EL CLÉRIGO ORTODOXO LATINOAMERICANO Por un sacerdote ortodoxo latinoamericano El tema de las vocaciones religiosas en Latinoamérica, siempre ha revestido cierta problemática. Para empezar, cuando llegaron los conquistadores españoles y portugueses en el siglo XVI, impusieron de una forma “imperialista”, es decir, por la fuerza, la religión cristiana desde la perspectiva católico-romana papista. El celibato obligatorio se consideró de lo más normal, y en un principio, las altas jerarquías religiosas se oponían a ordenar a nativos de estas tierras, acusándolos de su nula o poca capacidad para guardar el celibato, además de considerarlos intelectualmente inferiores. Con el paso del tiempo, y por diversas circunstancias sociales, económicas y políticas, se ordenó clero nativo, aunque limitándolo a los estratos más bajos de la jerarquía (humildes párrocos de pueblos miserables y perdidos), y con cierto disimulo, se les “toleraba” la violación al voto de castidad, como es el caso de los tres curas famosos de nuestra guerra de independencia: Miguel Hidalgo, José María Morelos, y Mariano Matamoros. Con la llegada del cristianismo ortodoxo a América latina, principalmente a finales del siglo XIX y principios del siglo XX, originada por la inmigración de personas nativas de países ortodoxos, como sirio-libaneses, palestinos, griegos, ucranianos, rusos, serbios, rumanos y búlgaros, principalmente, era lógico que con ellos vinieran algunos sacerdotes que atendieran casi en forma exclusiva las necesidades espirituales de su propia comunidad. Esta situación perduró hasta mediados del siglo XX, y en algunos casos, continúa existiendo hasta el día de hoy. Poco a poco personas nativas de Latinoamérica fueron conociendo al cristianismo ortodoxo, podríamos decir, “a pesar” de los mismos ortodoxos tradicionales, y en muy pocos casos, sintieron la vocación hacia el servicio divino o sacerdocio. Fue hasta los años 60’s del siglo pasado, cuando personas originarias de Latinoamérica, nacidas en cuna católica-romana, comenzaron a ser ordenados diáconos y sacerdotes ortodoxos, no sin poca oposición de las comunidades étnicas tradicionales (rusos, árabes, griegos, etc.) que los veían como advenedizos y pseudo-ortodoxos. Sin embargo, hoy en día ya es una plena realidad el aumento de las vocaciones religiosas ortodoxas entre nativos latinoamericanos. Esto nos lleva a preguntarnos, ¿cuál es el perfil del clérigo ortodoxo latinoamericano? Atendiendo a los antecedentes, debemos decir que las características principales de tales clérigos son las siguientes: 1) Nacidos en Latinoamérica sin ancestros ortodoxos. 2) La mayoría nacidos y formados como católico-romanos, aunque con una minoría nacida y formada como protestantes, anglicana y/o evangélica. 3) Casados y con hijos. 4) Con estudios universitarios. 5) Con un trabajo secular independiente de la Iglesia. 6) Autodidacta en sus estudios de la Ortodoxía, debido a la cerrazón de las comunidades étnicas tradicionales, así como a la escasez de libros, cursos e institutos educativos en idioma español. Cabe aclarar que estas características no son buenas o malas por sí mismas, solamente son diferentes a lo “tradicional”. De todas estas características se derivan cosas buenas y cosas malas. Por ejemplo, el hecho de que sean nativos de estas tierras, les da ventaja en el sentido de conocer más y mejor el idioma, la mentalidad y costumbres del pueblo al que han de servir. El hecho de haber crecido como católicos o miembros de otra comunidad cristiana puede ser enriquecedor en el sentido de que les otorga la capacidad para comprender con amplitud de criterio y sin fanática cerrazón los errores y aciertos de las diversas comunidades religiosas. El hecho de ser casados y con hijos, les da la ventaja de una mayor experiencia de la vida, del papel de los padres de familia y de las relaciones conyugales, de la atención a los niños y a los jóvenes, pero sin duda es un obstáculo para dedicarse de tiempo completo a los demás fieles de la comunidad. El hecho de tener estudios universitarios en profesiones “profanas” (derecho, medicina, ingeniería, administración, pedagogía, etc) les da también una mayor experiencia de la vida. El hecho de tener trabajos seculares y de no depender de los ingresos de la Iglesia, las da ventaja de no ser una carga para las finanzas de la Iglesia, además de que les permite incluso apoyar de su bolsa los gastos de la comunidad, pero sin duda también es una limitante para dedicarse de tiempo completo a demás fieles de la comunidad. El hecho de haberse formado por su cuenta y con gran dificultad en el conocimiento de la historia, doctrinas, y servicios litúrgicos de la Iglesia, sin duda habla bien de ellos, pero también constituye una desventaja, pues siempre los clérigos provenientes de seminarios y/o monasterios ortodoxos vendrán mucho más preparados en estas cuestiones. Como dije antes, las características que constituyen el “perfil” del clérigo ortodoxo latinoamericano no son buenas ni malas por sí mismas, simplemente son diferentes a lo “tradicional”, pero sin duda son ya una realidad. Las diversas jurisdicciones ortodoxas deben reconocer esta realidad, sin duda más positiva que negativa, y tomar estas experiencias como enriquecedoras de su labor evangelizadora del mundo, y no cerrarse a aceptar esta realidad, discriminando antievangélicamente a los clérigos latinoamericanos con “argumentos” que más bien son mandamientos de hombres que pretenden hacer pasar como doctrinas divinas.