Subido por Daniela Garcia

REBAGLIATI A. La importancia del trauma en la clínica actual

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LA IMPORTANCIA DEL TRAUMA EN LA CLÍNICA
ACTUAL
Anahí Rebagliati
Resumen
El concepto de trauma ha sido determinante en la obra
de Freud, aunque le restara importancia en forma expresa a su
eficacia causal, durante largos años. Haber dejado de lado
dicho concepto ha producido varias consecuencias.
El rescate del mismo se torna necesario debido a las
exigencias a las que no somete la clínica actual.
En este trabajo me he propuesto investigar qué lugar ha tenido el
concepto de trauma en la obra de Freud y en la clínica.
En este recorrido he encontrado que en la producción teórica freudiana,
el concepto de trauma ha tenido una incidencia determinante, aún cuando
Freud le hubiera restado importancia a su eficacia causal, durante un largo
período. Considero que este concepto merece su pleno rescate a la luz de las
exigencias a las que nos somete la labor clínica actual.
El abandono expreso llevado a cabo de dicho concepto, aún cuando
éste se hallaba presente en sus elaboraciones metapsicológicas, en forma
latente, ha arrastrado varias consecuencias: entre ellas, el descuido del vínculo
primario con la madre, que se hallaba presente en el traumatismo de seducción
y el descuido de la sexualidad en la configuración del psiquismo y de su
dinámica interna. Dinámica interna puesta en juego en el proceso
transferencial, ya que él es el escenario donde se produce la derivación
reelaborativa del trauma.
Es a partir de pensar dicho concepto en su articulación con la
constitución del psiquismo que se torna posible la relación entre la
metapsicología y la clínica.
Clínica proviene del griego klinikós, y significa: médico que visita a los
enfermos que guardan cama. Es decir, que están aquejados por un
padecimiento. La clínica psicoanalítica, regida por la atención flotante de parte
del analista cumpliendo con los principios de neutralidad y abstinencia y la
asociación libre de parte del paciente, consiste en la asistencia a quien sufre un
padecimiento anímico orientándose hacia la búsqueda de las determinaciones
inconscientes de ese padecimiento. Sirviéndose para ello, del vínculo
transferencial, establecido como efecto de las relaciones con los objetos
primarios constitutivos de su subjetividad.
La metapsicología es un término creado por Freud para designar a una
psicología más allá de la conciencia con el objeto de explicar el funcionamiento
del psiquismo y de sus manifestaciones patológicas; teniendo en cuenta los
aspectos tópicos, dinámicos y económicos. La metapsicología elabora un
conjunto de modelos conceptuales, tales como: el aparato psíquico, la teoría de
las pulsiones, la represión, la angustia y el síntoma. Constituyéndose en la
columna vertebral de la teoría freudiana.
1
Desde el inicio mismo de su producción teórica Freud explicó el origen
de las formaciones patológicas neuróticas por sucesos sexuales traumáticos
acontecidos durante la primera infancia. Es por eso que se abocó a la relación
entre: sexualidad, trauma y defensa psíquica.
Es en el año 1893 que investiga la motivación psíquica de los
fenómenos histéricos, situando el trauma como suceso causador del síntoma1.
Descubrir el nexo entre ambos resultaba difícil porque al sujeto le resultaba
desagradable evocarlo, pero fundamentalmente porque no lo recordaba, el
vínculo entre el suceso causal y el fenómeno patológico estaba interrumpido
porque había operado una defensa psíquica.
La conexión causal entre el trauma y el síntoma no consiste solamente
en que el primero actúa como agente provocador del segundo, sino que el
trauma pervive en el síntoma como “cuerpo extraño”. Los síntomas
desaparecen en cuanto se consigue despertar el recuerdo del suceso
provocador y con él, el montante de excitación no derivada en el tiempo del
acontecimiento. Esta derivación de la excitación en la cadena representacional
es lo que más adelante denomina trabajo elaborativo o tramitación psíquica.
Freud se sorprende por el hecho de que sucesos tan pretéritos puedan
producir efectos actuales de gran intensidad sin sucumbir al desgaste, si esto
es así, es porque guardan tal intensidad. El desgaste de los acontecimientos
depende de las posibilidades de reacción frente al hecho afectante.
Las dos posibilidades ante el trauma son: a) la derivación en la acción y
b) la derivación de la excitación en el complejo asociativo. Ambas las considera
modalidades normales de funcionamiento psíquico. Este mecanismo psíquico
normal fracasa frente al trauma ocasionador de los síntomas.
En ese momento de su producción y a partir de tres hechos
fundamentales: la hipnosis, los sueños y los síntomas histéricos, le resultaba
evidente el hecho de la división del psiquismo y la existencia de un psiquismo
inconsciente. Todos esos fenómenos pueden ser explicados por
representaciones eficaces que escapan a la conciencia del sujeto.
Es así como va esbozando sus primeros modelos de aparato psíquico
separado en estratos, organizados alrededor de un núcleo patógeno de
carácter traumático2. Presenta así la triple organización del material patógeno:
cronológico, concéntrico y dinámico. El tratamiento consiste en ir venciendo
paso a paso las resistencias que bloquean el acceso al material mnémico
dispuesto en torno al nódulo, que es preciso reelaborar.
Acerca de las representaciones intolerables y por eso reprimidas había
sostenido que se comportaban como un “cuerpo extraño”, en la medida que un
“cuerpo extraño”, término tomado de la medicina, no entra en conexión con los
estratos de tejido que lo rodean, si bien los altera. Pero en tanto va avanzando
con el tratamiento de sus pacientes, va descubriendo que ese “cuerpo
extraño”establece enlaces y se entrama en cadenas representacionales. Se
comporta como un infiltrado. Concebir al material patógeno de esta forma y no
sólo como “cuerpo extraño”, da lugar a la utilización creciente de la asociación
libre por donde podrán emerger dichas infiltraciones.
1
Freud, S. y Breuer, J. “Sobre el mecanismo psíquico de fenómenos histéricos” (1893), en
Obras Completas, vol. II. Buenos Aires, Amorrortu, 2° edición, 1985, págs. 29-143.
2
Freud, S. “Sobre la psicoterapia de la histeria” (1893), en Obras Completas, vol. II. Buenos
Aires, Amorrortu, 2° edición, 1985, págs. 289-309.
2
Considero que la resistencia en las cercanías del núcleo patógeno y la
persistencia de ciertas manifestaciones sintomáticas, a pesar del trabajo de
desciframiento interpretativo, permiten no desechar el concepto de “cuerpo
extraño” interno, entendido como resto libidinal traumático que se sustrae al
entramado representacional, siendo inherente a la estructuración misma del
psiquismo, lo que el aparato psíquico no alcance a dominar de ese resto
libidinal, se expresará en diferentes formaciones patológicas y será sustrato del
síntoma como así también de otras formaciones que en rigor no posean el
estatuto de síntomas, ya que no son transacciones, como la compulsión a la
repetición.
En los años 18943, va adquiriendo mayor privilegio el concepto de
defensa psíquica, como causa de la disociación de la conciencia que se
instrumenta ante representaciones patógenas de carácter sexual. Aún cuando
Freud entiende que las representaciones intolerables son de carácter sexual,
no alcanza a discernir todavía, por qué suscitan la defensa patológica: la
represión; hasta que enuncia que para que se instrumente la represión son
necesarias dos condiciones: a) que se trate de sucesos sexuales y b) que éstos
hallan ocurrido antes de haber alcanzado la madurez sexual.
Entiendo que la madurez sexual atañe a dos vertientes, por un lado a la
falta de madurez y capacidad fisiológica que le permitiera al niño derivar la
excitación advenida a él, y por otro lado refiere a la incapacidad psíquica que
haría posible vehiculizar elaborativamente la irrupción de la sexualidad, por
ausencia de recursos simbólicos suficientes.
Considero que el traumatismo es inherente a la constitución de la
psicosexualidad en el niño, en un sentido universal, y ese trauma es a la vez
exterior e interior. Es exterior porque es desde el otro materno desde donde
arriba la sexualidad al niño y a la vez interior porque brota desde ese exterior
interiorizado como “cuerpo extraño” interno implantado: zona erógena, fuente
de la pulsión.
Freud sostenía que este primer tiempo del trauma incluye dos elementos
conjugados: a) la falta de preparación, el factor sorpresa y b) el desborde.
Ambos están presentes en el estado inermidad y pasividad del niño. El
segundo tiempo del trauma transcurre luego de la pubertad y evoca a la
primera escena por algún rasgo asociativo. El carácter determinante del
traumatismo de seducción y los dos tiempos inherentes a él, le permiten pensar
en dos tiempos en la constitución de la enfermedad. El factor disposicional y el
factor desencadenante.
El traumatismo de seducción en esa época se constituyó en una pieza
fundamental de sus elaboraciones teóricas, sin embargo en 1897
explícitamente renuncia al sostenimiento de esta teoría etiológica. El motivo de
este abandono consistió en la imposibilidad de arribar, en todos los casos
tratados, al recuerdo del acontecimiento patógeno de seducción.
Esta renuncia le impidió rescatar los aspectos positivos que era posible
desprender de su descubrimiento : el carácter estructural del mismo, esto es,
que la sexualidad arriba al niño desde es exterior pasivizándolo frente al otro
materno del cual proviene la excitación implantada en él traumáticamnente
dando origen al psiquismo.
3
Freud, S. “Observaciones sobre las neuropsicosis de defensa” (1894), en Obras Completas,
vol. III. Buenos Aires, Amorrortu, 5° reimpresión, 1997, págs. 47-61.
3
Sostengo que si bien el concepto de trauma fue dejado de lado en forma
expresa ha sido el rector de manera tácita, tanto en su concepción del aparato
psíquico, de la fantasía, de la pulsión, de la angustia y en la formación de
síntomas.
Con el objetivo de demostrar que la conformación del psiquismo es
esencialmente traumática investigué escritos freudianos de diferentes épocas
de su obra, para ilustrar a través de ellos la permanencia que el traumatismo
tuvo en la concepción del aparato psíquico aún cuando él no lo haya afirmado
de ese modo.
Sostengo que el otro primordial constituyente ejerce una función regular
de asistencia y aporte libidinal y es a partir de esa relación temprana que se
irán inscribiendo las primeras huellas dando origen al aparato psíquico. Es así
como nociones tales como signos perceptivos, huellas mnémicas o núcleo del
inconsciente, permiten localizar ese primer registro de inscripciones que
persisten con un alto grado de investidura, en un estado de no ligadura,
totalmente incapaces de hacerse conscientes. El cuerpo biológico del bebé se
irá transformando en un cuerpo erógeno, produciéndose un proceso de
humanización. El bebé en la búsqueda de saciar el estímulo del hambre a
través de una acción inespecífica como el llanto, halla la acción específica: la
provisión de alimento aportada por la asistencia ajena, encontrándose en ese
proceso con el deseo de la madre, es decir, con la provisión libidinal. En el acto
de la alimentación y cuidados maternos ha surgido una satisfacción que no es
la de la necesidad. Se trata de una satisfacción suplementaria y marginal que
clamará por sí misma para ser saciada.
Sostengo que esas primeras inscripciones son la marca de la fuente
pulsional ejerciendo un empuje constante para lo psíquico, es un cuerpo
extraño para el psiquismo al que le exige un trabajo permanente de
elaboración, por lo tanto entiendo que la noción de pulsión encierra el concepto
de trauma.
Más adelante Freud dirá en “Más allá del principio de placer”4, que las
huellas mnémicas reprimidas relativas al tiempo primordial, no permanecen en
el interior del psiquismo en estado de ligadura y se encuentran en un más allá
del principio del placer produciendo una compulsión a la repetición.
En la medida que Freud deja de lado el trauma de seducción va
adquiriendo relevancia en sus conceptualizaciones el concepto de fantasía y
comprendió que los síntomas derivan de fantasías y no necesariamente de
episodios reales. Plantea en 19085, tres fantasías típicas, (premisa universal
del pene, coito parental sádico y teoría cloacal), afirmando que si bien cada una
de ellas son falsas, entrañan una verdad pulsional. Las fantasías son una trama
discursiva que intentan responder los enigmas que al niño le plantea la
sexualidad, siendo el referente de esas respuestas, el cuerpo infantil
erogeneizado. Es a través de las mismas que va elaborando y significando lo
disruptivo de la sexualidad, así emergen estas teorías de carácter universal.
4
Freud, S. “Más allá del principio de placer” (1920), en Obras Completas, vol. XVIII. Buenos
Aires, Amorrortu, 2° edición, 1985, págs. 3-62.
5
Freud, S. “Sobre las teorías sexuales infantiles” (1908), en Obras Completas, vol. IX. Buenos
Aires, Amorrotu, 2° edición, 1985, págs. 185-201.
4
Pese a su abandono explícito el trauma insiste en su elaboración teórica,
es así como en 1916/19176, sostiene que en toda neurosis hay una adherencia
al trauma, persistiendo con actualidad e identidad, de esta manera se
encuentra con lo afirmado en el inicio de su producción, cuando se asombraba
de que sucesos tan pretéritos mantuvieran tanta intensidad y actualidad. E
incluye al factor traumático como factor desencadenante de síntomas en las
series complementarias de la enfermedad. El factor actual desencadena la
emergencia de síntoma en tanto se vincula asociativamente con el tiempo
anterior donde se plasmaron las fijaciones.
El síntoma expresa una modalidad de satisfacción autoerótica a la que el
sujeto quedó adherido, si la libido encuentra sin dificultad el trayecto hacia las
fijaciones esto es porque han permanecido en los objetos y representaciones
de la fantasía y bastará con que la investidura libidinal entre en contacto con
tales representaciones para que estas devengan inconscientes y causen
síntomas. La relación que establece entre la fantasía y la fijación da cuenta que
la fantasía no es sólo sostén del deseo regida por el principio de placer sino
que en tanto no logra elaborar lo traumático se presenta en ella la satisfacción
pulsional y debe ser reprimida, originando así el síntoma.
Es en 1920, en el artículo “Más allá del Principio de placer”7, que el
concepto de trauma recupera una importancia explícita luego de haber
quedado sofocado durante largos años, aunque no llegará a restituirle un lugar
central. Allí sostiene que la pulsión es el agente traumático para lo psíquico
destacando que las excitaciones interiores al aparato son las producidas por
las pulsiones, en tanto estímulos permanentes para el psiquismo que tendrá
como tarea la de derivar ese montante de excitación estableciendo un proceso
de ligadura en representaciones. El excedente de investidura no dominado por
el principio de placer va a producir la compulsión a la repetición de lo
traumático en un perpetuo retorno de lo idéntico.
Las neurosis traumáticas, el juego repetitivo, las neurosis de destino, la
repetición en transferencia y muchos años de experiencia clínica, lo autorizan a
sostener la compulsión a la repetición de escenas traumáticas que están en un
más allá del principio de placer regidas por la pulsión de muerte que tendrá
como meta la destrucción de la vida, es la actividad para la muerte, es la
búsqueda de un estado inerte anterior. El principio de nirvana pasará a ser el
que rige a la pulsión de muerte en un intento de reducción absoluta de la
tensión en el psiquismo.
La pulsión de vida tiene una tendencia progresiva, la meta de la pulsión
de vida será la de formar unidades cada vez mayores. El principio de placer
articulado con el principio de realidad será que rige a la pulsión de vida
impulsado por el deseo. La pulsión de vida y la pulsión de muerte se
encuentran amalgamadas, aunque halla momentos de la vida con
preponderancia de una u otra.
A partir de la segunda tópica del aparato psíquico y especialmente en el
escrito de 1926, “Inhibición, síntoma y angustia”8, le va otorgando un valor
creciente al concepto de trauma en su reformulación acerca de la teoría de la
6
Freud, S. Conferencias de introducción al psicoanálisis (Parte III) (1917 [1916-1917]), en
Obras Completas, vol. XVI. Buenos Aires, Amorrortu, 2° edición, 1985 , págs. 235-343.
7
Freud, S. “Más allá del principio de placer” (1920), op. cit., págs. 3-62.
8
Freud, S. “Inhibición síntoma y angustia” (1926[1925]), en Obras Completas, vol. XX. Buenos
Aires, Amorrortu, 2° edición, 1985, págs. 73-164.
5
angustia. En el marco de su primera teoría de la angustia, ésta es concebida
como libido sin representación, ya sea porque le ha sido sustraída por el
proceso de represión transformándose en angustia o porque no ha llegado a
enlazarse a representación alguna y se transforma en forma directa en
angustia como ocurre en las fobias infantiles típicas o en las neurosis actuales.
En ambos casos la angustia es la moneda de cambio de la libido sin
representación.
Es a partir de los síntomas en la fobia y en la neurosis obsesiva, que
advierte la función protectora de los síntomas, por la ligazón de la angustia al
síntoma. A partir de ahí le es posible pensar que la angustia es anterior a los
síntomas en consecuencia la angustia es anterior a la represión. No es la
represión la que genera angustia sino que esta preexiste y emerge en el yo
ante las exigencias de la pulsión siendo éste quien pone en marcha la
represión.
La angustia es considerada funcionalmente como la señal ante el peligro
pulsional cuya angustia correlativa es la angustia traumática que surge ante la
situación traumática, experiencia de desvalimiento psíquico ya vivenciada y
constituye un progreso en la autopreservación el no permitir que sobrevenga
dicho desvalimiento, sino esperarlo y preverlo. El yo anticipa el trauma y se
comporta como si estuviera ante él cuando es tiempo de defenderse.
La angustia traumática Freud la vincula con la represión primaria y la
angustia señal con la represión secundaria. En el tiempo de la represión
primaria se produce el encuentro con magnitudes de energía hipertróficas que
dejan al niño en estado de inermidad. Ahora bien, ¿de dónde podría sobrevenir
esa investidura de primera magnitud si no es del otro materno estructurante del
psiquismo? La angustia señal, en cambio pone en marcha la represión
secundaria, para que esto ocurra es necesario que el psiquismo haya adquirido
un grado mayor de estructuración y desarrollo. La angustia traumática es
lógicamente anterior a la angustia señal.
La relación temprana con el otro estructurante es lo que ha sucumbido
en la obra de Freud, al dejar de lado el trauma de seducción que intenta
recuperar, sin conseguirlo a mi criterio, en forma plena, en los últimos artículos
de 1925 en adelante, acerca de la sexualidad femenina. Cuando sostiene que
el complejo de Edipo típico en la niña expresado en la fantasía de seducción
paterna no es más que la expresión velada del vinculo primario de la niña con
la madre, tiempo donde se producen las fijaciones de mayor importancia para
el psiquismo, siendo la madre la primera seductora tanto para el niño como
para la niña. Afirmando que ningún análisis debe darse por terminado si no se
aborda ese primer vínculo, pero reconociendo al mismo tiempo que esa
vinculación materna había sido subestimada por la teoría psicoanalítica. Lo
cual obstaculizó, a mi criterio, la posibilidad de extender en su momento la cura
analítica a patologías graves.
Desatender la relación con los objetos primarios hace muy difícil pensar
la dinámica psíquica que corre el riesgo de ser considerada una pura
abstracción, como ha ocurrido con la metapsicología, que por ese motivo
quedó desgajada del acontecer humano y del quehacer clínico. Dejar de lado el
trauma en el proceso psicoanalítico, nos hace correr el riesgo de llevar a cabo
una práctica intelectualizante y racionalizante. Sostengo la necesidad de
remontarse al vínculo del paciente con los objetos primarios en todo análisis. El
tratamiento es solidario del vínculo transferencial, en donde se reproducen las
6
relaciones con los objetos significativos para la vida anímica. La transferencia
se constituye en el motor de la cura sin la cual, no es posible el trabajo
psicoanalítico.
La eficacia de la clínica psicoanalítica se alcanza a través de dos
vertientes interdependientes: el trabajo reelaborativo y el vínculo transferencial.
El trabajo reelaborativo, se hace posible por la resignificación de las
experiencias traumáticas, a través de interpretaciones y construcciones que
provee el analista. Estas herramientas son las que permiten significar
paulatinamente los aspectos no integrados de aquellas situaciones que se
presentan desgajadas y desligadas en la actualidad. Es a partir de la derivación
ligadora de la investidura que se podrá recordar en lugar de repetir.
El vínculo transferencial es el que hace posible el proceso simbolizante
antes mencionado. Es en la escena transferencial misma en donde se produce
la derivación del trauma, en tanto el analista ocupe un lugar posibilitador y
facilitador de ese proceso, a partir de rectificaciones posibles de vínculos
primarios traumáticos que han dado lugar a un estereotipo que se repite a lo
largo de toda la vida. El analista es incluido en la serie psíquica compuesta por
las figuras significativas para el paciente y es desde esa inclusión que podrá
maniobrar con sus respuestas, inaugurando en muchas ocasiones una
modalidad inédita de vínculo a partir de la impronta que se construya en la
relación transferencial misma.
Es así como la transferencia opera como una experiencia actual que
haría posible la modificación de las matrices vinculares, liberando
paulatinamente los restos libidinales traumáticos establecidos en la
configuración misma de esos “clisés”, surgidos con los objetos primarios.
La exigencia a la que nos somete la clínica actual con pacientes en
quienes predomina la compulsión a la repetición, en donde el trauma determina
la ejecución de escenas sufrientes, se torna necesario el rescate del concepto
de trauma y el vínculo con el otro estructurante, dado que desde el inicio mismo
del tratamiento se actualiza en la transferencia.
Son patologías con una marcada intensidad pulsional, con severas
alteraciones en la estructuración del yo y con incapacidad por parte del
psiquismo para dar respuesta al excesivo montante de excitación. De tal forma
que se ve imposibilitado para encontrar vías de salida al apresamiento del que
ha sido objeto en tiempos inaugurales y estructurantes produciendo actos
autodestructivos tales como: acting, pasaje al acto, consumo de drogas,
alcohol, bulimias, anorexias y enfermedades psicosomáticas. Predomina en
ellos el sentimiento de desamparo, invalidez, desolación e inautenticidad que
se tornan arrasadores. La angustia que prevalece es la angustia traumática,
desbordante y desorganizante.
El eje central en el proceso psicoanalítico de estas patologías lo
constituye el espacio y vínculo transferencial, el analista es implicado y
demandado en forma constante ya que desde el inicio el encuadre es el lugar
de la repetición de vivencias que han resultado traumáticas en el tiempo en que
acontecieron. Durante largo tiempo será competencia del analista contrarrestar
la pulsionalidad mortífera defusionada libidinizando el espacio del tratamiento.
En patologías graves el espacio analítico se constituye en posible
generador de experiencias que en sí mismas sean vivenciadas en
transferencia, produciéndose una construcción en el “aquí y ahora” con el
analista, no ya de lo no recordado por represión sino de lo nunca habido.
7
Bibliografía
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8
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