TENSIONES AL INTERIOR DE LOS SISTEMAS EDUCATIVOS LATINOAMERICANOS. UN ANALISIS A PARTIR DE LUHMANN Resumen: Con frecuencia los sistemas educativos latinoamericanos son asumidos como dispositivos racionales, metódicos y consensuados que apoyan la gestión eficaz de la enseñanza y el aprendizaje desde la educación básica hasta el nivel superior. Sin embargo, una mirada a subsistemas como el aparato escolar y las oficinas de planeación sectorial, dará cuenta de una serie de tensiones epistemológicas, administrativas e ideológicas en su interior que devienen en formas de funcionamiento complejas y algunas veces impredecibles. Nos apoyamos en Luhmann para describir tales funcionamientos en dos aspectos particulares: la institucionalidad del sistema educativo y los campos conceptuales donde se producen sus referentes. Palabras clave: sistemas educativos, teoría de sistemas, ciencias de la educación, investigación educativa, gestión de la educación, investigación educativa. TENSIONS INSIDE THE LATIN-AMERICAN EDUCATIONAL SYSTEMS. AN ANALYSIS SINCE LUHMANN Abstract: Latin-American educational systems are very often assumed as rational, methodic and agreed mechanisms that supports the effective management of the teaching and the learning from the basic education to the higher standard. Nevertheless, a view over subsystems as the school system and the sectorial planning office will account for a series of epistemological, administrative and ideological tensions in its inside that comes about complex and sometimes unpredictable methods of procedures. We support on Luhmann to describe such procedures in two particular aspects: institutionality of the school system and the conceptual fields where the references are produced. Key words: Educational systems, systems theory, Educational sciences, Educational research, educational management. Introducción En la última década los estudios comparados sobre los sistemas educativos latinoamericanos han mostrado que su conformación obedece a una serie de tensiones de orden epistemológico, estatutario e institucional, más a que a las relaciones causales descritas por la teoría de la planificación y la teoría sistémica (Tenti, 2003). En estos estudios se tiende a disociar las acciones de planeación de las prácticas educativas que tienen lugar al interior de los aparatos fundamentales del Sistema Educativo: (escuela, facultades de educación y oficinas de planeación sectorial) proponiendo la segunda como dependiente de la primera (Calvo, 2011). El resultado es la proliferación de investigaciones que plantean las problemáticas educativas – en el marco de los requerimientos de las organizaciones internacionales – como asuntos de orden administrativo donde se deben identificar las impedancias al interior de los sistemas y diseñar estrategias para mejorar su eficiencia (Robles, 2009). De esta forma, el estudio de los sistemas educativos asume una identidad epistemológica que lo suscribe al campo de la política educativa, alejándolo de fenómenos de orden cultural, social y por supuesto pedagógico. Buscando promover la complejidad de los objetos de estudio en torno al Sistema Educativo y propiciar una mirada interdisciplinar sobre éste, proponemos el concepto de Tensión ampliamente utilizado en los estudios pedagógicos y educativos latinoamericanos de la última década (Díaz, 2006). El estudio de una “Tensión” implica la identificación y descripción de las relaciones epistemológicas, institucionales y estatutarias entre los diferentes agentes y aparatos de un sistema. En la “Tensión” no se estudian solamente las relaciones de orden causal sino que también se contemplan aquellas de oposición, concomitancia, desfase e imbricación, y por lo tanto, su puesta en esquema más que acudir a diagramas sinópticos o conectores emplea matrices de oposición. En nuestro caso las matrices de tensión permiten mostrar que los aparatos fundamentales del Sistema Educativo (escuela, facultades de educación y oficinas de planeación sectorial) no establecen únicamente relaciones de dependencia, sinergia o afinidad sino que al contrario, si observamos la constitución y reconfiguración del sistema educativo en los últimos 50 años veremos que las relaciones de oposición, enfrentamiento e incluso anulación son las más recurrentes. Ejemplo de ello es la movilización magisterial frente a las propuestas curriculares oficiales en las últimas tres décadas, el desacuerdo manifiesto de las facultades de educación frente a los planes de desarrollo educativo propuestos por el MEN y la escasa transferencia de conocimiento entre las facultades de educación y las escuelas (Suárez, 2002). Queremos plantear la construcción de matrices analíticas donde puedan identificarse el conjunto de tensiones en el que están inmersos diferentes objetos investigativos y las fuerzas que lo reconfiguran en un momento determinado. Nuestro propósito central es la superación de los lugares comunes –aún de los expertos- y los a priori y formalidades disciplinares que dominan el panorama investigativo del campo de la educación y la pedagogía. Todo esto tiene un gran valor en la formulación de proyectos investigativos en educación cuyas expectativas se orientan a la expansión de las fronteras del conocimiento pedagógico y educativo y la propuesta de miradas novedosas sobre los fenómenos sociales. Al ser Luhmann uno de los teóricos que se ha permitido analizar el funcionamiento del sistema social más allá de la causalidad y su dependencia estructural de transformaciones económicas y políticas, lo consideramos necesario para explicar fenómenos cuyo sentido es autorreferente. Aquí es necesario aclarar que no estamos interesados en verificar la eficiencia del Sistema Educativo o recrear una genealogía de los propósitos que lo guían, más bien queremos mostrar cómo las tensiones entre diferentes instituciones educativas (escuela, facultades de educación y oficinas de planeación sectorial) definen un tipo particular de funcionamiento para este sofisticado mecanismo sectorial. Siguiendo esta línea, planteamos dos problemas de investigación en torno a las tensiones que presentan los actuales sistemas educativos latinoamericanos: las Particularidades históricas de las instituciones del Sistema Educativo Latinoamericano y los Campos conceptuales del Sistema Educativo Particularidades históricas de las instituciones del Sistema Educativo Latinoamericano Un problema de los análisis funcionalistas es su incapacidad para explicar las tensiones que se presentan entre instituciones que pertenecen a un mismo sector público con misiones similares. En efecto los funcionalistas reconocen que toda sociedad debe crear instituciones que se encarguen de cuatro problemas básicos: la reproducción de sus miembros que usualmente esta a cargo de la familia; la garantía de la alimentación y la salud responsabilidad de hospicios, fábricas y hospitales; el consenso de los anhelos vitales y sociales a cargo del Estado y sus dependencias; y, la conducción moral de la población a cargo de las iglesias (Feito, 2001) Para los funcionalistas este tipo de necesidades se mantiene prácticamente invariable a lo largo de la modernidad y al interior de las sociedades que se nutren de su acervo; las instituciones de un sector público trabajan mancomunadamente buscando la realización de principios consensuados e incontrovertibles. Esta visión de la sociedad responde intrínsecamente a una disposición estructural donde diferentes instituciones subsidiarias se imbrican y solapan para atender de manera total las necesidades físicas y morales más básicas de la población. Para el caso educativo, la familia, la escuela y la iglesia se encargan de la formación integral de los sujetos y se complementan con la formación de padres responsables, ciudadanos respetuosos de la ley y temerosos de Dios, respectivamente. Para algunos autores este tipo de configuración solo es aplicable a una modernidad temprana donde el desarrollo democrático no ha dado lugar a la extensión de garantía sobre gustos, preferencias y sentidos tan diversificados y radicales como los que caracterizan las sociedades actuales. Precisamente, la revisión de los procesos económicos, sociales y políticos a partir de la década del 70 llevan a una proliferación de propuestas alternativas frente a lo que muchos consideraron una educación dogmática y totalitaria. El aparato escolar se vio incapaz de atender el diverso abanico de necesidades que posibilitaba la transformación de una democracia representativa a una participativa –por lo menos en los países de primer mundo-. Emergen entonces instituciones sectoriales con diferencias significativas en cuanto a sus prácticas de funcionamiento y sus objetivos misionales aunque similares en sus procedimientos administrativos y financieros. Mujica (2011: 17) señala que la sociología de segunda posguerra explica estas discrepancias mediante la existencia de subsistemas funcionales al interior del gran sistema social, es decir, “estructuras y semánticas altamente especializadas, que se abocan a orientar las operaciones de los múltiples plexos de sentido”. De esta manera, “la integración social ya no se basaría en una consistencia valórica o cultural, ni en la interdependencia de las funciones; ahora la dimensión integradora radicaría en la reciproca indiferencia entre los sistemas, condición necesaria para realizar sus funciones (Luhmann, 2007)”. Las nuevas sociedades no están tan interesadas en mantener la identidad misional de las instituciones como en obtener soluciones eficaces a problemas coyunturales sin importar los límites burocráticos que se traspasen. De hecho es frecuente el consenso entre diferentes miradas expertas sobre las prioridades de la agenda social pero enormes disensos de tipo disciplinar y metodológico al momento de intervenir los problemas, a esto es lo que llamamos Tensión. Primera tensión: la Escuela, las facultades de educación y las oficinas de planeación sectorial como Subsistemas Funcionales Nuestra escuela pública emerge a comienzos del siglo XIX frente a la urgencia de encerrar la caprichosa población infantil en un régimen policial que transforme su comportamiento en bien de los intereses del príncipe (Martínez, 2011). Este principio se ha mantenido a lo largo del dos siglos buscando formar alternativamente comportamientos civilizatorios (Díaz, 2005) productivos (Acosta, 2006) y ciudadanos (Cortés, 2007). Por su parte la consolidación de las facultades de educación latinoamericanas tiene lugar en la segunda posguerra con la intención de desarrollar y difundir instrumentos curriculares, disciplinarios y de enseñanza a la creciente población escolar en el marco de lo que Martínez (2004) llama el “desbloqueo de la escolarización”. Este propósito originario se mantiene en la mayoría de programas de licenciatura cuya misión es formar profesores para desempeñarse en las aulas escolares mientras que las ofertas dedicadas a la educación en espacios alternativos como la orientación psicopedagógica, la educación comunitaria, la educación especial, la reeducación y la etnoeducación se mantienen aún muy reducidas. Finalmente, la labor de los ministerios y secretarias de educación a partir de 1980 ha sido la ejecución de los planes de desarrollo educativo como subsidiarios de los planes de desarrollo económico. En este sentido sus acciones se han dirigido a la atención de los requerimientos de los organismos internacionales más que a la promoción de saberes pedagógicos y educativos consensuados con el magisterio (Bustamante, 2006). Ejemplo de ello es el progresivo proceso de estandarización iniciado desde mediados de los noventa que posiciona los instrumentos de enseñanza como centro del proceso educativo: primero, se seleccionan temáticas necesarias para atender la transferencia de tecnología indicando al maestro los contenidos a enseñarse; segundo, se proponen modelos didácticos para el desarrollo de dichas temáticas y presupuestos para la elaboración de indicadores de evaluación que miden la apropiación de los contenidos, procedimientos y actitudes vinculadas; y tercero, se centraliza la retroalimentación de la evaluación del aprendizaje mediante sistemas de análisis multivarial cuya complejidad escapa al aula. Este desfase entre los momentos de constitución de los diferentes aparatos se manifiesta en tres aspectos: en el misional dado que la urgencia a la que respondió la constitución de cada Aparato guarda particularidades históricas, es el caso de la escuela que nace como respuesta a la necesidad de encerrar en un régimen policial a la infancia mientras que las oficinas sectoriales buscan un control cibernético sobre las actividades de aprendizaje. En el institucional dado que la arquitectura pensada para su función originaria no guarda sincronía en sus remodelaciones, por ejemplo, las aulas escolares han mantenido su disposición para la enseñanza frontal por más de un siglo mientras que la disposición de las subsecretarias al interior de los ministerios de educación latinoamericanos se ha reconfigurado varias veces en las últimas dos décadas.1 Y en el comunicativo ya que los códigos institucionales y normativos diseñados para garantizar su funcionamiento en algunos casos son decididamente diferentes, basta ver la concepción de “evaluación para la calidad” que manejan actualmente los maestros, los ministerios de educación y las facultades de educación, problema irreductible al estudio terminológico. La tensión anteriormente descrita es posible debido a que en una sociedad nunca existen consensos completos sobre los objetivos formativos a desarrollar, salvo en aquellos casos donde se vea comprometida la supervivencia (guerra, epidemias, desastres, etc.). Sin embargo, con una 1 Veamos el caso colombiano para el último lustro. En el organigrama del MEN para el 2006 figuran las direcciones de Calidad para la Educación PMB, Descentralización, Cobertura y Equidad, Calidad para la ES y Fomento de la Educación Superior. En el 2009 encontramos dos nuevas oficinas generales: la de Cooperación y Asuntos internacionales e Innovación Educativa con uso De Nuevas Tecnologías. Y para el 2011 encontramos la configuración de las direcciones misionales de Fortalecimiento a la Gestión Territorial y de Primera Infancia. relativa seguridad los sectores sociales, aun en regímenes totalitarios, se han atrevido a expresar las expectativas que tienen frente a la educación de la infancia y adolescencia. Esto impulsa a que los sectores sociales más representativos presionen para crear instituciones que atiendan a sus intereses, de este modo se evitan los enfrentamientos civiles y las costosas pugnas políticas. Debido a que esta instituciones se crean muchas veces como respuesta a la inconformidad social y solo tienen legitimidad mientras esta permanece encendida, su funcionamiento es básicamente contestatario y cualquier intento de someterla a control y vigilancia puede ser tomado como una agresión de una clase o sector social hacia otra. Lo anterior no quiere decir que todos los objetivos misionales de los subsistemas sociales sean artificiales e indiferentes de las necesidades sociales sino que su interés de supervivencia los lleva a buscar articulaciones diplomáticas con la naturaleza política, económica, psicológica, etc., que caracteriza el entorno social. De acuerdo con Luhmann “esto no quiere decir que el sistema pueda vivir con prescindencia de su entorno, en una suerte de burbuja al vacío […] El acoplamiento estructural, en cambio, es una constante y, además, condición de la supervivencia de un sistema autopoiético. O el sistema está acoplado a su entorno y existe o no lo está y no existe” (Luhmann, 2005: 31-32) Sin embargo, una vez que los intereses de la sociedad cambian estas instituciones - en tanto subsistemas autónomos- solo pueden sobrevivir cambiando discretamente su mirada hacia otros intereses o elementos más actuales. En correspondencia para Luhmann (2006) la pervivencia de estas instituciones en su funcionamiento solo es posible en la medida que sean capaces de reconfigurar su sentido, “el sentido emerge y se reproduce como comportamiento-propio (Eigenbehaviour) de ciertos sistemas; esto resulta del hecho de que los sistemas de conciencia y los sistemas sociales producen sus elementos últimos como acontecimientos referidos a un punto en el tiempo y que al desvanecerse de inmediato no pueden tener duración: suceden por primera y última vez. Se trata de sistemas temporalizados que únicamente logran la estabilidad en forma dinámica reemplazando de continuo los elementos que se anulan por otros nuevos. Sus estructuras deben estar preparadas para eso” (Luhmann, 2006: 34) Cada ciclo de reconfiguración de estas instituciones-subsistema lleva a la proliferación de alianzas estratégicas intersectoriales, interinstitucionales e intersistémicas con demandas tan diversas que requieren el empleo de todos sus recursos y energía. La normalización de esta práctica en el sistema social da lugar a la confección de objetivos autorreferentes en el que prima la subsistencia a nivel burocrático sobre la atención de las necesidades sociales. Para Luhmann, la supervivencia de un subsistema implica “que reproduzca exclusivamente sus operaciones dentro de un entramado recursivo de sus propias operaciones. Sólo desde las operaciones del sistema se puede determinar lo que para éste es determinante y, sobretodo, lo que le es indiferente. De aquí que el sistema no esté condicionado a responder a todo estímulo que provenga del entorno”. (Luhmann, 1998: 12) Las metáforas configurativas del actual Sistema Educativo: A lo largo del siglo XX las sociedades capitalistas han acudido a tres metáforas para explicar sus aparatos institucionales y de saber. Cada una de ellas se ha configurado en medio de comunidades intelectuales que señalan las premisas sobre las cuales se validan razonamientos de orden burocrático y administrativo. Para Luhmann, dichas comunidades profesionales cuyo nicho representativo es la Universidad además de direccionar las lógicas que definen la viabilidad, utilidad y pertinencia, de las acciones institucionales se encargan de adiestrar a las nuevas generaciones en tautologías particulares: “el sistema de la ciencia y el sistema educativo se acoplan con la forma de organización de las universidades. A más tardar, en el siglo XIX las universidades dejan de estar ligadas a funciones de servicio en el ámbito del sistema de la religión (Edad Media) o a la demanda de personal por parte del Estado en la temprana Edad Moderna; de ahora en adelante forman una comunidad organizada de investigación y enseñanza, lo cual justifica también políticamente un financiamiento importante por parte del Estado” (Luhmann, 2006: 622) Segunda tensión. Estructura, sistema y red En los últimos cincuenta años el Sistema Educativo ha configurado una serie de metáforas para definir las relaciones de poder que establecen sus aparatos. Este tipo de configuraciones no es exclusiva del sector educativo sino más bien una apropiación de las lógicas gobernativas que caracterizan el discurso de la administración pública (Arévalo, 2009). La primera de estas metáforas es la estructura que permite ver los aparatos del Sistema Educativo como un conjunto de estratos con funciones verticales de dependencia. Los estratos más altos se encargan del diseño de dispositivos sofisticados de recolección de información que les permite la exclusividad sobre la inteligencia del proceso educativo y la definición de indicadores de satisfacción del servicio educativo. Los estratos intermedios se encargan de operar y difundir los mecanismos para el aumento de la eficiencia, eficacia y rendimiento, atendiendo a los requerimientos de las oficinas encargadas de la centralización de información. Finalmente, los sustratos adoptan los indicadores de mejoramiento como propósito fundamental de su vida institucional y resuelven la manera de satisfacerlos en contextos diversos. Las mejores experiencias o “experiencias exitosas” remontan el camino hacia los operadores y las oficinas centrales para ser mostradas como pruebas de la viabilidad, pertenencia y utilidad de los lineamientos oficiales. Esta metáfora fue ampliamente difundida en la década del 70 y 80 lo que dio lugar a la emergencia de movimientos magisteriales en América Latina en contra de las políticas oficiales y la consolidación de las llamadas pedagogías críticas (Maldonado, 2008). En la actualidad este tipo de funcionamiento se ilustra en la definición de lineamientos evaluativos a partir de estándares internacionales cuya definición y consenso ya no es jurisdicción de profesores o maestros. Más bien, encontramos en el estrato más bajo e instrumentalizado un docente encargado de preparar a sus estudiantes para las pruebas estandarizadas pero también capacitado para aplicarlas, retroalimentarlas y prescribirlas de acuerdo con las orientaciones oficiales (Quiceno, 2010). La segunda metáfora el es sistema donde cada aparato se asume como un organismo especializado que establece relaciones ecológicas con sus semejantes en campos con características ambientales definidas. Esta metáfora permite incluir elementos sociales y culturales en el estudio e intervención del fenómeno educativo y contextualiza el concepto de “calidad de la educación” restringido anteriormente al rendimiento académico. En tanto parte de un sistema, los aparatos son consumidores y proveedores de insumos estableciendo relaciones simbióticas centradas en la maximización y el aprovechamiento optimo de los escasos recursos (Arnold, 1998). Una de las mayores críticas a esta metáfora predominante en la segunda ola de reformas para el desarrollo es que en su afán por establecer armonías entre los diferentes aparatos introdujeron un número excesivo de expectativas en el sector educación, muchas de las cuales no eran de su competencia (Jurado, 2009; Román, 2007; García, 2006). Igualmente, los sistemas educativos preocupados por evitar fricciones entre sus aparatos se volvieron autorreferentes y, en consecuencia, sus inquietudes se centraron en el funcionamiento ideal del sector más que en el diagnóstico de las necesidades reales de las comunidades educativas (Massé, 2007). Se observa a lo largo de la década del 90 una descentralización de los mecanismos curriculares oficiales en la escuela y las facultades de educación mediante la implementación de figuras como el Proyecto Educativo Institucional PEI, el Modelo Pedagógico Institucional MPI, el Sistema Institucional de Evaluación SIE y el Plan de Estudios. Esta apertura dio lugar a una proliferación de propuestas institucionales tan diversas que resultó imposible su vigilancia y control. Finalmente se acudió a mecanismos de autorregulación y autoevaluación donde las instituciones mediante acompañamiento experto definen los puntos a tener en cuenta en su Plan de Mejoramiento Institucional PMI. La tercera metáfora es la red donde cada aparato se asume como un elemento bidimensional en un poliedro de inteligibilidad y sus vértices comportan nodos desde donde desprenden propósitos trasversales para el Sistema Educativo. En la educación básica y secundaria se articulan conceptos propios del desarrollo educativo como Aparato Escolar con el de redes de maestros investigadores y colectivos docentes, y, para el caso de la educación superior se resignifican instancias como las oficinas de extensión con la creación de centros de gestión dedicados al spinoff o al desarrollo de la Triple Hélice. Es interesante ver como surgen al interior de estas interacciones figuras como la del consultor educativo encargado de viabilizar los lineamientos de la política educativa en instituciones con fuerte identidad disciplinar, al igual que la proliferación de operadoras de licitación pública que abarcan desde colectivos magisteriales hasta Think tanks internacionales que buscan impulsar intereses multilaterales en las agendas del sector educativo. Obviamente también encontramos multitud de grupos de investigación –muchos de ellos sin experiencia en el campo educativo- que sustentados en el capital de trabajo de las universidades o en convenios temporales con empresas y fundaciones participa en el saturado juego de la contratación estatal. Cada uno de estos cuerpos “son un sistema que atiende a una función de la sociedad moderna y que, como todos los otros sistemas que se encargan de una función en la sociedad, debe su alta capacidad de rendimiento al proceso de diferenciación, a la clausura operativa y a la autonomía autopoiética del sistema”. (Luhmann, 2007: 12) La falta de comprensión sobre este tipo de configuraciones del Sistema Educativo ha dado lugar a tendencias investigativas centradas exclusivamente en las incoherencias funcionales que han mantenido los agentes e instituciones del sector educativo en el último medio siglo. Buscando complejizar esta mirada queremos proponer la descripción de los diversos ordenes internos que se imbrican en el actual Sistema Educativo convirtiéndolo en un fenómeno altamente complejo y multivarial que puede responder simultáneamente a lógicas planificadoras, presiones de la opinión pública, intereses de la comunidad internacional o simplemente atender los requerimientos de una economía de mercado. Campos conceptuales del Sistema Educativo Para Luhmann los subsistemas funcionales nacidos luego de la modernidad configuran saberes específicos con los cuales se gobiernan y retroalimentan a si mismos; es decir, son autorreferentes. Runge (2007: 3) citando a Luhmann “la sociedad así como sus sistemas funcionales, observan sus propias operaciones y están determinados en esa medida por su autorreferencia. Tienen, por tanto, que diferenciar internamente entre sí mismos y su entorno”. Aunque no se puede hablar de un encriptación de los códigos en los cuales se difunden estos saberes al interior de las instituciones puede reconocerse que describen sus prácticas a partir de términos elaborados, que, como todo mecanismo sofisticado permite aumentar enormemente la producción que para este caso es de tipo interventora y burocrática. Runge citando a Luhmann señala que “De los cortes (Kappen) de influjos determinantes del entorno y de la combinación de cierre operativo y autorreferencia se origina internamente un inmenso excedente de posibilidades para otras operaciones que no son calculables para el sistema mismo. El sistema es por ello intransparente para sí mismo. Éste opera en un espacio de incertitud autoproducida” (2007: 3) El contar con un arsenal sofisticado de términos que aparentemente no guardan similitud con otros códigos impidiendo su comprensión a partir de metáforas permite restringir la cantidad de miradas vigilantes sobre el subsistema, aunque, con el peligro de hacerse ininteligibles para el sistema social. Luhmann se refiere a ello como habla de “una incertitud autoproducida que obliga al sistema a su autoorganización, a la orientación con base en su propia memoria y, finalmente, a la imaginación, y cuyas soluciones a los problemas son puestas a la prueba de un futuro todavía no conocido” (Luhmann, 2002: 113). En las sociedades democráticas vemos que las instituciones menos burocratizadas comienzan a didactizar sus saberes con la esperanza de ser reconocidas como indispensables para el desarrollo social, aunque este tipo de aperturas haga que algunas de sus funciones se difunda en la sociedad como es el caso de la función docente y la función médica. Este proceso puede identificarse con lo que Luhmann llamaría referencia sistémica, es decir, “la referencia de un sistema con respecto a su entorno” que “modifica la situación de la conciencia en el contexto de la sociedad”. (Luhmann y Schorr, 1993: 48-51). Tercera Tensión: Pedagogía sistemática, Ciencias de la Educación y Cibernética En el actual Sistema Educativo latinoamericano conviven tres cuerpos epistemológicos diferentes en cuanto a su método y objeto: la pedagogía sistemática, las ciencias de la educación y la Cibernética. Luhmann describe cada uno ellos así: “la pedagogía se encuentra confrontada con requerimientos particulares para comunicarle a los educadores cómo deberían ser entendidas las situaciones y también ofrecerles orientación para tratar esas situaciones”; “como ciencia, toma parte en los asuntos del establecimiento académico y científico y se tiene que adecuar a los fundamentos teóricos y científicos sobre lo que es cierto” (Luhmann y Schorr, 2000: 11-12); y, “en una terminología cibernética moderna el ser humano no es una máquina trivial impulsada y programada por la naturaleza, que, si no se ‘corrompe’, siempre llega a los mismos resultados correctos; sino, una máquina no trivial que siempre enciende la autorreferencia para decidir ad hoc sobre metas y efectos” (Luhmann, 2004: 212). Cada relación se identifica con un momento de la formación de licenciados a partir de la década del 50 y define tendencias investigativas en el abordaje de fenómenos educativos. La Pedagogía sistemática domina el panorama conceptual de la educación latinoamericana en la primera mitad de siglo XX y se caracteriza tanto por la “defensa de la irreductibilidad del sujeto a un dato objetivo” como por una propuesta “que no solo debe ser estructurada con arte, sino también como el proyecto perfecto” (Echeverri, 2003: 133). Básicamente es el resultado por un lado, de las tensiones partidistas en torno a la apropiación de la doctrina liberalista en las recientes republicas lo cual se puede apreciar en los manuales de historia y lectura de las primeras décadas del siglo XX, y por otro, de la influencia ilustrada que se traslada a las antiguas colonias mediante tratados pedagógicos -en su mayoría de carácter eclesial- para ser utilizados en la enseñanza normalista (Quiceno, 2001). El campo de la pedagogía se compone de objetos propios de la formación ciudadana de acuerdo al ideal civilizatorio europeo, entre otros: el refinamiento de los modos y usos de la lengua, la creación de sensibilidades estéticas de acuerdo a parámetros modernos, la conducción de la vida en conformidad con los ideales altruistas del romanticismo y el reconocimiento del Estado como máxima instancia civil y la iglesia como rector moral supremo. Este tipo de objetos, reconocidos usualmente por la historia de la educación como el “modelo de enseñanza humanista” se basaba en la aptitud del maestro para constituirse como ejemplo de virtud ante sus estudiantes y como figura pública en las poblaciones aún no urbanizadas (Saldarriaga, 2003). Para las década de 1940 la formación de maestros compete mayormente a las Escuelas Normales que apropian los métodos de la Escuela Activa en sus programas básicos de matemáticas, ciencias y pedagogía infantil (Figueroa, 2006). Los programas de formación para la primaria se enfocaron en la comprensión del comportamiento infantil desde las humanidades y su modificación a partir de lecciones morales mientras que en la formación para impartir en el bachillerato se introdujeron asignaturas que abordaban los métodos de las Ciencias Sociales y Naturales (Helg, 1989). Hay que aclarar que la conformación de este tipo de programas no obedece a la concepción funcional de Currículo sino a un deseo de mejoramiento de la formación de maestros en un marco humanista nutrido por numerosos intelectuales europeos exiliados (Martínez Gorroño, 2004). A lo largo de la década del 60 y del 70 encontramos en los planes de desarrollo educativo un claro interés por implementar las Ciencias de la Educación en el análisis del sector. Si bien desde la década del 30 se reconocía la necesidad de vincular la sociología y la economía al análisis de problemáticas sociales solo hasta 1958 con la puesta en marcha del primer plan quinquenal de educación se propone la modernización del análisis educativo a partir de la sociología de la educación, la psicología de la educación y la economía de la educación. La característica fundamental de este tipo de ciencias es que retoman los procedimientos y regimenes teóricos propios de las disciplinas macro y los aplican en la planeación y control de las acciones pedagógicas, es decir, las actividades de enseñanza y aprendizaje se asumen como conjuntos totalizantes susceptibles de ser planificados por los Estados. Por ejemplo, la psicología educativa se interesa en la cognición del estudiante como un fenómeno biológico y no de carácter cultural, étnico o social, y por lo tanto le es posible definir que cosas son aprensibles para la totalidad de la población infantil y juvenil del país. A partir de allí es posible agrupar a los estudiantes de acuerdo a su edad y establecer las expectativas de aprendizaje y promoción correspondientes, cosa que hubiese sido impensable en un marco esencialmente pedagógico (Zuluaga et Al., 2003). Para esta década del 70 encontramos que las facultades de educación se concentran en la apertura de licenciaturas de corte disciplinar (biología, química, física, matemáticas) para extender la compresión de los procesos industriales a la totalidad de la población colombiana. El componente pedagógico de estas carreras se centra en la transposición didáctica de los contenidos científicos que fundamentan el Currículo de la primaria y la secundaria, igualmente en la construcción de insumos para el aprendizaje en la red de institutos técnicos industriales, los colegios de enseñanza media diversificada y los colegios con énfasis comerciales (Jiménez y Figueroa, 2002). En la década del 90 la preocupación por el aprendizaje desplaza los propósitos de mejoramiento de la enseñanza (humanista y técnica) erigidas como prioridades de la agenda educativa pública. Informes como el de la Conferencia de Jomtiem (1990) sobre Necesidades básicas de aprendizaje, el de la Reunión de ministros de educación en Quito (UNESCO, 1991) sobre el mejoramiento de las condiciones de aprendizaje en la secundaria latinoamericana y el Informe a la UNESCO de la Comisión Internacional sobre la educación para el siglo XXI, presidida por Jaques Delors (1996) sobre los desafíos educativos para una ciudadanía global en el marco de una economía de mercado, permiten instalar un nuevo paradigma sobre la mediación del conocimiento en sociedades informatizadas. Para comienzos del milenio la disponibilidad instantánea de cualquier cifra, dato o contenido, causa una depreciación del estatus social del profesor como figura emblemática del saber científico y le obliga a repensar su oficio más allá de la transposición didáctica (Sacristán, 2008). Aquí surge la figura del docente asociada con el manejo de las tecnologías de la información que ayudan al estudiante en la adquisición de contenidos significativos de acuerdo con su contexto de vida, la construcción de ambientes didácticos que propicien el desarrollo de habilidades metacognitivas y el tratamiento de problemáticas sociales desde la interdisciplinariedad y, el acompañamiento en la definición de un proyecto de realización personal productivo y rentable (Galvis, 2007). Puede observarse en la última década un crecimiento inusitado en la oferta de posgrados de gestión educativa orientados a hacer más eficiente la relación entre escuela y comunidad adoptando métodos propios de la organización empresarial. Aunque variados en cuanto a enfoques y metodologías, sus propósitos están dirigidos al establecimiento de sinergias conceptuales, institucionales y metodológicas que permitan convertir la institución escolar en una organización competitiva. Las investigaciones que surgen en este campo son de carácter cibernético, es decir, promueven la comprensión interdisciplinaria de factores asociados al aprendizaje y su intervención mediante la asociación sinérgica de capitales y recursos de diferente orden. También se enfocan en el diseño de estrategias de sostenibilidad fundadas en la eliminación de impedancias comunicativas entre los actores educativos, el diagnóstico oportuno de amenazas y debilidades institucionales y la retroalimentación compleja y objetiva de sus procesos (Soto, 2009). Conclusiones Hemos querido mostrar que el actual Sistema Educativo responde a lo que Luhmann llamaría “sistemas psíquicos” diferenciados cuyos marcos teóricos y epistemológicos plantean tensiones al interior de las instituciones educativas. Por ejemplo, en las reuniones de área de cualquier colegio se pueden observar por un lado, maestros interesados en la formación de hábitos como la disciplina y el orden, de otro, profesores interesados en la apropiación de los conceptos y métodos propios de las disciplinas científicas y, finalmente, docentes interesados en convertir el contexto de vida del estudiante en un insumo investigativo para sus problemáticas más inmediatas. A pesar de esto es evidente que en el subsistema escolar conviven muchas veces de forma pacífica dichos sistemas psíquicos. Esto puede explicarse en razón de los grandes intersticios epistemológicos que existen entre los núcleos duros de la pedagogía, las ciencias de la educación y la cibernética donde se realizan ligazones conceptuales y procedimentales con relativa facilidad. Luhmann (2006 explica que “mediante la distribución de operaciones correspondientes a cada dimensión, los sistemas psíquicos enlazan pensamientos a pensamientos y los sistemas sociales comunicaciones a comunicaciones. De tal suerte que los rasgos estructurales de los diversos sistemas dependen de la manera en que se estructura esta distribución”. (Luhmann, 2006:51) Referencias Acosta, Jackson (2006), “Escolarización masiva y gestión eficiente. Diálogos entre la política económica y el Sistema Educativo durante las décadas del 60 y 70 en Colombia”, Revista Pedagogía y Saberes, núm. 23, pp. 95-102 Arevalo, Astrid (2009), La contraloría y Bogotá: 80 años de historia. Retos y transformaciones, Bogotá D.C.: Contraloría de Bogotá. 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