maternidad (1919);
convenio 26, sobre métodos para fijación de salarios mínimos (1928);
convenio 100, sobre el principio de igual remuneración por igual tarea (1951);
convenio 105, sobre abolición del trabajo forzoso (1957).
— Sobre derecho colectivo:
convenio 87, sobre libertad sindical y protección del derecho a la sindicalización (1948) y
convenio 98, sobre derechos sindicales y de negociación colectiva (1949).
El tema se desarrolla en el capítulo "Derecho internacional del trabajo".
2.2.5. Reglamentos de empresas
También son llamados acuerdos internos de empresa o reglamentos de taller; las empresas tienen
la posibilidad de organizar el trabajo en un ordenamiento escrito.
Por medio del reglamento de empresa el empresario puede organizar la prestación laboral y
reglamentar cuestiones referidas a las conductas del personal en el trabajo, que establezcan
obligaciones y prohibiciones propias de la actividad o de la forma habitual de efectuar las tareas.
Los reglamentos de empresa o taller son una serie de normas relativas al trabajo dentro de un
establecimiento determinado y a las sanciones derivadas de su incumplimiento. Por lo general, la
empresa pretende establecer el modo de cumplimiento del débito laboral, y fijar específicamente
los derechos y deberes de cada una de las partes.
59
Como emanan exclusivamente de la voluntad del empleador, no requieren homologación
ni autorización alguna, y su límite reside en las propias facultades de organización, dirección,
control y disciplinaria.
Sus disposiciones son exigibles y tienen validez y, por ende, deben ser acatadas por los
trabajadores, obviamente, si sus cláusulas no se contraponen a las normas de la LCT, ni a las
disposiciones del convenio colectivo aplicables a la actividad o a la empresa, ni a lo pactado en el
contrato individual de trabajo.
2.2.6. Usos de empresas
Se trata de usos frecuentes y generalizados de la empresa respecto de su personal, referidos a la
forma de prestar las tareas, la organización del trabajo, las conductas a asumir en determinadas
ocasiones, etcétera.
Tienen un alcance similar al reglamento de empresa en tanto se pruebe la existencia de la
repetición de los actos y la aceptación reiterada de tales conductas. La diferencia es que las
condiciones de la prestación laboral no están fijadas en un reglamento escrito.
Clasificación de las fuentes
II. ORDEN JERÁRQUICO Y ORDEN DE PRELACIÓN. CONFLICTOS DE NORMAS
El orden jerárquico surge de lo dispuesto en los arts. 31 y 75, inc. 22, CN (redacción según la
reforma de 1994).
La jerarquía máxima la tiene la Constitución Nacional y los tratados internacionales relativos a los
derechos humanos; en segundo lugar, se ubican los demás tratados internacionales; en tercer
lugar las leyes, y luego los convenios colectivos y laudos arbitrales (voluntarios u obligatorios) con
fuerza de convenios colectivos, y los usos y costumbres.
60
En el ámbito del derecho del trabajo, el orden jerárquico de las normas no coincide con el orden de
prelación o de aplicación concreta de ellas a un caso determinado.
Al regir el principio protectorio con sus tres reglas, una norma de jerarquía inferior puede prevalecer
sobre otra de jerarquía superior si resulta más favorable al trabajador; por ejemplo, un convenio
colectivo se aplica por encima de la ley porque establece condiciones más favorables al trabajador.
Se debe recordar que la autonomía de la voluntad individual está limitada por las normas
imperativas que constituyen el orden público laboral y que surgen de las disposiciones de la LCT y
del convenio colectivo aplicable.
De presentarse un conflicto en la aplicación de las distintas fuentes del derecho del trabajo
(dejando a un lado la Constitución Nacional y los tratados internacionales), la ley —en principio—
se impone sobre las demás fuentes.
La ley tiene jerarquía superior al convenio colectivo (art. 7º, ley 14.250); por
ende, excepcionalmente y teniendo en cuenta cada caso particular, una ley podría derogar una
cláusula de un convenio colectivo si afecta el orden público absoluto y en situaciones de
emergencia (CS, 24/12/1985, "Nordensthol, Gustavo c. Subterráneos de Buenos Aires", Fallos
307:326; 7/8/1990, "Soengas c. Ferrocarriles Argentinos", S.101.XXII).
Resulta indiscutible que una ley posterior deroga a la anterior que ocupa el mismo espacio
normativo. Una ley general posterior complementa a una ley especial, salvo que otorgue mejores
derechos al trabajador; en ese caso, la sustituye parcial o totalmente.
El convenio colectivo tiene eficacia derogatoria respecto de una ley anterior menos beneficiosa y
deja sin efecto al convenio colectivo anterior aun cuando otorgara mejores derechos a los
trabajadores; también deroga cláusulas menos favorables incluidas en un contrato individual. En
cambio, las cláusulas normativas de los convenios colectivos no se incorporan al
contrato individual.
Al contrario, ni la ley ni el convenio colectivo pueden afectar el contrato individual anterior que
otorga mayores beneficios al trabajador; en este caso, el contrato individual se impone tanto al
convenio colectivo como a la ley.
En síntesis, para saber cuál es la fuente (ley, convenio colectivo, etc.) que corresponde aplicar al
caso concreto, se debe tener en cuenta los principios propios del derecho del trabajo y analizar lo
siguiente:
1) lo pactado por el trabajador en el contrato individual de trabajo;
2) observar si a la actividad o a la empresa le resulta aplicable un convenio colectivo de trabajo, o
bien si la actividad está regida por un estatuto especial, o si existe un reglamento de empresa;
3) si la respuesta a los puntos 1 y 2 es afirmativa, verificar que ninguna de las cláusulas o normas
contenidas en dichas fuentes viole el orden público laboral;
4) si la respuesta a los dos primeros puntos es negativa, o la del punto 3 es afirmativa, se debe
aplicar la Ley de Contrato de Trabajo.
Cuando colisionan dos o más fuentes de derecho en la resolución de un caso específico, es decir
que se produce un conflicto entre ellas, y cada fuente (ley, convenio o estatuto especial) otorga
distintos beneficios al trabajador, se debe aplicar la regla del régimen más favorable.
61
Para lograr tal objetivo, doctrinariamente se han establecido tres criterios:
— Acumulación: En este sistema se toman normas y cláusulas más favorables de cada una de las
fuentes de derecho, y con ellas se conforma una nueva norma.
— Conglobamiento: En este sistema se elige la fuente que contenga mayores beneficios para el
trabajador y se descarta la restante.
— Conglobamiento por instituciones: Es un método orgánico en el cual se toman como base, para
efectuar la elección, las normas más favorables contenidas en un determinado instituto; es decir
que se divide la norma por institutos y luego se elige aquella que tenga mayores beneficios para el
trabajador. Este es el sistema adoptado por la LCT.
El ámbito geográfico de la aplicación del derecho del trabajo es el territorio nacional y las zonas
sometidas a su jurisdicción. Ante la ejecución de un contrato de trabajo dentro del territorio
nacional hay que aplicar las normas laborales argentinas, independientemente de si el acuerdo se
celebró dentro o fuera del territorio.
Cuando los casos son mixtos —con elementos nacionales y de uno o más países— se debe
recurrir al derecho internacional privado para resolver la aplicación de las normas en conflicto y, en
función de ellas, determinar la normativa aplicable y el juez competente para entender en la causa.
Aun cuando el contrato se haya ejecutado en la Argentina, en los casos mixtos se puede aplicar el
derecho extranjero si las normas resultan más favorables al trabajador.
El tema se desarrolla en el capítulo "Derecho internacional del trabajo".
III. CONSTITUCIONALISMO SOCIAL
Hacia fines del siglo XIX y comienzos del XX, a los partidos tradicionales de la
burguesía de corte liberal y capitalista se sumaron los representantes de las clases
medias y trabajadoras. Ello trajo como consecuencia el traslado a los parlamentos de
62
los antagonismos que hasta ese momento solo venían produciéndose en el ámbito
social.
El afianzamiento de estos nuevos sectores y la sanción de leyes orientadas a mejorar
las condiciones de la vida y de la prestación laboral de los trabajadores provocaron la
aparición de lo que hoy llamamos "Estado social de Derecho", que se caracteriza por
la introducción de derechos y principios sociales en los textos constitucionales de los
Estados.
En consecuencia, se puede definir al constitucionalismo social como la corriente de
opinión que ha introducido en las constituciones de los Estados, en forma explícita,
derechos y garantías de contenido social —cláusulas sobre salario justo, igual
remuneración por igual tarea, derecho de huelga, vivienda digna, etc.— que en las
constituciones clásicas estaban implícitos.
Como ejemplos cabe citar dos Constituciones cuya influencia fue decisiva en la
construcción de esta nueva corriente: la mexicana de 1917 y la alemana de 1919
(Constitución de Weimar).
México fue el primer país que incluyó en forma orgánica en un texto constitucional los
principios generales del derecho del trabajo. Cabe destacar lo establecido respecto
del contrato de trabajo, de la jornada laboral de 8 horas, del descanso semanal de un
día, del salario mínimo, vital e inembargable, del pago diferenciado de las
horas extraordinarias de labor y de la inembargabilidad de los bienes declarados
como patrimonio familiar del trabajador.
La Constitución de Weimar consagra la protección estatal para el trabajo en todas sus
formas, la libertad y el derecho de trabajo, el derecho a la huelga, la libertad de
agremiación, el control de las condiciones del trabajo y de la producción en beneficio
del obrero.
En la República Argentina, el principal antecedente del constitucionalismo social fue la
Constitución de 1949, que consagró en su texto el derecho al trabajo, la retribución
justa, la capacitación del trabajador, las condiciones dignas de trabajo, el cuidado de
la salud, el bienestar personal y familiar del trabajador, la seguridad social, el progreso
económico y la agremiación.
Entendía el trabajo como el medio fundamental de la persona para satisfacer en forma
conjunta y armónica sus necesidades materiales y espirituales, al considerar que
el individuo solo alcanza su verdadera dignificación con el trabajo.
Justamente por tratarse de un bien primordial, el trabajo debía ser protegido en todas
sus formas por el Estado, el cual, además, debía garantizarlo para todos los
habitantes del territorio, sin distinción alguna.
En cuanto a la retribución del obrero, consagraba la necesidad de asegurarle una
compensación acorde con su esfuerzo y con el beneficio que su labor producía a su
patrono en particular y a la sociedad en general.
63
Entendía que este nuevo concepto de compensación guarda en sí una doble
naturaleza: la de compensación material y la de compensación moral; la retribución
tiende a cubrir las necesidades materiales del obrero y su familia y a recompensarlo
espiritualmente por el esfuerzo realizado y por su dedicación.
También reconocía al obrero el derecho a su capacitación, en la inteligencia de que
constituye uno de los pilares del mejoramiento material y espiritual del hombre, los
derechos a las condiciones dignas de trabajo y al bienestar. Hace referencia al salario
digno que permita al trabajador pagar su vivienda, vestimenta y alimentación para sí y
para su familia. Asimismo, reconocía el derecho al descanso semanal que le
permitiera el esparcimiento personal y el mantenimiento de sus vínculos familiares.
El derecho a la preservación de la salud abarcaba tanto el cuidado de la salud física
como la moral de los trabajadores y de su familia. Este es uno de los derechos que
debía ser garantizado y tutelado socialmente en forma permanente por el Estado, al
cual le correspondía también velar por las condiciones adecuadas de higiene y
seguridad en que se desarrollaban las prestaciones laborales.
Se ocupaba del derecho a la seguridad social al consignar que el Estado debía
garantizar la digna subsistencia del obrero, tanto ante la eventualidad de la pérdida de
su trabajo, como luego de su jubilación, una vez finalizada su vida laboral útil. Lo
mismo ocurría con el derecho al progreso económico, ya que el Estado
debía incentivar, por todos los medios, la superación permanente de los trabajadores,
estimulando la posibilidad de que lograran, en el futuro, llegar a desarrollar
prestaciones de tipo autónomo.
Respecto del derecho colectivo, consagraba el derecho a la agremiación, al reconocer
a los trabajadores el derecho a reunirse libremente en defensa de sus intereses
profesionales en gremios, cuya actividad estaría expresamente protegida por el
Estado.
El art. 14 bis de la Constitución Nacional
Producido el golpe de Estado de 1955, quedó suprimida la Constitución de 1949 y
retomó vigencia la de 1853 con las reformas introducidas hasta ese momento.
Sin embargo, los derechos sociales y la protección al trabajador eran valores que ya
estaban definitivamente instalados no solo a nivel nacional, sino en el
plano internacional. De allí que los redactores de la reforma de la
Constitución incorporaran, en 1957, el art. 14 bis, que otorgó rango constitucional a
los derechos del trabajador, a los derechos sindicales y a los derechos emergentes de
la seguridad social.
De lo expuesto, cabe afirmar que los derechos sociales y laborales quedaron
establecidos al incorporar el art. 14 bis a la Constitución Nacional. Así, dentro de una
Constitución de corte liberal, que reflejaba las ideas de la época, se introdujo un
artículo que consagró los derechos sociales y el constitucionalismo social.
64
El art. 14 bis consagra las garantías mínimas del trabajo en la Argentina en los
siguientes aspectos:
a) Derechos del trabajador en el contrato de trabajo: condiciones dignas y equitativas
de labor; jornada limitada y descanso y vacaciones pagas; régimen remuneratorio
(remuneración justa, salario mínimo, vital y móvil, igual remuneración por igual tarea y
participación en las ganancias con control de la producción y colaboración en la
dirección); protección contra el despido arbitrario del empleado privado y estabilidad
del empleado público; estabilidad del representante sindical; compensación
económica familiar (asignaciones familiares).
b) Derechos sindicales: derecho a la organización sindical libre y democrática
reconocida por la simple inscripción en un registro especial; derecho de los sindicatos
a concertar convenios colectivos de trabajo, a recurrir a la conciliación, al arbitraje y a
la huelga; protección especial a los representantes gremiales para el ejercicio de su
gestión, en especial la relacionada con la estabilidad en su empleo.
c) Derechos emanados de la seguridad social: otorgamiento de los beneficios de la
seguridad social con carácter de integral e irrenunciable; seguro social obligatorio a
cargo de entidades nacionales o provinciales con autonomía económica; jubilaciones
y pensiones móviles; protección integral de la familia (defensa del bien de familia,
compensación económica familiar y acceso a una vivienda digna).
Para determinar su alcance es importante distinguir si los derechos y garantías
consagrados en el art. 14 bis, en cada una de sus cláusulas, están enunciados en
forma operativa o programática:
— Normas operativas: generan derechos y obligaciones que permiten accionar
directamente con la sola invocación del derecho constitucional. Las cláusulas
operativas se aplican y funcionan sin necesidad de reglamentación ni actividad ulterior
de los órganos de poder.
Los derechos establecidos en el art. 14 bis claramente operativos son la estabilidad
del empleado público, el derecho de huelga, el principio de igual remuneración por
igual tarea; estos derechos admiten la reglamentación pero no la exigen
imprescindiblemente.
— Normas programáticas: requieren de otras normas de carácter reglamentario para
que se pueda invocar derechos a su respecto. Su aplicación queda diferida a la
decisión del legislador común, que tiene el mandato del constituyente para dictar la
norma reglamentaria que haga efectivo el derecho constitucional "programático".
Las cláusulas programáticas necesitan, para su aplicación y funcionamiento, de una
norma reglamentaria. En ausencia de la norma reglamentaria, la cláusula
constitucional programática no goza de andamiaje propio; el derecho permanece
en expectativa. Por ejemplo, la participación en la ganancia de las empresas (art. 14
bis, CN) y el juicio por jurados (art. 118, CN) son dos cláusulas programáticas de la
Constitución Nacional.
65
Seguidamente se analizan sucintamente cada uno de los derechos consagrados en
el art. 14 bis, CN.
— Derecho de trabajar: Es el derecho a elegir la propia actividad, concretado de
manera efectiva en un contrato de trabajo. También implica el derecho a la libertad de
contratar.
— Derecho a las condiciones dignas y equitativas de labor: Alude a la calidad de trato
que debe recibir el trabajador. Las "condiciones dignas" abarcan también el ambiente,
lugar, horario, descanso, retribución, trato respetuoso, etcétera. El adjetivo "dignas"
debe ser interpretado como condición compatible con la dignidad del hombre. El
adjetivo "equitativas" alude a la justicia de cada caso particular, al trabajador en cada
situación.
— Derecho a la jornada limitada: Con ello se establece constitucionalmente que el
tiempo de trabajo no puede insumir todo el tiempo de vida del hombre. La duración del
trabajo debe tener tres pausas: la diaria, la semanal y la anual.
El texto no establece una cantidad máxima de horas; hace referencia a una jornada
limitada, desde el punto de vista del principio de razonabilidad, y teniendo en cuenta la
índole del trabajo; varía, por ejemplo, si es insalubre o si se trata de un menor. La ley
es la que fija la cantidad de horas; uno de los principios de la OIT establece, desde
1919, que la jornada máxima de labor no puede exceder de 8 horas diarias.
— Derecho al descanso y vacaciones pagadas: Tiene relación con lo expresado
anteriormente, debiéndose destacar que el adjetivo "pagadas" debe ser entendido
como pago previo o anticipado.
— Derecho a la retribución justa: Cabe entenderlo como el derecho a percibir un
salario que, por su monto y oportunidad de pago, resulta suficiente para vivir.
— Derecho al salario mínimo, vital y móvil: Se refiere a aquella remuneración por
debajo de cuyo monto se presume que resulta insuficiente para garantizar la
supervivencia del trabajador, es decir, para satisfacer sus necesidades vitales que no
solo le permitan vivir, sino, además, vivir bien.
Ni en los convenios colectivos ni en los contratos individuales de trabajo se puede
pactar un salario menor al considerado legalmente como mínimo y vital. El salario
también debe ser "móvil", porque si existe "inflación" el salario debe ser ajustado para
no perder su poder adquisitivo.
— Derecho a percibir igual remuneración por igual tarea: Esta es la única igualdad
que la Constitución consagra en las relaciones privadas. Tiene por finalidad suprimir la
arbitrariedad en cuanto a la fijación de retribución entre personas que realizan iguales
tareas (sobre todo por sexo o edad), evitando discriminaciones.
Este precepto no se opone a que el empleador otorgue un trato distinto, fundado en
razones objetivas como, por ejemplo, por mayor eficacia, laboriosidad, contracción al
66
trabajo; no se prohíbe al empleador premiar —por encima de lo estipulado en el
convenio— a aquellos trabajadores que demuestren mérito suficiente, sino que se
sanciona el trato discriminatorio y arbitrario ante situaciones iguales.
— Derecho a participar en el beneficio, el control y la dirección de la empresa: La
"participación en los beneficios" es un aspecto salarial. El "control de la producción y
la colaboración en la dirección de la empresa" sirve para que el trabajador tenga
derecho a verificar el crédito patronal; estos dos últimos derechos no tienen carácter
remuneratorio. La participación es debida a todo empleado que coopere directamente
para la obtención de un beneficio lucrativo.
— Derecho a la protección contra el despido arbitrario y a la estabilidad del empleado
público: Hay que distinguir entre relaciones laborales privadas y empleo público.
En las relaciones laborales privadas rige la estabilidad impropia, que no prohíbe el
despido ni lo anula, sino que se limita a establecer una compensación económica
reparatoria; es decir que no existe la reinstalación en el empleo, sino que la
reparación por el despido incausado se traduce en el pago de una indemnización.
En el ámbito del empleo público, el derecho a la protección contra el despido arbitrario
se vincula con la estabilidad del empleado público, que es propia y está asegurada
por la nulidad de la cesantía arbitraria y la obligación estatal de reincorporación.
La doctrina y la jurisprudencia de la Corte Suprema de Justicia de la Nación sostienen
que la estabilidad del empleado público, garantizada por el art. 14 bis, obliga también
a las provincias y alcanza, por consiguiente, al personal de las administraciones
locales. Ante una cesantía sin causa legal justa o sin sumario, el Estado está obligado
a reincorporarlo.
Este tipo especial de estabilidad queda vulnerada en los siguientes casos: a) si la
cesantía se dispone sin causa legal suficientemente razonable; b) si se dispone sin
sumario previo y sin forma suficiente de debido proceso; y c) si se declara en comisión
al personal.
Al contrario, no se ha considerado vulnerada la estabilidad del empleado
público: a) cuando hay causa legal razonable, acreditada por un sumario
previo; b) cuando se suprime el empleo; c) cuando se dispone la cesantía por razones
de verdadera racionalización o economía administrativa, fehacientemente acreditada;
y d) cuando el empleado está en condiciones de jubilarse con beneficio ordinario.
— Derecho a la organización sindical: Surge del art. 14 bis cuando se refiere a
"asociarse con fines útiles". Esta libertad implica la posibilidad de formar una
asociación, poder ingresar en ella, desasociarse y no ser compelido a asociarse.
Asimismo, hace referencia a una organización sindical libre y democrática, reconocida
por la simple inscripción en un registro especial. Se debe distinguir entre "unidad
sindical", en la que solo se reconoce un sindicato por cada sector de actividad o
profesión, y "pluralidad sindical", en la que puede actuar más de uno.
67
Efectuando una interpretación literal, el art. 14 bis parece optar por el sistema de
pluralidad sindical, deduciéndose ello de la referencia a "la organización libre y
democrática". Cabe entender como organización "libre" a aquella exenta de trabas,
tanto para su formación como para su desenvolvimiento, sin coerciones estatales de
ninguna especie, como tampoco de los empleadores o de los partidos políticos.
Por su parte, "organización democrática" significa una organización respetuosa de la
persona, de sus libertades y de sus derechos.
Sin embargo, la ley 23.551 —y las dictadas sobre las asociaciones sindicales con
anterioridad— adopta el sistema de unidad sindical.
El tema se desarrolla en el capítulo "Asociaciones sindicales de trabajadores".
— Derecho de huelga: El derecho de huelga está constitucionalmente reconocido a
los trabajadores, pero no como movimiento individual, sino colectivo. Es decir que le
pertenece a la pluralidad de los trabajadores que comparten un mismo conflicto. El
sujeto de la huelga es el sindicato: no existe norma expresa que reconozca el derecho
de huelga o lo niegue a otros sujetos activos distintos de los gremios.
El art. 14 bis atribuyó el derecho de huelga a los gremios que se constituyen en
sujetos activos de la huelga, por lo que no puede negarse su ejercicio. La Corte
Suprema de Justicia de la Nación reconoció que el derecho de huelga es operativo, es
decir que puede ser invocado y ejercido aunque no se dicte una ley que lo
reglamente.
El tema es desarrollado en el capítulo "Medidas de acción directa".
— Derecho de los representantes sindicales a las garantías gremiales: Los
representantes gremiales gozan de las garantías necesarias para el cumplimiento de
su gestión sindical y las relacionadas con la estabilidad de su empleo.
Cabe interpretar la expresión "representante gremial" con elasticidad, de modo que
ningún trabajador, que bajo una u otra denominación desempeña permanente o
transitoriamente esa función, quede desprotegido.
El representante gremial tiene estabilidad propia relativa, lo cual impide el despido sin
causa y el despido arbitrario y obliga al empleador a reincorporarlo.
Es doctrina de la Corte Suprema de Justicia de la Nación que los representantes
gremiales no están al margen de medidas de racionalización administrativa
general, autorizadas legislativamente, ni están exentos de sanciones disciplinarias.
El tema es desarrollado en el capítulo "Asociaciones sindicales de trabajadores".
— Derecho a la seguridad social: El art. 14 bis expresa que "el Estado otorgará los
beneficios de la seguridad social...". Se entiende como tal a aquella que protege a la
persona contra la inseguridad social.
68
Se la conceptúa como un conjunto de medidas y garantías adoptadas en favor de los
hombres para protegerlos contra ciertas contingencias. Los beneficiarios de la
seguridad social son todos los hombres y su objeto es amparar las necesidades que
obstaculizan su bienestar.
Después de afirmar que el Estado otorgará los beneficios de la seguridad social, el
texto añade que tendrá carácter integral e irrenunciable. Por "integral" se debe
entender que la cobertura de las necesidades debe ser amplia, sin especificar las
necesidades que tiende a amparar. "Irrenunciable", apunta a la obligatoriedad y a que
no admite voluntad en contrario, ni la incorporación de particulares al sistema.
También dispone que se establezca un seguro social obligatorio; no se refiere a las
jubilaciones y pensiones, sino que apunta a cubrir necesidades distintas de las
amparadas por el sistema jubilatorio.
Sin embargo, se podría interpretar que el régimen jubilatorio es una forma posible de
seguro social, quedando absorbido por este. En realidad, se debe entender que se
trata de cuestiones distintas: el texto del artículo obliga a que el legislador implante
ambos sistemas, optando por cubrir algunas necesidades mediante el seguro social y
otras mediante las jubilaciones.
El seguro social obligatorio está a cargo de entidades nacionales o provinciales. Esto
significa que, en caso de falta de decisiones, no sería inconstitucional que los
organismos federales se encargaran de ello.
— Derecho a la protección de la familia del trabajador: En la parte final del artículo
están enunciadas las cláusulas tutelares de la familia. El art. 14 bis dispone que la ley
establezca la defensa del bien de familia, la compensación económica familiar y el
acceso a una vivienda digna.
El bien de familia y el salario familiar han recibido consagración legal. El acceso a una
vivienda digna sigue siendo una promesa incumplida para grandes sectores de la
población.
JURISPRUDENCIA
1. Control de constitucionalidad
No resulta necesario que medie un pedido expreso de parte interesada
acerca de la declaración de inconstitucionalidad. Ello así, toda vez que
el control de constitucionalidad no es una cuestión de hecho en la que
el juez se haya limitado a los presupuestos fácticos denunciados y
probados por las partes por vía del principio procesal de congruencia
(art. 34, inc. 4º, Cód. Proc.) y en definitiva debe velar por el derecho de
defensa en juicio de raigambre constitucional (art. 18, CN). El control
de constitucionalidad, en cambio, constituye una cuestión de derecho
69
y en ellas el juez actúa independientemente del derecho no invocado
o invocado erróneamente por las partes, en tanto que rige el antiguo
adagio romano iura novit curia según el cual le incumbe al juez la
aplicación del derecho, que incluye obviamente al derecho
constitucional y por ende al deber de mantener la supremacía de la
Constitución en su aplicación al específico pleito que se trate. La Corte
Suprema de Justicia de la Nación admitió el control de
constitucionalidad de oficio en el caso "Mill de Pereyra" (del año 2001)
y ratificó el criterio en los autos "Banco Comercial de Finanzas SA"
(del año 2003) —del voto de Stortini, en minoría— (sala 10ª,
25/2/2011, "Saeco Argentina SA c. Koprivc, María del
Carmen s/consignación").
En tanto órgano supremo a cargo del gobierno del Poder Judicial, la
Corte tiene una jerarquía superior a la de cualquier tribunal inferior,
como también respecto del Consejo de la Magistratura y el Jurado de
Enjuiciamiento (Acordada 4 del 14/3/2000, Fallos 323:1293). En
cuanto actúa en su condición de cabeza del Poder Judicial, y a los
fines de cumplir con las trascendentes funciones institucionales antes
aludidas, la Corte no precisa del planteo de caso o controversia judicial
alguna. Tampoco requiere del estímulo que provee la petición de parte
legitimada, pudiendo obrar de oficio, inclusive a los fines de declarar
la inaplicabilidad o nulidad de normas que afectan el ejercicio de la
función judicial. En tal sentido el tribunal ha admitido el control de
constitucionalidad de oficio cuando están en juego normas que
consagran excesos respecto de los límites puestos por la Constitución
Nacional a sus respectivas atribuciones (Fallos 143:191, 185:140,
238:288) (del voto del ministro Vázquez, que adhiere a la mayoría). De
conformidad con antigua doctrina de esta Corte, los jueces no están
facultados para declarar de oficio la inconstitucionalidad de las leyes
(Fallos 282:15, 289:89, 303:715, 305:302 y 2046, 306:303, 310:1090 y
1401, 311:1843, entre otros) (de la disidencia parcial de los ministros
Nazareno y Petracchi). Si bien los jueces no pueden declarar
la inconstitucionalidad de la ley en abstracto, es decir fuera de una
causa concreta sometida a su juzgamiento, de ello no se desprende
que necesariamente la parte interesada deba requerir en
forma expresa el control de constitucionalidad, ya que este constituye
una cuestión de derecho, ínsita en la facultad de los jueces que se
resume en el antiguo adagio romano iura novit curia y que incluye el
deber de mantener la supremacía de la Constitución. Este principio,
70
por el que se les concede a los jueces la potestad de suplir el derecho
que las partes no invocan o que invocan erróneamente, incluye el
deber de mantener la jerarquía normativa de nuestro orden jurídico, de
allí que una sentencia que aplique normas inconstitucionales se
subleva en contra de aquella (del voto del ministro Boggiano, que
adhiere a la mayoría). La declaración de inconstitucionalidad es —
según conocida doctrina de este tribunal— una de las más delicadas
funciones que puede encomendarse a un tribunal de justicia; es un
acto de suma gravedad, al que solo debe recurrirse cuando una
estricta necesidad lo requiera, en situaciones en las que la
repugnancia con la cláusula constitucional sea manifiesta e indubitable
y la incompatibilidad inconciliable (Fallos 247:121 y sus citas). Es por
ello que, con más rigor en este caso, la declaración
de inconstitucionalidad solo será procedente cuando no exista la
posibilidad de una solución adecuada del juicio por otras razones que
las constitucionales comprendidas en la causa (Fallos 260:153, consid.
3º y sus citas). De acuerdo con la doctrina de este tribunal, las
decisiones que declaran la inconstitucionalidad de la ley, solo
producen efectos dentro de la causa y con vinculación a las relaciones
jurídicas que las motivaron y no tienen efecto derogatorio genérico —
Fallos 247:700, 248:702, 255:262, 264:364, 315:276, 322:528 entre
otros— (del voto de los ministros Fayt y Belluscio, en mayoría) (CS,
27/9/2001, "Mill de Pereyra, Rita y otros c. Estado de la Prov. de
Corrientes").
La CNTrab., sala 2ª, en autos "Pacheco, Oscar H. c. HIH
Interamericana ART", estableció que a pesar de la imperatividad de la
Carta Magna cuando únicamente se encuentra comprometido
un interés particular, la falta de invocación de lesión constitucional en
la demanda impide la eventual declaración de inconstitucionalidad de
oficio; además, sostuvo que el planteo de una cuestión federal en
la expresión de agravios contraviene los principios que rigen el
contradictorio (27/11/2008).
La CNTrab., sala 3ª, en autos "Portmann, Enrique c. Anses",
estableció que las condiciones emergentes de una determinada
convención no se incorporan definitivamente al contrato individual y no
son exigibles más allá de la vigencia de aquella (o de su posible ultraactividad), razón por la cual pueden ser válidamente modificadas in
71
peius, derogadas o sustituidas por otras pactadas en un nuevo
convenio (31/3/2009).
2. Constitución Nacional. Tratados internacionales. Rango
constitucional
Nuestra Constitución Nacional garantiza el derecho de defensa en
juicio y de igualdad ante la ley en sus arts. 16 y 18, además de los
Tratados Internacionales con rango Constitucional, que avalan esta
postura. Por ende, corresponde confirmar el pronunciamiento que
otorga el beneficio de litigar sin gastos solicitado (sala 1ª, 12/7/2011,
"Orieta, Azucena del Carmen p/sí y E/R. H. Men. Fernando Guillermo,
Cristian, Marcelo, Walter y Fiamma O.").
La disposición contenida en el art. 75, inc. 22, que otorga jerarquía
constitucional a los tratados internacionales que versen sobre
derechos humanos, es reflejo de la jurisprudencia que,
premonitoriamente, emanara del más alto tribunal. En efecto, ya en el
caso "Ekmekdjian" la CS dijo que la "Convención de Viena sobre el
Derecho de los Tratados (aprobada por la ley 19.865, ratificada por el
Poder Ejecutivo nacional el 5/12/1972 y en vigor desde el 27/1/1980)
confiere primacía al derecho internacional sobre el derecho interno. La
convención es un tratado internacional constitucionalmente válido, que
asigna prioridad a los tratados internacionales frente a la ley interna en
el ámbito del derecho interno, esto es, un reconocimiento a la primacía
del derecho internacional por encima del propio derecho interno" (sala
10ª, 31/7/2000, "Lizarraga, Juan c. Streitfeld, Jorge s/accidente").
3. Ley. Interpretación
La interpretación de la ley debe tener en cuenta que la inconsecuencia
o la falta de previsión del legislador no se suponen. La exégesis de las
normas debe hacerse siempre evitando darles un sentido que ponga
en pugna sus disposiciones, destruyendo las unas por las otras y
adoptando como verdadero el que las concilie y suponga la integral
armonización de sus preceptos (CS, 20/11/2001, "Antonucci, Roberto
c. YPF SA y otro s/part. accionario obrero", TySS 2001-1056).
Por encima de lo que las leyes parecen decir literalmente, es propio de
la interpretación indagar lo que dicen jurídicamente, es decir, con
conexión con las demás normas que integran el ordenamiento del
72
país, con el fin de establecer así la versión técnicamente elaborada de
la norma aplicable al caso, por medio de una hermenéutica sistemática
y razonable. En la interpretación de las leyes cabe estar al espíritu de
la norma, a la intención legislativa y al bien jurídico protegido por la
misma (sala 10ª, 9/9/2002, "Trigo Mogro, Hernán c. Pecom Energía
SA", DT 2003-A-81).
La primera fuente de exégesis de la ley es su letra y cuando esta
no exige esfuerzo de interpretación debe ser aplicada directamente,
con prescindencia de consideraciones que excedan las circunstancias
del caso expresamente contempladas por la norma, ya que de otro
modo podría arribarse a una interpretación que, sin declarar
la inconstitucionalidad de la disposición legal equivaliese a prescindir
de su texto (CS, 11/4/2006, "Gulle, Rubén c. Lotería Nacional", del
dictamen de la Procuración General, al que remitió la Corte Suprema.
Mayoría: Petracchi, Highton de Nolasco, Fayt, Maqueda, Zaffaroni,
Lorenzetti, Argibay).
4. Decretos de necesidad y urgencia
El estado de necesidad a que hace referencia el art. 99, inc. 3º, CN, se
presenta únicamente cuando circunstancias excepcionales hicieran
imposible seguir los trámites ordinarios previstos para la sanción de
leyes. Por tanto, para que el Poder Ejecutivo pueda ejercer
legítimamente facultades legislativas que, en principio, le son ajenas,
es necesaria la concurrencia de algunas de estas dos
circunstancias: 1) que sea imposible dictar la ley mediante el trámite
ordinario previsto por la Constitución, vale decir, que las Cámaras del
Congreso no puedan reunirse por circunstancias de fuerza mayor que
se lo impidan, o 2) que la situación que requiere solución legislativa
sea de una urgencia tal que deba ser solucionada inmediatamente, en
un plazo incompatible con el que demanda el trámite normal de las
leyes. Corresponde descartar criterios de mera conveniencia ajenos a
circunstancias extremas de necesidad para justificar el dictado de un
decreto de necesidad y urgencia en los términos del art. 99, inc. 3º,
Ley Fundamental, pues la Constitución Nacional no habilita el elegir
discrecionalmente entre la sanción de una ley o la imposición más
rápida de ciertos contenidos materiales por medio de un decreto de
necesidad y urgencia. Los constituyentes de 1994 no han eliminado el
sistema de separación de las funciones de gobierno que constituye
73
uno de los contenidos esenciales de la forma republicana prevista en
el art. 1º, Ley Fundamental, por ello la admisión del ejercicio de
facultades legislativas por parte del Poder Ejecutivo se hace bajo
condiciones de rigurosa excepcionalidad y con sujeción a exigencias
materiales y formales que constituyen una limitación y no una
ampliación de la práctica seguida en el país hasta entonces (del voto
en disidencia de los Dres. Fayt y Vázquez). (CS, 20/2/2000, "Casime,
Carlos A. c. Estado nacional", DT 2001-A-775).
5. Convenios colectivos
El convenio colectivo, una vez homologado por la autoridad
administrativa, adquiere fuerza erga omnes. Desde dicha perspectiva,
al tratarse además de una de las fuentes que regulan la relación
laboral individual (art. 1º, LCT) que es obligatoria para todos los
trabajadores y empleadores de la actividad (aun cuando no hayan
suscripto el acuerdo colectivo), es pasible de declaración
de inconstitucionalidad cuando el órgano judicial decide desplazar su
aplicación al caso por vulnerar derechos o garantías de la Ley
Fundamental —del voto del Dr. Stortini— (sala 10ª, 27/11/2009, "Ríos,
José Albino c. Search Organización de Seguridad SA").
Las partes no están obligadas a probar la existencia y contenido de los
convenios colectivos de trabajo, pero deben individualizarlos con
precisión (en pleno, 31/10/1966, "Alba, Angélica c. UTA", nro. 104).
Una convención colectiva de trabajo celebrada de conformidad a la ley
14.250 no puede dejar sin efecto las condiciones de trabajo pactadas
bajo la forma de uno de los denominados "convenios de empresa de
derecho común", aplicables a una determinada relación individual de
trabajo más favorable al trabajador (en pleno, 15/7/1971, "Borghello,
Roberto c. Standard Electric Argentina SA", nro. 157).
La CNTrab., sala 5ª, en autos "Méndez Villagómez, José A. c. Clínica
Privada Independencia SA", consideró válida la denuncia del vínculo
efectuada por el trabajador si existió reconocimiento expreso de la
empresa acerca de la existencia de una rebaja salarial, así como del
diferimiento en el pago de los salarios invocando un "convenio interno"
cuya existencia no se acreditó y cuyos términos serían inhábiles por
contrarrestar expresas disposiciones legales sobre el plazo de pago de
las remuneraciones (9/6/2009).
74
6. Reglamentos de empresa. Usos y costumbres de la empresa
Tanto los reglamentos de empresa como las costumbres y usos
empresarios constituyen una expresión de voluntad del empleador
como fuente de creación de obligaciones y si ello es así, es evidente
que
tienen
carácter
"general",
es
decir
que
se
refieren, indiferentemente de las personas respecto de quienes rija, a
la totalidad de la empresa. La circunstancia de que los trabajadores
hubieran obtenido su alta luego de que se modificara el modo de
abonar el "aguinaldo" no resulta suficiente como para excluirlos del
régimen anterior más beneficioso en cuanto a su cálculo (sala 10ª,
21/6/2001, "Toscano, Adrián G. y otros c. Volkswagen Argentina SA",
DT 2001-B-2318).
El Código de Ética es un reglamento interno plenamente oponible a los
funcionarios a los que se aplica, en cuanto especifica conductas
calificadas, como incumplimientos contractuales o transgresiones a
deberes de comportamiento, y en su caso, un régimen disciplinario,
e incluso, supuestos de justa causa de despido. En una controversia
judicial, el juez, analizando el producto final de la actividad probatoria
es quien, por así prescribirlo el párr. 2º del art. 242, LCT, determina en
definitiva si los hechos reprochados como justa causa de despido,
constituyen incumplimientos imposibilitantes de la continuación de la
relación de trabajo (sala 8ª, 28/3/2003, "Garramone, Raúl c. Citibank
NA").
7. Voluntad de las partes
El convenio colectivo de trabajo, en sus cláusulas normativas es una
norma, no una fuente directa de obligaciones como lo son el acto o el
hecho jurídico; obliga al empleador respecto de las condiciones de
trabajo mínimas que deben regular la relación pero no suplanta la
voluntad del trabajador a menos que este expresamente hubiera
otorgado mandato a favor de la organización sindical (sala 5ª,
30/9/2015, "Nicolosi, Omar César y otros c. Obra Social para la
Actividad Docente - OSPLAD").
Si bien las normas originadas en un laudo son una innegable fuente de
derechos individuales y pueden ser invocadas como sustento de una
acción judicial particular, ello no implica que tengan el valor de un título
suficiente para habilitar su ejecución directa, porque la ley no les
75
confiere tal calidad, máxime en el contexto del procedimiento laboral,
que supedita la procedencia de la vía ejecutiva a la acreditación de
que el pretensor sea efectivamente titular de un crédito individualizado,
líquido y exigible (art. 139, ley 18.345) (CS, 16/6/2015, "Prane, Omar
Raúl y otros c. Banco del Chubut SA").
8. Conflictos de normas
El argumento de la demandada —en cuanto a que el despido por ella
dispuesto no violentaba las previsiones de los arts. 7.a y 13 de la ley
13.047 y que dicho estatuto no llegaba a ser de ninguna manera ley de
fondo como la LCT—, resulta improcedente, en tanto el art. 1º de la
LCT enumera las fuentes de regulación del contrato y la relación de
trabajo, estableciendo en su inc. b) una importante fuente formal, los
estatutos especiales, que son leyes especiales dictadas por el
Congreso Nacional que establecen regímenes jurídicos particulares
para un sector determinado. Y siendo que, frente a la concurrencia de
normas rige —conforme lo dispuesto por el art. 9ºLCT — el régimen de
la norma más favorable tal como es, en el caso, el estatuto profesional
que establece la obligatoriedad de sustanciación de un sumario previo
por autoridad oficial, lo cual la demandada no invocó ni acreditó haber
sustanciado
al
accionante, invocando
las
causales
que
hubieran autorizado a remover al dependiente, el despido del actor
carece del recaudo condicionante esencial de su legitimidad (sala 4ª,
27/2/2015, "Stockle, Matías Sebastián c. Fundación Formar futuro").
Es aplicable el estatuto del viajante de comercio a quien se encargaba
de suscribir planes de medicina prepaga, toda vez que las actividades
por él desarrolladas consistían en captar potenciales clientes,
ofrecerles planes de salud, lograr la suscripción y cobrar la cuota
correspondiente (sala 10ª, 6/4/2016, "Paole, Enrique Ernesto c. Swiss
Medical SA").
Los trabajadores de la industria de la construcción, al no haber
sido expresamente excluidos, están comprendidos en el régimen
general de la ley 20.744, salvo en lo que respecta a
aquellas instituciones que hubieren sido contempladas por el estatuto
particular (ley 22.250) (Cám. Lab. Corrientes, 17/3/2016, "Vega,
Fernando Luis c. Juan Bautista Palacios y/o Q. R. R. s/ind.").
76
La resolución que ordenó trabar embargo sobre los fondos dinerarios
de la confederación sudamericana de fútbol respecto de los importes
que la asociación de fútbol argentino deba girarle debe ser confirmada,
ya que rige la normativa del Cód. Civil en cuanto alude a la facultad de
efectuar la imputación de lo que se paga (sala 10ª, 16/6/2015, "Alfieri,
Ricardo Osvaldo c. Confederación Sudamericana de Fútbol y otro").
9. Ámbito territorial de aplicación de la ley
El art. 610, ley 20.094, en cuanto establece que se rigen por la ley del
pabellón del buque los contratos de ajuste "del capitán, los principales
y demás tripulantes que prestan sus servicios", constituye una
disposición del estatuto específico que desplaza a la genérica
previsión del art. 3º, LCT. La legislación nacional no resulta aplicable a
los sucesivos contratos de ajuste celebrados para trabajar en un
buque de pabellón extranjero (sala 10ª, 26/5/2009, "Deibe, Rubén D. c.
Sig Marine Ltd. SA y otro").
La operatividad de la tesis de la oficiosidad en la aplicación del
derecho extranjero, establecida en los Tratados de Derecho
Internacional de Montevideo, es indiscutible, aunque condicionada a
la existencia de una norma indirecta que determine la aplicabilidad de
la legislación foránea para la resolución de un conflicto que, en el
caso, es el art. 3º, LCT, que dispone la aplicación del derecho peruano
para dirimir el fondo de la litis (SC Buenos Aires, 28/4/2004, "Soto,
Javier c. Exxe SA").
CAPÍTULO IV - PRINCIPIOS DEL DERECHO DEL TRABAJO
I. CONCEPTO
77
Los principios generales del derecho son pautas superiores emanadas de la
conciencia social sobre la organización jurídica de una sociedad. Fundamentan el
ordenamiento jurídico y orientan al juez o al intérprete de la norma.
Los principios del derecho del trabajo son las reglas inmutables e ideas esenciales
que forman las bases sobre las cuales se sustenta todo el ordenamiento jurídicolaboral. Su finalidad es proteger la dignidad del trabajador y proyectar su eficacia,
tanto al iniciarse el vínculo laboral, como durante su desarrollo y al momento de
su extinción.
Sirven también como una especie de filtro para la aplicación de normas ajenas al
derecho del trabajo. Si bien la norma hace referencia a ellos, no los expresa
directamente (enuncia su presupuesto) ni tampoco contempla un procedimiento
técnico de exteriorización.
Alonso García define a los principios como aquellas líneas directrices o postulados
que inspiran el sentido de las normas laborales y configuran la regulación de las
relaciones de trabajo con arreglo a criterios distintos de los que pueden darse en otras
ramas del derecho.
Para Montoya Melgar son las ideas fundamentales de la organización jurídicolaboral que surgen del orden normativo dado y lo realimentan, dándole determinado
sentido a cada una de las disposiciones que lo componen, resultando indispensables
para aplicar rectamente sus normas(8).
II. FUNCIONES
Es posible establecer cuatro funciones esenciales:
1) Orientadora e informadora, porque ilustra al legislador y delimita su actuar
conforme a las pautas superiores; orienta también a quien debe sancionar una ley y,
por ende, sirve como fundamento del ordenamiento jurídico.
2) Normativa o integrativa, ya que es un instrumento técnico para cubrir una laguna
del ordenamiento jurídico; integra el derecho, actuando como fuente supletoria en
caso de ausencia de la ley.
El art. 11, LCT otorga expresamente la función de integración del derecho jurídico
positivo ante una laguna del derecho (carencia de normas), al disponer que "cuando
una cuestión no pueda resolverse por aplicación de las normas que rigen el contrato,
o por las leyes análogas, se decidirá conforme a los principios de la justicia social y a
los generales del derecho del trabajo, la equidad y la buena fe".
3) Interpretadora, ya que fija reglas de orientación al juez o al intérprete de la
norma en las controversias y lo conduce hacia la interpretación correcta; también está
78
dirigida al abogado —que debe encuadrar una norma en un caso determinado— y al
jurista y al doctrinario, que fuera de los litigios concretos deben interpretar una norma.
El juez laboral debe desechar la interpretación meramente teórica, literal y rígida
de la ley y, por ello, desinteresada de sus resultados prácticos concretos (una
sentencia "formalmente" justa), e inclinarse por una interpretación que contemple las
particularidades del caso, el orden jurídico en su armonía total, los fines que la ley
persigue, los principios fundamentales del derecho, las garantías y derechos
constitucionales y los tratados internacionales, y el logro de resultados concretos
jurídicamente valiosos. No debe prescindir de las consecuencias que naturalmente
derivan del fallo.
4) Unificante o de armonización de política legislativa y judicial, ya que vela por la
seguridad jurídica al preservar la unidad sistémica del derecho, evitando que tanto el
legislador —al sancionar la ley— como el juez —al interpretarla— se aparten del
sistema.
III. ORIGEN
Una cuestión controvertida que divide a la doctrina es el origen o procedencia de
los principios.
Para los positivistas, que tienen a Kelsen como su máximo exponente, los
principios generales del derecho (y especialmente los de cada una de las ramas
jurídicas) guardan estrecha y exclusiva dependencia con el derecho vigente.
Entienden que los principios son solo aquellos que han sido acogidos por la normativa
que estructura el ordenamiento jurídico de un país y que, según la expresión de
Carnelutti, "se encuentran dentro del derecho escrito como el alcohol dentro del vino:
son el espíritu o la esencia de la ley"(9). Dentro de la doctrina laboralista argentina
comparten esta postura Fernández Madrid y Álvarez.
En cambio, para la postura iusnaturalista —a la que adscribo— los principios no se
agotan en aquellos que han sido acogidos por la ley y constituyen como la malla de la
estructura jurídica, hay también otros de derecho natural que la ley puede no haberlos
sancionado positivamente, pero aun considerándolos como derecho extralegal o
"extrapositivo" constituyen el fundamento último y primordial del orden jurídico, según
la naturaleza de las personas y de las cosas, sobre cuya trama básica se construye el
orden positivo(10).
Lo contrario importaría atribuirle al legislador la autoridad suprema de construir el
ordenamiento jurídico caprichosamente, aunque no se compadezca con la realidad
objetiva. Asiste razón a Orgaz al sostener que los principios generales del derecho no
pueden ser ligados a ningún sistema positivo. Habrá que atenerse mejor a los
principios de justicia universal, aquella conciencia jurídica de los pueblos de Savigny,
que supera las circunstancias de tiempo y lugar.
79
Bien sea que se ubique como contenidos en el derecho natural o que se los haga
depender no de un derecho divino sino de un derecho de la razón —como lo
denomina Radbruch—, existe el convencimiento de que alimenta al derecho positivo,
dándole vida y sentido(11).
IV. PRINCIPALES PRINCIPIOS
La mayoría de los autores señala como los más importantes principios del derecho
del trabajo a los siguientes:
1) Principio protectorio. Se manifiesta en tres reglas: a) In dubio pro operario; b)
Regla de la aplicación de la norma más favorable; c) Regla de la condición más
beneficiosa.
2) Principio de irrenunciabilidad de los derechos.
3) Principio de la continuidad de la relación laboral.
4) Principio de primacía de la realidad.
5) Principio de buena fe.
6) Principio de no discriminación e igualdad de trato.
7) Principio de equidad.
8) Principio de justicia social.
9) Principio de gratuidad.
10) Principio de razonabilidad.
11) Principio de progresividad.
1. Principio protectorio
Es considerado —junto con el principio de irrenunciabilidad— el más
importante. Tiene como finalidad proteger la dignidad del trabajador en su condición
de persona humana.
Consiste en distintas técnicas dirigidas a equilibrar las diferencias preexistentes
entre trabajador y empleador, evitando que quienes se desempeñan bajo la
dependencia jurídica de otros sean víctimas de abusos que ofendan su dignidad, en
80
virtud del poder diferente de
económico existente entre ellos.
negociación
y
el
desequilibrio
jurídico
y
Puede analizarse desde dos aspectos. Por un lado, como una directiva al
legislador para que adopte las técnicas necesarias para cumplir con el art. 14 bis en
cuanto consagra que "el trabajo en sus diversas formas gozará de la protección de las
leyes, las que asegurarán al trabajador...".
Por otro lado, como una directiva dirigida al juez para interpretar la norma laboral
respetando las fuentes y los principios propios.
El principio protectorio se manifiesta en tres reglas:
1.1. La regla in dubio pro operario
Es una directiva dirigida al juez (o al intérprete) para el caso de existir una duda
razonable en la interpretación de una norma o en la apreciación de las pruebas.
El párr. 2º del art. 9º, LCT disponía que "si la duda recayese en la interpretación o
alcance de la ley, los jueces o encargados de aplicarla se decidirán en el sentido más
favorable al trabajador".
La ley 26.428 (BO del 26/12/2008) modificó el párr. 2º del art. 9º de
la LCT y extendió su alcance a la apreciación de la prueba. Su actual redacción es la
siguiente: "...Si la duda recayese en la interpretación o alcance de la ley, o en la
apreciación de la prueba en los casos concretos, los jueces o encargados de aplicarla
se decidirán en el sentido más favorable al trabajador".
Tiene su antecedente en el aforismo del derecho romano según el cual en la duda
había que estar a favor del acusado o reo (in dubio pro reo), que pasó al derecho civil
como in dubio pro solvendo, es decir que en caso de duda el privilegiado era el
deudor.
En lo atinente a "la interpretación o alcance de la ley", significa que si una
norma resulta ambigua, y puede ser interpretada de varias formas y con distintos
alcances, el juez debe, obligatoriamente, inclinarse por la interpretación más favorable
al trabajador.
Resulta obvio que solo debe aplicársela cuando existan dudas razonables en el
alcance o interpretación de una norma legal o convencional, pero no cuando el texto
es claro. En la práctica, por lo general, las dudas se plantean respecto de las
cláusulas de los convenios colectivos de trabajo.
Hasta la reforma introducida por la ley 26.428, la postura mayoritaria entendía que
no era aplicable en los casos de valoración de pruebas en un litigio judicial, ya que en
el momento de fallar, el juez debía tener la plena convicción de la razón de quien
resulte vencedor en el pleito, y, en caso de duda, debía seguir produciendo pruebas
e investigando para alcanzar la certeza.
81
Con la reforma de la ley 26.428 al art. 9º de la LCT, es aplicable en los casos de
valoración de pruebas en un litigio judicial, y en el momento de fallar, el juez, en caso
de duda razonable en la apreciación de la prueba en los casos concretos, debe
resolver en el sentido más favorable al trabajador, sin perjuicio de su facultad de
seguir produciendo pruebas e investigando para alcanzar la certeza y la plena
convicción de la razón de quien resulte vencedor en el pleito.
La modificación incorpora la frase que la ley 21.297 había eliminado de la ley
20.744,extendiendo su alcance no solo en la apreciación de la ley, sino también a la
prueba.
El in dubio pro operario es una derivación del principio protectorio; de allí que no
resultaba lógico reducir su aplicación a la duda en la interpretación de la ley sino que
también debía proyectarse a los casos en que existiera una duda razonable del
juzgador, una vez valorada con las reglas de la sana crítica la totalidad de las pruebas
producidas en un litigio.
1.2. La regla de la norma más favorable
Así como en el caso anterior la duda recaía en la interpretación de una norma,
aquí se presentan dos o más normas aplicables a una misma situación jurídica; en tal
caso, el juez debe, necesariamente, inclinarse por aquella que resulte más favorable
al trabajador, aunque sea de jerarquía inferior. Es decir, mientras que el in dubio pro
operario es una regla de interpretación, esta es una regla de aplicación.
El párr. 1º del art. 9º, LCT establece que "en caso de duda sobre la aplicación de
normas legales o convencionales prevalecerá la más favorable al trabajador,
considerándose la norma o conjunto de normas que rija cada una de las instituciones
del derecho del trabajo". Por lo tanto, adopta el sistema de conglobamiento
de instituciones.
Cabe recordar que en el fallo plenario 82 del 22/8/1961 la Cámara Nacional de
Apelaciones del Trabajo había optado por el sistema de la acumulación, estableciendo
que correspondía aplicar ambas normas según cuál fuera más favorable al trabajador.
La solución fue criticada por Deveali y parte de la doctrina, sosteniendo el sistema
de conglobamiento que implicaba adoptar en un rubro determinado una u otra norma,
pero no las partes más convenientes de ambas.
Esta regla también se manifiesta en la redacción del art. 8º, LCT, al consignar que
"las convenciones colectivas de trabajo o laudos con fuerza de tales, que contengan
normas más favorables a los trabajadores, serán válidas y de aplicación. Las que
reúnan los requisitos formales exigidos por la ley y que hubieran sido
debidamente individualizadas, no estarán sujetas a prueba en juicio".
1.3. La regla de la condición más beneficiosa
82
Dispone que cuando una situación anterior es más beneficiosa para el trabajador
se la debe respetar: la modificación debe ser para ampliar y no para disminuir
derechos. El punto de partida es el reconocimiento en el contrato individual de trabajo
de una situación concreta más favorable al trabajador que la que establece la nueva
norma que se habrá de aplicar.
Resulta indiscutible que el contrato no puede ser modificado en perjuicio del
trabajador por debajo del orden público laboral, que está compuesto por las normas
imperativas que surgen de la ley, los estatutos especiales y los convenios colectivos
de trabajo y que constituyen mínimos inderogables. A dichas fuentes se suma ahora
el propio contrato de trabajo, ya que el art. 12 de la LCT fue modificado por la ley
26.574 (BO del 29/12/2009) que agregó al texto la expresión "contratos individuales
de trabajo" en la enumeración de fuentes.
Al respecto, el art. 7º, LCT prescribe que "las partes, en ningún caso, pueden
pactar condiciones menos favorables para el trabajador que las dispuestas en las
normas legales, convenciones colectivas de trabajo o laudos con fuerza de tales, o
que resulten contrarias a las mismas. Tales actos llevan aparejada la sanción prevista
en el art. 44 de esta ley".
El art. 13, LCT dispone que "las cláusulas del contrato de trabajo que modifiquen
en perjuicio del trabajador normas imperativas consagradas por leyes o convenciones
colectivas de trabajo serán nulas y se considerarán sustituidas de pleno derecho por
estas".
Es decir que las condiciones de trabajo individualmente pactadas por las partes no
pueden ser modificadas para el futuro en perjuicio del trabajador, aun cuando surjan
de un convenio colectivo homologado.
Tampoco las cláusulas de un convenio colectivo pueden reducir los derechos del
trabajador más allá de los límites de la ley. Como excepción a esta regla cabe señalar
los arts. 90 y ss., ley 24.467 (Ley de PyMEs) que fija un régimen de disponibilidad
colectiva por el cual, por un lado, se "pueden modificar en cualquier sentido las
formalidades, requisitos, aviso y oportunidades de goce de la licencia anual
ordinaria", excepto en lo que se refiere al derecho de gozarla, por lo menos cada tres
años en el período de verano, cuando ella no se concede en forma simultánea a todo
el personal (art. 154, párr. 3º, LCT) y, por otro lado, se puede autorizar el
fraccionamiento del pago del sueldo anual complementario en tres períodos (art.
91, ley 24.467).
2. Principio de irrenunciabilidad
2.1. Imperatividad de normas, irrenunciabilidad y disponibilidad de
derechos
83
Previo a analizar el principio de irrenunciabilidad resulta necesario precisar los
conceptos de imperatividad, irrenunciabilidad y disponibilidad, que pueden llevar a
confusiones y, por ende, ser utilizados en forma equívoca.
Cuando hablo de imperatividad, me refiero a normas. Las normas imperativas son
aquellas que no pueden ser modificadas o sustituidas por la voluntad de las partes, y
se oponen a las normas supletorias o dispositivas, que pueden ser alteradas o
dejadas sin efecto por las personas. Es decir, las normas imperativas son una valla,
un freno a la autonomía de la voluntad.
En el derecho del trabajo se presenta un fenómeno particular, ya que casi todas
las normas son imperativas pero tienen una peculiaridad que las caracteriza: no
pueden ser dejadas sin efecto por las partes si establecen condiciones menos
favorables a los trabajadores; pero pueden libremente disponer de ellas en la medida
en que mejoren los derechos allí consagrados.
Es decir que se trata de una categoría especial de normas denominadas
"imperativas-dispositivas",
las
cuales,
como
apunta
De
la
Fuente,
pasaron inadvertidas hasta que aparecieron las normas laborales dictadas para
proteger al trabajador; eran imperativas si se trataba de disminuir los derechos que
acordaban, y dispositivas en caso de aumentarlos.
Así se establecen mínimos infranqueables que permiten la consagración de
mayores beneficios para el trabajador en virtud de acuerdos individuales o colectivos
(arts. 7º y 13, LCT, y 7º, ley 14.250)(12). Según el autor, este tipo de normas constituye
una categoría especial perfectamente diferenciada, ya que no son imperativas ni
dispositivas exclusivamente, sino las dos a la vez: imperativas en un sentido y
dispositivas en sentido contrario, por lo que propicia que a estas normas se
las individualice como imperativas-dispositivas, o viceversa (dispositivas-imperativas).
En consecuencia, a la clasificación tradicional de las normas en imperativas y
dispositivas, según sea su grado de eficacia frente a la autonomía de la voluntad, se
debe agregar, como un tercer género, las normas imperativas-dispositivas.
Sin embargo, en la década de los noventa en el derecho del trabajo se dictaron
leyes que también tienen una característica particular, ya que si bien son imperativas,
no priman sobre la autonomía colectiva e individual, sino solo sobre esta última,
pudiéndose mediante convenios colectivos de trabajos establecer condiciones menos
beneficiosas, ya que para estos la norma ha pasado a ser supletoria.
Son las llamadas "normas de disponibilidad colectiva", por ejemplo, el art. 198,
LCT, "jornada reducida", y los arts. 90 a 93, ley 24.467 —PyMEs—, y los
derogados art. 3º, ley 25.013 y art. 1º, ley 25.250 que habían regulado el período de
prueba (art. 92 bis, LCT).
En cambio, cuando me refiero a irrenunciabilidad y disponibilidad hago alusión a
derechos y no a normas(13). Ello es así, por cuanto las personas solo pueden
renunciar a los derechos consagrados en las leyes, pero no a estas, que les son
ajenas y no les pertenecen.
84
Señala De la Fuente que tanto la expresión norma irrenunciable, como
norma indisponible, como sinónimo de norma imperativa, a pesar de ser su uso
frecuente, resulta inapropiada e incorrecta, pero sobre todo muy peligrosa por las
confusiones y equívocos a que puede inducir, razón más que suficiente para que se
descarte por completo su empleo. La expresión es jurídicamente incorrecta porque en
la teoría general del derecho no se concibe una renuncia a normas o leyes, ya que
resulta impensable que las personas puedan renunciar los mandatos generales que
emite el legislador, pues carece de poder de disposición sobre ellos.
Y agrega, siguiendo a Ojeda Avilés "la impropiedad de decir que la ley sea
renunciable o irrenunciable, por cuanto la ley, por su privilegiada posición, por su
carácter soberano, se encuentra totalmente al margen de dichos conceptos que le son
por completo extraños", afirmándose después que la renuncia a las leyes es una
"expresión cuya sola enunciación repugna al jurista". Los conceptos de renuncia y
disponibilidad de derechos están íntimamente relacionados, ya que quien renuncia no
solo debe tener la capacidad necesaria sino también la disponibilidad del derecho
afectado por la renuncia.
Siguiendo a Álvarez, señalo que entre el concepto de indisponibilidad y el de
irrenunciabilidad hay una relación de género a especie. La disposición de un derecho
comprende la renuncia, pero puede limitarse y existir una disponibilidad relativa
que excluya a esta(14).
Por el contrario, los conceptos de irrenunciabilidad e imperatividad son autónomos
e independientes, aludiendo el primero a los derechos y el segundo a las normas. De
ahí que haya casos en los cuales los derechos asignados por normas imperativas,
una vez adquiridos, pueden ser renunciados por su titular y a la inversa, también se
dan supuestos en que los derechos son irrenunciables aunque provengan de normas
no imperativas, como sucede con los derechos del trabajador(15).
2.2. Concepto y alcance
Como refiere De la Cueva, el derecho del trabajo existe para asegurar a los
trabajadores la percepción real de sus salarios y no la simple declaración de que
percibirán determinados salarios.
Si los trabajadores pudieran renunciar a las indemnizaciones que les corresponden
después de sufrido un riesgo personal, o pudieran admitir los descuentos que les
propusieran los patrones después de haber devengado determinados salarios, el
derecho del trabajo perdería su nota de imperatividad y pasaría a la categoría de jus
dispositivum(16).
Teniendo en cuenta el carácter protectorio del derecho del trabajo, no bastaría la
simple emisión de normas que pusieran en pie de igualdad —por lo menos con
relación a determinados aspectos de la relación— a ambas partes, si los derechos a
favor del trabajador pudieran ser objeto de renuncia por medio de la negociación
particular.
85
No basta consagrar el derecho, sin que se requiera una serie de medidas para
asegurar en los hechos el cumplimiento efectivo de las normas protectoras. Dentro de
los medios técnicos que deben emplearse para lograr ese objetivo, la irrenunciabilidad
de los derechos cumple una función sumamente importante(17).
El principio de irrenunciabilidad constituye uno de los instrumentos destinados a
evitar que el trabajador, forzado por una situación social y económicamente
desventajosa frente a su empleador, acepte estipulaciones que impliquen renuncias y,
para ello, excluye la validez de toda convención de parte que suprima o reduzca los
derechos previstos en las normas legales, estatutos profesionales o convenciones
colectivas.
El fin de este principio, como lo sostuvieron autores como Bayón Chacón y Pérez
Botija, es la protección de quien, por su situación económica y social menos
privilegiada, puede ser fácilmente coaccionado y obligado a renunciar al ejercicio de
un derecho muchas veces presunto y discutible, frente a una oferta que venga a
remediar, con su valor numérico inferior, una necesidad de atención urgente, incluso
en los casos en que no fuera posible probar debidamente el fraude a la ley ni
la existencia de una vía compulsiva suficiente para invalidar el acto de renuncia(18).
Hay distintas teorías que pretenden fundamentar la existencia del principio de
irrenunciabilidad; sin entrar en disquisiciones doctrinales, cabe afirmar que se basa en
la imperatividad de muchas de las normas laborales y, concretamente, en el orden
público laboral que no puede ser vulnerado: no cabe disminuir ni anular los beneficios
establecidos en dichas normas.
En sentido amplio, se ha definido doctrinariamente la irrenunciabilidad como
la imposibilidad jurídica del trabajador de privarse voluntariamente de una o más
ventajas concedidas por el derecho del trabajo en su beneficio.
Para entender el alcance del principio de irrenunciabilidad, previamente se debe
recordar que la voluntad de las partes del contrato individual está contenida dentro del
marco obligatorio conformado por normas heterónomas (ajenas) y cambiantes
(sujetas a permanentes modificaciones).
La norma inferior (cláusula contractual) reemplaza a las superiores (ley o convenio)
si tienen mayores beneficios para el trabajador, mientras no altere el orden público
absoluto (normas que hacen a la subsistencia de la comunidad y exceden el marco de
la autonomía de la voluntad).
El principio de irrenunciabilidad está contemplado no solo en el art. 12 (modificado
por la ley 26.574, BO del 29/12/2009), sino también en los arts. 7º, 13, 15, 58 y 260,
LCT. La renuncia puede ser definida como "el abandono voluntario de un derecho
mediante un acto jurídico unilateral". El derecho del trabajo considera que cuando
el trabajador renuncia a un derecho, lo hace por falta de capacidad de negociación o
por ignorancia, forzado por la desigualdad jurídico-económica existente con el
empleador.
86
La LCT procura evitar esas renuncias y por eso —basándose en los principios
propios del derecho del trabajo y en su carácter protectorio (tutelar)— declara que lo
pactado por debajo de las normas imperativas no tiene validez, es inoponible al
trabajador e ineficaz jurídicamente. Es sustituido de pleno derecho por la norma que
corresponda aplicar. Es decir que coloca un límite concreto a la disponibilidad de los
derechos del trabajador.
Contrariamente a lo dispuesto en el art. 57, LCT con relación al empleador, el
silencio del trabajador en ningún caso puede generar una presunción en su contra. Si
bien el Cód. Civ. y Com. establece en el art. 263 que el silencio opuesto a actos o a
una interrogación no es considerado como una manifestación de voluntad conforme al
acto o la interrogación, excepto en los casos en que haya un deber de expedirse que
puede resultar de la ley, de la voluntad de las partes, de los usos y prácticas, o de una
relación entre el silencio actual y las declaraciones precedentes, en el derecho del
trabajo si el trabajador guarda silencio no puede entenderse que ha consentido
determinada situación.
El art. 58, LCT dispone que "no se admitirán presunciones en contra del trabajador
ni derivadas de la ley ni de las convenciones colectivas de trabajo, que conduzcan a
sostener la renuncia al empleo o a cualquier otro derecho, sea que las mismas
deriven de su silencio o de cualquier otro modo que no implique una forma de
comportamiento inequívoco en aquel sentido".
Es decir que excluye en forma absoluta la posibilidad de que por cualquier tipo de
presunción (iuris et de iure, iuris tantum o, aun, hominis) se llegue a sostener la
renuncia a cualquier derecho. Constituye una excepción el consentimiento tácito del
trabajador que surge de su comportamiento inequívoco (que no admita dudas) y que
lleve a interpretar que efectivamente prestó su libre conformidad.
La interpretación de los arts. 12, 58, 145 y 240, LCT, permite concluir que la
validez de toda renuncia del dependiente a cualquier derecho que le corresponda
requiere que ella surja del comportamiento inequívoco del trabajador, no bastando
para ello su silencio ni cualquier otra actitud o manifestación que no configure el
comportamiento mencionado.
La clara directriz fijada por el art. 58, LCT, impide que se valore como presunción,
en contra de los reclamos judicialmente efectuados por el trabajador, la ausencia de
reclamos oportunos durante la vigencia del vínculo.
Sin embargo, la Corte Suprema también ha sostenido que si bien es cierto que el
silencio del trabajador no puede ser concebido como renuncia a sus derechos (Fallos
310:558) no menos lo es que tal principio cede a la exigencia de la seguridad jurídica,
por una parte, en atención a circunstancias relativas a las personas y, por otra,
cuando ha transcurrido un tiempo suficiente como para entender que la situación ha
sido consentida. (CS, 11/7/1998, "Zorzin, Víctor Rubén c. Yacimientos Petrolíferos
Fiscales SA", Fallos 255:117).
87
El art. 12, LCT fue modificado por la ley 26.574 (BO del 29/12/2009), que agregó al
texto la expresión "contratos individuales de trabajo" en la enumeración de fuentes,
produciendo así un importante cambio. El art. 12, LCT, en su redacción actual,
establece que será nula y sin valor toda convención de partes que suprima o reduzca
los derechos previstos en esta ley, los estatutos profesionales, las convenciones
colectivas y los contratos individuales de trabajo, ya sea al tiempo de su celebración o
de su ejecución, o del ejercicio de derechos provenientes de su extinción.
El efecto de la violación es la nulidad de la cláusula violatoria de la
irrenunciabilidad. Dado el carácter de la cuestión, el trabajador puede plantear la
nulidad del acto de renuncia que él suscribió.
Declarada la ineficacia del acto, y de conformidad con lo dispuesto por el art. 13,
LCT, las cláusulas nulas son suplantadas automáticamente por las previstas en las
normas legales o convencionales.
2.3. Distintas posturas hasta la reforma al art. 12, LCT de la ley
26.574 (BO del 29/12/2009)
Hasta la reforma introducida por la ley 26.574 al art. 12, LCT, la pregunta que
cabía formular era si la LCT consideraba irrenunciable todo el derecho del trabajo o si,
al contrario, dejaba parte de ese derecho fuera de la irrenunciabilidad.
El alcance variaba según la posición que se adoptara: la rígida o amplia
consideraba que todo era irrenunciable; la flexible o restringida, que no todo era
irrenunciable, sino solo las normas que protegen la integridad física, moral y
económica de los trabajadores al establecer beneficios.
Otra posición sostenía que todos los derechos son irrenunciables (no pueden ser
abdicados a cambio de nada), pero que los correspondientes al orden público laboral
son indisponibles (no pueden ser negociados ni a cambio de una contraprestación);
mientras que los mayores derechos pactados en el contrato individual son disponibles:
el trabajador puede reducirlos o suprimirlos a cambio de otro beneficio (p. ej., se pacta
una reducción salarial a cambio de una proporcional reducción de la jornada laboral).
No había dudas de que los mínimos inderogables que surgen de la ley, los
estatutos especiales y los convenios colectivos de trabajo homologados —que
conforman el orden público laboral— eran irrenunciables. Pero, efectuando una simple
lectura del art. 12, LCT, se advierte que nada decía respecto de los
contratos individuales.
Por ejemplo, si en un contrato individual de trabajo, el trabajador negociaba una
remuneración por encima del mínimo legal y del básico de convenio, se planteaba
el interrogante de si —pasado el tiempo— tenía o no la posibilidad de renunciar a ese
monto y cobrar lo estipulado en la escala salarial del convenio colectivo aplicable.
Para la postura flexible la respuesta era afirmativa, porque era algo pactado por
encima de los mínimos inderogables: se puede renunciar a lo que ha sido libremente
88
pactado en un contrato individual por encima de los mínimos inderogables ("piso") que
conforman el orden público laboral; el trabajador tiene autonomía de la voluntad por
encima del orden público laboral.
En ese entendimiento, afirmaban que el principio de irrenunciabilidad se aplica a
aquellos derechos cuya causa se funda en una norma que integra el orden público
laboral, pero no a los que tienen su causa en un negocio individual —
contrato individual de trabajo—, en la medida en que supere los mínimos inderogables
establecidos por el orden público laboral (arts. 12 a 15, LCT). Sostenían que adoptar
la postura contraria es darle una innecesaria rigidez al sistema, que no se compadece
con la situación del derecho laboral en el plano internacional.
Cabe citar como jurisprudencia trascendente, que avalaba esta posición, el caso
"Bariain, Narciso c. Mercedes Benz Argentina SA" (sala 6ª, 14/5/1985; CS,
7/10/1986; sala 7ª, 30/11/1988). Se trataba del caso de un ingeniero que aceptó ser
reubicado con una categoría y salario menor para evitar un despido indemnizado.
La Corte Suprema entendió arbitrario el pronunciamiento de la sala 6ª y la sala 7ª
resolvió que no existió intimidación ni amenazas y, por tanto, que no estuvo viciada su
voluntad (art. 937, Cód. Civil). El trabajador opta entre dos propuestas: la renuncia a
los beneficios o el despido debidamente indemnizado, lo que no constituye un acto
ilícito. La doctrina del fallo establece que en el caso particular puede renunciarse a
aquello que está por encima del orden público laboral, que es lo protegido
especialmente por el ordenamiento jurídico.
Nunca compartí esta postura. Es obvio que —como quedara dicho— el alcance del
principio de irrenunciabilidad variaba según la postura doctrinaria que se adoptara (ver
posiciones de De la Fuente, Vázquez Vialard, Goldin y Álvarez, y los fallos de la CS,
"Bariain c. Mercedes Benz" —del 7/10/1986— y "Padín Capella c. Litho Formas
SA" —del 12/3/1987—).
Desde un extremo al otro —y con diversos matices— se podía sostener que todos
los derechos son irrenunciables y el acuerdo era inválido, o que eran irrenunciables
solo los mínimos legales (interpretación literal del art. 12, LCT en su redacción
anterior), y el trabajador con su consentimiento expreso podía aceptar cambios que lo
perjudicaran y alteraran condiciones estructurales del contrato.
Mi postura previa a la reforma introducida por la ley 26.574 apuntaba a la
irrenunciabilidad absoluta con disponibilidad relativa: la validez de un acuerdo que
modifica condiciones esenciales de trabajo no solo debía ceder ante la prueba de un
vicio de consentimiento del trabajador, una situación de lesión subjetiva o una
afectación de los mínimos legales (Vázquez Vialard), sino también cuando el
trabajador abdicaba derechos gratuitamente, a cambio de nada.
Para ser válido debía recibir una contraprestación relativamente equivalente; al
decir de Álvarez, los derechos emergentes de normas no imperativas son
irrenunciables pero disponibles a título oneroso, no pudiendo considerarse una
contraprestación suficiente la promesa de la conservación del puesto de trabajo.
89
El acuerdo debe ser el reflejo de un acto voluntario del trabajador, efectuado con
discernimiento, intención y voluntad. Sin embargo, la desigualdad negocial en la que
se encuentra el trabajador, el estado de necesidad, la posibilidad de perder su fuente
de ingreso, el alto índice de desempleo y el trabajo no registrado, definitivamente
conspiran contra su plena libertad para decidir.
Lo que resultaba claro y no era discutible es que los mínimos legales inderogables
estaban fuera de todo tipo de concertación y de posibilidad de negociación, esto es,
los derechos emergentes de la LCT, de los convenios colectivos y de los estatutos
profesionales. El acuerdo suscripto entre las partes no podía implicar para el
trabajador una reducción de los derechos reconocidos por el convenio colectivo de
trabajo.
En la jurisprudencia también se observaban las distintas posturas. Así, se ha
sostenido que respecto de los restantes derechos el trabajador puede considerar
oportuno pactar cambios de condiciones que resulten perjudiciales, siempre que
no exista vicio de consentimiento o se afecte la justicia de la relación en cuanto a la
paridad de los cambios. Por lo tanto, por acuerdo tácito o expreso de partes se puede
producir la novación de la relación de trabajo (ver el voto del Dr. Vázquez Vialard en
CNTrab., sala 3ª, 30/8/1985, "Casterán c. Raña Veloso").
Por ende, siempre entendí que no se debía ir en busca de los vicios de la voluntad,
sea cual fuere el ámbito de negociación, ya que, como bien lo expresa De la Fuente,
las mismas razones que fundamentan la irrenunciabilidad de los derechos
provenientes de las normas imperativas (en lo sustancial, evitar abusos de
la autonomía de la voluntad, la ignorancia y el estado de necesidad) justifican también
que se desconozca validez a los actos mediante los cuales el trabajador abandona
derechos derivados del contrato.
El ordenamiento jurídico protege al trabajador mediante lo que Álvarez denomina
"sustracción normativa de contenido", afectando el objeto mismo del negocio,
mediante un sistema atípico en el derecho privado que concede al trabajador
derechos no solo irrenunciables, sino —en la mayoría de los casos— indisponibles.
Desde esta perspectiva, siempre sostuve que los derechos que surgen de las
normas imperativas son indisponibles y, por lo tanto, irrenunciables, y no pueden ser
negociados por el trabajador ni aun a título oneroso: el titular no puede renunciar a
ellos, como expresamente lo dispone la LCT (indisponibilidad absoluta).
2.4. La reforma al art. 12, LCT de la ley 26.574 (BO del 29/12/2009)
Con la reforma introducida por la ley 26.574 (BO del 29/12/2009), los mayores
derechos emergentes de normas no imperativas (contratos individuales de trabajo)
también son irrenunciables y resulta imposible abdicar de ellos, lo que tiene su
fundamento en la técnica del ordenamiento jurídico para paliar la desigualdad del
poder de negociación de las partes.
90
Por lo tanto, la discusión doctrinaria que se mantuvo durante varias décadas ha
perdido vigencia, porque el legislador, al introducir la expresión "o los
contratos individuales de trabajo", estableció la imposibilidad de renunciar a cualquier
derecho, sea que derive de las normas de orden público laboral, o de la
propia autonomía de la voluntad.
Como hiciera referencia, siempre compartí la postura amplia, y así quedó
plasmado en diversos trabajos y en mi tesis doctoral. Son diversos y complejos los
fundamentos que me llevaban —junto con autores como Hierrezuelo y Perugini— a
adherir a la postura amplia, que encontraba sustento en las tres dimensiones que
componen la teoría trialista del mundo jurídico que expusiera brillantemente
Goldschmidt.
La reforma produce un cambio positivo. De todas formas, no atiende otras
objeciones que la doctrina oportunamente le señalara al art. 12, LCT.
La primera es la redundancia de sostener Será nula y sin valor, ya que la nulidad
hace perder efectos al acto jurídico, el cual carece de validez.
La segunda observación —de mayor importancia— es la referencia que se hace a
la "convención de partes", ya que la renuncia es un acto jurídico unilateral por el cual
una persona (en este caso el trabajador) abdica de un derecho. Por ende, la renuncia
no se efectúa en el marco de un acuerdo de voluntades y no requiere la conformidad
de la otra parte, porque se da algo a cambio de nada. Si lo que se produce mediante
la convención de partes es una modificación en el contrato de trabajo se tratará de
una novación objetiva y no de una renuncia. Pero para evitar cualquier tipo de
suspicacias, no puede disfrazarse una renuncia bajo la apariencia de un acuerdo de
voluntades, porque sería un acto simulado vedado por el propio art. 12, y también por
el art. 14, LCT.
Es decir, que el empleador que pretenda realizar alguna modificación en el
contrato de trabajo solo tiene dos vías, la del ius variandi y la de la novación objetiva.
Por la primera podrá introducir todas aquellas modificaciones relativas a la
prestación de servicios siempre y cuando se respeten los límites previstos en los arts.
66 y 69, LCT (razonabilidad, no alteración de condiciones esenciales del contrato de
trabajo, indemnidad y prohibición del ius variandi disciplinario).
Mediante la novación objetiva podrá modificar los términos del vínculo jurídico,
afectando incluso condiciones esenciales del contrato de trabajo, pero para ello
deberán efectuarse concesiones recíprocas. Por ejemplo, podrá reducir la
remuneración a cambio de una disminución proporcional de la jornada de trabajo.
Pero no podrá considerar el mantenimiento de la relación laboral como uno de los
términos de la ecuación, porque esto importaría una renuncia y no una novación, ya
que el trabajador estaría dando algo a cambio de nada o, mejor dicho, a cambio de
algo que ya tiene, como es su trabajo.
91
Con la reforma de la ley 25.674, ya no existe discusión en establecer que los
acuerdos novatorios para ser válidos, no deberán encubrir ningún tipo de renuncia, y
si el trabajador debe efectuar alguna concesión deberá hacerlo a cambio de otra que
efectúe también el empleador, ya que —de lo contrario— carecerá de todo valor y
deberá estarse a los términos del contrato original.
En conclusión, corresponde desconocer la validez de acuerdos que impliquen
renuncia de derechos, aun cuando estos emerjan de normas no imperativas.
2.5. Otros efectos de la irrenunciabilidad
Las funciones de orientación, información, integración e interpretación de los
principios del derecho del trabajo no solo se dirigen al juez, que es el responsable de
dirimir la controversia, sino también al legislador, que es el encargado de dictar las
leyes.
La LCT prohíbe la cesión de derechos y la afectación o transferencia de créditos a
terceros por cualquier causa, ya sea que provengan de normas imperativas o del
contrato individual de trabajo (art. 148, LCT), y condiciona la transacción y la
compensación.
Resulta claro que si el trabajador ha sido privado del poder de transigir, compensar
o ceder derechos nacidos de normas no imperativas, a pesar de tratarse de negocios
que garantizan una contraprestación, con mucha más razón carecerá del poder de
disponer de aquellos a cambio de nada.
Por ende, este tipo de cláusulas deben ser declaradas nulas, de nulidad absoluta,
por objeto prohibido.
Cabe mencionar otras dos normas
irrenunciabilidad: los arts. 145 y 260, LCT.
relacionadas
con
el
principio
de
El art. 145, LCT, dispone que el recibo no debe contener renuncias de ninguna
especie, ni puede ser utilizado para instrumentar la extinción de la relación o la
alteración de la calificación profesional en perjuicio del trabajador; toda mención que
contravenga esta disposición será nula. Les resta validez a las manifestaciones
contenidas en los recibos, ajenas al hecho de la recepción del pago que instrumenta.
El art. 260, LCT, tampoco admite el efecto cancelatorio del pago sino solo en la
medida de lo efectivamente abonado, por lo cual cualquier entrega de dinero para
satisfacer un crédito laboral se considera "a cuenta del total adeudado, aunque se
reciba sin reservas y quedará expedita al trabajador la acción para reclamar el pago
de la diferencia que correspondiere, por todo el tiempo de la prescripción".
Como quedara expresado, el principio de irrenunciabilidad obra principalmente en
el art. 12, LCT y oblicuamente en el art. 7º del mismo cuerpo legal.
92
El art. 12 nulifica cualquier conducta del trabajador que disminuya niveles
protectores establecidos en leyes, convenios colectivos y contratos individuales de
trabajo.
El art. 7º extiende la nulidad a cualquier comportamiento contrario a las
condiciones laborales dispuestas por ley, convenio colectivo o laudo con fuerza de ley,
de lo que se deduce que el nivel logrado por encima de las leyes o de los convenios
colectivos no puede renunciarse, ya que dicha conducta contradice tales
disposiciones y, sobre todo, vulnera la garantía protectora del art. 14 bis, CN.
Expresando la disparidad real entre empleador y trabajadores, el principio de
irrenunciabilidad les impide a estos abandonar niveles protectores, cualquiera fuese
su causa (ley, convenio colectivo, acuerdo de empresa, usos y costumbres, negocio
jurídico laboral, decisión del empleador).
La teoría de los actos propios se ve desplazada por el principio de irrenunciabilidad
establecido en los arts. 7º y 12, LCT. Los "actos propios" carecen de validez en
cuanto supriman derechos reconocidos en normas imperativas (sala 8ª, 24/8/2012,
"Pietsch, Graciela Alicia c. Wal-Mart Argentina SRL").
2.6. Excepciones
El principio de irrenunciabilidad de los derechos presenta distintas excepciones:
1) Transacción. Según la regulación brindada por el Cód. Civ. y Com. (ley.
26.994, vigente desde el 1/8/2015) la transacción es un contrato por el cual las partes,
para evitar un litigio, o ponerle fin, haciéndose concesiones recíprocas, extinguen
obligaciones dudosas o litigiosas (art. 1641 del Cód. Civ. y Com.). La transacción
produce los efectos de la cosa juzgada sin necesidad de homologación judicial y es
de interpretación restrictiva.
En cuanto a la forma, debe hacerse por escrito y si recae sobre derechos litigiosos
solo es eficaz a partir de la presentación del instrumento firmado por los interesados
ante el juez en que tramita la causa. Mientras el instrumento no sea presentado, las
partes pueden desistir de ella (art. 1643 del Cód. Civ. y Com.).
2) Conciliación. Consiste en un acuerdo suscripto por el trabajador y el empleador
y homologado por autoridad judicial o administrativa.
La conciliación, en el ámbito del derecho del trabajo, es una forma habitual de
finalización del proceso; la Ley de Procedimiento Laboral otorga al juez la facultad
de intentar que las partes arriben a un acuerdo conciliatorio en cualquier estado de la
causa. La conciliación, en el ámbito judicial, requiere necesariamente la homologación
del juez del trabajo.
Si bien desde el punto de vista del derecho procesal civil es un modo anormal de
finalización del proceso, en el procedimiento laboral es un instituto de suma
trascendencia, ya que es un acto conjunto de partes y órgano judicial o administrativo.
93
Al decir de Perugini, es una "reconciliación" y se transforma en un medio útil de
solución o superación de conflictos laborales, ya que las partes conocen la naturaleza
y las motivaciones que lo originaron; una de las principales ventajas sobre la
sentencia es que no es impuesta.
En Capital Federal, aún luego de la modificación del procedimiento laboral que
dejó sin efecto la audiencia de conciliación al iniciarse el proceso —ley 24.635 que
modificó la ley 18.345—, el régimen actual mantiene la obligación del juez de instar la
conciliación en la primera audiencia oral (art. 80, párr. 3º, in fine).
En el proceso de homologación se deben extremar los cuidados y debe surgir de
una consciente y meditada resolución del juez, que debe verificar la corrección del
acto y expedirse sobre la justicia de sus términos.
En cuanto a sus límites, no resultan homologables conciliaciones sobre derechos
que surjan de hechos reconocidos por el empleador ni que vulneren pautas
legales inderogables (irrenunciabilidad, orden público).
Cabe recordar la doctrina del fallo plenario 137 de la Cámara Nacional del Trabajo,
"Lafalce, Ángel c. Casa Enrique Schuster SA" (29/9/1970), que sostiene que si el
trabajador manifiesta que nada más tiene que reclamar de la demandada por ningún
concepto emergente del vínculo laboral que las uniera, ello hace cosa juzgada en
juicio posterior donde se reclama un crédito que no fue objeto del proceso conciliado.
Un sector de la doctrina critica el alcance del plenario en el entendimiento que si la
homologación reemplaza a la sentencia, la cosa juzgada debería recaer solamente
sobre los rubros reclamados en el expediente —el thema decidemdum— y no por la
relación laboral.
En lo atinente a la cosa juzgada y la expresión "nada más tendrá que reclamar por
la relación laboral que los uniera", no opera sobre reclamos de accidentes de trabajo
basados en el art. 1113, Cód. Civil (fallo plenario 239 de la CNTrab., 25/8/1982,
"Alzaga").
El art. 277 de la LCT resta validez al desistimiento expreso sin ratificación personal
(además debe ser homologado): acá se da un desistimiento tácito homologado: se
trata de una renuncia implícita a rubros no reclamados.
A partir del 1/9/1997 entró en vigencia, en el ámbito de la Capital Federal, la ley
24.635 (BO del 3/5/1997) que establece un régimen de conciliación obligatoria previo
a la instancia judicial. Se crea el Servicio de Conciliación Laboral Obligatoria (SeCLO),
dependiente del Ministerio de Trabajo, y un Registro Nacional de Conciliadores
Laborales, dependiente del Ministerio de Justicia, formado por abogados con
antecedentes en el derecho del trabajo.
Por lo tanto, aquel trabajador que (en el ámbito de la Capital Federal) intente
reclamar a su empleador un crédito de naturaleza laboral emergente de un contrato
de trabajo —despido, diferencias salariales, enfermedad inculpable, etc.— previo
94
a iniciar una demanda judicial deberá, con carácter obligatorio, presentar su reclamo
en el Servicio de Conciliación Laboral Obligatoria (SeCLO). Si en esta instancia no se
llega a un acuerdo conciliatorio, queda habilitado para recurrir a la justicia laboral y
presentar la demanda judicial.
El procedimiento ante el SeCLO es gratuito para el trabajador que —por sí mismo
o apoderado o representante sindical— debe formalizar su reclamo en un formulario
tipo, consignando en forma sintética su petición; el SeCLO designará por sorteo
público un conciliador al cual entregará dicho formulario y citará a las partes a
una audiencia que debe celebrarse dentro de los diez días de su designación.
En caso de llegarse a un acuerdo conciliatorio, hay que instrumentarlo en forma
clara en un acta especial y someterlo a la homologación del SeCLO —dependiente
del Ministerio de Trabajo—, que deberá observar si se hallan reunidos los
presupuestos contemplados en el art. 15, LCT.
El art. 15, LCT dispone que "los acuerdos transaccionales, conciliatorios o
liberatorios solo serán válidos cuando se realicen con intervención de la autoridad
judicial o administrativa, y mediare resolución fundada de cualquiera de estas que
acredite que mediante tales actos se ha alcanzado una justa composición de los
derechos e intereses de las partes".
El art. 44, ley 23.545 (BO del 17/11/2000) —antievasión— agregó tres nuevos
párrafos al art. 15, LCT.
En el primero, con el propósito de que la Administración Federal de Ingresos
Públicos (AFIP) determine la existencia de obligaciones omitidas y proceda en su
consecuencia, impone a la autoridad administrativa o judicial interviniente la remisión
de las actuaciones, en aquellos supuestos en que, pese a existir un acuerdo
homologado, una o ambas partes pretendieren que no se hallan alcanzadas por las
normas que establecen la obligación de pagar o retener los aportes con destino a los
organismos de la seguridad, así como también, si de las constancias disponibles
surgieren indicios de que el trabajador afectado no se encuentra regularmente
registrado o de que ha sido registrado tardíamente o con indicación de una
remuneración inferior a la realmente percibida o de que no se han ingresado parcial o
totalmente aquellos aportes y contribuciones.
El segundo párrafo que se incorpora prevé que la autoridad judicial o
administrativa que omitiere actuar del modo establecido en esta norma
quedará incursa en grave incumplimiento de sus deberes como funcionario y será, en
consecuencia, pasible de las sanciones y penalidades previstas en tales casos.
Los inconvenientes prácticos que traía aparejados la norma son el deber de
analizar y controlar los hechos sobre "bases indiciarias", y que las causas
enumeradas no son excepcionales sino que abarcan la mayoría de los reclamos
y expedientes laborales.
95
Además, la gravedad de las sanciones aplicables en caso de incumplimiento, y la
amplitud de los supuestos contemplados en el párr. 1º, obligaba a la autoridad
administrativa o judicial a remitir la totalidad de los acuerdos homologados, con el
objeto de eximirse de responsabilidad.
El dec. 146/2001 (BO del 13/2/2001) —reglamentario del art. 44, ley 25.345—
dispone la modalidad mediante la cual la autoridad administrativa del trabajo debe dar
cumplimiento a lo prescripto en dicho artículo y establece un sistema de información
mediante un registro de las actuaciones relativas a los conflictos individuales y
pluriindividuales para que sea consultado por la Administración Federal de Ingresos
Públicos.
El decreto dispone que mensualmente la autoridad administrativa del trabajo
deba informar a la Administración Federal de Ingresos Públicos la totalidad de los
acuerdos individuales y pluriindividuales sometidos a su jurisdicción y formalizados
durante el período mensual de que se trate.
Asimismo, fija que la autoridad administrativa del trabajo debe llevar un sistema
de información mediante un registro de las actuaciones relativas a los
conflictos individuales y pluriindividuales sometidos a su jurisdicción —en los términos
de la ley 24.635—, el cual quedará a disposición de la AFIP para su consulta. Aclara
que la obligación impuesta a la autoridad administrativa del trabajo en el art. 80
reformado por la ley 25.345 se considera satisfecha con el cumplimiento del
procedimiento contemplado en los párrafos precedentes.
De todas formas, es difícil que en un acuerdo arribado ante el SeCLO pueda haber
constancias que constituyan indicios de registración irregular, máxime cuando el
trabajador debe formalizar su reclamo en un formulario tipo, en el que consigna en
forma sintética su petición. Por lo demás, cabe recordar que la CNTrab., en el plenario
49 ("Vidal Piñeiro, Francisco c. Miñambres Arca y Cía.", 1/12/1958), sentó la siguiente
doctrina: "las partes en las conciliaciones pueden imputar a rubros sobre los que no
deben efectuarse aportes jubilatorios, sumas mayores a las reclamadas en la
demanda", siendo habitual que en la mayoría de los acuerdos se impute la deuda a
rubros indemnizatorios.
El último párrafo incorporado al art. 15 expresamente aclara que la homologación
administrativa o judicial les otorgará a esos acuerdos autoridad de cosa juzgada entre
las partes que los hubiesen celebrado, pero no los hará oponibles a los organismos
encargados de la recaudación de los aportes, contribuciones y demás cotizaciones
destinadas a los sistemas de la seguridad social, en cuanto se refiere a la calificación
de la naturaleza de los vínculos habidos entre las partes y a la exigibilidad de las
obligaciones que de esos vínculos se deriven para con los sistemas de la seguridad
social.
Ver capítulo de "Derecho administrativo y procesal del trabajo".
3) Renuncia al empleo. La LCT fija requisitos especiales (ad solemnitatem) que se
relacionan con la validez de la renuncia. El párr. 1º del art. 240 refiere que
96
"la extinción del contrato de trabajo por renuncia del trabajador, medie o no preaviso,
como requisito para su validez, deberá formalizarse mediante despacho telegráfico
colacionado, cursado personalmente por el trabajador a su empleador o ante
la autoridad administrativa del trabajo".
La LCT se asegura de que la decisión del trabajador no tenga vicios y sostiene que
no se presume la renuncia. Justamente, el art. 58 dispone que "no se admitirán
presunciones en contra del trabajador ni derivadas de la ley ni de las convenciones
colectivas de trabajo que conduzcan a sostener la renuncia al empleo o a cualquier
otro derecho, sea que las mismas deriven de su silencio o de cualquier otro modo que
no implique una forma de comportamiento inequívoco en aquel sentido".
El tema se desarrolla en el capítulo "Formas de extinción del contrato".
4) Prescripción. Es una forma de extinción de la acción por el transcurso del
tiempo. En el derecho del trabajo, la abstención de ejercer un derecho, es decir,
la inactividad o desinterés durante el término de dos años desde que el crédito
es exigible produce la extinción de la acción. En materia de seguridad social, el plazo
de prescripción es de diez años.
La prescripción liberatoria es el instituto por el cual se extingue la acción derivada
de un derecho subjetivo como consecuencia de la inacción de su titular durante el
tiempo señalado por la ley. No afecta el derecho del acreedor, pero lo priva de la
acción para reclamar por él, de modo que la obligación subsiste como deber moral o
de conciencia (art. 728 Cód. Civ. y Com.).
El principio general surge del art. 256, al disponer que "prescriben a los dos años
las acciones relativas a créditos provenientes de las relaciones individuales de trabajo
y, en general, de disposiciones de convenios colectivos, laudos con eficacia de
convenios colectivos y disposiciones legales o reglamentarias del derecho del trabajo.
Esta norma tiene carácter de orden público y el plazo no puede ser modificado por
convenciones individuales o colectivas".
Dado el proclamado carácter de orden público de la norma, las partes —
individuales o colectivas— no pueden pactar plazos mayores ni menores de
prescripción, ni establecer otros modos de suspensión e interrupción que los previstos
legalmente. Es un ejemplo de la inderogabilidad absoluta de la norma laboral, ya que
ni siquiera puede ser modificada en beneficio del trabajador.
El plazo de prescripción respecto de cada crédito comienza a correr a partir del
momento de su exigibilidad.
La suspensión del término de la prescripción —que impide que siga corriendo pero
no borra el plazo transcurrido— tiene lugar cuando se constituye en mora al deudor,
mediante interpelación fehaciente. Tiene efecto "durante seis meses o el plazo menor
que corresponda a la prescripción de la acción" (art. 2541 del Cód. Civ. y Com.).
"También tiene efecto suspensivo el reclamo iniciado, en la Ciudad Autónoma de
Buenos Aires, ante el SeCLO, por un plazo de seis meses" (art. 7º, ley 24.635).
97
Si bien el art. 2562 Cód. Civ. y Com. ratifica el plazo de 2 años de prescripción
para los accidentes y enfermedades del trabajo, el art. 2541 Cód. Civ. y Com. reduce
el plazo de suspensión del cómputo de la prescripción por interpelación fehaciente a 6
meses. El art. 3986 del Cód. Civil disponía que si previo a iniciar la demanda el
acreedor intimaba telegráficamente al deudor, el plazo de prescripción se suspendía
por 1 año.
Con fecha 6/6/2006, la Cámara Nacional de Apelaciones del Trabajo en pleno
(fallo plenario312) resolvió por mayoría en la causa "Martínez, Alberto c. YPF SA" que
la citación para el trámite conciliatorio ante el SeCLO, no surte los efectos de
la interpelación prevista en el art. 3986, párr. 2º, Cód. Civil; y que en el contexto
del art. 7º, ley 24.635, no se ajusta la suspensión del plazo de prescripción a la
duración del trámite conciliatorio, aunque dure menos de seis meses.
El art. 7º, ley 24.635, establece que la presentación del reclamo ante el SeCLO en
lo que hace al plazo de prescripción liberatoria lo suspende "...por el término que
establece el art. 257, LCT...". La redacción motivó diversas interpretaciones,
dividiéndose la doctrina y la jurisprudencia entre quienes consideraban que
la existencia de este ordenamiento legal específico y preciso desplazaba el régimen
general del art. 3986, párr. 2º, Cód. Civil, y quienes los equiparaban.
Tampoco existía uniformidad de criterios a la hora de determinar si cuando la
norma expresa que la presentación del reclamo "...suspenderá el curso de la
prescripción por el término que establece el art. 257, LCT..." significaba que el lapso
de suspensión era de seis meses, o se había pretendido ceñir la incidencia en el
curso de la prescripción solamente a lo que durase el trámite en sede administrativa
(en otras palabras, si el mero reclamo ante el SeCLO suspendía por seis meses el
curso del plazo de la prescripción, o si solo lo afectaba por el tiempo efectivo de la
actuación y hasta un límite máximo de seis meses).
El voto mayoritario entendió que la tramitación ante el SeCLO produce efectos
suspensivos y no interruptivos, ya que tanto el párr. 2º del art. 3986, Cód. Civil, como
el art. 7º, ley 24.635, hacen referencia expresa a la suspensión del plazo prescriptivo,
lo que implica que un período determinado de tiempo no se compute para establecer
la prescripción liberatoria de la acción, y al fenecer dicho plazo, se reanudan los
plazos inmediatamente añadiéndose el nuevo plazo al anterior (art. 3983, Cód. Civil).
También decidió que el término que el régimen especial (art. 7º, ley 24.635) establece
es de seis meses: único plazo cierto y determinado que se desprende del reenvío
normativo.
En cuanto a la pretendida equiparación del trámite con la interpelación del art.
3986, Cód. Civil (que dispone que la constitución en mora del deudor suspenda el
curso de la prescripción por un año), resolvió que el efecto suspensivo de
la interpelación extrajudicial que establece la norma general queda relegado por la
norma específica que reenvía al "término que establece el art. 257, LCT".
Asimismo, el art. 257 establece que "sin perjuicio de la aplicabilidad de las normas
del Cód. Civil, la reclamación ante la autoridad administrativa del trabajo interrumpirá
98
el curso de la prescripción durante el trámite, pero en ningún caso por un lapso mayor
de seis meses".
La interrupción de la prescripción inutiliza el tiempo transcurrido hasta el
acaecimiento del hecho que la determina. Al cesar sus efectos, el término de la
prescripción comienza a computarse nuevamente desde el principio.
En el nuevo Cód. Civ. y Com. el art. 2545 establece que el curso de la prescripción
se interrumpe por el reconocimiento que el deudor efectúa del derecho de aquel
contra quien prescribe. Por su parte, el art. 2546 dispone: "el curso de la prescripción
se interrumpe por toda petición del titular del derecho ante autoridad judicial que
traduce la intención de no abandonarlo, contra el poseedor, su representante en la
posesión, o el deudor, aunque sea defectuosa, realizada por persona incapaz, ante
tribunal incompetente, o en el plazo de gracia previsto en el ordenamiento procesal
aplicable".
Finalmente, el art. 2547 del Cód. Civ. y Com. aclara que los efectos interruptivos
del curso de la prescripción permanecen hasta que deviene firme la resolución que
pone fin a la cuestión, con autoridad de cosa juzgada formal y que la interrupción del
curso de la prescripción se tiene por no sucedida si se desiste del proceso o caduca
la instancia.
El art. 258LCT sostiene que "las acciones provenientes de la responsabilidad por
accidente de trabajo y enfermedades profesionales prescribirán a los dos (2) años, a
contar desde la determinación de la incapacidad o el fallecimiento de la víctima".
La ley 24.557 —Ley de Riesgos del Trabajo— establece que la prescripción opera
desde la muerte del trabajador, desde que las prestaciones en especie y servicios
debieron ser otorgadas, desde la fecha de consolidación del daño por incapacidad
permanente y a los dos años del cese de la relación laboral (art. 44, LRT).
5) Caducidad. Si el trabajador, dentro de un plazo determinado, no ejerce su
derecho, se extingue y pierde la posibilidad de ejecutar en el futuro el reclamo
pertinente, es decir, se pierde el derecho por el transcurso de un plazo legal.
El art. 259, LCT dispone que "no hay otros modos de caducidad que los que
resultan de esta ley".
El instituto de la caducidad —del mismo modo que la prescripción— es de orden
público y se funda en la idea de seguridad jurídica. Sin embargo, existen importantes
diferencias: mientras la caducidad extingue el derecho, debiendo ser declarada de
oficio por el juez, la prescripción únicamente extingue la acción judicial
correspondiente para ejercerlo. Asimismo, la prescripción puede ser suspendida
o interrumpida en su curso, posibilidad no contemplada para la caducidad. Por otro
lado, a fin de que opere la prescripción, los plazos son relativamente prolongados, en
tanto que en la caducidad son, por lo general, muy reducidos.
99
La caducidad es el instituto en virtud del cual la inacción del titular de un derecho
subjetivo durante el tiempo señalado por la ley genera su pérdida. Las partes —
individuales o colectivas— no pueden establecer ningún supuesto de caducidad, ya
que resultan válidos únicamente los previstos en la ley. La caducidad no puede ser
suspendida ni interrumpida, y no requiere ser opuesta por la parte a la cual beneficia,
ya que opera ipso iure.
Los supuestos de caducidad aplicables a la relación individual de trabajo son los
contenidos en las siguientes normas: arts. 67, 135, 157, 186, 200 y 269, LCT y art.
11, ley 24.013 (art. 3º, dec. 2725/1991). Contemplan estos casos:
— suspensión disciplinaria no cuestionada, el art. 67, LCT, fija un plazo de 30 días
para impugnar la medida y si no lo hace, se entiende que la consintió;
— daños intencionales del trabajador: el empleador tiene 90 días para demandar
(art. 135);
— vacaciones no gozadas: del art. 157, LCT surge que si el empleador no otorga
las vacaciones y el trabajador no se las toma antes del 31 de mayo, las pierde;
— maternidad: la mujer que concluye su licencia posparto tiene 48 horas para
optar por el período de excedencia (art. 186, LCT);
— franco compensatorio no gozado: si el trabajador no lo toma dentro de los 14
días siguientes al día inhábil trabajado, lo pierde (art. 200, LCT);
— perseguir los bienes del fallido retirados del establecimiento: aunque su actual
poseedor lo sea de buena fe, si la acción no se interpone dentro de los seis meses de
su retiro (art. 269, LCT), caduca el derecho;
— multas de la Ley de Empleo: si el trabajador no cursa en tiempo y forma
la intimación del art. 11, ley 24.013, no son procedentes.
6) Desistimiento de acción y de derecho. El art. 304, Cód. Proc. Civ. y Com.,
establece que "en cualquier estado de la causa anterior a la sentencia, las partes, de
común acuerdo, podrán desistir del proceso manifestándolo por escrito al juez, quien,
sin más trámite, lo declarará extinguido y ordenará el archivo de las actuaciones.
Cuando el actor desistiera del proceso después de notificada la demanda, se deberá
requerir la conformidad del demandado, a quien se dará traslado notificándosele
personalmente o por cédula, bajo apercibimiento de tenerlo por conforme en caso de
silencio. Si mediare oposición, el desistimiento carecerá de eficacia y proseguirá el
trámite de la causa".
El art. 305, Cód. Proc. Civ. y Com., expresa que "en la misma oportunidad y forma
a que se refiere el artículo anterior, el actor podrá desistir del derecho en que fundó la
acción. No se requerirá la conformidad del demandado, debiendo el juez limitarse
a examinar si el acto procede por la naturaleza del derecho en litigio, y a dar por
100
terminado el juicio en caso afirmativo. En lo sucesivo no podrá promoverse otro
proceso por el mismo objeto y causa".
El desistimiento puede ser de la acción o del derecho. El primero requiere la
conformidad del demandado, ya que si bien pone fin al proceso, permite volver
a interponer la misma pretensión con posterioridad. El desistimiento del derecho, por
el contrario, implica la renuncia a ejercer el derecho en el cual se fundó la pretensión,
que no puede ya ser deducida nuevamente; por ello no requiere conformidad del
demandado.
En cualquiera de ambos casos son necesarias la ratificación personal del
trabajador y la homologación judicial: hasta tanto esta no se dicte, el desistimiento
puede ser revocado (art. 306, Cód. Proc. Civ. y Com.).
3. Principio de continuidad de la relación laboral
En caso de duda entre la continuación o no del contrato de trabajo, o respecto de
su duración, se debe resolver en favor de la existencia de un contrato por
tiempo indeterminado. El contrato de trabajo es de tracto sucesivo, es decir que se
desarrolla por medio de prestaciones repetidas en el tiempo: es de ejecución
continuada.
El principio apunta al mantenimiento de la fuente de trabajo: el contrato de trabajo
tiene vocación de permanencia; esto otorga seguridad y tranquilidad al trabajador
desde el punto de vista económico y psicológico, ya que la ocupación fija le
asegura ingresos para su subsistencia y lo aleja de la frustración que provoca el
desempleo, y se vincula con el concepto de estabilidad, es decir, la expectativa de
conservar su empleo mientras cumpla adecuadamente con las obligaciones
contractuales.
Esto beneficia también a los empresarios, ya que la excesiva rotación de empleo
produce un alto costo económico (tareas de reclutamiento y aprendizaje de los nuevos
trabajadores) y la continuidad se manifiesta en mayor experiencia y se concreta en los
premios (plus) por antigüedad, que es un reconocimiento al trabajador por los
servicios prestados a la empresa a lo largo del tiempo.
El principio se observa en la legislación laboral, que apunta a conservar el empleo,
preferir los contratos de tiempo indeterminado y evitar la extinción del contrato de
trabajo, admitiendo cambios (p. ej., en la persona del empleador) y suspensiones en
los contratos, manteniéndolos a pesar de la nulidad de alguna de sus cláusulas y
sancionando la resolución del contrato sin causa.
Lo dicho está consagrado en distintos artículos de la LCT. El art. 10 dispone que
"en caso de duda, las situaciones deben resolverse en favor de la continuidad o
subsistencia del contrato", mientras que el art. 90 prescribe que el principio general
son los contratos por tiempo indeterminado, exceptuando las demás formas de
101
contratación. Asimismo, el art. 94 establece que la omisión de otorgar preaviso en el
contrato a plazo fijo lo transforma en un contrato por tiempo indeterminado.
Las manifestaciones de este principio se observan en todo el plexo normativo.
Como quedó dicho, el art. 90, LCTincorpora el principio de indeterminación del
contrato, al establecer que "el contrato de trabajo se entenderá celebrado por
tiempo indeterminado", para luego exigir concretos recaudos para autorizar la
contratación por tiempo determinado: en forma expresa y por escrito, y condicionado a
que las modalidades de las tareas o de la actividad, razonablemente apreciadas, así
lo justifiquen.
El art. 27, ley 24.013, ratifica la vigencia del principio de indeterminación del plazo,
que se extiende hasta que el trabajador se halle en condiciones de gozar de los
beneficios jubilatorios, salvo que se configuren algunas de las causales de extinción
previstas en la ley (art. 91, LCT).
Evidentemente la ruptura anticipada e incausada del contrato de trabajo es
penalizada por la normativa laboral y, si bien el acto resolutorio es eficaz —como
consecuencia del sistema de estabilidad impropia que adopta nuestra legislación— el
empleador debe pagar las indemnizaciones tarifadas impuestas por la ley.
Otra manifestación de este principio se verifica cuando el contrato de trabajo se
mantiene pese a producirse un cambio en la persona del empleador, sea por muerte
(con excepción de que su figura sea fundamental para la subsistencia del vínculo), por
transferencia o cesión del establecimiento (arts. 225 y ss., LCT), o en el supuesto de
transferencia del personal (art. 229, LCT).
Pero no solo la novación subjetiva es una consecuencia del principio de
continuidad, sino también la objetiva, que supone cambios a las condiciones
pactadas, y que se justifica en el dinamismo que caracteriza al contrato de trabajo (en
la medida en que no vulnere el principio de irrenunciabilidad).
También constituyen derivaciones concretas del principio de continuidad las
contenidas en los arts. 43, 58 y 241, LCT. El art. 43 prevé que si el objeto del contrato
fuese solo parcialmente prohibido, su supresión no perjudicará lo que resulte válido,
siempre que ello sea compatible con la prosecución de la vinculación. El art. 58
declara inadmisibles las presunciones en contra del trabajador que conduzcan a
sostener la renuncia al empleo o a cualquier otro derecho, deriven de su silencio o de
cualquier otro modo que no implique una forma de comportamiento inequívoco en
aquel sentido. El art. 241 solo permite considerar que la relación queda extinguida por
voluntad concurrente de las partes, cuando resulta del comportamiento concluyente y
recíproco de ellas, que traduzca inequívocamente el abandono de la relación.
En cambio, el legislador se aparta del principio general contenido en el art. 10,
LCT—y del art. 58, que no admite presunciones en contra del trabajador— cuando en
el art. 186, LCT establece que "si la mujer no se reincorpora a su empleo luego de
vencidos los plazos de licencia previstos por el art. 177, y no comunicara a su
empleador dentro de las 48 horas anteriores a la finalización de los mismos, que se
102
acoge a los plazos de excedencia, se entenderá que opta por la percepción de la
compensación establecida en el art. 183, inc. b), párrafo final".
Es decir que, en este supuesto, la LCT optó por considerar disuelto el vínculo
laboral en caso de que la mujer no se reincorporara a su empleo, ni comunicara el
acogimiento a los plazos de excedencia.
En tal sentido, Ferreirós señala que el principio de continuidad se corresponde con
un efecto del contrato de trabajo al que el legislador le dio rango constitucional que es
la estabilidad en el empleo; de tal manera, se concreta la máxima seguridad que
brinda el contrato de trabajo, que es el derecho al empleo y que está dada, a la vez,
por el principio de continuidad y la protección contra el despido arbitrario(19).
4. Principio de primacía de la realidad
Este principio otorga prioridad a los hechos, es decir, a lo que efectivamente ha
ocurrido en la realidad, sobre las formas o apariencias o lo que las partes han
convenido: el contrato de trabajo es un "contrato-realidad".
Prescinde de las formas para hacer prevalecer lo que realmente sucedió. Tiene su
origen en la doctrina mexicana elaborada por De la Cueva.
Por lo tanto, a diferencia del derecho civil, que le da especial relevancia a lo
pactado por las partes (a quienes entiende libres para disponer de sus derechos), en
el derecho del trabajo, en caso de discordancia entre lo que ocurre en la práctica y lo
que surge de documentos suscriptos por las partes o acuerdos celebrados entre ellos
(lo que se pactó o documentó), se debe dar preferencia a los hechos.
Prima la verdad de los hechos —la esencia de la relación que vinculó a las
partes— sobre la apariencia, la forma o la denominación que asignaron estas al
contrato.
El art. 23, LCT, sostiene que "el hecho de la prestación de servicios hace presumir
la existencia de un contrato de trabajo, salvo que por las circunstancias, las relaciones
o causas que lo motiven se demostrase lo contrario. Esa presunción operará
igualmente aun cuando se utilicen figuras no laborales para caracterizar al contrato, y
en tanto que por las circunstancias no sea dado calificar de empresario a quien presta
el servicio".
En ese sentido, el art. 14, LCT, determina que "será nulo todo contrato por el cual
las partes hayan procedido con simulación o fraude a la ley laboral, sea aparentando
normas contractuales no laborales, interposición de personas o de cualquier otro
medio. En tal caso, la relación quedará regida por esta ley".
Se actúa con simulación ilícita cuando se pretende disfrazar la verdadera
naturaleza dependiente de la relación bajo ropajes de figuras extralaborales (locación
103
de servicios, locación de obra), perjudicando al propio trabajador, a quien se le niegan
los beneficios que la legislación laboral establece en su favor, y a la sociedad toda, al
sustraer recursos —aportes— destinados a los organismos de previsión y seguridad
social.
Se actúa fraudulentamente cuando, ajustando el comportamiento a las
disposiciones legales, se busca evadir el fin previsto por ellas. Dado que
el instrumento utilizado es la simulación ilícita, en este artículo se hace mención
conjunta a ambos supuestos, disponiendo la nulidad de todo lo actuado en esos
casos, y la sustitución (art. 13) por las normas imperativas pertinentes.
La legislación laboral busca evitar el fraude (p. ej., suscribir recibos en blanco) y
considera ilícita la utilización de personas interpuestas insolventes ("hombres de
paja", figuras societarias), estableciendo la responsabilidad solidaria de personas
vinculadas a otras que reciben inmediatamente la prestación laboral (arts. 29, 30 y 31,
LCT).
A fin de evitar la utilización de figuras fraudulentas, la ley prevé normas específicas
que determinan la responsabilidad solidaria del "empleador encubierto", en los casos
de interposición de "uno" que se limita a contratar trabajadores para "proporcionarlos"
a otros (arts. 29 y 29 bis, LCT), o de quien contrata o subcontrata trabajos o servicios
que corresponden a la actividad normal y específica que desarrolla (art. 30, LCT).
Del mismo modo extiende la responsabilidad solidaria a las empresas madres
respecto de sus subordinadas, y a las relacionadas dentro de un mismo conjunto
económico, "cuando hayan mediado maniobras fraudulentas o conducción temeraria"
(art. 31, LCT).
También condena el abuso de la personalidad jurídica, mediante la cual se intenta
evitar la responsabilidad adoptando formas societarias aparentes. Con el fin de evitar
las apariencias en fraude a la ley y revalorizar el principio de realidad, haciendo uso
de la teoría del abuso de la personería (clean hands), prescindiendo de su inscripción,
se las puede declarar personas ficticias o interpuestas con carácter fraudulento.
5. Principio de buena fe
Es un principio y un deber de conducta recíproco de las partes que si bien no es
específico del derecho del trabajo, adquiere esencial relevancia, ya que el contrato no
solo contiene prestaciones de carácter patrimonial, sino también deberes de conducta.
El art. 63, LCT dispone que "las partes están obligadas a obrar de buena fe,
ajustando su conducta a lo que es propio de un buen empleador y de un buen
trabajador, tanto al celebrar, ejecutar o extinguir el contrato o la relación de trabajo".
Comprende el deber de actuar con fidelidad y adoptar conductas adecuadas en el
cumplimiento de sus obligaciones, aplicándose durante toda la relación laboral.
104
De tal manera, que en el derecho del trabajo el principio vive, en el marco del
contrato, en la etapa previa a él, como, por ejemplo, en el caso de selección de
personal, donde el principio puede violarse por una discriminación hostil o por el
desconocimiento de las capacidades que se ofrecieron reconocer para la elección.
Es evidente que también en el transcurso del contrato ambas partes están
obligadas a una conducta acorde con el mismo. El trabajador en cuanto a su
prestación de hacer, a su respeto debido, a su subordinación y disciplina, y el
empleador en cuanto al pago de la remuneración, a las condiciones dignas y
equitativas de labor, a la seguridad, etcétera.
Y en cuanto a la extinción del contrato, sobrevuela el principio en el respeto por el
plazo indeterminado de dicho contrato y, llegado el caso, por la extinción adecuada a
derecho. En todas las etapas debe existir ausencia total de fraude, dolo o culpa, que
son los tres grandes enemigos del principio en estudio.
El tema tratado se desarrolla en el capítulo "Derechos y deberes de las partes".
6. Principio de no discriminación e igualdad de trato
Por un lado, el art. 16, CN consagra el principio de igualdad ante la ley y hace
alusión a la "igualdad entre iguales y en igualdad de situaciones". Se extiende al plano
salarial con lo dispuesto en el art. 14 bis, CN, al establecer el principio de igual
remuneración por igual tarea.
Este principio, cuyo antecedente se remonta a uno de los principios de la OIT
("salario igual, sin distinción de sexo, para un trabajo de igual valor"), fue acogido en
el plano internacional en la Declaración de Montevideo de 1991.
En distintos artículos la LCT se refiere a este principio que comprende la obligación
del empleador de no discriminar por razones de sexo, religión, estado civil, raza, ideas
políticas, razones gremiales, edad, etc. (arts. 17, 70, 72, 73, 81, 172 y 187, LCT), lo
cual también se puede hacer extensivo al aspecto físico y a la discapacidad. Cabe
recordar que el art. 11, ley 25.013 (derogado por la ley 25.877), creaba la figura del
despido discriminatorio.
El art. 17 bis, incorporado por la ley 26.592 (BO del 21/5/2010), prevé que "las
desigualdades que creara esta ley a favor de una de las partes, solo se entenderán
como forma de compensar otras que de por sí se dan en la relación".
La norma reconoce una realidad ampliamente receptada por los tribunales que fue
uno de los principales motivos de la escisión de nuestra disciplina del derecho civil:
la existencia de una disparidad negocial entre las partes, que fue compensada
progresivamente por normas protectoras de los derechos de los trabajadores.
105
Sostuve que el artículo "...constituye un avance hacia la intención de volver a la
redacción original de la Ley de Contrato de Trabajo, restableciendo así el texto del
originario art. 19 de la ley 20.744, neutralizado por la ley 21.297 del gobierno militar
del año 1976 (...) dando un marco adecuado de interpretación a la regla en que se
funda el principio in dubio pro operario: la discriminación inversa. En efecto, como lo
ha establecido la jurisprudencia de modo inveterado, la igualdad entre las partes
contratantes (premisa basal del derecho común) no está presente en el ámbito
laboral, donde existe diferencia negocial, de poder e intereses, y también —en
ocasiones— de nivel de instrucción entre los que son parte del contrato de trabajo"(20).
Justamente, la incorporación del art. 17 bis, LCT, implica el reconocimiento
normativo del poder estatal para introducir desigualdades jurídicas, como mecanismo
de nivelación de la disparidad negocial existente entre las partes de la relación jurídica
contractual laboral.
Con la reforma de la Constitución de 1994 adquirieron rango constitucional los
tratados sobre derechos humanos (art. 75, inc. 22), entre ellos, el Pacto de San José
de Costa Rica que prohíbe la discriminación por raza, color, sexo, idioma, religión,
opiniones políticas o de cualquier otra condición social (art. 1.1).
Asimismo, la OIT puso en marcha una política activa para combatir la
discriminación y la desigualdad en materia laboral; como ejemplos cabe citar el
convenio 111, sobre la discriminación en el empleo y en la ocupación, y el convenio
100, sobre igualdad de la remuneración.
También adquirió jerarquía constitucional la Convención sobre la Eliminación de
Todas las Formas de Discriminación contra la Mujer (art. 75, inc. 22, CN). El dec.
254/1998 (BO del 11/3/1998) dispuso que se acuerden propuestas entre el Consejo
Nacional de la Mujer y el Ministerio de Trabajo a fin de promover la igualdad de
oportunidades y de trato entre mujeres y varones en el ámbito del trabajo.
Sin perjuicio de lo expuesto, cabe dejar aclarado que lo que prohíbe la ley son las
discriminaciones arbitrarias entre el personal, es decir, distinciones infundadas; no
impide que el empleador otorgue un trato desigual en situaciones desiguales: el
principio se refiere a identidad de situaciones.
Por un lado, el trabajador que invoca la existencia de un trato discriminatorio debe
acreditarlo, pero, a su vez —de existir un tratamiento distinto—, la empresa
puede excepcionarse demostrando que ese trato desigual no es arbitrario ni
discriminatorio, sino que responde a causas objetivas.
El criterio de otorgar igual trato a los trabajadores en igualdad de situaciones y la
posibilidad del empleador de premiar los méritos de un trabajador por encima de la
remuneración establecida en el convenio colectivo fue sostenido por la CS en la causa
"Ratto, Sixto, y otros c. Productos Stani SA" (28/6/1966) —luego incorporado al art.
81, LCT—, y posteriormente en el caso "Fernández, Estrella c. Sanatorio Güemes SA"
(23/8/1988).
106
En esa inteligencia, se ha resuelto que el criterio del principio de "igual
remuneración por igual tarea", radica en consagrar un trato legal igualitario a quienes
se hallen en una razonable igualdad de circunstancias, doctrina que la Corte Suprema
de Justicia de la Nación ha aplicado también reiteradamente al decidir que frente a
circunstancias disímiles nada impide un trato también diverso, de manera que
resulte excluida toda diferencia injusta o que responda a criterios arbitrarios —CS,
Fallos 265:242, "Fernández, Estrella c. Sanatorio Güemes SA", 25/8/1988— (sala 2ª,
23/8/2004, "Kury, Mario Oscar c. Argencard SA").
También sostuvo la Corte que la garantía de igualdad ante la ley radica en
consagrar un trato legal igualitario a quienes se hallen en una razonable igualdad de
circunstancias, lo que no impide que el legislador contemple en forma distinta
situaciones que considere diferentes, en tanto dichas distinciones no se formulen con
criterios arbitrarios, de indebido favor o disfavor, privilegio o inferioridad personal o de
clase, o de ilegítima persecución (CS, 2/6/2000, "Guida, Liliana c. Poder Ejecutivo
nacional s/empleo público", Fallos 313:1513, consid. 57 y sus citas).
Lo que la ley castiga es la discriminación arbitraria. Resulta claro que no implica
violar el principio de igualdad, si por causas objetivas —p. ej., mayor laboriosidad— el
empleador abona una remuneración mayor a determinados dependientes y no a otros,
siempre que se respeten los salarios mínimos del convenio colectivo de aplicación.
Se ha señalado en doctrina que el principio de no discriminación no solo rige
desde el inicio, durante el desarrollo del contrato y hasta su extinción, sino también
antes, o sea en la etapa de selección de postulantes; es precisamente allí donde se
advierten más claramente los efectos de una cultura discriminatoria.
Por tratarse el estadio precontractual de una "zona gris" donde resulta dificultoso
dilucidar cuáles son los derechos que le asisten a la persona discriminada frente al
abuso de que es objeto, son escasas las ocasiones en las que este tipo de casos
llegan a los tribunales.
Ello obedece principalmente a dos motivos. El primero reside en la dificultad
probatoria de los actos de discriminación emanados de particulares. En este sentido,
Kiper —en criterio que comparto— ha sostenido que "teniendo en cuenta que la no
discriminación es un principio que cuenta con sustento constitucional (la protección
emana de la Constitución Nacional y de los tratados internacionales con similar
jerarquía), cuando el trabajador se siente discriminado por alguna de las causas,
el onus probandi pesa sobre el empleador. Ocurre que es mucho más difícil para el
primero probar la discriminación, que para el segundo acreditar la justa causa, si es
que existe". Esta posición se sustenta en lo que en doctrina y jurisprudencia se
conoce como principio de carga dinámica de la prueba.
El segundo se basa en la circunstancia de que el damnificado no es "trabajador"
en el sentido estricto de la expresión (todavía no ha sido incorporado, y
consecuentemente no existe contrato de trabajo), y no está alcanzado por las leyes
especiales y protectorias en materia laboral, pese a que indubitablemente se
encuentran vulnerados los derechos consagrados en los arts. 14, 14 bis y 16, CN, y
107
aquellos
plasmados
en
los
tratados internacionales
con
rango
constitucional incorporados a partir de la Reforma de 1994 en el art. 75, inc. 22, de la
Carta Magna.
La traba que supone la dificultad probatoria puede salvarse efectuando una
correcta interpretación de la normativa reseñada, que permitirá en muchos casos,
alcanzar soluciones más justas.
En este sentido, fallos de la Cámara Nacional en lo Civil como "Sendoya,
Josefina O. c. Travel Club SA s/daños y perjuicios" (sala H, 4/9/2000, DT 2001-A-784)
y "Asociación Mujeres en Igualdad c. Freddo SA s/amparo" (sala H, 16/2/2002) —
ambos con votos de Kiper— han destacado en forma detallada la
correcta interpretación de la normativa vigente, al hacer lugar en el primer caso, a
una indemnización por daños y perjuicios por la no incorporación al empleo de una
trabajadora diabética, y en el segundo a un amparo promovido por una asociación de
mujeres (Mujeres en Igualdad), tendiente a que la empresa procediese a incorporar a
futuro a su plantel solo trabajadores de sexo femenino hasta compensar la
desigualdad producida por la toma casi exclusiva de personal de sexo masculino,
debiendo, a tal fin, presentar un informe anual y permitir el acceso a la información
correspondiente, bajo apercibimiento de multas, previa audiencia de las partes.
Cabe destacar que, si bien la Constitución Nacional garantiza la libertad de
contratar, también hay que tener en cuenta que los derechos que ella ampara no son
absolutos sino que están sujetos a las leyes que los reglamentan.
La prohibición de discriminar constituye, en este caso, un límite a dicha libertad,
obligando al empleador a mantener un criterio neutro predicable por igual tanto para el
hombre como para la mujer.
Además de las políticas activas de la OIT para combatir la discriminación y la
desigualdad en materia laboral (Convenios 111 y 100, entre otros), con la reforma
constitucional de 1994 adquirieron rango constitucional tratados sobre derechos
humanos (art. 75, inc. 22), entre ellos, el Pacto de San José de Costa Rica, que
prohíben la discriminación por raza, color, sexo, idioma, religión, opiniones políticas o
de cualquier otra condición social.
Discriminar implica ser tratado de manera distinta. En el ámbito de las relaciones
laborales, la discriminación es ilegal cuando el tratamiento diferenciado sea,
además, injusto. Ello ocurre, p. ej., cuando se base en características personales o
estado, tal como el sexo o la raza, por citar solo algunos.
La discriminación puede tomar distintas formas, y no es indispensable que
sea intencional para que sea merecedora de reproche y reparación.
En un fallo más reciente, la Corte dispuso que el despido producido por el
presupuesto de haber solicitado un aumento salarial es un acto discriminatorio, y
otorga el derecho a reclamar a los agraviados una indemnización adicional a la
108
desvinculación con base en los principios del derecho común por daño moral (CS,
6/2/2018, "Farrell, Ricardo y otro c. L. S. A. s/despido")(21).
Ver capítulos "Derechos y deberes de las partes" (Deber de no discriminar e
igualdad de trato) y "Despido" (fallo de la CS, 7/12/2010, "Álvarez").
7. Principio de equidad
7.1. Consideraciones generales
Se puede definir la equidad como la justicia del caso concreto. El principio está
consagrado en el art. 11, LCT. La equidad cumple dos funciones esenciales en la
formación de la norma particular: la interpretación del derecho positivo y la
función integradora del derecho para llenar las lagunas del sistema jurídico.
Resulta de trascendental importancia cuando la aplicación de una norma a un caso
determinado produce una situación "disvaliosa" o no querida por el propio legislador.
Al interpretar la norma usando como filtro el principio de equidad se humaniza su
aplicación y se corrigen los resultados injustos.
Aristóteles, en la Ética a Nicómaco, la concibe como una corrección de la
generalidad de la ley; no la considera algo distinto por esencia de la justicia, es decir,
no sustituye ni corrige a la justicia, sino que es la misma justicia la que corrige
la injusticia estrictamente legal que se comete en el caso particular, cuando solo se la
considera bajo el esquema genérico y abstracto de la norma general.
Ese carácter general de la ley la torna imperfecta o de difícil aplicación a casos
particulares. Es allí donde juega un papel trascendente la equidad: no interviene para
juzgar a partir de la ley sino de la justicia que la ley misma está dirigida a realizar.
La Corte ha descalificado fallos por la iniquidad del resultado, persiguiendo una
solución justa en cada caso, más allá del contenido normativo rigurosamente estricto.
Ha buscado así legitimar sus decisiones mediante la invocación de principios que, al
adecuarse a cada caso concreto, han provisto la solución de equidad necesaria para
que la función judicial no se extravíe en el camino que llevaría a una arbitrariedad más
peligrosa aún, si sustituyese el juez al legislador bajo el pretexto de que la ley
es injusta.
Por encima de lo que las leyes parecen decir literalmente, es propio de
la interpretación indagar lo que ellas dicen jurídicamente, es decir, en conexión con
las demás normas que integran el ordenamiento general del país. En esta indagación
no cabe prescindir de las palabras de la ley, pero tampoco atenerse rigurosamente a
ellas, cuando la interpretación razonable y sistemática así lo requiere (Fallos 241:277).
109
La equidad posibilita que el juez ante una solución disvaliosa en un caso concreto
por aplicación "estricta de la norma" no se transforme en un "esclavo" de la letra de la
ley y deba aceptar el summum ius, summa iniuria, sino que se aparte de la letra para
aplicar el espíritu de la ley para lograr una solución más justa.
Para decidir, el juez no debe prescindir de las consecuencias que naturalmente
derivan del fallo ya que eso constituye uno de los índices más seguros para verificar la
razonabilidad de la interpretación y su congruencia con el sistema en el que está
engarzada la norma. Cuando la aplicación literal de una norma lleva a un resultado
absurdo, inequitativo, arbitrario, es preciso recurrir a la equidad, que humaniza la
aplicación del derecho y corrige los resultados injustos (justicia del caso concreto)(22).
En la función integradora del derecho el criterio de equidad tiene una
amplia influencia: los jueces están facultados para aplicar los principios generales del
derecho —entre ellos la equidad— tomando en cuenta las circunstancias del caso, si
la cuestión no puede resolverse ni por las palabras, ni por el espíritu de la ley, ni por
los principios de leyes análogas.
La Corte Suprema tiene establecido (Fallos 249:37 y sus citas) que la misión
judicial no se agota con la remisión a la letra de la ley, toda vez que los jueces, en
cuanto servidores del derecho y para la realización de la Justicia, no pueden
prescindir en modo alguno de la ratio legis y del espíritu de la norma, ello así por
considerar que la admisión de soluciones notoriamente disvaliosas, no resulta
compatible con el fin común tanto de la tarea legislativa, como de la judicial.
La hermenéutica de la ley debe integrarse a su espíritu, a sus fines, al conjunto
armónico del ordenamiento jurídico, y a los principios fundamentales del derecho en el
grado y jerarquía en que estos son valorados por el todo normativo, cuando
la inteligencia de un precepto, basada exclusivamente en la literalidad de uno de sus
textos, conduzca a resultados concretos que no armonicen con los principios
axiológicos enunciados precedentemente, o arribe a conclusiones reñidas con las
circunstancias singulares del caso o desemboque en consecuencias concretas
notoriamente disvaliosas.
Aplicar la ley, en modo alguno puede devenir en una tarea mecánica, porque ello
es incompatible con la naturaleza misma del derecho y con la función específica de
los magistrados que les exige siempre conjugar los principios contenidos en la ley,
con los elementos fácticos del caso, pues el consciente desconocimiento de unos u
otros, no se compadece con la misión de administrar justicia (Fallos 234:482; 249:37,
entre otros).
Es decir, que la "dichosa rectificación de la justicia estrictamente legal" —al decir
de Aristóteles— debe aplicarse si se evidencia un resultado notoriamente injusto y
disvalioso, de cumplimiento oneroso, nocivo o perjudicial al bien común. Fallar de otro
modo en causas en que el bien jurídico tutelado, por ejemplo, es la salud, la vida,
viola, además del principio de igualdad, los principios consagrados en el propio
derecho del trabajo (art. 11, LCT): los principios de equidad —que humaniza la
aplicación del derecho y corrige los resultados injustos— y de justicia social —dar a
110
cada cual lo que le corresponde a fin de lograr el bien común, respetando la dignidad
del trabajador como persona humana (principio protectorio, art. 9º, LCT)—.
La equidad es la solución que tiene el derecho para subsanar sus imperfecciones,
suplir y armonizar la ley positiva cuando resulta insuficiente. De allí que, siguiendo a
Aristóteles, considero que la equidad —dichosa rectificación de la justicia
estrictamente legal— no es en esencia algo distinto que la justicia: no sustituye ni
corrige a la justicia, sino que es la misma justicia la que corrige la injusticia
estrictamente legal que se produce en el caso particular al aplicarse el esquema
genérico y abstracto de la norma general.
Si partimos del presupuesto de que administrar justicia es la misión específica de
los jueces, y que estos son la "justicia viva y personificada" (los hacedores de la
justicia en el caso singular), también habremos de convenir que justicia significa la
recta determinación de lo justo en concreto.
En
tal
sentido,
el
llamado
legalismo
literal,
que
consiste
en
aferrarse incondicionalmente a las palabras de la ley en el entendimiento de que la ley
positiva agota el derecho y este se circunscribe a aquella, constituye un vicio por
defecto de la equidad-virtud.
En definitiva, el juez laboral debe desechar la interpretación meramente teórica,
literal y rígida de la ley y por ello desinteresada de sus resultados prácticos concretos
(una sentencia "formalmente" justa), e inclinarse por una interpretación que contemple
las particularidades del caso, el orden jurídico en su armonía total, los fines que la ley
persigue, los principios fundamentales del derecho, las garantías y derechos
constitucionales y los tratados internacionales, y el logro de resultados concretos
jurídicamente valiosos.
Siguiendo a Aristóteles, la equidad no sustituye ni corrige a la justicia, sino que es
la misma justicia la que corrige la injusticia estrictamente legal que se produce en el
caso particular al aplicarse el esquema genérico y abstracto de la norma general. Por
todo ello, para aplicar la equidad, el magistrado no debe buscar otros fundamentos
que la propia justicia: "Obra en fraude de la ley el que, respetando las palabras de
ella, elude su sentido" (Paulus).
7.2. Conclusiones
— La equidad opera cuando el derecho positivo resulta ineficiente para lograr una
solución de justicia en una situación concreta que escapa a los términos generales
contemplados en la norma. El magistrado tiene el derecho y, en casos graves, el
deber de invocar la equidad en aras a defender el valor superior justicia, porque
constituye —junto con la imparcialidad y la independencia de criterio— la más alta y
genuina virtud del juez.
— En el derecho del trabajo sirve de correctivo a la generalidad de la ley y resulta
de trascendental importancia cuando la aplicación de una norma a un caso
determinado produce una situación "disvaliosa" o no querida por el propio legislador.
111
Al interpretar la norma usando como filtro la equidad se humaniza su aplicación y se
corrigen los resultados injustos.
— El juez no debe prescindir de las consecuencias que naturalmente derivan del
fallo, ya que eso constituye uno de los índices más seguros para verificar la
razonabilidad de la interpretación y su congruencia con el sistema en el que está
engarzada la norma.
— Para utilizar la equidad stricto sensu el magistrado debe enfrentarse a
cuestiones objetiva y realmente excepcionales, y la aplicación de la norma general al
caso particular debe producir un resultado manifiestamente injusto, de tal gravedad
que se transforme en erróneo, absurdo, inequitativo, irritante y manifiesto, toda vez
que la seguridad jurídica y el bien común requieren que la autoridad de la ley sea
respetada.
— Cuando en dichas oportunidades la aplicación literal y mecánica de una
determinada norma lleva a un resultado absurdo, no querido por el propio
legislador, inequitativo, arbitrario y provoca una vulneración de derechos
fundamentales —humanos— del trabajador, el magistrado debe recurrir a la equidad
para corregir el resultado injusto, ya que adoptar otro proceder iría en desmedro del
objetivo de "afianzar la justicia" plasmado en el Preámbulo de la Constitución
Nacional: sin justicia efectiva no hay sistema de convivencia.
— El juez laboral debe desechar la interpretación meramente teórica, literal y rígida
de la ley y por ello desinteresada de sus resultados prácticos concretos (una
sentencia "formalmente" justa), e inclinarse por una interpretación que contemple las
particularidades del caso, el orden jurídico en su armonía total, los fines que la ley
persigue, los principios fundamentales del derecho, las garantías y derechos
constitucionales y los tratados internacionales, y el logro de resultados concretos
jurídicamente valiosos. No hay que olvidar que como refiere Paulus "obra en fraude
de la ley el que, respetando las palabras de ella, elude su sentido".
— Por todo ello, para aplicar la Equidad, el magistrado no debe buscar otros
fundamentos que la propia Justicia.
8. Principio de justicia social
Es un concepto amplio y consiste en dar a cada cual lo que le corresponde a fin de
lograr el bien común. Se vincula con la protección de la dignidad del trabajador como
persona humana plasmada esencialmente en el principio protectorio y, en el plano
colectivo, con la libertad sindical.
También está consagrado en el art. 11, LCT, al establecer que "cuando una
cuestión no pueda resolverse por aplicación de las normas que rigen el contrato de
trabajo o por las leyes análogas, se decidirá conforme a los principios de la justicia
social, a los generales del derecho del trabajo, la equidad y la buena fe".
112
Para Vázquez Vialard, el concepto de justicia social no solo actúa como uno de los
criterios a utilizar para cubrir las lagunas de la ley, sino que constituye una idea
directriz de todo el ordenamiento jurídico laboral. Por lo tanto, su papel no se limita a
constituir un elemento al que debe recurrir el juzgador en forma subsidiaria, sino que,
además, como principio general del derecho del trabajo, tiene la función de orientar la
tarea interpretativa. Sin duda de que buen respaldo de lo antedicho lo encontramos en
los propios términos de la Ley de Contrato de Trabajo; es ella quien menciona a la
"justicia social" como uno de los principios del derecho, que no ve cómo podría
disociarse de los que son propios del derecho del trabajo, como tampoco
podría excluirse a la "equidad" y a la "buena fe", por más que en el art. 11, LCT se las
mencione como pautas de interpretación y de aplicación de la ley en forma separada.
Por otra parte, en los distintos supuestos en que pueda o deba ubicarse el
operador jurídico, sea para interpretar o integrar la ley, el concepto de justicia social
no deja de ser un criterio de orientación obligado (arts. 91 y 11, LCT). Tiene cierta
aproximación con la justicia distributiva, donde no hay precisamente equivalencia
entre las prestaciones debidas, sino más bien proporcionalidad, que se busca en
función de la situación de cada cual. La "justicia social" es aquella que se interesa por
dar satisfacción a un sistema de repartos en donde el valor solidaridad juega un papel
preponderante.
La justicia social proyecta sus efectos sobre el legislador y su intérprete y fue
receptada en la Ley de Contrato de Trabajo como principio orientador.
9. Principio de gratuidad
Es el principio que garantiza el acceso gratuito de los trabajadores a la justicia para
reclamar por sus derechos. Se materializa en la eximición a los trabajadores del pago
de la tasa de justicia, y en la etapa prejudicial en la posibilidad de remitir intimaciones
telegráficas y hacer denuncias en sede administrativa sin costo alguno.
Con esta protección se trata de evitar que los trabajadores resignen sus derechos
por falta de recursos económicos. Esta gratuidad se extiende también a los
procedimientos administrativos.
El art. 20, LCT dispone que "el trabajador o sus derechohabientes gozarán del
beneficio de la gratuidad en los procedimientos judiciales o administrativos derivados
de la aplicación de esta ley, estatutos profesionales o convenciones colectivas de
trabajo. Su vivienda no podrá ser afectada al pago de costas en caso alguno. En
cuanto de los antecedentes del proceso resultase pluspetición inexcusable, las costas
deberán ser soportadas solidariamente entre las partes y el profesional actuante".
La ley 23.789 (BO del 31/7/1990) establece para los trabajadores dependientes (y
para los jubilados y pensionados) un servicio de telegrama y carta documento
gratuito para el remitente. Este servicio puede ser utilizado para cualquier
113
comunicación, vinculada con el contrato de trabajo, dirigida a un empleador. El gasto
que demanda el sistema se carga en una cuenta del Ministerio de Trabajo.
La ley 24.487 (BO del 27/6/1995) regula el servicio de telegrama del trabajador al
empleador y establece que el empleador condenado en costas está obligado a pagar
el importe de los telegramas y cartas documento enviados por el trabajador que
hubiere obtenido sentencia favorable.
El principio de gratuidad no debe confundirse con el beneficio de litigar sin gastos.
El principio de gratuidad, como quedara dicho, implica desde una perspectiva
protectora la imposibilidad de gravar el ejercicio de las acciones judiciales o de las
peticiones administrativas, pero no impide la condena en costas. Es decir, que no
desplaza las normas contenidas en el art. 68, Cód. Proc. Civ. y Com. respecto de la
imposición de las costas, por lo que no incluye la eximición de su pago cuando el
trabajador resulte vencido en el juicio y el fallo le imponga esa condena accesoria.
El beneficio de litigar sin gastos está expresamente destinado a eximir total o
parcialmente de las costas a aquellos que carecen de recursos o de la imposibilidad
de procurárselos y debe ser formalmente solicitado, exigiéndose determinados
requisitos para la solicitud (arts. 78 y 84, Cód. Proc. Civ. y Com.). El beneficio de
gratuidad establecido por el art. 20, LCT, solo opera a favor del "trabajador o sus
derechohabientes". Por lo tanto, si cuando se discute la existencia del contrato, no se
prueba la relación laboral subordinada y la sentencia es desfavorable en tal sentido,
dicho beneficio no se aplica.
Su objeto fundamental es establecer la igualdad económica de las partes en juicio
que resultaría afectada por si, ante las inevitables desigualdades de fortuna entre las
mismas, una de ellas se encontrara en situación de no poder hacer valer sus
derechos por la carencia de bienes para solventar su actuación judicial, siendo una de
las instituciones que tiende a hacer efectiva la garantía de la igualdad ante la ley
consagrada en el art. 16, CN. Su fundamento radica, en última instancia en
la inviolabilidad de la defensa en juicio.
10. Principio de razonabilidad
Es un principio general del derecho que opera como filtro en la aplicación
de interpretaciones "disvaliosas" de una norma o de determinadas situaciones. Se
trata de un accionar conforme a la razón y a determinadas pautas de conducta que
resultan lógicas y habituales.
En el art. 65, LCT, hace referencia al carácter funcional con que el empleador debe
ejercer las facultades de dirección, y el art. 66 dispone que el ejercicio del ius
variandi no debe importar "un ejercicio irrazonable de esa facultad", y también en
el párr. 2º del art. 242, expresa que la valoración de la injuria "debe ser hecha
prudencialmente por los jueces".
114
Señala Velasco que el fundamento de este principio es que el comportamiento de
las partes de la relación laboral es el de un hombre común, actuando normalmente.
Es importante en los casos de abuso, ilicitud, incumplimiento, tanto por parte del
empleador como del trabajador y en el aspecto individual o colectivo.
Asimismo, aclara el autor mencionado que este principio no tiene un contenido
concreto, lo que le permite una gran elasticidad, ya que la "razonabilidad" o
"racionalidad" varía con el tiempo y el espacio, y, además, es netamente subjetivo.
Diversos aspectos de la Ley de Contrato de Trabajo han tenido en consideración
este principio, en especial en el art. 29 ("Interposición y mediación"), siendo otros de
los artículos que también lo receptan el 68 y el 69; es decir que tanto las facultades de
dirección, la de reglamentación, la de alterar las formas y modalidades del trabajo y
las de aplicar sanciones disciplinarias se encuentran conferidas para satisfacer la
organización del trabajo en la empresa. Por eso el negocio laboral no admite el antojo
o capricho del empleador. Sus actos deben ser funcionales, es decir, estar justificados
en el fin común de la empresa.
Los salarios son otro de los tópicos alcanzados por este principio que regula el art.
114, LCT, delegando la facultad de su determinación en los jueces, quienes deberán
fijarlos razonablemente de acuerdo con "...la importancia de los servicios, y además
condiciones en que se presten los mismos, al esfuerzo realizado y a los resultados
obtenidos". Su última proyección la encontramos en el cap. IV —"De la extinción del
contrato de trabajo por justa causa"— art. 242, LCT, que en su párr. 2º al hablar de la
"injuria" sostiene que "la valoración deberá ser hecha prudencialmente por los jueces,
teniendo en consideración el carácter de las relaciones que resulta de un contrato de
trabajo, según lo dispuesto en la presente ley y las modalidades y circunstancias
personales en cada caso". "Prudencialmente" significa proceder razonando, es decir,
aplicando el principio citado(23).
11. Principio de progresividad
El llamado "principio de progresividad" está inserto en el diseño del
derecho internacional de los derechos humanos en general, y del Pacto Internacional
de Derechos Económicos, Sociales y Culturales (PIDESC) en particular, según el cual
todo Estado Parte se compromete a adoptar medidas para lograr progresivamente la
plena efectividad de los derechos reconocidos (art. 2.1). Implica la "obligación
positiva" de los Estados de "garantizar el ejercicio y disfrute de los derechos de
los individuos en relación con el poder, y también en relación con actuaciones de
terceros particulares".
Este principio apunta a que las garantías constitucionales de los trabajadores en
virtud de la protección establecida en el art. 14 bis, CN, no se vean condicionadas por
eventuales normas regresivas que atenten contra el orden público laboral.
115
Por un lado, impone el deber de que ante cada cambio normativo en materia
laboral, se vaya progresivamente ampliando el nivel de tutela y no se disminuya; y por
otra parte, implica la recuperación de los derechos de los trabajadores, reformando la
legislación, incorporando mayores beneficios laborales en las leyes y los convenios
colectivos de trabajo, y compatibilizando la jurisprudencia con los principios y
garantías del carácter de protectorio.
El principio de progresividad de los derechos del trabajador también sustenta la
adquisición de los derechos consagrados por las constituciones nacionales y
provinciales, los tratados y convenios de la OIT, estatutos profesionales, y demás
fuentes normativas por las que los trabajadores obtengan mayores derechos.
Establece que una vez adquiridos revisten el carácter de obligatorios, inderogables e
irrenunciables, bajo pena de la nulidad de los actos que se contrapongan, ya que
disponer de los beneficios del trabajador una vez obtenidos configura un
comportamiento ilícito.
Su esencia es el sentido prospectivo de las normas constitucionales, que deben
direccionarse en idéntico sentido que las declaraciones, convenciones y tratados
sobre derechos humanos a los cuales nuestro país ha adherido.
Que el principio se haya visto fortalecido por las normas contenidas en
los instrumentos citados anteriormente no es un dato menor, dado que las
obligaciones concretas asumidas por el Estado resultan exigibles judicialmente, dando
origen a obligaciones positivas.
En el PIDESC —del que la Argentina es Estado contratante— se comprometieron
a adoptar mejores medidas en forma progresiva —gradual—, y la obligación mínima
es no regresividad, esto es: abstenerse de adoptar políticas y medidas que empeoren
la situación de los derechos económicos sociales y culturales vigentes al momento de
adoptar el tratado internacional.
Este principio ha adquirido especial relevancia dentro de nuestra disciplina a partir
de la expresa referencia que efectuara la CS en el pronunciamiento "Aquino, Isacio c.
Cargo Servicios Industriales SA s/accidente" (CS, 21/9/2004). Consagra la directiva
tendiente a que las leyes no establezcan limitaciones que, en definitiva, impliquen
"alterar" los derechos reconocidos por la Constitución Nacional (art. 28), y se
direccionen a la búsqueda de la mejora continua de las condiciones de existencia del
trabajador (art. 11.1, PIDESC).
El principio de progresividad, también enunciado por la Convención Americana
sobre Derechos Humanos, precisamente respecto de los derechos económicos y
sociales (art. 26), fue recogido por tribunales constitucionales de diversos países. Así,
la Corte de Arbitraje belga, si bien sostuvo que el art. 13.2.c, PIDESC, no tenía efecto
directo en el orden interno, expresó que "esta disposición, sin embargo, se opone a
que Bélgica, después de la entrada en vigor del Pacto a su respecto, adopte medidas
que fueran en contra del objetivo de una instauración progresiva de la igualdad de
acceso a la enseñanza superior...".
116
Este principio, asimismo, se manifiesta en la llamada "jurisprudencia du cliquet",
que prohíbe la regresión pero no la progresión; por lo tanto, un gobierno que intentara
sustraerse al programa de reformas sociales atentaría contra la Constitución, que es
garantía no solamente de que no se volverá atrás, sino de que siempre se irá hacia
adelante.
V. NUEVOS PRINCIPIOS DEL DERECHO DEL TRABAJO
A los principios del derecho del trabajo tradicional, siguiendo a Estela M. Ferreirós,
cabe agregar otros, de elaboración doctrinaria y jurisprudencial más reciente.
— Principios del esfuerzo compartido y de nivelación social: apuntan a repartir en
forma proporcional los esfuerzos de los diferentes actores sociales necesarios para
llevar adelante el empuje humano y económico para alcanzar una justa distribución de
la riqueza. Se deben aplicar fundamentalmente en épocas de crisis.
117
Están ligados a los conceptos de justicia, de proporcionalidad y de igualdad, y se
basan en la idea rectora de que debe darse una equivalencia adecuada entre las
prestaciones contractuales que son consecuencia de las diferencias de poder entre
las partes, tratando al desigual en proporción a la desigualdad existente, en una
suerte de discriminación inversa. Su correcta utilización aporta al derecho del trabajo
el equilibrio necesario en aquellos casos en los que existen diferencias de poder
apreciables entre las personas, en particular respecto del nivel social y en épocas de
crisis.
— Principio de homogeneización: se puede conceptualizar como el destinado a
promocionar y promover —desde el derecho del trabajo entendido como regulador de
procesos sociales— el llamado Estado Social, que garantiza el bienestar de los
ciudadanos tendiendo a la homogeneización social. Es utilizado por la doctrina
española.
— Principio de parasubordinación: el derecho del trabajo fue ampliando su objeto
de
protección,
para incluir
bajo
su
égida
trabajos autónomos
como
figuras intermedias, o el trabajo cuentapropista, aunque sin modificar su naturaleza,
que sigue siendo autónoma. Surge como consecuencia de los cambios acaecidos en
las últimas décadas en el mundo del trabajo y en nuestra propia disciplina, cada vez
más identificable con un derecho social.
— Principio de normalización del trabajo atípico: apunta a conciliar las nociones de
dependencia y ajenidad con las nuevas formas que adopta el trabajo humano en
estos tiempos, con la necesidad de sujetarlas a derecho, utilizando los
elementos indiciarios que se hallen en estado fluido en función de las
transformaciones antes mencionadas. Es también resultante de la crisis y las
complejas transformaciones sucedidas en el mundo del trabajo en los últimos años.
— Principio de pluralidad de los microsistemas: consiste en el reconocimiento de
la existencia de grupos determinados con especificidades propias, que conforman
subsistemas que son consecuencia de esa realidad. Nace como lógico corolario de la
ampliación del objeto de protección del derecho del trabajo y su consiguiente
diversificación.
— Principio de integración y pacificación: pese a que la clase trabajadora no
configura formalmente un sujeto de derecho, es aceptado que desde el ámbito que le
es propio, la política del derecho inserte principios propios, que descienden en la
creación y aplicación de las normas consecuentes que diluyan sus efectos en el
derecho social y en el entramado de las relaciones laborales, cada vez más
complejas.
— Principio de integración jurídica en el orden social: surge como corolario lógico
de la horizontalidad del derecho del trabajo y su carácter de rama horizontal
homogénea y compleja, tanto en razón de los sujetos que la componen, como de sus
objetos jurídicos y relaciones sociales.
118
VI. MEDIOS TÉCNICO-JURÍDICOS
Los medios técnico-jurídicos o legales son el conjunto de instrumentos o
herramientas que están expresamente enumerados en el derecho positivo y que
tienen por finalidad equilibrar la relación de disparidad entre empleador y trabajador.
Son necesarios para que los principios del derecho del trabajo resulten aplicables en
la práctica y tienen un fin protectorio o tuitivo.
Son adoptados tanto por la ley como por la negociación colectiva y se manifiestan
en normas que surgen de la aplicación práctica de los principios del derecho del
trabajo y que restringen el marco de decisión del empleador. Uno de los principales
medios técnico-legales es la limitación de la autonomía de la voluntad mediante el
orden público laboral.
Ambas partes pueden pactar libremente siempre que no se vulneren los
mínimos inderogables, que constituyen el orden público laboral. Si se pacta una
cláusula que viola dicho orden público, es nula y queda sustituida automáticamente
por la válida.
Asimismo, opera como límite la irrenunciabilidad de los derechos consagrados en
las normas imperativas que constituyen el orden público laboral (arts. 12 y 13, LCT).
También lo dispuesto en el art. 260, LCT, protege los créditos de los trabajadores al
disponer que el pago insuficiente será considerado como pago a cuenta del total
adeudado aunque el trabajador lo reciba sin reservas.
Esta disposición forma parte de las normas protectorias, y se trata de una
derivación del principio de irrenunciabilidad. Su razón de ser reside en la naturaleza
alimentaria de la remuneración del trabajador.
Si bien el trabajador no está obligado a recibir pagos parciales, en caso de que los
aceptara, son considerados como pagos a cuenta del total adeudado, aunque sean
recibidos sin reservas.
Otro de los medios consiste en evitar el fraude y preservar la vigencia del contrato
de trabajo, al establecer la nulidad de todo contrato en el cual se haya procedido con
simulación o fraude, aparentando normas contractuales no laborales, interposición de
personas o de cualquier otro medio (art. 14, LCT).
En la LCT se observan restricciones a las facultades de organización, dirección y
disciplinarias del empleador cuando establece que deben ser ejercidas en forma
razonable, con fines funcionales y respetando la dignidad y los derechos patrimoniales
del trabajador y evitando toda forma de abuso del derecho (art. 68, LCT). En ese
sentido, se restringe la facultad del empleador de modificar las condiciones de
trabajo —ius variandi— estableciendo límites concretos.
En el plano del derecho colectivo, se advierte la condena a las prácticas
antisindicales (desleales), la búsqueda de la negociación de buena fe (arts. 2º, 4º, 9º y
12, ley 14.250) y la consagración de la autonomía de la voluntad colectiva al
119
establecer la posibilidad de los sujetos colectivos de negociar los convenios colectivos
de trabajo. Asimismo, el Estado asume el papel de policía de trabajo para lograr el
cumplimiento de las normas laborales al ejercer el control administrativo.
También en el plano internacional se observa la búsqueda de cooperación y
unificación de normas laborales y de fijación de condiciones de labor (OIT).
JURISPRUDENCIA
1. Principio protectorio
1.1. Norma más favorable para el trabajador
La aplicación temporal de la ley, sobre todo en el derecho del trabajo
y de la seguridad social, rompe los cánones generales y tradicionales,
para dar paso a la firme vigencia del principio de progresividad,
enancado en la regla de la norma más beneficiosa y sobre la
base inamovible de la dignidad humana, el derecho a gozar de la
dignidad, que funciona no solo como causa fuente, sino también como
determinante del contenido de los derechos humanos y de los
derechos en general (sala 7ª, 31/3/2016, "Echevarne, Bruno Rafael c.
Galeno ART SA").
1.2. Condición más beneficiosa
El convenio colectivo de trabajo que califica un incremento salarial
como no remuneratorio es nulo sin perjuicio de que haya sido
homologado por el Ministerio de Trabajo, pues en materia laboral la
naturaleza salarial de las prestaciones está expresamente legislada en
el art. 103 de la LCT, por lo que una resolución ministerial en aquel
sentido contraría una norma de rango superior y, además, va en
contra de principios elementales del derecho del trabajo, máxime
considerando que en caso de duda en la aplicación de normas legales
o convencionales, preponderará la más favorable al trabajador (sala
8ª, 26/10/2015, "Elías, Eduardo Omar c. Telefónica de Argentina SA").
La homologación administrativa del acuerdo que otorgó carácter no
remuneratorio al incremento salarial otorgado a los trabajadores, no
impide considerar nulas sus cláusulas, toda vez que el art. 9º de la
LCT determina el orden de prelación normativo (art. 31, CN) y, en caso
120
de deuda debe aplicarse la norma legal o convencional más favorable
al trabajador, cuál es el art. 103 de la LCT (sala 8ª, 19/8/2015,
"Sarachman, Cecilia Alejandra c. Complementos Empresarios SA").
1.3. In dubio pro operario
En el proceso laboral, rigen las reglas del onus probandi. Es carga de
la actora acreditar el presupuesto de su pretensión. Ello no implica
someterla injustamente, ni en violación del principio in dubio pro
operario ni del orden público laboral. Afirmado un hecho relevante por
el pretensor, pesa sobre él la carga de probarlo, lo que no significa
imponerle alguna actividad, sino el riesgo de que su pretensión sea
desestimada, si el hecho no resulta, de alguna manera acreditado
(sala 8ª, 30/11/2005, "Aldabe, Leoncia Irma c. Cosmesur SA y otros").
2. Principio de irrenunciabilidad
No se puede soslayar la particular naturaleza jurídica del pacto de
cuota litis (convenio de resultado), ni las peculiares características de
las partes involucradas (trabajador /cliente y el profesional que lo
representa). Deben analizarse con estrictez las previsiones en él
contenidas, los requisitos formales y, en especial, los alcances de
la expresión de voluntad del trabajador, así como el cumplimiento de
una exigencia de neto corte de orden público cuál es la contenida por
el art. 277, LCT, que resulta tuitiva de la manifestación de
consentimiento expresada por el dependiente, resguarda el principio
de irrenunciabilidad de los derechos laborales y apunta a garantizar la
adecuada comprensión de los alcances del convenio. Por ello, si no se
verifica el recaudo de la ratificación personal a la que se refiere el
artículo referido, el pacto de cuota litis no puede ser homologado (sala
9ª, 28/9/2012, "Gauna, Gustavo Ramón c. Enrique Zeni y Cía. y
otro s/accidente acción civil").
No puede tenerse por válida la renuncia de un trabajador en los
términos del art. 240, LCT mediante el envío de un correo electrónico,
pues los recaudos que exige la norma (despacho telegráfico
colacionado cursado personalmente por el trabajador a su empleador
o ante la autoridad administrativa del trabajo) no es solo a los fines de
cumplir con formalidades legales, sino para cerciorarse que la voluntad
de la persona trabajadora no se encuentre viciada con vistas a
proteger la irrenunciabilidad de los derechos que le asisten conforme
121
con el art. 12 de la LCT. Es que las formalidades establecidas en la ley
referida forman parte del orden público laboral y su apartamiento es
sancionado con la nulidad (sala 1ª, 23/12/2011, "Rojas, Liliana Beatriz
c. Celmovi SA").
En virtud del principio protectorio se impone que se considere
irrelevante jurídicamente la voluntad del trabajador dirigida a la
evasión de las normas de derecho laboral de modo que siempre
tendrá acción para poner en claro la simulación ilícita y beneficiarse
con la aplicación de dichas normas (sala 10ª, 12/2/2015, "Lovrincevich,
Walter Gerardo c. Cooperativa de Trabajo Solucionar Ltda.").
Las propinas percibidas por el trabajador tienen carácter
remuneratorio, pues se acredito que el empleador tenía conocimiento
y consentía su percepción, por lo que, encontrándose cumplimentados
los extremos del art. 113 de la LCT, pasan a integrar los derechos del
contrato individual de trabajo en los términos del art. 12 de la misma
norma (sala 6ª, 29/2/2016, "Salguero, Julio Alberto c. Larangeira SA").
3. Renuncia a derechos. Exclusión de presunciones
Aun cuando el silencio del trabajador no puede ser concebido como
renuncia a sus derechos, el hecho de haber dejado transcurrir el actor
más de cinco meses para efectuar su primer reclamo, luego
de interrumpida la relación contractual con la demandada, revela que
ha existido una prolongada actitud omisiva tanto del actor como del
demandado respecto de la relación habida, que trasunta el mutuo
desinterés en ella (sala 7ª, 30/8/2005, "Lambardi, Sebastián c.
Organización Levin SA").
4. Acuerdos transaccionales, conciliatorios o liberatorios.
Homologación
El
principio
de
irrenunciabilidad
del
art.
12,
LCT,
admite expresas excepciones fijadas en la propia ley laboral, una de
ellas la conciliación del art. 15 (además del desistimiento, de la
prescripción y de la caducidad). El legislador ha privilegiado a la
conciliación como uno de los modos de finalización del
conflicto individual y, por lo tanto, la resolución homologatoria
producida en sede administrativa tiene presunción de legitimidad (art.
12, ley 19.549), resultando aplicable la doctrina del plenario "Lafalce"
122
(nro. 137, del 29/9/1970) y su revisión judicial cabe apreciarla con
criterio restrictivo y admitirla en aquellos casos, a manera de ejemplo,
en los que se demuestre una grosera o notoria vulneración al principio
de irrenunciabilidad, o cuando media la presencia de alguno de los
vicios de la voluntad (falta de discernimiento, intención, libertad,
simulación) (sala 10ª, 14/10/2010, "Desalojo, Claudio Orlando c. Xerox
Argentina ICSA").
Corresponde declarar la nulidad del acuerdo transaccional
conciliatorio en términos del art. 15 RCT, ya que el mismo se
encuentra alcanzado por los requisitos de forma expresos estipulados
por la ley 24.635 y por ello el actor debía ser acompañado por letrado
o asistido por su organización sindical y no por una letrada vinculada a
la empresa demandada, ya que ello configura un supuesto de abuso
de la posición dominante de la empresa y consecuentemente un
supuesto de abuso del derecho que torna antijurídico el acto por
mediar un ejercicio antifuncional y malicioso de parte de una de las
partes interesadas (sala 5ª, 21/10/2015, "Publiano, Daniel Aníbal c.
Sealed Air Argentina SA").
El acuerdo celebrado ante el SECLO resulta válido si reúne los
requisitos de validez previstos en el art. 15 de la LCT ya que el
procedimiento fue instado por la actora, con patrocinio letrado de su
elección, en circunstancias en que ostentaba el cargo de delegada
gremial al momento del distracto, siendo objeto de controversia la
legitimidad de este último y la de la indemnización por estabilidad y
tutela gremial, no luciendo desproporcionado el monto acordado, y sin
que se demostrara la configuración de algún vicio de la voluntad al
momento
de
la
firma
ni
que
hubiese
actuado
sin
discernimiento, intención y/o libertad (sala 2ª, 26/8/2015, "Reinoso,
Delia Teresa c. Prifamon Sociedad Anónima Industrial y Comercial").
El acuerdo extintivo celebrado por un trabajador en los términos del
art. 241 de la LCT es nulo si los elementos de prueba valorados en
conjunto y a la luz de las reglas de la sana crítica conducen a concluir
que
tanto
el
acuerdo
de
desvinculación
como
la
supuesta incorporación del dependiente a un estudio jurídico
conformaron una maniobra orquestada por la verdadera empleadora
que, aparentando el carácter de estudio autónomo de aquella, hizo
que el actor le continuara ofreciendo la misma contribución laboral que
123
le brindaba a sus órdenes antes de la maniobra (sala 2ª, 10/6/2015,
"F., P. J. c. Empresa Distribuidora Sur Sociedad Anónima Edesur y
otro").
5. Prescripción. Plazo. Efecto
La acción promovida ante la Justicia del Trabajo con el solo fin
de interrumpir la prescripción debe rechazarse, si adolece de todos los
requisitos mínimos que debe tener para configurar una demanda —art.
65, LO—, por no poseer la descripción de la cosa demandada,
designada con precisión, la identificación el derecho aplicable, ni una
petición en términos claros y positivos (sala 2ª, 30/10/2015, "Elvira
Moreno, Juan Antonio c. Acsam SRL y otro").
La defensa de prescripción opuesta por el empleador respecto de la
demanda por despido incoada debe ser rechazada, pues si bien no se
probó la finalización de la etapa conciliatoria, se acreditó el inicio de la
misma por parte del trabajador, lo cual constituye una actividad del
acreedor que revela su interés en ejercer el derecho que le asiste
suspendiendo el curso de la prescripción (sala 10ª, 28/8/2015, "Ochoa,
Héctor Daniel c. Transporte del Tejar SA").
De conformidad con lo normado en el art. 257, LCT el reclamo
ante autoridad administrativa del trabajo —SECLO—, interrumpe el
curso de la prescripción durante el trámite, pero en ningún caso por un
lapso mayor de seis meses. Cabe aclarar que producida
la interrupción del plazo, este vuelve a correr desde el momento en
que finaliza el procedimiento administrativo y no a partir del momento
en que se produce la interrupción en sí (sala 5ª, 10/3/2015,
"Schuarberg, Julia Noemí c. Mariño Santiago Alfredo y otro").
6. Caducidad
El art. 259, LCT, claramente dispone que no existan otros modos de
caducidad que los que resultan de la ley, y el art. 919, Cód. Civil, quita
valor al silencio del trabajador (sala 10ª, 14/2/2001, "Vergara, Carlos
R. c. Transportes Santa Fe SA").
7. Primacía de la realidad
124
El contrato de trabajo es un "contrato realidad" donde interesan más
los hechos que la simple formalidad documental (principio de "primacía
de la realidad"). No obsta a esta conclusión el hecho que el actor haya
suscripto un instrumento en el que se califica al vínculo como contrato
de locación de servicios arbitrales. Lo que cuenta es la verdadera
situación creada, sin que importe el nombre que las partes le hayan
dado (sala 10ª, 11/6/2015, "Zdonek José Manuel c. Asociación del
Fútbol Argentino [AFA]").
Si bien la forma de pago fue instrumentada con la extensión de
facturas por parte de la trabajadora, en virtud del principio de primacía
de la realidad, debe prevalecer lo realmente acontecido sobre lo
documentado por las partes y por ello corresponde entender que las
demandadas actuaron en fraude a la ley laboral disfrazando la
verdadera relación y privando a la trabajadora de sus beneficios (sala
2ª, 26/2/2016, "V., M. L. c. Zumo Natural SA y otros").
Entre una psicopedagoga y un instituto educativo existió una relación
de carácter laboral, pues se acreditó que aquella no organizaba ni
dirigía su actividad, sino que prestaba sus servicios personales
conforme la organización y dirección impuestos por la accionada, sin
asumir riesgo personal alguno y a cambio de una retribución; sin que
obste a ello la circunstancia da que también actuara como
procesional independiente, en la medida que la exclusividad no
constituye un requisito determinante (sala 6ª, 22/12/2015, "Quattrone,
Claudia María c. Instituto Educativo Huellas SA y otros").
8. Prohibición de hacer discriminaciones. Igualdad de trato
La actitud de la empleadora consistente en permitir que dentro de su
establecimiento se lleven a cabo actitudes discriminatorias para con
una empleada en razón de su orientación sexual, fue violatoria del
principio de no discriminación, y constituye una conducta que causa
perjuicio a la trabajadora desde un punto de vista extracontractual.
Cuando se ocasiona un daño que resulta indemnizable —
aun en ausencia de una relación laboral— tal responsabilidad no
puede verse resarcida mediante el simple pago de una indemnización
tarifada (sala 7ª, 19/3/2015, "P. Y. S. c. V. SA").
Habiéndose demostrado la existencia de actividad sindical del actor,
se ha configurado la situación de hecho que permite presumir que la
125
decisión de despedir obedece a dicha actividad, de acuerdo con la
presunción de materialidad y debe considerarse acreditada la relación
entre el despido y la actividad sindical ejercida, por lo que la hipótesis
entra de lleno en el dolo directo respecto de la acción prohibida por el
art. 47 LAS, ya que la libertad tutelada es la libertad sindical en su
plano individual y no la libertad individual en el plano colectivo (sala 5ª,
28/4/2016, "Figueroa, Cristian Ariel c. Cordero Cavallo y Lautaret SA").
El despido dispuesto por la patronal debe considerarse
discriminatorio si se verifica la existencia de indicios suficientes que
forman convicción de que el despido decidido obedeció a los reclamos
salariales que este incoara por ante la instancia administrativa, y la
empleadora no acreditó una causa razonable y objetiva que sustente y
justifique que la eyección del trabajador no obedeció como represalia
de su reclamo laboral (sala 7ª, 30/10/2015, "Fernández, José Antonio
c. Befesa Argentina SA").
Dado que la empleadora no demostró ninguna razón objetiva que
justificara un trato salarial diferente para con el actor, la diferenciación
salarial que esta le dispensó, abonándole una comisión inferior a otros
trabajadores, no se encuentra sustentando en ninguna pauta de
evaluación objetiva que permita ponderar las reales aptitudes y
condiciones generales de prestación de tareas que llevan a establecer,
en definitiva, la paga adecuada (sala 10ª, 28/10/2015, "Giusti, Marina
Celeste c. Nipro Medical Corporation Sucursal Argentina y otro").
9. Principio de buena fe
El contrato de trabajo está regido por dos principios básicos, que son
el de buena fe (art. 63 LCT) y el de conservación del contrato,
principios que convalidan la adopción de todas las medidas al alcance
de las partes destinadas a encauzar la relación (sala 5ª, 6/2/2017,
"Rodríguez, Claudia Lorena c. Ríos Ar SA").
La titularidad del derecho a declarar una huelga pertenece a un
colectivo de trabajadores organizados en función de intereses
comunes —los "gremios"—, no al trabajador en forma individual ni a
cualquier grupo de trabajadores, por los principios de buena fe y
conservación del contrato de trabajo, consagrados en los arts. 63 y 10
de la ley 20.744, el empleador tiene la carga de requerirle
oportunamente al trabajador el cese de las conductas irregulares para
126
luego castigar con la máxima sanción a los partícipes (CS, 7/6/2016,
"Brindisi, Ricardo Gabriel c. Correo Oficial de la República Argentina
SA").
La titularidad del derecho a declarar una huelga pertenece a un
colectivo de trabajadores organizados en función de intereses
comunes —los "gremios"—, no al trabajador en forma individual ni a
cualquier grupo de trabajadores, ello desde una perspectiva
de examen integral del texto del art. 14 bis de la CN, donde ese
derecho se inserta en el segundo bloque que contiene el catálogo de
los derechos reconocidos a las entidades gremiales, y que lo
hace inmediatamente después de la disposición final del primer bloque
que reconoce el derecho de sindicación de los trabajadores (CS,
7/6/2016, "Orellano, Francisco Daniel c. Correo Oficial de la República
Argentina SA").
El acceso del empleador a una cuenta de Internet de un trabajador es
legítimo y no vulnera el art. 8º de la Convención Europea de Derechos
Humanos, pues, si bien la vida privada y la correspondencia del
peticionario se vieron afectadas, no es irrazonable que aquel quiera
verificar que los empleados den cumplimiento a sus tareas
profesionales durante las horas de trabajo, máxime cuando ese
monitoreo fue limitado en alcance y proporcionado y cuando surge que
las comunicaciones fueron examinadas pero ninguna información o
documentos estaban almacenados en su computadora (Corte Europea
de Derechos Humanos, 12/1/2016, "Barbulescu c. Rumania").
El empleado debe estar enterado de si hay una política de uso de
Internet en vigencia, así como fuera del lugar de trabajo y durante las
horas posteriores a la jornada laboral, referente al uso de los
elementos de comunicación de propiedad del empleador, el empleado
o los terceros y, en caso de que se aleguen violaciones esa política,
debe dárseles oportunidad de responder a las imputaciones en un
proceso justo, con revisión judicial (del voto en disidencia del Dr. Pintio
de Albuquerque) (Corte Europea de Derechos Humanos, 12/1/2016,
"Barbulescu c. Rumania").
El rechazo genérico de la misiva por la que se intimó al empleador a
fijar la situación laboral, luego que redujera las horas de labor de su
dependiente, constituyó una violación a la buena fe que debe presidir
127
en la relación entre las partes de un contrato de trabajo (art. 63 de la
LCT) y por ello una injuria que no consintió la continuidad de la
relación (sala 8ª, 29/10/2015, "Kollar, Marta Ethel c. Universidad
Argentina John F. Kennedy").
El pago en negro no encubre, en todos los casos, la consecución de
fines extrasocietarios dado que el principal fin de una sociedad
comercial es el lucro, más constituye un recurso para violar la ley, el
orden público expresado en los arts. 7º, 12, 13 y 14 de la LCT y el
principio general de la buena fe, que obliga al empresario a ajustar su
conducta a lo que es propio de un buen empleador (art. 63, LCT),
ejercer los negocios sociales con el mismo cuidado que en los propios
y obrar con la diligencia de un buen hombre de negocios o
comerciante experto conforme la pautas de conducta regladas en el
art. 59 de la ley 19.550 (sala 1ª, 29/9/2015, "Aguirre, María Soledad c.
Web Marketing SRL").
Resulta discriminatorio el despido del dependiente que sufrió un
accidente a los seis días de haber ingresado a prestar tareas,
dispuesto por el empleador al día siguiente de obtener el alta médica
ello así, dado que se trató de un claro presupuesto de discriminación
fundado en su condición psicofísica, alcanzado por las disposiciones
de la ley 23.592, normas y tratados internacionales con jerarquía
constitucional y convenios de la OIT que prohíben todo tipo de
discriminación y, en especial, en el trabajo (sala 9ª, 16/7/2015, "Fritz,
Leonardo David c. Envases del Plata SA").
10. Principio de gratuidad
La exención prevista por el art. 13, inc. e), ley 23.898, se refiere a los
trabajadores en relación de dependencia que intenten defender en
juicio derechos originados en la relación laboral, supuesto que no se
configura cuando, con motivo de la conducta desarrollada en el
desempeño como profesional del derecho en forma autónoma, el
letrado recurrente ha recibido la sanción disciplinaria cuya
razonabilidad cuestiona. (CS, 8/11/2005, "Legascue, Jorge
Alberto s/recurso de apelación y nulidad". Mayoría: Petracchi, Highton
de Nolasco, Maqueda, Zaffaroni, Lorenzetti, Argibay. Abstención:
Fayt).
128
La ley (art. 13, inc. c], ley 23.898) dispensa de la tasa de justicia —y,
por ende, del depósito— a los trabajadores en relación de
dependencia y sus causahabientes en los juicios originados en la
relación laboral, pero no a los profesionales cuando se trata de los
honorarios que les pertenecen, a pesar de las connotaciones
atribuibles a su trabajo (CS, 18/4/2006, "Córdoba, Elvecia Balbina c.
Poo SAPA". Mayoría: Petracchi, Highton de Nolasco, Maqueda,
Zaffaroni, Lorenzetti, Argibay. Abstención: Fayt).
Como lo ha señalado el Alto Tribunal, la conjunción de las reglas
constitucionales en materia de defensa en juicio y de las que tutelan la
persona del trabajador, arroja como resultado que el beneficio de
gratuidad abarque todas las etapas e instancias administrativas y
judiciales establecidas en los ordenamientos adjetivos pertinentes (CS,
30/12/14, "Kuray, David Lionel s/recurso extraordinario") (sala 4ª,
20/4/2015, "Perea, Sebastián c. Cleverman Sociedad de
Responsabilidad Limitada y otro").
Los juicios en el que se reclama la vulneración de derechos
derivados del programa de propiedad participada por un grupo de
trabajadores se encuentran alcanzados por la exención en el pago de
la tasa de justicia establecida por el art. 13, inc. e), de la ley 23.898,
pues la gratuidad del proceso judicial configura una prerrogativa
reconocida a aquellos, por su condición de tal, con el objeto de facilitar
su defensa en cualquier reclamo originado en la relación de trabajo,
sea cual fuere la naturaleza de la norma en la que funda su pretensión
(CS, 12/4/2016, "Acosta, Aída y otros c. Ministerio de Economía,
Obras y Servicios Públicos - PPP y otros").
11. Principio de progresividad
La CS, en autos "Arcuri Rojas, Elsa c. ANSeS", estableció que
corresponde aplicar la ley 24.241, por ser la norma más favorable, en
virtud del principio de progresividad, para el otorgamiento de la
pensión por el fallecimiento del causante, quien tenía treinta y dos
años de aportes pero cuyo deceso se produjo en vigencia de la ley
18.037, veinte días después de que expirara el plazo de cinco años
previsto por el art. 43 de dicha ley (3/11/2009).
Un convenio colectivo posterior (y mucho menos un Acta Acuerdo) no
tiene aptitud para modificar un mejor derecho adquirido por los
129
trabajadores, ya incorporado a sus respectivos contratos individuales.
Una solución distinta estaría en contradicción con el "principio de
progresividad", criterio de interpretación que, tal como lo ha dicho la
CS en "Aquino" (Fallos 327:3753) tiene especial significación en
nuestra disciplina y en el art. 9º, LCT que obsta a la vigencia de
cláusulas peyorativas que modifiquen el contrato, tanto en lo individual
como en lo colectivo. La modificación introducida en las actas acuerdo
que, lisa y llanamente, desconocen el carácter salarial de las
prestaciones que allí establecen, viola el orden público laboral, en
tanto que la directiva que emana del art. 113, LCT (antes art. 103)
es indisponible para las partes, incluso las colectivas, sin que la
posterior homologación del convenio emitida por el Poder Ejecutivo
purgue el acto viciado (sala 6ª, 10/4/2015, "Mata, Daniel Alberto y otro
c. Correo Oficial de la República Argentina SA CORASA").
La aplicación temporal de la ley, sobre todo en el derecho del trabajo
y de la seguridad social, rompe los cánones generales y tradicionales,
para dar paso a la firme vigencia del principio de progresividad,
enancado en la regla de la norma más beneficiosa y sobre la
base inamovible de la dignidad humana, el derecho a gozar de la
dignidad, que funciona no solo como causa fuente, sino también como
determinante del contenido de los derechos humanos y de los
derechos en general (sala 7ª, 31/3/2016, "Echevarne, Bruno Rafael c.
Galeno ART SA").
12. Aplicación analógica de los principios y el
derecho internacional
Resulta discriminatorio el despido del trabajador dispuesto luego de
su reintegro de una prolongada licencia por enfermedad inculpable,
toda vez que si bien la enfermedad no es una razón
discriminatoria expresamente consagrada en el ordenamiento jurídico,
debe ser incluida en la cláusula abierta de "condición social" a la que
aluden el art. 1º de la ley 23.592, el art. 1.1 de la Convención
Americana sobre Derechos Humanos, el art. 2.2 del Pacto
Internacional de Derechos Económicos, Sociales y Culturales y el art.
2.1 del Pacto Internacional de Derechos Civiles y Políticos, y en la
mucho más amplia de "cualquier otra condición" prevista en el art. 2.1
de la Declaración Universal de Derechos Humanos (sala 5ª,
23/5/2014, "P., R. c. TARSA").
130
El principio de igualdad y prohibición de toda discriminación, presente
en la Constitución Nacional desde sus orígenes (art. 16), no ha hecho
más que verse reafirmado y profundizado por el Derecho Internacional
de los Derechos Humanos y los instrumentos de este que, desde
1994, tienen jerarquía constitucional (del voto del Dr. Rodríguez
Brunengo) (sala 7ª, 31/3/2014, "Biblioteca del Congreso de la Nación
c. Herrera, Luis Blas").
CAPÍTULO V - CONTRATO DE TRABAJO. RELACIÓN DE DEPENDENCIA
I. CONTRATO DE TRABAJO
1. Definición
Constituye una relación jurídica típica que genera obligaciones de características
predeterminadas por la ley y que se compone de los siguientes elementos esenciales:
— sujetos: trabajador y empleador;
— objeto: la prestación de trabajo en condiciones de subordinación, y
— causa final: que es para el empleador la apropiación del resultado del trabajo
prestado y, para el trabajador, la percepción de una remuneración.
Remitiéndonos a la normativa del derecho común, reza el art. 957 del Cód. Civ. y
Com.: "contrato es el acto jurídico mediante el cual dos o más partes manifiestan su
consentimiento para crear, regular, modificar, transferir o extinguir relaciones jurídicas
patrimoniales". Por su parte, el art. 958 del Cód. Civ. y Com. establece que "las partes
son libres para celebrar un contrato y determinar su contenido, dentro de los límites
impuestos por la ley, el orden público, la moral y las buenas costumbres".
El Cód. Civ. y Com. se ocupa de nuevos contratos y de antiguos al que
le introduce modificaciones y en varios de ellos destaca que no existe relación laboral
entre los contratantes diferenciándolo del contrato de trabajo. Por ejemplo, en la
franquicia (art. 1520), en la locación de obra y de servicios (art. 1252 2º párrafo), en el
131
contrato de transporte del fletero (art. 1280), en el de corretaje (art. 1343), agencia
(art. 1479) y concesión (art. 1502).
Como podrá observarse, al igual que todo contrato, el de trabajo requiere del
consentimiento, a través del cual se llega al acuerdo de voluntades, aunque dicho
acuerdo solo recaiga —ab initio—, en lo esencial del objeto (la obligación personal
e infungible a que se obliga el trabajador y la contraprestación a cargo del empleador),
siempre dentro de los parámetros de la subordinación.
Específicamente, el art. 21, LCT dispone que "habrá contrato de trabajo, cualquiera
sea su forma o denominación, siempre que una persona física se obligue a realizar
actos, ejecutar obras o prestar servicios en favor de la otra y bajo la dependencia de
esta, durante un período determinado o indeterminado de tiempo, mediante el pago
de una remuneración. Sus cláusulas, en cuanto a la forma y condiciones de la
prestación, quedan sometidas a las disposiciones de orden público, los estatutos, las
convenciones colectivas o los laudos con fuerza de tales y los usos y costumbres".
2. Elementos
De la definición transcripta cabe destacar los siguientes elementos que configuran
el contrato de trabajo:
1) existe un acuerdo de voluntades para que cada parte cumpla sus obligaciones:
cuando utiliza la expresión "se obligue" se refiere a que el contrato se perfecciona
cuando las partes prestan su consentimiento;
2) se trata de un servicio personal, lo cual define al trabajo como un
"hacer infungible": al hacer referencia a "persona física", la norma descarta la
posibilidad de que una persona de existencia ideal o jurídica preste el servicio;
3) no tiene relevancia la denominación asignada por las partes ni las formas, lo
que se evidencia al consignar "cualquiera sea su forma o denominación": el contrato
es el acuerdo en sí mismo, sin formalidades; adquiere trascendencia el principio de
primacía de la realidad y la presunción establecida en el art. 23, LCT. Además, y por
tratarse de un derecho de carácter tuitivo, tanto la forma como las condiciones de la
prestación quedan sometidas a las disposiciones de orden público, los estatutos, las
convenciones colectivas o los laudos con fuerza de tales y los usos y costumbres;
4) no tiene importancia el plazo, existe contrato habiéndose celebrado por un plazo
cierto o incierto, lo que queda evidenciado al consignar "durante un período
determinado o indeterminado de tiempo". A pesar de lo expuesto, la Ley de Contrato
de Trabajo promueve la indeterminación del plazo, al punto tal que contempla, en
diversos supuestos, la conversión de las excepciones (contratos a plazo) en contratos
de tiempo indeterminado;
132
5) el trabajador se obliga a poner a disposición del empleador su fuerza de trabajo,
que se plasma en "realizar actos, ejecutar obras o prestar servicios", lo que constituye
un elemento esencial del contrato en virtud del cual el trabajador se compromete a
realizar su prestación llevando a cabo su actividad por cuenta y riesgo ajeno y en
beneficio del principal;
6) el empleador asume el compromiso del pago de una retribución —
remuneración— por el trabajo recibido siendo esta una de sus principales
obligaciones al punto tal que su incumplimiento da derecho al trabajador a abstener
tareas sin que ello importe un incumplimiento contractual, hasta tanto se regulariza su
situación de pago;
7) el trabajo se pone a disposición de la empresa de otro, y el empresario lo
organiza, lo aprovecha y asume los riesgos del negocio, es decir, existe ajenidad.
Conforme lo expuesto, el contrato, consecuencia del acuerdo de voluntad de las
partes, es el acto a partir del cual nace la relación jurídica que las vinculará y que
generará de forma recíproca derechos y obligaciones.
3. Caracteres
Los principales caracteres del contrato de trabajo son los siguientes:
1) Consensual: el contrato de trabajo se perfecciona por el mero consentimiento de
las partes, sin otro requisito que su validez (arts. 21 y 45, LCT). Si bien en principio no
se exige la forma escrita, ello obedece a que tanto la ley, los estatutos especiales y
los convenios colectivos regulan los contenidos que hacen a las cuestiones básicas
del contrato. De efectuarse estipulaciones escritas que resulten de la negociación
entre las partes, ello no interfiere en la validez del contrato celebrado y perfeccionado
con el mero consentimiento recíproco, expreso o tácito.
2) Personal: el contrato de trabajo es personalísimo respecto del trabajador y se
sustenta en las características personales del contratado. Constituye para este una
obligación de hacer infungible, que se basa en las condiciones personales
(especialización, determinado conocimiento, título, etc.), que motivaron su
contratación.
3) Carácter dependiente del trabajo: existe una subordinación técnica, jurídica y
económica entre el trabajador y el empleador. Comprende la facultad de dar órdenes,
con el consecuente deber del trabajador de acatarlas; de este modo queda sometido a
una organización del trabajo ajena, renunciando a su independencia.
Esencialmente es una vinculación jerárquica en la que el empresario —propietario
del capital— tiene la potestad de organizar y dirigir el trabajo de conformidad con los
fines de la empresa, mientras que el trabajador no asume riesgos ya que el trabajo se
efectúa por cuenta ajena.
133
Tampoco recibe el trabajador de forma directa los beneficios de su labor, es decir
que la ajenidad no lo es solo con respecto al riesgo sino también con respecto a los
mayores beneficios que el empresario pueda obtener en la medida que ellos, en
principio, no influyen sobre su salario.
4) De tracto sucesivo: se desarrolla por medio de prestaciones repetidas en el
tiempo; es un contrato de ejecución continuada y no instantánea, aun en las
modalidades de plazo determinado (p. ej., contrato eventual); en su ejecución opera
una cooperación entre las partes para alcanzar el fin perseguido (art. 62, LCT).
5) No formal: hay libertad de formas ya que —salvo en algunas modalidades— no
se exigen formas determinadas para su celebración.
6) Oneroso: tiene contenido patrimonial; el art. 115, LCT establece que el contrato
no se presume gratuito y el art. 76, LCT dispone que el pago de la remuneración es
una obligación esencial del empleador.
En el típico contrato laboral el esfuerzo realizado por el trabajador es reconocido
mediante una contraprestación denominada remuneración cuyo pago se encuentra a
cargo del empleador que, a su vez, se beneficia con la actividad del dependiente.
7) Bilateral y sinalagmático: la bilateralidad importa reciprocidad en las posiciones
jurídicas de las partes intervinientes; los derechos y obligaciones del trabajador se
corresponden con los del empleador y viceversa.
El sinalagma funcional alude a la reciprocidad en la medida que el deber de una de
las partes se complementa con el derecho de la otra, y a la prestación de uno le
corresponde la contraprestación de la otra parte.
8) Conmutativo: hay equivalencia en las prestaciones; las ventajas para ambas
partes no dependen de un acontecimiento incierto. La certidumbre existe con respecto
a las prestaciones a cargo de cada una de las partes y de ellas deriva cierto grado de
proporcionalidad que justifica el intercambio.
9) Típico: tiene una regulación propia contemplada en la LCT que admite
modalidades especiales relativas al tiempo o a la forma de la prestación de los
servicios y que lo distinguen claramente de otros contratos. Sus características y
disciplina le son exclusivas y posee particularidades que lo distinguen del resto de las
figuras contractuales.
II. RELACIÓN DE TRABAJO
El art. 22, LCT dispone que "habrá relación de trabajo cuando una persona realice
actos, ejecute obras o preste servicio en favor de otra, bajo la dependencia de esta en
forma voluntaria y mediante el pago de una remuneración, cualquiera sea el acto que
le dé origen".
134
Es una situación de hecho que manifiesta una relación de dependencia. De la
definición transcripta puede concluirse que, sin perjuicio del contrato de trabajo —
acuerdo de voluntades materializado en un acto jurídico—, la relación de trabajo es la
prestación efectiva de las tareas, las que pueden consistir en la ejecución de obras,
actos o servicios.
La ley considera que quien trabaja en relación de dependencia celebró con
anterioridad por lo menos un acuerdo tácito, que resulta válido ya que el contrato de
trabajo es, por esencia, informal.
En consecuencia, el hecho de efectivizarse la puesta a disposición de la fuerza de
trabajo por parte del trabajador, a favor del empleador, y a cambio del pago de la
remuneración, configura la situación contemplada en el art. 22, LCT.
A fin de evitar que el empleador utilice los servicios del trabajador y posteriormente
desconozca el vínculo fundándose en la inexistencia de contrato, impone que los
efectos de la relación sean similares a los del contrato de trabajo, salvo que un tercero
de buena fe lo desconozca y se haya opuesto a esa prestación.
1. Contrato sin relación de trabajo
El art. 24, LCT establece que "los efectos del incumplimiento de un contrato de
trabajo, antes de iniciarse la efectiva prestación de los servicios, se juzgarán por las
disposiciones del derecho común, salvo lo que expresamente se dispusiera en esta
ley. Dicho incumplimiento dará lugar a una indemnización que no podrá ser inferior al
importe de un mes de la remuneración que se hubiere convenido, o la que resulte de
la aplicación de la convención colectiva de trabajo correspondiente".
Por lo tanto, puede existir contrato de trabajo sin relación de trabajo, circunstancia
que sucede cuando las partes celebran un acuerdo en virtud del cual se establecen
obligaciones pero se estipula que la efectiva prestación de tareas de parte del
trabajador comenzará en fecha futura. Se trata de un acuerdo para trabajar que aún
no llegó a ejecutarse.
Lo que se posterga en este caso es el inicio de la efectiva ejecución de las
obligaciones comprometidas: prestar tareas para el trabajador y abonar remuneración
para el empleador, pero ello no descarta la existencia de otras obligaciones que nacen
a partir del acuerdo de voluntades como ser, por ejemplo, la no competencia, buena
fe, entre otros.
Por ejemplo, en el caso de que el empleador contrate a un trabajador que no
puede iniciar la prestación laboral hasta dentro de quince días porque va a contraer
matrimonio, o si producida la entrevista y conviniendo las partes que el trabajador
debe presentarse el lunes a las 9 horas, no se lo recibe, argumentando que no van a
requerir sus servicios o bien negando la existencia de la contratación. La prueba —
muchas veces de difícil producción— recae en el frustrado trabajador.
135
En cuanto a los efectos del incumplimiento del contrato, antes de iniciarse la
efectiva prestación de los servicios, el art. 24, LCT remite a la acción de daños y
perjuicios del derecho civil; como mínimo, se debe pagar al trabajador
una indemnización que no puede ser menor a un mes de la remuneración convenida.
Respecto de la responsabilidad precontractual ante la frustración del contrato, la
parte que hubiera perjudicado a la contraria debe reparar los daños ocasionados
siempre que estén fehacientemente comprobados y que pueda reprochársele al
empleador haber falseado datos, retaceado u omitido información necesaria para la
concertación del negocio jurídico (arts. 1109 y 1198, Cód. Civil, actualmente 961 y
concs., del Cód. Civ. y Com.; arts. 62, 63, 65 y 68, LCT).
En caso de trabajo no registrado ("en negro"), hay contrato de trabajo y relación de
trabajo, ya que hay acuerdo de voluntades y prestación de la actividad, pero ni el
contrato ni el trabajador fueron registrados por el empleador en los términos del art.
7º, ley 24.013.
III. SUJETOS DEL CONTRATO DE TRABAJO
1. Trabajador
El art. 25, LCTexpresa que se considera trabajador "a la persona física que se
obligue o preste servicios en las condiciones previstas en los arts. 21 y 22 de esta ley,
cualesquiera que sean las modalidades de la prestación".
Se trata de una persona humana con capacidad jurídica, que se obliga a prestar
servicios en relación de dependencia y en forma personal a cambio del pago de una
retribución. Por lo tanto, el derecho del trabajo no considera trabajador a
los incapaces, a los autónomos ni a las entidades colectivas. El carácter de la
prestación es personal, por lo cual no se puede delegar el cumplimiento de la
actividad.
Además de todo lo expuesto al tratar la relación de dependencia, también se
puede llegar al concepto de trabajador dependiente por exclusión, determinando
quiénes no pueden serlo.
En tal sentido, cabe afirmar que no reúne dicha calidad:
— Quien no es persona humana.
— Quien no esté obligado a prestar servicios.
136
— Quien, aunque obligado a prestar servicios, no esté obligado a ser remunerado.
— Quien no preste servicios bajo la dependencia de otro, en calidad de
subordinado.
— Quienes, como ocurre en el contrato de obra o servicios (art. 1251 y concs.,
Cód. Civ. y Com.), actúan de forma independiente y se obligan a favor de otro a
realizar una obra material o intelectual o a proveer un servicio mediante una
retribución, aclarando, el mismo Cód. Civ. y Com., que los servicios prestados en
relación de dependencia se rigen por las normas del derecho laboral (art. 1252, Cód.
Civ. y Com.).
— Quienes realizan prestaciones personales obligatorias configuradas como un
deber legal. Tal es el caso de la carga pública que pesa sobre un testigo.
— Cuando se trate de servicios exigibles por una relación de empleo público y que
su regulación legal se funde en normas constitucionales o bien de derecho
administrativo.
Conforme lo expuesto, el trabajador amparado por la LCT se caracteriza por
vincularse con su empleador a través de una relación de tipo subordinada (que abarca
los aspectos: económico, técnico y jerárquico, aunque con sus diferentes matices), lo
que lo distingue del trabajador autónomo y además se inserta en una organización
ajena y percibe por sus labores una remuneración cuyo monto se encuentra
determinado por la normativa que resulte aplicable (LCT, Convenio Colectivo de
Trabajo, Estatuto, etc.), sin asumir riesgos.
1.1. Auxiliares del trabajador
El art. 28 hace referencia a los auxiliares del trabajador cuando dispone que "si el
trabajador estuviese autorizado a servirse de auxiliares, estos serán considerados
como en relación directa con el empleador de aquel, salvo excepción expresa prevista
por esta ley o los regímenes legales o convencionales aplicables".
Se trata de un caso de intermediación del trabajador. La norma establece que
los auxiliares son aquellas personas que ayudan al dependiente en la realización de
sus tareas, al disponer que si estuviese expresamente autorizado por el empleador a
servirse de ellos, los auxiliares serán considerados dependientes del empleador.
Un trabajador no puede ser empleador de otro, porque no es un empresario, no
organiza la empresa ni tiene a su cargo un establecimiento.
El responsable del cumplimiento de todos los deberes respecto del auxiliar es el
empleador principal, debiendo excluirse la responsabilidad del trabajador que tiene
ayudantes. Es para prevenir el fraude por interposición de personas (art. 14), lo cual
se verifica cuando se utiliza a un trabajador como empleador aparente.
137
En caso de no estar autorizados, no se configura con la empresa vínculo de
carácter laboral. En cambio, cuando, por ejemplo, un encargado de casa de rentas es
ayudado por sus familiares a efectuar sus tareas específicas, ello no genera
responsabilidades para el consorcio empleador, ni convierte al familiar en dependiente
(art. 2º, ley 12.981).
1.2. Socio empleado
El art. 27 se ocupa del socio empleado, que es aquella persona
que, aun integrando una sociedad —en carácter de socio o accionista—, presta a esta
su actividad en forma principal y habitual con sujeción a las instrucciones o directivas
que se le impartan. Por lo tanto, de hallarse cumplimentadas las condiciones
establecidas, la LCT considera al socio empleado como trabajador dependiente, sin
perjuicio del reconocimiento de los derechos emergentes de su calidad de socio.
El art. 27 apunta a prevenir el fraude que se produce cuando mediante la adopción
de una figura contractual no laboral —la sociedad— y utilizando una simulación ilícita,
se intenta evadir la aplicación de las normas laborales, haciendo aparecer al
empleado como integrante de la sociedad. Además, admite la acumulación de la
calidad de socio y de trabajador en el caso de que concurran las notas tipificantes de
la relación de dependencia.
La norma antifraude dispuesta en el art. 27, LCT no es la única que contempla
posibles situaciones de simulación o fraude a través o por intermedio de una figura
societaria. Así, el art. 102, LCT establece que "el contrato por el cual una sociedad,
asociación, comunidad o grupo de personas, con o sin personalidad jurídica, se
obligue a la prestación de servicios, obras o actos propios de una relación de trabajo
por parte de sus integrantes, a favor de un tercero, en forma permanente y exclusiva,
será considerado contrato de trabajo por equipo, y cada uno de sus integrantes,
trabajador dependiente del tercero a quien se hubieran prestado efectivamente los
mismos".
De esta forma, la ley persigue desactivar la posibilidad de que se evite la
aplicación de la normativa laboral y de seguridad social mediante la utilización de una
figura societaria, sea esta regular o irregular.
En principio, un miembro del directorio de una sociedad anónima no podía ser
empleado de una compañía, ya que integra un órgano colegiado que conduce su
destino, asumen responsabilidades legales y solo puede ser removido por los
accionistas. Además, cobra un honorario, en régimen autónomo y no hay aportes de
seguridad social ni derecho a indemnización.
En cambio, un ejecutivo es un empleado, que puede ser despedido por el
directorio y que tiene los derechos previstos en la LCT.
Actualmente es habitual que un director, además de sus obligaciones específicas,
asuma funciones ejecutivas, y se ha considerado que en algunas situaciones se
podría revestir ambos caracteres.
138
2. Empleador
El art. 26, LCT determina quiénes puede revestir la calidad de empleador, al
disponer que "se considera empleador a la persona física o conjunto de ellas, o
jurídica, tenga o no personalidad jurídica propia, que requiera los servicios de un
trabajador".
Se trata de una persona humana o jurídica que organiza y dirige el trabajo
prestado por el trabajador dependiente, contando, además, con facultades de control
y disciplinarias. El alcance del concepto es amplio: puede ser empleador tanto una
persona humana como una persona jurídica, también pueden serlo las entidades sin
fines de lucro —p. ej., organizaciones culturales—, una asociación irregular —en
formación—, una sociedad de hecho o, inclusive, un conjunto de personas humanas.
Pueden ser empleadoras las personas humanas, con excepción de los incapaces
de hecho y de derecho. También los sujetos colectivos, entre los que se pueden
mencionar:
— Las personas jurídicas públicas o privadas: se encuentran clasificadas en el art.
145 del Cód. Civ. y Com. y enumeradas en los arts. 146 y 148 del Cód. Civ. y Com.
que establece: "Las personas jurídicas son públicas o privadas" (art. 145 del Cód. Civ.
y Com.).
Según el art. 146 del Cód. Civ. y Com. son personas jurídicas públicas: a) el
Estado nacional, las Provincias, la Ciudad Autónoma de Buenos Aires, los municipios,
las entidades autárquicas y las demás organizaciones constituidas en la República a
las que el ordenamiento jurídico atribuya ese carácter; b) los Estados extranjeros, las
organizaciones a las que el derecho internacional público reconozca personalidad
jurídica y toda otra persona jurídica constituida en el extranjero cuyo carácter público
resulte de su derecho aplicable; c) la Iglesia Católica.
Por su parte, el art. 148 del Cód. Civ. y Com. dispone que son personas jurídicas
privadas: a) las sociedades; b) las asociaciones civiles; c) las simples asociaciones; d)
las fundaciones; e) las iglesias, confesiones, comunidades o entidades religiosas; f)
las mutuales; g) las cooperativas; h) el consorcio de propiedad horizontal; i) toda otra
contemplada en disposiciones de este Código o en otras leyes y cuyo carácter de tal
se establece o resulta de su finalidad y normas de funcionamiento.
— Las sociedades de hecho o irregulares: cuyos actos no son oponibles a terceros
y en consecuencia son responsables solidarios los socios, fundadores o
administradores de las mismas.
— Conjunto de personas humanas: siempre que no configuren una sociedad de
hecho ni una persona jurídica. Ello surge del propio texto del art. 26, LCT cuando
refiere al conjunto de personas físicas.
139
2.1. Empresa
El art. 5º, LCT define a la empresa como "la organización instrumental de medios
personales, materiales e inmateriales, ordenados bajo una dirección para el logro de
fines económicos o benéficos".
— los medios materiales son los instrumentos de producción;
— los inmateriales los conocimientos y la tecnología en general; en ellos no se
debe incluir al trabajador, ya que el hombre no es una mercancía.
La LCT utiliza un concepto organizativo y finalista para definirla, es decir, como
un instrumento para satisfacer necesidades humanas. En realidad, no es un ente
jurídico ni un sujeto de la relación laboral, ya que esta se establece entre personas
físicas o jurídicas.
2.2. Empresario
La misma norma refiere que el empresario es "quien dirige la empresa por sí, o por
medio de otras personas, y con el cual se relacionan jerárquicamente los
trabajadores, cualquiera sea la participación que las leyes asignen a estos en la
gestión y dirección de la empresa".
Resulta relevante la ausencia de empresa y de empresario para descartar
la existencia de relación de trabajo. Por ejemplo, en el caso del plomero que trabaja
en una vivienda se observa que la casa no es una organización de medios en la que
se prestan servicios ni está dirigida por un empleador.
La norma menciona como empresario a quien dirige la empresa, ya sea por sí o
por intermedio de otras personas que se hallan en la mencionada relación jerárquica
con los trabajadores. La situación particular se plantea en relación con los grupos de
empresa o empresas vinculadas.
Hay una sola actividad laboral a los efectos de la relación jurídica dependiente.
Muchas veces se configura el fraude laboral con el objeto de eludir la responsabilidad
del verdadero empleador.
2.3. Establecimiento
El art. 6º, LCT define al establecimiento como "la unidad técnica o de ejecución
destinada al logro de los fines de la empresa, a través de una o más explotaciones".
Es el lugar donde se produce. Es una parte de la empresa que —más allá de
su autonomía— depende de ella. La empresa puede explotar distintas ramas y, por
ende, estar integrada por varios establecimientos.
Cobra relevancia el concepto cuando se trata de establecer la viabilidad de la
pretensión de eximición parcial de la obligación de indemnizar, al despedir con
140
fundamento en las causales reguladas en el art. 247, LCT, o al disponer suspensiones
por causas económicas.
Los arts. 225 y 227, LCT, hacen referencia a su transferencia y a su arrendamiento
o cesión transitoria. La ley 23.551 fija la cantidad de delegados de personal de cada
establecimiento, teniendo en consideración el número de trabajadores que se
desempeñan en él (art. 45), y dispone la inoponibilidad de la tutela gremial por el
representante del establecimiento en el cual cesen las actividades, o se opere una
suspensión general de las tareas (art. 51).
3. El Estado
El Estado puede ser tangencialmente sujeto del derecho del trabajo como
empleador cuando asume tal carácter en relaciones regidas por las normas laborales.
Sin embargo, su función esencial es la de autoridad pública, al intervenir como órgano
de control y de aplicación tanto en las relaciones individuales como colectivas por
medio del Ministerio de Trabajo, Empleo y Seguridad Social.
Debe efectuarse una necesaria distinción entre las figuras del empleado o
trabajador del Estado, y la del funcionario público, ya que los primeros realizan actos
de apoyo, como agentes inmediatos de la autoridad pública, a contrario del
funcionario, que es titular de la función pública y ejerce poder de mando(24).
IV. REQUISITOS DEL CONTRATO
Los requisitos del contrato de trabajo que se relacionan con su validez son los
siguientes: el consentimiento, la capacidad, el objeto y la forma.
1. Consentimiento
El perfeccionamiento del contrato está precedido por la búsqueda del futuro
dependiente; la empresa la inicia —generalmente— por medios de comunicación
escritos —p. ej., diarios—, formulando la oferta de empleo y especificando los
requerimientos pretendidos para cubrir las necesidades. Posteriormente, se inicia
un proceso de selección entre los postulantes, que implica el análisis de los
antecedentes del aspirante y la realización de exámenes físicos, psíquicos y técnicos.
Finalizado este proceso, el empleador tiene la potestad de elegir a su arbitrio la
persona que quiera contratar: a esto se denomina libertad de contratación. En
cambio, al iniciarse el vínculo laboral, la voluntad de las partes queda restringida por
141
el principio de irrenunciabilidad y el orden público laboral, es decir que está limitado el
principio de autonomía de la voluntad.
El consentimiento consiste en la exteriorización de la voluntad de las partes
contratantes de realizar un contrato con determinado objeto y se encuentra regulado
en el art. 971 y concs. del Cód. Civ. y Com.
Generalmente se presta en forma verbal respecto de las condiciones de trabajo,
horario, duración de la jornada y remuneración. Las partes pueden establecer
diversas condiciones en el contrato en tanto no conculque el orden público laboral
(arts. 7º y 12, LCT) y remitirse respecto del restante contenido a lo
fijado expresamente en las demás fuentes del contrato de trabajo (ley, convenio
colectivo, usos y costumbres, etc.).
El art. 45, LCT establece que "debe manifestarse por propuestas hechas por una
de las partes del contrato de trabajo, dirigidas a la otra y aceptadas por esta, se trate
de ausentes o presentes", bastando que se enuncie lo esencial del objeto de la
contratación —las obligaciones principales que asumen las partes— (art. 46).
Cuando expresa entre "ausentes", la ley se refiere a la contratación a distancia. En lo
demás, rigen las normas del derecho común.
En la práctica, en contadas ocasiones se utiliza la forma escrita, y el
consentimiento se da con la prestación laboral concreta, es decir que se manifiesta en
el desarrollo de la actividad con la ejecución del servicio.
De todos modos, como el consentimiento puede verse afectado por diversas
razones (entre ellas, necesidad económica, error o ignorancia, etc.), la LCT se
encarga de brindar protección a través de distintas normas poniendo especial énfasis
en proteger la posibilidad de que el trabajador vea disminuidos o cercenados sus
derechos más elementales.
2. Capacidad de las partes
La capacidad de derecho es la aptitud de toda persona humana para ser titular
de derechos y deberes jurídicos (art. 22 del Cód. Civ. y Com.); es decir, la aptitud para
ser titular de relaciones jurídicas. La capacidad de derecho no puede faltar en forma
total, mientras que la de hecho se refiere concretamente al ejercicio de esos
derechos.
2.1. Capacidad del empleador
No existen normas específicas en materia laboral respecto de la capacidad
requerida para contratar trabajadores en relación de dependencia, por lo cual rigen los
principios generales que contiene la legislación civil y comercial.
142
La inhabilitación judicial que fija el art. 48 Cód. Civ. y Com., no es limitativa de la
capacidad para celebrar contrato de trabajo, salvo en caso de que el sujeto se
encuentre además restringido en su poder de administración.
La persona jurídica contrata por medio de sus representantes legales, pero
también por medio de quienes, sin serlo —al decir de De la Fuente— aparezcan
facultados para ello (art. 36, LCT), en una suerte de mandato tácito.
Si el empleador es una persona humana, tiene plena capacidad cuando se da
alguno de estos supuestos:
a) siendo mayor de edad: la capacidad plena se adquiere a los 18 años (ley
26.579, BO del 22/12/2009; art. 25 del Cód. Civ. y Com.);
b) si es menor pero está emancipado por matrimonio (art. 27 del Cód. Civ. y Com.).
La ley 26.579, sancionada el 2/12/2009 y promulgada el 21/12/2009 (BO del
22/12/2009), modificó el Cód. Civil estableciendo la mayoría de edad a los 18 años.
Modificó los arts. 126 a 128, 131 y 132, 166, 168, 275, 306, 459 y 265, Cód. Civil y
derogó los arts. 10, 11 y 12, Cód. Com.
Estableció que son menores las personas que no cumplieron los 18 años; menores
impúberes los que aún no tienen 14 y menores adultos los que se encuentran entre
los 14 y los 18 años (arts. 126 y 127, ley 26.579).
Respecto de la incapacidad de los menores, dispuso que la misma cesa al cumplir
los 18 (arts. 126 a 128). En este sentido, la norma afectó la capacidad para celebrar
contrato de trabajo como empleador, dado que con la modificación, a partir de esa
edad, pueden tramitar habilitaciones, firmar contratos de todo tipo, encarar
emprendimientos comerciales, comprar y vender inmuebles y casarse a los 18 años
sin autorización de sus padres.
No se trata de una aptitud plena, ya que la ley establece la particularidad de poner
en cabeza de los padres o tutores el deber de mantener sus obligaciones en materia
de previsión y seguridad social. Es una disposición de evidente contenido social, que
apunta a proteger al joven en un período de su adultez en que se suele estar a la
búsqueda de trabajo o iniciando estudios universitarios, con lo cual el contar con
apoyo paterno resulta fundamental.
Cuando existía emancipación, esta debía ser efectuada por los padres mediante
escritura pública e inscripta en el Registro de Estado Civil y Capacidad de las
Personas; y si el menor fue emancipado comercialmente, por la habilitación expresa
efectuada por el padre y la madre e inscripta en el tribunal de comercio local, o de
forma tácita cuando el hijo mayor de 18 años estuviese asociado al comercio del
padre o de la madre o de ambos (conf. arts. 11 y 12, Cód. Com., derogados por ley
26.579).
143
Con la sanción del Cód. Civ. y Com. (ley 26.994), cuya entrada en vigencia operó
el 1/8/2015 se mantiene la mayoría de edad a los 18, estableciendo en el art. 25 del
Cód. Civ. y Com. que "menor de edad es la persona que no ha cumplido dieciocho
años".
Entonces, desde el nacimiento y hasta los dieciocho años, el Código llama a las
personas humanas menores de edad y las considera incapaces de ejercicio, en la
medida que no cuenten con la edad y grado de madurez suficiente (art. 24, inc. b])
para ejercer los actos que el propio ordenamiento jurídico les permite (art. 26 y
concs.).
A su vez, dentro de las personas menores de edad se encuentran las niñas y niños
(desde el nacimiento hasta los 13 años de edad), y los adolescentes (desde los 13
años hasta la mayoría de edad).
La celebración del matrimonio antes de los 18 años emancipa a la persona menor
de edad (art. 27 del Cód. Civ. y Com.).
En cuanto a la capacidad para ejercer una actividad económica profesional o
laboral, el art 30 del Cód. Civ. y Com. dispone que "la persona menor de edad que ha
obtenido título habilitante para el ejercicio de una profesión puede ejercerla por cuenta
propia sin necesidad de previa autorización. Tiene la administración y disposición de
los bienes que adquiere con el producto de su profesión y puede estar en juicio civil o
penal por cuestiones vinculadas a ella". Ello debe compatibilizarse con lo dispuesto
por los arts. 681, 682, 683, 686 y concs., del Cód. Civ. y Com.
Al contrario, no tienen capacidad para ejercer el comercio y, obviamente, no
pueden ser empleadores: los incapaces, que incluye a los menores no emancipados,
las personas con capacidad restringida, en los términos y con los alcances de lo
normado por los arts. 31, 32 y concs., del Cód. Civ. y Com. y los pródigos (art. 48 y
concs., del Cód. Civ. y Com.).
La incapacidad de derecho del fallido para ser empleador sobreviene una vez
acontecida el desapoderamiento de sus bienes, luego de la declaración de quiebra, y
respecto únicamente de la administración y disposición de ellos.
Asimismo, la declaración de quiebra lo inhabilita para ejercer actos de comercio
por sí o por interpósita persona, para ser administrador, gerente, síndico, liquidador o
fundador de sociedades, asociaciones mutuales y fundaciones mientras dure
la inhabilitación (art. 238, ley 24.522).
2.2. Capacidad del trabajador. Ley 26.390 (BO del 25/6/2008)
La capacidad para celebrar un contrato de trabajo en calidad de empleado, parte
del reconocimiento de tal facultad a partir de una edad determinada por motivos de
política de empleo y de resguardo de valores propios de la persona del trabajador
(física y psíquica), que autoriza la realización de tareas subordinadas.
144
La LCT establecía la edad mínima en 14 años (art. 32), a pesar de que el convenio
138 de la OIT (ratificado por ley 24.650), que rige la materia, lo coloca en 15 años. De
todos modos, el propio convenio establece la posibilidad de que aquellos países cuya
economía y medios de educación estén suficientemente desarrollados,
fijen inicialmente una edad mínima de 14 años.
Por su parte, el art. 681 del Cód. Civ. y Com. dispone que "el hijo menor de
dieciséis años no puede ejercer oficio, profesión o industria, ni obligar a su persona de
otra manera sin autorización de sus progenitores; en todo caso, debe cumplirse con
las disposiciones de este Código y de leyes especiales". Por su parte, el art. 683
establece que "se presume que el hijo mayor de dieciséis años que ejerce algún
empleo, profesión o industria, está autorizado por sus progenitores para todos los
actos y contratos concernientes al empleo, profesión o industria...".
La ley 26.390 (sanc.: 4/6/2008; promul.: 24/6/2008; BO del 25/6/2008) modifica
la LCT en materia de capacidad para celebrar contrato de trabajo en calidad de
trabajador, elevando la edad mínima de admisión al empleo a 16 años con la finalidad
declarada de combatir el trabajo infantil y fortalecer la protección del trabajo
adolescente.
También introduce modificaciones en materia salarial y en lo relativo a la facultad
para estar en juicio, y en las leyes 22.248 (actualmente rige la ley 26.727 y el
dec. 301/2013, BO del 22/3/2013), 23.551, 25.013 y el dec.-ley 326/1956 (derogado
por ley 26.844 de abril de 2013).
Sustituye la denominación del Título VIII de la LCT, que queda redactado de la
siguiente manera: Título VIII: De la prohibición del trabajo infantil y de la protección del
trabajo adolescente.
En el art. 2º establece la elevación de la edad mínima de admisión al empleo a 16
años, quedando prohibido el trabajo de las personas menores de dicha edad en todas
sus formas, exista o no relación de empleo contractual, y sea este remunerado o no.
También dispone que toda ley, convenio colectivo o cualquier otra fuente
normativa que establezca una edad mínima de admisión al empleo distinta de la fijada
en el segundo párrafo se considere a ese solo efecto modificada por esta norma,
ejerciendo la inspección del trabajo funciones conducentes al cumplimiento de dicha
prohibición.
El art. 3º sustituye el texto del art. 32, LCT, por el siguiente: Art. 32.— Capacidad.
Las personas desde los dieciocho (18) años, pueden celebrar contrato de trabajo. Las
personas desde los dieciséis (16) años y menores de dieciocho (18) años, pueden
celebrar contrato de trabajo, con autorización de sus padres, responsables o tutores.
Se presume tal autorización cuando el adolescente viva independientemente de ellos.
El art. 4º hace lo propio con el art. 33, LCT, que queda así redactado: Art. 33.—
Facultad para estar en juicio. Las personas desde los dieciséis (16) años están
facultadas para estar en juicio laboral en acciones vinculadas al contrato o relación de
145
trabajo y para hacerse representar por mandatarios mediante el instrumento otorgado
en la forma que prevén las leyes locales, debiéndose cumplir en cualquier
circunstancia las garantías mínimas de procedimiento en los procesos judiciales y
administrativos establecidos por el art. 27, ley 26.061, que crea el sistema de
protección integral de los derechos de niños, niñas y adolescentes.
En materia salarial, sustituye el texto del art. 119, LCT (art. 5º, ley 26.390),
estableciendo la prohibición de abonar —por ninguna causa— salarios inferiores a los
que se fijen "de conformidad al presente capítulo", salvo los que resulten de
reducciones para aprendices o para trabajadores que cumplan jornadas de trabajo
reducidas, no impuestas por la calificación, de acuerdo con lo dispuesto en el art. 200.
También modifica el art. 187, LCT, estableciendo el principio de igualdad de
remuneración al disponer que "Las personas desde los dieciséis (16) años y menores
de dieciocho (18) años podrán celebrar toda clase de contratos de trabajo, en las
condiciones previstas en los arts. 32 y siguientes de esta ley. Las reglamentaciones,
convenciones colectivas de trabajo o tablas de salarios que se elaboren, garantizarán
a estos trabajadores igualdad de retribución, cuando cumplan jornadas de trabajo o
realicen tareas propias de trabajadores mayores. El Régimen de Aprendizaje y
Orientación Profesional aplicable a los trabajadores desde los dieciséis (16) años
hasta los dieciocho (18) años estará regido por las disposiciones respectivas vigentes,
o que al efecto se dicten".
En cuanto a la prohibición de contratar menores, modifica el art. 189, LCT, y
establece la prohibición para el empleador de ocupar personas menores de 16 años
en cualquier tipo de actividad, persiga o no fines de lucro.
Complementando lo anterior, se incorpora a la LCT el art. 189 bis, con el siguiente
texto: Art. 189 bis.— Empresa de la familia. Excepción. Las personas mayores de
catorce (14) y menores a la edad indicada en el artículo anterior podrán ser ocupados
en empresas cuyo titular sea su padre, madre o tutor, en jornadas que no podrán
superar las tres (3) horas diarias, y las quince (15) horas semanales, siempre que no
se trate de tareas penosas, peligrosas y/o insalubres, y que cumplan con la asistencia
escolar. La empresa de la familia del trabajador menor que pretenda acogerse a
esta excepción a la edad mínima de admisión al empleo, deberá obtener autorización
de la autoridad administrativa laboral de cada jurisdicción. Cuando, por cualquier
vínculo o acto, o mediante cualquiera de las formas de descentralización productiva,
la empresa del padre, la madre o del tutor se encuentre subordinada económicamente
o fuere contratista o proveedora de otra empresa, no podrá obtener la autorización
establecida en esta norma.
En materia de jornada, el art. 9º, ley 26.390, sustituye el art. 190, LCT, prohibiendo
la ocupación de personas de 16 a 18 años en todo tipo de tareas durante más de seis
horas diarias o treinta y seis semanales; y establece que la distribución desigual de
las horas laborables no podrá superar las siete horas diarias.
146
Respecto de la jornada de las personas menores de más de 16 años, autoriza
su extensión a ocho horas diarias o cuarenta y ocho semanales, previa autorización
de la autoridad administrativa laboral de cada jurisdicción.
En lo atinente al trabajo nocturno, prohíbe la ocupación de personas menores de
18 años en trabajos nocturnos, entendiéndose como tales los realizados durante
el intervalo comprendido entre las 20 y las 6 horas del día siguiente.
En los casos de establecimientos fabriles que desarrollen tareas en tres turnos
diarios que abarquen las veinticuatro horas del día, el período de prohibición absoluta
en cuanto al empleo de personas menores "...estará regido por este título,
sustituyéndose la prohibición por un lapso comprendido entre las veintidós (22) y las
seis (6) horas del día siguiente, pero solo para las personas menores de más de
dieciséis (16) años".
Respecto del descanso al mediodía, el art. 10 sustituye el texto del art. 191, LCT,
por el siguiente: Art. 191.— Descanso al mediodía. Trabajo a domicilio. Tareas
penosas, peligrosas o insalubres. Remisión. Con relación a las personas menores de
dieciocho (18) años que trabajen en horas de la mañana y de la tarde rige lo dispuesto
en el art. 174 de esta ley; en todos los casos rige lo dispuesto en los arts. 175 y 176
de esta ley.
En cuanto a las vacaciones, establece expresamente que las personas menores
de 18 años gozan de un período mínimo de licencia anual no inferior a quince días, en
las condiciones previstas en el Título V de la ley (art. 194, LCT). Deroga los arts. 192 y
193, LCT.
En materia de accidentes o enfermedades inculpables, modifica el art. 195, LCT, y
establece que en caso de accidente de trabajo o de enfermedad de una persona
trabajadora menor de edad, si se comprueba ser su causa alguna de las tareas
prohibidas a su respecto, o efectuada en condiciones que signifiquen infracción a sus
requisitos, se considerará por ese solo hecho al accidente o a la enfermedad como
resultante de la acción u omisión del empleador, en los términos de los arts. 1072 y
concs., Cód. Civil, sin admitirse prueba en contrario.
Asimismo, dispone que si el accidente o la enfermedad obedecieren al hecho de
encontrarse circunstancialmente el trabajador o la trabajadora en un sitio de trabajo en
el cual fuere ilícita o prohibida su presencia, sin conocimiento del empleador, este
podrá probar su falta de responsabilidad.
La ley 26.390 también introduce diversas modificaciones en el régimen de
menores de distintos estatutos especiales. En relación con el dec.-ley 326/1956—
servicio doméstico— (derogado por la ley 26.844 de abril de 2013), sustituye los arts.
2º y 3º, fijando la edad mínima en 16 años. Respecto del régimen del trabajo
agrario, introduce modificaciones en materia de capacidad en distintos puntos de su
articulado.
147
Respecto del derecho colectivo, modifica el art. 13, ley 23.551 (art. 21, ley 26.390),
determinando que las personas mayores de 16 años, sin necesidad de autorización,
podrán afiliarse.
También modifica el régimen del contrato de aprendizaje (ley 25.013), que quedará
redactado de
Tienen capacidad laboral limitada: los menores entre 16 y 18 años con
la autorización de sus padres (expresa o tácita).
Tienen plena capacidad laboral y libre disposición de sus bienes: los mayores de
18 años y los menores emancipados por matrimonio.
Al contrario, no pueden trabajar ni celebrar contrato de trabajo los menores de 16
años: existe una expresa prohibición de trabajar en cualquier actividad, con excepción
de las empresas en las cuales trabajen miembros de la familia (art. 189, LCT, ref.
por ley 26.390).
La LCT dedica varios artículos al trabajo de menores (arts. 187/195), que prohíben
el trabajo nocturno, el trabajo a domicilio y las tareas penosas, peligrosas
o insalubres, y limitan la jornada a 6 horas diarias y 36 semanales. La excepción es la
jornada de los menores de más de 16 años, que, con autorización administrativa,
puede extenderse a 8 horas diarias y 48 semanales.
En cuanto a su capacidad procesal, está facultado para estar en juicio laboral en
acciones vinculadas al contrato de trabajo y para hacerse representar por
mandatarios, con la intervención promiscua del Ministerio Público a partir de los 16
años (art. 33, LCT, ref. por ley 26.390).
La capacidad procesal es la relativa al ejercicio de derechos provenientes del
contrato de trabajo celebrado por el menor y no está referida a cuando el menor es
titular de un crédito laboral que surge de la muerte de algún causahabiente (art. 248,
LCT); en este caso debe ser representado por el progenitor supérstite o por un tutor.
Respecto de los derechos sindicales, desde los 16 años está facultado —sin
necesidad de autorización— a afiliarse al sindicato o desafiliarse. En cambio, es
necesario contar con 18 años para ser delegado o integrar una comisión interna y
tener 21 años para integrar órganos directivos.
Los contratos de trabajo pueden ser celebrados por argentinos o extranjeros sin
limitación. Los extranjeros ilegales y los residentes temporarios que no estén
habilitados por la autoridad migratoria para desarrollar actividades remuneradas
encuadran en el concepto de contrato de trabajo de objeto prohibido, lo cual significa
que es nulo, pero dicha nulidad es inoponible al trabajador, que conserva sus
derechos (art. 40, LCT). Ver más adelante "Contrato de objeto prohibido".
2.2.1. Personas con discapacidad
148
La ley 22.431 —que establece un sistema de protección integral de las personas
discapacitadas— en su art. 2º (aclarado por el art. 9º, ley 24.901) los define
como: toda persona que padezca una alteración funcional permanente o prolongada,
motora, sensorial o mental, que con relación a su edad y medio social implique
desventajas considerables para su integración familiar, social, educacional o laboral.
Es decir que se trata de personas que si bien no pueden desarrollar determinadas
tareas, pueden realizar otras.
El estado de discapacidad se acredita con la presentación de un certificado
médico expedido que debe consignar "su naturaleza y su grado así como las
posibilidades de rehabilitación del afectado" e "indicará qué tipo de actividad laboral o
profesional puede desempeñar" (art. 3º, ley 22.431); es expedido por la Secretaría de
Estado de Salud Pública o por el órgano que establezcan las leyes provinciales.
La ley 25.689 (BO del 3/1/2003) modificó el art. 8º, ley 22.431, en relación con el
porcentaje de ocupación de personas con discapacidad por parte del Estado nacional,
sus organismos descentralizados o autárquicos, los entes públicos no estatales, las
empresas del Estado y las empresas privadas concesionarias de servicios públicos,
e introdujo el art. 8º bis.
El artículo modificado dispone que el Estado nacional esté obligado a ocupar
personas con discapacidad que reúnan condiciones de idoneidad para el cargo en
una proporción no inferior al 4% de la totalidad de su personal y a establecer reservas
de puestos de trabajo para ser exclusivamente ocupados por ellas. Aclara lo que
comprende el término Estado nacional, incluyendo los tres poderes que lo constituyen,
sus organismos descentralizados o autárquicos, los entes públicos no estatales, las
empresas del Estado y las empresas privadas concesionarias de servicios públicos.
Mediante la res. 802/2004 MT (BO del 5/11/2004) se creó el Programa de
Inserción Laboral para Trabajadores con Discapacidad, destinado a insertar
laboralmente en el sector privado a los discapacitados como a grupos especialmente
vulnerables, por medio de un pago directo durante 9 meses, que puede integrarse a la
suma aportada por los empleadores a fin de alcanzar el monto de la remuneración
correspondiente. Asimismo, la res. 575/2005 MT (BO del 3/8/2005) creó el Programa
de Apoyo Económico a Microemprendimientos para Trabajadores con Discapacidad.
La ley 26.816 (BO del 1/9/2015) crea el Régimen Federal de Empleo Protegido
para Personas con Discapacidad. El dec. 1771/2015 (BO del 1/9/2015) reglamenta
la ley 26.816
Regula los llamados "Talleres Protegidos Especiales para el Empleo" (TPEE), y su
funcionamiento, siguiendo la finalidad de la ley cual es promover el desarrollo laboral
de las personas con discapacidad mejorando el acceso al empleo; e impulsar el
fortalecimiento técnico y económico de los organismos responsables para la
generación de condiciones protegidas de empleo y empleo y producción que incluyan
a las personas con discapacidad.
149
Se prevén tres modalidades de empleo protegido: 1. Taller Protegido Especial para
el Empleo (TPEE); 2. Taller Protegido de Producción (TPP) y 3. Grupos Laborales
Protegidos (GLP). Los organismos responsables de las dos primeras modalidades,
podrán ser las entidades públicas o privadas sin fines de lucro con personería jurídica
propia. Cada una de las tres modalidades tiene sus propios objetivos, especificados
en la norma. Se establecen distintos niveles de protección tanto dentro del ámbito del
derecho del trabajo como de la seguridad social, como así también beneficios
tributarios para quienes contraten personas comprendidas en la normativa.
3. Objeto
Está constituido por la prestación de una actividad personal e infungible —un
quehacer humano insustituible—, según la categoría profesional del trabajador que
estipulan las partes. Esto resulta esencial para determinar las tareas que debe
desarrollar el trabajador y su remuneración.
Como principio general el art. 37, LCT dispone que "el contrato de trabajo tendrá
por objeto la prestación de una actividad personal e infungible, indeterminada o
determinada. En este último caso, será conforme a la categoría profesional del
trabajador si se la hubiese tenido en consideración al tiempo de celebrar el contrato o
en el curso de la relación, de acuerdo con lo que prevean los estatutos profesionales y
convenciones colectivas de trabajo".
Sin embargo, si bien el art. 37, LCT dispone que la actividad personal o infungible
que constituye la prestación objeto del contrato de trabajo puede ser indeterminada o
determinada, debe existir una mínima determinación, ya que de lo contrario el
trabajador podría ser asignado a cualquier tipo de tareas.
Por lo general, las partes, al celebrar el contrato verbalmente, se ponen de
acuerdo solo en los aspectos principales de la relación laboral, quedando todo lo
restante —en lo cual se puede incluir distintas condiciones de trabajo— sujeto a la
legislación aplicable y a los convenios colectivos.
En tal sentido, el art. 46, LCT establece que bastará, a los fines de la expresión del
consentimiento, el enunciado de lo esencial del objeto de la contratación, quedando
regido lo restante por lo que dispongan las leyes, los estatutos profesionales o las
convenciones colectivas de trabajo, o lo que se conceptúe habitual en la actividad de
que se trate, con relación al valor e importancia de los servicios comprometidos.
Lo comprometido es lo convenido en el contrato; por ejemplo, si se contrató a
alguien para hacer trámites administrativos, esa es la prestación a que está obligado
el dependiente, y la debe realizar aunque sea licenciado en administración de
empresas.
Al contenido y la calidad del trabajo comprometido los determina la calificación
contractual (categoría), que es la tarea o conjunto de tareas sobre las cuales hubo
150
acuerdo de partes como constitutivas de la prestación del trabajador. No se debe
confundir con la calificación profesional, que es una cualidad subjetiva del trabajador y
que puede haber quedado fuera del contrato de trabajo (p. ej., el contador que es
contratado solo como empleado administrativo).
Consiste en realizar actos, ejecutar obras y prestar servicios (art. 21, LCT), es
decir que se trata de una obligación de hacer, que puede o no estar concretamente
determinada.
El art. 38, LCT establece que "no podrá ser objeto del contrato de trabajo la
prestación de servicios ilícitos o prohibidos". El objeto del contrato de trabajo debe
ser: 1) posible, 2) lícito, y; 3) no prohibido.
Por lo tanto, la prestación laboral debe consistir en hechos posibles —
determinados o determinables— y lícitos. La posibilidad está referida a que el hecho o
prestación para la que la persona se obliga sea posible en sí, aunque no sea posible
en esa persona, por lo cual la falta de aptitud o habilitación del trabajador contratado
para la tarea no invalida el contrato por imposibilidad del objeto.
En lo que hace a la determinación del objeto, y sin perjuicio de que es admisible en
el contrato de trabajo algún grado de indeterminación (art. 37, LCT), como regla
general la obligación de hacer o dar cosas absolutamente indeterminadas es nula.
La licitud está referida a la exigencia de que el objeto del contrato (la prestación)
no contraríe ninguna prohibición legal, pero tampoco a la moral y las buenas
costumbres.
Respecto de esta, la legislación recoge un concepto de tipo sociológico, en tanto
la inmoralidad es considerada ilicitud si contradice la conciencia popular del lugar y
tiempo en que el contrato debe tener eficacia(25), no pudiendo el juez apartarse de lo
que la colectividad en un momento histórico determinado entienda por moralmente
aceptable o tolerable.
En aquellos supuestos en los que el trabajo desempeñado en sí mismo sea lícito
pero se desenvuelva dentro de una organización que no lo es, el contrato también
estará viciado, pero no en razón del objeto, sino por ilicitud de la causa, entendida en
un sentido subjetivo.
El derecho de trabajar y ejercer toda industria lícita tiene rango constitucional,
encontrándose plasmado en el art. 14 de la Carta Magna, que dispone que todos los
habitantes de la Nación gocen de tal derecho, conforme a las leyes que reglamenten
su ejercicio. Del texto de la norma se desprende que para gozar de la protección
constitucional la industria ha de ser lícita, y que puede estar reglamentada: o sea, hay
relatividad en el ejercicio de tales derechos.
3.1. Contratos de objeto ilícito
151
El objeto ilícito es contrario a la moral y las buenas costumbres (art. 39, LCT), es
decir que es reprochable desde el punto de vista ético. Se puede citar, como ejemplo,
el "prestar servicios" para una banda que se dedica a delinquir o al juego clandestino.
Aun siendo contrario a la moral y a las buenas costumbres, excepcionalmente no
se considerará ilícito si las leyes, ordenanzas municipales o los reglamentos de policía
lo consintieran, toleraran o regularan (art. 39, in fine).
El concepto de lo lícito e ilícito —e inclusive en algunos casos de lo que puede ser
considerado moral o inmoral— ha sido dinámico, guardando estrecha relación con el
devenir histórico, religioso y social.
Existen zonas grises en las cuales se ubican actividades que resultan difíciles de
clasificar. Se trata de conductas a las que hace referencia la última parte del art. 39,
LCT, que son contrarias a la moral y las buenas costumbres o no son bien vistas, pero
sin embargo no configuran delito y resultan socialmente aceptadas o toleradas, ya sea
por existir un vacío legal o porque se consiente su ejercicio o se encuentran
amparadas por la legislación laboral.
Por ejemplo, trabajar como bailarina nocturna, alternadora, stripper o teibolera;
como empleado en un sex-shop, en una hot line, o como tarjetero de night-clubs;
aquellos contratados para hacer claque; los encargados de efectuar delivery de
bebidas alcohólicas en el ámbito de la Ciudad de Buenos Aires cuando rige la "ley
seca"; y el negocio del juego y la apuesta, por citar unos pocos.
No se incluye la prostitución, ya que es tolerada cuando sea ejercida en
forma autónoma (de otro modo no hay contrato de trabajo ni actividad tolerada, sino
que se configura de delito de proxenetismo o explotación sexual; arts. 125 y 126, Cód.
Penal).
3.1.1. Efectos de la ilicitud
En cuanto a los efectos del contrato de objeto ilícito, produce la nulidad absoluta:
no es susceptible de confirmación por hallarse afectado el orden público; el contrato
de objeto ilícito no genera consecuencia alguna entre las partes; ni el trabajador ni el
empleador pueden efectuar ningún reclamo con fundamento en la LCT (art. 41).
Krotoschin sostiene que el contrato de trabajo que tuviese objeto o causa ilícitos
resulta nulo en el sentido de que no solo carece de todo efecto contractual, sino que
tampoco produce los efectos cuasicontractuales de una simple relación de trabajo,
pues se entiende que las normas concernientes tanto al contrato como a la relación
efectiva de trabajo solo comprenden situaciones lícitas, es decir, relaciones de trabajo
que podrían ser objeto de un contrato válido. La nulidad por objeto ilícito del contrato
de trabajo siempre produce efectos ex tunc.
La declaración de nulidad, tanto en los contratos de objeto prohibido como en los
de objeto ilícito, debe ser efectuada de oficio por los jueces, es decir, aun sin mediar
152
petición de parte. La autoridad de aplicación tiene la facultad de inspeccionar y —en
su caso— aplicar multas.
Se puede mencionar, como ejemplo, el caso en que se hubiere pactado una
remuneración inferior al salario mínimo, vital y móvil. Dicha cláusula sería nula,
quedaría remplazada ipso iure por el mínimo legal o convencional correspondiente, el
contrato proseguiría y el trabajador tendría derecho a reclamar las diferencias
devengadas entre lo percibido y el salario correspondiente.
En el caso del contrato de trabajo de objeto ilícito ni siquiera se forma una relación
efectiva de trabajo, puesto que en esta hipótesis no hay nada más que la apariencia
de una relación de trabajo, puesto que "no produce consecuencias entre las partes
que se deriven de esta ley". Ergo, no habría en este caso un real contrato de trabajo,
sino una mera apariencia de tal.
La privación de todo efecto jurídico a las situaciones de hecho así creadas surge
no solo de la calificación de inmorales o antiéticos de esos empleos o
comportamientos, sino también de que resultan indeseables en el interés común —
y en el interés individual de los trabajadores afectados—, pudiendo citarse como
ejemplos el trabajo prestado en un burdel, en un taller dedicado a la fabricación de
monedas falsas, en una empresa dedicada a la venta y delivery de drogas ilegales vía
Internet, o en una agencia que se ocupa de estafas.
En aquellos casos en los que el individuo hubiese sido engañado sobre la finalidad
del trabajo prestado (no podía conocer que era ilícito), tampoco hay contrato de
trabajo, debiendo regirse por las reglas del derecho común las cuestiones referidas a
determinar si el sujeto respectivo tiene o no pretensiones de enriquecimiento sin
causa o mediante acto ilícito.
En doctrina y jurisprudencia se ha discutido si lo que habrá de ser determinante a
la hora de calificar la ilicitud será únicamente el tipo de trabajo prestado, o también la
actividad general del establecimiento dentro de la cual se presta el trabajo. Así,
cuando el trabajo en sí mismo sea lícito, pero puesto al servicio de una organización
de tipo delictiva (por contraposición a los contratos viciados por ilicitud del objeto
cuando el trabajo comprometido es en sí mismo inmoral), el contrato también está
viciado, pero por ilicitud de la causa, entendida esta en un sentido subjetivo, esto es,
como el fin real y práctico que las partes se proponen al contratar.
3.2. Contrato de objeto prohibido
El objeto prohibido es el contrario a la ley o a las normas reglamentarias.
El art. 40, LCT considera prohibido el objeto del contrato cuando las normas
legales y reglamentarias hubieran vedado el empleo de determinadas personas o en
determinadas tareas, épocas o condiciones.
Es una norma protectora y resulta coincidente con el art. 279 Cód. Civ. y Com.,
que establece: el objeto del acto jurídico no debe ser un hecho imposible o prohibido
153
por la ley, contrario a la moral, a las buenas costumbres, al orden público o lesivo de
los derechos ajenos o de la dignidad humana. Tampoco puede ser un bien que por un
motivo especial se haya prohibido que lo sea.
Cabe citar los siguientes ejemplos: el trabajo de menores, de las mujeres en el
período del preparto (30 o 45 días, a opción de la mujer) y posparto (45 o 60 días), el
trabajo de menores y mujeres en tareas penosas, peligrosas o insalubres, las
horas extras laboradas en exceso de lo permitido o en jornadas insalubres.
En cuanto a sus efectos, si bien produce la nulidad del contrato o de los aspectos
que se contraponen a las normas o reglamentaciones, la prohibición está siempre
dirigida al empleador (art. 42, LCT): es inoponible al trabajador y, por tanto, no afecta
los derechos adquiridos durante la relación.
Aquí el bien jurídico tutelado es el interés del trabajador, derecho al reclamo de las
acreencias con motivo de la extinción del contrato de trabajo.
No perjudica la parte válida: son nulas las cláusulas ilícitas y quedan de pleno
derecho sustituidas por la norma legal o convencional aplicable (art. 13, LCT),
subsistiendo el vínculo en la medida en que con ello no se alterare decisivamente su
normal prosecución.
Por lo tanto, el trabajador puede reclamar por el cobro de las remuneraciones
debidas y —en caso de despido sin causa— exigir las indemnizaciones legales
pertinentes.
Para que proceda la declaración de oficio de nulidad sin que medie petición de
parte, debe ser absoluta y manifiesta: por más repudiable que sea el acto viciado de
nulidad absoluta si ella no aparece manifiesta en el propio acto, requerirá
previamente indagar acerca de su existencia.
Por ejemplo, el contrato de trabajo de un trabajador extranjero ilegal es de objeto
prohibido, pero el empleador podría resultar dispensado en el caso de dolo del
trabajador, cuando a sabiendas hubiese ocultado su condición de residente ilegítimo.
En tal caso, la nulidad —aún absoluta— podría ser peticionada por el empleador,
pues si bien la prohibición del objeto está dirigida en su contra (art. 40, párr. 2º), cabe
considerar que ejecutó el acto sin conocer el vicio que lo invalidaba (art. 271, 386 y
concs., del Cód. Civ. y Com.).
La propia declaración supone, por otra parte, un acto nulo, ya que si se tratara de
un acto meramente anulable, lo correcto sería hablar de anulación y no de declaración
de nulidad. En efecto, por más amplia que sea la interpretación de la norma contenida
en el art. 387 del Cód. Civ. y Com., nunca puede alcanzar a los actos anulables.
3.2.1. Extranjeros
154
La ley 25.871 (BO del 21/1/2004) —que derogó la ley 22.439 en materia de política
migratoria— regula las condiciones en que los extranjeros pueden desarrollar una
tarea, sea en relación de dependencia o en forma autónoma.
Esta ley fue reglamentada por el dec. 616/2010 (BO del 6/5/2010).
Los extranjeros solo pueden desarrollar tareas, sea en relación de dependencia o
en forma autónoma, siempre que hayan sido autorizados para ello. La admisión
del ingreso y permanencia de los extranjeros puede ser: 1) permanente, 2)
temporaria, 3) transitoria, o; 4) precaria (aquellos que gestionan la regularización de
su permanencia).
Los permanentes están habilitados para ejercer industria lícita y a desempeñar una
tarea en relación de dependencia en igualdad de derechos que los argentinos en todo
el territorio del país, a menos que se hubiere limitado su permanencia a un lugar
determinado.
Los que tienen residencia temporaria pueden ser empleados durante el lapso de
vigencia de la autorización (otorgada por la autoridad migratoria, dependiente del
Ministerio del Interior). En cambio, los transitorios no pueden trabajar, salvo que
estén expresamente autorizados.
Los que tienen residencia precaria, excepcionalmente, pueden ser autorizados a
realizar tareas en el plazo, lugares y con las modalidades que determine la autoridad
migratoria.
Los inmigrantes en situación irregular tienen prohibido trabajar o realizar tareas
remuneradas o lucrativas, ya sea por cuenta propia o ajena, con o sin relación de
dependencia; ninguna persona podrá emplearlos con esos propósitos, resultando —
en caso de violación a la prohibición— aplicable las disposiciones del art. 42, LCT.
4. Forma
Para la celebración del contrato de trabajo rige el principio de libertad de las
formas. Esto significa que no se requiere una forma determinada como requisito de
validez, como en el caso de los contratos formales. El art. 48, LCT dispone que las
partes puedan escoger libremente sobre las formas a observar para la celebración del
contrato de trabajo, salvo lo que dispongan las leyes o convenciones colectivas en
casos particulares.
Por lo tanto, el principio general es que el contrato de trabajo es informal: no hay
formas impuestas u obligatorias.
Sin embargo, a pesar de ser esencialmente informal, existen excepciones legales;
por ejemplo, se requiere la forma escrita en el contrato a plazo fijo, en tal sentido, el
art. 90, LCT dispone que el contrato de trabajo se entenderá celebrado por
155
tiempo indeterminado, salvo que su término resulte de las siguientes
circunstancias: a) Que se haya fijado en forma expresa y por escrito el tiempo de su
duración (...).
En el caso del contrato de trabajo eventual, (art. 99, LCT), la ley 24.013 incorpora
la forma escrita como requisito en los siguientes casos:
Art. 69.— Para el caso que el contrato de trabajo eventual tuviera por objeto
sustituir transitoriamente trabajadores permanentes de la empresa que gozaran de
licencias legales o convencionales o que tuvieran derecho a reserva del puesto por un
plazo incierto, en el contrato deberá indicarse el nombre del trabajador
reemplazado(...).
Art.
72.— En
los
casos
que
el
contrato
tenga
por
objeto
atender exigencias extraordinarias del mercado, deberá estarse a lo siguiente: a) en el
contrato se consignará con precisión y claridad la causa que lo justifique; (...).
Asimismo, la ley 25.013, en cuanto regula el contrato de aprendizaje establece que
se debe celebrar por escrito entre un empleador y un joven sin empleo, de entre 16 y
28 años y tiene una duración mínima de 3 meses y una máxima de 1 año.
La ausencia de formalidad exigida no origina la nulidad del contrato sino que
origina la presunción de un contrato de trabajo por tiempo indeterminado, debiendo
cargar el empleador con la prueba de su temporalidad.
El carácter informal del contrato de trabajo no obsta a que la LCT exija una forma
determinada (forma impuesta) para ciertos actos, que en esos casos constituye
requisito para su validez, es decir, para que dichos actos cumplan el efecto previsto.
A modo de ejemplo, cabe citar distintos actos que para perfeccionarse requieren la
forma escrita:
— comunicación del embarazo (art. 177);
— notificación del matrimonio (art. 181);
— comunicación de la excedencia (art. 186);
— comunicación de la fecha de vacaciones (art. 184);
— notificación de las suspensiones (art. 218);
— conformidad del trabajador en caso de cesión del personal (art. 229);
— notificación del preaviso (art. 235);
— renuncia (art. 240);
156
— extinción por mutuo acuerdo (art. 241);
— comunicación de la justa causa del despido (art. 243);
— intimación para que el trabajador se jubile (art. 252);
— la conciliación y la transacción (art. 15, LCT);
— la intimación para registrar debidamente la relación laboral (art. 11, ley 24.013,
texto ley 25.345).
Para proteger los derechos del trabajador la LCT impone al empleador
determinadas obligaciones formales, entre otras llevar la documentación laboral que
registra al dependiente.
La legislación laboral también requiere formas ad solemnitatem en determinados
actos, y de no ser observadas el acto se considera inexistente ("se tendrán por no
sucedidos"). Sin embargo, el trabajador puede invocar su existencia si lo beneficia,
pero no el empleador (no puede alegar su propia torpeza).
5. Causa
La ley no se refiere a la causa del contrato de trabajo. Doctrinariamente se
entiende que es lo que determina que el negocio jurídico se celebre.
Se puede distinguir entre causa-fuente y causa-fin.
La causa-fuente es el motivo objetivo que llevó a las partes a contratar. Trasladado
este concepto al contrato de trabajo, la causa-fuente puede ser, por ejemplo, el aviso
del diario o alguien que le avisa a una persona de la existencia de un posible empleo.
En cambio, la causa-fin se relaciona con el fin que cada parte tuvo para contratar;
por ejemplo, la necesidad de capacitarse.
V. PRUEBA DEL CONTRATO DE TRABAJO
1. Introducción
El art. 50, LCT establece que el contrato de trabajo se prueba por los
modos autorizados por las leyes procesales y lo previsto en el art. 23 de esta ley.
157
La prueba del contrato de trabajo no reconoce limitaciones articuladas por el
derecho común ni incorpora restricciones específicas, sino que agrega instrumentos
probatorios —la presunción del art. 23, LCT— que le son rigurosamente propios.
El principio que rige es el de la libertad de prueba, ya que el contrato de trabajo
puede probarse por todos los medios comunes (art. 1019 Cód. Civ. y Com.), además
de la presunción consagrada en el art. 23, LCT, y surge de la mera prestación de
servicios. Se debe tener en cuenta que la carga probatoria, en un juicio laboral, recae
en la parte que invoca un hecho y no en quien lo niega, principio procesal adoptado
en el art. 377, Cód. Proc. Civ. y Com.
Por lo tanto, si un trabajador invoca la existencia de un contrato de trabajo y la
empresa lo niega, es al trabajador a quien corresponde demostrar sus afirmaciones.
Sin embargo, la presunción contenida en el art. 23, LCT—la prestación de servicios
hace presumir el contrato de trabajo— invierte la carga de la prueba.
En cambio, si el trabajador invoca la existencia de un contrato por
tiempo indeterminado y el empleador lo niega pero aduce que entre las partes medió,
por ejemplo, un contrato de plazo fijo, es al empleador a quien le corresponde probar
tal afirmación.
La ley 27.321 (BO del 15/12/2016) modifica el art. 54 de la LCT, ampliando las
facultades del juez interviniente al momento de apreciar la documentación laboral, no
solo a los registros, planillas u otros elementos de contralor que exijan los estatutos
profesionales y convenciones colectivas de trabajo, sino también a los que
sean exigidos por leyes y sus normas complementarias.
La norma quedó redactada del siguiente modo: "Aplicación de los registros,
planillas u otros elementos de contralor. Idéntico requisito de validez deberán reunir
los registros, planillas u otros elementos de contralor exigidos por las leyes y sus
normas reglamentarias, por los estatutos profesionales o convenciones colectivas de
trabajo, que serán apreciadas judicialmente según lo prescrito en el artículo anterior".
Se consagra el criterio de apreciación judicial amplio en materia probatoria, ante la
falta u omisión de formalidades requeridas, como también en relación a la inversión de
la carga probatoria del art. 55 para el caso en que leyes y sus normas
complementarias tales como decretos o resoluciones establezcan obligaciones de tipo
registral.
2. Medios de prueba
Respecto de los medios de prueba aceptados por las leyes procesales de las
distintas jurisdicciones, existe amplitud en la posibilidad de producir pruebas. En el
ámbito de Capital Federal rige la ley 18.345 de Procedimiento Laboral, reformada por
la ley 24.635 y el Cód. Proc. Civ. y Com. En la provincia de Buenos Aires rige la ley
11.653, modificada por las leyes 13.829, 14.142, 14.399, 14.552 y 14.740. Desde el
158
primer día hábil de febrero de 2020 comienza a regir la ley 15.057 (BO del
27/11/2018). Los principales medios de prueba para acreditar la existencia del
contrato son:
— la prueba confesional,
— la prueba documental —esencialmente recibos de sueldos, cartas documento,
telegramas y certificados—,
— la prueba pericial —especialmente la contable mediante el control efectuado por
el experto a los libros que obligatoriamente debe llevar la empresa—,
— la prueba informativa —informes
privadas— y,
provenientes
de
entidades
públicas
y
— la prueba testimonial —declaración de testigos sobre hechos que han conocido
por sus sentidos—.
El tema se desarrolla en el capítulo "Derecho administrativo y procesal del trabajo".
3. Presunciones
3.1. Presunción del art. 23, LCT
El art. 23, LCT establece que el hecho de la prestación de servicios hace presumir
la existencia de un contrato de trabajo, salvo que por las circunstancias, las relaciones
o causas que lo motiven se demostrase lo contrario. Esa presunción operará
igualmente aun cuando se utilicen figuras no laborales, para caracterizar el contrato, y
en tanto que por las circunstancias no sea dado calificar de empresario a quien presta
el servicio.
El hecho de la prestación de tareas hace presumir —salvo prueba en contrario—
la existencia de contrato de trabajo (art. 23, LCT); la existencia de la presunción
reduce las dificultades que pueden generar el ofrecimiento y producción de prueba.
Por lo tanto, se configura una presunción legal de la existencia de contrato de
trabajo —de sus notas tipificantes— cuando se acredita la prestación de servicios
para otro. Esto produce como consecuencia la inversión de la carga probatoria.
Cuando opera la presunción del art. 23, recae sobre el empleador la carga de probar
que esos servicios personales no tienen como causa un contrato de trabajo.
El legislador, en el art. 23, LCT, establece que cuando se prueba la prestación de
servicios (esto es, el trabajo por cuenta ajena) puede presumirse un contrato de
trabajo (es decir, la relación de dependencia).
159
La ley, sin embargo, no consagra esa presunción de un modo absoluto:
reconoce excepciones cuando por las circunstancias, las relaciones o causas que lo
motiven se demostrase lo contrario, así como solo incluye el uso de figuras no
laborales "en tanto que por las circunstancias no sea dado calificar de empresario a
quien presta el servicio".
La presunción es iuris tantum, es decir que admite prueba en contrario: el
empleador tiene a su alcance todos los medios probatorios a que hace referencia el
art. 50, LCT para desvirtuar la presunción de la existencia del contrato.
Existe una controversia tanto en la jurisprudencia como en la doctrina con relación
al alcance de la presunción. Los defensores de la postura restrictiva sostienen que
para que se torne operativa es menester acreditar no solo la prestación de servicios,
sino su carácter dependiente (en los términos de los arts. 21 y 22), es decir,
la existencia del contrato de trabajo; mientras que los que propician una postura
amplia —a la que adhiero— entienden que la sola demostración de la existencia de
prestación a favor de un tercero es suficiente para que opere la presunción.
Esta última es la tesis mayoritariamente aceptada por la jurisprudencia, y a su
respecto cabe destacar que el texto del art. 23 no hace mención al carácter
dependiente de la prestación de servicios, el que sí es requerido por los arts. 21 y 22.
La interpretación del art. 23, LCT, que restringe la operatividad de la presunción al
caso en que se hayan acreditado servicios prestados en relación de dependencia,
desactiva el propósito de la norma.
Para desvirtuar la presunción de la existencia de un contrato de trabajo el
empleador debe acreditar que "el hecho de la prestación de servicios" está motivado
en otras circunstancias desvinculadas de un contrato laboral.
Asimismo, se puede recurrir a indicios y presunciones para determinar
la existencia de trabajo en relación de dependencia y del correspondiente contrato de
trabajo. A modo de ejemplo, cabe nombrar los siguientes:
— cuando se prestan servicios personales no sustituibles, o se incorpora una
persona en una empresa, aunque sea en actividades que, si bien hacen a su giro, no
son esenciales;
— cuando la prestación de las tareas se efectúa en el establecimiento del
empleador;
— cuando una de las partes debe acatar órdenes y cumplir horarios.
El juez laboral, para identificar la existencia o no del contrato de trabajo, debe
basarse en el principio de primacía de la realidad, que otorga prioridad a esta respecto
de lo que está documentado o manifiestan las partes de su relación: deben primar los
datos objetivos que surgen del contenido de la relación.
160
Al contrario, hay ciertas circunstancias que excluyen la existencia de un contrato
de trabajo; por ejemplo:
— los servicios prestados de empresa a empresa;
— las prestaciones no personales efectuadas por terceros;
— la inexistencia de órdenes o del cumplimiento de horarios;
— la organización del trabajo por el propio trabajador.
Jurisprudencialmente se resolvió que se encontraba configurada la presunción de
la existencia de un contrato de trabajo en los términos del art. 23, LCT, en un caso
donde una persona desempeñaba tareas de limpieza emitiendo facturas en carácter
de monotributista. Si la demandada, en el momento de contestar, reconoció
la existencia de la prestación de servicios por parte del actor, tal situación hace
presumir la existencia de un contrato de trabajo en los términos del art. 23, LCT.
3.2. Presunción del art. 57, LCT
El art. 57 establece que constituirá presunción en contra del empleador su silencio
ante la intimación hecha por el trabajador de modo fehaciente, relativa al cumplimiento
o incumplimiento de las obligaciones derivadas del contrato de trabajo, sea al tiempo
de su formalización, ejecución, suspensión, reanudación, extinción o cualquier otra
circunstancia que haga que se creen, modifiquen o extingan derechos derivados del
mismo. A tal efecto, dicho silencio deberá subsistir durante un plazo razonable, el que
nunca será inferior a dos días hábiles.
La LCT establece otra presunción iuris tantum en favor del trabajador en caso de
silencio del empleador a un emplazamiento. Esa actitud configura un accionar
contrario al principio de buena fe que debe prevalecer en el contrato de trabajo, a fin
de evitar la incertidumbre del trabajador sobre las circunstancias de la relación laboral.
La presunción puede ser desvirtuada por prueba en contrario aportada por el
empleador. Es decir que la LCT impone al empleador una carga de explicarse o
contestar: el incumplimiento se genera con el silencio.
Sin perjuicio de lo que expresa el art. 57, LCT, en cuanto al valor presuncional del
silencio, hay que integrar esa norma con el art. 263 Cód. Civ. y Com., y considerar
que el silencio observado por el empleador frente a la intimación del trabajador
importa manifestación de voluntad "conforme a la interrogación" porque había "una
obligación de explicarse ante la ley".
La ley requiere un plazo razonable, que nunca puede ser inferior a dos días
hábiles. Como no hábiles se incluye a los días no laborables para las empresas, en
los cuales no existe opción de trabajar y, en general, cuando el empleador haya
optado por no trabajar.
161
VI. RELACIÓN DE DEPENDENCIA Y TRABAJO AUTÓNOMO
1. Noción de dependencia
Como se consignara en el cap. I, el trabajo que regula la LCT no es todo el trabajo
humano; queda fuera de su alcance el trabajo benévolo, el familiar y el autónomo,
que no incluyen la nota de dependencia: el autónomo trabaja por su cuenta y riesgo,
no está sometido a una organización ajena, sino que lo hace en su propia
organización o trabaja solo. Es un trabajador independiente: trabaja bajo su propio
riesgo.
El trabajador protegido por la LCT y el derecho individual del trabajo es el que
presta su actividad personal a cambio de una remuneración, en relación de
dependencia o subordinación respecto de otro —empleador (persona física o
jurídica)— que requiere de sus servicios.
Es decir que trabaja en una organización ajena, sometido a las directivas
o instrucciones que se le imparten y bajo el riesgo de otro, que recibe la tarea y la
dirige: no asume riesgos económicos.
El trabajo en relación de dependencia es un trabajo dirigido. El trabajador está bajo
la dependencia o dirección del empleador: el trabajador pone a disposición del
empleador su fuerza de trabajo y se somete a sus decisiones e instrucciones respecto
del trabajo, y el empleador se compromete a pagarle la remuneración pactada y a
otorgarle condiciones de trabajo dignas, seguras e higiénicas para su condición
humana.
Asimismo, este trabajador no realiza sus tareas en función de su parecer sino de
acuerdo con las directivas técnicas brindadas por el empleador, y también es posible
distinguir cierto grado de sujeción personal del trabajador a los poderes de dirección y
disciplinarios del empleador.
Puede decirse que el contrato de trabajo, como figura propia del derecho del
trabajo, conforma una relación jurídica "típica" que genera obligaciones de
determinadas características predeterminadas por la ley, y que se sustenta en una
relación que como tal tiene sujetos —trabajador y empleador—, un objeto —la
prestación de servicios dependiente— y una causa final que es para el empleador la
apropiación del resultado del trabajo prestado y para el trabajador la percepción de
una remuneración.
162
2. Proyecciones de la dependencia
De acuerdo con la descripción del fenómeno como suele aparecer a los ojos del
observador y a fin de comprender en una idea, o a través de parámetros, los distintos
aspectos que componen el concepto que marca la entrada al mundo del derecho del
trabajo, es posible destacar que la relación de dependencia se caracteriza por
la subordinación, que a su vez se manifiesta en un triple sentido:
2.1. Técnica
El trabajador somete su trabajo a los pareceres y objetivos señalados por el
empleador; este tipo de subordinación resulta más amplia y palpable respecto de los
trabajadores con menor calificación, y más tenue en relación con los más capacitados
profesionalmente.
Perugini, citando a Krotoschin, explica que aunque hay otras relaciones en las que
el deudor se encuentra en cierta dependencia respecto del acreedor, la relación de
trabajo se distingue porque la dependencia es de tipo personal. Tanto en la locación
de servicios, como en la locación de obra o en el mandato, el locador acepta en
principio ejecutar la tarea conforme a las intenciones del locatario, pero queda librada
a la decisión del primero el modo de cumplir con el encargo.
En el contrato de trabajo, el trabajador dependiente siempre estaría sujeto al
derecho de dirección del empleador, en cualquier momento y con relación a las
modalidades de la ejecución, careciendo de toda autonomía al respecto(26).
Sin embargo, la sujeción a las directivas del empleador y la realización de tareas
en función de los pareceres de este puede no ser tan clara y desdibujarse frente a
relaciones laborales en las que el trabajador posea una alta calificación e incluso,
conocimientos especiales de los que el empleador carezca.
A pesar de ello, la disminución o inexistencia de dependencia desde el punto de
vista técnico no importará excluir a dicha relación del ámbito de protección del trabajo
dependiente.
2.2. Económica
El trabajador realiza determinada labor pero no recibe de forma directa el producto
de su trabajo y tampoco comparte el riesgo de la empresa. Por un lado, el trabajador
pone su fuerza de trabajo a disposición del empleador a cambio de una remuneración,
y por el otro, los mayores beneficios o los quebrantos derivados de la explotación solo
benefician o perjudican al patrono, resultando ajenos al obrero.
El elemento económico incluye además la significación económica que la relación
tiene para cada una de las partes: para el empleador la apropiación del resultado del
trabajo prestado por el trabajador, y para este, la percepción de un salario a cambio
de poner su esfuerzo personal a disposición de aquel.
163
2.3. Jurídica
La subordinación jurídica es la principal característica para configurar la
dependencia y consiste en la posibilidad jurídica del empleador de dirigir en el empleo
la conducta del trabajador hacia los objetivos de la empresa.
El trabajador está sometido a la autoridad del empleador: facultades de
organización, dirección, control y poder disciplinario.
No obstante, el hecho de que una persona "realice actos, ejecute obras o preste
servicios en favor de otra [...] mediante el pago de una remuneración" no implica
necesariamente la existencia de contrato de trabajo. Lo importante es determinar si
actúa "bajo la dependencia de otra", que —como quedara dicho— significa
la existencia de una relación de autoridad entre ellas.
La nota característica que distingue la relación de trabajo es que la dependencia
es personal.
3. Contrato de trabajo y contrato de obra o servicios
El contrato de obra o servicios es un contrato civil por el cual una parte —
actuando independientemente— se obliga a favor de otra a realizar una obra material
o intelectual o a proveer un servicio mediante el pago de una retribución; sin perjuicio
del carácter autónomo de la prestación y de que su objeto consiste en el resultado, el
contratista o prestador de servicios acepta ejecutar el servicio que le contratan bajo
las instrucciones del comitente.
El autónomo es titular del CUIT (Clave Única de Identificación Tributaria) y debe
cumplir obligaciones tributarias (presentar la declaración jurada del impuesto a las
ganancias) y previsionales (aportar mensualmente al sistema previsional), emite
facturas por servicio prestado, percibiendo una retribución (precio u honorarios).
Además, organiza su propio trabajo (puede tener trabajadores dependientes),
establece las condiciones y tiempo de trabajo, y asume los riesgos de la actividad.
A pesar de estas diferencias, y de que el Cód. Civ. y Com. en su art. 1252 se
encarga de aclarar que los servicios prestados en relación de dependencia se rigen
por las normas del derecho laboral, se presentan dudas en diversos casos para
determinar la existencia de relación de dependencia, inclusive a veces los propios
organismos recaudadores de la seguridad social desconocen el carácter autónomo de
determinadas relaciones entendiendo que configuran un fraude. Los casos deben ser
resueltos a la luz del principio de primacía de la realidad y tomando en cuenta la
presunción de relación laboral en los casos de prestación de servicios (art. 23, LCT).
El art. 1279 del Cód. Civ. y Com. agrega que "El contrato de servicios continuados
puede pactarse por tiempo determinado. Si nada se ha estipulado, se entiende que lo
164
ha sido por tiempo indeterminado. Cualquiera de las partes puede poner fin al contrato
de duración indeterminada; para ello debe dar preaviso con razonable anticipación".
3.1. Fallo de la Corte Suprema: "Cairone y otros c. Hospital Italiano"
(19/2/2015)
La Corte Suprema de Justicia de la Nación en "Cairone, Mirta Griselda y otros c.
Sociedad Italiana de Beneficencia en Buenos Aires, Hospital Italiano s/despido" (CS,
19/2/2015) resuelve el caso de un médico anestesiólogo que se desempeñó en el
Hospital Italiano durante 32 años y al producirse la extinción sus herederos
reclamaron una indemnización.
La Corte Suprema de Justicia de la Nación sostuvo que no había relación laboral,
debido a que el trabajador facturaba por sus servicios a los clientes y la Asociación de
Anestesiólogos cobraba los honorarios para luego rendírselos al trabajador. Agregó
que el médico nunca en su larga vinculación manifestó disconformidad con el
encuadre jurídico.
Entendió que la prestadora de servicios de salud y el profesional que los prestaba
en forma autónoma no están vinculados por una relación de dependencia. Considera
que la demandada era ajena al pago y fijación de sus honorarios, que cobrara por
medio de un organismo ajeno a la prestadora de salud, que utilizaba
elementos insumos y descartables propios, que no percibía honorarios si no se
realizaba la asignación, lo que significaba asumir riesgos como propios y que la
factura la emitía a favor de la Asociación de Anestesia, Analgesia, y Reanimación de
Buenos Aires que era su agente de cobro además de brindarle otros servicios como la
contratación de un seguro.
Para los laboralistas tradicionales y parte de la doctrina este fallo implica un
retroceso de la aplicación amplia del art. 23 de la LCT que establece una
presunción iuris tantum, es decir, que ante una determinada circunstancia de hecho
se partirá de la premisa de que se da un determinado encuadramiento legal, y al
mismo tiempo, admite la inversión de la carga probatoria a cargo del empleador.
VII. LA CRISIS DEL CONTRATO DE TRABAJO. LA
PARASUBORDINACIÓN
Se podría ubicar la génesis de la crisis del contrato de trabajo por
tiempo indeterminado y el surgimiento de nuevas figuras "atípicas" o
"parasubordinadas" a fines de los años 70, cuando en Europa se produce un cambio
de rumbo en el ordenamiento laboral como resultado de la recesión económica de la
primera mitad de esa década y de los efectos producidos en los niveles de empleo.
La mayoría de los principales países que hoy conforman la Unión Europea
recurrieron a una batería de medidas normativas para paliar los efectos de la crisis
165
ocupacional y económica, que al margen de sus diferencias comienzan a poner en
tela de juicio algunos principios básicos del derecho del trabajo; allí aparecen estos
contratos "atípicos".
A pesar de haberse ideado como fruto de la emergencia, estas nuevas opciones
de política normativa carecieron, por diversos motivos, de vocación de reversibilidad, y
durante la década siguiente, el debate europeo se centró en las llamadas "nuevas
formas de empleo", destipificantes del contrato de trabajo originario.
El surgimiento y mayor utilización progresiva de estos contratos aparece con la
transformación de los métodos de producción y la descentralización productiva. Esta
debe entenderse como el modo de organizar el proceso de prestación de servicios y
de elaboración de bienes recurriendo a la contratación de proveedores y
suministradores externos para la ejecución de ciertas fases del proceso o las
actividades, que se caracteriza fundamentalmente por la fragmentación y
segmentación del ciclo productivo y la externalización o exteriorización de ciertas
fases, funciones o actividades de dicho ciclo.
Esto evidentemente lleva al nacimiento de un nuevo tipo de
relaciones interempresariales, sustentadas en vínculos de cooperación y
coordinación, pero también de dependencia, recurriendo a figuras contractuales
típicas como el contrato de ejecución de obra o contrato de empresa, los contratos de
arrendamiento de servicios, de depósito, de transporte o los contratos de comisión y
de agencias; o bien, a la creación de nuevas figuras contractuales como los contratos
de franquicia, de factoring, de merchandising, de facilities management, de logística,
de mantenimiento o suministro de informática.
Han señalado autores como Naomi Klein(27) que la combinación de algunos de
estos contratos ha dado pie a la aparición de las llamadas "empresas sin
trabajadores", a las que se puede definir como aquellas especializadas en
la intermediación entre la financiación, la producción y la comercialización,
organizadas a partir de una marca o de una imagen comercial de reconocido prestigio.
El fenómeno de la descentralización productiva —complejo, variado y generalizado
por naturaleza— produjo, al decir de Spiro Simitis, la "desorganización del derecho del
trabajo", poniendo en crisis el paradigma normativo de la empresa clásica y de la
organización de medios que tiene lugar en su seno, pero también el del trabajador, si
se lo entiende en su doble condición de parte de una relación obligatoria y de
miembro de un grupo que agrega intereses comunes.
Como consecuencia de la ruptura del sistema tradicional de relaciones laborales y
la falta de adecuación normativa a la nueva situación, no resulta difícil conocer la
identidad y la ubicación del titular de los derechos y deberes nacidos del contrato de
trabajo, pero sí la figura del empresario, que se desdibuja con la
consiguiente inseguridad jurídica.
En nuestro medio y en otros países de la región —a diferencia de Europa, en
donde hubo aggiornamiento y reingeniería de la categorización y de los mecanismos
166
de distribución—, el fenómeno descentralizador se ha canalizado por las vías de la
precariedad y la flexibilización laboral.
La dependencia es uno de los conceptos cuya delimitación más dificultad ha
planteado a la doctrina jurídica.
Esto se observa en la propia LCT, que no la define concretamente, limitándose a
resaltar la relación jerárquica existente entre las partes (art. 5º), las facultades de
organización y dirección con que cuenta el empleador (arts. 64 y 65), las que como
consecuencia natural de esa disparidad negocial deben ser ejercidas con carácter
funcional y sujetas a las limitaciones impuestas por la ley; incluso cuando se refiere al
contrato y a la relación de trabajo hace expresa alusión a la dependencia pero sin
determinarla.
Esta omisión, que se explica en la propia elasticidad de la expresión, llevó a que
fuera la doctrina la encargada de establecer (con la amplitud necesaria) sus
elementos tipificantes, haciendo hincapié en su faz jurídica y desatendiendo la técnica
y, especialmente, la económica.
La jurisprudencia debió casuísticamente (y no siempre con criterio homogéneo)
establecer la existencia de subordinación en aquellas actividades fronterizas que
despertaban incertidumbre, pero siempre sobre la disyuntiva que importaba admitir la
presencia de subordinación para aplicar íntegramente la normativa laboral, o excluirla
totalmente de cualquier protección.
En algunos casos, fue el propio legislador quien mediante leyes especiales
(estatutos) les asignó determinada protección a ciertas actividades; o bien excluyó la
naturaleza laboral en otras (p. ej., fleteros y productores asesores de seguros).
A pesar de los aspectos negativos señalados, el concepto de dependencia cumplió
su función durante casi medio siglo sin demasiados inconvenientes.
Sin embargo, las transformaciones económicas y tecnológicas, la
descentralización productiva y las nuevas formas de organización del trabajo obligan a
un profundo replanteo de esta cuestión, teniendo en cuenta la existencia de un
número cada vez mayor de trabajadores que si bien podrían encuadrarse
como autónomos, al prestar servicios independientes jurídicamente, en cambio, se
encuentran en una posición de dependencia económica.
VIII. NUEVAS PERSPECTIVAS DEL CONCEPTO DE DEPENDENCIA
Planteado así el conflicto, no puede desconocerse que las soluciones distan
mucho de ser pacíficas. Desde una concepción netamente protectoria se
pretende extender el concepto de dependencia para incluir dentro del ámbito laboral
todos estos casos que hoy no están protegidos.
167
En Italia se desarrolló la noción de parasubordinación y en Alemania se creó
legislativamente la figura de los "casi asalariados", los cuales no dejan de ser
trabajadores independientes, pero al ser económicamente dependientes, no obstante
estar excluidos de la protección contra el despido, se benefician con ciertas
disposiciones del derecho del trabajo relativas a los conflictos laborales, el descanso y
las condiciones de trabajo, e incluso podrían tener derecho a negociar las condiciones
de trabajo colectivamente.
Goldin, siguiendo el informe Boissonnat y Supiot, se inclina por una nueva
categoría jurídica, que denomina "contrato de actividad" (del que ya hablaba Deveali
hace muchos años), que consistiría en un contrato marco con una persona moral que
coordina sus políticas de empleo y sus necesidades y garantiza al trabajador durante
su desempeño dependiente, pero también en otras instancias de su carrera (como las
del trabajo autónomo, el tiempo de formación, el de descanso, el de atención de las
obligaciones cívicas o familiares, etc.), la continuidad de un mínimo remuneratorio y
cierta protección social.
Se superaría de ese modo la limitación que deriva del encerramiento de la
relación individual en un contrato entre asalariado y empleador jurídicamente definido
como responsable de una sola empresa, reduccionismo este que impide la difusión de
la responsabilidad económica y social más allá de la empresa, en particular en el seno
de las redes de subcontratación y cocontratación.
Desde esta perspectiva, el contrato de actividad favorecería una movilidad que no
sería sinónimo de precariedad, inseguridad o exclusión; el sistema, a su vez, se
beneficiaría con las capacidades de adaptación requeridas, y las empresas con una
flexibilidad y una reactividad que contribuirían a mejorar su competitividad a partir de
una organización cooperativa y una flexibilidad mutualizada. Con ese objeto, el
contrato de actividad conciliaría flexibilidad productiva, evolución del trabajo y
continuidad de las trayectorias personales.
Admite que estas construcciones, por su grado de sofisticación y su mecánica
financiera e institucional, parecen inalcanzables, por el momento, en los países de
América latina, en atención a la crítica escasez de recursos económicos y
organizacionales.
Candal advierte tres alternativas posibles: a) dejar la subordinación como centro de
imputación normativa tal como está actualmente, asumiendo el derecho civil la
protección de trabajadores en situación de autonomía o directamente no regulando
dicha actividad; b) modificar el contenido del concepto a fin de que se extienda a más
supuestos de hiposuficiencia de quienes prestan un trabajo personal por cuenta ajena;
y c) adoptar otras pautas que actúen como puertas de acceso, al menos parcial, a la
legislación protectoria del trabajo (fundamentalmente en lo que se refiere a la
seguridad e higiene).
Concuerda con Baylos en el sentido de que el derecho del trabajo debería lograr
una mayor "permeabilidad de entrada y salida de su normativa". Cree conveniente
que aquel trabajador (profesional, intelectual o altamente calificado, dotado de un
168
caudal nada significativo de información) con suficiente poder de negociación, utilice a
pleno su autonomía individual para autocomponer sus mecanismos de tutela, incluso
a través de figuras contractuales no laborales (y con ventajas aún mayores que las
que confiere nuestra disciplina), y que dicha relación pueda salir del campo protectorio
del derecho del trabajo y de las presunciones que este contiene.
Pero al mismo tiempo las normas protectorias deberían dar "entrada" a aquel
trabajador sin poder de negociación alguno que, frente a una realidad aplastante que
no le deja otra alternativa y a una gran demanda de trabajo y escasez de su oferta, se
encuentra sujeto o cautivo en una forma de contratación que le es impuesta bajo un
régimen de auténtica autonomía, pero que, sin embargo, depende económicamente
del contratante de sus servicios, que actúa (y se ampara) bajo un falso pero
legalmente garantizado presupuesto de absoluta igualdad con su cocontratante.
IX. CASOS DUDOSOS DE RELACIÓN DE DEPENDENCIA
Ver el tema en Grisolia, Julio A., Tratado de derecho del trabajo y de la seguridad
social, La Ley, 2017, t. 1.
X. DIFERENCIAS DEL CONTRATO DE TRABAJO CON OTRAS FORMAS
DE CONTRATACIÓN
1. Contrato de obra
En este contrato, una parte se compromete a realizar una obra —contratista— y la
otra —comitente— a pagar por ella una contraprestación en dinero. En apariencia, se
asemeja al contrato de trabajo, pero se diferencia por el carácter autónomo de la
prestación y por su objeto, que consiste en el resultado (la ejecución de la obra
prometida); en el contrato de trabajo existe relación de dependencia, y el objeto es la
prestación misma de la tarea.
Si bien el contrato de trabajo puede tener como objeto la ejecución de una obra, el
trabajador dependiente solo se obliga a efectuar la tarea pero sin asegurar su
resultado, lo que sí ocurre en el contrato de obra y servicios. El contrato de obra
implica para el empresario la asunción de riesgos económicos, ya que se compromete
a alcanzar el resultado a su costa.
169
2. Contrato de sociedad
Uno de los requisitos del contrato de sociedad es la affectio societatis, manifestado
normalmente en los constantes aportes de sus socios, su participación —tanto en las
ganancias como en las pérdidas— y la asunción de los riesgos propios de la empresa.
En cambio, en el contrato de trabajo —si bien existe la cooperación basada en la
buena fe— está limitada, ya que el trabajador dependiente no asume los riesgos de la
empresa ni participa de sus ganancias, siendo retribuido su trabajo por un salario.
3. Contrato de mandato
Antes de la entrada en vigencia del nuevo Cód. Civ. y Com., el contrato de
mandato poseía una doble regulación: por un lado, la brindada por los arts. 1869 a
1985, Cód. Civil; y por otro, la establecida en los arts. 221 a 231, del Cód. Com.
Con la sanción del Cód. Civ. y Com. se unifica la legislación civil y comercial en el
tema contractual y obligacional, y con ello, el tratamiento del contrato de mandato
abandonando la histórica distinción entre mandato civil y comercial.
Conforme lo establece el art. 1319, del Cód. Civ. y Com.: "hay contrato de mandato
cuando una parte se obliga a realizar uno o más actos jurídicos en interés de otra. El
mandato puede ser conferido y aceptado expresa o tácitamente. Si una persona sabe
que alguien está haciendo algo en su interés, y no lo impide, pudiendo hacerlo, se
entiende que ha conferido tácitamente mandato. La ejecución del mandato implica su
aceptación aun sin mediar declaración expresa sobre ella".
A su vez, los arts. 1320 y 1321 distinguen el mandato con representación del
mandato sin representación. En el primer caso, el mandante confiere poder para ser
representado y se aplican las disposiciones de los arts. 362 y ss. del Cód. Civ. y Com.
En el segundo caso, el mandatario actúa en nombre propio pero en interés del
mandante, quien no queda obligado directamente respecto del tercero, ni este
respecto del mandante. El mandante puede subrogarse en las acciones que tiene el
mandatario contra el tercero, e igualmente el tercero en las acciones que pueda
ejercer el mandatario contra el mandante.
Existen casos en que el trabajador dependiente llega a ser mandatario de su
empleador, representándolo jurídicamente, como, por ejemplo, los gerentes u otros
altos empleados. Cuando la LCT, en el art. 21, se refiere a los "actos", lo hace
respecto de cualquier tipo de ellos, por lo cual el mandato forma parte del contenido
del contrato de trabajo en tanto reúna los requisitos de dependencia y pago de la
remuneración.
En el contrato de mandato, las partes se ponen de acuerdo respecto de la
ejecución de la obra, mandato o servicio, pero queda a disposición del mandatario el
modo de cumplir con el mandato. En cambio, en un contrato de trabajo, el
170
dependiente siempre se somete al poder de dirección del empleador y al modo que
determine para su ejecución, careciendo de autonomía.
4. Contrato de agencia
El agente es quien trata negocios comerciales en nombre de otro, sin ser su
empleado. En este contrato, una de las partes (agente, representante o vendedor) —
que gestiona pedidos en forma autónoma— asume el cargo de promover por cuenta
de otro (fabricante) la celebración de contratos en una zona determinada por la venta
de un producto a cambio de un precio establecido en el contrato.
El elemento determinante de este contrato es que el agente tiene su propia
organización de ventas ajena a la del principal, complementándolo en este aspecto.
Si bien el agente debe rendir cuentas de su actuación, no está sujeto a control en
el cumplimiento de sus funciones. Debe poseer sede propia, para lo cual montará
locales, se proveerá de personal necesario, organizará la propaganda de sus
productos y los colocará a su propio riesgo. En el agente no se verifica la dependencia
económica referida a la carencia de medios para su propia organización, justamente
porque los posee.
5. Contrato de concesión
El concesionario es un comerciante independiente que se compromete a vender
en nombre propio solamente productos de una marca determinada en una zona
otorgada por el concedente. La concesión exclusiva otorga al fabricante o productor la
apertura inmediata de un nuevo mercado y la presunción de una organización
dedicada a la comercialización de sus productos.
En cambio, el concesionario espera que este tipo de relación exclusiva atraiga la
clientela de sus productos de marca, generalmente prestigiada, que no vende otro
comerciante. El concedente tiene la posibilidad de reglamentar y controlar el servicio y
el concesionario debe prestar el servicio y soportar dicho control.
Esto no significa una subordinación técnica, económica ni jurídica, sino que el
control se ejerce por medio del dominio que siempre debe tener el concedente sobre
la prestación del servicio; este es el elemento esencial del contrato de concesión.
6. Contrato de distribución
171
El distribuidor es un colaborador autónomo del productor que dirige su
establecimiento y compra al fabricante artículos de consumo masivo para revender a
los minoristas (alimentos). En principio, la diferencia que existe con el contrato de
concesión es la intensidad de las relaciones entre las partes, ya que mientras en el
contrato de distribución el comerciante es autónomo, en el de concesión el
concesionario está más identificado con el comerciante.
En consecuencia, el contrato de concesión requiere más dependencia económica
con el fabricante que el de distribución. La diferencia que existe con el contrato de
agencia es que mientras en este el agente concierta el negocio sin efectuar la
compraventa, en aquella el negocio del distribuidor es la venta a los clientes en su
nombre.
7. Algunos contratos regulados en el Código Civil y Comercial
El nuevo Cód. Civ. y Com. reguló contratos que no están regulados en la
legislación laboral. Por ejemplo, el de obra o servicios, el de transporte, el de agencia,
el de corretaje, el de concesión, franquicia, contratos asociativos, fideicomiso
y leasing.
Franquicia: Se presenta cuando una parte otorga a otra el derecho a utilizar un
sistema destinado a comercializar determinados bienes o servicios bajo el nombre
comercial, emblema o marca del franquiciante, quien provee conocimientos técnicos,
asistencia técnica o comercial.
Está definida en el art. 1512 Cód. Civ. y Com. que dispone lo siguiente: "Concepto.
Hay franquicia comercial cuando una parte, denominada franquiciante, otorga a otra,
llamada franquiciado, el derecho a utilizar un sistema probado, destinado a
comercializar determinados bienes o servicios bajo el nombre comercial, emblema o
la marca del franquiciante, quien provee un conjunto de conocimientos técnicos y la
prestación continua de asistencia técnica o comercial, contra una prestación directa
o indirecta del franquiciado. El franquiciante debe ser titular exclusivo del conjunto de
los derechos intelectuales, marcas, patentes, nombres comerciales, derechos de autor
y demás comprendidos en el sistema bajo franquicia; o, en su caso, tener derecho a
su utilización y transmisión al franquiciado en los términos del contrato. El
franquiciante no puede tener participación accionaria de control directo o indirecto en
el negocio del franquiciado".
El franquiciante es el titular del conjunto de derechos intelectuales, marcas,
patentes, nombres comerciales, derechos de autor.
El art. 1520 Cód. Civ. y Com. afirma que "...Las partes del contrato
son independientes y no existe relación laboral entre ellas". Este contrato favorece los
procesos de tercerización laboral: según el texto no hay responsabilidad laboral por
las obligaciones que surjan de la relación del trabajador tercerizado que, en este caso,
172
habrá contratado con el franquiciado librándose así de responsabilidad al
franquiciante.
Los arts. 1514 y 1515 fijan las obligaciones del franquiciante y del franquiciado Las
partes del contrato son independientes y no hay relación laboral entre ellos:
— el franquiciante no responde por las obligaciones del franquiciado;
— los dependientes del franquiciado no tienen relación jurídica laboral con el
franquiciante sin perjuicio de la aplicación de las normas sobre fraude laboral.
Contratos asociativos: tienen una comunidad de fin (art. 1442). Ello podría ser
utilizada como herramienta para el fraude en una simulada confusión de roles entre
empleador y trabajador.
El art. 1463 Cód. Civ. y Com. dispone que "Hay contrato de unión transitoria
cuando las partes se reúnen para el desarrollo o ejecución de obras, servicios o
suministros concretos, dentro o fuera de la República. Pueden desarrollar o ejecutar
las obras y servicios complementarios y reclamar del incumplidor el resarcimiento de
los daños".
El art. 1467 Cód. Civ. y Com. se ocupa del régimen de solidaridad al sostener que
"Excepto disposición en contrario del contrato, no se presume la solidaridad de los
miembros por los actos y operaciones que realicen en la unión transitoria, ni por las
obligaciones contraídas frente a los terceros".
El art. 1470 Cód. Civ. y Com. se ocupa del contrato de cooperación. Lo define en
estos términos: "Hay contrato de consorcio de cooperación cuando las partes
establecen una organización común para facilitar, desarrollar, incrementar o concretar
operaciones relacionadas con la actividad económica de sus miembros a fin de
mejorar o acrecentar sus resultados".
Cabe recordar que el art. 31 de la LCT dispone que "Siempre que una o más
empresas, aunque tuviesen cada una de ellas personalidad jurídica propia, estuviesen
bajo la dirección, control o administración de otras, o de tal modo relacionadas que
constituyan un conjunto económico de carácter permanente, serán a los fines de las
obligaciones contraídas por cada una de ellas con sus trabajadores y con los
organismos de seguridad social, solidariamente responsables, cuando hayan mediado
maniobras fraudulentas o conducción temeraria".
Como se observa este contrato se vincula al concepto de grupo económico (o
empresas relacionadas).
Respecto de la responsabilidad de los participantes, el art. 1477 Cód. Civ. y Com.
prescribe que "El contrato puede establecer la proporción en que cada miembro
responde por las obligaciones asumidas en nombre del consorcio. En caso de silencio
todos los miembros son solidariamente responsables".
173
Fideicomiso: El art. 1666 lo define del siguiente modo: "Definición. Hay contrato de
fideicomiso cuando una parte, llamada fiduciante, transmite o se compromete a
transmitir la propiedad de bienes a otra persona denominada fiduciario, quien se
obliga a ejercerla en beneficio de otra llamada beneficiario, que se designa en el
contrato, y a transmitirla al cumplimiento de un plazo o condición al fideicomisario".
Lo central aquí es la solvencia ante cualquier situación en la que se tenga que
responder frente a terceros: el patrimonio del fiduciario y del fiduciante, que no haya
sido afectado al contrato, está resguardado.
Sociedad Anónima Unipersonal: El Cód. Civ. y Com. permite la constitución de
sociedades de un solo socio que pueden ser creadas bajo los tipos societarios de
Sociedad Anónima o Sociedad. El único integrante, aporta un capital determinado y
limita su responsabilidad a dicha suma; de este modo se genera un patrimonio distinto
del personal. El socio limita su riesgo a dicho capital y, frente a terceros, responde con
el patrimonio de la sociedad solamente.
Esto puede generar fraude laboral si, por ejemplo, el socio transmite bienes del
patrimonio de la sociedad a su propio patrimonio o viceversa, según las
circunstancias.
Leasing: es aquel por el cual se transfiere al tomador la tenencia de un bien para
su uso y goce contra el pago de un canon y se le confiere la opción de compra,
resultando que la responsabilidad objetiva (art. 1757 que es por el riesgo o vicio de las
cosas) es del tomador o guardián.
XI. TELETRABAJO
1. Introducción
Las llamadas "nuevas tecnologías" —email, Internet, mensajería instantánea,
weblogs, cámaras webs, informática en general, etc.— se han incorporado al espacio
organizacional de la empresa —y a nuestras vidas— desde hace años.
El derecho laboral y la jurisprudencia, hay que reconocerlo, viene haciendo
esfuerzos importantes para adaptarse a esa realidad, aunque en algunos casos se
pierda la noción de la dimensión del fenómeno.
El uso de la tecnología ha generado un crecimiento del empleo; por ejemplo, en
Estados Unidos se pronosticó un aumento del 16% en los empleos disponibles para
los redactores y editores entre 2002 y 2012, del 6,2% para analistas de noticias,
reporteros y corresponsales, del 13,6% para los fotógrafos, del 26,4% para los
editores de película y video y del 21,9% para diseñadores gráficos. En Europa, el
174
sector de filmaciones y producción audiovisual generaba un millón de empleos en
2003, frente a los 850.000 que existían en 1995.
Nos enfrentamos a una realidad que ya nos ha alcanzado: el fenómeno del
teletrabajo, con trabajadores jóvenes que utilizan muchas veces sus propias
herramientas de trabajo (notebooks, micro-pc, netbooks, subnotebooks y laptops,
celulares multifunción, etc.) con software de autor o no provisto por el empresario,
para quienes esos instrumentos representan más que una herramienta de trabajo, un
vehículo de comunicación inmediata con círculos de estudio, amistades y otros
contactos.
2. El teletrabajo como modalidad de prestar servicios
Así es como aparece el teletrabajo que puede definirse como el fenómeno que
consiste en la realización de cierto tipo de trabajos sin la presencia física del
empleador, por parte de personal a su cargo, que se mantiene en contacto con él
mediante la utilización de las tecnologías de la información y la comunicación (TICs).
Las TICs pueden definirse a la vez como aquellas tecnologías que permiten la
adquisición, producción, almacenamiento, tratamiento, comunicación, registro y
presentación de información en forma de voz, imágenes y datos contenidos en
señales de naturaleza acústica, óptica o electromagnética.
Si bien el fenómeno no es nuevo, ya que se podría considerar una especie del
trabajo a domicilio, no puede desconocerse que debido al avance tecnológico antes
apuntado, este modo de prestar servicios presenta desafíos que no siempre pueden
ser atendidos convenientemente por las normas vigentes, que originalmente fueron
concebidas para responder a situaciones planteadas por trabajadores que prestan
servicios con presencia física en la empresa.
Concebido desde el punto de vista tradicional, esta figura viene a desdibujar
algunos de los elementos que tradicionalmente conforman el concepto de
dependencia laboral —subordinación técnica, jurídica y económica— pero se presenta
como una interesante modalidad que ya ha sido adoptada por varias empresas en
nuestro país y que lejos de involucionar crece día a día. Además, no siempre implica
una relación de subordinación; también puede haber teletrabajo autónomo. Ello
depende de los elementos o indicios que en cada caso puntual permitan concluir en
una u otro sentido.
El teletrabajo debe ser interpretado al menos en tres sentidos: 1) como un modo
de organización, en lo que se denomina desarrollo exógeno de la organización que
busca disminuir los costos sin implicar un perjuicio para los recursos humanos, 2)
como una forma de conciliar la vida privada del trabajador con la laboral, dentro de la
denominada responsabilidad social empresaria, y 3) como política sustentable que
implica incluir los grupos vulnerados e introducir una mejora en la reducción de la
175
contaminación ambiental, configurando una política pública así admitida en varios
países como Argentina, Colombia y Costa Rica.
Ver el tema en detalle en Grisolia, Julio A., Tratado de derecho del trabajo y de la
seguridad social, La Ley, 2017, t. 1.
XII. VOLUNTARIADO SOCIAL
Se denomina voluntariado social a la actividad social espontánea llevada a cabo
por individuos solidariamente motivados, en forma autoconvocada o a través de
organizaciones de distinto orden y sin perseguir expectativas de lucro (remuneración o
cualquier otro tipo).
Se trata de una figura jurídica que está ausente en la tipología contractual
específica, donde el comportamiento de las partes puede adoptar algunas
características propias de los vínculos laborales, aunque se trata de situaciones bien
diferenciadas.
Está reglamentado por la ley 25.855 (BO del 8/1/2004), y sus decs. regl. 17/2004
(8/1/2004) y 750/2010 (31/5/2010).
La norma en cuestión establece en su art. 4º que "la prestación de servicios por el
voluntariado... se presume ajena al ámbito laboral y de la previsión social"; por lo cual,
en principio, el desempeño de tareas de este tipo estaría excluido de la presunción
establecida en el art. 23, LCT.
Ver el tema en detalle en Grisolia, Julio A., Tratado de derecho del trabajo y de la
seguridad social, La Ley, 2017, t. 1.
XIII. EMPLEO PÚBLICO
1. Introducción
Siguiendo a Perugini(28) las notas características del empleo público no difieren
sustancialmente de las que podría tener el mismo sujeto con un empleador privado,
en tanto el empleado público se encuentra en una posición jerárquicamente inferior
bajo las órdenes y directivas del principal, y ha sido incorporado en una organización
ajena, a efectos de ceder el resultado del esfuerzo personal a cambio de una
remuneración.
176
Por lo tanto, el empleado público no deja de ser un empleado en relación de
dependencia de la Administración Pública, que por dicha circunstancia comparte
muchas de las características que han hecho del trabajador privado objeto de la
protección de las leyes e, inclusive, se encuentra en una posición de mayor
subordinación que aquellos(29).
De todos modos, y pese a la estrecha relación entre uno y otro, no caben dudas
acerca de que la singular condición del empleador —el propio Estado— imprime a la
relación condiciones que la distinguen de la primera.
Lo hasta aquí expresado, ha determinado en consecuencia que la ley haya
establecido órdenes normativos diferenciados, en función de los cuales el vínculo que
relaciona a la administración con sus empleados resulta ajeno al ámbito del derecho
laboral, propia del derecho público y, como tal, un capítulo del derecho administrativo.
La naturaleza jurídica del empleo público dio lugar a un interesante debate en la
doctrina administrativa, dividida entre:
1) quienes sostienen que se trata de una situación o status estatutario, legal o
reglamentario, por lo cual no se los "emplea" sino que se los "nombra" mediante un
acto administrativo emanado de la autoridad competente, momento a partir del cual
sus derechos y obligaciones se regulan por actos de la administración;
2) quienes reconocen un elemento consensual en la formación del vínculo y una
situación legal o reglamentaria posterior susceptible de ser modificada por la
administración a su solo arbitrio;
3) quienes consideran que se trata de un contrato administrativo.
Pero más allá de estas distinciones, no existen dudas acerca de que el Estado
goza de determinadas prerrogativas, para modificar el status de dichos
trabajadores, incluido la remuneración.
Marienhoff, por su parte, entiende que la razón de la posibilidad de disminuir el
salario hacia el futuro se encuentra precisamente en que se trata de un contrato
administrativo, a cuyo respecto, entre las prerrogativas de la Administración Pública,
está la de modificar el contrato dentro de ciertos límites(30).
Esta postura fue avalada por nuestro más alto tribunal, cuando señaló que "el
Estado se encuentra en posición de variar unilateralmente el contrato, inclusive en lo
concerniente a las funciones que han sido encomendadas al empleado, siempre que
tales modificaciones sean impuestas de modo razonable"(31).
En lo referido a la estabilidad del empleado público, el máximo tribunal ha
reiteradamente reivindicado la validez del instituto de prescindibilidad como una
herramienta necesaria para lograr que la Administración Pública sea eficaz, funcional
y económica; en ese sentido, las previsiones contenidas en el art. 11, ley
25.164, sobre la materia, constituyen un paso importante en orden a la desactivación
177
del precepto constitucional, toda vez que no es dable preponderar el interés individual
por sobre el interés general(32).
2. Régimen del empleo público
El régimen del empleo público se encuentra regulado por la ley 25.164, sancionada
en el mes de septiembre de 1999, en que se aprobó la "Ley Marco de Regulación de
Empleo Público Nacional", que reemplazó las disposiciones de la ley 22.140, y por el
dec. 2031/2006 (BO del 24/1/2007).
El texto de la ley 25.164 debe compatibilizarse con la ley 24.185 de negociación
colectiva en el ámbito de la Administración Pública, por la cual el Estado nacional
afirma el compromiso asumido al ratificar el convenio 154 de la OIT, esto es,
la inclusión de la Administración Pública nacional en el ámbito de la negociación
colectiva, y con las contenidas en el convenio colectivo de trabajo para la
Administración Pública nacional suscripto entre la Unión del Personal Civil de la
Nación y el Estado nacional en el marco de dicha disposición legal, aprobado por el
dec. 66/1999.
Vale aclarar, no obstante, que en principio esta estructura normativa resulta
materia ajena al derecho del trabajo, ya que a pesar de lo previsto en el art. 2º, LCT,
el sometimiento de las relaciones de empleo público al régimen de la convención
colectiva que regula la ley 24.185, como expresamente lo dispone su art. 19, no trae
como consecuencia el encuadramiento del personal en el régimen de contrato de
trabajo.
XIV. EL TRABAJADOR AUTÓNOMO
1. Introducción
Partiendo de lo establecido por el art. 14 de la CN en cuanto consagra que "todos
los habitantes de la Nación gozan de los siguientes derechos conforme a las leyes
que reglamenten su ejercicio; a saber: de trabajar...", a lo que se suma el art. 14 bis,
que dispone: "el trabajo en sus diversas formas gozará de la protección de las leyes"
puede inferirse que, en principio, lo que se protege es el trabajo como tal, sea este
dependiente o independiente.
Ello, por cuanto dicha tutela se lleva a cabo sobre el trabajo y sobre el trabajador y
es de carácter especial, profunda y netamente protectoria, en la medida que el trabajo
178
es considerado uno de los pilares esenciales para el desarrollo de un país y para la
dignidad del hombre.
Ahora bien, cuando la Constitución Nacional establece la protección del trabajo "en
sus diversas formas" luego enumera una serie de derechos especiales: condiciones
dignas y equitativas de labor; jornada limitada; descanso y vacaciones pagados;
retribución justa; salario mínimo vital móvil; igual remuneración por igual tarea;
participación en las ganancias de las empresas, con control de la producción y
colaboración en la dirección; protección contra el despido arbitrario; estabilidad del
empleado público y organización sindical libre y democrática, que están dirigidos a
regular la protección del trabajo dependiente.
Sin embargo, ya se ha hecho referencia a que, desde hace varios años, el derecho
del trabajo viene atravesando una nueva etapa en la que aparecen muchas veces
desdibujadas las notas de la dependencia y donde la brecha entre el
trabajador autónomo y el dependiente se ha acortado de manera considerable. Ello en
gran parte obedece al desarrollo de nuevas tecnologías, a la elevación del nivel de
formación de los trabajadores, a la descentralización productiva, etc.
A partir de lo expuesto, y descartando los supuestos en que se configura fraude,
es interesante analizar qué sucede con el trabajador autónomo en Argentina donde, a
diferencia de lo que ocurre en países como España, Colombia y Venezuela no existe
tratamiento legal específico.
2. El trabajador autónomo en la Argentina
A diferencia de lo que ocurre con el régimen instituido a partir de la existencia de
relación de dependencia, esto es, el sistema de protección del trabajador consagrado
por la Ley de Contrato de Trabajo y sus concordantes y complementarias, el caso del
trabajador autónomo presenta particularidades que merecen un especial tratamiento y
revisión de la regulación en miras al logro de una mayor protección.
Como primera cuestión es importante señalar que se entiende por
trabajador autónomo. Según el diccionario de la Real Academia Española, la
palabra autónomo recibe las siguientes acepciones: "Que tiene autonomía", "Que
trabaja por cuenta propia".
En los casos regulados por la LCT y concordantes, el trabajador dependiente
realiza tareas para los clientes del empleador sin tener contacto frecuente con ellos.
En contraposición, el trabajador autónomo tiene clientes propios y desarrolla su
actividad por su propia cuenta y riesgo, es decir, que no depende de otro para su
desarrollo laboral, no recibe órdenes ni se encuentra sujeto al poder disciplinario de
un tercero.
179
De alguna forma, se puede definir al trabajador autónomo como aquella persona
humana que realiza de forma habitual, personal, directa, por cuenta propia y fuera del
ámbito de dirección y organización de un tercero, una actividad económica o
profesional a título lucrativo, independientemente de que ocupe a trabajadores por
cuenta ajena.
Conforme lo expuesto y en principio, el trabajo autónomo se opone al trabajo
dependiente y entre sus caracteres principales se encuentran: 1) la auto-organización
del trabajo; 2) la asunción de los riesgos derivados de su actividad (ganancias o
pérdidas); 3) trabajo por sí y para sí (por cuenta propia).
Quienes realizan sus tareas bajo estas condiciones se denominan comúnmente
trabajadores independientes, sea que las mismas queden insertas en el ámbito de
una locación civil de servicios o de obra, asuman la posición de comerciantes que
venden los bienes producidos por el empresario (como los concesionarios) o
configuren contratos mercantiles como el de transporte.
Sin embargo, y tal como lo señala Ferreirós(33), nadie puede negar en estos
tiempos la realidad dada por la existencia de trabajo organizado por una persona para
sí misma, pero que mantiene dependencia económica con otro que elípticamente (no
fraudulentamente), recibe la provisión de sus prestaciones de hacer.
En estos casos, nos encontramos frente a profesionales que desarrollan sus tareas
en un lugar propio, auto-organizados, asumiendo sus propias responsabilidades, pero
que aun así mantienen un vínculo obligacional menos oblicuo que el tradicional en
virtud del cual quedan constreñidos a atender clientela de una empresa ajena o
personas que están vinculadas al otro, manteniendo la libertad para sus propios
asuntos, pero en un volumen que genera importante diferencia de tiempo y de dinero.
Existe una marcada dependencia de tipo económico que permite distinguir a este
tipo de trabajadores de los autónomos propiamente dichos, pero que aun así,
mantiene diferencias suficientes como para no entrar dentro de la órbita de protección
del derecho del trabajo.
Es el típico caso de los médicos que pueden tener pacientes propios y atenderlos
en su consultorio privado pero a la vez prestar sus labores para una clínica o
sanatorio y percibir por dichas tareas la parte más importante de sus ingresos.
En estos casos, existe una suerte de dependencia de tipo económica porque el
mayor ingreso nace del pago que realiza el sanatorio y, por otra parte, por más que la
organización y el riesgo sean propios, siempre existe un importante margen de
enajenación de libertad, que se advierte, por ejemplo, en no poder negar atención a
los pacientes de la clínica, en fijar determinados cobros, en llevar a cabo guardias,
etc.
Ver el tema en detalle en Grisolia, Julio A., Tratado de derecho del Trabajo y de la
Seguridad Social, t. 1, La Ley, 2017. Asimismo, todos los años se realiza el Congreso
180
del Trabajador Autónomo organizado por el IDEIDES (UNTREF) y ARTRA
(www.ideides.com, www.congresosartra.com).
PRÁCTICA LABORAL. MODELOS
1. Telegrama para solicitar aclaración de la situación laboral
Ante negativa de tareas, intímole plazo dos días hábiles aclare
situación laboral bajo apercibimiento de considerarme despedido
por su culpa.
2. Contestación del empleador que niega la relación
Rechazo por malicioso e improcedente su telegrama nro. [...].
Niego existencia de vínculo laboral. Lo exhorto a abstenerse de
formular reclamos improcedentes.
3. Contestación del empleador que aduce otro vínculo
Rechazo por malicioso e improcedente su telegrama nro. [...].
Niego existencia de vínculo laboral. Usted fue contratado a fin de
efectuar una tarea determinada consistente en [...]. Entre nosotros
medió un contrato de locación de servicios.
4. Telegrama para considerarse despedido
Rechazo su telegrama nro. [...] por temerario, improcedente y
malicioso. Entiendo su actitud como una pretensión de desvirtuar
su responsabilidad e incumplimiento provocando un fraude laboral.
Me considero gravemente injuriado y despedido por su exclusiva
culpa. Intímole para que dentro de dos días hábiles abone
la indemnización por antigüedad, preaviso, vacaciones, aguinaldo y
horas extras trabajadas no abonadas, bajo apercibimiento de
accionar judicialmente.
JURISPRUDENCIA
181
1. Contrato de trabajo. Ejecución en país extranjero
La CS, en autos "Willard, Michael c. Banco de la Nación
Argentina s/despido", 13/9/2011, resolvió que debe aplicarse la ley del
lugar de ejecución, y no la ley argentina, a la relación de carácter
laboral habida entre el Banco de la Nación Argentina y quien se
desempeñó prestando servicios en una sucursal situada en
el extranjero, sin cumplir tareas para la citada entidad bancaria dentro
de la República Argentina, con sustento en la previsión del art. 3º, ley
20.744 de Contrato de Trabajo, que erige como base normativa el
principio de la lex loci executionis, al consagrar la regla según la cual
la citada ley 20.744 rige todo lo relativo a la validez de derechos y
obligaciones de las partes, sea que el contrato se haya celebrado
dentro o fuera del país, siempre que se ejecute en la República
Argentina, precepto que se constituye en una norma de
derecho internacional privado que tiene su correlato con el art. 1210,
Cód. Civil, en cuanto aplica el derecho del lugar de ejecución a los
contratos celebrados en la República Argentina cuando deban tener su
cumplimiento fuera de ella.
En los supuestos de trabajos cumplidos en distintos ámbitos
territoriales— en el caso, el trabajador prestó servicios en Italia—, que
tienen como punto de conexión la particularidad de que el contrato se
celebró en la República Argentina, debe aplicarse la ley del principal
lugar de aplicación —teoría de la "irradiación de la empresa"— y, en
caso de duda, del que tenga el derecho más favorable por aplicación
del art. 9º de la ley 20.744 (sala 7ª, 22/12/2015, "Espinosa, Gustavo
Carlos c. Marítima Maruba SA [antes Maruba SCA] y otros").
El hecho de que parte de los contratos hayan sido suscriptos por la
casa matriz de la demandada no impide la aplicación del art. 12 de la
LCT, toda vez que el actor prestó servicios en la República Argentina
durante toda la relación laboral y los beneficios convenidos en tales
contratos guardan vinculación con su desempeño laboral, por ello
teniendo en cuenta las circunstancias descriptas, y que la relación
laboral se extinguió en nuestro país, corresponde la aplicación del
ordenamiento jurídico argentino por disposición del art. 3º de la LCT,
criterio que resulta coincidente con la solución adoptada por el art.
1209 del Cód. Civil (sala 6ª, 18/11/2014, "Wior, Mauricio Elias c.
Bellsouth Southern Cone Inc. y otros").
182
2. Contrato sin relación de trabajo
La prestadora de servicios de salud y el profesional que los prestaba
en forma autónoma no se encuentran vinculados por una relación de
dependencia, si se observa que la demandada era ajena al pago y
fijación de honorarios de aquel (del dictamen de la Procuradora Fiscal
que la Corte hace suyo) (CS, 14/7/2015, "De Aranoa, Fernando
Eduardo c. Federación de Círculos Católicos de Obreros").
El
control
de
la
prestación
en
los
contratos
de
colaboración autónomos con profesionales de la salud no debe
confundirse con una relación jurídicamente subordinada —art. 23 de la
LCT—, pues en estos vínculos hay una intromisión o injerencia del
titular del interés sobre quien realiza la colaboración, la que está
destinada a precisar el objeto del encargo; y tal injerencia es distinta
de la dependencia laboral, ya que esta última no se limita al objeto del
encargo, sino que alcanza al elemento personal, al trabajador, que
está jurídicamente subordinado (del voto del Dr. Lorenzetti). Era ajena
al pago y fijación de honorarios de aquel (del dictamen de la
Procuradora Fiscal que la Corte hace suyo) (CS, 14/7/2015, "De
Aranoa, Fernando Eduardo c. Federación de Círculos Católicos de
Obreros").
La prestadora de servicios de salud y el profesional que los prestaba
en forma autónoma —en el caso, un anestesiólogo— no se
encuentran vinculados por una relación de dependencia, si se observa
que la demandada era ajena al pago y fijación de honorarios de aquel
(del dictamen de la Procuradora Fiscal que la Corte hace suyo) (CS,
19/2/2015, "Cairone, Mirta Griselda y otros c. Sociedad Italiana de
Beneficencia en Buenos Aires - Hospital Italiano").
La prestadora de servicios de salud y el profesional que prestaba
servicios en forma autónoma —en el caso, un anestesiólogo— no se
encuentran vinculados por una relación de dependencia si se observa
que la demandada era ajena al pago y fijación de honorarios de aquel
(de la sentencia de la Corte según la doctrina sentada en "Cairone" —
19/2/2015; LLO— al cual remite) (CS, 19/2/2015, "Pastore, Adrián c.
Sociedad Italiana de Beneficencia en Buenos Aires - Hospital
Italiano").
183
La pretensión de la actora resulta inatendible, en cuanto esgrime que
la realización de una medida meramente preparatoria previa al inicio
del vínculo contractual como es el examen médico preocupacional
pueda ser entendida como una pauta concreta de su existencia que
genere obligaciones para las partes, máxime cuando ninguna prueba
ha producido para acreditar la firma del contrato que invocó (sala 9ª,
5/2/2015, "G., F. G. c. Elektra de Argentina", AR/JUR/24444/2015).
Estando acreditado y no discutido que entre las partes existió una
relación mediante la cual los actores prestaron servicios y que el
vínculo se extendió durante un tiempo suficiente para entender que
debía examinarse la posibilidad de aplicar la presunción del art. 23 de
la Ley de Contrato de Trabajo, la descalificación de la existencia del
contrato no podía fundarse en que los servicios fueron de carácter
profesional sobre la base de la declaración del único testigo que
rescata la versión de los demandados, la cual no se encuentra
corroborada por el resto de los testigos que coincidieron en señalar las
notas de dependencia típicas de un contrato laboral (del dictamen de
la Procuradora Fiscal que la Corte hace suyo) (CS, 4/9/2012, "Wolcoff,
Jorge Alberto y otro c. Amarilla Automotores SA y/o Amarilla Gas SA
y/o quien resulte responsable").
3. Sujetos del contrato de trabajo
3.1. Trabajador
Es trabajador/a subordinado/a quien pone su energía de trabajo a
disposición de otra persona o empresa, quien con su propia
organización hizo converger aquellas energías hasta el logro de los
fines que se propuso alcanzar, resultando indiferente para su
determinación que los interesados la hayan denominado de otra forma
o que, mediante apariencia ajena a su naturaleza, se pretenda excluir
de la tutela de normas de origen público como son las que rigen el
contrato de trabajo en relación de dependencia (arts. 21, 22, 23 y
concs., ley 20.744) (sala 1ª, 30/3/2015, "Barraza, José Luis c. Puebla,
Ana Beatriz y otros").
3.2. Trabajador extranjero
Si bien resulta claro que el art. 53, ley 25.871 prohíbe trabajar a
los extranjeros que residan irregularmente en el país, ya sea por
184
cuenta propia o ajena, al tiempo que veda a las personas físicas y
jurídicas (públicas o privadas) darle ocupación a aquellos, lo cierto es
que estas limitaciones deben considerarse encuadradas en las
previsiones de los arts. 40 y 42, LCT, pues la prohibición de otorgar
ocupación remunerada a un residente ilegal va dirigida siempre a
quien utilice sus servicios en violación a las disposiciones de la ley, en
tanto la finalidad de la norma es evitar que las empresas recurran a la
contratación de extranjeros ilegales con el fin de sustraerse de la
aplicación de normas imperativas (sala 2ª, 22/9/2011, "Benítez Zarza,
Ramón Alejandro c. Casas, Jorge Antonio s/despido").
La CNTrab., sala 7ª, en autos "Quiñónez Martínez, Fernando c.
Pocapoc SA y otro", 8/6/2011, determinó que corresponde que se libre
el cheque para el cobro de indemnizaciones laborales al trabajador de
nacionalidad extranjera que poseía un documento nacional de
identidad apócrifo, si su identidad y la correspondencia con la cédula
de identidad extranjera puede corroborarse mediante un certificado de
nacionalidad expedido por el consulado que acredite que se trata de la
misma persona portadora del DNI.
La CNTrab., sala 2ª, en autos "Ortiz Ramírez, Eugenio c. Céspedes,
Alan J.", 12/10/2010, resolvió que la prohibición de trabajar del
residente irregular no exime al empleador o dador de trabajo del
cumplimiento de las obligaciones emergentes de la legislación laboral
respecto del extranjero, cualquiera sea su condición migratoria.
Contratar a un extranjero implica un contrato prohibido de acuerdo
con lo establecido en el art. 40, LCT, sin embargo, esta prohibición se
encuentra dirigida al empleador, de modo que de ninguna manera
podría afectar los derechos del trabajador (conf. art. 42, LCT) (sala 7ª,
30/6/2010, "Ferreira, Maciel Gabino c. Barutta, Luis Eduardo").
3.3. Socio empleado
La ausencia de formalidades vinculadas a la conformación de la
sociedad demandada no es suficiente para dar sustento a la
pretensión de la actora —quien invocó la existencia de una relación
laboral— para excluir el carácter de socia de esta última ya que solo
puede tener incidencia, tal circunstancia, en cuanto a la relación de la
sociedad con terceros (sala 1ª, 23/12/2002, "Bronstein, Celia c.
Farmacia Frumento SRL y otros", DT 2003-A-549).
185
3.4. Empleador
Para la configuración del pluriempleo no resulta exigible que las
personas integrantes de un grupo económico se encuentren
vinculadas por relaciones de subordinación o que se trate de un
conjunto de carácter permanente ya que, en el marco del art. 26 de la
LCT, el empleador múltiple o plural aparece como una estructura
compleja, de carácter transitorio o permanente, formada por un
conjunto de personas sometidas a una dirección unitaria, a través de
vínculos contractuales o no, y con arreglo a criterios de coordinación,
de subordinación o fórmulas intermedias y más descentralizadas de
centros de decisión (sala 5ª, 30/10/2015, "Ditoto, Jorge Ceferino c.
Maryjet SRL y otros").
La tarea de cuidado de personas enfermas constituye una actividad
especial que desplaza la aplicación del estatuto del empleado
doméstico, y que tampoco puede encuadrarse en la esfera de la LCT,
toda vez que el enfermo no puede ser calificado como empresario en
los términos de los arts. 5º y 26 de la ley 20.744 (sala 6ª, 16/4/2015,
"O., L. A. c. G. W., M. H.").
3.5. Sociedades
Es improcedente considerar que en el caso en que el presidente de
una sociedad se "autocontrató" como dependiente de aquella, existió
un contrato de objeto ilícito en los términos del art. 39 de la LCT pues
no se ha visto perjudicada ni la moral ni las buenas costumbres, y sí
en tal caso podría ser considerado como un contrato de objeto
prohibido en los términos del art. 40 del mismo cuerpo legal, que está
dirigido
al
empleador,
que
como
dijera
asintió
la
mencionada autocontratación del actor (sala 7ª, 29/4/2016, "M., D. y
otros c. ZKL Rodamientos Sociedad Anónima y otro").
3.6. Estado extranjero. Inmunidad diplomática
Los arts. 23 y 24, Convención de Viena prevén que los
Estados extranjeros estarán exentos del pago de impuestos o
gravámenes personales o reales, nacionales, regionales o municipales
con las excepciones establecidas en los distintos incisos del art. 34
antes citado, pero nada dicen acerca de las multas o
agravamientos indemnizatorios dispuestos con claro carácter
186
sancionatorio en la legislación laboral, debiendo entenderse en
atención a la claridad de los preceptos analizados que la exención
aludida se encuentra ceñida a los supuestos de impuestos o
gravámenes, y no a sanciones o multas (en el caso, se reclamaba
sobre las multas impuestas con fundamento en las leyes 24.013 y
25.323) (sala 2ª, 31/3/2005, "López, Lourdes Adelina c. Embajada de
la República Oriental del Uruguay").
La inmunidad estatal se divide en inmunidad de jurisdicción
e inmunidad de ejecución, habiéndose establecido que la renuncia a
la inmunidad de jurisdicción no implica la renuncia a la inmunidad de
ejecución, impidiendo esta última "a los órganos del Estado
condenado por sentencia final en juicio a ejecutar la sentencia que
eventualmente se hubiere dictado contra aquel en jurisdicción local o
foránea ni aplicarle compulsivamente una decisión administrativa" (art.
32, inc. 4º, Convención de Viena sobre Relaciones Diplomáticas
de 1961) (Marzoratti, Osvaldo, "Inmunidad de jurisdicción c. inmunidad
de ejecución", ED del 16/4/2004). La jurisprudencia sentada por la
Corte Suprema de Justicia de la Nación en el caso "Manauta" (Fallos
317:1880), luego receptada por la ley 24.488, se ciñe a la inmunidad
de jurisdicción en sí. En consecuencia, la renuncia a la inmunidad de
ejecución requiere una nueva renuncia expresa, clara e inequívoca
(sala 10ª, 29/4/2004, "Ramos, Silvia c. Taher El Sayed Hazem
Mohamed s/medida cautelar").
De acuerdo con lo dispuesto por la Corte Suprema de Justicia de la
Nación, la limitación al juzgamiento compulsivo de las
organizaciones internacionales, a diferencia de lo que ocurre con los
Estados soberanos, no tiene por fundamento el derecho de gentes,
sino la voluntad común de los Estados parte del tratado constitutivo
(Fallos 322:1905; 323:2418, entre otros). Y en el caso, la accionada,
Comisión Administradora del Río de la Plata goza de inmunidad
jurisdiccional, por cuanto dicho organismo actúa en esta República
regido por el tratado del Río de la Plata y su Frente Marítimo,
aprobado por la ley 20.645 y por el Acuerdo de Sede suscripto
oportunamente entre el gobierno de nuestro país y la comisión
accionada, aprobado por la ley 21.761, que en su art. 3º expresamente
prevé "...La Comisión, sus bienes y haberes, en cualquier parte de la
República Argentina y en poder de cualquier persona, gozarán
de inmunidad
contra
todo
procedimiento
judicial
o
187
administrativo, excepto en los casos especiales en que aquella
renuncia expresamente a esa inmunidad...". Así, en el marco del
acuerdo celebrado, se dispuso la creación del Tribunal Arbitral en lo
Laboral y Administrativo (TALA) para dirimir conflictos de carácter
laboral (sala 8ª, 16/3/2015, "Arias Gonzalo Guillermo c. Comisión
Administradora del Río de la Plata").
3.7. Contrato de trabajo entre familiares
Padre e hijo codemandados revisten la calidad de empleador en los
términos del art. 26 de la LCT y deben ser condenados en forma
solidaria, pues la titularidad de la habilitación del comercio en el que se
desempeñaba el actor estuvo primero a nombre de uno de ellos y
luego del otro y quedó demostrado que ambos se dedicaban a
la explotación del mismo (sala 5ª, 31/3/2014, "C., D. A. c. A., R. E. y
otro").
4. Capacidad de las partes
Si la suma en dólares depositada originariamente en una cuenta
bancaria del Banco Ciudad pertenecía a menores, y fue imposición
judicial que dicha suma no sufriera merma alguna garantizando así los
derechos de aquellos, las diferencias que por la pesificación y luego la
redolarización decididas, así como las tasas de interés aplicadas no
pueden causar ninguna merma en tales sumas. Así, la CS resolvió en
el caso "Emm SRL c. Tía SA" (20/3/2007) que "no puede válidamente
alterarse la sustancia de los bienes cuya custodia se le confió al
banco, en su carácter de depositario judicial...", de tal modo "el capital
debe permanecer incólume, toda vez que cualquier conversión
obligatoria —en tanto se traduzca en una quita— resultaría
confiscatoria y por ello devendría inexorablemente en inconstitucional".
Para más, las diferencias que en definitiva resultaren de los intereses
devengados por el plazo fijo en pesos y los que debieren liquidarse si
el plazo fijo hubiere permanecido en dólares, en caso de arrojar saldos
negativos, deben ser soportadas por la entidad bancaria, en tanto
nunca pueden afectar el capital de autos (sala 2ª, 14/5/2010,
"Targhetta, Laura por sí y en rep. de sus hijos menores c. Consolidar
AFJP SA s/ind. por fallecimiento").
Para accionar invocando la defensa de los intereses de los
trabajadores privados de la libertad ambulatoria la entidad que dijo
188
representar los derechos de aquellos, debe demostrar que cumplió
con las normas legales que expresamente la habilitan para ejercer la
representación, esto es, cuando menos, la simple inscripción gremial
(CS, 10/11/2015, "Sindicato Único de Trabajadores Privados de la
Libertad Ambulatoria c. Estado Nacional - Ministerio de Justicia y
Derechos Humanos de la Nación y otros").
5. Objeto del contrato de trabajo
Del
bloque
de
legalidad
constituido
por
los arts.
38, 40, 42 y 44, LCT surge claramente que el contrato de trabajo
celebrado con un trabajador extranjero en situación de ilegalidad es un
contrato de objeto prohibido. La Ley de Migraciones prescribe que los
empleadores quedarán obligados al pago de los sueldos, salarios y
comisiones al personal al que le hubieran proporcionado trabajo u
ocupación en violación a lo dispuesto en infracción a las normas
migratorias pertinentes (art. 53, ley 22.439). Toda vez que ni el
plenario 193 de la CNTrab., ni la normatividad migratoria pertinente
se expiden
claramente
acerca
de
la
fundabilidad
de
las indemnizaciones derivadas de la extinción del contrato por la
ilegalidad de la situación del trabajador extranjero, desde la dogmática
de las fuentes de jerarquía legal, la regulación contenida en los arts.
42 y 44 de
la LCT,
permiten
sustentar
el
derecho
a
dichas indemnizaciones. (En el caso, la trabajadora de nacionalidad
peruana fue despedida por ser una extranjera ilegal, cuando en
realidad la empleadora estaba en conocimiento de los
trámites iniciados por aquella a los fines de regularizar su situación
migratoria) (sala 5ª, 23/4/2008, "Dávila Guevara Egla Leonor c.
Rovepe SRL").
6. Presunción del art. 23, LCT
El reconocimiento de la prestación, personal de tareas imponía a la
demandada la carga procesal de desvirtuar la naturaleza laboral de la
relación por aplicación de la presunción iuris tantum del art. 23, LCT.
El contrato de trabajo es un "contrato realidad" donde interesan más
los hechos que la simple formalidad documental (principio de "primacía
de la realidad"). No obsta a esta conclusión el hecho de que el actor
haya suscripto un instrumento en el que se califica al vínculo como
contrato de locación de servicios arbitrales. Lo que cuenta es la
189
verdadera situación creada, sin que importe el nombre que las partes
le hayan dado (sala 10ª, 11/6/2015, "Zdonek, José Manuel c.
Asociación del Fútbol Argentino [AFA]").
En el caso, cobra operatividad la presunción contenida en el art. 23,
LCT en especial teniendo en cuenta el carácter personal de los
servicios, así como la extensión y periodicidad, propios de un contrato
de trabajo. Para que no resultara operativa la presunción aludida, la
demandada debió haber acreditado que la actora se desempeñó como
una trabajadora autónoma o que ha actuado sin subordinación de su
parte (sala 6ª, 16/4/2015, "Ossipoff, Lucía Adela c. García
Weeckesser, Mabel Hilda").
Ante el desconocimiento formulado por las demandadas respecto de
la relación laboral, la decisión del actor de romper el vínculo estuvo
justificada y resulta indemnizable, dado que las pruebas testimoniales
producidas alcanzan para confirmar la presunción del art. 23 de la
LCT, avalando la existencia de una relación laboral, ya que dan cuenta
de una dedicación con prestaciones al servicio de otro, a cambio de
una remuneración (sala 7ª, 30/6/2016, "Villareal, Oscar José c. Maycar
SA y otro").
Dado que las partes discrepan acerca de la existencia misma de la
relación y toda vez que de la prueba testimonial puede tenerse por
probado el actor prestó tareas como vigilador en el marco del
emprendimiento empresarial de la firma accionada, resulta de
aplicación la presunción prevista en el art. 23 de la LCT (sala 9ª,
27/5/2016, "Dure, Alejandro Daniel c. Palumbo Administraciones SA y
otro").
Se configura una relación laboral entre un profesional médico y la
obra social demandada si esta reconoció expresamente la prestación
de servicios y no acreditó su carácter no laboral, pues en tal caso
resulta aplicable el art. 23 de la ley 20.744, el que hace presumir
la existencia de contrato de trabajo sin distinguir título, profesión u
oficio alguno (sala 7ª, 26/5/2016, "Tolaba, Héctor Walter c.
OSPECON").
Toda vez que la universidad demandada no logró explicar cuál era la
función formativa, educacional e instructiva que podía depararle para
la capacitación de la trabajadora accionante la atención al público de
190
la biblioteca universitaria, el control de la sala de lectura y el retiro de
los libros de la misma para ubicarlos en los estantes, tareas que
efectuaba todos los días para la emplazada, corresponde concluir que
entre ambos existió un contrato de trabajo y no una pasantía (sala 7ª,
29/4/2016, "Terranova, Silvana Lorena c. Ministerio de Educación de la
Nación y otro").
Si bien la actora sostuvo que la unió un vínculo de carácter
dependiente con el demandado e intenta soslayar el carácter de
empleada del servicio doméstico en favor de su padre que le había
dado aquel, no existe prueba que evidencie en forma clara
e inequívoca que haya prestado servicios en favor del demandado en
ningún establecimiento en el marco de una actividad empresaria
llevada a cabo por este y por ello no puede considerarse operativa la
presunción del art. 23LCT (sala 2ª, 23/3/2016, González, Marcela
Alejandra c. Ercolessi, Guillermo Javier").
Dado que el accionante, en la prestación de tareas como fletero,
debía acatar órdenes del encargado de distribución de la demandada,
respetar los cronogramas, rutas y horarios brindados por este y utilizar
un logotipo o distintivo, corresponde confirmar el decisorio que
entendió configurada una relación subordinada y dependiente, ello
más allá de que el vehículo sea de propiedad del primero y de que
estuviesen a su cargo los gastos de mantenimiento (sala 7ª,
14/3/2016, "Constantino Pons, Marcelo Fabián c. I Flow y otros").
El contrato de franquicia invocado por la firma franquiciante a los
fines de eximirse de las obligaciones derivadas del despido de un
trabajador que habría prestado servicios para una de las empresas
franquiciadas, resulta inoponible al dependiente, en tanto se acreditó
que ambas sociedades intercambian sus domicilios circunstancia que
deja a las claras la existencia de una intermediación laboral destinada
a sortear obligaciones legales laborales la primera (sala 7ª, 29/2/2016,
"Loureiro, Enrique Santiago y otro c. Pronto Wash SA y otro").
Si bien la demandada pretendió enmarcar la contratación de un
ejecutante musical en la ley 14.597, corresponde otorgar carácter
laboral a la relación que unió a las partes, pues fue aquella quien
acreditó la existencia de una prestación de servicios activando la
presunción legal del art. 23 de la ley 20.744, sin que haya
191
circunstancias de hecho ni derecho capaces de contrarrestar la calidad
de contrato de trabajo presumida por la ley (sala 8ª, 22/12/2015,
"Barbeito, Osvaldo c. Quetra SA").
El reconocimiento de la prestación, personal de tareas imponía a la
demandada la carga procesal de desvirtuar la naturaleza laboral de la
relación por aplicación de la presunción iuris tantum del art. 23LCT. El
contrato de trabajo es un "contrato realidad" donde interesan más los
hechos que la simple formalidad documental (principio de "primacía de
la realidad"). No obsta a esta conclusión el hecho que el actor haya
suscripto un instrumento en el que se califica al vínculo como contrato
de locación de servicios arbitrales. Lo que cuenta es la verdadera
situación creada, sin que importe el nombre que las partes le hayan
dado (sala 10ª, 11/6/2015, "Zdonek José Manuel c. Asociación del
Fútbol Argentino [AFA]").
7. Presunción del art. 57, LCT. Silencio del empleador
La empleadora tenía la obligación legal de expedirse en término con
relación al otorgamiento efectivo de tareas que el trabajador solicitó a
través de una carta documento y de acuerdo con los arts. 918 y 919
del Cód. Civil de Vélez Sarsfield y art. 263 del Cód. Civ. y Com., su
silencio durante los dos días subsiguientes a la recepción de
la intimación (conf. art. 57LCT), debe ser entendido como
una expresión tácita de su voluntad de reconocer la existencia de los
hechos en virtud de los cuales se le había formulado el reclamo (sala
2ª, 23/3/2016, "Aldao, Julio César c. Viczon SA").
El despido indirecto en que se colocó el trabajador es injustificado si,
ante la intimación que efectuó para que se aclarara su situación
laboral, no esperó la respuesta de su empleador, quien respondió al
tercer día de notificarse del requerimiento y rechazó la negativa de
tareas y lo instó a retomarlas, por lo que no se configuró el supuesto
de silencio previsto por el art. 57 de la LCT (sala 1ª, 16/7/2015,
"Scolari, María José c. Zito, Diego Alberto").
Cobra plena virtualidad lo previsto en el art. 57 de la LCT, en orden a
la intimación cursada oportunamente por el actor denunciando su
despido verbal y la falta de registración del vínculo de trabajo, ya que
la demandada no acreditó haber contestado la misma (sala 8ª,
15/4/2015, "Poles, Claudio Daniel c. Mapfre Argentina Seguros SA").
192
La sentencia que entendió configurado un despido indirecto por
negativa de tareas debe confirmarse si, ante la intimación fehaciente
del trabajador para que la empleadora aclare su situación laboral, esta
guardó silencio, pues en tal caso, se tornó operativa la presunción del
art. 57 de la ley 20.744, lo que conduce a tener por cierta la
causal invocada (sala 5ª, 20/3/2015, "Rodríguez, Fernando Javier c.
Prosegur SA y otro s/accidente - acción civil").
8. Empleo público
Probada la prestación de servicios subordinados a favor del Estado y
descartada la existencia de una auténtica locación de servicios como
trabajo autónomo, no resulta aplicable la doctrina asentada por la CS
en el caso "Leroux de Emede, Patricia c. Municipalidad de la Ciudad
de Buenos Aires", puesto que el propio Estado no ha respetado el
principio de legalidad al que debe someterse al contratar personal,
desconociendo las normas que regían dichas contrataciones y
realizando un uso fraudulento de figuras contractuales que dejan a los
trabajadores al margen de la estabilidad del empleado público y privan
del derecho de gozar de la protección contra el despido arbitrario (sala
6ª, 6/12/2011, "Cerigliano, Carlos Fabián c. Gobierno de la Ciudad
Autónoma de Buenos Aires U. Polival. de Inspecciones Ex Direc. Gral.
de Verif. y Control").
En tanto con su inobservancia de la legislación que regula el empleo
público la demandada impidió al actor gozar de la estabilidad en el
empleo y del derecho a la carrera administrativa, no corresponde
beneficiarla al momento de la rescisión del contrato con una normativa
que no fue pensada para indemnizar el despido arbitrario, como lo es
el art. 11 de la ley 25.164, sino establecida para compensar la baja de
la que puede ser objeto el personal permanente, en virtud de la
reestructuración de organismos o cargos, y por ello previo a
ser indemnizado, dicho personal tiene derecho a quedar en
disponibilidad durante un mínimo de 6 meses y un máximo de 12
meses, percibiendo remuneración, y con aptitud para ser convocado a
la cobertura de vacantes que se produzcan. El trabajador que no fue
beneficiado como personal permanente a pesar de su extenso
desempeño; y la rescisión de su contrato de trabajo resultó ser un
despido arbitrario, debe ser indemnizado conforme lo establecido por
la LCT, en tanto es ese el ordenamiento que reglamenta la que
193
corresponde aplicar para el despido arbitrario conforme art. 14 bis, CN
(sala 7ª, 31/8/2011, "Criado, Alberto c. Estado Nacional y otros").
La aplicación al caso de los parámetros indemnizatorios de la LCT no
causa gravamen económico a los apelantes puesto que, de ser
seguidas las pautas del precedente "Ramos, José Luis", se alcanzaría
un importe mayor al condenado, en la medida en que debería
aplicarse, en lugar del art. 232, LCT, el párr. 5º, art. 11, de la Ley
Marco de Regulación de Empleo Público Nacional, aprobada por la ley
25.164 (CS, 5/4/2011, "González Dego, María L. c. Ministerio de
Trabajo, Empleo y Formación de Recursos Humanos y otro").
Cuando la contratación es fraudulenta y desprovista de toda
legitimidad, tendiente exclusivamente a cercenar derechos al
trabajador, en oposición a categóricos mandatos de la Constitución
Nacional, no puede hacerse valer la voluntad expresada en contratos,
de por sí carentes de validez, y corresponde, en tal situación, aplicar la
norma de rango superior que garantiza a todo trabajador público o
privado un resarcimiento en el supuesto de despido arbitrario A falta
de previsiones legislativas específicas, debe acudirse a una solución
que, por analogía, repare debidamente los perjuicios sufridos por el
trabajador irregularmente contratado por la Administración Pública.
Ante la falta de encuadramiento normativo adecuado al supuesto y
frente a la relación de subordinación y dependencia habida entre las
partes, resulta viable y prudente aplicar por vía analógica el
resarcimiento establecido en el art. 11, Ley Marco de Regulación de
Empleo Público Nacional (ley 25.164) para reparar la intempestiva
e inmotivada interrupción contractual (sala 7ª, 24/2/2011, "Gómez,
Juan J. c. Dirección Nacional de Migraciones").
La CNTrab., sala 10ª, en autos "Bayón, Karina c. Ministerio Público",
12/4/2011, estableció que si no se advierte demostrada la
configuración de ninguna de las situaciones que podrían autorizar al
Ministerio Público a la contratación de la actora como personal
transitorio no permanente, ante su desvinculación corresponde la
aplicación de la indemnización prevista en el art. 11, párr. 5º, Ley
Marco de Regulación de Empleo Público Nacional (ley 25.164),
compuesta por un mes de sueldo por cada año de servicio o fracción
mayor de tres meses, en virtud de tomar como base la mejor
remuneración mensual, normal y habitual percibida durante el último
194
año o durante el tiempo de prestación de servicios, si este fuera
menor.
La CS, en autos "Cerigliano, Carlos F. c. Gobierno de la Ciudad
Autónoma de Buenos Aires - U. Polival. de Inspecciones ex Direc.
Gral. de Verif. y Control", 19/4/2011, dejó sin efecto la sentencia del
tribunal de alzada que había rechazado el reclamo de
las indemnizaciones por despido sin causa del trabajador, con
fundamento en el principio de que quienes no se encuentren
sometidos a la LCT, en tanto desempeñen tareas materialmente
subordinadas y permanentes a favor de la Administración Pública
nacional o local, gozan de la protección conferida por el art. 14 bis,
CN; en el caso, el trabajador suscribió durante siete años diversos
contratos de locación de servicios con el Gobierno de la Ciudad
Autónoma de Buenos Aires.
La CS, en autos "González Diego, María L. c. Ministerio de Trabajo,
Empleo y Formación de Recursos Humanos y otro", 5/4/2011,
determinó que la aplicación al caso de los parámetros indemnizatorios
de la LCT no causa gravamen económico a los apelantes puesto que,
de ser seguidas las pautas del precedente "Ramos, José L.", se
alcanzaría un importe mayor al condenado, en la medida en que
debería aplicarse, en lugar del art. 232, LCT, el art. 11, párr. 5º, Ley
Marco de Regulación de Empleo Público Nacional, aprobada por la ley
25.164.
Carece de la garantía de la estabilidad laboral de los empleados
públicos quien prestaba servicios en un banco estatal, y por ende debe
ser rechazado su pedido de reincorporación luego de ser despedido,
toda vez que se acreditó que se trató de una contratación atípica ya
que su ingreso se dio por la relación personal del accionante con un
miembro del Directorio de la entidad demandada fuera de los
esquemas tradiciones de ingreso al empleo público que se enmarcan
en un régimen objetivo de concurso, lo que trae como consecuencia la
no inclusión en la tutela de estabilidad absoluta que emerge del art. 14
de la CN (sala 2ª, 26/2/2016, "Del Debbio, Hernán Diego c. Banco
Central de la República Argentina").
El régimen de derecho público es aplicable tanto a los supuestos
de incorporación permanente de cuadros de la administración pública,
195
como aquellos del personal contratado y temporario, ello así, dado que
todos los agentes que prestan servicios en favor del Estado quedan
comprendidos en la órbita propia y exclusiva del derecho
administrativo, salvo que se den las hipótesis previstas en el art.
2º, inc. a), de la LCT (sala 2ª, 26/11/2015, "Medina, Elba Beatriz c.
Dirección de Asuntos Históricos del Ejército y otro").
9. Relación de dependencia. Elementos. Notas características
El trabajo en relación de dependencia es un trabajo dirigido. Es decir,
el trabajador pone su fuerza de trabajo a disposición del empleador, y
se somete a sus instrucciones y decisiones, mientras que este último,
se obliga a pagarle una remuneración, y a otorgarle condiciones
dignas de trabajo, de seguridad e higiene. Es decir que existe contrato
de trabajo, cuando se acredita que una persona se desempeñó bajo
subordinación jurídica, técnica y económica, por lo tanto, es
determinante que una persona se inserte en una organización ajena,
cumpla servicios a favor de un empleador, y no sea un empresario. A
su vez, el tipo de subordinación requerida por la ley hoy no resulta
aplicable a todo tipo de vínculo, y ello es así, porque las relaciones en
sí ya no son las mismas. En este caso, la actora fue contratada para
brindar cuidados especiales a una paciente en su respectivo domicilio,
es decir, se insertó dentro de una organización en donde el ámbito de
trabajo no es la sede de una empresa, sino que es el domicilio donde
se encuentra el paciente o anciano, y donde las directivas y las
órdenes de trabajo, no son impartidas por un "empresario", sino por los
familiares que están a cargo del enfermo, o anciano. Por lo tanto, debe
acudirse al concepto de empleador del art. 26, LCT, en el cual no
surge que la condición de empresario sea requisito sine qua non. Por
ello, a pesar de que resulta indiscutible que la LCT se encuentra
estructurada básicamente sobre la base de considerar al trabajador
como un integrante o medio personal de una organización
empresarial, no se puede dejar de soslayar que el trabajador —como
cuidador de enfermo o de ancianos—, debe cumplir un horario, estar
sujeto a directivas, y por ello percibir como contraprestación un salario
y, de esta manera, reúne los tres tipos de dependencia: técnica,
jurídica y económica (sala 3ª, 20/2/2015, "Pettinicchi, María Graciela c.
Tecnolatina SA y otro").
196
Si bien la forma de pago fue instrumentada con la extensión de
facturas por parte de la trabajadora, en virtud del principio de primacía
de la realidad, debe prevalecer lo realmente acontecido sobre lo
documentado por las partes y por ello corresponde entender que las
demandadas actuaron en fraude a la ley laboral disfrazando la
verdadera relación y privando a la trabajadora de sus beneficios (sala
2ª, 26/2/2016, "V., M. L. c. Zumo Natural SA y otros").
Entre una psicopedagoga y un instituto educativo existió una relación
de carácter laboral, pues se acreditó que aquella no organizaba ni
dirigía su actividad, sino que prestaba sus servicios personales
conforme la organización y dirección impuestos por la accionada, sin
asumir riesgo personal alguno y a cambio de una retribución; sin que
obste a ello la circunstancia da que también actuara como
profesional independiente, en la medida que la exclusividad no
constituye un requisito determinante (sala 6ª, 22/12/2015, "Quattrone,
Claudia María c. Instituto Educativo Huellas SA y otros").
La relación que unió al accionante y a la cooperativa de trabajo
demandada no se subsume en la normativa laboral, en tanto se
acreditó que la accionada fue autorizada como cooperativa e inscripta
en el registro correspondiente, a la vez que aquel no logró probar la
configuración de un obrar fraudulento y de una relación de
dependencia (sala 2ª, 30/11/2015, "Guerra, Héctor Oscar c.
Cooperativa de Trabajo Distribuidora de Diarios y Revistas La Recova
L.").
El trabajador debe ser considerado dependiente directo de una
empresa prestadora del servicio de energía eléctrica, al estar
acreditado que cumplía funciones para ella, poseía credenciales de
dicha unidad de negocios, participaba en cursos de capacitación y
utilizaba herramientas de trabajo provistas por aquella, lo cual permite
tener por acreditado que su mano de obra fue utilizada de modo
constante y permanente (sala 7ª, 30/11/2015, "Percivale, Marcelo
Guillermo c. Empresa Distribuidora y Comercializadora Norte SA").
9.1. Inserción en organización económica ajena
La existencia de exclusividad de las tareas efectuadas por un
trabajador —en el caso, panelista de un programa deportivo— no es
una nota esencial para tipificar un contrato de trabajo, pues lo
197
que interesa es determinar si aquel estaba integrado junto con otros
medios personales y materiales a la empresa demandada para el logro
de los fines de esta última (sala 10ª, 30/9/2003, "García Blanco,
Horacio c. Torneos y Competencias SA", DT 2004-B-939).
El ejercicio de una profesión liberal no es obstáculo para que se
perfeccione un contrato de trabajo si las tareas tienen habitualidad y
continuidad, con incorporación a una organización de trabajo que le es
ajena a quien las preste, no siendo la exclusividad un elemento
esencial del contrato en relación de dependencia (sala 7ª, 21/2/2001,
"Parrilla, Luis A. y otros c. Obra Social del Personal Telefónico y otro").
9.2. Subordinación jurídica
Debe reconocerse la naturaleza laboral del vínculo habido entre las
partes, en tanto de las declaraciones de los testigos se desprende que
el actor prestó tareas en el domicilio de la sociedad demandada,
reconocido por ella misma en el responde, circunstancia que junto con
la negativa de la relación laboral, implica la prueba directa de la
subordinación de los servicios, pues estos, en definitiva, se llevaron a
cabo en un ámbito sujeto a un poder jurídico de organización y de
dirección ajeno (sala 6ª, 29/2/2016, "Vega, Jorge Elías c. Sport Box
SRL").
9.3. Supuestos en que no se configura relación laboral
La prestadora de servicios de salud y el profesional que los prestaba
en forma autónoma no se encuentran vinculados por una relación de
dependencia, si se observa que la demandada era ajena al pago y
fijación de honorarios de aquel (del dictamen de la Procuradora Fiscal
que la Corte hace suyo) (CS, 14/7/2015, "De Aranoa, Fernando
Eduardo c. Federación de Círculos Católicos de Obreros").
El
control
de
la
prestación
en
los
contratos
de
colaboración autónomos con profesionales de la salud no debe
confundirse con una relación jurídicamente subordinada —art. 23 de la
LCT—, pues en estos vínculos hay una intromisión o injerencia del
titular del interés sobre quien realiza la colaboración, la que está
destinada a precisar el objeto del encargo; y tal injerencia es distinta
de la dependencia laboral, ya que esta última no se limita al objeto del
encargo, sino que alcanza al elemento personal, al trabajador, que
198
está jurídicamente subordinado (del voto del Dr. Lorenzetti). Era ajena
al pago y fijación de honorarios de aquel (del dictamen de la
Procuradora Fiscal que la Corte hace suyo) (CS, 14/7/2015, "De
Aranoa, Fernando Eduardo c. Federación de Círculos Católicos de
Obreros").
La prestadora de servicios de salud y el profesional que los prestaba
en forma autónoma —en el caso, un anestesiólogo— no se
encuentran vinculados por una relación de dependencia, si se observa
que la demandada era ajena al pago y fijación de honorarios de aquel
(del dictamen de la Procuradora Fiscal que la Corte hace suyo) (CS,
19/2/2015, "Cairone, Mirta Griselda y otros c. Sociedad Italiana de
Beneficencia en Buenos Aires - Hospital Italiano").
La prestadora de servicios de salud y el profesional que prestaba
servicios en forma autónoma —en el caso, un anestesiólogo— no se
encuentran vinculados por una relación de dependencia si se observa
que la demandada era ajena al pago y fijación de honorarios de aquel
(de la sentencia de la Corte según la doctrina sentada en "Cairone" —
19/2/2015; LLO— al cual remite) (CS, 19/2/2015, "Pastore, Adrián c.
Sociedad Italiana de Beneficencia en Buenos Aires - Hospital
Italiano").
Estando acreditado y no discutido que entre las partes existió una
relación mediante la cual los actores prestaron servicios y que el
vínculo se extendió durante un tiempo suficiente para entender que
debía examinarse la posibilidad de aplicar la presunción del art. 23 de
la LCT, la descalificación de la existencia del contrato no podía
fundarse en que los servicios fueron de carácter profesional sobre la
base de la declaración del único testigo que rescata la versión de los
demandados, la cual no se encuentra corroborada por el resto de los
testigos que coincidieron en señalar las notas de dependencia típicas
de un contrato laboral (del dictamen de la Procuradora Fiscal que la
Corte hace suyo) (CS, 4/9/2012, "Wolcoff, Jorge Alberto y otro c.
Amarilla Automotores SA y/o Amarilla Gas SA y/o quien resulte
responsable").
10. Casos dudosos de relación de dependencia
10.1. Trabajador autónomo. Profesiones libres
199
La CNTrab., sala 10ª, en autos "D., O. L. c. Embajada de México",
12/8/2011, resolvió que la calidad de consejero legal y abogado
consultor externo ad honorem para asistir en consultas de la
representación diplomática y/o patrocinar a los extranjeros que le eran
derivados como profesional autónomo, con el pago de honorarios a
cargo de los representados, impide que la relación entre el profesional
y la embajada pueda calificarse como contrato de trabajo, habida
cuenta del carácter honorario de la tarea.
La CNTrab., sala 2ª, en autos "Cardona, Nora O. c. Obra Social
Bancaria Argentina", 11/7/2011, determinó que constituye la prueba
directa de la subordinación la prestación de servicios intuitu
personae de un profesional de la salud a favor de una obra social,
dentro de su establecimiento, con escasa participación en la fijación
del horario y sujeto a las órdenes, directivas e instrucciones de la
entidad, sin recibir directamente de los pacientes la retribución por sus
servicios, aun cuando se suscriba un contrato de locación de servicios
y se haya instrumentado el pago de la retribución a través de recibos o
facturas emitidas por el trabajador.
En el caso de profesionales universitarios el concepto de
"dependiente" queda relegado en razón que los mismos poseen un
conocimiento que es precisamente el que justifica su contratación, por
lo que también se flexibiliza la exigencia al cumplimiento de un horario
determinado. El trabajador acreditó que se desempeñó en tareas
propias de la sociedad demandada, dentro del establecimiento de la
misma, utilizando los bienes que pertenecían a quien se denuncia
como empleadora, para el cumplimiento de sus fines, debiéndose
destacar que una clínica no solo atiende pacientes sino que, como
toda empresa, requiere de una organización instrumental de medios
personales, materiales e inmateriales ordenados bajo una dirección
para el logro de sus fines. Si la relación se da entre un centro de salud
y un médico, no puede sostenerse que las tareas del segundo
sean extrañas al giro empresario de aquella (sala 9ª, 31/3/2011,
"Sturla, Juan C. c. Unidad de Cirugía Plástica de San Isidro SA y
otro").
10.2. Profesionales del arte de curar
200
Nada impide a un profesional liberal desempeñarse total o
parcialmente por cuenta ajena. La subordinación económica no pasa
por el monto de los ingresos del dependiente, sino por el hecho de
trabajar para quien cuenta con los medios de producción. Una cosa es
la libertad en el ejercicio de la función que puede tener un profesional
liberal, en el caso psicóloga y psiquiatra, y otra cosa es
la incorporación a una organización ajena para cubrir una necesidad
que es propia de la misma. Resulta innegable que la tarea de un
admisor encargado de realizar un diagnóstico presunto, indicando el
tipo de tratamiento recomendado y la cantidad de sesiones necesarias
que debían ser autorizadas por un auditor médico, indica la existencia
de relación de dependencia, máxime cuando las tareas eran abonadas
en forma regular y tarifada. Si los profesionales cumplían tareas como
admisores para la obra social demandada, quienes, en definitiva,
debían determinar —desde la especialidad de cada uno— el
diagnóstico presunto del afiliado, el tratamiento a realizar y la
derivación al prestador que ellos consideraban aptos a tal fin, en sus
propios consultorios médicos y en los horarios que ellos mismos
disponían, percibiendo una suma determinada por cada admisión
efectuada, y solo concurrían a la sede de la demandada a una reunión
mensual de supervisión, ha quedado probado que los actores se
desenvolvían con total autonomía en sus actividades (Del voto en
disidencia de la Dra. Fontana). Al quedar evidenciado que los
reclamantes cuentan con una organización profesional propia, que
solo dedican parte de su tiempo para la obra social demandada, que
organizan su trabajo con total libertad y contratan sus servicios en
beneficio propio, no se presentan las notas características de una
relación laboral, tales como la subordinación técnica, económica y
jurídica (del voto en disidencia de la Dra. Fontana) (sala 6ª, 16/4/2009,
"Hanselmann, Luisa E. y otro c. Obra Social del Personal de Dirección
de las Empresas de la Alimentación").
El hecho de cumplir el actor tareas como médico en el
establecimiento de la demandada en la atención de pacientes de esta,
evidencia que no se desenvolvía independientemente de la "unidad
técnica y funcional" de la empresa demandada, sino que —por el
contrario— integraba la misma, aspecto que no luce compatible con el
carácter "autónomo" de las prestaciones que imputó la accionada en
su defensa. Aun cuando la demandada no sea una empresa con fines
de lucro, sino una obra social que cumple con una finalidad pública, no
201
constituye ninguna clase de eximente que altere la naturaleza jurídica
de la relación laboral. La defensa vertida acerca de que el actor
facturaba por los servicios prestados y el argumento de que las sumas
percibidas hubieran sido calificadas de "honorarios", no empece
calificarlo de efectiva remuneración (conf. art. 103, LCT), pues por vía
del principio de primacía de la realidad la naturaleza de los contratos
se determina por el conjunto de presupuestos fácticos que rodean a la
prestación, que en el caso, fue subordinada (arts. 21, 25 y 26, LCT)
(sala 5ª, 10/8/2015, "Literas, Pedro Andrés c. PAMI - Instituto Nacional
de Servicios Sociales para Jubilados y Pensionados y otro").
10.3. Fleteros
Dado que el accionante, en la prestación de tareas como fletero,
debía acatar órdenes del encargado de distribución de la demandada,
respetar los cronogramas, rutas y horarios brindados por este y utilizar
un logotipo o distintivo, corresponde confirmar el decisorio que
entendió configurada una relación subordinada y dependiente, ello
más allá de que el vehículo sea de propiedad del primero y de que
estuviesen a su cargo los gastos de mantenimiento (sala 7ª,
14/3/2016, "Constantino Pons, Marcelo Fabián c. I Flow y otros").
En virtud de las declaraciones de los testigos se acreditó que el actor
transportaba las mercaderías que comercializaba la demandada y se
desempeñaba como chofer en forma habitual y permanente, por ello
resulta aplicable la presunción que emana del art. 23 de la LCT sin
perjuicio de que el pago por las tareas se efectuaba a través de la
presentación de facturas, ya que no surge que aquel fuera titular de
una organización empresarial propia, sino que prestaba de forma
directa, personal e infungible su trabajo (sala 5ª, 29/10/2015, "Mandil,
Gladys Olga y otro c. Vitroblock SA").
10.4. Viajantes. Corredores
La ley 14.456 no es aplicable a los viajantes que se hallen incluidos
en el ámbito de aplicación personal del convenio colectivo de trabajo
308/75, dado que su art. 2º admite expresamente que el régimen del
estatuto citado rige también para los viajantes que vendan servicios. Y,
si bien la norma convencional no menciona específicamente a las
administradoras de fondos de jubilaciones y pensiones por explicables
razones cronológicas (estas no existían cuando se suscribió la
202
convención), corresponde entender que aquella es aplicable a los
viajantes que se desempeñan en estas, dado que la actividad de la
demandada es comercial (venta de servicios de administración de
fondos) y la actividad específica de las promotoras consiste en la
venta de servicios (mediante la afiliación de trabajadores), actividad
que ha sido expresamente contemplada por la norma convencional de
viajantes (sala 5ª, 31/8/2012, "Saslavsky, Graciela Mónica c.
Consolidar AFJP SA").
El juramento que dispone el art. 11 de la ley 14.546, en sí mismo no
es ni decisorio, ni estimatorio, sino un juramento sobre "hechos" del
cual el juez puede apartarse cuando las restantes constancias
acreditan su inexactitud, es decir, es un instrumento para obtener una
presunción iuris tantum de la existencia u ocurrencia de tales hechos.
Así, en el caso la planilla acompañada al inicio fue
desconocida expresamente por la demandada y el actor no acreditó
su autenticidad por otros medios de prueba, lo que sella
definitivamente la suerte adversa de la pretensión. Ante la falta de
demostración fehaciente del nivel salarial resulta aplicable el art.
56LCT que otorga cierta discrecionalidad al juez para que fije la
remuneración de acuerdo con las circunstancias del caso (del voto de
Catardo, en minoría) (sala 8ª, 16/8/2012, "Chapo, Leonardo Gustavo c.
Pesal SA").
Si las tareas del actor no consistían en la concertación de ventas por
nombre o por cuenta del empleador o sus representados, sino en la
realización de tareas de índole técnica y administrativa orientadas a la
presentación de los pliegos con los que la demandada intervino en
diversas licitaciones públicas, resulta evidente que tales tareas no
encuadran en las previsiones de los arts. 1º y 2º de la ley 14.546 y, por
lo tanto, no puede tenerse por acreditada la calidad de viajante
pretendida (sala 10ª, 8/4/2015, "Bertero, Luis Alberto c. Dinatech SA").
La concertación de negocios a que se refiere el art. 1º de la ley
14.546 no significa que el viajante de comercio debe vender el
producto o mercadería de su representado o que deba concluir el
negocio, sino que aquel solo presenta el negocio a su principal para su
aprobación. De ahí que el término "concertar" deba entenderse como
pactar, ajustar, acordar un negocio y no como "concluir", pues esta
facultad usualmente pertenece al principal que acepta la nota de
203
venta. De todas formas, la gestión del empleado debe, por lo menos,
estar dirigida a la venta, es decir, debe permitir la formalización del
contrato respectivo por la sola aceptación del vendedor (sala 5ª,
24/4/2015, "Rivero, Diego c. Corandes SA").
10.5. Trabajo a domicilio
La ley 12.713 no constituye un estatuto que regula de modo integral
la modalidad del trabajo a domicilio pues se trata de una norma de
Policía del Trabajo por lo cual, y sobre la base de lo dispuesto por los
arts. 2º y 9º, LCT, a los trabajadores a domicilio les resulta aplicable el
régimen laboral común. El trabajador a domicilio no es otra cosa que
un dependiente desplazado de la sede de la empresa, que tiene un
lugar fijo para la realización de sus labores, por lo que el vínculo y la
dependencia presentan connotaciones particulares que no son índice
de un trabajo auto-organizado sino de una labor organizada por el
empresario de acuerdo con su propio beneficio. Las disposiciones de
la LCT relativas a la extinción del contrato son aplicables a los
trabajadores a domicilio pues resultan compatibles con la naturaleza y
las modalidades de la actividad, así como con el régimen jurídico al
que se hallan sujetas (sala 3ª, 19/9/2005, "Cardozo, Franco B. V. c.
Hostarco SA").
Al tratarse de una trabajadora a domicilio, en principio la relación se
encontraría regida por la ley 12.713, la cual incluye tanto a los
talleristas calificados de pequeños empresarios, como a los operarios
a domicilio, cuyo desempeño puede o no reunir las características de
una relación dependiente (art. 21, LCT), de modo que solo cuando se
trata de un trabajador en los términos del art. 25, LCT, resultan
aplicables las disposiciones de la LCT, correspondiendo por tanto
desestimar el cuestionamiento formulado con relación a la proyección
de la presunción contenida en el art. 23, LCT (sala 2ª, 2/11/2004, "Lo
Presti, Ángela c. Keizman, Oscar y otro").
10.6. Taxistas
De conformidad con lo dispuesto por el art. 9º, dec. 132/1996 de la
municipalidad de Buenos Aires, el conductor de un automóvil afectado
al servicio puede estar bajo relación de dependencia, tanto del titular
como del mandatario, ello porque la particularidad de la actividad del
servicio público en cuestión, permite que no sean los titulares de las
204
unidades los responsables del giro empresario, ya que el dec.
132/1996 de la municipalidad de la Ciudad de Buenos Aires, al crear el
registro único del Servicio Público de Automóviles de Alquiler con
Taxímetro prevé la figura del mandatario-administrador del servicio
público de taxis, las normas a que debe someterse su inclusión en el
régimen y los recaudos que debe reunir en su carácter de responsable
de la explotación (sala 2ª, 21/5/2001, "Caballero, Evangelista e/rep. de
mi hija C. A. P. c. Broton, Darío").
10.7. Remiseros
El vínculo que unió a las partes debe calificarse como autónomo si el
accionante era el titular del vehículo que conducía, asumía todos los
gastos de la explotación económica del mismo, no existían directivas
precisas a las que aquel debiera subordinarse en relación con los días,
horarios y modo de cumplimiento de la prestación y si el modo y
cuantía de las retribuciones percibidas se pactó de manera tal que por
los viajes realizados debía descontar un 20% que era para la agencia
y el actor se quedaba con el restante 80% (sala 10ª, 30/10/2008,
"Andreoli, Osvaldo Héctor c. Turismo del Carmen SRL").
Una persona física puede incorporarse a una estructura empresarial
ajena, aún con un bien propio como es el vehículo, cuando
compromete sus servicios personales a una organización que lo
convoca, ordena y dirige con miras a producir un bien o prestar un
servicio,
abdicando
de
sus
derechos
básicos
de
libertad, autodeterminación y a la propiedad de los frutos de su labor.
Si el remisero se beneficia guardando para sí el 80% del valor de los
viajes, pagando el 20% al agenciero, en compensación por la
aportación de la clientela, la publicidad, la organización de los viajes y
la organización administrativa del sistema, no resulta posible suponer
que haya enajenado los frutos de su trabajo a favor del agenciero,
puesto que esa proporción de la retribución de su trabajo es
visiblemente indicativa de que se trata de un desempeño por cuenta
propia, en beneficio del mismo remisero, quien solo paga una parte
mínima al agenciero que, por su parte, le presta un servicio que aquel
necesita para desarrollar esa actividad de la que se beneficia en forma
directa y personal (sala 2ª, 25/7/2008, "Giordano, Esteban Gabriel c.
Ger, Viviana Alba").
205
10.8. Otros. Changarín. Docentes. Cuidadores de enfermos.
Guías de turismo. Venta directa. Contrato de trabajo entre
familiares
La CNTrab., sala 10ª, en autos "Guerrero, Eva O. c. Cordero,
Eduardo A. y otro", 9/2/2011, resolvió que el cuidado de enfermos y
ancianos en el domicilio particular permite desvirtuar los efectos de la
presunción de carácter iuris tantum que prevé el art. 23, LCT, a poco
que se aprecie que tal presunción cede frente a las "circunstancias,
relaciones o causas" que hubieran motivado los servicios, máxime
cuando los demandados no conforman una empresa productora de
bienes o servicios como así lo contempla la ley laboral (arts. 5º y 23,
ley cit.).
La CNTrab., sala 8ª, en autos "Ballesillos, Jorge A. c. Jockey Club
Asoc. Civil", 14/10/2010, determinó que el cuidador del vehículo o
"trapito", presta servicios fuera del radio privado del Hipódromo de San
Isidro y que si alguna retribución percibió no fue de la entidad sino de
parte de los concurrentes a los eventos, en virtud de utilizar en
beneficio propio un predio público, por lo que no existió una relación
laboral.
La CCiv. Com. Trab. y Cont. Adm. Villa Dolores, en autos "R., R. M.
c. C., R. H. y otra", 29/11/2010, consideró que el cuidado de una
menor sometida a un tratamiento médico en el ámbito hogareño no
está encuadrado en la LCT ni en el Estatuto de Servicio Doméstico,
sino que la relación existente entre el cuidador y el enfermo —o su
familia— es una locación de servicios regulada por el Cód. Civil, pues
la prestación no fue a favor de una persona titular de una organización
de medios instrumentales, destinados a la producción de bienes o
servicios.
No existe relación de dependencia entre el cuidador de vehículos que
presta sus servicios fuera del radio privado del Hipódromo de San
Isidro, y este último. Ello así, pues la retribución que pudiere percibir
no lo es de parte de la asociación demandada, sino de los
concurrentes a los eventos. El propio cuidador asume el riesgo de la
entrega de los vehículos. Asimismo, la Policía de la Provincia de
Buenos Aires es la encargada del servicio de seguridad estando al
cuidado de la Playa de Estacionamiento y calles internas del
206
Hipódromo (sala 8ª, 14/10/2010, "Ballesillos, Jorge Ángel c. Jockey
Club Asoc. Civil").
Si es posible que las tareas del enfermero profesional en el domicilio
de los pacientes se desarrollen en forma autónoma, es
preciso extremar el cuidado para verificar si se presentan las notas
que tipifican el contrato de trabajo (CS, 30/9/2003, "Mastrotefano de
González Mir, Marta D. c. Roemmers de Mocorrea, Hildegar y otros").
Si la empleadora ha reconocido la prestación de servicios personales
del actor en el ámbito del emprendimiento médico que organiza y
administra —en el caso, como enfermero domiciliario—, se halla
configurado el supuesto que hace operativa la presunción del art. 23
de la LCT (sala 9ª, 29/9/2015, "Gordillo, Claudio Aníbal c. Galeno
Argentina SA").
11. Contrato de trabajo. Diferencia con otros contratos
Para distinguir la locación de obra del contrato de trabajo se deben
considerar la índole y la finalidad del trabajo a cumplir, la asunción de
riesgos respecto del resultado del trabajo y la falta de dependencia
personal, teniendo en cuenta que en el contrato de trabajo
ordinariamente
se
contemplan
prestaciones
repetidas
no individualizadas ab initio, mientras que la locación de obra se limita,
por lo general, a la ejecución de un solo trabajo (en el caso, el actor se
desempeñó durante 19 años en la empresa demandada realizando
tareas de mantenimiento, tanto en la sede central como en sus
distintas sucursales) (sala 6ª, 14/9/2001, "Núñez, Eduardo c. Centro
Automotores SA Renault", DT 2002-A-85).
Aun cuando las partes hayan titulado como "contrato de locación de
servicios" el nexo entre ellas donde se plasmó una relación donde una
como remisero prestaba sus servicios para la otra, agencia proveedora
de dichos servicios, da la pauta acerca de cuál fue la verdadera
naturaleza de dicha relación, la que debe ser interpretada como
la incorporación efectiva de un trabajador a una empresa total o
parcialmente ajena, y que recibe por sus labores una suma
determinada o indeterminada de dinero, o una prestación tal como la
oportunidad de obtener ganancias —art. 23, LCT— (en el caso, una de
las cláusulas del contrato denotaba la obligación de mantener en
óptimas condiciones el vehículo, como también la facultad
207
de inspeccionar y la previa verificación por parte de la empresa) (sala
7ª, 23/8/2005, "Díaz, Carlos R. c. Organización de Remises Universal
SRL").
El contrato de franquicia invocado por la firma franquiciante a los
fines de eximirse de las obligaciones derivadas del despido de un
trabajador que habría prestado servicios para una de las empresas
franquiciadas, resulta inoponible al dependiente, en tanto se acreditó
que ambas sociedades intercambian sus domicilios circunstancia que
deja a las claras la existencia de una intermediación laboral destinada
a sortear obligaciones legales laborales la primera (sala 7ª, 29/2/2016,
"Loureiro, Enrique Santiago y otro c. Pronto Wash SA y
otro s/despido", AR/ JUR/6366/2016).
CAPÍTULO VI - REGISTRACIÓN DEL CONTRATO. EMPLEO NO REGISTRADO Y
DEFECTUOSAMENTE REGISTRADO. SANCIONES Y MULTAS
I. INTRODUCCIÓN
El principal beneficiado por el registro de la relación laboral es el trabajador ya que,
a través del cumplimiento del pago de cargas patronales (contribuciones), e ingreso
de los aportes, accede a los beneficios derivados de la seguridad social, esto es:
jubilación, obra social, acceso al seguro de desempleo en caso de extinción del
contrato de trabajo, entre otros.
Los beneficios derivados del registro del contrato también proyectan sus efectos en
la familia del trabajador, que podrá gozar de la cobertura de salud brindada por la obra
social que a este le corresponda, pago de asignaciones familiares, ayuda escolar
anual, etcétera.
Por último, el ingreso de aportes y contribuciones comúnmente denominados
cargas sociales benefician a la sociedad en general, ya que en nuestro país, el
régimen de la Seguridad Social se sustenta en principios tales como el de la
solidaridad, a partir del cual las cargas sociales que ingresan de parte de un
trabajador en actividad, solventan necesidades ajenas.
208
1. Contenido de las obligaciones a cargo del empleador
A la hora de registrar un contrato de trabajo el empleador tiene que cumplir de
forma conjunta y completa con diversas obligaciones, ya que el cumplimiento parcial
no satisface los requerimientos impuestos por la normativa vigente y lo torna sujeto
pasible de las sanciones legales que se encuentran previstas.
En tal sentido, la Ley Nacional de Empleo 24.013 establece en el cap. I del título II
denominado De la regularización del empleo no registrado, los requisitos que el
empleador tiene que cumplir para que un contrato de trabajo pueda considerarse
debidamente registrado.
Conforme lo expuesto por el art. 7º, ley 24.013, el contrato de trabajo se
considerará registrado cuando el empleador de cumplimiento a los siguientes
requisitos:
a) La inscripción del trabajador en el libro especial del art. 52 de la LCT en la
documentación laboral que haga sus veces, según lo previsto en los regímenes
particulares.
b) La inscripción del trabajador en los registros mencionados en el art. 18, inc. a).
El art. 18 se encuentra en el cap. II del título II de la ley, denominado Del sistema
Único de Registro Laboral y según la norma, dicho sistema único concentrará los
siguientes registros:
1) La inscripción del empleador y la afiliación del trabajador al Instituto Nacional de
Previsión Social, a las cajas de subsidios familiares y a la obra social correspondiente.
2) Inciso derogado por la ley 25.013.
3) El registro de los trabajadores beneficiarios del sistema integral de prestaciones
por desempleo.
A su vez, la ley nacional de empleo ha sido reglamentada por diversas normas
entre ellas, por el dec. 2725/1991 (BO del 26/12/1991) que aclara que los trabajadores
a los que se refiere el cap. 1 del título II de la ley 24.013 son los comprendidos en la
LCT.
Asimismo, indica el decreto que la relación o contrato de trabajo se considerará
debidamente registrada cuando el empleador haya cumplido con los requisitos de
los incs. a) y b) en forma conjunta.
En tal sentido la jurisprudencia ha ratificado ello disponiendo que la exigencia de
registrar la relación laboral en el libro especial del art. 52 de la LCT como también en
el Sistema Único de Registro Laboral no lo es en forma alternativa, sino conjunta (sala
7ª, 29/2/2008, "Parra, Jimena c. Giannatasio, Aída B. y otros").
209
Asimismo, la Ley Nacional de Empleo (24.013), establece que el Ministerio de
Trabajo (autoridad de aplicación) tiene a su cargo el control del cumplimiento de la ley;
por su parte, la ley 25.212 otorga funciones de autoridad central de inspección de
trabajo al Consejo Federal del Trabajo, y la ley 25.877 (BO del 19/3/2004) crea el
Sistema Integral de Inspección del Trabajo y de la Seguridad Social (SIDITySS), cuyo
antecedente es el Servicio Nacional de Inspección de la derogada ley 25.250.
2. Sistema Único de Registro Laboral
El Sistema Único de Registro Laboral fue creado por el dec. 2284/1991, que
eliminó el Instituto Nacional de Previsión Social y las cajas de subsidios familiares.
El objeto fue simplificar el sistema centralizando la información del empleador y de
sus trabajadores y unificar las afiliaciones al ex Instituto Nacional de Previsión Social,
a las ex cajas de subsidios familiares y a las obras sociales y de los trabajadores
beneficiarios del sistema de prestaciones por desempleo.
Actualmente el empleador debe registrar el contrato de trabajo ante la
Administración Federal de Ingresos Públicos (AFIP) —que ha unificado el registro de
los empleadores por medio de la Clave Única de Identificación Tributaria (CUIT) y el
de los trabajadores en la Administración Nacional de la Seguridad Social (ANSeS),
por medio del Código Único de Identificación Laboral (CUIL)— y además ante la obra
social que corresponda al trabajador.
El Sistema Único de Registro Laboral (SURL) consiste en un Código Único de
Identificación Laboral (CUIL) que individualiza a empleadores y trabajadores en sus
relaciones recíprocas y ante todos los organismos vinculados con la administración
del trabajo y la seguridad social.
El CUIL —creado por la ley 24.013— es un instrumento que acredita la identidad
laboral del trabajador dependiente y del empleador. Su asignación es automática
a instancia del trabajador o de su empleador, ante la ANSeS o ante la AFIP. Los
trabajadores extranjeros que no posean DNI pueden obtenerla presentando cualquier
documento que acredite su identidad y fotocopia simple del certificado de residencia.
El CUIL definitivo se asigna agregando un dígito verificador al documento nacional de
identidad, libreta de enrolamiento o libreta cívica del trabajador; CUIL provisorio se
otorga a aquellos que no posean estos documentos.
Los empleadores se identifican con el número asignado por la Dirección General
Impositiva como Clave Única de Identificación Tributaria (CUIT). La Dirección General
Impositiva asigna esa clave al solo efecto de identificar al empleador e ingresar los
aportes sobre la nómina salarial aunque no le corresponda tributar impuestos. Los
trabajadores tienen como CUIL el número de su DNI (disposición 4/1993, BO del
29/12/1993).
210
En consecuencia, las relaciones laborales que no cumplan con los requisitos
legales y reglamentarios expuestos serán consideradas "no registradas"; y si los
cumplen parcialmente, serán encuadradas dentro de la categoría "empleo
defectuosamente registrado" quedando expuestos los empleadores infractores a las
sanciones y multas contenidas en la legislación vigente que serán tratados en el
capítulo siguiente.
II. LIBROS Y DOCUMENTACIÓN LABORAL
De
acuerdo
con
la
normativa
vigente todos
los
empleadores
sin excepción (cualquiera que sea el número de empleados que ocupen) están
obligados a llevar libros.
Los empleadores deben llevar un libro especial, registrado y rubricado en las
mismas condiciones que se exigen para los libros principales de comercio (art. 52,
LCT), el cual debe estar en el lugar de trabajo.
En el ámbito nacional, la omisión de llevar el libro especial del art. 52, LCT o el que
haga sus veces constituye una infracción a las obligaciones formales, que puede
transformarse en una infracción sustancial.
La documentación laboral que el empleador tiene el deber de llevar como garantía
de los derechos del trabajador son elementos formales. La ley sanciona
su incumplimiento al establecer no solo una presunción de certeza a favor de lo que
sostiene el trabajador (art. 55, LCT), sino también que implica un sumario
por infracciones a la ley 25.212 (pueden ser leves, graves o muy graves), la aplicación
de multas y —en casos extremos— hasta la clausura del establecimiento.
1. Principales libros y documentación
Los principales son el libro especial del art. 52, LCT o el que haga sus veces, la
planilla de horarios del art. 6º, ley 11.544 y los recibos de pago (art. 140, LCT).
También debe tener constancia del CUIL, declaración jurada de cargas de familia,
constancia de información de condiciones de seguridad y de recepción de elementos
de protección personal, declaración jurada de la situación previsional del trabajador,
contrato de afiliación entre el empleador y una ART, constancia de opción del
trabajador dentro del sistema previsional, constancia de pago de aportes y
contribuciones sindicales y de la seguridad social.
En el caso de las PyMEs —pequeñas y medianas empresas— se puede optar por
llevar, en lugar del libro exigido por el art. 52, LCT, uno que se denomina Registro
Único de Personal, en el que se deben asentar la totalidad de los trabajadores
211
(cualquiera que sea su modalidad de contratación), y que será rubricado por
la autoridad administrativa laboral competente (arts. 84 y 85, ley 24.467).
Las registraciones contenidas en los libros señalados deben, necesariamente,
tener respaldo documental; por ejemplo, en el caso de las remuneraciones, no es
suficiente que esté registrado su importe y pago, sino que, además, tienen que obrar
en poder de la empresa los recibos de sueldo —firmados por el trabajador— que
otorgan respaldo documental a tal registración. Cuando el hecho registrado tiene
contenido patrimonial se debe registrar también en los libros de comercio.
En términos generales y en virtud de lo establecido en la normativa vigente, amén
de las obligaciones frente a AFIP, los instrumentos que el empleador está obligado a
llevar como garantía de los derechos del trabajador son:
— libro especial del art. 52 de la LCT o el que haga sus veces;
— planilla de horarios del art. 6º de la ley 11.544;
— libro de órdenes para trabajadores encuadrados en la ley 12.981;
— libro de altas y bajas para la actividad gastronómica;
— libro de viajantes de comercio (ley 14.546);
— libro para la actividad rural (ley 22.248 arts. 122 y 123; actualmente rige la ley
26.727);
— libro establecido por la ley 12.713;
— libro para Peluqueros (ley 23.947, art. 6º);
— libro Órdenes para los Trabajadores de Casa de Renta (ley 12.981);
— libro para la actividad bancaria (horas extras) (dec. 1088, art. 10);
— libro de Altas y Bajas para la actividad de la Sanidad (dec. 11.370, art. 8º);
— planillas de horarios para el personal femenino (art. 174 de la LCT y art. 6º, ley
11.544).
1.1. Libro del art. 52, LCT
El libro del art. 52, LCT es un libro o conjunto de hojas visadas o rubricadas por
la autoridad de aplicación (Ministerio de Trabajo), en el que se deben asentar los
datos de identidad de ambas partes y aquellos que identifican la relación laboral.
212
Cuando el empleador tiene varios establecimientos el Ministerio de Trabajo exige
que gestione el pedido de centralización en un solo lugar, o de lo contrario debe
presentar un libro por cada establecimiento, requisito este que no surge de la ley.
1.1.1. Contenido del libro
Los datos a consignar en el libro del art. 52, LCT son: a) individualización íntegra y
actualizada del empleador; b) nombre del trabajador; c) estado civil; d) fecha
de ingreso y egreso; e) remuneraciones asignadas y percibidas; f) individualización de
personas que generen derecho a la percepción de asignaciones familiares; g) demás
datos que permitan una exacta evaluación de las obligaciones a su cargo; h) los que
establezca la reglamentación.
1.1.2. Prohibiciones
Se prohíbe: 1) alterar los registros correspondientes a cada persona empleada; 2)
dejar blancos o espacios; 3) hacer interlineaciones, raspaduras o enmiendas, las
cuales deberán ser salvadas en el cuadro o espacio respectivo, con firma del
trabajador a que se refiere el asiento y control de la autoridad administrativa. Como
esta última exigencia es de cumplimiento prácticamente imposible, bastará, a efectos
de la seriedad de la registración, su conformación por el trabajador si no se efectúa un
asiento rectificatorio; 4) tachar anotaciones, suprimir fojas o alterar su foliatura o
registro. Tratándose de registros de hojas móviles, su habilitación la hará la autoridad
administrativa, debiendo, cada conjunto de hojas, estar precedido por una
constancia extendida por dicha autoridad, de la cual resulte su número y fecha de
habilitación.
Los libros que obligatoriamente deben llevar los empleadores deben ser
habilitados por la autoridad de aplicación (Ministerio de Trabajo), salvo el libro de
viajantes de comercio, que debe ser registrado y rubricado como los libros de
comercio.
El art. 53, LCT, establece que en caso de existir omisiones en los libros, es decir
que carezcan de las formalidades previstas en el art. 52, LCT, o que tengan algunos
de los defectos allí consignados, su validez será valorada por el juez según las
particularidades de cada caso.
Cabe aclarar que las constancias referidas a la fecha de ingreso y de egreso del
trabajador tienen un valor relativo en caso de litigio; esto es así porque provienen
unilateralmente del empleador y fueron consignadas en el libro sin control del
trabajador.
1.1.3. Rúbrica del libro. Autoridad competente
La rúbrica del libro debe efectuarse ante la autoridad administrativa del trabajo y
con anterioridad a su uso, presentando dicho trámite ante el Ministerio de Trabajo que
corresponda de acuerdo con la jurisdicción en la que se encuentra la empresa o
donde posea su sede legal.
213
Los libros rubricados solo podrán ser utilizados en la jurisdicción correspondiente a
la Autoridad que los rubricó; excepto que se hubiera optado por el mecanismo de
centralización, ello, sin perjuicio de su posible utilización como prueba instrumental
ante la justicia o autoridad administrativa en todo el territorio nacional que pudiera
corresponder.
En dichos libros no podrán asentarse trabajadores que se desempeñen en
establecimientos de la misma empresa que se encuentren en otra jurisdicción, salvo
que se opte por la concentración de la rúbrica.
1.1.4. Centralización de la rúbrica. Procedimiento
Conforme lo establece el art. 4º de la res. 168/2002 de la Secretaría de Trabajo, en
caso de que un empleador desarrolle su actividad en más de una jurisdicción, puede
solicitar ante el Ministerio de Trabajo la centralización de la documentación laboral en
un solo establecimiento.
Ver el tema en detalle en Grisolia, Julio A., Tratado de derecho del trabajo y de la
seguridad social, La Ley, 2017, t. 1.
1.1.5. Provincia de Buenos Aires: res. 310/2009 del Ministerio de
Trabajo
Con el dictado de la res. 310/2009 (21/12/2009) se pretende lograr un grado mayor
de control, seguridad y certeza en lo que hace a la rúbrica de documentación laboral.
Se incorpora un mecanismo de trabajo destinado a establecer la forma y el
procedimiento que obligatoriamente deberán cumplir las empresas para llevar
adelante la rúbrica de los elementos de contralor exigidos por la ley laboral.
Ver el tema en detalle en Grisolia, Julio A., Tratado de derecho del trabajo y de la
seguridad social, La Ley, 2017, t. 1.
1.1.6. Libro de sueldos digital
Conforme lo establece la res. gral. 3781 (BO del 30/6/2015), de AFIP a los fines
establecidos por la res. conj. 3669 de AFIP y 941 del MTEySS, los empleadores que
confeccionen el Libro Especial dispuesto por el art. 52 de la LCT, mediante el registro
en hojas móviles deberán emitir dichas hojas vía "Internet" utilizando el
sistema informático denominado "Libro de Sueldos Digital".
1.1.7. Registro unificado
Ver el tema en Grisolia, Julio A., Tratado de derecho del trabajo y de la seguridad
social, La Ley, 2017, t. 1.
1.1.8. Distintos sistemas de habilitación de registros
214
Ver el tema en Grisolia, Julio A., Tratado de derecho del trabajo y de la seguridad
social, La Ley, 2017, t. 1.
1.1.9. Presunción a favor del trabajador: art. 55, LCT
En cuanto a la presunción dispuesta en el art. 55, LCT, que se genera en favor del
trabajador en caso de que la empresa no lleve libros, ni exhiba la documentación
legalmente exigida (arts. 52 y 54, LCT), es necesario aclarar dos cuestiones.
En primer lugar, se trata de una presunción iuris tantum, es decir que puede ser
desvirtuada por prueba en contrario.
En segundo lugar —respecto de su alcance—, se tienen por ciertas las
afirmaciones del trabajador consignadas en la demanda judicial exclusivamente sobre
las circunstancias que deben constar en tales libros; por lo cual, si una empresa no
lleva libros o no registró a una persona, no genera, per se, la presunción de que existe
contrato de trabajo.
1.1.10. Alcances de la presunción
Hay distintos hechos que no se acreditan con la exhibición de los libros; por
ejemplo, la realización de horas extraordinarias y el pago de remuneraciones. Por lo
tanto, la omisión de exhibirlos tampoco puede producir una presunción en favor del
trabajador, es decir que en tal sentido resulta inoperante el art. 55, LCT.
La presunción que prevé el art. 55, LCT solo se proyecta respecto de los datos
enumerados en el art. 52 y carece de operatividad con relación a las horas impagas
trabajadas en exceso de la jornada legal, ya que este tipo de situaciones no constan
en los asientos respecto de los cuales es aplicable la presunción (sala 1ª, 28/4/2003,
"Rolón, Héctor D. c. Souper Troupper SA", DT 2003-B-1542).
Cabe señalar que de por sí las constancias de los libros laborales —aun llevados
en legal forma— no son eficaces para acreditar la cuantía del salario, pues no puede
soslayarse que se trata de registros llevados en forma unilateral por el empresario y,
por lo tanto, inoponibles al trabajador. Para más, en el caso existen otros elementos
de juicio que los contradicen y los registros no son regulares (sala 3ª, 12/7/2004, "De
Piento, Silvana c. Tindery SA").
1.1.11. El libro del art. 52, LCT y las empresas de servicios
eventuales
Conforme lo establece el art. 13, dec. 1694/2006, tanto las empresas usuarias
como las de servicios eventuales deberán llevar una sección particular del libro
especial del art. 52 de la LCT que contendrá los siguientes datos:
— Empresas usuarias: 1) Individualización del trabajador que preste servicios a
través de una empresa de servicios eventuales. 2) Categoría profesional y tareas a
desarrollar. 3) Fecha de ingreso y egreso. 4) Remuneración denunciada por la
215
empresa de servicios eventuales o el importe total de la facturación. 5) Nombre,
denominación o razón social, número de CUIT, número de habilitación y domicilio de
la empresa de servicios eventuales a través de la cual fue contratado el trabajador.
— Empresa de servicios eventuales 1) Individualización del trabajador que preste
servicios bajo la modalidad de contrato de trabajo eventual. 2) Categoría profesional y
tarea a desarrollar. 3) Fecha de ingreso y egreso en cada destino. 4)
Remuneración. 5) Nombre, denominación o razón social, número de CUIT y domicilio
de las empresas usuarias donde fuera destinado el trabajador.
1.2. PyMEs: Registro Único de Personal
El art. 86 de la Ley de PyMEs (24.467) establece que en el Registro Único de
Personal —que pueden optar por llevar las PyMEs en reemplazo del libro exigido por
el art. 52, LCT— quedan unificados los libros, registros, planillas y demás elementos
de control que se señala a continuación:
a) el libro del art. 52, LCT;
b) la sección especial del art. 13, apart. 1, dec. 342/1992 (derogado por dec.
1694/2006, BO del 17/11/2006);
c) los libros de la ley 12.713;
d) el libro especial del art. 122, Régimen Nacional de Trabajo Agrario (actualmente
rige la ley 26.727 y el dec. 301/2013, BO del 22/3/2013).
El art. 87, ley 24.467, dispone que en el Registro Único de Personal se debe hacer
constar el nombre y apellido o razón social del empleador, su domicilio y número de
CUIT; asimismo, deberán ser consignados los siguientes datos: a) nombre y apellido
del trabajador y su documento de identidad; b) número de CUIL; c) domicilio del
trabajador; d) estado civil e individualización de sus cargas de familia; e) fecha
de ingreso; f) tarea a desempeñar; g) modalidad de contratación; h) lugar de
trabajo; i) forma de determinación de la remuneración asignada, monto y fecha de
pago; j) régimen previsional por el cual haya optado el trabajador y, en su
caso, individualización de su administradora de fondos de jubilaciones y pensiones
(AFJP); k) toda modificación que se opere respecto de los datos consignados
precedentemente y, en su caso, la fecha de egreso.
El incumplimiento de las obligaciones registrales previstas en esta sección, o en la
LCT, puede ser sancionado hasta con la exclusión del régimen de la ley 24.467
(PyMEs), además de las penalidades establecidas en las leyes 18.694, 23.771 y
24.013 (art. 88, ley 24.467).
1.3. Libros especiales
En algunas actividades es obligatorio llevar libros especiales, como en el caso del
trabajo marítimo, el trabajo a domicilio y los viajantes de comercio.
216
En otras actividades hay que llevar libretas y planillas de trabajo, como en el
trabajo y aprendizaje de menores (libreta de trabajo), el trabajo a domicilio, los
conductores particulares, el transporte de cosas por la vía pública, el trabajo marítimo
(libreta de embarco) y el trabajo portuario (registro de personal llevado por el ente de
contratación), o "algún documento, licencia o carné" que acredita su inscripción en un
registro de control.
Su ausencia no impide que se apliquen las disposiciones de la ley, estatuto
especial o convención colectiva de trabajo pertinente, no obstante lo cual puede traer
aparejada la aplicación de las sanciones previstas en ellos para el caso.
Los jueces tienen amplias facultades para merituar el valor probatorio de los
registros, planillas y demás elementos de contralor que exijan los estatutos
profesionales y las convenciones colectivas de trabajo.
Por ejemplo, encuadran entre aquellos elementos de contralor, la exigencia de
determinados convenios colectivos que obligan a registrar la asistencia del personal
en tarjetas habilitadas al efecto; o cuando las normas aplicables ordenan —en el caso
de los médicos— asentar en el Registro de Cirugías de una institución, la
identificación del equipo de profesionales que intervengan en una operación, así como
también el comienzo y la finalización del acto quirúrgico.
Por ser llevados unilateralmente por el empleador, su valor probatorio es limitado,
cuando sean invocados en contra del trabajador.
Algunas actividades reguladas por normas específicas requieren que para que el
trabajador las desempeñe cuente con algún documento, carnet o licencia
especial (art. 51, LCT).
Sin perjuicio de ello, los beneficios derivados de las leyes, estatutos o
convenciones colectivas le corresponden a pesar de no contar el trabajador con el
documento pertinente, ya que no se trata de profesiones que requieran para su
ejercicio de un título expedido por autoridad determinada por cuestiones de orden
público.
En el supuesto de los viajantes de comercio, el art. 10, ley 14.546, dispone que los
empleadores que ocupen viajantes de comercio deban llevar un libro especial
registrado y rubricado ante el Registro Público de Comercio (Inspección General de
Justicia) en las mismas condiciones que se exigen para los libros principales de
comercio.
Distinto es el supuesto de las profesiones que exigen título habilitante expedido
por autoridad competente (abogados, médicos, ingenieros, etc.), en cuyo caso
la inexistencia de dicho título —exigido como requisito para la celebración del contrato
de trabajo— trae aparejada su nulidad.
1.4. Planilla de horarios: art. 6º, ley 11.544
217
La planilla de horarios es un papel en el que se consignan los nombres de los
trabajadores y los horarios asignados. Es simple e informal (p. ej., Juan García, lunes
a viernes 9 a 17 hs.).
Su finalidad es facilitar la aplicación de la ley 11.544, que en su art. 6º fija la
necesidad de exhibir la planilla en un lugar visible del establecimiento o en cualquier
otro sitio conveniente, debiendo constar la hora de inicio y fin del trabajo, si este se
realiza por equipo y los descansos que no integran la jornada.
Asimismo, según el art. 197 de la LCT, la distribución de las horas de trabajo será
facultad privativa del empleador y la diagramación de los horarios, sea por el sistema
de turnos fijos o bajo el sistema rotativo del trabajo por equipos no estará sujeta a la
previa autorización administrativa, pero aquel deberá hacerlos conocer mediante
anuncios colocados en lugares visibles del establecimiento para conocimiento público
de los trabajadores.
En cambio, las tarjetas-reloj no pueden ser consideradas documentación
complementaria que deba ser conservada por el empleador, porque no existe tal
obligación legal.
1.5. Planilla de horas extras
En aquellos casos en que el trabajador realiza horas extras, el empleador debe
llevar una planilla de horas suplementarias prevista por la ley 11.544 que en su art.
6º, inc. c) dispone que el empleador deberá inscribir en un registro todas las horas
suplementarias de trabajo hechas efectivo a mérito de lo dispuesto por los arts. 3º, 4º
y 5º de dicha norma.
La planilla de horas extras es muy importante ya que, por ejemplo, si fuese
reconocida por el empleador la realización de horas extraordinarias pero negada su
cantidad, si el empleador fue intimado a exhibir el registro previsto por los arts. 6º, ley
11.544 y 21 de su decreto reglamentario y no lo exhibe, operaría una presunción a
favor del trabajador de que es cierta la cantidad consignada en la demanda,
recayendo sobre el empleador la prueba en contrario.
Si el convenio colectivo que rige la actividad impone el uso de tarjetas reloj como
sistema de control de la jornada laboral, es inadmisible la defensa basada en la falta
de obligación de conservar dicha documentación (mínimamente hasta el plazo de
prescripción), ya que no se trata de un método de control implementado
unilateralmente por el empleador, sino de una obligación convencional que integra el
contrato.
El empleador tiene la posibilidad de optar por un libro encuadernado, o en el caso
de utilizar sistemas de computación o microfilmación, las fichas o planillas deben ser
rubricadas por la autoridad administrativa. En caso de utilizar fichas microfilmadas,
deben ser complementadas con elementos que permitan su visualización y
la inserción de las rúbricas correspondientes.
218
1.6. Recibos de sueldo
Los recibos de sueldo son un comprobante bilateral del contenido esencial de la
relación laboral y la recepción de la remuneración. Libera al empleador por el pago
efectuado y es una radiografía del contrato de trabajo, ya que constan los datos que el
art. 140, LCT, enuncia (ver capítulo "Remuneración").
Asimismo, la LCT otorga al juez la facultad de establecer las remuneraciones del
trabajador en un caso particular. El art. 56 establece que "en los casos en que se
controvierta el monto de las remuneraciones y la prueba rendida fuera insuficiente
para acreditar lo pactado entre las partes, el juez podrá, por decisión fundada, fijar el
importe del crédito de acuerdo con las circunstancias de cada caso".
La norma otorga al juez la facultad de establecer las remuneraciones del
trabajador en los casos en que se controvierta el monto de las remuneraciones y la
prueba rendida resultase insuficiente para acreditar lo pactado entre las partes. Esta
potestad debe ser ejercida con suma prudencia, por decisión fundada en parámetros
objetivos, y solo en aquellos casos en los que de las pruebas arrimadas surja
acreditada la procedencia del crédito pero no su monto. La sujeción de tal prerrogativa
a esa condición se funda en que si el salario no es motivo de controversia, nada
permite que el juez se aparte de ella y tome otra distinta.
1.6.1. Recibos de sueldo en formato digital
Mediante la res. 1455/2011 (18/11/2011) el Ministerio de Trabajo Empleo y
Seguridad Social reglamentó el régimen de autorización a empleadores para emitir
recibos de pago de salarios u otras formas de remuneración al personal en relación de
dependencia, a través de formas electrónicas o digitales, como forma de reemplazo
del soporte en papel utilizado.
A su vez, dicha norma fue complementada por las resoluciones 1362/2012 (BO del
12/9/2012), y 602/2013 (BO del 28/5/2013) del MTEySS.
Ver el tema en detalle en Grisolia, Julio A., Tratado de derecho del trabajo y de la
seguridad social, La Ley, 2017, t. 1.
III. SISTEMA ÚNICO DE LA SEGURIDAD SOCIAL (SUSS)
1. Res. 1891 AFIP (BO del 2/6/2005), res. 2016 (BO del 17/3/2006), res.
2104/2006 (BO del 28/7/2006) y res. 2988 (2010)
1.1. Res. gral. 899 de AFIP
219
La res. gral. 899 de AFIP, del 27/9/2000, publicada en el Boletín Oficial el
2/10/2000 fue dictada como consecuencia de la necesidad de erradicar el alto índice
de incumplimiento de las obligaciones previsionales verificadas de parte de los
empleadores, estableciendo medidas encaminadas a facilitar los procedimientos de
fiscalización y persiguiendo neutralizar toda gestión marginal con el Régimen Nacional
de la Seguridad Social.
Asimismo, con fecha 12/12/2000 se dictó la res. gral. 943 que efectuó
modificaciones a la res. 899.
En términos generales, se establecía mediante las normas un régimen de
registración obligatorio previo al inicio de la relación laboral en el que el empleador
tenía la obligación de informar a la AFIP, con anterioridad al inicio de la relación
laboral o en un plazo no mayor a las 24 horas, el ingreso de trabajadores. A tales
efectos se consideraba como fecha de inicio de la prestación de las tareas la de
comienzo efectivo de la relación laboral, sin distinción de la modalidad de
contratación.
La clave del alta temprana era una solicitud que el empleador debía gestionar ante
la AFIP antes de dar inicio a una relación laboral, bajo apercibimiento de ser objeto de
sanciones y de considerarse inválida la fecha de ingreso que al efecto y en cada caso
el empleador invocase.
De esta manera, cuando se efectuaban inspecciones, el empleador no podía
alegar que estaba tramitando su inscripción.
Ver el tema en detalle en Grisolia, Julio A., Tratado de derecho del trabajo y de la
seguridad social, La Ley, 2017, t. 1.
1.2. Res. gral. 943 de AFIP
La res. gral. 943 de AFIP, dictada el 12/12/2000 y publicada en el Boletín Oficial el
18/12/2000 incorporó medidas tendientes a facilitar la gestión del nuevo sistema
implementado por la res. 899.
Entre otras cuestiones y con el objeto de mejorar el sistema de control, dispuso los
códigos que los empleadores debían utilizar para informar la modalidad del contrato
laboral celebrado, la obra social correspondiente y la aseguradora de riesgos del
trabajo (ART) del nuevo empleado contratado.
1.3. Res. gral. 1891 de AFIP
A fin de cumplir efectivamente los objetivos de la res. gral. 899 y su modificatoria
943 y perfeccionar el sistema, la Administración Federal de Ingresos Públicos —
AFIP— dictó la res. gral. 1891 (BO del 2/6/2005).
220
En razón de la magnitud de las modificaciones, la res. gral. 1891 AFIP dejó sin
efecto a partir del día 1/7/2005, la res. gral. 899 y su modificatoria 943 (art. 28),
estableciendo nuevas obligaciones de información a cargo de los empleadores.
Al día siguiente a la publicación de la res. gral. 1891/2005 se publicó en el Boletín
Oficial la res. conj. 440/2005 MTEySS y 1887/2005 AFIP que crea el Programa de
Simplificación y Unificación en materia de inscripción y registración laboral y de la
seguridad social, con el fin de desarrollar e implementar un trámite único que
reemplace a los que, con finalidades análogas, le requieran a los empleadores las
normas laborales y de la seguridad social. Cumple así con el art. 39, ley 25.877, que
estableció que el Ministerio de Trabajo debía indicar el organismo encargado y los
procedimientos destinados a la simplificación y unificación en materia de inscripción
laboral y de la seguridad social, con el objeto de evitar multiplicidad de trámites ante
los distintos organismos del Sistema Único de la Seguridad Social (SUSS) y el
dispendio administrativo que dicho accionar implicaba para quienes debían informar
los datos solicitados.
En virtud de ello, el art. 5º, res. conj. 440/2005 MTEySS y 1887/2005 AFIP,
dispuso que la Administración Federal de Ingresos Públicos coordinará con los
organismos y entidades involucrados en el sistema registral, la naturaleza de los datos
a requerir a los empleadores a efectos de evitar duplicidades, fruto de lo cual fue el
Acta de Simplificación Registral de fecha 11/5/2005 en el que se definieron los
datos involucrados en el Programa de Simplificación y Unificación Registral.
Ver el tema en Grisolia, Julio A., Tratado de derecho del trabajo y de la seguridad
social, La Ley, 2017, t. 1.
1.4. Res. gral. 2016 de AFIP
Tal como fuera expuesto, la res. gral. 1891 fue actualizada y ordenada por la res.
gral. 2016 (BO del 17/3/2006), en la necesidad de adecuar con criterios de
simplificación normativa un texto actualizado del anterior.
A su vez, esta última resolución fue modificada y/o complementada por diversas
normas, entre ellas: res. gral. 2042 AFIP, res. 730/2006 SRT, res. conj. 716/2006
MTEySS, res. conj. 2097/2006 AFIP, res. gral. 2118 AFIP, res. gral. 2194 AFIP, Nota
Externa 4/2007 AFIP, res. gral. 2688 AFIP y res. gral. 2988 AFIP.
En términos generales, se ampliaron las cargas de información a cumplir por los
empleadores que contratan o extingan contratos de trabajo y de otro tipo, a través del
denominado Registro de Altas y Bajas en Materia de Seguridad Social —"Registro"—,
debiendo registrar no solo las incorporaciones de trabajadores, sino también los
ceses; sea que se trate de trabajadores en relación de dependencia o contratos de
pasantías que se celebren con estudiantes o docentes, debiendo emitir certificaciones
y constancias documentarias que antes no existían.
Ver el tema en detalle en Grisolia, Julio A., Tratado de derecho del trabajo y de la
seguridad social, La Ley, 2017, t. 1.
221
IV. RÉGIMEN ACTUAL: RES. AFIP 2988 (BO DEL 9/10/2010) Y RES.
3399 (BO DEL 9/11/2012). RES. AFIP 4355 (BO DEL 11/12/2018). "MI
SIMPLIFICACIÓN II"
La res. gral. 2988 de AFIP (9/10/2010), crea una nueva plataforma informática
denominada Mi Simplificación II, que agiliza e introduce mejoras en la operatoria del
contribuyente e incorpora nuevos datos que son requeridos por otros usuarios del
sistema, como ser el MTEySS y la ANSeS. La res. gral. 3489/2013 lo denominó
SIMPLIFICACIÓN REGISTRAL.
La res. gral. 2988/2010 dejó sin efecto las res. grales. 1891 texto ordenado en
2006, 2016, 2194, 2042, 2097, 2104, 2186 y 2688 y la Nota Externa 4/2007 (AFIP),
sin perjuicio de su aplicación a los hechos y situaciones acaecidos durante su
vigencia.
A su vez, la res. 2988/2010 resulta complementada por el dec. 1316/2011 PEN y
por la res. 532/2011 ANSeS.
Asimismo, esta resolución modifica y/o complementa a la res. gral. 1891 AFIP, res.
conj. 1887/2005 AFIP, res. conj. 440/2005 MTEySS, res. gral. 2016 AFIP, res. gral.
2042 AFIP, res. conj. 716/2006 MTEySS, res. conj. 2097/2006 AFIP, res. gral. 2104
AFIP, res. gral. 2186 AFIP, res. gral. 2194 AFIP, Nota Externa 4/2007 AFIP y res. gral.
2688 AFIP.
Con este sistema se apunta a sintetizar en un solo trámite el registro de todos los
trabajadores en relación de dependencia mejorando los plazos de su registración y
disminuyendo gastos innecesarios para las empresas.
Se busca con el mismo, facilitar a los contribuyentes y responsables el
cumplimiento de sus obligaciones fiscales.
El programa alcanza a todos los empleadores comprendidos en el SIPA (Sistema
Integrado Previsional Argentino) respecto de cada uno de los trabajadores
que incorporan o desafectan de su nómina salarial, aun cuando se trate de sujetos
cuya modalidad de contratación sea la pasantía.
Asimismo, prevé la obligatoriedad de individualizar los convenios colectivos de
trabajo, la categoría profesional y el tipo de servicio desempeñado por cada
trabajador, así como la boca de pago para el cobro de las asignaciones familiares.
En materia de regularización de contratos irregulares, se dictó el dec. 298/2011
(BO del 30/12/2011) relativo a promoción y protección del empleo, que prevé un
régimen de regularización y normalización del empleo y en materia impositiva,
y exteriorización y repatriación de capitales.
222
Por su parte, la res. gral. 3279/2012 AFIP (BO del 1/3/2012) fija las pautas para
proceder en materia de retención de retribuciones no remunerativas para el personal
en relación de dependencia, y su régimen de información.
1. Plazos
1.1. Altas
Con respecto a las altas a incorporar en el "Registro", el art. 3º de la norma exige
que la comunicación se realice dentro de los siguientes plazos:
1) Hasta el momento de comienzo efectivo de las tareas, sin distinción de la
modalidad de contratación: trabajadores comprendidos en las actividades
enumeradas en el Anexo I (agricultura, ganadería, industria manufacturera,
construcción, comercio, servicios de hotelería y restaurantes, servicios de transporte y
telecomunicaciones, servicios inmobiliarios, enseñanza, etc.).
2) Hasta el día inmediato anterior, inclusive, al de comienzo efectivo de las tareas,
cualquiera fuere la modalidad de contratación: todos los trabajadores no
comprendidos en el Anexo I de la resolución.
1.2. Bajas
En cuanto a las bajas dispone el art. 4º que deben informarse dentro de los cinco
días corridos, contados a partir de la fecha —inclusive— en que se produjo
la extinción del contrato de trabajo, por cualquier causa.
Ver el tema en detalle en Grisolia, Julio A., Tratado de derecho del trabajo y de la
seguridad social, La Ley, 2017, t. 1.
2. Modificaciones a la res. 2988 AFIP (BO del 9/10/2010): res. gral. 3399
AFIP (BO del 9/11/2012)
Ver el tema en detalle en Grisolia, Julio A., Tratado de derecho del trabajo y de la
seguridad social, La Ley, 2017, t. 1.
3. Res. 4355 AFIP (BO del 11/12/2018). "Mi Simplificación II"
La res. gral. 2988 AFIP aprobó el sistema informático "Simplificado Registral", a
través del cual el empleador registra las incorporaciones o desafectaciones de
223
trabajadores a su masa salarial y efectúa modificaciones de datos vinculados a las
relaciones laborales registradas.
La res. gral. 4355/2018 AFIP (BO del 11/12/2018), teniendo en cuenta el avance
tecnológico, modifica dicha resolución e introduce adecuaciones en la
plataforma informática "Mi Simplificación II".
El empleador debe realizar las altas y bajas de trabajadores en el Registro y las
modificaciones de datos y anulaciones por medio del sitio web de la AFIP, utilizando la
modalidad de transferencia electrónica de datos.
Accede al sistema "Simplificación registral" con clave fiscal; el sistema emite un
acuse de recibo por duplicado, el cual tiene para su identificación un número
denominado Registro del Trámite, que puede ser emitido como constancia de
registración de varias operaciones de alta y/o baja de empleados.
Excepcionalmente, en caso de inoperatividad del sistema, se utiliza el formulario
en papel y debe presentar ante la dependencia de la AFIP en la cual se
encuentre inscripto el formulario de declaración jurada F. 885/A. y le entregan un
duplicado.
También la AFIP dio de baja al aplicativo Ingresos Masivos versión 2.0.
V. TRABAJO DECENTE
El art. 7º, Ley de Ordenamiento Laboral 25.877, introduce la concepción de trabajo
decente, al prever que el Ministerio de Trabajo, Empleo y Seguridad Social promoverá
la inclusión del concepto de trabajo decente en las políticas públicas nacionales,
provinciales y municipales.
Para ello dispone que ejecute y promoverá la implementación, articulada con otros
organismos nacionales, provinciales y municipales, de acciones dirigidas a sostener y
fomentar el empleo, reinsertar laboralmente a los trabajadores desocupados y
capacitar y formar profesionalmente a los trabajadores.
Desde hace algunos años la OIT viene profundizando este concepto, que se
refiere tanto a la calidad como a la cantidad de trabajo, y que fuera definido como
"trabajo productivo en condiciones de libertad, equidad, seguridad y dignidad, en el
cual los derechos son protegidos y que cuenta con una remuneración adecuada y
protección social".
En el seno de la OIT le han atribuido los siguientes caracteres: trabajo productivo y
seguro, respecto de los derechos laborales, con ingresos adecuados, con protección
social, con diálogo social, libertad sindical, negociación colectiva y participación.
224
El concepto y su profundización nacen como respuesta al deterioro de los
derechos más elementales de los trabajadores que se registró a nivel mundial durante
la década del 90, como consecuencia del proceso de globalización y la necesidad de
atender la dimensión social de la globalización.
Así, expresaba Somavía en el año 2008 en París que "precisamente, se trata de
un concepto muy importante, el trabajo no es una mercancía ni el ciudadano es solo
un consumidor; dimensiones a las cuales a veces se les reduce. Desde el punto de
vista económico, existe efectivamente un mercado laboral pero para el ser humano, el
trabajo es fuente de dignidad personal, es fuente de estabilidad, es factor de cohesión
social. No podemos reducir el trabajo a su dimensión puramente mercantil, es la razón
por la cual la OIT dice que el trabajo no es una mercancía sino un bien social".
De forma más reciente y con especial enfoque en nuestro país se ha señalado que
"el concepto de Trabajo Decente se basa en el reconocimiento de que el trabajo es
fuente de dignidad personal, estabilidad familiar, paz social, democracias que actúan
en beneficio de todos y crecimiento económico, además de aumentar las
oportunidades de trabajo productivo y el desarrollo sostenible de las empresas. El
trabajo decente refleja las prioridades de la agenda social, económica y política de los
países y del sistema internacional. En un lapso relativamente breve, este concepto ha
logrado consenso mundial entre los gobiernos, empleadores, trabajadores, la
sociedad civil y la comunidad internacional sobre el hecho de que el empleo
productivo y el trabajo decente son elementos fundamentales para alcanzar una
globalización justa, reducir la pobreza y promover un desarrollo equitativo, inclusivo y
sostenible".
A nivel nacional, ya en el año 2003 nuestro país incluyó dentro de los "Objetivos de
Desarrollo del Milenio" el de: "Promover el Trabajo Decente" y en el año 2004 se
acordó la ejecución del Programa Nacional de Trabajo Decente 2005-2007 cuyos
principales objetivos fueron: la integración de políticas económicas y sociales con el
fin de promover la creación de empleo decente el fortalecimiento de las políticas del
MTEySS en materia de empleo y formación, la regularización del trabajo no
registrado, mejora de las condiciones de trabajo y erradicación del trabajo infantil,
junto con la búsqueda de una mejora de los ingresos del trabajo y la ampliación del
sistema de protección social y del seguro de desempleo.
En el año 2008 se firmó un memorándum de entendimiento para la puesta en
marcha en la República Argentina del Programa de Trabajo Decente por País (PTDP)
Argentina 2008-2011 con el fin de dar continuidad al anterior y contemplar, entre sus
prioridades, la de "contribuir a la reducción de la economía informal y del empleo no
registrado".
El Gobierno argentino dispuso que el año 2011 fuese declarado "Año del Trabajo
Decente, la Salud y la Seguridad de los Trabajadores" (según dec. 75/2011).
VI. CERTIFICADO DE TRABAJO REGISTRADO
225
La res. 774/2008 de la Secretaría de Trabajo (BO del 23/7/2008) crea el Certificado
de Trabajo Registrado que otorga el Ministerio de Trabajo, Empleo y Seguridad
Social, con el objetivo de estimular el trabajo registrado a través de la generación y
mantenimiento de empleo genuino.
El Ministerio de Trabajo —según surge de los fundamentos de la resolución— en
la búsqueda de propender al trabajo decente, viene ejecutando el Plan Nacional de
Regularización del Trabajo, realizando fiscalizaciones para detectar y sancionar
situaciones de informalidad laboral y propiciar la registración de los trabajadores y
su inclusión dentro del Sistema Único de la Seguridad Social.
El art. 37 de la ley 25.877 estableció que cuando el Ministerio de Trabajo
verificara infracciones de los empleadores a las obligaciones de la seguridad social,
debe aplicar las penalidades, utilizando la tipificación, procedimiento y régimen
sancionatorio de la AFIP, en sus res. 1779/2004 y 1566/2004 (que regulan la
aplicación de las sanciones por las infracciones relativas a los recursos de la
seguridad social); mediante la res. 655/2005 del Ministerio de Trabajo y su
modificatoria, se estableció un procedimiento para la comprobación y juzgamiento en
todo el territorio nacional de dichas infracciones.
Así creó un modelo de formulario denominado "Certificado de Trabajo Registrado",
que contiene los datos del destinatario y no originará derechos ni expectativas de
derechos a favor del solicitante ni de terceros, como así tampoco producirá el efecto
de interrumpir o suspender plazos de prescripción ni afectará a lo que pudiera resultar
de actuaciones posteriores de fiscalización. Tendrá una validez de 60 días hábiles, a
contar desde la fecha de su emisión.
Los empleadores deberán concurrir a la sede del Ministerio de Trabajo
correspondiente a la jurisdicción en que se encuentre el domicilio social de la empresa
o establecimiento, completar y acompañar la documentación exigida en el formulario
de solicitud correspondiente y constituir domicilio. El Ministerio efectuará una
fiscalización de todos los establecimientos del solicitante.
Como condición previa a la emisión del "Certificado de Trabajo Registrado", en
caso de detectarse trabajadores no registrados en el Sistema Único de la Seguridad
Social, el solicitante deberá regularizar el incumplimiento y acreditar el pago de las
multas que pudieran corresponder y de aquellas que se encuentren pendientes de
pago impuestas por resolución firme.
El Ministerio de Trabajo deberá expedir o denegar el "Certificado de Trabajo
Registrado" dentro de los 10 días hábiles a contar desde que el solicitante haya dado
total cumplimiento de lo exigido en el Formulario de Solicitud. Los Delegados
Regionales y el Director de Inspección Federal del Ministerio de Trabajo están
facultados para emitirlo o denegarlo respecto de empleadores domiciliados en sus
respectivas jurisdicciones.
226
VII. ADMINISTRACIÓN DEL TRABAJO. LEY 25.877
El tema se desarrolla en el capítulo "Multas" y "Derecho administrativo y procesal
del trabajo".
VIII. REGÍMENES DE REGULARIZACIÓN, PROMOCIÓN Y PROTECCIÓN
DEL EMPLEO REGISTRADO. LEY 26.476 (BO DEL 24/12/2008). LEY
26.940 (BO DEL 2/6/2014). PROMOCIÓN DEL TRABAJO REGISTRADO
Y PREVENCIÓN DEL FRAUDE LABORAL
El tema se desarrolla en el capítulo "Régimen de las pequeñas y medianas
empresas (PyMES). Estatutos especiales".
IX. EL TRABAJO NO REGISTRADO COMO PROBLEMÁTICA SOCIAL
El empleo no registrado constituye una problemática central para el mercado de
trabajo argentino, puesto que se trata de aquel tipo de trabajo que no brinda las
condiciones mínimas para que los trabajadores y sus familias puedan llevar una vida
digna y configura una situación precaria que ocasiona serios daños que se proyectan
en el trabajador y en todo el orden económico-social porque genera evasión fiscal y
previsional, competencia desleal entre los empleadores que cumplen y los que no, y
desfinanciamiento del sistema de seguridad social y de los recursos sindicales.
A pesar de la legislación vigente y planes implementados para combatirlo, la
problemática social planteada por el trabajo no registrado ("en negro") sigue siendo
grave. En el primer semestre de 2019 supera el 33%, cifra alta, pero inferior a
la existente a fines del año 2002, en el que había llegado al 44,2%, y a la cifra récord
de 49,5% de mediados de 2003.
A nivel nacional, las provincias del Noreste tienen el índice más elevado de trabajo
no registrado y la Patagonia el más bajo.
En las últimas décadas el trabajo no registrado se había incrementado
considerablemente. A comienzos de la década del 80 era del 18%; al iniciarse la
convertibilidad, del 30%; con el Tequila, del 35%; a fines del año 2000 subió al 38,6%;
alcanzó su mayor nivel histórico con casi 5 millones de trabajadores, a mediados de
2003 (49,5%).
En síntesis, a principios de 2019, además de más de 3,5 millones entre
desempleados y subempleados, están en la informalidad —"en negro"— alrededor de
4 millones de trabajadores en relación de dependencia (en el comercio el 50% del
227
millón ocupado no está registrado), más de 900.000 trabajadoras del servicio
doméstico (sobre 1 millón) y más de 800.000 trabajadores rurales (sobre 1 millón).
Sobre los 4 millones de trabajadores en negro, el 75% —casi 3 millones de
personas— corresponden a empresas que ocupan menos de 20 trabajadores y
perciben un salario un 50% inferior al de los trabajadores registrados (en las
empresas con menos de 10 trabajadores inclusive, la remuneración es inferior a los
salarios básicos de los convenios).
Valorado por actividad, el mayor aumento de trabajo no registrado se verificó en la
construcción, la industria manufacturera, el servicio doméstico y la propia
Administración Pública (diversos planes, "tercerización" y contratos de locación de
servicios).
Teniendo en cuenta que 4 millones de trabajadores en negro representan una
masa salarial anual aproximadamente de 500.000 millones de pesos, y considerando
que sobre esas remuneraciones ni empleadores ni trabajadores pagan cargas
sociales, cabe concluir que el sistema de seguridad social deja de recaudar un monto
mayor a 200.000 millones de pesos anuales.
La situación del trabajador no registrado es de total desprotección: no está cubierto
por la legislación laboral ni de seguridad social y carece de cobertura médicoasistencial para él y su familia, y no tiene derecho al cobro de salario familiar, seguro
de desempleo ni accidentes de trabajo.
Esta falta de registración es un disvalor que se proyecta a todo el orden social,
generando evasión fiscal y previsional, competencia desleal con los empleadores que
cumplen sus obligaciones y pérdida de ingreso de los sindicatos por falta de pago de
las cuotas sindicales.
Desde la segunda mitad del año 2000 fueron dictadas numerosas normas (el tema
se desarrolla en este capítulo) tendientes a generalizar el trabajo por
tiempo indeterminado y propender a su registro (simplificación de requisitos), combatir
el trabajo en negro y el defectuosamente registrado, evitar el fraude laboral, reducir el
desempleo (y el subempleo) y eliminar las formas precarias de contratación,
circunstancias estas que, por un lado, desprotegieron al trabajador y, por otro,
produjeron el desfinanciamiento del régimen de seguridad social.
Entre la legislación más destacada se encuentra la Ley Nacional de Empleo
24.013, la Ley de Pacto Federal del Trabajo 25.212 que otorga funciones de autoridad
central de inspección del trabajo al Consejo Federal del Trabajo, y la ley 25.877 de
Ordenamiento Laboral, que crea el Sistema Integral de Inspección del Trabajo y de la
Seguridad Social.
Asimismo, entre los diferentes planes puestos en marcha se encuentra el Plan
Nacional de Regularización del Trabajo, implementado para incrementar los niveles
de registro laboral, y detectar el trabajo no registrado y parcialmente registrado, las
formas atípicas y encubiertas de relación laboral y la subcontratación "elusiva".
228
Por su parte, el Programa de simplificación registral estructura un sistema
simplificado de inscripción de trabajadores ante los organismos pertinentes, posibilita
la fácil identificación de los empleadores y la fiscalización sobre el cumplimiento de la
normativa vigente.
X. PRINCIPALES NORMAS DICTADAS PARA COMBATIR EL EMPLEO
INFORMAL
Tal como fuera mencionado, entre los principales sistemas y normas
implementadas como mecanismos implementados para combatir en Argentina el
empleo informal se encuentran la ley 24.013,ley 25.212, el art. 1º de la ley
25.323, la ley 25.345 y la ley 26.476.
Ver el tema en detalle en Grisolia, Julio A., Tratado de derecho del trabajo y de la
seguridad social, La Ley, 2017, t. 1.
XI. INSPECCIÓN DEL TRABAJO EN LA ARGENTINA
Ver el tema en detalle en Grisolia, Julio A., Tratado de derecho del trabajo y de la
seguridad social, La Ley, 2017, t. 1.
XII. LAS MULTAS DE LA LEY 24.013
1. Introducción
Tal como ha sido reseñado, la falta de cumplimiento de la normativa laboral y de
seguridad social puede asumir dos formas: el incumplimiento total y el incumplimiento
parcial.
El incumplimiento total se manifiesta cuando el empleador decide omitir el registro
del contrato de trabajo, tanto ante los organismos recaudadores con destino a la
seguridad social como en sus libros contables y de registro de trabajadores.
El incumplimiento parcial, por su parte, se manifiesta respecto de algunos
elementos de la relación laboral a través de cuyo ocultamiento o modificación se
persigue abaratar costos presentes y/o futuros. Así, por ejemplo, registrando una
remuneración inferior a la real percibida por el trabajador, el empleador disminuye los
229
costos mensuales de las contribuciones a la seguridad social que se encuentran a su
cargo y baja los costos de todos aquellos rubros que debe abonar al trabajador
tomando como base para el cálculo la remuneración percibida, por ejemplo, el SAC,
las vacaciones, etc.
La consignación de una fecha de ingreso falsa y posterior a la real también
perjudica al trabajador en la cantidad de días de vacaciones que le corresponden por
año, en la posibilidad de acceder a los adicionales establecidos por los CCT en
función de la antigüedad, a la posibilidad de acceder a determinado cargo o puesto en
función de la permanencia temporal en uno de carácter inferior y previo, etcétera.
2. Incumplimientos sancionados por la ley 24.013
La ley 24.013 sanciona tanto el llamado trabajo en negro, es decir, la falta de
registración del trabajador y del contrato, como el trabajo registrado en forma parcial,
o sea, aquel en que la fecha de ingreso o el salario denunciados no son los
verdaderos.
Lo novedoso de la norma es la implementación de un sistema en virtud del cual se
persigue, en primer término, el cumplimiento de la ley y solo frente a la conducta
reticente del empleador, la sanción económica.
De presentarse alguno de estos casos, el trabajador debe intimar al empleador
para que en el plazo de treinta días normalice su situación. Esta intimación debe ser
realizada por escrito y de forma fehaciente (telegrama o carta documento) mientras
esté vigente el vínculo laboral, consignando en forma precisa cuáles son las
irregularidades en la registración. El plazo se comienza a contar a partir del momento
en que el empleador recibe el telegrama o la carta documento.
Tal como ya fuera expuesto, el art. 47, ley 25.345 (BO del 17/11/2000) —
"antievasión"— modificó el art. 11, ley 24.013 (LNE), introduciendo un requisito
adicional para la procedencia de las indemnizaciones previstas en los arts. 8º, 9º, 10 y
15.
Además de la intimación efectuada en forma fehaciente por el trabajador o la
asociación sindical que lo represente, a fin de que el empleador proceda a
la inscripción, establezca la real fecha de ingreso o el verdadero monto de las
remuneraciones, se debe remitir a la AFIP, de inmediato y, en todo caso, no después
de las 24 horas hábiles siguientes, copia del requerimiento señalado anteriormente.
Esta comunicación es gratuita para el trabajador o la asociación sindical que lo
represente. Ello es así ya que el art. 49, ley 25.345 agregó un nuevo inciso (el d])
al art. 2º, ley 23.789, que establece un servicio de telegrama y carta documento para
los trabajadores dependientes, los jubilados y pensionados que es gratuito para el
remitente.
230
Por ejemplo, si el empleador consignó un salario menor al efectivamente percibido,
en la intimación se debe expresar a cuánto asciende el verdadero; en caso de
resultar incorrecta la registración respecto de la fecha de ingreso, se debe consignar
en el telegrama o la carta documento cuál es la verdadera fecha de ingreso.
Por lo tanto, es requisito insalvable para la operatividad de las indemnizaciones
reclamadas la previa intimación del trabajador al empleador por medio escrito.
En un litigio judicial, la prueba de la realización en tiempo oportuno de
dicha intimación pesa sobre el trabajador, quien debe acreditarlo mediante
prueba instrumental (p. ej., adjuntando al expediente el telegrama o la carta
documento), y —en caso de desconocimiento del empleador— con prueba informativa
(oficio enviado al correo para determinar la autenticidad y recepción del telegrama o la
carta documento).
Además, la norma implementa un sistema de protección para aquel trabajador
que intime a su empleador a fin de que registre o rectifique los reales datos de su
contrato de trabajo, incorporando un período de cobertura que se extiende por dos
años a contar desde la intimación durante los cuales se presume que el despido
obedece a la actitud asumida por el trabajador y salvo prueba en contra, el empleador
debe cargar con la multa especial consagrada en el art. 15, ley 24.013.
Conforme lo expuesto hasta aquí, se entiende que la relación o contrato de trabajo
ha sido registrado cuando el empleador hubiere inscripto al trabajador: a) en el libro
especial del art. 52, LCT o en la documentación laboral que haga sus veces, según lo
previsto en los regímenes jurídicos particulares; b) en los registros mencionados en el
art. 18, inc. a). Las relaciones laborales que no cumplieren con los requisitos fijados
en los incisos precedentes serán consideradas no registradas (art. 7º, ley 24.013).
El dec. regl. 2725/1991 (art. 2º) aclara que los requisitos de los incs. a) y b) deben
cumplirse en forma conjunta. En caso de controversia acerca de si la relación se
encuentra registrada o debidamente regularizada, la carga de la prueba recae sobre el
empleador, y los medios idóneos de acreditación son la constatación en el libro del
art. 52, LCT o "documentación laboral que haga sus veces" (respecto del inc. a]) y
la informativa requerida al SURL (respecto del inc. b]).
2.1. Ausencia total de registro del contrato de trabajo. Art. 8º, LNE
El art. 8º, ley 24.013 se ocupa de los llamados contratos en negro, es decir,
aquellas relaciones laborales que no se encuentran registradas.
Establece que "el empleador que no registrare una relación laboral, abonará al
trabajador afectado una indemnización equivalente a una cuarta parte de las
remuneraciones devengadas desde el comienzo de la vinculación, computadas a
valores reajustados de acuerdo con la normativa vigente. En ningún caso
esta indemnización podrá ser inferior a tres veces el importe mensual del salario que
resulte de la aplicación del art. 245, LCT".
231
La norma en cuestión regula la situación más grave de desprotección en cuanto al
registro de un contrato de trabajo ya que el trabajador cuya relación laboral carece de
registro, literalmente no existe para la empresa ni para terceros como ser los
organismos recaudadores o diversas entidades cuyos beneficios solo se conceden a
aquellos trabajadores que poseen ingresos comprobables.
En estos supuestos, la carga de probar que el contrato está registrado recae sobre
el empleador.
En cuanto al cálculo de la multa, se toma como base la cuarta parte de las
remuneraciones mensuales del trabajador devengadas (percibidas o no) desde
el inicio de la relación y hasta la fecha de la extinción del contrato.
En este sentido, es importante destacar el acierto del legislador al incorporar la
fórmula "a valores actuales" ya que ello evita el tener que remontarse a los importes
percibidos años atrás y luego aplicarle la correspondiente actualización.
Por lo tanto, se suman todos los salarios que le hubiera correspondido percibir
durante el vínculo laboral (incluido el SAC) y se los divide por cuatro.
Por ejemplo, si se trata de remuneraciones fijas y el salario mensual de un
trabajador no registrado era de $ 30.000, en un contrato que se extendió durante un
año, se multiplica $ 30.000 x 13 (si fuesen variables deben sumarse cada una de
ellas) y se lo divide por 4; en este caso la multa del art. 8º asciende a $ 97.500. La
multa no tiene tope, pero el párr. 2º establece un piso mínimo: no puede ser inferior a
tres veces la mejor remuneración mensual normal y habitual devengada en favor del
trabajador durante el último año de prestación.
Esto apunta a reforzar el carácter disuasivo en el caso de los trabajadores más
nuevos, ya que de no existir el piso al empleador le resultaría económicamente menos
gravoso desprenderse de estos trabajadores cuando intimaran por su regularización.
Por ejemplo, si en el caso anterior el trabajador tuviese una antigüedad de seis
meses, la multa, de no existir el piso, sería de $ 45.000 ($ 30.000 x 6 % 4); en cambio,
aquí se aplica el piso mínimo, y la multa del art. 8º asciende a $ 90.000 ($ 30.000 x 3).
Es importante destacar que si el trabajador no requiere su registración intimando
en los términos del art. 11, una vez registrada posteriormente y en debida forma
(conforme los requisitos del art. 7º y con consignación de la real fecha de ingreso y
verdadera remuneración), resulta inoperante el emplazamiento, ya que la ley persigue
la regularización, y en este supuesto ya no hay irregularidad subsanable.
Lo mismo ocurre si la relación se mantiene en negro y el trabajador no intima a su
registración en los términos del art. 11: una vez registrada posteriormente y en forma
irregular (por falsear la fecha de ingreso, la remuneración, o ambas), la intimación solo
podrá tener por objeto la regularización de la registración defectuosa, y no —por
ejemplo— la registración misma (en los términos del art. 8º), porque ya no se verifica
clandestinidad total.
232
La ausencia total de registración no puede coexistir con una registración
defectuosa, ya que una excluye a la otra. Por ello, la multa del art. 8º no puede ser
consagrada juntamente con la del 9º y/o el 10, pero estas dos últimas pueden
proceder por separado o en forma conjunta, ya que la doble irregularidad (registración
posdatando la fecha de ingreso y consignando una remuneración inferior a la
devengada) puede válidamente verificarse al ser recibido el emplazamiento cursado
en los términos del art. 11.
Una cuestión de trascendental importancia tiene que ver con dos modificaciones
que ha sufrido el sistema instaurado para la procedencia de las multas consagradas
en los arts. 8º, 9º y 10.
El primero de ellos fue la incorporación formulada por el inc. 1º del art. 3º, dec.
2725/1991 que señaló que la intimación que debe cursar el trabajador para que
produzca los efectos previstos, deberá efectuarse estando vigente la relación laboral.
Esta incorporación fue criticada por cierto sector de la doctrina, entre quienes
puede mencionarse la opinión de Capón Filas para quien el requisito de la intimación
estando vigente el vínculo laboral se contrapone con el sentido del art. 14, ley
24.013 además de que importa un exceso en las facultades reglamentarias.
La segunda modificación fue introducida por el art. 47, ley 25.345 que exige, para
la procedencia de la multa, la remisión de copia de la intimación cursada al empleador
a la AFIP dentro de las veinticuatro horas de cursada la misma al principal.
En tal sentido, la ley 23.789 establece en su art. 1º que "se establece en todo el
territorio de la República Argentina un servicio de telegrama y carta documento para
los trabajadores dependientes, los jubilados y los pensionados, el que será
absolutamente gratuito para el remitente. El servicio de telegrama tendrá las mismas
características que el denominado colacionado".
Por su parte, el inc. d) del art. 2º establece que podrá utilizar el servicio
contemplado en el art. 1º, el trabajador dependiente o la asociación sindical que lo
represente, para enviar a la Administración Federal de Ingresos Públicos copia del
requerimiento enviado a su empleador en los términos del inc. b) del art. 11 de la ley
24.013.
Con fecha 30/6/2010 la Cámara Nacional de Apelaciones del Trabajo, dictó el fallo
plenario 323, "Vásquez, María Laura c. Telefónica de Argentina SA y otro s/despido",
que fija la siguiente doctrina: "Cuando de acuerdo con el primer párrafo del art. 29,
LCT, se establece que el trabajador ha sido empleado directo de la empresa usuaria
de sus servicios, procede la indemnización prevista en el art. 8º de la ley
24.013aunque el contrato de trabajo haya sido inscripto solamente por la
empresa intermediaria".
2.2. Registro de una fecha de ingreso posterior a la real. Art. 9º, LNE
233
El art. 9º se ocupa del supuesto en el cual el empleador cumple con los requisitos
del art. 7º, pero al registrar la relación consigna una fecha de ingreso del trabajador
posterior a la real, omitiendo denunciar el período corrido entre el ingreso y la fecha
que se hace figurar.
Dispone la norma que "el empleador que consignare en la documentación laboral
una fecha de ingreso posterior a la real, abonará al trabajador afectado
una indemnización equivalente a la cuarta parte del importe de las remuneraciones
devengadas desde la fecha de ingreso hasta la fecha falsamente consignada,
computadas a valores reajustados de acuerdo con la normativa vigente".
Como la irregularidad consiste en mantener "en negro" un período determinado de
la relación, la multa es equivalente a la suma de todos los salarios que percibió o
debió percibir en el período no registrado dividido por 4, o bien multiplicar el salario
mensual por los meses en que el contrato no fue debidamente registrado y dividirlo
por 4 (si se trata de remuneraciones fijas).
Por ejemplo, si un trabajador cuyo salario mensual es de $ 50.000 intima en
febrero de 2019, refiriendo que se consignó como fecha de ingreso el 16/8/2018
cuando en realidad la verdadera fue el 16/8/2017, corresponde multiplicar $ 50.000
por los 13 meses en que el contrato estuvo mal registrado (13 meses, ya que debe
sumarse el SAC) y dividirlo por 4. Ello arroja un total de $ 162.500.
En este caso no se establece un piso mínimo, como en el supuesto del art. 8º.
Tampoco se fija un tope máximo.
2.3. Registro de un salario inferior al real percibido por el trabajador.
Art. 10, LNE
El art. 10 regula el caso en el cual se registra la relación, pero consignando
un salario inferior al verdaderamente percibido por el trabajador.
Dispone que "el empleador que consignare en la documentación laboral una
remuneración menor que la percibida por el trabajador, abonará a este
una indemnización equivalente a la cuarta parte del importe de las remuneraciones
devengadas y no registradas, debidamente reajustadas desde la fecha en que
comenzó a consignarse indebidamente el monto de la remuneración".
El monto de la multa se vincula proporcionalmente a la cuantía de las
remuneraciones no registradas y al tiempo que duró dicha irregularidad; asciende a la
cuarta parte de la suma de todas las remuneraciones devengadas y no registradas,
sin piso mínimo.
Por ejemplo, si un trabajador durante 5 meses percibe $ 25.000 de salario
mensual, hallándose consignado en el recibo de sueldo solo $ 15.000, hay que sumar
todas las remuneraciones en que se verificó tal conducta del empleador (o multiplicar
la cantidad de meses por el salario no registrado si se trata de remuneraciones fijas) y
dividirlo por 4. En este caso ($ 10.000 x 5 % 4), con más la incidencia del
234
SAC. Consideraciones respecto de las multas de los arts. 9º y 10, LNE: Los supuestos
contemplados en los arts. 9º y 10, ley 24.013 no persiguen contrarrestar aquellos
casos en que se producen incumplimientos menores, como puede ser una incorrecta
categorización profesional de la que pudieran surgir diferencias salariales, sino que lo
que se persigue es evitar el fraude y la evasión de los derechos del trabajador y de
terceros que puede generarse a partir del ingreso de aportes y contribuciones por
montos inferiores a los reales o por la pérdida de beneficios derivados de la
antigüedad en cierto puesto o categoría.
3. Intimación del art. 11, LNE
El art. 11, ley 24.013 —que fue modificado por el art. 47, ley 25.345 (BO del
17/11/2000)—, establece que el trabajador debe cumplir dos requisitos formales:
la intimación al empleador con las características que se detallan seguidamente y la
remisión a la AFIP de la copia de ese requerimiento.
De no cursarse la intimación no son procedentes las multas aunque resulte
constatada la inexistencia de registro o su irregularidad: la conducta antijurídica del
empleador no recibirá sanción alguna por vía de la ley 24.013, y el daño provocado al
trabajador no será reparado por esta vía legal (ver art. 1º, ley 25.323).
Dispone que "las indemnizaciones previstas en los arts. 8º, 9º y 10 procederán
cuando el trabajador o la asociación sindical que lo represente cumplimenten en forma
fehaciente las siguientes acciones:
"a) intime al empleador a fin de que proceda a la inscripción, establezca la fecha
real de ingreso o el verdadero monto de las remuneraciones, y
"b) proceda de inmediato y, en todo caso, no después de las 24 horas hábiles
siguientes, a remitir a la AFIP copia del requerimiento previsto en el inciso anterior.
"Con la intimación el trabajador deberá indicar la real fecha de ingreso y las
circunstancias verídicas que permitan calificar a la inscripción como defectuosa. Si el
empleador contestare y diere total cumplimiento a la intimación dentro del plazo de los
treinta días, quedará eximido del pago de las indemnizaciones antes indicadas.
"A los efectos de lo dispuesto en los arts. 8º, 9º y 10 de esta ley, solo se
computarán remuneraciones devengadas hasta los dos (2) años anteriores a la fecha
de su entrada en vigencia".
Establece un requisito formal para que el trabajador adquiera el derecho a percibir
las multas contempladas: requiere una participación activa del trabajador en el
proceso regularizador, colocando una carga en cabeza del trabajador, que también
puede ser cumplida por la "asociación sindical que lo represente" (art. 11, ley 24.013;
art. 22, dec. 467/1988, reglamentario de la ley 23.551), sin que para ello se le requiera
235
mandato expreso del trabajador (sala 3ª, 31/3/1998, "Fink, Carlos c. Instituto Nacional
de Servicios Sociales para Jubilados y Pensionados").
La Suprema Corte de Justicia de la provincia de Buenos Aires resolvió que
la interpretación operativa de la ley 24.013 no debe prescindir de su objetivo
específico, cuál es el de promover la regularización de las relaciones laborales, y
declaró que el art. 11 de dicha norma no infringe norma constitucional alguna
(17/12/2003, "Ortega, Hugo A. c. Betti SA").
La comunicación debe ser "fehaciente", lo cual excluye la comunicación verbal;
debe ser efectuada por escrito: telegrama, carta documento, actuación notarial, nota
simple, siempre que tenga constancia de recepción, etcétera.
En cuanto al contenido de la intimación, corresponde distinguir el caso en el cual la
relación laboral no está registrada (trabajo "en negro"), de aquel en que está
parcialmente registrada, es decir, registrada pero defectuosamente.
El requisito de consignación de la "real fecha de ingreso" y demás "circunstancias
verídicas" está estrictamente relacionado con la hipótesis de requerimiento de
subsanación de falsedades registrales (arts. 9º y 10, fecha de ingreso posterior o
salario inferior al real). Esto no resulta exigible cuando se requiere la registración de
una relación que se halla totalmente "en negro" (art. 8º).
Si en la intimación de regularización se consigna una fecha de ingreso que no se
prueba fuera real, acreditada la relación de trabajo y la falta de registro, se debe
entender que de todos modos se dio cumplimiento a los recaudos del art. 11, ley
24.013 y son procedentes las multas, ya que el empleador está en condiciones de
regularizar la situación sobre la base de sus registros, pero no puede negar el vínculo.
Resulta suficiente para satisfacer las exigencias del art. 11 la indicación de la real
fecha de ingreso, la categoría laboral y la remuneración recibida al tiempo de cursarse
el emplazamiento, ya que la ley 24.013 tuvo el claro propósito de promover la
regularización de las relaciones laborales; en consecuencia, el cumplimiento de
dichos requisitos no puede ser analizado con criterio restrictivo, ya que ello contraría
la finalidad del legislador y el principio de interpretación contenido en el art. 9º, LCT.
El trabajador debe intimar para que se proceda a registrar la relación clandestina o
regularizar la defectuosamente registrada dentro del plazo de treinta días (corridos,
según el inc. 2º del art. 3º, dec. regl. 2725/1991).
Sin embargo, no es imprescindible que en el texto de la intimación se consigne
ritualmente dicho plazo, ya que el requerimiento cursado "en los términos" o "bajo los
apercibimientos contenidos en los arts. 11 y concs., ley 24.013", o —más
acotadamente— "en la Ley Nacional de Empleo", resulta suficientemente claro para el
empleador acerca de la índole del emplazamiento cursado y sus efectos.
236
Aunque no se consigne expresamente que se requería la registración de la
relación laboral con los datos denunciados, resulta obvio que la referencia al art.
11, ley 24.013 implica que se efectúa la intimación allí requerida.
Si ante el requerimiento el empleador niega la existencia misma de la relación
laboral que se le intima a registrar, o desconoce la veracidad de los datos
consignados por el trabajador dirigidos a que regularice la defectuosamente
registrada, el trabajador podrá válidamente considerarse injuriado y disponer el
distracto de modo indirecto, sin necesidad de esperar el transcurso de los treinta días,
en virtud de la posición negativa asumida en forma expresa por el empleador.
Cuando la ruptura se funda exclusivamente en el silencio del empleador a
la intimación cursada por el trabajador a fin de que proceda a la inscripción,
establezca la real fecha de ingreso o el verdadero monto de las remuneraciones, la
denuncia de la relación concretada con anterioridad al vencimiento del plazo de treinta
días no se ajusta a lo prescripto en el art. 11, ley 24.013.
En cambio, cuando la rescisión contractual se concreta como consecuencia de la
negativa de tareas (u otros incumplimientos atribuidos al principal) que se esgrimen
juntamente con el anterior emplazamiento formulado, pero tienen autonomía por sí
para justificar la ruptura, carece de sentido exigir al trabajador que aguarde treinta
días, pudiendo válidamente efectivizar el apercibimiento y declarar el despido indirecto
vencido el plazo otorgado.
En caso de que —independientemente del requerimiento de registración o
regularización— se intime al empleador para que revierta una conducta injuriosa en
los términos del art. 242, LCT, su incumplimiento habilita al trabajador a efectivizar el
apercibimiento y disolver la relación por culpa de aquel, ya que carece de sentido
obligar al dependiente a soportar una situación en la cual, por definición, se habría
tornado "imposible la prosecución del vínculo".
El plazo determinado por el art. 11, ley 24.013 está previsto para que el empleador
cumpla con la registración reclamada: de no hacerlo la ley lo sanciona. Pero la norma
no dispone que el trabajador deba esperar, si existe una causal justificada en los
términos del art. 242, LCT que imposibilite la continuación del vínculo laboral, el
transcurso de los treinta días para hacerse acreedor a la indemnización que aquel
precepto legal contempla (SC Buenos Aires, 20/8/2003, "Degennaro, Vicente J. c.
Navemar Argentina SRL y otro").
Al contrario, si el trabajador intima al empleador en los términos del art. 11, ley
24.013 para que proceda a registrar la relación clandestina o regularizar la
defectuosamente registrada, y —ante la falta de respuesta— se considera injuriado
e indirectamente despedido, no le asistirá derecho a reclamar las multas de los arts.
8º, 9º y 10 y/o la indemnización del 15 si el empleador —antes del vencimiento del
plazo de treinta días— registra o regulariza en forma la relación
contractual, aun cuando ello hubiere tenido lugar con posterioridad a la disolución del
vínculo.
237
El mero inicio por el empleador del trámite administrativo tendiente a regularizar la
situación del dependiente que lo intimó a hacerlo no es suficiente para tener por
cumplido el recaudo del art. 11, ley 24.013.
El art. 3º, dec. regl. 2725/1991, establece en su inc. 1º que "la intimación, para que
produzca los efectos previstos en este artículo, deberá efectuarse estando vigente la
relación laboral".
Atento a que el objetivo del sistema de la Ley de Empleo es lograr la registración
de las relaciones laborales en negro o su regularización en caso de
registración defectuosa, no habiendo contrato vigente no existe irregularidad
subsanable y —por ende— carece de fundamento la sanción.
Al contrario, para la percepción de las indemnizaciones previstas en los arts. 8º, 9º
y 10 no es necesaria la previa extinción de la relación de trabajo: la ley no pretende
provocar su disolución.
El art. 3º, dec. 2725/1991 —reglamentario del art. 11, ley 24.013— resulta
razonable teniendo en cuenta los fines perseguidos por la ley, en especial el referido a
la "promoción de la regularización de las relaciones laborales, desalentando prácticas
evasoras", objetivo que difícilmente se alcanzaría si se admitiese que los
dependientes pudiesen reclamar la regularización de sus respectivas relaciones
cuando estas ya hubiesen concluido.
La Ley Nacional de Empleo admite la posibilidad de que el trabajador reclame
judicialmente las multas previstas por los arts. 8º, 9º y 10, sin necesidad de extinguir la
relación laboral; por lo tanto, la denuncia del contrato antes de vencido el término de
treinta días, invocando como única razón el silencio del principal, resulta injustificada.
4. Mora del empleador. Prescripción
La mora del empleador respecto del pago de las multas consagradas en los arts.
8º, 9º y 10, ley 24.013 se produce una vez vencido el plazo de treinta días fijado por el
art. 11, que comienza a correr a partir del día siguiente al de su ingreso en la esfera
de conocimiento del destinatario y se computa en días corridos.
Conforme lo establece el inc. 2º del art. 3º, dec. 2725/1991, el plazo de treinta días
se computa en días corridos.
El plazo de prescripción de las multas de los arts. 8º, 9º y 10 comienza a
computarse treinta y un días después de la recepción por parte del empleador de
la intimación del art. 11, y corre en los dos años siguientes. Es decir que a partir de
ese momento tiene dos años para reclamar judicialmente por el cobro de las multas
(conf. art. 256, LCT).
238
Es importante dejar en claro que para calcular la multa no existe la limitación de
dos años "hacia atrás", esto es que se computa la cuarta parte de las remuneraciones
devengadas por los años que duró el trabajo no registrado o registración defectuosa,
con un único límite: hasta dos años anteriores a la fecha de entrada en vigencia de
la ley 24.013 (diciembre de 1989).
5. Despido sin causa o indirecto dentro de los dos años de cursada la
intimación del art. 11. Art. 15, LNE
El art. 15 establece que "si el empleador despidiere sin causa justificada al
trabajador dentro de los dos años desde que se le hubiere cursado de modo
justificado la intimación prevista en el art. 11, el trabajador despedido tendrá derecho
a percibir el doble de las indemnizaciones que le hubieren correspondido como
consecuencia del despido. Si el empleador otorgare efectivamente el preaviso, su
plazo también se duplicará. La duplicación de las indemnizaciones tendrá igualmente
lugar cuando fuere el trabajador el que hiciere denuncia del contrato de trabajo
fundado en justa causa, salvo que la causa invocada no tuviera vinculación con las
previstas en los arts. 8º, 9º y 10, y que el empleador acreditare de modo fehaciente
que su conducta no ha tenido por objeto inducir al trabajador a colocarse en situación
de despido".
A fin de disuadir al empleador de reaccionar ante la intimación cursada en los
términos del art. 11 disolviendo la relación laboral, se refuerza la protección contra el
despido, fijando un período de dos años siguientes a la remisión de la intimación,
durante el cual rige una presunción iuris et de iure de que el despido sin invocación de
causa dispuesto por el empleador tiene como propósito castigar la
conducta intimatoria del trabajador.
En caso de que la disolución del vínculo sobreviniera como consecuencia del
despido indirectamente dispuesto por el trabajador, y previendo que ello pudiera haber
tenido lugar como respuesta a incumplimientos contractuales del empleador,
establece —durante el mismo término— una presunción iuris tantum.
El empleador —para eximirse de la sanción— debe probar la falta de vinculación
entre la decisión rupturista y la ausente o defectuosa registración, así como también
que su conducta injuriosa no tuvo por objetivo provocar la disolución de la relación.
Para que el trabajador resulte acreedor a la indemnización prevista en el art.
15, ley 24.013, deben cumplimentarse requisitos formales y sustanciales.
Respecto de los requisitos formales, la intimación del art. 11 debe haberse cursado
de modo justificado, estando vigente la relación laboral y cumpliendo sus demás
requisitos. Por "modo justificado" se debe entender un contenido de razonabilidad o
de derecho cierto a formular el acto intimatorio, sin atender a su eficacia.
239
La modificación introducida por la ley 25.345 a la ley 24.013 no se proyecta al
reclamo fundado en el art. 15, LNE en tanto el recaudo introducido como inc. b) al art.
11 solo condiciona la procedencia de los arts. 8º, 9º y 10 de dicho cuerpo normativo.
Procedencia de la multa del art. 15, LNE: En cuanto a los requisitos sustanciales,
es necesario que la relación culmine por despido directo sin invocación de causa o
despido indirecto, y que la disolución sobrevenga durante los dos años posteriores a
la recepción de la intimación cursada al empleador, requiriendo la registración de la
relación laboral o su regularización.
El empleador debe acreditar que la causa invocada para disponer el despido
(directo) no tuvo vinculación con la registración o regularización oportunamente
requerida, así como también que su conducta no tuvo por objeto inducir al trabajador
a colocarse en situación de despido (indirecto). Es necesario que concurran ambos
presupuestos para eximir al empleador de responsabilidad indemnizatoria en el marco
de la regulación del art. 15.
En cuanto al monto de la multa, si bien alguna doctrina aislada sostuvo que
la indemnización se agrava en un 200% en el supuesto de despido injustificado, la
mayoritaria y la jurisprudencia entienden que las indemnizaciones correspondientes
como consecuencia del despido solo se duplican: es igual a la indemnización por
antigüedad (art. 245, LCT), sumada a la sustitutiva de preaviso (art. 232, LCT) y
la integración del mes de despido (art. 233, LCT) —ambas más el SAC sobre el
rubro—.
El art. 15 establece que la duplicación alcanza a "las indemnizaciones que le
hubieran correspondido como consecuencia del despido". La utilización del plural da
la pauta de que no se está haciendo referencia a una única indemnización.
En
caso
de incumplirse
la
obligación
de
otorgar
preaviso,
la
consiguiente indemnización sustitutiva también debe duplicarse (art. 232, LCT).
La indemnización del art. 232 se debe integrar (si la disolución contractual no
coincidiera con el último día del mes, conforme a lo dispuesto en el párr. 2º del
art. 233) con una suma igual a la remuneración correspondiente por los días faltantes
hasta su finalización, esta "integración del mes de despido" también se debe duplicar.
En este sentido se expidió la CNTrab. con fecha 19/10/2001 en el fallo plenario
302, en la causa "Palloni, Mariela Haydée c. Depormed SA", que estableció que la
duplicación a que alude el art. 15, ley 24.013,incluye la suma prevista en el art.
233, párr. 2º, LCT. Lo mismo ocurre con la incidencia del SAC sobre los rubros antes
mencionados, por compartir su naturaleza indemnizatoria.
No procede la duplicación de la indemnización por vacaciones proporcionales
prevista en el art. 156, LCT, ya que no es debida "como consecuencia del despido":
se debe cualquiera fuera el modo de extinción; tampoco alcanza al sueldo anual
complementario proporcional (art. 123, LCT), que no es sino remuneración devengada
día a día y que —como consecuencia de la extinción— no puede ser percibida en la
oportunidad regularmente prevista por el art. 122, LCT.
240
Si bien la indemnización prevista en el art. 15, LNE, puede concurrir junto con
cualquiera de las agravadas reguladas en la LCT (maternidad o matrimonio, art. 182),
no corresponde su duplicación, ya que el objeto jurídicamente protegido en cada caso
es distinto, y no se debe calcular una indemnización agravada tomando como base
otra de igual naturaleza haciendo una interpretación excesivamente amplia de un
supuesto de excepción.
De corresponder esta indemnización, el empleador se encuentra en mora respecto
de su pago desde la fecha del distracto. El plazo comienza a computarse a partir de la
fecha de extinción del vínculo.
Si resultare de aplicación algún estatuto especial, la indemnización común allí
dispuesta para el despido también debe ser duplicada.
Para el caso particular de los trabajadores de la construcción, el art. 5º, dec. regl.
2725/1991, prevé que la duplicación establecida en el art. 15, LNE, se aplica sobre el
crédito correspondiente en concepto de fondo de desempleo.
A los fines del art. 15, LNE, no cabe tener en cuenta la indemnización por clientela
(art. 14, ley 14.546), ya que ella se percibe cualquiera sea la causa del distracto.
Excepcionalmente, el art. 16 establece que cuando las características de la
relación existente entre las partes pudieran haber generado en el empleador una
razonable duda acerca de la aplicación de la LCT, el juez o tribunal podrá reducir
la indemnización prevista en el art. 8º hasta una suma no inferior a dos veces el
importe mensual del salario que resulte de la aplicación del art. 245, LCT. Con igual
fundamento, los jueces pueden reducir el monto de la indemnización establecida en el
art. 15 hasta la eliminación de la duplicación allí prevista.
Obviamente que esta facultad requiere ser utilizada prudencial y excepcionalmente
por los magistrados. Para que pueda tener lugar la reducción, no solo será menester
realizar un detenido análisis que lleve a tener por comprobada la posibilidad de que
hubiere existido "duda razonable" acerca de la naturaleza jurídica de la relación
contractual, sino que la reducción y/o eliminación debe ser requerida expresamente
por el empleador, por constituir el supuesto una excepción al principio de que
el incumplimiento debe ser sancionado.
XIII. EL ART. 1º DE LA LEY 25.323
1. Principales alcances
La ley 25.323 (BO del 11/10/2000), que estableció un incremento de
las indemnizaciones laborales en distintos supuestos, rige desde el 20/10/2000 (art.
241
2º, Cód. Civil y art. 5º del Cód. Civ. y Com.), ya que expresamente no fijó otra fecha
de entrada en vigencia. Los fines que persigue es combatir la evasión previsional, el
trabajo "en negro" y el trabajo "en gris".
Cabe recordar que según datos del INDEC al momento de dictarse la ley —octubre
de 2000—, sobre 8.700.000 asalariados los trabajadores en negro ascendían a
3.400.000 (38,6%).
En el art. 1º establece, en caso de falta de registración o registración defectuosa
de la relación laboral, la duplicación de la indemnización por antigüedad, sin requerir
ninguna intimación del trabajador. Así, la situación contemplada en el art. 1º viene a
completar el cuadro sancionatorio consagrado en la ley 24.013 que rige para
relaciones laborales vigentes.
Asimismo, en el art. 2º dispone un incremento del 50% sobre las indemnizaciones
por antigüedad, indemnización sustitutiva de preaviso e integración del mes de
despido si el empleador no paga las indemnizaciones por despido en tiempo oportuno,
requiriendo en este caso intimación del trabajador (el tema se desarrolla en el capítulo
"Indemnizaciones").
Dentro del contexto en que se dictó la ley, esta tuvo como finalidad el disminuir
los incumplimientos registrales y desalentar la mora en el pago de
las indemnizaciones por despido.
Parte de la doctrina entiende que quedan excluidas del ámbito de aplicación de
la ley 25.323 las relaciones de empleo público, el servicio doméstico (actualmente
personal de casas particulares, conf. ley 26.844) y el trabajo agrario (ley 26.727 y dec.
301/2013, BO del 22/3/2013), por no resultar relaciones laborales comprendidas en la
Ley de Contrato de Trabajo.
El art. 1º, ley 25.323 dispone la duplicación de la indemnización por antigüedad —
art. 245, LCT (o las que en el futuro las reemplacen)—, cuando se trate de una
relación laboral que al momento del despido no estuviese registrada o lo esté de
modo deficiente.
Para el incremento de la indemnización, la ley no se limita a contemplar el
supuesto de ausencia de registración, sino que incluye los casos de registración
defectuosa; esta —en principio— debe ser entendida en referencia a los casos de
los arts. 9º y 10, ley 24.013 (que se haya asentado una fecha de ingreso posterior o
una remuneración menor a la real).
Esto en la inteligencia de que el art. 1º, ley 25.323, es complementario de los arts.
8º, 9º, 10 y 15, ley 24.013, tal cual surge del informe de comisión producido por el
diputado Pernasetti, que afirma que este artículo viene a llenar un vacío legislativo y
dar solución a aquellos casos en que el trabajador, cuya relación no estaba registrada
o estaba mal registrada, era despedido sin haber intimado en los términos del art.
11, ley 24.013.
242
Sin embargo, al no consignar concretamente en qué consiste la relación registrada
"de modo deficiente", y entendiendo que "deficiente" es sinónimo de "incompleto",
"imperfecto", "defectuoso", un sector minoritario de la doctrina sostiene que alcanza a
cualquier otra irregularidad o deficiencia en la registración, como la categoría laboral,
la naturaleza del vínculo o la modalidad de contratación; es decir, todos los supuestos
en que esté distorsionado algún dato de la relación de empleo que la ley exija que sea
registrado(1).
Por ejemplo, consignar como de plazo determinado un contrato indeterminado (o
no realizarlo por escrito), uno de tiempo completo como de tiempo parcial, no abonar
horas extras realizadas o abonarlas sin registrar.
De todos modos, si bien las leyes 24.013 y 25.323 tienen por finalidad erradicar el
trabajo clandestino (y combatir la evasión previsional) y la Ley Nacional de Empleo
pretende la regularización de las relaciones laborales, la ley 25.323 se limita a tener
efectos sancionatorios —condena pecuniaria— y a evitar que se repitan dichas
actitudes (el no registro o el registro defectuoso).
De allí que —como sostuviera precedentemente— cuando el art. 1º, ley
25.323, hace referencia a relación laboral no registrada y a relación laboral registrada
de modo deficiente, en principio se debe estar a lo dispuesto en el art. 7º, ley 24.013 y
en los arts. 9º y 10, respectivamente de dicho cuerpo legal.
En cuanto a los alcances del art. 1º, ley 25.323 la jurisprudencia no es pacífica,
así, ha resuelto que "la alusión a registración 'deficiente' en el art. 1º de la ley
25.323 amplía el espectro de posibles falencias tenido en cuenta en los arts.
9º y 10 de la ley 24.013, entendiendo que también penaliza el indebido registro de la
categoría" (sala 3ª, 28/3/2011, "Baeza Alarcón, Carlos R. y otro c. Atento Argentina
SA").
La categoría no es un dato exigido por el art. 52, LCT, y la omisión de consignarla,
o el asiento de una errónea, no genera la sanción del art. 1º, ley 25.323. Si bien para
dilucidar el significado "deficientemente registrada" del art. 1º, ley 25.323 es correcto
acudir a su antecedente normativo (ley 24.013); lo cierto es que este no es limitativo
ni excluyente de otros supuestos en donde el trabajador estuvo incorrectamente
registrado —del voto en disidencia del Dr. Catardo—.
Aunque la categoría no es un dato exigido en el libro del art. 52, LCT, sí lo es la
correcta consignación de la remuneración conforme al básico de convenio que
correspondiere, y si de dicha falencia se derivó un perjuicio, como es el adeudamiento
de diferencias salariales, y otro tanto para los sistemas fiscales y previsionales, la
conducta evasiva descripta por el art. 1º, ley 25.223 se encuentra tipificada —del voto
en disidencia del Dr. Catardo— (sala 8ª, 24/2/2010, "Bandriwskyj, Roxana E. c. Atento
Argentina").
Asimismo, ha resuelto la jurisprudencia que si el trabajador se encuentra registrado
desde su real fecha de ingreso, pero se consignó una categoría diferente, dicha
situación no es el presupuesto de operatividad que contempla el art. 10, ley 24.013.
243
Por su parte, la ley 25.323, en su art. 1º, describe con razonable precisión el
presupuesto de aquella procedencia: que la relación de trabajo no esté registrada en
el momento de ser extinguida por denuncia del empleador, o lo esté de modo
deficiente.
La denominación con la que se registró la categoría de la actora es la que las
partes utilizaron en el convenio que celebraron y ningún perjuicio podría derivar de su
utilización, ni para ella, ni para los sistemas fiscal y previsional". No corresponde
satisfacer el eventual reclamo de la duplicación indemnizatoria prevista en la norma
precitada anteriormente, dado que se trata de otra hipótesis objetiva que no se
compadece con el espíritu de la "no registración" para que prospere el régimen
sancionatorio de la conducta prohibida (sala 8ª, 31/5/2006, "Hermida, Analía G. c.
Casino Buenos Aires SA").
La Cámara Nacional del Trabajo, sala 6ª, en autos "Ríos, Débora S. c. Falabella
SA y otro" (5/3/2008), estableció que aun cuando se resuelva aplicar lo dispuesto en
el art. 29, LCT, si el contrato de trabajo estuvo registrado por la
empresa intermediaria, no se encuentran reunidos los requisitos fácticos para tornar
procedente el reclamo fundado en el art. 1º, ley 25.323.
Se debe recordar que para que el contrato de trabajo esté debidamente registrado
se debe dar cumplimiento a lo dispuesto en el art. 7º, LNE, que exige la inscripción del
trabajador en:
a) el libro especial del art. 52, LCT o en la documentación laboral que haga sus
veces, según lo previsto en los regímenes jurídicos particulares;
b) en los registros mencionados en el art. 18, inc. a) —Sistema Único de Registro
Laboral— (INPS, subsidios familiares y obra social). Si se trata de una pequeña
empresa, la inscripción debe ser efectuada en el Registro Único de Personal, previsto
en el art. 84, ley 24.467.
En cuanto a su alcance, cabe consignar que solo se duplica la indemnización por
antigüedad del art. 245, LCT (o las que "en el futuro las reemplacen").
También se aplica a los estatutos especiales cuando estos remiten al art. 245, LCT
(por ejemplo: viajantes de comercio, docentes particulares y choferes profesionales).
En cambio, no resulta aplicable a los estatutos especiales cuando prevean un
mecanismo distinto de indemnización (industria de la construcción, periodistas
profesionales, jugadores profesionales de fútbol).
2. Exclusiones y situaciones dudosas
No se duplican la indemnización sustitutiva de preaviso, integración del mes de
despido, ni las indemnizaciones agravadas (matrimonio, maternidad). Resultan
discutibles los casos de remisiones al art. 245, LCT (entre otros, los arts.
244
212, 247, 248, 249 y 250, LCT), aunque —en principio— no se aplican porque la
norma hace referencia al "despido".
En comparación con las multas de la ley 24.013, el incremento es evidentemente
menor, ya que el art. 1º, ley 25.323, duplica solamente la indemnización por
antigüedad, mientras que el art. 15, ley 24.013, duplica también la indemnización
sustitutiva de preaviso y la integración de mes de despido, además de contemplar las
multas previstas en los arts. 8º, 9º y 10.
En caso de verificarse ausencia o defectos en la registración, el pago
del incremento previsto en el art. 1º no obsta a que la conducta del empleador sea
encuadrada como ilícito laboral por la autoridad policial en los términos de la ley
25.212 y que, además, deba cancelar la deuda previsional.
La ley aclara que cuando las relaciones se hubieran iniciado con anterioridad a la
entrada en vigencia de la presente norma, el empleador gozará de un plazo de treinta
días contados a partir de dicha oportunidad para regularizar la situación de sus
trabajadores, vencido el cual se aplicará el incremento dispuesto en el párr. 1º del
artículo.
Este plazo de gracia para regularizar rigió exclusivamente para las relaciones
laborales iniciadas con anterioridad al 20/10/2000 y es de treinta días corridos (arts.
23, 28 y 29, Cód. Civil) contados desde el día 20/10/2000. Es decir que el empleador
tenía tiempo hasta el día 18/11/2000 para regularizar las relaciones laborales no
registradas o defectuosamente registradas.
Por lo tanto, el art. 1º, ley 25.323 se aplica:
1) A las relaciones laborales iniciadas con anterioridad al 20/10/2000 que no fueron
registradas o estaban parcialmente registradas del 19/11/2000 en adelante;
2) A las relaciones iniciadas desde el 20/10/2000 que no estén registradas o lo
estén defectuosamente a esa fecha. Por el contrario, no se aplica a las relaciones
laborales no registradas o defectuosamente registradas extinguidas con anterioridad a
la vigencia de la ley 25.323.
A diferencia de lo dispuesto por el art. 11, LNE, la ley 25.323 no exige la intimación
fehaciente del trabajador o de la asociación sindical para regularizar la situación
laboral estando vigente el vínculo (art. 3º, dec. regl. 2725/1991) ni ninguna
otra intimación, sino que la duplicación de la indemnización por antigüedad procede
por el solo vencimiento del plazo sin que el empleador haya cumplido con el art.
1º, ley 25.323, siempre que el despido se haya producido por alguna de las causas
que dan derecho a percibir este tipo de indemnización.
El reclamo de la duplicación de la indemnización es procedente solo después de
la extinción de la relación laboral: el cese del vínculo es un requisito de viabilidad.
Debe tratarse de un despido directo o indirecto que genere derecho a
245
la indemnización del art. 245, LCT; de allí que, en principio, estén excluidas otras
formas de extinción.
Por "momento del despido" —por aplicación de la teoría recepticia de los actos
jurídicos— se entiende el momento en que la notificación del distracto llega a esfera
de conocimiento del interesado.
La parte final del artículo dispone que el agravamiento indemnizatorio no sea
acumulable a las indemnizaciones previstas en los arts. 8º, 9º, 10 y 15, ley 24.013.
Esto se compadece con el informe de comisión referido, que sostiene que el art.
1º, ley 25.323, viene a llenar un vacío legal que se producía cuando —aun existiendo
trabajo "en negro" o "en gris"—, si el vínculo laboral se extinguía, el trabajador se veía
privado de cobrar las multas de la Ley Nacional de Empleo, y el empleador eximido de
pagarlas.
Por lo tanto, la indemnización prevista en el art. 1º, ley 25.013, procede ante
la inexistencia de registración o, en caso de registración defectuosa cuando el vínculo
laboral se extinguió y el trabajador no efectuó la intimación dispuesta en el art. 11,
LNE (para que se proceda a su inscripción, se establezca la real fecha de ingreso o el
verdadero monto de las remuneraciones).
En consecuencia, las multas de la ley 24.013 siguen rigiendo después de la
vigencia de la ley 25.323. El trabajador intima "estando vigente la relación laboral" y
cumple los requisitos del art. 11, ley 24.013. Pero desde la vigencia de la ley
25.323(20/10/2000), resulta aplicable su art. 1º cuando se verifica una relación laboral
no registrada o parcialmente registrada que se extinguió por despido y el trabajador
no intimó al empleador estando vigente el vínculo, o también cuando intimó pero el
juez estableció que dicho emplazamiento no reunía los requisitos del art. 11, ley
24.013(iura novit curia).
PRÁCTICA LABORAL. MODELOS
1. Telegrama por negativa de tareas y reclamo de registración
de la relación laboral. arts. 8º y 15, ley 24.013
Ante la negativa de tareas y falta de pago de salarios, intimo plazo
dos días hábiles aclare situación laboral, recibo de salarios en
doble ejemplar —en el que conste la fecha de ingreso y
remuneración—, acredite depósitos de aportes previsionales y de
obra social, abone SAC y vacaciones adeudadas, todo ello bajo
apercibimiento de considerarme gravemente injuriado y despedido
por su exclusiva culpa. Asimismo, intimo plazo treinta días proceda
246
a regularizar la relación laboral haciéndome entrega de recibos de
sueldo en doble ejemplar en los que conste mi fecha de ingreso:
[...] en la categoría laboral de [...] y con un salario quincenal de [...],
caso contrario iniciaré denuncias administrativas y por la Ley Penal
Tributaria que correspondan, me consideraré despedido y
accionaré por el cobro de las indemnizaciones por despido
arbitrario y de las multas contempladas en los arts. 8º y 15, ley
24.013.
2. Telegrama parte actora: remite copia a la AFIP (art. 47 de
la ley 25.345)
Señores AFIP, mediante la presente transcribo el texto del TCL
enviado a mi empleador, como consecuencia de la no registración
y regularización del contrato de trabajo que nos une: "...". Saludo a
Uds. atentamente.
3. Contestación del empleador que niega la existencia de
vínculo laboral
Rechazamos telegrama nro. [...] por improcedente, falso, inexacto
y malicioso. Niego expresamente el vínculo laboral invocado. En lo
que respecta a sus amenazas de formular falsas denuncias en
sede administrativa y penal, lo exhorto a que se abstenga de
realizarlas, haciendo reserva por los daños y perjuicios que su
accionar pudiere ocasionar y de iniciar querella por calumnias (arts.
75 y 109, Cód. Penal).
4. Telegrama para solicitar la correcta registración de la
relación. Arts. 9º, 10 y 15, ley 24.013
Intímole plazo treinta días registre debidamente el vínculo laboral,
consignando como fecha de ingreso el día [...] y la verdadera
remuneración que asciende a $ [...] y entregue recibos en legal
forma, bajo apercibimiento de accionar de conformidad a lo
previsto en los arts. 9º, 10 y 15, ley 24.013.
5. Contestación del empleador que niega la
registración incorrecta
247
Niego por falso e improcedente su telegrama de fecha [...]. La
relación laboral se halla correctamente registrada en los
libros exigidos por las leyes vigentes tanto respecto de la fecha
de ingreso como del salario que corresponde a la categoría que
ostenta.
JURISPRUDENCIA
1. Libro del art. 52, LCT
La ausencia de registración en los libros previstos en el art. 52 de la
LCT no eximía al accionante de tener que cumplir con la carga
probatoria de acreditar la procedencia de los rubros reclamados, toda
vez que la ausencia de registración podría generar una presunción
simple respecto de determinados datos que debieron constar en
dichos asientos registrales pero no acredita per se el devengamiento
de los rubros e importes en cuestión, toda vez que —reitero— su
procedencia debió ser acreditada en la especie (art. 377 del Cód.
Proc. Civ. y Com.) (sala 8ª, 26/4/2016, "Burda, Alejandro Luis c.
Aerolíneas Argentinas SA").
Toda vez que el empleador demandado no acreditó haber registrado
el contrato de trabajo del actor con los recaudos exigidos por el art.
7º de la ley 24.013, es decir, libro especial del art. 52 de la LCT o en la
documentación laboral que haga sus veces, según lo previsto en los
regímenes jurídicos particulares y en los registros mencionados en el
art. 18, inc. a) de dicho cuerpo legal, resulta procedente la situación de
despido en que se colocó el trabajador (sala 5ª, 28/3/2016, "Serna
Ortiz, Luz Elena c. Sangineto Alvatino, Vicente Sebastián y otro").
El reclamo de pago de la multa dispuesta por el art. 1º de la ley
25.323, es procedente, toda vez que la falta de inscripción de las
sumas remunerativas devengadas es, desde el punto de vista de la
relación laboral, un registro deficiente que se encuentra tipificado en la
norma (sala 5ª, 29/2/2016, "Conde, Anahí Ivanna c. Mis Tres Amores
SRL").
248
Toda vez que no está suficientemente acreditado por los
codemandados que la actora cumpliera una jornada de labor reducida
y que, en cambio, hay prueba de que se desempeñó más allá de la
cantidad de horas que adujo la empleadora (4 hs.), ello deja
claramente evidenciado que la documentación emitida por aquellos
contiene datos falsos sobre la verdadera jornada de trabajo de la
actora; y lleva a concluir que la empleadora no ha exhibido un correcto
registro del vínculo como exige el art. 52LCT, que genera la
presunción del art. 55 de la LCT en favor del horario de
trabajo invocado por la actora en el escrito inicial (sala 2ª, 26/2/2016,
"Fleita, Sonia Elizabet c. Principio Go SA y otros").
El reclamo de las horas extras impagas debe ser admitido, pues las
declaraciones testimoniales fueron contestes con las afirmaciones
efectuadas por el trabajador y el accionado no exhibió al perito
contable la documentación necesaria para verificar el horario de
entrada y salida, conforme lo dispone el art. 55 de la LCT, todo lo cual
confirma la presunción sobre el horario denunciado y las horas extras
alegadas (sala 7ª, 30/11/2015, "Jares, Marcelo Daniel c. Datanet
Systems SRL y otros").
Dado que la empleadora había encuadrado la labor de la actora en
una
categoría
que
no
correspondía,
y
no
solo
se
sustrajo injustificadamente a sus deberes esenciales (arts. 52, 62 y
63LCT) sino que, además, no tenía la más mínima intención de cesar
en ese grave incumplimiento, resulta acreditada la injuria patronal que
no admitía el mantenimiento del vínculo y por ello la decisión
resolutoria adoptada por la trabajadora se basó en causa legítima
(sala 2ª, 29/5/2015, "G., G. L. c. Gerenciamiento Hospitalario SA").
Solo cuando se compruebe el trabajo en tiempo extra puede
considerarse que el empleador tenía obligación de asentar el exceso
en el libro del art. 52 de la ley 20.744 y en el registro del art. 6º de
la ley 11.544, y solo en ese caso la eventual falta de exhibición de
esos documentos podría generar una presunción acerca de
la extensión del entonces comprobado trabajo en tiempo
suplementario —art. 55, LCT— (sala 2ª, 29/5/2014, "Melet, Edith Érica
Lorena c. Alra SA y otro").
2. Presunción del art. 55, LCT
249
Cuando la empleadora invoca una jornada reducida —como en el
presente caso—, es ella quien tiene la carga de probar esa situación
de excepción. Al no demostrar el extremo en cuestión —que el actor
laboraba en una jornada reducida a 4 hs. por día— y existir prueba de
que se desempeñó más allá de esa cantidad de horas, queda
claramente evidenciado la falsedad de los datos de la documentación
emitida por la demandada sobre la verdadera jornada de trabajo del
actor y la falta de exhibición de un correcto registro del vínculo. Dicha
situación torna operativa la presunción del art. 55, LCT en favor del
horario de trabajo invocado en el escrito inicial. Por ende, cabe
concluir que el actor laboró en una jornada de trabajo que se iniciaba a
las 6 horas y que, sistemáticamente, se extendía hasta las 13 hs. (sala
2ª, 10/5/2015, "Melgar, Maximiliano Juan c. Belclean Servicios
Especiales SA y otro").
Resulta suficiente como para considerar que los extremos invocados
por el actor en su escrito de inicio resultan veraces, si el libro de
sueldo es llevado en hojas móviles y que no le fueron suministrados
las autorizaciones del Ministerio de Trabajo; que las hojas móviles
estaban mezcladas por fechas y hay faltantes de las mismas (sala 7ª,
29/12/2016, "Capli, Héctor Daniel c. Valneif SA").
Teniendo en cuenta la falta de exhibición de las planillas horarias, la
cantidad de horas extraordinarias que la empleadora omitió pagar
debe resolverse con base a los extremos de la pretensión, pues
acreditada la prestación de servicios en jornadas anormales (en
cuanto opuestas a las normas imperativas) se torna obligatoria la
planilla de horarios extraordinarios establecida por el art. 21 del dec.
16.115/33 (sala 5ª, 29/4/2016, "Ramírez, Valeria Soledad c. INC SA").
El art. 55LCT no establece una presunción de veracidad de los
hechos insertos en la demanda que hubieran debido contar con
respaldo documental (texto original del art. 59 de la ley 20.744, cuya
fuente era el art. 39 de la ley 7718 de la Provincia de Buenos Aires)
sino una presunción simple, sujeta a la apreciación judicial de acuerdo
con las reglas de la sana crítica y a las circunstancias acreditadas en
la causa (art. 386 Cód. Proc. Civ. y Com.) (sala 8ª, 26/4/2016, "Burda,
Alejandro Luis c. Aerolíneas Argentinas SA").
250
Dado que los testigos dan cuenta de una fecha de ingreso del
trabajador anterior a la indicada por los demandados en la
contestación de la demanda, y que ello no fue desvirtuado por prueba
en contrario, resulta operativa la presunción del art. 55 de la LCT,
teniendo por cierta la alegada por el trabajador accionante (sala 2ª,
23/3/2016, "Iturri, María del Pilar c. Solar Grillo, Ariel César Silvio y
otro").
Si el trabajador se dio por despedido por la falta de pago de
horas extras y de salarios y la empleadora se atrasó en la rúbrica de
sus libros, debe confirmarse la aplicación de la presunción del art.
55 de la ley 20.744, ya que, ante esas circunstancias, resultaba de
vital importancia que el perito tomara conocimiento de los datos que
debían surgir de esos asientos y, en virtud de la irregularidad
detectada, no pudo hacerlo (sala 7ª, 22/3/2016, "Villagra, Lorena E. c.
Total Cell SA y otros").
Toda vez que la empleadora no inscribió al actor en sus libros
laborales, se encuentra dentro de la presunción derivada del art. 55 de
la LCT, por ello si su intención era demostrar la inexactitud del salario
y de la fecha de inicio afirmado por el trabajador en su libelo inicial, le
correspondía acercar a la causa pruebas tendientes a desvirtuar las
afirmaciones vertidas por la accionante al respecto (sala 1ª, 7/3/2016,
"García, Lucas Joaquín c. Travel Rock SA y otro s/despido").
La remuneración tenida en cuenta por el a quo para calcular
las indemnizaciones por despido debidas, debe ser confirmada, en
tanto el accionado quedó incurso en la presunción del art. 55 de
la LCT y no produjo prueba alguna para revertir tal situación (sala 6ª,
29/2/2016, "Campos Argoti, José Antonio c. Editorial Sarmiento
SA s/despido").
Toda vez que no está suficientemente acreditado por los
codemandados que la actora cumpliera una jornada de labor reducida
y que, en cambio, hay prueba de que se desempeñó más allá de la
cantidad de horas que adujo la empleadora (4 hs.), ello deja
claramente evidenciado que la documentación emitida por aquellos
contiene datos falsos sobre la verdadera jornada de trabajo de la
actora; y lleva a concluir que la empleadora no ha exhibido un correcto
registro del vínculo como exige el art. 52LCT, que genera la
251
presunción del art. 55 de la LCT en favor del horario de
trabajo invocado por la actora en el escrito inicial (sala 2ª, 26/2/2016,
"Fleita, Sonia Elizabet c. Principio Go SA y otros s/despido").
El reclamo de las horas extras impagas debe ser admitido, pues las
declaraciones testimoniales fueron contestes con las afirmaciones
efectuadas por el trabajador y el accionado no exhibió al perito
contable la documentación necesaria para verificar el horario de
entrada y salida, conforme lo dispone el art. 55 de la LCT, todo lo cual
confirma la presunción sobre el horario denunciado y las horas extras
alegadas (sala 7ª, 30/11/2015, "Jares, Marcelo Daniel c. Datanet
Systems SRL y otros").
La presunción del art. 55 de la LCT no resulta operativa en los casos
de rubricación tardía de los libros laborales, toda vez que sin perjuicio
de la sanción administrativa, lo que se exige es que los asientes sean
correlativos y posean respaldo documental (sala 8ª, 29/10/2015,
"Kollar, Marta Ethel c. Universidad Argentina John F. Kennedy").
Debe rechazarse el agravio del empleador, referente la remuneración
que se tuvo en cuenta para calcular la indemnización por despido,
toda vez que ante la falta de exhibición de los libros y documentación
laboral al perito contador, que determinó dejar sin efecto la prueba
pericial, es aplicable la presunción del art. 55 de la LCT (sala 10ª,
20/8/2015, "Robledo, Salvador c. Vallarga SA y otros").
La jornada de trabajo invocada por el trabajador debe tenerse por
acreditada si este detalló día a día el horario de trabajo realizado y la
empleadora demandada no solo se limitó a negar la categoría de
aquel y la procedencia de horas extras sino que no puso a disposición
las planillas horarias solicitadas, pues, en tal caso, opera el art. 55 de
la ley 20.744, que dispone una presunción a favor de las afirmaciones
del trabajador, respecto de los hechos, entre ellos la remuneración
(sala 3ª, 29/5/2015, "Castiglioni, Benzaquen Marcelo c. INC SA").
3. Horas extra
La actora incurre en una confusión de tipo conceptual al reclamar el
pago de horas extra por la omisión de otorgársele un descanso
compensatorio, en tanto la jornada de trabajo y el descanso semanal
son institutos diferentes, cuyo ámbito de actuación no debe
252
confundirse, dado que una cosa es la violación de los límites legales
fijados para la jornada de trabajo y otra muy distinta es la afectación
del descanso obligatorio. De dicha confusión proviene la equivocada
creencia de que el trabajo en días o en horas que corresponden a los
periodos de descanso obligatorio debe ser considerado tiempo extra
de labor y que, como tal, debe ser retribuido con los recargos
estudiados para los excesos de la jornada de trabajo. En el caso, dado
que el trabajador no laboró en exceso de jornada, no tiene derecho a
reclamar los recargos establecidos en el art. 201, LCT, aunque sí el
goce del descanso compensatorio de la misma duración, según el art.
204, LCT (sala 2ª, 5/3/2015, "Cruz, María Eva c. OLZA SRL").
Teniendo en cuenta la falta de exhibición de las planillas horarias, la
cantidad de horas extraordinarias que la empleadora omitió pagar
debe resolverse con base a los extremos de la pretensión, pues
acreditada la prestación de servicios en jornadas anormales (en
cuanto opuestas a las normas imperativas) se torna obligatoria la
planilla de horarios extraordinarios establecida por el art. 21 del dec.
16.115/1933 (sala 5ª, 29/4/2016, "Ramírez, Valeria Soledad c. INC
SA").
El reclamo de las horas extras impagas debe ser admitido, pues las
declaraciones testimoniales fueron contestes con las afirmaciones
efectuadas por el trabajador y el accionado no exhibió al perito
contable la documentación necesaria para verificar el horario de
entrada y salida, conforme lo dispone el art. 55 de la LCT, todo lo cual
confirma la presunción sobre el horario denunciado y las horas extras
alegadas (sala 7ª, 30/11/2015, "Jares, Marcelo Daniel c. Datanet
Systems SRL y otros").
4. Pago en negro. Violación de la ley y del orden público
Acreditado el daño por el trabajador ya jubilado (percepción de un
haber jubilatorio menor al que le correspondía), y corroborada la
ilicitud de la conducta del empleador al no abonar las horas extra y
pagar parte del salario en forma clandestina, lo cual trajo consigo la
merma en la suma depositada en concepto de contribuciones
patronales, y sumado a la relación de causalidad entre
el incumplimiento y el perjuicio ocasionado al dependiente, llevan a
concluir procedente la indemnización por daños y perjuicios. A los
253
efectos de determinar el quantum del resarcimiento derivado del daño
material sufrido por el dependiente, debe tenerse, como pauta para
fijarlo, las diferencias entre lo que percibió y debió percibir en concepto
de haber jubilatorio, de haberse tomado los rubros reconocidos, y ello
hasta la fecha de la sentencia. Así el actor, a partir del
pronunciamiento que le reconoce el daño, podrá iniciar el reajuste de
haber ante la autoridad correspondiente a efectos de que se le abone
en función de su salario real (sala 4ª, 28/4/2015, "Fleita, Román c.
Frigorífico Penta SA y otros").
Lo dispuesto en el art. 56 de la LCT faculta a los jueces para
determinar de manera fundada la remuneración del trabajador en los
casos en que la misma se encontrare controvertida, y no se advierten
razones para entender que la judicante de grado haya excedido los
límites de tal facultad si de la prueba testimonial se extrae la existencia
de pagos sin registrar, es decir más allá de los depósitos bancarios
mediante los cuales se abonaba la remuneración y que figuraban en
los recibos de sueldo (sala 2ª, 23/3/2016, "Algros, Patricia Estela c.
Librería del Profesional SA y otros").
El pago de una suma de dinero fuera de recibo, puede ser acreditado
con la declaración de un testigo, quien dio cuenta de dicha modalidad
de pago explicando que tenía conocimiento de ello porque a él
también le pagaban del mismo modo y cobraban todos juntos (sala 7ª,
26/2/2016, "Cogno, Gustavo Alejandro c. Clean Baires SA").
La base salarial para calcular los conceptos indemnizatorios por
despido debe elevarse si la remuneración aceptada por el a quo no
guarda razonabilidad con las tareas que cumpliera el dependiente,
tratándose de una persona de profesión ingeniero mecánico, ni con la
actividad desarrollada en la instalación y mantenimiento de estructuras
y antenas para la empresa de comunicación demandada, así como
tampoco con los salarios mínimos y vitales y las retribuciones
habituales de la actividad (sala 1ª, 3/2/2016, "Barberi, Mario Oscar c.
NH Construcciones SRL y otro").
5. Ley de Empleo
5.1. Generalidades
254
En atención a la falta de registro de la relación laboral y habiéndose
cumplimentado los requisitos a los que la ley 24.013 condiciona su
procedencia, ya que el trabajador intimó para que se regularizara su
situación laboral y dirigió otro telegrama a la AFIP transcribiendo
la intimación que remitiera a la empleadora, corresponde hacer lugar a
las multas establecidas en la ley 24.013,arts. 8º y 15 (sala 6ª,
12/7/2016, "Nieva, Alejandro c. Bird Seguridad Privada SRL").
Resultan admisibles las sanciones previstas en la ley 24.013 a la
embajada demandada por el despido de quien prestaba tareas
administrativas para ella pues, si bien los arts. 23 y 34 de la
Convención de Viena prevén que los estados extranjeros
están exentos del pago de impuestos o gravámenes personales o
reales, nacionales, regionales o municipales con las excepciones
establecidas en los distintos incisos del art. 34 antes citado, nada
dicen acerca de las multas o agravamientos indemnizatorios
dispuestos —con claro carácter sancionatorio— en la legislación
laboral, debiendo entenderse que la exención aludida se encuentra
ceñida a los supuestos de impuestos o gravámenes y no a sanciones
o multas (sala 1ª, 27/6/2016, "A. V. Y. M. c. Embajada de la República
del Paraguay").
Es procedente otorgar al trabajador la indemnización prevista en
los arts. 9º y 10 de la ley 24.013, en tanto la carta documento remitida
por aquel a la AFIP está redactada en el formulario de estilo, con el
sello de la oficina postal y demás recaudos formales, por lo que debe
entenderse que lleva ínsita la prueba de autenticidad, acreditando por
ello ese instrumento el cumplimiento efectivo de la exigencia contenida
en el inc. b) del art. 11 de la LNE (sala 2ª, 23/3/2016, "Severo, Jonatan
Alexis c. Hauswagen Pilar SA").
La condena al pago de la indemnización fundada en el art. 8º de
la ley 24.013 debe confirmarse, toda vez que se verifica el
presupuesto fáctico exigido por la norma como condición para el
progreso de la reparación, esto es, la falta de registración de la
relación laboral por los períodos en que efectivamente el trabajador
prestó servicios para la empresa demandada (sala 9ª, 5/2/2015,
"Garbus, Natalio c. Oasis Group SA y otros").
255
El hecho que el vínculo habido entre las partes se encuentre bajo el
amparo del Estatuto del Periodista, en nada obsta a la aplicación de
la ley 24.013, normativa que, a través de sus artículos, regula y castiga
aquellos supuestos en los que el empleador omitió regularizar o
regularizó deficientemente la relación laboral, toda vez que no existe
colisión de normas ya que ambos regímenes regulan supuestos de
hecho diferentes y no se excluyen uno con otro (sala 9ª, 30/5/2014,
"Novelle, Tamara Soledad c. Impreba SA y otro").
Dado que el instituto médico demandado no procedió al adecuado
registro de la relación en el plazo de treinta días posteriores al
requerimiento que en forma fehaciente le formuló el profesional
médico, corresponde confirmar la decisión de grado en cuanto
consideró procedente la indemnización especial establecida en el art.
9º de la ley 24.013 (sala 2ª, 29/5/2014, "Wolfenson, Raquel Nilda c.
Instituto Nacional de Servicios Sociales para Jubilados y Pensionados
- PAMI").
La indemnización prevista en el art. 9º de la ley 20.744 debe
calcularse sobre el total de los períodos mensuales de ausencia de
registración laboral y no sobre la base de los 24 meses establecidos
en el art. 256 de la ley 20.744, pues, a efectos de sancionar la
clandestinidad laboral, no existen razones jurídicamente admisibles
para limitar los salarios computables al término de prescripción
mencionado (sala 2ª, 29/5/2014, "Wolfenson, Raquel Nilda c. Instituto
Nacional de Servicios Sociales para Jubilados y Pensionados PAMI").
5.2. Intimación del art. 11, ley 24.013
De la sentencia de primera instancia surge satisfecho el requisito de
la intimación previa contemplada por el art. 11, LNE, de allí que no sea
procedente la defensa intentada por la empleadora en relación con la
improcedencia de la multa del art. 15 de dicha ley. Los recaudos
allí exigidos se hallan satisfechos en tanto la extinción del contrato de
trabajo de la actora se produjo por el despido directo incausado,
perfeccionado dentro de los dos años desde que ella había intimado
fehacientemente a su empleadora a que regularice la registración de
su contrato de trabajo de acuerdo con las previsiones de los arts. 9º y
256
10, LNE. Por lo tanto procede la multa del art. 15, LNE a favor de la
actora (sala 5ª, 12/5/2015, "Barrio, Ana Lía c. Skul SRL y otro").
La denuncia comunicada verbalmente extingue el vínculo laboral,
y excluye la invocación de justa causa de rescisión contractual, aún si
es reiterada con posterioridad de modo escrito, por tal motivo deben
rechazarse las multas de la ley 24.013, toda vez que el trabajador
efectuó la intimación requerida por el art. 11 de la norma, luego de
finalizada la relación de dependencia (sala 1ª, 30/9/2015, "Kim Yong
Hoon c. Excelcom SA y otros").
5.3. Multas. Procedencia
La indemnización prevista en el art. 8º de la LNE es procedente si el
trabajador cumplió con las exigencias del art. 11 de esa normativa, en
tanto intimó fehacientemente a la codemandada empleadora para que
registre la relación laboral y remitió la respectiva comunicación a la
AFIP y, transcurrido el plazo previsto en el dec. 2725/1941, aquella no
se avino a regularizar la anómala situación que implicaba no tener
registrada en debida forma la relación que mantenía con la accionante
(sala 2ª, 19/6/2014, "Monzón, Carlos Alberto c. Cooperativa Max. Ltda.
y otros").
5.4. Plazo
La prescripción del crédito relativo a la indemnización contemplada
por el art. 8º, ley 24.013, no comienza a correr a partir de los dos años
previos a la interposición de la demanda, sino desde el momento en
que tal indemnización se tornó exigible, vale decir, realizada
la intimación por el trabajador, una vez vencido el plazo consagrado
por el art. 11, párr. 2º, de la ley. La indemnización prevista por el art.
8º, ley 24.013, debe calcularse sobre la base de trece salarios por año
dado que debe computarse el sueldo anual complementario (sala 3ª,
22/6/2005, "Gulino, Humberto S. c. Romeo Rosín e Hijos SRL").
Si la actora dio por finalizada la relación laboral antes de que
venciera el término de 30 días acordado por los arts. 8º y 11, ley
24.013, en mérito de tal ruptura intempestiva perdió la posibilidad de
ser beneficiaria de las multas previstas en la norma. Hay que
ser exigente y meticuloso en la observación de las formalidades del
emplazamiento pues la sanción del incumplimiento es realmente muy
257
grave. Por el principio de la buena fe laboral, el trabajador que ha
emplazado al patrón, debe necesariamente esperar el plazo de treinta
días, que por otra parte es el término legal para que el mismo dé
cumplimiento a la obligación requerida. Aun cuando fuera razonable
pensar que el empleador no iba a cumplir, por el grado de
irresponsabilidad demostrado, introducir excepciones, cuando las
mismas no provienen de la ley, generaría una gran inseguridad
jurídica. Cuando las actitudes del empleador marquen claramente la
voluntad de negarle el derecho de registración y de regularización del
empleo, no es necesario que el trabajador tenga que esperar los
treinta días para producir la ruptura de la relación y en ambos casos se
justifica el pago de las indemnizaciones agravadas. La vinculación del
despido con la pretendida regularización puede ser en forma directa,
cuando el empleador se niega o desconoce la intimación o de
manera indirecta, cuando niega o pretende negar elementos
esenciales de la relación laboral y cuando imperan conductas
maliciosas o evasivas tendientes a postergar, desconocer o impedir la
regularización del empleo que pretende el trabajador (SC
Mendoza, sala 2ª, 27/9/2004, "Silva, Héctor H. c. Rivas, Francisco R.").
5.5. Art. 15, ley 24.013
Establecida en el caso la procedencia de la multa del art. 15, LNE,
esta norma establece que lo que se ha de duplicar es el resarcimiento
de los daños emergentes del despido ("...las indemnizaciones que le
hubieren correspondido como consecuencia del despido"). El objeto de
duplicación no es solo la multa del art. 245, LCT sino también todos
aquellos que fueren consecuencia del despido como es, por ejemplo,
la indemnización por maternidad. Se excluye la indemnización por
clientela en el viajante de comercio por cuanto ella se percibe por la
sola extinción del vínculo, sin que sea condición de su percepción que
el distracto sea imputado a la empleadora. Por ese motivo, en el que
la indemnización del daño moral es consecuencia del despido, esta
suma también debe ser duplicada (sala 5ª, 12/5/2015, "Barrio, Ana Lía
c. Skul SRL y otro").
Resulta procedente la indemnización del art. 15 de la ley
24.013, pues el hecho que no se hubiera cumplimentado la exigencia
impuesta por el art. 11, inc. b) de dicho cuerpo legal, y se haya
rechazado la indemnización a que alude el art. 8º, no es un obstáculo
258
para la procedencia de la reparación mencionada, pues aquel
concepto no se encuentra supeditado al cumplimiento de la exigencia
impuesta por aludido precepto legal, sino a que el distracto se hubiera
producido dentro de los dos años desde que se hubiere cursado, de
modo justificado la intimación prevista por el art. 11, y tal decisión
rescisoria estuviera vinculada a la correcta registración del vínculo,
que lo que se verificó en la causa (sala 10ª, 1/7/2016, "Moreira,
Santiago Marina y otro c. Swiss Medical SA y otros").
5.6. Denuncia
Toda vez que el art. 17, LNE (24.013) impone la carga de denuncia
en el funcionario estatal (administrativo o judicial) cuando se ha
dictado resolución reconociendo el derecho del trabajador a percibir
las indemnizaciones por clandestinidad o se ha homologado un
acuerdo sobre ellas, esta carga se inscribe en el deber general de no
encubrir inconductas (art. 277.6, Cód. Penal). Por ello, una vez
comprobado en sede judicial el incumplimiento del empleador, debe el
tribunal remitir copia de la sentencia a la Administración del Trabajo
para que proceda policialmente de acuerdo con las facultades
regladas por la ley 25.212, que reitera las disposiciones establecidas
anteriormente por los decs.-leyes 18.694/1970 y 18.695/1970 y sus
modificatorias (del voto de Capón Filas) (sala 6ª, 2/7/2001, "Berthier,
Enrique c. Acindar Ind. Arg. de Aceros SA").
5.7. Reducción
Si bien la facultad que el art. 16 de la ley 24.013 otorga requiere ser
utilizada prudencial y excepcionalmente por los magistrados, por
constituir una excepción al principio de que el incumplimiento debe ser
sancionado, las características de la relación habida entre las partes
lleva a tener por comprobada la posibilidad de que hubiera existido
"duda razonable" en el empleador acerca de la naturaleza jurídica de
la relación pues, en las profesiones liberales la subordinación no se
presenta con la claridad con que puede plantearse en otras
actividades, ya que las características de estas brindan al profesional
una independencia que exige valorarla juntamente con otros
elementos (en el caso, los profesionales prestaban servicios una vez
por semana, cumpliendo una guardia de 24 horas). Con fundamento
en el art. 16, ley 24.013 corresponde fijar la indemnización del art. 8º
259
de dicho cuerpo legal en cuatro sueldos y rechazar la procedencia de
la indemnización del art. 15 (sala 1ª, 15/2/2011, "Cassinotti, Daniel A. y
otros c. PAMI").
Si del análisis de la prueba surge sin lugar a dudas la existencia de
un vínculo de naturaleza laboral, en el que se destacan singularidades
de la relación que "buscaban evadir" la LCT, resulta improcedente
utilizar la facultad del art. 16, ley 24.013, sin incurrir en una
contradicción. La expresión aplicación del art. 16, ley 24.013, requiere
la existencia de "una razonable duda en el empleador respecto de la
aplicación de la LCT", que debe tener respaldo en la valoración previa
(TS Córdoba, sala Lab., 12/5/2009, "Araujo Albrecht, Alejandra C. c.
Vanin SRL").
Cumplidos los recaudos del art. 8º, ley 24.013 y ausente la causal de
reducción a que se refiere el art. 16, el tribunal del trabajo no está
legalmente habilitado para morigerar la indemnización (SC Buenos
Aires, 11/10/1995, "Alamo, Jorge A. c. Programas Médicos AS", AyS
1995-III-772).
5.8. Regularización
El art. 8º, ley 24.013, no se refiere al cumplimiento de los aportes,
sino al correcto "registro" del trabajador en el libro especial del
"empleador", así como en el Instituto Nacional de Previsión Social, en
las cajas de subsidios sociales y en la obra social respectiva (sala 7ª,
6/2/2004, "Tesoriero, Cecilia E. c. Cía. de Radiocomunicaciones
Móviles SA y otro").
5.9. Despido posterior
Si una de las injurias justificativas del distracto fue la renuente actitud
de la patronal en reflejar la antigüedad y remuneraciones concurre el
presupuesto fáctico requerido en el último párrafo del art. 15, ley
24.013, sin que tampoco el principal haya acreditado de modo
fehaciente que su conducta no ha tenido por objeto inducir al
trabajador a colocarse en situación de despido (SC Buenos Aires,
13/8/2003, "Donatti, Horacio A. c. La Veneciana SA y otros").
Si la situación que generó la injuria del trabajador existió antes que
la intimación en los términos de la ley 24.013, la presunción del art. 15
260
debe desplazarse: denunciado por el trabajador el incumplimiento
patronal de dar tareas, no se verifica vinculación directa entre el
pedido de registración y la medida extintiva (TS Córdoba, sala Laboral,
12/8/2003, "Álvarez, Ramón L. c. Migliavacca, Carlos A. y otro").
6. Art. 1º, ley 25.323
Cuando el art. 1º de la ley 25.323 alude a deficiente registración lo
hace en los términos previstos en los arts. 9º y 10 de la ley 24.013, por
lo que los datos de categoría profesional y jornada laboral no
son exigidos por el art. 52, LCT, punto básico de la registración
laboral. Consecuentemente, no procede la sanción allí prevista en
relación con dichos rubros —del voto del Dr. Maza— (sala 2ª,
31/8/2010, "Grandinetti, Lucas Ramón c. Servicios Post Venta SRL").
La empleadora registró el contrato de trabajo en forma defectuosa
o insuficiente al omitir consignar íntegramente la remuneración en
especie abonada al actor, razón por la que corresponde el pago de
la indemnización prevista por el art. 1º, ley 25.323 (sala 2ª, 17/2/2010,
"Alassa, Eduardo F. c. Culligan Argentina SA").
El reclamo de pago de la multa dispuesta por el art. 1º de la ley
25.323, es procedente, toda vez que la falta de inscripción de las
sumas remunerativas devengadas es, desde el punto de vista de la
relación laboral, un registro deficiente que se encuentra tipificado en la
norma (sala 5ª, 29/2/2016, "Conde, Anahí Ivanna c. Mis Tres Amores
SRL").
Debe confirmarse la sentencia de grado que hizo lugar a la multa
prevista por el art. 1º de la ley 25.323, toda vez que el trabajador
acreditó haber ingresado en una fecha anterior a la que figura
registrado en los libros laborales de la empresa, lo que conduce a la
conclusión que mediaron deficiencias registrales susceptibles de
sanción (sala 8ª, 30/9/2015, "Moschen, Raúl Esteban c. Astilleros
Klase A SA y otros").
Encontrándose acreditada la deficiente registración de la relación
laboral, es de aplicación la indemnización prevista por el art. 1º de
la ley 25.323 (sala 7ª, 30/6/2015, "Paredes, Marina Antonieta c.
Asociación Civil Universidad Argentina John F. Kennedy").
261
Deviene improcedente la queja del trabajador por la declaración
de inconstitucional del incremento indemnizatorio contenido en el art.
1º de la ley 25.323, toda vez que, ante la falta vinculación directa entre
daño e indemnización, demostrada con la jubilación del actor, se
acredita la ausencia de daño previsional y, por lo tanto, si no hay daño
no hay indemnización devengada (C. Lab. Santa Fe, sala 2ª,
27/4/2015, "R., C. E. c. Caja de Seg. Social de Abogados y
Procuradores de Prov. Santa Fe").
El hecho de que el trabajador no estuviera debidamente registrado no
habilita de por sí la multa del art. 1º de la ley 25.323, sino que,
además, tendría que ser acreedor de una indemnización por
antigüedad (sala 6ª, 19/2/2015, "Morelli, Gabriel Esteban Cayetano c.
Gestión Laboral SA y otro").
El empleador debe abonar el incremento indemnizatorio contenido en
el art. 1º de la ley 25.323, toda vez que al abonar salarios inferiores a
los que estaba obligada por convenio, no realizó los aportes
proporcionales a la seguridad social y a la obra social a los que estaba
obligada por ley, y por ello la registración deviene defectuosa por
omisión de datos necesarios para su contralor y fiscalización (Trib.
Trab. Formosa, sala 3ª, 11/2/2015, "Ramírez, Evelyn Gabriela c.
Camiletti SA").
El hecho de tener por acreditado que el trabajador efectuó
horas extras que no le fueron abonadas, en la medida que no conlleva
una defraudación al sistema previsional, excluye el presupuesto
del art. 1º de la ley 25.323 y los previstos en la ley 24.013, toda vez
que la falta del trabajo en tiempo suplementario no implica una
clandestinización de la relación, ni de la verdadera fecha de inicio, ni
de la remuneración realmente abonada (sala 2ª, 18/7/2014,
"Maldonado, Raúl Oscar c. Jardín Zoológico de la Ciudad de Buenos
Aires SA").
262
CAPÍTULO VII - FRAUDE. RESPONSABILIDAD SOLIDARIA REGULADA EN LA LCT
I. FRAUDE Y SIMULACIÓN EN EL CONTRATO DE TRABAJO
1. Introducción
El fraude y la simulación son técnicas elusivas, a las que la ley asigna un
tratamiento idéntico, aunque se torna necesario distinguir los diversos supuestos.
Hay que diferenciar el incumplimiento liso y llano de la ley sin utilizar ningún
artificio (p. ej., retener aportes y no depositarlos), de las maniobras evasivas que se
manifiestan mediante la simulación y fraude (p. ej., la adopción de figuras no laborales
o la interposición de personas).
Los actos o negocios simulados o conductas fraudulentas están dirigidos a evitar
responsabilidades del empleador y son la contracara del orden público laboral. El art.
14, LCT, sanciona con la nulidad el fraude laboral, al consignar que los contratos
serán nulos si las partes actuaron con simulación o fraude, por lo que la relación
queda regida por la LCT.
También se observan maniobras que tienden a eludir la aplicación de la ley —entre
otras, la falta de registración del trabajador, pagos en negro, denominación errónea
del contrato— que constituyen conductas evasivas. La LCT protege al trabajador
contra el fraude a la ley y la simulación, al decretar la nulidad de los contratos que
bajo otra denominación en realidad encubren un contrato de trabajo, o los casos
de interposición de personas para evitar las consecuencias de la LCT.
2. Fraude
Los negocios fraudulentos son negocios reales e indirectos, que tienden a
conseguir, con la combinación de diversos medios jurídicos, el mismo resultado que la
ley prohíbe, o por lo menos uno equivalente.
El fraude supone la existencia de un acto que, evaluado de forma aislada, resulta
acorde a la normativa jurídica. Sin embargo, ese mismo acto evaluado dentro del
ordenamiento jurídico completo, importa la obtención de un resultado contrario a este
y merecedor de reproche. El fraude a la ley frustra la finalidad de la norma, aunque el
negocio es real e indirecto y tiende a buscar un resultado similar al que la norma
prohíbe.
263
Se produce cuando, amparado en una disposición legal, se obtiene un resultado
prohibido por otra norma jurídica. Por ejemplo, el fraude por interposición de persona,
cuyo objeto es eludir deliberada y maliciosamente las obligaciones impuestas por el
contrato de trabajo, y la interposición sucesiva de renuncias, a fin de fragmentar la
antigüedad del trabajador.
3. Simulación
En términos generales, la simulación es definida como la declaración de un
contenido de voluntad irreal, emitido conscientemente, para producir engaño mediante
la apariencia de un negocio jurídico que es diferente al que realmente se ha llevado a
cabo.
En nuestro ámbito, lo que se trata es de disimular una realidad que existe y está
protegida por el derecho del trabajo, por lo que se la cubre para que no se pueda
determinar su carácter laboral y así poder legalizar el incumplimiento y evitar las
respectivas consecuencias derivadas de la aplicación de normativa protectoria.
Puede presentarse bajo el disfraz de la evasión total, simulando figuras
contractuales no laborales (trabajador dependiente inscripto como autónomo que
otorga factura al empleador), o de evasión parcial; por ejemplo, cuando se crea una
figura: la renuncia que encubre otro acto (el real) de despido.
También opera cuando se utilicen figuras no laborales para caracterizar el
contrato, y en tanto que por las circunstancias no se deba calificar de empresario a
quien presta el servicio.
Su finalidad es ocultar una relación o un acto verdadero para producir una
situación jurídica aparente, privando al trabajador de sus derechos y eludiendo el
cumplimiento de las obligaciones laborales. La evasión pretendida puede ser total, por
medio de la creación aparente de una figura contractual no laboral, o parcial, al
aparentar una figura (renuncia) que encubre el acto real (despido).
Entre la simulación y el fraude existen diferencias: en la primera hay una mera
apariencia —el negocio simulado es ficticio—, mientras que en el fraude hay una
situación real, ya que el negocio es serio y busca conseguir un resultado prohibido.
Mientras la simulación es un medio para encubrir la violación de la ley, el fraude es
una violación a la ley mediante un negocio real.
II. RESPONSABILIDAD SOLIDARIA EN EL CONTRATO DE TRABAJO
264
1. Solidaridad en el derecho civil. Su trasvasamiento al derecho del trabajo
Para analizar la operatividad del instituto de la solidaridad en el derecho del trabajo
corresponde, previamente, recordar de qué modo estaba regulado por el Cód. Civil
(ley 340) y cómo lo regula el actual Cód. Civ. y Com. (ley 26.994).
El art. 699, Cód. Civil definía a las obligaciones solidarias expresando que la
obligación mancomunada es solidaria, cuando la totalidad del objeto de ella puede, en
virtud del título constitutivo o de una disposición de la ley, ser demandada por
cualquiera de los acreedores o a cualquiera de los deudores. Las fuentes de la
solidaridad eran: la convención de las partes y la ley, aunque el art. 700, Cód. Civil
disponía que la solidaridad pudiera también ser constituida por decisión judicial. En
cuanto a sus efectos principales se destacaban: 1) exigibilidad (derecho del acreedor
al cobro total del crédito, respecto de cualquiera de los deudores) y 2) extinción de la
obligación por pago u otro medio equivalente.
Actualmente, el art. 827 del Cód. Civ. y Com. define a las obligaciones solidarias
en los siguientes términos "Hay solidaridad en las obligaciones con pluralidad de
sujetos y originadas en una causa única cuando, en razón del título constitutivo o de la
ley, su cumplimiento total puede exigirse a cualquiera de los deudores, por cualquiera
de los acreedores". En cuanto a las fuentes, el art. 828 del Cód. Civ. y Com. indica
que la solidaridad no se presume y que ella debe surgir inequívocamente de la ley o
del título constitutivo de la obligación.
Los efectos de la solidaridad son: 1) exigibilidad: el 844 del Cód. Civ. y Com.
establece que el acreedor, o cada acreedor, o todos ellos conjuntamente, pueden
reclamar al deudor la totalidad de la obligación y 2) extinción de la obligación: el art.
846 del Cód. Civ. y Com. regula los modos extintivos en los siguientes términos:
"Sujeto a disposiciones especiales, los modos extintivos inciden, según el caso, sobre
la obligación, o sobre la cuota de algún acreedor solidario, conforme a las siguientes
reglas: a) la obligación se extingue en el todo cuando uno de los acreedores solidarios
recibe el pago del crédito; b) en tanto alguno de los acreedores solidarios no haya
demandado el pago al deudor, la obligación también se extingue en el todo si uno de
ellos renuncia a su crédito a favor del deudor, o si se produce novación, dación en
pago o compensación entre uno de ellos y el deudor; c) la confusión entre el deudor y
uno de los acreedores solidarios solo extingue la cuota del crédito que corresponde a
este; d) la transacción hecha por uno de los coacreedores solidarios con el deudor no
es oponible a los otros acreedores, excepto que estos quieran aprovecharse de esta".
Como puede observarse, al no ser un instituto propio del derecho del trabajo, su
marco regulatorio se encuentra en el derecho civil. Por ende, cuando se lo aplica a
nuestra disciplina no puede ser distinto, pero tampoco más restringido porque ello
atentaría contra el carácter protectorio de la normativa laboral. En consecuencia, la
legislación laboral reacciona frente a las maniobras evasivas y las conductas
simuladas o fraudulentas de tres formas: 1) declara la nulidad de todo contrato cuando
las partes actuaron con simulación y fraude y aplicando la disposición laboral (art. 14,
LCT); 2) establece la relación de dependencia directa con quien se beneficia o
265
aprovecha el trabajo (art. 29, LCT); 3) fija la solidaridad entre los sujetos
que intervienen en el negocio (arts. 30 y 31, LCT).
La finalidad de la solidaridad en el derecho del trabajo excede la prevención de
maniobras fraudulentas y configura básicamente un instrumento destinado a
responder a su función esencial, plasmada en el "principio protectorio".
De esta forma, y como derivación del principio protectorio, uno de los objetivos
centrales del derecho del trabajo radica en proteger la remuneración del trabajador y
asegurar la percepción de todos aquellos créditos que el empleador pueda adeudar al
trabajador por cualquier cuestión que derive del contrato de trabajo (indemnizaciones,
multas por falta o deficiente registro, etc.).
En estos casos, la solidaridad constituye un medio para asegurar el crédito del
trabajador frente a la posible insolvencia de uno de los contratantes (por lo general el
hombre de paja o el contratista, o la empresa subordinada) y otorgarle seguridad en la
percepción de su crédito (intermediación en la contratación o de transferencia en la
relación laboral). Su fuente es legal; excepcionalmente su origen es la voluntad de las
partes, ya que el dependiente no tiene poder negocial como para obtener esa
garantía.
Siempre es pasiva, es decir que la obligación es contraída por varios deudores que
tienen que satisfacer al acreedor la totalidad de la prestación debida; el cumplimiento
de uno libera a todos. Se refiere normalmente a obligaciones en las que el trabajador
es acreedor de diferencias salariales e indemnizaciones.
Cuando el pago es parcial, es tenido como pago a cuenta en virtud de lo dispuesto
por el art. 260, LCT, subsistiendo la obligación por el remanente con el mismo
carácter de solidario que antes tenía.
2. Art. 705, Código Civil (ley 340): fallo plenario 309, CNTrab., 3/2/2006,
"Ramírez, María I. c. Russo Comunicaciones e Insumos SA"
El 3/2/2006, la Cámara Nacional de Apelaciones del Trabajo dictó el fallo plenario
309 en los autos "Ramírez, María Isidora c. Russo Comunicaciones e Insumos SA y
otro s/despido", por el cual se resolvió (por mayoría) que es aplicable el art. 705, Cód.
Civil (ley 340), a la responsabilidad del art. 30, LCT.
La aplicación práctica de la doctrina sentada en el fallo plenario consiste en que los
trabajadores de los contratistas y/o subcontratistas pueden accionar judicialmente
reclamando el cobro de sus acreencias laborales indistinta o conjuntamente y a su
elección irrestricta, contra el contratante o cesionario, o contra estos y el contratista
y/o subcontratista o contra estos últimos. Esto se traduce en la posibilidad de
condenar al deudor solidario si no se demandó o se desistió de la demanda contra el
empleador.
266
En el fallo se sostuvo que se está frente a un régimen de responsabilidad solidaria
de origen legal, tal como surge del art. 699, Cód. Civil, resultando claros los términos
de aquella, y no es posible aceptar que tiene carácter autónomo, ya que la Ley de
Contrato de Trabajo no define la solidaridad, de forma tal que corresponde remitirse al
Cód. Civil (Scotti, Ferreirós, Zas). No hay ninguna disposición que impida aplicar el
efecto del art. 705, Cód. Civil, al art. 30, LCT (Porta, Scotti). No hay incompatibilidad
entre la normativa civil y la laboral, no cabe privar al acreedor laboral del derecho
especial de elegir que tienen todos los acreedores de las obligaciones solidarias y que
consisten en demandar a todos (empleador y contratista) o a uno (contratista o
empleador) —dictamen del fiscal general ante la Cámara Nacional del Trabajo—.
El fallo plenario modifica una tradicional y mayoritaria doctrina judicial de las salas
de la Cámara Nacional del Trabajo, que establecía que para que operara la
solidaridad instituida en el art. 30, LCT, el trabajador del contratista o subcontratista
debía dirigir su acción juntamente contra su empleador y contra el contratante.
Desde el punto de vista normativo, el criterio en cuestión es solo aplicable al art.
30, LCT, y no a los restantes supuestos en los que la norma laboral instituye la
solidaridad pasiva (arts. 29, 29 bis, 31 y 225 a 230, LCT). Se restringen a los
supuestos de cesión total o parcial del establecimiento, y a los de contratación o
subcontratación previstos en el art. 30, LCT, y no se proyectan al resto del articulado
de la Ley de Contrato de Trabajo, donde también se impone la solidaridad.
Aun cuando la doctrina y la jurisprudencia son conteste en extender
esta interpretación a los casos de interposición e intermediación dispuestos en los
arts. 14 y 29, LCT, todavía quedarían sin resolver los supuestos de interrelación
(empresas de servicios eventuales), subordinación y relación (empresas controladas y
conjunto económico), transferencia del establecimiento, cesión del personal
y extensión de responsabilidad a los socios, directores y gerentes de sociedades
comerciales, en los cuales la discusión se podría seguir manteniendo.
En relación con la condena al Estado nacional en los términos del art. 30, LCT, la
Corte Suprema, a partir del fallo "Mónaco", desestimó la extensión de responsabilidad
al Estado en su carácter de contratante, al sostener: "La Administración Pública
municipal no es empleadora según el Régimen de Contrato de Trabajo—salvo que por
acto expreso se incluya a sus dependientes dentro de su ámbito— por lo que mal
puede ser alcanzada, entonces, por una responsabilidad solidaria que solo
es inherente a esta clase de sujetos del contrato de trabajo (arts. 2º, inc. a], y 26)". Y
agregó que "(c)orresponde dejar sin efecto la sentencia dictada por la Cámara, con
posterioridad a que la Corte dejara sin efecto un anterior pronunciamiento, si al
declarar responsable solidaria a la Municipalidad de la Ciudad de Buenos Aires por
diversas indemnizaciones emergentes del Régimen de Contrato de Trabajo, que la
concesionaria de la explotación de playas de estacionamiento debía a los actores,
omitió considerar la incidencia de la relación contractual de derecho público que
vinculaba a las partes, de acuerdo con las expresas directivas señaladas en su
oportunidad por la Corte". Este criterio también en seguido por la Suprema Corte de
Buenos Aires.
267
Sin embargo, esta postura, que hasta hace unos años se consideraba pacífica, ha
comenzado a ser revisada por la CNTrab., a punto tal que en la actualidad varias
salas (3ª, 4ª, 5ª, 6ª, 7ª, 8ª y 10ª) han decidido en determinados casos extender la
condena al Estado.
3. Regla general del art. 14, LCT
Con el fin de combatir actitudes abusivas de los empleadores en perjuicio del
trabajador y maniobras elusivas, el art. 14, LCT, sanciona con la nulidad todo contrato
celebrado con simulación y fraude y torna aplicable las normas laborales. Así, declara
"nulo todo contrato por el cual las partes hayan procedido con simulación o fraude a la
ley laboral, sea aparentando normas contractuales no laborales, interposición de
personas o de cualquier otro medio. En tal caso, la relación quedará regida por esta
ley".
El principio de primacía de la realidad evita que el empleador utilice figuras no
laborales para evitar la aplicación del derecho del trabajo: prima la verdad de los
hechos (no la forma) sobre la apariencia o por encima de los acuerdos, de lo
documentado, de la ficción jurídica.
Conforme lo expuesto, para que tenga valor la estipulación contractual el
empleador debe acreditarlo por medio de la prueba. Si se demuestra la discordancia
entre lo pactado y los hechos ejecutados, lo pactado es nulo y carece de eficacia y es
reemplazado por las normas de orden público laboral violadas. Esto se vincula con la
presunción del art. 23, LCT y se manifiesta de distintas formas:
3.1. Figuras contractuales no laborales
Una de las formas más comunes de simulación para evadir las disposiciones del
derecho laboral y de la seguridad social es recurrir a figuras contractuales no
laborales para esconder un contrato de trabajo, algunas veces con el consentimiento
del propio trabajador (obligado).
En estos casos la relación queda regulada por la LCT y las cláusulas contractuales
nulas son sustituidas por las disposiciones imperativas y se mantienen las cláusulas
válidas y más favorables.
3.2. Interposición de personas
En la interposición se reconoce a un sujeto la facultad de inmiscuirse en la esfera
de otro sujeto, volcando en ella su propia actividad, y supone el consentimiento del
propio interesado o, en casos especiales, su admisión por el ordenamiento jurídico
(por ejemplo, el mandato, la gestión de negocios, la comisión y la expedición).
268
Se trataría de un intruso que puede ser real (si la persona interpuesta es el
verdadero contratante), colocado por el interesado para que sus negocios recaigan
directamente sobre él (el caso del principal que se vale de contratistas), o ficticio,
cuando el sujeto interpuesto es solo un prestanombre; en estos casos se trata de una
simulación relativa, de quien hace aparecer al testaferro insolvente, como si fuera el
verdadero empleador.
No se debe confundir la interposición con la intermediación; el intermediario realiza
una actividad dirigida al establecimiento de relaciones jurídicas entre dos o más
sujetos, permaneciendo extraño a estas, ya que quien interviene no asume
directamente ninguna de las obligaciones y derechos que constituyen el contenido de
la relación; es una relación de mero acercamiento.
3.3. Interposición de persona física, testaferro u hombre de paja
En la práctica es habitual que en determinadas actividades se recurra a personas
físicas (sin estructura empresarial) que por su conocimiento del mercado pueden
juntar cuadrillas de trabajadores (p. ej., en plazas o puertos), en donde es normal que
se reúnan para que estos sujetos los convoquen para realizar changas. Obviamente
que estas relaciones no se documentan para evitar asumir el rol de contratantes.
De todos modos, cuando el trabajador es contratado queda interpuesto como
empleador aparente, y cuando la empresa que se beneficia con los servicios
personales niega su carácter de empleador descarga su responsabilidad en estos
sujetos, que como son insolventes la aceptan para no perder a la empresa (cliente)
que le permite lucrar con la intermediación.
3.4. Falsas empresas. Personas jurídicas
Esta forma de fraude se produce cuando el sujeto interpuesto toma la apariencia
de una empresa en los términos del art. 5º, LCT.
Es más compleja y puede surgir de la iniciativa de un falso empresario que recluta
personal para asignarlo a empresas verdaderas, actuando como si se tratara de una
agencia (art. 29, LCT), figurando ser una empresa que es contratada por otra para
realizar determinada tarea en ella (art. 30, LCT), o del acto simulatorio de la propia
beneficiaria de la labor que da vida a la empresa aparente para tratar de eludir el
vínculo laboral.
En estos casos se produce fraude, ya que el sujeto interpuesto o testaferro,
unipersonal o no, no tiene organización, y por el principio de primacía de la realidad,
se desestima esa persona aparente que se interpone como una empresa, para
que surja la auténtica relación entre el trabajador y la empresa que lo incorpora
efectivamente en su organización y se beneficia con su trabajo.
269
III. ARTS. 29 Y 29 BIS, LCT. INTERPOSICIÓN E INTERMEDIACIÓN.
EMPRESA DE SERVICIOS EVENTUALES. SOLIDARIDAD
1. Interposición e intermediación. Regulación en la LCT
El art. 29, LCT, establece que los trabajadores que habiendo sido contratados por
terceros con vista a proporcionarlos a las empresas, serán considerados empleados
directos de quien utilice su prestación.
En tal supuesto, y cualquiera que sea el acto o estipulación que al efecto
concierten, los terceros contratantes y la empresa para la cual los trabajadores
presten o hayan prestado servicios responderán solidariamente de todas las
obligaciones emergentes de la relación laboral y de las que se deriven del régimen de
la seguridad social.
Los trabajadores contratados por empresas de servicios eventuales habilitadas por
la autoridad competente para desempeñarse en los términos de los arts. 99 de la
presente, y 77 a 80, LNE, serán considerados en relación de dependencia, con
carácter permanente continuo o discontinuo, con dichas empresas.
Es llamativa la extraña estructura de este artículo, que regula primero en dos
párrafos la situación patológica y disvaliosa para la ley y recién en el último contiene
la excepción válida, o sea, la situación de las agencias autorizadas.
Del análisis de los párrs. 1º y 2º de la norma transcripta se observa claramente
como, por aplicación del principio de primacía de la realidad, la LCT reconoce la
relación directa entre el trabajador y quien utiliza su prestación e impone, como
consecuencia, que tanto el tercero intermediario como quien utilice la prestación son
solidariamente responsables por las obligaciones derivadas del contrato.
Pero teniendo en cuenta que quien utiliza la prestación es el empleador directo,
este es el titular de la relación jurídica, sin perjuicio de que, a posteriori, tanto el
tercero como la empresa principal respondan frente al trabajador por
los incumplimientos que pudieran existir.
Dicha regulación resulta aplicable a los supuestos de intermediación fraudulenta,
en los cuales el verdadero empleador hace aparecer a un tercero como contratante
del trabajador, resultando el único beneficiario de la prestación quien la recibe y
aprovecha, mientras que el contratante aparente no pasa de ser un testaferro o
prestanombre, por lo general insolvente, lo cual perfecciona la maniobra.
2. Empresas de servicios eventuales: arts. 29, párr. 3º y 29 bis, LCT
270
Distinto es el caso del párr. 3º, que se plantea cuando el tercero contratante es una
agencia de servicios eventuales habilitada para desempeñarse en los términos de los
arts. 99, LCT, y 77 y 80, ley 24.013. En este supuesto, el titular directo de la relación
es la agencia de servicios eventuales, sin perjuicio de la solidaridad en el
cumplimiento de las obligaciones.
Ante la existencia de una agencia de servicios eventuales no habilitada (art. 29,
párrs. 1º y 2º), el trabajador que preste servicios en la empresa usuaria es
considerado permanente continuo respecto del tipo de relación que lo vincula con esta
empresa que utiliza su prestación (titular de la relación de trabajo), sin perjuicio de la
solidaridad que corresponde a la empresa de servicios eventuales.
El art. 29 bis, incorporado por el art. 76, ley 24.013, establece que "el empleador
que ocupe trabajadores a través de una empresa de servicios eventuales habilitada
por la autoridad competente, será solidariamente responsable con aquella por todas
las obligaciones laborales, y deberá retener de los pagos que efectúe a la empresa de
servicios eventuales los aportes y contribuciones respectivas para los organismos de
la seguridad social y depositarlos en término. El trabajador contratado a través de una
empresa de servicios eventuales estará regido por la convención colectiva, será
representado por el sindicato y beneficiado por la obra social de la actividad o
categoría en la que efectivamente preste servicios en la empresa usuaria".
Según lo dispuesto en el párr. 1º del art. 29 bis, ambos empleadores son
solidariamente responsables en el cumplimiento de las obligaciones frente al
empleado permanente discontinuo, pero el titular de la relación es la agencia de
servicios eventuales. Si la agencia de servicios eventuales no estuviera habilitada
para tal efecto, entran en juego las previsiones de los párrs. 1º y 2º del art. 29: el
trabajador sería considerado permanente en relación con la empresa usuaria y esta, a
su vez, titular de la relación laboral, sin perjuicio de la solidaridad en sus obligaciones
frente al trabajador.
2.1. Regulación legal de las Empresas de Servicios Eventuales (ESE)
Además de la ley 24.013, que en sus arts. 75 a 80 incorpora requisitos para su
constitución y sanciones, deroga y modifica el art. 29 y agrega el 29 bis de la LCT,
rige el dec. 1694/2006 —BO del 27/11/2006— (que derogó al dec. 342/1992), y las
Resoluciones del MTEySS 1225/2007 y ST 267/2008,1285/2008 y 352/2012.
De acuerdo con lo establecido en el dec. 1694/2006 y la res. 1225/2007,
la autoridad de aplicación a nivel nacional en materia de empresas de servicios
eventuales es el MTEySS, que ejerce su competencia a través de la Dirección de
Inspección Federal.
El art. 2º, dec. 1694/2006 define a las empresas de servicios eventuales como "a la
entidad que, constituida como persona jurídica, tenga por objeto exclusivo poner a
disposición de terceras personas, en adelante empresas usuarias, a
personal industrial, administrativo, técnico, comercial o profesional, para cumplir, en
forma
temporaria,
servicios extraordinarios
determinados
de
antemano
271
o exigencias extraordinarias y transitorias de la empresa, explotación o
establecimiento, toda vez que no pueda preverse un plazo cierto para la finalización
del contrato".
Para poder funcionar como tales, las empresas de servicios eventuales deben
estar constituidas como personas jurídicas y tener como único objeto
la intermediación en la contratación de trabajadores eventuales (art. 77, ley 24.013).
Asimismo, deben caucionar una suma de dinero o valores y otorgar una fianza o
garantía real, ante el MTEySS (art. 78, ley 24.013), pudiendo ser sancionada —en
caso de violación a las disposiciones que regulan su funcionamiento— con multa,
clausura o cancelación de la habilitación (art. 79, ley 24.013).
Esta última sanción provoca la pérdida de la caución, que se destina a satisfacer
los créditos laborales que pudieren existir con los trabajadores y los organismos de
seguridad social, integrándose el eventual remanente al Fondo Nacional de Empleo
(art. 80, ley 24.013).
2.2. Pautas generales sobre la relación entre la ESE y el trabajador
eventual
Teniendo en cuenta las particularidades de la relación que se genera entre la ESE
y el trabajador destinado a prestar tareas en las empresas usuarias, básicamente
dadas por el carácter discontinuo de la prestación y por la realización de tareas en
diferentes destinos, se establecen las siguientes previsiones: 1) Los sueldos y jornales
que abonen las ESE a los trabajadores no podrán ser inferiores a los que
correspondan por la convención colectiva de la actividad o categoría en la que
efectivamente presten el servicio contratado y a los efectivamente abonados en la
empresa usuaria, en relación a la jornada legal total o parcial desempeñada. 2) El
período de suspensión entre las asignaciones que formule la ESE, no podrá superar
los cuarenta y cinco días corridos o noventa alternados en un año aniversario. 3) El
nuevo destino de trabajo podrá comprender otra actividad o encontrarse regulado por
otro CCT y podrá modificar el régimen horario, pero en este último caso, el trabajador
no estará obligado a aceptar un trabajo nocturno o insalubre, o a tiempo total o parcial
cuando no lo haya aceptado anteriormente. Asimismo, el lugar de prestación de
tareas deberá estar comprendido dentro de un radio de treinta kilómetros del domicilio
del trabajador.
2.3. Causas de la contratación eventual
De acuerdo con lo reglamentado por el dec. 1694/2006, solo podrán asignarse
trabajadores a empresas usuarias, cuando los requerimientos de estas respondan a
alguna de las siguientes causas:
1) Cubrir la ausencia de un trabajador permanente, durante ese período.
2) En caso de licencias o suspensiones legales o convencionales, durante el
período en que se extiendan, excepto cuando la suspensión sea producto de una
huelga o por fuerza mayor, falta o disminución de trabajo.
272
3) Cuando se tratase de un incremento en la actividad de la empresa usuaria que
requiera, en forma ocasional y extraordinaria, un mayor número de trabajadores.
4) Cuando deba organizar o
ferias, exposiciones o programaciones.
participar
en
congresos,
conferencias,
5) Cuando se requiera la ejecución inaplazable de un trabajo para prevenir
accidentes, por medidas de seguridad urgentes o para reparar equipos del
establecimiento, instalaciones o edificios que hagan peligrar a los trabajadores o a
terceros, siempre que las tareas no puedan ser realizadas por personal regular de la
empresa usuaria.
6) En general, cuando por necesidades extraordinarias o transitorias deban
cumplirse tareas ajenas al giro normal y habitual de la empresa usuaria (art. 6º, dec.
1694/2006).
Asimismo, existen dos tipos de limitaciones a la contratación de trabajadores a
través de empresas de servicios eventuales que buscan evitar la utilización de la
figura de forma abusiva o con fines desviados.
El primero de ellos es de tipo numérico y el segundo temporal: el art. 7º, dec.
1694/2006 indica que debe existir una proporción razonable y justificada de
trabajadores eventuales en relación con el número de trabajadores permanentes de la
empresa usuaria, como así también, una extensión temporal adecuada con los
servicios eventuales a brindar.
Por otro lado, la norma delega en la negociación colectiva de cada rama o sector,
la facultad de establecer las pautas que permitan determinar los límites mencionados.
2.4. Registro de la relación
Las empresas usuarias y las de servicios eventuales deben llevar una sección
particular del libro especial del art. 52 de la LCT, en donde harán constar:
1) Empresa usuaria: a) individualización del trabajador que preste servicios a
través de una empresa de servicios eventuales; b) categoría profesional y tareas a
desarrollar; c) fecha de ingreso y egreso; d) remuneración denunciada por la empresa
de servicios eventuales o el importe total de la facturación; e) nombre, denominación o
razón social, número de CUIT, número de habilitación y domicilio de la empresa de
servicios eventuales a través de la cual fue contratado el trabajador.
2) Empresa de servicios eventuales: a) individualización del trabajador que preste
servicios bajo la modalidad de contrato de trabajo eventual; b) categoría profesional y
tarea a desarrollar; c) fecha de ingreso y egreso en cada destino; d) remuneración; e)
nombre, denominación o razón social, número de CUIT y domicilio de las empresas
usuarias donde fuera destinado el trabajador.
2.5. Denuncia del contrato
273
En cuanto a la ruptura del contrato de trabajo existente entre la empresa de
servicios eventuales y el trabajador existen dos previsiones:
1) Denuncia del trabajador: puede formularla cuando transcurran los plazos
máximos de suspensión indicados (45 o 90 días, según el caso), sin que la empresa
de servicios eventuales le asigne nuevo destino. En tal caso, el trabajador
deberá intimar de forma fehaciente, por un plazo de veinticuatro horas (24), para que
se le otorgue nuevo destino y en caso de que esto no ocurra, se hará acreedor de
las indemnizaciones por despido sin justa causa y omisión de preaviso.
2) Denuncia de la empresa de servicios eventuales: la empresa podrá denunciar el
contrato de trabajo en aquellos casos en que hubiere asignado al trabajador nuevo
destino laboral, notificado en forma fehaciente, y este no retome sus tareas en el
término de cuarenta y ocho horas (art. 244, LCT y art. 5º, dec. 1694/2006).
3. Certificados de trabajo. Jurisprudencia
Otra de las cuestiones que resulta controvertida a partir de la solidaridad impuesta
por los arts. 29 y 29 bis de la LCT se refiere al cumplimiento de las obligaciones
consagradas por el art. 80, LCT, una vez acreditado el fraude laboral por
la intermediación de una empresa de servicios eventuales.
Conforme lo establece el art. 12, dec. 1694/2006, las empresas usuarias deben
retener, respecto de los trabajadores contratados a través de una empresa de
servicios eventuales, los importes correspondientes a las obligaciones derivadas de
los regímenes de la Seguridad Social y las empresas de servicios eventuales deben
abonar en forma directa a los sindicatos las cuotas sindicales, los aportes
empresariales y las retenciones que resulten del CCT aplicable a la actividad de la
empresa usuaria.
El debate se plantea cuando es la empresa de servicios eventuales la que entrega
los documentos descriptos en el art. 80, LCT al trabajador, en aquellos supuestos en
que ha mediado un abuso de la figura de la contratación eventual y se ha declarado
la existencia de relación de trabajo directa entre el trabajador y quien detentaba el
carácter de empresa usuaria.
En tal sentido, la jurisprudencia ha sostenido, con criterio que comparto, que
"habiéndose resuelto que no fue acreditada la eventualidad de los servicios prestados
por los trabajadores para la empresa usuaria, esta tiene la obligación de confeccionar
y entregar el certificado de trabajo expresado en el art. 80, LCT. No hay imposibilidad
material ni lógica pues tal certificado puede ser confeccionado y extendido por la
empresa usuaria con las constancias que surgen de autos, sin perjuicio de dejar
aclarado que los aportes jubilatorios y demás por el período en cuestión fueron
efectuados por la empresa que proporcionó a los trabajadores (esta sala, 26/12/2006,
SD 91.957, 'Chazarreta, Alejandro Rafael c. Edenor SA y otro s/despido'; íd.
30/9/2008, 'Planas, Cristian Ciro c. SEA Servicios Empresarios Argentinos SA y
274
otro s/despido'; íd. 30/6/2010, SD 94.764, 'Castagno, Emanuel Matías c. Química
Oeste SA y otro s/despido'; entre muchos otros) (sala V, SD 66.498 del 9/6/2003,
'Sanzio, Gabriel y Otro c. American Express Argentina SA y otro s/despido'), citado
en Tratado práctico del derecho del trabajo, de Juan Carlos Fernández l La Ley,
Madrid, 3ª ed. actualizada y ampliada, t. II, capítulo 'Terminación del contrato', p.
1972. Por otra parte, asiste razón a Bayton SA, en cuanto a que adjuntó
oportunamente a la causa el certificado de trabajo y la certificación de servicios y
remuneraciones —Formulario ANSeS P.S.6.2— correspondientes al actor. A ello cabe
agregar que, de acuerdo con las consideraciones vertidas previamente en torno al
sujeto sobre el cual recae la obligación de hacer entrega de los instrumentos que
establece el art. 80 de la LCT en las presentes actuaciones, no corresponde
hacer extensiva la condena pertinente en forma solidaria a su parte en el caso
particular bajo examen. Por todo ello, sugiero modificar la sentencia apelada en lo que
resuelve al respecto, y condenar exclusivamente a Andreani Logística SA a entregar
al demandante el certificado de trabajo y la constancia documentada de aportes
requeridos al inicio, en el plazo y bajo el apercibimiento dispuesto en la instancia de
grado anterior, extremos que llegan firmes a esta alzada" (sala 4ª, 28/4/2011,
"Barrella, Walter Adrián c. Bayton SA y otro").
Por otro lado y en sentido contrario se ha resuelto que aunque se haya condenado
a ambas demandadas en función de lo normado por el art. 29, párr. 1º, LCT, carece
de objeto disponer una doble entrega de los certificados de trabajo si los datos
correspondientes al trabajador han sido correctamente registrados en los libros
laborales de la empresa de trabajos eventuales y, además, se han instrumentado los
pagos y retenciones pertinentes en debida forma, ya que sería excesivo adicionar a
quien no posee los libros y no ha realizado los pagos, y de acuerdo con las
constancias de la causa, aparecen cumplidos dichos extremos por una de las
obligadas (sala 2ª, 24/8/2004, "Bossu, Sebastián R. c. Servitemp SA y otro").
Por su parte, la Suprema Corte de Justicia de la Provincia de Buenos Aires
consideró en los autos "Abendaño, José L. c. Nestlé Argentina SA y otro", (28/9/2011),
que la obligación contenida en el art. 80, párr. 2º, LCT debe ser cumplida por la
usuaria que es quien en definitiva revistió carácter de empleador del trabajador.
Asimismo, que no corresponde hacer pesar sobre la empresa de servicios eventuales
en su carácter de condenada solidaria la multa prevista para el caso
de incumplimiento en la entrega.
4. Multa art. 8º, ley 24.013: fallo plenario 323 de la CNTrab., "Vásquez"
(30/6/2010)
El 30/6/2010 se dictó el plenario 323 en la causa "Vásquez, María Laura c.
Telefónica de Argentina SA y otro s/despido", en la cual se discutió la procedencia del
art. 8º, LNE, cuando se verifica el supuesto previsto en el art. 29, LCT, y quien registró
la relación laboral fue la intermediaria.
275
En el plenario se estableció la siguiente doctrina: "Cuando de acuerdo con el
primer párrafo del art. 29, LCT se establece que el trabajador ha sido empleado
directo de la empresa usuaria de sus servicios, procede la indemnización prevista en
el art. 8º de la ley 24.013aunque el contrato de trabajo haya sido inscripto solamente
por la empresa intermediaria".
El fiscal general, Eduardo Álvarez, fue uno de los defensores de la postura
mayoritaria, al sostener que "El art. 7º de la ley 24.013 establece algo que, en su
momento, cuando se publicó, me pareció sobreabundante y ahora, frente a lo que se
discute, me parece trascendente y decisivo. La norma dice de una manera terminante:
'Se entiende que la relación o contrato de trabajo ha sido registrado cuando el
empleador hubiere inscripto al trabajador'".
"Esta afirmación impone concluir que un contrato de trabajo no ha sido registrado
para nuestro derecho positivo, cuando la inscripción no la lleva a cabo el empleador
sino una persona 'ajena' a la relación laboral y que no es parte de esta en el sentido
sustancial del término. La ley 24.013, con cierta sabiduría nacida de la experiencia
cotidiana, considera que no se puede sostener con seriedad que la relación de
empleo se ha 'regularizado' cuando el registro lo realiza alguien que no es el
empleador responsable, sino un sujeto periférico. El art. 8º de la reiteradamente
citada ley 24.013, que debemos interpretar en instancia plenaria, establece, en
coherencia con el reseñado art. 7º, que 'El empleador que no registrare una relación
laboral abonará al trabajador afectado una indemnización equivalente a una cuarta
parte de las remuneraciones devengadas desde el comienzo de la vinculación,
computadas a valores reajustados de acuerdo con la normativa vigente'".
"Como se advertirá, la norma dispone una sanción dirigida al 'empleador', que no
cumple con algo tan básico e indelegable como lo es el registro y, para evaluar si se
configura o no la tipología que origina la consecuencia legal de contenido pecuniario,
cabe remitirse al concepto de 'registración' del art. 7º al que ya me he referido. Las
razones expuestas me inclinan a sostener que la existencia de un registro efectuado
por un sujeto que se atribuye un carácter que no posee, no es eficaz para desplazar la
sanción de marras, y una interpretación disímil podría favorecer a que tuvieran
'beneficios secundarios' las intermediaciones no queridas por el ordenamiento
protectorio. El argumento, que se ha vertido en algunos precedentes
jurisprudenciales, referido a que la indemnización no sería admisible porque
al existir —al menos— algún registro se cumpliría con la 'finalidad de la ley', me
parece equivocado, porque lo que la ley ha querido es que sea el 'empleador' el que
registra al trabajador y no, como dirían los jóvenes, 'cualquiera'".
"La finalidad de la ley es la regularización del empleo y el combate contra el trabajo
'no registrado' por la persona que tiene la carga legal de hacerlo. La alusión a la 'falta
de perjuicio', efectuada en algunas sentencias, tampoco es compatible porque, como
es sabido, las sanciones tarifadas no exigen la acreditación del daño y han sido
impuestas, en general, no para 'resarcir', sino para 'disuadir', más allá del nomen iuris.
Por otra parte, ni para el trabajador, ni para el sistema, es neutro un registro que no
responde a la realidad. Creo necesario poner de relieve, asimismo, que no es correcto
afirmar, al menos en forma tan dogmática, que se ha registrado 'una misma relación
276
laboral', porque lo que ha hecho el tercero, o intermediario, es registrar otro contrato
bilateral en el cual una de las partes (nada menos que el empleador) era distinta y en
el que otro asumía tal condición, indebidamente".
"Nadie ha dudado (en teoría general, se entiende) que, más allá de la tenue
fungibilidad admisible, un contrato es el mismo solo cuando tiene coincidencias de
identidad entre sujetos, objeto y fecha de celebración. No debería soslayarse que, tal
como lo dispone la norma, lo que se registra es el 'contrato', la 'relación laboral' y no al
trabajador como persona física. Por último, no creo que deba interpretarse en contra
del dependiente una normativa tan clara, destinada a sanear el sistema de relaciones
laborales".
En cambio, de la postura minoritaria cabe destacar los votos de Pirolo, González y
Maza, el último de los cuales señaló que "...estimo que no debe perderse de vista que
el Título II de la ley 24.013, dentro del cual se enmarca el cap. 1 que contiene las
reglas sancionatorias, fue titulado 'De la regularización del empleo no registrado'. Este
dato, a mi modesto juicio, así como el recuerdo histórico del debate parlamentario —
extenso e intenso, como corresponde en democracia— desde 1989 hasta la sanción
de la ley, me llevan a pensar que el Congreso nacional procuró atacar la raíz del
problema que era la tríada siguiente: a) clandestinización de trabajadores, es decir
dependientes que prestan servicios en forma totalmente irregular, sin ser inscriptos en
los libros pertinentes y sin ser dados de alta ante la seguridad social, sea por la mera
omisión o mediante la simulación de contratos de naturaleza no laboral; b)
ocultamiento de parte de la retribución, abonada de manera marginal y no
documentada o simulando prestaciones no salariales; c) cercenamiento de la real
antigüedad, haciendo constar fechas de ingreso posteriores a las auténticas".
"Las tres conductas, tan generalizadas lamentablemente en nuestra sociedad con
carácter crónico, afectan groseramente los derechos de los dependientes tanto en el
plano contractual como en el de la seguridad social. Y, a mi juicio, los efectos de este
segundo ámbito son los más graves porque el trabajador no registrado, que no consta
para los órganos gestores de la seguridad social como un dependiente, no tendrá
cobertura inmediata de una ART ante el infortunio; no gozará de los beneficios de
contar con una obra social; no recibirá la ayuda social de las asignaciones familiares;
si sufre una incapacidad total y permanente no podrá en principio obtener el retiro
por invalidez; si fallecen sus derechohabientes no tendrán derecho a una pensión;
ante el desempleo no accederán al subsidio instaurado por la ley 24.013; en su hora
de vejez no podrá obtener la jubilación ordinaria; etc.".
"Creo, pues, que el legislador de 1991 propiciaba terminar con estas prácticas tan
nocivas y censurables mediante dos instrumentos: por un lado, un régimen de
blanqueo con facilidades, perdones tributarios y otras medidas para acoger al
empleador arrepentido, régimen que se prolongó por varios meses; y, por el otro, un
sistema sancionatorio complementario para disuadir a quienes no mostraban voluntad
propia de salir de la situación de infractores en la que estaban. Solo faltó completar
esas acciones con un ejercicio eficaz de la inspección del trabajo, realizado con la
frecuencia y el esmero exigidos por los convenios 81 y 129 de la OIT, que nuestro
país ratificara, omisión que, en mi opinión, ha jugado un papel preponderante para el
277
fracaso de los objetivos de la ley 24.013. Recuerdo, en esa línea de pensamiento, que
las sanciones reguladas en los arts. 8º, 9º, 10 y 15 de la Ley Nacional de Empleo —
como toda norma represiva— no buscaban prioritariamente sancionar sino vencer la
pertinaz actitud de aquellos empresarios que mantenían trabajadores
desempeñándose en la clandestinidad, o con salarios solo parcialmente reconocidos
como tales y/o a los que se les había reconocido y anotado una antigüedad inferior a
la real mediante la inscripción tardía".
"En abono de la tesis que sustento, en el sentido de que la clandestinidad
sancionada por la ley 24.013 es la que priva al dependiente de la cobertura de la
seguridad social y no la mera irregularidad en el sujeto que aparece como empleador,
quiero recordar que la autoridad administrativa del trabajo nacional parece participar
de esta idea, pues, según consigna en su página web en el capítulo virtual 'El rol de
la inspección', lo que persigue la inspección del trabajo es que los trabajadores no
registrados recuperen sus derechos, accedan a una cobertura social: obra social,
jubilación, condiciones de salud y seguridad laboral, jornada de trabajo que no exceda
los límites legales y el cumplimiento de las normas emanadas de los convenios
colectivos de trabajo. Por eso, a mi modo de ver, lo que debe sancionarse es la
conducta tenida en miras por el legislador, es decir mantener un contrato en la
clandestinidad, parte de la retribución disimulada o en las sombras y/o un segmento
de la antigüedad oculto y no registrado".
De lo expuesto se infiere que procede la indemnización prevista en el art. 8º, ley
24.013,aun cuando la intermediaria haya registrado la relación laboral. En el plenario
no se hace distinción si esta es una simple proveedora de mano de obra, o si, por el
contrario, es una empresa de servicios eventuales, en los supuestos en que no se
provee personal para cumplir una finalidad eventual, por lo que parecería que se
aplica a ambas situaciones pese a lo dispuesto en el art. 13, dec. 1694/2006, que será
tratado en el capítulo siguiente.
5. Dec. 762/2014 (BO del 30/5/2014). Riesgos del Trabajo. Empresas de
Servicios Eventuales
El decreto establece que serán los propios usuarios de trabajadores de Empresas
de Servicios Eventuales (ESE) los que deberán declarar a los trabajadores
mencionados en sus propias Declaraciones Juradas (DD.JJ.) y abonarán a la
Aseguradora de Riesgos del Trabajo (ART) contratada por la Empresa Usuaria (EU),
el monto que corresponda, con cargo a la Empresa de Servicios Eventuales (ESE).
En virtud de lo dicho, a partir del 1/9/2014, a los fines específicos de la Ley sobre
Riesgos del Trabajo, los trabajadores provistos por las ESE deberán incluirse dentro
de la nómina salarial de la EU, mientras se encuentren prestando servicios para ella,
siendo de aplicación los arts. 23 y ss. de la LRT, referidos a cotizaciones, tratamiento
impositivo, etc.
278
Mientras el trabajador se encuentre prestando servicios para la EU, la ART
contratada por ella deberá cumplir con las prestaciones correspondientes establecidas
en Régimen de Riesgos de Trabajo.
Las obligaciones a cargo de la ART del EU cesarán por las siguientes causales: 1)
Cuando el trabajador deje de prestar servicios para la Empresa Usuaria; y 2) Por las
causales que establece la ley 24.557 y sus modificaciones (p. ej., falta de pago de
cuotas a la ART).
Por su parte, la Empresa Usuaria debe retener de los pagos que deba efectuar a la
ESE, los importes correspondientes a las cuotas de las ART, que se deban pagar por
los trabajadores eventuales que presten servicios en ella y hacer el depósito
respectivo. También está obligada a denunciar de manera inmediata a su ART, todo
accidente de trabajo o enfermedad profesional que sufran los trabajadores
dependientes de la ESE que presten servicios a su favor.
IV. ART. 30, LCT. CONTRATACIÓN Y SUBCONTRATACIÓN. FALLOS
DE LA CS, "RODRÍGUEZ" (15/4/1993) Y "BENÍTEZ" (22/12/2009)
El art. 30, LCT, dispone que "quienes cedan total o parcialmente a otros el
establecimiento o explotación habilitado a su nombre, o contraten o subcontraten,
cualquiera sea el acto que les dé origen, trabajos o servicios correspondientes a la
actividad normal y específica propia del establecimiento, dentro o fuera de su ámbito,
deberán exigir a sus contratistas o subcontratistas el adecuado cumplimiento de las
normas relativas al trabajo y los organismos de seguridad social".
El art. 17, ley 25.013 (BO del 24/9/1998), sustituyó el párr. 2º del art. 30, LCT y
estableció que los cedentes, contratistas o subcontratistas deben exigir a sus
cesionarios o subcontratistas el número del CUIL de cada uno de los trabajadores que
presten servicios y la constancia de pago de las remuneraciones, copia firmada de los
comprobantes de pago mensuales al sistema de la seguridad social, una cuenta
corriente bancaria de la cual sea titular y una cobertura por riesgos del trabajo; los
comprobantes y constancias deben exhibirse a pedido del trabajador y/o de
la autoridad administrativa.
Esta responsabilidad no se puede delegar en terceros; el incumplimiento de alguno
de los requisitos hace responsable solidariamente al principal por las obligaciones de
los cesionarios, contratistas o subcontratistas respecto del personal que ocuparen en
la prestación laboral.
Por expresa disposición de la norma, lo instituido también es aplicable al régimen
de solidaridad establecido en el art. 32, ley 22.250 que regula el régimen del personal
de la construcción.
De esta forma, se pretende garantizar al trabajador y al sistema de seguridad
social el cumplimiento de las obligaciones asumidas. Asimismo, se busca certeza en
279
las contrataciones efectuadas por el principal verificando la solvencia del contratista
y exigiéndole el cumplimiento de las normas laborales y de la seguridad social
respecto de sus dependientes.
Por lo tanto, se mantienen vigentes las obligaciones que tienen quienes ceden total
o parcialmente a otros el establecimiento o contraten o subcontraten, de exigir el
acabado cumplimiento de las normas relativas al trabajo y a los organismos de
seguridad (art. 30, párr. 1º).
Con el agregado del art. 17, ley 25.013 se ha especificado puntualmente
la exigencia del cumplimiento de algunos requisitos, sin desvirtuar lo expuesto en el
primer párrafo del art. 30, que no fue modificado.
Hasta antes de la reforma introducida por la ley 25.013, los cedentes y
contratantes, debían exigir de sus cesionarios, contratistas o subcontratistas, el
adecuado cumplimiento de las normas relativas al trabajo y los organismos de la
seguridad social; siendo "en todos los casos" responsables de las obligaciones
contraídas con tal motivo con los trabajadores y la seguridad social durante el plazo
de duración de tales contratos o al tiempo de su extinción, cualquiera que sea el acto
o estipulación que al efecto hayan concertado.
Ello implicaba una verdadera responsabilidad objetiva, que surgía de la propia
contratación interempresarial en virtud de la cual, sin convertirse el contratante en
empleador y por expresa disposición legal, resultaba obligado vicario de los créditos
emergentes de esa relación laboral (con los trabajadores y los organismos de la
seguridad social).
En la actualidad, con el cumplimiento de todos los controles exigidos por la ley
(tomando en consideración la totalidad del art. 30), incluyendo la exhibición de las
constancias documentales que acrediten los cumplimientos del contratista, el principal
puede exonerarse de la responsabilidad solidaria. Así, por ejemplo, se deberá
confeccionar una copia más del recibo de haberes (triplicado), que deberá ser
suscripta por el trabajador, y de los comprobantes de pagos mensuales al sistema de
la seguridad social; constancias que deberán quedar en poder del empresario
principal para ser exhibida ante el requerimiento del trabajador y/o de la autoridad
administrativa(2).
En consecuencia, para lograr tal objetivo no resulta suficiente el cumplimiento de
los requisitos formales incorporados por la reforma del art. 17, ley 25.013.
Asimismo, en virtud de lo dispuesto por el primer párrafo del art. 136, LCT, los
trabajadores conservan el derecho de exigir al empresario principal que retenga de lo
que deben percibir los cesionarios o contratistas y le haga pago del importe de lo
adeudado en concepto de remuneraciones u otros derechos apreciables en dinero
provenientes de la relación laboral (conf. art. 136, 1º párr., LCT).
De igual modo, los contratantes están facultados para retener de lo que deben
percibir los contratistas, los importes que estos adeudaren a los organismos de
280
seguridad social con motivo de la relación laboral con los trabajadores contratados, y
deberán depositarlo dentro de los 15 días de retenido al organismo correspondiente.
Dicha retención procederá aunque los contratistas o intermediarios no adeudaren a
los trabajadores importe alguno por los conceptos indicados en el primer párrafo
del art. 136, LCT (conf. art. 136, 2º párr., LCT).
Con la nueva redacción del art. 30, LCT, el principal, además de velar por el
adecuado cumplimiento, debe respetar una serie de recaudos; algunos de ellos
reproducen en el empresario principal las obligaciones del contratista o subcontratista,
porque la ley especifica que estos recaudos no los puede delegar en terceros. La
empresa contratante es la que exige a la empresa contratista; si el contratista no
cumple con los requisitos, estos deberían ser cumplidos por la contratante.
Sin lugar a dudas, la razón de ser de esta norma representa otro de los medios
técnicos jurídicos utilizados por el derecho del trabajo para que sus principios no
queden en una mera declaración y puedan plasmarse en la práctica.
La incorporación de este "tercero" como responsable solidario se justifica en el
principio de que quien se beneficia con una actividad debe responder por la misma,
cuando razonablemente ello pueda serle exigido de conformidad con la naturaleza de
la actividad de que se trate.
Sin embargo, si bien la norma y su posterior modificación parecen enunciar
supuestos claros, aún persiste tanto en la doctrina como en la jurisprudencia la
discusión sobre los alcances que debe darse al primer párrafo del art. 30, que prevé
dos supuestos diferentes: 1) la cesión: que a su vez podrá ser total o parcial del
establecimiento o explotación habilitado a su nombre, y; 2) la contratación y
subcontratación —cualquiera sea el acto que le dé origen, de trabajos o servicios
correspondientes a la actividad normal y específica propia del establecimiento—
dentro o fuera de su ámbito.
1. Cesión, contratación y subcontratación
1.1. Cesión total o parcial
La cesión —total o parcial— importa para el cedente la posibilidad de que otro
sujeto (cesionario) ejerza los derechos que el primero posee sobre un establecimiento
o explotación cuya habilitación conserva. A diferencia de lo que ocurre en los
supuestos contemplados por los arts. 225 a 229, LCT, en la figura contemplada por el
art. 30, LCT lo que se ceden son derechos y es el cesionario quien contrata a los
trabajadores.
Como puede observarse, sea que la cesión revista carácter de total o parcial o que
se trate del establecimiento o explotación, es necesario que el cedente conserve la
habilitación a su nombre. En tal sentido, se entiende por habilitación al reconocimiento
281
formal emitido por la autoridad competente para hacerlo, dando cuenta de que cierta
persona es la responsable de determinado establecimiento o explotación.
En estos supuestos, la norma del art. 30, LCT impone una serie de requisitos que
el cedente debe respetar, cuya finalidad es reforzar el cumplimiento de la normativa
laboral y de seguridad social y evitar el fraude a los derechos de los trabajadores.
Si alguna de las obligaciones impuestas en la norma es incumplida, cedente y
cesionario son responsables de forma solidaria frente al trabajador, lo que se justifica
según Foglia, en que el cedente y cesionario colaboran con el proceso productivo y
además, ello refuerza la protección del trabajador frente a la posible insolvencia del
cesionario.
En este caso, la responsabilidad aparece como la "respuesta" que debe dar el
empresario que decidió ceder total o parcialmente a otro su establecimiento
o explotación, por los daños que puedan sufrir los trabajadores contratados por este
último que en definitiva, forma parte del desarrollo integral de su actividad.
No nos encontramos ante una situación ilícita, sino ante un accionar lícito
que exige a quien se beneficia, que responda por los riesgos que originen daños.
1.2. Contratación y subcontratación
El empresario, para alcanzar los fines de la empresa que dirige, puede utilizar sus
propios empleados (a los cuales contrata directamente) o delegar parte de su
actividad, mediante la contratación de otra u otras organizaciones empresariales, las
cuales con medios y personal propio contribuyen (en mayor o menor medida) al logro
de sus objetivos.
Esta delegación, que se justifica en razones de especialización, complejidad,
estrategia o simple conveniencia ha generado las figuras del contratista y el
subcontratista.
Ante esta realidad y siempre considerando la especial tutela que merece el
trabajador es que el legislador ha impuesto al principal el deber de exigir del
contratista —o en su caso, del subcontratista— el adecuado cumplimiento de las
obligaciones laborales y de seguridad social a su cargo.
En este orden de ideas, y como sostiene Krotoschin, es contratista quien,
disponiendo de elementos propios de trabajo y cierta solvencia económica, presta
servicios o realiza obras para otro por su cuenta, dependiendo su calificación de
criterios económicos y sociológicos más que jurídicos.
Cabe agregar que esta tercerización es lícita si se trata de contratantes reales,
porque de lo contrario no se aplicaría el art. 30, LCT, sino el 29 y, en su caso, el
principio general adoptado en el art. 14, LCT.
282
En cuanto a lo que debe entenderse por subcontratación; este tema no es menor,
ya que fue materia de discusión tanto en la 85ª Conferencia de la Organización
Internacional del Trabajo (Ginebra, 1997) como en la 86ª Conferencia (Ginebra,
1998), con la finalidad de dictar un convenio y una recomendación relativos al trabajo
en régimen de subcontratación, sin que se arribara a ningún acuerdo.
La LCT elimina cualquier tipo de discusión sobre este tema, al incluir dentro de las
previsiones del art. 30 a la contratación y a la subcontratación.
El art. 30, LCT, continúa señalando que esa contratación y la subcontratación —
y agrega "cualquiera sea el acto que le dé origen"— deben corresponder a trabajos y
servicios. Es decir que esta contratación o subcontratación puede realizarse mediante
una pluralidad de negocios jurídicos y no se limita solo a la locación o arrendamiento
de obras o de servicios, como sucede en otros países como España, donde
se excluyen negocios jurídicos como la compraventa o el suministro (ver art. 42,
Estatuto de los Trabajadores).
De limitarse solo la contratación al arrendamiento de obras o de servicios,
quedarían excluidos de las previsiones del art. 30, LCT, todos los supuestos de
tercerización horizontal, donde se produce una segmentación o fragmentación del
proceso productivo entre distintas empresas que se encuentran relacionadas por
contratos comerciales distintos a la locación (compraventa en la mayoría de los
supuestos).
Sin embargo, las consecuencias jurídicas que se derivan del art. 30 no abarcan
cualquier tipo de contratación o subcontratación (cualquiera sea el acto que le dé
origen), sino solo aquellas que se refieran a trabajos o servicios correspondientes a la
actividad normal y específica propia del establecimiento, dentro o fuera de su ámbito.
1.3. Contratación vertical y horizontal
La contratación es clasificada por la doctrina en horizontal o vertical aludiendo en
el primero de los casos, al supuesto en que se produce la fragmentación del proceso
productivo a partir del cual el contratante realiza una o varias etapas del proceso, pero
delega en otras empresas la realización de ciertas fases o etapas que juntas
conllevan a la finalización del producto.
La contratación vertical supone la realización íntegra de las etapas que conllevan a
la finalización del producto de parte del contratante y la delegación en terceras
empresas de actividades que, periféricas o principales, no hacen al proceso
productivo. En la práctica pueden presentarse ambos tipos de contratación al mismo
tiempo.
2. Actividad normal y específica propia del establecimiento.
Delimitación. Posturas
283
Para poder centrar el ámbito de aplicación del art. 30, LCT es preciso determinar
qué tipo de actividades son consideradas como "normal y específica propia del
establecimiento".
El concepto de lo que se debe entender por "actividad normal y específica propia
del establecimiento" ha dado origen a dos posturas antagónicas que intentan delimitar
su extensión.
Justamente, la excesiva laxitud con la cual se ha interpretado esta expresión
(motivada por la necesidad de adecuar el esquema de solidaridad propio del derecho
del trabajo a las nuevas tendencias contractuales en materia comercial) determinó
tanto el dictado del fallo "Rodríguez" como la reforma del régimen anterior por la ley
25.013, y que fuera dejado sin efecto por la propia CS en el fallo "Benítez"
(22/12/2009).
Una posición doctrinaria propone una interpretación amplia del artículo,
comprendiendo no solo la actividad principal, sino también las accesorias y
secundarias. Asimismo, la doctrina aclara que para calificar a una actividad como
"normal" es preciso considerar la forma en que el empresario ha delineado el proyecto
de trabajo que finalmente le permitirá lograr su fin económico. En tal sentido, será
actividad "normal y específica" aquella que posibilite la concreción del objeto de la
empresa.
En esta misma línea, se señala que deberían quedar incluidos los trabajos
secundarios o accesorios que se encuentren integrados al establecimiento y sean
prestados de forma permanente por los trabajadores lo que permitiría excluir de la
cobertura de la norma, a aquellos trabajos accidentales o excepcionales.
Capón Filas recurre a la teoría sistémica y expresa que en una economía abierta
resulta esencial ubicar a las tareas de la empresa o explotación dentro de un
segmento económico marco (actividad) en que la empresa se desarrolla. De esta
forma, distingue las tareas esenciales y las tareas conducentes. Las tareas esenciales
son las que definen a la empresa mientras que las conducentes la condicionan de
modo tal que, suprimidas, al corto plazo resulta imposible llevar a cabo las primeras.
En ese orden, tanto las primeras como las segundas responsabilizan a la empresa.
El art. 30, LCT, sujeta la solidaridad a que se compruebe la contratación de
trabajos o servicios propios de la actividad normal y específica del establecimiento,
comprendiendo no solo la principal sino también las secundarias de aquella, con tal de
que se encuentren integradas permanentemente y con las cuales se persigue el logro
de los fines empresariales (SC Buenos Aires, 20/8/2003, "Bonelli, Mario A. y otros c.
Gaiad, Emilio", en el mismo sentido, 19/10/1999, "Morello, Víctor H. y otros c.
Giuliano, Luis y otra").
En cambio, la corriente que postula una interpretación estricta de los alcances de
esta expresión entiende que solo deben incluirse aquellos servicios o trabajos que
están estrechamente relacionados con la actividad de la empresa, y que no se pueden
284
escindir de ella sin alterar el proceso productivo, con exclusión de aquellos que
resultan secundarios o accesorios.
Para ello, sostienen que es necesario analizar la finalidad u objetivo hacia el cual
se dirige el emprendimiento, examinar el contrato social, los estatutos, y cualquier otro
acto que de algún modo sirva para poder encuadrar la actividad. A partir de allí las
actividades secundarias, aunque imprescindibles para alcanzar los objetivos de la
empresa, quedaran fuera de la calificación aunque revistan carácter de ordinarias y
permanentes.
Según esta corriente, es importante analizar a la actividad propia del
establecimiento de forma conjunta con lo expresado por el art. 6º, LCT en cuanto
refiere a la unidad técnica o de ejecución destinada al logro de los fines de la
empresa, y confrontar esa actividad con la que lleva a cabo la empresa contratada o
subcontratada para así determinar sobre la procedencia de la solidaridad establecida
en la norma.
Conforme lo expuesto hasta ahora, en aquellos casos en que alguien se propone
un emprendimiento y en lugar de realizarlo con sus trabajadores propios lo materializa
con una tercera persona que se ocupa de contratar personal y se hace cargo del
desarrollo, se produce la llamada "tercerización" del proceso productivo.
En virtud de la complejidad del proceso productivo, determinar si una obra o
servicio configura la actividad específica es complicado, ya que aun en una misma
actividad a veces la empresa, por razones de producción y económicas, se vincula
con otra.
En los últimos tiempos aparece la segmentación del proceso productivo, en el cual
las empresas, por razones operativas, no se ocupan de todo el proceso de
producción, limitando su actividad a determinado ámbito.
Aquí una persona física o jurídica (comitente), resuelve no brindar un servicio o no
llevar a cabo una obra, sino realizarlo por medio de otro, a quien encomienda esa
tarea (contratista o subcontratista). Un típico ejemplo son las empresas automotrices
que tienen varios establecimientos independientes dirigidos a fabricar determinadas
partes del producto final y cuya actividad específica es diferente.
Siguiendo a Hierrezuelo y Núñez entiendo que los términos "específica" y "propia",
utilizados por el legislador para calificar la actividad contratada, aluden solo a aquellos
servicios o trabajos permanentemente integrados e inseparablemente relacionados
con la actividad que se desarrolla en el establecimiento (sea que se efectúe dentro o
fuera de su ámbito).
De ahí que se deben excluir aquellas tareas que, aunque necesarias para el
funcionamiento del establecimiento, resulten accesorias y perfectamente escindibles
de la actividad desarrollada por la contratante, por no formar parte del giro normal y
específico (propio) de la empresa.
285
En tal sentido, ha dicho la Suprema Corte de Justicia de la Provincia de Buenos
Aires que la actividad normal y específica propia del establecimiento contemplada en
la aludida prescripción legal comprende a la principal como a las secundarias, siempre
que se encuentren integradas permanentemente y persigan el logro de los fines
empresariales (conf. causas L. 78.407, "Zelaya", sent. de 24/9/2003; L. 81.336,
"Godoy", sent. de 2/10/2002; L. 73.452, "Ramírez", sent. de 19/2/2002; L. 72.347,
"Coca", sent. de 13/6/2001; L. 69.055, "Giménez", sent. de 21/6/2000; L. 61.890,
"Acosta", sent. de 21/10/1997; L. 53.537, "Huichal", sent. de 10/9/1996). (SC Buenos
Aires, 28/9/2011, L. 91.290, "De Lorenzo, Edgardo Raúl c. Smits, Gaidis").
Si bien considero que esta interpretación puede no resultar la más justa, entiendo
que es la única posible, a la luz de los antecedentes legislativos que inspiraron la
redacción del párr. 1º del art. 30, LCT.
En efecto, el art. 32, ley 20.744 (ahora 30), no solo utilizaba el vocablo "accesorio"
para regular una situación similar a la actual, sino que, además, por el párr. 2º de ese
artículo, en los casos en que se contrataran servicios correspondientes a la actividad
normal y específica propia del establecimiento (aunque limitada dentro de su ámbito),
la relación de trabajo de ese personal quedaba constituida con el principal
(contratante).
De lo expuesto se puede inferir que este era un supuesto excepcional, que debía
ser analizado estrictamente, pues establecía una relación directa entre el contratante
y los trabajadores del contratista o subcontratista.
3. CS, "Rodríguez c. Compañía Embotelladora SA" (15/4/1993)
La Corte Suprema, en su anterior integración y a partir del fallo "Rodríguez c.
Compañía Embotelladora SA", del 15/4/1993, había efectuado una interpretación
estricta del art. 30, LCT, la cual mantuvo durante más de diez años y que reiteró en
supuestos de contratación vertical ("Luna, Antonio c. Agencia Marítima Rigel SA", del
2/7/1993).
En "Rodríguez" nuestro Máximo Tribunal no se limitó a descalificar la sentencia de
Cámara sino que, en uso de las facultades conferidas por el art. 16, ley 48 y fundado
en la importancia para el desarrollo del comercio interno e internacional y en el
propósito de "afianzar la seguridad jurídica", "contribuir al desarrollo del derecho en la
materia" y "poner un necesario quietus en la evolución de las diversas tendencias
jurisprudenciales que distan de ser pacíficas, como surge de numerosos
pronunciamientos del fuero laboral", decidió analizar y resolver el fondo de la cuestión,
que giraba en torno a determinar si el art. 30 de la LCT resultaba aplicable a los
"contratos de empresa".
En esta inteligencia, nuestro más Alto Tribunal delimitó la extensión del artículo al
señalar que "el art. 30 de la LCT contempla supuestos distintos de los que son
materia de recurso. La norma comprende las hipótesis en que un empresario
286
encomienda a un tercero la realización de aspectos o facetas de la misma actividad
que desarrolla en su establecimiento. Son supuestos en los que se contrata
prestaciones que completan o complementan la actividad del propio
establecimiento...". En cambio, "en los contratos de concesión, distribución y los
demás mencionados, la actividad normal del fabricante o concedente excluye las
etapas realizadas por el distribuidor o concesionario, por lo que no existe contratación
de servicios en los términos del art. 30 de la LCT". Por otra parte, indica que a fin de
determinar la aplicación del art. 30, se debe estar a la actividad real propia del
establecimiento, con abstracción de la capacidad societaria del objeto, que
ordinariamente tiene por fin asegurar la capacidad y el ámbito de actuación eventual
de la persona jurídica.
Sin embargo, si bien en un principio la mayoría de las salas de la Cámara Nacional
de Apelaciones del Trabajo adhirieron a esta postura estricta, el hecho de resultar una
solución casuística y no conceptual dejó abierto el tema e imposibilitó la unificación
del criterio pretendida por el Alto Tribunal llevando con el paso de los años, al dictado
de sentencias contrapuestas entre las distintas salas.
4. CS, "Benítez, Horacio Osvaldo c. Plataforma Cero SA y otros"
(22/12/2009)
Finalmente, esta interpretación fue dejada sin efecto por la propia Corte Suprema
en los autos "Benítez, Horacio Osvaldo c. Plataforma Cero SA y otros", del
22/12/2009.
La Corte Suprema, por mayoría, decidió dejar sin efecto la sentencia de la sala 9ª
en lo que respecta a la extensión de solidaridad de la codemandada Club River Plate,
al entender que la decisión del a quo no se apoyaba en un criterio propio
de interpretación y alcances del art. 30, LCT, sino que se redujo a un estricto apego a
la doctrina mayoritaria de "Rodríguez".
Para ello, no tuvo en cuenta el dictamen de la Procuración Fiscal, que había
aconsejado desestimar los agravios relativos a la inteligencia y aplicación del art. 30,
LCT, porque "solo trasuntan una mera discrepancia con la practicada y con la
ponderación de los hechos y las pruebas efectuadas por los jueces del caso, lo que
no sustenta la tacha de arbitrariedad formulada por el apelante (...), máxime, en el
supuesto del art. 30, in fine, LCT, dado lo genérico y colateral de la crítica esgrimida".
En cambio, nuestro más Alto Tribunal optó por dejar sin efecto la interpretación del
art. 30, LCT, acuñada a partir de fallo "Rodríguez" y que fue sistemáticamente
mantenida durante más de diez años, por las siguientes razones:
1) Es impropio de su cometido jurisdiccional, en el marco de un
recurso extraordinario, formular una determinada interpretación de la norma citada,
dado el carácter común que esta posee;
287
2) La intervención de la Corte se circunscribe a descalificar los pronunciamientos
que, por la extrema de sus desaciertos u omisiones, no pueden adquirir validez
jurisdiccional; pero no tiene por objeto sustituir a los jueces de la causa en materia de
derecho común, en temas que, como el indicado, le son privativos, ni corregir fallos
equivocados o que se reputen tales;
3) La alegación de haberse dictado sentencias que se dicen contradictorias en
materia de derecho común, no plantea problema constitucional ni autoriza
la intervención de la Corte a fin de unificar pronunciamientos en temas no federales;
4) Si la Corte entrara a conocer el fondo de un litigio con el propósito de fijar la
recta interpretación de la ley común aplicable y conseguir, por ese medio, la
uniformidad de la jurisprudencia sobre este punto, en realidad so color de restablecer
la igualdad constitucional supuestamente violada por fallos contradictorios de diversos
tribunales del país sobre la misma cuestión en material laboral, ejercería una facultad
ajena al recurso extraordinario;
5) Debe advertirse el marcado desarrollo que ha tenido en los ordenamientos
procesales de las provincias los medios o recursos tendientes a uniformar la
jurisprudencia en esos ámbitos. Tampoco ha sido ajeno a ello el régimen federal y
nacional, lo cual ha llevado a que el tribunal sostuviera que la vía para obtener la
unificación de la jurisprudencia entre las salas de una Cámara Nacional es la del
recurso de inaplicabilidad de ley, y no la extraordinaria.
Por su parte, Argibay, en disidencia, si bien compartió las objeciones formuladas al
mantenimiento de la interpretación del art. 30, LCT, efectuada en "Rodríguez",
entendió que los jueces habían fallado según la interpretación que ellos hicieron de
una norma de derecho no federal, en la que concluyeron que se encontraban
verificadas las circunstancias excluyentes de la responsabilidad de la codemandada
Club River Plate en los términos de dicha norma. Señaló que la sentencia de alzada
fue confirmatoria de la dictada por la jueza de primera instancia, quien, a su vez,
había resuelto en el mismo sentido sin siquiera mencionar el caso "Rodríguez" y sobre
la base de los elementos de juicio que proporcionaba la prueba rendida. Por ello,
concluyó que los agravios del apelante no habilitaban la competencia de la Corte en
los términos del art. 14, ley 48.
5. Certificados de trabajo. Jurisprudencia
Teniendo en cuenta que la norma del art. 80, LCT impone estos deberes al
empleador, es decir, al titular de la relación jurídica contractual, la jurisprudencia se
encuentra dividida en torno a la posibilidad de condenar a la entrega de
los instrumentos (en los términos del art. 30, LCT), a quien no ha sido parte de este
vínculo y solo interviene solidariamente por expresa imposición legal.
En sentido favorable se ha dicho que "debe hacer entrega de los certificados de
trabajo el responsable solidario aunque no haya sido empleador en sentido estricto.
288
Ello se desprende de lo dispuesto en el art. 30, LCT, que en su parte pertinente
dispone: '...El incumplimiento de algunos de los requisitos hará responsable
solidariamente al principal por las obligaciones de los cesionarios, contratistas o
subcontratistas respecto del personal que ocuparen en la prestación de dichos
trabajos o servicios, y que fueren emergentes de la relación laboral incluyendo
su extinción y de las obligaciones de la seguridad social'. Y dentro del ámbito
comprendido en la solidaridad está incluida la obligación de entregar el certificado de
trabajo". (Del voto de Zas, en mayoría) (sala 4ª, 31/10/2008, "Balizan, Rosario del
Carmen c. Soifer Hermanos SA").
En sentido opuesto, se ha resuelto que "la solidaridad prevista en el art.
30, LCT no se hace extensiva a la entrega del certificado de trabajo, pues dicha
solidaridad no constituye a los empleados de los contratistas en empleados directos
de la principal, motivo por el cual mal podría estar obligada a entregar certificaciones
de trabajo. Al no haber sido la principal empleadora del actor en sentido estricto sino
solo responsable en virtud de un vínculo de solidaridad, no puede hacer entrega de
los certificados de trabajo, pues carece de los elementos necesarios para su
confección" (sala 3ª, 19/5/2008, "Herrera, Vicente Ceferino c. Edenor SA y otros")(3).
Con respecto a la posición sobre la solidaridad y el art. 80, LCT, también
resulta interesante destacar lo resuelto por la Suprema Corte de la Provincia de
Buenos Aires en la causa "De Lorenzo, Edgardo Raúl c. Smits, Gaidis" (28/9/2011),
respecto a la obligación de entrega de los certificados previstos en el art. 80, LCT en
la medida que, por un lado, consideró improcedente la condena a la entrega de parte
del deudor solidario teniendo en cuenta que se trata de una obligación intuitu
personae a cargo del empleador, pero por otro, si entendió procedente la condena
solidaria en cuanto a la multa consagrada por la ley 25.345.
6. Operatividad de la solidaridad
Cabe reiterar que conforme lo regula la norma en estudio, la responsabilidad
solidaria se torna operativa cuando el contratista no da adecuado cumplimiento a las
normas relativas al trabajo, a los organismos de seguridad social o a los
requisitos exigidos por el art. 17, ley 25.013. Al contrario, si se acredita el
cumplimiento del control exigido y lo prescripto en el párr. 1º del art. 30, LCT,
no existe responsabilidad solidaria del principal.
Aun cuando pareciera que el artículo —salvo en lo atinente a la industria de la
construcción— no habría cambiado sustancialmente el art. 30, LCT, lo cierto es que
el párr. 4º del art. 30, al reemplazar la expresión "en todos los casos" por
"el incumplimiento de alguno de los requisitos", modifica estructuralmente el sistema
de responsabilidad solidaria de los contratantes articulado a partir de la ley 20.744.
Con anterioridad, la responsabilidad surgía por el simple hecho de la contratación;
en cambio, ahora solo se responde solidariamente ante la inobservancia de alguno de
los requisitos contemplados en el artículo.
289
Por ejemplo, si el contratista no paga las remuneraciones o las paga pero no
otorga recibos, ese incumplimiento torna solidaria la responsabilidad del principal; del
mismo modo que si otorga recibos consignando menos de lo que efectivamente paga
(parte de esa remuneración se paga en negro).
Por el contrario, no se aplicaría la responsabilidad solidaria en caso de que el
contratista despida con causa al trabajador, porque no habría incumplimiento de este.
En cambio, si el trabajador se considera despedido invocando falta de pago de
salarios, de acreditar tal causal sería solidariamente responsable el principal por
el incumplimiento del contratista.
De todos modos, se debe recordar que al no detentar el cedente carácter de
deudor principal, ya que los trabajadores contratados por el contratista son
dependientes de este, solo en caso de incumplimiento por el contratista de las
obligaciones respecto de sus dependientes surge la responsabilidad solidaria. Por
tanto, se trata simplemente de proteger el crédito del trabajador, ya que el principal
tiene expedita la vía judicial para accionar contra el contratista.
Sin embargo, estimo que en este sentido la reforma ha resultado inconveniente,
porque al liberar al contratante de responder por las obligaciones laborales de sus
contratistas con solo observar determinadas exigencias formales, alienta nuevamente
la utilización de estas figuras con fines evasores, a la vez que suprime la protección
con la que contaban los trabajadores frente a la posible insolvencia del contratista.
Tampoco existe uniformidad de criterios en cuanto a las condiciones de
operatividad de la sanción del art. 30, LCT, es decir, si la obligación que se le impone
al principal o cedente es de medios o de resultado.
En tal sentido, Etala resume la opinión de los autores, al sostener que se pueden
diferenciar tres posturas:
1) Interpretación amplia: conforme este criterio, la responsabilidad emergente de la
ley deriva de una obligación de resultado y no de medios, por lo que el empresario
principal no podría eludirla acreditando haber dirigido al contratista o subcontratista
alguna exhortación formal en tal sentido o supervisado sus libros.
2) Interpretación restrictiva: para esta tesis, el deber de exigir impuesto por la ley al
empresario principal es una obligación de medios o de actividad en las que la
diligencia opera como criterio para valorar la exactitud del cumplimiento. Por medio
del criterio de la diligencia se determina en el caso concreto cuál es el
comportamiento debido por el deudor.
3) Tesis intermedia: comparte básicamente los fundamentos expuestos por la tesis
restrictiva pero entiende que la obligación del empresario principal no se detiene
simplemente en el "deber de exigir" a sus contratistas y subcontratistas el adecuado
cumplimiento de las normas del trabajo y de la seguridad social, sino que ha de
observarse su comportamiento posterior. Conforme a esta postura si el empresario
principal ha verificado el incumplimiento por parte de cesionarios, contratista o
290
subcontratistas de sus obligaciones laborales y de seguridad social respecto del
personal, debe poner en movimiento los mecanismos previstos contractualmente
destinados a rescindir el contrato celebrado porque, de otro modo, su conducta
omisiva ha de interpretarse como la asunción de los riesgos del incumplimiento de su
contratista o subcontratista y por consiguiente, se hará pasible de la responsabilidad
legal solidaria consecuente(4).
7. Industria de la construcción
En la industria de la construcción, el art. 32, ley 22.250, establece como obligación
del empresario principal exigirle al contratista su inscripción en el registro y avisar
el inicio de la obra; la sola omisión de ese registro lo torna solidariamente responsable
por los incumplimientos del contratista respecto del personal ocupado en la obra.
Al respecto coexisten dos líneas de interpretación: una posición rígida que
establece que por la mera falta de inscripción en el registro —aunque diera
cumplimiento a los demás recaudos— el principal es solidariamente responsable; y
una postura amplia que sostiene que el principal, acreditando simplemente que el
contratista o subcontratista (el que realiza el trabajo con sus trabajadores)
está inscripto, queda liberado de la responsabilidad solidaria.
La reforma hace extensiva esta última interpretación para el régimen de la
construcción y agrega una obligación adicional que es la de controlar la existencia de
dichas registraciones. Esto tiene la intención de proteger a los trabajadores, los cuales
en los últimos tiempos han padecido una gran cantidad de accidentes de trabajo y no
cuentan con cobertura legal, en virtud de la gran cantidad de empleo no registrado en
esa actividad y a las innumerables contrataciones precarias.
Haciendo una interpretación literal del último párrafo del art. 17, ley 25.013, se
podría concluir que la reforma es aún más profunda, por cuanto se evitaría la
limitación de la responsabilidad contenida en el art. 32, ley 22.250, al resultar
aplicables todas las disposiciones del art. 30 y no solo las modificaciones del art. 17.
Sin embargo, ello ha motivado diversos criterios en la jurisprudencia partiendo en
primer lugar de lo dispuesto por el fallo plenario de la CNTrab., nro. 265 dictado en
los autos "Medina, Santiago c. Nicolás y Enrique Hernán Flamingo SA" en el que se
estableció que El art. 30 de la LCT (t.o.), no es aplicable a una relación regida por
la ley 22.250.
Con respecto al plenario la jurisprudencia ha dicho que aunque la
modificación introducida por la ley 25.013 parecería contraponerse a ese criterio, si se
lee detenidamente el último párrafo incorporado al art. 30, LCT podrá advertirse que
no existe tal contradicción con los términos de la doctrina plenaria ya que, según el
párrafo mencionado, las disposiciones insertas en el citado art. 30, LCT"...resultan
aplicables al régimen de solidaridad específico previsto en el art. 32 de la ley 22.250",
291
que no es lo mismo que decir que resultan aplicables a los contratos regidos por el
régimen estatutario.
La cuestión tiene importancia porque el art. 30 exige que exista coincidencia entre
la actividad de la contratista y la normal y específica propia del establecimiento del
contratante principal, en tanto que el art. 32 de la ley 22.250 solo prevé la posibilidad
de extender solidariamente la responsabilidad contemplada en la norma a los
empresarios, propietarios y profesionales cuando estos se desempeñen como
constructores de obra, de manera que en el esquema previsto por el art. 32 de la ley
22.250 —dentro de cuyo marco específico de regulación pueden considerarse
aplicables las disposiciones del art. 30, LCT— solo es posible extender la
responsabilidad en forma solidaria al contratante principal, en la medida que este
despliegue una actividad comprendida en el ámbito de la industria de la construcción
(sala 2ª, 30/4/2009, "Martínez, Julio César c. EDELAP SA y otro").
A partir de allí se ha dispuesto que el régimen de responsabilidad vicaria del art.
30, LCT no es aplicable en forma directa a obligaciones nacidas del empleo en el
marco del estatuto de la ley 22.250, requiriéndose como condición previa que resulte
viable la solidaridad de acuerdo con el art. 32 de este régimen legal particular.
En sentido contrario a la vigencia del plenario 265 se ha dicho que con la
modificación que al art. 30 de la LCTintrodujo el art. 17 de la ley 25.013 al establecer
que "Las disposiciones insertas en este artículo resultan aplicables al régimen de
solidaridad específico previsto en el art. 32 de la ley 22.250", ha perdido vigencia la
doctrina plenaria sentada in re "Medina, Santiago c. Nicolás y Enrique Hernán
Flamingo SA" del 27/12/1988 (plenario 265 CNTrab.), por lo que ya no basta con que
se trate de una empresa subcontratista debidamente inscripta en el IERIC,
para eximirla de la responsabilidad que se le atribuye en el marco del supuesto de
solidaridad previsto en el art. 32 de la ley 22.250, al que le resultan aplicables las
directrices del art. 30 de la LCT (sala 2ª, 26/8/2010, "Ovando, Abel c. Servicios
Petroleros Argentinos SA y otro s/ley 22.250", del voto de Graciela A. González).
La ley 25.345 (BO del 17/11/2000) establece en el cap. IV un régimen especial
para la determinación y percepción de los aportes y contribuciones con destino al
Sistema Único de la Seguridad Social para las pequeñas y medianas empresas
constructoras que efectúen respecto de su personal en relación de dependencia. Este
tema se desarrolla en el capítulo "Régimen de las pequeñas y medianas empresas".
V. ART. 31, LCT. EMPRESAS RELACIONADAS Y SUBORDINADAS.
SOLIDARIDAD
1. Empresas relacionadas y subordinadas
292
La LCT, en el art. 31, hace referencia a la solidaridad entre empresas
subordinadas o relacionadas que constituyan un conjunto económico de carácter
permanente en caso de haber mediado maniobras fraudulentas o conducción
temeraria.
El mencionado artículo expresa que "siempre que una o más empresas, aunque
tuviesen cada una de ellas personalidad jurídica propia, estuviesen bajo la dirección,
control, administración de otras o de tal modo relacionadas que constituyan un
conjunto económico de carácter permanente, serán a los fines de las obligaciones
contraídas por cada una de ellas con sus trabajadores y con los organismos de
seguridad social, solidariamente responsables cuando hayan mediado maniobras
fraudulentas o conducción temeraria".
Para una cabal comprensión del artículo es preciso determinar algunas cuestiones.
1.1. Empresa, empresario y la personalidad jurídica
La primera cuestión a dilucidar es el alcance que el legislador ha querido otorgar al
término "empresa" ya que la norma del art. 31, LCT regula las relaciones entre
empresas, "aunque tuviesen cada una de ellas personalidad jurídica propia" y
precisamente la empresa carece de personalidad jurídica propia.
El que si posee personalidad jurídica propia es el empresario, al que el art.
5º, LCT define como aquel que dirige la empresa por sí, o por medio de otras
personas, y con el cual se relacionan jerárquicamente los trabajadores, cualquiera sea
la participación que las leyes asignen a estos en la gestión y dirección de la
"empresa". A partir de lo expuesto, parte de la doctrina entiende que la redacción del
actual art. 31 no hace más que reflejar el equívoco del legislador al asimilar la
empresa con la sociedad.
En sentido contrario y asumiendo una postura amplia, autores como Vázquez
Vialard señalan que el término "empresa" alude al empresario, sea este persona física
o jurídica, es decir, sea una sociedad o no.
1.2. Tipos de relación empresaria
Tal como surge del texto del artículo en análisis, la responsabilidad solidaria recae
sobre dos formas de conexión entre empresas: el control societario y el conjunto
económico.
— Control societario: tratando de las formas de agrupamiento de empresas, la
doctrina argentina ha señalado como el elemento unificador del grupo, al "control" que
puede ser definido como la peculiar situación en virtud de la cual un sujeto está en
condición de dirigir con su voluntad la actividad económica de otro sujeto.
De acuerdo con lo normado por el art. 33, LGS se consideran sociedades
controladas a aquellas en que otra sociedad, en forma directa o por intermedio de otra
sociedad a su vez controlada, posea participación, por cualquier título, que otorgue los
293
votos necesarios para formar la voluntad social en las reuniones sociales o asambleas
ordinarias o ejerza una influencia dominante como consecuencia de acciones, cuotas
partes de interés poseídas, o por especiales vínculos existentes entre las sociedades.
— Conjunto económico: el conjunto económico, también denominado grupo de
sociedades o grupo económico, aparece como una relación empresaria distinta al
caso anterior ya que aquí resulta difícil determinar la existencia de sujetos con
personalidad jurídica diferente e independiente entre sí, debido al uso común de los
medios personales, materiales e inmateriales.
En este caso, los sujetos utilizan los mismos bienes a los fines de llevar a cabo su
finalidad económica y existe superposición patrimonial y confusión en cuanto a la
titularidad de los mismos.
Se discute en doctrina cuál es el elemento que determina la existencia del grupo
económico.
Para algunos autores el elemento o factor a tener en cuenta es la tenencia de
capital mientras que para otros debe asumirse una postura más amplia y tomar en
consideración otras circunstancias como ser, la unidad de dirección de los negocios o
el reparto de utilidades entre los mismos titulares.
Otros autores sostienen que lo importante es la dirección efectiva del
negocio, aunque no por ello, debe dejar de darse preeminencia a la realidad
económica por sobre las formas o estructuras jurídicas adoptadas, considerando que
el instituto persigue como finalidad el evitar el fraude.
En el derecho fiscal y con el fin de impedir la evasión impositiva, se considera al
conjunto económico como el integrado por aquellas entidades, sociedades o personas
que pudiendo considerarse jurídicamente independientes, mantienen estrechos lazos
de unión en cuanto a sus capitales, dirección y distribución de utilidades que permite
tratarlas como un solo sujeto pasivo del tributo.
En derecho concursal también ha sido tratado el tema y se ha desarrollado la
teoría de la "unidad patrimonial" que involucra a grupos de personas físicas o jurídicas
con intereses y dirección comunes.
El concepto de "unidad patrimonial" fue delineado por la Corte Suprema en el caso
"Compañía Swift de La Plata SA s/quiebra" (4/9/1973) como "la apariencia de formas
jurídicas que asumen distintas fracciones del mismo grupo, estructuralmente
unificadas" con el efecto de considerar en "función patrimonial los bienes en cabeza
de los otros titulares aparentes" y con fundamento en la doctrina de la "verdad jurídica
objetiva" del mismo Tribunal Supremo. Agrega que la unidad socioeconómica con la
fallida se produce en razón de no poder ser distinguidos los bienes, en razón de
hallarse confundidos los patrimonios razón por la cual extiende los efectos de la
quiebra de Swift SAF a Deltec International Limited.
1.3. La regulación del control y el conjunto económico en la LCT
294
— El control en la LCT: el art. 31, LCT en su primera parte refiere a la existencia
de dirección, control o administración lo que ha llevado a la doctrina a intentar
delimitar la amplitud de situaciones que pueden quedar comprendidas dentro de la
amplia terminología utilizada por el legislador.
Para Martorell el legislador ha optado por conceptualizar la idea de subordinación
llevándolo a un plano más amplio de lo que podría implicar la idea de control
accionario. Otros autores distinguen los conceptos de dirección, control y
administración expresando que el primero de ellos refiere a la organización del
negocio, el segundo a las alternativas de hecho y de derecho y el tercero comprende
funciones intrasocietarias que no pueden llevarse a cabo por empresas.
Justo López señala que de lo expresado por el art. 31, LCT puede inferirse que la
norma refiere al control interno pero que ello no puede implicar descartar que también
regule el control externo. Para Vázquez Vialard lo definitorio es el control de la
dirección ya que la administración está sujeta a aquel, y expresa que este puede
ser interno o externo. Para este autor, lo que define la existencia de control es
que exista una efectiva subordinación económica en virtud de la cual la empresa
subordinada pierda su independencia para desenvolverse como ente con capacidad
propia.
Hierrezuelo y Núñez expresan que por la forma en que se encuentra redactado el
art. 31 no es posible distinguir si se refiere a control interno o externo, razón por la que
entienden, se aplica a ambos supuestos. Estos autores destacan como imprescindible
la presencia de dos sujetos: el controlante y el controlado y entienden que la norma
del art. 31, LCT no resulta aplicable cuando estamos frente a una empresa
perteneciente a una sociedad comercial dominada por una persona individual porque
en ese supuesto no hay sujeción sino identidad y fraude a la ley a partir de la creación
de una pantalla para violar la ley.
— El conjunto económico en la LCT: en este caso, resulta aplicable el art. 31 en
tanto el trabajador preste servicios para alguno de los integrantes del grupo ya que si
lo hace para todos estamos frente a un empleador plural o complejo y se aplica el art.
26, LCT. En tal sentido, se diferencia el empleador complejo del conjunto económico
en que en el primero de los casos no existen lazos de dependencia ni sometimiento a
un mismo centro de dirección.
La doctrina señala como elementos o caracteres del conjunto económico a la
unidad de domicilio patrimonial de la empresa, la utilización en común de
implementos industriales, identidad de organización administrativa o comercial o en
la integración de los directores o mandatarios de las empresas referidas, utilización de
locales comunes, entre otros.
La Corte Suprema en los autos "Pellegrino, Jorge Eugenio c. High Band SA y
otros" (23/11/1995), admitió el recurso extraordinario federal interpuesto por la
codemandada High Band SA e invalidó lo resuelto por la sala 3ª de la Cámara
Nacional de Apelaciones del Trabajo en cuanto modificó parcialmente el fallo de
primera instancia e hizo extensiva la condena a la recurrente en cuanto al pago de
295
salarios e indemnizaciones motivadas en la ruptura de la relación laboral invocada por
el demandante.
Para así decidir, la sala 3ª de la Cámara encontró configurado en el caso un "grupo
económico" en los términos del art. 31 de la LCT. En tal sentido, sostuvo la sala que
High Band SA resultaba solidariamente responsable pues "continuó" la explotación de
la restante codemandada —Videco SA—, utilizando la documentación de esta última,
haciéndose cargo de sus deudas e incorporando a su personal.
Por su parte, la Corte Suprema de Justicia de la Nación consideró que tal
circunstancia, amén de la posibilidad de encontrar su causa en los términos del
convenio firmado entre ambas empresas, no resultaba por sí sola concluyente para
acreditar una relación de carácter permanente en los términos exigidos por el art. 31
de la LCT.
Asimismo, consideró que tampoco lo resultaba el paso de empleados de Videco
SA a High Band SA, ni la utilización por parte de esta última de documentación
perteneciente a la primera; sobre todo atendiendo tanto al número de dependientes de
Videco SA que se vinculó laboralmente con High Band SA —cuatro trabajadores—,
frente a los que permanecieron en aquella, como al breve período durante el cual se
habría producido la sostenida utilización de documentos
El Alto Tribunal señaló que las deficiencias apuntadas adquieren singular gravedad
en la medida de que si bien incumbe a los magistrados de la causa la función de
apreciar la configuración de la hipótesis contemplada en el art. 31 de la LCT según su
prudente juicio, ello exige una muy cuidadosa ponderación de los presupuestos
fácticos establecidos en la norma.
1.4. El carácter permanente
Tal como ya fuera expuesto, el actual art. 31, a diferencia de lo que establecía el
original art. 33, ley 20.744, no se refiere a los grupos de carácter accidental, sino solo
a los permanentes. El requisito de la permanencia para el grupo económico
fue introducido por la reforma de la ley 21.297 con el fin de excluir de su ámbito de
aplicación a los denominados contratos de colaboración empresaria (p. ej., la unión
transitoria de empresas).
A diferencia del régimen del art. 31, LCT, la norma del art. 33 era evidentemente
protectoria, ya que era suficiente para que existiera solidaridad la sola acreditación de
que se trataba de empresas integrantes de los denominados grupos económicos.
Conforme la regulación actual, en el caso del conjunto económico se exige la
permanencia lo cual ha sido criticado por cierto sector de la doctrina por considerar
que si se supedita la aplicación de la norma a la acreditación de conducción temeraria
o maniobras fraudulentas, deviene innecesaria la distinción entre el carácter
permanente o no del grupo.
296
En el caso del control empresario no se exige el
permanencia, aunque ella es un rasgo típico del control externo.
requisito
de
la
Esa permanencia que impone el legislador se contrapone, con la mera
provisionalidad de la vinculación de los sujetos involucrados con las denominadas
"uniones transitorias de empresas" (UTE).
Jurisprudencialmente se ha resuelto que las UTE no son sociedades ni sujetos de
derecho, no responden solidariamente por los actos y operaciones que realicen (arts.
377 y 381, ley 19.550), no siéndoles aplicable el art. 31, LCT, toda vez que no son un
conjunto económico de carácter permanente.
Parte de la doctrina entiende que cuando una UTE es empleadora, la relación se
da con los integrantes de ella, quienes responden frente al dependiente en los
términos acordados, por lo que no hay solidaridad entre ellos si no está convenida
(art. 381, LSC) y, de omitirse toda estipulación al respecto, responderán en partes
iguales (conf. arts. 690 y 691, Cód. Civil).
Sin embargo, entiendo con Ferreirós e Hierrezuelo que la postura mayoritaria no
se condice con el espíritu de la LCT. En efecto, si la unión transitoria de empresas no
es persona jurídica ni sujeto de derecho, por ende, no puede adquirir derechos ni
contraer obligaciones; es decir, no puede contratar. Ahora bien, la contratación que el
administrador realice se debe entender efectuada en beneficio de todos
los integrantes de la UTE, y al trabajador, en relación de dependencia con cada uno
de ellos. En consecuencia, estamos en presencia de una pluralidad o conjunto de
empleadores, tal como prevé el art. 26 de la LCT, aunque por una omisión se lo limita
solo a las personas físicas.
El punto neurálgico de la cuestión radica en determinar cómo debe responder cada
uno de los empleadores. Para Justo López, aplicando analógicamente el art. 1747 del
Cód. Civil sobre responsabilidad de los socios de las sociedades civiles, deben
responder en partes iguales, ya que la solidaridad no se presume y debe
ser expresada en términos inequívocos o impuestos, también en forma expresa, por la
ley. Este criterio no se condice con el espíritu ni con las previsiones de la LCT (5).
Es cierto que técnicamente no resulta correcto hablar de solidaridad, al no haber
alguna norma que la disponga frente a una pluralidad de empleadores, como lo exige
el art. 701 del Cód. Civil Pero esa norma se torna innecesaria cuando existen otras
que imponen la solidaridad a terceras personas que no revisten el estatus jurídico de
empleador. Si la ley, con el fin de garantizar el crédito del trabajador, impuso que
determinadas personas, pese a no ser empleadoras, debían actuar como garantes de
los derechos del dependiente, al menos el empleador debe responder en esos
mismos términos, esto es, por la totalidad de las obligaciones contraídas por la
pluralidad de sujetos.
De lo contrario, se llegaría al absurdo de que frente a una pluralidad de
empleadores contratistas integrantes de una UTE, estos deberían responder solo por
la parte que le corresponde, mientras que el contratante, que no es empleador,
297
debería responder en forma solidaria por la totalidad del crédito del trabajador. Dicho
en otros términos, sería el único caso en que una persona que no es empleador,
estaría en peores condiciones de quien lo es, debiendo responder por la totalidad de
la deuda, mientras que cada uno de los empleadores, solo debería hacerlo por la
parte, circunstancia que no resiste el menor análisis(6).
La finalidad del art. 31, LCT, es evitar la evasión de responsabilidades
por intermedio de acciones fraudulentas de las empresas "independientes" (o con
personalidad jurídica propia) que en realidad están ligadas entre sí por las figuras de
control.
1.5. Maniobras fraudulentas y conducción temeraria
Otra de las introducciones formuladas por el art. 31, LCT fue el presupuesto
subjetivo en virtud del cual es necesaria la maniobra fraudulenta o conducción
temeraria para que proceda la responsabilidad. A diferencia de la actual redacción, el
art. 33, LCT imponía un tipo de solidaridad que procedía por la mera existencia de
relación interempresarial.
El supuesto de responsabilidad solidaria dispuesto se torna operativo porque
algunas empresas llegan a desdibujar su gestión mediante la introducción de
sociedades o entidades controladas —que responden a una gestión de mando
común— con una administración y patrimonio independiente y las convierte
en invulnerables a las acciones de los acreedores.
Por lo tanto, el fraude laboral es requisito esencial para que se configure la
responsabilidad establecida en el art. 31, LCT, pero no debe probarse el dolo del
empleador o su intención fraudulenta, ya que es suficiente que la conducta del
empresario denote la violación de las normas del derecho del trabajo.
En síntesis, para que se verifique lo previsto en el art. 31, LCT—además de que se
trate de empresas subordinadas o de un conjunto económico de carácter
permanente— y se extienda la responsabilidad deben darse algunos de estos
presupuestos:
— Maniobras fraudulentas: son aquellas conductas o actitudes tendientes a burlar
los derechos del trabajador (por medio de empresas relacionadas o subordinadas,
traspasos, artificios con la finalidad de sustraerse de las obligaciones que impone la
legislación laboral o de la seguridad social).
Se trata de lograr el incumplimiento de las normas imperativas. Por ejemplo,
cuando se haga aparecer al trabajador como empleado de una empresa en la que
efectivamente no presta servicios con la finalidad de evitar la aplicación de un
convenio o para fraccionar su antigüedad. Asimismo, se verifica el presupuesto
cuando se registra la relación laboral en una de las integrantes del grupo que carece
de patrimonio o solvencia para responder frente a eventuales incumplimientos.
298
— Conducción temeraria: se trata de un manejo de la empresa irresponsable, en el
que por negligencia, imprudencia o dolo se le ocasiona al trabajador un daño. Por
ejemplo, la insolvencia del empleador por maniobras imprudentes, o vaciamiento de
una de las empresas que la integran.
2. La responsabilidad laboral de la Unión Transitoria de Empresas
2.1. Regulación legal
Las uniones transitorias de empresas (UTE), se encuentran reguladas en los arts.
1463 a 1469 del Cód. Civ. y Com. Previo a la reforma, se encontraban reguladas en el
cap. III de la ley 19.550, bajo el título de "Contratos de colaboración empresaria", que
fuera introducido en 1983 por la ley 22.903.
El art. 1463 del Cód. Civ. y Com. las define estableciendo que hay contrato de
unión transitoria cuando las partes se reúnen para el desarrollo o ejecución de obras,
servicios o suministros concretos, dentro o fuera de la República; pudiendo desarrollar
o ejecutar las obras y servicios complementarios y accesorios al objeto principal.
Tienen naturaleza contractual y no constituyen sociedades ni son sujetos de derecho.
En materia de responsabilidad, y a diferencia de lo que ocurre con las
agrupaciones de colaboración, donde la misma es ilimitada y solidaria; en la UTE el
art. 1467 del Cód. Civ. y Com., establece que, salvo disposición en contrario del
contrato, no se presume la solidaridad de los miembros por los actos y operaciones
que deban desarrollar o ejecutar, ni por las obligaciones contraídas frente a terceros.
2.2. La falta de personalidad jurídica de las UTE
Uno de los temas que más debate genera es el relativo a la carencia de
personalidad jurídica de las UTE, carencia que ha sido reiteradamente cuestionada
por la doctrina e incluso ha sido dejada de lado por la Corte Suprema al considerar a
las UTE como sujeto de derecho en materia tributaria en los autos "IBM Argentina SA
c. DGI s/Dirección General Impositiva", (4/3/2003).
Para Otaegui, esta declaración no parece compatibilizarse con la existencia de un
fondo común; la concreta posibilidad de distribuir ganancias, que no veda el fin de
lucro; una gestión común; y la affectio societatis. Por su parte, Verón entiende que por
más terminante que sea la expresión utilizada por la norma, la realidad asociacional
puede, sin titubeos, sobrepasar la imperatividad de la norma, y constituirse una
especie de sociedad (llámese como se llame, "anómala", "regular" o "irregular), más
que una suerte de convenio o contrato innominado o circunstancial.
Sin embargo, y aun cuando la mayoría de la doctrina, frente a los claros términos
del art. 377, LSC (actualmente regulado por el Cód. Civ. y Com.), le niega el carácter
de sujeto de derecho a la unión transitoria de empresas, no dudan en asignárselo
299
cuando se produce una exorbitación de los límites operativos del contrato celebrado, y
en la práctica, actúa como un sujeto distinto de cada uno de los miembros que la
componen.
2.3. Los criterios jurisprudenciales en materia de trabajadores
contratados por las UTE
Tal como lo señalan Ferreirós e Hierrezuelo, hasta no hace mucho tiempo existían
en la jurisprudencia dos posturas con relación a los trabajadores que prestaban
servicios en la agrupación empresaria según fueran contratados por algunos de sus
miembros o por el representante de las UTE.
La primera de ellas sostenía que los integrantes de una UTE no tenían
responsabilidad alguna respecto de las obligaciones laborales, en la medida en que
los trabajadores hubieran sido contratados por los miembros individualmente
considerados y no por el representante de la agrupación.
La segunda, entendía que cuando los dependientes eran contratados por el
representante para realizar tareas de utilidad común, debía responderse solo por el
fondo común operativo y no con el patrimonio individual de cada miembro de la unión,
en atención a la transitoriedad que excluía la aplicación del art. 31 de la LCT y
considerando que la solidaridad de las empresas por las obligaciones contraídas
frente a terceros no se presume.
Sin embargo, también la jurisprudencia se ha expedido estableciendo la obligación
de responder solidariamente por las obligaciones laborales de los trabajadores
contratados por la agrupación empresaria.
PRÁCTICA LABORAL. MODELOS
1. Telegrama del trabajador al deudor solidario en los términos
de los arts. 29 bis, 30 ó 31, LCT, ante incumplimientos
laborales
En su carácter de deudor solidario en los términos del art. [...]
LCT, transcribo telegrama remitido a mi empleador: [...] [transcribir
el texto del telegrama enviado al empleador por reclamo
de incumplimientos laborales].
2. Telegrama del trabajador a la empresa usuaria en los
términos del art. 29, párrs. 1º y 2º, LCT, ante negativa de tareas
por invocación de finalización de contrato eventual
300
Ante negativa de tareas y en su carácter de empleador en los
términos del art. 29, párrs. 1º y 2º, LCT, toda vez que los servicios
prestados no revisten el carácter de extraordinarios y transitorios,
sino que corresponden al giro normal de su actividad
empresaria, intimo plazo 48 horas aclare situación laboral, bajo
apercibimiento de considerarme despedido por su culpa.
JURISPRUDENCIA
1. Arts. 29 y 29 bis, LCT. Interposición e intermediación.
Solidaridad
Si la actora fue contratada por Sanitor SRL (empresa que se dedica
al servicio de limpieza) y esta la derivó a cumplir funciones en la
Clínica Santa Isabel que gira bajo la denominación de CS Salud SA y,
en el caso se acreditó que los servicios eran prestados en el seno de
la clínica y que su personal efectuaba la supervisión correspondiente a
fin de que se cumpliera con el manual de procedimientos de higiene
hospitalaria, corresponde condenar solidariamente a la Clínica Santa
Isabel SA, en los términos del art. 29, LCT, toda vez que ha asumido
el carácter de empleador directo" (sala 6ª, 12/11/2014, "Zalazar,
Liliana Lorena c. Sanitor SRL y otro").
Dada la orfandad probatoria por parte de la codemandadas respecto
a la concurrencia de alguno de los supuestos fácticos que autorizaban
la contratación de personal eventual a través de las empresas
previstas en el art. 29 bis, LCT—necesidad de cubrir necesidades
transitorias y eventuales del personal o realización de
tareas extraordinarias—, sumado a que la duración del vínculo superó
los límites previstos en el art. 72 inc. b) de la ley 24.013, llevan a
concluir que, por aplicación del art. 29, LCT, la accionada que se
benefició con la prestación de los servicios de la trabajadora ostentó la
calidad de empleadora directa, mientras que la otra no fue más que
una mera intermediaria, lo que las torna solidariamente responsables
de las obligaciones emergentes de la relación laboral y de las que
derivan de la seguridad social (sala 6ª, 26/8/2014, "Del Castillo,
Claudio Daniel c. Tiempo Laboral SA y otro").
301
El caso más común de fraude que se puede enmascarar bajo la
forma de "cooperativas de trabajo" se presenta cuando la única
finalidad del ente consiste en proveer servicios a terceros.
Los interesados recurren a la cooperativa (una suerte de agencia) a fin
de obtener empleo, deben hacerse socios de ella y esta, en tal
carácter, los envía a terceros (clientes) que les asignan trabajo
efectivo. A diferencia de lo que acontece en el derecho civil (en que no
hay acción entre los copartícipes de la simulación ilícita, art.
959 del Cód. Civil) en este caso, sometidas las normas del derecho
común a un examen de compatibilidad con los principios especiales de
derecho de trabajo, tendremos que en virtud del principio protectorio
se impone que se considere irrelevante jurídicamente la voluntad del
trabajador dirigida a la evasión de las normas de derecho laboral de
modo que siempre tendrá acción para poner en claro la simulación
ilícita y beneficiarse con la aplicación de dichas normas. En este
sentido la sanción del dec. 2015/1994 consideró al margen de la
naturaleza propia de la institución cooperativa, a toda organización
que se dirija a brindar servicios a terceros a través de la utilización por
parte de estos de la fuerza de trabajo de sus asociados, circunstancia
receptada actualmente en el art. 40 de la ley 25.877 (sala 10ª,
12/2/2015, "Lovrincevich, Walter Gerardo c. Cooperativa de Trabajo
Solucionar Ltda.").
La empresa propietaria del establecimiento donde el actor prestó
tareas como vigilador es responsable en forma solidaria de las
obligaciones derivadas del despido, pues se acreditó que los
mecanismos utilizados por la cooperativa codemandada resultaron un
encubrimiento ilegítimo de la relación laboral real entablada y que la
finalidad de la misma era la de proveer servicios a terceros bajo la
apariencia de supuestos actos cooperativos, cuando en realidad las
labores desplegadas por el trabajador carecían del carácter asociativo
y el aporte de este benefició en definitiva a la firma que recibió su
labor, actuando la cooperativa como una mera intermediaria (sala 9ª,
31/5/2016, "Cerutti, Dino Andrés c. Cooperativa de Trabajo Siempre
Alerta Ltda. y otro").
Acreditado que la trabajadora accionante prestó servicios de
comercialización telefónica de productos bancarios con base en la
capacitación, sistema operativo, bases de datos y demás elementos
proporcionados por el banco demandado, cumpliendo tareas en
302
forma exclusiva para aquel aunque formalmente figurara como
dependiente de la empresa codemandada, debe concluirse que la
entidad bancaria resultó ser empleador directo y esta última una
simple interposición fraudulenta, que determina la solidaridad de
ambas por las indemnizaciones derivadas del despido indirecto (sala
7ª, 16/5/2016, "Henkel, Carina Brunilda c. BBVA Banco Francés SA y
otro").
Habiéndose comprobado la maniobra dolosa y violatoria de la ley
consistente en ocultar el real empleador, y la participación directa y
personal del de presidente del directorio en su configuración,
corresponde responsabilizar a esta persona física codemandada en su
calidad de administradora de la sociedad empleadora en los términos
de lo normado en los arts. 59 y 274 de la ley 19.550, en la medida que
ha ocasionado perjuicios al trabajador afectado por su actuar ilícito
(sala 2ª, 29/4/2016, "García, Jorge Eduardo c. Telmex Argentina SA y
otros").
Debe ser rechazada la demanda por despido, pues, en tanto el
accionante no cumplió con la carga procesal de demostrar que
continuó prestando tareas para los sucesores del causante con
posterioridad a la suscripción de un acuerdo extintivo, ni probó
la existencia de una maniobra fraudulenta por interposición en la
persona del empleador por parte la empresa codemandada a través
de la contratación del causante (sala 10ª, 29/4/2016, "Rotchen, Diego
Alejandro c. Merani, Graciela Alicia y otros").
Es justificado el despido dispuesto por una trabajadora ante la falta
de registración por parte de la empresa distribuidora de energía
eléctrica codemandada, pues que se acreditó que la prestación de la
dependiente consistente en la atención de reclamo de clientes de
dicha empresa fueron tareas no solo coadyuvantes a su giro normal
sino propias de ella y también se probó el desempeño constante del
actor para esta firma en sus oficinas y bajo la supervisión de su
persona, por lo que existió una interposición fraudulenta resultando
aquella la real empleadora (sala 7ª, 29/2/2016, "Blanco, Débora
Adriana c. Empresa Distribuidora y Comercializadora Norte SA
[EDENOR] y otro").
303
La firma donde el trabajador se desempeñaba como operario y la
empresa de servicios eventuales empleadora, son responsables en los
términos del art. 29 de la LCT por las obligaciones derivadas del
despido, toda vez que no lograron acreditar la existencia de una
necesidad extraordinaria y transitoria que obligara la contratación del
personal bajo esa modalidad, y por el contrario de los dichos de los
testigos se infiere que las tareas desarrolladas por el trabajador eran
propias de empresa usuaria (sala 7ª, 26/2/2016, "Canosa, Hernán Ariel
c. Lodiser SA y otro").
Ambas codemandadas resultan responsables en los términos de los
arts. 14 y 29, primer párrafo, de la LCT por lo que corresponde
considerar como empleadora directa de la actora a la empresa usuaria
y como mera intermediaria a la codemandada, ya que la prueba
testimonial permite concluir que ambas empresas tenían oficinas en el
mismo edificio y que la intermediaria proveía servicios a quien fuera
empleadora directa (sala 8ª, 25/2/2016, "Scannadinari, Laura Irene c.
Aceros Zapla SA").
El texto del art. 29 y el art. 29 bis de la LCT (modif. por ley 24.013),
no autorizan en ningún caso a considerar a la usuaria de servicios
prestados por trabajadores contratados por intermedio de terceros
liberada de la responsabilidad que compete a un empleador (ni
siquiera cuando se trate de servicios eventuales y la intermediaria
hubiera sido una agencia autorizada), por ello la usuaria se encuentra
comprendida en la directiva general que emana de esas normas y
debe ser considerada como "empleadora" directa de los servicios del
accionante (sala 2ª, 24/2/2016, "Bonafe, Cristian David c. Cookery
SA").
Si la trabajadora fue contratada por un sujeto para ser proporcionado
a un tercero, quien se valió de sus servicios, cabe concluir que se trata
del supuesto contemplado en el art. 29 de la LCT por lo que ambas
demandadas deben responder, solidariamente, por los créditos a los
que la actora resulte acreedora con origen en dicha relación, en tanto
realizó tareas mencionadas que son propias y habituales de la usuaria
y a instancias de órdenes de su personal, y valiéndose de los bienes
materiales de la misma (sala 1ª, 5/2/2016, "De Gregorio, Vanessa
Paola c. Massalin Particulares SA y otro").
304
2. Art. 30, LCT. Contratación y subcontratación. Solidaridad
En el ámbito del art. 30, LCT, por actividad normal no debe
entenderse aquella que directamente se vincula al objeto o fin
perseguido por la empresa, sino también aquellas otras que resultan
coadyuvantes y necesarias, de manera que aun cuando puedan ser
consideradas secundarias o accesorias resultan imprescindibles
e integran normalmente la actividad. En tal sentido, las tareas de
limpieza complementan de manera imprescindible las de un
hipermercado que se dedica a la comercialización de mercaderías
diversas, alimentos inclusive, pues hace a la confiabilidad de los
productos que se consumen en un lugar adecuadamente limpio e
higienizado (sala 5ª, 30/10/2013, "González, Carina Elizabeth c.
Vadelux SA y otro").
Resulta improcedente condenar solidariamente a la codemandada
Irsa Inversiones y Representaciones SA con sustento en el art. 30,
LCT en tanto su actividad principal estaba constituida para la
realización de negocios inmobiliarios, los cuales son ajenos a la
actividad gastronómica y de eventos sociales y publicitarios que
concretamente desarrollaba la empleadora de la actora (sala 10ª,
1/12/2014, "Carrizo, Nadia Patricia c. Renault Argentina SA y otros").
Los servicios prestados por el trabajador a las órdenes de las
codemandadas y la actividad desplegada por estas para Franquicias
Argentinas SA, con quienes había contratado mediante el
otorgamiento de una franquicia la colocación en el mercado de
empanadas elaboradas según su propio método y sistema bajo el
nombre de fantasía "Solo empanadas", listas y aptas para el consumo,
configuraron la actividad normal y específica de esta última. Tal
comercialización no solo coincide con la actividad principal de la
comitente principal, sino que además se lleva a cabo bajo su poder de
organización y control forma directa, circunstancia que constituye el
presupuesto fáctico ineludible al cual el art. 30, LCT supedita la
viabilidad de la solidaridad que consagra (sala 4ª, 18/2/2014, "Núñez,
Sergio Hernán c. Madejo SA y otros").
Más allá de que el pronunciamiento deba necesariamente
conformarse a la doctrina del fallo de la Corte Suprema, "Gómez,
Susana Gladys c. Golden Chef SA y otro" y por tanto resolver no
305
atribuir responsabilidad solidaria a la codemandada Lotería Nacional
SE en los términos del art. 30, LCT y si bien en otras ocasiones se ha
señalado que el Estado Nacional se desenvuelve a través de sus
entes públicos estatales en funciones inherentes a su finalidad propia
y excluyente, y no se encuentra comprendido en el marco de las
previsiones allí contenidas, cabe dejar sentado un criterio contrario. Al
resolver en autos "Orrijola, Cintia Lorena c. UTA SA y otro s/despido"
se señaló que el Estado Nacional no actuaba en cumplimiento de una
finalidad inherente a su esencia sino a través de una sociedad
especial (sociedad del estado) con el único fin de organizar y controlar
una actividad comercial que se considera de interés público, así como
también que Lotería Nacional SE, en atención a su tipo societario, no
se hallaba excluido de la aplicación del régimen de contrato de trabajo
(sala 2ª, 25/3/2015, "Nosmor, Rosa Natalia c. National Game SA y
otro").
Las tareas que realizaba la trabajadora en el sector contable de la
empleadora relacionada con la venta de bienes y servicios de telefonía
celular, tenía una importante injerencia para que por su intermedio se
lograra el objetivo final que era la prestación de servicios de telefonía
celular y dicho servicio resulta inescindible para cumplir con el objeto
social de la codemandada que es brindar dichos servicios de telefonía
y sus servicios encuadran en la actividad "normal y específica" y
corresponde condenar a ambas demandadas en los términos del art.
30 de la LCT (sala 1ª, 23/3/2016, "Casuscelli, Daniela Patricia c. AMX
Argentina SA").
La coaccionada resulta responsable solidaria en los términos del art.
30 de la LCT ya que la actividad que de comercialización, publicación
y marketing de guías telefónicas no se pudo haber concretado sin la
distribución que resultaba esencial para su fin societario, y por ende
constituyó la actividad normal y específica propia del establecimiento.
La solidaridad que establece el art. 30LCT no constituye una sanción
por fraude, ya que no se presume ninguna clase de conducta
fraudulenta por parte de la contratante, sino que se trata de una simple
función de garantía para el trabajador —que, a diferencia del
contratante, no puede elegir ni controlar la solvencia y cumplimiento de
la ley de los contratados— y que se activa por el mero hecho de que la
contratante no haya sido diligente a la hora de elegir a empresas
306
formales, cumplidoras de las leyes laborales (sala II, 23/3/2016,
"Melgarejo, Nélida Delisaved c. Moschini, Jorge Néstor y otro").
La condena solidaria en los términos del art. 30 de la ley 20.744
impuesta a una empresa de telecomunicaciones debe confirmarse,
toda vez que las tareas de venta de líneas desarrolladas por el
trabajador resultan inescindibles y coadyuvantes de su objeto
principal. El trabajador deberá accionar contra el contratista, como su
verdadero empleador, y contra el empresario principal, como
responsable solidario; la solidaridad no modifica el vínculo laboral
que existía con el contratista o subcontratista (sala 7ª, 22/3/2016,
"Villagra, Lorena E. c. Total Cell SA y otros").
La empresa telefónica codemandada debe responder en los términos
del art. 30 de la ley 20.744 frente a un trabajador que prestaba
servicios de limpieza en beneficio de aquella y bajo las órdenes de
otra compañía, pues la actividad propia y específica no solo
comprende a lo que atañe directamente al objeto o fin perseguido por
la empresa sino también aquellas actividades que resultan
coadyuvantes y necesarias al punto de tornarse imprescindibles (sala
7ª, 14/3/2016, "Contartese, Carmen Karina c. Telefónica de Argentina
SA y otro").
La empresa fabricante de alimentos es responsable en forma
solidaria por las deudas laborales de la empleadora del actor en los
términos del art. 30 de la LCT si la relación empresaria entre las
codemandadas tiene la finalidad exclusiva de posibilitar la concreción
de la actividad específica de aquella, pues no parece inverosímil ni
dudoso sostener que la entrega de los productos fabricados y
comercializados por esta última hace a su fin empresario, ya que su
objeto no es sustentable si se limita exclusivamente a la fabricación de
alimentos, sin incluir el transporte y entrega de ellos (sala 5ª,
30/10/2015, "Acosta, Ariel Leonardo c. Distribuidora Belcor SRL y
otro").
2.1. Art. 30, LCT. Improcedencia
No es posible extender la responsabilidad del art. 30, LCT a la
codemandada Corporación del Mercado Central de Buenos Aires. La
normativa que rige en dicho establecimiento es ajena al ámbito privado
en cuanto se trata de un ente de carácter público que, incluso,
307
mantiene con sus empleados una relación de empleo público (cfr. ley
17.422 y CCT E 927/2007). Asimismo, tampoco puede concluirse que
dicha corporación efectuó en favor de la empleadora del actor una
delegación de la actividad normal y específica propia del
establecimiento, ya que su función no es la de comercializar frutos y/o
productos alimenticios sino la de "...proyectar, construir y administrar el
mercado central..." (art. 3º de la ley 17.422) lo que permite concluir
que las actividades de ambas demandadas eran ajenas y escindibles.
Si bien no es admisible que el Estado a través de cualquiera de sus
órganos se desinterese en absoluto del cumplimiento de las
obligaciones que pesan en cabeza de sus contratistas, no por ello será
solidariamente responsable (sala 8ª, 20/2/2015, "Mansilla, Luis
Roberto c. Pontotiero, Pascual Antonio y otro").
El suministro o venta de combustibles y lubricantes para su posterior
reventa, no implica ninguna cesión o subcontratación en los términos
previstos por el art. 30, LCT, sino que obsta a ello que las bocas
de expendio lleven los colores y la marca de "YPF" o que esta efectúe
el control de calidad de los productos que se venden, porque tales
circunstancias efectivamente emergen del art. 17 del dec. 1212/1989
que estipula que la propietaria de la marca del combustible es quien
responde y garantiza la especificación, calidad y control del producto,
lo que obliga a su identificación, como así al cumplimiento de distintos
tipos de control y supervisión. Las pautas impuestas respecto a la
publicidad, higiene, conservación, vestimenta y atención al público, no
responden más que al tipo de contrato, que lleva ínsito la imagen de la
empresa (YPF). Por lo tanto cabe revocar la sentencia que dispuso
la extensión de la condena a YPF SA en los términos del art. 30, LCT
(Del voto del Dr. Brandolino, en minoría) (sala 10ª, 17/3/2015,
"Francischelli, Sandra Patricia c. I C Ferrarotti y Cía. SA y otro").
Resulta improcedente hacer extensiva la condena a entregar los
certificados previstos en el art. 80LCT al deudor vicario, toda vez que
se trata de una obligación de hacer que recae sobre el sujeto
empleador, calidad que en este caso la codemandada responsable en
los términos del art. 30 de la LCT no revistió (sala 2ª, 23/3/2016,
"Melgarejo, Nélida Delisaved c. Moschini, Jorge Néstor y otro").
La responsabilidad por la confección de las certificaciones del art.
80 de la LCT no se extiende, con fundamento en el art. 30 de esa
308
norma, a quienes no fueron empleadores del trabajador, pues el deber
patronal reconoce una obligación de hacer, cuyo cumplimiento es
estrictamente personal a cargo de la patronal, sobre la base de sus
libros y registros empresarios (sala 1ª, 26/10/2015, "Rodríguez,
Mariano Alejandro c. Red Multiservicios SA y otro").
2.2. Tareas de vigilancia
Corresponde la condena solidaria a la codemandada IRSA con
sustento en lo normado por el art. 30, LCT puesto que, más allá de los
argumentos que expusiera en cuanto a que su actividad principal
radicaba "en distintos emprendimientos de índole inmobiliaria, como es
la venta y adquisición de distintos inmuebles y/o empresas de
envergadura", lo cierto es que las tareas de vigilancia desempeñadas
por el personal de Seguridad Integral Empresaria SA —entre los que
se encontraba el actor— dentro del centro comercial "Buenos Aires
Design" aparecían como necesarias e inescindibles de su actividad
principal, normal y específica, en tanto hacían posible lograr la
finalidad de la empresa, pues se encontraban vinculadas con la
seguridad de las personas que concurrían al establecimiento comercial
(sala 4ª, 27/2/2015 "Cartolano, Nicolás Gonzalo Bernabe c. Seguridad
Integral Empresaria SA y otros").
Las tareas de vigilancia resultan indispensables para la operatoria de
un aeropuerto, en tanto la vigilancia es de indiscutible importancia en
dicho establecimiento. Para analizar la atribución de responsabilidad
prevista en el art. 30, LCT debe tenerse en cuenta no solo el modo en
que se estructura la actividad de la prestataria, sino la índole de la
actividad por la que se reconoce a la usuaria en el mercado. Para que
resulte de aplicación el supuesto atributivo de responsabilidad en
cuestión, es necesario determinar que dentro de la actividad
subcontratada, el trabajador (no ya la actividad) cumple su tarea en
beneficio directo del principal. Esta condición aparece en el cuarto
párrafo del referido art. 30, donde la solidaridad generada por las
condiciones anteriores queda limitada al grupo de beneficiarios
conformado por el "personal que ocuparen en la prestación de dichos
trabajos o servicios" (sala 2ª, 9/2/2015, "Juárez, Juan Ramón c.
Seguridad Argentina SA y otro").
309
Corresponde la condena solidaria a la codemandada IRSA con
sustento en lo normado por el art. 30, LCT puesto que, más allá de los
argumentos que expusiera en cuanto a que su actividad principal
radicaba "en distintos emprendimientos de índole inmobiliaria, como es
la venta y adquisición de distintos inmuebles y/o empresas de
envergadura", lo cierto es que las tareas de vigilancia desempeñadas
por el personal de Seguridad Integral Empresaria SA —entre los que
se encontraba el actor— dentro del centro comercial "Buenos Aires
Design" aparecían como necesarias e inescindibles de su actividad
principal, normal y específica, en tanto hacían posible lograr la
finalidad de la empresa, pues se encontraban vinculadas con la
seguridad de las personas que concurrían al establecimiento comercial
(sala 4ª, 27/2/2015, "Cartolano, Nicolás Gonzalo Bernabé c. Seguridad
Integral Empresaria SA y otros").
Las tareas de vigilancia resultan propias e imprescindibles de la
actividad comercial de un laboratorio medicinal, consistente en la
elaboración y comercialización de productos medicinales, en tanto no
puede negarse que la seguridad resulta hoy en día un elemento de
importancia para el normal funcionamiento de una empresa de tal
magnitud. Es decir, la actividad de seguridad y vigilancia
desempeñada por el demandante, se encuentra integrada al
establecimiento de la codemandada y resulta coadyuvante y necesaria
para que la empresa cumpla con sus fines. De allí que el laboratorio
codemandado deba responder solidariamente en los términos del art.
30, LCT (sala 6ª, 31/8/2015, "Juárez, Ronald Augusto c. Seguridad
Argentina SA y otro).
2.3. Tareas de limpieza
Si la actora fue contratada por Sanitor SRL (empresa que se dedica
al servicio de limpieza) y esta la derivó a cumplir funciones en la
Clínica Santa Isabel que gira bajo la denominación de CS Salud SA y,
en el caso se acreditó que los servicios eran prestados en el seno de
la clínica y que su personal efectuaba la supervisión correspondiente a
fin de que se cumpliera con el manual de procedimientos de higiene
hospitalaria, corresponde condenar solidariamente a la Clínica Santa
Isabel SA, en los términos del art. 29, LCT, toda vez que ha asumido
el carácter de empleador directo" (sala 6ª, 12/11/2014, "Zalazar,
Liliana Lorena c. Sanitor SRL y otro").
310
Debe juzgarse solidariamente responsable al colegio codemandado
respecto de la actora, pues, las tareas que fueron tercerizadas por
dicha codemandada aparecían como coadyuvantes, complementarias
de su actividad principal, normal y específica, en tanto no puede
sostenerse que un establecimiento educativo pueda funcionar
correctamente si los lugares donde se dictan clases o bien sirven para
el esparcimiento de los alumnos no se higienizan en debida forma. Las
tareas realizadas por la actora constituyeron una actividad inescindible
de la principal, pues resultaban esenciales para el cumplimiento
adecuado de los fines de un establecimiento educacional. Por lo tanto
cabe condenar solidariamente al colegio codemandado en los
términos del art. 30, LCT al pago del monto de condena más intereses
(Del voto de la Dra. Pinto Varela, en mayoría) (sala 4ª, 20/8/2015,
"Marin, Carmen c. Zitto, Rubén Norberto y otros").
La limpieza diaria de las instalaciones de un colegio no hace a la
actividad específica del establecimiento ya que es evidente que todas
las oficinas y plantas fabriles las realizan, por ello, no existe
solidaridad en la contratación o subcontratación de dichos trabajos, en
los términos del art. 30, LCT. La tarea de limpieza en un colegio es
normal —como lo es en cualquier otro establecimiento— pero no es
específica y propia de aquel y es perfectamente escindible, por lo que
no procede la responsabilidad solidaria del referido art. 30 (Del voto
del Dr. Guisado, en minoría) (sala 4ª, 28/8/2015, "Marin, Carmen c.
Zitto, Rubén Norberto y otros").
Acreditado que la firma codemandada había contratado los servicios
de limpieza de la empresa empleadora para las instalaciones del peaje
donde el trabajador llevaba a cabo dichas tareas, ambas deben
responder en forma solidaria en los términos del art. 30 de la LCT por
las obligaciones derivadas del despido, toda vez que las referidas
tareas de limpieza complementan a la actividad típica que corresponde
al objeto principal de la primera, pues se trata de un servicio
imprescindible para el normal desempeño, ya que estamos en un caso
de un servicio que implica atención al público en general, y entre las
tareas del dependiente se encontraba el aseo, por ejemplo de los
baños (sala 7ª, 9/6/2016, "Preiti, Cristian Hernán c. Vadelux SA y
otro").
311
2.4. Empresas telefónicas. Data Entry. Empresas de telefonía
celular
Si bien las accionadas admitieron que tenían objetos diferentes, en
tanto una proveía servicios de Data Entry (Inter - Gabo SRL) y la otra
prestaba servicios financieros (Banco Santander Río SA), no hay
dudas que las tareas desempeñadas por la actora constituyeron parte
de la actividad normal y específica del banco, por cuanto su actividad
financiera —que desarrollaba como su objeto principal—, no hubiese
podido alcanzarse sin la actividad desarrollada por la demandante. En
consecuencia, la utilización de servicios de la actora por parte del
banco para la prestación de labores que le son propias, coadyuvantes
y necesarias para el normal y habitual desarrollo de su actividad
financiera —mediante la interposición de la empresa codemandada
Inter-Grabo SRL—, conduce a considerarlo solidariamente
responsable en los términos del art. 30, LCT (sala 5ª, 27/3/2015,
"Cisneros, Juan Manuel c. Banco Santander Río SA y otro").
Las tareas que realizaba la trabajadora en el sector contable de la
empleadora relacionada con la venta de bienes y servicios de telefonía
celular, tenía una importante injerencia para que por su intermedio se
lograra el objetivo final que era la prestación de servicios de telefonía
celular y dicho servicio resulta inescindible para cumplir con el objeto
social de la codemandada que es brindar dichos servicios de telefonía
y sus servicios encuadran en la actividad "normal y específica" y
corresponde condenar a ambas demandadas en los términos del art.
30 de la LCT (sala 1ª, 23/3/2016, "Casuscelli, Daniela Patricia c. AMX
Argentina SA y otro").
La coaccionada resulta responsable solidaria en los términos del art.
30 de la LCT ya que la actividad que de comercialización, publicación
y marketing de guías telefónicas no se pudo haber concretado sin la
distribución que resultaba esencial para su fin societario, y por ende
constituyó la actividad normal y específica propia del establecimiento.
La solidaridad que establece el art. 30LCT no constituye una sanción
por fraude, ya que no se presume ninguna clase de conducta
fraudulenta por parte de la contratante, sino que se trata de una simple
función de garantía para el trabajador —que, a diferencia del
contratante, no puede elegir ni controlar la solvencia y cumplimiento de
la ley de los contratados— y que se activa por el mero hecho de que la
312
contratante no haya sido diligente a la hora de elegir a empresas
formales, cumplidoras de las leyes laborales (sala 2ª, 23/3/2016,
"Melgarejo, Nélida Delisaved c. Moschini, Jorge Néstor y otro").
Resulta improcedente hacer extensiva la condena a entregar los
certificados previstos en el art. 80LCT al deudor vicario, toda vez que
se trata de una obligación de hacer que recae sobre el sujeto
empleador, calidad que en este caso la codemandada responsable en
los términos del art. 30 de la LCT no revistió (sala 2ª, 23/3/2016,
"Melgarejo, Nélida Delisaved c. Moschini, Jorge Néstor y otro").
La condena solidaria en los términos del art. 30 de la ley 20.744
impuesta a una empresa de telecomunicaciones debe confirmarse,
toda vez que las tareas de venta de líneas desarrolladas por el
trabajador resultan inescindibles y coadyuvantes de su objeto
principal. El trabajador deberá accionar contra el contratista, como su
verdadero empleador, y contra el empresario principal, como
responsable solidario; la solidaridad no modifica el vínculo laboral
que existía con el contratista o subcontratista (sala 7ª, 22/3/2016,
"Villagra, Lorena E. c. Total Cell SA y otros").
2.5. Servicios gastronómicos
La empresa automotriz resulta solidariamente responsable por las
deudas laborales de la empresa que prestaba el servicio de comedor
en su planta —art. 30, ley 20.744—, pues, siendo que el servicio de
gastronomía era brindado en forma exclusiva a los empleados que
laboran en esa empresa, las tareas cumplidas por el trabajador se
encontraban integradas en forma normal y permanente con las de la
referida empresa (sala 10ª, 20/8/2015, "Lohuandus, Romina Beatriz c.
Volkswagen Argentina SA").
2.6. Transporte y distribución de mercaderías
El actor trabajaba en la remisería propiedad del codemandado Villar,
quien a su vez lo enviaba a prestar servicios a Met Group para que se
ocupara de trasladar y entregar determinados productos a clientes
Coca Cola —premios/canje—, en el marco de la acción
de marketing pactada entre ambas empresas, con el fin último
de aumentar o mejorar la comercialización (ventas) de los productos
de Coca Cola SA. En tanto dichos servicios se vinculaban de manera
313
directa y permanente al giro comercial de la codemandada Coca Cola
por consistir en la distribución de premios y canjes a aquellos clientes
de Coca Cola que alcanzaran determinadas metas en las ventas de
los productos elaborados y comercializados por dicha empresa, y dado
que dicho sistema de fidelización y premios era organizado con el fin
de incrementar sus ventas, cabe concluir que existió un contrato de
trabajo dependiente y subordinado por cuyas consecuencias los
demandados resultan solidariamente responsables en los términos de
los arts. 29 y 30, LCT (sala 5ª, 9/3/2015, "Burone, Fabián Hugo c.
Coca Cola Femsa de Bs. As. SA y otro").
Corresponde extender la condena respecto a la codemandada Disco
conforme lo establecido en el art. 30, LCT, en la medida en que las
tareas cumplidas por el actor como repartidor y chofer, haciendo
entrega de mercaderías que los clientes adquirían en el supermercado
Disco, coadyuvaron para el eficaz desarrollo de la principal actividad
de la empresa Jumbo. En el caso resulta aplicable el primer párrafo
del referido art. 30, que se refiere a quienes contraten o subcontraten,
cualquiera sea el acto que le de origen, trabajos o servicios
correspondientes a la actividad normal y específica propia del
establecimiento, dentro o fuera de su ámbito, debiendo exigir a sus
contratistas el adecuado cumplimiento de las normas relativas al
trabajo y los organismos de seguridad social (sala 7ª, 20/2/2015,
"Leiva, Carlos Alberto c. Jumbo Retail Argentina SA").
Los servicios contratados por la codemandada relativos a la
reparación de líneas telefónicas pertenecientes a sus clientes,
completan o complementan la finalidad de prestar los servicios de
comunicación y, en consecuencia, hacen al objeto de su actividad
normal y específica, pues en el caso de las empresas de prestación de
servicios de comunicación la reparación y mantenimiento de las líneas
no puede considerarse de modo alguno ajena a la actividad, ya que
forma parte inescindible del servicio público de telecomunicaciones, de
manera que si se ha servido de una tercera empresa para prestarlos
debe responder solidariamente en los términos del art. 30 de
la LCT (sala I, 30/10/2015, "Velázquez, Néstor Hugo c. TCM SRL y
otro").
2.7. Art. 80, LCT. Alcances de la solidaridad
314
El art. 30 de la ley 20.744extiende la responsabilidad a todas las
obligaciones derivadas del contrato de trabajo y ello incluye el
otorgamiento de los certificados previstos en el art. 80 de la normativa
citada (sala 7ª, 22/3/2016, "Villagra, Lorena E. c. Total Cell SA y
otros").
Es improcedente hacer extensiva la condena a entregar el certificado
de trabajo previsto en el art. 80LCT a la codemandada en los términos
del art. 29 de la LCT, toda vez que se trata de una obligación de hacer
en cabeza del sujeto empleador, calidad que la recurrente no reviste
(sala 2ª, 24/2/2016 "Bonafe, Cristian David c. Cookery SA").
2.8. Doctrina del fallo plenario 309, CNTrab., "Ramírez" (3/2/2006)
En el caso no se encuentra controvertido que ambas empresas se
dedican a la industria de la construcción y que el actor fue contratado
por la subcontratista. En tal caso, la circunstancia de que en la especie
se tuviera por desistida la acción contra el empleador directo
resulta indiferente, ya que tal como se expresó en el plenario 309, del
3/2/2006, "Ramírez, María c. Comunicaciones e Insumos SA y otro",
es común que la ley obligue a un tercero a garantizar, frente al
trabajador, el cumplimiento de una obligación que no le incumbe
directamente. El Esquema es semejante al de la fianza solidaria en el
derecho civil y el dependiente puede reclamar sus créditos a
cualquiera de los responsables solidarios, en forma conjunta
o indistinta, hasta ser totalmente satisfecho, sin estar obligado a
demandarlos conjuntamente (art. 705, Cód. Civil) (sala 3ª, 27/3/2006,
"Leguizamón, Alberto c. Teyma Abengoa SA y otro").
El hecho de que el sindicato y la obra social ocupasen espacios
físicos dentro del edificio donde funcionaba el sanatorio (segundo y
primer piso, respectivamente) y que hayan cedido a una empresa
prestadora de salud parte de su establecimiento para la explotación de
un sanatorio destinado principalmente a la atención de pacientes de
PAMI y de la propia obra social, configura el primer supuesto de
responsabilidad solidaria contemplado por el art. 30, LCT, es decir,
cesión total o parcial a otros del establecimiento habilitado a su
nombre. La circunstancia de que la empresa prestadora de servicios
de salud, empleadora del actor, no se halle demandada en la causa,
no empece a la extensión de responsabilidad a la obra social con
315
fundamento en el art. 30, LCT, ya que, en virtud del carácter solidario
de tal responsabilidad, el actor se hallaba habilitado a dirigir su
reclamo exclusivamente contra esta última (arg. arts. 699 y 705, Cód.
Civil), criterio corroborado en el fallo plenario "Ramírez, María Isadora
c. Russo Comunicaciones e Insumos SA y otro", del 3/2/2006 (sala 3ª,
17/3/2006, "Aldrey, Marcos Hernán c. Milenium Salud SA y otros").
2.9. Doctrina de la Corte Suprema
Tal como se sigue de las disidencias formuladas en el precedente
"Rodríguez, Juan Ramón c. Cía. Embotelladora Argentina SA y otro",
es impropio de su cometido jurisdiccional, en el marco del
recurso extraordinario, formular una determinada interpretación del art.
30, LCT, dado el carácter común que esta posee. La vía para obtener
la unificación de la jurisprudencia entre las salas de una Cámara
Nacional es la del recurso de inaplicabilidad de ley (y no
la extraordinaria). Cabe entender configurada la "inconveniencia" de
mantener la ratio decidendi de "Rodríguez, Juan Ramón c. Cía.
Embotelladora Argentina SA y otro" (Fallos 316:713) para habilitar
esta instancia y para asentar la exégesis de normas de derecho no
federal, en el caso, el art. 30, LCT (doct. Fallos 183:409, 183:413). La
decisión del a quo, en tanto no se apoya en un criterio propio sobre
la interpretación y los alcances del antedicho precepto, sino que se
reduce a un estricto apego a la doctrina mayoritaria de "Rodríguez,
Juan Ramón c. Cía. Embotelladora Argentina SA y otro", debe ser
dejada sin efecto con el objeto de que la cuestión litigiosa sea
nuevamente resuelta en la plenitud jurisdiccional que le es propia a los
jueces de la causa —del voto de los Dres. Highton de Nolasco, Fayt,
Petracchi, Maqueda y Zaffaroni—.
La interpretación del derecho del trabajo que se hace en el fallo
"Rodríguez, Juan Ramón c. Cía. Embotelladora Argentina SA y otro"
(Fallos 316:713) (consids. 8º a 11), así como la finalidad de establecer
un quietus en la práctica de los tribunales correspondientes (consid.
7º), carecen de toda fuerza normativa, por un doble orden de razones:
porque no versan específicamente sobre derecho federal, para cuya
aplicación tiene competencia apelada esta Corte (arts. 116, CN,
14, ley 48 y 6º, ley 4055), y porque no forman parte del fundamento
central o ratio decidendi del pronunciamiento emitido en el caso citado.
(De la disidencia de la Dra. Argibay). No son las intenciones que
316
abrigan los jueces que suscriben el fallo de la Corte lo que vale como
precedente, sino la regla que sirvió de base a la decisión que
efectivamente se tomó. Por lo expuesto, el alcance del deber que
tienen los demás tribunales de seguir los precedentes de esta Corte,
no sirve como apoyo, en este caso, al argumento sobre la posible
presión moral que la decisión tomada en "Rodríguez, Juan Ramón c.
Cía. Embotelladora Argentina SA y otro" (Fallos 316:713) pueda haber
ejercido sobre los miembros del tribunal a quo, al punto tal de forzarlos
a resolver el caso como lo hicieron. (De la disidencia de la Dra.
Argibay). Al haberse fallado la presente contienda según
la interpretación que los jueces de la causa hicieron de una norma de
derecho no federal, en la que concluyeron que se encontraban
verificadas las circunstancias excluyentes de la responsabilidad de la
codemandada Club River Plate, en los términos del art. 30, LCT, los
agravios de la apelante no habilitan la competencia apelada de esta
Corte en los términos del art. 14 de la ley 48 —de la disidencia de la
Dra. Argibay— (CS, 22/12/2009, "Benítez, Horacio c. Plataforma Cero
SA y otros").
En el subcontrato, hay un contrato principal y uno derivado, lo que
permite al acreedor del subcontratista accionar contra el deudor del
contrato principal, dada la coincidencia de objetos y dependencia
unilateral. En cambio, cuando se trata de un contrato que celebra una
parte con otra, la regla es que no hay acción directa de los empleados
de la segunda respecto de la primera, porque se aplica el principio del
efecto relativo. Las múltiples contrataciones que puede realizar una
empresa con terceros, están sujetas a la responsabilidad limitada que
deriva de lo pactado entre ellos y de la circunstancia de que ningún
acuerdo que celebre una de ellas con terceros puede perjudicarla (art.
1195, Cód. Civil) —de la disidencia parcial del ministro Lorenzetti—
(CS, F.1258.XXXIX, 29/5/2007, "Fiorentino, Roxana c. Socialmed SA y
otro").
El art. 30, LCT, contempla supuestos que guardan cierta analogía, y
por ello es necesario interpretar que la contratación en el caso de una
actividad normal y específica debe tener alguna relación con los
supuestos de subcontrato, es decir, con actividades propias que se
delegan con dependencia unilateral. La lógica de esta norma es
evidente, ya que no es posible responsabilizar a un sujeto por deudas
laborales que tengan las empresas que contrate, aunque los bienes o
317
servicios sean necesarios o coadyuvantes para la actividad que
desempeñe, porque en tal caso habría de responder por las deudas
laborales
de
los
proveedores
de
luz,
teléfono,
aire
acondicionado, informática,
publicidad,
servicios
educativos,
alimentación, vigilancia, gerenciamiento y muchos otros —de la
disidencia parcial del ministro Lorenzetti— (CS, F.1258.XXXIX,
29/5/2007, "Fiorentino, Roxana c. Socialmed SA y otro").
Una interpretación laxa borraría toda frontera entre la delegación
laboral, en la que predomina el control sobre el hacer de la persona
con los vínculos de colaboración gestoria, en los que el
control, aunque existe, es sobre la prestación. La subordinación
jurídica, económica y técnica de la trabajadora se da, en el caso,
respecto del prestador del servicio médico, quien, por otra parte, es el
titular del interés, lo que es claramente diferente de la delegación
gestoria en la que no se da ninguno de esos elementos. Por lo tanto,
en los supuestos de contratos con terceros, la solidaridad se produce
cuando se trata de una actividad normal y específica, entendiéndose
por tal aquella inherente al proceso productivo —de la disidencia
parcial del ministro Lorenzetti— (CS, F.1258.XXXIX, 29/5/2007,
"Fiorentino, Roxana c. Socialmed SA y otro").
La interpretación estricta que lleva a la conclusión de que la
prestación de servicios médicos por medio de terceros no es una
actividad normal y específica propia de las obras sociales, condice con
los precedentes de esta Corte, que ha dicho que, para que surja la
solidaridad, debe existir una unidad técnica de ejecución entre la
empresa y su contratista, conforme a la implícita remisión que hace a
la norma en debate al art. 6º del mismo ordenamiento laboral (Fallos
316:713, 1609; 318:366, 1382; 319:1114; 322:440; 323:2552). A ello
cabe añadir que la regulación legal no implica que todo empresario
deba responder por las relaciones laborales que tengan todos aquellos
otros empresarios con quienes establece contratos que hacen a la
cadena de comercialización (ya se trate de bienes o servicios),
máxime frente a la gran variedad de contratos que se generan
actualmente en el seno de las relaciones interempresariales y el vasto
campo comercial de las relaciones que así se manifiestan. Puede
señalarse, a modo de ejemplo, los contratos de concesión,
distribución, franquicia, engineering, fabricación de partes, accesorios,
etc., y su posterior venta, entre muchos otros (Fallos
318
306:712, 1609) —de la disidencia parcial del ministro Lorenzetti— (CS,
F. 1258 XXXIX, 29/5/2007, "Fiorentino, Roxana c. Socialmed SA y
otro").
La protección del trabajador debe ser armonizada con otros bienes,
valores y principios, como la propiedad, la seguridad jurídica y libertad
de ejercer una industria lícita. En este aspecto, la descentralización de
actividades de la empresa es lícita en el ordenamiento jurídico
argentino y constituye una de las opciones que tienen las empresas
para decidir su organización. En cambio, las empresas no pueden
desnaturalizar esta actividad mediante la utilización de figuras jurídicas
simuladas, fraudulentas, o con una evidente conexidad que lleven a la
frustración de los derechos del trabajador. Tampoco pueden, de
acuerdo con el art. 30 de la LCT, contratar sin controlar en los
términos que fija la ley. En estos casos, los jueces deben procurar la
defensa activa del crédito del trabajador, pero lo que no puede
hacerse, porque no se ajusta a la Constitución, es transformar
la excepción en regla y derivar responsabilidades automáticas por la
sola presencia de un contrato con terceros —de la disidencia parcial
del ministro Lorenzetti— (CS, F. 1258 XXXIX, 29/5/2007, "Fiorentino,
Roxana c. Socialmed SA y otro").
2.14. Solidaridad. Alcances. Control
Para la existencia de una verdadera tercerización debe acreditarse la
vinculación comercial entre dos personas jurídicas absolutamente
distintas (un contrato por escrito entre ambas) que determine el
margen de movimiento de cada una de ellas, especificando la
asunción de riesgos por parte de cada persona involucrada en dicha
tercerización. El riesgo es parte esencial del negocio empresario y, por
lo tanto, su ausencia deja de lado la posibilidad de acreditar la
organización empresaria con fines propios, y ajena a la posibilidad de
fraude alguno. No cualquier encargo parcial a un tercero es
necesariamente tercerización, sino que debe tratarse de una fase del
proceso, separable del mismo, y que sea llevado a cabo por otro que
aprovecha para sí los beneficios del trabajo ajeno y afronta, a la vez,
los riesgos de esta gestión como dueño del capital y organizador de
los medios de producción (sala 7ª, 30/9/2010, "Menichino, Andrea
Karina c. Empresa Distribuidora Sur SA y otro").
319
De la simple lectura del art. 30, LCT, en su actual redacción se
desprende con toda claridad que el segundo párrafo contiene un
agregado que se suma a la responsabilidad prevista ya en el primer
párrafo. No puede ser otro el sentido de las palabras "...deberán exigir
además a sus cesionarios o subcontratistas...". Es decir, que la
codemandada debía exigir el adecuado cumplimiento de las normas
relativas al trabajo y los organismos de la seguridad social, lo que
obviamente incluye el debido registro de la jornada cumplida y el pago
de la remuneración acorde con la jornada efectivamente cumplida.
Además de ello la codemandada debía exigirle a la empleadora las
constancias establecidas en el segundo párrafo del art. 30, LCT. Pero
la responsabilidad solidaria establecida en el cuarto párrafo del artículo
citado corresponde al incumplimiento de cualquiera de los requisitos
previamente mencionados (sala 6ª, 30/7/2009, "Juárez, Nora c. Data
online SRL y otro").
La obligación de control que se establece en la hipótesis de
tercerización establecida en el art. 30, LCT, descarta toda posibilidad
de ajenidad del cesionario respecto de las obligaciones laborales y de
la seguridad social contraídas por el subcontratista, por lo que mal
puede invocar su desconocimiento de las condiciones laborales del
actor como eximente de la responsabilidad solidaria dispuesta
en autos (sala 6ª, 28/11/2008, "González Duarte, Victoria c. Garbarino
y otro").
3. Art. 31, LCT. Empresas relacionadas y subordinadas.
Solidaridad
3.1. Conjunto económico. Maniobras fraudulentas
La sociedad empleadora y la empresa con la que formaba un grupo
económico deben responder frente al trabajador en los términos del
art. 31 de la ley 20.744, en tanto se acreditó la esencial vinculación
económica, la unidad de dirección y de administración, el control
administrativo y la existencia de una empresa dominante, como así
también el fraude (sala 4ª, 29/5/2015, "Galbán, Daniel Ricardo c. Sushi
Acassuso SRL y otro").
Ambas codemandadas son responsables en los términos del art. 31
de la LCT dado que se encuentra acreditada la existencia de un
conjunto económico, en tanto desarrollan su explotación en el mismo
320
establecimiento, y fragmentaron la antigüedad del actor en una
maniobra fraudulenta que consistió en cambiar la titularidad de la
relación laboral de una sociedad a otra (sala 6ª, 30/6/2014, "Ledesma,
Norma del Valle c. Gráfica J.T. SRL y otro").
Las sociedades que confluyeron en la constitución de otra sociedad
que fue la empleadora directa del trabajador, deben responder en
forma solidaria por las obligaciones derivadas de su despido, al estar
acreditado que de ese modo continuaron en forma directa
la explotación de la actividad, lo que resulta suficiente para tener por
acreditada la existencia de dos o más empresas de tal modo
relacionadas que constituyan un conjunto económico de carácter
permanente, aunque cada una de ellas tuviese personalidad jurídica
propia —art. 31, ley 20.744— (sala 7ª, 30/4/2014, "B., C. G. c. Polo
Ralph Lauren SRL y otros").
Las empresas demandadas deben responder solidariamente por las
deudas laborales en favor de un trabajador si quedó probada
la existencia de fraude a la ley como utilización de normas de
cobertura, en violación del ordenamiento jurídico in totum, sin que se
requiera ningún otro elemento (del voto de la doctora Ferreirós) (sala
7ª, 30/4/2014, "B., C. G. c. Polo Ralph Lauren SRL y otros").
3.2. Unión transitoria de empresas
La CNTrab., sala 4ª, en autos "Estévez, Rafael A. c. SIBA UTE y
otros", 26/4/2011, consideró que si bien el art. 381, LSC, establece
que, salvo disposición en contrario, no se presume la solidaridad de
las empresas que conforman una UTE por los actos y operaciones que
deban desarrollar o ejecutar ni por las obligaciones contraídas frente a
terceros, este principio general debe dejarse de lado cuando está
demostrado que el trabajador formó parte de los medios personales de
la UTE y los servicios que prestaba estaban encaminados a la
concreción del objeto que determinó ese contrato de colaboración
empresaria.
Ante el caso en que una unión transitoria de empresas
haya exorbitado los términos del contrato y actúe como sujeto de
derecho con autonomía e individualidad diferenciada de cada uno de
sus integrantes, deberá considerarse que se está en presencia de una
sociedad irregular y, en consecuencia, cada uno de los miembros
321
responderá en forma solidaria e ilimitada por las obligaciones
emergentes del contrato de trabajo (sala 7ª, 23/11/2005, "Vidaurreta,
Fermín y otro c. Alte. Brown SAL - Sita SRL - El Práctico SA - UTE y
otros").
La limitación de la responsabilidad a que alude la Ley de Sociedades
no puede ser oponible a acreedores protegidos como son los
trabajadores, correspondiendo al juez aplicar el derecho al caso
concreto. Uno de los principios rectores del derecho del trabajo es el
principio protectorio, al que se contrapone toda limitación en materia
de solidaridad que puedan pactar los interesados en desmedro de los
derechos de los trabajadores, a quienes le resultará inoponible, sin
perjuicio de las acciones de reembolso que pudieran existir. En
consecuencia, los contratos de colaboración empresaria y las uniones
transitorias de empresas (que no son sociedades ni sujetos de
derecho, art. 377, LS) no pueden ser empleadores en los términos del
art. 26, LCT, por lo que sus integrantes responden frente al
dependiente (art. 378, incs. 6º y 8º, LS) solidariamente (sala 10ª,
12/12/2003, "Fitz Maurice, Mario c. Coconor SA UTE y otros").
CAPÍTULO VII - FRAUDE. RESPONSABILIDAD SOLIDARIA REGULADA EN LA LCT
I. FRAUDE Y SIMULACIÓN EN EL CONTRATO DE TRABAJO
1. Introducción
El fraude y la simulación son técnicas elusivas, a las que la ley asigna un
tratamiento idéntico, aunque se torna necesario distinguir los diversos supuestos.
322
Hay que diferenciar el incumplimiento liso y llano de la ley sin utilizar ningún
artificio (p. ej., retener aportes y no depositarlos), de las maniobras evasivas que se
manifiestan mediante la simulación y fraude (p. ej., la adopción de figuras no laborales
o la interposición de personas).
Los actos o negocios simulados o conductas fraudulentas están dirigidos a evitar
responsabilidades del empleador y son la contracara del orden público laboral. El art.
14, LCT, sanciona con la nulidad el fraude laboral, al consignar que los contratos
serán nulos si las partes actuaron con simulación o fraude, por lo que la relación
queda regida por la LCT.
También se observan maniobras que tienden a eludir la aplicación de la ley —entre
otras, la falta de registración del trabajador, pagos en negro, denominación errónea
del contrato— que constituyen conductas evasivas. La LCT protege al trabajador
contra el fraude a la ley y la simulación, al decretar la nulidad de los contratos que
bajo otra denominación en realidad encubren un contrato de trabajo, o los casos
de interposición de personas para evitar las consecuencias de la LCT.
2. Fraude
Los negocios fraudulentos son negocios reales e indirectos, que tienden a
conseguir, con la combinación de diversos medios jurídicos, el mismo resultado que la
ley prohíbe, o por lo menos uno equivalente.
El fraude supone la existencia de un acto que, evaluado de forma aislada, resulta
acorde a la normativa jurídica. Sin embargo, ese mismo acto evaluado dentro del
ordenamiento jurídico completo, importa la obtención de un resultado contrario a este
y merecedor de reproche. El fraude a la ley frustra la finalidad de la norma, aunque el
negocio es real e indirecto y tiende a buscar un resultado similar al que la norma
prohíbe.
Se produce cuando, amparado en una disposición legal, se obtiene un resultado
prohibido por otra norma jurídica. Por ejemplo, el fraude por interposición de persona,
cuyo objeto es eludir deliberada y maliciosamente las obligaciones impuestas por el
contrato de trabajo, y la interposición sucesiva de renuncias, a fin de fragmentar la
antigüedad del trabajador.
3. Simulación
En términos generales, la simulación es definida como la declaración de un
contenido de voluntad irreal, emitido conscientemente, para producir engaño mediante
la apariencia de un negocio jurídico que es diferente al que realmente se ha llevado a
cabo.
323
En nuestro ámbito, lo que se trata es de disimular una realidad que existe y está
protegida por el derecho del trabajo, por lo que se la cubre para que no se pueda
determinar su carácter laboral y así poder legalizar el incumplimiento y evitar las
respectivas consecuencias derivadas de la aplicación de normativa protectoria.
Puede presentarse bajo el disfraz de la evasión total, simulando figuras
contractuales no laborales (trabajador dependiente inscripto como autónomo que
otorga factura al empleador), o de evasión parcial; por ejemplo, cuando se crea una
figura: la renuncia que encubre otro acto (el real) de despido.
También opera cuando se utilicen figuras no laborales para caracterizar el
contrato, y en tanto que por las circunstancias no se deba calificar de empresario a
quien presta el servicio.
Su finalidad es ocultar una relación o un acto verdadero para producir una
situación jurídica aparente, privando al trabajador de sus derechos y eludiendo el
cumplimiento de las obligaciones laborales. La evasión pretendida puede ser total, por
medio de la creación aparente de una figura contractual no laboral, o parcial, al
aparentar una figura (renuncia) que encubre el acto real (despido).
Entre la simulación y el fraude existen diferencias: en la primera hay una mera
apariencia —el negocio simulado es ficticio—, mientras que en el fraude hay una
situación real, ya que el negocio es serio y busca conseguir un resultado prohibido.
Mientras la simulación es un medio para encubrir la violación de la ley, el fraude es
una violación a la ley mediante un negocio real.
II. RESPONSABILIDAD SOLIDARIA EN EL CONTRATO DE TRABAJO
1. Solidaridad en el derecho civil. Su trasvasamiento al derecho del trabajo
Para analizar la operatividad del instituto de la solidaridad en el derecho del trabajo
corresponde, previamente, recordar de qué modo estaba regulado por el Cód. Civil
(ley 340) y cómo lo regula el actual Cód. Civ. y Com. (ley 26.994).
El art. 699, Cód. Civil definía a las obligaciones solidarias expresando que la
obligación mancomunada es solidaria, cuando la totalidad del objeto de ella puede, en
virtud del título constitutivo o de una disposición de la ley, ser demandada por
cualquiera de los acreedores o a cualquiera de los deudores. Las fuentes de la
solidaridad eran: la convención de las partes y la ley, aunque el art. 700, Cód. Civil
disponía que la solidaridad pudiera también ser constituida por decisión judicial. En
cuanto a sus efectos principales se destacaban: 1) exigibilidad (derecho del acreedor
al cobro total del crédito, respecto de cualquiera de los deudores) y 2) extinción de la
obligación por pago u otro medio equivalente.
324
Actualmente, el art. 827 del Cód. Civ. y Com. define a las obligaciones solidarias
en los siguientes términos "Hay solidaridad en las obligaciones con pluralidad de
sujetos y originadas en una causa única cuando, en razón del título constitutivo o de la
ley, su cumplimiento total puede exigirse a cualquiera de los deudores, por cualquiera
de los acreedores". En cuanto a las fuentes, el art. 828 del Cód. Civ. y Com. indica
que la solidaridad no se presume y que ella debe surgir inequívocamente de la ley o
del título constitutivo de la obligación.
Los efectos de la solidaridad son: 1) exigibilidad: el 844 del Cód. Civ. y Com.
establece que el acreedor, o cada acreedor, o todos ellos conjuntamente, pueden
reclamar al deudor la totalidad de la obligación y 2) extinción de la obligación: el art.
846 del Cód. Civ. y Com. regula los modos extintivos en los siguientes términos:
"Sujeto a disposiciones especiales, los modos extintivos inciden, según el caso, sobre
la obligación, o sobre la cuota de algún acreedor solidario, conforme a las siguientes
reglas: a) la obligación se extingue en el todo cuando uno de los acreedores solidarios
recibe el pago del crédito; b) en tanto alguno de los acreedores solidarios no haya
demandado el pago al deudor, la obligación también se extingue en el todo si uno de
ellos renuncia a su crédito a favor del deudor, o si se produce novación, dación en
pago o compensación entre uno de ellos y el deudor; c) la confusión entre el deudor y
uno de los acreedores solidarios solo extingue la cuota del crédito que corresponde a
este; d) la transacción hecha por uno de los coacreedores solidarios con el deudor no
es oponible a los otros acreedores, excepto que estos quieran aprovecharse de esta".
Como puede observarse, al no ser un instituto propio del derecho del trabajo, su
marco regulatorio se encuentra en el derecho civil. Por ende, cuando se lo aplica a
nuestra disciplina no puede ser distinto, pero tampoco más restringido porque ello
atentaría contra el carácter protectorio de la normativa laboral. En consecuencia, la
legislación laboral reacciona frente a las maniobras evasivas y las conductas
simuladas o fraudulentas de tres formas: 1) declara la nulidad de todo contrato cuando
las partes actuaron con simulación y fraude y aplicando la disposición laboral (art. 14,
LCT); 2) establece la relación de dependencia directa con quien se beneficia o
aprovecha el trabajo (art. 29, LCT); 3) fija la solidaridad entre los sujetos
que intervienen en el negocio (arts. 30 y 31, LCT).
La finalidad de la solidaridad en el derecho del trabajo excede la prevención de
maniobras fraudulentas y configura básicamente un instrumento destinado a
responder a su función esencial, plasmada en el "principio protectorio".
De esta forma, y como derivación del principio protectorio, uno de los objetivos
centrales del derecho del trabajo radica en proteger la remuneración del trabajador y
asegurar la percepción de todos aquellos créditos que el empleador pueda adeudar al
trabajador por cualquier cuestión que derive del contrato de trabajo (indemnizaciones,
multas por falta o deficiente registro, etc.).
En estos casos, la solidaridad constituye un medio para asegurar el crédito del
trabajador frente a la posible insolvencia de uno de los contratantes (por lo general el
hombre de paja o el contratista, o la empresa subordinada) y otorgarle seguridad en la
percepción de su crédito (intermediación en la contratación o de transferencia en la
325
relación laboral). Su fuente es legal; excepcionalmente su origen es la voluntad de las
partes, ya que el dependiente no tiene poder negocial como para obtener esa
garantía.
Siempre es pasiva, es decir que la obligación es contraída por varios deudores que
tienen que satisfacer al acreedor la totalidad de la prestación debida; el cumplimiento
de uno libera a todos. Se refiere normalmente a obligaciones en las que el trabajador
es acreedor de diferencias salariales e indemnizaciones.
Cuando el pago es parcial, es tenido como pago a cuenta en virtud de lo dispuesto
por el art. 260, LCT, subsistiendo la obligación por el remanente con el mismo
carácter de solidario que antes tenía.
2. Art. 705, Código Civil (ley 340): fallo plenario 309, CNTrab., 3/2/2006,
"Ramírez, María I. c. Russo Comunicaciones e Insumos SA"
El 3/2/2006, la Cámara Nacional de Apelaciones del Trabajo dictó el fallo plenario
309 en los autos "Ramírez, María Isidora c. Russo Comunicaciones e Insumos SA y
otro s/despido", por el cual se resolvió (por mayoría) que es aplicable el art. 705, Cód.
Civil (ley 340), a la responsabilidad del art. 30, LCT.
La aplicación práctica de la doctrina sentada en el fallo plenario consiste en que los
trabajadores de los contratistas y/o subcontratistas pueden accionar judicialmente
reclamando el cobro de sus acreencias laborales indistinta o conjuntamente y a su
elección irrestricta, contra el contratante o cesionario, o contra estos y el contratista
y/o subcontratista o contra estos últimos. Esto se traduce en la posibilidad de
condenar al deudor solidario si no se demandó o se desistió de la demanda contra el
empleador.
En el fallo se sostuvo que se está frente a un régimen de responsabilidad solidaria
de origen legal, tal como surge del art. 699, Cód. Civil, resultando claros los términos
de aquella, y no es posible aceptar que tiene carácter autónomo, ya que la Ley de
Contrato de Trabajo no define la solidaridad, de forma tal que corresponde remitirse al
Cód. Civil (Scotti, Ferreirós, Zas). No hay ninguna disposición que impida aplicar el
efecto del art. 705, Cód. Civil, al art. 30, LCT (Porta, Scotti). No hay incompatibilidad
entre la normativa civil y la laboral, no cabe privar al acreedor laboral del derecho
especial de elegir que tienen todos los acreedores de las obligaciones solidarias y que
consisten en demandar a todos (empleador y contratista) o a uno (contratista o
empleador) —dictamen del fiscal general ante la Cámara Nacional del Trabajo—.
El fallo plenario modifica una tradicional y mayoritaria doctrina judicial de las salas
de la Cámara Nacional del Trabajo, que establecía que para que operara la
solidaridad instituida en el art. 30, LCT, el trabajador del contratista o subcontratista
debía dirigir su acción juntamente contra su empleador y contra el contratante.
326
Desde el punto de vista normativo, el criterio en cuestión es solo aplicable al art.
30, LCT, y no a los restantes supuestos en los que la norma laboral instituye la
solidaridad pasiva (arts. 29, 29 bis, 31 y 225 a 230, LCT). Se restringen a los
supuestos de cesión total o parcial del establecimiento, y a los de contratación o
subcontratación previstos en el art. 30, LCT, y no se proyectan al resto del articulado
de la Ley de Contrato de Trabajo, donde también se impone la solidaridad.
Aun cuando la doctrina y la jurisprudencia son conteste en extender
esta interpretación a los casos de interposición e intermediación dispuestos en los
arts. 14 y 29, LCT, todavía quedarían sin resolver los supuestos de interrelación
(empresas de servicios eventuales), subordinación y relación (empresas controladas y
conjunto económico), transferencia del establecimiento, cesión del personal
y extensión de responsabilidad a los socios, directores y gerentes de sociedades
comerciales, en los cuales la discusión se podría seguir manteniendo.
En relación con la condena al Estado nacional en los términos del art. 30, LCT, la
Corte Suprema, a partir del fallo "Mónaco", desestimó la extensión de responsabilidad
al Estado en su carácter de contratante, al sostener: "La Administración Pública
municipal no es empleadora según el Régimen de Contrato de Trabajo—salvo que por
acto expreso se incluya a sus dependientes dentro de su ámbito— por lo que mal
puede ser alcanzada, entonces, por una responsabilidad solidaria que solo
es inherente a esta clase de sujetos del contrato de trabajo (arts. 2º, inc. a], y 26)". Y
agregó que "(c)orresponde dejar sin efecto la sentencia dictada por la Cámara, con
posterioridad a que la Corte dejara sin efecto un anterior pronunciamiento, si al
declarar responsable solidaria a la Municipalidad de la Ciudad de Buenos Aires por
diversas indemnizaciones emergentes del Régimen de Contrato de Trabajo, que la
concesionaria de la explotación de playas de estacionamiento debía a los actores,
omitió considerar la incidencia de la relación contractual de derecho público que
vinculaba a las partes, de acuerdo con las expresas directivas señaladas en su
oportunidad por la Corte". Este criterio también en seguido por la Suprema Corte de
Buenos Aires.
Sin embargo, esta postura, que hasta hace unos años se consideraba pacífica, ha
comenzado a ser revisada por la CNTrab., a punto tal que en la actualidad varias
salas (3ª, 4ª, 5ª, 6ª, 7ª, 8ª y 10ª) han decidido en determinados casos extender la
condena al Estado.
3. Regla general del art. 14, LCT
Con el fin de combatir actitudes abusivas de los empleadores en perjuicio del
trabajador y maniobras elusivas, el art. 14, LCT, sanciona con la nulidad todo contrato
celebrado con simulación y fraude y torna aplicable las normas laborales. Así, declara
"nulo todo contrato por el cual las partes hayan procedido con simulación o fraude a la
ley laboral, sea aparentando normas contractuales no laborales, interposición de
personas o de cualquier otro medio. En tal caso, la relación quedará regida por esta
ley".
327
El principio de primacía de la realidad evita que el empleador utilice figuras no
laborales para evitar la aplicación del derecho del trabajo: prima la verdad de los
hechos (no la forma) sobre la apariencia o por encima de los acuerdos, de lo
documentado, de la ficción jurídica.
Conforme lo expuesto, para que tenga valor la estipulación contractual el
empleador debe acreditarlo por medio de la prueba. Si se demuestra la discordancia
entre lo pactado y los hechos ejecutados, lo pactado es nulo y carece de eficacia y es
reemplazado por las normas de orden público laboral violadas. Esto se vincula con la
presunción del art. 23, LCT y se manifiesta de distintas formas:
3.1. Figuras contractuales no laborales
Una de las formas más comunes de simulación para evadir las disposiciones del
derecho laboral y de la seguridad social es recurrir a figuras contractuales no
laborales para esconder un contrato de trabajo, algunas veces con el consentimiento
del propio trabajador (obligado).
En estos casos la relación queda regulada por la LCT y las cláusulas contractuales
nulas son sustituidas por las disposiciones imperativas y se mantienen las cláusulas
válidas y más favorables.
3.2. Interposición de personas
En la interposición se reconoce a un sujeto la facultad de inmiscuirse en la esfera
de otro sujeto, volcando en ella su propia actividad, y supone el consentimiento del
propio interesado o, en casos especiales, su admisión por el ordenamiento jurídico
(por ejemplo, el mandato, la gestión de negocios, la comisión y la expedición).
Se trataría de un intruso que puede ser real (si la persona interpuesta es el
verdadero contratante), colocado por el interesado para que sus negocios recaigan
directamente sobre él (el caso del principal que se vale de contratistas), o ficticio,
cuando el sujeto interpuesto es solo un prestanombre; en estos casos se trata de una
simulación relativa, de quien hace aparecer al testaferro insolvente, como si fuera el
verdadero empleador.
No se debe confundir la interposición con la intermediación; el intermediario realiza
una actividad dirigida al establecimiento de relaciones jurídicas entre dos o más
sujetos, permaneciendo extraño a estas, ya que quien interviene no asume
directamente ninguna de las obligaciones y derechos que constituyen el contenido de
la relación; es una relación de mero acercamiento.
3.3. Interposición de persona física, testaferro u hombre de paja
En la práctica es habitual que en determinadas actividades se recurra a personas
físicas (sin estructura empresarial) que por su conocimiento del mercado pueden
juntar cuadrillas de trabajadores (p. ej., en plazas o puertos), en donde es normal que
328
se reúnan para que estos sujetos los convoquen para realizar changas. Obviamente
que estas relaciones no se documentan para evitar asumir el rol de contratantes.
De todos modos, cuando el trabajador es contratado queda interpuesto como
empleador aparente, y cuando la empresa que se beneficia con los servicios
personales niega su carácter de empleador descarga su responsabilidad en estos
sujetos, que como son insolventes la aceptan para no perder a la empresa (cliente)
que le permite lucrar con la intermediación.
3.4. Falsas empresas. Personas jurídicas
Esta forma de fraude se produce cuando el sujeto interpuesto toma la apariencia
de una empresa en los términos del art. 5º, LCT.
Es más compleja y puede surgir de la iniciativa de un falso empresario que recluta
personal para asignarlo a empresas verdaderas, actuando como si se tratara de una
agencia (art. 29, LCT), figurando ser una empresa que es contratada por otra para
realizar determinada tarea en ella (art. 30, LCT), o del acto simulatorio de la propia
beneficiaria de la labor que da vida a la empresa aparente para tratar de eludir el
vínculo laboral.
En estos casos se produce fraude, ya que el sujeto interpuesto o testaferro,
unipersonal o no, no tiene organización, y por el principio de primacía de la realidad,
se desestima esa persona aparente que se interpone como una empresa, para
que surja la auténtica relación entre el trabajador y la empresa que lo incorpora
efectivamente en su organización y se beneficia con su trabajo.
III. ARTS. 29 Y 29 BIS, LCT. INTERPOSICIÓN E INTERMEDIACIÓN.
EMPRESA DE SERVICIOS EVENTUALES. SOLIDARIDAD
1. Interposición e intermediación. Regulación en la LCT
El art. 29, LCT, establece que los trabajadores que habiendo sido contratados por
terceros con vista a proporcionarlos a las empresas, serán considerados empleados
directos de quien utilice su prestación.
En tal supuesto, y cualquiera que sea el acto o estipulación que al efecto
concierten, los terceros contratantes y la empresa para la cual los trabajadores
presten o hayan prestado servicios responderán solidariamente de todas las
obligaciones emergentes de la relación laboral y de las que se deriven del régimen de
la seguridad social.
329
Los trabajadores contratados por empresas de servicios eventuales habilitadas por
la autoridad competente para desempeñarse en los términos de los arts. 99 de la
presente, y 77 a 80, LNE, serán considerados en relación de dependencia, con
carácter permanente continuo o discontinuo, con dichas empresas.
Es llamativa la extraña estructura de este artículo, que regula primero en dos
párrafos la situación patológica y disvaliosa para la ley y recién en el último contiene
la excepción válida, o sea, la situación de las agencias autorizadas.
Del análisis de los párrs. 1º y 2º de la norma transcripta se observa claramente
como, por aplicación del principio de primacía de la realidad, la LCT reconoce la
relación directa entre el trabajador y quien utiliza su prestación e impone, como
consecuencia, que tanto el tercero intermediario como quien utilice la prestación son
solidariamente responsables por las obligaciones derivadas del contrato.
Pero teniendo en cuenta que quien utiliza la prestación es el empleador directo,
este es el titular de la relación jurídica, sin perjuicio de que, a posteriori, tanto el
tercero como la empresa principal respondan frente al trabajador por
los incumplimientos que pudieran existir.
Dicha regulación resulta aplicable a los supuestos de intermediación fraudulenta,
en los cuales el verdadero empleador hace aparecer a un tercero como contratante
del trabajador, resultando el único beneficiario de la prestación quien la recibe y
aprovecha, mientras que el contratante aparente no pasa de ser un testaferro o
prestanombre, por lo general insolvente, lo cual perfecciona la maniobra.
2. Empresas de servicios eventuales: arts. 29, párr. 3º y 29 bis, LCT
Distinto es el caso del párr. 3º, que se plantea cuando el tercero contratante es una
agencia de servicios eventuales habilitada para desempeñarse en los términos de los
arts. 99, LCT, y 77 y 80, ley 24.013. En este supuesto, el titular directo de la relación
es la agencia de servicios eventuales, sin perjuicio de la solidaridad en el
cumplimiento de las obligaciones.
Ante la existencia de una agencia de servicios eventuales no habilitada (art. 29,
párrs. 1º y 2º), el trabajador que preste servicios en la empresa usuaria es
considerado permanente continuo respecto del tipo de relación que lo vincula con esta
empresa que utiliza su prestación (titular de la relación de trabajo), sin perjuicio de la
solidaridad que corresponde a la empresa de servicios eventuales.
El art. 29 bis, incorporado por el art. 76, ley 24.013, establece que "el empleador
que ocupe trabajadores a través de una empresa de servicios eventuales habilitada
por la autoridad competente, será solidariamente responsable con aquella por todas
las obligaciones laborales, y deberá retener de los pagos que efectúe a la empresa de
servicios eventuales los aportes y contribuciones respectivas para los organismos de
la seguridad social y depositarlos en término. El trabajador contratado a través de una
330
empresa de servicios eventuales estará regido por la convención colectiva, será
representado por el sindicato y beneficiado por la obra social de la actividad o
categoría en la que efectivamente preste servicios en la empresa usuaria".
Según lo dispuesto en el párr. 1º del art. 29 bis, ambos empleadores son
solidariamente responsables en el cumplimiento de las obligaciones frente al
empleado permanente discontinuo, pero el titular de la relación es la agencia de
servicios eventuales. Si la agencia de servicios eventuales no estuviera habilitada
para tal efecto, entran en juego las previsiones de los párrs. 1º y 2º del art. 29: el
trabajador sería considerado permanente en relación con la empresa usuaria y esta, a
su vez, titular de la relación laboral, sin perjuicio de la solidaridad en sus obligaciones
frente al trabajador.
2.1. Regulación legal de las Empresas de Servicios Eventuales (ESE)
Además de la ley 24.013, que en sus arts. 75 a 80 incorpora requisitos para su
constitución y sanciones, deroga y modifica el art. 29 y agrega el 29 bis de la LCT,
rige el dec. 1694/2006 —BO del 27/11/2006— (que derogó al dec. 342/1992), y las
Resoluciones del MTEySS 1225/2007 y ST 267/2008,1285/2008 y 352/2012.
De acuerdo con lo establecido en el dec. 1694/2006 y la res. 1225/2007,
la autoridad de aplicación a nivel nacional en materia de empresas de servicios
eventuales es el MTEySS, que ejerce su competencia a través de la Dirección de
Inspección Federal.
El art. 2º, dec. 1694/2006 define a las empresas de servicios eventuales como "a la
entidad que, constituida como persona jurídica, tenga por objeto exclusivo poner a
disposición de terceras personas, en adelante empresas usuarias, a
personal industrial, administrativo, técnico, comercial o profesional, para cumplir, en
forma
temporaria,
servicios extraordinarios
determinados
de
antemano
o exigencias extraordinarias y transitorias de la empresa, explotación o
establecimiento, toda vez que no pueda preverse un plazo cierto para la finalización
del contrato".
Para poder funcionar como tales, las empresas de servicios eventuales deben
estar constituidas como personas jurídicas y tener como único objeto
la intermediación en la contratación de trabajadores eventuales (art. 77, ley 24.013).
Asimismo, deben caucionar una suma de dinero o valores y otorgar una fianza o
garantía real, ante el MTEySS (art. 78, ley 24.013), pudiendo ser sancionada —en
caso de violación a las disposiciones que regulan su funcionamiento— con multa,
clausura o cancelación de la habilitación (art. 79, ley 24.013).
Esta última sanción provoca la pérdida de la caución, que se destina a satisfacer
los créditos laborales que pudieren existir con los trabajadores y los organismos de
seguridad social, integrándose el eventual remanente al Fondo Nacional de Empleo
(art. 80, ley 24.013).
331
2.2. Pautas generales sobre la relación entre la ESE y el trabajador
eventual
Teniendo en cuenta las particularidades de la relación que se genera entre la ESE
y el trabajador destinado a prestar tareas en las empresas usuarias, básicamente
dadas por el carácter discontinuo de la prestación y por la realización de tareas en
diferentes destinos, se establecen las siguientes previsiones: 1) Los sueldos y jornales
que abonen las ESE a los trabajadores no podrán ser inferiores a los que
correspondan por la convención colectiva de la actividad o categoría en la que
efectivamente presten el servicio contratado y a los efectivamente abonados en la
empresa usuaria, en relación a la jornada legal total o parcial desempeñada. 2) El
período de suspensión entre las asignaciones que formule la ESE, no podrá superar
los cuarenta y cinco días corridos o noventa alternados en un año aniversario. 3) El
nuevo destino de trabajo podrá comprender otra actividad o encontrarse regulado por
otro CCT y podrá modificar el régimen horario, pero en este último caso, el trabajador
no estará obligado a aceptar un trabajo nocturno o insalubre, o a tiempo total o parcial
cuando no lo haya aceptado anteriormente. Asimismo, el lugar de prestación de
tareas deberá estar comprendido dentro de un radio de treinta kilómetros del domicilio
del trabajador.
2.3. Causas de la contratación eventual
De acuerdo con lo reglamentado por el dec. 1694/2006, solo podrán asignarse
trabajadores a empresas usuarias, cuando los requerimientos de estas respondan a
alguna de las siguientes causas:
1) Cubrir la ausencia de un trabajador permanente, durante ese período.
2) En caso de licencias o suspensiones legales o convencionales, durante el
período en que se extiendan, excepto cuando la suspensión sea producto de una
huelga o por fuerza mayor, falta o disminución de trabajo.
3) Cuando se tratase de un incremento en la actividad de la empresa usuaria que
requiera, en forma ocasional y extraordinaria, un mayor número de trabajadores.
4) Cuando deba organizar o
ferias, exposiciones o programaciones.
participar
en
congresos,
conferencias,
5) Cuando se requiera la ejecución inaplazable de un trabajo para prevenir
accidentes, por medidas de seguridad urgentes o para reparar equipos del
establecimiento, instalaciones o edificios que hagan peligrar a los trabajadores o a
terceros, siempre que las tareas no puedan ser realizadas por personal regular de la
empresa usuaria.
6) En general, cuando por necesidades extraordinarias o transitorias deban
cumplirse tareas ajenas al giro normal y habitual de la empresa usuaria (art. 6º, dec.
1694/2006).
332
Asimismo, existen dos tipos de limitaciones a la contratación de trabajadores a
través de empresas de servicios eventuales que buscan evitar la utilización de la
figura de forma abusiva o con fines desviados.
El primero de ellos es de tipo numérico y el segundo temporal: el art. 7º, dec.
1694/2006 indica que debe existir una proporción razonable y justificada de
trabajadores eventuales en relación con el número de trabajadores permanentes de la
empresa usuaria, como así también, una extensión temporal adecuada con los
servicios eventuales a brindar.
Por otro lado, la norma delega en la negociación colectiva de cada rama o sector,
la facultad de establecer las pautas que permitan determinar los límites mencionados.
2.4. Registro de la relación
Las empresas usuarias y las de servicios eventuales deben llevar una sección
particular del libro especial del art. 52 de la LCT, en donde harán constar:
1) Empresa usuaria: a) individualización del trabajador que preste servicios a
través de una empresa de servicios eventuales; b) categoría profesional y tareas a
desarrollar; c) fecha de ingreso y egreso; d) remuneración denunciada por la empresa
de servicios eventuales o el importe total de la facturación; e) nombre, denominación o
razón social, número de CUIT, número de habilitación y domicilio de la empresa de
servicios eventuales a través de la cual fue contratado el trabajador.
2) Empresa de servicios eventuales: a) individualización del trabajador que preste
servicios bajo la modalidad de contrato de trabajo eventual; b) categoría profesional y
tarea a desarrollar; c) fecha de ingreso y egreso en cada destino; d) remuneración; e)
nombre, denominación o razón social, número de CUIT y domicilio de las empresas
usuarias donde fuera destinado el trabajador.
2.5. Denuncia del contrato
En cuanto a la ruptura del contrato de trabajo existente entre la empresa de
servicios eventuales y el trabajador existen dos previsiones:
1) Denuncia del trabajador: puede formularla cuando transcurran los plazos
máximos de suspensión indicados (45 o 90 días, según el caso), sin que la empresa
de servicios eventuales le asigne nuevo destino. En tal caso, el trabajador
deberá intimar de forma fehaciente, por un plazo de veinticuatro horas (24), para que
se le otorgue nuevo destino y en caso de que esto no ocurra, se hará acreedor de
las indemnizaciones por despido sin justa causa y omisión de preaviso.
2) Denuncia de la empresa de servicios eventuales: la empresa podrá denunciar el
contrato de trabajo en aquellos casos en que hubiere asignado al trabajador nuevo
destino laboral, notificado en forma fehaciente, y este no retome sus tareas en el
término de cuarenta y ocho horas (art. 244, LCT y art. 5º, dec. 1694/2006).
333
3. Certificados de trabajo. Jurisprudencia
Otra de las cuestiones que resulta controvertida a partir de la solidaridad impuesta
por los arts. 29 y 29 bis de la LCT se refiere al cumplimiento de las obligaciones
consagradas por el art. 80, LCT, una vez acreditado el fraude laboral por
la intermediación de una empresa de servicios eventuales.
Conforme lo establece el art. 12, dec. 1694/2006, las empresas usuarias deben
retener, respecto de los trabajadores contratados a través de una empresa de
servicios eventuales, los importes correspondientes a las obligaciones derivadas de
los regímenes de la Seguridad Social y las empresas de servicios eventuales deben
abonar en forma directa a los sindicatos las cuotas sindicales, los aportes
empresariales y las retenciones que resulten del CCT aplicable a la actividad de la
empresa usuaria.
El debate se plantea cuando es la empresa de servicios eventuales la que entrega
los documentos descriptos en el art. 80, LCT al trabajador, en aquellos supuestos en
que ha mediado un abuso de la figura de la contratación eventual y se ha declarado
la existencia de relación de trabajo directa entre el trabajador y quien detentaba el
carácter de empresa usuaria.
En tal sentido, la jurisprudencia ha sostenido, con criterio que comparto, que
"habiéndose resuelto que no fue acreditada la eventualidad de los servicios prestados
por los trabajadores para la empresa usuaria, esta tiene la obligación de confeccionar
y entregar el certificado de trabajo expresado en el art. 80, LCT. No hay imposibilidad
material ni lógica pues tal certificado puede ser confeccionado y extendido por la
empresa usuaria con las constancias que surgen de autos, sin perjuicio de dejar
aclarado que los aportes jubilatorios y demás por el período en cuestión fueron
efectuados por la empresa que proporcionó a los trabajadores (esta sala, 26/12/2006,
SD 91.957, 'Chazarreta, Alejandro Rafael c. Edenor SA y otro s/despido'; íd.
30/9/2008, 'Planas, Cristian Ciro c. SEA Servicios Empresarios Argentinos SA y
otro s/despido'; íd. 30/6/2010, SD 94.764, 'Castagno, Emanuel Matías c. Química
Oeste SA y otro s/despido'; entre muchos otros) (sala V, SD 66.498 del 9/6/2003,
'Sanzio, Gabriel y Otro c. American Express Argentina SA y otro s/despido'), citado
en Tratado práctico del derecho del trabajo, de Juan Carlos Fernández l La Ley,
Madrid, 3ª ed. actualizada y ampliada, t. II, capítulo 'Terminación del contrato', p.
1972. Por otra parte, asiste razón a Bayton SA, en cuanto a que adjuntó
oportunamente a la causa el certificado de trabajo y la certificación de servicios y
remuneraciones —Formulario ANSeS P.S.6.2— correspondientes al actor. A ello cabe
agregar que, de acuerdo con las consideraciones vertidas previamente en torno al
sujeto sobre el cual recae la obligación de hacer entrega de los instrumentos que
establece el art. 80 de la LCT en las presentes actuaciones, no corresponde
hacer extensiva la condena pertinente en forma solidaria a su parte en el caso
particular bajo examen. Por todo ello, sugiero modificar la sentencia apelada en lo que
resuelve al respecto, y condenar exclusivamente a Andreani Logística SA a entregar
al demandante el certificado de trabajo y la constancia documentada de aportes
334
requeridos al inicio, en el plazo y bajo el apercibimiento dispuesto en la instancia de
grado anterior, extremos que llegan firmes a esta alzada" (sala 4ª, 28/4/2011,
"Barrella, Walter Adrián c. Bayton SA y otro").
Por otro lado y en sentido contrario se ha resuelto que aunque se haya condenado
a ambas demandadas en función de lo normado por el art. 29, párr. 1º, LCT, carece
de objeto disponer una doble entrega de los certificados de trabajo si los datos
correspondientes al trabajador han sido correctamente registrados en los libros
laborales de la empresa de trabajos eventuales y, además, se han instrumentado los
pagos y retenciones pertinentes en debida forma, ya que sería excesivo adicionar a
quien no posee los libros y no ha realizado los pagos, y de acuerdo con las
constancias de la causa, aparecen cumplidos dichos extremos por una de las
obligadas (sala 2ª, 24/8/2004, "Bossu, Sebastián R. c. Servitemp SA y otro").
Por su parte, la Suprema Corte de Justicia de la Provincia de Buenos Aires
consideró en los autos "Abendaño, José L. c. Nestlé Argentina SA y otro", (28/9/2011),
que la obligación contenida en el art. 80, párr. 2º, LCT debe ser cumplida por la
usuaria que es quien en definitiva revistió carácter de empleador del trabajador.
Asimismo, que no corresponde hacer pesar sobre la empresa de servicios eventuales
en su carácter de condenada solidaria la multa prevista para el caso
de incumplimiento en la entrega.
4. Multa art. 8º, ley 24.013: fallo plenario 323 de la CNTrab., "Vásquez"
(30/6/2010)
El 30/6/2010 se dictó el plenario 323 en la causa "Vásquez, María Laura c.
Telefónica de Argentina SA y otro s/despido", en la cual se discutió la procedencia del
art. 8º, LNE, cuando se verifica el supuesto previsto en el art. 29, LCT, y quien registró
la relación laboral fue la intermediaria.
En el plenario se estableció la siguiente doctrina: "Cuando de acuerdo con el
primer párrafo del art. 29, LCT se establece que el trabajador ha sido empleado
directo de la empresa usuaria de sus servicios, procede la indemnización prevista en
el art. 8º de la ley 24.013aunque el contrato de trabajo haya sido inscripto solamente
por la empresa intermediaria".
El fiscal general, Eduardo Álvarez, fue uno de los defensores de la postura
mayoritaria, al sostener que "El art. 7º de la ley 24.013 establece algo que, en su
momento, cuando se publicó, me pareció sobreabundante y ahora, frente a lo que se
discute, me parece trascendente y decisivo. La norma dice de una manera terminante:
'Se entiende que la relación o contrato de trabajo ha sido registrado cuando el
empleador hubiere inscripto al trabajador'".
"Esta afirmación impone concluir que un contrato de trabajo no ha sido registrado
para nuestro derecho positivo, cuando la inscripción no la lleva a cabo el empleador
sino una persona 'ajena' a la relación laboral y que no es parte de esta en el sentido
335
sustancial del término. La ley 24.013, con cierta sabiduría nacida de la experiencia
cotidiana, considera que no se puede sostener con seriedad que la relación de
empleo se ha 'regularizado' cuando el registro lo realiza alguien que no es el
empleador responsable, sino un sujeto periférico. El art. 8º de la reiteradamente
citada ley 24.013, que debemos interpretar en instancia plenaria, establece, en
coherencia con el reseñado art. 7º, que 'El empleador que no registrare una relación
laboral abonará al trabajador afectado una indemnización equivalente a una cuarta
parte de las remuneraciones devengadas desde el comienzo de la vinculación,
computadas a valores reajustados de acuerdo con la normativa vigente'".
"Como se advertirá, la norma dispone una sanción dirigida al 'empleador', que no
cumple con algo tan básico e indelegable como lo es el registro y, para evaluar si se
configura o no la tipología que origina la consecuencia legal de contenido pecuniario,
cabe remitirse al concepto de 'registración' del art. 7º al que ya me he referido. Las
razones expuestas me inclinan a sostener que la existencia de un registro efectuado
por un sujeto que se atribuye un carácter que no posee, no es eficaz para desplazar la
sanción de marras, y una interpretación disímil podría favorecer a que tuvieran
'beneficios secundarios' las intermediaciones no queridas por el ordenamiento
protectorio. El argumento, que se ha vertido en algunos precedentes
jurisprudenciales, referido a que la indemnización no sería admisible porque
al existir —al menos— algún registro se cumpliría con la 'finalidad de la ley', me
parece equivocado, porque lo que la ley ha querido es que sea el 'empleador' el que
registra al trabajador y no, como dirían los jóvenes, 'cualquiera'".
"La finalidad de la ley es la regularización del empleo y el combate contra el trabajo
'no registrado' por la persona que tiene la carga legal de hacerlo. La alusión a la 'falta
de perjuicio', efectuada en algunas sentencias, tampoco es compatible porque, como
es sabido, las sanciones tarifadas no exigen la acreditación del daño y han sido
impuestas, en general, no para 'resarcir', sino para 'disuadir', más allá del nomen iuris.
Por otra parte, ni para el trabajador, ni para el sistema, es neutro un registro que no
responde a la realidad. Creo necesario poner de relieve, asimismo, que no es correcto
afirmar, al menos en forma tan dogmática, que se ha registrado 'una misma relación
laboral', porque lo que ha hecho el tercero, o intermediario, es registrar otro contrato
bilateral en el cual una de las partes (nada menos que el empleador) era distinta y en
el que otro asumía tal condición, indebidamente".
"Nadie ha dudado (en teoría general, se entiende) que, más allá de la tenue
fungibilidad admisible, un contrato es el mismo solo cuando tiene coincidencias de
identidad entre sujetos, objeto y fecha de celebración. No debería soslayarse que, tal
como lo dispone la norma, lo que se registra es el 'contrato', la 'relación laboral' y no al
trabajador como persona física. Por último, no creo que deba interpretarse en contra
del dependiente una normativa tan clara, destinada a sanear el sistema de relaciones
laborales".
En cambio, de la postura minoritaria cabe destacar los votos de Pirolo, González y
Maza, el último de los cuales señaló que "...estimo que no debe perderse de vista que
el Título II de la ley 24.013, dentro del cual se enmarca el cap. 1 que contiene las
reglas sancionatorias, fue titulado 'De la regularización del empleo no registrado'. Este
336
dato, a mi modesto juicio, así como el recuerdo histórico del debate parlamentario —
extenso e intenso, como corresponde en democracia— desde 1989 hasta la sanción
de la ley, me llevan a pensar que el Congreso nacional procuró atacar la raíz del
problema que era la tríada siguiente: a) clandestinización de trabajadores, es decir
dependientes que prestan servicios en forma totalmente irregular, sin ser inscriptos en
los libros pertinentes y sin ser dados de alta ante la seguridad social, sea por la mera
omisión o mediante la simulación de contratos de naturaleza no laboral; b)
ocultamiento de parte de la retribución, abonada de manera marginal y no
documentada o simulando prestaciones no salariales; c) cercenamiento de la real
antigüedad, haciendo constar fechas de ingreso posteriores a las auténticas".
"Las tres conductas, tan generalizadas lamentablemente en nuestra sociedad con
carácter crónico, afectan groseramente los derechos de los dependientes tanto en el
plano contractual como en el de la seguridad social. Y, a mi juicio, los efectos de este
segundo ámbito son los más graves porque el trabajador no registrado, que no consta
para los órganos gestores de la seguridad social como un dependiente, no tendrá
cobertura inmediata de una ART ante el infortunio; no gozará de los beneficios de
contar con una obra social; no recibirá la ayuda social de las asignaciones familiares;
si sufre una incapacidad total y permanente no podrá en principio obtener el retiro
por invalidez; si fallecen sus derechohabientes no tendrán derecho a una pensión;
ante el desempleo no accederán al subsidio instaurado por la ley 24.013; en su hora
de vejez no podrá obtener la jubilación ordinaria; etc.".
"Creo, pues, que el legislador de 1991 propiciaba terminar con estas prácticas tan
nocivas y censurables mediante dos instrumentos: por un lado, un régimen de
blanqueo con facilidades, perdones tributarios y otras medidas para acoger al
empleador arrepentido, régimen que se prolongó por varios meses; y, por el otro, un
sistema sancionatorio complementario para disuadir a quienes no mostraban voluntad
propia de salir de la situación de infractores en la que estaban. Solo faltó completar
esas acciones con un ejercicio eficaz de la inspección del trabajo, realizado con la
frecuencia y el esmero exigidos por los convenios 81 y 129 de la OIT, que nuestro
país ratificara, omisión que, en mi opinión, ha jugado un papel preponderante para el
fracaso de los objetivos de la ley 24.013. Recuerdo, en esa línea de pensamiento, que
las sanciones reguladas en los arts. 8º, 9º, 10 y 15 de la Ley Nacional de Empleo —
como toda norma represiva— no buscaban prioritariamente sancionar sino vencer la
pertinaz actitud de aquellos empresarios que mantenían trabajadores
desempeñándose en la clandestinidad, o con salarios solo parcialmente reconocidos
como tales y/o a los que se les había reconocido y anotado una antigüedad inferior a
la real mediante la inscripción tardía".
"En abono de la tesis que sustento, en el sentido de que la clandestinidad
sancionada por la ley 24.013 es la que priva al dependiente de la cobertura de la
seguridad social y no la mera irregularidad en el sujeto que aparece como empleador,
quiero recordar que la autoridad administrativa del trabajo nacional parece participar
de esta idea, pues, según consigna en su página web en el capítulo virtual 'El rol de
la inspección', lo que persigue la inspección del trabajo es que los trabajadores no
registrados recuperen sus derechos, accedan a una cobertura social: obra social,
jubilación, condiciones de salud y seguridad laboral, jornada de trabajo que no exceda
los límites legales y el cumplimiento de las normas emanadas de los convenios
337
colectivos de trabajo. Por eso, a mi modo de ver, lo que debe sancionarse es la
conducta tenida en miras por el legislador, es decir mantener un contrato en la
clandestinidad, parte de la retribución disimulada o en las sombras y/o un segmento
de la antigüedad oculto y no registrado".
De lo expuesto se infiere que procede la indemnización prevista en el art. 8º, ley
24.013,aun cuando la intermediaria haya registrado la relación laboral. En el plenario
no se hace distinción si esta es una simple proveedora de mano de obra, o si, por el
contrario, es una empresa de servicios eventuales, en los supuestos en que no se
provee personal para cumplir una finalidad eventual, por lo que parecería que se
aplica a ambas situaciones pese a lo dispuesto en el art. 13, dec. 1694/2006, que será
tratado en el capítulo siguiente.
5. Dec. 762/2014 (BO del 30/5/2014). Riesgos del Trabajo. Empresas de
Servicios Eventuales
El decreto establece que serán los propios usuarios de trabajadores de Empresas
de Servicios Eventuales (ESE) los que deberán declarar a los trabajadores
mencionados en sus propias Declaraciones Juradas (DD.JJ.) y abonarán a la
Aseguradora de Riesgos del Trabajo (ART) contratada por la Empresa Usuaria (EU),
el monto que corresponda, con cargo a la Empresa de Servicios Eventuales (ESE).
En virtud de lo dicho, a partir del 1/9/2014, a los fines específicos de la Ley sobre
Riesgos del Trabajo, los trabajadores provistos por las ESE deberán incluirse dentro
de la nómina salarial de la EU, mientras se encuentren prestando servicios para ella,
siendo de aplicación los arts. 23 y ss. de la LRT, referidos a cotizaciones, tratamiento
impositivo, etc.
Mientras el trabajador se encuentre prestando servicios para la EU, la ART
contratada por ella deberá cumplir con las prestaciones correspondientes establecidas
en Régimen de Riesgos de Trabajo.
Las obligaciones a cargo de la ART del EU cesarán por las siguientes causales: 1)
Cuando el trabajador deje de prestar servicios para la Empresa Usuaria; y 2) Por las
causales que establece la ley 24.557 y sus modificaciones (p. ej., falta de pago de
cuotas a la ART).
Por su parte, la Empresa Usuaria debe retener de los pagos que deba efectuar a la
ESE, los importes correspondientes a las cuotas de las ART, que se deban pagar por
los trabajadores eventuales que presten servicios en ella y hacer el depósito
respectivo. También está obligada a denunciar de manera inmediata a su ART, todo
accidente de trabajo o enfermedad profesional que sufran los trabajadores
dependientes de la ESE que presten servicios a su favor.
338
IV. ART. 30, LCT. CONTRATACIÓN Y SUBCONTRATACIÓN. FALLOS
DE LA CS, "RODRÍGUEZ" (15/4/1993) Y "BENÍTEZ" (22/12/2009)
El art. 30, LCT, dispone que "quienes cedan total o parcialmente a otros el
establecimiento o explotación habilitado a su nombre, o contraten o subcontraten,
cualquiera sea el acto que les dé origen, trabajos o servicios correspondientes a la
actividad normal y específica propia del establecimiento, dentro o fuera de su ámbito,
deberán exigir a sus contratistas o subcontratistas el adecuado cumplimiento de las
normas relativas al trabajo y los organismos de seguridad social".
El art. 17, ley 25.013 (BO del 24/9/1998), sustituyó el párr. 2º del art. 30, LCT y
estableció que los cedentes, contratistas o subcontratistas deben exigir a sus
cesionarios o subcontratistas el número del CUIL de cada uno de los trabajadores que
presten servicios y la constancia de pago de las remuneraciones, copia firmada de los
comprobantes de pago mensuales al sistema de la seguridad social, una cuenta
corriente bancaria de la cual sea titular y una cobertura por riesgos del trabajo; los
comprobantes y constancias deben exhibirse a pedido del trabajador y/o de
la autoridad administrativa.
Esta responsabilidad no se puede delegar en terceros; el incumplimiento de alguno
de los requisitos hace responsable solidariamente al principal por las obligaciones de
los cesionarios, contratistas o subcontratistas respecto del personal que ocuparen en
la prestación laboral.
Por expresa disposición de la norma, lo instituido también es aplicable al régimen
de solidaridad establecido en el art. 32, ley 22.250 que regula el régimen del personal
de la construcción.
De esta forma, se pretende garantizar al trabajador y al sistema de seguridad
social el cumplimiento de las obligaciones asumidas. Asimismo, se busca certeza en
las contrataciones efectuadas por el principal verificando la solvencia del contratista
y exigiéndole el cumplimiento de las normas laborales y de la seguridad social
respecto de sus dependientes.
Por lo tanto, se mantienen vigentes las obligaciones que tienen quienes ceden total
o parcialmente a otros el establecimiento o contraten o subcontraten, de exigir el
acabado cumplimiento de las normas relativas al trabajo y a los organismos de
seguridad (art. 30, párr. 1º).
Con el agregado del art. 17, ley 25.013 se ha especificado puntualmente
la exigencia del cumplimiento de algunos requisitos, sin desvirtuar lo expuesto en el
primer párrafo del art. 30, que no fue modificado.
Hasta antes de la reforma introducida por la ley 25.013, los cedentes y
contratantes, debían exigir de sus cesionarios, contratistas o subcontratistas, el
adecuado cumplimiento de las normas relativas al trabajo y los organismos de la
seguridad social; siendo "en todos los casos" responsables de las obligaciones
contraídas con tal motivo con los trabajadores y la seguridad social durante el plazo
339
de duración de tales contratos o al tiempo de su extinción, cualquiera que sea el acto
o estipulación que al efecto hayan concertado.
Ello implicaba una verdadera responsabilidad objetiva, que surgía de la propia
contratación interempresarial en virtud de la cual, sin convertirse el contratante en
empleador y por expresa disposición legal, resultaba obligado vicario de los créditos
emergentes de esa relación laboral (con los trabajadores y los organismos de la
seguridad social).
En la actualidad, con el cumplimiento de todos los controles exigidos por la ley
(tomando en consideración la totalidad del art. 30), incluyendo la exhibición de las
constancias documentales que acrediten los cumplimientos del contratista, el principal
puede exonerarse de la responsabilidad solidaria. Así, por ejemplo, se deberá
confeccionar una copia más del recibo de haberes (triplicado), que deberá ser
suscripta por el trabajador, y de los comprobantes de pagos mensuales al sistema de
la seguridad social; constancias que deberán quedar en poder del empresario
principal para ser exhibida ante el requerimiento del trabajador y/o de la autoridad
administrativa(2).
En consecuencia, para lograr tal objetivo no resulta suficiente el cumplimiento de
los requisitos formales incorporados por la reforma del art. 17, ley 25.013.
Asimismo, en virtud de lo dispuesto por el primer párrafo del art. 136, LCT, los
trabajadores conservan el derecho de exigir al empresario principal que retenga de lo
que deben percibir los cesionarios o contratistas y le haga pago del importe de lo
adeudado en concepto de remuneraciones u otros derechos apreciables en dinero
provenientes de la relación laboral (conf. art. 136, 1º párr., LCT).
De igual modo, los contratantes están facultados para retener de lo que deben
percibir los contratistas, los importes que estos adeudaren a los organismos de
seguridad social con motivo de la relación laboral con los trabajadores contratados, y
deberán depositarlo dentro de los 15 días de retenido al organismo correspondiente.
Dicha retención procederá aunque los contratistas o intermediarios no adeudaren a
los trabajadores importe alguno por los conceptos indicados en el primer párrafo
del art. 136, LCT (conf. art. 136, 2º párr., LCT).
Con la nueva redacción del art. 30, LCT, el principal, además de velar por el
adecuado cumplimiento, debe respetar una serie de recaudos; algunos de ellos
reproducen en el empresario principal las obligaciones del contratista o subcontratista,
porque la ley especifica que estos recaudos no los puede delegar en terceros. La
empresa contratante es la que exige a la empresa contratista; si el contratista no
cumple con los requisitos, estos deberían ser cumplidos por la contratante.
Sin lugar a dudas, la razón de ser de esta norma representa otro de los medios
técnicos jurídicos utilizados por el derecho del trabajo para que sus principios no
queden en una mera declaración y puedan plasmarse en la práctica.
340
La incorporación de este "tercero" como responsable solidario se justifica en el
principio de que quien se beneficia con una actividad debe responder por la misma,
cuando razonablemente ello pueda serle exigido de conformidad con la naturaleza de
la actividad de que se trate.
Sin embargo, si bien la norma y su posterior modificación parecen enunciar
supuestos claros, aún persiste tanto en la doctrina como en la jurisprudencia la
discusión sobre los alcances que debe darse al primer párrafo del art. 30, que prevé
dos supuestos diferentes: 1) la cesión: que a su vez podrá ser total o parcial del
establecimiento o explotación habilitado a su nombre, y; 2) la contratación y
subcontratación —cualquiera sea el acto que le dé origen, de trabajos o servicios
correspondientes a la actividad normal y específica propia del establecimiento—
dentro o fuera de su ámbito.
1. Cesión, contratación y subcontratación
1.1. Cesión total o parcial
La cesión —total o parcial— importa para el cedente la posibilidad de que otro
sujeto (cesionario) ejerza los derechos que el primero posee sobre un establecimiento
o explotación cuya habilitación conserva. A diferencia de lo que ocurre en los
supuestos contemplados por los arts. 225 a 229, LCT, en la figura contemplada por el
art. 30, LCT lo que se ceden son derechos y es el cesionario quien contrata a los
trabajadores.
Como puede observarse, sea que la cesión revista carácter de total o parcial o que
se trate del establecimiento o explotación, es necesario que el cedente conserve la
habilitación a su nombre. En tal sentido, se entiende por habilitación al reconocimiento
formal emitido por la autoridad competente para hacerlo, dando cuenta de que cierta
persona es la responsable de determinado establecimiento o explotación.
En estos supuestos, la norma del art. 30, LCT impone una serie de requisitos que
el cedente debe respetar, cuya finalidad es reforzar el cumplimiento de la normativa
laboral y de seguridad social y evitar el fraude a los derechos de los trabajadores.
Si alguna de las obligaciones impuestas en la norma es incumplida, cedente y
cesionario son responsables de forma solidaria frente al trabajador, lo que se justifica
según Foglia, en que el cedente y cesionario colaboran con el proceso productivo y
además, ello refuerza la protección del trabajador frente a la posible insolvencia del
cesionario.
En este caso, la responsabilidad aparece como la "respuesta" que debe dar el
empresario que decidió ceder total o parcialmente a otro su establecimiento
o explotación, por los daños que puedan sufrir los trabajadores contratados por este
último que en definitiva, forma parte del desarrollo integral de su actividad.
341
No nos encontramos ante una situación ilícita, sino ante un accionar lícito
que exige a quien se beneficia, que responda por los riesgos que originen daños.
1.2. Contratación y subcontratación
El empresario, para alcanzar los fines de la empresa que dirige, puede utilizar sus
propios empleados (a los cuales contrata directamente) o delegar parte de su
actividad, mediante la contratación de otra u otras organizaciones empresariales, las
cuales con medios y personal propio contribuyen (en mayor o menor medida) al logro
de sus objetivos.
Esta delegación, que se justifica en razones de especialización, complejidad,
estrategia o simple conveniencia ha generado las figuras del contratista y el
subcontratista.
Ante esta realidad y siempre considerando la especial tutela que merece el
trabajador es que el legislador ha impuesto al principal el deber de exigir del
contratista —o en su caso, del subcontratista— el adecuado cumplimiento de las
obligaciones laborales y de seguridad social a su cargo.
En este orden de ideas, y como sostiene Krotoschin, es contratista quien,
disponiendo de elementos propios de trabajo y cierta solvencia económica, presta
servicios o realiza obras para otro por su cuenta, dependiendo su calificación de
criterios económicos y sociológicos más que jurídicos.
Cabe agregar que esta tercerización es lícita si se trata de contratantes reales,
porque de lo contrario no se aplicaría el art. 30, LCT, sino el 29 y, en su caso, el
principio general adoptado en el art. 14, LCT.
En cuanto a lo que debe entenderse por subcontratación; este tema no es menor,
ya que fue materia de discusión tanto en la 85ª Conferencia de la Organización
Internacional del Trabajo (Ginebra, 1997) como en la 86ª Conferencia (Ginebra,
1998), con la finalidad de dictar un convenio y una recomendación relativos al trabajo
en régimen de subcontratación, sin que se arribara a ningún acuerdo.
La LCT elimina cualquier tipo de discusión sobre este tema, al incluir dentro de las
previsiones del art. 30 a la contratación y a la subcontratación.
El art. 30, LCT, continúa señalando que esa contratación y la subcontratación —
y agrega "cualquiera sea el acto que le dé origen"— deben corresponder a trabajos y
servicios. Es decir que esta contratación o subcontratación puede realizarse mediante
una pluralidad de negocios jurídicos y no se limita solo a la locación o arrendamiento
de obras o de servicios, como sucede en otros países como España, donde
se excluyen negocios jurídicos como la compraventa o el suministro (ver art. 42,
Estatuto de los Trabajadores).
De limitarse solo la contratación al arrendamiento de obras o de servicios,
quedarían excluidos de las previsiones del art. 30, LCT, todos los supuestos de
342
tercerización horizontal, donde se produce una segmentación o fragmentación del
proceso productivo entre distintas empresas que se encuentran relacionadas por
contratos comerciales distintos a la locación (compraventa en la mayoría de los
supuestos).
Sin embargo, las consecuencias jurídicas que se derivan del art. 30 no abarcan
cualquier tipo de contratación o subcontratación (cualquiera sea el acto que le dé
origen), sino solo aquellas que se refieran a trabajos o servicios correspondientes a la
actividad normal y específica propia del establecimiento, dentro o fuera de su ámbito.
1.3. Contratación vertical y horizontal
La contratación es clasificada por la doctrina en horizontal o vertical aludiendo en
el primero de los casos, al supuesto en que se produce la fragmentación del proceso
productivo a partir del cual el contratante realiza una o varias etapas del proceso, pero
delega en otras empresas la realización de ciertas fases o etapas que juntas
conllevan a la finalización del producto.
La contratación vertical supone la realización íntegra de las etapas que conllevan a
la finalización del producto de parte del contratante y la delegación en terceras
empresas de actividades que, periféricas o principales, no hacen al proceso
productivo. En la práctica pueden presentarse ambos tipos de contratación al mismo
tiempo.
2. Actividad normal y específica propia del establecimiento.
Delimitación. Posturas
Para poder centrar el ámbito de aplicación del art. 30, LCT es preciso determinar
qué tipo de actividades son consideradas como "normal y específica propia del
establecimiento".
El concepto de lo que se debe entender por "actividad normal y específica propia
del establecimiento" ha dado origen a dos posturas antagónicas que intentan delimitar
su extensión.
Justamente, la excesiva laxitud con la cual se ha interpretado esta expresión
(motivada por la necesidad de adecuar el esquema de solidaridad propio del derecho
del trabajo a las nuevas tendencias contractuales en materia comercial) determinó
tanto el dictado del fallo "Rodríguez" como la reforma del régimen anterior por la ley
25.013, y que fuera dejado sin efecto por la propia CS en el fallo "Benítez"
(22/12/2009).
Una posición doctrinaria propone una interpretación amplia del artículo,
comprendiendo no solo la actividad principal, sino también las accesorias y
secundarias. Asimismo, la doctrina aclara que para calificar a una actividad como
343
"normal" es preciso considerar la forma en que el empresario ha delineado el proyecto
de trabajo que finalmente le permitirá lograr su fin económico. En tal sentido, será
actividad "normal y específica" aquella que posibilite la concreción del objeto de la
empresa.
En esta misma línea, se señala que deberían quedar incluidos los trabajos
secundarios o accesorios que se encuentren integrados al establecimiento y sean
prestados de forma permanente por los trabajadores lo que permitiría excluir de la
cobertura de la norma, a aquellos trabajos accidentales o excepcionales.
Capón Filas recurre a la teoría sistémica y expresa que en una economía abierta
resulta esencial ubicar a las tareas de la empresa o explotación dentro de un
segmento económico marco (actividad) en que la empresa se desarrolla. De esta
forma, distingue las tareas esenciales y las tareas conducentes. Las tareas esenciales
son las que definen a la empresa mientras que las conducentes la condicionan de
modo tal que, suprimidas, al corto plazo resulta imposible llevar a cabo las primeras.
En ese orden, tanto las primeras como las segundas responsabilizan a la empresa.
El art. 30, LCT, sujeta la solidaridad a que se compruebe la contratación de
trabajos o servicios propios de la actividad normal y específica del establecimiento,
comprendiendo no solo la principal sino también las secundarias de aquella, con tal de
que se encuentren integradas permanentemente y con las cuales se persigue el logro
de los fines empresariales (SC Buenos Aires, 20/8/2003, "Bonelli, Mario A. y otros c.
Gaiad, Emilio", en el mismo sentido, 19/10/1999, "Morello, Víctor H. y otros c.
Giuliano, Luis y otra").
En cambio, la corriente que postula una interpretación estricta de los alcances de
esta expresión entiende que solo deben incluirse aquellos servicios o trabajos que
están estrechamente relacionados con la actividad de la empresa, y que no se pueden
escindir de ella sin alterar el proceso productivo, con exclusión de aquellos que
resultan secundarios o accesorios.
Para ello, sostienen que es necesario analizar la finalidad u objetivo hacia el cual
se dirige el emprendimiento, examinar el contrato social, los estatutos, y cualquier otro
acto que de algún modo sirva para poder encuadrar la actividad. A partir de allí las
actividades secundarias, aunque imprescindibles para alcanzar los objetivos de la
empresa, quedaran fuera de la calificación aunque revistan carácter de ordinarias y
permanentes.
Según esta corriente, es importante analizar a la actividad propia del
establecimiento de forma conjunta con lo expresado por el art. 6º, LCT en cuanto
refiere a la unidad técnica o de ejecución destinada al logro de los fines de la
empresa, y confrontar esa actividad con la que lleva a cabo la empresa contratada o
subcontratada para así determinar sobre la procedencia de la solidaridad establecida
en la norma.
Conforme lo expuesto hasta ahora, en aquellos casos en que alguien se propone
un emprendimiento y en lugar de realizarlo con sus trabajadores propios lo materializa
344
con una tercera persona que se ocupa de contratar personal y se hace cargo del
desarrollo, se produce la llamada "tercerización" del proceso productivo.
En virtud de la complejidad del proceso productivo, determinar si una obra o
servicio configura la actividad específica es complicado, ya que aun en una misma
actividad a veces la empresa, por razones de producción y económicas, se vincula
con otra.
En los últimos tiempos aparece la segmentación del proceso productivo, en el cual
las empresas, por razones operativas, no se ocupan de todo el proceso de
producción, limitando su actividad a determinado ámbito.
Aquí una persona física o jurídica (comitente), resuelve no brindar un servicio o no
llevar a cabo una obra, sino realizarlo por medio de otro, a quien encomienda esa
tarea (contratista o subcontratista). Un típico ejemplo son las empresas automotrices
que tienen varios establecimientos independientes dirigidos a fabricar determinadas
partes del producto final y cuya actividad específica es diferente.
Siguiendo a Hierrezuelo y Núñez entiendo que los términos "específica" y "propia",
utilizados por el legislador para calificar la actividad contratada, aluden solo a aquellos
servicios o trabajos permanentemente integrados e inseparablemente relacionados
con la actividad que se desarrolla en el establecimiento (sea que se efectúe dentro o
fuera de su ámbito).
De ahí que se deben excluir aquellas tareas que, aunque necesarias para el
funcionamiento del establecimiento, resulten accesorias y perfectamente escindibles
de la actividad desarrollada por la contratante, por no formar parte del giro normal y
específico (propio) de la empresa.
En tal sentido, ha dicho la Suprema Corte de Justicia de la Provincia de Buenos
Aires que la actividad normal y específica propia del establecimiento contemplada en
la aludida prescripción legal comprende a la principal como a las secundarias, siempre
que se encuentren integradas permanentemente y persigan el logro de los fines
empresariales (conf. causas L. 78.407, "Zelaya", sent. de 24/9/2003; L. 81.336,
"Godoy", sent. de 2/10/2002; L. 73.452, "Ramírez", sent. de 19/2/2002; L. 72.347,
"Coca", sent. de 13/6/2001; L. 69.055, "Giménez", sent. de 21/6/2000; L. 61.890,
"Acosta", sent. de 21/10/1997; L. 53.537, "Huichal", sent. de 10/9/1996). (SC Buenos
Aires, 28/9/2011, L. 91.290, "De Lorenzo, Edgardo Raúl c. Smits, Gaidis").
Si bien considero que esta interpretación puede no resultar la más justa, entiendo
que es la única posible, a la luz de los antecedentes legislativos que inspiraron la
redacción del párr. 1º del art. 30, LCT.
En efecto, el art. 32, ley 20.744 (ahora 30), no solo utilizaba el vocablo "accesorio"
para regular una situación similar a la actual, sino que, además, por el párr. 2º de ese
artículo, en los casos en que se contrataran servicios correspondientes a la actividad
normal y específica propia del establecimiento (aunque limitada dentro de su ámbito),
345
la relación de trabajo de ese personal quedaba constituida con el principal
(contratante).
De lo expuesto se puede inferir que este era un supuesto excepcional, que debía
ser analizado estrictamente, pues establecía una relación directa entre el contratante
y los trabajadores del contratista o subcontratista.
3. CS, "Rodríguez c. Compañía Embotelladora SA" (15/4/1993)
La Corte Suprema, en su anterior integración y a partir del fallo "Rodríguez c.
Compañía Embotelladora SA", del 15/4/1993, había efectuado una interpretación
estricta del art. 30, LCT, la cual mantuvo durante más de diez años y que reiteró en
supuestos de contratación vertical ("Luna, Antonio c. Agencia Marítima Rigel SA", del
2/7/1993).
En "Rodríguez" nuestro Máximo Tribunal no se limitó a descalificar la sentencia de
Cámara sino que, en uso de las facultades conferidas por el art. 16, ley 48 y fundado
en la importancia para el desarrollo del comercio interno e internacional y en el
propósito de "afianzar la seguridad jurídica", "contribuir al desarrollo del derecho en la
materia" y "poner un necesario quietus en la evolución de las diversas tendencias
jurisprudenciales que distan de ser pacíficas, como surge de numerosos
pronunciamientos del fuero laboral", decidió analizar y resolver el fondo de la cuestión,
que giraba en torno a determinar si el art. 30 de la LCT resultaba aplicable a los
"contratos de empresa".
En esta inteligencia, nuestro más Alto Tribunal delimitó la extensión del artículo al
señalar que "el art. 30 de la LCT contempla supuestos distintos de los que son
materia de recurso. La norma comprende las hipótesis en que un empresario
encomienda a un tercero la realización de aspectos o facetas de la misma actividad
que desarrolla en su establecimiento. Son supuestos en los que se contrata
prestaciones que completan o complementan la actividad del propio
establecimiento...". En cambio, "en los contratos de concesión, distribución y los
demás mencionados, la actividad normal del fabricante o concedente excluye las
etapas realizadas por el distribuidor o concesionario, por lo que no existe contratación
de servicios en los términos del art. 30 de la LCT". Por otra parte, indica que a fin de
determinar la aplicación del art. 30, se debe estar a la actividad real propia del
establecimiento, con abstracción de la capacidad societaria del objeto, que
ordinariamente tiene por fin asegurar la capacidad y el ámbito de actuación eventual
de la persona jurídica.
Sin embargo, si bien en un principio la mayoría de las salas de la Cámara Nacional
de Apelaciones del Trabajo adhirieron a esta postura estricta, el hecho de resultar una
solución casuística y no conceptual dejó abierto el tema e imposibilitó la unificación
del criterio pretendida por el Alto Tribunal llevando con el paso de los años, al dictado
de sentencias contrapuestas entre las distintas salas.
346
4. CS, "Benítez, Horacio Osvaldo c. Plataforma Cero SA y otros"
(22/12/2009)
Finalmente, esta interpretación fue dejada sin efecto por la propia Corte Suprema
en los autos "Benítez, Horacio Osvaldo c. Plataforma Cero SA y otros", del
22/12/2009.
La Corte Suprema, por mayoría, decidió dejar sin efecto la sentencia de la sala 9ª
en lo que respecta a la extensión de solidaridad de la codemandada Club River Plate,
al entender que la decisión del a quo no se apoyaba en un criterio propio
de interpretación y alcances del art. 30, LCT, sino que se redujo a un estricto apego a
la doctrina mayoritaria de "Rodríguez".
Para ello, no tuvo en cuenta el dictamen de la Procuración Fiscal, que había
aconsejado desestimar los agravios relativos a la inteligencia y aplicación del art. 30,
LCT, porque "solo trasuntan una mera discrepancia con la practicada y con la
ponderación de los hechos y las pruebas efectuadas por los jueces del caso, lo que
no sustenta la tacha de arbitrariedad formulada por el apelante (...), máxime, en el
supuesto del art. 30, in fine, LCT, dado lo genérico y colateral de la crítica esgrimida".
En cambio, nuestro más Alto Tribunal optó por dejar sin efecto la interpretación del
art. 30, LCT, acuñada a partir de fallo "Rodríguez" y que fue sistemáticamente
mantenida durante más de diez años, por las siguientes razones:
1) Es impropio de su cometido jurisdiccional, en el marco de un
recurso extraordinario, formular una determinada interpretación de la norma citada,
dado el carácter común que esta posee;
2) La intervención de la Corte se circunscribe a descalificar los pronunciamientos
que, por la extrema de sus desaciertos u omisiones, no pueden adquirir validez
jurisdiccional; pero no tiene por objeto sustituir a los jueces de la causa en materia de
derecho común, en temas que, como el indicado, le son privativos, ni corregir fallos
equivocados o que se reputen tales;
3) La alegación de haberse dictado sentencias que se dicen contradictorias en
materia de derecho común, no plantea problema constitucional ni autoriza
la intervención de la Corte a fin de unificar pronunciamientos en temas no federales;
4) Si la Corte entrara a conocer el fondo de un litigio con el propósito de fijar la
recta interpretación de la ley común aplicable y conseguir, por ese medio, la
uniformidad de la jurisprudencia sobre este punto, en realidad so color de restablecer
la igualdad constitucional supuestamente violada por fallos contradictorios de diversos
tribunales del país sobre la misma cuestión en material laboral, ejercería una facultad
ajena al recurso extraordinario;
347
5) Debe advertirse el marcado desarrollo que ha tenido en los ordenamientos
procesales de las provincias los medios o recursos tendientes a uniformar la
jurisprudencia en esos ámbitos. Tampoco ha sido ajeno a ello el régimen federal y
nacional, lo cual ha llevado a que el tribunal sostuviera que la vía para obtener la
unificación de la jurisprudencia entre las salas de una Cámara Nacional es la del
recurso de inaplicabilidad de ley, y no la extraordinaria.
Por su parte, Argibay, en disidencia, si bien compartió las objeciones formuladas al
mantenimiento de la interpretación del art. 30, LCT, efectuada en "Rodríguez",
entendió que los jueces habían fallado según la interpretación que ellos hicieron de
una norma de derecho no federal, en la que concluyeron que se encontraban
verificadas las circunstancias excluyentes de la responsabilidad de la codemandada
Club River Plate en los términos de dicha norma. Señaló que la sentencia de alzada
fue confirmatoria de la dictada por la jueza de primera instancia, quien, a su vez,
había resuelto en el mismo sentido sin siquiera mencionar el caso "Rodríguez" y sobre
la base de los elementos de juicio que proporcionaba la prueba rendida. Por ello,
concluyó que los agravios del apelante no habilitaban la competencia de la Corte en
los términos del art. 14, ley 48.
5. Certificados de trabajo. Jurisprudencia
Teniendo en cuenta que la norma del art. 80, LCT impone estos deberes al
empleador, es decir, al titular de la relación jurídica contractual, la jurisprudencia se
encuentra dividida en torno a la posibilidad de condenar a la entrega de
los instrumentos (en los términos del art. 30, LCT), a quien no ha sido parte de este
vínculo y solo interviene solidariamente por expresa imposición legal.
En sentido favorable se ha dicho que "debe hacer entrega de los certificados de
trabajo el responsable solidario aunque no haya sido empleador en sentido estricto.
Ello se desprende de lo dispuesto en el art. 30, LCT, que en su parte pertinente
dispone: '...El incumplimiento de algunos de los requisitos hará responsable
solidariamente al principal por las obligaciones de los cesionarios, contratistas o
subcontratistas respecto del personal que ocuparen en la prestación de dichos
trabajos o servicios, y que fueren emergentes de la relación laboral incluyendo
su extinción y de las obligaciones de la seguridad social'. Y dentro del ámbito
comprendido en la solidaridad está incluida la obligación de entregar el certificado de
trabajo". (Del voto de Zas, en mayoría) (sala 4ª, 31/10/2008, "Balizan, Rosario del
Carmen c. Soifer Hermanos SA").
En sentido opuesto, se ha resuelto que "la solidaridad prevista en el art.
30, LCT no se hace extensiva a la entrega del certificado de trabajo, pues dicha
solidaridad no constituye a los empleados de los contratistas en empleados directos
de la principal, motivo por el cual mal podría estar obligada a entregar certificaciones
de trabajo. Al no haber sido la principal empleadora del actor en sentido estricto sino
solo responsable en virtud de un vínculo de solidaridad, no puede hacer entrega de
348
los certificados de trabajo, pues carece de los elementos necesarios para su
confección" (sala 3ª, 19/5/2008, "Herrera, Vicente Ceferino c. Edenor SA y otros") (3).
Con respecto a la posición sobre la solidaridad y el art. 80, LCT, también
resulta interesante destacar lo resuelto por la Suprema Corte de la Provincia de
Buenos Aires en la causa "De Lorenzo, Edgardo Raúl c. Smits, Gaidis" (28/9/2011),
respecto a la obligación de entrega de los certificados previstos en el art. 80, LCT en
la medida que, por un lado, consideró improcedente la condena a la entrega de parte
del deudor solidario teniendo en cuenta que se trata de una obligación intuitu
personae a cargo del empleador, pero por otro, si entendió procedente la condena
solidaria en cuanto a la multa consagrada por la ley 25.345.
6. Operatividad de la solidaridad
Cabe reiterar que conforme lo regula la norma en estudio, la responsabilidad
solidaria se torna operativa cuando el contratista no da adecuado cumplimiento a las
normas relativas al trabajo, a los organismos de seguridad social o a los
requisitos exigidos por el art. 17, ley 25.013. Al contrario, si se acredita el
cumplimiento del control exigido y lo prescripto en el párr. 1º del art. 30, LCT,
no existe responsabilidad solidaria del principal.
Aun cuando pareciera que el artículo —salvo en lo atinente a la industria de la
construcción— no habría cambiado sustancialmente el art. 30, LCT, lo cierto es que
el párr. 4º del art. 30, al reemplazar la expresión "en todos los casos" por
"el incumplimiento de alguno de los requisitos", modifica estructuralmente el sistema
de responsabilidad solidaria de los contratantes articulado a partir de la ley 20.744.
Con anterioridad, la responsabilidad surgía por el simple hecho de la contratación;
en cambio, ahora solo se responde solidariamente ante la inobservancia de alguno de
los requisitos contemplados en el artículo.
Por ejemplo, si el contratista no paga las remuneraciones o las paga pero no
otorga recibos, ese incumplimiento torna solidaria la responsabilidad del principal; del
mismo modo que si otorga recibos consignando menos de lo que efectivamente paga
(parte de esa remuneración se paga en negro).
Por el contrario, no se aplicaría la responsabilidad solidaria en caso de que el
contratista despida con causa al trabajador, porque no habría incumplimiento de este.
En cambio, si el trabajador se considera despedido invocando falta de pago de
salarios, de acreditar tal causal sería solidariamente responsable el principal por
el incumplimiento del contratista.
De todos modos, se debe recordar que al no detentar el cedente carácter de
deudor principal, ya que los trabajadores contratados por el contratista son
dependientes de este, solo en caso de incumplimiento por el contratista de las
obligaciones respecto de sus dependientes surge la responsabilidad solidaria. Por
349
tanto, se trata simplemente de proteger el crédito del trabajador, ya que el principal
tiene expedita la vía judicial para accionar contra el contratista.
Sin embargo, estimo que en este sentido la reforma ha resultado inconveniente,
porque al liberar al contratante de responder por las obligaciones laborales de sus
contratistas con solo observar determinadas exigencias formales, alienta nuevamente
la utilización de estas figuras con fines evasores, a la vez que suprime la protección
con la que contaban los trabajadores frente a la posible insolvencia del contratista.
Tampoco existe uniformidad de criterios en cuanto a las condiciones de
operatividad de la sanción del art. 30, LCT, es decir, si la obligación que se le impone
al principal o cedente es de medios o de resultado.
En tal sentido, Etala resume la opinión de los autores, al sostener que se pueden
diferenciar tres posturas:
1) Interpretación amplia: conforme este criterio, la responsabilidad emergente de la
ley deriva de una obligación de resultado y no de medios, por lo que el empresario
principal no podría eludirla acreditando haber dirigido al contratista o subcontratista
alguna exhortación formal en tal sentido o supervisado sus libros.
2) Interpretación restrictiva: para esta tesis, el deber de exigir impuesto por la ley al
empresario principal es una obligación de medios o de actividad en las que la
diligencia opera como criterio para valorar la exactitud del cumplimiento. Por medio
del criterio de la diligencia se determina en el caso concreto cuál es el
comportamiento debido por el deudor.
3) Tesis intermedia: comparte básicamente los fundamentos expuestos por la tesis
restrictiva pero entiende que la obligación del empresario principal no se detiene
simplemente en el "deber de exigir" a sus contratistas y subcontratistas el adecuado
cumplimiento de las normas del trabajo y de la seguridad social, sino que ha de
observarse su comportamiento posterior. Conforme a esta postura si el empresario
principal ha verificado el incumplimiento por parte de cesionarios, contratista o
subcontratistas de sus obligaciones laborales y de seguridad social respecto del
personal, debe poner en movimiento los mecanismos previstos contractualmente
destinados a rescindir el contrato celebrado porque, de otro modo, su conducta
omisiva ha de interpretarse como la asunción de los riesgos del incumplimiento de su
contratista o subcontratista y por consiguiente, se hará pasible de la responsabilidad
legal solidaria consecuente(4).
7. Industria de la construcción
En la industria de la construcción, el art. 32, ley 22.250, establece como obligación
del empresario principal exigirle al contratista su inscripción en el registro y avisar
el inicio de la obra; la sola omisión de ese registro lo torna solidariamente responsable
por los incumplimientos del contratista respecto del personal ocupado en la obra.
350
Al respecto coexisten dos líneas de interpretación: una posición rígida que
establece que por la mera falta de inscripción en el registro —aunque diera
cumplimiento a los demás recaudos— el principal es solidariamente responsable; y
una postura amplia que sostiene que el principal, acreditando simplemente que el
contratista o subcontratista (el que realiza el trabajo con sus trabajadores)
está inscripto, queda liberado de la responsabilidad solidaria.
La reforma hace extensiva esta última interpretación para el régimen de la
construcción y agrega una obligación adicional que es la de controlar la existencia de
dichas registraciones. Esto tiene la intención de proteger a los trabajadores, los cuales
en los últimos tiempos han padecido una gran cantidad de accidentes de trabajo y no
cuentan con cobertura legal, en virtud de la gran cantidad de empleo no registrado en
esa actividad y a las innumerables contrataciones precarias.
Haciendo una interpretación literal del último párrafo del art. 17, ley 25.013, se
podría concluir que la reforma es aún más profunda, por cuanto se evitaría la
limitación de la responsabilidad contenida en el art. 32, ley 22.250, al resultar
aplicables todas las disposiciones del art. 30 y no solo las modificaciones del art. 17.
Sin embargo, ello ha motivado diversos criterios en la jurisprudencia partiendo en
primer lugar de lo dispuesto por el fallo plenario de la CNTrab., nro. 265 dictado en
los autos "Medina, Santiago c. Nicolás y Enrique Hernán Flamingo SA" en el que se
estableció que El art. 30 de la LCT (t.o.), no es aplicable a una relación regida por
la ley 22.250.
Con respecto al plenario la jurisprudencia ha dicho que aunque la
modificación introducida por la ley 25.013 parecería contraponerse a ese criterio, si se
lee detenidamente el último párrafo incorporado al art. 30, LCT podrá advertirse que
no existe tal contradicción con los términos de la doctrina plenaria ya que, según el
párrafo mencionado, las disposiciones insertas en el citado art. 30, LCT"...resultan
aplicables al régimen de solidaridad específico previsto en el art. 32 de la ley 22.250",
que no es lo mismo que decir que resultan aplicables a los contratos regidos por el
régimen estatutario.
La cuestión tiene importancia porque el art. 30 exige que exista coincidencia entre
la actividad de la contratista y la normal y específica propia del establecimiento del
contratante principal, en tanto que el art. 32 de la ley 22.250 solo prevé la posibilidad
de extender solidariamente la responsabilidad contemplada en la norma a los
empresarios, propietarios y profesionales cuando estos se desempeñen como
constructores de obra, de manera que en el esquema previsto por el art. 32 de la ley
22.250 —dentro de cuyo marco específico de regulación pueden considerarse
aplicables las disposiciones del art. 30, LCT— solo es posible extender la
responsabilidad en forma solidaria al contratante principal, en la medida que este
despliegue una actividad comprendida en el ámbito de la industria de la construcción
(sala 2ª, 30/4/2009, "Martínez, Julio César c. EDELAP SA y otro").
A partir de allí se ha dispuesto que el régimen de responsabilidad vicaria del art.
30, LCT no es aplicable en forma directa a obligaciones nacidas del empleo en el
351
marco del estatuto de la ley 22.250, requiriéndose como condición previa que resulte
viable la solidaridad de acuerdo con el art. 32 de este régimen legal particular.
En sentido contrario a la vigencia del plenario 265 se ha dicho que con la
modificación que al art. 30 de la LCTintrodujo el art. 17 de la ley 25.013 al establecer
que "Las disposiciones insertas en este artículo resultan aplicables al régimen de
solidaridad específico previsto en el art. 32 de la ley 22.250", ha perdido vigencia la
doctrina plenaria sentada in re "Medina, Santiago c. Nicolás y Enrique Hernán
Flamingo SA" del 27/12/1988 (plenario 265 CNTrab.), por lo que ya no basta con que
se trate de una empresa subcontratista debidamente inscripta en el IERIC,
para eximirla de la responsabilidad que se le atribuye en el marco del supuesto de
solidaridad previsto en el art. 32 de la ley 22.250, al que le resultan aplicables las
directrices del art. 30 de la LCT (sala 2ª, 26/8/2010, "Ovando, Abel c. Servicios
Petroleros Argentinos SA y otro s/ley 22.250", del voto de Graciela A. González).
La ley 25.345 (BO del 17/11/2000) establece en el cap. IV un régimen especial
para la determinación y percepción de los aportes y contribuciones con destino al
Sistema Único de la Seguridad Social para las pequeñas y medianas empresas
constructoras que efectúen respecto de su personal en relación de dependencia. Este
tema se desarrolla en el capítulo "Régimen de las pequeñas y medianas empresas".
V. ART. 31, LCT. EMPRESAS RELACIONADAS Y SUBORDINADAS.
SOLIDARIDAD
1. Empresas relacionadas y subordinadas
La LCT, en el art. 31, hace referencia a la solidaridad entre empresas
subordinadas o relacionadas que constituyan un conjunto económico de carácter
permanente en caso de haber mediado maniobras fraudulentas o conducción
temeraria.
El mencionado artículo expresa que "siempre que una o más empresas, aunque
tuviesen cada una de ellas personalidad jurídica propia, estuviesen bajo la dirección,
control, administración de otras o de tal modo relacionadas que constituyan un
conjunto económico de carácter permanente, serán a los fines de las obligaciones
contraídas por cada una de ellas con sus trabajadores y con los organismos de
seguridad social, solidariamente responsables cuando hayan mediado maniobras
fraudulentas o conducción temeraria".
Para una cabal comprensión del artículo es preciso determinar algunas cuestiones.
1.1. Empresa, empresario y la personalidad jurídica
352
La primera cuestión a dilucidar es el alcance que el legislador ha querido otorgar al
término "empresa" ya que la norma del art. 31, LCT regula las relaciones entre
empresas, "aunque tuviesen cada una de ellas personalidad jurídica propia" y
precisamente la empresa carece de personalidad jurídica propia.
El que si posee personalidad jurídica propia es el empresario, al que el art.
5º, LCT define como aquel que dirige la empresa por sí, o por medio de otras
personas, y con el cual se relacionan jerárquicamente los trabajadores, cualquiera sea
la participación que las leyes asignen a estos en la gestión y dirección de la
"empresa". A partir de lo expuesto, parte de la doctrina entiende que la redacción del
actual art. 31 no hace más que reflejar el equívoco del legislador al asimilar la
empresa con la sociedad.
En sentido contrario y asumiendo una postura amplia, autores como Vázquez
Vialard señalan que el término "empresa" alude al empresario, sea este persona física
o jurídica, es decir, sea una sociedad o no.
1.2. Tipos de relación empresaria
Tal como surge del texto del artículo en análisis, la responsabilidad solidaria recae
sobre dos formas de conexión entre empresas: el control societario y el conjunto
económico.
— Control societario: tratando de las formas de agrupamiento de empresas, la
doctrina argentina ha señalado como el elemento unificador del grupo, al "control" que
puede ser definido como la peculiar situación en virtud de la cual un sujeto está en
condición de dirigir con su voluntad la actividad económica de otro sujeto.
De acuerdo con lo normado por el art. 33, LGS se consideran sociedades
controladas a aquellas en que otra sociedad, en forma directa o por intermedio de otra
sociedad a su vez controlada, posea participación, por cualquier título, que otorgue los
votos necesarios para formar la voluntad social en las reuniones sociales o asambleas
ordinarias o ejerza una influencia dominante como consecuencia de acciones, cuotas
partes de interés poseídas, o por especiales vínculos existentes entre las sociedades.
— Conjunto económico: el conjunto económico, también denominado grupo de
sociedades o grupo económico, aparece como una relación empresaria distinta al
caso anterior ya que aquí resulta difícil determinar la existencia de sujetos con
personalidad jurídica diferente e independiente entre sí, debido al uso común de los
medios personales, materiales e inmateriales.
En este caso, los sujetos utilizan los mismos bienes a los fines de llevar a cabo su
finalidad económica y existe superposición patrimonial y confusión en cuanto a la
titularidad de los mismos.
Se discute en doctrina cuál es el elemento que determina la existencia del grupo
económico.
353
Para algunos autores el elemento o factor a tener en cuenta es la tenencia de
capital mientras que para otros debe asumirse una postura más amplia y tomar en
consideración otras circunstancias como ser, la unidad de dirección de los negocios o
el reparto de utilidades entre los mismos titulares.
Otros autores sostienen que lo importante es la dirección efectiva del
negocio, aunque no por ello, debe dejar de darse preeminencia a la realidad
económica por sobre las formas o estructuras jurídicas adoptadas, considerando que
el instituto persigue como finalidad el evitar el fraude.
En el derecho fiscal y con el fin de impedir la evasión impositiva, se considera al
conjunto económico como el integrado por aquellas entidades, sociedades o personas
que pudiendo considerarse jurídicamente independientes, mantienen estrechos lazos
de unión en cuanto a sus capitales, dirección y distribución de utilidades que permite
tratarlas como un solo sujeto pasivo del tributo.
En derecho concursal también ha sido tratado el tema y se ha desarrollado la
teoría de la "unidad patrimonial" que involucra a grupos de personas físicas o jurídicas
con intereses y dirección comunes.
El concepto de "unidad patrimonial" fue delineado por la Corte Suprema en el caso
"Compañía Swift de La Plata SA s/quiebra" (4/9/1973) como "la apariencia de formas
jurídicas que asumen distintas fracciones del mismo grupo, estructuralmente
unificadas" con el efecto de considerar en "función patrimonial los bienes en cabeza
de los otros titulares aparentes" y con fundamento en la doctrina de la "verdad jurídica
objetiva" del mismo Tribunal Supremo. Agrega que la unidad socioeconómica con la
fallida se produce en razón de no poder ser distinguidos los bienes, en razón de
hallarse confundidos los patrimonios razón por la cual extiende los efectos de la
quiebra de Swift SAF a Deltec International Limited.
1.3. La regulación del control y el conjunto económico en la LCT
— El control en la LCT: el art. 31, LCT en su primera parte refiere a la existencia
de dirección, control o administración lo que ha llevado a la doctrina a intentar
delimitar la amplitud de situaciones que pueden quedar comprendidas dentro de la
amplia terminología utilizada por el legislador.
Para Martorell el legislador ha optado por conceptualizar la idea de subordinación
llevándolo a un plano más amplio de lo que podría implicar la idea de control
accionario. Otros autores distinguen los conceptos de dirección, control y
administración expresando que el primero de ellos refiere a la organización del
negocio, el segundo a las alternativas de hecho y de derecho y el tercero comprende
funciones intrasocietarias que no pueden llevarse a cabo por empresas.
Justo López señala que de lo expresado por el art. 31, LCT puede inferirse que la
norma refiere al control interno pero que ello no puede implicar descartar que también
regule el control externo. Para Vázquez Vialard lo definitorio es el control de la
dirección ya que la administración está sujeta a aquel, y expresa que este puede
354
ser interno o externo. Para este autor, lo que define la existencia de control es
que exista una efectiva subordinación económica en virtud de la cual la empresa
subordinada pierda su independencia para desenvolverse como ente con capacidad
propia.
Hierrezuelo y Núñez expresan que por la forma en que se encuentra redactado el
art. 31 no es posible distinguir si se refiere a control interno o externo, razón por la que
entienden, se aplica a ambos supuestos. Estos autores destacan como imprescindible
la presencia de dos sujetos: el controlante y el controlado y entienden que la norma
del art. 31, LCT no resulta aplicable cuando estamos frente a una empresa
perteneciente a una sociedad comercial dominada por una persona individual porque
en ese supuesto no hay sujeción sino identidad y fraude a la ley a partir de la creación
de una pantalla para violar la ley.
— El conjunto económico en la LCT: en este caso, resulta aplicable el art. 31 en
tanto el trabajador preste servicios para alguno de los integrantes del grupo ya que si
lo hace para todos estamos frente a un empleador plural o complejo y se aplica el art.
26, LCT. En tal sentido, se diferencia el empleador complejo del conjunto económico
en que en el primero de los casos no existen lazos de dependencia ni sometimiento a
un mismo centro de dirección.
La doctrina señala como elementos o caracteres del conjunto económico a la
unidad de domicilio patrimonial de la empresa, la utilización en común de
implementos industriales, identidad de organización administrativa o comercial o en
la integración de los directores o mandatarios de las empresas referidas, utilización de
locales comunes, entre otros.
La Corte Suprema en los autos "Pellegrino, Jorge Eugenio c. High Band SA y
otros" (23/11/1995), admitió el recurso extraordinario federal interpuesto por la
codemandada High Band SA e invalidó lo resuelto por la sala 3ª de la Cámara
Nacional de Apelaciones del Trabajo en cuanto modificó parcialmente el fallo de
primera instancia e hizo extensiva la condena a la recurrente en cuanto al pago de
salarios e indemnizaciones motivadas en la ruptura de la relación laboral invocada por
el demandante.
Para así decidir, la sala 3ª de la Cámara encontró configurado en el caso un "grupo
económico" en los términos del art. 31 de la LCT. En tal sentido, sostuvo la sala que
High Band SA resultaba solidariamente responsable pues "continuó" la explotación de
la restante codemandada —Videco SA—, utilizando la documentación de esta última,
haciéndose cargo de sus deudas e incorporando a su personal.
Por su parte, la Corte Suprema de Justicia de la Nación consideró que tal
circunstancia, amén de la posibilidad de encontrar su causa en los términos del
convenio firmado entre ambas empresas, no resultaba por sí sola concluyente para
acreditar una relación de carácter permanente en los términos exigidos por el art. 31
de la LCT.
355
Asimismo, consideró que tampoco lo resultaba el paso de empleados de Videco
SA a High Band SA, ni la utilización por parte de esta última de documentación
perteneciente a la primera; sobre todo atendiendo tanto al número de dependientes de
Videco SA que se vinculó laboralmente con High Band SA —cuatro trabajadores—,
frente a los que permanecieron en aquella, como al breve período durante el cual se
habría producido la sostenida utilización de documentos
El Alto Tribunal señaló que las deficiencias apuntadas adquieren singular gravedad
en la medida de que si bien incumbe a los magistrados de la causa la función de
apreciar la configuración de la hipótesis contemplada en el art. 31 de la LCT según su
prudente juicio, ello exige una muy cuidadosa ponderación de los presupuestos
fácticos establecidos en la norma.
1.4. El carácter permanente
Tal como ya fuera expuesto, el actual art. 31, a diferencia de lo que establecía el
original art. 33, ley 20.744, no se refiere a los grupos de carácter accidental, sino solo
a los permanentes. El requisito de la permanencia para el grupo económico
fue introducido por la reforma de la ley 21.297 con el fin de excluir de su ámbito de
aplicación a los denominados contratos de colaboración empresaria (p. ej., la unión
transitoria de empresas).
A diferencia del régimen del art. 31, LCT, la norma del art. 33 era evidentemente
protectoria, ya que era suficiente para que existiera solidaridad la sola acreditación de
que se trataba de empresas integrantes de los denominados grupos económicos.
Conforme la regulación actual, en el caso del conjunto económico se exige la
permanencia lo cual ha sido criticado por cierto sector de la doctrina por considerar
que si se supedita la aplicación de la norma a la acreditación de conducción temeraria
o maniobras fraudulentas, deviene innecesaria la distinción entre el carácter
permanente o no del grupo.
En el caso del control empresario no se exige el
permanencia, aunque ella es un rasgo típico del control externo.
requisito
de
la
Esa permanencia que impone el legislador se contrapone, con la mera
provisionalidad de la vinculación de los sujetos involucrados con las denominadas
"uniones transitorias de empresas" (UTE).
Jurisprudencialmente se ha resuelto que las UTE no son sociedades ni sujetos de
derecho, no responden solidariamente por los actos y operaciones que realicen (arts.
377 y 381, ley 19.550), no siéndoles aplicable el art. 31, LCT, toda vez que no son un
conjunto económico de carácter permanente.
Parte de la doctrina entiende que cuando una UTE es empleadora, la relación se
da con los integrantes de ella, quienes responden frente al dependiente en los
términos acordados, por lo que no hay solidaridad entre ellos si no está convenida
356
(art. 381, LSC) y, de omitirse toda estipulación al respecto, responderán en partes
iguales (conf. arts. 690 y 691, Cód. Civil).
Sin embargo, entiendo con Ferreirós e Hierrezuelo que la postura mayoritaria no
se condice con el espíritu de la LCT. En efecto, si la unión transitoria de empresas no
es persona jurídica ni sujeto de derecho, por ende, no puede adquirir derechos ni
contraer obligaciones; es decir, no puede contratar. Ahora bien, la contratación que el
administrador realice se debe entender efectuada en beneficio de todos
los integrantes de la UTE, y al trabajador, en relación de dependencia con cada uno
de ellos. En consecuencia, estamos en presencia de una pluralidad o conjunto de
empleadores, tal como prevé el art. 26 de la LCT, aunque por una omisión se lo limita
solo a las personas físicas.
El punto neurálgico de la cuestión radica en determinar cómo debe responder cada
uno de los empleadores. Para Justo López, aplicando analógicamente el art. 1747 del
Cód. Civil sobre responsabilidad de los socios de las sociedades civiles, deben
responder en partes iguales, ya que la solidaridad no se presume y debe
ser expresada en términos inequívocos o impuestos, también en forma expresa, por la
ley. Este criterio no se condice con el espíritu ni con las previsiones de la LCT (5).
Es cierto que técnicamente no resulta correcto hablar de solidaridad, al no haber
alguna norma que la disponga frente a una pluralidad de empleadores, como lo exige
el art. 701 del Cód. Civil Pero esa norma se torna innecesaria cuando existen otras
que imponen la solidaridad a terceras personas que no revisten el estatus jurídico de
empleador. Si la ley, con el fin de garantizar el crédito del trabajador, impuso que
determinadas personas, pese a no ser empleadoras, debían actuar como garantes de
los derechos del dependiente, al menos el empleador debe responder en esos
mismos términos, esto es, por la totalidad de las obligaciones contraídas por la
pluralidad de sujetos.
De lo contrario, se llegaría al absurdo de que frente a una pluralidad de
empleadores contratistas integrantes de una UTE, estos deberían responder solo por
la parte que le corresponde, mientras que el contratante, que no es empleador,
debería responder en forma solidaria por la totalidad del crédito del trabajador. Dicho
en otros términos, sería el único caso en que una persona que no es empleador,
estaría en peores condiciones de quien lo es, debiendo responder por la totalidad de
la deuda, mientras que cada uno de los empleadores, solo debería hacerlo por la
parte, circunstancia que no resiste el menor análisis(6).
La finalidad del art. 31, LCT, es evitar la evasión de responsabilidades
por intermedio de acciones fraudulentas de las empresas "independientes" (o con
personalidad jurídica propia) que en realidad están ligadas entre sí por las figuras de
control.
1.5. Maniobras fraudulentas y conducción temeraria
Otra de las introducciones formuladas por el art. 31, LCT fue el presupuesto
subjetivo en virtud del cual es necesaria la maniobra fraudulenta o conducción
357
temeraria para que proceda la responsabilidad. A diferencia de la actual redacción, el
art. 33, LCT imponía un tipo de solidaridad que procedía por la mera existencia de
relación interempresarial.
El supuesto de responsabilidad solidaria dispuesto se torna operativo porque
algunas empresas llegan a desdibujar su gestión mediante la introducción de
sociedades o entidades controladas —que responden a una gestión de mando
común— con una administración y patrimonio independiente y las convierte
en invulnerables a las acciones de los acreedores.
Por lo tanto, el fraude laboral es requisito esencial para que se configure la
responsabilidad establecida en el art. 31, LCT, pero no debe probarse el dolo del
empleador o su intención fraudulenta, ya que es suficiente que la conducta del
empresario denote la violación de las normas del derecho del trabajo.
En síntesis, para que se verifique lo previsto en el art. 31, LCT—además de que se
trate de empresas subordinadas o de un conjunto económico de carácter
permanente— y se extienda la responsabilidad deben darse algunos de estos
presupuestos:
— Maniobras fraudulentas: son aquellas conductas o actitudes tendientes a burlar
los derechos del trabajador (por medio de empresas relacionadas o subordinadas,
traspasos, artificios con la finalidad de sustraerse de las obligaciones que impone la
legislación laboral o de la seguridad social).
Se trata de lograr el incumplimiento de las normas imperativas. Por ejemplo,
cuando se haga aparecer al trabajador como empleado de una empresa en la que
efectivamente no presta servicios con la finalidad de evitar la aplicación de un
convenio o para fraccionar su antigüedad. Asimismo, se verifica el presupuesto
cuando se registra la relación laboral en una de las integrantes del grupo que carece
de patrimonio o solvencia para responder frente a eventuales incumplimientos.
— Conducción temeraria: se trata de un manejo de la empresa irresponsable, en el
que por negligencia, imprudencia o dolo se le ocasiona al trabajador un daño. Por
ejemplo, la insolvencia del empleador por maniobras imprudentes, o vaciamiento de
una de las empresas que la integran.
2. La responsabilidad laboral de la Unión Transitoria de Empresas
2.1. Regulación legal
Las uniones transitorias de empresas (UTE), se encuentran reguladas en los arts.
1463 a 1469 del Cód. Civ. y Com. Previo a la reforma, se encontraban reguladas en el
cap. III de la ley 19.550, bajo el título de "Contratos de colaboración empresaria", que
fuera introducido en 1983 por la ley 22.903.
358
El art. 1463 del Cód. Civ. y Com. las define estableciendo que hay contrato de
unión transitoria cuando las partes se reúnen para el desarrollo o ejecución de obras,
servicios o suministros concretos, dentro o fuera de la República; pudiendo desarrollar
o ejecutar las obras y servicios complementarios y accesorios al objeto principal.
Tienen naturaleza contractual y no constituyen sociedades ni son sujetos de derecho.
En materia de responsabilidad, y a diferencia de lo que ocurre con las
agrupaciones de colaboración, donde la misma es ilimitada y solidaria; en la UTE el
art. 1467 del Cód. Civ. y Com., establece que, salvo disposición en contrario del
contrato, no se presume la solidaridad de los miembros por los actos y operaciones
que deban desarrollar o ejecutar, ni por las obligaciones contraídas frente a terceros.
2.2. La falta de personalidad jurídica de las UTE
Uno de los temas que más debate genera es el relativo a la carencia de
personalidad jurídica de las UTE, carencia que ha sido reiteradamente cuestionada
por la doctrina e incluso ha sido dejada de lado por la Corte Suprema al considerar a
las UTE como sujeto de derecho en materia tributaria en los autos "IBM Argentina SA
c. DGI s/Dirección General Impositiva", (4/3/2003).
Para Otaegui, esta declaración no parece compatibilizarse con la existencia de un
fondo común; la concreta posibilidad de distribuir ganancias, que no veda el fin de
lucro; una gestión común; y la affectio societatis. Por su parte, Verón entiende que por
más terminante que sea la expresión utilizada por la norma, la realidad asociacional
puede, sin titubeos, sobrepasar la imperatividad de la norma, y constituirse una
especie de sociedad (llámese como se llame, "anómala", "regular" o "irregular), más
que una suerte de convenio o contrato innominado o circunstancial.
Sin embargo, y aun cuando la mayoría de la doctrina, frente a los claros términos
del art. 377, LSC (actualmente regulado por el Cód. Civ. y Com.), le niega el carácter
de sujeto de derecho a la unión transitoria de empresas, no dudan en asignárselo
cuando se produce una exorbitación de los límites operativos del contrato celebrado, y
en la práctica, actúa como un sujeto distinto de cada uno de los miembros que la
componen.
2.3. Los criterios jurisprudenciales en materia de trabajadores
contratados por las UTE
Tal como lo señalan Ferreirós e Hierrezuelo, hasta no hace mucho tiempo existían
en la jurisprudencia dos posturas con relación a los trabajadores que prestaban
servicios en la agrupación empresaria según fueran contratados por algunos de sus
miembros o por el representante de las UTE.
La primera de ellas sostenía que los integrantes de una UTE no tenían
responsabilidad alguna respecto de las obligaciones laborales, en la medida en que
los trabajadores hubieran sido contratados por los miembros individualmente
considerados y no por el representante de la agrupación.
359
La segunda, entendía que cuando los dependientes eran contratados por el
representante para realizar tareas de utilidad común, debía responderse solo por el
fondo común operativo y no con el patrimonio individual de cada miembro de la unión,
en atención a la transitoriedad que excluía la aplicación del art. 31 de la LCT y
considerando que la solidaridad de las empresas por las obligaciones contraídas
frente a terceros no se presume.
Sin embargo, también la jurisprudencia se ha expedido estableciendo la obligación
de responder solidariamente por las obligaciones laborales de los trabajadores
contratados por la agrupación empresaria.
PRÁCTICA LABORAL. MODELOS
1. Telegrama del trabajador al deudor solidario en los términos
de los arts. 29 bis, 30 ó 31, LCT, ante incumplimientos
laborales
En su carácter de deudor solidario en los términos del art. [...]
LCT, transcribo telegrama remitido a mi empleador: [...] [transcribir
el texto del telegrama enviado al empleador por reclamo
de incumplimientos laborales].
2. Telegrama del trabajador a la empresa usuaria en los
términos del art. 29, párrs. 1º y 2º, LCT, ante negativa de tareas
por invocación de finalización de contrato eventual
Ante negativa de tareas y en su carácter de empleador en los
términos del art. 29, párrs. 1º y 2º, LCT, toda vez que los servicios
prestados no revisten el carácter de extraordinarios y transitorios,
sino que corresponden al giro normal de su actividad
empresaria, intimo plazo 48 horas aclare situación laboral, bajo
apercibimiento de considerarme despedido por su culpa.
JURISPRUDENCIA
1. Arts. 29 y 29 bis, LCT. Interposición e intermediación.
Solidaridad
360
Si la actora fue contratada por Sanitor SRL (empresa que se dedica
al servicio de limpieza) y esta la derivó a cumplir funciones en la
Clínica Santa Isabel que gira bajo la denominación de CS Salud SA y,
en el caso se acreditó que los servicios eran prestados en el seno de
la clínica y que su personal efectuaba la supervisión correspondiente a
fin de que se cumpliera con el manual de procedimientos de higiene
hospitalaria, corresponde condenar solidariamente a la Clínica Santa
Isabel SA, en los términos del art. 29, LCT, toda vez que ha asumido
el carácter de empleador directo" (sala 6ª, 12/11/2014, "Zalazar,
Liliana Lorena c. Sanitor SRL y otro").
Dada la orfandad probatoria por parte de la codemandadas respecto
a la concurrencia de alguno de los supuestos fácticos que autorizaban
la contratación de personal eventual a través de las empresas
previstas en el art. 29 bis, LCT—necesidad de cubrir necesidades
transitorias y eventuales del personal o realización de
tareas extraordinarias—, sumado a que la duración del vínculo superó
los límites previstos en el art. 72 inc. b) de la ley 24.013, llevan a
concluir que, por aplicación del art. 29, LCT, la accionada que se
benefició con la prestación de los servicios de la trabajadora ostentó la
calidad de empleadora directa, mientras que la otra no fue más que
una mera intermediaria, lo que las torna solidariamente responsables
de las obligaciones emergentes de la relación laboral y de las que
derivan de la seguridad social (sala 6ª, 26/8/2014, "Del Castillo,
Claudio Daniel c. Tiempo Laboral SA y otro").
El caso más común de fraude que se puede enmascarar bajo la
forma de "cooperativas de trabajo" se presenta cuando la única
finalidad del ente consiste en proveer servicios a terceros.
Los interesados recurren a la cooperativa (una suerte de agencia) a fin
de obtener empleo, deben hacerse socios de ella y esta, en tal
carácter, los envía a terceros (clientes) que les asignan trabajo
efectivo. A diferencia de lo que acontece en el derecho civil (en que no
hay acción entre los copartícipes de la simulación ilícita, art.
959 del Cód. Civil) en este caso, sometidas las normas del derecho
común a un examen de compatibilidad con los principios especiales de
derecho de trabajo, tendremos que en virtud del principio protectorio
se impone que se considere irrelevante jurídicamente la voluntad del
trabajador dirigida a la evasión de las normas de derecho laboral de
modo que siempre tendrá acción para poner en claro la simulación
361
ilícita y beneficiarse con la aplicación de dichas normas. En este
sentido la sanción del dec. 2015/1994 consideró al margen de la
naturaleza propia de la institución cooperativa, a toda organización
que se dirija a brindar servicios a terceros a través de la utilización por
parte de estos de la fuerza de trabajo de sus asociados, circunstancia
receptada actualmente en el art. 40 de la ley 25.877 (sala 10ª,
12/2/2015, "Lovrincevich, Walter Gerardo c. Cooperativa de Trabajo
Solucionar Ltda.").
La empresa propietaria del establecimiento donde el actor prestó
tareas como vigilador es responsable en forma solidaria de las
obligaciones derivadas del despido, pues se acreditó que los
mecanismos utilizados por la cooperativa codemandada resultaron un
encubrimiento ilegítimo de la relación laboral real entablada y que la
finalidad de la misma era la de proveer servicios a terceros bajo la
apariencia de supuestos actos cooperativos, cuando en realidad las
labores desplegadas por el trabajador carecían del carácter asociativo
y el aporte de este benefició en definitiva a la firma que recibió su
labor, actuando la cooperativa como una mera intermediaria (sala 9ª,
31/5/2016, "Cerutti, Dino Andrés c. Cooperativa de Trabajo Siempre
Alerta Ltda. y otro").
Acreditado que la trabajadora accionante prestó servicios de
comercialización telefónica de productos bancarios con base en la
capacitación, sistema operativo, bases de datos y demás elementos
proporcionados por el banco demandado, cumpliendo tareas en
forma exclusiva para aquel aunque formalmente figurara como
dependiente de la empresa codemandada, debe concluirse que la
entidad bancaria resultó ser empleador directo y esta última una
simple interposición fraudulenta, que determina la solidaridad de
ambas por las indemnizaciones derivadas del despido indirecto (sala
7ª, 16/5/2016, "Henkel, Carina Brunilda c. BBVA Banco Francés SA y
otro").
Habiéndose comprobado la maniobra dolosa y violatoria de la ley
consistente en ocultar el real empleador, y la participación directa y
personal del de presidente del directorio en su configuración,
corresponde responsabilizar a esta persona física codemandada en su
calidad de administradora de la sociedad empleadora en los términos
de lo normado en los arts. 59 y 274 de la ley 19.550, en la medida que
362
ha ocasionado perjuicios al trabajador afectado por su actuar ilícito
(sala 2ª, 29/4/2016, "García, Jorge Eduardo c. Telmex Argentina SA y
otros").
Debe ser rechazada la demanda por despido, pues, en tanto el
accionante no cumplió con la carga procesal de demostrar que
continuó prestando tareas para los sucesores del causante con
posterioridad a la suscripción de un acuerdo extintivo, ni probó
la existencia de una maniobra fraudulenta por interposición en la
persona del empleador por parte la empresa codemandada a través
de la contratación del causante (sala 10ª, 29/4/2016, "Rotchen, Diego
Alejandro c. Merani, Graciela Alicia y otros").
Es justificado el despido dispuesto por una trabajadora ante la falta
de registración por parte de la empresa distribuidora de energía
eléctrica codemandada, pues que se acreditó que la prestación de la
dependiente consistente en la atención de reclamo de clientes de
dicha empresa fueron tareas no solo coadyuvantes a su giro normal
sino propias de ella y también se probó el desempeño constante del
actor para esta firma en sus oficinas y bajo la supervisión de su
persona, por lo que existió una interposición fraudulenta resultando
aquella la real empleadora (sala 7ª, 29/2/2016, "Blanco, Débora
Adriana c. Empresa Distribuidora y Comercializadora Norte SA
[EDENOR] y otro").
La firma donde el trabajador se desempeñaba como operario y la
empresa de servicios eventuales empleadora, son responsables en los
términos del art. 29 de la LCT por las obligaciones derivadas del
despido, toda vez que no lograron acreditar la existencia de una
necesidad extraordinaria y transitoria que obligara la contratación del
personal bajo esa modalidad, y por el contrario de los dichos de los
testigos se infiere que las tareas desarrolladas por el trabajador eran
propias de empresa usuaria (sala 7ª, 26/2/2016, "Canosa, Hernán Ariel
c. Lodiser SA y otro").
Ambas codemandadas resultan responsables en los términos de los
arts. 14 y 29, primer párrafo, de la LCT por lo que corresponde
considerar como empleadora directa de la actora a la empresa usuaria
y como mera intermediaria a la codemandada, ya que la prueba
testimonial permite concluir que ambas empresas tenían oficinas en el
363
mismo edificio y que la intermediaria proveía servicios a quien fuera
empleadora directa (sala 8ª, 25/2/2016, "Scannadinari, Laura Irene c.
Aceros Zapla SA").
El texto del art. 29 y el art. 29 bis de la LCT (modif. por ley 24.013),
no autorizan en ningún caso a considerar a la usuaria de servicios
prestados por trabajadores contratados por intermedio de terceros
liberada de la responsabilidad que compete a un empleador (ni
siquiera cuando se trate de servicios eventuales y la intermediaria
hubiera sido una agencia autorizada), por ello la usuaria se encuentra
comprendida en la directiva general que emana de esas normas y
debe ser considerada como "empleadora" directa de los servicios del
accionante (sala 2ª, 24/2/2016, "Bonafe, Cristian David c. Cookery
SA").
Si la trabajadora fue contratada por un sujeto para ser proporcionado
a un tercero, quien se valió de sus servicios, cabe concluir que se trata
del supuesto contemplado en el art. 29 de la LCT por lo que ambas
demandadas deben responder, solidariamente, por los créditos a los
que la actora resulte acreedora con origen en dicha relación, en tanto
realizó tareas mencionadas que son propias y habituales de la usuaria
y a instancias de órdenes de su personal, y valiéndose de los bienes
materiales de la misma (sala 1ª, 5/2/2016, "De Gregorio, Vanessa
Paola c. Massalin Particulares SA y otro").
2. Art. 30, LCT. Contratación y subcontratación. Solidaridad
En el ámbito del art. 30, LCT, por actividad normal no debe
entenderse aquella que directamente se vincula al objeto o fin
perseguido por la empresa, sino también aquellas otras que resultan
coadyuvantes y necesarias, de manera que aun cuando puedan ser
consideradas secundarias o accesorias resultan imprescindibles
e integran normalmente la actividad. En tal sentido, las tareas de
limpieza complementan de manera imprescindible las de un
hipermercado que se dedica a la comercialización de mercaderías
diversas, alimentos inclusive, pues hace a la confiabilidad de los
productos que se consumen en un lugar adecuadamente limpio e
higienizado (sala 5ª, 30/10/2013, "González, Carina Elizabeth c.
Vadelux SA y otro").
364
Resulta improcedente condenar solidariamente a la codemandada
Irsa Inversiones y Representaciones SA con sustento en el art. 30,
LCT en tanto su actividad principal estaba constituida para la
realización de negocios inmobiliarios, los cuales son ajenos a la
actividad gastronómica y de eventos sociales y publicitarios que
concretamente desarrollaba la empleadora de la actora (sala 10ª,
1/12/2014, "Carrizo, Nadia Patricia c. Renault Argentina SA y otros").
Los servicios prestados por el trabajador a las órdenes de las
codemandadas y la actividad desplegada por estas para Franquicias
Argentinas SA, con quienes había contratado mediante el
otorgamiento de una franquicia la colocación en el mercado de
empanadas elaboradas según su propio método y sistema bajo el
nombre de fantasía "Solo empanadas", listas y aptas para el consumo,
configuraron la actividad normal y específica de esta última. Tal
comercialización no solo coincide con la actividad principal de la
comitente principal, sino que además se lleva a cabo bajo su poder de
organización y control forma directa, circunstancia que constituye el
presupuesto fáctico ineludible al cual el art. 30, LCT supedita la
viabilidad de la solidaridad que consagra (sala 4ª, 18/2/2014, "Núñez,
Sergio Hernán c. Madejo SA y otros").
Más allá de que el pronunciamiento deba necesariamente
conformarse a la doctrina del fallo de la Corte Suprema, "Gómez,
Susana Gladys c. Golden Chef SA y otro" y por tanto resolver no
atribuir responsabilidad solidaria a la codemandada Lotería Nacional
SE en los términos del art. 30, LCT y si bien en otras ocasiones se ha
señalado que el Estado Nacional se desenvuelve a través de sus
entes públicos estatales en funciones inherentes a su finalidad propia
y excluyente, y no se encuentra comprendido en el marco de las
previsiones allí contenidas, cabe dejar sentado un criterio contrario. Al
resolver en autos "Orrijola, Cintia Lorena c. UTA SA y otro s/despido"
se señaló que el Estado Nacional no actuaba en cumplimiento de una
finalidad inherente a su esencia sino a través de una sociedad
especial (sociedad del estado) con el único fin de organizar y controlar
una actividad comercial que se considera de interés público, así como
también que Lotería Nacional SE, en atención a su tipo societario, no
se hallaba excluido de la aplicación del régimen de contrato de trabajo
(sala 2ª, 25/3/2015, "Nosmor, Rosa Natalia c. National Game SA y
otro").
365
Las tareas que realizaba la trabajadora en el sector contable de la
empleadora relacionada con la venta de bienes y servicios de telefonía
celular, tenía una importante injerencia para que por su intermedio se
lograra el objetivo final que era la prestación de servicios de telefonía
celular y dicho servicio resulta inescindible para cumplir con el objeto
social de la codemandada que es brindar dichos servicios de telefonía
y sus servicios encuadran en la actividad "normal y específica" y
corresponde condenar a ambas demandadas en los términos del art.
30 de la LCT (sala 1ª, 23/3/2016, "Casuscelli, Daniela Patricia c. AMX
Argentina SA").
La coaccionada resulta responsable solidaria en los términos del art.
30 de la LCT ya que la actividad que de comercialización, publicación
y marketing de guías telefónicas no se pudo haber concretado sin la
distribución que resultaba esencial para su fin societario, y por ende
constituyó la actividad normal y específica propia del establecimiento.
La solidaridad que establece el art. 30LCT no constituye una sanción
por fraude, ya que no se presume ninguna clase de conducta
fraudulenta por parte de la contratante, sino que se trata de una simple
función de garantía para el trabajador —que, a diferencia del
contratante, no puede elegir ni controlar la solvencia y cumplimiento de
la ley de los contratados— y que se activa por el mero hecho de que la
contratante no haya sido diligente a la hora de elegir a empresas
formales, cumplidoras de las leyes laborales (sala II, 23/3/2016,
"Melgarejo, Nélida Delisaved c. Moschini, Jorge Néstor y otro").
La condena solidaria en los términos del art. 30 de la ley 20.744
impuesta a una empresa de telecomunicaciones debe confirmarse,
toda vez que las tareas de venta de líneas desarrolladas por el
trabajador resultan inescindibles y coadyuvantes de su objeto
principal. El trabajador deberá accionar contra el contratista, como su
verdadero empleador, y contra el empresario principal, como
responsable solidario; la solidaridad no modifica el vínculo laboral
que existía con el contratista o subcontratista (sala 7ª, 22/3/2016,
"Villagra, Lorena E. c. Total Cell SA y otros").
La empresa telefónica codemandada debe responder en los términos
del art. 30 de la ley 20.744 frente a un trabajador que prestaba
servicios de limpieza en beneficio de aquella y bajo las órdenes de
otra compañía, pues la actividad propia y específica no solo
366
comprende a lo que atañe directamente al objeto o fin perseguido por
la empresa sino también aquellas actividades que resultan
coadyuvantes y necesarias al punto de tornarse imprescindibles (sala
7ª, 14/3/2016, "Contartese, Carmen Karina c. Telefónica de Argentina
SA y otro").
La empresa fabricante de alimentos es responsable en forma
solidaria por las deudas laborales de la empleadora del actor en los
términos del art. 30 de la LCT si la relación empresaria entre las
codemandadas tiene la finalidad exclusiva de posibilitar la concreción
de la actividad específica de aquella, pues no parece inverosímil ni
dudoso sostener que la entrega de los productos fabricados y
comercializados por esta última hace a su fin empresario, ya que su
objeto no es sustentable si se limita exclusivamente a la fabricación de
alimentos, sin incluir el transporte y entrega de ellos (sala 5ª,
30/10/2015, "Acosta, Ariel Leonardo c. Distribuidora Belcor SRL y
otro").
2.1. Art. 30, LCT. Improcedencia
No es posible extender la responsabilidad del art. 30, LCT a la
codemandada Corporación del Mercado Central de Buenos Aires. La
normativa que rige en dicho establecimiento es ajena al ámbito privado
en cuanto se trata de un ente de carácter público que, incluso,
mantiene con sus empleados una relación de empleo público (cfr. ley
17.422 y CCT E 927/2007). Asimismo, tampoco puede concluirse que
dicha corporación efectuó en favor de la empleadora del actor una
delegación de la actividad normal y específica propia del
establecimiento, ya que su función no es la de comercializar frutos y/o
productos alimenticios sino la de "...proyectar, construir y administrar el
mercado central..." (art. 3º de la ley 17.422) lo que permite concluir
que las actividades de ambas demandadas eran ajenas y escindibles.
Si bien no es admisible que el Estado a través de cualquiera de sus
órganos se desinterese en absoluto del cumplimiento de las
obligaciones que pesan en cabeza de sus contratistas, no por ello será
solidariamente responsable (sala 8ª, 20/2/2015, "Mansilla, Luis
Roberto c. Pontotiero, Pascual Antonio y otro").
El suministro o venta de combustibles y lubricantes para su posterior
reventa, no implica ninguna cesión o subcontratación en los términos
367
previstos por el art. 30, LCT, sino que obsta a ello que las bocas
de expendio lleven los colores y la marca de "YPF" o que esta efectúe
el control de calidad de los productos que se venden, porque tales
circunstancias efectivamente emergen del art. 17 del dec. 1212/1989
que estipula que la propietaria de la marca del combustible es quien
responde y garantiza la especificación, calidad y control del producto,
lo que obliga a su identificación, como así al cumplimiento de distintos
tipos de control y supervisión. Las pautas impuestas respecto a la
publicidad, higiene, conservación, vestimenta y atención al público, no
responden más que al tipo de contrato, que lleva ínsito la imagen de la
empresa (YPF). Por lo tanto cabe revocar la sentencia que dispuso
la extensión de la condena a YPF SA en los términos del art. 30, LCT
(Del voto del Dr. Brandolino, en minoría) (sala 10ª, 17/3/2015,
"Francischelli, Sandra Patricia c. I C Ferrarotti y Cía. SA y otro").
Resulta improcedente hacer extensiva la condena a entregar los
certificados previstos en el art. 80LCT al deudor vicario, toda vez que
se trata de una obligación de hacer que recae sobre el sujeto
empleador, calidad que en este caso la codemandada responsable en
los términos del art. 30 de la LCT no revistió (sala 2ª, 23/3/2016,
"Melgarejo, Nélida Delisaved c. Moschini, Jorge Néstor y otro").
La responsabilidad por la confección de las certificaciones del art.
80 de la LCT no se extiende, con fundamento en el art. 30 de esa
norma, a quienes no fueron empleadores del trabajador, pues el deber
patronal reconoce una obligación de hacer, cuyo cumplimiento es
estrictamente personal a cargo de la patronal, sobre la base de sus
libros y registros empresarios (sala 1ª, 26/10/2015, "Rodríguez,
Mariano Alejandro c. Red Multiservicios SA y otro").
2.2. Tareas de vigilancia
Corresponde la condena solidaria a la codemandada IRSA con
sustento en lo normado por el art. 30, LCT puesto que, más allá de los
argumentos que expusiera en cuanto a que su actividad principal
radicaba "en distintos emprendimientos de índole inmobiliaria, como es
la venta y adquisición de distintos inmuebles y/o empresas de
envergadura", lo cierto es que las tareas de vigilancia desempeñadas
por el personal de Seguridad Integral Empresaria SA —entre los que
se encontraba el actor— dentro del centro comercial "Buenos Aires
368
Design" aparecían como necesarias e inescindibles de su actividad
principal, normal y específica, en tanto hacían posible lograr la
finalidad de la empresa, pues se encontraban vinculadas con la
seguridad de las personas que concurrían al establecimiento comercial
(sala 4ª, 27/2/2015 "Cartolano, Nicolás Gonzalo Bernabe c. Seguridad
Integral Empresaria SA y otros").
Las tareas de vigilancia resultan indispensables para la operatoria de
un aeropuerto, en tanto la vigilancia es de indiscutible importancia en
dicho establecimiento. Para analizar la atribución de responsabilidad
prevista en el art. 30, LCT debe tenerse en cuenta no solo el modo en
que se estructura la actividad de la prestataria, sino la índole de la
actividad por la que se reconoce a la usuaria en el mercado. Para que
resulte de aplicación el supuesto atributivo de responsabilidad en
cuestión, es necesario determinar que dentro de la actividad
subcontratada, el trabajador (no ya la actividad) cumple su tarea en
beneficio directo del principal. Esta condición aparece en el cuarto
párrafo del referido art. 30, donde la solidaridad generada por las
condiciones anteriores queda limitada al grupo de beneficiarios
conformado por el "personal que ocuparen en la prestación de dichos
trabajos o servicios" (sala 2ª, 9/2/2015, "Juárez, Juan Ramón c.
Seguridad Argentina SA y otro").
Corresponde la condena solidaria a la codemandada IRSA con
sustento en lo normado por el art. 30, LCT puesto que, más allá de los
argumentos que expusiera en cuanto a que su actividad principal
radicaba "en distintos emprendimientos de índole inmobiliaria, como es
la venta y adquisición de distintos inmuebles y/o empresas de
envergadura", lo cierto es que las tareas de vigilancia desempeñadas
por el personal de Seguridad Integral Empresaria SA —entre los que
se encontraba el actor— dentro del centro comercial "Buenos Aires
Design" aparecían como necesarias e inescindibles de su actividad
principal, normal y específica, en tanto hacían posible lograr la
finalidad de la empresa, pues se encontraban vinculadas con la
seguridad de las personas que concurrían al establecimiento comercial
(sala 4ª, 27/2/2015, "Cartolano, Nicolás Gonzalo Bernabé c. Seguridad
Integral Empresaria SA y otros").
Las tareas de vigilancia resultan propias e imprescindibles de la
actividad comercial de un laboratorio medicinal, consistente en la
369
elaboración y comercialización de productos medicinales, en tanto no
puede negarse que la seguridad resulta hoy en día un elemento de
importancia para el normal funcionamiento de una empresa de tal
magnitud. Es decir, la actividad de seguridad y vigilancia
desempeñada por el demandante, se encuentra integrada al
establecimiento de la codemandada y resulta coadyuvante y necesaria
para que la empresa cumpla con sus fines. De allí que el laboratorio
codemandado deba responder solidariamente en los términos del art.
30, LCT (sala 6ª, 31/8/2015, "Juárez, Ronald Augusto c. Seguridad
Argentina SA y otro).
2.3. Tareas de limpieza
Si la actora fue contratada por Sanitor SRL (empresa que se dedica
al servicio de limpieza) y esta la derivó a cumplir funciones en la
Clínica Santa Isabel que gira bajo la denominación de CS Salud SA y,
en el caso se acreditó que los servicios eran prestados en el seno de
la clínica y que su personal efectuaba la supervisión correspondiente a
fin de que se cumpliera con el manual de procedimientos de higiene
hospitalaria, corresponde condenar solidariamente a la Clínica Santa
Isabel SA, en los términos del art. 29, LCT, toda vez que ha asumido
el carácter de empleador directo" (sala 6ª, 12/11/2014, "Zalazar,
Liliana Lorena c. Sanitor SRL y otro").
Debe juzgarse solidariamente responsable al colegio codemandado
respecto de la actora, pues, las tareas que fueron tercerizadas por
dicha codemandada aparecían como coadyuvantes, complementarias
de su actividad principal, normal y específica, en tanto no puede
sostenerse que un establecimiento educativo pueda funcionar
correctamente si los lugares donde se dictan clases o bien sirven para
el esparcimiento de los alumnos no se higienizan en debida forma. Las
tareas realizadas por la actora constituyeron una actividad inescindible
de la principal, pues resultaban esenciales para el cumplimiento
adecuado de los fines de un establecimiento educacional. Por lo tanto
cabe condenar solidariamente al colegio codemandado en los
términos del art. 30, LCT al pago del monto de condena más intereses
(Del voto de la Dra. Pinto Varela, en mayoría) (sala 4ª, 20/8/2015,
"Marin, Carmen c. Zitto, Rubén Norberto y otros").
370
La limpieza diaria de las instalaciones de un colegio no hace a la
actividad específica del establecimiento ya que es evidente que todas
las oficinas y plantas fabriles las realizan, por ello, no existe
solidaridad en la contratación o subcontratación de dichos trabajos, en
los términos del art. 30, LCT. La tarea de limpieza en un colegio es
normal —como lo es en cualquier otro establecimiento— pero no es
específica y propia de aquel y es perfectamente escindible, por lo que
no procede la responsabilidad solidaria del referido art. 30 (Del voto
del Dr. Guisado, en minoría) (sala 4ª, 28/8/2015, "Marin, Carmen c.
Zitto, Rubén Norberto y otros").
Acreditado que la firma codemandada había contratado los servicios
de limpieza de la empresa empleadora para las instalaciones del peaje
donde el trabajador llevaba a cabo dichas tareas, ambas deben
responder en forma solidaria en los términos del art. 30 de la LCT por
las obligaciones derivadas del despido, toda vez que las referidas
tareas de limpieza complementan a la actividad típica que corresponde
al objeto principal de la primera, pues se trata de un servicio
imprescindible para el normal desempeño, ya que estamos en un caso
de un servicio que implica atención al público en general, y entre las
tareas del dependiente se encontraba el aseo, por ejemplo de los
baños (sala 7ª, 9/6/2016, "Preiti, Cristian Hernán c. Vadelux SA y
otro").
2.4. Empresas telefónicas. Data Entry. Empresas de telefonía
celular
Si bien las accionadas admitieron que tenían objetos diferentes, en
tanto una proveía servicios de Data Entry (Inter - Gabo SRL) y la otra
prestaba servicios financieros (Banco Santander Río SA), no hay
dudas que las tareas desempeñadas por la actora constituyeron parte
de la actividad normal y específica del banco, por cuanto su actividad
financiera —que desarrollaba como su objeto principal—, no hubiese
podido alcanzarse sin la actividad desarrollada por la demandante. En
consecuencia, la utilización de servicios de la actora por parte del
banco para la prestación de labores que le son propias, coadyuvantes
y necesarias para el normal y habitual desarrollo de su actividad
financiera —mediante la interposición de la empresa codemandada
Inter-Grabo SRL—, conduce a considerarlo solidariamente
371
responsable en los términos del art. 30, LCT (sala 5ª, 27/3/2015,
"Cisneros, Juan Manuel c. Banco Santander Río SA y otro").
Las tareas que realizaba la trabajadora en el sector contable de la
empleadora relacionada con la venta de bienes y servicios de telefonía
celular, tenía una importante injerencia para que por su intermedio se
lograra el objetivo final que era la prestación de servicios de telefonía
celular y dicho servicio resulta inescindible para cumplir con el objeto
social de la codemandada que es brindar dichos servicios de telefonía
y sus servicios encuadran en la actividad "normal y específica" y
corresponde condenar a ambas demandadas en los términos del art.
30 de la LCT (sala 1ª, 23/3/2016, "Casuscelli, Daniela Patricia c. AMX
Argentina SA y otro").
La coaccionada resulta responsable solidaria en los términos del art.
30 de la LCT ya que la actividad que de comercialización, publicación
y marketing de guías telefónicas no se pudo haber concretado sin la
distribución que resultaba esencial para su fin societario, y por ende
constituyó la actividad normal y específica propia del establecimiento.
La solidaridad que establece el art. 30LCT no constituye una sanción
por fraude, ya que no se presume ninguna clase de conducta
fraudulenta por parte de la contratante, sino que se trata de una simple
función de garantía para el trabajador —que, a diferencia del
contratante, no puede elegir ni controlar la solvencia y cumplimiento de
la ley de los contratados— y que se activa por el mero hecho de que la
contratante no haya sido diligente a la hora de elegir a empresas
formales, cumplidoras de las leyes laborales (sala 2ª, 23/3/2016,
"Melgarejo, Nélida Delisaved c. Moschini, Jorge Néstor y otro").
Resulta improcedente hacer extensiva la condena a entregar los
certificados previstos en el art. 80LCT al deudor vicario, toda vez que
se trata de una obligación de hacer que recae sobre el sujeto
empleador, calidad que en este caso la codemandada responsable en
los términos del art. 30 de la LCT no revistió (sala 2ª, 23/3/2016,
"Melgarejo, Nélida Delisaved c. Moschini, Jorge Néstor y otro").
La condena solidaria en los términos del art. 30 de la ley 20.744
impuesta a una empresa de telecomunicaciones debe confirmarse,
toda vez que las tareas de venta de líneas desarrolladas por el
trabajador resultan inescindibles y coadyuvantes de su objeto
372
principal. El trabajador deberá accionar contra el contratista, como su
verdadero empleador, y contra el empresario principal, como
responsable solidario; la solidaridad no modifica el vínculo laboral
que existía con el contratista o subcontratista (sala 7ª, 22/3/2016,
"Villagra, Lorena E. c. Total Cell SA y otros").
2.5. Servicios gastronómicos
La empresa automotriz resulta solidariamente responsable por las
deudas laborales de la empresa que prestaba el servicio de comedor
en su planta —art. 30, ley 20.744—, pues, siendo que el servicio de
gastronomía era brindado en forma exclusiva a los empleados que
laboran en esa empresa, las tareas cumplidas por el trabajador se
encontraban integradas en forma normal y permanente con las de la
referida empresa (sala 10ª, 20/8/2015, "Lohuandus, Romina Beatriz c.
Volkswagen Argentina SA").
2.6. Transporte y distribución de mercaderías
El actor trabajaba en la remisería propiedad del codemandado Villar,
quien a su vez lo enviaba a prestar servicios a Met Group para que se
ocupara de trasladar y entregar determinados productos a clientes
Coca Cola —premios/canje—, en el marco de la acción
de marketing pactada entre ambas empresas, con el fin último
de aumentar o mejorar la comercialización (ventas) de los productos
de Coca Cola SA. En tanto dichos servicios se vinculaban de manera
directa y permanente al giro comercial de la codemandada Coca Cola
por consistir en la distribución de premios y canjes a aquellos clientes
de Coca Cola que alcanzaran determinadas metas en las ventas de
los productos elaborados y comercializados por dicha empresa, y dado
que dicho sistema de fidelización y premios era organizado con el fin
de incrementar sus ventas, cabe concluir que existió un contrato de
trabajo dependiente y subordinado por cuyas consecuencias los
demandados resultan solidariamente responsables en los términos de
los arts. 29 y 30, LCT (sala 5ª, 9/3/2015, "Burone, Fabián Hugo c.
Coca Cola Femsa de Bs. As. SA y otro").
Corresponde extender la condena respecto a la codemandada Disco
conforme lo establecido en el art. 30, LCT, en la medida en que las
tareas cumplidas por el actor como repartidor y chofer, haciendo
entrega de mercaderías que los clientes adquirían en el supermercado
373
Disco, coadyuvaron para el eficaz desarrollo de la principal actividad
de la empresa Jumbo. En el caso resulta aplicable el primer párrafo
del referido art. 30, que se refiere a quienes contraten o subcontraten,
cualquiera sea el acto que le de origen, trabajos o servicios
correspondientes a la actividad normal y específica propia del
establecimiento, dentro o fuera de su ámbito, debiendo exigir a sus
contratistas el adecuado cumplimiento de las normas relativas al
trabajo y los organismos de seguridad social (sala 7ª, 20/2/2015,
"Leiva, Carlos Alberto c. Jumbo Retail Argentina SA").
Los servicios contratados por la codemandada relativos a la
reparación de líneas telefónicas pertenecientes a sus clientes,
completan o complementan la finalidad de prestar los servicios de
comunicación y, en consecuencia, hacen al objeto de su actividad
normal y específica, pues en el caso de las empresas de prestación de
servicios de comunicación la reparación y mantenimiento de las líneas
no puede considerarse de modo alguno ajena a la actividad, ya que
forma parte inescindible del servicio público de telecomunicaciones, de
manera que si se ha servido de una tercera empresa para prestarlos
debe responder solidariamente en los términos del art. 30 de
la LCT (sala I, 30/10/2015, "Velázquez, Néstor Hugo c. TCM SRL y
otro").
2.7. Art. 80, LCT. Alcances de la solidaridad
El art. 30 de la ley 20.744extiende la responsabilidad a todas las
obligaciones derivadas del contrato de trabajo y ello incluye el
otorgamiento de los certificados previstos en el art. 80 de la normativa
citada (sala 7ª, 22/3/2016, "Villagra, Lorena E. c. Total Cell SA y
otros").
Es improcedente hacer extensiva la condena a entregar el certificado
de trabajo previsto en el art. 80LCT a la codemandada en los términos
del art. 29 de la LCT, toda vez que se trata de una obligación de hacer
en cabeza del sujeto empleador, calidad que la recurrente no reviste
(sala 2ª, 24/2/2016 "Bonafe, Cristian David c. Cookery SA").
2.8. Doctrina del fallo plenario 309, CNTrab., "Ramírez" (3/2/2006)
En el caso no se encuentra controvertido que ambas empresas se
dedican a la industria de la construcción y que el actor fue contratado
374
por la subcontratista. En tal caso, la circunstancia de que en la especie
se tuviera por desistida la acción contra el empleador directo
resulta indiferente, ya que tal como se expresó en el plenario 309, del
3/2/2006, "Ramírez, María c. Comunicaciones e Insumos SA y otro",
es común que la ley obligue a un tercero a garantizar, frente al
trabajador, el cumplimiento de una obligación que no le incumbe
directamente. El Esquema es semejante al de la fianza solidaria en el
derecho civil y el dependiente puede reclamar sus créditos a
cualquiera de los responsables solidarios, en forma conjunta
o indistinta, hasta ser totalmente satisfecho, sin estar obligado a
demandarlos conjuntamente (art. 705, Cód. Civil) (sala 3ª, 27/3/2006,
"Leguizamón, Alberto c. Teyma Abengoa SA y otro").
El hecho de que el sindicato y la obra social ocupasen espacios
físicos dentro del edificio donde funcionaba el sanatorio (segundo y
primer piso, respectivamente) y que hayan cedido a una empresa
prestadora de salud parte de su establecimiento para la explotación de
un sanatorio destinado principalmente a la atención de pacientes de
PAMI y de la propia obra social, configura el primer supuesto de
responsabilidad solidaria contemplado por el art. 30, LCT, es decir,
cesión total o parcial a otros del establecimiento habilitado a su
nombre. La circunstancia de que la empresa prestadora de servicios
de salud, empleadora del actor, no se halle demandada en la causa,
no empece a la extensión de responsabilidad a la obra social con
fundamento en el art. 30, LCT, ya que, en virtud del carácter solidario
de tal responsabilidad, el actor se hallaba habilitado a dirigir su
reclamo exclusivamente contra esta última (arg. arts. 699 y 705, Cód.
Civil), criterio corroborado en el fallo plenario "Ramírez, María Isadora
c. Russo Comunicaciones e Insumos SA y otro", del 3/2/2006 (sala 3ª,
17/3/2006, "Aldrey, Marcos Hernán c. Milenium Salud SA y otros").
2.9. Doctrina de la Corte Suprema
Tal como se sigue de las disidencias formuladas en el precedente
"Rodríguez, Juan Ramón c. Cía. Embotelladora Argentina SA y otro",
es impropio de su cometido jurisdiccional, en el marco del
recurso extraordinario, formular una determinada interpretación del art.
30, LCT, dado el carácter común que esta posee. La vía para obtener
la unificación de la jurisprudencia entre las salas de una Cámara
Nacional es la del recurso de inaplicabilidad de ley (y no
375
la extraordinaria). Cabe entender configurada la "inconveniencia" de
mantener la ratio decidendi de "Rodríguez, Juan Ramón c. Cía.
Embotelladora Argentina SA y otro" (Fallos 316:713) para habilitar
esta instancia y para asentar la exégesis de normas de derecho no
federal, en el caso, el art. 30, LCT (doct. Fallos 183:409, 183:413). La
decisión del a quo, en tanto no se apoya en un criterio propio sobre
la interpretación y los alcances del antedicho precepto, sino que se
reduce a un estricto apego a la doctrina mayoritaria de "Rodríguez,
Juan Ramón c. Cía. Embotelladora Argentina SA y otro", debe ser
dejada sin efecto con el objeto de que la cuestión litigiosa sea
nuevamente resuelta en la plenitud jurisdiccional que le es propia a los
jueces de la causa —del voto de los Dres. Highton de Nolasco, Fayt,
Petracchi, Maqueda y Zaffaroni—.
La interpretación del derecho del trabajo que se hace en el fallo
"Rodríguez, Juan Ramón c. Cía. Embotelladora Argentina SA y otro"
(Fallos 316:713) (consids. 8º a 11), así como la finalidad de establecer
un quietus en la práctica de los tribunales correspondientes (consid.
7º), carecen de toda fuerza normativa, por un doble orden de razones:
porque no versan específicamente sobre derecho federal, para cuya
aplicación tiene competencia apelada esta Corte (arts. 116, CN,
14, ley 48 y 6º, ley 4055), y porque no forman parte del fundamento
central o ratio decidendi del pronunciamiento emitido en el caso citado.
(De la disidencia de la Dra. Argibay). No son las intenciones que
abrigan los jueces que suscriben el fallo de la Corte lo que vale como
precedente, sino la regla que sirvió de base a la decisión que
efectivamente se tomó. Por lo expuesto, el alcance del deber que
tienen los demás tribunales de seguir los precedentes de esta Corte,
no sirve como apoyo, en este caso, al argumento sobre la posible
presión moral que la decisión tomada en "Rodríguez, Juan Ramón c.
Cía. Embotelladora Argentina SA y otro" (Fallos 316:713) pueda haber
ejercido sobre los miembros del tribunal a quo, al punto tal de forzarlos
a resolver el caso como lo hicieron. (De la disidencia de la Dra.
Argibay). Al haberse fallado la presente contienda según
la interpretación que los jueces de la causa hicieron de una norma de
derecho no federal, en la que concluyeron que se encontraban
verificadas las circunstancias excluyentes de la responsabilidad de la
codemandada Club River Plate, en los términos del art. 30, LCT, los
agravios de la apelante no habilitan la competencia apelada de esta
Corte en los términos del art. 14 de la ley 48 —de la disidencia de la
376
Dra. Argibay— (CS, 22/12/2009, "Benítez, Horacio c. Plataforma Cero
SA y otros").
En el subcontrato, hay un contrato principal y uno derivado, lo que
permite al acreedor del subcontratista accionar contra el deudor del
contrato principal, dada la coincidencia de objetos y dependencia
unilateral. En cambio, cuando se trata de un contrato que celebra una
parte con otra, la regla es que no hay acción directa de los empleados
de la segunda respecto de la primera, porque se aplica el principio del
efecto relativo. Las múltiples contrataciones que puede realizar una
empresa con terceros, están sujetas a la responsabilidad limitada que
deriva de lo pactado entre ellos y de la circunstancia de que ningún
acuerdo que celebre una de ellas con terceros puede perjudicarla (art.
1195, Cód. Civil) —de la disidencia parcial del ministro Lorenzetti—
(CS, F.1258.XXXIX, 29/5/2007, "Fiorentino, Roxana c. Socialmed SA y
otro").
El art. 30, LCT, contempla supuestos que guardan cierta analogía, y
por ello es necesario interpretar que la contratación en el caso de una
actividad normal y específica debe tener alguna relación con los
supuestos de subcontrato, es decir, con actividades propias que se
delegan con dependencia unilateral. La lógica de esta norma es
evidente, ya que no es posible responsabilizar a un sujeto por deudas
laborales que tengan las empresas que contrate, aunque los bienes o
servicios sean necesarios o coadyuvantes para la actividad que
desempeñe, porque en tal caso habría de responder por las deudas
laborales
de
los
proveedores
de
luz,
teléfono,
aire
acondicionado, informática,
publicidad,
servicios
educativos,
alimentación, vigilancia, gerenciamiento y muchos otros —de la
disidencia parcial del ministro Lorenzetti— (CS, F.1258.XXXIX,
29/5/2007, "Fiorentino, Roxana c. Socialmed SA y otro").
Una interpretación laxa borraría toda frontera entre la delegación
laboral, en la que predomina el control sobre el hacer de la persona
con los vínculos de colaboración gestoria, en los que el
control, aunque existe, es sobre la prestación. La subordinación
jurídica, económica y técnica de la trabajadora se da, en el caso,
respecto del prestador del servicio médico, quien, por otra parte, es el
titular del interés, lo que es claramente diferente de la delegación
gestoria en la que no se da ninguno de esos elementos. Por lo tanto,
377
en los supuestos de contratos con terceros, la solidaridad se produce
cuando se trata de una actividad normal y específica, entendiéndose
por tal aquella inherente al proceso productivo —de la disidencia
parcial del ministro Lorenzetti— (CS, F.1258.XXXIX, 29/5/2007,
"Fiorentino, Roxana c. Socialmed SA y otro").
La interpretación estricta que lleva a la conclusión de que la
prestación de servicios médicos por medio de terceros no es una
actividad normal y específica propia de las obras sociales, condice con
los precedentes de esta Corte, que ha dicho que, para que surja la
solidaridad, debe existir una unidad técnica de ejecución entre la
empresa y su contratista, conforme a la implícita remisión que hace a
la norma en debate al art. 6º del mismo ordenamiento laboral (Fallos
316:713, 1609; 318:366, 1382; 319:1114; 322:440; 323:2552). A ello
cabe añadir que la regulación legal no implica que todo empresario
deba responder por las relaciones laborales que tengan todos aquellos
otros empresarios con quienes establece contratos que hacen a la
cadena de comercialización (ya se trate de bienes o servicios),
máxime frente a la gran variedad de contratos que se generan
actualmente en el seno de las relaciones interempresariales y el vasto
campo comercial de las relaciones que así se manifiestan. Puede
señalarse, a modo de ejemplo, los contratos de concesión,
distribución, franquicia, engineering, fabricación de partes, accesorios,
etc., y su posterior venta, entre muchos otros (Fallos
306:712, 1609) —de la disidencia parcial del ministro Lorenzetti— (CS,
F. 1258 XXXIX, 29/5/2007, "Fiorentino, Roxana c. Socialmed SA y
otro").
La protección del trabajador debe ser armonizada con otros bienes,
valores y principios, como la propiedad, la seguridad jurídica y libertad
de ejercer una industria lícita. En este aspecto, la descentralización de
actividades de la empresa es lícita en el ordenamiento jurídico
argentino y constituye una de las opciones que tienen las empresas
para decidir su organización. En cambio, las empresas no pueden
desnaturalizar esta actividad mediante la utilización de figuras jurídicas
simuladas, fraudulentas, o con una evidente conexidad que lleven a la
frustración de los derechos del trabajador. Tampoco pueden, de
acuerdo con el art. 30 de la LCT, contratar sin controlar en los
términos que fija la ley. En estos casos, los jueces deben procurar la
defensa activa del crédito del trabajador, pero lo que no puede
378
hacerse, porque no se ajusta a la Constitución, es transformar
la excepción en regla y derivar responsabilidades automáticas por la
sola presencia de un contrato con terceros —de la disidencia parcial
del ministro Lorenzetti— (CS, F. 1258 XXXIX, 29/5/2007, "Fiorentino,
Roxana c. Socialmed SA y otro").
2.14. Solidaridad. Alcances. Control
Para la existencia de una verdadera tercerización debe acreditarse la
vinculación comercial entre dos personas jurídicas absolutamente
distintas (un contrato por escrito entre ambas) que determine el
margen de movimiento de cada una de ellas, especificando la
asunción de riesgos por parte de cada persona involucrada en dicha
tercerización. El riesgo es parte esencial del negocio empresario y, por
lo tanto, su ausencia deja de lado la posibilidad de acreditar la
organización empresaria con fines propios, y ajena a la posibilidad de
fraude alguno. No cualquier encargo parcial a un tercero es
necesariamente tercerización, sino que debe tratarse de una fase del
proceso, separable del mismo, y que sea llevado a cabo por otro que
aprovecha para sí los beneficios del trabajo ajeno y afronta, a la vez,
los riesgos de esta gestión como dueño del capital y organizador de
los medios de producción (sala 7ª, 30/9/2010, "Menichino, Andrea
Karina c. Empresa Distribuidora Sur SA y otro").
De la simple lectura del art. 30, LCT, en su actual redacción se
desprende con toda claridad que el segundo párrafo contiene un
agregado que se suma a la responsabilidad prevista ya en el primer
párrafo. No puede ser otro el sentido de las palabras "...deberán exigir
además a sus cesionarios o subcontratistas...". Es decir, que la
codemandada debía exigir el adecuado cumplimiento de las normas
relativas al trabajo y los organismos de la seguridad social, lo que
obviamente incluye el debido registro de la jornada cumplida y el pago
de la remuneración acorde con la jornada efectivamente cumplida.
Además de ello la codemandada debía exigirle a la empleadora las
constancias establecidas en el segundo párrafo del art. 30, LCT. Pero
la responsabilidad solidaria establecida en el cuarto párrafo del artículo
citado corresponde al incumplimiento de cualquiera de los requisitos
previamente mencionados (sala 6ª, 30/7/2009, "Juárez, Nora c. Data
online SRL y otro").
379
La obligación de control que se establece en la hipótesis de
tercerización establecida en el art. 30, LCT, descarta toda posibilidad
de ajenidad del cesionario respecto de las obligaciones laborales y de
la seguridad social contraídas por el subcontratista, por lo que mal
puede invocar su desconocimiento de las condiciones laborales del
actor como eximente de la responsabilidad solidaria dispuesta
en autos (sala 6ª, 28/11/2008, "González Duarte, Victoria c. Garbarino
y otro").
3. Art. 31, LCT. Empresas relacionadas y subordinadas.
Solidaridad
3.1. Conjunto económico. Maniobras fraudulentas
La sociedad empleadora y la empresa con la que formaba un grupo
económico deben responder frente al trabajador en los términos del
art. 31 de la ley 20.744, en tanto se acreditó la esencial vinculación
económica, la unidad de dirección y de administración, el control
administrativo y la existencia de una empresa dominante, como así
también el fraude (sala 4ª, 29/5/2015, "Galbán, Daniel Ricardo c. Sushi
Acassuso SRL y otro").
Ambas codemandadas son responsables en los términos del art. 31
de la LCT dado que se encuentra acreditada la existencia de un
conjunto económico, en tanto desarrollan su explotación en el mismo
establecimiento, y fragmentaron la antigüedad del actor en una
maniobra fraudulenta que consistió en cambiar la titularidad de la
relación laboral de una sociedad a otra (sala 6ª, 30/6/2014, "Ledesma,
Norma del Valle c. Gráfica J.T. SRL y otro").
Las sociedades que confluyeron en la constitución de otra sociedad
que fue la empleadora directa del trabajador, deben responder en
forma solidaria por las obligaciones derivadas de su despido, al estar
acreditado que de ese modo continuaron en forma directa
la explotación de la actividad, lo que resulta suficiente para tener por
acreditada la existencia de dos o más empresas de tal modo
relacionadas que constituyan un conjunto económico de carácter
permanente, aunque cada una de ellas tuviese personalidad jurídica
propia —art. 31, ley 20.744— (sala 7ª, 30/4/2014, "B., C. G. c. Polo
Ralph Lauren SRL y otros").
380
Las empresas demandadas deben responder solidariamente por las
deudas laborales en favor de un trabajador si quedó probada
la existencia de fraude a la ley como utilización de normas de
cobertura, en violación del ordenamiento jurídico in totum, sin que se
requiera ningún otro elemento (del voto de la doctora Ferreirós) (sala
7ª, 30/4/2014, "B., C. G. c. Polo Ralph Lauren SRL y otros").
3.2. Unión transitoria de empresas
La CNTrab., sala 4ª, en autos "Estévez, Rafael A. c. SIBA UTE y
otros", 26/4/2011, consideró que si bien el art. 381, LSC, establece
que, salvo disposición en contrario, no se presume la solidaridad de
las empresas que conforman una UTE por los actos y operaciones que
deban desarrollar o ejecutar ni por las obligaciones contraídas frente a
terceros, este principio general debe dejarse de lado cuando está
demostrado que el trabajador formó parte de los medios personales de
la UTE y los servicios que prestaba estaban encaminados a la
concreción del objeto que determinó ese contrato de colaboración
empresaria.
Ante el caso en que una unión transitoria de empresas
haya exorbitado los términos del contrato y actúe como sujeto de
derecho con autonomía e individualidad diferenciada de cada uno de
sus integrantes, deberá considerarse que se está en presencia de una
sociedad irregular y, en consecuencia, cada uno de los miembros
responderá en forma solidaria e ilimitada por las obligaciones
emergentes del contrato de trabajo (sala 7ª, 23/11/2005, "Vidaurreta,
Fermín y otro c. Alte. Brown SAL - Sita SRL - El Práctico SA - UTE y
otros").
La limitación de la responsabilidad a que alude la Ley de Sociedades
no puede ser oponible a acreedores protegidos como son los
trabajadores, correspondiendo al juez aplicar el derecho al caso
concreto. Uno de los principios rectores del derecho del trabajo es el
principio protectorio, al que se contrapone toda limitación en materia
de solidaridad que puedan pactar los interesados en desmedro de los
derechos de los trabajadores, a quienes le resultará inoponible, sin
perjuicio de las acciones de reembolso que pudieran existir. En
consecuencia, los contratos de colaboración empresaria y las uniones
transitorias de empresas (que no son sociedades ni sujetos de
381
derecho, art. 377, LS) no pueden ser empleadores en los términos del
art. 26, LCT, por lo que sus integrantes responden frente al
dependiente (art. 378, incs. 6º y 8º, LS) solidariamente (sala 10ª,
12/12/2003, "Fitz Maurice, Mario c. Coconor SA UTE y otros").
CAPÍTULO VIII - RESPONSABILIDAD DE SOCIOS, GERENTES Y DIRECTORES .
TRANSFERENCIA Y CESIÓN DEL CONTRATO
I. INTRODUCCIÓN
Un tema trascendente es la posibilidad de extender la responsabilidad en forma
solidaria a personas diferentes de las sociedades comerciales empleadoras
(aunque integrantes de ellas) cuando se verifican reclamos efectuados por
trabajadores que se desempeñaron en forma total o parcialmente irregular.
La particularidad del caso radica en que no existen normas específicas que desde
la LCT regulen o impongan algún tipo de responsabilidad a dichas personas, mucho
menos la solidaridad, lo que llevó a la justicia laboral a dar respuesta a los planteos
formulados por los trabajadores recurriendo a normas comerciales y también civiles.
II. LA PERSONALIDAD JURÍDICA: SU RECONOCIMIENTO EN EL
DERECHO ARGENTINO
Nuestro ordenamiento jurídico ha receptado el reconocimiento de la personalidad
jurídica de los entes colectivos tanto en la Constitución Nacional como en el Cód. Civil
(actual Cód. Civ. y Com.), la Ley de Sociedades Comerciales 19.550 (actualmente
denominada Ley General de Sociedades), la Ley de Fundaciones 19.836, las leyes de
creación de entes autárquicos, entre otros.
III. INCUMPLIMIENTOS LABORALES DE PARTE DE SOCIEDADES
COMERCIALES
382
Cuando el legislador admite la existencia de personas jurídicas está permitiendo
que las personas físicas que la integran realicen actividades económicas bajo la forma
de un patrimonio de afectación —capital societario— sin correr, en forma personal,
mayores riesgos patrimoniales. Como contrapartida, explica Pose, se les impone una
mayor responsabilidad social en el cumplimiento de sus obligaciones frente a terceros.
No resulta intención del legislador la aceptación de figuras societarias que conduzcan
al fraude o a la burla de los derechos patrimoniales de terceros(7).
Partiendo de esta premisa y frente a la constatación y aparente falta de control de
los incumplimientos registrales de índole laboral cometidos por sociedades
comerciales, cuya estructura jurídica limita la responsabilidad de quienes las
componen —en particular sociedad anónima y de responsabilidad limitada— la justicia
del trabajo de la Nación comenzó a extender la responsabilidad a socios, directores o
administradores, no solo en supuestos de infracapitalización del ente ideal, sino en
todos los casos de incumplimientos a la normativa atinente al registro de un contrato
de trabajo.
1. La respuesta de la justicia del trabajo de la Nación: orígenes,
evolución y posturas
Frente a la falta total o parcial de registro de un contrato de trabajo en aquellos
casos en que la empleadora es una sociedad comercial, y ante la inexistencia de
normativa laboral específica, la Justicia del Trabajo de la Nación inició el camino
recurriendo a normativa comercial y también civil, para resolver en forma favorable a
los pedidos de extensión de responsabilidad a socios, directores y gerentes.
Si bien esta línea de pensamiento generó una rápida expansión, no tardaron en
dispararse reacciones doctrinarias y jurisprudenciales opuestas, no solo en lo
referente a aceptar la posibilidad de correr el velo societario o extender la
responsabilidad del ente a ciertas personas físicas sino, además, en cuanto a los
requisitos de procedencia de dicha extensión y sus efectos.
Dada la evolución jurisprudencial operada hasta nuestros días, es posible
sistematizar las posturas vigentes de la siguiente forma:
— Responsabilidad de todos los socios por la ruptura de la cáscara societaria: art.
54, LGS;
— Responsabilidad del director o directores de la SA o del socio o socios gerentes
de la SRL por violación a los deberes del "buen hombre de negocios" y en función del
juego armónico de los arts. 59, 157 y 274, LGS.
2. Corrimiento del velo societario. Art. 54, LGS
383
El art. 54, ley 19.550, en el último párrafo agregado por la ley 22.903, dispone que
"la actuación de la sociedad que encubra la consecución de fines extrasocietarios,
constituya un mero recurso para violar la ley, el orden público o la buena fe o para
frustrar derechos de terceros, se imputará directamente a los socios o a los
controlantes que la hicieron posible, quienes responderán solidaria e ilimitadamente
por los perjuicios causados".
2.1. Posturas favorables a la extensión
En materia laboral la aplicación de la teoría del disregard o corrimiento del velo
societario no es reciente puesto que se utilizó tanto para desestimar a sociedades
constituidas para encubrir un fraude como para responsabilizar a socios y controlantes
de las mismas aunque no se hiciera específica referencia al art. 54, LGS.
En el plano laboral los primeros fallos que se registran refieren especialmente al
fraude y datan de fines de los años sesenta. Uno de los más destacados, dictado por
la sala 1ª el 27/4/1967, en los autos "Mecánica Italiana SRL s/tercería en autos
'Muscolino, Eduardo y otro c. La Pavón SRL'" trataba de una tercería de
dominio interpuesta por una sociedad cuyos socios eran los mismos que los de la
sociedad embargada. La sentencia estableció que la personalidad jurídica de la
tercerista no era oponible, ya que se trataba de una utilización in fraudem legis de la
misma. Luego, en 1973, la sala 2ª adoptó una postura similar en los autos "Aybar
Rubén y otro c. Pizzería Viturro SRL y otros", del 9/5/1973.
Finalmente, con el dictado de la ley 22.903 del año 1983 (sancionada y
promulgada el 9/9/1983 - BO del 15/9/1983), se incorpora legislativamente la figura de
la inoponibilidad de la persona jurídica a través del tercer párrafo del art. 54, LGS.
A partir de allí, más precisamente en el año 1997 y con el dictado por parte de
la sala 3ª del fallo "Delgadillo Linares, Adela c. Shatell SA y otros" (11/4/1997) se abre
un importante camino en la jurisprudencia del trabajo que se inclina por aplicar la
teoría de la penetración o desestimación de la personalidad jurídica —también
denominada de corrimiento de velo societario— para responsabilizar a los socios que
conforman el ente societario en aquellos supuestos donde se verifica la existencia de
contrataciones de trabajadores en violación a la normativa atinente al registro del
contrato de trabajo (sea que se trate de la falta total o parcial de registro),
argumentando que en dichos casos, la figura societaria es utilizada como un recurso
para violar la ley laboral (20.744, 24.013, entre otras), el orden público expresado en
los arts. 7º, 12, 13 y 14, LCT, las garantías constitucionales consagradas en el art. 14
bis, CN y pactos internacionales incorporados por el art. 75 inc. 22 de nuestra Carta
Magna, la buena fe impuesta por el art. 63, LCT, frustrando además, los derechos del
sector pasivo e incurriendo en competencia desleal al abaratar costos respecto de
aquellas empresas que cumplen con la obligación de registro y pago de aportes con
destino a los organismos recaudadores.
En "Delgadillo" la actora percibía parte de su salario por fuera de registro o lo que
comúnmente se denomina "en negro" razón por la que dirige su demanda contra la
sociedad que revestía carácter de empleadora y contra dos personas físicas en su
384
carácter de "...directivos, socios, gerentes, administradores o controlantes de la
misma" persiguiendo el pago de las indemnizaciones por despido incausado y las
multas de la ley 24.013.
En primera instancia se rechaza el pedido de extensión de responsabilidad a las
personas físicas y el Fiscal General del Trabajo emite su dictamen donde expresa que
consideraba pertinente extender la condena a los demandados integrantes de la
sociedad de acuerdo con lo dispuesto por los arts. 54 y 274, LSC (actual LGS) por
entender que "...se habría creado una hipótesis automática de la caída del velo
societario en los supuestos de ilicitud que, como en el caso concreto, excederían el
mero incumplimiento de las obligaciones emergentes del contrato, al relacionarse con
la indebida instrumentación de los importes remuneratorios reales, configurativa de un
arquetípico fraude laboral" (11/2/1997).
Finalmente, la sala 3ª dicta sentencia resolviendo que la conducta asumida por la
empleadora constituye un típico fraude laboral y previsional, que si bien no encubre la
consecución de fines extrasocietarios, perjudica al trabajador, al sector pasivo y a la
comunidad comercial a partir de lo cual considera aplicable el tercer párrafo del art.
54, LSC (actual LGS) y hace extensiva la condena en forma solidaria a los integrantes
de la SA.
2.2. Posturas contrarias a la extensión
En sentido contrario a lo expuesto están quienes sostienen que la aplicación de la
teoría de la inoponibilidad consagrada en el art. 54, LGS debe ser
prudente, excepcional, restrictiva y para casos extremos, aclarando que solo será
aplicable cuando: 1) se verifique la consecución de fines extrasocietarios; 2) se
constate que la sociedad solo es una pantalla o máscara que carece de contenido
operativo real; 3) el ente constituya un mero recurso para frustrar derechos de
terceros, violar la ley, el orden público o la buena fe.
Quienes se enrolan en esta postura expresan que la diferenciación de la
personalidad de la sociedad con respecto a la de sus socios y la limitación de
responsabilidad de los socios y administradores, constituyen pilares fundamentales en
los que se asienta el régimen de las sociedades comerciales cuyo
ataque indiscriminado, genera un clima de inseguridad jurídica, y, por ende, afecta
la inversión y creación genuina de empleo.
Asimismo, fortalecen su postura con apoyo y cita en lo resuelto por la Corte
Suprema de Justicia de la Nación en tres Fallos el primero de ellos dictado en la
causa "Cingiale, María C. y otro c. Polledo Agropecuaria SA y otros" (2/3/2002), donde
si bien el recurso directo fue rechazado en los términos del art. 280, Cód. Proc. Civ. y
Com., por medio de sus votos en disidencia los Dres. Moliné O'Connor y López fijaron
un criterio que posteriormente en otros decisorios la Corte adoptó por mayoría.
El segundo de los fallos es "Carballo, Atilano c. Kammar SA (en liquidación) y
otros" (31/10/2002), donde la mayoría revocó el pronunciamiento emanado de la sala
10ª de la Cámara Nacional de Apelaciones del Trabajo que había hecho extensiva la
385
condena al presidente del directorio de una de las sociedades demandadas aplicando
la norma contenida en el art. 59, Ley de Sociedades. Si bien este pronunciamiento se
refirió a la responsabilidad de un director de una sociedad anónima en los términos
del art. 59, LSC, y no al supuesto previsto en el art. 54 del mismo cuerpo legal,
estableció determinados parámetros para limitar la responsabilidad de los directores
que se utilizan también para delimitar la aplicación de la responsabilidad solidaria en
los términos del art. 54, LSC.
El tercero, de fecha 3/4/2003, es "Palomeque, Aldo R. c. Benemeth SA y otro", en
el que se dejó sin efecto la sentencia dictada por la sala 10ª de la Cámara Nacional de
Apelaciones del Trabajo, que había condenado a los socios con fundamento en el art.
54, in fine, LSC en el entendimiento que, el simple incumplimiento de obligaciones
laborales no autoriza por sí solo a concluir que la sociedad sea fraudulenta o ficticia,
constituida para violar la ley o frustrar derechos de terceros.
3. Responsabilidad de administradores, directores y gerentes: arts. 59,
157, 274, LGS
La persona jurídica, para conformar y exteriorizar su voluntad se vale de la acción
de otras personas físicas que han sido designadas por los socios para administrarla o
representarla.
La voluntad de la sociedad comercial es conformada por personas físicas en el
seno del órgano de gobierno. Quien ejecuta la voluntad social de una sociedad
comercial es el órgano de administración, cuya denominación y composición varía de
acuerdo con los distintos tipos sociales previstos en la LGS.
En el caso de la SRL la administración se encuentra a cargo de la gerencia —
individual o plural— y en la SA, representa a la sociedad el presidente del directorio y
administra el directorio que puede estar conformado por uno o más miembros
dependiendo de las especiales características de la sociedad.
Las diferencias entre representación y administración solo se observan con
claridad en la SA para la que el legislador previó la actuación colegiada del directorio
pero quitó la posibilidad de que sus integrantes obliguen a la sociedad frente a
terceros. En ambos tipos societarios resulta irrelevante que la persona física que lleva
a cabo la función de administrador revista calidad de socio o accionista.
Si bien la LGS no establece concretamente las atribuciones del órgano
administrador y solo refiere a la "administración y representación" en el título dedicado
a la SA, se establece que le corresponde a dicho órgano el ejercicio de todas las
acciones necesarias para dirigir, administrar y representar a la sociedad con el fin de
dar cumplimiento al objeto social.
386
3.1. La regulación de la responsabilidad del administrador societario
en la ley 19.550
Tal como fuera expuesto, la responsabilidad de directores, gerentes
administradores, se encuentra regulada por los arts. 59, 157 y 274, LGS.
y
La norma genérica: art. 59, LGS: este artículo sienta la regla o parámetro de
conducta que debe seguir el administrador societario en el desempeño de sus
funciones al disponer que Los administradores y los representantes de la sociedad
deben obrar con lealtad y con la diligencia de un buen hombre de negocios (...).
Con esta norma, el legislador no hace más que exigir al administrador cierto grado
de idoneidad y eficiencia en el desempeño de su función, pleno respeto por el deber
de actuar de buena fe y el desarrollar los negocios de la sociedad con el mismo
cuidado que aplicaría para desarrollar los propios, por la simple razón de que, en
principio, los actos realizados y decisiones tomadas en el seno del órgano son tenidos
como realizados por la sociedad y surten plenos efectos para esta, la obligan,
benefician, perjudican, etc.
La última parte del art. 59, ley 19.550 reza: "...Los que faltaren a sus obligaciones
son responsables, ilimitada y solidariamente, por los daños y perjuicios que resultaren
de su acción u omisión".
Con esto la norma cierra el circuito ya que quienes no cumplan con el parámetro
de conducta fijado y a raíz de ello causen perjuicios, sea que estos ocurran por acción
o por omisión, responderán solidaria e ilimitadamente.
Lo dispuesto en el art. 59 es un parámetro que rige para todos los tipos societarios,
y se completa, en el caso de la actividad de los gerentes, con lo dispuesto en el tercer
y cuarto párrafo del art. 157, el que a su vez remite a las disposiciones relativas a la
responsabilidad de los directores de las SA y de esa forma completa la figura.
3.1.1. Las normas específicas son los arts. 157 y 274, LGS
Dentro de la sección destinada a regular el funcionamiento y la composición de los
órganos de la SRL, el art. 157 regula la responsabilidad del administrador societario y
establece en su parte pertinente que (...) Los gerentes tienen los mismos derechos,
obligaciones, prohibiciones e incompatibilidades que los directores de la sociedad
anónima. No pueden participar por cuenta propia o ajena, en actos que importen
competir con la sociedad, salvo autorización expresa y unánime de los socios. Los
gerentes serán responsables individual o solidariamente, según la organización de la
gerencia y la reglamentación de su funcionamiento establecido en el contrato. Si una
pluralidad de gerentes participó en los mismos hechos generadores de
responsabilidad, el juez puede fijar la parte que a cada uno corresponde en la
reparación de los perjuicios, atendiendo a su actuación personal. Son de aplicación
las disposiciones relativas a la responsabilidad de los directores cuando la gerencia
fuere colegiada (...).
387
Dentro de los capítulos destinados a la regulación de la SA, se encuentran las
restantes normas que posibilitan el análisis de la responsabilidad de directores y
administradores.
En especial el art. 274 dispone que los directores responden ilimitada y
solidariamente hacia la sociedad, los accionistas y los terceros, por el mal desempeño
de su cargo, según el criterio del art. 59, así como por la violación de la ley, el estatuto
o el reglamento y por cualquier otro daño producido por dolo, abuso de facultades o
culpa grave (...).
El párrafo transcripto remite al parámetro de conducta del art. 59, pero también
aclara que el director será responsable: por la violación de la ley, estatuto, reglamento
y por los daños causados por dolo, abuso de facultades o culpa grave, con lo cual, a
simple vista, se amplía el marco de la responsabilidad de los directores de las SA y
por la remisión efectuada por el art. 157, la de los gerentes de la SRL.
Establece además la norma que, de darse alguno de estos supuestos, la
responsabilidad del administrador será solidaria e ilimitada con lo cual lo despoja de
aquel beneficio señalado como distintivo, esto es, la limitación de responsabilidad
patrimonial.
Con la ley 22.903 se agregó al art. 274 el siguiente texto: (...) Sin perjuicio de lo
dispuesto en el párrafo anterior, la imputación de responsabilidad se hará atendiendo
a la actuación individual cuando se hubieren asignado funciones en forma personal de
acuerdo con lo establecido en el estatuto, el reglamento o la decisión asamblearia. La
decisión de la asamblea y la designación de las personas que han de desempeñar las
funciones deben ser inscriptas en el Registro Público de Comercio como requisito
para la aplicación de lo dispuesto en este párrafo.
En cuanto a este último agregado, la doctrina ha dicho que ello no invalida la regla
de la responsabilidad solidaria sino que importa —para el caso en que se hubieran
asignado funciones en forma personal— una presunción de responsabilidad individual
imputable solo al director que asume determinadas tareas.
El último párrafo del art. 274, LGS reza: (...) Queda exento de responsabilidad el
director que participó en la deliberación o resolución o que la conoció, si deja
constancia escrita de su protesta y diera noticia al síndico antes que su
responsabilidad se denuncie al directorio, al síndico, a la asamblea, a la autoridad
competente, o se ejerza la acción judicial.
Nissen opina que este párrafo peca por "manifiesta insuficiencia" en la medida que
contempla la posibilidad de exonerarse de responsabilidad mediante constancia
escrita de protesta y anoticiamiento al síndico cuando la realidad demuestra que,
generalmente, la actuación ilegítima del directorio no deja rastros en los libros
sociales.
la
Si el director o administrador estuvo ausente en la reunión del órgano que resolvió
actuación generadora de responsabilidad, ello tampoco lo exonera de
388
responsabilidad salvo que la decisión haya sido adoptada en forma clandestina,
omitiendo deliberadamente la participación de aquel.
4. Extensión de responsabilidad en el fuero del trabajo a directores,
administradores y gerentes
El primer fallo dictado al respecto fue "Duquelsy, Silvia c. Fuar SA y otro"
(19/2/1998) donde la sala 3ª condenó a la presidenta del directorio de una SA —que
no revestía carácter de socia del ente— por irregularidades registrales en la
contratación de un trabajador, valiéndose para ello de la norma del art. 274, LGS, en
el entendimiento de que, en su carácter de directora, no acreditó su oposición al
actuar societario, ni su protesta o anoticiamiento al síndico, único medio de eximirse
de tal responsabilidad frente a una contratación laboral en fraude a la ley.
No se aplicó "Delgadillo", por cuanto no se había acreditado que la codemandada
fuera socia, pero se estableció que "la presidenta del directorio de la sociedad
comercial, aun no demostrada su calidad de socia, no responde ilimitada y
solidariamente en virtud del art. 54, ley 19.550, pero sí del art. 274 de dicha
normativa".
Del análisis de la jurisprudencia emanada desde entonces, las sentencias que
entienden procedente la extensión de responsabilidad a directores y administradores
parten de considerar los siguientes elementos:
— el incumplimiento legal que motiva el pedido de extensión: la falta total o parcial
de registro del contrato de trabajo, aunque también se verifican algunas sentencias
que entienden procedente la extensión de responsabilidad frente a la retención y falta
de depósito de aportes con destino a los organismos de la Seguridad Social.
— las normas a partir de las cuales debe juzgarse la responsabilidad del director o
gerente: los arts. 59, 157, 274 y 279 y concs., LGS y por entonces, art. 902, Cód. Civil
Luego del dictado de "Duquelsy", fueron delineándose a la vez diferentes posturas
dentro de la misma corriente favorable a la responsabilidad, que difieren entre sí con
relación a los siguientes puntos:
a) En cuanto a los presupuestos que activan la responsabilidad del director o
administrador: una parte de la jurisprudencia entiende que para responsabilizar al
director o gerente hay que analizar su actuación personal y la forma en que este ha
participado para conformar la voluntad del ente que aparece contratando al trabajador,
bajo el parámetro de los presupuestos de la responsabilidad civil.
Para otro sector, procede la condena casi automáticamente por la acreditación de
que cierta persona física reviste la calidad de director o administrador de la sociedad
que incumplió con el registro laboral.
389
b) En cuanto a la figura aplicable una vez decidida la existencia de responsabilidad
del administrador o director: un sector de la jurisprudencia recurre al instituto de la
solidaridad y lo aplica condenando al director o administrador por el total de los rubros
que integran la sentencia, sin efectuar discriminaciones, mientras que otra corriente
sostiene que el administrador solo debe responder por el daño causado limitando la
condena a aquellos rubros que guardan estricta relación de causalidad con su obrar
antijurídico.
5. Extensión de responsabilidad en caso de sociedades extranjeras
Un reciente fallo dictado por la sala 6ª de la CNTrab., en los autos "López, Héctor
Miguel c. El Porteño Apartments Ltda. y otro", del 28/2/2013, confirma la sentencia de
1ª instancia en la que se hizo lugar a la demanda iniciada por un trabajador contra su
empleadora —El Porteño Apartments Ltda.— y contra la persona física que revestía
carácter de director y representante legal a quien se condenó de forma solidaria con el
ente.
En el caso, la nota relevante se encuentra dada por la existencia de una
sociedad extranjera actuando como empleadora y por el análisis efectuado por los
magistrados a la hora de fundar la extensión de responsabilidad de su director.
En tal sentido, y para así decidir, el Tribunal descarta la existencia de la figura de
empleador múltiple en los términos del art. 26, LCT y procede a responsabilizar a la
persona física codemandada basándose, para ello, en la normativa comercial
contenida en la LGS para la regulación de sociedades extranjeras (arts. 118 y concs.,
LGS).
Específicamente el art. 121, LGS dispone que "el representante de sociedad
constituida en el extranjero contrae las mismas responsabilidades que para los
administradores prevé esta ley y, en los supuestos de sociedades de tipos no
reglamentados, las de los directores de sociedades anónimas". Es decir que la norma
remite a lo dispuesto por los arts. 59, 274 y concs., LGS.
En el fallo se destaca que la persona física codemandada reviste calidad de
director general y representante legal de la sociedad extranjera codemandada y,
además, es el representante legal de la sucursal argentina de la misma. A partir de
allí, se pone de resalto que para las autoridades argentinas, es el máximo
responsable de dicha sociedad y se procede a su condena(8).
IV. NOVACIÓN SUBJETIVA DEL CONTRATO DE TRABAJO
Conforme la regulación actual, existe transferencia de establecimiento siempre que
haya un cambio de empleador, es decir, del titular de los poderes jerárquicos a que
390
hacen referencia los arts. 64 a 68, LCT, y de los créditos y deudas relacionados con
su actividad.
El concepto de transferencia del establecimiento regulado en la LCT es complejo,
ya que luego de establecer el principio general en el art. 225, en el sentido de que
puede producirse "por cualquier título", en distintos artículos establece una serie de
ejemplos meramente enunciativos.
En el art. 227 se refiere al arrendamiento o cesión transitoria del establecimiento,
en el art. 228, párr. 3º, menciona al arrendatario, usufructuario y al tenedor a título
precario o por cualquier otro modo; y en su último párrafo hace mención al contrato de
locación de obra, de explotación u otro análogo, cualquiera sea la naturaleza y su
carácter.
Se aprecian entonces, diversos supuestos de transferencia, que a su vez tiene
orígenes diversos, a saber: transferencia mortis causa y por actos entre vivos.
En la transferencia mortis causa debe distinguirse entre la producida como
consecuencia de una sucesión universal de la particular (legado de cuota del legado
particular); y a su vez, la segunda, puede tratarse de una transferencia definitiva o
transitoria.
1. Transferencia mortis causa
El contrato de trabajo es intuitu personae para el trabajador, por lo que su muerte
produce indefectiblemente la extinción del vínculo laboral.
Por el contrario, la muerte del empleador, a diferencia de lo que sucede en caso
del trabajador, solo excepcionalmente produce la extinción del contrato de trabajo, ya
que el deceso no es óbice para la continuidad de la explotación en la persona de sus
sucesores, salvo que la relación de trabajo sea también intuitu personae para el
empleador.
Esto se produce en contadas situaciones, que la ley enumera en forma meramente
enunciativa:
—cuando el desarrollo de la actividad exige la tenencia de una habilitación o
licencia de la autoridad competente que no puede pasar a los herederos (caso de los
farmacéuticos, despachantes de aduana, martilleros, médicos, abogados,
odontólogos, etc.);
—cuando las tareas son de estrecha confianza personal o ligadas exclusivamente
a la persona del empleador que no pueden ser continuadas con los sucesores del
causante (secretario privado, enfermera, entre otros)(9).
391
El fallecimiento del empleador produce que su posición jurídica sea ocupada por
sus sucesores, ello en virtud de la amplitud de redacción del art. 225, LCT,
cuando expresa "en caso de transferencia por cualquier título del establecimiento",
sumada a la expresión "sucesor", que no vuelve a ser reiterada en los artículos
posteriores.
El inconveniente que plantea determinar cuándo se adquiere el status jurídico de
empleador, se resuelve según la normativa civil, que reza que si bien la transmisión
hereditaria se produce en el instante mismo de la muerte del autor de la sucesión,
queda supeditada a la aceptación de la herencia que puede ser expresa o tácita (art.
2293 del Cód. Civ. y Com.), la cual se presume hecha con beneficio de inventario.
Es decir, el beneficio de inventario se concede al heredero para eludir la
responsabilidad personal por el pago de las deudas del causante, respondiendo solo
con los bienes dejados por este, pero no con los propios.
De todos modos, es común que no haya por lo general un solo heredero sino
varios y que casi todos acepten la herencia con beneficio de inventario, por lo que
resulta necesario abrir el sucesorio y designar un administrador que puede realizar
actos conservatorios y de administración, e incluso algunos de disposición
con autorización judicial, pero no a título personal, sino como representante de la
sucesión (arts. 2345 y ss., del Cód. Civ. y Com.).
Dentro de esos actos que puede realizar el heredero designado administrador se
encuentra la continuación de la explotación del establecimiento, pero aun cuando
frente a los trabajadores pareciera actuar como verdadero empleador, en realidad no
es más que un representante de la sucesión.
Cuando se produce la adjudicación al heredero de los bienes de la herencia y la
respuesta es en la partición, se conocerá con certeza el o los herederos que
continuarán con la actividad y que revestirán el status jurídico de empleador, aunque
esa situación se retrotraiga al momento mismo de la muerte; hasta ese instante, tanto
los contratos de trabajo extinguidos antes de la muerte del causante, como después
del deceso pero con anterioridad a la partición, deben dirigir su acción contra la
sucesión y no contra los herederos en forma individual.
La aparente contradicción que pareciera existir entre la normativa laboral en
materia de transferencia, que establecen la solidaridad del sucesor por las
obligaciones contraídas por el causante antes del fallecimiento (conf. art. 228, LCT), y
las normas del Cód. Civ. y Com., que imponen la presunción de la aceptación de la
herencia con beneficio de inventario, desaparece si se entiende que el beneficio
de inventario le permitirá al heredero decidir si continúa o no con la explotación de la
empresa, pero su continuidad importa la automática aplicación de las disposiciones de
la LCT, en materia de transmisión y la obligación de responder por las deudas incluso
anteriores a la muerte del causante.
392
2. Transferencia por actos entre vivos
Se parte del presupuesto de la subsistencia y presencia actual de un
transmitente —cuya voluntad es causa de la transmisión— y de un adquirente.
Comprende un número importante de situaciones, en un intento legal por comprender
la mayor cantidad de posibilidades y evitar intentos de fraude.
La norma se refiere a la transmisión por las siguientes causas: 1) arrendamiento
del establecimiento 2) usufructo; 3) a título precario; 4) por cualquier otro modo; 5)
contrato de locación de obra; 6) contrato de explotación; 7) contrato análogo a los
precitados; 8) cualquier título.
Sin perjuicio de las diferentes posturas existentes respecto del instituto, una amplia
y otra estricta, resulta evidente que la noción de transferencia que contempla la LCT
es sumamente amplia, al no fijar un numerus clausus y utilizar una apreciable
cantidad de expresiones a la hora de contemplar las diversas figuras.
2.1. Transferencia definitiva
A su vez, la transferencia del establecimiento puede ser definitiva o transitoria
según sea que el cedente se desprenda en modo permanente de la unidad productiva
o retome la gestión de ella luego de un determinado plazo.
La más común es la transferencia definitiva, que se produce cuando el cedente
transfiere el establecimiento o la unidad productiva autónoma por algún título
que invariablemente no importe que vuelva a asumir la titularidad de aquel. El ejemplo
clásico es el de la compraventa.
No requiere que la novación se produzca sin solución de continuidad, ya que es
posible que el establecimiento deba permanecer un tiempo cerrado para realizar todas
aquellas refacciones o modificaciones que considere oportunas el nuevo adquirente;
pero sí que exista algún título cualquiera que permita considerar adquirente a quien
continúa con la explotación.
2.2. Transferencia transitoria
El art. 227 de la LCT también prevé la posibilidad de que exista arrendamiento o
cesión transitoria del establecimiento. En estos casos, se transfiere al arrendatario o
cesionario (adquirente) transitorio tanto la relación de trabajo, como la responsabilidad
por las deudas devengadas al tiempo de la transferencia u originadas en la misma,
asimismo, el derecho de los trabajadores de considerarse despedidos si se verifican
los supuestos previstos en el art. 226 de la LCT. A modo de ejemplo, puede citarse
como supuesto de transmisión transitoria a la locación de cosas, comodato, usufructo,
entre otros.
Como consecuencia de la transitoriedad de la cesión, se opera un doble
traspaso: a) del primer empleador cedente al nuevo, que tendrá a su cargo exclusivo
la gestión transitoria de la empresa y; b) terminado el contrato, el reintegro del
393
segundo empleador al cedente originario, de la explotación del establecimiento. En
este caso, el cedente, es solidariamente responsable por las obligaciones emergentes
al momento de la recuperación del establecimiento(10).
Finalmente, el segundo párrafo del art. 227 de la LCT establece que al vencimiento
de los plazos de estos, el propietario del establecimiento, con relación al arrendatario
y en todos los demás casos de cesión transitoria, el cedente, con relación al
cesionario, asumirá las mismas obligaciones del art. 225, cuando recupere el
establecimiento cedido precariamente.
Es decir que, la titularidad del establecimiento y con ella la condición de empleador
no se vuelve a adquirir automáticamente con el vencimiento del plazo, sino con la
recuperación del establecimiento.
3. La novación subjetiva en la LCT
La legislación laboral se ocupa de la transferencia del contrato de trabajo,
conceptualizándola como todos aquellos casos en que en forma transitoria o definitiva
surja un nuevo receptor y director del trabajo, se trate de un particular o del Estado.
Desde el punto de vista doctrinario, la novación puede ser objetiva o subjetiva. La
novación es objetiva cuando los cambios afectan las condiciones de trabajo pactadas
al momento de la celebración del contrato y modifican las prestaciones debidas por
las partes (remuneración, jornada, etcétera).
Por otro lado, existe novación subjetiva del contrato cuando se produce el cambio
del sujeto empleador. La LCT se ocupa de dos casos: 1) la transferencia del
establecimiento o actividad (arts. 225 y 228), en el que cambia la persona física o
jurídica del empleador (con prescindencia de su carácter civil o comercial) y no se
requiere conformidad del "personal transferido" (aunque puede objetar el cambio si
resulta lesivo para sus derechos); y, 2) la "cesión del trabajador" sin transferencia (art.
229), en el cual la modificación afecta al trabajador individualmente, resultando
condición esencial su conformidad.
1) Transferencia del establecimiento o actividad (colectiva): puede manifestarse de
dos formas:
a) como cesión del establecimiento o cesión de la titularidad del "dominio". Puede
ser definitiva o transitoria: en el supuesto del art. 227 se dan dos transferencias
sucesivas (del titular al arrendatario, y vencido el plazo del contrato, de este a aquel);
en el caso del art. 228, párr. 3º como "arrendatario, usufructuario, tenedor a título
precario o por cualquier otro modo", venta, cesión, donación, etcétera;
b) como transferencia de la actividad a la que estuviere afectado el grupo, cesión
del contrato de locación de obra, explotación, concesión u otro análogo, en forma
definitiva o transitoria (art. 228, párr. 5º). En la práctica esto produce no solo la
394
transferencia de las personas que integran el grupo, sino también la del servicio o plan
de trabajo (p. ej., se da en la explotación minera y servicios públicos).
2) Cesión de personal (individual): aquí el cambio de empleador no se produce por
el traspaso del establecimiento, sección, actividad (cesión de locación de
obra, explotación, concesión), sino que es el propio trabajador —con su expresa
conformidad— el que es destinado en forma definitiva o transitoria a otra empresa. Es
habitual en la práctica profesional del fútbol.
En estos casos, la figura del trabajador es imprescindible para la configuración de
la transferencia, porque es de carácter individual y afecta directa y exclusivamente al
trabajador.
Debido a la situación particular generada, la ley extrema los recaudos al regular
este tipo de transferencia y pretende asegurar la conformidad del trabajador en pasar
a depender de otro empleador sin que con él se traslade la unidad técnica productiva
donde prestaba servicios hasta ese momento, ni tampoco sus compañeros de trabajo,
imponiendo dos exigencias (una de fondo y otra de forma): la aceptación del
trabajador y el modo de su instrumentación.
No hay un nuevo contrato; continúa el anterior con cambio de la persona del
empleador y el anterior empleador responde "solidariamente por todas las
obligaciones resultantes de la relación de trabajo cedida" (art. 229, LCT); constituye
un caso de transferencia pura de la relación laboral.
V. TRANSFERENCIA DEL ESTABLECIMIENTO
La transferencia del establecimiento importa una modificación en la figura de la
persona (sea física o jurídica) de quien dirige y organiza la unidad técnica o de
ejecución, cualquiera sea la causa o título por la cual se haya gestado.
Existe transferencia de establecimiento siempre que haya un cambio de
empleador, es decir, del titular de los poderes jerárquicos (empresario, del art. 5º,
segundo párrafo, LCT) a que hacen referencia los arts. 64 a 68, LCT, y de los créditos
y deudas relacionados con la actividad del mismo(11).
La LCT contempla la situación del adquirente o sucesor de un establecimiento en
caso de transferencia y las obligaciones emergentes del contrato de trabajo.
El art. 225 expresa que en caso de transferencia por cualquier título del
establecimiento, pasarán al sucesor o adquirente todas las obligaciones emergentes
del contrato de trabajo que el transmitente tuviera con el trabajador al tiempo de la
transferencia, aun aquellas que se originen con motivo de la misma. El contrato de
trabajo, en tales casos, continúa con el sucesor o adquirente, y el trabajador
conservará la antigüedad adquirida con el transmitente y los derechos que de ella se
deriven.
395
Para que exista transferencia de establecimiento debe haber un cambio de
empleador y de los créditos y deudas relacionados con la actividad del
establecimiento. Deben ser incluidos la venta, la cesión, la donación, la transferencia
mercantil de un fondo de comercio (ley 11.867), el arrendamiento o la cesión
transitoria del establecimiento (art. 227, LCT), el caso del usufructuario o tenedor a
título precario (art. 228, LCT), la sucesión mortis causa, el traspaso mediante
compraventa en subasta pública y la fusión de sociedades (art. 82, ley 19.550).
Resulta claro que el empleador se puede sustituir durante la relación laboral sin
que se extinga el contrato de trabajo, ya que es personalísimo e infungible solo
respecto del trabajador (en caso de muerte no se transmite a los herederos).
La empresa puede sufrir transformaciones —p. ej., ser transferida total o
parcialmente por venta o cesión— y dichos cambios, en principio, no afectan al
trabajador. Si continúa el contrato, conserva todos sus derechos (entre ellos la
antigüedad), resultando nulo todo pacto en contrario fijado entre cedente y adquirente.
En los casos de transferencia del establecimiento, se produce también la
transferencia del contrato de trabajo, lo que significa que pasan al nuevo titular todas
las obligaciones que surgen de los contratos individuales de trabajo vigentes al
momento del cambio de titular. El adquirente debe reconocer al trabajador todos sus
derechos, entre ellos la antigüedad.
No necesariamente la transferencia debe abarcar toda la empresa; podrían ser
transferidas solo algunas sucursales o secciones. Lo que resulta imprescindible es
que la parte de la empresa transferida pueda operar como una unidad técnica
productiva.
La circunstancia de que cambie la titularidad de la empresa no modifica la relación
que el dependiente mantiene con el grupo que integra y, en el caso, no se han visto
modificadas en modo alguno el lugar de trabajo, las modalidades de la prestación, ni
las tareas, horarios, etc., Por lo tanto, cuando el empleado reingresa a prestar
servicios en el mismo establecimiento corresponde adicionar a la antigüedad la
anterior ya devengada, aunque la titularidad del establecimiento haya mutado,
siempre y cuando ello fuere producto de una transferencia por un acto jurídico
negocial entre antecesor y sucesor en la titularidad de la explotación y del
establecimiento (arts. 225 y 228, LCT).
La excepción a esa regla está contenida en el art. 199, ley 24.522, que establece
que en caso de quiebra con continuación de la explotación, el adquirente de la
empresa "no es considerado sucesor del fallido y del concurso respecto de todos los
contratos laborales existentes a la fecha de la transferencia"; en tal caso, todas las
deudas salariales o indemnizatorias de causa u origen anterior a la enajenación
"serán objeto de verificación o pago en el concurso, quedando liberado el adquirente
respecto de los mismos".
En cuanto a las responsabilidades del empleador anterior —transmitente— y del
actual —adquirente—, cabe distinguir lo siguiente:
396
a) Obligaciones existentes al
solidariamente responsables;
momento de la transferencia:
ambos son
Incluso, la jurisprudencia ha dispuesto la solidaridad aún en casos en que la
relación laboral se había extinguido con anterioridad a la transferencia. En tal sentido,
la sala 2ª estableció en los autos "Vargas Raúl Alberto y otros c. Trenes de Buenos
Aires SA" (6/6/2012) que "de acuerdo con lo que surge de lo expuesto por nuestro
más Alto Tribunal en el caso 'Di Tullio', medió transferencia del establecimiento en los
términos de los arts. 225 y concs. de la LCT, pues Trenes de Buenos Aires SA por vía
del proceso de privatización derivado de la ley 23.696 resultó adjudicataria de la
concesión que explota el servicio de transportes en el que prestaban tareas los
demandantes (ex Ferrocarriles Argentinos)".
En virtud de la doctrina sentada en el plenario 289, in re "Baglieri, Osvaldo D. c.
Nemec, Francisco y Cía. SRL y otro" "el adquirente de un establecimiento en las
condiciones previstas en el art. 228, LCT es responsable por las obligaciones del
transmitente derivadas de relaciones laborales extinguidas con anterioridad a la
transmisión". A la luz de esta doctrina plenaria, es indudable que, aunque uno de los
co-actores haya egresado con anterioridad a la fecha en la cual la demandada se hizo
cargo de la concesión, también rige a su respecto la directiva en torno a la
responsabilidad del adquirente o cesionario que emerge del art. 228, LCT.
b) Obligaciones futuras (nacidas con posterioridad a la transmisión): el nuevo
empleador es responsable exclusivo.
Por lo tanto, el nuevo empleador (adquirente) asume en forma solidaria las deudas
anteriores y es deudor exclusivo de las que se generen a partir de la
transferencia (art. 228, LCT). El fundamento radica en proteger al trabajador contra
posibles maniobras fraudulentas, como, por ejemplo, la transmisión del
establecimiento a un adquirente insolvente.
Las obligaciones "existentes a la época de la transmisión" son tanto las
obligaciones exigibles en ese momento como las obligaciones devengadas en favor
del trabajador, aunque no tengan el plazo vencido.
Por ejemplo, si se transfiere el contrato el 30 de septiembre, el SAC devengado
antes de la transferencia, por haber trabajado entre julio y septiembre, no es exigible
en ese momento, pero el adquirente lo tendrá que pagar el 31 de diciembre junto con
el correspondiente a la fracción del semestre en el cual el dependiente trabajó para él.
Es importante destacar que la solidaridad no solo abarca las deudas con los
trabajadores que siguieron trabajando para el adquirente, sino también las deudas de
los dependientes cuyos contratos de trabajo se extinguieron con anterioridad a la
transferencia.
Asimismo, tal como lo expresan Hierrezuelo y Núñez, existe un caso donde el
cedente responde por las deudas contraídas por el cesionario con posterioridad a la
cesión y ello se produce cuando la misma es precaria o transitoria, pero ello al
397
momento de recuperar el establecimiento y de conformidad con lo establecido por el
art. 227 de la LCT.
Este artículo expresamente establece que, al momento de producirse la segunda
transmisión del cesionario al cedente original, pasan a este último todas las
obligaciones que aquel tuviera al momento de la transferencia, que incluyen aquellas
deudas generadas con posterioridad a la primera transmisión. Por lo demás, esto se
encuentra igualmente consagrado en el cuarto párrafo del art. 228 que prevé que la
solidaridad también operará con relación a las obligaciones emergentes del contrato
de trabajo existentes al tiempo de la restitución del establecimiento cuando la
transmisión no estuviere destinada a surtir efectos permanentes y fuese de aplicación
lo dispuesto en la última parte del art. 227.
c) Obligaciones contraídas al momento de la transferencia: si la transferencia
causa un perjuicio grave al trabajador que no consienta la prosecución del vínculo
laboral, puede verse obligado a rescindir el contrato en los términos del art. 226, LCT,
que define en su párr. 1º el principio general que da derecho a rescindir el vínculo
laboral, para luego en el párr. 2º efectuar una enunciación no taxativa.
Así, la primera parte de la norma reza: el trabajador podrá considerar extinguido el
contrato de trabajo si, con motivo de la transferencia del establecimiento, se
le infiriese un perjuicio que, apreciado con el criterio del art. 242, justificare el acto de
denuncia.
En este punto, debe aclararse que las situaciones que justifican la ruptura del
vínculo laboral por parte del trabajador deben ser analizadas con criterio restrictivo,
según se ha admitido uniformemente en doctrina. La pauta para establecer si el
empleado tiene derecho a resolver el contrato con motivo de la transferencia, se
relaciona con la acreditación real, actual o futura pero no solo hipotética, de un daño.
Si bien la reforma introducida por la ley 21.297 al texto primitivo de la LCT suprimió
la expresión "actual o futuro" para referirse a los perjuicios causados al trabajador, ello
en modo alguno obsta a que el trabajador acredite que tal transmisión le ocasionará
un perjuicio real no potencial en el futuro para justificar la rescisión del vínculo
contractual.
En la segunda parte del art. 226, LCT, enumera tres supuestos, que no constituyen
una enunciación exhaustiva de posibilidades en que el trabajador puede colocarse en
situación de despido indirecto.
No obstante, la ejemplificación no es acertada porque solo uno de los tres
supuestos tiene relación directa con la transferencia, dado que los dos primeros no
son consecuencias necesarias de la transmisión sino decisiones del adquirente que
importan una verdadera mutación de las condiciones de trabajo existentes hasta ese
momento o, dicho de otra forma, constituyen casos de novación objetiva.
Las situaciones enumeradas son el cambio de objeto de la explotación, la
alteración de funciones, cargo o empleo y la separación entre diversas secciones,
398
dependencias o sucursales de la empresa, de modo que se derive de ello disminución
de la responsabilidad patrimonial del empleador.
1. Fallo plenario 289, "Baglieri c. Nemec"
La Cámara Nacional de Apelaciones del Trabajo, al dictar el fallo plenario 289, del
8/8/1997 ("Baglieri, Osvaldo D. c. Francisco Nemec y Cía. SRL"), resolvió la
controversia respecto de la aplicación amplia de las normas laborales que fijan la
solidaridad empresaria en lo atinente a los trabajadores cuya relación laboral haya
cesado con anterioridad a la cesión o transferencia del establecimiento y que eran
titulares de obligaciones laborales no abonadas.
Estableció que "el adquirente de un establecimiento en las condiciones previstas
en el art. 228, LCT es responsable por las obligaciones del transmitente derivadas de
relaciones laborales extinguidas con anterioridad a la transmisión".
La postura mayoritaria en dicho plenario —avalada por la opinión del fiscal general
del Trabajo y los votos de Guibourg y Fernández Madrid— sostiene que existe una
necesidad imperante de proteger al acreedor laboral y afirma que la intención del
legislador fue otorgar al trabajador la tutela de sus derechos sin formalismos de difícil
cumplimiento. Entiende que resulta conveniente priorizar el principio de unidad de
empresa y garantizar los créditos laborales anteriores o posteriores a la transferencia
del establecimiento y la reivindicación de la interpretación normativa más favorable al
trabajador mediante la aplicación del principio in dubio pro operario.
La postura minoritaria —encabezada por Morando— entiende que deben ser
analizados los arts. 228 y 225, LCT en concurrencia, ya que este último se refiere a
las "obligaciones emergentes del contrato de trabajo existentes a la época de la
transmisión", sin obligar al adquirente del establecimiento por obligaciones de
contratos no existentes.
2. Supuestos particulares de transferencia
Determinadas situaciones han merecido una regulación específica; por ejemplo: la
transferencia del fondo de comercio, licitación, concesión (pública o privada), subasta
judicial, fusión, escisión y transformación de sociedades comerciales, y la quiebra del
empleador en virtud de las modificaciones introducidas por la ley 24.522.
2.1. Transferencia del fondo de comercio
En el caso de la transferencia de fondo de comercio(12) que en nuestro país se rige
por la ley 11.867, se considera elementos constitutivos de un establecimiento
comercial o fondo de comercio, a los efectos de su transmisión por cualquier título:
399
las instalaciones, existencias en mercaderías, nombre y enseña comercial, la
clientela, el derecho al local, las patentes de invención, las marcas de fábrica, los
dibujos y modelos industriales, las distinciones honoríficas y todos los demás
derechos derivados de la propiedad comercial e industrial o artística(13).
La validez ante terceros de la enajenación del fondo de comercio requiere la
publicación de edictos, el otorgamiento del instrumento de venta y su inscripción en el
Registro Público de Comercio; requisitos estos sin los cuales el acto no puede ser
opuesto a los acreedores del vendedor (conf. arts. 2º, 4º y 7º, ley 11.687).
Debe resaltarse que en materia laboral, las disposiciones de los arts. 225 y ss.,
LCT, incluyen también la transferencia del fondo de comercio. Por ello, la transmisión
de las obligaciones emergentes de la relación laboral por estas causas
opera automáticamente, sin necesidad de que el trabajador deba manifestar la
oposición prevista por el art. 4º, ley 11.687, o deba cumplir con las demás cargas
establecidas en esas disposiciones.
El trabajador puede, de todas formas, invocar el régimen de responsabilidad
solidaria de la ley 11.867, que involucra no solo al adquirente y transmitente, sino
también al martillero o escribano actuante. Ello en virtud de lo dispuesto en los arts.
10 y 11 de la norma citada, que establecen que si habiendo oposición el rematador
hiciera pagos o entregas al vendedor, queda obligado solidariamente con este
respecto de los acreedores, hasta el importe de las sumas que hubiera aplicado a
tales objetos.
2.2. Licitación y concesión
En lo referido a la licitación y concesión, la doctrina se encuentra dividida aunque
la mayoría, entre ellos Krotoschin, Fernández Madrid, Vázquez Vialard, Hierrezuelo y
Núñez, sostienen que no se aplican aquí las disposiciones de la transferencia.
También se encuentran divididas las opiniones en el caso de la subasta pública,
donde Krotoschin y Vázquez Vialard la excluyen, y Fernández Madrid y Justo López,
la admiten.
Un caso singular lo presenta la transformación que, según el art. 74, ley 19.550,
opera cuando una sociedad adopta otro de los tipos previstos, no se disuelve ni se
alteran sus derechos y obligaciones.
No se trata de un supuesto de novación subjetiva, porque no hay un cambio de
sujeto, sino que continúa la misma persona con un tipo societario distinto; sin
embargo, la adopción de otro tipo societario podría traer aparejada, según el caso,
una disminución de la garantía del trabajador.
2.3. Fusión y escisión
En cuanto a las figuras de fusión y escisión, están reguladas en la secc. XI de
la ley 19.550, que en su art. 82 establece que hay fusión cuando dos o más
400
sociedades se disuelvan sin liquidarse para constituir una nueva o cuando una
ya existente incorpore a una u otras, que sin liquidarse sean disueltas.
El artículo agrega que la nueva sociedad o la incorporante adquiere la titularidad
de los derechos y obligaciones de las sociedades disueltas, produciéndose la
transferencia total de sus respectivos patrimonios al inscribirse en el Registro Público
de Comercio el acuerdo definitivo de la fusión y el contrato o estatuto de la nueva
sociedad o el aumento de capital que hubiere tenido que efectuar la incorporante.
Por su parte, el art. 88, LCT, prevé que la escisión opera: 1) cuando una sociedad
sin disolverse destina parte de su patrimonio para fusionarse con
sociedades existentes o para participar con ellas en la creación de una nueva
sociedad; 2) cuando sin disolverse destina parte de su patrimonio para constituir una o
varias sociedades nuevas; 3) cuando se disuelve sin liquidarse para constituir con la
totalidad de su patrimonio nuevas sociedades.
2.4. Quiebra del empleador
Respecto de los supuestos de quiebra del empleador, con la sanción de la ley
24.522, el principio de conservación de la empresa sufrió profundas transformaciones
ya que ahora el síndico puede continuar de inmediato con la explotación de la
empresa en forma excepcional, en aquellos casos en los que de la interrupción de
la explotación pudiera resultar, con evidencia, un daño grave al interés de los
acreedores y a la conservación del patrimonio.
Sin embargo, el juez podría poner fin a esta, antes del vencimiento del plazo fijado,
si la explotación resulta deficitaria o de cualquier otro modo importa un perjuicio para
los acreedores(14). Asimismo, cabe recordar que sustrajo la competencia de los jueces
laborales en el conocimiento de dichas causas, con consecuencias negativas.
El tema se desarrolla en el capítulo "Distintas formas de extinción del contrato".
2.5. Subasta pública
Respecto de este supuesto la doctrina no es pacífica: por un lado, Krotoschin y
Vázquez Vialard lo excluyen, y por el otro, Fernández Madrid y Justo López lo
admiten.
Por su parte, Alonso Olea y Casas Baamonde, señalan que en las adquisiciones
en subasta judicial hay también subrogación si lo adjudicado es la empresa o el
negocio como totalidad o conjunto operante de bienes y derechos, o si comprende los
elementos necesarios y por sí mismos suficientes para continuar la actividad
empresarial. No así, en cambio, si lo adquirido son bienes muebles o inmuebles, o
derechos aislados, resultantes de la descomposición (por el embargo o para la
subasta) de la explotación sin posibilidad ulterior de funcionamiento como unidad
productiva(15).
401
3. Efectos de la transferencia del establecimiento
La transferencia del establecimiento genera determinadas consecuencias jurídicas,
resultando la principal la continuación de la relación de trabajo, o sea, la mutación en
la persona jurídica del empleador. El art. 225, LCT, categóricamente dispone que el
contrato de trabajo, en tales casos, continúe con el sucesor o adquirente, y el
trabajador conservará la antigüedad adquirida con el transmitente y los derechos que
de ella se deriven.
En el mismo sentido, el art. 227 —referido a la transferencia transitoria del
establecimiento— establece que el art. 225 se aplica a estos supuestos, tanto al
momento de la transmisión precaria o transitoria, como en el instante en que el
propietario del establecimiento o el cedente original recuperen el establecimiento
cedido.
Así, el adquirente ocupa la misma posición jurídica que antes ocupaba el
transmitente, pasando a aquel la totalidad de las relaciones laborales vigentes hasta
ese momento, como también la totalidad de derechos y deberes, incluidas todas las
relaciones laborales vigentes hasta el instante mismo de la transferencia inclusive
aquellas preavisadas.
El adquirente debe reconocer a los trabajadores la antigüedad, la categoría,
jornada de trabajo, remuneración y demás condiciones mantenidas con el
transmitente, siendo res inter alios acta los acuerdos que hayan celebrado las partes
en sentido contrario.
Pero no solo se transfieren las obligaciones de ejecución, sino también las de
conducta, es decir, aquellos imperativos de tipo moral que deben ser respetados
siempre por las partes (buena fe, colaboración, solidaridad, diligencia, etc.). De ahí,
que los antecedentes tanto favorables como desfavorables del trabajador deben ser
tenidos en cuenta por el nuevo empleador.
En lo que hace a la antigüedad, por imperio de lo dispuesto por el art. 18, LCT,
debe computarse la totalidad del tiempo trabajado para el anterior empleador y no
solo en el establecimiento si la empresa tenía varios y el trabajador se desempeñó en
algunos de ellos.
Sin embargo, la doctrina se encuentra dividida respecto de si se le debe reconocer
la antigüedad a un trabajador que antes se había desempeñado para el antiguo titular
y reingresa a la empresa bajo la dependencia del nuevo empleador.
Algunos entienden que de acuerdo con la interpretación que cabe asignar a la
norma que al efecto expresa, "conservará la antigüedad adquirida con el transmitente
y los derechos que de ella se deriven"; esto se debe concatenar con la referencia a
que "pasarán al sucesor o adquirente todas las obligaciones emergentes del contrato
de trabajo que el transmitente tuviera con el trabajador al tiempo de la transferencia"
402
(art. 225, LCT). En el caso del reingresante, no se podría acumular la anterior
antigüedad que hubiera tenido.
Otro sector, entre ellos Vázquez Vialard, sostiene que si se tiene en cuenta que lo
relevante en la relación laboral no es la persona física sino la organización dentro de
la cual el empleado se integra al puesto de trabajo que desempeña, no es exagerado
admitir un cierto grado de personalización de la empresa.
Sin embargo, hay que distinguir antigüedad de fecha de ingreso. Lo que debe
reconocer el adquirente es la antigüedad adquirida con el anterior empleador, pero
debe registrar como fecha de ingreso la de la transferencia, porque es en realidad el
momento en el cual comienza a ser empleado del adquirente.
4. Cesión del contrato y cesión temporaria de personal
En caso de cesión del contrato —sin necesidad de cesión del establecimiento—
, este se transfiere a otro empleador, es decir que se produce la cesión del personal.
Se trata de transferencia de la relación de trabajo sin transferencia del
establecimiento.
Para que la cesión del personal sea admisible, se requiere la aceptación expresa y
por escrito del trabajador; producida la cesión, el cedente y el cesionario responden
solidariamente por todas las obligaciones resultantes de la relación cedida (art. 229,
LCT).
En cuanto a la aceptación del trabajador, debe destacarse que esta es condición
de validez del acuerdo arribado entre el cedente y el cesionario a tal punto que, si
no existe tal aceptación, el acuerdo es ineficaz por sí solo y únicamente será válido si
se integra con la conformidad del trabajador.
La exigencia de forma importa que la aceptación sea expresa y por escrito: queda
fuera la expresión de la voluntad mediante el comportamiento inequívoco del
trabajador (tácita) y aún dentro de la forma expresa, la verbal. Para Vázquez Vialard
no se trata de un requisito ad solemnitaten a que el negocio de la cesión está
condicionado, sino que solo se refiere a la limitación de la prueba admitida para su
acreditación, por lo que la misma solo puede hacerse por ese medio o por el
reconocimiento judicial que realice el propio trabajador(16).
Justo López adhiere a esta postura y agrega que no parece que haga falta más
para proteger; por ejemplo, los intereses del trabajador y que si él confiesa
judicialmente su aceptación de la transferencia, haya que darla a esta por no
producida, en defecto de constancia escrita de aceptación(17).
La solidaridad está limitada a las deudas devengadas en el momento de la
transferencia de la relación y —salvo caso de fraude (art. 14, LCT)— no se extiende a
las que surjan en el período posterior de la relación transferida.
403
Es diferente cuando una empresa cede a uno o varios de sus trabajadores para
prestar servicios en forma temporal en otra empresa. El trabajador cedido
temporalmente sigue siendo dependiente del empleador cedente, ello sin perjuicio de
que el empleador cesionario asuma determinadas obligaciones (p. ej., de seguridad e
higiene). Este no es el supuesto de las empresas de servicios temporarios, que
contratan por su cuenta a trabajadores, que buscan un empleo temporal, para proveer
a otras empresas de mano de obra temporaria para satisfacer exigencias
momentáneas.
En caso de cesión o arrendamiento transitorio del establecimiento, se aplican
los arts. 225 y 226, LCT, pero al vencimiento de los plazos previstos el propietario
(cedente o locador) asume las mismas obligaciones establecidas en el art. 225 para el
momento en el cual recupere el establecimiento cedido precariamente (art. 227, LCT).
Atento al carácter transitorio de la cesión, el nuevo empleador tendrá a su
cargo exclusivo la gestión transitoria de la empresa, pero, finalizado el contrato, debe
reintegrar al cedente originario la explotación del establecimiento. El cedente es
solidariamente responsable por las obligaciones emergentes al momento de la
recuperación del establecimiento.
5. Situación de despido
Si la transferencia del establecimiento ocasiona al trabajador un perjuicio —que,
valorado con el criterio del art. 242, LCT, configure injuria que torne imposible la
continuación del contrato—, se podrá considerar extinguido el vínculo laboral.
En principio, el trabajador no puede considerarse despedido por la mera
transferencia del fondo de comercio o por el cambio del empleador, salvo que estas
circunstancias le produzcan un daño.
Pero si como consecuencia de ella cambia el objeto de la explotación, se alteran
las funciones o los cargos, se produce la separación de secciones o sucursales y ello
causa una disminución de la responsabilidad patrimonial del empleador, el trabajador
puede considerarse despedido, invocando que la transferencia o el cambio del
empleador le ha provocado una injuria que imposibilita la continuación del vínculo (art.
226, LCT).
El art. 226, LCT —que efectúa una enumeración enunciativa de algunos casos que
justifican el despido indirecto del trabajador— debe ser valorado en concordancia con
el art. 66, que se refiere al ejercicio del ius variandi, y con los arts. 12 y concs., que se
ocupan de la irrenunciabilidad de los derechos. Resulta claro que con motivo de la
transferencia no se pueden modificar elementos esenciales del contrato en forma
unilateral, excediendo tal actitud el ejercicio legítimo del ius variandi.
Para hacerlo se requiere el consentimiento de ambas partes, y ya no se trata de un
caso de ius variandi, sino que debe ser analizado a la luz del principio de
404
irrenunciabilidad. De imponer el empleador unilateralmente modificaciones esenciales,
el trabajador puede considerarse despedido en forma justificada. En este caso, tanto
el transmitente como el adquirente del establecimiento son solidariamente
responsables del pago de la indemnización pertinente (art. 225, LCT).
Si la transferencia produce para el trabajador un cambio de régimen jurídico por la
aplicación de otras normas legales o convencionales menos favorables a las que
resultaban de aplicación anteriormente, y pierde derechos adquiridos (por ejemplo, la
antigüedad), es justificado el despido indirecto en que se coloca el trabajador.
En caso de que la transferencia se realice libre de personal, se produce el despido
de todos los trabajadores, los cuales tienen derecho al pago de las
pertinentes indemnizaciones por despido injustificado.
Resultan solidariamente responsables del pago ante el trabajador el transmitente y
el adquirente, sin perjuicio de lo pactado entre ellos, que es inoponible a los
trabajadores. Quienes continúen trabajando con el adquirente inician una nueva
relación laboral; por tanto, no corresponde el reconocimiento de los beneficios
anteriores (p. ej., la antigüedad), ya que se trata de otro contrato de trabajo y el
trabajador fue indemnizado por el anterior.
VI. TRANSFERENCIA EN FAVOR DEL ESTADO. PRIVATIZACIONES
El art. 230, LCT dispone expresamente que lo dispuesto en los arts. 225 a 229 no
rige cuando la cesión o transferencia se opera a favor del Estado; en estos casos, los
trabajadores podrían quedar regidos por los estatutos y convenios de las empresas
del Estado. Se produce un cambio del régimen legal aplicable a la relación jurídica: se
pasa de una de carácter privado a otra regida por el derecho administrativo laboral.
Puede producirse por un acuerdo entre el Estado y el cedente, o puede
concretarse mediante expropiación. En ambos casos, salvo acto expreso en contrario,
y debido precisamente al cambio de régimen legal aplicable, al trabajador no se le
reconoce la antigüedad, el régimen jurídico ni las condiciones de trabajo que tenía con
su empleador, por lo que podría no aceptar el cambio y considerarse en situación de
despido indirecto en los términos del art. 246, LCT.
En este caso, no existe responsabilidad solidaria, por lo que incluso en los casos
de expropiación, es el empleador quien debe abonar las indemnizaciones por
despido incausado de aquellos trabajadores que se consideren en situación de
despido indirecto en caso de no aceptar el pase al Estado; obviamente, al menos en
el supuesto de la expropiación, esta circunstancia debería ser tenida en cuenta por el
Estado para indemnizar al empleador.
Lo expuesto no se aplica a la sit
Descargar