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El Milagro de Janucá y nuestro Hno George Washington

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El Milagro de Janucá y nuestro Hno George Washington
En la noche del 17 de diciembre 1775, durante La Guerra de
Independencia de los Estados Unidos, el soldado judío Jaim
Salomon no estaba pensando en la batalla del día siguiente. Toda
su preocupación estaba centrada en como poder encender la vela
de la primera noche de Janucá sin llamar la atención de nadie.
Por lo que, esperó a que todo el batallón se durmiera en el
campamento de las fuerzas que peleaban por la Independencia de
los Estados Unidos, en Valley Forge, Pensilvania. Cuando
Salomón pensó que ya nadie lo observaba, entonces sacó la
Janucá que su padre le había regalado, y procedió a encender la
vela.
Mientras cumplía con la Mitzvá, pensaba que quizás este pudiera
ser su último Janucá, ya que eran mucho menos en número de
hombres que los ingleses y casi ya no tenían armas. En ese
instante sólo pudo pronunciar: “Gracias Hashem, gracias por
todo!”, mientras iba recitando las bendiciones de la encendida de
las velas de Janucá. Pero de pronto se dio cuenta que había una
persona parada a su lado, apoyando la mano sobre su hombro.
“¿Qué estás haciendo?, ¿acaso eres un espía?” Quien le gritaba
no era otro que el comandante del Ejército, el General George
Washington.
“No mi general”, respondió Jaim Salomon, “Dios no lo permita, yo
soy un judío observante.
“Creo en Dios y este es uno de los preceptos que Él nos ordenó.
No soy un espía, mi general”.
“¿Qué precepto es ese?, ¿qué significa este candelabro?” le
preguntó Washington.
Jaim le respondió: “Los judíos en todo el mundo encienden velas
esta noche, ya que es Janucá, la fiesta del gran milagro.
Hace aproximadamente 2000 años, nosotros los judíos
estábamos luchando una guerra muy parecida a esta, y ganamos
esa guerra porque luchábamos por la verdad, luchábamos por la
libertad. Éramos menos en número, muchos menos que nosotros
ahora, pero ganaron porque creían en una causa justa y Dios nos
ayudó”.
“Y mañana triunfará también usted señor de la misma forma que
ganaron los Macabeos. ¡Dios nos ayudará de la misma forma en
que nos ayudó en ese momento!”.
El General Washington permaneció en silencio mientras lo miraba
incrédulo. Pero luego de unos instantes le dijo: “Tú eres un judío,
eres de la nación de los profetas, entonces tomaré tus palabras
como si hubieran sido pronunciadas por Dios mismo”. El general
estrechó la mano del soldado Salomón y desapareció en la
oscuridad.
Al poco tiempo, las fuerzas del general Washington vencieron a
las fuerzas británicas y finalmente se declaró la independencia de
los Estados Unidos de América. Posteriormente, George
Washington se convirtió en el primer presidente de los Estados
Unidos. Jaim Salomon sobrevivió a la guerra y retornó a su hogar
en Brome Street, New York. Pero pasaron unos años, y en una
ocasión Salomon estaba sentado en su casa junto a su familia,
observando las velas de Janucá brillando junto a la ventana,
cuando de repente alguien golpeó a su puerta.
Jaim se levantó para abrir la puerta y se quedó asombrado al ver
que allí se encontraba un grupo de oficiales del ejército junto al
primer presidente de los Estados Unidos, el general George
Washington en persona. Inmediatamente los hizo pasar. Entonces
el presidente le dijo: “Veo que sigues fiel a las tradiciones de tu
pueblo…¡feliz Janucá¡. Si mal no recuerdo ese era el nombre de la
fiesta. Vine hasta aquí por un presente que quise traerle en
persona”.
Posteriormente, uno de los oficiales dio un paso al frente y le
entrego un pequeño estuche de terciopelo. Jaim Salomón quien
no salía de su asombro, tomó lentamente la cajita, la abrió y
encontró allí una medalla de oro donde estaba grabada la imagen
de una Menorá, y que decía: “Una muestra de gratitud por la luz
de tu vela, con admiración, de George Washington”.
Señor Salomón, le dijo el presidente, “usted no sabe lo que hizo
en Filadelfia hace algunos años”, y continúo diciendo: “Esa
noche yo no podía dormir, pues creía que no teníamos chance de
ganar. Había pensado que lo mejor era rendirnos, ya que no
teníamos suficientes municiones y solo contábamos con un
reducido número de soldados, mientras que la comida era
insuficiente. Cuando vi a los soldados durmiendo a la intemperie
con el frío intenso, pensé que no había nada que pudiéramos
hacer. Sin embargo, cuando lo escuché a usted y vi esas luces,
me dieron una nueva energía para no rendirnos, y poder seguir
adelante para ganar la guerra. Sentí que estábamos del lado
correcto y que nuestra causa era justa. Es por eso por lo que vine
hasta su casa para agradecerle y condecorarlo, y decirle que esta
noche también es mi fiesta. ¡Para mí, Janucá significa la luz de
esperanza y la luz de la Libertad!”
George Washington colgó la medalla de oro sobre su cuello,
mientras las lágrimas de Jaim Salomón caían de sus ojos y no
podía hablar. La medalla entregada por Washington a Jaim
Salomón aún existe, como testimonio de la fuerza de Janucá.
Posteriormente, George Washington nombro a Jaim como su
principal colaborador para asuntos económicos, convirtiéndose
así en un banquero, quien tuvo éxito en acumular una inmensa
fortuna, que utilizó para financiar la revolución y luego para salvar
a la nueva nación del colapso financiero.
Jaim continúo colaborando con el presidente, y solicito ayuda a la
comunidad judía de los Estados Unidos, integrada entonces
mayoritariamente por familias pudientes de origen sefardí,
descendientes de portugueses y españoles, para que ayudaran
con donaciones de dinero al ejército americano y al nuevo
estado. Su acción fue tan exitosa que, el mismo presidente
Washington expreso sobre Jaim lo siguiente: “Sin la actitud de
Salomón, la historia habría sido diferente, debido a que el ejército
de los Estados Unidos no habría resistido en su guerra contra los
británicos quienes querían impedir nuestra existencia”.
Uno de los símbolos que representan la soberanía de un país es
su moneda, por lo que, Washington instruyó a los dibujantes para
que, al diseñar el billete de un dólar, incluyeran un
agradecimiento a Jaim Salomón y al pueblo judío. Es por eso por
lo que, en el reverso del billete, encima de la cabeza del águila se
diseñó un Maguen David rodeado de una brillante luz. También se
diseñó en la parte trasera del mismo billete, donde está el escudo
debajo del águila (ver el billete al revés) una Menora con nueve
luminarias.
Quiera Dios que la luz de Janucá nos ilumine también a nosotros
en todos nuestros caminos y nos traiga muy pronto la Gueula
(redención) en nuestros días.
Nihil novum sub sole
Vuestro Hno, con un gran Abrazote Templario oscar
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