Subido por iguizarf

Tema Ciencia y religión

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INVESTIGACIÓN BÍBLICA 12 🔍 ¿SON COMPATIBLES LA FE Y LA CIENCIA?
[Música]
Aunque relación entre la fe y la ciencia o entre la ciencia y la religión ha cambiado a lo largo de la
historia, en la actualidad mucha gente piensa que se trata de conceptos opuestos e incluso
irreconciliables.
Esta es la posición de los nuevos ateos como el profesor de Oxford Peter Atkins quien afirma que no
existe compatibilidad real entre la ciencia y la religión.
Otra opinión defendida por científicos como el paleontólogo Stephen Jay Gould se conoce como
“magisterios no superpuestos” y sostiene que la ciencia y la religión no entran en conflicto porque sus
ámbitos de actuación son independientes.
En su libro “Rock of ages” Gould escribió que la ciencia intenta documentar los hechos comprobables
del mundo natural y desarrollar teorías que coordinen y expliquen estos hechos. Y que la religión, por
otro lado, opera en un ámbito Igualmente importante pero completamente diferente de los
propósitos humanos, significados y valores. Según esta postura cuando los seres humanos buscamos
conocimiento acerca de Dios, lo que está bien y lo que está mal, el valor o el significado de la vida,
debemos acudir a la religión; pero si queremos saber cómo se mueven los astros, cómo se formaron las
montañas o cómo se originó la vida en la tierra entonces debemos acudir a la ciencia. Parecería que las
únicas opciones de interacción son el conflicto o una especie de pacto de no interferencia.
Pero eso no ha sido siempre así. De hecho, en los albores de la ciencia moderna esta estaba
íntimamente conectada con la religión.
Los historiadores sitúan el nacimiento de la ciencia moderna en Europa en el siglo XVI. Hablando de
este periodo, en su libro “Los científicos y Dios”, el catedrático de física de la Universidad complutense
de Madrid Antonio Fernández Rayada dice lo siguiente: “la ciencia moderna le debe mucho a la
teología medieval, más aún no podría haber surgido sin que una tradición como la cristiana le hubiera
preparado el terreno; la ciencia se apoya en la creencia cristiana de un Dios que no solo creó el cosmos,
sino que lo dotó de orden y lo hizo seguir ciertas leyes. Los primeros científicos inventaron el método
científico para investigar las obras de Dios, para intentar comprender cómo el Dios sabio ordenado y
poderoso de la Biblia había organizado el universo y qué leyes había establecido para su
funcionamiento. Científicos como Copérnico, Kepler, Newton y Boyle, eran personas profundamente
religiosas que compatibilizaban perfectamente fe y actividad científica incluyendo referencias a Dios en
sus publicaciones.
La relación de interdependencia entre la ciencia y la religión se mantuvo en los siglos posteriores.
Científicos como Joseph Priestley, el químico que descubrió el oxígeno y Michael Faraday descubridor
del electromagnetismo, tenían cargos religiosos y escribieron acerca de la concordancia entre ciencia y
religión; incluso después de la separación entre ciencia y religión que tuvo lugar en la segunda mitad
del siglo XIX con la popularización de la teoría de la evolución, muchos científicos de renombre
siguieron describiéndose como personas religiosas y defendiendo la compatibilidad entre la fe y la
ciencia.
Aún hoy en El Siglo 21 son muchos los científicos que se declaran religiosos y afirman que la naturaleza
está llena de evidencias de la existencia de un ser superior con una inteligencia y un poder
excepcionales, responsable de las Maravillas astronómicas, físicas, biológicas y moleculares que
observamos.
Entre ellos se encuentran grandes científicos contemporáneos como el biólogo William Cecil Campbell y
el microbiólogo Werner Arber, ambos ganadores del premio Nobel de fisiología y medicina. O los físicos
William Daniel Phillips y Gerhard Earl ganadores respectivamente del Nobel de física en 1997 y del
Nobel de química en 2007. Son varios los científicos contemporáneos que habiendo sido ateos se han
convertido al cristianismo precisamente a causa de estas evidencias de inteligencia divina que emanan
de los descubrimientos científicos.
Algunos ejemplos son Francis Collins director del Instituto Nacional de salud de Estados Unidos y del
proyecto genoma humano; el biofísico y teólogo profesor de Oxford Alister McGrath y el genético
Johnson padre de los transgénicos. La idea Popular de que la ciencia y la religión son opuestas
incompatibles o independientes no es cierta. La ciencia moderna surgió de la religión y existen cientos
de ejemplos de científicos de todos los ámbitos que demuestran que la ciencia y la religión no solo
pueden coexistir pacíficamente sino colaborar en una búsqueda más eficiente del conocimiento y de la
verdad
[Música]
INVESTIGACIÓN BÍBLICA 16
¿Existen evidencias científicas del DISEÑO EN LA NATURALEZA?
Las personas tenemos la capacidad de reconocer el diseño. Cuando observamos una máquina
sofisticada, como un avión o un microscopio, sabemos que se trata de productos de la inteligencia
humana.
Pero nos pasa lo mismo con las máquinas simples, si nos dijeran que un molino o una ratonera se ha
formado lentamente por procesos naturales, no lo creeríamos.
También ocurre con el lenguaje. Cuando leemos un texto sabemos que alguien lo ha escrito, Incluso, si
no lo entendemos porque no conocemos el idioma o está codificado, reconocemos un patrón y eso nos
indica intencionalidad. La búsqueda y el reconocimiento de diseño es habitual en muchos ámbitos
científicos. Los arqueólogos deben averiguar si un montón de piedras peculiar es el producto casual de
un derrumbamiento rocoso o los restos de una construcción humana. Y si las hendiduras encontradas
en la superficie de una roca fueron creadas por la erosión o contienen algún tipo de mensaje. Si esas
marcas muestran un patrón complejo, los científicos pueden deducir que se trata de un alfabeto
antiguo e intentan descifrarlo. Si al traducirlo, la roca revela un texto religioso, histórico o
mercantil, entonces no hay duda. Alguien lo escribió. La cuestión es que los seres vivos
muestran muchas características que consideramos evidencias inequívocas de diseño. Los animales son
máquinas complejas mucho más sofisticadas y eficientes que sus equivalentes artificiales. Si
comparámos un águila con un avión o un colibrí con un dron, las versiones biológicas siempre ganan, y
lo mismo ocurre si nos fijamos en sus órganos. El ojo humano es una potente cámara fotográfica en
miniatura, el cerebro, un superordenador y el corazón, una bomba de gran eficiencia y
durabilidad, capaz de desplazar 5 litros de sangre por minuto, sin parar, durante 70 u 80 años. Incluso a
nivel celular, los seres vivos contienen máquinas moleculares microscópicas que sorprenden a los
científicos por la velocidad y la precisión con la que realizan sus funciones. El flagelo bacteriano es un
motor de propulsión en miniatura que gira a cientos de revoluciones por minuto, impulsando a la célula
a una velocidad equivalente al doble de la de un guepardo si tenemos en cuenta sus respectivos
tamaños.
La simple existencia de estas máquinas biológicas extraordinarias debería llevarnos a la conclusión de
que fueron diseñadas por una inteligencia también extraordinaria, pero la evidencia se intensifica si
consideramos el proceso de fabricación de dichas máquinas. Los animales se construyen a sí mismos
usando un plano presente en sus células. Ese plano se encuentra en el ADN, una molécula alargada en
la que están escritas las instrucciones para fabricar, ensamblar y mantener en funcionamiento todas las
partes del organismo. La información del ADN se encuentra codificada en un lenguaje que solo utiliza
cuatro tipos de símbolos, de manera similar al código binario de los ordenadores, que nos permite
almacenar una enorme cantidad de información utilizando solo unos y ceros. Las células contienen la
maquinaria necesaria para leer el ADN, descifrarlo y seguir sus instrucciones y eso es lo que permite a
los seres vivos desarrollarse y realizar sus funciones. Si un arqueólogo encontrara una roca con un
mensaje formado por una larga secuencia de cuatro símbolos y al descifrarlo descubriera que contiene
instrucciones para construir una fábrica automatizada y autosostenible de drones, ordenadores o
cámaras fotográficas, ¿no concluiría automáticamente que ese mensaje tiene un origen inteligente?
Todos los científicos reconocen evidencias de diseño en la naturaleza. Incluso el ateo Clinton Richard
Dawkins, en su libro El Relojero Ciego, admite que los pájaros parecen tan diseñados como los
aviones, pero argumenta que se trata de una convincente “ilusión de diseño” de la selección natural.
El problema es que ni la selección natural ni ningún otro proceso natural conocido puede explicar el
origen de los sofisticados sistemas de los seres vivos porque no pueden explicar el origen de la
información implicada en ellos.
No existe ningún proceso natural que pueda inventar un código, como el código genético, y usarlo para
escribir un mensaje con sentido formado por millones de letras en un orden preciso. Francis Crick,
descubridor de la estructura del ADN, escribió que “Los biólogos deben recordar constantemente que
lo que ven no fue diseñado, sino que evolucionó”. Si los biólogos debemos autoconvencernos de que
las maravillas naturales que observamos son producto de la evolución, ¿no será porque la evidencia
indica precisamente lo contrario? ¿No sería más lógico seguir la evidencia hacia donde nos lleve, en
lugar de imponer conclusiones naturalistas que contradicen a los datos y al sentido común? Y todo
esto, sin considerar otras evidencias como el ajuste fino del universo, la
complejidad irreducible, el orden y la belleza, la conciencia y la moral, o el valor del ser humano.
Español (España)
Noemí Durán – bióloga adventista española
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