Subido por ARANZA GONZALEZ DE LA VEGA

374560177-Lectura-2-Unidad-II-0614

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MÓDULO 0614 - METODOLOGÍA II. EL MÉTODO CIENTÍFICO Y LA EVALUACIÓN PSICOLÓGICA
1
INDICE
UNIDAD II.
FUNDAMENTOS TEÓRICOS Y
PRÁCTICOS DE LA
OBSERVACIÓN DIRECTA
Lectura 2
Quera, V. y Behar, J. (1997). La observación. En G.
Buela y J. Sierra (dirs.). Manual de
Evaluación Psicológica. Madrid: Siglo
XXI. (Cáp. 15).
LA OBSERVACIÓN.......................................................................2
Definición y características de la metodología observacional ...2
Codificación de la conducta.......................................................3
Elección de las conductas a observar....................................4
Unidades conductuales..........................................................4
Sistemas de categorías..........................................................5
Recogida de datos observacionales..........................................6
Medidas conductuales ...........................................................6
Muestreo observacional y sesiones de observación..............7
Reglas de muestreo intrasesional de sujetos y reglas de
registro ...................................................................................9
Obtención de medidas conductuales a partir del registro ....11
Control de la calidad de los datos............................................12
Fiabilidad..............................................................................12
Precisión ..............................................................................14
Validez .................................................................................14
Sesgos del observador y de la observación ........................14
Clases de análisis de datos .....................................................16
Áreas de aplicación de la metodología observacional.............17
UNIDAD II. FUNDAMENTOS TEÓRICOS Y PRÁCTICOS DE LA OBSERVACIÓN DIRECTA
MÓDULO 0614- METODOLOGÍA II. EL MÉTODO CIENTÍFICO Y LA EVALUACIÓN PSICOLÓGICA
LA OBSERVACIÓN
Definición y características de la metodología
observacional
En psicología existen áreas de estudio en las que el
comportamiento de los sujetos no puede investigarse mediante
ninguna de las estrategias tradicionales, como las metodologías
experimental y selectiva o correlacional, sino que únicamente es
accesible a través de la observación. Esto es así porque la
observación sistemática es una estrategia científica que permite
cuantificar la conducta espontánea de los sujetos en el momento
en que se produce y en su entorno natural, sin introducir
elementos de distorsión (Hutt y Hutt, 1970; Sackett, Ruppenthal y
Gluck, 1978). Las características fundamentales de la
metodología observacional son (Wright, 1960; Weick, 1968;
Anguera, 1981, 1985; McRae, 1995; Bakeman, 1997; Bakeman y
Gottman, 1997):
1. Se aplica al estudio del comportamiento espontáneo, por lo
que no existe una manipulación de variables con el propósito
de averiguar cómo afectan al comportamiento. Por el
contrario se registran, de un modo controlado, los valores de
las variables, tanto ambientales como conductuales, y a
continuación se analizan sus covariaciones. La ausencia de
manipulación garantiza que no existe distorsión en el
comportamiento registrado.
2. Se emplean observadores adiestrados que registran la
conducta en el momento en que se produce, y lo hacen
ciñéndose a unos códigos conductuales que han sido
definidos de forma objetiva por el investigador, y siguiendo
unas reglas de registro y de muestreo determinadas.
3. Los observadores son entrenados periódicamente y se
controla la calidad de los datos que obtienen mediante
técnicas de análisis de la fiabilidad y la precisión de sus
registros.
4. El investigador o investigadores dirigen y planifican el estudio,
pero no actúan como observadores. Los observadores son
2
personas adiestradas en ese fin concreto, a las que no se les
suministra información acerca de las hipótesis y los objetivos
de la investigación, con el propósito de evitar o minimizar sus
expectativas, que falsearían, los datos obtenidos.
5. Debe evitarse o reducirse el intrusismo del observador con el
fin de que ello no provoque reactividad en el comportamiento
de los sujetos observados, y su consecuente falta de
espontaneidad.
6. Permite estudiar conductas que no sería ético provocar (por
ejemplo, el pánico).
7. Puesto que el interés del investigador consiste en averiguar
qué covariaciones existen entre el comportamiento y las
variables externas a él, o entre diferentes tipos de
comportamiento, es necesario que en los datos se refleje una
amplia heterogeneidad de variables conductuales, aspecto
que sólo es posible lograr obteniendo muchos datos de cada
sujeto, es decir, observándolo durante largo tiempo. Los
datos obtenidos al aplicar la metodología observacional
pueden analizarse de muy diversas formas, siempre de
acuerdo a las hipótesis y los objetivos prefijados; sin
embargo, debido a que estos datos tienen la forma de
secuencias temporales, un tipo de análisis idóneo es el
llamado "análisis secuencial", que permite averiguar cuál es
la dinámica temporal del comportamiento.
La metodología observacional se aplica muchas veces en
investigaciones de corte inductivo, y, por lo tanto, no basadas en
teorías. Ello ha alimentado la creencia errónea de que la
observación sistemática sólo debe emplearse en ausencia de
hipótesis concretas. No obstante, la metodología observacional
no es intrínsecamente inductiva, como tampoco la
experimentación es intrínsecamente hipotético-deductiva. Sea
cual sea la forma de proceder (inductiva o deductiva), el
investigador observacional plantea objetivos y establece
conjeturas acerca de qué espera encontrar en los datos. Si estas
conjeturas se derivan de una teoría por deducción lógica,
entonces se denominan, con todo rigor, hipótesis. Si se
establecen sin que exista una teoría previa, basándolas, por
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ejemplo, en resultados de investigaciones anteriores, entonces
pueden denominarse también hipótesis, con menos rigor, o
simplemente conjeturas, lo cual no comporta que la investigación
se deprecie o sea de rango menor. En cualquier caso, cada
hipótesis que se plantea en la metodología observacional
relaciona, como toda hipótesis, al menos dos variables
totalmente operativizadas. En esta disciplina las variables que se
utilizan son de tres tipos (Johnston y Pennypacker, 1980):
1. Variables conductuales. Son códigos conductuales que toman
dos valores, presencia y ausencia, y que el observador
asigna a los segmentos de conducta del sujeto observado
(Sackett y cols., 1978). Cada código es un tipo de conducta
que el investigador ha definido de modo objetivo de acuerdo
con los fines de su investigación. A lo largo de una sesión de
observación se espera que cada uno de los códigos presente
variabilidad.
2. Variables ambientales. Son propiedades susceptibles de
evaluación del entorno natural de los sujetos observados, que
el investigador considera que pueden estar relacionadas con
su comportamiento (por ejemplo, la presencia o la ausencia
del maestro cuando se estudia la conducta de un alumno
durante un examen).
3. Variables de sujeto. Son atributos de los sujetos observados
que no sufren variabilidad intrasujeto ni pueden ser alterados
durante la investigación (por ejemplo, la edad, las variables
de personalidad o el sexo).
Como mínimo una de las variables entre las cuales se
establece relación en las hipótesis debe ser una variable
conductuyal. Por ejemplo:
1. «¿Lloran más los bebés de madres primíparas que los de
madre; ras?». Una variable conductual, "el bebé llora", y una
variable del sujeto "primiparidad".
2. «¿Disminuye la probabilidad de que el bebé llore después de
que hable?». Dos variables conductuales, «el bebé llora» y
«la madre «¿La disminución de la probabilidad de que el
bebé llore después la madre le hable es mayor cuando el
3
padre está ausente que cuando está presente?». Las mismas
variables conductuales que en el ejemplo anterior, más una
variable ambiental, "presencia del padre".
Es necesario que todas las variables estén operativizadas,
lo que implica medibles de forma totalmente objetiva. Por lo
tanto, es de capital importa las variables o códigos conductuales
que se emplean en la investigación estés dos de manera que los
observadores no puedan efectuar interpretaciones su o
idiosincrásicas de las mismas. Ello requiere una especial
atención cuando son de naturaleza molar e inferencial (por
ejemplo, códigos como "agrede", etc.). Por tanto, la codificación
de la conducta a observar etapa no sólo necesaria sino crucial en
cualquier investigación observacional, Io que, junto con los
observadores entrenados, constituye el instrumento de medí la
metodología observacional (Bebas; 1991).
Codificación de la conducta
La metodología observacional debe enfrentarse a un
material de enorme complejidad, la conducta, que es preciso
acotar y cuantificar. Cualquier intento por alcanzar un
conocimiento objetivo de la conducta debe pasar, como en toda
ciencia, por obtención de unidades definibles y diferenciables. Si,
con objeto de obtener datos sobre la conducta, se realizan
únicamente observaciones no estructuradas; procediendo
simplemente a anotar los eventos que se suceden, y utilizando
para ello el lenguaje habitual, es muy difícil captar la estructura
de la conducta o establecer relación entre diversos aspectos de
la misma. Por esta razón es necesario, para conseguir una
información objetiva y cuantificada de la conducta, ajustarse a
ciertas normas y, de este modo, la elaboración de un sistema de
categorías de conducta es una fase fundamental. En este
apartado se trata de cómo transformar el flujo conductual en
datos objetivos a partir de los cuales sea posible contrastar las
hipótesis o conjeturas.
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Elección de las conductas a observar
La cuestión ¿qué es lo que deseamos conocer, cuál es el
problema planteado? lleva a delimitar ciertos aspectos del flujo
conductual, a elegir unas partes de un todo; en definitiva, a
realizar un muestreo conductual. Una vez concretado el objetivo,
un primer paso aconsejable es proceder a una observación no
sistemática de la conducta (León y Montero, 1995). En esta etapa
el observador no realiza ningún control y se limita a recoger
aquello que considera relevante para posibilitar la diferenciación
de unos eventos de otros, y estimar cuáles guardan relación con
las preguntas plantea-das. Sin esta precisión, y ante la duda de
lo que es realmente importante, se recogería un número excesivo
de datos que en realidad no guardarían relación con el objeto de
la investigación. Esta fase de observación preliminar, cuyos datos
no deben incluirse en el análisis final, proporciona material en
bruto para plantearse cuestiones y formular hipótesis y asimismo
facilita una aproximación a la conducta objeto de estudio que
resulta imprescindible para proceder posteriormente a la
codificación de la misma (Martin y Bateson, 1986). Los datos
obtenidos en esta primera fase presentan las características de
un sistema verbal (Fassnacht, 1982), con signos propios del lenguaje y con una relación entre los signos correspondiente a la
sintaxis. El uso del lenguaje cotidiano en el registro y la ausencia
de cualquier tipo de norma o limitación en cuanto a qué registrar
y cómo registrarlo implica:
1. Subjetividad en la elección de las conductas a observar.
2. No comparabilidad de los registros de observadores distintos,
ya que pueden estar utilizando expresiones diferentes para
describir una misma realidad.
3. Dificultad en la cuantificación.
Desde una perspectiva histórica los sistemas verbales
fueron los primeros en ser utilizados en la observación, en una
época en que la metodología observacional carecía de la entidad
actual. En la actualidad, los sistemas verbales son una forma de
registro inicial y casi imprescindible en toda investigación
4
observacional, pues facilitan un primer abordaje de las conductas
que serán objeto de estudio.
Unidades conductuales
El material obtenido a partir de la observación no
sistemática debe ser estudiado y analizado con objeto de
segmentar el flujo conductual y obtener así las unidades
conductuales. Esta segmentación no puede ser arbitraria y debe
apoyarse en determinados indicios. Existen diversos indicadores
de segmentación en función de distintos criterios. Sulzer-Azarof y
Reese (1982) proponen analizar las tareas y subdividirlas en
diversos componentes o segmentos. Por ejemplo, la tarea
"conducir un automóvil" podría subdividirse en los componentes:
abrir la puerta, sentarse, cerrar la puerta, abrocharse el cinturón
de seguridad, poner la llave de contacto, etc. Rosenblum (1978)
sugiere tener en cuenta dos dimensiones: un cambio marcado en
la intensidad motriz y un cambio en la orientación del sujeto
durante la conducta. En el segundo criterio considera también la
existencia de contacto con un objeto, ya sea inanimado o social.
El tamaño de las unidades, es decir, su molaridad o
molecularidad, viene también dictado en cierta medida por el
objetivo de la investigación. Por ejemplo, si se desean estudiar
las pautas motrices del recién nacido se impondrán de forma
natural unidades moleculares que recojan con el mayor detalle
posible los diversos movimientos que los bebés sean capaces de
realizar. En cambio, en una investigación sobre habilidades
sociales las unidades deberían reflejar conductas de mayor
complejidad, que, al incluir diversos segmentos conductuales,
implican mayor molaridad. Sin embargo, a pesar de esta
determinación inicial, el investigador toma su propia decisión sobre el tamaño de las unidades a utilizar, y, aun respetando la
orientación derivada del objetivo de la investigación, marca el
grado de molaridad o de molecularidad. De este modo, en
sistemas de codificación empleados para captar la interacción en
la pa-reja es posible hallar desde sistemas como el MICS-III
(Weiss,1985), con unidades de relativa molaridad, hasta otros
como el DCS (Julien y cols., 1989), en el que cada unidad abarca
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20 minutos. Si, por el carácter exploratorio del trabajo, los
objetivos no están claramente definidos, es preferible codificar
conductas moleculares y, posteriormente y si se considera
oportuno, combinarlas para conseguir unidades molares.
Por otra parte, en función de su contenido las unidades
pueden clasificarse en estructurales (o morfológicas) y
funcionales. Las primeras corresponden a localizaciones
concretas en el dominio espacio-temporal (Schleidt, 1982). Por
ejemplo, "dar patadas": golpe dado con la planta del pie;
"acariciar", rozar suavemente alguna parte del cuerpo del otro
con la mano. En estas unidades se realiza una descripción por
operación. Las unidades funcionales se definen por las
consecuencias que producen en el entorno físico o social, es
decir, no por los movimientos que componen las acciones sino
por los productos de dichas acciones. Se trata de descripciones
por con-secuencia; por ejemplo, "coser un vestido", "escribir un
libro" o "hacer un programa de radio". Sean de uno u otro tipo, las
unidades de conducta deben definirse de forma objetiva y
completa. Objetiva, utilizando en la definición características observables de la conducta y evitando en todo momento cualquier
tipo de interpretación; y completa, precisando los límites de la
unidad, para de este modo facilitar la discriminación entre las
diversas unidades. En la definición deben emplearse expresiones
claras y sencillas que eviten la ambigüedad. De acuerdo con su
duración, las unidades de conducta se consideran eventos
cuando son segmentos de duración muy pequeña, o menor que
la unidad de tiempo fijada por el investigador, y se consideran
estados cuando su duración es mayor que esa unidad. En
general, son eventos todos aquellos segmentos que son
transitorios (por ejemplo, "levantar las cejas", "salir de casa",
"sentarse"), y estados, todos aquellos segmentos que
representan una permanencia (por ejemplo, "dormir", "estar
sentado", "llorar").
Sistemas de categorías
Las unidades de conducta deben articularse en un
sistema o conjunto de manera que resulten claras las relaciones
5
conceptuales entre ellas; asimismo, es aconsejable en ocasiones
establecer separaciones temporales disyuntivas entre las
unidades. Estas relaciones entre unidades de conducta son la
mutua exclusividad y la exhaustividad. Un conjunto cíe unidades
mutuamente excluyentes entre sí (tanto conceptual como
temporalmente) y además exhaustivas (como mínimo
conceptualmente) se denomina sistema de categorías de
conducta. Un sistema de categorías es un sistema nominal
(Passnacht, 1982). Un conjunto de unidades en las que no exista
exclusividad mutua entre todas ellas y/o no sean
conceptualmente exhaustivas recibe a veces el nombre de
sistema de rasgos distintivos. Mientras que un sistema de
categorías es cerrado, un sistema de rasgos distintivos puede
considerarse abierto o incompleto. Definir sistemas de categorías
es de especial utilidad, pues facilita el trabajo observar y registrar
en vivo y permite llevar a cabo más cómodamente determinados
análisis de los datos. Cuando las unidades de conducta son
categorías, registrar una de ellas hace imposible registrar otra
simultáneamente. Asimismo, siempre existirá una categoría para
registrar los segmentos conductuales relacionados con el objetivo
de la investigación, ya que el sistema debe ser conceptualmente
exhaustivo. Es también posible, pero no siempre necesaria, la
exhaustividad temporal. En cada categoría es posible diferenciar
un núcleo conceptual y un nivel de plasticidad o grado de
apertura (Anguera, 1991). El núcleo conceptual de una categoría
está compuesto por los elementos comunes que existen en los
diversos segmentos conductuales que son clasificados en la
misma. Este núcleo confiere significado a la categoría y la
identifica y diferencia respecto a otras categorías. El nivel de
plasticidad o grado de apertura de una categoría es el grado de
diversidad de los diferentes segmentos conductuales adscritos a
ella. Si tras poner a prueba el sistema de categorías se verifica
que éste no cumple los requisitos de exhaustividad conceptual y
de mutua exclusividad de las categorías, es posible reelaborar el
sistema hasta conseguirlo. De este modo, si se produce
coocurrencia entre dos categorías (ausencia de exclusividad)
cabe recurrir a dos procedimientos:
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1. Establecer prioridades. Si dos unidades de conducta tienden
a ocurrir simultáneamente, entonces se establece cuál de
ellas debe registrarse, en detrimento de la otra; ello supone
una pérdida de información.
2. Crear una nueva categoría. Se mantienen ambas categorías
en el sistema, y se define una nueva categoría por
agrupación de las dos, lo que implica un incremento de la
información.
6
Quera, 1995a). Por lo tanto, no siempre puede considerarse
indispensable imponer la restricción de mutua exclusividad temporal cuando es claro que el fenómeno conductual que se
investiga puede analizarse con mayor profundidad empleando
unidades de conducta que se solapan temporalmente.
Recogida de datos observacionales
Medidas conductuales
Si el problema es de falta de exhaustividad, cabe recurrir
a:
1. Creación de categorías vacías, que recogerán las ocurrencias
de segmentos conductuales que se consideran irrelevantes y
que son excluyentes con el resto de las categorías.
2. Creación de categorías "cajón de sastre", que incluirán
segmentos heterogéneos que, aun guardando relación con el
objetivo de la investigación, ocurren raras veces y son poco
importantes para el objetivo de la investigación.
Utilizar sistemas de categorías es especialmente
aconsejable cuando la observación ha de realizarse en vivo. Sin
embargo, el comportamiento no es en sí mismo mutuamente
excluyente en un sentido temporal. Por ejemplo, si se observa la
interacción entre dos personas, las conductas de una y otra
pueden perfectamente solaparse en el tiempo. Si la observación
se efectúa con imágenes grabadas en vídeo, cabe la posibilidad,
si así lo exigen los objetivos de la investigación, de definir
unidades de conducta que coocurran, pues pueden registrarse a
partir del vídeo con facilidad. La disponibilidad de sistemas de
registro observacional informatizados (por ejemplo, The Observer
de Noldus [1992] permite trabajar con unidades de conducta
estructuradas en varios sistemas de categorías paralelos en el
tiempo, por ejemplo, uno de exprcsion facial, otro de conducta
verbal y otro de control postura( de un individuo). Asimismo, las
técnicas de análisis de datos observacionales más actuales facilitan el tratamiento de secuencias de conducta en las que existen
unidades con solapa-miento temporal (por ejemplo, Bakeman y
La finalidad de la recogida de datos en la observación
sistemática es la obtención de un registro conductual del que
poder extraer medidas de la conducta que tengan variabilidad a
lo largo de las sesiones de observación o dentro de una misma
sesión de observación. Las medidas conductuales pueden
dividirse en primarias y secundarias. Las medidas primarias son
la frecuencia y la duración de las categorías (Johnston y
Pennypacker, 1980; Barrett, Johnston y Pennypacker, 1986). La
frecuencia de una categoría a lo largo de un período de
observación es el número de segmentos conductuales a los que
se ha asignado dicha categoría, o, en otras palabras, es el
número - de veces que ha ocurrido la categoría. Se trata de una
medida absoluta que se expresa en una escala de razón absoluta
(cero y unidad no transformables). La unidad de medida de la
frecuencia es el ciclo o "número de veces", aunque, puesto que el
ciclo no es una dimensión física, se considera que la frecuencia
es una medida adimensional. Es posible calcular frecuencias
tanto de categorías estado como de categorías evento. La
duración de ocurrencia es el tiempo ocupado por la ocurrencia de
una categoría. Sumando las duraciones de todas las ocurrencias
de una categoría a lo largo de un período de observación
obtenemos su duración. Ambos tipos de duración son también
medidas absolutas, expresadas en una escala de razón (cero
absoluto, pero unidad transformable). La unidad de medida más
corriente es el segundo (s). Sólo es posible obtener duraciones
de categorías estado, pues las ocurrencias de una categoría
evento tienen duración nula por definición. Otros tipos de
duración son: el intervalo o lapso entre ocurrencias, o el tiempo
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transcurrido desde que finaliza una ocurrencia de una categoría
hasta que se inicia la siguiente ocurrencia de la misma categoría;
y la latencia, o tiempo transcurrido desde que ocurre un cierto
evento hasta el inicio de la primera ocurrencia de una categoría.
El evento en cuestión puede ser la emisión de un estímulo, la
ocurrencia de un evento en la conducta de otro individuo, etc. La
frecuencia y la duración (en cualquiera de sus formas) no son
útiles si no se proporciona información acerca del tiempo total
que ha durado el período de observación o si no se relacionan
una con otra. Por este motivo existen medidas relativas o
secundarias, directamente interpretables, que se derivan de las
anteriores. Las más empleadas son la tasa (frecuencia dividida
por el tiempo total de observación), la frecuencia relativa
(frecuencia dividida por la suma de las frecuencias de todas las
categorías), la duración relativa (duración dividida por la suma de
las duraciones de todas las categorías) y duración media
(duración dividida por frecuencia). Todas las medidas anteriores
caracterizan las categorías de una forma estática, es decir, se
emplean para "re-sumir" la conducta que se produce durante un
cierto período de observación. Sin embargo, para contrastar
ciertas hipótesis es necesario caracterizar las categorías de
forma dinámica: cuantificar cómo cambia la conducta momento a
momento durante el período de observación (Bakeman y
Gottman, 1997). El análisis del cambio conductual momento a
momento se llama análisis secuencial, y sus características
principales se exponen en un apartado posterior de este capítulo.
Las medidas dinámicas básicas son la frecuencia de
transición y la frecuencia relativa de transición (Castellan, 1979;
Van Hooff, 1982). La frecuencia de transición es el número de
veces que ocurre una transición entre un par de categorías. Para
unas categorías A y B la frecuencia de transición de A a B es el
número de veces que después de A ocurre B en la secuencia de
datos. La frecuencia relativa de transición entre dos categorías A
y B es la proporción de todas las transiciones desde A que
terminan en B, o la estimación de la probabilidad de que después
de A ocurra B, y se calcula dividiendo la frecuencia de transición
entre A y B por el número total de transiciones observadas desde
A.
7
Muestreo observacional y sesiones de observación
Para contrastar las hipótesis de una investigación, rara
vez es posible acceder a toda la población de individuos a la que
se desean generalizar los resultados. En la observación
sistemática existen diversas poblaciones de interés que es
imposible estudiar en su totalidad. Las principales son la
población de sujetos y la población de tiempo. Ambas están
delimitadas por los objetivos de la investigación. Así, en un
estudio acerca de las interacciones entre madre y recién nacido
durante el primer mes de vida del niño, la población de sujetos
está compuesta por todas las parejas madre-recién nacido, y la
población temporal consta de todas las unidades de tiempo
comprendidas desde el momento del nacimiento hasta el término
del primer mes de vida del bebé. Puesto que ni una ni otra
población pueden estudiarse en su totalidad, es necesario
seleccionar muestras de ambas que representen adecuadamente
las poblaciones respectivas. Las selecciones posibles son las
siguientes, de las cuales las tres primeras son necesarias y la
cuarta es opcional:
a. Muestreo de sujetos. Consiste en seleccionar una
muestra representativa de sujetos a partir de la población a la
que se quieren generalizar los resultados (Suen y Ary, 1989). En
el ejemplo anterior se concretaría en seleccionar un grupo de
parejas de madre y recién nacido. Este tipo de muestreo es
común a todas las metodologías de investigación.
b. Muestreo intrasesional de sujetos (Suen y Ary, 1989).
Cuando se observa a más de un sujeto y se juzga imposible que
el observador pueda mantener su atención en la conducta de
todos a la vez, debe determinarse de antemano qué sujetos del
grupo serán observados durante la sesión, y/o en qué orden van
a ser observados.
c. Muestreo intersesional de tiempo. Consiste en
seleccionar los períodos o sesiones durante los cuales los
sujetos van a ser observados, lo que implica seleccionar tanto la
cantidad de sesiones como los momentos en que éstas se inician
y terminan.
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d. Muestreo intrasesional de tiempo. Si se decide
segmentar el flujo conductual en unidades de tiempo, entonces la
conducta de los sujetos será registrada de forma discontinua
durante la sesión de observación, realizándose un muestreo del
tiempo dentro de la misma. La alternativa es observar y registrar
de modo continuo dentro de la sesión, sin efectuar ningún tipo de
muestreo temporal.
La sesión de observación es el período de tiempo durante
el cual se observa y se registra siguiendo siempre la misma regla
de muestreo intrasesional de sujetos y utilizando la misma
técnica de registro. Cada sesión es una muestra del período de
estudio o período de tiempo de la vida de los sujetos al cual se
quieren generalizar los resultados de la investigación. Como
ejemplos de períodos de estudio empleados por los
investigadores podemos citar: el posparto, el primer curso de
universidad, el año posterior a la jubilación, etc. Cuando el
período de estudio es largo (por ejemplo, días, meses, años), es
necesario extraer muestras de él porque es imposible
permanecer observando a los sujetos durante días enteros,
debido tanto a la disponibilidad del observador como a la
disponibilidad de los sujetos. La duración de las sesiones
dependerá de:
1. El tipo de conducta a observar. La duración de las sesiones
tiene que ser suficientemente larga para que en ellas tenga
lugar una variabilidad aceptable en el comportamiento
observado, es decir, para que ocurra un número grande de
transiciones entre ocurrencias de categorías de conducta.
Ello depende a su vez del grado de molaridad de las
categorías y de sus duraciones medias. La duración total de
la sesión ha de ser mucho mayor que las duraciones medias
de las categorías conductuales.
2. La fatiga del observador. La atención constante repercute en
un aumento de la fatiga y un descenso de la calidad de los
datos. Sin embargo, la utilización del vídeo en la observación
sistemática permite grabar sesiones de larga duración que
después pueden ser observadas durante sesiones de trabajo
de menor duración. En la observación en vivo de sujetos
8
humanos en interacción social una duración de sesión indicativa oscila entre 30 y 60 minutos.
La cantidad total de sesiones ha de ser suficiente para
que el volumen de datos recogidos permita poner a prueba las
hipótesis de investigación (Yarrow y Waxler, 1979). Cuantas más
categorías de conducta se hayan definido y cuanto menor tasa
tengan, más largas habrán de ser las sesiones y/o mayor número
de ellas deberá haber para que las medidas de las categorías
obtenidas sean aptas para realizar los análisis estadísticos
pertinentes. Así por ejemplo, si estamos interesados en averiguar
si la categoría "interacción verbal positiva de la madre" (A) activa
secuencialmente la categoría "interacción verbal positiva del hijo"
(B), necesitaremos observar el número de sesiones suficiente
para que, en la pareja o en la totalidad de la muestra, las frecuencias totales de A y de B sean grandes para poder estimar
adecuadamente la probabilidad de que a A siga B y compararla
con la probabilidad no condicionada de que ocurra B. Las
técnicas estadísticas mediante las que se compararán dichas
estimaciones de probabilidad exigirán que las frecuencias
aludidas alcancen un mínimo, que puede ser 30
aproximadamente. Para que la conducta registrada en una
sesión sea representativa de toda la conducta restante que
ocurre fuera de la sesión y no es observada, deben programarse
adecuadamente los inicios y finalizaciones de las sesiones que
van a realizarse con el fin de que no dependan de las
preferencias del observador. Ello significa que los inicios han de
ser seleccionados de forma que todos los puntos temporales del
período de estudio tengan la misma probabilidad de ser inicios de
sesiones, siempre que haya transcurrido un tiempo determinado
desde el inicio de la sesión anterior. El muestreo intersesional de
tiempo suele adoptar una de estas formas (Altmann, 1974):
1. Muestreo aleatorio. Si se seleccionan los inicios de sesión
mediante muestreo aleatorio dentro del período de estudio se
da por supuesto que tanto los sujetos como el observador
estarán disponibles en cualquier momento. Esta situación
puede ser realista en casos muy concretos, como por
ejemplo, si el período de estudio es de un día, o si es posible
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obtener una grabación audiovisual permanente de los sujetos,
pero en general cabe suponer que observador y observado
están disponibles únicamente en ciertos subperíodos de la
fase de estudio, es decir, a ciertas horas. En tal caso el
muestreo intersesional ha de restringirse a dichos
subperíodos y, por lo tanto, puede producirse algún sesgo en
la muestra de conducta observada.
2. Selección fija. También pueden iniciarse las sesiones siempre
a las mismas horas del día. Ello tiene la ventaja de que es
más cómodo para el observador pero sólo permite recoger
datos representativos de esas horas. Por lo tanto, la muestra
de los flujos conductuales que se obtiene puede estar
sesgada.
3. Criterios comportamentales. El observador permanece atento
al comporta-miento de los sujetos sin registrarlo, hasta que
ocurre por primera vez una determinada categoría conductual
de interés, momento en el cual se inicia la sesión. Asimismo,
la finalización de la sesión puede determinarse por la
presencia o ausencia de otra cierta categoría. La selección
por criterios comportamentales posee la desventaja de que la
muestra de conducta que se obtiene únicamente es
representativa de los períodos iniciados y terminados por las
categorías en cuestión y, por lo tanto, puede contener un
sesgo importante si lo que se desea es generalizar los
resultados al resto del período de estudio. No obstante, si el
período de estudio se define en función de la aparición de
tales categorías, la selección por criterios comportamentales
dará lugar a una muestra de conducta representativa. A modo
de ejemplo, si estamos interesados en investigar las
secuencias de agresión en una cierta especie animal bastará
con que iniciemos las sesiones en el momento en que tiene
lugar una cierta categoría que presumimos desencadenará la
agresión (por ejemplo, una amenaza) y las terminemos en el
momento en que los individuos se alejen unos de otros o
inicien otro tipo de actividad (por ejemplo, comer).
9
Reglas de muestreo intrasesional de sujetos y reglas de registro
Las reglas de muestreo intrasesional de sujetos
especifican qué sujetos han de observarse y cuándo, dentro de la
sesión de observación. Si el registro va a realizarse en una díada
o en un grupo, si ha de realizarse en vivo (porque no puede
grabarse en vídeo para verlo posteriormente), y si el observador
no puede prestar atención simultánea a la conducta de todos los
sujetos, entonces es preciso aplicar una de las reglas que se
especifican a continuación (Altmann, 1974; Martin y Bateson,
1986; Qucra, 1991):
1. Muestreo focal. El observador únicamente mantiene su
atención centrada en el comportamiento de un individuo, sea
un sujeto en un grupo, una díada en un grupo de díadas, o un
subgrupo en un grupo formado por varios subgrupos
similares. Si la investigación está orientada a obtener datos
de sujetos individuales cuando se encuentran solos, el
muestreo de sujetos siempre es focal. Se utiliza la
denominación "focal" porque es más corriente observar
sujetos que se encuentran en grupos que sujetos solitarios e
interesa destacar que, ocurra lo que ocurra en el grupo, el
observador centra su atención exclusivamente en uno de los
sujetos.
2. Muestreo de barrido o multifocal. El observador focaliza su
atención en cada uno de los individuos durante un intervalo
de tiempo corto y por turnos, de forma rotatoria. Durante la
sesión, el barrido se efectúa un gran número de veces, razón
por la cual el intervalo dedicado a cada individuo cuando se le
observa es muy pequeño en comparación con la duración de
la sesión. Todos los intervalos tienen siempre la misma
duración. El orden en que los individuos son observados es
siempre el mismo en cada turno, y se establece de antemano.
Las reglas de registro especifican qué propiedades de las
categorías de conducta han de ser registradas y en qué
momentos. En cada sesión de observación se combina una regla
de registro y una regla de muestreo intrasesional de sujetos. Las
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reglas de registro observacional son las siguientes (Martin y
Bateson, 1986; Quera, 1991; Bakeman y Gottman, 1997):
1. Registro activado por transiciones (RAT). El observador anota
todas las ocurrencias de las categorías del individuo focal o
de los individuos que son multifocalizados, en la secuencia en
que se producen; además el observador puede anotar en qué
momento termina una categoría y se inicia la siguiente.
Decimos que el registro está activado por transiciones porque
el observador únicamente anota en aquellos momentos en
que se produce una transición entre ocurrencias de
categorías, efectuando por consiguiente una segmentación
conductual del flujo. El RAT permite obtener información
completa y precisa acerca de la frecuencia, la duración y la
secuencia u orden temporal de las categorías de conducta.
2. Registro activado por unidades de tiempo (RAUT). El
observador anota las coocurrencias de las categorías de
conducta del individuo focal o de cada uno de los individuos
multifocalizados rigiéndose por unidades de tiempo llamadas
intervalos. Mientras que en el RAT es la unidad de conducta
la que determina la anotación, en el registro activado por
unidades de tiempo es la finalización de cada unidad de
tiempo o intervalo, indicada por un metrónomo o reloj, lo que
activa al observador para que anote. Por lo tanto, se realiza
una segmentación temporal y no conductual del flujo. El
RAUT recibe a veces el nombre de "muestreo de tiempo" en
referencia a que, según la técnica concreta que se emplee
(véanse los párrafos siguientes), el observador puede
prescindir de mantener la atención sobre los sujetos mientras
no haya transcurrido la unidad de tiempo pertinente; se trata
pues de un muestreo intrasesional del tiempo. Los tres tipos
de RAUT más comunes son (Hansen, 1966; Altmann, 1974;
Powell, Martindale y Kulp, 1975; Ary y Suen, 1983; Bakeman
y Gottman, 1987; Suen y Ary, 1989):
a. Muestreo instantáneo, momentáneo o puntual. La sesión de
observación se divide en N intervalos de duración constante
(longitud de intervalo) y el observador sólo registra cuál de las
categorías está ocurriendo al término del intervalo o punto de
10
muestreo. La distancia entre puntos de muestreo (o longitud
de intervalo 7) ha de ser pequeña en comparación con la
duración de la sesión (T), por lo que la cantidad de puntos de
muestreo o intervalos (N) suele ser un número grande. Para
cada una de las categorías el registro que se obtiene es una
secuencia de unos y ceros que indican respectivamente la
presencia y la ausencia de la categoría en los puntos de
muestreo. Al utilizar el muestreo instantáneo se parte del
supuesto de que todas las ocurrencias de las categorías de
conducta poseen duración y que las transiciones entre ellas
son instantáneas. Por lo tanto, el muestreo instantáneo es
totalmente inadecuado cuando las categorías son eventos.
b. Muestreo de intervalo parcial, de Hansen o "uno-cero ". La
sesión se divide también en N intervalos y el observador
registra en cada uno de ellos qué categorías han ocurrido,
prescindiendo de cuántas veces han ocurrido, cuánto han
durado sus ocurrencias, y en qué momentos han tenido lugar
dentro del intervalo. Para cada categoría es un registro "todo
o nada" o "uno-cero"; es decir, sólo interesa tener constancia
de si la categoría se ha dado o no en el intervalo. Se trata de
un RAUT no restrictivo porque basta que una categoría
ocurra en cualquier instante de un intervalo para que sea
registrada en el mismo. El observador no ha de esperar
necesariamente hasta que termine el intervalo para anotar;
basta que anote cada categoría cuando ocurre por primera
vez dentro del intervalo. También en este caso el producto del
registro es un conjunto de secuencias binarias, una por
categoría. Este muestreo es utilizable tanto si las categorías
de conducta son eventos como si son estados.
c. Muestreo de intervalo total. La sesión se divide en N
intervalos y el observador anota en cada uno de ellos cuál ha
sido la categoría que ha ocupado la totalidad del intervalo. Se
trata de un RAUT totalmente restrictivo porque no permite
registrar categorías que ocurran sólo en una parte del
intervalo. Si en un intervalo se produce una transición entre
categorías entonces ninguna de ellas es registrada. Sólo los
intervalos sin transiciones dan lugar a registro. Esta forma de
registro no es adecuada cuando las categorías son eventos.
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Si tiene lugar una transición durante el intervalo el observador
puede sustraer su atención de la conducta de los sujetos, no
registrar nada, y esperar a que se inicie el siguiente intervalo
para volver a observar.
En comparación con el RAT, el RAUT posee las
siguientes ventajas:
1. Produce menor fatiga en el observador, lo cual repercute en
que tiene menos errores y los datos tienden a ser más fiables
(Sackett, 1978; Mehm y Knutson, 1987).
2. Los observadores pueden ser adiestrados más rápidamente
(Bakeman y Gottman, 1987). Es más fácil de utilizar que el
RAT porque el observador simplemente ha de anotar a
intervalos regulares, en lugar de decidir cuándo hay o no
transiciones entre categorías. Por lo tanto, en general, utilizar
un RAUT repercute en un menor coste para la investigación
(Sackett, 1978; Klesges, Woolfrey y Vollmer, 1985).
En contrapartida, la desventaja del RAUT es que no
produce una representación fidedigna de los cambios que
ocurren en los flujos conductuales (Altmann, 1974; Suen y Ary,
1989). Por lo tanto, no proporciona valores exactos de la
frecuencia y la duración de las conductas, ni permite obtener
información acerca de las secuencias. Sin embargo, si la longitud
del intervalo es pequeña en comparación con las duraciones
medias de las conductas, el registro obtenido se aproxima al que
proporcionaría un RAT. Además, a partir de un RAUT es posible
realizar estimaciones de las frecuencias y las duraciones
mediante técnicas específicas (Suen y Ary, 1986, 1989; (lucra,
1989, 1990, 1991).
11
Obtención de medidas conductuales a partir del registro
En el RAT la información acerca de la frecuencia,
duración y secuencia es inmediata a partir del registro. Por
ejemplo, supongamos que se definió este sistema de categorías
para el intercambio verbal en una pareja: (M+, M-, Mo, H+, H-,
Ho), donde M simboliza Mujer, H Hombre, + "intervención
positiva", - "intervención negativa" y 0 "intervención neutra". Un
RAT efectuado con este sistema podría dar como resultado estos
datos en los que el primer elemento de cada par simboliza una
categoría de conducta, y el segundo el tiempo en que se inició,
correspondiendo el cero al comienzo de la sesión:
M+ 0 H+ 12 Ho 15 M+ 17 Ho 24 M-31 H-35
La última unidad de tiempo de la sesión fue la unidad 39
(en total, 40 unidades de tiempo). La secuencia de categorías es,
obviamente, M+ H+ Ho M+ 1 Ho M– H-. Las frecuencias (F) y
duraciones (D) de las categorías son:
F:
D:
M+
2
19
Al—
1
4
Mo
0
0
H+
1
3
H—
1
5
Ho
2
9
En el RAUT la frecuencia y la duración de las conductas
pueden estimarse mediante fórmulas a partir de las medidas
proporcionadas por este tipo de registro. Las medidas
proporcionadas por un RAUT son:
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1. Frecuencia modificada (0). La frecuencia modificada de una
categoría de conducta es la cantidad de unos de su
secuencia binaria, es decir, el número de intervalos en los
que la categoría ha sido anotada conforme a la regla de
registro (Sackett, 1978).
2. Seudofrecuencia (f). La seudofrecuencia de una categoría de
conducta es el número de pares 01 de su secuencia binaria,
esto es, la cantidad de ráfagas de unos de la misma (Suen y
Ary, 1989; Quera, 1991). Si en una misma sesión se
aplicasen simultáneamente los tres tipos de RAUT con la
misma longitud de intervalo, las frecuencias modificadas
obtenidas
para
cada
conducta
no
coincidirían
necesariamente.
Lo
mismo
ocurriría
con
las
seudofrecuencias. Luego, para la interpretación de ambas
medidas se necesita conocer qué tipo de RAUT las ha
12
producido y con qué longitud de intervalo. La frecuencia
modificada no es en absoluto una estimación ni de la frecuencia ni de la duración de la conducta.
Control de la calidad de los datos
Como en toda ciencia, en psicología y específicamente en
la metodología observacional, una fase fundamental del proceso
de investigación es la dedicada al control de calidad de los datos.
Carece de sentido y puede dar lugar a conclusiones falsas aplicar
sofisticadas técnicas estadísticas si no es posible disponer
previamente de una cierta garantía de que los datos procedentes
de la observación reflejan la realidad. Para realizar dicho control
de calidad se dispone en metodología observacional de procedimientos como la evaluación de la fiabilidad, la precisión y la
validez de los datos. Además, puesto que se conocen las fuentes
de los sesgos posibles del observador y del observado, es
factible intentar evitar que éstos se produzcan. A continuación se
realiza una somera aproximación a cada uno de estos conceptos.
Para un tratamiento más detallado de la calidad de los datos
observacionales, se remite al lector a los textos de Suen (1988) y
Bakeman (1997).
Fiabilidad
Aun en el caso de que los registros observacionales se
realicen con la ayuda de vídeo v computadores portátiles, en
último término la intervención del observador es in-dispensable
para determinar si se ha producido o no una cierta categoría de
conducta, por lo que la tarea a desempeñar por el mismo es
sumamente importante. Del observador depende en gran medida
el grado de calidad de los datos. Es necesario que la observación
la realicen como mínimo dos observadores con objeto de
comparar sus registros y poseer así un control del grado de
subjetividad incorporado al registro por cada uno de ellos y
conseguir de este modo datos sin sesgo. Tal como indican Suen
y Ary (1989, p. 100), «la evidencia de fiabilidad en los datos de
observación conductual es necesaria para demostrar
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públicamente que los datos reflejan la realidad». En la
metodología observacional se define la fiabilidad como el grado
de concordancia entre los datos proporcionados por dos o más
observadores cuando registran independientemente la misma
conducta en la misma ocasión (fiabilidad interobservadores); o
bien, como la concordancia entre dos registros de una misma
sesión obtenidos por el mismo observador en dos momentos
diferentes, gracias a la grabación en vídeo (fiabilidad
intraobservador o consistencia del observador) (House y House,
1979).
Existe una amplia gama de índices estadísticos
empleados como coeficientes de fiabilidad. La elección de
cualquiera de ellos debe venir marcada por el objetivo de la
investigación y por la escala de medida a la que pertenecen los
datos (Hartmann, 1977). Pueden distinguirse tres clases de
coeficientes de fiabilidad:
• Coeficientes globales o de sesión. Son correlaciones entre
medidas globales como la tasa, la duración relativa, etc., de
las categorías de conducta, obtenidas por dos observadores
diferentes. Esta clase de coeficiente es el que deberá
calcularse cuando las hipótesis relacionen variables
expresadas en forma de medidas globales (véase el concepto
de macroanálisis en el apartado v).
• Coeficientes secuenciales. Son correlaciones entre las
frecuencias de transición obtenidas por dos observadores
diferentes. Estos coeficientes son los que han de calcularse
cuando las hipótesis aluden a la existencia de relaciones
secuenciales entre categorías (véase el concepto de
microanálisis en el apartado v).
• Coeficientes punto por punto. Son proporciones de
concordancia momento a momento entre los observadores, y
deben calcularse cuando las hipótesis aluden a relaciones
temporales entre unidades de tiempo ocupadas por las
categorías, dentro de la sesión de observación. Estos
coeficientes son más estrictos que los de las dos clases
anteriores. Para calcularlos es necesario construir una tablao
matriz de confusión cuyas filas corresponden a las categorías
tal como son registradas por uno de los observadores, y
13
cuyas columnas corresponden a las categorías tal como son
registra-das por el otro. En las casillas de la matriz se
incluyen segmentos temporales, de modo que cada unidad de
tiempo de la sesión se asigna a una casilla de la tabla. En el
cuadro 15.2 se muestra una hipotética matriz de confusión.
En dicha matriz, de las siete unidades de tiempo que,
según el observador 1, han estado ocupadas por la categoría B,
dos unidades fueron ocupadas por la categoría A según el
observador 2. Cuando la concordancia es perfecta, todas las
casillas de la tabla que no pertenecen a su diagonal principal
contienen valores nulos. De entre los numerosos coeficientes
existentes para la evaluación de la fiabilidad punto por punto,
resumidos por Frick y Semmel (1978) o Wallace y Elder (1980),
destaca el coeficiente Kappa de Cohen (1960), que es una
proporción de concordancia en la que se corrige la concordancia
que es posible lograr por azar. Para su cálculo se utilizan la
proporción de concordancia total obtenida y la proporción de
concordancia aleatoria esperada. Esto lo hace preferible a los
diversos tipos de porcentajes de acuerdo ampliamente utilizados
en metodología observacional (Hanley, 1987). El coeficiente
Kappa se calcula así: k = (Po - P)/(1 - Pe), donde P, es la
proporción de concordancia observada y Pe es la proporción de
concordancia aleatoria. En el ejemplo del cuadro 15.2, P =
(10+4+4)/22 = 0,818, P = (10x13+7x4+5x5)/22' = 0,378, k =
(0,818-0,378)/(1-0,378) = 0,707. El grado eje concordancia es
mayor cuanto más próximo a la unidad es el valor del coeficiente
obtenido.
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Precisión
La precisión se define como el grado de concordancia
entre un observador y un criterio establecido o registro estándar
(Landis, 1975; Green, 1982). Fiabilidad y precisión están
íntimamente relacionadas sin que ninguna de ellas implique la
otra. En un registro puede ocurrir que la fiabilidad
interobservadores sea alta pero la precisión baja, por haber
cometido igual tipo de errores ambos observadores. Por ello se
aconseja frecuentemente evaluar la precisión en lugar de la
fiabilidad inter o intraobservadores (Foster y Cone, 1980;
Johnston y Pennypacker, 1980). Sin embargo, la dificultad de
disponer de registros estándar lleva a que se calcule el
coeficiente de precisión en pocas ocasiones. Para el cálculo de la
precisión pueden utilizarse las mismas técnicas que en la
evaluación de la fiabilidad, con la única diferencia de que en lugar
de evaluar la concordancia entre dos observadores con igual
grado de adiestramiento, se evalúa la concordancia entre un
observador considerado falible y un observador estándar.
Además, existen coeficientes de precisión punto por punto
específicos para la evaluación de la precisión:
1. El coeficiente de sensibilidad, o la proporción de unidades de
tiempo en las que verdaderamente ocurre la categoría, que
son registradas correctamente por el observador falible; esta
proporción es la estimación de la probabilidad de que el
observador falible registre la conducta cuando debe hacerlo.
2. El coeficiente de especificidad, o proporción de unidades de
tiempo en las que verdaderamente no ocurre la categoría,
que no son registradas por el observador falible; esta
proporción es la estimación de la probabilidad de que el
observador falible no registre la conducta cuando no debe
hacerlo.
Validez
En su acepción más común la validez se refiere a la
relación existente entre lo que se evalúa y lo que se desea
14
evaluar (Martin y Bateson, 1986). Por lo tanto, debe establecerse
la relación entre una variable, como la medida de una conducta, y
otra variable externa, indicativa del objeto de la medida. En la
metodología observacional se trata de comprobar la validez del
sistema de categorías. Pese a la importancia del concepto, la
metodología observacional no ha dedicado al mismo ni análisis
teóricos frecuentes, ni su comprobación regular en las
investigaciones. Posiblemente, dado que la conducta se observa
directamente,
sin
intermediarios
(tests,
cuestionarios,
autoinformes...), sin manipulación de variables independientes y
sin realizar inferencias, no se pone en cuestión la validez de los
datos obtenidos. Cuando en las definiciones de las categorías se
realizan inferencias, por la utilización de categorías molares, la
validez no es tan inmediata y se trata entonces de comprobar si
las categorías son buenas definiciones operacionales de los
elementos implicados en el problema. La vía óptima es comparar
el registro del observador con una medida independiente de la
misma variable. Si este procedimiento no es viable por la
dificultad de conseguir dicho criterio externo, entonces puede
procederse a hallar el grado en que los registros de los
observadores son los mismos que si estuvieran determinados por
una posición teórica bien formada y documentada (Anguera,
1985).
Sesgos del observador y de la observación
La existencia del error de medida es un problema común
al proceso de recogida de datos en cualquier disciplina científica.
Los sesgos del observador son aquellos errores de medida que
se deben al observador o al instrumento de observación, registro
o medición, y se reflejan en los datos en forma de problemas de
fiabilidad y/o precisión. Los sesgos de la observación son
aquellos errores que se deben a fallos de diseño o de
procedimiento que alteran la situación del registro y por lo tanto la
conducta del sujeto observado, y que limitan la generalización de
los resultados (Behar y Riba, 1993). Son sesgos del observador:
1. Errores mecánicos de registro, debidos a la complejidad de la
tarea a realizar.
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2. Errores de interpretación del sistema de categorías, debidos a
la deriva del observador, consensuada o no, que consiste en
que los observadores desarrollan versiones idiosincrásicas de
las definiciones originales de las categorías de conducta
(Kazdin, 1977); o debidos a la complejidad del sistema cíe
categorías, existiendo una relación inversa entre la
complejidad y el grado de precisión (Mash y McElwec, 1974).
3. Errores perceptivos, entre ellos el efecto de halo, que
transforma la percepción presente en función de la evaluación
antecedente (Muchielli, 1974).
4. Efectos biosociales, como la incidencia de la edad, del sexo y
de la etnia del observador en los datos que obtiene
(Rosenthal, 1967).
5. Efectos biográficos, psicosociales y situacionales, debidos a
que la historia personal del observador, su situación familiar y
social, su ideología y sus rasgos psicológicos parecen influir
sobre sus registros, al percibir la realidad a través de su
prisma personal.
6. Expectancia, o tendencia del observador a obtener datos que
se ajustan a las expectativas iniciales fruto de una teoría
implícita o explícita.
En la metodología observacional existe la posibilidad de
controlar los sesgos del observador, siendo los procedimientos
más eficaces y relevantes:
1. La diferenciación entre investigador y observador a fin de que
este último desconozca el objetivo final de la investigación y
se evite así el sesgo de expectancia.
2. La definición de sistemas de categorías no excesivamente
molares, no ambiguas, especificadas clara y detalladamente,
para evitar la subjetividad del observador en el registro.
3. La elaboración de un manual de instrucciones, que al
suministrar pautas específicas sobre el contexto en que debe
realizarse el registro y sobre el iniclo y finalización del mismo,
proporciona rigor y homogeneidad a la observación.
4. El adiestramiento y entrenamiento del observador; con la
finalidad de conseguir y mantener el aprendizaje, por parte
15
del observador, del sistema de categorías y del manual de
instrucciones y disponer de este modo de un instrumento que
per-mita la objetividad en la medida. Tener en cuenta estos
requisitos y evitar o reducir los posibles errores del
observador es velar por la fiabilidad de los datos.
Por lo que se refiere a los sesgos de la observación, éstos
pueden resumirse en la noción de reactividad o cambios que
puede sufrir la conducta de un individuo cuando desempeña el
papel de sujeto en una investigación psicológica (Behar y Riba,
1993). Se trata de una noción propia y exclusiva de las ciencias
del comportamiento. Kazdin (1977), Kcnt y Eoster (1977) y Baum,
Forehand y Zegiob (1979) han puesto en evidencia que la
conducta de los sujetos observados es cualitativa y cuantitativamente distinta a la que se hubiese producido si el observador no
hubiese estado presente, y el sujeto no se hubiese sentido
observado (Jacob, Tennenbaum y Krahn, 1987). Según Behar y
Riba (1993), la reactividad viene modificada por diversos
factores: el ambiente, los sujetos y la conducta. Las
configuraciones ambientales complejas, en las que el observador
desarrolla su tarea habitualmente, suscitan reactividad cuando se
produce algún tipo de cambio en sus elementos. El mismo
observador forma parte de estas configuraciones ambientales y
en función de sus características personales, de sus rasgos
físicos —como talla, peso, edad, sexo, etnia—y psicológicos,
afecta de forma distinta al sujeto observado y da lugar a mayor o
menor reactividad. No todos los sujetos presentan igual grado de
reactividad, debido a sus rasgos de personalidad y a sus
experiencias previas. La reactividad comporta resistencias del
sujeto observado que lo llevan a inhibirse, sobreactuar o
engañar. Asimismo, unas conductas son más sensibles que otras
a la reactividad. Las conductas automáticas o involuntarias, las
inducidas por mediadores hormonales, los hábitos, etc.,
presentan una reactividad prácticamente nula. Por el contrario, la
conducta voluntaria, especialmente la verbal, con un objetivo
preciso, es más sensible a la reactividad. La reactividad puede
manifestarse en forma de conductas nuevas, que no formaban
parte de las variables dependientes o del sistema de categorías
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previsto, o bien en la desaparición de conductas previas y
esperadas en el contexto de la observación. En todo caso la
reactividad no afecta únicamente a las frecuencias y a las tasas
de las conductas sino que pueden modificar su latencia y su
duración. Es posible minimizar el sesgo de reactividad:
a. Haciendo que el observador permanezca oculto, o bien
que sepa inspirar confianza al sujeto observado para que éste se
comporte de forma sincera y natural.
b. Manteniendo al sujeto observado en la ignorancia del
objetivo real de la investigación.
c. Consiguiendo que el observador pase a ser un
observador olvidado, es decir, que el sujeto observado llegue a
habituarse a su presencia. La utilización de estos procedimientos
no reactivos, especialmente el del observador oculto, está
asociada a cuestiones éticas que pueden resumirse en el
derecho de cualquier persona a no ser objeto de una
observación, al igual que ocurre en cualquier investigación con
humanos.
Clases de análisis de datos
La elección de una técnica concreta de análisis de datos
observacionales depende de la clase de hipótesis que se desee
verificar y de la escala de medida en la que se hayan expresado
las variables. Podemos distinguir dos clases de análisis de datos
en este contexto (Quera, 1986, 1993), que son complementarios
porque hacen posible descubrir distintos tipos de relaciones o
regularidades en los datos:
a. Macroanálisis. Las variables conductuales implicadas
en las hipótesis están expresadas en forma de frecuencias,
duraciones, tasas, etc., es decir, medidas "globales" y "estáticas»
en general. El término "global" se refiere al hecho de que dichas
medidas son "resúmenes" de sesiones de observación, y para
calcular sus valores no es necesario conocer la secuencia de
códigos a lo largo de la misma. Como técnicas estadísticas
aplicables pueden citarse los contrastes de medias, la
16
correlación, el análisis de covariancia, el análisis de
agrupamiento, el análisis factorial, etc. (véase Gottman, 1978),
técnicas también utilizadas para analizar datos obtenidos
mediante otras metodologías.
La hipótesis «¿los niños de 5 años invierten mayor
cantidad de tiempo en juego paralelo que los niños de 4 años?»
puede ponerse a prueba a través de un macroanálisis; esta
hipótesis relaciona una variable de sujeto, la edad, con una
variable conductual, el juego paralelo (Bakeman y Gottman,
1997), la cual se expresa en forma de duración, o mejor, la
duración relativa o prevalencia. Para contrastar esta hipótesis
compararíamos las duraciones relativas de la conducta "juego
paralelo", obtenida a lo largo de unas sesiones de observación,
en dos grupos de niños, uno de 4 años y otro de 5. La técnica
estadística concreta podría ser, por ejemplo, el cálculo de un
contraste t de Student entre los valores medios de las duraciones
relativas de los dos grupos. Otro ejemplo de macroanálisis es el
siguiente. Supóngase que las variables de una investigación
sobre la interacción materno-filial son "primiparidad",
"prematuridad", "tasa de vocalizaciones de la madre" y "tasa de
lloro del bebé". Además, ambas tasas han sido obtenidas para
cada pareja madre-hijo en dos puntos temporales, al final de la
primera semana y al final de la cuarta semana de vida del bebé.
Por tanto, en conjunto existen variables, cuatro de ellas
conductuales, acerca de cuyas relaciones binarias, ternarias,
etc., es posible formular hipótesis. Puesto que estas variables
conductuales se evalúan en forma de tasas, se trata de un
macroanálisis. Una de las hipótesis que podrían plantearse es
«cuanto mayor es la tasa de vocalización de la madre en la
primera semana, menor es la tasa de lloro del bebé en la cuarta».
Otra hipótesis es «en las madres no primíparas, cuanto mayor es
la tasa de vocalización de la madre en la primera semana, menor
es la tasa de lloro del bebé en la cuarta, mientras que en las
madres primíparas dichas variables no están relacionadas».
Estas hipótesis podrían ponerse a prueba calculando las
correlaciones entre las variables conductuales a partir de los
datos de una muestra de parejas madre-hijo. En ambos casos, se
trataría de un análisis longitudinal, pues se estaría averiguando la
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relación que existe entre variables evaluadas en puntos
temporales diferentes.
b. Microanálisis. Las variables conductuales están
evaluadas en forma de frecuencias de transición, absolutas o
relativas, o de frecuencias de coocurrencia, todas ellas medidas
"dinámicas", esto es, que expresan el cambio conductual dentro
de la sesión de observación (Kaye, 1982). Las técnicas
estadísticas aplicables en este caso se engloban bajo el epígrafe
de "análisis secuencial", y se basan en la aplicación de la teoría
de los procesos estocásticos y de contrastes para tablas de
contingencia bi o multivariadas (estadísticos chi-cuadrado,
modelos log-lineales) (Gottman y Roy, 1990). He aquí un ejemplo
de microanálisis. Las variables de una investigación acerca de la
interacción verbal en parejas son "tipo de pareja" (con dos
valores, "problemática" y "no problemática"), "intervención
positiva del hombre", "intervención neutra del hombre",
"intervención negativa del hombre", "intervención positiva de la
mujer", "intervención neutra de la mujer", "intervención negativa
de la mujer". Una hipótesis para cuya contrastación es necesario
el análisis secuencial es, por ejemplo, «¿las parejas
problemáticas tienen más reciprocidad negativa que positiva, al
contrario de las no problemáticas, que tienen más reciprocidad
positiva que negativa?». La reciprocidad negativa puede definirse
como la tendencia de cada miembro de la pareja a intervenir
negativamente después de que el otro miembro haya intervenido
negativamente, y la reciprocidad positiva, corno la tendencia a
intervenir positivamente después de una intervención positiva.
Para contrastar dichas hipótesis deberíamos obtener las
frecuencias de transición entre los códigos conductuales
definidos para el hombre y la mujer, en nuestras parejas
problemáticas y no problemáticas a lo largo de un conjunto de
sesiones de observación. Estas frecuencias podrían disponerse
en una tabla de contingencia de tres dimensiones: A ("tipo de
pare-ja") x B ("tipo de conducta antes de la transición") x C ("tipo
de conducta después de la transición"), donde cada una de estas
dos últimas variables tiene dos valores, "intervención positiva (del
hombre o de la mujer)" o "intervención negativa (del hombre o de
la mujer)". Por tanto, se trataría de una tabla de contingencia con
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2 x 2 x 2 = 8 casillas, con la que es posible evaluar el ajuste de
un modelo log-lineal acorde con la hipótesis, mediante un
contraste chi-cuadrado. El análisis secuencial es pues la técnica
adecuada cuando las variables implicadas en la hipótesis son
códigos conductuales registrados en secuencia. Se trata de una
técnica que ha sido objeto de una atención especial por parte de
los investigadores durante los últimos años. El lector interesado
tanto en los fundamentos metodológicos y estadísticos del
análisis secuencia) corno en el tratamiento informático de los
datos secuenciales puede consultar los textos de Van Hooff
(1982), Gottman y Roy (1990), Bakeman y Quera (1992, 1995a,
1995b), Quera (1993), Bakeman, Robinson y Quera (1996) y
Bakeman y Gottman (1997).
Áreas de aplicación de la metodología observacional
Las áreas de aplicación de la metodología observacional
son tantas como los ámbitos de actuación de la psicología. En
tanto que la metodología observacional se ocupa de la conducta
espontánea tal como ésta se produce, los únicos límites vienen
marcados por el propio repertorio conductual, humano o animal y
por la privacidad de determinadas conductas. Existen
investigaciones en el marco familiar, como la de Bakeman y
Brown (1977) que analiza la interacción madre-hijo, o la de
Noack (1992) que estudia las relaciones que se establecen
durante la primera adolescencia con los padres y con los iguales;
en el marco escolar, sobre el rendimiento académico (HustonStcin, Friedrick-Coffer y Susman, 1977), sobre el desarrollo del
lenguaje, la adaptación escolar en niños de preescolar (Zazzo,
1978), la interacción con iguales en la adolescencia durante la
hora de recreo (Behar, 1987); en instituciones penitenciarias se
ha utilizado para evaluar la evolución individual y grupal en un
programa para tratar conductas adictivas (Pleite e Ibern, 1991).
Abikoff, Gittelman y Klein (1980) desarrollaron un sistema de
codificación para la observación en el aula de la conducta de
niños hiperactivos entre 6 y 12 años. Se consideraron
hiperactivos aquellos niños a los que el maestro y los padres
valoraban como tales y que no presentaban ningún otro
UNIDAD II. FUNDAMENTOS TEÓRICOS Y PRÁCTICOS DE LA OBSERVACIÓN DIRECTA
MÓDULO 0614- METODOLOGÍA II. EL MÉTODO CIENTÍFICO Y LA EVALUACIÓN PSICOLÓGICA
diagnóstico psiquiátrico. En total fueron observados 57 chicos y 4
chicas con estas características, con una media de edad de 8
años, 4 meses y una desviación tipo de 1 año y 4 meses.
Asimismo, se observó un número igual de niños no
hiperquinéticos del mismo nivel escolar, para proceder a la
comparación con los anteriores Se utilizó un sistema de
codificación de 11 categorías conductuales y la observación se
realizó durante situaciones estructuradas de explicación del
profesor y durante períodos de trabajo académico independiente
bajo la supervisión del profesor. El niño fue observado al menos
en tres sesiones de 16 minutos cada una. Los datos fueron
recogidos por cuatro observadores que desconocían el objetivo
de la investigación y las características clínicas de los sujetos
estudiados. Para evitar la reactividad, los observadores se
situaban siempre al final del aula, en ángulo con los sujetos a
observar, para disponer de una vista de perfil de los mismos,
pero estar fuera de su área de visión. Se obtuvo una mayor
frecuencia en los niños hiperactivos que en el grupo control de
todas las categorías de observación consideradas, como
agresión verbal a los compañeros, agresión verbal al profesor o
permanecer fuera de la silla.
Para dar respuesta a la pregunta de si los padres
proporcionan diferente socialización a niños y niñas, Fagot y
Hagan (1991) realizaron una investigación observacional. La
muestra estaba formada por 50 niños y 42 niñas de 12 meses, al
inicio de la observación, y 42 niños y 40 niñas de 18 meses,
también al iniciar la observación. Diez de los niños de 12 meses y
doce de los niños de 18 meses vivían sólo con la madre, y el
resto pertenecía a familias con padres casados o que vivían
juntos, en pro-medio, desde hacía 4 años. Los datos se
recogieron en casa de las familias, al volver el niño de la
guardería, y cuando todos los miembros de la familia estaban
presentes. A éstos se les pedía que no miraran la televisión, que
atendieran al teléfono con la mayor brevedad posible, y que
actuasen con la máxima normalidad. Para cada niño se
realizaron cuatro sesiones de observación de una hora cada una.
El sistema de categorías incluía cinco secciones diferenciadas:
categorías de contexto o de actividades, categorías interactivas,
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receptores, reactores y reacciones. El niño era siempre el
objetivo de la observación. Se codificaba la actividad del niño y
su interacción, y a continuación el receptor de dicha interacción,
el sujeto que reaccionaba y el tipo de reacción. Los observadores
fueron adiestrados en el sistema de categorías durante un
período antes de iniciar la recogida de datos, y para ser
considerados fiables debían alcanzar un grado de concordancia
del 90% (proporción de concordancia no corregida por el efecto
del azar). Debido a la baja frecuencia de algunas de las
conductas observadas en los niños se hicieron agrupaciones de
las mismas: conductas motrices amplias, juegos típicos de niños
y de niñas, comunicación con los adultos y conductas agresivas.
Por su parte, las categorías de reacciones se agruparon en
respuestas instructivas, respuestas positivas y respuestas
negativas. Asimismo, se realizaron agrupaciones empíricas de
aquellas conductas que ofrecían diferencias significativas entre
niños y niñas. De entre los resultados que se obtuvieron cabe
destacar los siguientes. Los padres tenían reacciones diferentes
ante niños y niñas, con reacciones más positivas ante los niños
cuando éstos desarrollaban conductas agresivas y cuan-do
jugaban con juguetes típicamente masculinos. Las madres
presentaban reacciones más positivas que los padres hacia los
juguetes típicamente femeninos. Asimismo, los niños recibían
reacciones más negativas que las niñas cuando intentaban
comunicarse; los niños recibían reacciones más positivas al jugar
con juguetes típica-mente masculinos, y al realizar conductas
agresivas. Las más positivas por intentar comunicarse. A pesar
de la diversidad de las aplicaciones reseñadas, se constata que
en ellas los datos se obtienen directamente de la realidad, sin
utilización de instrumentos intermediarios, y que se siguen las
fases propias del método científico. Al mismo tiempo, presentan
características propias y diferenciales respecto a otras
metodologías, como la elaboración del sistema de categorías, el
adiestramiento de los observadores y el control de los sesgos del
observador y de la observación.
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