Subido por Juan Ignacio Sanchez

Historia Americana y Argentina SXIX

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Materia: Argentina y Americana II
Profesor: Mariano Aramburo
Alumno: Juan I. Sánchez
PARCIAL DOMICILIARIO
1. Analice y describa la crisis de la monarquía y el proceso de formación de juntas
Entre 1808 y 1810. Tome en consideración tanto la situación imperial como la
Americana para desarrollar su respuesta.
Para comenzar a construir nuestra respuesta es importante exponer brevemente que impactos
venía teniendo en los americanos la monarquía que entra en crisis en 1808. Hay desde el
cambio dinástico, conocido en América como Reformas Borbónicas, una trasformación
administrativa de las colonias hispanoamericanas. La imposición de funcionarios de origen
peninsular, la reestructuración del territorio y la invención de dos nuevos virreinatos generan
frustración en los territorios coloniales— ejemplo de esto es el fuerte descontento del
mutilado Virreinato del Perú, más particularmente la zona correspondiente a La Paz y
Charcas, cuyos territorios ahora se encontrarán bajo la égida del reciente virreinato del Río
de la Plata, creado en 1776 por dichas reformas. La elite americana de la zona encontraban
injusta esta situación, ya que de ellos dependía gran parte del desarrollo de la zona. Más
adelante retomaremos este caso puntual—Estos cambios dan cuenta de la nueva importancia
geopolítica de lógica comercial, que como sostiene Marcela Ternavasio1, producirá un
cambio en la reciprocidad entre el rey y sus reinos. Esto quiere decir que el vínculo entre
gobernados y gobernante tendrá ahora una arista menos fervorosa que la sostenida hasta el
momento. Tengamos en cuenta que la América hispana era gobernada por una monarquía de
marcado orden religioso, gran cohesionador social de la población y sus territorios.
Este cambio de políticas tiene su origen en el contexto internacional que enfrentaba a la
metrópoli a una carrera comercial de potencias, en la que se medía con Gran Bretaña y
Francia. Por estos años el enfrentamiento más marcado fue con la potencia sajona, esto se
evidencia con claridad en la llamada guerra de la oreja de Jenkins, la guerra de los
Siete Años que en su etapa final involucro a España (Macfarlain)2, o la propia batalla de
trafalgar (1805) que será quizás el corolario de las contiendas. Durante este tiempo los
enfrentamientos regios se dan con una lógica de sabotaje en la política interna de las
colonias. Es decir, las potencias en pugna fomentarán los levantamientos e insurgencias en
los territorios de ultramar de sus competidores. Es el caso de la intervención francesa en la
revolución norteamericana; o la contrapartida inglesa y española interviniendo en la
sublevación de Haití apoyando a Toussaint L´Overture. Tambien las invasiones inglesas en
el Río de la Plata (1806 y 1807) son expresión de los enfrentamientos entre las potencias de
la época. Lo llamativo es que en el caso de los movimientos juntista en territorios de la
corona española, que tendrán lugar a partir de 1808, no habrá intervención de las potencias
antagonistas. Esto se debe, como sostiene Mac farlain3 a un corrimiento en la disputa por el
poder colonial ya que la pugna pasa a darse en territorio europeo, mas precisamente en la
corte lusitana y española con las invasiones napoleónicas en dichos reinos.
Entonces, hasta el momento tenemos un tipo de administración regia que cambia su política
administrativa y territorial, en un contexto mundial en el que comenzaban a proliferar ideas
de corte liberal (independencia de las colonias norteamericanas y revolución francesa); y
unas colonias que sentían cierta frustración por considerarse españoles de segunda al no
poder ejercer cargos ante los peninsulares y frente a la negativa del comercio libre. Este será
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el estado general de las cosas cuando los sucesos conocidos como las Abdicaciones de
Bayona hagan su impacto en los territorios de la corona española.
Ahora bien, que procesos erosiona la invasión napoleónica además de una crisis en la
monarquía española. Si seguimos lo lineamientos de Francois Guerra entenderemos que si
bien esta invasión en el seno del poder real viene a catalizar una revolución liberal en el caso
español y un proceso que terminará en las independencias de las colonias en América, los
cambios en realidad no son meramente políticos o institucionales. Son más bien el emerger
de una cosmovisión nueva, una introducción del individuo que viene a romper con la
estructura de una sociedad estamental. Es más bien una revolución cultural, un cambio en la
subjetividad de la época en la que lo verdaderamente revolucionario es la creación de una
escena pública en la que las ideas del fuero privado de esas sociedades pueden alcanzar
finalmente carácter público. Dice Guerra, emerge una nueva legitimidad4, cuando el
sistema de referencias se ve trastocado revela una pertenencia identitaria de los actores que
tomaran dicha escena, no por rasgos económicos sino por una alianza de carácter políticocultural, una introducción de nuevos códigos culturales de pertenencia. Estos códigos
culturales se ven forzados a escena mediante las abdicaciones de Bayona, drama político en
el cual hay una sucesión de abdicaciones entre Fernando VII y su padre Carlos IV en favor
de Napoleón Bonaparte, que unge como rey a su hermano José Bonaparte. Esta destitución
suscita una pregunta que será la que signará los sucesos políticos futuros de los territorios
que se encuentran bajo la corona española: ¿Quién gobierna y en nombre de quien?
Las abdicaciones además de acarrear este interrogante político filosófico, producen una
fractura en el orden real de gobierno. Frente a la cual los pueblos, primero de la península, y
después de las colonias, buscarán la continuidad del orden monárquico, alegando la
retroversión de la soberanía como argumento para formar Juntas de gobierno, en el caso
español la autonombrada Junta Suprema de España e Indias, la junta de Sevilla. Aquí debe
mencionarse una arista relevante marcada por Francois Guerra que es la contradicción que
supuestamente suponía para los españoles esgrimir una retroversión soberana, instrumento
característico de la revolución francesa, cuando estos luchaban contra el heredero directo de
dicha revolución. A esta situación podemos responder que la tradición escolástica española
desde Francisco Suárez, enseñada por la compañía de Jesús en los territorios americanos,
contemplaba el movimiento inverso de la soberanía, ya que el poder soberano bajaba de dios
a los súbditos y estos correspondían al mandato divino al cederlo en favor del rey. De esta
manera ante la vacatio regis la soberanía volvía a sus dueños originales. Este derecho de
carácter tradicional debe ser tenido en cuenta a la hora de entender que los levantamientos en
principio no significaron una lógica independentista a la manera francesa, es decir una
cuestión contractualista ficcional, sino una retroversión sobre sociedades naturales. En esos
momentos independencia, era independencia de Francia.
Hasta ahora hemos desplegado lo sucedido en la península española pero el impacto que
tuvieron los sucesos en las colonias encierra otro carácter en su complejidad. Porque la
invasión en el sentido material no se da en Hispanoamérica, entonces hay una sensación
encontrada en cuanto a qué pasa con las autoridades virreinales nombradas por el monarca.
¿Gozan de la misma legitimidad? Si ahora las decisiones de gobierno vendrán de un órgano
novísimo como la Junta Sevillana que no cuenta con representación americana.
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Ordenemos entonces el caso americano. Ante el secuestro de Fernando VII, es importante
esclarecer que como dice Ávila la construcción de los estados soberanos es la
consecuencia de las revoluciones, no su causa. No hay un objetivo de máxima5. La
voluntad de los súbditos será desde un comienzo la de la defensa del rey cautivo. De hecho
desde los primero movimientos juntistas en América se esgrimió la retroversión soberana en
nombre del rey— ¡Viva el rey Fernando!—no hay en la respuesta americana negación de la
herencia española, por el contrario. Durante estos años lo americanos mostraron su lealtad a
la monarquía. De esta manera las respuestas juntista intentadas en América a partir de los
sucesos peninsulares de 1808 no son parte de un plan para escindirse del orden colonial, sino
para lograr una mayor participación en lo que ellos juzgaban como su patria, hay una cita de
Ávila que da cuenta de esto:
Me parece que, en efecto, no puede sostenerse la interpretación nacionalista tradicional que veía
el período colonial como una época oscurantista y de pura explotación, aunque creo que no por
ello debe descuidarse el impacto de los conflictos sociales ni las condiciones concretas de
intercambio comercial, de formas de explotación de los recursos y de relaciones laborales.
Admito que la revolución política impulsada en las Cortes españolas (adjetivo empleado en las
propias deliberaciones de aquella asamblea para referirse a la nación que constituían en ambos
hemisferios) tuvo un impacto decisivo en la cultura política de los hispanoamericanos y en su
futuro institucional, pero me parece necesario ponderar también el impacto de una década de
guerras civiles.6
En la cita la autora deja en claro que no hay una cuestión pura antiespañola así como
tampoco debe dejarse de lado la explotación propiciada por el régimen español. Propone
entonces una lectura de síntesis madura en la cual los absolutos no existe, lo que da cuenta de
la complejidad en la multicausalidad del movimiento y su idiosincrasia
A este respecto nos parece enriquecedor decir que mientras en la península las fuerzas
napoleónicas iban diezmando y arrinconando a los juntistas de Sevilla hacia el sur. En
América hay una gran incertidumbre producida en parte por el tiempo lento con que llega la
información, que además de aleatoria, en ocasiones llega toda junta. Esto produce que las
respuestas para lograr cierto orden político legítimo sean tan variadas como conflictivas. Así
el primer ejemplo juntita, es también un ejemplo de enfrentamiento territorial preexistente.
Nos referimos a la Junta de Montevideo (1808) que combina la expresión de una
revalorizacion de su capacidad de negociaciones en los grupos locales de poder7, con la
acusación de traición a la autoridad máxima en el territorio, el Virrey Liniers a quien acusa
de ser proclive a Napoleón.
Si bien los antecedentes entre Buenos Aires y Montevideo no carecen de rispidez— basta
nombrar la competencia sostenida para conseguir privilegios por parte de la corona luego de
las invasiones inglesas— será a partir de los sucesos de 1808 cuando dichas diferencias se
revelaran irreconciliables. Con la llegada de el Marques de Sassenay, emisario bonapartista
que venia a pedir la jura en favor de José Bonaparte. Este se entrevistó con Liniers, hecho
que bastó para que Elío, máxima autoridad de Montevideo, acusara al Virrey de traidor y
desconociera su autoridad. En suma, cabe agregar que Montevideo era objeto de la amenaza
portuguesa que pretendía avanzar territorialmente, lo que refuerza también las acusaciones
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contra el virrey de origen francés. Esta impresión es construida por Elío ya que Liniers había
que recibiera al Mariscal Curado, un enviado de la corona lusitana.
Estos hechos hacen que Elío envíe un pliego a la Audiencia de Buenos Aires, que ya tenía un
conflicto declarado con Liniers al terminar las invasiones inglesas. El informe contenía las
acusaciones al Virrey por traición a la corona. Liniers en consecuencia ordenó aprehender a
Elío y envió a Juan Ángel Michelena a hacerse cargo de la ciudad. Elio fue defendido en una
revuelta popular que terminará en un cabildo abierto, y en la creación de una Junta de
gobierno con Elío como su presidente, junta que funcionó incluso ante emisarios
internacionales y peninsulares durante nueve meses. Hasta agosto de 1809 momento en que
juró obediencia a la Junta Central. Resulta paradójico que en el momento en que Buenos
Aires llama finalmente a una junta Montevideo envía un diputado a las Cortes de Cádiz, lo
que parece casi un recurso literario para esta rivalidad de larga data.
Otra de las respuestas políticas, que los americanos ensayan, ante el secuestro del rey se da
en Charcas, donde tenía lugar el máximo tribunal de apelación de la corona española: La
Real Audiencia de Charcas. En el alto Perú las abdicaciones revelaron una posibilidad para
reafirmar cierta autonomía respecto a su dependencia política del Virreinato del Río de la
Plata8. En el caso de Charcas los sujetos políticos que asumirán el papel protagónico serán
intelectuales, ya que funcionaba la Universidad Mayor Real y Pontificia San Francisco
Xavier de Chuquisaca. Formados en leyes ante el vacatio legis, la junta de notables se
autodefine con prerrogativas claras, tiene capacidad de representación corporativa y
territorial e introduce además de la retroversión soberana la argumentación de la igualdad de
los reinos, un factor de legitimidad ante las juntas que se sucedían en la península. Ahora
bien este mismo argumento podía volverse en su contra, ya que cualquier unidad territorial
con cierta pertenencia identitaria en la población, el muy mentado “pago chico”, podía alegar
retroversión soberana. Para que esto no sucediera como analiza Irurozqui9 la Junta
Charqueña resolvió enviar emisarios para que reconocieran su representatividad y también
desarrolló una especie de formulas representativas para las ciudades principales y sus cuerpos
sociales.
Las disposiciones de la Audiencia no fueron llevadas a cabo sin resistencias. De hecho su
propio presidente, Ramón García de León y Pizarro, había dispuesto la adhesión a la Junta de
Sevilla, junta a la cual la audiencia se negaba a reconocer por no estar informada por los
canales ordinarios, claro enfrentamiento de dos instancias de poder. Pero sin dudas la
variable más llamativa que contrapone a estas dos instancias gubernativas, frente a la cual la
Junta se pronuncia en contra, es el ofrecimiento que llegará por parte de la corona
Portuguesa, con exilio reciente en Brasil y que será considerada por Pizarro. La corte lusitana
que tenía como parte de su casa real a la Infanta Carlota, hermana del Fernando VII, quien se
ofrece como protectora de los territorios de su hermano. En esta pugna los oidores presionan
fuerte al presidente para que se pronuncie un documento que rachase el ofrecimiento
lusitano, este documento es conocido con el nombre de Acta de los Doctores. El problema se
recrudece cuando Liniers se entera del documento y ordena la destrucción de las rubricas,
decisión que el presidente Pizarro acata sin resistencia. Lo que genera una clara impresión en
la Audiencia del compromiso que el presidente y el virrey tenían con la corte portuguesa 10 .
Este conflicto terminará con la destitución del presidente por parte de la Audiencia que toma
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como precedentes las destituciones de Sobremonte, Iturrigaray y la sublevación de Elio en
Montevideo. De ésta manera la audiencia asume todos los poderes en nombre del rey
Fernando, declarándose solo responsable ante él y no ante el virrey de Buenos Aires y se
convirtió en una junta semejante a las formadas en España.11
Para terminar la exposición del proceso de juntas americanas, debemos repasar que sucedió
en Buenos Aires, la cabeza del virreinato a la que hicimos mencionamos durante varios
momentos de nuestra exposición. En Buenos Aires hay pendiente de solución una crisis
institucional suscitada por las invasiones inglesas, que dejan una disputa entre el cabildo de
Buenos Aires y el Virrey Liniers, héroe de las invasiones. El enfrentamiento es por quien
debe controlar las milicias, nuevo actor que emergió como respuesta a las invasiones. A esto
se suman las noticias de la península que producen una serie de decisiones frustradas, en
parte por la incertidumbre que producían las noticias y la forma retardada con que llegaban
estas. Es así que se pasa del acto de jura a Fernando VII, a la noticia de la protesta de Carlos
IV a su abdicación y la vuelta al trono todo en solo un par de días.12Marcela Ternavasio.
Todas estas decisiones y sospechas en la figura de Liniers la aludimos anterior mente de
manera indirecta cuando explicamos el caso Charqueño y Montevideano. Ahora, para
continuar con nuestra exposición sobre el traslado de la crisis imperial a los territorios del
Virreinato del Rió de la Plata, debemos volver al caso español, para decir que la Junta
Central Gubernativa sabía que si quería mantener dentro de la corona a los territorios
americanos, tenía que proveer una solución a las colonias en cuanto a la representación. En
consecuencia promulga una solicitada en la que pide se de comienzo a un proceso electivo en
los territorios de ultramar a fin de enviar diputados a la metrópoli. Buenos aires nunca llegara
a enviar un diputado.
Recién en Enero de 1809 habrá un primer intento juntista, liderado por Martín de Alzaga, en
esta experiencia no se aludiría al argumento de la soberanía, sino que el intento era más bien
un golpe al virrey. Cabe recordar que Buenos Aires tenía el antecedente sobre la destitución
de Sobremonte respecto a su inutilidad durante la defensa del invasor ingles. El intento fue
frustrado finalmente por falta de apoyo de las milicias que respondían a Cornelio Saavedra,
en una jornada en la que no faltaron milicias de ambos lados y pertrechamientos. La
experiencia terminará igualmente con la destitución de Liniers por parte de la Junta
Gubernativa en la península y el envío de Cisneros como nuevo virrey.
Con la llegada de Cisneros lejos estaban de solucionarse los conflictos, si bien como dice
Ternavasio el virrey intento domar la situación, indultando a los amotinados del 1 de mayo
de 1809 y cediendo ante los pedidos del cabildo de no innovar en la forma de gobierno, ni en
la disolución de las milicias; esto no fue suficiente. En suma en la península el avance
francés disolvía la junta y replegaba a los españoles insurgentes hacia Cádiz. Ante el
panorama los miembros de la elite porteña comienzan a mantener reuniones con Cornelio
Saavedra, jefe de la escuadra más numerosa de la milicia. Las posiciones convergen, es
tiempo de pedir al virrey que llame a un cabildo abierto. Finalmente los vecinos son llamados
al cabildo abierto para el 22 de mayo de 1810, en una votación sin unanimidad los poderes
del virrey son erradicados a favor del cabildo. En la votación para no eliminar de raíz la
presencia virreinal Cisneros es nombrado presidente de la junta, lo que no duraría mas de dos
días ya que el 25 de mayo de 1810 un movimiento liderado por el regimiento de Patricios,
entrega un pliego al cabildo con los nombres de quienes debían formar la junta.
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De esta manera se termina por configurar en Buenos Aires la primera junta de gobierno que
pondrá fin al orden monárquico de aquí en más. Es pertinente recordar lo dicho al comienzo
de la exposición: los americanos no estaban pensando en la independencia, no al menos en
manera mayoritaria. La independencia es consecuencia de algunos casos particulares los
movimientos americanos son autonomistas, pero por sobre todas las cosas lo que propició los
sucesos fue un vacío de poder, que se presentaba cada vez mas categórico, con la perdida de
las batallas en la península y los manejos torpes primero de la junta y luego del consejo de
regencia en la asimetría de las bancas para diputados americanos, en los llamamientos a las
cortes y posterior redacción de la constitución gaditana donde tampoco tendrían la
representación numérica suficiente. Los territorios que igualmente mantendrían su
pertenencia a las cortes y aplicarían la constitución, terminarán rompiendo más temprano que
tarde el vínculo monárquico. Cuando Fernando VII por fin recupere sus dominios y decida
abolir la constitución que daba cierta representación a los súbditos americanos, estos
comenzaran a plantearse una fractura con en el orden real. Al imaginario de los todavía fieles
a la corona debe sumarse el ejemplo de las guerras independentistas del cono sur, que
acabarán por convencer a los virreinatos aún fieles a la corona que el camino para sostener
sus deseos autónomos es la creación de un autogobierno.
2. Explique los cambios sociales producidos por la revolución y la militarización en el Río de la
Plata considerando al menos dos de los espacios estudiados.
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“Pareciera haber empujado la transformación de los propietarios agrarios en rentistas y dar inicio
a un proceso que combinó la erosión de la esclavitud, la abolición del tributo indígena y la
disgregación de los pueblos de indios contribuyendo a acentuar la configuración de un
heterogéneo campesinado mestizo sin las imposiciones pero también sin las “protecciones” del
orden colonial.” si la revolución permitió la erosión de las formas de extracción de excedente
campesino de carácter coactivo lo hizo de manera muy desigual y con un decurso para nada
lineal
el principal desafío que afrontaron las elites locales fue lograr la desmovilización campesina que
implicaba para los campesinos que perdieran el fuero militar que los sustraía de la justicia
ordinaria (y por tanto del poder de las elites urbanas) y que había contribuido decididamente a
configurar las bases sociales de los liderazgos competitivos. Es que esa movilización había
puesto en cuestión la relación social fundamental de la estructura agraria regional, el sistema de
arriendos, y al hacerlo había puesto en cuestión las relaciones de poder rural previas puesto que
la principal compensación material de los campesinos movilizados fue la suspensión del pago de
los arriendos. Sólo con la desmovilización era posible reimplantar esas obligaciones y las normas
de conchabo obligatorio. En consecuencia, puede conjeturarse que si la configuración del bloque
social que lideró Güemes había permitido contener y canalizar las implicancias de esa masiva
movilización, su descomposición terminó por constituir una derrota histórica de los campesinos
que habilitó la restauración de relaciones sociales y de poder en condiciones quizás más duras
que a fines de la colonia.20 Sin embargo, no parece haber sido esta una situación generalizada.
En Tucumán la movilización bélica no parece haber habilitado la emergencia de liderazgos tan
autónomos ni fue tan disruptiva de las relaciones sociales preexistentes.
En todas las regiones una de las principales transformaciones fue la erosión y descomposición de
la esclavitud antes de su definitiva abolición a mediados del siglo XIX. Hasta dónde se sabe, en
el Río de la Plata no se produjeron sublevaciones masivas de esclavos aunque no faltaron las
conspiraciones y motines. Pero esta ausencia no implicó pasividad: por el contrario, existía una
larga tradición colonial que combinaba estrategias de manumisión legal y de fuga que se vio
notoriamente enriquecida con la experiencia revolucionaria a la cual los antiguos esclavos
parecen haber adherido con entusiasmo y expresando objetivos muchas veces diferenciados. A
su vez, hay algo más: en varias ciudades y regiones, los antiguos esclavos suministraron una
fuerza social y militar significativa a los procesos de restauración del orden, lo que modificó su
lugar social y político. 51 Del mismo modo, la revolución modificó las relaciones con los grupos
indígenas y los convirtió en actores políticos. Si se toma en cuenta la situación
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