Subido por jose_an777

La verdadera naturaleza de nuestra relación con el Señor Jesús

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La verdadera
naturaleza de
nuestra relación
con el Señor
Jesús
Como creyente en Cristo, ¿a veces siente que Cristo está lejos
de usted? Usted lo ama como su Salvador maravilloso, y
aprecia todo lo que Él ha hecho por usted. Pero ¿acaso parece
que su relación con Él es objetiva en vez de íntimamente
personal? ¿Se pregunta cómo puede tener una relación más
cercana con el Señor?
Para responder a esta pregunta, primero necesitamos ver la
naturaleza de nuestra relación con el Señor Jesús. Cuando nos
arrepentimos de nuestros pecados y creímos en Jesús como
nuestro Salvador, algo extraordinario sucedió en nosotros que
hizo que nuestra relación con Cristo fuera profundamente
personal y subjetiva. Y todo tuvo que ver con el hecho de que
nuestro espíritu humano y el Espíritu divino fueron unidos.
Como veremos, esta unión entre nosotros y el Señor es lo que
hace que Cristo sea real, y esté cercano y disponible para
nosotros todo el tiempo.
Dado que éste es un gran asunto en la Biblia, sólo podemos
hablar de él brevemente en esta entrada. Leeremos versículos
cruciales y notas reveladoras en el Nuevo Testamento Versión
Recobro para ayudarnos a ver nuestra unión con el Señor y su
significado para nuestra vida cristiana.
El espíritu humano
Comencemos con el espíritu humano. El hecho de que el
espíritu humano sea mencionado numerosas veces a lo largo
de la Biblia indica su gran significado en el plan de Dios para la
humanidad.
Según la Biblia, Dios nos creó con un espíritu, un alma y un
cuerpo. Nuestro cuerpo es la parte más externa de nuestro ser,
y nuestra alma está dentro de nuestro cuerpo. Nuestro espíritu
es la parte más profunda de nuestro ser, incluso más profunda
que nuestra alma.
Zacarías 12:1 es un versículo extraordinario:
“Así declara Jehová, que extiende los cielos, pone los
cimientos de la tierra y forma el espíritu del hombre dentro de
él”.
La Palabra de Dios pone el espíritu del hombre al mismo nivel
que la creación de los cielos y la tierra, lo que nos muestra
cuán significativo es a los ojos de Dios.
Así que, ¿por qué es tan importante nuestro espíritu humano?
Este órgano creado por Dios está dotado de habilidades que
sólo le pertenecen a los seres humanos. Puede contactar a
Dios, quien, según Juan 4:24, es Espíritu. Puede recibir a
Dios, que es cómo Dios puede entrar en nosotros cuando
somos regenerados. Y puede contener a Dios para que Dios
pueda vivir en nosotros. Es por esto que nuestro espíritu
humano es tan importante. Con nuestro espíritu, podemos
conocer y experimentar a Dios interior y subjetivamente.
Pero hasta que fuimos salvos, nuestro espíritu estaba sumido
en muerte, una consecuencia de la desobediencia de Adán
en el huerto del Edén. A través de Adán, toda la raza humana
cayó, y llegó a ser completamente pecaminosa y separada de
Dios.
Pero Dios no renunció a Su plan. En cambio, Él envió a Su Hijo
unigénito, Jesús, al mundo para morir por los pecadores
caídos. Jesucristo efectuó una redención maravillosa a través
de Su muerte en la cruz para que todos los que en Él creen
puedan ser salvos del juicio eterno y traídos de vuelta a Dios.
El Espíritu vivificante
Por supuesto, la muerte de Jesús en la cruz no fue el final, de
la misma manera que ser redimido no es el final de nuestra
relación con Él. Al tercer día, Él resucitó de entre los muertos. Y
en Su resurrección, ocurrió algo trascendental.
En 1 Corintios 15:45 se nos dice:
“Así también está escrito: ‘Fue hecho el primer hombre Adán
alma viviente’; el postrer Adán [Cristo], Espíritu vivificante”.
En Su resurrección, Cristo llegó a ser Espíritu vivificante. La
nota 1 sobre este versículo en el Nuevo Testamento Versión
Recobro arroja luz sobre lo que esto significa para nosotros.
Leamos la primera parte:
“Por medio de la creación, Adán fue hecho alma viviente con
un cuerpo anímico, o sea, del alma. Por medio de la
resurrección Cristo llegó a ser el Espíritu vivificante poseedor
de un cuerpo espiritual. Adán como alma viviente es natural;
Cristo como Espíritu vivificante está en resurrección. Primero,
en la encarnación, Él llegó a ser carne para efectuar la
redención (Jn. 1:14, 29); luego, en resurrección llegó a ser
el Espíritu vivificante para impartirnos vida (Jn. 10:10b). Por
medio de la encarnación Él tenía un cuerpo anímico, así como
lo tenía Adán; por medio de la resurrección Él tiene un cuerpo
espiritual. Su cuerpo anímico ha llegado a ser un cuerpo
espiritual por medio de la resurrección”.
Los seres humanos caídos tenemos una doble necesidad:
necesitamos ser redimidos, y necesitamos obtener la vida
divina, como Dios planeó para nosotros. Como explica la nota,
en la encarnación, Cristo dio el paso monumental de hacerse
un hombre de carne y sangre para redimirnos. Entonces, en
resurrección, Cristo dio otro paso y llegó a ser el Espíritu
vivificante para impartirnos vida.
Ahora leamos la segunda parte de esta nota para ver lo que
sucedió cuando creímos en Cristo:
“Ahora Él [Cristo] es el Espíritu vivificante en resurrección, tiene
un cuerpo espiritual y está listo para ser recibido por Sus
creyentes. Cuando creemos en Cristo, Él entra en nuestro
espíritu y somos unidos a Él, quien es el Espíritu
vivificante. Por tanto, llegamos a ser un espíritu con Él
(6:17). Nuestro espíritu es vivificado y es resucitado con Él.
Finalmente, nuestro cuerpo anímico actual llegará a ser un
cuerpo espiritual en resurrección, igual que el Suyo (vs. 52-54;
Fil. 3:21)”.
Antes de Su muerte y resurrección, Cristo sólo podía
estar entre y con Sus seguidores. No podía estar en ellos. Pero
como Espíritu vivificante, Él puede entrar en todos los que se
arrepienten y creen en Él. Específicamente, cuando fuimos
salvos, Él entró en nuestro espíritu humano, la parte de nuestro
ser que puede recibirlo.
Unidos al Señor
Leamos de nuevo esta declaración de la nota:
“Cuando creemos en Cristo, Él entra en nuestro espíritu y
somos unidos a Él, quien es el Espíritu vivificante. Por
tanto, llegamos a ser un espíritu con Él (1 Co. 6:17)”.
El versículo de referencia para esta declaración es 1 Corintios
6:17, que dice:
“Pero el que se une al Señor, es un solo espíritu con Él”.
Echemos un vistazo más de cerca a las palabras une y un solo
espíritu.
Primero, ¿qué significa estar unido al Señor? La nota 1 en el
Nuevo Testamento Versión Recobro explica:
“Esto se refiere a la unión orgánica que los creyentes tienen
con el Señor al creer en Él (Jn. 3:15-16). Esta unión es
mostrada por la de los pámpanos y la vid (Jn. 15:4-5). No sólo
es un asunto de vida, sino también un asunto en vida (la vida
divina). Tal unión con el Señor resucitado sólo puede
efectuarse en nuestro espíritu”.
La palabra orgánica se refiere a cosas vivas, cosas
relacionadas con la vida. Aquí la nota señala que nuestra unión
con el Señor es orgánica porque es en y de la vida divina.
Nuestra unión con el Señor es ilustrada por los pámpanos con
la vid. Los pámpanos, por supuesto, no están unidos a la vid
con pegamento o clavos; eso no sería orgánico. En cambio, los
pámpanos y la vid son uno el uno con el otro al compartir la
misma vida.
En Juan 15, el Señor Jesús dijo que Él es la vid y nosotros, Sus
creyentes, somos los pámpanos. Cuando creímos en el Señor,
fuimos unidos a Él en la vida divina. Ahora, compartimos esa
vida en una unión orgánica con el Señor.
Esta unión con el Señor sólo puede darse en nuestro espíritu,
ya que es el resultado del Espíritu entrando a nuestro espíritu.
Al creer en Cristo, somos unidos a Él en la parte más profunda
de nuestro ser. Ésta es la naturaleza de nuestra relación con
Él.
Un solo espíritu con el
Señor
Ahora, ¿qué significa un solo espíritu? La nota 2 sobre esta
frase en 1 Corintios 6:17 nos explica:
“Esto indica que el Señor como Espíritu se mezcla con
nuestro espíritu. Nuestro espíritu fue regenerado por el
Espíritu de Dios (Jn. 3:6), el cual ahora está en nosotros (v. 19)
y es uno con nuestro espíritu (Ro. 8:16). Ésta es la manera en
que el Señor, quien se hizo el Espíritu vivificante por medio de
la resurrección (15:45; 2 Co. 3:17) y quien ahora está con
nuestro espíritu (2 Ti. 4:22), es hecho real para nosotros. En las
epístolas de Pablo, por ejemplo, en Ro. 8:4-6, frecuentemente
se hace referencia a este espíritu mezclado”.
Una vez que lo recibimos a Él, el Señor y nosotros ya no
estamos separados, sino que somos un solo espíritu. Éste es el
resultado de que el Señor como Espíritu se mezcle con nuestro
espíritu.
Para ilustrar esta mezcla, podemos usar el ejemplo de agua
caliente y una bolsita de té. Son dos cosas separadas, pero
cuando se unen, se produce una mezcla. El agua y la bolsita
de té se mezclan para producir té.
De manera similar, cuando creímos en Jesucristo, Su Espíritu y
nuestro espíritu se mezclaron, resultando en un solo espíritu.
Ya no somos dos entidades separadas, sino que estamos
unidos a Él como uno solo.
Nuestra vida cristiana
Saber que el Señor como Espíritu y nuestro espíritu humano
están mezclados como uno solo es crucial para que vivamos la
vida cristiana. Dios desea que vivamos en esta unión con Él.
La nota 2 en 1 Corintios 6:17, que acabamos de leer, hace
referencia a Romanos 8:4-6. Romanos 8:4 dice:
“Para que el justo requisito de la ley se cumpliese en nosotros,
que no andamos conforme a la carne, sino conforme al
espíritu”.
Leamos la nota 3 sobre espíritu:
“Es difícil discernir el sentido de la palabra espíritu en este
capítulo, en Gá. 5 y en otros lugares del Nuevo Testamento, a
menos que la palabra sea designada claramente para referirse
al Espíritu Santo de Dios o a nuestro espíritu humano
regenerado, como se hace en el v. 9 y el 16 de este
capítulo. Según se usa en el Nuevo Testamento, la
palabra espíritu, tal como se emplea en este versículo,
denota nuestro espíritu humano regenerado en el cual
mora el Espíritu y con el cual está mezclado el Espíritu,
quien es la consumación del Dios Triuno (v. 9). Esto
corresponde a lo que dice 1 Co. 6:17: ‘El que se une al Señor
[quien es el Espíritu, 2 Co. 3:17; 1 Co. 15:45] es un solo
espíritu con Él’, es decir, un espíritu mezclado”.
En este versículo, vemos nuestro espíritu mezclado, nuestro
espíritu regenerado habitado por el Espíritu. Aquí, el apóstol
Pablo dice que andemos, es decir, vivamos, hagamos, digamos
cosas y nos comportemos conforme al espíritu, refiriéndose
a nuestro espíritu mezclado.
Debemos vivir nuestra vida cristiana en unidad con el Señor
andando conforme a nuestro espíritu mezclado. Dado que éste
es el caso, nuestro espíritu mezclado debe ser el foco de
atención de nuestra relación con el Señor.
Nuestra vida con el Señor
Debido a que estamos unidos al Señor, Cristo está cerca,
subjetivo, y siempre disponible para nosotros. Podemos
experimentarlo y disfrutarlo al contactarlo en nuestro espíritu en
cualquier momento, en cualquier lugar, en cualquier situación.
¡Él es uno con nosotros, y nosotros somos uno con Él!
No importa en qué tipo de situación estemos, Cristo es uno con
nosotros, y podemos experimentarlo y disfrutarlo siendo todo
para nosotros. Al volvernos a Él y contactarlo en nuestro
espíritu, podemos experimentarlo viviendo en nosotros, e
incluso por nosotros, en cualquier momento dado. Si
necesitamos paciencia, Él es Aquel paciente en nuestro
espíritu mezclado. Si necesitamos amor, resiliencia, o
sabiduría, Él puede satisfacer todas nuestras necesidades
desde nuestro interior.
Debido a que Cristo está unido a nosotros, podemos conocer y
disfrutar de Su presencia con nosotros todo el tiempo de la
manera más personal. Cuanto más disfrutemos de Cristo de
esta manera, más lo expresaremos a las personas que nos
rodean.
La Biblia revela que nuestra relación con Cristo es una unión
orgánica, la mezcla de Su Espíritu con el nuestro. ¡Él no está
lejos de nosotros en absoluto! Al contrario, está más cerca de
lo que podríamos haber imaginado. Simplemente necesitamos
practicar contactarlo en nuestro espíritu para experimentarlo en
nuestra vida diaria. ¡Tenemos una relación tan preciosa con el
Señor en nuestro espíritu mezclado!
La unión y la mezcla del Espíritu divino con nuestro espíritu
humano es un hecho profundo que podemos, y debemos,
experimentar diariamente
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