1 José Raúl Arévalo Silva Abogado y Notario Profesor de Derecho Civil DERECHO DE LOS CONTRATOS (Temas Varios) -ooOoo- 2 Concepto de Obligación 1.- En el derecho privado patrimonial,1 el concepto de “obligación” es el siguiente: “Obligación es el vínculo jurídico en el que una persona llamada deudor se ve en la necesidad de ejecutar, en provecho de otra, llamada acreedor, una prestación, ya sea de dar, hacer o no hacer alguna cosa”.2 La palabra “obligación” se deriva del latín “ob ligatus” que quiere decir estar unido, estar atado. Pero sobre todo significa “estar encadenado”. Las cadenas han sido siempre el símbolo universal de la esclavitud, y en el derecho romano quiritario –es decir, el de las XII Tablas- el deudor que caía en insolvencia comprometía su persona al acreedor, quien lo podría tratar como si fuese su esclavo. Fue hasta con ocasión de la Lex Poeptelia Papiria y del Edicto Rutiliano romanos, del año 117 a. de C., que se crea el concepto abstracto y moderno de obligación, a partir del cual se considera que el deudor moroso, lo único que compromete frente a su acreedor, son los bienes de su patrimonio, para que el acreedor pueda realizarlos, y así, con el producido, satisfacerse el importe de deudas. De deudas dinerarias, al menos. Lo anterior encuentra asidero legal en el Art. 2212 C., que recoge al llamado derecho general de prenda, en los siguientes términos: “Art. 2212.- Toda obligación personal da al acreedor el derecho de perseguir su ejecución sobre todos los bienes raíces o muebles del deudor, sean presentes o futuros, exceptuándose solamente los no embargables, 1 Las dos ramas más importantes del derecho privado patrimonial son el derecho civil y el derecho mercantil. El derecho civil, sobre todo, en el ámbito patrimonial, es el derecho privado común y general. Es el derecho privado por antonomasia. 2 Obligatio est juris vinculum, quo necessitate astringimur alicujus solvendae rei, secundum nostrae civitatis jura, es decir, “obligación es un lazo de derecho que nos constriñe en la necesidad de pagar alguna cosa conforme al derecho de nuestra ciudad”. Instituciones de Justiniano. PETIT, Eugene: “Tratado Elemental de Derecho Romano”. 2ª ed., Editorial Porrúa, S.A.. México, 1985. Núm. 263, pág. 313. 3 designados [en los Artículos 621 y 622 del Código Procesal Civil y Mercantil]”. El nombre de la figura alude a que el patrimonio entero del deudor se vea “como la prenda común” de sus acreedores, los cuales –en materia de obligaciones dinerarias- tienen el derecho de embargar todos los bienes que sean necesarios, realizarlos, y pagarse así el importe de sus créditos. Se deben exceptuar, como la misma ley lo hace ver, a los bienes inembargables por razones de orden público, y que son los señalados por los Arts. 621 y 622 Pr..3 La realización de bienes consiste en liquidarlos, esto es, transformarlos en dinero, o bien, en hacerlos equivaler a dinero. La legislación procesal civil y mercantil salvadoreña reconoce ocho maneras de llevar a cabo esta tarea liquidatoria, siendo la más conocida la venta forzosa de bienes del deudor, en pública subasta, al mejor postor. En caso que fueren varios los acreedores que pretendan ejecutar al deudor en sus bienes, se siguen las reglas de la prelación de créditos (Arts. 2216 C. y ss.), pues hay acreedores que gozan de pago preferencial, al tanto que otros son quirografarios, valistas o simples. 2.- El concepto de obligación continúa diciendo que ésta implica un “vínculo”, lo cual quiere decir que con ella se forja una relación jurídica que precisamente así se llama: relación jurídica obligacional. Desde el punto de vista del romanticismo jurídico,4 toda relación jurídica sólo puede llevarse a cabo “entre personas” (naturales o jurídicas). No existen las relaciones jurídicas entre una persona y una cosa o entre una persona y la nada. Modernamente, sin embargo, estas ideas están cambiando, pues los cuerpos normativos actuales suelen concebir la idea de relaciones 3 Antes de la entrada en vigencia del Código Procesal Civil y Mercantil, en el año 2010, el Artículo que enumeraba los bienes inembargables era el 1488 C., ahora derogado. 4 Corriente del pensamiento jurídico de origen alemán, también llamada historicismo jurídico, de principios del siglo XIX, que presupuso un culto al derecho romano y medieval. “Romántico”, como la palabra lo dice, quiere decir, volver a Roma, recuperar a Roma. El padre espiritual del movimiento en el campo jurídico fue el Barón Federico Carlos de Savigny (1779-1861 ). Don Andrés Bello, el autor del Código Civil chileno –fuente directa del nuestro- fue seguidor de esta corriente de pensamiento que abarcó también a todos los campos de la cultura, como la música, la pintura, la literatura, la arquitectura, etc.. 4 jurídicas entre personas y masas especiales de bienes, es decir, entre personas y patrimonios de afectación, los cuales son conjuntos de bienes adscritos al logro de finalidades especiales, como la herencia yacente, la herencia aceptada con beneficio de inventario, el peculio profesional o industrial del hijo de familia, etc.. Con todo, si las cosas se consideran desde el punto de vista del romanticismo alemán, como se dijo, la relación jurídica obligacional también se desarrolla “entre personas”: el acreedor y el deudor. Tanto una como la otra pueden ser personas naturales o jurídicas, así como ambas pueden ser consideradas en singular o en plural, pues existen las obligaciones con pluralidad de sujetos (activas, pasivas y mixtas). Del cómo se crea este vínculo se ocupa el tema de las fuentes de las obligaciones, pues éstas –en resumen- pueden provenir de actos y hechos jurídicos (Art. 1308 C.). 3.- El vínculo de la relación jurídica obligacional es y sólo puede ser jurídico. El punto se aclara porque también hay deberes morales, religiosos o de convencionalismos sociales. Desde el punto de vista normativo moral, toda persona tiene el deber de hacer el bien, de socorrer al menesteroso, de optar por la decisión ética, etc., pero eso no es “obligación”, porque ninguna de las partes involucradas son acreedoras y deudoras entre sí. De igual manera acontece en el sistema normativo de las religiones. Es verdad que toda persona debe amar a Dios y a su prójimo, pero ni el creyente es deudor de Dios ni Dios es acreedor suyo. Definitivamente que el vínculo que implica toda obligación debe ser “jurídico”. Es la única forma de poder hablar de acreedores y deudores en el sentido técnico de la ciencia del derecho. 4.- Continuando con el análisis del concepto de obligación, la definición dice que “obligación es el vínculo jurídico en el que una persona llamada deudor, se ve en la necesidad de ejecutar …”. 5 Esta parte del concepto alude a la primera de las personas que interviene en la relación jurídica obligacional: el deudor. Éste puede ser, como se dijo, una persona natural o jurídica. Igualmente puede ser considerado en singular o en plural. Y es la parte deudora porque es la que se ve en la necesidad de ejecutar algo. Es la parte, pues, que lleva el gravamen en la relación. 5.- El concepto dice: “obligación es el vínculo jurídico en el que una persona llamada deudor se ve en la necesidad de ejecutar en provecho de otra, llamada acreedor, …”. Esta otra parte del concepto alude a la segunda de las personas que interviene en la relación jurídica obligacional: el acreedor. Éste puede igualmente ser, como se dijo, una persona natural o jurídica; así como ser considerado en singular o en plural. Y es la parte acreedora porque a favor suyo es que el deudor ejecuta la prestación de un servicio. Si la relación jurídica se observa desde el ángulo del deudor, éste lo que tiene en su patrimonio es –precisamente- una “obligación”. Pero si se ve la relación desde el punto de vista del acreedor, éste lo que tiene en su patrimonio es un “derecho de crédito”. Derecho de crédito y obligación son – por decirlo así- el anverso y el reverso de una misma medalla; el anverso y el reverso de una misma moneda. No puede concebirse un concepto sin el otro. Uno es “correlativo” del otro (Art. 567 C. inc. 4° in fine). Como se aprendió en los cursos anteriores de derecho civil, los bienes incorporales o derechos subjetivos privados patrimoniales son de dos clases: los derechos reales y los derechos de crédito (Art. 567 C.).5 Estos últimos son los que ahora interesan, pues son la contrapartida de las obligaciones. Ambos responden a necesidades económicas diferentes. Así, mientras los derechos reales tutelan a la riqueza de las personas (pues se ejercen sobre los bienes de sus patrimonios), los derechos crediticios protegen a la necesidad económica de la prestación de servicios, pues el hombre no se basta a sí mismo. Vive en sociedad y necesita de los demás. 5 Derechos in re y derechos ad rem, respectivamente. 6 6.- El concepto de obligación también dice que es “el vínculo jurídico en el que una persona llamada deudor se ve en la NECESIDAD de ejecutar, en provecho de otra, llamada acreedor, una prestación, …”. El término “necesidad” puede ser de dos naturalezas: patrimonial y extrapatrimonial. Es el primer carácter el que interesa, pues el estudio del derecho civil es –en esencia- el estudio del derecho privado patrimonial, es decir, de contenido económico. De instituciones jurídicas como el matrimonio, la adopción, la unión no matrimonial, la autoridad parental, etc., también pueden surgir obligaciones. Pero muchas de ellas –en las figuras señaladas- serán de una naturaleza extrapatrimonial, es decir, fuera de la órbita de lo económico. Así, por ejemplo, que los cónyuges estén obligados a guardarse fidelidad y asistirse mutuamente en todas las circunstancias de la vida, es una obligación de carácter extrapatrimonial (Art. 27 F. inc. 2°). Otro ejemplo se tiene en el Art. 211 F., que ordena que los padres de familia deberán criar a sus hijos con esmero, y que esta obligación la tienen desde la concepción del hijo. 7.- El concepto de obligación dice que “es un vínculo jurídico en el que una persona llamada deudor se ve en la necesidad de ejecutar, en provecho de otra, llamada acreedor, una PRESTACIÓN, …”. La “prestación” es el objeto de la obligación. El nombre completo de la figura es “prestación de servicios”, pues ya se hizo ver que la necesidad económica que protegen los derechos de crédito es precisamente la de prestación de servicios. El ser humano vive en sociedad porque no se basta a sí mismo; necesita de los demás. Así, por ejemplo, necesita quien le arriende una vivienda, quien le repare su vehículo, quien le preste dinero, quien le cure enfermedades, quien le tradite el dominio de bienes, etc..6 6 El objeto de los derechos reales, en cambio, son los bienes sobre los que el derechohabiente ejerce, precisamente, su derecho. Aquí lo que se tutela es la necesidad económica de la tenencia de riqueza. En la legislación civil salvadoreña, los derechos reales son siete: dominio, herencia, usufructo, uso o habitación, servidumbres activas, prenda e hipoteca (Art. 567 C. incs. 1°, 2° y 3°). Tanto los derechos reales como los derechos de crédito son –como se dijo- las únicas dos clases de derechos subjetivos privados patrimoniales que existen. Son concebidos como bienes incorporales (Art. 567 C.). 7 8.- El concepto de obligación termina diciendo que esa “prestación” puede consistir en que el deudor se vea en la necesidad de DAR, HACER, o NO HACER alguna cosa en favor del acreedor. Dar, hacer y no hacer son las clases de obligaciones de acuerdo a su objeto. Constituyeron desde antiguo el “dare, fachere et non fachere” de los romanos. Obligaciones de dar.- Hay obligación de dar cuando el deudor se ve en la necesidad de tradir un bien a favor del acreedor. Cuando se ve en la necesidad, pues, de hacerle la tradición de una cosa a este último. De hecho, las palabras “dación”, “cesión”, “tradición”, “enajenación” y “disposición” son sinónimas. Dar, ceder, tradir, enajenar o disponer, pues, significan lo mismo. La tradición puede entenderse en dos sentidos: en sentido estricto y en sentido amplio. Tradición en sentido estricto significa que el deudor se ve en la necesidad de transferir el dominio de bienes al acreedor (Art. 651 C. inc. 1°). Tradición en sentido amplio significa que el deudor se ve en la necesidad de constituir cualquier otro derecho real sobre bienes a favor del acreedor (Art. 651 C. inc. 2°); verbigracia, cuando le concede el usufructo sobre una casa, le concede una servidumbre de tránsito, le hipoteca un inmueble, etc.. Obligaciones de hacer.- Hay obligación de hacer cuando el deudor se ve en la necesidad de ejecutar un hecho a favor del acreedor. Tanto las obligaciones de dar como de hacer son de la clase llamadas obligaciones positivas. Toda empresa, por ejemplo, que presta servicios de asesoría, de limpieza, de reparación, de construcción, etc., está obligándose a “hacer” una cosa. La casuística es inmensa. 8 Obligaciones de no hacer.- Hay obligación de no hacer cuando el deudor se ve en la necesidad de no ejecutar un hecho a favor del acreedor, es decir, se ve en la necesidad de abstenerse de hacer alguna cosa a favor del acreedor. Precisamente en base a esa “abstención” es que a esta clase de obligaciones también se les llama negativas. La noción de la mora del deudor sólo puede entenderse en obligaciones positivas, es decir, las de dar y hacer. En las obligaciones negativas –las de no hacer- la noción hasta del simple retardo es inconcebible. El deudor de obligación de no hacer que incumple su compromiso, es decir, que hace lo que no debía hacer, no cae en mora por eso. No tendría sentido. Lo que ahí se perfila es una contravención del acto (Art. 1428 C.). En los contratos de arrendamiento de vivienda es muy común la cláusula que obliga al arrendatario a no almacenar sustancias explosivas e inflamables en la casa. Es un perfecto ejemplo de obligación de no hacer. 9.- Apéndice del tema.- Se cierra el tema de las clases de obligaciones estudiadas con la formulación de las siguientes tres preguntas: 1ª) ¿Existen las obligaciones de simple entrega de una cosa?. R/ Sí. Son aquellas en las que el deudor se ve en la necesidad de trasladar bienes a favor del acreedor pero sin que esa traslación implique una tradición o enajenación de los mismos, ni en sentido estricto ni en sentido amplio. Así, por ejemplo, en el contrato de arrendamiento de cosas, el arrendador se obliga a “entregar” la cosa rentada al arrendatario (Art. 1712 C. ord. 1°). Y como puede verse, esa traslación del bien no es una obligación de DAR, es decir, de tradir, ya que el arrendador ni le está transfiriendo el dominio de ella al arrendatario ni tampoco le está constituyendo algún otro derecho real.7 En la clasificación de las obligaciones de acuerdo al objeto, las obligaciones de simple entrega no constituyen una cuarta categoría de la división, sino que se entiende que forman parte de las obligaciones de 7 El arrendamiento de cosas no es derecho real en la legislación salvadoreña (Art. 567 C.). 9 “hacer”. La simple entrega de bienes, pues, se mira como un hecho que el deudor se ve en la necesidad de ejecutar a favor del acreedor. 2ª) ¿Es el dar un hacer?. R/ Sí. Como se dijo, obligación de hacer es aquella en que el deudor se ve en la necesidad de ejecutar un hecho a favor del acreedor, como realizar la simple entrega de una cosa, prestar una asesoría, prestar un servicio de reparación de cierta máquina, etc.. Pues bien, “dar” una cosa, es decir, “tradir” una cosa, en cualquiera de los dos sentidos de esta expresión, viene a ser también un hecho, viene a ser también la prestación de un servicio “que se hace”. Si –entonces- el “dar” es una suerte de “hacer”, ¿por qué el legislador separa a las obligaciones de dar de las de hacer en los términos que se han explicado?. R/ Se debe a que desde antiguo se comprendió que el compromiso de transferir el dominio de bienes o de constituir otros derechos reales sobre ellos era un “hacer” o un “hecho” de mayor impacto económico, de más relevancia patrimonial que los demás. Eso indujo a colocar a las obligaciones de dar en un sitial separado de las de hacer, aunque en unas y otras haya, desde luego, la prestación de un “hecho”, la prestación de un servicio. 3ª) ¿Existen las obligaciones de no dar?. R/ Por regla general, no. Pero antes de justificar la respuesta conviene trabajar con un ejemplo piloto donde supuestamente un deudor se obligaría a no dar una cosa, es decir, a no tradir una cosa a un tercero. Que el deudor se obligue a no dar significaría, en efecto, que él se compromete a no transferir el dominio de una cosa a un tercero, o bien, a no constituir algún otro derecho real sobre una cosa a un tercero. Que se obliga, pues, a no tradir o no enajenar una cosa ni en sentido estricto ni en sentido amplio (Art. 651 C. incs. 1° y 2°, respectivamente). He aquí el ejemplo piloto, utilizándose a la tradición en sentido estricto para facilidad de la exposición: a raíz de un contrato de donación en escritura pública (Arts. 1265 y 1279 C.), “x” le transfiere el dominio de una casa a “y”, quien acepta. Entre las cláusulas del contrato hay una que establece que el donatario y adquirente “y” se obliga a conservar el dominio de la casa y no transferírselo a nadie más. 10 Como puede verse, “y” se obliga a no dar, es decir, a no tradir el dominio de la casa donada a nadie. ¿Podría “y” obligarse realmente a tal cosa?. Algunos autores piensan que sí por cualquiera de estas tres razones: A) Es una expresión más del principio de la libertad contractual (Art. 1416 C.). B) Las obligaciones de no dar existen, pero no de manera autónoma sino que forman parte de las obligaciones de no hacer. El “no dar”, pues, vendría a ser el compromiso adquirido por el deudor de no ejecutar un hecho a favor de un tercero. Adquiere el compromiso de abstenerse de transferir el dominio del bien a un tercero. Adquiere, pues, en suma, el compromiso de “no hacer” algo. Y C) Las obligaciones de no dar existen, y no son otra cosa más que obligaciones sujetas a una condición resolutoria ordinaria (Art. 1350 C.). El acontecimiento futuro e incierto en este caso consiste en no saber si el deudor enajenará la casa a un tercero o no, pero en caso de que lo haga, se resolvería el contrato, adquiriendo “x”, el donante, el derecho de recuperar el dominio de la casa (Art. 1358 C. in limine). “x”, pues, tendría expedita la acción resolutoria contra el tercero a quien “y” le traditó la casa. En lo personal se piensa que ninguno de los anteriores argumentos es correcto, pues una obligación de no dar violaría el derecho constitucional de “y”, el donatario, de disponer libremente de sus bienes (Art. 22 Cn.).8 Se le estaría violentando –igualmente- su derecho a tener una libre contratación con terceros (Art. 23 Cn.). 8 Recuérdese que disponer es una palabra sinónima de tradir. 11 No puede ser una suerte de obligación de no hacer porque en esta clase de obligaciones el deudor se abstiene de ejecutar actos materiales, no actos jurídicos. Si se le pudiera obligar a abstenerse de ejecutar actos jurídicos se le estaría violando –como se dijo- su derecho constitucional a contratar libremente (Art. 23 Cn.). Cuando el arrendatario de una vivienda adquiere la obligación de abstenerse de almacenar en ella sustancias explosivas e inflamables, se está obligando a no ejecutar un ACTO MATERIAL, y eso sí es válido. Lo que no es válido es obligarlo –se repite- a no ejecutar un ACTO JURÍDICO, como en efecto lo es traditar, pues eso sería violatorio de un derecho reconocido en la Carta Magna. Precisamente por esa razón es que tampoco existen las obligaciones de no entregar, a menos que el legislador esté tutelando los derechos del propietario sobre una cosa que aún no ha perdido, como se estudiará más adelante. Tampoco podría tratarse de una obligación sujeta a condición resolutoria ordinaria, pues en el ejemplo piloto, la supuesta condición existente no vale al ser “moralmente imposible”, ya que vendría a ser un acontecimiento prohibido por las leyes. Ya se ha demostrado que prohibirle a alguien que disponga de sus bienes o que contrate es inconstitucional (Arts. 22 y 23 Cn.). Lo dicho encuentra asidero en el Art. 1346 C., que reza: “Art. 1346.- La condición positiva debe ser física y moralmente posible. “Es físicamente imposible la que es contraria a las leyes de la naturaleza física; y moralmente imposible la que consiste en un hecho prohibido por las leyes, o es opuesta a las buenas costumbres o al orden público. “Se mirarán también como imposibles las que están concebidas en términos ininteligibles”. 12 Finalmente se impone decir que aceptar la existencia de obligaciones de no dar sería –además- un absurdo por la siguiente razón filosófica: Como es sabido, una de las facultades inherentes al derecho real de dominio es el jus abutendii, es decir, el derecho de disposición; la facultad que tiene el propietario de una cosa de traditarla o enajenarla a quien quiera, siempre que lo haga conforme a derecho (Arts. 568 C. y 22 Cn.). En el ejemplo piloto, cabe preguntarse: ¿tiene “x” el jus abutendii sobre la cosa objeto del negocio jurídico?. R/ No, desde el momento que transfirió el dominio de la casa a “y” a raíz del contrato de donación. ¿Tiene –entonces“y” el jus abutendii sobre esa casa?. R/ Tampoco, porque si lo tuviera tendría la facultad de enajenársela a un tercero. Así que, como puede verse, la facultad del jus abutendii habrá desaparecido en la operación, configurándose con ello un absurdo jurídico que en manera alguna puede aceptarse. Con los argumentos expuestos se concluye, pues, que las obligaciones de no dar no existen. El Art. 2164 C., ubicado en el tratado del contrato y derecho real de hipoteca, claramente dice: “Art. 2164.- El dueño de los bienes gravados con hipoteca podrá siempre enajenarlos o hipotecarlos, no obstante cualquiera estipulación en contrario”. Sin embargo, por excepción, el legislador admite la existencia de las obligaciones de no dar cuando intenta proteger un interés más alto: el derecho a la propiedad privada que una persona tiene sobre un bien que aún no ha perdido. En la constitución de un usufructo, por ejemplo, el constituyente le puede prohibir al usufructuario que ceda –es decir, que tradite- su derecho real a un tercero.9 Se transcriben a continuación los Arts. 795 y 796 C., ubicados en el tratado del derecho real de usufructo, haciéndose hincapié en las frases que se recalcarán: 9 La figura jurídica se llama subusufructo. No se presenta en el caso del derecho real de uso o habitación, pues este derecho es personalísimo o estrictamente personal (Art. 821 C.). 13 “Art. 795.- El usufructuario puede dar en arriendo el usufructo y cederlo a quien quiera a título oneroso o gratuito.10 “Cedido el usufructo a un tercero, el cedente permanece siempre directamente responsable al propietario.11 “Pero no podrá el usufructuario arrendar ni ceder su usufructo, si se lo hubiese prohibido el constituyente; a menos que el propietario le releve de la prohibición. “El usufructuario que contraviniere a esta disposición, perderá el derecho de usufructo”. “Art. 796.- Aun cuando el usufructuario tenga la facultad de dar el usufructo en arriendo o cederlo a cualquier título, todos los contratos que al efecto haya celebrado se resolverán al fin del usufructo; pero el cesionario y el arrendatario tendrán derecho a que el usufructuario les indemnice de todo perjuicio, si hubiere obrado de mala fe”. La razón del legislador para admitir, en este caso, una obligación de no dar se debe –como ya se explicó- a que está tutelando al más importante de los derechos reales: el de dominio o propiedad que una persona tiene sobre un bien que aún no ha perdido (Arts. 2 Cn. y 568 C.).12 Precisamente lo mismo ocurre cuando el legislador le prohíbe al arrendatario ceder su crédito a un tercero, o bien, subarrendar la cosa rentada, a menos que se le hayan expresamente concedido estos derechos.13 Sobre el particular, el Art. 1734 C., espeta: “Art. 1734.- El arrendatario no tiene la facultad de ceder el arriendo ni de subarrendar, a menos que se le haya expresamente concedido; pero en este 10 Para efectos de lo que se trata, no interesa la parte que dice que el usufructuario puede arrendar el usufructo a un tercero sino la que dice que lo puede “ceder”. La palabra “cesión” es sinónima de “tradición” o “enajenación”. 11 La ley quiso decir al nudo propietario. 12 Todos los derechos reales son de orden público. El derecho a la propiedad privada está considerado, además, derecho humano fundamental (Art. 2 Cn.). 13 En el caso específico de un subarrendamiento no se trataría de una obligación de no dar sino de no entregar, pero igual el legislador está tutelando el derecho de propiedad del dueño de una cosa que aún no ha perdido. Está protegiendo, pues, un interés más alto. 14 caso no podrá el cesionario o subarrendatario usar o gozar de la cosa en otros términos que los estipulados con el arrendatario directo”. 15 Concepto de Contrato 10.- En el derecho latinoamericano, las situaciones jurídicas nacen de dos fuentes: los hechos jurídicos y los actos jurídicos.14 Existen dos acepciones de la expresión hecho jurídico. Hecho jurídico de primera acepción, es decir, en un primer significado, es el acontecimiento que proviene de la naturaleza y que produce efectos jurídicos. Son ejemplos: la concepción humana, pues en ese instante el orden jurídico concede el don de la personalidad a los entes individuales (Art. 1 Cn. inc. 2°); el nacimiento de una persona,15 pues a partir de esa fecha se concretan los derechos de carácter patrimonial que terceros le hubieran concedido al nasciturus (Art. 75 C.); la muerte de una persona, pues en ese instante se abre la sucesión hereditaria (Art. 956 C.); el transcurso del tiempo, pues en base a él es que encuentra sentido el instituto de la prescripción (Art. 2231 C.); el terremoto que da pauta al pago de la indemnización del seguro contra daños por esta causa (Arts. 1386 Com. y ss.); etc.. El calor que hizo ayer, la lluvia de la semana pasada, etc., son también acontecimientos que provienen de la naturaleza, pero son HECHOS MATERIALES, no jurídicos, pues no generan efectos jurídicos relevantes. Hecho jurídico de segunda acepción es el acontecimiento que proviene de la voluntad de las personas y que produce efectos jurídicos no queridos o no concebidos así por las personas, es decir, que los efectos jurídicos se imponen o se producen a su pesar, por el ministerio mismo de la ley. Son ejemplos: delinquir, en materia penal, pues los ilícitos penales son acontecimientos que provienen de la voluntad dolosa o culposa de las personas, que producen los efectos jurídicos de su arresto, de procesarlo como imputado, y de aplicarle la pena correspondiente en caso de ser hallado responsable del delito. 14 Se hace hincapié en lo del derecho latinoamericano porque en el derecho europeo las fuentes de las situaciones jurídicas obedecen a una estructura diferente. 15 Aun cuando el nacimiento se practicase por cesárea. 16 En materia civil es también ejemplo la mora del deudor (Art. 1422 C.), pues caer en mora no es un acontecimiento que proviene de la naturaleza sino de la voluntad dolosa o culposa del deudor en obligaciones exigibles. Situación que produce los efectos jurídicos de exigirle el pago a través de las acciones legales con que cuenta el acreedor, así como el pago de la indemnización de perjuicios que ocasiona el incumplimiento. Finalmente, es también ejemplo de hecho jurídico de segunda acepción el accidente de trabajo, en materia laboral, pues por un descuido del trabajador que sufre ese percance, le sobreviene a la patronal el deber de indemnizarlo (Arts. 324 Tr. y ss.). 11.- Se pasan a estudiar ahora a los actos jurídicos. Acto jurídico es el acontecimiento que proviene de la voluntad de las personas y que produce efectos jurídicos queridos o deseados por ellas. Los efectos jurídicos, pues, no se imponen por ministerio de ley sino por la autonomía de la voluntad privada de las partes. Así, el mejor ejemplo genérico de acto jurídico que existe es “contratar”, pues es un suceso que no proviene de la naturaleza sino de la voluntad de las personas, produciéndose consecuencias jurídicas así reflexionadas deliberadamente por las mismas partes contratantes. Otros buenos ejemplos de actos jurídicos –aparte de los contratos- son los siguientes: el matrimonio (Art. 11 F.); la adopción (Arts. 1 y ss. de la Ley Especial de Adopciones); el testamento (Art. 996 C.); la tradición (Art. 651 C.); etc.. Estrechar la mano de una persona, saludar, decir adiós, etc., son también acontecimientos que provienen de la voluntad deliberada de las personas, pero son ACTOS MATERIALES, no jurídicos, porque no producen efectos jurídicos. Expresiones sinónimas de actos jurídicos.- Para el derecho latinoamericano, son expresiones sinónimas de la locución “actos jurídicos”, las siguientes: negocios jurídicos; declaraciones de voluntad, como en el Art. 1316 C. inc. 1°; declaraciones individuales, como en el Art. 565 C.; contratos, 17 como en los Arts. 1314 C. inc. 2° y 1315 C., aunque esta última expresión debe ser considerada en sentido amplio, ya que en sentido estricto y técnico, “contrato” es apenas una especie de acto jurídico, aunque sea de las más importantes. Para evitar equívocos es mejor no utilizar esta expresión sinónima. Ospina define a los actos o negocios jurídicos de la siguiente manera: “El acto o negocio jurídico es la manifestación de voluntad directa y reflexivamente encaminada a producir efectos jurídicos”.16 Este concepto, como puede verse, contiene los tres elementos que se han apuntado en estas explicaciones. Es un acontecimiento que no proviene de la naturaleza sino de la voluntad de las personas. Se producen efectos jurídicos. Y estos efectos son queridos o deseados por la o las personas que han intervenido en la relación jurídica correspondiente. El gran principio filosófico y jurídico en que descansa la noción de acto jurídico es el POSTULADO DE LA AUTONOMÍA DE LA VOLUNTAD PRIVADA DE LAS PARTES (Arts. 23 Cn. y 1416 C.), es decir, la libertad de contratación, siempre que se haga conforme a derecho, desde luego.17 El único valladar que esta libertad no puede cruzar es el del orden público, esto es, normas jurídicas imperativas que mandan una cosa y no permiten pactos en contrario, por estar fundamentadas en intereses colectivos superiores e inviolables (Art. 246 Cn. inc. 2° in fine). Por su orden, todas estas normas que se han citado dicen: “Art. 23 [in limine].- Se garantiza la libertad de contratar conforme a las leyes. …”. OSPINA FERNÁNDEZ, Guillermo y OSPINA ACOSTA, Eduardo: “Teoría General de los Actos o Negocios Jurídicos”. 3ª ed., Editorial Temis, S.A.; Bogotá, Colombia, 1987. Núm. 19, pág. 18. 17 En la expresión libertad de contratación, la palabra contrato está tomada en sentido amplio, como sinónima de acto o negocio jurídico. 16 18 “Art. 1416.- Todo contrato18 legalmente celebrado, es obligatorio para los contratantes, y sólo cesan sus efectos entre las partes por el consentimiento mutuo de éstas o por causas legales”. “Art. 246 [inc. 2°].- La Constitución prevalecerá sobre todas las leyes y reglamentos. El interés público tiene primacía sobre el interés privado”. A Kant se le debe la defensa del derecho de libertad de toda persona y en todos los campos, dentro de un orden regulador. En sus ideas está el origen del culto que se le rindió después al contrato en el derecho privado y que surgió con ocasión de la Revolución Francesa. El individualismo en la filosofía política y el capitalismo en lo económico son ideas kantianas. 12.- Clasificación de los actos jurídicos de acuerdo al número de personas que en ellos intervienen.- Los actos o negocios jurídicos pueden clasificarse de muy diversas maneras. De acuerdo al número de personas que en ellos intervienen, manifestando sus voluntades, los actos jurídicos pueden dividirse en unipersonales y convencionales. Actos jurídicos unipersonales son aquellos en los que interviene la voluntad de una sola persona.19 Son ejemplos, el codicilo o testamento (Art. 1000 C.); la aceptación y repudiación de herencia (Art. 1149); la demanda y contestación de la demanda, en materia procesal, etc.. Actos jurídicos convencionales son aquellos en los que interviene la voluntad entrelazada de dos o más personas. Son ejemplos, los contratos, el matrimonio, la adopción, la tradición de bienes, etc.. A los actos o negocios jurídicos convencionales también se les llama convenciones, acuerdos o pactos. Los términos evocan la idea dicha de que en 18 Aquí, igualmente, la palabra contrato está tomada en sentido amplio, como sinónima de acto jurídico. Esta única persona puede ser una persona jurídica, aunque ella esté conformada por un grupo de personas naturales. Por otro lado, se recomienda no llamar a esta clase de actos jurídicos unilaterales, pues se corre el riesgo de confundirlos con los “contratos unilaterales”, los cuales, al ser contratos, no podrían ser actos jurídicos unipersonales sino convencionales, pues en ellos interviene –sustancialmente- la voluntad entrelazada de dos o más personas. 19 19 ellos intervienen las voluntades entrelazadas de dos o más personas (bipersonales o pluripersonales).20 13.- Clasificación de las convenciones.- Los actos jurídicos convencionales o convenciones son de tres clases: convenciones que crean obligaciones, convenciones que modifican obligaciones y convenciones que extinguen obligaciones.21 Convención que crea obligaciones es aquella que tiene por objeto generar o producir compromisos obligacionales. Se parte –entonces- de la base que las obligaciones no existían con anterioridad sino que son producidas hasta ahora con ocasión de entrelazar las partes sus voluntades con ese fin. A la convención que crea obligaciones es a lo que se le llama “contrato” en sentido estricto. Eso es contrato, pues, en sentido técnicojurídico. Es su definición científica.22 Convención que modifica obligaciones es aquella que tiene por objeto cambiar o transformar compromisos obligacionales pre-existentes. Si las partes, por ejemplo, en un mutuo de dinero, lo fueren a refinanciar, o cambiaren el punto de interés que se tenía, estarían entrelazando sus voluntades para acordar una modificación de obligaciones que ya existían. No estarían creando nuevas obligaciones sino solamente transformando las preexistentes. Lo mismo acontecerá si en el arriendo de un inmueble, las partes acordaren ahora prorrogar el plazo extintivo del contrato. Convención que extingue obligaciones es aquella que tiene por objeto cancelar o caducar compromisos obligacionales pre-existentes. Al igual que en La palabra “entrelazadas” que se ha mencionado en el concepto, en relación a las voluntades de las partes, es importante. Es verdad que en toda relación jurídica hay intervención de por lo menos dos personas, pero ello no significa que sus voluntades se hallen siempre entrelazadas. La autoridad parental, por ejemplo, en materia de derecho de familia, forja una relación jurídica entre padres e hijos, pero ello no quiere decir que por esa sola razón se esté en presencia de una convención, ya que ahí no hay un entrelazamiento de sus voluntades directa y reflexivamente encaminado a producir efectos jurídicos. Los efectos jurídicos que ahí se producen se deben al ministerio mismo de ley. 21 O lo que es lo mismo: convenciones que crean derechos de crédito, convenciones que modifican derechos de crédito y convenciones que extinguen derechos de crédito. Recuérdese que las obligaciones son siempre correlativas de los derechos de crédito (Art. 567 C. inc. 4°). No puede concebirse una noción sin la otra. 22 Decir que contrato es la convención que crea obligaciones es lo mismo que decir que contrato es la convención que crea derechos de crédito. Recuérdese que los conceptos “derecho de crédito” y “obligación” son correlativos uno del otro. No puede concebirse uno sin el otro (Art. 567 C. inc. 4°). 20 20 la hipótesis anterior, en la presente se parte de la base que las obligaciones ya existían, y que las partes entrelazan nuevamente sus voluntades con la finalidad de extinguirlas. Aunque el acto jurídico del pago no siempre es convencional, en los casos que sí lo es, constituiría el mejor ejemplo de una convención que extingue obligaciones. Las partes en dicho negocio jurídico –el solvens y el accipiens- entrelazan sus voluntades con el fin de dar por extinguido su vínculo obligacional. Con relación al pago se esbozarán a continuación algunas ideas importantes, no sin antes concluir de manera enfática que “contrato”, entonces, en sentido verdadero y propio, sólo es la convención que crea obligaciones. Las convenciones que modifican obligaciones o las convenciones que extinguen obligaciones podrán llamarse de otra manera pero nunca “contratos”. 14.- Algunos comentarios generales sobre el pago.- El pago es un acto jurídico. Tiene, en consecuencia, todos los elementos de tal como los demás negocios jurídicos que existen, sin perjuicio de las peculiaridades propias de su condición. Hay una clasificación de los actos jurídicos que los divide en puros y simples y sujetos a modalidades. Los primeros son los que producen sus efectos incontinenti, de inmediato. Los segundos, por su parte, son los que producen sus efectos hasta cuando se verifica la modalidad. Y las formas más conocidas de la modalidad son la condición, el plazo y el modo.23 Lo dicho es aplicable al pago. Al acto jurídico puro y simple del pago se le llama solución o pago efectivo (Arts. 1439 C. y ss.).24 Por el contrario, las figuras jurídicas del pago por consignación (Arts. 1468 C. y ss.), del pago con subrogación (Arts. 1478 C. y ss.), del pago por cesión de bienes (Arts. 1484 C. 23 Condición (Arts. 1344 C. y ss.). Plazo (Arts. 1365 C. y ss.). Modo (Arts. 1364 C. y 1070 C. y ss.). Así, por ejemplo, una venta al contado porque el comprador paga el precio de inmediato, es un ejemplo de acto jurídico puro y simple (específicamente un contrato puro y simple). Pero si en la venta las partes acuerdan que la tradición de la cosa vendida se hará hasta el cumplimiento de una condición suspensiva, o bien, el precio se pagará hasta dentro de un plazo determinado, el acto jurídico será de los sujetos a modalidades. 24 Solucionar una deuda es lo mismo que pagar una deuda. La expresión se deriva del derecho romano: solutio. 21 y ss.), del pago con beneficio de competencia (Arts. 1495 C. y ss.), de la dación en pago (Art. 2147 C. inc. 2°), y otras, no se refieren ya al pago como un acto jurídico puro y simple sino sujeto a modalidades. Las figuras señaladas, pues, son ejemplos de modalidades del pago. La solución o pago efectivo es la institución que interesa. Es el modo más importante de extinguir obligaciones en todo o parte (Art. 1438 C. ord. 1°). Y se define como “la prestación de lo que se debe” (Art. 1439 C.). Como es sabido, de acuerdo al objeto, la obligación puede ser de dar, hacer o no hacer alguna cosa. Cuando el deudor ejecuta, entonces, la prestación debida, cualquiera que ésta sea, estará PAGANDO su obligación. El punto se aclara porque puede creerse que sólo hay pago cuando la obligación es dineraria.25 No es así. Cuando el mecánico automotriz presta sus servicios reparando al vehículo, está pagando su obligación de hacer, derivada del contrato de arrendamiento respectivo. Cuando el inquilino no almacena sustancias explosivas en la vivienda –y que era su obligación de no hacer, de acuerdo al contrato estipulado- estará, igualmente, pagando esa obligación negativa; cuando el arrendatario de una cosa la mantiene en buen estado, está pagando su obligación de hacer que consiste en lo propio; etc.. La solución o pago efectivo, pues, es simplemente la ejecución de lo debido por parte del deudor, independientemente de la clase de obligación. Precisamente esa es la razón por la cual la tradición es un pago. Cuando la obligación es de dar, lo propio significa que el deudor se ve en la necesidad de tradir el dominio de una cosa a favor del acreedor, o bien, de constituirle algún otro derecho real sobre una cosa a favor suyo (Art. 651 C. incs. 1° y 2°, respectivamente).26 Luego, entonces, cuando el deudor ejecuta esa tradición o enajenación está pagando su obligación. Como puede verse, toda tradición es un pago aunque no todo pago sea una tradición. La base legal de lo dicho es el Art. 1445 C., ubicado en el tratado del pago. Cuando la ley comienza diciendo en esa norma: “El pago en que se debe transferir la propiedad …”, está hablando –entonces- de una tradición. No existe otra figura jurídica que tenga 25 Todas las obligaciones de dinero son de dar, por cierto, ya que debe el deudor hacer tradición de la cantidad debida. 26 Recuérdense los sentidos estricto y amplio del acto jurídico traditivo o enajenativo. 22 esa misma motivación. Es una simple deducción lógica. El solvens y el accipiens, es decir, las partes del acto jurídico del pago, serían el tradente y el adquirente, respectivamente. Amén de lo anterior, tema muy interesante de la teoría del pago es el de los “aspectos relevantes” de la solución o pago efectivo. Son nueve: 1°) La causalidad del pago. 2°) Por quién puede hacerse el pago. 3°) A quién debe hacerse el pago. 4°) Cómo debe hacerse el pago. 5°) Dónde debe hacerse el pago. 6°) Cuándo debe hacerse el pago. 7°) La imputación del pago. 8°) Las expensas del pago. Y 9°) La prueba del pago. Todas estas cuestiones y sus correspondientes basamentos legales fueron cubiertos en el curso de la Teoría General de las Obligaciones, específicamente en el tema de los modos de extinguir obligaciones. En cuanto a las “partes” en la relación jurídica del pago, como ya se adelantó, son el solvens y el accipiens. Solvens es la persona que paga. Accipiens es la persona que recibe un pago. El solvens no necesariamente es el deudor, pues por él puede pagar cualquier persona (Art. 1443 C. inc. 1°).27 Otro tanto ocurre con el accipiens, pues tampoco éste es necesariamente el acreedor. Por él pueden recibir el pago las demás personas que establece la ley (Art. 1446 C.). Cuando el pago lo ejecutan el propio deudor y acreedor, pero a través de mandatario, se perfila en escena una diputación. La diputación, pues, es el 27 Salvo que la obligación sea, desde luego, intuito persona (Art. 1443 C. inc. 2°). 23 mandato que tiene por objeto hacer un pago (diputación pasiva), o recibir un pago (diputación activa). El mandante recibe el nombre de diputante y el mandatario de diputado. La figura está regulada por la ley en los Arts. 1450 al 1456 C.. El estudio de estos comentarios generales sobre el pago se cierra haciendo ver que no siempre el pago es un acto jurídico convencional.28 A veces, el pago entraña la forma de ser una declaración de voluntad unipersonal. Véase el siguiente caso. En el contrato de arrendamiento de cosas, el ordinal 2° del Art. 1712 C., dice que –entre otros compromisos- el arrendador se obliga a mantener la cosa arrendada en buen estado, es decir, en estado de servir para el fin a que ha sido arrendada. Así, verbigracia, una empresa que renta autos está obligada por esta norma a mantener en buen estado mecánico la flotilla de vehículos que pone a disposición de sus clientes. La revisión de taller mecánico, periódica y permanente, de estos vehículos, es una obligación de hacer que tiene la empresa del ejemplo. ¿Cuándo PAGA esta empresa la obligación señalada?. R/ La paga a diario, en todo momento, todo el tiempo, cuando cumple escrupulosamente este compromiso. Luego, entonces, la voluntad suya como solvens no se entrelaza con la del accipiens, es decir, con la de los acreedores potenciales, esto es, sus clientes. Lo dicho se comprueba con solo suponer que cierto día determinado la empresa no tuviera ningún cliente, pues ella igual habrá “pagado” su obligación manteniendo en buen estado mecánico la flotilla de sus vehículos ese día. La voluntad suya como solvens es la única que aparece en escena. No se entrelaza con la otra parte de la relación jurídica del pago, es decir, con la del accipiens. El pago es –como puede verse- un acto jurídico unipersonal en situaciones como la planteada. 28 La tradición, que es un pago, sí es un acto jurídico convencional. Las voluntades de las partes están entrelazadas (Art. 651 C.). 24 Elementos de los actos jurídicos 15.- Se desarrolla a continuación el tema de los elementos de los actos jurídicos en general y de los contratos en particular. Los elementos de los actos jurídicos son tres: sustanciales, generales y especiales. Los elementos sustanciales son los atañederos a la naturaleza ontológica misma de lo que es un negocio jurídico. Son los que hacen que un acto jurídico sea lo que es y no otra cosa. Es imposible que en el universo jurídico haya actos jurídicos sin esta clase de elementos. Son dos: la voluntad o consentimiento y la causa. Los elementos generales se llaman así porque generalmente todos los actos jurídicos los tienen. Así, por ejemplo, la solemnidad es un elemento general de los actos jurídicos aunque muchos de ellos no sean negocios solemnes. El contrato de compraventa mobiliario –verbigracia- no es, por lo general, solemne (Art. 1605 C. inc. 1°); y, sin embargo, no quiere ello decir que las solemnidades no constituyan un elemento general de muchos actos jurídicos, como por ejemplo la venta inmobiliaria, la hipoteca, la sociedad, el testamento, la demanda, la aceptación de herencia, el matrimonio, la adopción, etc.. En el tema de los elementos de los actos jurídicos, la doctrina reconoce, entre los generales, a los siguientes seis: la capacidad legal de ejercicio; la voluntad o consentimiento exento de vicios; el objeto lícito; la causa lícita; las solemnidades (en el caso que el acto las requiera); y, finalmente, los elementos especiales esenciales del particular acto jurídico que se esté analizando.29 La base legal de estos elementos generales es el Art. 1316 C., lastimosamente incompleto en su enumeración, que dice: LIBRO CUARTO OSPINA FERNÁNDEZ, Guillermo y OSPINA ACOSTA, Eduardo: “Teoría General de los Actos o Negocios Jurídicos”. 3ª ed., Editorial Temis, S.A., Bogotá, Colombia, 1987. Núms. 74 y ss., págs. 85 y ss.. 29 25 DE LAS OBLIGACIONES EN GENERAL Y DE LOS CONTRATOS TÍTULO II DE LOS ACTOS Y DECLARACIONES DE VOLUNTAD “Art. 1316.- Para que una persona se obligue a otra por un acto o declaración de voluntad es necesario: “1°) Que sea legalmente capaz; “2°) Que consienta en dicho acto o declaración y su consentimiento no adolezca de vicio; “3°) Que recaiga sobre un objeto lícito; “4°) Que tenga una causa lícita. “La capacidad legal de una persona consiste en poderse obligar por sí misma, y sin el ministerio o la autorización de otra”. Los elementos especiales se llaman así porque se deben distinguir en cada negocio jurídico que se esté analizando. Así, la venta tendrá los suyos; la tradición los de ella; el testamento los de él; el matrimonio los suyos propios; etc.. Son tres: los esenciales, los naturales y los puramente accidentales.30 De ellos se trata en los Arts. 1314 C. inc. 2° y 1315 C., que rezan: “Art. 1314 [inc. 2°].- Se distinguen en cada contrato31 las cosas que son de su esencia, las que son de su naturaleza, y las puramente accidentales”. “Art. 1315.- Son de la esencia de un contrato aquellas cosas sin las cuales o no produce efecto alguno, o degenera en otro contrato diferente; son de la naturaleza de un contrato las que no siendo esenciales en él, se entiende pertenecerle, sin necesidad de una cláusula especial; y son accidentales a un 30 Son los que Pothier llamó cosas de la esencia, cosas de la naturaleza y cosas puramente accidentales en los contratos. POTHIER, Roberto Joseph: “Tratado de las Obligaciones”. Versión directa del Traité des Obligations de Roberto Joseph Pothier, según la edición francesa de 1824, publicado bajo la dirección de M. Dupin, corregida y revisada por M. C. de las Cuevas. Editorial Heliasta S.R.L., Buenos Aires, Argentina, 1978. Núms. 5 y ss., págs. 14 a 17. 31 La palabra “contrato” está tomada en sentido amplio. La ley quiso decir: “Se distinguen en cada acto jurídico… “. 26 contrato aquellas que no esencial ni naturalmente le pertenecen, y que se le agregan por medio de cláusulas especiales”.32 16.- Elementos sustanciales.A) La voluntad o consentimiento.- La voluntad se llama consentimiento cuando el acto jurídico es convencional, puesto que el consentimiento se define como un acuerdo de voluntades.33 Así, por ejemplo, en los contratos y en la tradición o enajenación se consiente. En cambio, en el testamento, en la aceptación o repudiación de una herencia, en la policitación, etc., no hay consentimiento porque son actos ejecutados por la VOLUNTAD de una sola persona. La omisión de este elemento consustancial implica inexistencia del acto jurídico. B) La causa.- Es el motivo que induce a contratar (Art. 1338 C.). Viene a ser una suerte de “objeto” del acto jurídico, pero tomando a esta palabra en el sentido de “objetivo” o “fin”. Es imposible desligar a la voluntad o consentimiento de este motivo, de este fin. No debe confundirse con el OBJETO que es el tercer elemento general de los actos jurídicos y del que se tratará más adelante. La omisión de este elemento consustancial deviene inexistencia del acto jurídico por la sencilla razón que habría, forzosamente, ausencia de la voluntad o del consentimiento, al no poder desligarse este elemento del otro. Ahora bien, si la causa es “ilícita” por ser contraria a la ley, a la moral, a las buenas costumbres o al orden público, el negocio jurídico existe pero es anulable de nulidad absoluta (Arts. 1338 C. y 1552 C. inc. 1°). 17.- Elementos generales.A) La capacidad legal de ejercicio.- Este elemento consiste en la aptitud legal que tiene una persona para ejercer derechos y contraer obligaciones por sí misma, esto es, sin el ministerio o la autorización de otra (Art. 1316 C. ord. 1° e inciso final). Lo dicho se entiende que es la regla general (Art. 1317 C.). Las personas “incapaces” –en el sentido explicado- son solamente, Con relación a la palabra “contrato” varias veces mencionada en esta disposición, tómese en cuenta lo que se dijo en la nota de pie de página anterior. 33 Lo contrario es el disentimiento, es decir, el desacuerdo de voluntades. 32 27 y en principio, los menores de edad, los que no se hallan en el pleno uso de su razón y los que no pueden expresar su voluntad o consentimiento de manera inequívoca. Según el Código Civil, la incapacidad puede ser absoluta, relativa o particular (Art. 1318 C.).34 De acuerdo a los casos y circunstancias, los actos jurídicos celebrados directamente por personas incapaces son anulables de nulidad absoluta o de nulidad relativa (Art. 1552 C.). B) La voluntad o consentimiento exento de vicios.- Éste es el mismo elemento sustancial que ya se estudió, pero se le dará aquí, como elemento general, un enfoque diferente. La voluntad o el consentimiento deben estar exentos de vicios (Art. 1316 C. ord. 2°). Y son vicios de la voluntad o del consentimiento el error, la fuerza y el dolo (Art. 1322 C.). Lo propio deviene la rescisión o nulidad relativa del acto o contrato (Art. 1552 C. inc. 3°). C) El objeto lícito.- Todo negocio jurídico, para que exista, debe tener un objeto. Y para que además sea válido, éste deberá ser lícito (Art. 1316 C. ord. 3°). La falta de objeto acarrea inexistencia. Si el objeto existe pero es ilícito, el acto o contrato es anulable de nulidad absoluta (Art. 1552 C. inc. 1°). El objeto del que aquí se habla no debe confundirse con el que ya se mencionó como elemento consustancial de toda declaración de voluntad, es decir, la causa, que es un objeto de objetivo (y que también deberá ser lícita, según lo manda el Art.1316 C. ord. 4°). El objeto del que aquí se trata es diferente. El objeto de un acto o contrato es la obligación que se crea, modifica o extingue. Un acto jurídico, por lo tanto, tendrá tantos objetos como obligaciones haya creado, modificado o extinguido. Y como el objeto, a la vez, de toda obligación es la prestación de un servicio (dar, hacer o no hacer alguna cosa), resultará –entonces- que, a la postre, el objeto de la obligación viene a ser el objeto del acto o contrato (Art. 1331 C.). El legislador también identifica al objeto como 34 Esta última, en realidad, no es incapacidad sino inhabilidad legal, que es un concepto diferente sobre el que se tratará en temas posteriores. 28 el bien mismo que se da o entrega, o bien, con el hecho mismo que debe ejecutarse o no ejecutarse (Art. 1332 C.). D) La causa lícita.- Como ya tuvo la oportunidad de estudiarse, la causa u objeto de objetivo es el segundo de los elementos sustanciales en los actos jurídicos.35 Aquí se le vuelve a considerar pero como elemento general, en el sentido que la causa o motivo por el que se contrata debe ser lícito, es decir, que no sea contrario a la ley, a la moral, a las buenas costumbres o al orden público (Arts. 1316 C. ord. 4° y 1338 C.). La falta de causa acarrea inexistencia del acto jurídico por la falta misma de voluntad o consentimiento; en cambio, la causa ilícita devendría la nulidad absoluta del mismo (Art. 1552 C. inc. 1°). E) Las solemnidades.- En los actos jurídicos vulgares de la Antigüedad, la regla general era que éstos fuesen solemnes (o formales), y la excepción la constituía la consensualidad. En la vida moderna, en cambio, más ágil por las relaciones jurídicoeconómicas, la regla general la constituye la consensualidad. Un acto o contrato es consensual cuando se reputa perfecto con la sola voluntad o acuerdo de voluntades de las partes. Y es solemne, cuando, para que sea perfecto, es necesario llenar ciertos requisitos o formalidades que las leyes han prescrito previamente (Art. 1314 C. inc. 1°). Son formas de la solemnidad, por ejemplo, que el acto conste por escrito, o en alguna clase de instrumento en especial, como la escritura pública o un documento privado autenticado; que el acto requiera presencia de testigos; que el acto requiera de inscripción registral; que el acto requiera del pronunciamiento de palabras sacramentales; etc.. En cambio, son clases de solemnidad, las siguientes tres: a) solemnidades ad substantiam actus o solemnidades propiamente dichas, que son aquellas atañederas a la validez del acto, de tal suerte que al omitirse, la declaración de voluntad es anulable de nulidad absoluta (Art. 1552 C. inc. 1°). Así, por ejemplo, la venta de bienes raíces no Indisolublemente unido –como también se dijo- al elemento consustancial de la voluntad o consentimiento. Toda manifestación de voluntad está siempre motivada. 35 29 se reputa perfecta ante la ley mientras no se ha otorgado escritura pública (Art. 1605 C. inc. 2°). b) solemnidades ad probationem. Esta clase de formalidad se presenta cuando el legislador exige que ciertos actos o contratos se consignen “por escrito” para poder demostrar la existencia de la obligación en un tribunal ante un eventual proceso, ya que no se admitirá la prueba de testigos (Arts. 1579 C. y ss.). Es ejemplo de lo dicho el señalado en el Art. 1703 C. inc. 2°. Y c) solemnidades ad voluntatem, que son aquellas agregadas solamente por la autonomía de la voluntad privada de las partes, ya que la ley –en sí- no las exige (Art. 1606 C.). Su omisión deviene solamente nulidad relativa del acto jurídico. F) Elementos especiales esenciales del particular acto jurídico que se esté analizando.- La omisión de las cosas de la esencia en los actos o contratos hace que éstos, o no produzcan efecto alguno, es decir, son inexistentes, o bien, degeneran en algún otro acto o contrato diferente (Arts. 1314 C. inc. 2° y 1315 C. primera parte). Vienen a ser, pues, elementos VITALES para el particular negocio jurídico que se analiza. Él es lo que es gracias a estos elementos que lo distinguen de entre los demás. Recuérdese que son elementos especiales porque se deben distinguir en cada acto o contrato como bien lo dice el Art. 1314 C. inc. 2°. Así, por ejemplo, son de la esencia del contrato de compraventa la cosa vendida y el precio (Art. 1597 C.). Son de la esencia del acto jurídico de la tradición la entrega material de la cosa36 y que el tradente sea dueño de la cosa que entrega (Art. 651 C.). Es de la esencia del contrato de mandato el encargo que le encomienda el mandante al mandatario (Art. 1883 C.); etc.. 18.- Elementos especiales.A) Elementos especiales esenciales.- Para evitar repeticiones, en el análisis de esta clase de elementos especiales se remite al lector a lo dicho en el literal “F” del número anterior. Su base legal es el Art. 1315 C. primera parte. 36 Física o simbólica. 30 B) Elementos especiales naturales.- En la Teoría General de los Actos Jurídicos, particularmente la de los actos jurídicos vulgares, los elementos especiales naturales (que son los que Pothier llamó cosas de la naturaleza en los contratos),37 son aquellos que se sobreentienden ingénitos en el particular acto jurídico que se esté analizando. Son, por lo mismo, especiales en él, pero no hay necesidad de agregarlos por medio de cláusulas especiales porque se entienden imbíbitos en el negocio jurídico (Arts. 1314 C. inc. 2° y 1315 C. parte medular). Así, por ejemplo, en el caso particular del contrato de compraventa, es de la naturaleza que el vendedor se obligue al saneamiento de ley (Art. 1639 C.). En el caso de la tradición, es de la naturaleza que con su actuación el tradente transfiera el dominio de una cosa al adquirente, o bien, le constituya algún otro derecho real sobre la misma (Art. 651 C.). Es de la naturaleza en el contrato de mandato que el mandatario tenga representación, es decir, personería, en nombre del mandante por quien está haciendo sus veces (Arts. 1875 y 1876 C.). En los actos jurídicos vulgares –eso sí- dichos elementos especiales se pueden renunciar o suprimir, pero por medio de cláusulas especiales y expresas al respecto, convirtiéndose así en elementos especiales puramente accidentales (Arts. 1314 C. inc. 2° y 1315 C. in fine).38 Lo propio no se puede hacer – empero- en actos jurídicos cuya normativa es de orden público. C) Elementos especiales puramente accidentales.- Éstos son aquellos que las partes los agregan por medio de cláusulas especiales (Arts. 1314 C. inc. 2° y 1315 C.). Las formas de la modalidad, por ejemplo, cuyos ejemplos más conocidos son la condición (Arts. 1344 C. y ss.), el plazo (Arts. 1365 C. y ss.), y el modo (Arts. 1364, 1070 y 1071 C.), por lo general no se entenderían incorporadas al acto o contrato si las partes no las pactaran expresamente. Son eventos, por cierto, de gran utilidad práctica; sobre todo el tema de los plazos. 37 POTHIER, ob. cit.. Así, por ejemplo, en la venta, las partes pueden acordar que el vendedor no se hará responsable del saneamiento por evicción ni por el de los vicios redhibitorios de la cosa vendida, que es lo que se denomina “pacto de no garantía” (Arts. 1641 y 1661 C.). O bien, en el contrato de mandato, el caso del llamado mandato sin representación, de los Arts. 1911 C. y 1066 Com.). 38 31 El consentimiento en los actos jurídicos convencionales 19.- Como ya tuvo oportunidad de decirse, el consentimiento es un “acuerdo de voluntades”. Sólo se presenta –en consecuencia- en actos jurídicos convencionales; y de manera consustancial en ellos, por cierto, como igualmente se trató en el tema de los elementos de los actos jurídicos. La categoría antinómica del consentimiento es el disentimiento, esto es, el “desacuerdo de voluntades”, que no debe confundirse con un consentimiento viciado por el error. Lo primero implica ausencia de consentimiento, deviniéndose con ello la inexistencia misma de la convención; en cambio, en un consentimiento viciado por el error se parte del supuesto lógico que sí hubo consentimiento, pero viciado, concluyéndose con eso que el acto jurídico convencional sería solamente rescindible, esto es, anulable de nulidad relativa (Art. 1552 C. inc. 3°). La figura amerita de un estudio especial donde se aborden los siguientes problemas: 1°) Los vicios del consentimiento. 2°) La formación del consentimiento. 3°) La teoría del silencio. Y 4°) La teoría de la simulación. 20.- Los vicios del consentimiento.- El tema se refiere también, por supuesto, a los vicios de la voluntad en los actos jurídicos unipersonales,39 pero como aquí se hará hincapié en el caso específico de las convenciones, debido a que se estudia de manera más directa a la teoría del contrato, más que “vicios de la voluntad” deberá hablarse –entonces- de “vicios del consentimiento”. 39 Basta con leer, para el caso, el Art. 1004 C., en materia de testamentos. 32 Los vicios del consentimiento son el error, la fuerza y el dolo. Y la disposición matriz del tema es el Art. 1322 C., que precisamente dice: “Art. 1322.- Los vicios de que puede adolecer el consentimiento, son error, fuerza y dolo”.40 Todo acto jurídico en el que la voluntad o el consentimiento de las partes esté viciado por el error, la fuerza o el dolo, es rescindible, es decir, anulable de nulidad relativa (Art. 1552 C. inc. 3°). 21.- El error.- Esta figura se define como la falsa apreciación de la realidad. Creer verdadero lo que es falso o falso lo que es verdadero. Jurídicamente comprende también a la ignorancia.41 La clasificación toral del error es el que lo divide en de hecho y de derecho (error facti y error juris). Sólo el primero interesa. El error de derecho no puede ser enarbolado como justificante en el tribunal, desde el momento que nadie puede alegar ignorancia de la ley.42 Yerra tanto el que cree que los menores de edad pueden celebrar válidamente actos jurídicos por sí mismos como el que creía que “x” era mayor de edad y por eso contrató con él erradamente. Lo primero es ejemplo de error de derecho, no argumentable en el foro. Lo segundo es error de hecho, admisible en el tribunal.43 El error de hecho es de dos grandes clases: el error dirimente o errornulidad y el error indiferente o tolerado. De éstos, sólo el primero da lugar a la acción rescisoria correspondiente. 40 Antes de la primera reforma estructural que sufrió el Código Civil salvadoreño, en agosto de 1902, existía un “cuarto” vicio del consentimiento exclusivo del contrato de compraventa: la lesión enorme. La figura, cuyo estudio se hará en la oportunidad debida, fue abrogada por el legislador (Art. 1686 C.). A nuestro juicio, el instituto de la lesión enorme debería volver a reconsiderarse en su vigencia y positividad. 41 Lo dicho está tomado de la obra de Ospina, relacionada varias veces en este trabajo. Yerra, continúa diciendo este autor, el que cree que un vidrio es un diamante. E ignora el que no sabe qué es un diamante. En todo caso, como se repite, en materia jurídica, el error comprende también a la ignorancia. Lo dicho se aclara porque en Filosofía esos dos conceptos son distintos. OSPINA FERNÁNDEZ, Guillermo y OSPINA ACOSTA, Eduardo: opus cit.. Núm. 212, pág. 187. 42 Ignorantia non excusat (Arts. 8 y 1323 C.). 43 El ejemplo –acomodado- está tomado del pensamiento de Paulo. De facto, el que comete un error en materia de derecho constituye –por excepción- una presunción de mala fe, que no admite prueba en contrario (Art. 750 C. inc. 4°). Recuérdese que lo ordinario es que la buena fe se presuma (Arts. 751 C. y 1330 C.). 33 El error de hecho dirimente, que es el error vicio del consentimiento de los actos o contratos, es el que se estudia en la Teoría de las Obligaciones. En la legislación salvadoreña está regulado en los Arts. 1324 C. y ss.. Por lo demás, debe advertirse que, en materia de error de hecho, la regla general lo constituye el indiferente o tolerado, al tanto que la excepción es el error dirimente o error-nulidad; siendo este último el que interesa. Existen en la legislación civil salvadoreña seis casos de esta clase de error. En todos esos casos la víctima del error podría ser la parte contratante que actuó materialmente en el acto o contrato, o bien, su representante legal o convencional. Los casos son los siguientes: 1°) Error en la naturaleza del título (Art. 1324 C. primera parte).- Como si una de las partes, al contratar, entiende que está adquiriendo una cosa a título de donación cuando en realidad es un préstamo. 2°) Error acerca de la identidad de la cosa o del hecho específico de que se trata (Art. 1324 C. segunda parte).- Como si en el contrato de venta el vendedor entendiese vender cierta cosa determinada, y el comprador entendiese comprar otra. O bien, cuando el objeto de la obligación es un hecho pero acontece que una de las partes entiende que prestará cierto servicio y la otra entiende que la prestación es de un servicio diferente. 3°) Error in substantia (Art. 1325 C. inc. 1°, en la parte que menciona “a la substancia”).- Que es un caso de error de hecho dirimente únicamente aplicable cuando el objeto de la obligación sea una cosa material que el deudor debe dar o entregar, ya que se refiere a la materia misma de la que está hecha la cosa, como si por alguna de las partes se supone que el objeto es una barra de plata, y realmente es una masa de algún otro metal semejante. 4°) Error acerca de la calidad esencial de la cosa-objeto del negocio (Art. 1325 C. inc. 1°, en la parte que menciona “calidad esencial del objeto sobre que versa el acto o contrato”).- La ley se refiere a la normal utilidad que supuestamente aquella cosa está llamada a proporcionarle al agente contratante. El ejemplo que se ofrece es el de ciertos palos de golf que el deportista necesita, ya que no todos son iguales y hay algunos que se requieren 34 para pegarle a la pelota bajo ciertas circunstancias del terreno. Podría ser fácil, pues, equivocarse de palo a la hora de comprarlo. 5°) Error acerca de las calidades accidentales de la cosa-objeto del negocio (Art. 1325 C. inc. 2°).- Normalmente las calidades accidentales de la cosa-objeto del acto jurídico constituirían un caso de error de hecho indiferente o tolerado, a menos que esas calidades accidentales sean la causa principal que motive la celebración del acto. Así, por ejemplo, si la persona cree estar comprando una antigüedad que no es tal cosa, sin la mala fe del vendedor, por supuesto. O cuando alguien cree estar comprando una cosa que desea recuperarla por creerla, según él, “recuerdo de su familia”, y resulta que se equivoca. Que en realidad es una pieza parecida pero diferente. En estos dos ejemplos, como puede verse, la calidad accidental de la cosa era la causa principal para contratar; y no hay, se reitera, mala fe de la otra parte. 6°) Error en la persona (Art. 1326 C. inc. 1°).- También el equivocarse de persona al contratar sería –normalmente- un caso de error de hecho indiferente o tolerado, a menos que la persona sea la causa principal que motiva el negocio.44 Son ejemplos el contrato de mandato, o el matrimonio, pues son actos jurídicos intuito persona. La consideración de la persona es la causa principal del acto o contrato. El Art. 1326 C. inc. 2°, que contempla la llamada “culpa in contrahendo”, de Jhering, reza: “Pero en este caso la persona con quien erradamente se ha contratado, tendrá derecho a ser indemnizada de los perjuicios en que de buena fe haya incurrido por la nulidad del contrato”. Así, verbigracia, si creyendo contratar a un pintor extranjero y famoso para que pinte un cuadro, una persona contrata a otro por error, y éste último –de buena fe- incurre en gastos de viaje para cumplir su obligación, tendrá derecho, como dice la ley, a que se le indemnice, amén de que el contrato fuere declarado nulo de nulidad relativa en la sentencia respectiva. 44 Esta persona podría ser natural o jurídica. 35 En cuanto a los casos de error de hecho indiferente o tolerado, llamado también “error común”, y que no dan lugar a la acción rescisoria,45 son los siguientes: 1°) El error en el solo nombre de las personas o de las cosas.- Así, por ejemplo, el Art. 1040 C., en materia de asignaciones testamentarias, prescribe: “El error en el nombre o calidad del asignatario no vicia la disposición, si no hubiere duda acerca de la persona”.46 En otro ejemplo, el Art. 657 C., en el tratado del acto jurídico de la tradición, reza: “Se requiere también para la validez de la tradición que no se padezca error en cuanto a la identidad de la especie que debe entregarse, o de la persona a quien se le hace la entrega, ni en cuanto al título”. “Si se yerra en el nombre solo, es válida la tradición”. 2°) El error en las calidades accidentales de las cosas cuando no son la causa principal del negocio jurídico.- Que es el caso ordinario tratado por el Art. 1325 C. inc. 2°. 3°) El error en la persona cuando ésta no es el principal motivo para contratar.- Que igualmente es el caso ordinario tratado por el Art. 1326 C. inc. 1°. 4°) El simple error de cuenta.- Que suele presentarse en obligaciones de dinero cuando se hacen, por ejemplo, malos cálculos aritméticos en deducción de réditos, pago de indemnizaciones o salarios, etc.. Se entiende que deben ser errores leves, que no den pauta para deducir fraudes.47 22.- De la fuerza o violencia.- Es toda presión física o intimidación moral que se ejerce sobre una persona para inducirla a prestar su voluntad o consentimiento en un acto jurídico en el que, de no haber sido constreñida su voluntad, no hubiera consentido.48 45 El error común hace derecho (error comunis facit jus). En su testamento, verbigracia, “x” nombró legataria de determinado bien a la enfermera que lo había cuidado con esmero en el hospital durante su última enfermedad. Pero resulta que “x”, en el testamento, la llama por otro nombre. En este caso, al no haber duda acerca de la identidad de la persona de que se trata, el error en el nombre solo de dicha persona no viciará la asignación testamentaria. 47 Se señalan como ejemplos los contemplados en los Arts. 2204 C. y 1176 Com.. 48 La fuerza atenta, pues, contra la Libertad. Específicamente contra la libertad de contratación (Arts. 22 y 23 Cn.). De lo propio se deriva igualmente responsabilidad penal, ya que se cometen los delitos de coacción (Art. 46 36 En materia de actos jurídicos vulgares, la figura está regulada en los Arts. 1327 y 1328 C.. La fuerza es de dos grandes clases: la dirimente y la indiferente o tolerada. Esta última debe reputarse como la regla general en el tema. Para que la fuerza o violencia vicie el consentimiento del acto o contrato, es decir, para que exista fuerza dirimente que dé lugar a la acción rescisoria correspondiente, es menester que dicha violencia llene los requisitos siguientes: 1°) Que la fuerza se refiera a un mal irreparable y grave.- Tal situación podría ser valorada por el Juez, aunque la ley trata de ser objetiva con lo que debe entenderse por un mal irreparable y grave, verbigracia, muerte, lesiones irreparables, problemas psicológicos traumáticos o nerviosos igualmente irreparables, etc.. Como ya se señaló, la fuerza puede ser física o moral. Esta última vendría a ser la más recurrente, pues hay intimidación; verbigracia, amenazas por cualquier medio. En cambio, la fuerza física, es decir, la irresistible, es de rara ocurrencia. El ejemplo –quizás único- que señalan todos los autores es el de hacer firmar algún documento público a una persona llevándole la mano. Y para ello se necesitaría que también el notario o funcionario autorizante del acto consintiera en semejante atropello. 2°) Que el temor sea infundido en una persona de sano juicio.- La ley se refiere al hombre ordinario, mediano. “Al buen padre de familia” de los romanos, de acuerdo con la inspiración aristotélica. No se trata, pues, de personas que son súper héroes ni de súper cobardes. 3°) Que en el temor infundido en esa persona de sano juicio se tome en cuenta su edad, sexo o condición.- Pues no es lo mismo amenazar a un joven sin experiencia en la vida que a un adulto. De igual manera no es lo mismo amenazar a una mujer que a un hombre, ya que normalmente se ha considerado a la mujer más impresionable. Asimismo no es igual amenazar a 153 Pn.) y de amenazas (Art. 154 Pn.). El Art. 155 Pn. contempla una agravación especial de las dos figuras delictivas anteriores. 37 una persona educada que a una ignorante; etc.. Son variables que el juzgador deberá también tomar en cuenta. 4°) El temor infundido al contratante puede también consistir en que la fuerza no será ejercida contra él, sino contra terceros.- Tales terceros pueden ser su cónyuge o conviviente, sus parientes, o bien, cualquier persona.49 Lo que interesa es que el consentimiento del contratante fue constreñido para que adquiriera un derecho u obligación, ya que, de no celebrar el acto jurídico, el agresor cometería un mal irreparable y grave en cualquiera de estas terceras personas. 5°) La fuerza no sólo puede ser ejercida por la parte contratante que pretende beneficiarse con ella, sino que también puede ser llevada a cabo por una tercera persona.- Cosa que no ocurre con el dolo, ya que en esta figura, la malicia únicamente debe provenir “del otro contratante” (Art. 1329 C. inc. 1°). Lo de que la fuerza no sólo puede provenir de la otra parte contratante sino de un tercero, se halla en el Art. 1328 C.. Las hipótesis de fuerza indiferente o tolerada son las siguientes: 1ª) El temor reverencial.- Del que trata el Art. 1327 C. inc. 2°. Contratar para no contrariar al jefe, a los padres, al director espiritual, etc., no es constreñimiento suficiente del consentimiento para considerarlo viciado, por mucho que sea el respeto que debe guardársele a ciertas personas. 2ª) La violencia social.- Como por ejemplo los actos terroristas que estén sucediendo, a menos que alguien se valga de eso para inducir a otro a contratar. 3ª) La fuerza de la naturaleza.- A menos que en el momento de la catástrofe natural alguien se valga de eso para inducir a otro a contratar; así, por ejemplo, en un naufragio, alguien amenaza no auxiliar a la persona a menos que contrate en cierto sentido. 49 El Art. 1327 C. inc. 1° in fine, enumera al cónyuge y a una serie de parientes del contratante intimidado, excluyendo a otros, pero que, en realidad de verdad, el Juez deberá incluir –por lógica- en los hechos; por ejemplo, el conviviente o los hermanos de la parte violentada, o bien, en última instancia, cualquier persona extraña y ajena a la familia, como un vecino o un amigo. 38 4ª) Todos los demás casos de supuesta fuerza que no llenen los cinco requisitos que se han estudiado.- El ejemplo más sencillo es el del mal reparable y leve. Para cerrar este punto se abordarán los siguientes tres problemas: ¿Es admisible en el Tribunal la acción rescisoria por la fuerza que consista en la amenaza de ocasionar un grave mal EN LOS BIENES del contratante o de un tercero?. R/ En la legislación salvadoreña, no. La fuerza moral sólo se refiere a la intimidación de causarle un mal irreparable y grave a la persona del contratante o a cualquier otra persona que de alguna manera se relacione con ella o con los hechos. La razón del legislador patrio se funda en que causarle daño a los bienes constituiría un mal que es reparable. Así, por ejemplo, la amenaza que se recibe de perder la casa de habitación por un incendio, por grave que sea, es un mal reparable, ya que podría volver a tenerse una casa. Pero si la amenaza que se recibe es la de perder un brazo o una pierna, es evidente que sería algo –aparte de grave- irreparable.50 ¿Podría alegarse que el mal irreparable y grave consista en un trastorno psicológico en la persona del contratante forzado o en la persona que de cualquier forma se vincula con ella o con los hechos?. R/ El Juez tendrá que valorar este hecho, basándose siempre, a nuestro juicio, en que se trate de un mal que sea irreparable y grave. Algo que ningún psicólogo o psiquiatra pueda, al parecer, remediar. Por lo demás, el legislador patrio, cuando habla de “personas” en este tema, no parece estar tomando en cuenta a las jurídicas. Sin embargo, dadas las circunstancias, el Juez deberá valorar esta posibilidad, ya que, después de todo, el concepto jurídico de “persona” abarca sin distinción tanto a los entes individuales como a los entes colectivos. El concepto se refiere, pues, a sujetos de derecho. 23.- Del dolo.- La definición legal y genérica del dolo –llamada también mala fe o malicia- se halla en el inciso final del Art. 42 C.. La ley, en efecto, 50 A diferencia de otras legislaciones, entonces, en la salvadoreña no quedaría incluido el caso de amenazar con un mal irreparable y grave a un ser vivo o especial, como sería el caso de un animal en especial, o una mascota. 39 dice: “El dolo consiste en la intención positiva de inferir injuria a la persona o propiedad de otro”. En el derecho de las obligaciones el dolo juega tres roles diferentes: el pre-contractual, el contractual o post-contractual y el extra-contractual o aquiliano.51 El dolo pre-contractual es el que interesa. Empero, se dirán algunas palabras de los otros dos papeles que juega el dolo en los actos jurídicos; particularmente en los vulgares. El dolo contractual o post-contractual consiste en el deliberado incumplimiento de la obligación por parte del deudor. Se parte del supuesto, claro está, que el acto o contrato –no sólo había sido celebrado sin vicio alguno del consentimiento- sino que era ya perfecto en todo. Generó obligaciones legítimamente ordinarias que el deudor, deliberadamente, incumplió. Deviene la correspondiente indemnización por los daños y perjuicios ocasionados a la otra parte (Arts. 1329 C. inc. 2°; 1429 C. inc. 1° y 1427 C.).52 El dolo extra-contractual o aquiliano,53 se refiere al daño intencional que el agresor comete en la persona o bienes del sujeto agraviado, sin que entre ellos haya nexo contractual alguno. La figura jurídica que se perfila es la de un delito civil. Se cita, a manera de ejemplo, el que intencionalmente atropella a alguien con su automóvil o daña deliberadamente con el mismo la propiedad de alguna persona. Lo actuado con malicia deviene –entonces- la correspondiente indemnización por los daños y perjuicios ocasionados al La expresión “contractual” mencionada y repetida en cada uno de estos roles del dolo está tomada en sentido amplio. No se refiere únicamente a “contratos” en sentido estricto sino –en general- a toda suerte de actos jurídicos, aunque convencionales, eso sí, como se verá adelante. Pero sí vale la pena decir que – procesalmente- el dolo, sea de la clase que fuere, por regla general, debe probarse, ya que la buena fe se presume (Arts. 751 C. y 1330 C.). He aquí algunos casos donde acontece lo contrario: Arts. 750 C. inc. 4°; 2249 C. ord. 3° y 1677 C.. 52 La hipótesis debe diferenciarse de la culpa contractual o post-contractual, que consiste en el incumplimiento de la obligación por parte del deudor debido a su negligencia, impericia o imprudencia, es decir, a su “culpa” (Arts. 1429 C. inc. 1° y 1427 C.). La figura de la culpa, que es diferente a la del dolo, se encuentra regulada en el Art. 42 C. incs. 1°, 2°, 3°, 4° y 5° y en el Art. 1418 C. inc. 1°. El caso fortuito o fuerza mayor, por el contrario, es una figura que exime de responsabilidad dolosa o culposa al deudor (Arts. 43 C., 1418 C. inc. 2° y 1429 C. inc. 2°). 53 Nombre tomado de la Lex Aquilia, que fue un antiguo plebiscito romano de la época quiritaria de este derecho. 51 40 damnificado, sin perjuicio de la responsabilidad penal a la que haya lugar (Arts. 2080 C. inc. 1°; 2035 C. incs. 1° y 3°; 2065 C.).54 Se estudiará ahora al dolo pre-contractual, que es el que interesa para lo que se está tratando. Como su nombre lo indica, el dolo pre-contractual es el que se perfila cuando una de las partes –en la etapa preparatoria del negocio jurídico- con deliberada mala fe engaña a la otra para que celebre el acto o contrato, de tal suerte que si la víctima del ardid hubiera conocido las consecuencias del acto jurídico que ejecutó, jamás lo hubiera celebrado. Como esta clase de dolo se presenta en la etapa constitutiva de la convención, incide, entonces, en la formación del consentimiento, viciándolo. Las consecuencias son dos: la rescisión o nulidad relativa del acto o contrato y la correspondiente indemnización por daños y perjuicios que la parte autora del dolo deberá pagarle a la otra (Arts. 1329 C. y 1552 C. inc. 3°).55 Se debe aclarar –sin embargo- que este rol del dolo pre-contractual, es decir, de este dolo incidental -porque incide en la formación del consentimiento- no siempre es causante del vicio del consentimiento tratado. De hecho, la regla general es que el dolo incidental sea indiferente o tolerado. Esa es la razón por la cual el legislador redacta el texto de los Artículos del Código Civil que tratan de los vicios del consentimiento en sentido negativo. Hablando del dolo, en efecto, el Art. 1329 C., reza: “El dolo no vicia el consentimiento sino cuando es obra de una de las partes, y cuando además aparece claramente que sin él no hubieran contratado”. El dolo pre-contractual o incidental que vicia el consentimiento es el dirimente. Es el llamado “dolo malo”, de los romanos, que ellos lo 54 Si el daño aquiliano es cometido sin intención de dañar se perfila, entonces, un cuasidelito civil, sin perjuicio, igualmente, de la responsabilidad penal. El agresor no actuó con dolo sino con culpa, debido a su negligencia, imprudencia o impericia. El ejemplo perfecto es el del accidente de tránsito debido a exceso de velocidad o negligencia en no revisar las condiciones mecánicas del vehículo. La base legal sigue siendo la trilogía de Artículos mencionada: 2080 C. inc. 1°; 2035 C. incs. 1° y 4°; 2065 C.. Igualmente se le recuerda al lector que si el daño extra-contractual ocasionado se debe a caso fortuito o fuerza mayor, el autor del daño está exento de responsabilidad civil y penal (Arts. 43 C. y 4 Pn.). 55 Lo dicho está consagrado en los dos incisos de esta norma. Cuando la ley dice, en el inc. 2°, “en los demás casos el dolo da lugar solamente a la acción de perjuicios”, se refiere a los otros dos roles del dolo: el contractual o post-contractual y el extra-contractual o aquiliano. 41 contraponían al “dolo bueno”, que es el indiferente o tolerado. Este último es jurídicamente inofensivo, pues el hecho de pretender sacar ventaja es normal en toda negociación. He aquí un ejemplo de dolo incidental dirimente: “y” está interesado en comprar un inmueble que tenga agua a poca profundidad debido a que su intención es destinar la finca a la siembra de hortalizas. “x”, entonces, valiéndose del ardid de un falso estudio químico del suelo de cierto inmueble, le hace creer a “y” que es el indicado; y éste lo compra y adquiere. Luego “y” comprueba el engaño y demanda al vendedor en proceso de nulidad relativa del contrato –más la indemnización de perjuicios correspondiente- ya que no hubiera comprado dicho inmueble de haber sabido que no tenía las condiciones que buscaba: un suelo con agua a poca profundidad. Con el ejemplo expuesto también se comprueba la diferencia entre el error y el dolo. En el error, la parte contratante se engaña sola. En el dolo, la parte contratante es deliberadamente engañada por la otra. ¿Puede el dolo incidental y dirimente provenir de un tercero?. R/ No. El dolo únicamente puede provenir “de la otra parte contratante”. El Art. 1329 C. inc. 1° dice, en efecto: “El dolo no vicia el consentimiento sino cuando es obra DE UNA DE LAS PARTES, …”.56 Lo anterior es importante porque se deduce que el dolo como vicio de la voluntad, únicamente podría presentarse en actos jurídicos convencionales. Más que de dolo como vicio de la voluntad, entonces, debe hablarse mejor de dolo como vicio del consentimiento. En el propio Código Civil hay –entonces- una contradicción en el Art. 1004 C., en el tratado del testamento, que es una suerte de acto jurídico unipersonal, pues la ley dice: “Las disposiciones testamentarias en que haya intervenido error, fuerza o DOLO, son nulas en todas sus partes, y si el vicio afecta la celebración del acto, será nulo el testamento”. 56 El vicio de la fuerza o violencia, en cambio, no sólo puede provenir de la otra parte contratante sino de un tercero (Art. 1328 C.). 42 Si, por ejemplo, “y” le hace creer a “x”, mediante engaños, que él fue el que le salvó la vida en un accidente que ocurrió hace tiempo, con miras a que “x” lo incluya como heredero o legatario en su codicilo, habrá cometido dolo. Sin embargo, al ser el testamento un acto jurídico unipersonal, la única “parte contratante” que interviene en ese acto será “x”, el testador. “y”, aunque sea nombrado heredero o legatario, es un tercero en dicho acto jurídico. Y el Art. 1329 C. inc. 1° espeta que el dolo debe provenir “de una de las partes”. Algunos interpretan que el Art. 1329 C. inc. 1°, si bien es de aplicación general por ser de derecho común, se refiere, sin embargo, solamente a las convenciones; sin que eso obste a pensar que pueda haber “dolo” en los actos jurídicos unipersonales. Sin embargo, debe aclararse, no todos los consentimientos en las convenciones pueden estar viciados por el dolo incidental dirimente, aunque se den las condiciones de un engaño malicioso. El matrimonio es un ejemplo. Quizás el único. Se pasa a hablar de ello en seguida, pese a que hay nuevas corrientes de pensamiento en la actualidad que tienden a incluir al dolo entre los vicios del consentimiento matrimonial, así como el hecho que éste no sólo pueda provenir “de una de las partes” sino también de un tercero. La exclusión del dolo como vicio del consentimiento matrimonial ha sido la solución tradicional del derecho canónico, es decir, del derecho de la Iglesia Católica, como lo expresa el profesor argentino de derecho de familia, Doctor Augusto César Belluscio.57 Ha sido igualmente la solución tradicional del derecho francés. La tendencia moderna para incluirlo proviene del derecho anglosajón. La legislación familiar actual de El Salvador tomó una postura salomónica: no incluyó al dolo como vicio autónomo del consentimiento matrimonial pero sí tomó en cuenta al error en la persona del “cónyuge”, no sólo en su identidad física, sino también “sobre alguna cualidad personal determinante en la prestación del consentimiento para contraer matrimonio”, como lo dice el BELLUSCIO, Augusto César: “Derecho de Familia”. Tomo I: Parte General. Matrimonio. Reimpresión de Ediciones Depalma, Buenos Aires, Argentina, 1979. Núms. 273 y ss., págs. 524 y ss.. No debe olvidarse que el derecho matrimonial de las legislaciones de Occidente está fuertemente influenciado por el derecho canónico. Graciano y Pedro Lombardo, desde el siglo XII, enriquecieron esta materia. 57 43 Art. 94 F. inc. 2°. Y esto último viene a ser una suerte de “error ex dolo”, es decir, un error motivado por el dolo de la otra parte.58 El jurista argentino citado se expresa así: “Es la solución tradicional del derecho canónico no contemplar el dolo como vicio del consentimiento matrimonial; sólo se atiende al error, sin que quepa establecer diferencias sobre la base de que éste sea espontáneo o provocado por el dolo del otro contrayente o de un tercero. Se estima que las maniobras dolosas, en lugar de causar un perjuicio conducen a un bien, ya que llevan a recibir un sacramento, aplicando igual solución que a las maniobras dolosas que llevasen a una persona a entrar en religión”.59 Belluscio cita autores alemanes que no ven las cosas de ese modo. Que ven la necesidad jurídica de invalidar un matrimonio si una de las partes lo contrajo engañada por la otra. He aquí unos ejemplos: el de un hombre de confesión cristiana no católica que, para casarse con una joven católica, simula intención de convertirse al catolicismo, pero que después de la boda declara brutalmente que jamás había pensado seriamente hacerlo. Se cita también el caso de una joven que tuvo una relación sexual con un muchacho y, junto con su madre, le exigió el matrimonio atribuyéndole su embarazo, pero que -celebrado el matrimonio- el segundo advirtió el engaño, pues por la fecha del nacimiento la criatura tenía que haber sido engendrada anteriormente. Se cita también el caso de un hombre de modesta condición social que se hace pasar por persona bien, con la intención de trabar relación con una muchacha de familia honestísima que sólo aceptaba el matrimonio si el pretendiente tenía una sólida posición, y que para lograrlo simuló la obtención de un título superior. O bien, el caso de un hombre que fue detenido unos meses después del matrimonio por un delito grave cometido con anterioridad, y que deliberadamente había ocultado.60 Con relación al derecho francés tradicional, Belluscio se expresa así: 58 Belluscio es de la opinión que los vicios del consentimiento del error y del dolo en el matrimonio deberían estar separados, que es el caso de la legislación familiar argentina. Opus cit., núm. 276, págs. 528 y 529. 59 BELLUSCIO, obra citada. Núm. 273, pág. 524, citando a Esmein. 60 Obra citada, núm. 273. 44 “La exclusión del dolo como vicio del consentimiento matrimonial es también la solución tradicional del derecho francés. Ya en el antiguo derecho se consideró que no debía tenérselo en cuenta por ser natural que existiese en el matrimonio, ya que sería normal que para llegar a él los futuros contrayentes tratasen de aparecer con virtudes que en realidad no tenían; así lo expresó Loysel en sus Institutes Coutumières, con una máxima de tono humorístico: ‘en mariage trompe qui peut’ (en el matrimonio engaña quien puede)”.61 El dolo en el consentimiento matrimonial vendría a ser de la clase del dolo incidental indiferente o tolerado, del que se ha hablado. Las posturas modernas que sí aceptan al dolo como vicio del consentimiento matrimonial se basan en los mismos criterios del dolo dirimente que incide en la formación del consentimiento de los actos jurídicos vulgares: hacer pasar por verdadero lo que es falso. Valerse de artificios o maquinaciones para conseguir la celebración del matrimonio. O bien, la omisión dolosa encaminada a ocultar circunstancias que por deber moral o de conciencia debían ser explicadas, pero que, al no hacerse, indujeron a la otra parte a celebrar un matrimonio que jamás hubiera querido si hubiera conocido la verdad. De hecho, el mayor número de “casos” de dolo en el matrimonio son de este último tipo. Verbigracia: la impotencia, la esterilidad provocada, la enfermedad contagiosa o hereditaria, la ocultación de embarazo, la suposición de embarazo, la homosexualidad, la vida licenciosa, el engaño sobre cualidades intelectuales, el engaño sobre cualidades civiles, la ocultación de la condición sacerdotal, etc., etc.. 24.- La formación del consentimiento.- Se seguirán en este tema las directrices del jurista salvadoreño Doctor Adolfo Óscar Miranda, en su Obra “De la Compraventa”.62 Para los fines jurídicos que se persiguen con la celebración de un acto jurídico, el proceso volitivo en las personas se compone de dos fases: una interna y otra externa. La primera se refiere a la “intención”. La segunda a la “manifestación” o “exteriorización” de esa voluntad. 61 Ídem.. Núm. 274. MIRANDA, Adolfo Óscar: “De la Compraventa”. 1ª ed., Editorial Delgado; San Salvador, El Salvador, 1996. Págs. 27 y ss.. 62 45 La intención se desenvuelve en el fuero interno de la conciencia, pero, para los fines que se estudian, es de suponerse que esa intención tenga por característica esencial la “seriedad”. La intención, pues, debe ser seria. Deben desestimarse todas aquellas situaciones en que se obra o actúa por cortesía o complacencia, puesto que no dan nacimiento a situaciones jurídicas. En la teoría de los actos jurídicos en materia de derecho privado patrimonial, la intención seria radica en la obtención de un fin práctico y económico. La manifestación o exteriorización de esa voluntad es también fundamental, pues de todos es sabido que lo que pertenece sólo al fuero interno del individuo cae fuera de la órbita de lo jurídico. Partiendo, entonces, del proceso volitivo con sus dos fases, se pasan a estudiar ahora las “etapas formativas del consentimiento”. Las etapas formativas del consentimiento son la proposición y la aceptación. Estas figuras, individualmente consideradas, son, en sí mismas, actos jurídicos unipersonales. La parte que manifiesta su voluntad se llama proponente y la parte que exterioriza la suya, aceptante. Luego de una fase previa de negociaciones, seguida –en ocasiones- de lo que se llama “contrato preparatorio”, la amalgama de la proposición contractual con la aceptación es lo que constituye y perfecciona al consentimiento. Mientras ello no ocurra, habrá disentimiento. Los requisitos de la proposición son: 1°) Que se exteriorice, pues ya se explicó que lo que pertenece sólo al fuero interno del individuo cae fuera de la órbita del derecho. 2°) La manifestación de voluntad puede ser expresa o tácita. Lo primero significa que la proposición contractual se haga saber a la otra persona de manera formal y explícita. Lo segundo se presenta cuando el proponente lleva a cabo actos o hechos que revelan a la otra parte su intención de contratar con ella. 46 Así, por ejemplo, en un escenario extremo, el contrato de mandato se podría perfeccionar con solo que una persona no objete que otra haya celebrado o esté celebrando actos jurídicos en su nombre, teniendo conocimiento de ello. A este particular, el Art. 1883 C., en su primera parte, dice: “Art. 1883.- El encargo que es objeto del mandato puede hacerse por escritura pública o privada, por cartas, verbalmente o de cualquier otro modo inteligible, Y AUN POR LA AQUIESCENCIA TÁCITA DE UNA PERSONA A LA GESTIÓN DE SUS NEGOCIOS POR OTRA; …”. 3°) La manifestación de voluntad expresa puede ser verbal o escrita. Lo escrito puede ser en forma física o material, o bien, en forma digital o informática, por cualquiera de los medios tecnológicos actuales. 4°) La proposición debe hacerse en forma completa, pues de lo contrario, el proceso de formación del consentimiento se prolonga sólo en negociaciones y acuerdos parciales. 5°) La proposición debe ir dirigida a persona o personas determinadas, o bien, a personas indeterminadas. En el primer caso, la proposición contractual se llama oferta, y el proponente, oferente. En el segundo caso, la proposición recibe el nombre de policitación, y el proponente, el de policitante. La policitación es la proposición típica del comerciante, pues los clientes son personas indeterminadas. Se debe convenir, sin embargo, que cuando se habla con ligereza de lenguaje, “oferta” y “policitación” se toman como expresiones sinónimas, incluso por la misma ley (Art. 969 Com.). La figura igualmente se presenta cuando una persona no comerciante recurre a anuncios clasificados de algún medio de comunicación para vender o rentar bienes. Se pasan a estudiar ahora los requisitos de la aceptación. Tales son: 1°) Que se exteriorice, por las razones que ya se han indicado. 47 2°) La manifestación de la voluntad del aceptante puede ser expresa o tácita. Así, por ejemplo, y nuevamente en un escenario extremo, el contrato de mandato podría perfeccionarse, si el mandatario ejecuta el encargo que le ha cometido el mandante, aun cuando no lo haya aceptado de manera expresa. Sobre este particular, los dos primeros incisos del Art. 1884 C., prescriben: “Art. 1884.- El contrato de mandato se reputa perfecto por la aceptación del mandatario. La aceptación puede ser expresa o tácita. “Aceptación tácita es todo acto en ejecución del mandato. …”. 3°) La manifestación de voluntad expresa del aceptante puede ser verbal o escrita. Lo escrito –como ya se hizo ver- puede ser en forma física o material, o bien, en forma digital o informática, por cualquiera de los medios tecnológicos actuales. 4°) El acto jurídico unipersonal de la aceptación deberá ser siempre puro y simple, ya que si fuera condicional o contiene modificaciones se convertiría en una proposición in rem verso, en vía de regreso, que ameritará también, entonces, de una aceptación.63 Sobre el particular, en la parte final del Art. 966 Com., se lee: “Art. 966.- Los contratos mercantiles que se celebren por correspondencia quedarán perfeccionados desde que el proponente reciba la respuesta en que se acepte lo que se haya ofrecido; PERO SI EN ELLA SE PROPONEN CONDICIONES QUE MODIFIQUEN LA PROPUESTA ORIGINAL, EL CONTRATO CON LAS MODIFICACIONES SE PERFECCIONARÁ HASTA QUE SE RECIBA LA CONTESTACIÓN ACEPTÁNDOLAS”. 5°) La aceptación debe darse estando vigente la proposición, ya sea en forma de oferta o policitación. En efecto, en el ramo comercial es muy frecuente que cuando el cliente cotiza los servicios de una empresa, ésta le haga llegar su oferta de costo, haciendo ver que la mantendrá –verbigraciapor un máximo de treinta días. Pasado este tiempo, los costos del servicio 63 En verdad, es elemento especial esencial del acto jurídico unipersonal de la aceptación contractual, que sea puro y simple (Arts. 1314 C. inc. 2° y 1315 C. in limine). 48 podrían variar. El cliente deberá aceptar, entonces, dentro del plazo de vigencia de la oferta, si acaso decide tomarla. 25.- Siempre en relación al tema de la formación del consentimiento, se pasan a estudiar a continuación los diferentes sistemas que existen en derredor del momento de perfeccionamiento del negocio jurídico. Se debe distinguir el escenario de una convención entre partes presentes y entre partes ausentes.64 Entre presentes.Los agentes en este caso se encuentran en presencia uno del otro. No media, por consiguiente, ningún lapso entre la proposición y la aceptación. Tanto una etapa como la otra son conocidas de inmediato, sin ofrecer dificultad alguna. La contratación telefónica o por otros medios electrónicos presenciales se entiende que es “entre partes presentes” (Art. 968 Com.). Entre ausentes.En cuanto al contrato celebrado entre ausentes, que por regla general se celebra por correspondencia (física o electrónica), los sistemas que han adoptado las diferentes legislaciones son los siguientes: 1°) Sistema de la declaración o aceptación.- El consentimiento se forma cuando el destinatario da su aceptación pura y simple. El sistema se critica porque el proponente no tendría conocimiento de la aceptación. 2°) Sistema de la expedición.- El consentimiento se forma cuando el destinatario envía o remite su aceptación, es decir, cuando se desprende de ella. Pero igual se critica este sistema por la razón dicha en el anterior: el proponente seguiría sin conocer esa aceptación cuando se concretiza. 3°) Sistema del conocimiento o información.- El consentimiento se perfecciona cuando el proponente tiene conocimiento de la aceptación, es 64 En forma separada se tratará este punto en relación con los contratos electrónicos, cuando se aborde el tema de la clasificación de los contratos. 49 decir, hasta que recibe y lee la correspondencia donde aparece claramente la aceptación esperada. Este sistema parece seguir la legislación salvadoreña en materia civil, ya que, por ejemplo, en materia de donaciones, el Art. 1287 C., reza: “Mientras la donación entre vivos no ha sido aceptada, y notificada la aceptación al donante, podrá éste revocarla a su arbitrio”. 4°) Sistema de la recepción.- El consentimiento se perfecciona cuando la aceptación llega a su destino, aun cuando no sea del conocimiento del proponente, pues se presume que tendrá que saber de ella. El presente sistema encuentra asidero legal en la primera parte del Art. 966 Com., que dice: “Los contratos mercantiles que se celebren por correspondencia quedarán perfeccionados desde que el proponente reciba la respuesta en que se acepte lo que haya ofrecido; …”. Se es de la opinión que este último sistema es el de recibo en El Salvador. El Art. 1287 C. que se citó en apoyo del sistema anterior es sólo una disposición aislada que se aplica únicamente en materia de donaciones. Deberá convenirse, pues, que es dentro del ámbito mercantil donde se presenta con mayor frecuencia la celebración de contratos por correspondencia. En la contratación entre ausentes, pues, la base legal del sistema de la recepción, que es el Art. 966 Com., se considera de aplicación general. Se apoya lo dicho con una de las reglas más importantes de la hermenéutica jurídica: la consignada en el Art. 22 C., que prescribe: “Art. 22.- El contexto de la ley servirá para ilustrar el sentido de cada una de sus partes, de manera que hayan entre todas ellas la debida correspondencia y armonía. “Los pasajes oscuros de una ley pueden ser ilustrados por medio de otras leyes, particularmente si versan sobre el mismo asunto”. 26.- La teoría del silencio.- De acuerdo con el refrán popular, “el que calla, otorga”. Pero, en el ámbito jurídico, esa máxima, por regla general, no aplica. En los actos jurídicos, pues, la parte que guarda silencio ni dice que sí ni dice que no. 50 Sin embargo, por excepción, cuando la ley así lo haya establecido expresamente, el silencio contractual sí puede tener efectos jurídicos. Se señalan los siguientes casos: 1°) Como es sabido, una persona puede ser dueña de un terreno, y otra diferente, dueña del edificio construido en él. Pues bien, cuando el dueño del terreno en que otra persona, sin su conocimiento, hubiere edificado, la ley dice que el dueño del terreno tiene dos opciones: Opción “A”: hacer suyo el edificio, peticionándolo de esa manera al tribunal competente. La parte despojada del dominio del edificio será considerada como que si fuese un poseedor vencido en un proceso reivindicatorio.65 Pero esta opción puede contener, a la vez, dos hipótesis: 1ª) Si el que edificó sin conocimiento del dueño del terreno hubiere actuado de buena fe,66 como será considerado como si fuere poseedor de buena fe, el dueño del terreno deberá reconocerle las mejoras necesarias, tanto ordinarias como extraordinarias, así como las mejoras no necesarias pero que sean solamente las útiles, y ejecutadas antes de la contestación de la demanda (Arts. 910 y 911 C.).67 Y 2ª) Si el que edificó sin conocimiento del dueño del terreno hubiere actuado de mala fe, probándose este hecho, como será considerado como si fuere poseedor de mala fe, el dueño del terreno solamente le reconocerá las mejoras necesarias, tanto ordinarias como extraordinarias, pero no las no necesarias, ya sean útiles –y mucho menos, claro está- las voluptuarias (Art. 910 C.). Opción “B”: obligar al que edificó, en el proceso judicial correspondiente, a pagarle el justo precio del terreno que ocupa todo el edificio, más los intereses legales por todo el tiempo que lo haya tenido. 65 No es que lo sea, sino que será considerado como si lo fuese (Art. 650 C. inc. 1°). Recuérdese que la buena fe se presume (Art. 751 C.). Eso hace que esta hipótesis sea la regla general si alguien edificara en suelo ajeno sin conocimiento del dueño del terreno. 67 El tema de las mejoras, como bienes accesorios que son, fue cubierto por el estudiante de ciencias jurídicas en el curso del derecho de los bienes y los derechos reales. 66 51 Recuérdese en esta última exigencia que el interés legal en materia civil es del seis por ciento al año (Art. 1964 C.). Lo dicho sobre edificaciones se extiende también a plantaciones y sembradíos. La base legal la brinda Art. 650 C. inc. 1°, que dice: “Art. 650.- El dueño del terreno en que otra persona, sin su conocimiento, hubiere edificado, plantado o sembrado, tendrá el derecho de hacer suyo el edificio, plantación o sementera, mediante las indemnizaciones prescritas a favor de los poseedores de buena o mala fe en el título ‘De la reivindicación’, o de obligar al que edificó o plantó a pagarle el justo precio del terreno con los intereses legales por todo el tiempo que lo haya tenido en su poder, y al que sembró a pagarle la renta y a indemnizarle los perjuicios. …”. Ahora bien, si una persona edifica en suelo ajeno “a ciencia y paciencia del dueño del terreno”, es decir, con conocimiento de este último que guarda SILENCIO ante la construcción de un edificio que otro está haciendo en su inmueble, la ley dice que si quisiera hacerlo suyo tendrá que pagar el valor del edificio, pues las cosas se mirarían como si ese fuese “otro inmueble” que el dueño del terreno quisiera adquirir. La base legal la brinda el Art. 650 C. inc. 2°, que reza: “Art. 650 [inc. 2°].- Si se ha edificado, plantado o sembrado a ciencia y paciencia del dueño del terreno, será éste obligado, para recobrarlo, a pagar el valor del edificio, plantación o sementera”. Como puede apreciarse en este segundo escenario, el legislador le está dando efectos jurídicos al “silencio” del dueño del terreno. Esta persona se percata que otra construye en su inmueble y no hace nada para detenerla. Su aquiescencia la toma la ley como su consentimiento. 2°) Cuando no media seguro de deuda68 y el deudor de una obligación exigible fallece, el débito –por lo general- se transmite a los herederos que 68 Arts. 1434 Com. y ss.. 52 aceptan (Arts. 1078 C. inc. 1° y 680 C. inc. 1° in fine). Si éstos repudiaran, la ley le concede al acreedor la acción oblicua para aceptar por los herederos de su deudor que no lo hicieron (Art. 1160 C.). Ahora bien, si los herederos del deudor guardasen “silencio”, es decir, no aceptan ni repudian la herencia, la ley le concede al acreedor dos acciones a elección suya: la acción de yacencia de la herencia (Art. 1164 C.), y la acción de pronunciamiento del derecho de opción. Por la primera se declara yacente una herencia y se le nombra curador de bienes para que el acreedor pueda dirigir contra él las acciones ejecutivas correspondientes. Por la segunda, el acreedor demanda la citación de los herederos para que se pronuncien en su derecho de opción, esto es, para que manifiesten voluntariamente si van a aceptar o repudiar la herencia. La ley les concede a los herederos un plazo ordinario de cuarenta días para hacerlo, o bien, uno máximo de seis meses ante situaciones extraordinarias. Esta última acción es la que interesa. Está regulada en el Art. 1155 C., en cuyo primer inciso, se lee: “Art. 1155.- Todo asignatario será obligado, en virtud de demanda de cualquier persona interesada en ello, a declarar si acepta o repudia; y hará esta declaración dentro de los cuarenta días subsiguientes al de la demanda. En caso de ausencia del asignatario o de estar situados los bienes en lugares distantes, o de otro grave motivo, podrá el Juez prorrogar este plazo; pero nunca por más de seis meses. …”. Si transcurrido el plazo legal ordinario -o el extraordinario fijado por el Juez- los herederos siguen guardando “silencio” en el pronunciamiento de su derecho de opción, la ley entenderá que repudian la herencia. El acreedor tendrá expedita, entonces, la acción oblicua del Art. 1160 C.. La base legal de lo dicho es el Art. 1156 C., que reza: “Art. 1156.- El asignatario constituido en mora de declarar si acepta o repudia, se entenderá que repudia”. 53 Como puede verse, el “silencio” del heredero se interpreta en este caso como repudiación de la herencia. Son los efectos que la ley le da a su desidia. 3°) En el contrato de mandato, el Art. 1885 C., establece: “Art. 1885.- Las personas que por su profesión u oficio se encargan de negocios ajenos,69 están obligadas a declarar lo más pronto posible si aceptan o no el encargo que una persona ausente les hace; y transcurrido un término razonable, su silencio se mirará como aceptación. “Aun cuando se excusen del encargo, deberán tomar las providencias conservativas urgentes que requiera el negocio que se les encomienda”. En íntima relación con esta disposición se halla el Art. 1066 Com., que trata del contrato de comisión. Dice esta norma en sus primeros dos incisos: “Art. 1066.- Por el contrato de comisión, el comisionista desempeña en nombre propio pero por cuenta ajena, mandato para realizar actos de comercio. El comisionista actúa como agente intermediario, entre el comitente y los terceros. “Se presumirá aceptada una comisión cuando se confiera a persona que públicamente ostente el carácter de comisionista, por el solo hecho de que no la rehúse dentro de los ocho días siguientes a aquél en que recibió la propuesta respectiva. …”. Se comprueba en esta norma una aplicación, pues, de la teoría del silencio, así como en este otro caso que se expone a continuación. 4°) El Art. 1022 Com. regula a la llamada venta al gusto. En esa disposición, se lee: “Art. 1022.- La compraventa de cosas que se acostumbra gustar se perfeccionará cuando se comunique al vendedor la decisión correspondiente. “Si el examen de la cosa debiera hacerse en el establecimiento del vendedor, el contrato se perfeccionará si el comprador no procede a tal 69 Como es el caso de los abogados en un mandato con representación, o bien, el caso de los corredores o comisionistas en un mandato sin representación. La comisión es un contrato mercantil regulado en los Arts. 1066 Com. y ss.. 54 examen, en el plazo establecido por el contrato o en el que fijare el uso y, en defecto de ambos, dentro del término conveniente fijado por el propio vendedor. “Si la cosa estuviere en poder del comprador y éste no resolviere dentro del plazo indicado, el SILENCIO constituirá aprobación del contrato”. 27.- La teoría de la simulación.- La base legal matriz de esta figura –la simulación en los actos jurídicos- es el Art. 1578 C., que reza: TÍTULO XXI DE LA PRUEBA DE LAS OBLIGACIONES “Art. 1578.- Las escrituras privadas hechas por los contratantes para alterar lo pactado en escritura pública, no producirán efecto alguno contra terceros. “Tampoco lo producirán las contraescrituras públicas, cuando no se ha tomado razón de su contenido al margen de la escritura matriz cuyas disposiciones se alteran en la contraescritura, y del testimonio en cuya virtud ha obrado el tercero. “Si no fuere posible obtener el testimonio, deberá darse aviso al público, en el periódico oficial del Gobierno, del contenido de la contraescritura”. Esta interesante disposición del Código Civil está vigente pero no tiene positividad en lo que dice de manera expresa sino solamente en su espíritu, esto es, en lo que el legislador quiso decir, con el auxilio de lo que modernamente se llama teoría de la simulación. De acuerdo con los autores, “la simulación consiste en el concierto entre dos o más personas para fingir una convención ante el público, con el entendido de que ésta no habrá de producir, en todo o en parte, los efectos aparentados; o en disfrazar, también mediante una declaración pública, una 55 convención realmente celebrada, con el ropaje de otro negocio diferente; o en camuflar a una de las partes verdaderas con la interposición de un tercero”.70 La Teoría de la Simulación está basada en la discordancia entre la voluntad real de las partes y lo que éstas declaran. Lo interno no coincide con lo externo. Lo que se exterioriza está solamente “simulado”. La simulación puede ser absoluta o relativa. La primera se presenta cuando se finge una convención. Los ejemplos típicos son las “ventas de confianza” y la “suposición de deudas”.71 La segunda se presenta cuando se disfraza una convención realmente celebrada con el ropaje de otro negocio diferente, o bien, cuando se camufla a una de las partes verdaderas con la interposición de un tercero.72 La simulación relativa se llama precisamente relativa porque el acto celebrado produce algunos efectos. ¿Es atentatoria la simulación contra el postulado de la buena fe contractual del Art. 1417 C.?. R/ Durante el llamado derecho intermedio se consideró que sí.73 Que no es ético ni jurídico que las partes simulen sus verdaderas intenciones en una declaración de voluntad. Que el acto debe, por consiguiente, reputarse nulo porque tiene objeto o causa ilícita. Pero la tendencia moderna parece inclinarse por la antigua concepción romana individualista, pues asegura que no siempre la simulación conduce a una defraudación. Son ejemplos, el del benefactor que por modestia o discreción quiere ocultar un acto generoso. O el comerciante que quiere evitar la divulgación de sus negocios. No toda simulación es fraudulenta sino ciertos actos jurídicos simulados. 70 Para mayor abundancia sobre el tema, consúltese a OSPINA FERNÁNDEZ, Guillermo y OSPINA ACOSTA, Eduardo: “Teoría General de los Actos o Negocios Jurídicos”; 3ª Ed., Editorial Temis, S.A.; Bogotá, Colombia. Núm. 108 y ss.. Págs. 115 y ss.. 71 En la tradición a raíz de las ventas de confianza de un inmueble, por ejemplo, se declara un precio que no es el verdadero con miras a evitar el pago del impuesto de transferencia de bienes raíces. La normativa tributaria tiene mecanismos para evitar este tipo de defraudaciones. Y en la suposición de deudas, se aumenta falsamente el pasivo patrimonial para que desmejore la posición de los acreedores que concursan. 72 Como cuando se disfraza una donación con el ropaje de una venta. O cuando se le traslada una cosa a un tercero con la intención que ese tercero, luego, traslade esa misma cosa a quien el causante quería verdaderamente beneficiar. 73 Derecho intermedio es el que corre desde la caída del Imperio Romano de Oriente hasta el siglo XIX. 56 De acuerdo con la Doctrina moderna, si el acto es absolutamente simulado, la acción de simulación debe ir encaminada a que el Juez declare la inexistencia del negocio jurídico o, al menos, su nulidad absoluta. Y si el acto es relativamente simulado, la acción de simulación interpuesta por el interesado debe ir encaminada a que el Juez ordene “el levantamiento del velo”, esto es, que el acto jurídico interno y verdadero, produzca sus plenos efectos naturales. Y que los ya realizados como producto “de lo aparente” vuelvan a su estado anterior. En cuanto a los efectos del acto jurídico simulado frente a terceros de buena fe, la suerte de ineficacia que se produce es la de la inoponibilidad del acto jurídico absolutamente simulado, así como del acto relativamente simulado mientras no produzca los verdaderos efectos que está llamado a producir. 57 Teoría de la Representación Limen.- La base legal de la Teoría de la Representación, en general, es el Art. 1319 C., que reza: “Art. 1319.- Lo que una persona ejecuta a nombre de otra, estando facultada por ella o por la ley para representarla, produce respecto del representado iguales efectos que si hubiere contratado él mismo”. Las diferentes nociones y conceptos de la representación se realizarán en base a “apartados especiales”. 28.- Primer Apartado.- El estudio que se pretende debe comenzar por la noción de la relación jurídica de la representación. Ésta, como toda relación jurídica, se lleva a cabo entre personas.74 Las partes son el representado75 y el representante. A la representación se le llama también personería. De ahí que al representante se le llame también personero. La personería es la aptitud legal que tiene una persona para actuar por otra. Es un concepto diferente al de personalidad y al de persona.76 En la relación jurídica de la representación,77 el representado o interesado puede ser una persona natural o jurídica, al tanto que el representante o personero siempre es una persona natural. 29.- Segundo Apartado.- Este punto se dedica al objeto de la representación. La lógica que las relaciones jurídicas, por definición, únicamente se pueden llevar a cabo “entre personas”, se debe a Savigny. Dicha opinión se encuentra actualmente en entredicho cuando el orden jurídico de muchas legislaciones le conceden la categoría de sujetos de derecho a masas patrimoniales de bienes, inclusive, como es el caso de los fideicomisos y las herencias. Para mayor abundancia sobre el particular, léase a GARCÍA MÁYNEZ, Eduardo: “Filosofía del Derecho”. 4ª ed., Editorial Porrúa, S.A.; México, 1983. Págs. 339 y ss.. 75 O “interesado”. 76 La personalidad es el atributo que el orden jurídico les concede a los entes individuales o colectivos para considerarlos como personas. La figura es también conocida como capacidad legal de goce. La persona, por consiguiente, es el ente individual o colectivo dotado de personalidad para poder ejercer derechos y contraer obligaciones. No debe confundirse, pues, a la personalidad con la personería, de la que ahora se trata. 77 La relación jurídica de la representación es, por cierto, obligacional. 74 58 Se acaba de señalar que la personería es la aptitud legal que tiene una persona para ACTUAR por otra. El representante actúa por el representado, haciendo sus veces. Se pregunta, entonces: ¿esa “actuación” se refiere a la realización de “actos materiales” o de “actos jurídicos”?. R/ Fundamentalmente de actos jurídicos. Lo que sucede es que, muchas veces, los representantes también llevan a cabo meros actos materiales en nombre del representado. “Por ejemplo –señala Gómez Estrada- el contrato de administración de una finca implica para el administrador la obligación de ejecutar actos materiales, y también la facultad de celebrar actos jurídicos”.78 Tanto los padres de familia, o los tutores, que ejercen una representación legal, como los mandatarios, que ejercen una representación voluntaria, ejecutan o pueden ejecutar, en nombre de sus respectivos representados, tres clases de actos: 1°) Actos dispositivos.- Que son los que tienen vocación traditiva o enajenativa de bienes, ya sea en sentido estricto o en sentido amplio (Art. 651 C. incs. 1° y 2°, respectivamente). 2°) Actos meramente administrativos.- Que son aquellos que no implican tradición de bienes sino una simple entrega de los mismos, como cuando una cosa se arrienda, o se entrega en comodato o en anticresis. Y 3°) Actos conservativos.- Que son aquellos que tienen por objeto la contratación de las reparaciones de las cosas que el representante administra, o bien, la compra de los materiales necesarios para el cultivo o beneficio de las tierras, minas, fábricas u otros objetos de industria (Art. 1892 C. inc. 1° in fine). Asimismo, en este rubro queda incluida la contratación de seguros. Vale la pena aclarar –como nota importante- que no todos los actos jurídicos son “delegables”. Se tiene, por ejemplo, el caso del codicilo o testamento, pues la facultad de testar es indelegable, como expresamente lo dice el Art. 1001 C.. GÓMEZ ESTRADA, César: “De los Principales Contratos Civiles”. 3ª ed., Editorial Temis, S.A.; Santa Fe de Bogotá, Colombia, 1996. Núm. 336, pág. 343. 78 59 Finalmente se impone decir que no existe la representación en materia de hechos ilícitos. Precisamente por ello el derecho penal distingue entre los autores intelectuales y los autores materiales en la persecución del delito. 30.- Tercer Apartado.- El presente espacio se le dedicará al tema de las clases de representación. Se agrupan en tres categorías a manera de binomios: 1°) Representación necesaria y contingente.- La primera es ineludible. Su necesidad se impone por sí sola. Las personas jurídicas, por ejemplo, de la clase que fueren, ameritan de esta clase de representación. Otro tanto puede decirse de las personas naturales que son incapaces (Art. 1318 C. incs. 1° y 2°). La representación contingente, en cambio, es la opuesta. No es de imperativa necesidad. Actuar a través de mandatario es el ejemplo más claro de lo afirmado, desde el momento que el acto jurídico cometido por el mandante al mandatario, bien puede ser efectuado de manera personal por el mandante, al tener éste capacidad legal de ejercicio para ello. 2°) Representación legal y voluntaria.-79 La primera es la que viene dada por ministerio de ley. Los casos más conocidos son los siguientes: A) la personería que ejercen los padres sobre sus hijos de familia (Arts. 206 F. y 223 F. inc. 1° in limine); B) la de los tutores sobre sus pupilos (Arts. 272 F. inc. 1° y 314 F.); C) la de los curadores especiales de bienes (Arts. 273 C. y ss. y Arts. 486 y 489 C.); D) la del Juez de lo Civil y Mercantil en las ventas forzosas (Art. 652 C. inc. 3°); E) la de la Procuraduría General o Auxiliar Departamental de la República (Art. 224 F.); F) la representación patronal, en materia laboral (Art. 3 Tr.); G) la representación de las personas jurídicas de la clase que fueren; etc.. El Art. 41 C., es la disposición matriz de todos estos casos de representación legal. Dicha norma prescribe: “Art. 41.- Son representantes legales de una persona las que determina el Código de Familia; y lo son de las personas jurídicas las designadas en el Art. 546”. 79 Que es el binomio que recoge el Art. 1319 C., base legal de la Teoría de la Representación. 60 Lastimosamente la norma transcrita adolece de muchos errores. No es verdad que los representantes legales de una persona sean los determinados por el Código de Familia. Lo dicho es verdad en el caso de los padres de familia, de los tutores o de la Procuraduría General o Auxiliar Departamental de la República, pero todos los demás casos están en el Código Civil y también en otras leyes, que serían –entonces- especiales. Quizá hubiera sido más apropiado decir: “Son representantes legales de una persona [natural] las que determina este Código y demás leyes especiales”. Igualmente el Art. 41 C. se equivoca cuando dice que son representantes legales de las personas jurídicas las que designa el Art. 546 de este mismo Código. Las personas jurídicas de derecho público tienen su personería legal de acuerdo a la ley orgánica que las regula. Las personas jurídicas de derecho privado que no persiguen fines de lucro, tienen su personería legal de acuerdo a la normativa de la Ley de Asociaciones y Fundaciones sin Fines de Lucro. Las personas jurídicas de derecho privado que persiguen fines de lucro, tienen su personería legal de acuerdo al Código de Comercio, Ley de Bancos y demás leyes mercantiles. Los sindicatos la tienen de acuerdo al Código de Trabajo y demás leyes laborales. Los partidos políticos la tienen de acuerdo a su ley especial, etc.. Como puede verse, lo afirmado en la segunda parte del Art. 41 C. es inexacto. El Artículo 546 del Código Civil que menciona, se refiere sólo a personas jurídicas de derecho privado que no persiguen fines lucrativos, que ahora están reguladas en la ley especial que se señaló unas líneas arriba. Es una norma vigente pero sin positividad que hoy por hoy apenas se refiere al caso exclusivo de las iglesias cristianas no católicas y a las iglesias no cristianas que hayan obtenido su personalidad jurídica. 80 El Art. 41 C. debió decir, en esa parte: “ …; y lo son de las personas jurídicas las designadas en las leyes de acuerdo a la naturaleza de cada una de estas personas”. 80 Art. 10 de la Ley de Asociaciones y Fundaciones Sin Fines de Lucro. Lo que sucede es que la redacción actual del Art. 41 C. data de reformas introducidas en 1994, con ocasión de la aprobación del Código de Familia y la Ley Procesal de Familia. La Ley de Asociaciones y Fundaciones Sin Fines de Lucro, en cambio, data de 1996. El Art. 41 C., definitivamente que necesita una redacción más apropiada. 61 La representación voluntaria es aquella que proviene de la voluntad de las partes. Se perfila a través del contrato de mandato, y por eso también se le llama representación convencional o contractual. Como se sabe, hay mandatos sin representación; tema del que se tratará más adelante. Pero lo ordinario es que en un mandato, el mandatario sea un representante voluntario o convencional del mandante. El contrato de mandato está regulado en los Arts. 1875 C. y ss.. La primera de estas disposiciones reza: “Art. 1875.- El mandato es un contrato en que una persona confía la gestión de uno o más negocios a otra, que se hace cargo de ellos por cuenta y riesgo de la primera”. 3°) Representación judicial y extrajudicial.- La primera categoría de este binomio se refiere al hecho que el representante, en nombre del representado, lleve a cabo actos jurídicos jurisdiccionales, como en efecto lo son, demandar, contestar demandas, interponer recursos, conciliar, recusar jueces, etc.. La representación extrajudicial, por el contrario, se refiere al hecho que el representante, en nombre del representado, ejecute actos jurídicos que no tienen incidencia con el aparato jurisdiccional del Estado, es decir, que no tienen incidencia con los Tribunales de la República. Así, por ejemplo, la celebración de contratos ordinarios como la venta, el arriendo, el mutuo, la hipoteca, etc., son muestras comunes y corrientes de lo afirmado.81 Establecidos estos tres criterios clasificatorios de la representación, se impone decir que los mismos son o pueden ser combinables. Así, por ejemplo, los padres de familia son representantes necesarios, legales y judiciales y extrajudiciales. Un mandatario a quien se le ha encomendado la venta ordinaria de un inmueble es un representante contingente, voluntario y extrajudicial. Un mandatario que sea Abogado que se desempeñará como tal, a 81 Modernamente, en el tema procesal de medios alternativos de solución de disputas, existen figuras que se encuentran en una zona intermedia entre la órbita de lo judicial y de lo extrajudicial, como es el caso del contrato de compromiso, cuyo objeto es el arbitraje; o bien, los casos de la mediación y la transacción. El Código Procesal Civil y Mercantil salvadoreño parece inclinarse porque tales figuras se incluyan dentro de la órbita de la representación judicial (Art. 69 inc. 2°). 62 quien se le ha encargado que demande y siga un proceso en contra de alguien, será un representante necesario, voluntario y judicial. Para cerrar el estudio de este tercer apartado, se abordará el problema de la representación administrativa y de los casos que no son verdaderas representaciones desde el punto de vista técnico de la Teoría de la Representación. Ambos temas están, desde luego, relacionados. Los representantes administrativos no son verdaderos representantes de ciertas personas. Al menos no lo son desde el ángulo de la Teoría de la Representación que se estudia. Así, por ejemplo, el Presidente de la República es el representante administrativo del Estado salvadoreño, pero no es el representante legal –en lo judicial y en lo extrajudicial- de El Salvador, como Estado, es decir, como persona jurídica de cierta clase, ya que la personería en este caso recae sobre el Fiscal General de la República (Art. 193 Cn. ord. 5°). Otro tanto puede decirse del Alcalde Municipal: será el representante administrativo de la Comuna, esto es, su cara visible, pero, la verdadera representación legal de un Municipio, como persona jurídica que es, recae en el Síndico Municipal. Él es el que tiene la personería en lo judicial y en lo extrajudicial de la Municipalidad, desde el punto de vista de la Teoría de la Representación que se estudia (Art. 51 literal “a” del Código Municipal). Lo mismo ocurre con las diócesis en el derecho canónico: Su Excelencia, el Señor Obispo (o Arzobispo, si se habla de la Diócesis de la Capital de un Estado), es solamente un representante administrativo de la diócesis, ya que la verdadera representación legal de esa persona jurídica de derecho público –en lo judicial y extrajudicial- recae en la persona del Vicario (Art. 479 del Código de Derecho Canónico). De manera anexa y conexa con el problema tratado, se tiene también el de las representaciones que no son, en realidad, representaciones. Al menos no lo son desde el punto de vista técnico de la Teoría de la Representación que se estudia. Se señalan los siguientes ejemplos: el de los Diputados de la Honorable Asamblea Legislativa de la República, pues en el lenguaje político de la democracia, se dice de ellos que son los “representantes del pueblo”. Otro 63 ejemplo de lo propio se tiene en el Art. 1078 C. inc 1°, al afirmar la ley que los herederos “representan” a la persona del causante. En cuanto a la llamada “representación procesal”, se considera que sí es un verdadero caso de personería enmarcado por la figura de la procuración. De lo propio se tratará cuando se hable de esta última institución. 31.- Cuarto Apartado.- En este punto se abordará el problema de la función representativa, esto es, la naturaleza jurídica de la personería. Modernamente, la teoría que expone la funcionalidad de la representación de la manera más práctica y efectiva es la llamada “teoría del órgano de expresión jurídica”.82 Ospina se expresa así: “Si detenemos nuestra mirada en la historia de la institución, verificamos que el nacimiento de la representación ha obedecido siempre a la necesidad imperativa de permitir el acceso al comercio jurídico a las personas que carecen de capacidad legal para negociar y a las que, siendo hábiles para ello, no pueden obrar directamente en razón de la distancia o de otras circunstancias. De esta suerte, la representación ha venido a desempeñar respecto de dichas personas el papel de ÓRGANO DE EXPRESIÓN JURÍDICA de ellas. Así, el representante legal es el órgano que les falta a los incapaces, y el mandatario con poder de representación es un órgano de expresión que se suma al que naturalmente tiene el mandante”.83 A raíz de lo expuesto, el autor agrega: “Entendida en esta forma la representación, fluyen natural y lógicamente todas las consecuencias prácticas que a dicha institución se suelen atribuir. Los efectos del acto jurídico se radican en cabeza del representado, porque es este el que actúa por intermedio de su órgano o de uno de sus órganos de expresión jurídica (qui facit per alium facit per se). El representante no sufre las consecuencias del acto, porque no interviene en él para sí, sino a manera de órgano de expresión de otra persona”.84 OSPINA FERNÁNDEZ, Guillermo y OSPINA ACOSTA, Eduardo: “Teoría General de los Actos o Negocios Jurídicos”. 3ª ed., Editorial Temis, S.A.; Bogotá, Colombia, 1987. Núms. 419 y 420. Págs. 356 y ss. 83 Ob. cit., núm. 419, pág. 356. 84 Ídem., pág. 357. 82 64 En circunstancias legítimas y normales, un representante –legal o convencional- que realice un acto jurídico en nombre del representado, sin extralimitarse en sus funciones de personería, obligará a este último con relación a la otra parte con quien se celebró el acto. La base legal de lo dicho, en el caso particular del mandato, es el Art. 1920 C. inc. 1°. Ello se debe a que el interesado, es decir, el representado, debe ser reputado “parte” en el acto o contrato. El representante fue solamente su órgano de expresión jurídica; un órgano de expresión NECESARIA, algunas veces, y CONTINGENTE en otras, ya sea por razón de la distancia o la falta de tiempo. Las cosas deben verse, pues, como un “préstamo de actividad” que el representante tiene por parte del representado o que el representado le concede al representante.85 En cambio, en circunstancias anómalas, un representante –legal o convencional- que realice un acto jurídico en nombre del representado, extralimitándose en su función de personería o celebrando un negocio que perjudique los intereses del representado, responderá a éste hasta de la culpa leve. Deberá, en última instancia, indemnizar los daños y perjuicios que le ha ocasionado al representado por la simple razón de haber incumplido obligaciones, ya provengan éstas de la ley o del contrato de mandato.86 Esta última afirmación necesita ser comentada de manera especial. Todo representante –legal o voluntario- adquiere una obligación primordial para con el representado. Todo representante es en verdad “deudor” de su representado. Su obligación es de hacer, y consiste en el hecho mismo de representar al interesado en la celebración de un acto jurídico 85 OSPINA, ob. cit., núm. 410, págs. 346 y 347. La antigua tesis de la ficción, que explicaba la naturaleza jurídica de la representación, decía, erradamente, que el representado le “prestaba su personalidad” al representante para que actuara por él. Lo que realmente existe es un “préstamo de actividad”, es decir, alguien que ACTÚA por otro. Alguien que será la voz del que no tiene voz por estar jurídicamente incapacitado, o bien, alguien que será la voz del que sí tiene la capacidad legal para actuar pero que, por conveniencia, le delega esa actuación en la que está interesado a otra persona. 86 Responder hasta de la culpa leve implica que también el deudor responde de la grave (Art. 42 C. incs. 1°, 2°, 3° y 4° y Art. 1418 C. inc. 1°). Y en materia de derecho privado la culpa grave equivale al dolo (Art. 42 C. inc. 2° in fine). Las figuras del caso fortuito o la fuerza mayor son, por el contrario, eximentes de responsabilidad (Art. 43 C.). Los padres de familia, como representantes legales que son de sus hijos, responden hasta de la culpa leve (Art. 226 F.). Otro tanto ocurre a los tutores en relación con sus pupilos (Art. 314 F. inc. 1°). En el caso concreto de la representación voluntaria, que se perfila a través del contrato de mandato, la ley civil ordena: “Art. 1889.- El mandatario responde hasta de la culpa leve en el cumplimiento de su encargo”. “Esta responsabilidad recae más estrictamente sobre el mandato remunerado”. 65 con otra persona. Ese es el hecho que deberá ejecutar. Y debe hacerlo cumplida y eficazmente. Las obligaciones de hacer que consisten en la ejecución de un hecho, con independencia de la simple entrega de una cosa, que también es una suerte de obligación de hacer, son de tres clases: las obligaciones de hacer hechos no personalísimos, las de hacer hechos personalísimos y las de hacer hechos que consisten en ejecutar declaraciones de voluntad, es decir, en llevar a cabo actos jurídicos.87 En el caso del que se trata, la prestación de hacer que tiene todo representante es de las que tiene por objeto la ejecución de un hecho personalísimo. Lo que el representante hace por el representado es, sin duda, algo personalísimo o estrictamente personal. Sin embargo, dicho carácter no deja de ser especial en la presente situación. Así, por ejemplo, los derechos personalísimos, entre otras peculiaridades, son indelegables. Y sin embargo, no es extraño que –en principio- la representación voluntaria que se forja a través del mandato, la delegue el mandatario a otra persona (Arts. 1895 C. y ss. y Art. 72 Pr.). De igual manera, en la representación legal, el o los padres de familia pueden delegar la autoridad parental a los padres adoptivos cuando dan a sus hijos en adopción (Arts. 30 y 31 de la Ley Especial de Adopciones). Se reitera entonces que la obligación de hacer que tiene todo representante para con su representado, es la ejecución de un hecho “personalísimo” que consiste –precisamente- en REPRESENTARLO ante otras personas en la celebración de actos jurídicos. Es una función que, en principio, no la puede desempeñar nadie más porque, si se observa bien, de ordinario está basada en la confianza que representante y representado se tienen entre sí. En la representación voluntaria, recuérdese que el mandato es un contrato intuito persona; se basa en la confianza recíproca que se tienen mandante y mandatario. La representación legal de las personas jurídicas de derecho privado suele recaer en el presidente de la junta directiva. Y en el caso más emblemático de representación legal de personas naturales, que es el 87 Son ejemplos de las tres categorías: el que se obliga a reparar una maquinaria de cierta clase; el que se obliga a ejecutar una obra de arte que llevará su técnica genial e inimitable; y el que se obliga a vender un inmueble a raíz de un contrato de promesa de venta, respectivamente. 66 de los padres de familia, ¿cómo pudiera un extraño sustituir el papel de un padre o madre de familia de manera natural?. Se pregunta ahora: ¿cuál es la fuente de esa obligación de hacer?. R/ Depende de la clase de representación. Si ésta es LEGAL, la fuente de la obligación será la ley; mas, si la personería fuere VOLUNTARIA, la fuente de la obligación será el contrato. Específicamente, el contrato de mandato (Art. 1308 C.). El deudor, es decir, el representante o personero, INCUMPLIRÁ ESA OBLIGACIÓN si no ejecuta el hecho personalísimo al que legal o voluntariamente está obligado, esto es, si no representa debidamente al interesado. Las formas de incumplimiento de obligaciones son, como se sabe: el incumplimiento total, el cumplimiento parcial, el cumplimiento imperfecto y el cumplimiento retardado (Art. 1427 C.). En el presente caso, el deudor incumplirá la obligación de representar al interesado cuando no ejecuta el hecho en el que está comprometido, o bien, cuando lo ejecuta mal, extralimitándose en sus funciones de personería. En el caso específico de representación legal de personas incapaces, esa extralimitación de funciones es muy grave, pues no sólo apareja efectos inoponibles al interesado sino que los actos jurídicos realizados son anulables de nulidad absoluta. La razón se debe al orden público que hay de por medio. Así, por ejemplo, en materia de autoridad parental o de tutela, los padres de familia o los tutores necesitan de previa autorización judicial para enajenar o gravar ciertos bienes de los hijos o de los pupilos a terceras personas. El Juez de lo familiar sólo dará esta autorización cuando se justifique la utilidad o la necesidad manifiesta de la operación. Y si la operación fuere una venta, ésta deberá hacerse en pública subasta al mejor postor (Arts. 230 y 322 F.). Un representante legal de los señalados, que lleve a cabo todos estos actos inobservando la ley, hace que tales actos o contratos sean anulables de nulidad absoluta en razón del objeto ilícito, o bien, en razón de haberse violado solemnidades para la validez de tales operaciones (Arts. 1337 C. in fine y 1552 C. inc. 1°). El incumplimiento de sus obligaciones como representante se deberá a un caso muy grave de extralimitación en sus funciones. Otro ejemplo se tiene con el padre de familia que ha perdido la autoridad parental por sentencia judicial firme, pues aunque 67 sea el padre de un hijo menor o declarado incapaz, YA NO LO REPRESENTA NI LO PODRÍA REPRESENTAR EN NINGUNA FORMA (Art. 240 F.). El interesado o representado, es decir, el “acreedor” en la obligación de la que se está hablando, puede demandar al personero por su incumplimiento.88 Y cuando esté provisto de instrumento con fuerza ejecutiva y lo pueda ejecutar, tendrá expeditos los siguientes recursos que, de manera común y general, señala el Código Procesal Civil y Mercantil: LIBRO QUINTO LA EJECUCIÓN FORZOSA TÍTULO CUARTO LA EJECUCIÓN DE HACER, NO DETERMINADA HACER Y DAR COSA CAPÍTULO PRIMERO EJECUCIÓN DE OBLIGACIONES DE HACER SECCIÓN SEGUNDA OBLIGACIONES DE HACER PERSONALÍSIMAS Solicitud y requerimiento “Art. 680.- Si admitida la solicitud del ejecutante, el obligado no realizare la prestación, se le requerirá para que, dentro del plazo que el juez estime necesario de acuerdo con la naturaleza de la obligación y con las circunstancias del caso, cumpla en sus propios términos lo que el título 88 Las personas menores o declaradas incapaces demandarían a sus representantes legales ordinarios a través de la Procuraduría General o Auxiliar Departamental de la República, pues habría –evidentemente- intereses contrapuestos entre las partes involucradas (Arts. 224 F. in fine y 19 y ss. Pr.F.). También se recuerda al lector que para realizar todo tipo de actos procesales en el Tribunal, la persona debe hacerlo a través de procurador, que es una suerte de representante necesario, voluntario y judicial (Arts. 67 Pr. y ss.). 68 establezca. El plazo señalado para el inicio del cumplimiento en ningún caso podrá exceder de quince días.89 “En el requerimiento se advertirá al ejecutado que si no procede a darle cumplimiento a la prestación se adoptarán los oportunos apremios y multas”.90 Medidas de garantía “Art. 681 [inc. 1°].- Cuando no pudiera tener inmediato cumplimiento la obligación que se pretenda ejecutar, y la demora pudiera poner en peligro su efectividad, podrán ser decretadas, a instancia del ejecutante, las medidas de garantía que se consideren convenientes. …”. Alegaciones del ejecutado “Art. 682 [inc. 1°].- El ejecutado, dentro del plazo que se le hubiera concedido para cumplir el requerimiento, podrá manifestarle al tribunal los motivos por los que se niega a cumplir la obligación, haciendo alegación de lo que tenga por conveniente sobre el carácter personalísimo o no personalísimo de la prestación debida. …”. Incumplimiento de la obligación. Opción del ejecutante “Art. 683.- Transcurrido el plazo concedido sin que el ejecutado cumpla la obligación ni presente alegaciones, el ejecutante podrá optar entre pedir que la ejecución se concrete en la entrega de un equivalente en dinero, que incluya la reparación de daños y perjuicios, o seguir hasta obtener el cumplimiento.91 89 El inciso recoge al derecho primario del acreedor ejecutante, canalizado a través de la acción de cumplimiento. En este caso, ese derecho primario del acreedor ejecutante tiene una primera etapa en el requerimiento judicial. La coercibilidad del derecho, pues, sigue haciéndose notar. 90 En caso que haya lesividad y necesidad de aplicar la normativa penal (Arts. 3 y 5 Pn.), recuérdese que la negativa que tiene un particular de acatar una orden judicial es constitutiva de delito. Se comete el delito de desobediencia de particulares, tipificado en el Art. 338 Pn.. 91 Este inciso recoge lo que se denomina derecho secundario del acreedor ejecutante, el cual se cristaliza en una acción por indemnización compensatoria de los daños y perjuicios. Toda acción de perjuicios es, de ordinario, pagadera en dinero. Su trámite lo señala el Art. 696 Pr.. 69 “No obstante, cuando el título contenga una disposición expresa para el caso de incumplimiento del deudor, se estará a lo dispuesto en él”.92 Equivalente dinerario “Art. 684.- Si el ejecutante hubiera optado por la entrega del equivalente en dinero de la obligación de hacer, se ordenará que prosiga la ejecución con ese propósito, procediéndose a la cuantificación en los términos establecidos para la liquidación de cantidades.93 “Sin perjuicio de ello, el juez impondrá una multa única al ejecutado en consideración al precio o a la contraprestación satisfecha, que puede llegar hasta la mitad de estas cuantías o del valor que se atribuya generalmente a la obligación”.94 Ejecución por el obligado y apremios “Art. 685.- Cuando se acuerde el cumplimiento específico, se apremiará al ejecutado con una multa por cada mes que transcurra sin llevar a efecto la obligación; dicha multa podrá ascender al veinte por ciento del precio o de la contraprestación insatisfecha o del valor que se atribuya generalmente a la obligación.95 “Si, transcurrido un año, el ejecutado no hubiera cumplido o estuviera cumpliendo la obligación, el juez ordenará, a instancia del ejecutante, la sustitución por la entrega del equivalente dinerario o la adopción de 92 El legislador se refiere a cuando las partes habían pactado un contrato de cláusula penal (Arts. 1406 C. y ss.). El deudor se somete al pago de una pena en caso de no cumplir la obligación principal o de retardar su cumplimiento. La función principal de la figura es avaluar –de manera anticipada- el monto indemnizatorio por los daños y perjuicios causados al acreedor, ya se refieran a una indemnización compensatoria o a una moratoria. En la primera hipótesis, por consiguiente, la cláusula penal vendría a ser también ejercicio del derecho secundario del acreedor ejecutante. 93 La norma hace una nueva referencia al derecho secundario del acreedor, canalizado a través de una acción por indemnización compensatoria. Su trámite de liquidación lo regula el Art. 696 Pr.. 94 Este inciso, al hablar de multas, alude a una indemnización moratoria. La indemnización moratoria no es derecho secundario del acreedor. Su pago va orientado únicamente para reparar el daño sufrido por el acreedor cuando la obligación fue cumplida a destiempo. Su ejercicio puede agregarse a cualquier otro recurso del que haya hecho uso el acreedor en contra del ejecutado. La liquidación de su monto también la regula el Art. 696 Pr. que se ha citado. 95 En este inciso primero del Artículo, el legislador retoma el derecho primario del acreedor, canalizado a través de la acción de cumplimiento. 70 cualquier medida esencialmente análoga que resulte adecuada para la satisfacción del ejecutante”.96 El representante es, como se ha visto, el órgano por medio del cual se expresa jurídicamente el representado, pero el que debe reputarse “parte” en el acto jurídico celebrado es el representado mismo. De ahí que los vicios del consentimiento y demás causales de ineficacia de los actos jurídicos, ocasionados o sufridos por el representante, se deberán ver como ocasionados o sufridos por el propio representado. El evento que un representante celebre, en nombre del representado, un acto jurídico válido con otra persona, pero extralimitándose en sus funciones de personería, producirá estos dos efectos principales: 1°) El personero deberá –en última instancia- indemnizar por daños y perjuicios al representado por razón de un incumplimiento de obligaciones de hacer, como se ha podido ver con los Artículos del Código Procesal Civil y Mercantil que se han transcrito. Esta obligación tiene por fuente a la ley en el caso de la representación legal; y tiene por fuente al contrato de mandato en el caso de la representación voluntaria. 2°) Los efectos del acto jurídico celebrado son inoponibles al representado.97 Esta afirmación tiene dos excepciones: A) Que el representado, de ser posible, ratifique o apruebe expresamente con posterioridad lo actuado por el representante (que en el caso particular del mandato es lo que señala el Art. 1920 C. inc. 2°). Y B) La situación que se presenta con ocasión de la llamada representación aparente, pues el representado queda tan obligado como si el poder fuera real y suficiente (Art. 1931 C.). Así, por ejemplo, señala Ospina, “cuando el mandatario ha desempeñado su encargo por largo tiempo, llegando a adquirir cierto carácter de permanencia y publicidad, la terminación del mandato no perjudica a los terceros de buena fe que contraten posteriormente con el 96 En este inciso segundo, en cambio, el legislador vuelve a considerar la posibilidad que tiene el acreedor ejecutante de hacer uso de su derecho secundario, canalizado a través de una acción por indemnización compensatoria, aunada a la moratoria. A nuestro parecer, en el caso del que se trata, es decir, de un representante que incumple su obligación de REPRESENTAR al interesado, éste tiene expedito –de manera más práctica y directa- el ejercicio del derecho secundario del que se ha hablado: una indemnización de perjuicios. 97 En el caso del mandato, lo dicho encuentra apoyo en los Arts. 1911 C., 1914 C. ord. 2° y 1920 C. inc. 1°. 71 mandatario aparente dentro del giro normal del encargo que éste venía desempeñando. De esta suerte, el mandato aparente produce efectos contra el representado”.98 La regla general es que la inoponibilidad sea alegada por los beneficiarios a manera de excepción enderezada a enervar la acción que contra ellos se ejerza para oponerles el acto respectivo.99 Esta es la situación que va a presentarse en el caso del que se trata. La otra parte contratante, al no poderle oponer los efectos del negocio celebrado por el personero al representado, requerirá del representante la efectiva reparación que le deje indemne. 32.- Quinto Apartado.- Se tratará a continuación de la representación voluntaria o convencional en particular. Ello implica tratar las generalidades del contrato de mandato, pues aquella se configura a través de este acto jurídico. El mandato es un contrato cuyo objeto es el encargo que el mandante le comete al mandatario, para que en su nombre y representación, que es lo ordinario, celebre actos jurídicos con terceras personas (Arts. 1875 y 1883 C.). Por lo que toca a la clase de contrato que el mandato es, el tema se resume a continuación en los siguientes puntos: A) Es un contrato bilateral, pues como se verá más adelante, le genera obligaciones a ambas partes. Las obligaciones que puede generar el mandato son de dar, hacer o no hacer (Arts. 1310, 1891, 1915, 1916, 1917 y 1918 C.). B) Es un contrato oneroso o gratuito, dependiendo si es remunerado o no, respectivamente (Arts. 1311 y 1877 C.). C) El mandato, como contrato oneroso, es conmutativo (Art. 1312 C.). D) Es un contrato generador de obligaciones principales (Art. 1313 C.). 98 99 OSPINA, ob. cit., núm. 414, págs. 350 y 351. Confróntese también el Art. 979 Com.. Ídem., núm. 490, pág. 408. 72 E) Es un contrato consensual (Arts. 1314 inc. 1° in fine, 1883, 1884 y 1885 C.). La tendencia moderna en otras legislaciones es la de considerar al mandato un contrato solemne, cuando el encargo consista en la celebración de actos jurídicos que impliquen la constitución de derechos reales o de crédito sobre bienes registrables. La solemnidad suele consistir en que el mandato conste en escritura pública o, al menos, en instrumento privado autenticado. En El Salvador, lo dicho se realiza por razones prácticas y de conveniencia procesal. La parte final del propio Art. 1883 C. lo sugiere. En el caso concreto del llamado mandato judicial que revista la forma particular denominada “procuración”, sí se está en presencia de un contrato de mandato que es solemne. Y la solemnidad consiste en que conste en escritura pública. Así lo ordenan claramente los Arts. 68 Pr. y 11 Pr. F.. Sobre este particular se tratará más adelante, en el tema de la clasificación del mandato. F) Es un contrato de gestión de negocios, es decir, de gestión administrativa.100 El encargo, que es el objeto del mandato, consiste en ejecutar -en nombre de otra persona- un acto jurídico con un tercero. Lo dicho es independiente al hecho que ese acto jurídico sea de vocación enajenativa, como una venta. G) El mandato es un contrato de tracto diferido si es de la clase de los generales. Y es un contrato de ejecución instantánea si es de la clase de los especiales. La razón es que en este último caso, las facultades de personería del mandatario se agotan en el mismo momento que ejecuta el acto jurídico que le han encargado. El tema será nuevamente abordado cuando se estudie la clasificación del mandato. Se impone estudiar a continuación el problema de los elementos especiales esenciales, naturales y puramente accidentales que deben distinguirse en el contrato de mandato.101 Como es sabido, los elementos especiales esenciales de un acto jurídico en particular que se esté analizando, son aquellos VITALES para él. 100 Lo afirmado se opone a los llamados contratos enajenativos, que son aquellos que tienen vocación traditiva, como la venta, la permuta, el mutuo, la prenda, la hipoteca, etc.. 101 La base legal y general del tema se halla en los Arts. 1314 C. inc. 2° y 1315 C.. 73 Sencillamente, dicho acto jurídico no será lo que dice que es si se omitieran tales elementos. Sólo hay dos efectos posibles: o el acto jurídico es inexistente, o bien, degenera en otro negocio diferente (Art. 1315 C. primera parte). En la venta, por ejemplo, cosa vendida y precio son sus elementos esenciales (Art. 1597 C.). Si falta el primero la venta es inexistente (Art. 1618 C. inc. 1°). Si falta el segundo, la venta degeneraría en donación (Art. 1613 C.). La tradición, igualmente, tiene dos elementos esenciales: la entrega material de la cosa y que el tradente sea dueño de la cosa que entrega (Art. 651 C.).102 Si falta el primero, la tradición es inexistente. Si falta el segundo, la tradición degenera en el acto jurídico de una falsa tradición que concede al adquirente únicamente la posesión de la cosa, en sentido formal, que le da la pauta para ganar el dominio o algún otro derecho real por usucapión (Arts. 663, 664, 747 inc. 3° y 2237 C.). Es de la esencia del matrimonio que los contrayentes sean de diferente sexo (Art. 11 F.). ¿Qué es –entonces- de la esencia del contrato de mandato?. R/ El encargo (Art. 1883 C. primera parte). No se puede concebir a la figura sin este elemento. Existe –incluso- en la comisión, que es una suerte de “mandato sin representación”. Por lo que toca a los elementos especiales naturales o “cosas de la naturaleza” que se deben distinguir en cada negocio jurídico, se está en presencia de elementos que en el acto o contrato están sobreentendidos; van imbíbitos en él. Las partes no necesitan agregarlos por medio de cláusulas especiales (Art. 1315 C. parte medular). Así, en la venta, por ejemplo, las partes no necesitan pactar expresamente que el vendedor responderá de la obligación de saneamiento frente al comprador. Es algo ya incluido en toda venta (Art. 1639 C.). Para lo que se necesitará cláusula especial y expresa de las partes es para acordar mutuamente que el vendedor estará exento de esa obligación de saneamiento, esto es, que las partes acuerden un pacto de no garantía (Art. 102 Nadie puede dar lo que no tiene (Art. 663 C.). 74 1654 C.). En tal caso ya no se estará frente a un elemento de la naturaleza del acto o contrato sino de uno puramente accidental. En base a lo explicado –entonces- se colige que la “representación” es elemento especial natural en el mandato. No hace falta que mandante y mandatario lo expresen, pues dicho elemento va sobreentendido en el negocio. La representación no es de la esencia del mandato desde el momento que existen los “mandatos sin representación”. Finalmente se deben distinguir en cada acto o contrato, las cosas que son puramente accidentales, es decir, las que deben agregársele por medio de cláusulas especiales expresas (Art. 1315 C. parte final). Los ejemplos más inmediatos se tienen en las llamadas formas de la modalidad, como la condición (Arts. 1344 C. y ss.), el plazo (Arts. 1365 C. y ss.) y el modo (Arts. 1364, 1070 y 1071 C.). En el caso del mandato, son ejemplos de cosas puramente accidentales, el que las partes lo sujeten a plazo (Art. 1923 C. ord. 2°), o bien, que el poder contenga “cláusulas especiales” (Art. 1890 C.). Igualmente sería ejemplo de lo propio la cláusula expresa que el mandatario no tiene la facultad de “delegar” sus poderes (Art. 1895 C. y ss.). Otra generalidad sobre el mandato es la referida al nombre que reciben las partes en dicho contrato. A este particular, el Art. 1876 C. prescribe: “Art. 1876.- La persona que confiere el encargo se llama comitente o mandante, y la que lo acepta, apoderado, procurador, y en general, mandatario”. Sobre el tema, este Artículo comete ciertas impropiedades. Las partes del contrato de mandato son el mandante o poderdante y el mandatario o apoderado. Son locuciones neutrales que, de manera general, se pueden aplicar a cualquier suerte de mandato. La ley, al mandante, lo llama también comitente. Lo dicho es correcto pero se refiere a un caso de “mandato sin representación” que se llama contrato de comisión, regulado en los Arts. 1066 Com. y ss.. En dicho 75 negocio, las partes son, en efecto, el comitente y el comisionista. Este último es un agente intermediario del primero, pero no es personero suyo. El comitente le encarga al comisionista la tarea de servir como agente intermediario con un tercero para celebrar un negocio jurídico posterior con este último. En dicho negocio postrero, el comitente podrá obrar en persona o a través de mandatario propiamente dicho. Pero tal cosa será, como puede verse, independiente al contrato de comisión originalmente celebrado.103 De igual manera, el Art. 1876 C. transcrito, llama al mandatario “procurador”. Esto también es correcto pero –en realidad de verdad- el procurador es una suerte bien especializada de mandatario judicial. Como ya se señaló, el representante judicial es aquel que lleva a cabo, en nombre del representado, actos jurídicos jurisdiccionales, es decir, aquellos en los que los Tribunales de la República tienen incidencia, como demandar, contestar demandas, interponer recursos, etc.. Precisamente en base a ello es que existe una clase de mandato que se llama “judicial”. Y como el mandato es un contrato intuito persona, un sujeto podrá concederle a otro “poder judicial” para que realice ese tipo de actos en su nombre. Pero si ese mandatario judicial nombrado no fuere Abogado que se desempeñará como tal en la ejecución de esos actos, deberá forzosamente delegar el poder en alguien que sí lo sea; y en tal caso, dicho Abogado se convertirá en un “mandatario judicial” que recibe el nombre propio de “procurador”. Bien puede decirse – entonces- que todo procurador es mandatario judicial pero no todo mandatario judicial es procurador. La procuración, que es la tarea profesional principal del Abogado, está regulada en los Arts. 67 Pr. y ss.. No se ahondará más en el tema porque está fuera del contexto que interesa: la celebración de matrimonio a través de apoderado se lleva a cabo por medio de un mandato administrativo, es decir, una forma de representación de la clase que es “extrajudicial”. El representante del que se habla es contingente, voluntario y extrajudicial. 103 El mejor ejemplo de contrato de comisión es el de corretaje de bienes raíces. Amén de lo afirmado, el Art. 1876 C. que se ha transcrito, llama al mandante “comitente” pero no llama al mandatario “comisionista”. De igual forma, dicha norma llama al mandatario “procurador” pero no llama al mandante “procurado” (Art. 74 Pr. inc. 2°). Todo es parte de las aclaraciones que deben hacerse en esta materia en cuanto al nombre de los contratantes, ya que no deja de ser –hasta cierto punto- confuso. 76 Un último punto en el rubro de las generalidades sobre el contrato de mandato que desea tocarse, es el relativo a determinar si las expresiones “mandato” y “poder” son sinónimas. Cuando se habla con ligereza de lenguaje la respuesta es afirmativa. El propio Art. 23 de la Ley del Ejercicio Notarial de la Jurisdicción Voluntaria y de Otras Diligencias comete esa “impropiedad”. Sin embargo, al verse las cosas con lente de aumento, se comprueba que “mandato” es el nombre del contrato y “poder” es la facultad que el mandante le ha cometido al mandatario para que actúe por él y a su nombre en la celebración de actos jurídicos con terceros.104 33.- Sexto Apartado.- El presente espacio se dedicará al tema de la clasificación del mandato. El mandato es de dos clases: el administrativo o extrajudicial y el judicial (Art. 1892 C.). En el primero, el mandatario ejecuta actos jurídicos fuera de la órbita de los Tribunales, como en efecto lo son las operaciones comunes de vender o comprar, traditar o adquirir, arrendar, pignorar o hipotecar bienes, etc.. En el segundo, por el contrario, el mandatario tiene poderes o facultades para ejecutar actos jurídicos jurisdiccionales, como en efecto lo son demandar a alguien en un proceso, contestar demandas, interponer recursos, recusar jueces, etc.. Tanto una clase de mandato como la otra, pueden ser, a la vez, generales y especiales (Art. 1892 C. inc. 1° e inc. 2°, respectivamente). En el mandato administrativo general, el mandatario podrá llevar a cabo, en nombre del mandante, todos los actos jurídicos no jurisdiccionales que se le encomienden, con excepción de aquellos en los que las leyes exijan poder especial (Art. 1892 C.). En materia de derecho común, es decir, lo civil y, por extensión, también lo mercantil, la ley ordena que el mandatario requerirá de poder especial cuando haya de constituir derechos reales o de crédito sobre GÓMEZ ESTRADA, César: “De los Principales Contratos Civiles”. 3ª ed., Editorial Temis, S.A.; Santa Fe de Bogotá, Colombia, 1996. Núm. 347, pág. 349. 104 77 inmuebles (Art. 1902 C.).105 Igualmente se requerirá de poder especial en actos que leyes especiales lo requieran, como el Código de Familia que exige que el poder para celebrar matrimonio y también para celebrar capitulaciones matrimoniales deba ser “especial” (Arts. 30 y 89 F., respectivamente). Por lo que toca al mandato judicial, debe recordarse, antes de exponer las siguientes ideas, que toma el nombre de “procuración” cuando recae en mandatario que es Abogado de la República en ejercicio de sus facultades profesionales y que no esté inhabilitado por la ley para fungir como tal (Arts. 67 Pr. y ss.).106 Tanto el mandato judicial ejercido por un mandatario que no es Abogado en el ejercicio de sus facultades profesionales, o bien, que sí lo es, recuérdese que está comisionado para llevar a cabo, en nombre del mandante, actos jurídicos jurisdiccionales. En la práctica, lo que suele ocurrir cuando el mandante le ha dado poder judicial a persona de su confianza que no es Abogado, es que el mandatario judicial delega dicho poder en alguien igualmente de confianza que sí lo sea.107 De hecho tiene que hacerlo, pues “en los procesos civiles y mercantiles será preceptiva la comparecencia por medio de procurador, nombramiento que habrá de recaer en un abogado de la República, sin cuyo concurso no se le dará trámite al proceso” (Art. 67 Pr. inc. 1°). La norma citada, a continuación, enumera a los Abogados inhabilitados para el ejercicio de la procuración.108 Con relación al mandato judicial general o, para decirlo de una manera más práctica y directa, con relación a la procuración general, el inciso primero del Art. 69 Pr., reza: “El poder se entenderá general y abarcará todo el proceso, con sus instancias y recursos, desde los actos preliminares hasta la ejecución; y facultará al procurador para realizar válidamente, en nombre de su poderdante todos los actos procesales comprendidos, en la tramitación de los procesos”. 105 La tendencia moderna extiende esta situación a todos los demás bienes que sean registrables. En tal eventualidad, el procurador es un representante procesal. 107 Sobre la delegación de poderes se hablará más adelante. 108 Lo afirmado por la ley es igualmente imperativo en materia procesal familiar (Art. 10 Pr. F.). Es lo que también se llama postulación preceptiva (Art. 67 Pr.). 106 78 Por lo que toca al mandato judicial especial o, para decirlo de una manera más práctica y directa, por lo que toca a la procuración especial, los incisos 2° y 3° del citado Art. 69 Pr., establecen: “Sin embargo, se requerirá poder especial en los casos en que así lo exijan las leyes y para la realización de los actos de disposición de los derechos e intereses protegidos por la ley. En particular, se precisa poder especial para recibir emplazamientos, así como para la renuncia, la transacción, el desistimiento, el allanamiento y las actuaciones que comporten la finalización anticipada del proceso”. “El otorgamiento de facultades especiales se rige por el principio de literalidad y no se presume la existencia de facultades especiales no conferidas explícitamente”. Para cerrar el estudio de este sexto apartado, en lo relativo al tema de la clasificación del mandato en general, es importante decir que se debe distinguir entre “poder especial” y “poder con cláusula especial”. Tanto los poderes generales como los especiales, de la clase que fueren, pueden contener “cláusulas especiales”. Lo afirmado puede ser –a veces- útil y práctico. He aquí un ejemplo: “x” le confiere mandato administrativo general a “y”, para que en su nombre y representación celebre ciertos actos jurídicos con terceros, en los que está interesado. E igualmente está interesado –de manera particular- en que “y” sea su apoderado en la celebración de una venta y tradición de un inmueble determinado a “z”. Y como esto último requiere de poder especial, en los términos del Art. 1902 C., tendría que efectuarle a “y” un segundo contrato de mandato, que sea especial, para la realización de esa operación enajenativa de inmuebles. Sin embargo, la propia ley, previendo esa situación incómoda, permite, que un poder general como el primeramente señalado, pueda contener “cláusulas especiales” para salvar el escollo de operaciones que, como la del ejemplo, ameritarían –de ordinariode un poder especial (Art. 1902 C.). La misma idea es aplicable a un poder judicial general, si el mandatario no podrá realizar cierta clase de actos jurídicos jurisdiccionales que ameritan de poder judicial especial. Lo más práctico, entonces, para evitar la 79 elaboración de más contratos de mandato entre las mismas partes, es que el judicial general contenga todas las “cláusulas especiales” de la conveniencia del mandante y que exige la ley (Art. 69 Pr.). Por otro lado, como había sido ya advertido, los mandatos especiales, de la clase que fueren, pueden tener también “cláusulas especiales”. El ejemplo más inmediato y apropiado es el del poder para contraer matrimonio, pues éste, como se sabe, es administrativo especial (Art. 30 F.); mas, para optar por el régimen patrimonial, determinar el apellido que usará la mujer109 y reconocer hijos, dicho poder especial requerirá de “cláusula especial” al respecto, como lo ordena muy claramente la parte final del inciso 2° de la norma citada. 34.- Séptimo Apartado.- El presente espacio se dedica a la solemnidad del contrato de mandato. Como se advirtió en las generalidades del contrato de mandato para la celebración de actos jurídicos vulgares, éste es -en la legislación salvadoreña actual- un contrato consensual (Art. 1883 C.).110 En una próxima revisión de las leyes civiles, la tendencia moderna se inclina por considerar solemne al contrato de mandato extrajudicial cuando el encargo consista en la ejecución de actos jurídicos enajenativos de bienes registrables, así como en los casos que leyes especiales así lo establezcan. 35.- Octavo Apartado.- Esta sede se le dedicará al tema de las obligaciones que se derivan del contrato de mandato; tanto las del mandante como las del mandatario. Tal como ya se había dicho, el mandato es un contrato bilateral. Le genera obligaciones a ambas partes. Las del mandante las enumera la ley en el Art. 1918 C., siendo todas, con excepción de la primera, de dar.111 109 Art. 21 Ley del Nombre de la Persona Natural. Con la excepción del mandato judicial que revista la forma concreta de procuración, pues este mandato sí es solemne y la formalidad consiste en que conste en escritura pública (Arts. 68 Pr. y 11 inc. 1° Pr.F.). 111 Alessandri y Somarriva se pronuncian porque el mandato es bilateral sólo si es remunerado. “Curso de Derecho Civil”. Volumen VI: “Las fuentes de las obligaciones en particular”. Editorial Nascimento; Santiago de Chile, 1971. Núm. 774, págs. 539 y ss.. 110 80 La primera obligación del mandante (de hacer, por cierto), es la de proveer al mandatario de lo necesario para la ejecución del mandato (Art. 1918 C. ord. 1°). La segunda obligación del mandante consiste en que deberá reembolsarle al mandatario todos los gastos razonables en que éste ha incurrido por la ejecución del mandato (Art. 1918 C. ord. 2°). La ley – obviamente- trata de evitar el enriquecimiento sin causa (Arts. 2046 C. y ss.). Tales gastos deben ser, como lo aclara la ley, “razonables”. Así, por ejemplo, puede tratarse de gastos de viaje, si los bienes que serán objeto de actos jurídicos estuvieren ubicados en lugares distantes o en otro país. La tercera obligación del mandante consiste en que deberá pagarle al mandatario la remuneración estipulada o la usual (Art. 1918 C. ord. 3°).112 Esto generalmente ocurre en los mandatarios judiciales que son procuradores, ya que a los Abogados se les deben honorarios por sus servicios (Art. 1877 C.). En todo caso, las partes pudieron haber estipulado en un mandato administrativo alguna remuneración para el mandatario en concepto de honorarios. Ello, aun cuando el mandato se basa en la confianza que se dispensan las partes entre sí. El mandato es un contrato intuito persona. Se le concede poder para la gestión de negocios, generalmente, a las personas que son cercanas y de confianza del mandante: su cónyuge, su conviviente, su padre, su madre, sus hijos, sus hermanos, etc.. La cuarta obligación que el mandante tiene consiste en pagarle al mandatario las anticipaciones de dinero que éste hubiere efectuado en la gestión del mandato. Y con los intereses legales, además (Art. 1918 C. ord. 4°). De lo contrario se perfilaría un caso de enriquecimiento sin causa (Arts. 2046 C. y ss.). De hecho, ese mandatario que jugó el rol de solvens también puede subrogarse en los derechos del acreedor, de conformidad con el Art. 1480 C. ord. 5°. Tiene en sus manos la opción de la acción subrogatoria o de la acción de mandato. Y en uno u otro caso, tiene derecho –además- al interés 112 Cuando el mandato es remunerado, dicho contrato es oneroso (Arts. 1311 C. y 1877 C.). 81 legal sobre la cantidad pagada durante el lapso que corra desde la fecha del pago hasta la del reclamo.113 La quinta y última obligación del mandante consiste en que debe indemnizar al mandatario de las pérdidas en que éste haya incurrido sin culpa y por causa del mandato (Art. 1918 C. ord. 5°). La hipótesis también se basa en evitar el enriquecimiento sin causa (Arts. 2046 C. y ss.). Nótese que la obligación de indemnizar de la que se trata se basa en dos aspectos: que el daño no haya ocurrido “por culpa” del mandatario y que el daño proceda de la ejecución misma del mandato. El inciso final del Art. 1918 C., espeta que no podrá el mandante dispensarse de cumplir estas obligaciones, alegando que el negocio encomendado al mandatario no ha tenido buen éxito, o que pudo desempeñarse a menos costo; salvo que le pruebe culpa al mandatario. El Art. 1919 C., por su parte, agrega, que si el mandante no cumple sus obligaciones, autoriza al mandatario para desistir de su encargo. La ley le concede al mandatario, en este caso, una acción de desistimiento con derecho a que se le indemnice de los perjuicios que sufriere. Igualmente le concede la ley al mandatario derecho de retención sobre los efectos114 que sean propiedad del mandante, mientras éste no le pague lo adeudado conforme al Art. 1918 C. ords. 2°, 3°, 4° y 5°. La base de lo dicho se tiene en el Art. 1922 C..115 Se hablará ahora de las obligaciones del mandatario. Básicamente se reducen a dos: la obligación de realizar el encargo que el mandante le ha cometido (Art. 1875 C.); y la obligación de rendir cuentas de su administración (Arts. 1915, 1916 y 1917 C.). Ambas son obligaciones de hacer. Hay otras que se encuentran en una posición eventual, como la que él tiene de indemnizar por daños y perjuicios al mandante en caso de El interés legal –en materia civil- es del seis por ciento al año (Art. 1964 C. inc. 2°). “Efectos” es un término sinónimo de bienes. 115 El derecho de retención –legal, en este caso- está regulado en el Art. 2142 C.. Es una suerte de garantía real pero no es, en El Salvador, y en materia civil, un derecho real de garantía. No cuenta con jus persequendii. En materia mercantil, el derecho de retención –legal o voluntario- sí reviste la categoría de derecho real, de garantía –por cierto-, pues se equipara a la prenda (Arts. 957, 958 y 959 Com.). 113 114 82 extralimitarse en sus funciones de personería (Art. 1891 C.), ya sea por su dolo o culpa. Pero dicha obligación no tiene por fuente directa al contrato sino a los eventos que se derivan del hecho jurídico que provoca el dolo o la culpa en el incumplimiento de obligaciones (Art. 1429 C.). Finalmente se dirá que si el mandatario llevase a cabo de manera PARCIAL la gestión de negocios que le han encargado, lo realizado obligará respecto de terceros al mandante, si lo ejecutado aprovechare a este último. En cuanto al resto inejecutado, el mandatario es responsable al mandante, a menos que pruebe caso fortuito o fuerza mayor (Art. 1921 C.). 36.- Noveno Apartado.- Este espacio se le dedicará al problema del llamado mandato sin representación. Lo normal es que el mandato sea con representación. De ahí que la representación o personería es algo “de la naturaleza” del mandato (Arts. 1314 C. inc. 2° y 1315 C. parte medular). Sin embargo, como se había advertido, la personería no es esencial en este acto jurídico, desde el momento que cabe la posibilidad que el mandato sea sin representación. Hay mandato sin representación en los siguientes dos casos: 1°) Cuando el mandatario se extralimita en sus funciones de personería.La situación se ve reflejada en los Arts. 1911 C., 1914 C. ord. 2° y 1920 C. inc. 1°. En tal caso, lo actuado por el mandatario es inoponible al mandante, a menos que este último ratifique lo ejecutado (Art. 1920 C. inc. 2°). Con la inoponibilidad también viene aparejada la responsabilidad del mandatario de indemnizar por los daños y perjuicios que ha ocasionado su conducta, es decir, el incumplimiento de obligaciones de hacer, personalísimas (Arts. 1424 C. y 680 Pr. y ss.). Para comodidad del lector se transcriben a continuación los Artículos del Código Civil señalados, en los que se basa este primer caso de mandato sin representación. En ellos se hará énfasis –por nuestra parte- en ciertas expresiones de la ley que son elocuentes de lo tratado. 83 “Art. 1911.- El mandatario puede, en el ejercicio de su cargo, CONTRATAR A SU PROPIO NOMBRE o al del mandante; si contrata a su propio nombre, NO OBLIGA RESPECTO DE TERCEROS AL MANDANTE”. “Art. 1914 [ord. 2°].- El mandatario que ha excedido los límites de su mandato, es sólo responsable al mandante; y no es responsable a terceros, sino: “2°) Cuando se ha obligado personalmente”. “Art. 1920.- El mandante cumplirá las obligaciones que a su nombre ha contraído el mandatario DENTRO DE LOS LÍMITES DEL MANDATO. “Será, sin embargo, obligado el mandante si hubiere RATIFICADO expresa o tácitamente cualesquiera obligaciones contraídas a su nombre”. 2°) Cuando el contrato es de comisión.- En efecto, en materia mercantil existe el contrato de comisión (Arts. 1066 Com. y ss.). Éste es un mandato sin representación porque el comisionista es solamente un agente intermediario entre el comitente y la otra parte contratante. El ejemplo más claro es el corretaje de bienes raíces. El comisionista es un mandatario del comitente que no lo representa. A este particular, el Art. 1066 Com. inc. 1°, reza: “Art. 1066.- Por el contrato de comisión, el comisionista desempeña EN NOMBRE PROPIO PERO POR CUENTA AJENA, MANDATO para realizar actos de comercio. El comisionista actúa como AGENTE INTERMEDIARIO, entre el comitente y los terceros”. 37.- Décimo Apartado.- Esta sede será dedicada a los problemas de la delegación y sustitución del poder. En los mandatos para celebrar actos jurídicos vulgares, particularmente en los mandatos administrativos o extrajudiciales, el mandatario puede, si no se lo ha prohibido el mandante, DELEGAR el poder en otra persona. Es algo que se deriva de la confianza que tiene depositada el mandante en su mandatario (Arts. 1885 C. y ss.).116 116 En materia de procuración, en cambio, que es una suerte de mandato judicial, la delegación o sustitución son procedentes únicamente cuando haya autorización expresa por parte del mandante (Art. 72 Pr.). 84 En la delegación intervienen tres personas: el delegado, el delegante y el delegatario. El delegado es el mandante, cuya presencia permanece. El delegante viene a ser el mandatario primitivo. Y el delegatario será el nuevo mandatario. La figura es llamada delegación por el Código Civil y sustitución por la Ley de Notariado. En el derecho sustantivo son expresiones sinónimas. Sin embargo, en materia adjetiva, el Código Procesal Civil y Mercantil que regula a la procuración,117 hace la diferencia entre estos dos términos. Si el procurador primitivo, es decir, el mandatario primitivo no volverá a tener la opción de reasumir sus facultades de personero, se dice que habrá llevado a cabo una sustitución del poder; en cambio, si la autorización del mandante va encaminada en el sentido de permitirle nuevamente al mandatario primitivo reasumir sus poderes como representante, entonces se estará en presencia de una delegación del poder (Art. 72 Pr.). Si en el mandato administrativo –general o especial- consta una cláusula en el sentido que el mandatario no podrá delegar el poder, o de que sí podrá hacerlo pero en persona que no sea otra que la señalada por el mandante, y resultare que el mandatario sustituye el poder o no lo hace en la persona que debía, se perfilará –entonces- una extralimitación de funciones. Lo ejecutado por el delegatario no será oponible al mandante, a menos que éste ratificare. Además, el delegante responderá de los hechos del delegatario y de los perjuicios frente al delegado (Arts. 1895 y 1896 C.). Cuando el mandato contenga cláusula expresa de delegación del poder en persona determinada por el mandante, y el mandatario lleva a cabo, en efecto, la sustitución, se perfilará entre el mandante y el nuevo mandatario, es decir, entre el delegado y el delegatario, un nuevo mandato que sólo puede ser revocado por el mandante, y no se extingue por la muerte u otra eventualidad que sobrevenga al anterior mandatario (Art. 1897 C.). 38.- Décimo Primer Apartado.- Si el consentimiento del mandatario para celebrar matrimonio fuere viciado por el error, la fuerza o el dolo (Arts. 1322 C. y ss.), dicha convención es, desde luego, rescindible conforme a las 117 Que es una suerte de mandato judicial que da lugar a la representación procesal. 85 reglas generales (Art. 1552 C. inc. 3°). Hay antecedente de lo propio en la normativa, por ejemplo, de la tradición que se lleva a cabo a través de apoderado (Art. 659 C.). El mandatario es órgano de expresión jurídica del mandante. Si está viciado el consentimiento del representante es como si estuviese viciado el consentimiento del representado. Lo mismo sucederá si el representante fuere el artífice de la violencia o del dolo para contratar con los terceros. 39.- Décimo Segundo Apartado.- Esta sede será dedicada al problema de los mandatos conjuntos (Arts. 1886 y 1887 C.). En efecto, el mandato es conjunto cuando hubiere pluralidad de mandantes o de mandatarios. Un ejemplo de mandato con pluralidad de mandantes se tiene en el proceso no contencioso de divorcio por mutuo consentimiento de los cónyuges (Arts. 106, 108, 109 y 110 F.), ya que éstos, al encargarle el respectivo cometido al procurador, suelen hacerlo conjuntamente. El Art. 204 Pr.F. inc. 1°, reza: “El poder para el divorcio por mutuo consentimiento podrá otorgarse en forma conjunta o individual”. Para el estudio que se hace interesa el caso –poco común- de la pluralidad de mandatarios. Si éstos no obran conjuntamente, el mandato se extingue (Art. 1930 C.). De manera contraria al derecho común, en materia procesal familiar, el Art. 12 Pr.F., intitulado pluralidad de apoderados, prescribe: “Cuando la parte o su representante legal hubiere designado varios apoderados, la notificación hecha a alguno de ellos valdrá respecto de todos, y la actuación de uno vincula a los otros”. 40.- Décimo Tercer Apartado.- Tanto una de las partes como la otra pueden, por separado, nombrar a sus propios apoderados para que, en nombre y representación de cada uno, celebren el acto jurídico de su interés. Esto no es más que una aplicación de lo que la doctrina llama doble representación. 86 41.- Décimo Cuarto Apartado.- Tanto una de las partes como la otra pueden nombrar a un mismo mandatario para que, en nombre y representación de cada uno, celebre el acto o contrato de su interés. Aquí se perfilaría un caso de auto-acto o acto consigo mismo. 42.- Décimo Quinto Apartado.- Derivado de lo anterior, se presenta también el problema del auto contrato o contrato consigo mismo. Entre las partes que van a celebrar un acto jurídico convencional, ¿podría alguna de ellas darle poder a la otra para que celebre la convención de su interés?. La doctrina del auto contrato o contrato consigo mismo es variada y de posiciones encontradas.118 Una primera postura, que tiene orígenes en el derecho inglés, suizo y alemán, es –en general- enemiga de la figura porque ven latente un conflicto de intereses. Una misma persona está actuando a nombre propio y como representante de otra. Luego, entonces, se pondrán en entredicho los intereses del representado por salvaguardar los propios.119 Otra postura sostiene que el auto contrato es –en general- viable, pero no podría revestir la categoría de convención o contrato. Debe verse, sostiene, como lo que realmente es: un acto jurídico unilateral.120 Y una tercera tesis anota que el auto contrato debe ser admitido como otro acto jurídico más que favorece el tráfico jurídico, ya que es muy útil en la práctica. El eventual conflicto de intereses que puede presentarse puede ser disminuido con precauciones legales, por ejemplo, exigiendo la ley que lo actuado por el representante sea aprobado de manera expresa por el representado, ya sea antes o después de celebrado el acto jurídico. 121 De hecho, esta tesis parece ser la adoptada por el Código Civil salvadoreño en Artículos como el 1904 C., en el cual el mandatario puede comprar las cosas que el mandante le ha ordenado vender o vender de lo suyo al mandante, si OSPINA FERNÁNDEZ, Guillermo y OSPINA ACOSTA, Eduardo: “Teoría General de los Actos o Negocios Jurídicos”. 3ª ed., Editorial Temis, S.A.; Bogotá, Colombia, 1987. Núms. 421 y ss.. Págs. 358 y ss.. 119 Ob. cit., núm. 423. 120 Ídem.. Núm. 423. Que –entre otros- es la postura expuesta por CLARO SOLAR, Luis: “Explicaciones de Derecho Civil Chileno y Comparado”; Tomo Décimo Primero. Editorial Jurídica de Chile, 1979. Núm. 1006, págs. 439 y ss.. 121 OSPINA, ob. cit., núms. 423 y 428, págs. 359, 362 y 363. 118 87 éste lo aprueba expresamente. Nótese que no se trata de una “autorización” sino de una “aprobación”, que bien podría darse DESPUÉS de celebrado el negocio. Otro tanto ocurre con la celebración de un contrato de mutuo de dinero celebrado como un auto contrato, según el Art. 1905 C.. Se comprueba con ello que el legislador nuestro ve como viable –en principio- la figura del auto contrato.122 Además, no es verdad que el auto contrato sea un acto jurídico unilateral o unipersonal. Es cierto que en él está actuando realmente un solo ser humano, pero está desempeñando dos papeles diferentes. Jurídicamente hablando ahí hay dos personas distintas, dos partes contratantes diferentes. Pensar lo contrario equivale a cometer el error doctrinal de confundir los conceptos de “hombre” y “persona”.123 El tema debe ser dividido en dos partes: el auto contrato en una representación legal y el auto contrato en una representación convencional. Esta última es la que se verifica a través del contrato de mandato.124 Y se ha comprobado que nuestro sistema legal acepta la figura sin problemas. Pero en materia de representación legal, el auto contrato sí ha encontrado valladares, por razones de orden público, en los casos de personas naturales incapaces, así como en el caso de personas jurídicas de derecho público. Así, por ejemplo, el Art. 1600 C. estatuye que es írrita la venta entre padres e hijos sujetos a la autoridad parental. De permitirse, se impondría la realización de un auto contrato. Pero el legislador intenta proteger los intereses de personas incapaces que pueden ser objeto de abuso. Tales padres de familia están inhabilitados para realizar ese acto jurídico.125 A veces, esta 122 La aprobación debe ser expresa. Puede darse antes o después del acto. En este último caso se trataría de un verdadero acto jurídico unipersonal de ratificación con miras a volver oponibles los efectos del acto que eran inoponibles. Por lo demás, la aprobación expresa de la que se habla no es una “autorización”, ya que, en principio, el auto contrato en materia común y patrimonial no es de orden público. 123 En derecho no obsta tampoco, por ejemplo, que “x” le dé poder a “z” para que le venda un inmueble determinado. Y que “y” le dé poder al mismo “z” para que en su nombre se lo compre. Es verdad que al acto notarial comparecerá únicamente “z”, pero los otorgantes del acto jurídico siguen siendo dos personas diferentes. 124 Mandato con representación, por supuesto (Arts. 1911 y 1920 C.). 125 La ley dice que habría una “incapacidad particular”, de conformidad con el Art. 1318 C. inc. 4°, pero, en realidad de verdad, lo que allí hay es una inhabilidad, esto es, una falta de legitimación para actuar, ya que, en puridad de derecho, tal padre de familia no es “incapaz” en el sentido técnico de esta palabra. El Código Civil salvadoreño suele confundir de manera lamentable los términos incapacidad con inhabilidad. 88 inhabilidad es una verdadera “prohibición”, como en el caso apuntado, y, por consiguiente el acto jurídico adolecería de objeto ilícito (Art. 1337 C. in fine), que lo condenaría a su anulabilidad absoluta (Art. 1552 C. inc. 1°). En cambio, algunas otras veces, la inhabilidad no constituye en sí una verdadera prohibición, pues no se lesiona al orden público, y en tal caso el acto jurídico adolecería de una anulabilidad relativa (Art. 1552 C. inc. 3°), como es el caso de inobservar la inhabilidad del síndico de concurso de acreedores, que es representante legal del deudor concursado, y está inhabilitado para comprar bienes que son propiedad de este último (Arts. 1604 y 1904 C.). En lo que concierne a tutores y pupilos, el auto contrato está prohibido por la ley para evitar el abuso. Al ser una materia familiar es, evidentemente, de orden público. La primera frase del ord. 1° del Art. 325 F., claramente dice: “Queda prohibido al tutor: 1°) Contratar por sí, por interpósita persona o a nombre de otro con el pupilo, …”. De contravenirse lo ordenado, el acto jurídico y, por consiguiente, el auto contrato, sería anulable de nulidad absoluta por razón del objeto ilícito (Arts. 1337 C. in fine y 1552 C. inc. 1°). En los casos de cabida al auto contrato, desde luego, el mandatario se hace responsable de los abusos que por su dolo o culpa se le ocasionen a la otra parte. Ya se ha tratado de todo lo relativo al mandato sin representación ocasionado por una extralimitación de funciones. 43.- Décimo Sexto Apartado.- El mandante debe ser persona con capacidad legal de ejercicio para concederle poder a alguien de su confianza, pues de lo contrario el mandato sería anulable de nulidad absoluta o relativa, según los casos (Arts. 1316 C. ord. 1° e inciso final; 1317 C.; 1318 C. incs. 1°, 2° y 3° primera parte; 1552 C. incs. 2° y 3°). El mandatario, igualmente, debe ser persona con capacidad legal de ejercicio. Sin embargo, sobre este tema existe un problema interesante que desea tratarse por separado en el Apartado siguiente. 44.- Décimo Séptimo Apartado.- Como ya fue advertido, este Apartado se dedica a la capacidad legal de ejercicio del mandatario. Si éste fuere incapaz, el contrato de mandato en sí es inválido. Empero, en el caso concreto que el mandatario fuese un menor adolescente, cabe preguntarse si el contrato 89 objeto del encargo también sería anulable, o, por el contrario, tendrá validez. La respuesta es afirmativa. La base legal es el Art. 1888 C., que reza: “Art. 1888.- Si se constituye mandatario a un menor no habilitado de edad, los actos ejecutados por el mandatario serán válidos respecto de terceros en cuanto obliguen a éstos y al mandante; pero las obligaciones del mandatario para con el mandante y terceros no podrán tener efecto sino según las reglas relativas a los menores”. A continuación se estudiará de manera especial este Artículo. Para su análisis, la norma debe ser dividida en dos partes. La primera parte es la que corre desde el inicio del Artículo hasta donde está el punto y coma. La segunda parte es la que corre a continuación de ese punto y coma hasta el final. Análisis de la primera parte.- Se deben hacer primero dos advertencias preliminares. Prima facie, la expresión “no habilitado de edad” debe entenderse derogada, pues ya no existe la institución de la habilitación de edad. Cuando el Código Civil regulaba la materia familiar, y la mayoría de edad en la legislación salvadoreña era de veintiún años, la ley le permitía a los que se encontrasen entre los 18 y los 21 años, previo el trámite de ley, “habilitarse de edad”, para que pudieran celebrar válidamente actos jurídicos como que si fuesen mayores de edad, salvo las excepciones que la misma ley establecía. Pero como el Código de Familia, que entró en vigencia el 1° de octubre de 1994, bajó la mayoría de edad a los dieciocho años, la figura de la habilitación de edad dejó de tener razón de ser. Esa primera frase, pues, del Art. 1888 C., debe leerse así: “Si se constituye mandatario a un menor, …”. En segundo lugar, se pregunta: ¿A qué “menores” se refiere la ley?. Las niñas y niños también son menores, igual que los adolescentes126 y la ley solamente dijo “menores”, sin distinguir.127 ¿Se debe –entonces- interpretar que la ley se refiere a cualquier menor?. R/ No. Se refiere sólo a los adolescentes. Y a esa conclusión se llega por lógica. En primer lugar, la figura 126 127 Art. 3 inc. 2° LEPINA. Ubi lex non distinguit, nec nos distinguere debemus. 90 derogada de la habilitación de edad se les concedía solamente a los adolescentes, llamados en ese entonces, menores adultos, es decir, a los varones que se encontraban entre los 14 y los 21 años de edad y a las mujeres entre los 12 y los 21. Y, en segundo lugar, las niñas y niños son personas absolutamente incapaces (Art. 1318 C. inc. 1°). “Sus actos no producen ni aun obligaciones naturales, y no admiten caución” (Art. 1318 C. inc. 2°). La incapacidad legal de ejercicio del menor adolescente, en cambio, es relativa. Hay actos jurídicos especiales que ellos pueden celebrar válidamente (Art. 1318 C. inc. 3° primera parte).128 La frase, pues, de esa primera parte del Art. 1888 C., debe leerse así: “Si se constituye mandatario a un menor adolescente, …”. Hechas –entonces- las dos advertencias preliminares, la primera parte del Art. 1888 C. que se analiza, dice que si se constituye mandatario a un menor adolescente, los actos ejecutados por dicho mandatario serán VÁLIDOS, en cuanto obliguen al otro agente con quien se contrató y al mandante; es decir, en otras palabras, que dichos actos ejecutados por el mandatario adolescente deberán ser cumplidos por el mandante, serán oponibles a él, siempre que no vaya haber extralimitación de funciones por parte del personero. El acto jurídico celebrado por el mandatario adolescente será válido no porque éste sea uno de los casos donde los menores adolescentes pueden actuar válidamente, según el Art. 1318 C. inc. 3° primera parte. Y no lo es porque los casos a los que se refiere esta última norma citada son aquellos donde el patrimonio del propio adolescente es el que se ve afectado, y ese no es el caso aquí. Él está actuando en nombre y representación de otra persona que es la interesada, que es la que se vería afectada, que es la que se vería obligada. Se repite, pues, que éste no puede ser uno de esos “casos especiales” donde los menores adolescentes pueden actuar válidamente, según el Art. 1318 C. inc. 3° primera parte. ¿Por qué dice –entonces- la ley que los actos jurídicos ejecutados por ese mandatario menor son válidos?. R/ Porque la lógica de lo propio radica en 128 Pueden, por ejemplo, testar (Art. 1002 C. ord. 1°); casarse (Art. 14 F. ord. 1° e inciso final); reconocer hijos extramatrimoniales (Arts. 145 y 159 F.); celebrar capitulaciones matrimoniales (Art. 86 F.); jugar el papel de accipens en el acto jurídico del pago; etc.. 91 la función y naturaleza jurídica de la representación misma. Las partes son el mandante y la otra persona con la que él está interesado en contratar; por lo tanto, es indiferente que el mandatario sea un adolescente. Él fue solamente el órgano por medio del cual el mandante se expresó jurídicamente. Su patrimonio no resulta afectado en lo absoluto. Ahora bien, si ese mandatario se extralimitara en sus funciones, el acto jurídico –objeto del mandato- aunque válido, sería inoponible al mandante. Y este último estaría –además- premunido de una acción por daños y perjuicios contra el mandatario que, por su dolo o culpa, se hubiere extralimitado. Dicha acción se deriva de un ordinario caso de incumplimiento de obligaciones (Art. 1429 C.). Sin embargo, en el caso concreto del que se trata, como el mandatario es un menor –protegido por la normativa de orden público del derecho de familia que vela en interés de los menores- los patrimonios que realmente se verán afectados para el pago de estos perjuicios serán los de los representantes legales de dicho menor adolescente (Art. 237 F.).129 También se impone decir, sin contradicción alguna que, aunque el acto jurídico –objeto del mandato- celebrado por el mandatario adolescente, sea válido, el mandato en sí –entre el mandante y mandatario- es rescindible, pues en dicho negocio jurídico, una de las partes –el mandatario- es menor adolescente y, en consecuencia, una persona relativamente incapaz (Arts. 1318 C. inc. 3° primera parte y 1552 C. inc. 3°). Análisis de la segunda parte.- La parte final del Art. 1888 C., agrega: “ …; pero las obligaciones del mandatario para con el mandante y terceros no podrán tener efecto sino según las reglas relativas a los menores”. Lo dicho por el legislador no hace más que ratificar lo apuntado por nosotros en anteriores líneas: que aunque el acto jurídico, objeto del mandato, celebrado por el mandatario adolescente, sea válido, el mandato en sí, entre el mandante y el mandatario, será rescindible, es decir, anulable de nulidad relativa, pues una de las partes –el mandatario- es una persona relativamente incapaz (Arts. 1318 C. inc. 3° primera parte y 1552 C. inc. 3°). 129 O bien, a lo sumo, el peculio profesional o industrial del propio menor adolescente que ya tuviere catorce años, en caso que lo hubiere. Dicha “masa especial de bienes” es una suerte de patrimonio de afectación. Léanse a este respecto, los Arts. 228, 317 y 237 F.. 92 Dicha nulidad –sin embargo- por ser relativa, es subsanable por la prescripción de cuatro años o por la confirmación de las partes (Arts. 1554 C. in fine; 1562 C. y 1564 C. y ss.). En este último evento, la confirmación tendría que llevarla a cabo el mandante con los representantes legales del adolescente (Art. 1568 C.). Analizado de manera especial –entonces- el Art. 1888 C., se concluye que un mandante podría darle poder a un adolescente, quien en su nombre y representación, celebraría válidamente el acto jurídico de su interés, aunque el contrato de mandato entre ellos fuese rescindible. 45.- Décimo Octavo Apartado.- Esta sede se le dedicará al problema de la terminación del mandato. Las causales las enumera la ley en el Art. 1923 C..130 Los Artículos subsiguientes regulan de manera pormenorizada las principales causales de la enumeración formulada. El Art. 1923 C., reza: “Art. 1923.- El mandato termina: “1°) Por el desempeño del negocio para que fue constituido; “2°) Por la expiración del término o por el evento de la condición prefijados para la terminación del mandato; “3°) Por la revocación del mandante; “4°) Por la renuncia del mandatario; “5°) Por la muerte del mandante o del mandatario; “6°) Por la quiebra o insolvencia del uno o del otro; “7°) Por la interdicción del uno o del otro; “8°) Por la cesación de las funciones del mandante, si el mandato ha sido dado en ejercicio de ellas; pero las gestiones iniciadas o llevadas a cabo por el mandatario mientras se haya podido ignorar la relevación de las 130 Recuérdese que se habla del mandato administrativo o extrajudicial. Estas causales también se aplican, en general, al mandato judicial y, en el caso específico de la procuración, la norma que se aplica es el Art. 73 Pr.. 93 funciones del mandante, serán válidas respecto de terceros de buena fe. En cuanto a los asuntos judiciales en que haya intervenido el mandatario, se observará lo dispuesto en el [Código Procesal Civil y Mercantil]”. Primera Causal: el desempeño del negocio que fue encargado.- Esta causal cobra más interés en el caso del mandato especial, pues al haber cumplido el encargo el mandatario, queda agotada su función. De ahí que, notarialmente, en tales casos, el documento en que consta el poder especial debe ser entregado al notario para que éste lo agregue al Legajo de Anexos de su Protocolo (Art. 24 inc. 1° L. de N.). Segunda Causal: expiración del término o cumplimiento de la condición.- Siendo el mandato un acto jurídico, éste puede ser puro y simple, o bien, estar sujeto a modalidades. Se puede conceder poder a una persona hasta la llegada de cierto plazo, o bien, hasta que se cumpla una condición (resolutoria, se entiende; y en caso de que se cumpla, claro está).131 Tercera Causal: la revocación del mandante.- Siendo el mandato un contrato intuito persona, se le puede dejar sin efecto por la sola declaración unilateral de voluntad por parte del mandante. La revocación es, en sí misma, y en este caso, un acto jurídico unipersonal. ¿Es un acto jurídico solemne la revocación del poder?. R/ En general, no. Pero si se trata de la revocación de un poder para contraer matrimonio, éste debe hacerse constar –al menos- en documento privado autenticado (Art. 31 F. inc. 2°). La manifestación de voluntad del mandante que revoca puede ser expresa o tácita. Ésta última se presenta cuando el mandante le encarga el mismo negocio a distinta persona (Art. 1924 F. inc. 1°). Y si el primer mandato es general y el segundo especial, subsiste el primer mandato para los negocios no comprendidos en el segundo (Art. 1924 C. inc. 2°). Tal como se ha señalado, la voluntad del mandante que revoca un poder para contraer matrimonio debe constar por escrito, de lo que se deduce que su manifestación de voluntad, en este caso en particular, es expresa. 131 Esta segunda causal de terminación del mandato contempla, entonces, dos hipótesis: la de un plazo y la de una condición. 94 La ley dice que la revocación del mandato –aun en el caso que se hiciera en forma auténtica- surte efecto hasta que el mandatario ha tenido conocimiento de ella (Arts. 1925 y 1931 C.).132 En la práctica esto se resuelve con una notificación hecha al mandatario. El Art. 23 de la Ley del Ejercicio Notarial de la Jurisdicción Voluntaria y de Otras Diligencias, dice: “La revocatoria del mandato o poder podrá notificarse por medio de notario al apoderado o apoderados que se originen del mismo mandato”. “Si no encontrare a la persona a quien deba hacerse la notificación, el notario lo hará constar y efectuará la misma por medio de edictos que publicará en la forma indicada en el Artículo 5 de esta Ley, y se tendrá por hecha la notificación a partir del día siguiente al de la última publicación”. “El notario entregará originales las diligencias al interesado”. Un mandato revocado, pero sin conocimiento del mandatario, hace que lo actuado por este último, dentro de los límites del encargo, siga obligando respecto de terceros al mandante (Art. 1931 C. inc. 1°). Finalmente, el Art. 1926 C., agrega: “El mandante que revoca tendrá derecho para exigir del mandatario la restitución de los instrumentos que haya puesto en sus manos para la ejecución del mandato; pero de las piezas que pueden servir al mandatario para justificar sus actos, deberá darle copia firmada de su mano si el mandatario lo exigiere”. Cuarta Causal: la renuncia del mandatario.- Igualmente se debe decir que, por la misma razón de ser el mandato un contrato intuito persona, éste puede quedar sin efecto por la sola voluntad del mandatario. La renuncia del mandato es también, en sí misma, un acto jurídico unipersonal. ¿Es solemne el acto jurídico unipersonal de la renuncia de un poder que lleva a cabo el mandatario?. R/ No. La ley no lo ordena. Sin embargo es aconsejable que algo tan importante se haga por escrito y, además, se notifique al mandante. La ley únicamente sigue considerando responsable al mandatario durante el tiempo que al mandante le haga falta para celebrar personalmente el acto jurídico objeto del encargo, o bien, cometérselo a otra persona. La intención de la ley es que el mandatario no deje en el vacío al mandante en la 132 Y es que, en caso contrario, los efectos del acto jurídico unipersonal de la revocación le serían inoponibles. 95 gestión de sus negocios. El legislador –sin embargo- habla solamente de un “plazo razonable” que no determina (Art. 1927 C. inc. 1°). Si el mandatario renunciara, y de inmediato dejara de atender los negocios del mandante, se hace responsable de los perjuicios ocasionados a este último, a menos que alegara y probara el caso fortuito o la fuerza mayor que justifiquen su actuación (Arts. 1927 C. inc. 2° y 1910 C. in fine). Quinta Causal: la muerte del mandante o del mandatario.- De todos es sabido que, por regla general, la muerte no disuelve los efectos de un acto jurídico (Arts. 1078 C. inc. 1° y 680 C. inc. 2° in fine). Sin embargo, cuando el negocio es intuito persona, como en efecto lo es el contrato de mandato, la muerte sí produce ese efecto disolutivo. Ni los derechos ni las obligaciones se transmiten a los herederos. La muerte es real o presunta (Arts. 77 C. y ss.). La primera, aunque debe certificarse, es la que normalmente consta. La última, en cambio, de una naturaleza más especial, quedaría certificada hasta con la sentencia judicial que la determine, inscrita en el Registro del Estado Familiar competente. Mientras tanto –recuérdese- la persona tendría solamente la categoría de desaparecida, dentro del período de mera ausencia (Art. 82 C.). El Art. 1928 C. dice que, si bien es cierto que con la muerte del mandante cesan las funciones del mandatario, éste tendrá que terminar las gestiones pendientes en provecho de los herederos del mandante. Gestiones que no pueden quedar en el vacío sin perjuicio de los intereses de los herederos. A menos que estos sucesores nombraran para tales negocios a otros apoderados. El Art. 1929 C. inc. 1° expresa –por su parte- que en caso que el fallecido fuere el mandatario, los herederos de éste tienen la obligación de comunicar a la mayor brevedad el deceso al mandante. Y si no lo hicieren, son responsables de los perjuicios ocasionados a este último. Sexta Causal: la quiebra o insolvencia del mandante o del mandatario.La ley, basándose siempre en la idea que el mandato es un contrato intuito persona, considera que es motivo de pérdida de confianza entre el mandante y 96 el mandatario, si cualquiera de ellos cayera en estado de quiebra o insolvencia financiera.133 Séptima Causal: la interdicción del mandante o del mandatario.- Lo que es natural, ya que dichas personas se volverían absolutamente incapaces de celebrar actos jurídicos (Arts. 1318 C. incs. 1° y 2° y 1552 C. inc. 2°). Cualquiera de ellos necesitará –ahora- de un representante legal: el tutor legítimo (Arts. 290 y 291 F.). Nótese que la ley, en esta séptima causal del Art. 1923 C., habla de “interdictos”, es decir, de personas que no solamente son absolutamente incapaces sino que HAN SIDO JUDICIALMENTE DECLARADAS personas absolutamente incapaces, ya sea por razón de demencia o por sordera (de las que no puedan darse a entender de manera indudable). La ley familiar trata de lo propio en los Arts. 292 y 293 F..134 El tutor legítimo nombrado, del mandante o del mandatario interdicto, tiene la obligación de notificarle a la otra parte del contrato de mandato, el estado de interdicción que ha sobrevenido. Eso es lo que quiso decir el legislador civil en el Art. 1929 C. inc. 2°. Octava Causal: la cesación de las funciones del mandante, si el mandato ha sido dado en ejercicio de ellas.- Si, por ejemplo, el mandante confería encomiendas en base a su cargo, y este cargo lo pierde, las encomiendas conferidas en mandato pierden su razón de ser. 46.- Décimo Noveno Apartado.- El presente espacio se le dedica al problema de la representación aparente a través de mandatario. La base legal de la figura es el Art. 1931 C., que reza: “Art. 1931.- En general, todas las veces que el mandato expira por una causa ignorada del mandatario, lo que éste haya hecho en ejecución del 133 Quiebra e insolvencia son lo mismo. La única diferencia es que el primer término es de cuño mercantil, al tanto que el otro, de naturaleza civil. 134 Para efectos de prueba, en el proceso de nulidad correspondiente, recuérdese que no es lo mismo demente simple que demente interdicto. Este último es el que ha sido declarado judicialmente demente. No es un demente de facto sino un demente de jure (Art. 295 F.). Relaciónese –además- a todo este respecto, al Art. 33 inc. 2° de la Ley Transitoria del Registro del Estado Familiar y de los Regímenes Patrimoniales del Matrimonio. 97 mandato será válido y dará derecho a terceros de buena fe contra el mandante. “Quedará asimismo obligado el mandante, como si subsistiera el mandato, a lo que el mandatario, sabedor de la causa que lo haya hecho expirar, hubiere pactado con terceros de buena fe; pero tendrá derecho a que el mandatario le indemnice. “Cuando el hecho que ha dado causa a la expiración del mandato hubiere sido notificado al público por periódicos o carteles, y en todos los casos en que no pareciere probable la ignorancia del tercero, podrá el Juez en su prudencia absolver al mandante”. Para que el patrimonio del mandatario no se vea afectado en la gestión de negocios que él realiza con terceros, en nombre y representación del mandante, lo ordinario es que dicho mandatario dé suficiente conocimiento de sus poderes a los terceros (Art. 1914 C. ord. 1°). Si el mandato expirara por alguna causa ignorada por el mandatario, se aplicarán por regla general los principios del mandato aparente. Es decir que lo actuado por el mandatario –en nombre y representación del mandanteseguirá obligando a este último frente a terceros. No se produciría el efecto de inoponibilidad (Art. 979 Com.). Lo dicho suele tener relevancia en materia mercantil. Al respecto, Ospina se expresa así: “Cuando el representante tiene poder aparente para el acto de que se habla y la persona que con él contrata se funda de buena fe y prudentemente en esa apariencia, el representado queda tan obligado como si el poder fuera real y suficiente. Así, cuando el mandatario ha desempeñado su encargo por largo tiempo, llegando a adquirir cierto carácter de permanencia y publicidad, la terminación del mandato no perjudica a los terceros de buena fe que contraten posteriormente con el mandatario aparente dentro del giro normal del encargo que éste venía desempeñando. De esta suerte, el mandato aparente produce efectos contra el representado”.135 OSPINA FERNÁNDEZ, Guillermo y OSPINA ACOSTA, Eduardo: “Teoría General de los Actos o Negocios Jurídicos”. 3ª ed., Editorial Temis, S.A.; Bogotá, Colombia, 1987. Núm. 414, págs. 350 y 351. 135 98 47.- Vigésimo Apartado.- Esta sede será dedicada a una última situación que implica todo mandato y que es de sumo interés en él: el problema de la rendición de cuentas que el o los mandatarios deben hacerle al mandante.136 El tema lo desarrollan los Arts. 1915, 1916 y 1917 del Código Civil. “Art. 1915.- El mandatario es obligado a dar cuenta de su administración. “Las partidas importantes de su cuenta serán documentadas si el mandante no le hubiere relevado de esta obligación. “La relevación de rendir cuentas no exonera al mandatario de los cargos que contra él justifique el mandante”. “Art. 1916.- Debe al mandante los intereses legales de dineros de éste que haya empleado en utilidad propia. “Debe asimismo los intereses del saldo que de las cuentas resulte en contra suya, desde que haya sido constituido en mora”. “Art. 1917.- El mandatario es responsable tanto de lo que ha recibido de terceros en razón del mandato, aun cuando no se deba al mandante, como de lo que ha dejado de recibir por su culpa”. Es muy recomendable, entonces, que los apoderados lleven cuentas documentadas de todas sus actuaciones. Deben tener constancia de cada pago que efectuaron o que recibieron en nombre del mandante. Deben tener constancia de cada oferta que terceros les hayan hecho con el ánimo de adquirir bienes; etc.. La clase de proceso judicial para el examen y rendición de cuentas puede variar de acuerdo a la cuantía (Arts. 239 Pr. y ss. y Arts. 489 Pr. y ss.), pero una vez esclarecida en sentencia la pretensión del mandante que las reclama, el Art. 699 Pr., en la parte relativa a la ejecución de dicha sentencia para liquidar cantidades, establece: CAPÍTULO CUARTO 136 El punto es también de interés –y de interés público- en materia de tutelas (Art. 329 F. y Arts. 331 F. y ss.). 99 LIQUIDACIÓN DE CANTIDADES Rendición de cuentas “Art. 699.- Cuando hubiera que ejecutar una condena a rendir cuentas de una administración y entregar el saldo, se aplicarán las normas del artículo anterior, aunque se podrá ampliar el plazo para que el obligado presente las cuentas en atención a la importancia y complejidad de la administración”. A lo dicho se suma la responsabilidad penal, pues un mandatario que perjudica al mandante con una mala gestión de negocios, comete el delito de administración fraudulenta, tipificado en el Art. 218 Pn., que reza: “Art. 218.- El que teniendo a su cargo el manejo, la administración o el cuidado de bienes ajenos, perjudicare a su titular alterando en sus cuentas los precios o condiciones de los contratos, suponiendo operaciones o gastos, aumentando los que hubiere hecho, ocultando o reteniendo valores o empleándolos indebidamente, será sancionado con prisión de tres a cinco años”. 100 Inexistencia y nulidad de los actos jurídicos Limen.- En la Teoría General de los Actos Jurídicos existen tres temas que deben saber diferenciarse: 1°) La ineficacia de los actos jurídicos. 2°) La disolución de los actos jurídicos. Y 3°) La suspensión de los actos jurídicos. Las causales de estos tres fenómenos tienen un denominador común. Todas conllevan al cese de los efectos de la declaración de voluntad. De ahí la importancia de saber distinguir cuándo se está en presencia de una causal de ineficacia, cuándo de disolución y cuándo solamente de suspensión del acto o contrato que le producirá a éste un cese en sus efectos. Ineficacia de los actos jurídicos.- Un acto jurídico es ineficaz cuando nace a la vida del derecho con un vicio que lo corrompe. Algunas de las causales que producen esta anomalía deberán estar declaradas en sentencia judicial firme y pasada en autoridad de cosa juzgada, pues mientras ello no ocurra, el acto o contrato gozará de una gracia provisional de eficacia. Será considerado un acto jurídico putativo, es decir, aparente.137 Siendo la nulidad una causal de ineficacia de los actos jurídicos, como se estudiará adelante, lo dicho encuentra base legal en el inciso 1° del Art. 1557 C., que reza: “Art. 1557 [inc. 1°].- La nulidad pronunciada en sentencia que tiene la fuerza de cosa juzgada, da a las partes derecho para ser restituidas al mismo estado en que se hallarían si no hubiese existido el acto o contrato nulo; sin perjuicio de lo prevenido sobre el objeto o causa ilícita. …”. 137 Lo putativo es lo aparente. La expresión se deriva del latín “putare”, que quiere decir “creer”. 101 La consideración de un acto jurídico ineficaz como putativo cuando aún no se ha pronunciado sentencia firme al respecto, y en los casos pertinentes, se debe a uno de los principios fundamentales en que descansan las declaraciones de voluntad: el postulado de la conservación de los actos jurídicos, el cual opta por preferir a los actos o contratos que puedan producir algún efecto legal en contraposición a los que no produzcan ninguno. Preferir, pues, en suma lo fértil a lo infértil (Art. 1433 C.). Las causales de ineficacia de los actos jurídicos son: A) La inexistencia. B) La nulidad (absoluta o relativa). C) La inoponibilidad de los efectos del acto jurídico frente a terceros. Y D) El acto jurídico imperfecto. En el presente estudio se tratará solamente a las dos primeras formas de ineficacia. En cuanto a la inoponibilidad de los efectos de un acto jurídico frente a terceros y sobre el llamado acto jurídico imperfecto se hará un estudio por separado más adelante. La disolución de los actos jurídicos.- Las causales que disuelven un acto jurídico parten del supuesto que este acto es eficaz, es decir, que se hallaba legítimamente celebrado. Nótese con ello –de entrada- la diferencia con el fenómeno anterior, es decir, la ineficacia de los actos jurídicos. El acto jurídico que se disuelve cesa de producir efectos permanentemente. Y la base legal del fenómeno la brinda el Art. 1416 C., al manifestar: 102 “Art. 1416.- Todo contrato138 legalmente celebrado, es obligatorio para los contratantes, y sólo cesan sus efectos entre las partes por el consentimiento mutuo de éstas o por causas legales”. Como se analizará en un estudio por separado, los motivos por los que se disuelve un acto jurídico son sólo dos: la revocación y las causas legales (tanto generales como especiales). La suspensión de los actos jurídicos.- Con este fenómeno también se parte de la base que el acto o contrato es eficaz, es decir, se hallaba legítimamente celebrado. La diferencia con la figura anterior –la disoluciónes que en esta otra el cese de los efectos del acto es solamente temporal. Los motivos por los que se suspenden los efectos de un acto jurídico son dos: la voluntad de las partes y las causas legales. De este fenómeno también se hará un estudio especial más adelante. Con todo lo dicho en esta introducción, se pasan a estudiar –entonces- a dos de las causales más importantes de ineficacia de los actos jurídicos: la inexistencia y la nulidad, dándosele prioridad a esta última. 48.- El Código Civil salvadoreño, que regula al derecho privado patrimonial en general, define la nulidad de los actos jurídicos vulgares en el Art. 1551 inc. 1°, que reza: “Art. 1551 [inc. 1°].- Es nulo todo acto o contrato a que falta alguno de los requisitos que la ley prescribe para el VALOR del mismo acto o contrato, según su especie y la calidad o estado de las partes”.139 El inc. 2° agrega: “La nulidad puede ser absoluta o relativa”; introduciendo con ello en el tema de la clasificación de las nulidades y del que se hablará después. Desde la Edad Media, la doctrina del derecho civil ha insistido en que deben diferenciarse dos formas distintas de ineficacia en los negocios La palabra “contrato” está tomada en sentido amplio. La ley quiso decir “acto jurídico”. Esta norma hace muy bien en separar los términos acto y contrato ya que, como se ha aprendido, no todos los actos jurídicos son contratos. 138 139 103 jurídicos: su inexistencia y su nulidad.140 La primera forma es mucho más grave que la segunda. En el acto jurídico inexistente, el vicio que corrompe su eficacia ataca directamente la existencia misma del acto; en cambio, en el acto jurídico írrito o nulo, el vicio que corrompe su eficacia ataca solamente su validez. De ahí que el Art. 1551 C. inc. 1° que se ha transcrito, hace muy bien en utilizar en su texto el vocablo “valor”. La ley dice, en efecto: “Es nulo todo acto o contrato a que falta alguno de los requisitos que la ley prescribe para el VALOR del mismo acto o contrato, …”. Si a un acto jurídico, por ejemplo –vulgar o no- le faltase la voluntad o el consentimiento de las partes, dicho acto jurídico no sería tal cosa. Le faltaría un elemento consustancial en él que no le permitiría ser lo que dice que es. Le faltaría, pues, su realidad ontológica jurídica como tal. En cambio, si el acto jurídico sí cuenta con la voluntad o el consentimiento de las partes, pero dicho consentimiento está viciado por el error, la fuerza o el dolo, o bien, hubiese sido celebrado por personas que no tienen la capacidad de ejercicio que exige la ley, dicho acto jurídico existiría pero sería anulable. Se debe tener clara, entonces, la diferencia lógica de esos dos conceptos, aun cuando ambos sean formas de ineficacia de los actos jurídicos. El Código Civil patrio –que es del siglo XIX- no cuenta –como los Códigos modernos- con un capítulo separado del de las nulidades en el que se regulen los casos de actos jurídicos inexistentes. Sin embargo, suele utilizar a veces frases con las que denota que una declaración de voluntad deberá tomarse por inexistente. Son frases fuertes que al intérprete de la ley le dan a entender esa idea. Véanse estos ejemplos: A) Si a un acto o contrato en particular le faltasen sus propios elementos especiales esenciales (o “cosas de la esencia”, como dice el Código Civil salvadoreño), tal negocio jurídico: o no produce efecto alguno o degenera en algún otro negocio jurídico diferente (Arts. 1314 C. 140 La doctrina resurgió a partir del pensamiento del tratadista alemán Zachariae Von Lingenthal. Por lo demás, se discutirá sobre esas dos formas de ineficacia y no se abordarán –de momento- los problemas que giran alrededor de las otras dos: la inoponibilidad de los efectos de los actos jurídicos frente a terceros y el acto jurídico imperfecto. OSPINA, ob. cit., núm. 514, pág. 440. 104 inc. 2° y 1315 C. primera parte). Con esa frase –“no produce efecto alguno”- el legislador quiso decir que tal acto o contrato sería inexistente. Los ejemplos pueden ser el de una venta sin cosa vendida; o una tradición sin entrega material; o un mandato sin encargo; etc.. B) En la venta, el precio debe ser definido de común acuerdo por las partes. No puede quedar al arbitrio de una sola de ellas. Las partes, a lo más, pueden acordar que una tercera persona lo defina. Pero si ninguna de estas hipótesis se presenta, la ley dice de manera clara y terminante que, sencillamente, “no habrá venta” (Art. 1613 C.). C) La ley exige –a veces- que los actos jurídicos deben constar en instrumento público. Si no se pactan así “se mirarán como no ejecutados o celebrados”. El Art. 1572 C. inc. 1° dice muy claramente: “La falta de instrumento público no puede suplirse por otra prueba en los actos y contratos en que la ley requiere esa solemnidad; y se mirarán como no ejecutados o celebrados aun cuando en ellos se prometa reducirlos a instrumento público dentro de cierto plazo, bajo una cláusula penal: esta cláusula NO TENDRÁ EFECTO ALGUNO”. D) En materia mercantil, los contratos de sociedad no pueden excluir a ningún socio de la participación de utilidades. Si hubiere estipulaciones en ese sentido leonino, tales estipulaciones “no producen ningún efecto legal” (Art. 36 Com.). E) La venta inmobiliaria “no se reputa perfecta ante la ley” si no consta en escritura pública. Así de fuerte y claro se expresa el inciso 2° del Art. 1605 C.. 105 De acuerdo con la doctrina, los casos de inexistencia de los actos jurídicos son los siguientes:141 1°) Falta de voluntad o de consentimiento.- Lo cual es obvio, pues se trata de un elemento sustancial en todo negocio jurídico. El otro, que es el objeto de objetivo o causa, es decir, el motivo que impulsa a las partes a ejecutar el acto (Arts. 1316 C. ord. 4° y 1338 C.), no podría tampoco faltar si se quiere estar en presencia de un acto jurídico. Sin embargo, si eso sucediera querría decir que lo que falta es la voluntad o el consentimiento mismos, ya que la causa va indisolublemente unida a esa voluntad o consentimiento. La omisión de solemnidades ad substantiam actus o solemnidades propiamente dichas, suele ser tomada también como causa de inexistencia del acto jurídico solemne de esta clase de formalidad; sin embargo, a la postre, lo que igualmente habría aquí sería una falta de consentimiento, pues en esta clase de actos el consentimiento no se tiene por vertido si no se llena la forma. La forma es su único canal de expresión. Una postura más práctica sostiene que la omisión de las solemnidades ad substantiam actus en los actos jurídicos solemnes de esta clase de formalidad, lo que deviene es una nulidad absoluta, pues se omite un requisito o formalidad para el “valor” del acto o contrato, como claramente lo dice el Art. 1552 C. inc. 1°. En lo personal nos inclinamos por esta última postura. 2°) Falta de objeto.- Se debe comenzar por decir que no debe confundirse a este objeto con el objeto de objetivo o causa, que es uno de los elementos consustanciales de todo acto jurídico, según se dijo, y que va indisolublemente unido a la voluntad o consentimiento. El objeto del que ahora se habla es, en una primera acepción que da el Código Civil, la cosa que el deudor debe dar, hacer o no hacer. El mero uso de la cosa o su tenencia puede ser objeto de la declaración. Este objeto, por cierto, debe ser lícito (Arts. 1316 C. ord. 3° y 1331 C.). En realidad de verdad, el objeto de todo acto 141 El siguiente listado es una interpretación libre de lo que se ha creído comprender del pensamiento de Ospina. Para mayor abundancia sobre el tema, consúltese OSPINA FERNÁNDEZ, Guillermo y OSPINA ACOSTA, Eduardo: “Teoría General de los Actos o Negocios Jurídicos”. 3ª ed., Editorial Temis, S.A.; Bogotá, Colombia, 1987. Núms. 513 y ss.. Págs. 438 y ss.. 106 jurídico es la obligación que se crea, modifica o extingue. Y el objeto de esa obligación es la prestación, que puede ser de dar, hacer o no hacer alguna cosa. Por lo tanto, a la postre, el objeto del acto jurídico es la prestación. De acuerdo con nuestras leyes, el acto jurídico que tiene objeto ilícito es anulable de nulidad absoluta (Art. 1552 C. inc. 1°). En cambio, de acuerdo con la doctrina, el acto jurídico que carece de objeto es inexistente. Es por ello que, a guisa de ejemplo, el Art. 1618 C. inc. 1°, reza: “La venta de una cosa que al tiempo de perfeccionarse el contrato se supone existente y no existe, NO PRODUCE EFECTO ALGUNO”. 3°) Falta de elementos especiales esenciales del particular acto jurídico que se analice.- Se distinguen en cada acto jurídico los elementos que son de su esencia, de su naturaleza y los puramente accidentales en él (Art. 1314 C. inc. 2°). Los primeros son aquellos vitales para ese negocio jurídico en particular que se analiza. Así, por ejemplo, son elementos especiales esenciales en la venta, la cosa vendida y el precio (Art. 1597 C.). Es de la esencia del mandato el encargo (Art. 1883 C., in limine). Son de la esencia de la tradición la entrega material de la cosa y el hecho que el tradente sea dueño de la cosa que entrega (Art. 651 C.); etc.. Sin esos elementos esenciales el acto jurídico en particular no es lo que dice ser. Si tales elementos le faltaran, el acto jurídico no produciría efecto alguno o degeneraría en otro diferente (Art. 1315 C. primera parte).142 El primero de estos dos posibles efectos señalados es el que interesa. Si a un acto jurídico le falta alguno de sus elementos esenciales, simple y sencillamente no producirá efecto alguno. Ese acto jurídico no será lo que dice ser. Así, por ejemplo, el que se quiera imaginar una compraventa sin cosa vendida o un mandato sin encargo, estará concibiendo un absurdo. Es por eso que la doctrina sostiene que, cuando se produce este efecto, se está en presencia de otro caso más de inexistencia. 49.- Se tratará ahora a la nulidad. 142 Ejemplo de este último efecto se nota en una compraventa sin precio. Degeneraría en una donación. Aquí se aprecia, por cierto, una aplicación del Postulado de la Conversión de los Actos Jurídicos, el cual se basa, a la vez, en el Postulado de la Conservación de los mismos: el legislador prefiere mantener con vida a un acto jurídico que a lo menos va a producir algunos efectos que al que no va a producir ninguno (Art. 1433 C.). 107 La nulidad de un acto o contrato se presenta cuando su ineficacia se debe a vicios que corrompen su validez, no su existencia. De ahí que la doctrina sostenga que un acto jurídico írrito o nulo por lo menos existe.143 La nulidad de los actos jurídicos vulgares es de dos clases: absoluta y relativa (Art. 1551 C. inc. 2°). El Código Civil salvadoreño llama a la primera nulidad, en sentido propio; y llama a la segunda rescisión.144 Autores como Ospina piensan que también debe hablarse de “nulidades especiales”, aun para el caso de actos jurídicos vulgares. El autor colombiano sostiene –por ejemplo- que la nulidad de la que trata el Art. 1445 C. inc. 1°, es una nulidad sui generis; no es ni puede ser una nulidad absoluta ni relativa.145 No es este el lugar para discutir lo que esa norma dice, pero sí se puede convenir en que las nulidades de los actos jurídicos que no son vulgares – como los familiares, por ejemplo- son “especiales”. Así, en el matrimonio, aunque en él se hable de que puede ser nulo de nulidad absoluta o nulo de nulidad relativa, no cabe duda que esta suerte de ineficacia en un acto jurídico familiar como ese no puede menos que ser “especial”.146 Lo que sí vale la pena recordar es que los actos jurídicos, en realidad de verdad, no es que sean nulos sino anulables. Esto quiere decir, en base al Postulado de la Conservación de los Negocios Jurídicos, que las declaraciones de voluntad serán nulas hasta que haya una sentencia judicial ejecutoriada y pasada en autoridad de cosa juzgada que así lo decrete. Mientras eso no acontezca, el acto jurídico será putativo, aparente. Gozará de una gracia provisional de eficacia, que en este caso sería decir, una gracia provisional de “validez” (Art. 1557 C. inc. 1°). Lo dicho vale tanto para la nulidad absoluta como para la relativa o rescisión. 143 OSPINA. Opus cit., núm. 513, pág. 438. Es por eso que el Título XX del Libro IV del Código Civil lleva por acápite: “De la Nulidad y la Rescisión”. 145 OSPINA FERNÁNDEZ, Guillermo: “Régimen General de las Obligaciones”. 4ª ed., Editorial Temis, S.A.; Bogotá, Colombia, 1984. Núms. 501 a 504; págs. 346 y ss.. 146 Como muestra de lo afirmado, basta con recordar que la nulidad del matrimonio puede ser simple o putativa (Art. 103 F.). Clasificación que no se aplica al resto de actos jurídicos. 144 108 Y cuando esa nulidad absoluta o relativa es decretada judicialmente, de la manera firme que se ha señalado, se producen –entre otros- dos efectos principales: 1°) Un efecto ut ex tunc, es decir, retroactivo y restitutivo: las cosas vuelven al estado en que se hallarían si no se hubiese ejecutado o celebrado el acto o contrato nulo; sin perjuicio de lo prevenido sobre el objeto o causa ilícita (Art. 1557 C. inc. 1° in fine). Y 2°) Ha lugar a la correspondiente acción indemnizatoria, pues la parte responsable del vicio de nulidad deberá repararle a la otra los daños y perjuicios derivados de la ineficacia del acto (Art. 696 Pr.).147 Se deben formular –ahora- estas preguntas: ¿Debe también la inexistencia de los actos jurídicos decretarse de manera firme, judicialmente?. ¿Puede ser considerado putativo un acto jurídico inexistente mientras no haya resolución judicial que la determine?. ¿Pueden gozar los actos jurídicos inexistentes de una gracia provisional de eficacia, la cual, en este caso sería, de una gracia provisional de existencia?. ¿Se producen los dos efectos, ut ex tunc e indemnizatorio, una vez decretada judicialmente la inexistencia, en caso que la figura ameritara de la intervención judicial en el debido proceso legal?. Para la doctrina no ha sido fácil contestar todas estas preguntas. Unos piensan que la inexistencia no debe ser declarada en una sentencia firme, cuando se trate de vicios que de manera manifiesta o evidente denoten la inexistencia del acto. Basta con que el Juez “reconozca” que aquel acto jurídico no es tal cosa, y que, por ende, la pretensión procesal es improponible o inadmisible. No se van a discutir las cosas que no tienen sentido jurídico. La administración de justicia no está para perder el tiempo con eso. Así, por ejemplo, sostienen algunos, la compraventa inmobiliaria que conste en documento privado es, de entrada, inexistente. ¿Qué más pruebas se necesitan después de leer al Art. 1605 C. inc. 2°, que dice que la venta de los bienes raíces no se reputa perfecta ante la ley si no es otorgada en escritura pública?. Ambos efectos principales los resumía ya –en el derecho pretoriano- la actio de in integrum restitutio, de los romanos. 147 109 No se necesita declaración judicial para eso. A lo sumo, bastará el reconocimiento judicial de eso en el sentido negativo.148 Ahora bien, si el vicio que corrompe la existencia del acto o contrato no fuese ostensible, los autores convienen en pensar que en tal caso el hecho debe ser investigado y esclarecido a nivel procesal. En tal caso sí se necesitará de una sentencia judicial firme que establezca la inexistencia. Y mientras ello no acontezca, el acto o contrato sería putativo, aparente. Gozaría de una gracia provisional de existencia. Así, por ejemplo, de todos es sabido que el consentimiento es un elemento sustancial de toda declaración de voluntad. Si dicho elemento faltara, el acto jurídico sería inexistente. Luego, entonces, si en una compraventa, el vendedor alegara que él en ningún momento consintió en vender nada; que la firma que aparece en el documento se parece pero no es la suya; que es falsificada; tendrá todo que ventilarse en el proceso correspondiente. Y luego, con las pruebas vertidas, demostrarse –si del caso fuera- que el vendedor tiene razón. Y la inexistencia tendría que aparecer declarada en la sentencia correspondiente, produciéndose –entonces- los dos efectos que se señalaron líneas arriba: el retroactivo y el indemnizatorio.149 50.- La nulidad absoluta.- Esta clase de nulidad es la más grave. Bien puede decirse que es la que –en gravedad- más se aproxima a la inexistencia. Se comprende también con facilidad que es de orden público. En materia de nulidades, y en el derecho patrimonial común, la regla general la constituye la nulidad relativa o rescisión (Art. 1552 C. inc. 3°). La nulidad absoluta –que es la que ahora se estudia- es la excepción, ya que solamente existen cuatro causales taxativas de ella. Son las siguientes: 1ª) El objeto ilícito.- Tal como ya se expuso en páginas anteriores, no es lo mismo que un acto jurídico carezca de objeto a que posea uno que sea ilícito. Lo primero es causal de inexistencia. Lo segundo, de nulidad absoluta (Arts. 1316 C. ord. 3° y 1552 C. inc. 1°). Y el objeto es ilícito cuando la 148 149 OSPINA, “Teoría General de los Actos o Negocios Jurídicos”. Obra citada, núm. 517, págs. 446 y ss.. Ídem.. De hecho, en El Salvador se tiene jurisprudencia al respecto. 110 prestación es contraria a la ley, a la moral, a las buenas costumbres o al orden público (Arts. 1333 al 1337 C.). Esta última disposición –el Art. 1337 C.- dice que, en general, todo acto jurídico PROHIBIDO por las leyes tiene objeto ilícito, volviéndolo, por lo tanto, “anulable” de nulidad absoluta.150 El deudor que se obliga, por ejemplo, a traditar cosas embargadas por decreto judicial o cuya propiedad se litiga; o el deudor que se obliga a traditar o entregar cosas que no están en el comercio, estaría celebrando contratos que adolecen de objeto ilícito. Un padre de familia –es decir, un padre que ejerce autoridad parental- que vende bienes de la pertenencia de su hijo, en los términos del Art. 230 F., sin la previa autorización judicial o sin que la venta se lleve a cabo en pública subasta, estaría llevando a cabo un acto jurídico con objeto ilícito.151 Un deudor que se obliga a llevar a cabo un homicidio, un genocidio, un acto terrorista, etc., estaría ejecutando un contrato de arrendamiento de servicios que tendría objeto ilícito. 2ª) La causa ilícita.- Tal como se expuso en páginas anteriores, la causa es el motivo que induce a las partes a celebrar el acto o contrato. Es el mismo “objeto de objetivo”, el cual es uno de los dos elementos consustanciales de todo acto jurídico (Art. 1338 C.).152 Si un acto jurídico careciese de causa sería inexistente. Sin embargo, la inexistencia no se debería a la falta de la causa en sí sino a la falta de la voluntad o consentimiento, ya que éste no podría manifestarse sin un motivo. La causa es un elemento lógicamente inseparable de la voluntad o del consentimiento manifestado en el acto. Ahora bien, si la causa de ese acto jurídico fuese ilícita, dicha declaración de voluntad sería anulable de nulidad absoluta (Arts. 1316 C. ord. 4° y 1552 C. inc. 1°). Ya se hizo ver por qué no se dice “nulo” de nulidad absoluta sino “anulable” de nulidad absoluta. También puede decirse que esta venta es anulable de nulidad absoluta por no observarse las solemnidades propiamente dichas que señala el Art. 230 F.. En todo caso, como puede verse, el resultado sería el mismo. Otro tanto se puede decir del tutor que vende bienes de la pertenencia de su pupilo (Art. 322 F. ord. 2° primera parte). 152 En Filosofía, la Teoría de la Causa se debe a Aristóteles. Vertida al campo jurídico, particularmente en la Teoría de los Actos Jurídicos, ha dado lugar –durante siglos- a encontrados debates que la hacen una de las Teorías de más difícil comprensión. 150 151 111 La causa es ilícita cuando el motivo que induce a las partes a contratar es contrario a la ley, a la moral, a las buenas costumbres o al orden público (Art. 1338 C. inc. 2°). Así, por ejemplo, si el motivo que induce a celebrar un contrato de arrendamiento de una casa es para albergar en ella una célula terrorista, un lupanar o un centro de operaciones de narcotráfico, dicho contrato –aunque tenga un objeto lícito, como en efecto lo es alquilar una casa- tendrá, sin embargo, una causa ilícita. Dicho contrato se vuelve anulable de nulidad absoluta (Arts. 1338 C. inc. 2° y 1552 C. inc. 1°). 3ª) Omisión de las solemnidades ad substantiam actus o solemnidades propiamente dichas.- En la Antigüedad, la regla general era que los actos jurídicos fuesen solemnes. La consensualidad era la excepción. En la actualidad, por motivos de la agilidad comercial, es lo contrario: la consensualidad es la regla general y la solemnidad, la excepción (Art. 1314 C. inc. 1°). Que en la actualidad los actos jurídicos sean solemnes por excepción se debe a que algunos de ellos tienen por objeto la enajenación de bienes registrables, o bien, son de orden público. La ley suele exigir formas de solemnidades para la ejecución de tales actos, como por ejemplo: que consten por escrito (en instrumentos públicos o privados); que se hagan ante la presencia de testigos; que se inscriban en registros públicos; que las partes pronuncien palabras sacramentales; etc.. Las solemnidades o formalidades son de tres clases: A) Solemnidades Ad Substantiam Actus o solemnidades propiamente dichas.- Que son aquellas que atañen a la validez del acto para considerarlo perfeccionado. Son el único canal a través del cual las partes pueden verter su consentimiento. Son ejemplos: la escritura pública para las ventas inmobiliarias (Art. 1605 C. inc. 2°); el escrito –público o privado- en el que debe constar el contrato de promesa (Art. 1425 C. ord. 1°); la inscripción en el Registro correspondiente de la tradición hipotecaria (Art. 668 C. inc. 1°); etc.. En materia notarial quedan incluidas en esta clase de solemnidades las formas que deben revestir los instrumentos públicos notariales (Art. 32 L. de N.). 112 B) Solemnidades ad probationem.- Que son aquellas que exige la ley únicamente para efectos de prueba en los Tribunales, en caso de eventuales litigios. La omisión de tales formalidades no deviene inexistencia ni nulidad absoluta o relativa del acto jurídico, sino únicamente la imposibilidad para el interesado de poder probar la obligación por medio de testigos. Dicho medio probatorio no será admitido por el Juez. El Art. 1579 C. expresa que no se admitirá prueba de testigos respecto de una obligación que haya debido consignarse por escrito. Y las propias son –agregan los Arts. 1580 y 1581 C.- aquellas que tienen un valor de doscientos colones o más, o bien, fueren de valor indeterminado.153 El ejemplo concreto de lo afirmado se tiene en materia de contratos de arrendamiento, cuando el precio de la cosa o el servicio arrendado excediere de doscientos colones o fuere indeterminado (Art. 1703 C. inc. 2°). Y C) Solemnidades ad voluntatem.- Que son aquellas producto de la autonomía de la voluntad privada de las partes, pues el acto jurídico en sí, de acuerdo a la ley, es consensual. Es la voluntad de las partes la que lo ha elevado a la categoría de solemne. Así, por ejemplo, si las partes estipulan que la compraventa consensual de una cosa no se reputará válida si no consta por escrito o no se hace ante la presencia de testigos, etc., se estará en presencia de esta clase de solemnidad (Art. 1606 C.). Si dicha solemnidad se omitiera, el acto jurídico sería rescindible, es decir, anulable de nulidad relativa (Art. 1552 C. inc. 3°). 4ª) Actos jurídicos celebrados por personas absolutamente incapaces.Acomodando el Art. 1318 C. inc. 1° con las nuevas tendencias, en la legislación civil salvadoreña, se consideran personas absolutamente incapaces: A) Las niñas y niños, es decir, los infantes (Art. 3 LEPINA); B) los que no se hallen en el pleno uso de su razón; y C) los que no puedan expresar su voluntad o consentimiento de manera inequívoca. 153 Lo de doscientos colones es actualmente un valor económico irrisorio al hacerse la conversión en dólares de los Estados Unidos de América. Sin embargo, tales Artículos del Código Civil siguen vigentes. 113 “Sus actos no producen ni aun obligaciones naturales, y no admiten caución”, como dice el Art. 1318 C. inc. 2°.154 Las cuatro causales de nulidad absoluta, así como las ideas que se han dicho sobre la nulidad en general, tienen asidero legal en el Art. 1552 C., que dice: “Art. 1552.- La nulidad producida por un objeto o causa ilícita, y la nulidad producida por la omisión de algún requisito o formalidad que las leyes prescriben para el VALOR de ciertos actos o contratos, en consideración a la naturaleza de ellos, y no a la calidad o estado de las personas que los ejecutan o acuerdan, son nulidades absolutas. “Hay asimismo nulidad absoluta en los actos y contratos de personas absolutamente incapaces. “CUALQUIERA OTRA ESPECIE DE VICIO produce nulidad relativa, y da derecho a la rescisión del acto o contrato”. Apéndice sobre el tema de las personas absolutamente incapaces: el enfoque moderno que debe dársele a las expresiones “dementes” y “sordos que no puedan darse a entender de manera indudable”, que menciona el Art. 1318 C. inc. 1°.- Como ya fue señalado, una de las personas consideradas por la ley como absolutamente incapaces para celebrar válidamente por sí mismas actos jurídicos es el “demente”. Así tal cual lo dice el Art. 1318 C. incs. 1° y 2°. Y demente es el loco, el falto de juicio, el que padece demencia. La demencia, por su parte, es un trastorno de la razón. Es el deterioro progresivo y prácticamente irreversible de las facultades mentales que causa graves trastornos de conducta. Esta persona necesita actuar a través de representante legal debidamente constituido para conducirse por las vías del comercio jurídico, pues si ejecutase o celebrase el acto o contrato por sí mismo, éste adolecería de nulidad absoluta (Art. 1552 C. inc. 2°). 154 No es que estas personas no puedan celebrar actos jurídicos. Lo que se quiere decir es que deben hacerlo a través de sus representantes legales, pues si los ejecutan por sí mismos habría nulidad absoluta. 114 La base legal de esta incapacidad se tiene en el Art. 293 F. ord. 1°, que reza: Causas de incapacidad “Art. 293 [ord. 1°].- Son causas de incapacidad: “1ª) La enfermedad mental crónica e incurable, aunque existan intervalos lúcidos …”. El Art. 1318 C. inc. 1° no debió hablar de “dementes” sino de personas “que no se hallan en el pleno uso de su razón”. Es una frase más completa y mejor estructurada en el tema de la incapacidad para celebrar actos jurídicos por parte de ciertas personas, pues hay quienes no se encuentran en el pleno uso de su razón sin padecer una enfermedad mental dirimente, como es el caso de los que se hallan bajo hipnosis, o bajo un estado de shock emotivo muy fuerte (demencia temporal), o de los que han perdido la memoria (amnesia), o de los que simplemente se encuentran bajo los efectos del alcohol o las drogas, etc.. Por lo demás, en materia de trastornos mentales propiamente dichos, hay decenas de ellos que no afectan la capacidad de la persona para conducirse en el tráfico jurídico. Una persona bulímica, cleptómana, claustrofóbica, etc., padece un trastorno mental que no le impide celebrar válidamente por sí misma actos o contratos en el comercio jurídico. En cambio, hay otras en donde la enfermedad mental es tan grave que sí la incapacitaría para lo señalado, como es el caso del esquizofrénico, o el que padece de un retraso mental severo, o del que se halla en un estado ya avanzado del mal de alzhéimer, etc.. El proceso para declarar incapacitada a una persona por razones de una demencia dirimente está regulado en los Arts. 292 F. y ss.. Dicho proceso, en el lenguaje clásico del derecho civil y familiar ha sido denominado “de interdicción”. Interdicto, pues, es la persona que ha sido declarada incapacitada conforme a derecho en sentencia judicial definitiva y ejecutoriada, por las causas legales que señala el Art. 293 F., que dice: Causas de incapacidad “Art. 293.- Son causas de incapacidad: 115 “1ª) La enfermedad mental crónica e incurable, aunque existan intervalos lúcidos y, “2ª) La sordera, salvo que el sordo pueda entender y darse a entender de manera indudable”. Este proceso de interdicción se necesita, pues el Art. 292 F., imperativamente aclara: Incapacidad “Art. 292.- Nadie puede ser declarado incapaz sino por sentencia judicial, en virtud de causas legales y con la intervención, en su defensa, del Procurador General de la República o Procuradores Auxiliares Departamentales”.155 Se trata de un proceso meramente declarativo en el que los solicitantes deberán aportar las pruebas idóneas y especializadas para demostrar el punto. En defensa del supuesto incapaz interviene un delegado de la Procuraduría General o Auxiliar Departamental de la República, que debe verificar que todos los incidentes y etapas del proceso se estén llevando a cabo conforme a derecho (Art. 292 F. in fine). El Juez competente es el de familia, en razón de la materia; es el de primera instancia, en razón del grado; y es el del domicilio del supuesto incapaz, en razón del territorio. La sentencia definitiva y ejecutoriada de interdicción no causa estado. No pasa en autoridad de cosa juzgada (Art. 83 Pr.F.). La razón se debe a que el declarado incapacitado puede “rehabilitarse”. Así, por ejemplo, el demente interdicto puede que recupere la razón, aunque deberá convenirse que el caso es bastante improbable.156 De igual manera, el sordo interdicto que ahora sabe darse a entender por escrito o por medio de lenguaje gestual, o bien, que recupera la audición, podrá iniciar el proceso de rehabilitación, como se verá oportunamente. 155 Las causas legales son las que acaban de señalarse en el Art. 293 F.. El Código de Familia, incluso, colocándose en una posición práctica, señala que la enfermedad mental no debe ser solamente “crónica” sino también “incurable” (Art. 293 F. ord. 1°). 156 116 La rehabilitación también es un proceso familiar declarativo (Art. 298 F.). Implica de nuevo, por parte del solicitante, aportar la prueba idónea y especializada que demuestre que el que había sido declarado interdicto ha recuperado su capacidad legal de ejercicio para conducirse por sí mismo en el comercio jurídico. La competencia del Juez es la misma que se indicó. El Art. 298 F., reza, en efecto: Rehabilitación “Art. 298.- El incapaz por enfermedad mental podrá ser rehabilitado, si apareciere que ha recobrado la razón permanentemente. “También podrá rehabilitarse al incapaz sordo, cuando se haya hecho capaz de entender y darse a entender de manera indudable, si él mismo lo solicitare”. Se impone asimismo señalar un aspecto registral. Tanto una certificación del decreto de interdicción como del decreto de rehabilitación se deberá presentar al Registro del Estado Familiar donde el interdicto o rehabilitado tenga asentada su partida de nacimiento, ya que en ella debe hacerse la marginación correspondiente que ordena la ley (Art. 33 inc. 2° de la Ley Transitoria del Registro del Estado Familiar). ¿Qué sucede si el acto jurídico es celebrado por una persona que no se halla en el pleno uso de su razón pero no ha sido declarada interdicta en los casos en que dicha condición se necesita para que la ley y el Juez la consideren absolutamente incapaz?. R/ El acto jurídico siempre es anulable de nulidad absoluta, pero la parte interesada deberá demostrar en el proceso de nulidad correspondiente, que el ejecutante no estaba en uso de su razón. Mientras no demuestre este hecho, el acto gozará de una gracia provisional de validez. En cambio, si el interdicto celebrara un acto jurídico, en el proceso de nulidad de éste, bastará con que se presente al Juez una certificación del 117 decreto de interdicción para que declare inválido el acto inmediatamente, aun cuando la persona lo hubiere celebrado en un intervalo de lucidez. La base legal de lo dicho se tiene en el Art. 295 F., que dice: Actos y contratos del enfermo mental “Art. 295.- Los actos y contratos del enfermo mental, posteriores a la declaratoria de incapacidad, son nulos, aunque se alegue haberse ejecutado o celebrado en un intervalo lúcido; por el contrario, los actos y contratos ejecutados o celebrados antes del decreto de incapacidad, son válidos, a menos de probarse que el que los ejecutó o celebró estaba entonces mentalmente enfermo”.157 Con base –entonces- en todas estas explicaciones, se comprende por qué es anulable de nulidad absoluta el acto o contrato celebrado por una persona “que no se halla en el pleno uso de su razón”. Por lo que toca al sordo que no puede darse a entender de manera indudable, su situación queda incluida dentro de una hipótesis más amplia: la de las personas que no puedan expresar su voluntad o consentimiento de manera inequívoca. La situación de estas personas, pues, debe diferenciarse del de la demencia dirimente en estricto sentido, así como, en general, de la persona que no se halla en el pleno uso de su razón. Los ejemplos de esta cuarta causal son amplios y variados. Algunos hasta pueden identificarse o acercarse a los casos que ya fueron señalados de personas que, sin padecer una enfermedad mental dirimente en sentido estricto, no se hallan, empero, en el pleno uso de su razón. He aquí una muestra: 1°) Persona que se halla en estado hipnótico. 2°) Persona que se halla en un estado de shock emotivo muy fuerte (demencia temporal). 157 Lo dicho también aplica al sordo que no puede darse a entender de manera indudable. 118 3°) Persona que se encuentra en un estado amnésico. 4°) Persona que se halla en estado catatónico o vegetativo. 5°) Persona que se encuentra en estado de coma (natural o inducido). 6°) Persona que se halla bajo los efectos del alcohol o las drogas. Y 7°) Persona sorda que no puede entender ni darse a entender de manera indudable. En todos estos casos, como puede apreciarse, la persona, aun cuando no padezca una enfermedad mental dirimente en el más estricto sentido de la expresión, definitivamente que no podría verter o expresar su voluntad o consentimiento “de manera inequívoca” en la ejecución de un acto jurídico. Algunos de esos “estados” son sólo temporales, pero otros podrían prolongarse en el tiempo de manera indefinida, ocasionando grave perjuicio a los intereses jurídicos de la persona. En el supuesto que algunos de estos “estados” se prolongaran demasiado, pudiéndose probar los hechos con los dictámenes de los especialistas, ¿podrían ser declaradas interdictas estas personas como en el caso de los que padecen una enfermedad mental dirimente en los términos aprendidos?. R/ Tanto el Código Civil como el Código de Familia guardaron silencio al respecto. El ordinal 1° del Art. 293 F., en efecto, solamente habló de la enfermedad mental crónica e incurable. Sin embargo, se piensa que la respuesta debería ser afirmativa, ya que definitivamente algunas de estas personas –como se dijo- no podrían celebrar válidamente y por sí mismas todos los actos y contratos que sean de su interés y hasta de su conveniencia. Su estado temporal o permanente de inconsciencia no se lo permite. Tales personas, pues, deberían poder actuar en el comercio jurídico a través de su o sus representantes legales, como en los demás casos ordinarios de incapacidad que existen. Es lo lógico. El problema es que el legislador no lo dijo expresamente. Presentándose el caso en la práctica, se es de la opinión que el Juez de la materia que fuere, deberá interpretar el Art. 293 F., así como todo lo relativo 119 al proceso familiar de interdicción, auxiliándose de los Arts. 8 y 9 F., que dicen: Interpretación y aplicación “Art. 8.- La interpretación y aplicación de las disposiciones de este Código deberán hacerse en armonía con sus principios rectores y con los principios generales del Derecho de Familia, en la forma que mejor garantice la eficacia de los derechos establecidos en la Constitución de la República y en los tratados y convenciones internacionales ratificados por El Salvador”. Integración “Art. 9.- Los casos no previstos en el presente Código se resolverán con base en lo dispuesto por el mismo para situaciones análogas; cuando no sea posible determinar de tal manera el derecho aplicable, podrá recurrirse a lo dispuesto en otras leyes, pero atendiendo siempre a la naturaleza del Derecho de Familia; en defecto de éstas, el asunto se resolverá considerando los principios del Derecho Familiar y a falta de éstos, en razones de buen sentido y equidad”. Se pasan a decir a continuación unas palabras sobre el caso particular de los sordos que no pueden darse a entender de manera indudable. Este es un caso expreso de incapacidad absoluta para obligarse, en los términos ya consabidos del Art. 1318 C. incs. 1° y 2°. Los actos jurídicos celebrados por ellos mismos, al igual que en el caso de los que no se hallan en el pleno uso de su razón, o los celebrados por las niñas y niños, son anulables de nulidad absoluta (Art. 1552 C. inc. 2°).158 Se debe hacer hincapié en que la ley civil dice claramente sordos que no puedan darse a entender de manera indudable (Art. 1318 C. inc. 1° in fine). Y eso quiere decir que si el sordo sí es capaz de darse a entender por algún otro medio, verbigracia, por escrito o por el lenguaje especializado de estas 158 Se dice anulables en vez de nulos porque mientras no haya sentencia firme que declare esa nulidad, como ya se explicó, el acto o contrato será putativo. Gozará de una gracia provisional de validez (Art. 1557 C. inc. 1°). 120 personas discapacitadas, llamado logopedia, entonces, dicha persona, será legalmente capaz como cualquier otra. La incapacidad absoluta de estas personas no se debe a inmadurez de su voluntad para obligarse, ni tampoco a su inexperiencia, que es el caso de incapacidad relativa del adolescente, como se estudiará oportunamente. Tampoco se debe al hecho de no encontrarse en el pleno uso de su razón. Lo que sucede es que, los actos jurídicos, por definición, son MANIFESTACIONES de la voluntad de las personas, y éstas –entonces- no tendrían manera de manifestar o de exteriorizar la suya. Como ya se hizo ver, el Código de Familia alude a esta incapacidad en el Art. 293 ord. 2°, que prescribe: “Art. 293.- Son causas de incapacidad: … “2ª) La sordera, salvo que el sordo pueda entender y darse a entender de manera indudable”. El sordo que no puede darse a entender de manera indudable puede ser también simple o interdicto, dependiendo si no ha sido declarado incapaz en una sentencia judicial o de si lo ha sido, respectivamente. Se debe seguir el proceso familiar declarativo correspondiente, interviniendo a favor del incapaz el Ministerio Público (Art. 292 F.). Si el sordo interdicto solventase en un futuro su discapacidad, dándose a entender por escrito, por lenguaje especializado, o bien, recuperase la audición, tendrá que seguir el proceso familiar correspondiente en donde se revoque la sentencia que lo había declarado incapaz, esto es, el decreto de interdicción. Dicho incapaz sordo se habría rehabilitado. De hecho, el proceso lo podrá iniciar él mismo. (Art. 298 F. inc. 2°). En definitiva, como puede observarse, el caso del sordo que no puede darse a entender de manera indudable no debería ser considerado en forma autónoma. Debería quedar incluido dentro de la hipótesis más genérica de “persona que no puede expresar su voluntad o consentimiento de manera inequívoca”, junto a otros casos como los señalados. 121 En lo tocante al caso específico de una persona que celebra un acto jurídico bajo los efectos del alcohol o las drogas, no necesitará, desde luego, que se le siga un proceso de incapacidad. No necesita de representante legal como en efecto sí lo necesita el que ha sido declarado incapacitado por razón de demencia dirimente, o bien, por razón de encontrarse en un estado ya prolongado y alarmante de inconsciencia. Lo que se requiere es que la parte interesada en que se declare nulo el acto, demuestre judicialmente que la persona que lo ejecutó no se encontraba en dominio de sus sentidos al momento de perfeccionarse el negocio jurídico. En una próxima revisión de las leyes civiles, se sugiere que la parte del Art. 1318 C. que trata de las personas absolutamente incapaces, se redacte más o menos así: “Art. 1318.- Son absolutamente incapaces para celebrar o ejecutar actos o contratos válidamente por sí mismos las personas siguientes: “1°) Las niñas y niños; “2°) Los que no se hallaren en el pleno uso de su razón; y “3°) Los que no puedan expresar su voluntad o consentimiento de manera inequívoca. “En los casos pertinentes, la persona que no se halla en el pleno uso de su razón o no pueda manifestar su voluntad o consentimiento de manera inequívoca deberá estar o ser declarada incapacitada de conformidad con el Código de Familia”. 51.- La rescisión o nulidad relativa.- Esta suerte de nulidad, que, como se ha visto, es la regla general en materia de nulidades (Art. 1552 C. inc. 3°), es menos grave que la absoluta. No es de orden público sino –por el contrariode orden privado. Se puede, por consiguiente, subsanar, como se estudiará después. A diferencia de la nulidad absoluta, no se puede hacer un listado de las causales de nulidad relativa, precisamente porque ella constituye esa regla 122 general en materia de nulidades. Pero sí debe señalar la ley –desde luego- el caso de los actos jurídicos que la padecerían. Lo que sí puede hacerse es señalar los casos más conocidos de actos jurídicos que serían rescindibles. Son los siguientes: 1ª) Actos jurídicos celebrados por personas relativamente incapaces.En la legislación salvadoreña actual sólo se tiene un caso de persona relativamente incapaz, que ya se ha estudiado: el del menor adulto, llamado ahora adolescente (Art. 3 LEPINA, inc. 2° in fine). Antaño existían los casos de la mujer casada, los disipadores, las personas jurídicas y ciertos miembros del clero. Debe recordarse, como ya se ha señalado, que hay ciertos actos jurídicos que los adolescentes pueden celebrar válidamente por sí mismos. Tales negocios, por excepción, no son, pues, rescindibles, como testar (Art. 1001 C. ord. 1°, casarse de acuerdo con la excepción que brinda el Art. 14 F. ord. 1° e inciso final; reconocer hijos extramatrimoniales (Art. 145 F.); etc.. La base legal se tiene en la primera parte del inciso 3° del Art. 1318 C., que reza: “Art. 1318 [inc. 3°].- Son también incapaces los [adolescentes] y las personas jurídicas; pero la incapacidad de los primeros no es absoluta, PUES SUS ACTOS PUEDEN TENER VALOR EN LOS CASOS DETERMINADOS POR LA LEY. …”. 2ª) La voluntad o el consentimiento viciados por el error, la fuerza o el dolo.- El error, la fuerza y el dolo son –como se sabe- los vicios de la voluntad o del consentimiento (Art. 1322 C.).159 El consentimiento, que es un elemento sustancial de todo acto jurídico, debe estar exento de vicios, como lo ordena el Art. 1316 C. ord. 2°. 159 En la legislación civil salvadoreña, antes de la Reforma de 24 de agosto de 1902, se regulaba un cuarto vicio del consentimiento, propio de la compraventa: el de la lesión enorme, el cual fue derogado (Art. 1686 C.). 123 52.- Aspectos procesales.- La nulidad absoluta o relativa de un acto jurídico vulgar se ventila en proceso común, el cual es una suerte de proceso declarativo (Arts. 239 Pr. y ss. y 276 Pr. y ss.). Declarada cualquiera de esas nulidades en sentencia ejecutoriada y pasada en autoridad de cosa juzgada, habrá lugar a los dos efectos principales que se han señalado: el efecto ut ex tunc, es decir, retroactivo y restitutivo (Art. 1557 C. inc. 1°); y el efecto indemnizatorio por los daños y perjuicios ocasionados por el responsable del vicio que invalidaba al acto. Esto último se tramita en proceso abreviado (Arts. 241 Pr. inc. 2°, ord. 1° y 696 Pr.). En los casos de inexistencia, cuando el vicio que corrompe al acto no sea evidente, y que, por lo tanto, la inexistencia del mismo deba ser deducida en juicio, se es de la opinión que se aplican las mismas disposiciones y se producen los mismos efectos que acaban de señalarse en el párrafo anterior (Art. 239 Pr. inc. 1°). Finalmente se debe decir que toda inexistencia –reconocida o judicialmente declarada- así como toda nulidad absoluta o relativa, declarada en sentencia firme, producirá también que los efectos del acto jurídico viciado sean inoponibles a terceros.160 53.- Se estudiará ahora quiénes pueden alegar la nulidad absoluta o relativa de un acto jurídico. En el caso de la nulidad absoluta, por ser de orden público, la invalidez del acto o contrato puede ser alegada por las siguientes cuatro personas, según lo señala la primera parte del Art. 1553 C.: 1ª) Por el Juez, de oficio.- Pero sólo en el caso que el vicio que corrompe la validez del acto sea manifiesto. Lo dicho es porque la regla general es que la iniciación de todo proceso civil o mercantil corresponde al 160 Todo negocio jurídico inexistente o anulable es inoponible a terceros; pero no todo negocio jurídico inoponible a terceros será inexistente o anulable. La venta de cosa ajena, por ejemplo, es válida entre las partes pero inoponible al verdadero dueño (Arts. 1619 y 1622 C.). El acto jurídico celebrado por un mandatario que se extralimita en sus funciones de personería, será igualmente válido entre las partes, pero inoponible al mandante, que es un tercero (Art. 1920 C.). Para mayor abundancia sobre la Teoría de la Inoponibilidad de los efectos de los actos jurídicos frente a terceros, consúltese a OSPINA FERNÁNDEZ, Guillermo y OSPINA ACOSTA, Eduardo: “Teoría General de los Actos o Negocios Jurídicos”; 3ª Ed., Editorial Temis, S.A., Bogotá, Colombia, 1987; núms. 482 y ss., págs.. 401 y ss.. 124 titular del derecho subjetivo agraviado, según el Principio Dispositivo del Proceso (Art. 6 Pr.). Si el vicio que corrompe la validez del acto no fuere ostensible, la acción la tendría únicamente la parte contratante afectada. Por lo demás, en los casos donde el Juez puede iniciar –de oficio- el proceso de nulidad del acto jurídico, la ley no solamente le da esa facultad potestativa sino que –yendo más lejos- le exige que deba hacerlo. 2ª) La parte contratante agraviada.- Que es lo ordinario, pues ya se sabe que, por lo general, de ella depende la iniciación del proceso, según el Principio Dispositivo (Art. 6 Pr.). La parte contratante que conocía o debía conocer el vicio que invalidaba el acto, no está llamada a iniciar el proceso de nulidad correspondiente. Así lo dice el propio Art. 1553 C., primera parte, que se examina.161 3ª) Los terceros afectados.- Que sólo podrían serlo si son relativos, por supuesto. Deberán justificar su interés porque de todos es sabido “que sin interés no hay acción”, como dice ese viejo aforismo procesal. Y 4ª) El Ministerio Público.- El cual podría actuar en la sola defensa de la ley, de la moral, de las buenas costumbres y del orden público. El Ministerio Público está conformado –de momento- por la Fiscalía General de la República, la Procuraduría General de la República y la Procuraduría Para la Defensa de los Derechos Humanos (Art. 191 Cn.). Se estima que estas cuatro personas que tienen la iniciativa de ley para que un acto jurídico vulgar se declare nulo de nulidad absoluta, tienen también la iniciativa para que dicho acto se declare inexistente, en los casos –claro está- en que la inexistencia deba ser deducida procesalmente por no ser ostensible el vicio que corrompe la eficacia del acto. La lógica de ello radica en que si dichas personas pueden alegar la nulidad absoluta de un acto jurídico vulgar, con mayor razón podrán hacerlo con la inexistencia, que es una causal mucho más grave de ineficacia (Art. 22 C.). “Nemo auditur propriam turpitudinem allegans”, es decir: nadie puede ser recibido a alegar su propia inmoralidad. 161 125 En el caso de la nulidad relativa, al ser de orden privado, la única persona que tiene derecho a alegarla será la parte contratante agraviada. Así lo dice la primera parte del Art. 1554 C., que también descarta a las demás expresamente. 54.- Se tratará –finalmente- el problema del saneamiento de las nulidades absoluta y relativa. A priori, la nulidad de un acto jurídico vulgar es subsanable por dos vías: la del transcurso del tiempo y la de la confirmación de las partes. La primera se basa en que el transcurso del tiempo –la prescripciónborra todos los vicios; limpia lo que estuvo manchado. Las leyes son las que señalan de cuanto será ese tiempo y a partir de qué momento debe contarse. La segunda es un acto jurídico -que debe llenar como tal- todos los requisitos de ley. Es una declaración de voluntad que tiene por objeto “convalidar” el vicio que corrompe la validez del acto. A la confirmación, el Código Civil salvadoreño la llama ratificación. Pero eso es un error porque la ratificación es otra cosa. La ratificación es un acto jurídico unipersonal llevado a cabo por un tercero, cuando, por su propia voluntad, consiente en que los efectos de un acto jurídico que le son inoponibles, se vuelvan oponibles a él. Así, por ejemplo, ante una venta de cosa ajena que, como se sabe, es un negocio jurídico válido, si el verdadero dueño –es decir, el tercero- consintiera en reconocerla, estaría ratificándola (Art. 1622 C.). Normalmente, los efectos de esa venta le serían inoponibles. Tiene el derecho de desconocer ese negocio jurídico celebrado por las partes y reivindicar la cosa de manos del actual poseedor. Pero si ratificara esa venta, que, se repite, es válida, el verdadero dueño estaría reconociéndola. Estaría volviendo contra sí, oponibles, los efectos de un acto que le son inoponibles. Y ese es precisamente el objeto del acto jurídico unipersonal de la ratificación.162 162 Amén del ejemplo de la venta de cosa ajena, lo afirmado tiene plena aplicación en los demás casos de actos jurídicos cuyos efectos son inoponibles a terceros, como por ejemplo, el mandante que ratifica lo actuado de manera extralimitada por su mandatario (Art. 1920 C.). O el caso del deudor que paga lo debido al cesionario del crédito, sin que éste le haya notificado el cambio de acreedor que se había operado con ocasión 126 En cambio la confirmación, es un acto jurídico que tiene por objeto convalidar un negocio jurídico que es anulable. Los requisitos de tal acto jurídico los desarrolla la ley en los Arts. 1564 al 1568 C.. Habida cuenta de lo anterior, la ley establece lo siguiente: La nulidad absoluta únicamente puede subsanarse por la vía prescriptiva. El tiempo es de treinta años. Por razones de orden público esta clase de nulidad no puede confirmarse (Art. 1553 C. in fine). La nulidad relativa puede ser subsanada por ambas vías: la prescriptiva, que de ordinario es de cuatro años;163 y por la confirmación de las partes (Art. 1554 C. in fine). Los últimos dos temas tratados y en ambas clases de nulidades, están regulados en los Arts. 1553 y 1554 C., que dicen: “Art. 1553.- La nulidad absoluta puede y debe ser declarada por el Juez, aun sin petición de parte, cuando aparece de manifiesto en el acto o contrato; puede alegarse por todo el que tenga interés en ello, excepto el que ha ejecutado el acto o celebrado el contrato, sabiendo o debiendo saber el vicio que lo invalidaba; puede asimismo pedirse su declaración por el ministerio público en el interés de la moral o de la ley; y no puede sanearse por la ratificación de las partes, ni por un lapso de tiempo que no pase de treinta años”. “Art. 1554.- La nulidad relativa no puede ser declarada por el Juez sino a pedimento de parte; ni puede pedirse su declaración por el ministerio público en el solo interés de la ley; ni puede alegarse sino por aquellos en cuyo beneficio la han establecido las leyes o por sus herederos o cesionarios; de la cesión (Art. 1692 C.). Que el lector repare en que todos los ejemplos se refieren a actos jurídicos válidos. 163 Si la parte contratante afectada por la rescisión del acto, es natural, la prescripción es de cuatro años (Art. 1562 C. inc. 1°). Y si es persona jurídica –de la clase que fuere- el transcurso del tiempo es de ocho años (Art. 1562 C. inc. 4°). El tiempo se cuenta –desde luego- desde la fecha en que se perfeccionó el acto rescindible. O desde la fecha en que cesó la violencia en el caso de un acto jurídico cuyo consentimiento está viciado por la fuerza (Art. 1562 C.). 127 y puede sanearse por el lapso de tiempo164 o por la ratificación de las partes”. Apéndice del tema.- No debe cerrarse el tema sin plantear tres problemas anexos y conexos: 1°) ¿Es subsanable la inexistencia?.- R/ No. Ni por la vía prescriptiva, por mucho que sea el tiempo que transcurra, ni mucho menos por la vía de la confirmación de las partes. Sencillamente no se puede subsanar lo que no existe. 2°) La tesis de la asimilación de la inexistencia a la nulidad absoluta.Existe una tendencia también de corte moderno que “asimila” a los conceptos de inexistencia y de nulidad absoluta en una sola idea por razones prácticas. La doctrina reconoce que hay diferencias teóricas entrambas figuras, pero en el campo de los hechos, y pensando en fines eminentemente prácticos, como se ha dicho, conviene en que tanto la inexistencia como la nulidad absoluta producen los mismos efectos. Si a la palabra nulidad le agregamos el calificativo de absoluta, quiere decir, entonces, conforme al Diccionario, que el acto jurídico en cuestión no produce efectos en su totalidad y de manera terminante. De ahí que esta corriente de pensamiento opine que la nulidad absoluta –así como la inexistencia- no se puede subsanar por ninguna vía. Ambas son, por otro lado, de orden público. Y en cuanto a quiénes pueden alegarlas, tanto a la una como a la otra se le aplica el Art. 1553 C. primera parte. Por consiguiente, pues, en la práctica, hay una completa asimilación o identificación de los conceptos de inexistencia y de nulidad absoluta. 3°) Estudio especial de los Arts. 1564, 1565, 1566, 1567 y 1568 C..- En estas disposiciones el legislador civil regula al negocio jurídico de la “confirmación” de los actos jurídicos anulables. Y en el caso, claro está, que Sobre el saneamiento de esta clase de nulidad por la vía prescriptiva, el Art. 1562 C., reza: “El plazo para pedir la rescisión durará cuatro años”. “Este cuadrienio se contará, en el caso de violencia, desde el día en que ésta hubiere cesado; en el caso de error o de dolo, desde el día de la celebración del acto o contrato”. “Cuando la nulidad proviene de una incapacidad legal, se contará el cuadrienio desde el día en que haya cesado esta incapacidad”. “A las personas jurídicas se les duplicará el cuadrienio, y se contará desde la fecha del acto o contrato”. “Todo lo cual se entiende en los casos en que leyes especiales no hubieren designado otro plazo”. 164 128 el vicio corruptor de la validez sea subsanable por este medio, es decir, la convalidación de la nulidad relativa. Se le recuerda al lector que el Código Civil patrio, comete la impropiedad de llamar ratificación a la confirmación, según se explicó páginas atrás. “Art. 1564.- La ratificación necesaria para sanear la nulidad cuando el vicio del contrato165 es susceptible de este remedio, puede ser expresa o tácita”. Los actos jurídicos que adolecen de nulidad relativa pueden ser confirmados, como se sabe (Art. 1554 C. in fine). Y la confirmación misma es un acto jurídico en sí. Su objeto es convalidar al acto rescindible y se le aplican, en consecuencia, todos los elementos, requisitos o formalidades que de ordinario tienen los actos jurídicos. La manifestación de voluntad en los actos jurídicos puede ser expresa o tácita.166 “Art. 1565.- Para que la ratificación expresa sea válida, deberá hacerse con las solemnidades a que por la ley está sujeto el acto o contrato que se ratifica”. En el caso que la manifestación de voluntad en el acto jurídico de la confirmación se haga de manera expresa, se pregunta: ¿es solemne el acto jurídico de la confirmación?. R/ Sí, pero sólo en el caso que también lo fuere el acto jurídico que se convalida. Así, por ejemplo, si la que se va a confirmar es una compraventa inmobiliaria, cuyo consentimiento está viciado por el dolo, la confirmación deberá constar en escritura pública, ya que los contratos de venta de bienes raíces no se reputan perfectos ante la ley si no constan en escritura pública (Art. 1605 C. inc. 2°). Si se inobservara la solemnidad correspondiente, la ley dice en el Art. 1565 C., que el propio acto jurídico de la confirmación sería anulable a la vez. 165 166 La palabra contrato está tomada en sentido amplio, es decir, como sinónima de acto jurídico. Salvo los casos donde la propia ley exige que la manifestación de voluntad deba ser expresa. 129 El supuesto remedio, entonces, adolecería del mismo vicio que la enfermedad. Para convalidarse, la confirmación necesitaría ser confirmada. “Art. 1566.- La ratificación tácita es la ejecución voluntaria de la obligación contratada”. El legislador le dedica este Artículo al caso en que la manifestación de voluntad del acto jurídico de la confirmación sea tácita. En este caso, la confirmación es un acto jurídico consensual y, además, unipersonal, porque depende de la sola voluntad de la parte contratante afectada. Ella, pese al agravio sufrido, decide, como deudora, cumplir con la obligación que existiere, a pesar de que el acto o contrato adolece de un vicio de nulidad relativa. Los ejemplos pueden presentarse en materia de vicios del consentimiento: si el deudor –para el caso- pese a estar consciente que erró, decide no demandar la nulidad relativa del acto o contrato, sino que, por el contrario, decide ejecutar las obligaciones devenidas, estará -con su sola voluntad- confirmando tácitamente el acto o contrato rescindible. “Art. 1567.- Ni la ratificación expresa ni la tácita serán válidas, si no emanan de la parte o partes que tienen derecho de alegar la nulidad”. La ley establece también como requisito de validez de la confirmación, que dicho acto jurídico sea ejecutado –únicamente- por la parte agraviada del acto o contrato rescindible. Y es lógico. A ella es a quien debe interesar tanto la declaración de nulidad relativa del acto, como también convalidarlo. Lo dicho se aplica sin importar que la manifestación de voluntad del confirmante sea expresa o tácita. “Art. 1568.- No vale la ratificación expresa o tácita del que no es capaz de contratar”. La confirmación es un acto jurídico. Por lo tanto, el confirmante, debe tener capacidad legal de ejercicio para celebrarlo, como sucede de ordinario con el resto de declaraciones de voluntad (Art. 1316 C. ord. 1° e inciso final). Si la confirmación implicara tradición de bienes, en sentido estricto o amplio, la capacidad legal de ejercicio deberá ser –específicamente- de libre 130 disposición de bienes. Se necesitará de una capacidad legal de ejercicio plena.167 Lo dicho es importante si se piensa en el caso de un adolescente que celebra por sí mismo un acto jurídico. El acto o contrato ejecutado sería rescindible (Art. 1552 C. inc. 3°).168 Si dicho acto o contrato se convalidara, para que la confirmación sea válida, tendrá que ser celebrada por los representantes legales del adolescente, ya que si el acto lo ejecutara nuevamente y por sí mismo el adolescente, la confirmación adolecería del mismo vicio que el acto que se pretende confirmar. El Art. 1568 C. también dice que lo expresado tiene aplicación sin importar que la manifestación de voluntad del confirmante sea expresa o tácita. Con las anteriores ideas se da por terminado el estudio de todos estos conceptos fundamentales de la teoría general de los actos jurídicos en el campo de la ineficacia de los mismos. Particularmente de las dos formas de ineficacia analizadas: la inexistencia y la nulidad (tanto la absoluta como la relativa). 167 Si por el contrario, la confirmación no va a implicar actos enajenativos, bastará que la capacidad legal de ejercicio del confirmante sea “de libre administración de bienes”. 168 Que no vaya a ser, desde luego, de los que -por excepción- los adolescentes pueden celebrar válidamente, según el Art. 1318 C. inc. 3° primera parte. 131 Los conceptos de “parte” y de “tercero” en los actos jurídicos 55.- Tema preliminar.- El presente estudio se comienza con el análisis de lo que es una “relación jurídica sucesoral”. Al concepto se le llama también simplemente “sucesión”, siempre y cuando esta palabra se tome en el sentido más amplio posible, ya que dicha locución, en sentido restringido, le pertenece al derecho hereditario. La relación jurídica sucesoral implica el traslado o traspaso de bienes. Las partes de esta relación jurídica son –por un lado- el causante o autor, quien es el que traslada los bienes; y, por otro, el causahabiente o sucesor, quien es el que los recibe. Las relaciones jurídicas sucesorales se clasifican de tres maneras distintas que pueden interrelacionarse: 1ª) Por acto entre vivos o por causa de muerte.- Es inter vivos, cuando el causahabiente entra en el goce de la cosa trasladada en vida del causante. Y es mortis causa, cuando el causahabiente entra en el goce de la cosa trasladada hasta con ocasión de la muerte del causante.169 La traslación de bienes inter vivos es una “transferencia”. La traslación de bienes mortis causa es una “transmisión” (Art. 776 C. inc. 1°). 2ª) A título universal, singular y particular.- En las primeras, el causahabiente sucede mortis causa al causante en todo su patrimonio o en una cuota del mismo, como la mitad, la tercera parte, la quinta parte, etc.. El único caso que existe es el del heredero (Art. 952 C. inc. 2°). En las segundas, el causahabiente sucede mortis causa al causante en bienes limitadamente determinados. Es el caso del legatario, en una sucesión testamentaria, pues sucede al de cujus en bienes que, en efecto, están limitadamente determinados 169 El causante, en este caso, por lo tanto, no podría ser sino una persona natural. 132 en el codicilo (Art. 952 C. inc. 3°). Las relaciones jurídicas sucesorales a título particular –por su parte- son aquellas en las que el causahabiente sucede por acto entre vivos al causante, en bienes que son, igualmente, limitados. Son ejemplos, la venta, la donación, la permuta, etc., pues el comprador, el donatario o el permutuario –que vienen a ser los causahabientes- suceden al vendedor, donante o permutante –respectivamente- en la posesión de la cosa vendida, donada o cambiada, la cual se halla limitadamente determinada. Y lo hacen “en vida” del causante. El Código Civil salvadoreño contempla pero no define de manera expresa a esta tercera forma de sucesión (Art. 952 C. inc. 1°). 3ª) De tradición o de simple entrega de bienes.- Las primeras implican transferencia del dominio de la cosa trasladada, o bien, la constitución de algún otro derecho real sobre la misma, pues la tradición puede entenderse en sentido estricto o en sentido amplio, respectivamente (Art. 651 C.). En las relaciones jurídicas sucesorales de simple entrega, en cambio, la traslación de bienes no implica ninguna de esas dos hipótesis, como cuando el arrendador traslada al arrendatario la cosa rentada, pues en ningún momento le está transfiriendo el dominio de dicha cosa (Art. 1712 C. ord. 1°). El arriendo de cosas, por otro lado, no es, en la legislación salvadoreña, derecho real. Las locuciones “traslación” o “traspaso” de bienes son neutras. Abarcan a la hipótesis de una dación o tradición de bienes como a la de una simple entrega de los mismos. 56.- Limen.- Parte contratante es el que interviene, o que la ley entiende que interviene, en la celebración de un acto jurídico. Tercero, por el contrario, es el que no ha intervenido en la ejecución o celebración del acto o contrato (Art. 680 C. inc. 2°). Puede ser absoluto o relativo, como se estudiará en la oportunidad debida. Los conceptos de “parte” y de “tercero” son categorías antinómicas. El uno excluye al otro. El que es parte en un acto jurídico, no puede ser tercero en él al mismo tiempo. Y el que es tercero, igualmente, no puede ser parte. 57.- Parte contratante.- En los actos o declaraciones de voluntad se considera “parte” a las siguientes cuatro categorías de personas: 133 1ª) Los agentes directos.- Esto es, los que intervienen personal o materialmente en la ejecución o celebración del acto o contrato, teniendo, desde luego, la capacidad legal de ejercicio para ello. 2ª) Los agentes interesados cuando actúan a través de sus representantes legales o voluntarios.- En la órbita del derecho –particularmente de los actos jurídicos en el derecho privado patrimonial- los personeros o representantes de las personas son el órgano de expresión jurídica de estas últimas. La persona representada sigue siendo la “parte” interesada en el acto o contrato; lo que sucede es que ejecuta el acto jurídico no de manera material o personal sino a través de sus representantes legales o convencionales, según los casos y circunstancias. Los representantes legales vienen dados por el ministerio mismo de la ley en el caso de las personas jurídicas y de las personas incapaces. Los representantes convencionales o voluntarios, en cambio, son producto de la voluntad de las partes; surgen a raíz de la celebración del contrato de mandato correspondiente. Para todo lo relativo al tema de los personeros, se remite al lector al estudio que se hizo de la teoría de la representación (Art. 1319 C.). 3ª) Por regla general, los causahabientes a título universal.- En el ámbito patrimonial, los herederos del que ha celebrado un acto jurídico, en efecto, son normalmente continuadores de la personalidad del causante. En la práctica, lo anterior quiere decir que si el de cujus, en vida, era acreedor, en acreedores convierte a sus herederos que aceptan la herencia. E igualmente, si el de cujus, en vida, era deudor, en deudores convierte a sus herederos que aceptan la herencia. La base legal se tiene en los Arts. 1078 C. inc. 1° y 680 C. inc. 2° in fine, que dicen: “Art. 1078 [inc. 1°].- Los asignatarios a título universal, con cualesquiera palabras que se les llame, y aunque en el testamento se les 134 califique de legatarios, son herederos; representan la persona del testador para sucederle en todos sus derechos y obligaciones transmisibles. …”.170 “Art. 680 [inc. 2° in fine].- El heredero se considera como una sola persona con su causante”. Sin embargo, los herederos no serán considerados “parte” en el acto jurídico cuando se presenten cualquiera de estas tres situaciones de excepción: 1) Cuando el acto jurídico es intuito persona.- Esta clase de negocios se basa en la confianza que una de las partes le dispensa a la otra o que se dispensan mutuamente.171 Si esa parte contratante –entoncesfuese persona natural que llegara a fallecer, los derechos de crédito y las obligaciones derivadas del acto o contrato no se transmitirán a sus herederos, aun cuando éstos aceptaren la herencia. Se señala como buen ejemplo de acto jurídico intuito persona al contrato de mandato (Art. 1923 C. ord. 5°). De igual manera, es ejemplo, en el contrato de arrendamiento de servicios, cuando el arrendante le había encargado al arrendatario la ejecución de un hecho personalísimo, y este último falleciera. Es obvio que sus sucesores no heredarán un compromiso que era y sólo podía ser personalísimo (Art. 1793 C.). 2) Cuando el acto jurídico produce efectos considerados derechos personalísimos o estrictamente personales.- Así, por ejemplo, si por acto entre vivos una persona le constituye a otra, sobre un bien, derecho real de uso o habitación; y esta última –siendo persona natural- falleciere, tal derecho real no se transmite a sus herederos, aun cuando éstos aceptaran la herencia (Arts. 813 C., 814 C., 771 C. ord. 3°, 821 C. y 1704 C. inc. 1°). Otro ejemplo de derecho Lo que esta norma dice es aplicable también a una herencia intestada. La sucesión en “todos” los bienes incluye asimismo la sucesión a título universal de “cuota”. Por lo demás, el mandato hace muy bien en aclarar que los herederos suceden al causante tanto en sus derechos como en sus obligaciones, esto es, tanto en las facultades como en los deberes, agregando que todo ello acontece sólo en materia de derechos y obligaciones que sean transmisibles, es decir, que sean trasladables por causa de muerte, ya que, aun en el campo de lo patrimonial, hay derechos y obligaciones que no se transmiten, como por ejemplo, el derecho real de uso o habitación (Art. 821 C.); o los derechos y obligaciones tanto del mandante como del mandatario que fallecen, en el contrato de mandato (Art. 1923 C. ord. 5°). 171 Actos jurídicos intuito persona de una sola vía y actos jurídicos intuito persona de doble vía, respectivamente. 170 135 personalísimo lo brinda el Art. 1682 C., ubicado en el tratado del contrato de compraventa. 3) Cuando las partes hubieren acordado que los derechos y obligaciones que se deriven de la convención celebrada no se transmitan a los herederos de la una o de la otra, o de ambas.- Excepción que se basaría, entonces, en el postulado de la autonomía de la voluntad privada de las partes (Art. 1416 C.). 4ª) Por excepción, los causahabientes a título particular en las dos hipótesis siguientes.- Por regla general, los sucesores a título particular no se consideran “parte” en los actos jurídicos celebrados por sus causantes, salvo en las siguientes dos situaciones de excepción: 1) Cuando el derecho del causante esté sometido a causales de revocación, resolución, anulación o rescisión, o a modalidades o gravámenes provenientes de actos suyos o de sus antecesores, pues en tal caso el causahabiente adquiere tal derecho sometido a las mismas causales, modalidades o gravámenes constituidos.- Se exponen a continuación los siguientes casos ejemplificativos de lo que se afirma en esta primera excepción: A) Revocación voluntaria.- A raíz de un contrato de donación, es decir, de una donación inter vivos, que es, normalmente, irrevocable (Arts. 1265 C. y ss.), “x” dona y tradita un inmueble a “y”, quien acepta. Pero este último comete un acto de ingratitud contra “x”, su familia o alguna persona de su afecto, motivando al donante a revocar172 lo donado (Art. 1299 C.). Si cuando se cometió el acto de indignidad o de ingratitud, el donatario ya había enajenado el bien a “z”, la acción revocatoria la entablará “x” contra “z”, ya que, aunque este último sea un causahabiente a título particular de “y”, es decir, del que fue parte original en el contrato de donación, “z” será igualmente reputado “parte” en 172 La revocación es un acto jurídico unipersonal. 136 dicho acto jurídico, teniendo expedita contra “y”, desde luego, la acción de evicción o de indemnización que corresponda, según la naturaleza de la enajenación efectuada. B) Revocación judicial.- El caso se expone tomando por modelo la revocación judicial por fraude pauliano o fraude de acreedores (Art. 2215 C.). Supóngase que “y” es deudor de “x”. El primero sabe que no podrá pagar a su acreedor y por ello, antes de caer en mora, enajena a título gratuito un inmueble de su propiedad a “z” para evitar el embargo y realización del mismo. Ejecuta, pues, la enajenación, en fraude de los derechos de “x”, su acreedor. Cuando en el proceso civil o mercantil correspondiente, “x” demuestre la mala fe de su deudor “y”, al haber enajenado el inmueble en cuestión a “z”, “x” endilgará la acción pauliana o acción de revocación judicial contra “y”, con miras a que el tribunal declare “revocada” la enajenación del inmueble que “y”, a título de donación, enajenó a “z”, en fraude de sus derechos. “z”, que es, como puede observarse, un causahabiente a título particular de “y”, será, sin embargo, considerado “parte” en el contrato original que “y” había celebrado con “x”.173 C) Resolución de un contrato a raíz de una acción resolutoria legal.En los contratos bilaterales, la parte que ha cumplido o que se allana a cumplir la obligación, tiene la opción, contra la que no ha cumplido o que no se allana a cumplir, de endilgar la acción resolutoria legal, con miras a que el Juez, demostrados los hechos, “resuelva” el contrato en cuestión, es decir, lo dé por extinguido; produciéndose el efecto retroactivo correspondiente (ut ex tunc), así como dando lugar a las indemnizaciones de ley (Art. 1360 C.). Supóngase –entonces- que “x” y “y” celebran una venta en la que el vendedor “x” tradita y entrega la cosa vendida, El Art. 2215 C. dice que el objetivo del interesado es pedir al tribunal que se “rescinda” la enajenación fraudulenta, pero en realidad de verdad lo que se pide es la “revocación” de la misma, pues en ningún momento ha sido ineficaz la tradición realizada. Por lo demás, en la explicación se aclaró que “x” seguirá un proceso civil y mercantil, ya que comprobado el fraude pauliano tendrá expedita la acción penal por el delito de alzamiento de bienes (Art. 241 Pn.). 173 137 acordándose que el comprador “y”, en cambio, pagará el precio hasta dentro de un plazo de seis meses. Durante ese interregno, “y” enajenó el bien a “z”, convirtiéndose con ello este último en causahabiente a título particular de “y”. Si vencido el plazo, “y” no pagase el precio de la venta a “x”, éste podrá entablar la acción resolutoria legal contra “z”, pues este último se considerará “parte” en el contrato original que “y” había celebrado con “x”. A “z” le quedarían a salvo, desde luego, las acciones indemnizatorias o de evicción contra “y”, según sea el caso. D) Resolución de un contrato a raíz de una acción resolutoria ordinaria.- La condición resolutoria ordinaria se diferencia de la legal, expuesta en el rubro anterior, en que la ordinaria es producto de la autonomía de la voluntad privada de las partes; es una forma de la modalidad en los contratos (Arts. 1314 C. inc. 2° y 1315 C. in fine), así como lo es su compañera, la condición suspensiva voluntaria (Art. 1350 C.). En todo caso, al igual que la condición resolutoria legal del Art. 1360 C., la presente también concede “acción resolutoria” a la parte interesada. Supóngase, pues, que en un contrato celebrado el 15 de enero de tal año, “x” se obliga a tradirle una cosa registrable a “y”, bajo la condición resolutoria ordinaria que “R” gane el campeonato centroamericano de tenis, que se llevará a cabo en la ciudad de San Salvador el 15 de junio de ese mismo año. Como la condición es resolutoria, la obligación de “x” nace a la vida del derecho de manera pura y simple, por lo que hace de inmediato la tradición del dominio del bien. En el interregno entre la celebración del contrato y la fecha del campeonato de tenis, “y” enajena la cosa a “z”, convirtiéndose, por lo tanto, este último, en causahabiente a título particular de “y”. Si llegado el 15 de junio, “R” ganara el campeonato de tenis, es decir, se “cumpliera” la condición resolutoria ordinaria, “y” deberá restituir a “x” lo que había recibido bajo tal condición (Art. 1358 in limine). Por lo tanto, “x” tendrá expedita la respectiva acción resolutoria contra 138 “z”, ya que éste se miraría como “parte contratante” en el contrato original que “y” –causante de “z”- había celebrado con “x”. A “z” le quedarían expeditas, desde luego, la acción indemnizatoria o de evicción contra “y”, según el caso. E) Resolución de una donación con causa onerosa por incumplimiento de la obligación modal.- La donación irrevocable, donación entre vivos o contrato de donación (Arts. 1265 C. y ss.), se llama “con causa onerosa” cuando está sujeta a “modo” (Art. 1281 C.). El modo en los actos jurídicos es la forma de la modalidad que consiste en que –en una relación jurídica sucesoral- el causante le traslade bienes al causahabiente bajo el entendido que los destinará a un fin en especial, o constituirá sobre ellos algún gravamen en favor de una tercera persona (Arts. 1070 C. y ss. en concordancia con el Art. 1364 C.). Una donación con causa onerosa no será, entonces, un contrato unilateral, sino, por el contrario, bilateral, pues así como le creará al donante la obligación de tradir y entregar la cosa donada, también le creará al donatario la obligación de cumplir con el modo impuesto, es decir, con la obligación modal. Y si este último no cumpliere con ella, concede al donante acción resolutoria para que se le restituya lo donado y enajenado (Art. 1071 C.).174 Supóngase, entonces, que “x” dona y tradita a “y” un inmueble con “causa onerosa”, en el sentido que en un plazo no mayor a dos años, se construya en él un complejo deportivo para los jóvenes de la comunidad donde está ubicado el predio. “y”, en el intervalo, vende y enajena el inmueble a “z”. Este último se convierte, entonces, en un causahabiente a título particular de “y”. Si el donatario, en el término indicado, no cumplió con el modo, “x” tendrá acción resolutoria contra “z” para que le restituya el inmueble en cuestión, pues será considerado “parte” en el contrato de donación original que celebró “y”, su causante. A “z” Por la bilateralidad del contrato de donación en este caso, la acción no es de “revocación” sino de “resolución”. Es, prácticamente, una aplicación de la condición resolutoria legal del Art. 1360 C., a la que ya se hizo referencia. 174 139 le queda expedita, desde luego, la acción indemnizatoria o de evicción que corresponda, en contra de “y”, según sea el caso. F) Anulación de un acto o contrato.- Como se aprendió en la oportunidad debida, un acto jurídico es anulable de nulidad absoluta cuando adolece de objeto o causa ilícita, o cuando se omiten las formalidades para su validez, o bien, cuando es materialmente celebrado por personas absolutamente incapaces (Art. 1552 C. incs. 1° y 2°). Supóngase que “x”, haya sido declarado interdicto o no, en un estado de lucidez, vende y enajena una cosa a “y”. Luego, este último se la vende y tradita a “z”, convirtiéndose por lo tanto en causahabiente a título particular de “y”. Si con posterioridad –entonces- alguna persona interesada en ello entablara la acción de nulidad absoluta de ese contrato, demostrándose la enfermedad mental dirimente del vendedor (Art. 295 F.), con miras a que se produzca el efecto ut ex tunc o restitutivo correspondiente de la cosa vendida (Art. 1557 C. inc. 1°), la susodicha acción tendría que endilgarse contra “z”, pues aunque éste sea sucesor a título particular de “y”, será considerado “parte” en el contrato original que “y” celebró con “x”. A “z” le quedaría a salvo, desde luego, si fuere evicta la cosa, la acción de evicción contra “y”; y a éste, si actuó de buena fe, la acción indemnizatoria contra el o los representantes legales de “x”. G) Rescisión de un acto o contrato.- Como se aprendió igualmente en la oportunidad debida, en materia de nulidades, la rescisión o nulidad relativa constituye la excepción (Art. 1552 C. inc. 3°). Acción rescisoria es la que se entabla con miras a que se declare la nulidad relativa de un acto o negocio jurídico. Supóngase, entonces, que “x”, por error, vende y tradita una cosa a “y”. Luego, este último se la vende y tradita a la vez a “z”. Al percatarse “x” de su yerro, endilga la acción rescisoria de la venta que hizo, argumentando nulidad relativa por vicio del consentimiento y probando los extremos de su demanda. La 140 acción tendrá que entablarla contra “z”, porque aunque éste es causahabiente a título particular de “y”, será considerado “parte” en el contrato original. En caso de ser evicta la cosa, “z” tendrá, desde luego, la acción correspondiente en contra de “y”. H) Gravamen usufructuario.- A continuación se presentan situaciones a raíz de gravámenes ocasionados por algunos derechos reales. La razón de ser -en las diferentes hipótesis que se verán- se explica por la naturaleza misma de los derechos reales (Art. 567 C. inc. 2°). Se comienza con el caso del usufructo (Arts. 769 C. y ss.). Supóngase que “x”, a título de venta, constituye usufructo sobre un inmueble a favor de “y”, por un plazo determinado. Si dentro de ese lapso transfiriera o transmitiera la nuda propiedad a “z”, “será con la carga del usufructo constituido en ella, aunque no lo exprese” (Arts. 776 C. inc. 1° y 782 C. inc. 3°). “z”, como puede verse, bien podría ser un causahabiente a título particular de “x”, el cual, a pesar de no haber participado en el acto constitutivo del usufructo, será considerado “parte” en él. I) Gravamen que impone la constitución del derecho real de uso o habitación.- Lo que acaba de señalarse para el usufructo se aplicaría de manera idéntica con el derecho real de uso o habitación. Recuérdese que, por regla general, este derecho se constituye y pierde de la misma manera que el usufructo (Arts. 813 y 814 C.). Se aplicaría al nudo propietario, pues, la misma lógica que se estudió en los Arts. 776 C. inc. 1° y 782 C. inc. 3°, si éste –para el caso- enajenara por acto entre vivos la nuda propiedad a un tercero. J) Gravamen de una servidumbre pasiva.- Las servidumbres –tanto activas como pasivas- son inseparables del predio a que pertenecen (Art. 826 C.). Si, por ejemplo, “x”, dueño del predio dominante, le compra y adquiere a “y”, dueño del predio sirviente, el derecho real de servidumbre activa de tránsito (Arts. 141 849 a 852 C.); y más adelante aconteciera que “y” vende y enajena el predio sirviente a “z”, éste, pese a su condición de causahabiente a título particular de “y”, deberá respetarle la servidumbre activa de tránsito a “x”, aunque no haya participado en el acto constitutivo de la servidumbre misma. K) Gravamen prendario.- Supóngase que para garantizar el pago de la obligación mercantil principal, “y” constituye prenda sin desplazamiento (Art. 1530 Com.) sobre una maquinaria a favor de “x”, el acreedor. Si posteriormente “y” enajenara y vendiera el pignus a “z”, y el primero cayera en mora frente a “x”, éste podrá dirigir la acción prendaria contra “z”, aunque se trate de un causahabiente a título particular de “y”, pues se reputará “parte” en la constitución del gravamen prendario (Art. 2143 C. inc. 1°). Lo dicho aplica también para el derecho de retención legal o voluntario (Art. 2142 C.), el cual, en materia mercantil, está considerado derecho real de garantía, pues se equipara a la prenda misma (Arts. 957, 958 y 959 Com.). L) Gravamen hipotecario.- Lo dicho anteriormente aplica de manera idéntica con la hipoteca (Arts. 2157 C. y ss.). Si para garantizar el pago de la obligación principal, “y” constituye hipoteca sobre un inmueble de su propiedad a favor de “x”, el acreedor. Y aconteciera posteriormente que “y” vende y enajena el inmueble gravado a “z” (Art. 2164 C.), el acreedor “x” podrá endilgar la acción real hipotecaria contra “z”, si “y”, el deudor de la obligación principal no le pagare. “z”, a pesar de ser un causahabiente a título particular de “y”, adquiriría la categoría de “parte contratante” en la constitución del gravamen hipotecario. M) Adquirente de bienes raíces que se habían entregado en anticresis para garantizar una obligación principal.- En la legislación civil salvadoreña, la anticresis es una garantía real pero no es un derecho real de garantía, como la prenda y la hipoteca (Arts. 2181 C. y ss.). Su situación es similar –en materia civil- al derecho de 142 retención legal o voluntario (Art. 2142 C.), pues los titulares de ambos derechos no cuentan con jus persequendii, es decir, la característica primordial de los derechos reales, aunque sí cuenta el derecho de retención con jus preferendii (Art. 2221 C. ord. 4°).175 Si un deudor, entonces, para garantizar el pago de la obligación principal, hace simple entrega176 en anticresis de un inmueble suyo para que el acreedor se pague con sus frutos; y aconteciera luego que el deudor lo enajenara por acto entre vivos a un tercero, éste –pese a su condición de causahabiente a título particular del deudor de la obligación principal- deberá respetarle la garantía anticrética sobre el inmueble en cuestión al acreedor, siempre que el derecho se haya inscrito en el Registro de la Propiedad Raíz e Hipotecas competente, si la enajenación hubiere sido a título oneroso, o bien, a título lucrativo o gratuito, aunque no se siguiere inscripción (Arts. 2184 C., 1750 C. y 686 C. ord. 3°). N) Adquirente de bienes arrendados.- El arrendamiento de cosas no es en la legislación salvadoreña un derecho real; sin embargo, cuando versa sobre bienes registrables, como un inmueble, deberá hacerse la debida inscripción en el registro que competa (Art. 686 C. ord. 3°), para que los causahabientes a título particular del arrendador o arrendante, es decir, los sucesores a título particular del dueño del bien arrendado, respeten los arrendamientos constituidos con anterioridad y por el plazo convenido sobre esos bienes a favor de los arrendatarios, siempre que la enajenación haya sido a título oneroso (Art. 1750 C. ord. 2°). Si la enajenación hubiere sido a título lucrativo o gratuito, el adquirente del dominio del bien arrendado lo deberá respetar aunque no se siguiere inscripción (Art. 1750 C. ord. 1°). 175 Como ya fue advertido, en materia mercantil, el derecho de retención legal o voluntario sí se considera derecho real porque se equipara a la prenda (Arts. 957, 958 y 959 Com.). Se trataría, desde luego, de un derecho real de garantía. 176 La traslación del bien raíz en anticresis no es una tradición sino una simple entrega. El Art. 2183 C. comete un error al emplear el término “tradición”. Como se dijo, la anticresis en la legislación salvadoreña no es en sí misma un derecho real, como expresamente lo dice el Art. 2184 C. inc. 1°. 143 O) Adquirente de bienes en comodato.- Lo que acaba de señalarse a favor de los arrendatarios de bienes (particularmente registrables, como un inmueble), se aplica bajo la misma lógica en favor de los comodatarios (Arts. 1932 C. y ss.). Si por acto entre vivos el comodante enajena el bien, el causahabiente a título particular será considerado “parte” en el contrato de comodato que su causante había celebrado originalmente, y deberá respetarle sus derechos de tal al comodatario. No hay a este respecto una disposición legal expresa como el Art. 1750 C., pero puede aplicarse por analogía en base al Art. 22 C.. P) La sustitución patronal.- Si en materia laboral, el patrono enajena por acto entre vivos su empresa177 a un tercero, éste, pese a su condición de causahabiente a título particular, deberá respetar los contratos de trabajo que el patrono original había celebrado con sus trabajadores. Precisamente ello es el quid principal en la figura laboral de la sustitución patronal, regulada en el Art. 6 Tr.. 2) Cuando el derecho del causante tenga ventajas inherentes al bien traspasado que benefician al sucesor.- Se exponen a continuación los siguientes casos ejemplificativos de lo que se afirma en esta segunda excepción: A) Derecho real de servidumbre activa.- Tal como se había afirmado con anterioridad, “las servidumbres son inseparables del predio a que activa o pasivamente pertenecen” (Art. 826 C.). Si, por ejemplo, “x”, dueño del predio dominante, le compra y adquiere a “y”, dueño del predio sirviente, el derecho real de servidumbre activa de tránsito (Arts. 849 a 852 C.); y más adelante aconteciera que “x” vende y enajena el predio dominante a “z”, éste, pese a su condición de causahabiente a título particular de “x”, adquiriría la ventaja de gozar de la servidumbre activa de tránsito constituida 177 Las empresas son bienes mercantiles (Art. 5 Com.). Se trata, específicamente, de un bien mueble de naturaleza especial (Art. 555 Com.). 144 por su causante, aunque no haya participado en el acto constitutivo de la servidumbre misma. B) Cesión de créditos.- El acreedor –por su misma calidad de tal- es dueño de un bien incorporal: el derecho de crédito que posee contra el deudor. Por lo tanto, como dueño, lo puede ceder o enajenar por acto entre vivos a un tercero a título oneroso o gratuito.178 La operación es conocida con el nombre de “cesión de créditos”, siendo las partes del acto el cedente y el cesionario (Arts. 1691 C. y ss.).179 Y cuando dicho crédito estaba asegurado con garantías reales o personales, o bien, gozaba de preferencia en su pago, se traspasan al cesionario tales ventajas inherentes al bien incorporal objeto de la enajenación, llenándose los requisitos registrales en su caso (Art. 1696 C.). Por lo tanto, como puede observarse, el cesionario de un crédito con tales ventajas, pese a ser un causahabiente a título particular del cedente, adquiere la categoría de “parte” en los actos jurídicos originales que hicieron posible esas ventajas de las que ahora disfruta.180 58.- Apéndice sobre los causahabientes a título singular o legatarios.Como se aprendió en la oportunidad debida, los causahabientes a título universal o herederos representan a la persona del de cujus para sucederle en todos sus derechos y obligaciones transmisibles (Art. 1078 C. inc. 1°). Los herederos, pues, se consideran como una misma persona con su causante (Art. 680 C. inc. 2° in fine). Son los continuadores de su personalidad, para decirlo en términos del derecho romano. Y precisamente por ello es que se les considera “parte contratante” en los actos jurídicos, salvo en las tres excepciones aprendidas. 178 La cesión es una expresión sinónima de tradición o enajenación de los derechos subjetivos privados patrimoniales que sean susceptibles de esta operación. A la cesión o tradición de un crédito la regula el Art. 672 C.. 179 En la figura que se estudia, el deudor no es parte sino tercero relativo. Se le conoce con el nombre de cedido. 180 Desde luego que para hacer oponibles los efectos de la cesión de créditos al tercero deudor, el cesionario debe notificarle a éste el cambio de acreedor (Art. 1692 C.). En caso contrario se produciría una suerte de ineficacia llamada inoponibilidad de los efectos del acto jurídico frente a terceros. 145 ¿Podría decirse lo mismo de los legatarios en una sucesión testamentaria, es decir, de los causahabientes a título singular?. R/ No. La base legal se tiene en el Art. 1083 C. inc. 1°, que reza: “Art. 1083 [inc. 1°].- Los asignatarios a título singular, con cualesquiera palabras que se les llame, y aunque en el testamento se les califique de herederos, son legatarios; no representan al testador; no tienen más derechos ni cargas que los que expresamente se les confieran o impongan. …”. Sin embargo, lo dicho encuentra excepción cuando los bienes hereditarios no resultan suficientes para cubrir el monto de las deudas que el testador había contraído con sus acreedores, pues en tal caso, estos últimos pueden hacer acopio de los “bienes legados” para hacerse pago con ellos. Los legatarios, entonces, por excepción, responden de las deudas de sus causantes “en subsidio” de los herederos. La base legal se tiene en la primera parte del inciso 2° del mismo Art. 1083 C., que agrega: “Art. 1083 [inc. 2° in limine].- Lo cual, sin embargo, se entenderá sin perjuicio de su responsabilidad en subsidio de los herederos, …”.181 La lógica del legislador es que el pago de las obligaciones es lo responsable, lo prudente, lo diligente. El testador que en vida contrajo deudas no tiene por qué andar haciendo regalos. Lo que otorga a los legatarios, en verdad a sus acreedores pertenece. El logos de la responsabilidad subsidiaria, pues, se impone por sí solo. 59.- Tercero.- Se pasa a estudiar en seguida el concepto de “tercero” en los actos jurídicos. A diferencia de “parte”, “tercero” es el que no ha participado en la ejecución o celebración de un acto o contrato. Para su clasificación, debe distinguirse al tercero absoluto del tercero relativo. El primero –como el término lo dice- es por completo ajeno a la celebración del acto jurídico que una, dos o más personas hayan ejecutado. El La segunda parte del inciso 2° de esta norma está derogada. Ya no existe la llamada “acción de reforma”. El Art. 1243 C., reafirma lo dicho por la norma transcrita en su parte vigente. 181 146 tercero relativo, en cambio, es de más interés para el derecho, pues a pesar de no haber participado en la ejecución de un negocio jurídico, los efectos de éste de alguna manera les son atañederos. Son ejemplos de terceros relativos: 1°) El verdadero dueño (verus dóminus), en la venta y tradición de una cosa ajena. 2°) Los representantes legales o convencionales de las partes. 3°) El deudor (llamado cedido), en la cesión de créditos que un acreedor ejecute con otra persona. 147 Postulados Fundamentales en los que descansa la Teoría General de los Actos Jurídicos Limen.- De acuerdo con el Código Civil salvadoreño vigente, los principios o postulados fundamentales en los que descansa la teoría de los actos jurídicos en general, y de los contratos, en particular, son: 1°) Postulado de la normatividad (Art. 1416 C.). 2°) Postulado de la relatividad (Art. 1416 C.). 3°) Postulado de la buena fe (Art. 1417 C.). Y 4°) Postulado de la diligencia (Art. 1418 C.). 60.- Postulado de la normatividad.- Está consignado en el Art. 1416 C., particularmente en la parte que se subraya, que prescribe: “Art. 1416.- Todo contrato182 legalmente celebrado, es obligatorio para los contratantes, y sólo cesan sus efectos entre las partes por el consentimiento mutuo de éstas o por causas legales”. Esta es una de las disposiciones más importantes del Código Civil. Es la base legal de cuatro grandes temas. Prima facie, del principio de la autonomía de la voluntad privada de las partes, es decir, del principio de la libertad de contratación conforme a las leyes, ya consignado de manera fundamental por el Art. 23 Cn.. Principio que, por cierto, se halla muy ligado con el postulado de la normatividad que ahora se estudia. En segundo lugar, el Art. 1416 C. es la base legal del tema denominado disolución de los actos jurídicos. Se recordará que cuando se estableció la diferencia entre “ineficacia” y “disolución” de las declaraciones de voluntad, se partió de la base que –si bien ambos fenómenos conducen al cese de los 182 La palabra “contrato” está tomada en sentido amplio, como sinónima de “acto jurídico”. 148 efectos de un acto o contrato- en el primero de ellos se entiende que el acto jurídico nació a la vida del derecho con un vicio que lo corrompe. La nulidad –por ejemplo- es la forma más conocida de ineficacia de los negocios jurídicos. En la disolución, en cambio, se parte de la base que el acto o contrato fue “legalmente celebrado” por las partes, pero, por voluntad de ellas o por causas legales, el acto cesa de producir efectos. La disolución –por su parte- debe diferenciarse, a la vez, de la suspensión de los actos jurídicos. Tema que también haya asidero, por cierto, en el Art. 1416 C.. En tercer lugar, el Art. 1416 C. es base del tema que ahora se estudia: el postulado de la normatividad o de la obligatoriedad de los actos jurídicos. Y, en cuarto lugar, es igualmente base del postulado de la relatividad de los mismos, como se verá adelante. Entrando en materia, el postulado de la normatividad o de la obligatoriedad de los actos jurídicos está consignado en la parte del Art. 1416 C. que dice que todo negocio legalmente celebrado “es obligatorio para los contratantes”, es decir, que la voluntad plasmada en un contrato es como si fuera una “ley” para los contratantes. Así fue concebida la idea por Domat, el jurista francés de la Edad Media, al decir esa frase lapidaria suya –un tanto atrevida- que reza: “el contrato es una ley”. Ya se sabe, desde luego, que en sentido estricto y técnico no lo es, pero viene a ser como si lo fuera, y por eso el legislador patrio redactó la disposición citada en esa forma. Los modernos filósofos del derecho entienden esa frase de Domat como una concesión o delegación que el orden jurídico del Estado les hace a los particulares para que de manera privada puedan estipular –con carácter obligatorio- todos los negocios jurídicos que sean de su interés, siempre que lo hagan conforme a derecho (Art. 23 Cn.).183 Precisamente la efectividad del postulado de la normatividad en los actos jurídicos hace posible, por ejemplo, en materia de contratos, el pacta 183 La libertad de contratación, pues, tiene límites. El más importante de todos es no violar el orden público, ya que el interés público o social tiene primacía sobre el interés privado (Art. 246 Cn. inc. 2° in fine). 149 sunt servanda, es decir, que el deudor se obliga a cumplir al pie de la letra y con diligencia “lo que reza el contrato” (Art. 1631 C.).184 Finalmente se impone decir que el postulado de la normatividad debe entenderse “a favor de las partes”, es decir, que ellas tienen derecho a que los terceros no se inmiscuyan en la órbita de sus voluntades. Tienen derecho, en suma, a que los terceros no desconozcan o impugnen los actos o contratos que hayan ejecutado o celebrado. Pueden, en consecuencia, hacerles “oponibles” los efectos de su declaración de voluntad a los terceros, siempre y cuando, desde luego, el acto o contrato haya sido celebrado conforme a derecho. 61.- Postulado de la relatividad.- Como ya se advirtió, el Art. 1416 C. tantas veces citado, también consigna al principio de la relatividad de los actos jurídicos. El postulado en cuestión hace ver que los efectos de un acto o contrato son “relativos” a las partes, es decir, que los efectos de un acto jurídico, en principio, solamente les aprovecha o les perjudica a los que han intervenido en su celebración, no a los terceros (res inter alios judicata aliis neque nocere neque prodesse potest). Así como el postulado de la normatividad de los actos jurídicos debe entenderse “a favor de las partes”, en el sentido que se explicó, el de la relatividad debe entenderse, por el contrario, “a favor de los terceros”, pues como los efectos del acto o contrato son únicamente “relativos” a las partes, los terceros se hallan, entonces, a salvo de las consecuencias del acto. Los efectos del mismo no les aprovechan ni les perjudican. Cuando un acto jurídico no ha sido celebrado conforme a derecho, los terceros pueden –en consecuencia- desconocer y hasta impugnar sus efectos. En tal situación es cuando se dice que los efectos del acto les serán “inoponibles” a los terceros, dando lugar con ello a una forma de ineficacia 184 Lo expuesto hace recordar al infame Shylock, el intransigente comerciante judío que pinta Shakespeare en “El Mercader de Venecia”. Literal y expresamente el contrato decía que, en caso de incumplimiento de la obligación por parte de Antonio, el deudor debía entregarle una libra de carne de su propio cuerpo. Sólo el ingenio de Porcia sacó a Antonio de semejante aprieto. 150 de las declaraciones de voluntad llamada precisamente inoponibilidad de los efectos de un acto jurídico frente a terceros.185 62.- Postulado de la buena fe.- Está tipificado en el Art. 1417 C., que dice: “Art. 1417.- Los contratos186 deben ejecutarse de buena fe, y por consiguiente obligan no sólo a lo que en ellos se expresa, sino a todas las cosas que emanan precisamente de la naturaleza de la obligación, o que por la ley o la costumbre pertenecen a ella”. En efecto, los actos jurídicos deben ejecutarse bonae fidei, es decir, con buena intención. Buena fe que, por cierto, se presume, pues el que alegue dolo o mala fe, en principio, deberá probarlo (Art. 751 C.). En el Art. 1417 C. se lee que como una consecuencia de esta buena intención contractual por parte de los agentes, el deudor asume no sólo la obligación expresada en el contrato sino también la que va ingénita en él, verbigracia, la obligación de saneamiento por evicción o por los vicios redhibitorios en la compraventa, aunque no se estipule expresamente (Arts. 1639 C. y ss.).187 Otro ejemplo que puede señalarse en ese sentido es lo normado por el Art. 563 C. en materia de bienes inmuebles corporales por destinación, ya que si una persona enajena a otra un inmueble que alberga un establecimiento industrial, los bienes muebles existentes en dicho lugar que sirven para la explotación económica de esa industria, irán incluidos en esa venta inmobiliaria aunque así no se diga expresamente, a menos de probarse o pactarse expresamente lo contrario. 63.- Postulado de la diligencia.- Este principio está consignado en el Art. 1418 C. inc. 1°, que reza: 185 Los casos concretos de esta forma de ineficacia se estudiarán en la oportunidad debida. Como ya se advirtió, la palabra “contratos” está tomada en sentido amplio, como sinónima de “actos jurídicos”. 187 Recuérdese lo aprendido en el tema de los elementos especiales de los actos jurídicos. Especialmente, en este caso, lo relativo a los elementos especiales naturales (Arts. 1314 C. inc. 2° y 1315 C.). 186 151 “Art. 1418 [inc. 1°].- El deudor no es responsable sino de la culpa lata en los contratos que por su naturaleza sólo son útiles al acreedor; es responsable de la leve en los contratos que se hacen para beneficio recíproco de las partes; y de la levísima, en los contratos en que el deudor es el único que reporta beneficio. …”. La buena fe contractual no es suficiente. En el cumplimiento de sus obligaciones el deudor debe poner también empeño, cuidado, diligencia, prudencia. El binomio en el que se desenvuelve el postulado de la buena fe va así: “buena fe versus mala fe”. En cambio, el binomio en el que se desarrolla el postulado de la diligencia corre entre “ser diligente versus ser negligente”, es decir, entre ser cuidadoso y ser descuidado, entre ser prudente y ser imprudente. Y eso –como puede observarse- es muy diferente a tener buenas intenciones o malas intenciones en el cumplimiento de las obligaciones contractuales. Lo dicho aplica para muchas circunstancias de la vida. En materia religiosa, por ejemplo, querer salvar el alma no basta. A eso debe ponerse empeño y diligencia.188 Querer ser buen estudiante o querer ser buen abogado no es suficiente. Para lograrlo se necesita también sacrificio, empeño, cuidado. Desde los prolegómenos se aprende la diferencia entre las dos formas de responsabilidad que existen: el dolo y la culpa. Actúa con dolo, malicia o mala fe el que ocasiona un daño con intención. Actúa, en cambio, con culpa, el que ocasiona un daño por descuido, por negligencia. Pues bien, en materia de actos jurídicos, una figura se enmarca dentro del binomio del postulado de la buena fe, al tanto que la otra se desenvuelve dentro del binomio del postulado de la diligencia. Para poder comprender en toda su plenitud al postulado de la diligencia contractual, se debe hacer primero un estudio sobre la culpa o descuido. Para ello se impone el análisis especial del Art. 42 C.. 64.- Estudio especial del Art. 42 C..- Dice la ley: 188 “De buenas intenciones está empedrado el camino hacia el infierno”, reza el dicho. 152 “Art. 42.- La ley distingue tres especies de culpa o descuido. “Culpa grave, negligencia grave, culpa lata, es la que consiste en no manejar los negocios ajenos con aquel cuidado que aun las personas negligentes y de poca prudencia suelen emplear en sus negocios propios. Esta culpa en materias civiles equivale al dolo. “Culpa leve, descuido leve, descuido ligero, es la falta de aquella diligencia y cuidado que los hombres emplean ordinariamente en sus negocios propios. Culpa o descuido, sin otra calificación, significa culpa o descuido leve. Esta especie de culpa se opone a la diligencia o cuidado ordinario o mediano. “El que debe administrar un negocio como un buen padre de familia es responsable de esta especie de culpa. “Culpa o descuido levísimo es la falta de aquella esmerada diligencia que un hombre juicioso emplea en la administración de sus negocios importantes. Esta especie de culpa se opone a la suma diligencia o cuidado. “El dolo consiste en la intención positiva de inferir injuria a la persona o propiedad de otro”.189 La norma transcrita recoge lo que tradicionalmente se ha llamado Teoría de la Prestación de las Culpas. La tesis es de origen romano pero fue desarrollada en la Edad Media, sobre todo bajo el escolasticismo. El derecho civil enseña que el deudor puede incumplir obligaciones de dos formas: dolosa o culposamente. La primera –que es más grave que la segunda- significa que el deudor incumple sus compromisos obligacionales con intención, esto es, con malicia, con mala fe de su parte. La responsabilidad que tiene de indemnizar al acreedor, por consiguiente, será más estricta por parte de la ley y los jueces. 189 El Código Civil salvadoreño, como data de 1860, escribe no solamente con un lenguaje antiguo sino también poco técnico. Habrá que dispensarle su estilo de decir y ordenar las cosas. Por otro lado, sólo los primeros cinco incisos se refieren a la culpa. El inciso 6° o final se refiere al dolo. 153 La segunda significa que el deudor incumple sus obligaciones por un descuido de su parte, por la falta de diligencia o prudencia. Es siempre responsable del daño ocasionado pero con la atenuante de no haberlo cometido con mala intención. La responsabilidad que tiene de indemnizar al acreedor, por consiguiente, será menos estricta por parte de la ley y los jueces. Precisamente en estas dos formas de responsabilidad se han inspirado los principios de la buena fe contractual y de la diligencia contractual que se estudian (Arts. 1417 y 1418 C., respectivamente), pues el que debe cumplir obligaciones –y cumplirlas bien- no le debe bastar tener buena intención para hacerlo. A su buena fe debe agregarle, como se ha dicho, diligencia, prudencia, cuidado.190 Si el deudor incumple la obligación por razones de fuerza mayor o caso fortuito, estará exento de responsabilidad. Esto ya es un tema diferente. La fuerza mayor es imprevisible e irresistible. La figura está contemplada en el Art. 43 C., que dice: “Se llama fuerza mayor o caso fortuito el imprevisto a que no es posible resistir, como un naufragio, un terremoto, el apresamiento de enemigos, los actos de autoridad ejercidos por un funcionario público, etc.”. Se estudiarán a continuación, entonces, los conceptos de dolo y culpa. El DOLO consiste en la intención positiva de inferir injuria o daño a la persona o propiedad de otro (Art. 42 C. in fine). Juega tres roles diferentes en el derecho de las obligaciones: 1°) Dolo pre-contractual.- Se llama así porque incide en la formación del consentimiento en los actos jurídicos. Hay uno que es indiferente o tolerado, llamado por los romanos “dolo bueno”, y otro que es dirimente o “dolo malo”, en el mismo sentido. Este último, por lo tanto, vicia el consentimiento de la parte contratante que ha sido engañada por la otra, haciéndola celebrar un acto o contrato que, de haber conocido la verdad, no lo hubiera ejecutado. El acto jurídico es rescindible (Art. 1552 C. inc. 3°) y da lugar también a la indemnización correspondiente (Art. 1329 C. inc. 1°). 190 En realidad, como igualmente ya se dijo, esta enseñanza se aplica a todas las facetas de nuestra vida. 154 2°) Dolo post-contractual.- Este se presenta cuando el deudor incumple intencionalmente las obligaciones de un acto o contrato legítimamente ya perfeccionado. Da lugar solamente a la indemnización de perjuicios (Arts. 1329 C. inc. 2° y 1429 C. inc. 1°). El deudor es responsable incluso de los perjuicios directos imprevisibles, dada la gravedad de la situación. 3°) Dolo extracontractual o aquiliano.- Como su nombre lo dice, esta clase de dolo se presenta en situaciones fuera de la órbita de los actos jurídicos. La relación jurídica que se forja entre el agresor y el agraviado o damnificado no implica, pues, un nexo contractual. Son ejemplos, el que intencionalmente atropella a una persona con su vehículo o le daña su propiedad. El nombre de “dolo aquiliano” se deriva de un antiguo plebiscito romano: la lex aquilia. El agresor que ocasiona un daño extracontractual dolosamente comete un delito civil, sin perjuicio de la responsabilidad penal a que haya lugar. Civilmente es responsable de indemnizar al agraviado (Arts. 1329 C. inc. 2°, 2080 C., 2035 C. inc. 3° y 2065 C.). La CULPA consiste en la falta de cuidado que tiene el deudor en el cumplimiento de la obligación (Art. 42 C. incs. 1°, 2°, 3°, 4° y 5°). En principio, toda persona es responsable de un daño que ocasiona “culposamente” cuando actúa con negligencia, impericia o imprudencia, es decir, cuando actúa con necedad, con falta de experiencia o con falta de cuidado o diligencia, respectivamente. La culpa juega sólo dos roles diferentes en el derecho de las obligaciones: 1°) Culpa post-contractual.- Esta se presenta cuando el deudor descuidadamente incumple las obligaciones de un acto o contrato legítimamente ya perfeccionado. Da lugar a la correspondiente indemnización, pero sólo es responsable de perjuicios directos que se previeron o que pudieron preverse al tiempo en que se perfeccionó el negocio jurídico (Art. 1429 C. inc. 1° in limine). 155 2°) Culpa extracontractual o aquiliana.- De igual manera, como su nombre lo dice, esta clase de culpa se presenta en situaciones fuera de la órbita de los actos jurídicos. La relación jurídica que se forja entre el agresor y el agraviado o damnificado no implica, pues, un nexo contractual. El ejemplo típico es el accidente de tránsito. El agresor que ocasiona un daño extracontractual culposamente comete un cuasidelito civil, sin perjuicio de la responsabilidad penal a que haya lugar. Civilmente es responsable de indemnizar al agraviado (Arts. 2080 C., 2035 C. inc. 4° y 2065 C.). Amén de lo anterior, en el campo de la “culpa” debe tocarse otro tema que ha sido discutido desde el derecho romano y que se refiere a los “grados de la culpa”. Es propiamente la Teoría de la Prestación de las Culpas, cuya madurez se alcanzó en la Edad Media con el pensamiento de uno de los más grandes filósofos cristianos: Santo Tomás de Aquino.191 La Teoría de la Prestación de las Culpas enseña que la culpa postcontractual puede considerar tres grados de responsabilidad de ella: la grave, la leve y la levísima.192 Esta posición tripartita contrasta con la romana que sólo distinguía dos grados de la culpa: la grave y la leve. La tendencia actual y moderna es considerar un solo grado de culpa: la leve, por lo que ni ese calificativo de “leve” es necesario. Sin embargo, el problema es que todo deudor que responda de esta clase de culpa, responderá también – implícitamente- de la llamada culpa grave, como se explicará adelante. El Código Civil salvadoreño sigue la tendencia medieval de la prestación de las culpas, haciendo la división tripartita de los grados de la figura (Art. 42 C. inc. 1°). Como puede apreciarse, en el inciso 1° el legislador divide los grados de la culpa en tres categorías: grave, leve y levísima. Tomás de Aquino, el “Doctor Angélico”, nació en Nápoles en 1225. Aparte de la Summa Teológica, que es su obra más conocida, escribió importantes doctrinas jurídicas. Fue profesor de la Universidad de París. Enseñó también en Roma y Nápoles. En Colonia, Alemania, gracias a su maestro San Alberto Magno, tuvo acceso a las enseñanzas de Aristóteles a las que “cristianizó”. Murió en Italia, en 1274, a los cuarenta y nueve años de edad. El Papa Juan XXII lo canonizó en 1323 y en 1567 fue declarado “Doctor de la Iglesia”. 192 El tema se aplica sobre todo en el campo de la culpa post-contractual. 191 156 El inciso 2° está dedicado a la culpa grave, también llamada negligencia grave o culpa lata. En esta clase de culpa, el legislador le exige al deudor el nivel básico de prudencia en el cumplimiento de la obligación. Le exige, pues, un mínimo de diligencia o cuidado. El nombre de esta categoría de culpa no deja de ser contradictorio o de confundir un tanto, pues da la impresión que la exigencia de responsabilidad es la de “mayor grado”, la “más grave”, cuando en realidad es la menor o más básica. Por justicia, lo propio suele ocurrir cuando el contrato sólo le es útil al acreedor (Art. 1418 C. inc. 1° primera parte). Es ejemplo, en materia civil, el depósito propiamente dicho, pues dicho contrato –al ser gratuito- sólo le proporciona utilidad al depositante (Art. 1976 C.). En el inciso 2° del Art. 42 C. también se lee que “en materias civiles”, la culpa grave “equivale al dolo”. Esta frase merece una explicación especial. Prima facie, lo dicho también se aplica a la materia mercantil y a cualquier otra materia de derecho privado, por lo que hubiera sido más apropiado de parte del legislador decir que, “en materia de derecho privado”, esta especie de culpa equivale al dolo. En cuanto a la idea que la culpa grave equivalga al dolo, la razón se finca en que exigiéndole la ley al deudor un mínimo de cuidado, si éste aun así cayera en mora por falta de diligencia, su conducta rayaría en el colmo, dando la impresión que procedió de mala fe. Y es natural que el legislador lo considere así. ¿Qué puede esperarse de aquel que, exigiéndosele poco, no cumple con la obligación ni siquiera pidiéndosele un mínimo de diligencia?. Es, como se dijo, el colmo de la negligencia. Cualquiera piensa que actuó – entonces- dolosamente. Si se toma en cuenta que el dolo constituye el mayor grado de responsabilidad que puede existir, lo que acaba de explicarse da lugar al siguiente juego de palabras: “la culpa grave es la menos grave, pero como en materia de derecho privado equivale al dolo, es lo más grave”. Los incisos 3° y 4° del Art. 42 C. están dedicados a la culpa leve. También se le denomina descuido leve o descuido ligero. Constituye el grado mediano u ordinario de responsabilidad, por lo que el propio legislador civil 157 dice que cuando en las leyes se emplee solamente la palabra “culpa” o “descuido” sin otra calificación, significará culpa o descuido leve. Las legislaciones modernas, como se dijo, tienden a considerar solamente a la culpa leve. Códigos más modernos que el Civil –como el de Comercio, por ejemplo- se inclinan por esta postura. Es por ello que en el Art. 947 Com., se lee: “Las obligaciones mercantiles deben cumplirse con la diligencia de un buen comerciante en negocio propio”. Y otro tanto puede decirse de un Código moderno como el de Familia, como se comprueba con el Art. 226. Sin embargo, cuando estas “leyes modernas” están exigiéndole al deudor una mediana diligencia en el cumplimiento de sus obligaciones, tácitamente le están exigiendo también un mínimo de cuidado, por lo que la llamada culpa grave no puede dejar de tomarse en cuenta. Y debe recordarse, además, que esta última clase de culpa –en materia de derecho privado y con sobrada lógica- “equivale al dolo”. El legislador suele exigirle mediana diligencia al deudor en el cumplimiento de sus obligaciones cuando el contrato es de aquellos que le proporcionan utilidad tanto a él como al acreedor (Art. 1418 C. inc. 1° parte central). El ejemplo típico se tiene en la compraventa, pues tanto el vendedor como el comprador reportan beneficio económico en la ejecución de este negocio jurídico (Art. 1630 C.). La idea del legislador, pues, se impone por justicia. El inciso 4° del Art. 42 C., al decir: “El que debe administrar un negocio como un buen padre de familia es responsable de esta especie de culpa”, alude a un concepto romano: el del “buen padre de familia”, es decir, el hombre ordinario que cumple sus obligaciones lo mejor que puede. La idea fue tomada del pensamiento aristotélico cuando el estagirita hablaba del “justo medio” para definir las cosas. Así, por ejemplo, el Filósofo definía la valentía como el justo medio entre la cobardía y la temeridad. Si tales ideas se aplican al concepto que intenta explicarse, se cae en la cuenta que el grueso de las personas son hombres y mujeres medianamente cuidadosos en la ejecución de sus actividades. Es verdad que hay algunos muy 158 descuidados, y que aun así tendrán un mínimo de diligencia; y otros que son extremadamente cuidadosos en la ejecución de sus actividades. Pero no cabe duda que la mayoría de personas son “medianamente cuidadosas” en la ejecución de sus actividades. No son, por ejemplo, padres de familia completamente negligentes ni tampoco exageradamente diligentes. El inciso 5° del Art. 42 C., está dedicado a la culpa levísima, también llamado descuido levísimo. El legislador suele exigirle el mayor grado posible de diligencia al deudor en el cumplimiento de sus obligaciones cuando el contrato es de aquellos que sólo a él le reportan utilidad económica (Art. 1418 C. inc. 1° parte final). Es ejemplo de lo afirmado el caso del comodato, pues en dicho negocio jurídico sólo el comodatario, es decir, el deudor, resulta beneficiado al poder usar la cosa mueble o inmueble que le entregaron gratuitamente por un plazo determinado. Deberá poner, pues, el mayor empeño en el cuido y conservación del bien objeto del acto, pues vencido el plazo deberá restituirlo a su dueño (Art. 1936 C.). El inciso 6° o final del Art. 42 C., ya no se refiere a la culpa sino al dolo, cuyo concepto fue estudiado al inicio de estas explicaciones. De lo anterior se colige que la ley –guiada por la Justicia- regula estos tres “grados de responsabilidad” de la culpa en orden de su gravedad. La culpa grave –pese a su nombre- es la menos estricta con el comportamiento diligente que debe tener el deudor, pues se le exige solamente un mínimo de cuidado. La culpa leve es la de mediana exigencia. Y la culpa levísima la de mayor exigencia. El orden jurídico enseña –por lo tanto- que cuando el deudor sea legalmente responsable hasta de la culpa levísima, será también responsable de las culpas grave y leve, pues al ser éstas de menor exigencia estarán contenidas en aquélla. Por su parte, el deudor que sea legalmente responsable hasta de la culpa leve, será también responsable –lógicamente- de la culpa grave. Y el deudor que sea sólo responsable de la culpa grave significará que la ley le exige únicamente un mínimo de cuidado. De ahí que en las leyes tengan sentido las palabras “hasta de la” que ella menciona, pues el legislador responsabiliza al deudor por su diligencia de acuerdo a esos “grados de la culpa”. 159 He aquí unos ejemplos: En la parte final del Art. 226 F., nótese cómo el legislador prescribe que los padres de familia “serán solidariamente responsables HASTA DE LA culpa leve”. En el Art. 1889 C., se lee: “El mandatario responde HASTA DE LA culpa leve”. “Esta responsabilidad recae más estrictamente sobre el mandatario remunerado”. En el Art. 1936 C. inc. 1°, el legislador ordena: “El comodatario es obligado a emplear el MAYOR CUIDADO en la conservación de la cosa, y responde HASTA DE LA culpa levísima. …”. En el Art. 1976 C., se lee: “El depósito propiamente dicho es gratuito”. “Si se estipula remuneración por la simple custodia de una cosa, el depósito degenera en arrendamiento de servicio, y el que presta el servicio es responsable HASTA DE LA culpa leve; pero bajo todo otro respecto está sujeto a las obligaciones del depositario y goza de los derechos de tal”. En el Art. 2101 C., el legislador dice: “El fiador es responsable HASTA DE LA culpa leve en todas las prestaciones a que fuere obligado”. De manera general se concluye nuevamente con la transcripción del Art. 1418 C. inc. 1°, que reza: “Art. 1418 [inc. 1°].- El deudor no es responsable sino de la culpa lata en los contratos que por su naturaleza sólo son útiles al acreedor; es responsable de la leve en los contratos que se hacen para beneficio recíproco de las partes; y de la levísima, en los contratos en que el deudor es el único que reporta beneficio. …”.193 193 En principio, esta norma es de orden privado, es decir, admite pacto en contrario (Art. 1418 C. in fine). 160 La inoponibilidad de los efectos de los actos jurídicos frente a terceros 65.- Tal como se aprendió, el postulado de la normatividad debe concebirse a favor de las partes contratantes. Si ellas han celebrado legítimamente un acto jurídico, los efectos del mismo son “oponibles” a terceros. Y por el contrario, cuando el acto o contrato no ha sido celebrado conforme a derecho, los efectos del mismo son o pueden ser, entonces, “inoponibles” a los terceros, los cuales podrán desconocer el acto y hasta impugnarlo, si fuere el caso. La inoponibilidad de los efectos de un acto jurídico frente a terceros es una suerte de ineficacia de las declaraciones de voluntad, aunque debe advertirse desde ya que, si bien es cierto que todo acto jurídico anulable o rescindible es, al mismo tiempo, inoponible a terceros, no todo acto jurídico inoponible es anulable o rescindible. Cabe preguntar si esta forma de ineficacia de los actos jurídicos puede subsanarse. Cabe preguntarse, pues, si un acto jurídico cuyos efectos son inoponibles a un tercero, puedan volverse oponibles a dicho tercero, normalizándose la situación anómala. La respuesta es afirmativa siempre que la anomalía no vaya a ser de orden público. Lo propio se logra, llevando a cabo el tercero un acto jurídico denominado ratificación. La ratificación, como se dijo, es, en sí misma, un acto jurídico. Específicamente es un acto jurídico unipersonal, pues la única voluntad que interviene es la del tercero.194 194 Aunque parezca un juego de palabras, en este acto jurídico la “parte” es el “tercero”. 161 Este negocio jurídico –para que exista y sea válido- debe llenar –en general- todos los requisitos ordinarios de las declaraciones de voluntad. La parte contratante debe ser legalmente capaz, su voluntad debe estar exenta de vicios, el acto debe tener objeto lícito, etc.. A continuación se exponen los principales casos prácticos de inoponibilidad en el derecho privado patrimonial: Primer caso: falta de publicidad registral.- Como es sabido, los derechos reales son “oponibles” erga omnes (Art. 567 C. inc. 2°). Y cuando el titular los ejerce sobre bienes registrables, la forma idónea de cumplir con ese requisito fundamental es precisamente con la inscripción del instrumento público que contiene y certifica el derecho real en el Registro respectivo y competente. La inscripción registral se necesita para cumplir dos objetivos primarios: es una formalidad para la validez de ciertos actos jurídicos solemnes, como es el caso del contrato de compraventa inmobiliario (Art. 1605 C. inc. 2°), la tradición del derecho real de hipoteca (Art. 668 C. inc. 1°), etc., o bien, es una forma de publicidad legal.195 Este último objetivo es el que ahora interesa porque precisamente los derechos reales sobre bienes registrables, para que sus titulares puedan “oponérselos” a los demás, se requiere de la publicidad que los diferentes Registros otorgan.196 Pese a no estar considerado derecho real en la legislación salvadoreña, lo dicho también aplica para el arrendamiento sobre bienes registrables. Idea que también puede extenderse al comodato y la anticresis. Utilizando el caso de los inmuebles como ejemplo de bienes registrables, todo lo expuesto encuentra asidero en las siguientes disposiciones registrales del Código Civil: CAPÍTULO IV DEL REGISTRO DE LA PROPIEDAD RAÍZ E HIPOTECAS 195 Hay otras, como la del Diario Oficial, por ejemplo. Los diferentes Registros de los que se habla –es decir, los de bienes- no solamente son “oficiales” sino también “públicos” (Art. 675 C.). 196 162 SECCIÓN PRIMERA DISPOSICIONES PRELIMINARES “Art. 673.- Se establece un Registro general de la propiedad inmueble de todo el Estado”. “Art. 674.- El Registro se compone de tres Secciones: “1ª) De la Propiedad Raíz; “2ª) De Sentencias; y “3ª) De Hipotecas”. “Art. 675.- El Registro es público y puede ser consultado por cualquier persona”. “Art. 676 [ord. 1°].- Sólo podrán inscribirse: “1°) Los instrumentos públicos; …”. “Art. 680 [inc. 1°].- Los títulos sujetos a inscripción no perjudican a terceros, sino mediante la inscripción en el correspondiente Registro, la cual empezará a producir efecto contra ellos desde la fecha de la presentación del título al Registro. …”. “Art. 681.- La inscripción es el asiento que se hace en los libros del Registro de los títulos sujetos a este requisito, con el objeto de que consten públicamente los actos y contratos consignados en dichos títulos, para los efectos que este título determina. Es de dos clases: inscripción definitiva, que es la que produce efectos permanentes, e inscripción provisional, llamada también anotación preventiva”. SECCIÓN SEGUNDA DE LA INSCRIPCIÓN DE LA PROPIEDAD RAÍZ “Art. 682.- Los bienes de cuya inscripción se ocupa este Código, son los inmuebles o bienes raíces”. 163 “Art. 683.- La tradición del dominio de los bienes raíces y su posesión no producirán efecto contra terceros, sino por la inscripción del título en el correspondiente Registro. “La misma regla se aplicará a la tradición de los derechos de usufructo, uso o habitación, de servidumbres y de legado de cosa inmueble”. SECCIÓN TERCERA DE LOS TÍTULOS QUE DEBEN INSCRIBIRSE Y DE LA FORMA DE LAS INSCRIPCIONES DE LA PROPIEDAD RAÍZ “Art. 686.- En el Registro de la Propiedad se inscribirán: “1°) Los títulos o instrumentos en que se reconozca, transfiera, modifique o cancele el dominio o posesión sobre inmuebles; “2°) Los títulos o instrumentos en que se constituyan, transfieran, reconozcan, modifiquen o cancelen derechos de usufructo, herencia, uso, habitación o servidumbre sobre inmuebles; y “3°) Los contratos de arrendamiento de bienes inmuebles, cuando deban hacerse valer contra tercero”. SECCIÓN OCTAVA DE LAS HIPOTECAS, INSTRUMENTOS HIPOTECARIOS QUE DEBEN INSCRIBIRSE Y MODO DE HACER LA INSCRIPCIÓN “Art. 736.- En el Registro de Hipotecas se inscribirán: los instrumentos en que se constituya ese gravamen, se transfiera, modifique o cancele”. SECCIÓN NOVENA DE LOS EFECTOS DE LA INSCRIPCIÓN DE LAS HIPOTECAS “Art. 739.- La hipoteca surte efectos respecto de tercero desde la hora de la presentación en el Registro correspondiente”. Se concluye, entonces, para ejemplificar a este primer caso de inoponibilidad, que la venta y tradición sobre bienes registrables, por muy 164 válidas que sean “entre las partes” por haberse otorgado en el instrumento público correspondiente (Arts. 1605 C. inc. 2° y 667 C. inc. 1°), serán “inoponibles” a terceros si no se inscribe el documento público que contiene y certifica el derecho real en el competente Registro.197 En consecuencia, si se presentara el caso que el comprador y adquirente de un inmueble –que no inscribió su derecho real de dominio en el competente Registro- pretendiera tramitar un contrato de mutuo de dinero al banco, y éste exigiere como requisito la hipoteca de dicho inmueble, la operación no podrá llevarse a cabo porque el dominio sobre ese predio no aparece inscrito en el Registro a nombre del que pretende ser mutuario. Para el banco, pues, que es un “tercero” en el contrato de venta que ejecutó el mutuario, dicha venta no tiene por que reconocerla. Los efectos de dicho acto jurídico, a él, le son “inoponibles”. Segundo caso: la venta y tradición de cosa ajena.- En efecto, aunque la venta de cosa ajena sea válida entre las partes (Art. 1619 C. inc. 1°), o bien, la tradición de cosa ajena sea anulable de nulidad absoluta debido a que el tradente no era dueño de la cosa que entregó (Arts. 651 C., 1445 C. inc. 1° y 1552 C. inc. 1°), no cabe duda que dichas operaciones son “inoponibles” al verdadero dueño de la cosa, el cual viene a ser un “tercero” en dichos actos jurídicos. Un tercero relativo, por cierto, que, si está en tiempo, podría reivindicar la cosa de que no está en posesión (Art. 891 C.). La base legal se tiene en el Art. 1622 C., que reza: “Art. 1622.- La venta de cosa ajena, ratificada después por el dueño, confiere al comprador los derechos de tal desde la fecha de la venta”. Tercer caso: extralimitación en las funciones de personería de los representantes legales o convencionales de las personas.- En este tercer caso se pueden presentar cuatro hipótesis: 1ª) Representante legal de persona natural en situaciones de orden privado; 197 Los terceros de los que se habla en este primer caso son, por cierto, absolutos. 165 2ª) Representante o representantes legales de persona natural en situaciones de orden público; 3ª) Representante legal de persona jurídica (de la clase que fuere); y 4ª) Representante convencional o voluntario de personas naturales o jurídicas. Primera hipótesis.- Se debe comenzar por recordar que la representación legal no siempre es de orden público. Sólo lo es cuando los representados son personas jurídicas de cualquier clase, o bien, cuando se trate de menores de edad o personas mayores de edad declaradas incapaces.198 Lo dicho es importante aclararlo para saber si el acto inoponible al tercero podrá ser o no ratificado por éste. Entre los curadores especiales de bienes, el curador de los derechos del ausente, para el caso, constituye un buen ejemplo de representante legal de persona natural, enmarcado en una situación de orden privado (Arts. 473 al 479 C., Art. 186 Pr. y Arts. 486 al 490 C.). Asimismo es ejemplo el caso del síndico del concurso de acreedores (Arts. 1604 y 1904 C.). El curador de los derechos del ausente, como todo curador especial de bienes, tiene –en su tarea administrativa para con su representado- las mismas facultades y limitantes que los tutores en relación con sus pupilos (Arts. 486 a 489 C.). Necesitan previa autorización judicial, por ejemplo, para enajenar o gravar bienes inmuebles del representado (Art. 322 F. ord. 1° in limine). Si lo hicieren sin esa venia oficial, amén de la rescisión del acto, se perfilaría una extralimitación de sus funciones cuyo efecto consiste en considerar como personalmente obligado al representante. Al representado, que es un tercero en el acto jurídico que su personero celebró con la otra parte, dicho negocio le es inoponible, a menos que se confirme y ratifique lo actuado.199 En el caso del síndico del concurso, si en el concordato se estipula que para realizar los bienes embargados del concursado, se venda determinado 198 Personas vulnerables, en suma, así consideradas por el derecho de familia o por el derecho de menores. Ratificación que sólo la podrían efectuar el propio ausente a su regreso, su representante legal o convencional debidamente constituido, o bien, los herederos del ausente en caso de su fallecimiento real o presunto. 199 166 inmueble, sin que el síndico del concurso tenga la facultad de comprarlo, y éste lo hiciere, se perfilaría –entonces- una extralimitación en sus funciones de personería que lo obligaría personalmente. La venta efectuada sería rescindible e inoponible al concursado y a los acreedores concursantes, a menos que éstos confirmaran la nulidad relativa y, con ello, ratificaran lo actuado. Segunda hipótesis.- El caso más emblemático de representación legal sobre una persona natural –enmarcado en una situación de orden público- es el de los hijos de familia sujetos a la autoridad parental de su padre y madre, o de uno solo de ellos en defecto del otro (Arts. 206 F. y 207 F. incs. 1°, 2° y 4°). Se trabajará con este caso como piloto. Se impone hacer un estudio especial del Art. 237 F., que dice: Autorización de los padres o del administrador “Art. 237.- El hijo de familia, fuera del caso contemplado en el artículo 228 de este Código, no podrá celebrar ningún acto o contrato sin la autorización de los padres o de la persona que en su defecto ejerza la administración; si lo hiciere, no será obligado sino hasta concurrencia del beneficio que haya reportado de ellos y responderá con los bienes que hubiere adquirido mediante su trabajo o industria. “Los actos o contratos que el hijo de familia celebrare con autorización de sus padres o de la persona que ejerza la administración, o que éstos ratificaren, obligarán directamente a los padres o al administrador y subsidiariamente al hijo, hasta concurrencia del beneficio que éste hubiere reportado”. Como es sabido, el hijo de familia es, en principio, una persona absoluta o relativamente incapaz para celebrar válidamente actos jurídicos por sí mismo (Art. 1318 C. incs. 1°, 2° y 3°). Debe hacerlo a través de sus representantes legales, es decir, sus padres o el administrador especial, en los casos señalados por la ley. El inciso 1° del Art. 237 F. norma los efectos de un acto o contrato celebrado material o personalmente por el propio hijo de familia. El inciso 2°, 167 en cambio, regula –en general- los efectos de un acto o contrato celebrado debidamente a través de la representación legal. En la situación planteada por el inciso 1°, el acto jurídico será, desde luego, anulable. Anulable por la falta misma de la capacidad legal de ejercicio que se requiere (Art. 1316 C. ord. 1° e inciso final). Si el hijo de familia es infante, o no está en pleno uso de su razón, o no puede manifestar su voluntad de manera inequívoca, la nulidad será absoluta (Arts. 1318 C. incs. 1° y 2° y 1552 C. inc. 2°). Y si el hijo de familia es adolescente, la nulidad será relativa, a menos que se trate –como ya se estudió- de ciertos actos jurídicos previstos por la ley en los que los adolescentes pueden actuar válidamente por sí mismos (Arts. 1318 C. inc. 3° in limine y 1552 C. inc. 3°). Uno de esos actos jurídicos excepcionales lo menciona de manera expresa el propio inciso 1° del Art. 237 F. que de manera especial se estudia: es el que –llenándose los requisitos de ley- tenga por objeto bienes del peculio profesional o industrial que el hijo de familia adolescente pueda tener (Art. 228 F.). El acto jurídico es válido. Los acreedores de obligaciones exigibles ejercerán su derecho general de prenda o demás derechos sobre los bienes de este patrimonio de afectación. Si éstos resultaren insuficientes para el pago de las deudas, responden los bienes de los patrimonios generales de los padres de familia o el del administrador especial, pero no los del patrimonio general del menor. En la situación planteada por el inciso 2°, como los actos o contratos fueron debidamente celebrados a través de la personería legal de los padres de familia o del administrador especial, los acreedores de obligaciones exigibles que hubiere, ejercerán sus derechos contra los bienes de los patrimonios generales de los padres de familia o contra el del administrador especial, si es el caso, pero no contra los del patrimonio general del hijo. A menos que éste tuviere peculio profesional o industrial, pues en tal caso, los bienes de dicho patrimonio de afectación responderían “subsidiariamente” a las demandas de los acreedores. Como puede verse, el legislador familiar intenta defender y mantener intacto, hasta donde sea posible, el patrimonio general del hijo de familia. Compromete, en primer lugar, los bienes de los patrimonios generales de los 168 padres o el del administrador especial, si lo hubiere. Y compromete, pero sólo de manera subsidiaria, los bienes del peculio profesional o industrial que el hijo de familia adolescente pudiera tener. Un último punto de análisis en el estudio del inciso 2° del Art. 237 F., va con relación a la frase “o que éstos ratificaren”, mencionada entre comas por el legislador. ¿Cuáles son los alcances legales de ella?. La ley dice –en efecto- que “los actos o contratos que el hijo de familia celebrare con autorización de sus padres o de la persona que ejerza la administración, O QUE ÉSTOS RATIFICAREN, obligarán directamente a los padres o al administrador y subsidiariamente al hijo, hasta concurrencia del beneficio que éste hubiere reportado”. Cuando se estudió a la nulidad como forma de ineficacia de los actos jurídicos, uno de los puntos analizados fue el del saneo de las nulidades; concluyéndose –entre otras cosas- que la nulidad relativa o rescisión –como no es de orden público- podía ser subsanada por la CONFIRMACIÓN de las partes (Art. 1554 C. in fine). La confirmación –como se aclaró- es también un acto jurídico en sí mismo. Es una declaración de voluntad que tiene por objeto “convalidar” una nulidad relativa. Sanearla. Subsanarla. Lastimosamente el Código Civil utiliza mal el término y a la figura la llama “ratificación”. Y el mismo error comete el inciso 2° del Art. 237 F. que ahora se analiza. El acto jurídico confirmatorio está regulado en los Arts. 1564 al 1568 C.. Uno de los requisitos para su validez es que sea ejecutado por la parte o partes que tienen derecho a alegar la nulidad, siempre que sean capaces (Arts. 1567 y 1568 C.). Así, por ejemplo, si un acto jurídico es celebrado por un menor adolescente, dicho negocio es rescindible, es decir, anulable de nulidad relativa por haber sido ejecutado por persona relativamente incapaz (Arts. 1318 C. inc. 3° in limine y 1552 C. inc. 3°), a menos que se trate de ciertos actos jurídicos que, por excepción, tales personas pueden celebrar válidamente por sí mismos, como ya se advirtió. Continuándose con la idea, y basándose en la regla general, la única manera válida de subsanar esa nulidad es que el acto jurídico confirmatorio sea ejecutado POR LOS REPRESENTANTES LEGALES DEL MENOR ADLESCENTE y la otra parte, ya que, si el 169 adolescente ejecutara dicho acto por sí mismo, éste volvería a adolecer del mismo vicio que se pretende remediar. El acto jurídico de la confirmación sería, pues, también rescindible en sí mismo. Si estas ideas se trasladan a la lógica del inciso 2° del Art. 237 F. que se analiza, se concluye –entonces- que lo que el legislador quiere decir es que si, en general, el acto jurídico fue celebrado por un hijo de familia adolescente, sin la debida representación legal, y que dicho acto tenía por objeto bienes de su patrimonio general, tal declaración de voluntad es, desde luego, rescindible. Pero si los padres de familia o el administrador especial lo “confirmaran” debidamente, los acreedores de las obligaciones exigibles que resulten podrán perseguir el pago en bienes de los patrimonios generales de los padres de familia o del administrador especial. El patrimonio general del hijo de familia adolescente continuaría intacto por razones de orden público; mas, el que sí podría verse afectado de manera subsidiaria, sería el del peculio profesional o industrial que el menor pudiera tener, si es del caso, ante la hipótesis de resultar insuficientes los bienes de los patrimonios generales de los representantes legales. La frase que se comenta del inciso 2° del Art. 237 F., debió redactarse así: “Los actos o contratos que el hijo de familia celebrare con autorización de sus padres o de la persona que ejerza la administración, o que éstos confirmaren, obligarán directamente a los padres o al administrador y subsidiariamente al hijo, hasta concurrencia del beneficio que éste hubiere reportado”. No debe olvidarse que las nulidades absolutas son inconfirmables (Art. 1553 C. in fine). Sólo las nulidades relativas son susceptibles de este remedio (Arts. 1554 C. in fine y 1564 C.), por lo que el hijo de familia del caso expuesto no podría ser ni infante ni persona declarada incapaz. Estudiado lo anterior, cuando en su tarea administrativa los padres o el administrador especial del hijo de familia se extralimitan en su personería, por ejemplo, enajenando bienes registrables del hijo sin la debida y previa autorización judicial (Art. 230 F.), dicho acto jurídico no sólo es anulable de nulidad absoluta por tener objeto ilícito y violación de solemnidades, sino también “inoponible” al representado, es decir, al hijo de familia. Los bienes 170 que responderán para el pago de las indemnizaciones de ley serán los de los patrimonios de los padres de familia o del administrador especial, en su caso, pero nunca los de la hacienda del hijo. Tercera hipótesis.- Como es natural, las personas jurídicas, de la clase que fueren, no podrían actuar en la vida jurídica si no a través de personero. Este representante es siempre necesario, legal y judicial o extrajudicial. La representación legal de las personas jurídicas es de orden público. El representante legal de toda persona jurídica podría delegar su personería en un mandatario, es decir, en un representante convencional o voluntario, pero ello sería ya un incidente ajeno al quid de lo que se estudia. Al menos en esta tercera hipótesis. La segunda parte del inciso 3° del Art. 1318 C. se equivoca rotundamente cuando dice que las personas jurídicas son personas absolutamente incapaces sólo cuando sus representantes legales se extralimitan en sus funciones de personería. Y los actos ejecutados por las personas absolutamente incapaces –como es sabido- son anulables de nulidad absoluta (Art. 1552 C. inc. 2°). Dice, en efecto, la ley: “Art. 1318 [inc. 3°].- Son también incapaces los [adolescentes] Y LAS PERSONAS JURÍDICAS; pero la incapacidad de los primeros no es absoluta, pues sus actos pueden tener valor en los casos determinados por la ley. 200 En cuanto a las personas jurídicas201 se consideran absolutamente incapaces, en el sentido de que sus actos no tendrán valor alguno si fuesen ejecutados en contravención a las reglas adoptadas para el gobierno de las mismas. …”. El legislador –en verdad- está confundiendo un problema de nulidad con uno de inoponibilidad. Una persona jurídica no será considerada únicamente incapaz cuando su representante legal obra fuera de la órbita de sus facultades de personería, pues eso querría decir que si su personero obrase 200 De la incapacidad relativa que, en general, tienen los adolescentes cuando celebran actos jurídicos por sí mismos, ya se ha tratado en esta primera parte del inciso 3° del Art. 1318 C.. La nulidad de sus actos es relativa (Art. 1552 C. inc. 3°). 201 De cualquier clase, pues el legislador no distinguió. 171 legítimamente, la persona jurídica sí sería, entonces, una persona “capaz”. Y eso no es cierto. La incapacidad de las personas jurídicas no es ni absoluta ni relativa. Es “natural”. Ellas necesariamente deben actuar a través de representante. Lo que sucede es que si este representante obra fuera de los límites de su personería, los efectos del acto jurídico que celebre con la otra parte, supuestamente “a nombre de la persona jurídica”, serán “inoponibles” a ésta. En principio, dichos actos jurídicos no adolecerán de nulidad. Lo que realmente ocurrirá –se repite- es que los efectos del mismo serán inoponibles a la persona jurídica, es decir, a la persona representada. El representante legal de la persona jurídica que se extralimita en sus funciones de personería SE OBLIGA PERSONALMENTE para responder por los daños y perjuicios de lo actuado. No obligará, pues, con relación a la otra parte contratante a la persona jurídica. Eso fue lo que quiso decir en verdad el legislador en la segunda parte del inciso 3° del Art. 1318 C.. Cuarta hipótesis.- Se refiere a la situación del mandatario que se extralimita en sus funciones de personería, que es un caso de “mandato sin representación”, como se estudió en la oportunidad debida. El mandatario que se extralimita en sus funciones de personería, al igual que todo representante, se obliga personalmente. No obliga, pues, a su representado para con la otra parte contratante, a menos que el representado ratificara lo actuado de manera exorbitada por su personero. La base legal de lo expuesto se encuentra en las siguientes tres disposiciones del Código Civil: “Art. 1911.- El mandatario puede, en el ejercicio de su cargo, contratar a su propio nombre o al del mandante; si contrata a su propio nombre, no obliga respecto de terceros al mandante”. “Art. 1914 [ord. 2°].- El mandatario que ha excedido los límites de su mandato, es sólo responsable al mandante; y no es responsable a terceros, sino: … “2°) Cuando se ha obligado personalmente”. 172 “Art. 1920.- El mandante cumplirá las obligaciones que a su nombre ha contraído el mandatario dentro de los límites del mandato. “Será, sin embargo, obligado el mandante si hubiere ratificado expresa o tácitamente cualesquiera obligaciones contraídas a su nombre”. Se expone a continuación un ejemplo: “x” es propietario de dos inmuebles: el predio “A” y el predio “B”. Le confiere poder a “y” para que en su nombre y representación venda y tradite el predio “A” a “z”. El mandatario “y”, sin embargo, sin que medie error de su parte, se extralimita en sus funciones de personería y le vende y enajena a “z” el predio “B”, argumentando que lo hace en nombre y representación de “x”. Si “z” se percata de lo acontecido y le exigiere judicialmente a “x” que le haga la tradición del dominio del predio “B”, “x” –el mandante, en su calidad de tercero- podrá oponerle a “z” la excepción de inoponibilidad, pues en efecto, el contrato de venta celebrado entre su mandatario y “z”, al haberse excedido el primero en sus funciones de personería, hace que los efectos de dicho acto le sean inoponibles, a menos –claro está- que ratificare expresa o tácitamente lo actuado por su apoderado. Lo que acontece en el ejemplo expuesto es un caso de venta de cosa ajena; ya que “y”, el mandatario, al obligarse personalmente por haberse excedido en sus funciones, se mirará como el vendedor de una cosa que no le pertenece. Al no poder cumplir su obligación de tradir el dominio del inmueble en cuestión, le allana el camino a “z”, el comprador, para que endilgue en su contra la acción resolutoria correspondiente (Arts. 1360 C. y 1619 C. incs. 1° y 2°). Cuarto caso: falta de notificación por cambio de acreedor en la cesión de créditos.- En materia patrimonial –salvando las excepciones- todo acreedor, como dueño que es de su derecho de crédito, lo puede ceder o enajenar a otra persona, ya sea a título oneroso o gratuito (Arts. 1691 C. y 672 C.).202 202 La cesión es una expresión sinónima de tradición o enajenación. La tradición de los derechos de crédito es, en principio, una tradición en sentido estricto, es decir, una tradición del dominio que el acreedor ejerce sobre esa clase de bienes incorporales. Está regulada en el Art. 672 C.. 173 El acreedor que cede su crédito se llama cedente. La persona que lo adquiere se denomina cesionario. El deudor, por lo tanto, es un tercero relativo frente al acto jurídico de la cesión de créditos.203 Vale la pena aclarar que cuando el acreedor cede su crédito, y éste es preferente o está asegurado con alguna suerte de caución o garantía, el cesionario lo adquiere con ese mismo status de preferencia o de garantía (Art. 1696 C.).204 Asimismo, cuando un acreedor cede su crédito, el cesionario deberá “notificarlo” al deudor, pues éste deberá enterarse de quién es ahora su nuevo acreedor para poder pagarle cuando la obligación se haga exigible.205 La base legal es el Art. 1692 C., que prescribe: “Art. 1692.- La cesión no produce efecto contra el deudor ni contra terceros,206 mientras no ha sido notificada por el cesionario al deudor o aceptada por éste”. Si la notificación no se efectuara, o bien, no se hiciere conforme a derecho, y resultara que el deudor paga al acreedor primitivo y éste recibiere el pago, se perfilaría un caso de solutio sine causa, es decir, de un pago de lo no debido, que daría acción de repetición al solvens contra el accipiens para que se le devuelva lo pagado (Arts. 2046 C. inc. 1° y 2048 C.). Y si en un escenario distinto el cesionario le exigiere al deudor el pago de su crédito, éste podrá oponerle la excepción procesal de inoponibilidad, ya que la falta de notificación hace que los efectos de la cesión de créditos habida le sean inoponibles, a menos que el deudor pagare también al nuevo acreedor, ratificando con ello la cesión celebrada por las partes.207 203 A él se le llama cedido. En el caso de la prenda y la hipoteca, eso sí, se deberá inscribir la modificación en los Registros competentes (Arts. 38 y ss. de la Ley de Garantías Mobiliarias, así como los Arts. 736 y 1483 C., respectivamente). 205 El Código Civil, lastimosamente, no regula la manera de cómo se efectúa esta notificación, pero se recomienda que se haga a través de acta notarial o, al menos, en un instrumento privado con acuse de recibo. La Ley de Garantías Mobiliarias sí tiene regulaciones al respecto en el Art. 25. 206 Esta frase no deja de ser un tanto confusa ya que el deudor también es un tercero. 207 Si habiendo existido la notificación en la debida forma, el deudor pagare al acreedor primitivo, perfilándose un caso de pago de lo no debido con todo y sus consecuencias, y luego el nuevo acreedor demandare el pago del deudor, a éste le tocaría pagar nuevamente, ya que los efectos del acto jurídico de la 204 174 Quinto caso: la declaración judicial de inexistencia, nulidad o rescisión de un acto jurídico.- Este caso engloba a todo acto jurídico que haya sido judicialmente declarado inexistente o nulo, ya que si este negocio no va a producir efectos “entre las partes”, mucho menos lo hará, por lógica, “frente a terceros”.208 cesión de créditos sí le serían oponibles. Habría una aplicación del aforismo jurídico que dice: “el que paga mal paga dos veces”. 208 Los terceros, en este caso, podrían ser tanto absolutos como relativos. 175 El acto jurídico imperfecto 66.- El acto jurídico imperfecto es una forma de ineficacia de las declaraciones de voluntad. El problema se presenta cuando el acto o contrato, pese a su existencia o validez, no cumple la función para la que está destinado. El ejemplo que los autores citan es el de la traditio a non domino, es decir, el caso de la tradición de cosa ajena, independientemente que algunos la consideren válida, inexistente o nula; así como independientemente que se la vea en sentido estricto o en sentido amplio (Art. 651 C. incs. 1° y 2°, respectivamente). La tradición, como es sabido, es un modo de adquirir el dominio de las cosas, o de constituir algún otro derecho real sobre ellas, en que el tradente expresa realizar estos efectos y el adquirente recibirlos, actuando ambos libre y voluntariamente (Arts. 651 C. y ss.). Es una convención que tiene por objeto extinguir obligaciones de dar.209 Es, por consecuencia, un pago. Un pago de obligaciones de dar (Art. 1445 C.).210 Los elementos especiales esenciales del acto jurídico traditivo son dos: la entrega material de la cosa211 y que el tradente sea DUEÑO de la cosa que entrega (Art. 651 C.). Si faltare el primer elemento vital, la tradición sería inexistente. Mas, si faltare el segundo, en opinión de algunos autores, el acto jurídico solamente degeneraría en otro diferente: una tradición aparente, putativa. El tradente no habría traspasado el dominio o constituido algún otro derecho real sobre la cosa sino solamente la “posesión” sobre ella, pues nadie puede dar lo que no tiene (nemo dat quod non habet). Sin embargo, la apariencia de tradición se mantiene, ya que “el poseedor es reputado dueño mientras otra persona no justifique serlo” (Arts. 745 C. inc. 2°, 1314 C. inc. 2° y 1315 C. primera parte). 209 De ahí que la tradición no pueda ser un contrato, ya que contratos son únicamente las convenciones que crean obligaciones. 210 Toda tradición es un pago, aunque no todo pago sea una tradición, desde luego. 211 La entrega material de la cosa puede ser real o simbólica. 176 La función de la tradición es traspasar el dominio o constituir algún otro derecho real, siempre que el tradente sea dueño de la cosa que entrega. Si este elemento falta, perfilándose solamente una apariencia de tradición, el acto jurídico enajenativo simplemente no cumple la función para la que está destinado. Aunque “válido”, en el decir de algunos y por las razones expuestas, sería, en todo caso, un acto jurídico imperfecto. E inoponible, además, al verus dominus. Ahora bien, para los que consideran a dicho acto “inexistente”, la razón en la que se fundan es que al negocio jurídico en cuestión le haría falta un elemento especial esencial: que el tradente sea “dueño” de la cosa que entrega (Arts. 651 C., 1314 C. inc. 2° y 1315 C. primera parte). Finalmente, hay algunos comentaristas que piensan que la traditio a non domino es un acto jurídico anulable de nulidad absoluta (Art. 1445 C. inc. 1°). Le haría falta un “requisito” para su validez, en el decir del Art. 1552 C. inc. 1°. Esta postura parece tener mucho apoyo a nivel judicial, ya que la base legal en la que se sustenta es más clara y directa. De lo que no cabe duda es que la traditio a non domino es un acto jurídico imperfecto. E inoponible, además, por las razones que ya se conocen. 177 Interpretación, calificación e integración de los actos jurídicos Limen.- De esta trilogía de temas se ocupan los Arts. 1431 al 1437 C.. El Título XIII del Libro IV del Código Civil lleva solamente por acápite de la interpretación de los contratos, es decir, de los actos jurídicos, pues la palabra “contratos” está tomada en sentido amplio como sinónima de “negocios jurídicos”. Sin embargo, la normativa del título también se ocupa de la calificación y de la integración de los actos jurídicos que, aunque interrelacionados, son conceptos diferentes al de la interpretación de los mismos. La interpretación o hermenéutica jurídica es la rama de la filosofía del derecho que se ocupa del sentido o verdadero significado de las normas jurídicas. En este caso, de las cláusulas contractuales. La integración, por su parte, es la parte de la filosofía del derecho que se ocupa de llenar los vacíos o lagunas de las normas jurídicas, o, en este caso, de las cláusulas contractuales. La calificación de los actos jurídicos se ocupa de nominarlos. En este campo, como los actos y contratos dependen del postulado de la autonomía de la voluntad privada de las partes, la inmensa mayoría de las declaraciones de voluntad son atípicas o innominadas. 67.- Ospina dice que “interpretar un acto jurídico es averiguar el verdadero sentido y el alcance de sus estipulaciones”.212 Como el derecho romano primitivo era eminentemente formalista, el problema de valorar el verdadero sentido de la voluntad de las partes en un contrato no se presentaba, pues sólo se atendía a si la fórmula se había ejecutado o no. Los únicos contratos que existían eran los de estricto derecho, siendo la estipulatio la figura principal. OSPINA FERNÁNDEZ, Guillermo y OSPINA ACOSTA, Eduardo: “Teoría General de los Actos o Negocios Jurídicos”. 3ª ed., Editorial Temis, S.A., Bogotá, Colombia, 1987. Núm. 491, pág. 409. 212 178 Cuando más adelante el derecho romano honorario, es decir, jurisprudencial, introdujo la creación de los llamados contratos bonae fidei o contratos de buena fe, debido a una agilidad comercial que demandaba la economía, el problema filosófico de la hermenéutica jurídica en materia de actos jurídicos sí se hizo evidente. Se debía desde entonces averiguar la voluntad real de los agentes para hacerla prevalecer sobre su expresión material.213 Esta fue la tesis latina que más tarde apoyaron Domat y Pothier en el individualismo francés. El romanticismo alemán intentó revertir estas ideas, pero su postura no prevaleció. El Código Civil salvadoreño sigue la teoría latina del derecho romano honorario. Lo propio se comprueba con la lectura del Art. 1431 C., que contiene a la regla general o regla de oro en esta materia, al decir: “Art. 1431.- Conocida claramente la intención de los contratantes, debe estarse a ella más que a lo literal de las palabras”. Una segunda regla de hermenéutica contractual es la llamada de interpretación auténtica. Se encuentra consagrada en el Art. 1435 C. inc. 1°, que dice: “Las cláusulas de un contrato se interpretarán unas por otras, dándose a cada una el sentido que mejor convenga al contrato en su totalidad”. Así, por ejemplo, señala el autor colombiano citado, si en un contrato las partes declaran en una cláusula celebrar una compraventa, pero en otra u otras resulta que la mayor parte del precio se paga, no en dinero, sino con la dación de otros bienes, el intérprete –es decir, el Juez, las más de las veces- tendrá que concluir que la real intención de las partes fue la de celebrar una permuta y no una compraventa, según el Art. 1598 C., así como los Arts. 1687 C. y ss.. Una variable de la regla de interpretación auténtica que se ha señalado es la tipificada en el inciso 2° del mismo Art. 1435 C., al decir el legislador: “Podrán también interpretarse [las cláusulas de un contrato] por las de otro contrato entre las mismas partes y sobre la misma materia”. Así, verbigracia, si “x” y “y” habían celebrado un contrato de arrendamiento de cosas en el que 213 Ob. cit., núm. 493, pág. 410. 179 el arrendatario pagaba 100 mensuales por la tenencia de la cosa rentada, y ahora resulta que esas mismas partes vuelven a celebrar otro arrendamiento en el que el arrendatario pagará 200, sin especificarse si ese canon será anual o mensual, se puede deducir con relativa facilidad que los 200 que se pagarán ahora de renta se entiende que serán “mensuales”, pues en el anterior contrato sobre la misma materia y entre las mismas partes sí se había expresado la “mensualidad” de los cánones de alquiler. Lo dicho lo corrobora el inciso final del Art. 1435 C., al decir que las cláusulas contractuales podrán también interpretarse “por la aplicación práctica que hayan hecho de ellas ambas partes, o una de las partes con aprobación de la otra”. En el ejemplo expuesto para tratar de la interpretación auténtica, debe tenerse el cuidado de no presumir a esta regla cuando los actos celebrados por las partes se hayan estipulado sobre materias diferentes, pues el Art. 1432 C., establece: “Por generales que sean los términos de un contrato, sólo se aplicarán a la materia sobre que se ha contratado”. Una tercera regla de interpretación de las cláusulas contractuales se halla en el Art. 1433 C., que dice: “El sentido en que una cláusula puede producir algún efecto, deberá preferirse a aquel en que no sea capaz de producir efecto alguno”. Es la regla de la eficacia. El caso se puede presentar con cláusulas ambiguas u oscuras que, interpretadas de un modo pueden ser inútiles, pero interpretadas de otro, pueden tener eficacia, prefiriéndose esto último. Ospina y todos los autores citan el ejemplo ya clásico de Pothier. Si Juan y Pedro ejecutan la partición extrajudicial de un inmueble, en la que ambiguamente se estipula simplemente “que Pedro podrá transitar por el predio”, se deberá interpretar que la cláusula se refiere a que Pedro podrá transitar por la parte del inmueble adjudicada a Juan, ya que de sabido se calla que Pedro podrá transitar por su propia heredad. Finalmente se tiene a una cuarta regla de hermenéutica contractual: la de la ambigüedad insuperable, del Art. 1437 C., que dice: 180 “Art. 1437.- No pudiendo aplicarse ninguna de las reglas precedentes de interpretación, se interpretarán las cláusulas ambiguas a favor del deudor. “Pero las cláusulas ambiguas que hayan sido extendidas o dictadas por una de las partes, sea acreedora o deudora, se interpretarán en contra suya, siempre que la ambigüedad provenga de la falta de una explicación que haya debido darse por ella. “Se presumirá que las cláusulas ambiguas han sido dictadas o extendidas por la parte que tenía más interés en que su sentido no fuera claro. Si el interés fuere igual o equivalente para ambas partes, se observará lo prescrito en el inciso 1°”. Esta última regla de interpretación se aplica cuando todas las anteriores resultaren infructuosas debido a la oscuridad o ambigüedad insuperable de la cláusula contractual en cuestión.214 Al respecto, el legislador comienza por imponer un axioma de justicia: que las cláusulas de ambigüedad insuperable se interpreten a favor del deudor.215 Sin embargo, aunque se tenga siempre presente ese “deber ser” en el problema planteado, la ley ordena que, en principio, la cláusula contractual de ambigüedad insuperable se interprete EN CONTRA DE LA PARTE CONTRATANTE que debió haberla explicado, pues precisamente por esa falta de explicación dolosa o culposa de su parte es que dicha cláusula es oscura.216 La ley presume que la parte responsable de la oscuridad de la cláusula contractual será aquella a la que el negocio jurídico le reporte utilidad.217 Y en caso que el beneficio lo reportasen ambas, se aplicará el axioma de justicia señalado al inicio, esto es, interpretar la cláusula oscura en favor del deudor. 214 No se trata, por lo tanto, de una oscuridad o ambigüedad común. Lo propio recuerda al principio in dubio pro reo, en materia procesal. 216 Esa parte responsable puede ser tanto la acreedora como la deudora. 217 La presunción de la que se trata es sustantiva legal (Art. 45 C. incs. 1°, 2° y 3°). Presumir la responsabilidad de la culpa no es extraño, pues siempre que un agravio se presente por falta de cuidado, se entiende que ha sido por hecho o por culpa del deudor (Art. 1541 C.); pero en cuanto a presumir el dolo, sí se estaría en presencia de uno de los pocos casos donde tal cosa ocurre (Arts. 1330 y 751 C.). 215 181 68.- Se tratará ahora del problema de la calificación de los actos jurídicos, ubicada con cierta falta de técnica por el legislador en el tratado de la interpretación de las declaraciones de voluntad. Ocurre en ocasiones que las partes denominan a un acto jurídico o alguna cláusula en él con un nombre que no corresponde a su naturaleza. La ley intenta a veces corregir ese problema, como por ejemplo cuando el Art. 1078 C. inc. 1°, con energía aclara: “Los asignatarios a título universal, con cualesquiera palabras que se les llame, y aunque en el testamento se les califique de legatarios, son herederos; representan la persona del testador para sucederle en todos sus derechos y obligaciones transmisibles”. De igual manera, pero en sentido contrario, el Art. 1083 C. inc. 1°, dice: “Los asignatarios a título singular, con cualesquiera palabras que se les llame, y aunque en el testamento se les califique de herederos, son legatarios; no representan al testador; no tienen más derechos ni cargas que los que expresamente se les confieran o impongan”.218 La “calificación” de actos jurídicos o de cláusulas contractuales puede ser tarea del Juez en determinado momento. De ahí que el Art. 1434 C. inc. 1° -que no es una norma de interpretación sino de calificación-, diga: “Art. 1434 [inc. 1°].- En aquellos casos en que no apareciere voluntad contraria, deberá estarse a la interpretación que mejor cuadre con la naturaleza del contrato. …”. 69.- Del problema de la integración de las cláusulas contractuales se tratará a continuación. Es –igualmente- un tema muy relacionado con el de la interpretación y calificación de los actos jurídicos. Al Juez también le puede corresponder, en efecto, y en determinado momento, “llenar los vacíos” que las partes hayan dejado en sus estipulaciones contractuales. La primera norma de integración a este respecto es la consignada en el Art. 1434 C. inc. 2°, que espeta: “Las cláusulas de uso común se presumen aunque no se expresen”. 218 El legislador trata de evitar lo que sería un despotismo de las palabras sobre las ideas. 182 Así, por ejemplo, es de uso muy común en la práctica local, que los contratos de arrendamiento de vivienda contengan una cláusula que diga que el arrendatario no podrá almacenar sustancias explosivas o inflamables en la casa. Es tan común, que se entenderá pactada aunque en determinado momento no se exprese. Una segunda disposición sobre el particular la tipifica el Art. 1436 C., que prescribe: “Art. 1436.- Cuando en un contrato se ha expresado un caso para explicar la obligación, no se entenderá por solo eso haberse querido restringir la convención a ese caso, excluyendo los otros a que naturalmente se extienda”. 183 La disolución de los actos jurídicos Limen.- Como fue advertido en la oportunidad debida, “ineficacia”, “disolución” y “suspensión” de los actos jurídicos son tres fenómenos que deben saber diferenciarse. La razón obedece a que los tres conducen a un mismo resultado: el cese de efectos del acto o contrato. En la ineficacia, se parte del supuesto que el acto jurídico nació a la vida del derecho con un vicio que lo corrompía. Y que las formas de la ineficacia son la inexistencia, la nulidad, la inoponibilidad de sus efectos frente a terceros y el llamado acto jurídico imperfecto. En la disolución, en cambio, que es el tema que ahora se estudiará, se parte de la base que el acto jurídico fue “legítimamente celebrado”. Sin embargo, éste dejará de producir efectos permanentemente, ya sea por la voluntad misma de las partes, o bien, por causas legales. En la suspensión, por otro lado, se parte igualmente del supuesto que el acto jurídico fue “legítimamente celebrado”. Sin embargo, éste dejará de producir efectos temporalmente, ya sea por la voluntad misma de las partes, o bien, por causas legales. La base legal matriz –tanto del fenómeno de la disolución como de la suspensión de los actos jurídicos- es el Art. 1416 C., que reza: “Art. 1416.- Todo contrato219 legalmente celebrado, es obligatorio para los contratantes, y sólo cesan sus efectos entre las partes220 por el consentimiento mutuo de éstas o por causas legales”. Se pasa a desarrollar en seguida, pues, el análisis completo del fenómeno llamado disolución de los actos jurídicos. Como ya se ha advertido muchas veces, la palabra “contrato” está tomada en sentido amplio, como sinónima de “acto jurídico”. 220 Aquí debió haber agregado el legislador “de manera permanente o temporal”. 219 184 70.- Un acto o contrato legalmente celebrado se “disuelve”, es decir, deja de producir efectos de manera permanente por cualquiera de los motivos siguientes: 1°) Revocación. 2°) Causas legales. En el Art. 1416 C., el legislador hace referencia a la revocación cuando en su texto dice que “todo contrato legalmente celebrado es obligatorio para los contratantes, y sólo cesan sus efectos entre las partes por el consentimiento mutuo de éstas …”. Pero el legislador –en parte- se equivoca al decir eso, porque no siempre se produce el efecto disolutivo del acto por “acuerdo mutuo de los agentes intervinientes”. El acto también puede disolverse en ciertos casos por la voluntad unilateral de una sola de las partes, o bien, de la única parte, como ocurre por ejemplo con la revocación testamentaria (Arts. 1142 C. y ss.). La revocación, además, no siempre es un acto jurídico. También existe la llamada revocación judicial. Definitivamente, pues, que esa parte del Art. 1416 C., el legislador mejor la hubiera redactado simplemente así: “Todo [acto jurídico] legalmente celebrado, es obligatorio para los contratantes, y sólo cesan sus efectos entre las partes POR LA REVOCACIÓN o por causas legales”. En cuanto al segundo motivo de disolución de los actos jurídicos, es decir, las causas legales, se impone decir desde ya que éstas son de dos clases: generales y especiales. Cuando el tema se desarrolle a plenitud se analizará con mayor detalle esta diferencia. 71.- La revocación de los actos jurídicos.- La revocación es de dos clases: judicial y voluntaria. Esta última, por cierto, es también, en sí misma, un acto jurídico. Como su nombre lo indica, la revocación judicial es la dictaminada por el Juez en sentencia firme. El ejemplo más claro de ella se tiene con el fraude pauliano o fraude de acreedores. En esta figura, el deudor en peligro de insolvencia y ante un inminente embargo de sus bienes, los enajena a terceros en perjuicio de sus acreedores. Al disminuir su riqueza patrimonial, les está volviendo inefectivo su derecho general de prenda (Art. 2212 C.). 185 Debe advertirse, sin embargo, que los acreedores de los que se habla son –en principio- los que no cuentan con garantías reales, pues de todos es sabido que los acreedores prendarios o hipotecarios son titulares de derechos reales y, en consecuencia, cuentan con el jus persequendii (Arts. 2143 y 2176 C.), el jus distrahendii (Arts. 2147 y 2172 C.) y el jus preferendii (Arts. 2221 C. ord. 3° y 2224 C.) en los bienes sobre los cuales ejercen tales derechos. Podrían perseguir la cosa pignorada o hipotecada en manos de quien se encuentren. Los acreedores, pues, en el fraude pauliano, no podrían ser sino quirografarios o simples. Contra la figura, entonces, la ley concede a los acreedores defraudados la acción pauliana, señalada en el Art. 2215 C., con la cual pretenden que las enajenaciones realizadas por el deudor a terceros queden “judicialmente revocadas”.221 Con ello logran reconstituir el patrimonio del deudor para poder hacer efectivo su derecho general de prenda. La acción pauliana es una suerte de derecho auxiliar de los acreedores. Si la enajenación fue a título oneroso, el interesado deberá probar el concilio fraudulento entre tradente y adquirente, es decir, la mala fe de ambas partes (Art. 2215 C. ord. 1°). Si por el contrario, la tradición fue hecha a título gratuito, bastará con probar la mala fe del tradente (Art. 2215 C. ord. 2°). La acción pauliana prescribe en un año contado desde la fecha de la enajenación (Art. 2215 C. ord. 3°), y opera, desde luego, sin perjuicio de la responsabilidad penal a que hubiere lugar, pues se tipifica el delito de alzamiento de bienes (Art. 241 Pn.). Se impone recordar, por otro lado, que la enajenación fraudulenta que el deudor ejecuta sólo la podrá hacer antes de caer en mora, y, específicamente, antes que le embarguen sus bienes, pues en caso contrario dicha tradición adolecería de objeto ilícito y sería –por ende- anulable de nulidad absoluta, a menos que hubiere previa autorización judicial (Arts. 1335 C. ord. 3°, 578 Pr. inc. 1° y 1552 C. inc. 1°). 221 Tales enajenaciones son válidas. Los acreedores, por consiguiente, no piden que dichas enajenaciones sean declaradas nulas, pues en verdad no lo son. Ellos piden, se repite, una revocación judicial de las mismas. Hay, por lo tanto, cierta impropiedad cuando en el texto del Art. 2215 C., el legislador utiliza las expresiones “rescindan” y “rescindibles” al referirse a que las enajenaciones fraudulentas deberán quedar sin efecto. 186 Lo dicho supone el proceso de concurso de acreedores, ya sea voluntario o necesario, pues el Art. 2214 C., dice: “Son nulos todos los actos ejecutados por el deudor relativamente a los bienes de que ha hecho cesión, o de que se ha abierto concurso a los acreedores”.222 Es por ello que la ley, continuando con esa idea, en el Art. 2215 C., que es propiamente la base legal de la acción pauliana, agrega: “Art. 2215.- En cuanto a los actos ejecutados ANTES de la cesión de bienes o la apertura del concurso, se observarán las disposiciones siguientes: “1ª) Los acreedores tendrán derecho para que se rescindan223 los contratos onerosos, y las hipotecas, prendas y anticresis que el deudor haya otorgado en perjuicio de ellos, estando de mala fe el otorgante y el adquirente, esto es, conociendo ambos el mal estado de los negocios del primero; “2ª) Los actos y contratos no comprendidos bajo el número precedente, incluso las remisiones y pactos de liberación a título gratuito, serán rescindibles,224 probándose la mala fe del deudor y el perjuicio de los acreedores; “3ª) Las acciones concedidas en este artículo a los acreedores expiran en un año contado desde la fecha del acto o contrato”. Se tratará a continuación de la revocación voluntaria. 72.- La revocación voluntaria es un acto jurídico que tiene por objeto disolver otro, a menos que éste sea irrevocable por razones de orden público. 222 El proceso de concurso de acreedores se refiere únicamente a acreedores quirografarios. En materia mercantil se le conoce con el nombre de quiebra. Es de dos clases: el voluntario y el necesario. El primero es una modalidad del acto jurídico del pago llamada pago por cesión de bienes (cessio bonorum), regulada en los Arts. 1484 a 1494 C.. El segundo supone que los acreedores demandaron formalmente al deudor. Al momento en que se escriben estas líneas, el concurso de acreedores o quiebra continúa regulado por el antiguo Código de Procedimientos Civiles y la Ley de Procedimientos Mercantiles (Arts. 659 y ss. del Pr. anterior y los Arts. 77 y ss. de la Ley de Procedimientos Mercantiles), pues el nuevo Código Procesal Civil y Mercantil no lo contempló debido a que será regulado por una futura ley especial que se denominará “Ley de Quiebras y Suspensión de Pagos”. Ley que de momento no ha sido todavía aprobada. 223 La ley quiso decir “revoquen”. 224 “Revocables”. 187 De la definición se deduce que no debe confundirse, pues, el acto jurídico revocatorio con el acto jurídico revocado. Para que la revocación voluntaria sea eficaz, deberá reunir todos los elementos que son atañederos a cualquier acto jurídico: la parte o las partes en el acto jurídico revocatorio deberán tener la debida capacidad legal de ejercicio (Art. 1316 C. ord. 1° e inciso final). Su voluntad o consentimiento no debe adolecer de vicios (Art. 1316 C. ord. 2°). Es un acto jurídico que igualmente deberá contar con un objeto y causa lícitos (Art. 1316 C. ords. 3° y 4°). Será consensual o solemne dependiendo si el acto jurídico a revocar también lo fue, respectivamente (Art. 1314 C. inc. 1°) y, finalmente, se deberán distinguir en ella a sus elementos especiales de la esencia, de la naturaleza y los puramente accidentales (Arts. 1314 C. inc. 2° y 1315 C.). Como puede verse, la revocación voluntaria es un acto jurídico como cualquier otro. Es una declaración de voluntad que, sin importar si el acto a revocar es convencional o unipersonal, o si ella misma se llevará a cabo bilateral o unilateralmente, tiene por objeto la disolución de un acto jurídico anterior. Precisamente en este punto, el tema se relaciona con uno de los modos de extinción de las obligaciones que los autores clásicos, inspirados en el derecho francés, han llamado resciliación. La figura está consignada en el inciso 1° del Art. 1438 C., que reza: “Toda obligación puede extinguirse por una convención en que las partes interesadas, siendo capaces de disponer libremente de lo suyo, consientan en darla por cumplida”.225 El tema se desarrollará en los siguientes apartados. Primer Apartado.- Se debe distinguir si el negocio jurídico que va a disolverse es convencional o unipersonal, ya que la revocación voluntaria en sí, como negocio jurídico, puede ser también convencional o unipersonal. En esta frase final el legislador quiso decir: “consientan en darla por extinguida”, aunque en peores dificultades incurren los Códigos Civiles de Chile y Colombia, los cuales dicen: “consientan en darla por nula”. Por lo demás, el modo de extinguir obligaciones que ha sido llamado resciliación viene a ser la misma revocación voluntaria, y no tiene por que recurrirse a “sutilezas idiomáticas que no corresponden a una necesidad jurídica”. OSPINA, ob. cit.; núm. 588, pág. 527. 225 188 Segundo Apartado.- El presente espacio se le dedica a la revocación voluntaria de las convenciones. Ésta puede ser, a la vez, de dos clases: la que amerita el consentimiento de ambas partes y la que puede ejecutarse por la sola voluntad de cualquiera de ellas. En el primer caso, la revocación voluntaria recibe el nombre propio de mutuo disenso. En el segundo, en cambio, se está en presencia de una revocación voluntaria unilateral de convenciones. El mutuo disenso es la figura ordinaria en la que se cumple a cabalidad el aforismo clásico de que “todo lo que se contrae conforme a derecho perece por el derecho contrario”. Necesita de la amalgama de los dos elementos con que se forma el consentimiento en las convenciones: proposición y aceptación.226 El ejemplo más inmediato que señalan los autores es el de la compraventa de una cosa cuyas obligaciones aún no han sido cumplidas por las partes; y éstas llegan al acuerdo de deshacer el negocio que habían hecho. Ahora bien, si a raíz de la venta ya se había traditado el dominio de la cosa vendida y se hubiere pagado el precio, la reversión de los hechos podría interpretarse como otra compraventa celebrada in rem verso –en vía de regreso-, pero también podría pensarse que se trata de un acto jurídico atípico.227 En cuanto a la revocación voluntaria unilateral de convenciones, la explicación doctrinal es la siguiente: existen excepcionalmente dos situaciones en las cuales una convención puede ser revocada de manera unilateral. La primera obedece a la naturaleza intuito persona de ciertas convenciones. Así, por ejemplo, el mandante puede revocar con su sola voluntad el mandato conferido (Art. 1923 C. ord. 3°). Igual sucede con el arrendamiento de servicios de confección de una obra material, pues dicho contrato no sólo dejaría de producir efectos por la muerte del artífice o empresario sino también por la sola voluntad de éste (Art. 1793 C.). Otro ejemplo se tiene con el contrato de arrendamiento de servicios inmateriales (Art. 1797 C. inc. 1°). MIRANDA, Adolfo Óscar: “De la Compraventa”. 1ª ed., Editorial Delgado; San Salvador, El Salvador, 1996. Págs. 28 y ss.. 227 OSPINA FERNÁNDEZ, Guillermo y OSPINA ACOSTA, Eduardo: “Teoría General de los Actos o Negocios Jurídicos”. 3ª ed., Editorial Temis, S.A.; Bogotá, Colombia, 1987. Núm. 584, págs. 523 a 525. 226 189 En fin, como se ha dicho, con los negocios jurídicos que son, en general, intuito persona. La segunda situación se presenta cuando las partes, en la convención, acordaron que ésta podría quedar sin efecto por la sola voluntad de alguna de ellas, como sucede –por ejemplo- con el pacto de arras (Arts. 1607 C. y ss.), o en el caso de un arriendo de cosas con cláusula diplomática (Art. 1741 C.).228 Tercer Apartado.- La presente sede se dedica al tema de la revocación voluntaria de los actos jurídicos unipersonales. Ésta es también de dos clases: si el acto jurídico unipersonal que va a disolverse es simple, la revocación será también una declaración unipersonal de voluntad. La persona que intervino en la creación del acto es la misma que intervendría en su disolución. El mejor ejemplo de lo afirmado es la revocación testamentaria (Arts. 1142 C. y ss.). En cambio, si el acto jurídico unipersonal es de los que obligan a su agente único, la revocación requerirá también del consentimiento de los terceros acreedores. Los ejemplos que se ofrecen son los siguientes: la oferta mercantil (Art. 969 Com.), la agencia oficiosa (Art. 2037 C.), la aceptación de una herencia o legado (Arts. 1149 C. y ss.), el compromiso inherente a la estipulación para otro (Art. 1320 C.), etc..229 Cuarto Apartado.- En toda esta materia es importante aclarar que hay actos jurídicos, convencionales o unipersonales, que, por ministerio de ley, no admiten revocación voluntaria por estar inmersos en una normativa de orden público. Así, por ejemplo, el reconocimiento de un hijo extramatrimonial hecho de manera codicilar “no pierde su fuerza legal aunque se revoque el testamento en que se hizo”, como lo ordena el Art. 998 C. inc. 3° y el propio Art. 147 F.. De igual manera, el o los padres que hubieren celebrado el acto jurídico familiar de la adopción, no podrían ejecutar después una “desadopción”. 73.- Se dirán a continuación unas palabras sobre la segunda forma disolutiva de los actos jurídicos que señala el Art. 1416 C.: las “causas legales”. 228 229 OSPINA, ob. cit., núm. 591, pág. 528. Ídem.. Núm. 592, pág. 529. 190 Las causas legales de disolución son de dos clases: generales y especiales. Las causas legales generales son –taxativamente- las siguientes cuatro: 1ª) El plazo extintivo.- Como es sabido, en el derecho de las obligaciones, el término o plazo se define como un hecho futuro y cierto. Admite varios criterios de clasificación, a manera de binomios, siendo uno de ellos el que lo divide en suspensivo y extintivo. Esta última figura es la que interesa. El plazo extintivo es el hecho futuro y cierto del que pende la extinción de un derecho (Art. 1061 C.). Así, por ejemplo, si en el contrato de arrendamiento de un inmueble, las partes pactaron que el plazo de vencimiento del mismo será el treinta de junio de tal año, al arrendatario se le vencerá el disfrute de su derecho hasta la llegada de dicho día. La llegada del término, pues, disuelve el acto jurídico celebrado y, en consecuencia, cesan sus efectos. 2ª) La condición resolutoria ordinaria.- En relación al tema de las condiciones, como se sabe, se debe comenzar por distinguir a la condición resolutoria ordinaria, la condición resolutoria legal (mal llamada condición resolutoria tácita) y la condición resolutoria expresa (o pacto comisorio). Es la primera la que interesa. La condición se define como un acontecimiento futuro e incierto (Art. 1344 C.). Si, por ejemplo, el 15 de enero de tal año, las partes pactan que una de ellas se obliga a tradirle una cosa a la otra si “x” gana un campeonato de tenis que se llevará a cabo en tal parte el 15 de junio de ese mismo año, los agentes habrán sujetado su negocio jurídico a una condición. Se trata de un acontecimiento que no se sabe si sucederá. Y la ley regula, desde luego, los efectos que se producirán en los diferentes estados de esa condición: pendiente, cumplida y fallida. Al igual que el plazo, las condiciones admiten criterios de clasificación a base de binomios: positivas y negativas (Art. 1345 C.); legales y voluntarias; suspensivas y resolutorias (Art. 1350 C.). De este último binomio, es la condición resolutoria la que interesa. Es la que se ha hecho en llamar condición resolutoria ordinaria. Ésta se define como el acontecimiento futuro e incierto que, por su cumplimiento, se extingue un derecho (Art. 1350 C. in fine). Así, por ejemplo, el 15 de enero de tal año, “x” se obliga a tradirle una 191 cosa a “y” bajo la condición resolutoria que “z” gane un campeonato de tenis que se llevará a cabo en tal ciudad el próximo 15 de junio de ese mismo año. En tal caso, la obligación que tiene “x” de dar la cosa nace a la vida del derecho de una manera pura y simple, pero si la condición llegara a cumplirse, se producirá un efecto ut ex tunc, es decir, retroactivo: se volverá exigible la obligación que tiene “y” de restituir la cosa a “x” (Art. 1358 C. primera parte).230 Como puede verse, en caso que hubiere cumplimiento de la condición resolutoria ordinaria, el derecho que tenía el titular sobre la cosa que le habían enajenado, llegaría a su fin. Queda obligado a la restitución de dicha cosa. El negocio jurídico que se había celebrado quedaría disuelto y, por lo tanto, cesarían sus efectos. 3ª) La acción resolutoria legal por incumplimiento de obligaciones de una de las partes en un contrato bilateral.- Como se había advertido, uno de los sentidos de la voz “condición” es la de la condición resolutoria legal, mal llamada condición resolutoria tácita.231 Ésta da lugar a la correspondiente acción resolutoria por incumplimiento de obligaciones de una de las partes en un contrato bilateral. Está consignada, junto con la acción de cumplimiento, en el Art. 1360 C., que reza: “Art. 1360.- En los contratos bilaterales va envuelta la condición resolutoria de no cumplirse por uno de los contratantes lo pactado. “Pero en tal caso podrá el otro contratante pedir a su arbitrio o la resolución o el cumplimiento del contrato, con indemnización de perjuicios en uno u otro caso”. También aquí puede apreciarse que si las partes habían celebrado un contrato bilateral, es decir, una convención que le creó obligaciones a ambas (Art. 1310 C.), y una de ellas ha cumplido con su obligación pero la otra no ha cumplido con la suya, la primera tendrá contra la segunda, a elección suya, o la acción de cumplimiento o la acción resolutoria, con indemnización de Tratándose de bienes registrables, si en el interregno, “y” hubiese enajenado la cosa a un tercero, a título oneroso, la acción resolutoria podrá intentarla “x” contra dicho tercero, quedándole a éste a salvo su acción de saneamiento por la evicción sufrida (Art. 1640 C.). 231 El nombre se debe a que la figura va imbíbita en todo contrato bilateral. 230 192 perjuicios en uno u otro caso. Si elige la acción resolutoria, estará pidiendo al Juez que declare resuelto o terminado el contrato para que las cosas vuelvan al estado en que se hallarían como si no se hubiese celebrado. Se produce, pues, un efecto ut ex tunc, un efecto retroactivo y restitutivo de las cosas (Art. 1358 C. primera parte). Con él se demuestra que el negocio quedaría disuelto y, por lo tanto, cesarían sus efectos. 4ª) La imposibilidad permanente de ejecución.- Uno de los modos de extinción de las obligaciones es la pérdida de la cosa que se debe o por cualquier otro acontecimiento que haga imposible el cumplimiento de la obligación (Art. 1438 C. inc. 2° ord. 6°). La situación se presenta cuando el deudor debe la tradición o entrega de una especie o cuerpo cierto y ésta perece por caso fortuito o fuerza mayor. De ahí que el Art. 1540 C., prescriba: “Art. 1540.- Cuando el cuerpo cierto que se debe perece, o porque se destruye, o porque deja de estar en el comercio, o porque desaparece y se ignora si existe, se extingue la obligación; salvas empero las excepciones de los artículos subsiguientes”. El Art. 1542 C., por su parte, establece: “Art. 1542.- Si el cuerpo cierto perece por culpa o durante la mora del deudor, la obligación del deudor subsiste, pero varía de objeto; el deudor es obligado al precio de la cosa y a indemnizar al acreedor. “Sin embargo, si el deudor está en mora y el cuerpo cierto que se debe perece por caso fortuito que habría sobrevenido igualmente a dicho cuerpo en poder del acreedor, sólo se deberá la indemnización de los perjuicios de la mora. Pero si el caso fortuito pudo no haber sucedido igualmente en poder del acreedor, se debe el precio de la cosa y los perjuicios de la mora”. Como puede verse, en caso que operase este modo de extinción de las obligaciones, que no acarrea responsabilidad alguna para el deudor, el acto 193 jurídico celebrado por las partes se disolvería y, en consecuencia, cesarían sus efectos.232 Amén de lo anterior, por lo que toca a las causas legales especiales, se está en presencia de eventos que, por lo general, no disolverían a un acto o contrato, a menos que éste fuese intuito persona. Asimismo son causas legales especiales de disolución aquellas que el legislador haya establecido para casos muy concretos y particulares. La muerte real o presunta de uno de los contratantes, por ejemplo, no extingue –por lo general- las obligaciones creadas por un contrato en el ámbito del derecho privado patrimonial. Empero, si éste fuere intuito persona, como el mandato, los derechos y obligaciones no se transmitirán a los herederos de las partes (Art. 1923 C. ord. 5°). Otro tanto puede decirse de la declaración judicial de incapacidad de alguna de las partes, siempre en un acto o contrato intuito persona. Se cita de nuevo el caso del contrato de mandato (Art. 1923 C. ord. 7°).233 He aquí otro caso muy especial. Como es sabido, el derecho real de usufructo puede ser transferido por el titular a un tercero, cediéndoselo o enajenándoselo; a menos que el constituyente se lo hubiere vedado en cláusula prohibitiva al respecto (Art. 795 C. incs. 1°, 2° y 3°). Pues bien, la ley dice a continuación, en el inciso 4° de la norma citada, que el usufructuario que contraviniere a esta disposición -es decir, a la cláusula prohibitiva de la que se ha hablado- perderá el derecho de usufructo. Se trata, por consiguiente, de un caso muy concreto y particular donde el acto jurídico constitutivo del derecho real en cuestión se disolvería. 232 Con el tema se relaciona directamente la Teoría de los Riesgos (Arts. 1421 C., 1624 C. inc. 1° y 1788 C. inc. 1°). 233 De la declaración judicial de incapacidad tratan los Arts. 292 F. y ss.. 194 La suspensión de los actos jurídicos 74.- Tal como se dijo en el tema anterior, el cese de los efectos en la disolución es permanente; en cambio, en la suspensión, es temporal. Los efectos del acto cesan pero sólo por un tiempo. Los efectos de un acto jurídico pueden suspenderse de dos formas: por la voluntad de las partes y por causas legales.234 La primera forma es producto de la autonomía de la voluntad privada de las partes; es un acto jurídico. Las “causas legales”, por su parte, que también pueden ser generales y especiales, son las siguientes:235 1ª) El plazo suspensivo.- Como se aprendió, el término o plazo se define como el acontecimiento futuro y cierto. Cuando el titular de un derecho entrará en el goce de él hasta que llegue el plazo, se estará en presencia, mientras tanto, de un plazo suspensivo. Así, por ejemplo, si se asigna una cosa a alguien hasta que cumpla su mayoría de edad, los efectos del acto jurídico estarán suspensos hasta que esa fecha llegue. 2ª) La condición suspensiva.- Como se dijo, la condición se define como un acontecimiento futuro e incierto (Art. 1344 C.). También se señaló que las condiciones se clasifican de diferentes maneras en base a binomios: positivas y negativas (Art. 1345 C.); legales y voluntarias; suspensivas y resolutorias (Art. 1350 C.). De este último binomio interesan las condiciones suspensivas. Éstas son aquellas que, mientras no se cumplen, suspenden la adquisición de un derecho (Art. 1350 C. primera parte). Los efectos de un acto jurídico sujeto a condición suspensiva hacen que dicho acto nazca modalizado desde un principio. Así, por ejemplo, si el 15 de enero de tal año, “x” se obliga a tradirle una cosa a “y”, bajo la condición suspensiva que “z” gane cierto campeonato de tenis que se llevará a cabo en 234 235 Es decir, de una forma similar a lo que ocurre en la figura de la disolución (Art. 1416 C.). Causas legales generales. 195 tal ciudad el próximo 15 de junio del mismo año, la obligación de dar, de “x”, no será exigible sino hasta el 15 de junio cuando se cumpla la condición, si acaso se cumple, desde luego. La obligación de “x” existirá –mientras tantoen germen. El derecho de crédito de “y” queda suspendido hasta la fecha del evento condicional y sólo en el caso que dicha condición se cumpliese. Se comprueba, por lo tanto, que los efectos del negocio jurídico celebrado por las partes quedan, por esta causa legal, en suspenso. 3ª) La excepción de contrato no cumplido.- Se aprendió con anterioridad que la mal llamada condición resolutoria tácita no es más que la acción resolutoria por incumplimiento de obligaciones de una de las partes en un contrato bilateral (Art. 1360 C.).236 Pero esta acción produce plenos efectos sólo en el caso que la parte contratante que se vale de ella haya cumplido o se allane a cumplir con su obligación, pues no es lícito exigirle el cumplimiento de una obligación a la otra parte si la reclamante no ha cumplido con la suya. La mora de la una estaría purgando la mora de la otra. Si se presentara dicha situación, a la acción resolutoria intentada por el demandante, se le opondría una excepción por parte del reo: la exceptio non adimpleti contractus, es decir, la excepción de contrato no cumplido. De ahí que el Art. 1423 C., en relación directa con el que ya se conoce –el Art. 1360 C.- prescriba: “Art. 1423.- En los contratos bilaterales ninguno de los contratantes está en mora dejando de cumplir lo pactado, mientras el otro no lo cumple por su parte, o no se allana a cumplirlo en la forma y tiempo debidos”. 236 La condición resolutoria tácita y la condición resolutoria expresa producen el mismo efecto: concederle a la parte contratante que ha cumplido con su obligación, en un contrato bilateral, la opción de una acción resolutoria en contra de la parte que no ha cumplido con la suya. La diferencia es que, en la condición resolutoria expresa, como la misma palabra lo dice, las partes se tomaron el trabajo de manifestar de manera “expresa” dicho efecto. Cosa que, por cierto, es innecesaria, ya que ambas partes tienen -en un contrato bilateral- ese derecho en caso de incumplimiento de la otra. La figura va imbíbita en todo contrato bilateral (Art. 1360 C.). A la condición resolutoria expresa también se le conoce con el nombre de pacto comisorio. 196 Como puede apreciarse, la excepción procesal de contrato no cumplido, viene a ser una “causa legal” que suspende los efectos del acto jurídico celebrado; el cual es, en este caso, un contrato bilateral cualquiera.237 4ª) La imposibilidad transitoria de ejecución.- Como se aprendió, entre los modos de extinción de las obligaciones se halla la pérdida de la cosa que se debe o por cualquier otro acontecimiento que haga imposible el cumplimiento de la obligación (Art. 1438 C. inc. 2° ord. 6°). Si el deudor debe la tradición o entrega de una especie o cuerpo cierto, y ésta perece por caso fortuito o fuerza mayor, el Art. 1540 C. establecía que la obligación quedaba extinguida sin responsabilidad alguna para el deudor. Sin embargo, si la imposibilidad de ejecución no es permanente sino transitoria, como cuando el perecimiento de la cosa por caso fortuito no es definitivo, la obligación no se extinguiría sino que simplemente los efectos del acto jurídico celebrado quedarían en suspenso. De ahí que el Art. 1545 C., exprese: “Art. 1545.- Si reaparece la cosa perdida cuya existencia se ignoraba, podrá reclamarla el acreedor, restituyendo lo que hubiere recibido en razón de su precio”. 237 La tendencia moderna de la Doctrina se inclina porque también la excepción de contrato no cumplido pueda intentarse en los contratos unilaterales, en los casos donde ambas partes resultan obligadas, aunque la fuente de una de las obligaciones sea el contrato unilateral y la fuente de la otra sea el hecho jurídico de evitar el enriquecimiento ilícito. Así, por ejemplo, la obligación que le surge al depositante o al comodante de reembolsarle al depositario o comodatario, respectivamente, las expensas necesarias para la conservación de la cosa (Arts. 1991, 1992, 1949 y 1950 C.), podría dar lugar a la figura sin encasillarla necesariamente en la órbita de los contratos bilaterales. OSPINA, ob. cit., núms. 700 y ss., págs. 600 y ss.. 197 Clasificación de los contratos Limen.- El presente estudio se va a dividir en dos partes. Se analizará primero la clasificación tradicional de los contratos que hace el Código Civil salvadoreño, para luego pasar al tema de las clasificaciones modernas. Entre las dos suman doce divisiones de los contratos.238 En el tema se trabajará mucho con la compraventa, ya que sin duda es el contrato más importante. En materia jurídico-económica, la venta es, efectivamente, el más relevante de los contratos, ya que, si bien es cierto no todo mundo vende, no cabe duda que todo mundo compra. Las personas, pues, están a diario vinculadas con este negocio jurídico de una u otra forma. 75.- Clasificaciones tradicionales.1ª) Contratos unilaterales y bilaterales.- La clasificación la consigna el Art. 1310 C., al decir: “El contrato es unilateral cuando una de las partes se obliga para con otra que no contrae obligación alguna; y bilateral, cuando las partes contratantes se obligan recíprocamente”. El criterio del legislador se base en saber si sólo una de las partes es la obligada o si por el contrario ambas lo son. A los contratos bilaterales también se les llama “sinalagmáticos”; expresión un tanto oscura, ya que la voz se deriva del griego que simplemente quiere decir “contrato”. De acuerdo con el derecho clásico, el ejemplo típico de contrato unilateral es el mutuo, pues el único obligado es el mutuario (Arts. 1954 C. y ss.).239 En la donación entre vivos, igualmente, el único obligado es el donante (Arts. 1265 C. y ss.), a menos que la donación sea con causa onerosa, sujetando al donatario a la obligación modal correspondiente (Arts. 1281 C., 1364 C., 1070 C. y 1071 C.). En el depósito propiamente dicho, así como en el La palabra “contratos” sí está tomada aquí en sentido técnico o estricto. Cuando más adelante se estudien los contratos reales, se verá que de acuerdo a la tendencia moderna, los así llamados son en realidad solemnes. La formalidad consiste en que se perfeccionarían hasta cuando la parte contratante correspondiente hace la tradición o la simple entrega de los bienes a la otra, adquiriendo, entonces, también aquélla, una obligación que volvería al contrato bilateral. 238 239 198 comodato, de igual manera, depositario y comodatario, respectivamente, son los únicos obligados (Arts. 1972 C, y ss. y 1932 C. y ss.). La venta, en cambio, es el ejemplo por antonomasia de contrato bilateral. Le crea obligaciones a ambas partes. Las del vendedor son: A) Hacer la tradición de la cosa vendida.240 B) Hacer –en consecuencia- la entrega material de la misma.241 C) Conservar la cosa vendida en buen estado hasta la entrega, si se tratase de una especie o cuerpo cierto.242 D) La de sanear por evicción al comprador, amparándole en la quieta y pacífica posesión de la cosa que le vendió.243 E) La de sanear al comprador por los vicios ocultos o redhibitorios que pudiera tener la cosa que le vendió.244 F) La de los costos del transporte de la cosa vendida hasta ponerla en disposición de entregarla al comprador, así como del seguro, en su caso.245 Y G) La de pagar los impuestos fiscales o municipales, así como las costas de la escritura matriz y de cualesquiera otras solemnidades de la venta.246 El “dar” es también un “hacer”, pero desde antiguo se comprendió la necesidad de separar a las obligaciones de dar de las de hacer, basándose en la evidente importancia económica que implica hacer la tradición de una cosa (Art. 1597 C.). 241 Que es claramente una obligación de hacer (Arts. 1419 C. y 1628 C. y ss.). 242 Que también es una obligación de hacer (Arts. 1419 C. y 1420 C.). 243 Que es una obligación compleja que implica prestaciones tanto de dar como de hacer. La obligación del saneamiento en la venta, de manera general, se encuentra tipificada en el Art. 1639 C.. Pero la obligación del saneamiento por evicción, en particular, la regulan los Arts. 1640 C. y ss.. 244 Que también es una obligación compleja que implica prestaciones tanto de dar como de hacer. Está regulada de manera particular en los Arts. 1659 C. y ss.. 245 Arts. 1628 C. in limine, 1344 Com. y ss., 1422 Com. y ss., 1441 Com. y ss. y 1030 Com. y ss.. Que serían obligaciones de dar, tanto de los fletes como de las primas de los seguros. 240 199 Por su parte, las obligaciones del comprador son: A) Pagar el precio convenido en dinero o en signo que lo represente.247 B) Recibir la cosa vendida, pues si el vendedor está obligado a hacer la tradición y entrega de ella al comprador, y conservarla hasta la entrega si es una especie o cuerpo cierto, éste, o sea el comprador, se encuentra en la obligación de recibir dicha cosa en el tiempo y lugar estipulados.248 C) La de cubrir los gastos de transporte una vez entregada la cosa por el vendedor. D) La de cubrir los gastos de un seguro que se deriven del transporte o tenencia de la cosa, una vez ésta haya sido entregada por el vendedor.249 E) La de pagar el testimonio de la escritura correspondiente.250 Y F) Concurrir al peso, cuenta o medida de la cosa vendida, en su caso.251 El derecho clásico creyó en la existencia de los llamados contratos sinalagmáticos imperfectos, es decir, contratos que originalmente eran unilaterales pero que luego se transformaban en bilaterales. Así, por ejemplo, sostiene esta postura, el comodato es un contrato unilateral porque el único que se obliga es el comodatario a conservar y restituir el bien a su dueño (Arts. 1935, 1936, es decir, al comodante. Sin embargo, agrega esta clásica opinión, el comodante se verá obligado a reembolsarle al comodatario el valor de las mejoras que le hubiere hecho a la cosa (Art. 1949 C.). 246 Que serían prestaciones de dar (Art. 1610 C. inc. 1°). Se trata de una obligación de dar (Arts. 1597 C., 1612 C., 1613 C. y 1673 C. y ss.). 248 Que es una obligación de hacer (Arts. 1419 C., 1420 C., 1421 C., 1630 C. y 1674 C.). 249 Que son obligaciones de dar, tanto del flete como de la prima de un seguro, si acaso se tomara alguno (Arts. 1628 C. in fine, 1344 Com. y ss., 1422 Com. y ss., y 1441 Com. y ss.). 250 Que es una obligación de dar (Art. 1610 C. inc. 2°). 251 Que es una obligación de hacer (Art. 1625 C.). 247 200 La postura expuesta está equivocada. Esa obligación del comodante no nace del contrato de comodato sino de una fuente distinta: el hecho jurídico de evitar el enriquecimiento ilícito. La verdad es que los llamados contratos sinalagmáticos imperfectos no existen. 2ª) Contratos gratuitos y onerosos.- La ley contempla este binomio en el Art. 1311 C., que reza: “El contrato es gratuito o de beneficencia cuando sólo tiene por objeto la utilidad de una de las partes, sufriendo la otra el gravamen; y oneroso, cuando tiene por objeto la utilidad de ambos contratantes, gravándose cada uno a beneficio del otro”. Es decir, que el criterio clasificador radica en determinar si sólo una de las partes reportará provecho económico, o si por el contrario, ambas lo harán. En esta clasificación la venta es un contrato oneroso, pues ambas partes reportan una utilidad económica a raíz de él, gravándose cada una en beneficio de la otra. La del vendedor radica en la paga del precio que le efectúan. La del comprador en la adquisición de un bien corporal o incorporal en su patrimonio. La donación entre vivos, en cambio, pura y simple, es el mejor ejemplo de contrato gratuito (Art. 1265 C.). También lo es el comodato (Art. 1932 C.). En cuanto al mutuo (que casi siempre es de dinero), el contrato será gratuito si el mutuario no paga intereses sobre el capital, pues de lo contrario sería, lógicamente, oneroso (Arts. 1954 C. y ss.). 3ª) Contratos onerosos conmutativos y aleatorios.- Esta es una especie de sub-clasificación sólo de los contratos onerosos. El Art. 1312 C., dice: “El contrato oneroso es conmutativo, cuando cada una de las partes se obliga a dar o hacer una cosa que se mira como equivalente a lo que la otra parte debe dar o hacer a su vez; y si el equivalente consiste en una contingencia incierta de ganancia o pérdida, se llama aleatorio”. Así las cosas, entonces, como contrato oneroso, ¿es la venta un contrato conmutativo o es aleatorio?. R/ Por definición, todos los contratos onerosos implican –lógicamente- una contingencia de ganancia o pérdida. Cuando esta contingencia es cierta, el contrato oneroso es conmutativo; y cuando esta contingencia es incierta, el contrato oneroso es aleatorio. Así, por ejemplo, si “x” le vende a “y” una cosa cara muy barata, o por el contrario, una cosa barata muy cara, es cierta la contingencia que tienen las partes de haber ganado o perdido en la transacción. Tales ventas son onerosas conmutativas. Por el contrario, en 201 contratos como el de seguros,252 o el de renta vitalicia,253 o los de juego o apuesta (Arts. 2015 C. y ss.), la contingencia de ganancia o de pérdida es incierta porque depende del aleas o de la suerte. En el contrato de juego de lotería –por ejemplo- ambas partes reportan utilidad: la de la Lotería Nacional de Beneficencia es el precio que recibió por parte del cliente que adquirió el billete de lotería. La del cliente es haber recibido el premio que le pagaron, siempre que haya ganado el sorteo, claro está. Precisamente en ello radica la aleatoriedad del contrato. En vista de lo expuesto, pues, se pregunta si la compraventa es un contrato oneroso conmutativo o si es un contrato oneroso aleatorio. A ello se responde que, por regla general, es conmutativo y, por excepción, aleatorio. El problema práctico de lo afirmado se presenta en dos modalidades de la compraventa llamadas emptio rei speratae y emptio spei.254 Ambas están reguladas en el Art. 1617 C., que reza: “Art. 1617.- La venta de cosas que no existen, pero se espera que existan, se entenderá hecha bajo la condición de existir, salvo que se exprese lo contrario, o que por la naturaleza del contrato aparezca que se compró la suerte”. La emptio rei speratae es la compraventa de cosa futura, y está regulada en la primera parte de la disposición transcrita. Es una venta sujeta a condición suspensiva que, por lo mismo, la vuelve conmutativa. La razón se debe a que si fallara la condición suspensiva, es decir, si la cosa objeto del contrato no llegara a existir, se haría de cuenta y caso que las partes no han estipulado contrato alguno (Art. 1356 C.); lo que equivale a decir que la contingencia de ganancia o de pérdida sería cierta. Si hubiera habido –por ejemplo- adelanto del precio por parte del comprador, éste tendría derecho a que se le repita lo pagado, pues habría pago de lo no debido.255 252 Arts. 1344 Com. y ss.. Vale la pena aclarar, sin embargo, que algunos contratos de seguros son solamente aleatorios en teoría, pues en la práctica las compañías de seguros suelen trabajar con probabilidades y estadísticas muy certeras. 253 Arts. 2020 C. y ss.. 254 Emptio quiere decir “venta”, en latín. 255 Solutio sine causa (Arts. 2046 C. y ss.). 202 La emptio spei, por el contrario, sí es una venta aleatoria. La figura se refiere a la compra de la suerte o de la esperanza, y está regulada en la parte final del Art. 1617 C. que se transcribió. Desde Pothier, todos los autores ilustran a este instituto con el mismo ejemplo: si “y” le ofrece a “x” –que es pescador- pagarle 100 por todos los peces que pueda atrapar en dos horas, la contingencia de ganancia o pérdida para las partes será incierta, pues así como podrían atraparse muchos peces en relación al poco dinero que el vendedor está recibiendo, también puede suceder que se atrapen muy pocos en relación al precio que el comprador estaría pagando. También sería aleatoria la venta cuando es de cosas futuras pero que expresamente no fue sujeta a condición suspensiva por las partes. 4ª) Contratos principales y accesorios.- Dentro de este binomio, la venta –supuestamente- vendría a ser un contrato principal. El Art. 1313 C., dice: “El contrato es principal cuando subsiste por sí mismo sin necesidad de otra convención; accesorio, cuando tiene por objeto asegurar el cumplimiento de una obligación principal, de manera que no pueda subsistir sin ella”. El problema es que no son los contratos los que se dividen en principales y accesorios sino las obligaciones. Todos los contratos, en realidad, son principales, pues todos tienen su propio destino, su propia autonomía. Lo que sucede es que algunos crean obligaciones principales y algunos otros crean obligaciones accesorias. Así las cosas, la venta será un contrato principal generador de obligaciones principales; y la fianza, la prenda o la hipoteca serán contratos principales generadores de obligaciones accesorias.256 5ª) Contratos reales, solemnes y consensuales.- Esta división de los contratos que hace el Código Civil salvadoreño en el Art. 1314 C. inc. 1°, constituye un trinomio clasificador que modernamente pone en entredicho la existencia de los contratos re, de los contratos reales; por lo que bien puede convertirse en un binomio que divida a los contratos solamente en solemnes y consensuales. Se comenzarán estas explicaciones transcribiendo el Art. 1314 C. inc. 1°: 256 Son cauciones (Art. 44 C.). Son, por lo mismo, contratos de garantía. 203 “Art. 1314 [inc. 1°].- El contrato es real cuando, para que sea perfecto, es necesaria la tradición de la cosa a que se refiere; es solemne, cuando está sujeto a la observancia de ciertas formalidades especiales, de manera que sin ellas no produce ningún efecto civil; y es consensual, cuando se perfecciona por el solo consentimiento”. Analizando primero a los contratos reales, la primera parte de la norma citada dice que “el contrato es real cuando, para que sea perfecto, es necesaria la TRADICIÓN de la cosa a que se refiere”. Pero esa afirmación es inexacta porque también hay contratos reales que se perfeccionan con la simple entrega de la cosa.257 Es por ello que se piensa que hubiera sido más acertado que el legislador dijera que el contrato es real cuando, para que sea perfecto, es necesaria la TRASLACIÓN de la cosa a que se refiere. Pues utilizándose una palabra neutra como esa, se estaría abarcando tanto a los contratos reales que se perfeccionan con la tradición de una cosa como a los contratos reales que se perfeccionan con la simple entrega de una cosa. El mutuo –por ejemplo- es el más conocido de los contratos reales que se perfeccionan con la tradición de la cosa (Arts. 1954 y 1955 C.). El comodato, en cambio, es un buen ejemplo de contrato real que se perfecciona con la simple entrega del bien (Art. 1932 C.). El depósito propiamente dicho es otro (Art. 1972 C.). Que el contrato real sea aquel que se perfecciona –entonces- con la traslación de la cosa quiere decir que aunque las partes estén totalmente de acuerdo con los términos de su convenio, éste no será perfecto mientras uno de ellos no le haga la tradición o la simple entrega de la cosa objeto del negocio al otro. ¿Es la compraventa un contrato real, particularmente de los que se perfeccionan con la tradición de la cosa?. R/ No. Es verdad que el vendedor debe hacer la tradición de la cosa al comprador, pero cuando eso ocurre el contrato de venta ya existe, ya era perfecto desde antes, pues por regla general, la venta queda perfecta con el solo acuerdo de las voluntades de las partes (Art. 1605 C. inc. 1°). Por regla general, entonces, la venta es en verdad un 257 Ya se hizo ver en el extenso apartado anterior la diferencia entre dar y entregar. 204 contrato consensual. Y se aclara lo de “por regla general” porque por excepción la venta es un contrato solemne, es decir, que en los casos que señala la ley, la venta no se reputará perfecta mientras no se llenen las formalidades que ella misma establezca, como por ejemplo la venta de los bienes raíces, pues la ley misma ordena que para que sea perfecta debe constar en escritura pública (Art. 1605 C. inc. 2°). No debe olvidarse nunca –pues- esta terminante afirmación: la venta es un contrato consensual por regla general; solemne, por excepción; pero nunca un contrato real. De todas maneras, la tendencia moderna ya no acepta la existencia de los contratos reales, pues sostiene que no hay razón para no considerarlos consensuales o, en última instancia, solemnes, en el sentido siguiente: si los contratos solemnes son aquellos que no se reputan perfectos ante la ley si no llenan ciertas formalidades que la misma ley establece, no cabe duda – entonces- que los llamados contratos reales son solemnes, pues no se reputan perfectos ante la ley mientras no se cumpla con el requisito o la formalidad de la tradición o de la simple entrega de una cosa que una de las partes le hace a la otra.258 En el sistema legal salvadoreño, sin embargo, la diferencia entre contrato real y contrato solemne subsiste en disposiciones como el Art. 2025 C. inc. 1°, el cual, tratando al contrato de constitución de renta vitalicia, dice: “El contrato de renta vitalicia deberá precisamente otorgarse por ESCRITURA PÚBLICA, y no se perfeccionará sino por la ENTREGA del precio”.259 La afirmación que se hizo de que la venta es un contrato consensual por regla general; solemne, por excepción; pero NUNCA un contrato real, tiene, sin embargo, en el derecho salvadoreño, al menos una excepción. Se trata de una figura del derecho mercantil llamada contrato estimatorio o venta en consignación. De ella, el Art. 1051 del Código de Comercio revela claramente OSPINA FERNÁNDEZ, Guillermo y OSPINA ACOSTA, Eduardo: “Teoría General de los Actos o Negocios Jurídicos”. 3ª ed., Editorial Temis, S.A.; Bogotá, Colombia, 1987. Núms. 66 y 67; págs. 68 y 69. 259 La ley quiso decir “por la tradición del precio”. 258 205 que esta clase de venta es un contrato real. Se comprueba lo dicho transcribiendo esta norma: “Art. 1051.- En virtud del contrato estimatorio o venta en consignación, una parte entrega a lo otra cosas muebles, para que le pague su precio o le devuelva las mismas cosas o parte de ellas, dentro de un plazo. Se regirá por las siguientes reglas: “I.- El consignatario está obligado a pagar el precio de lo recibido, cuando no devuelva las cosas, aun en el caso de que la devolución se vuelva imposible por causas que no le sean imputables. “II.- El consignatario podrá disponer válidamente de las cosas, pero éstas no podrán ser embargadas por los acreedores de aquél mientras no haya pagado el precio. “III.- El consignante no puede disponer de las cosas mientras no le sean restituidas”.260 76.- Clasificaciones modernas.- Se exponen a continuación las principales clasificaciones modernas de los contratos, continuándose con el orden de numeración que se llevaba. 6ª) Contratos enajenativos y de gestión administrativa.- Los contratos enajenativos son aquellos que tienen vocación traditiva. No es que ellos –por sí mismos- transfieran el dominio de una cosa o constituyan algún otro derecho real sobre ella, pues ya se sabe que los contratos no son “modos de adquirir” sino “títulos”, pero tienen la vocación o conllevan a la adquisición de tales derechos. La venta, la donación, la permuta, el mutuo, etc., son ejemplos de lo propio (Art. 656 C.). Los contratos de gestión administrativa –también llamados de prestación de servicios- son, por el contrario, los que no tienen esa vocación enajenativa, porque la estructura de su relación jurídica sucesoral implica En este contrato mercantil, la tradición del dominio de la mercadería no se efectúa con la “entrega” de la que habla el inciso primero sino en dos momentos solamente: 1°) cuando el consignatario, es decir, el comprador, paga el precio al consignante o vendedor. Y 2°) cuando el consignatario vende –a la vez- a un tercero, la mercadería que él había comprado en estimación. Con esta figura especial, pues, se rompe también el esquema civilista sobre la tradición que se ha aprendido. 260 206 solamente la simple entrega de una cosa que una de las partes le hace a la otra, o bien, la prestación de un servicio. Son ejemplos: el arrendamiento de cosas o de servicios, el comodato, el depósito propiamente dicho, el mandato, etc.. 7ª) Contratos de ejecución instantánea y de tracto sucesivo.- Se dice que cuando –a raíz de un contrato- el deudor puede cumplir sus prestaciones instantáneamente, es decir, en un solo acto, el contrato es de ejecución instantánea. Por el contrario, si para pagar su obligación el deudor requiere de la ejecución de prestaciones sucesivas durante un tiempo más o menos largo, el contrato será de los llamados de tracto sucesivo o de tracto diferido. La compraventa es, por regla general, un contrato de ejecución instantánea cuando se parte del supuesto que el comprador paga el precio de contado. Sin embargo, si las partes han pactado que el precio será pagado de manera escalonada, desde luego que sería de tracto sucesivo. Contratos civiles o mercantiles como el de arrendamiento o el de seguro de vida, así como los contratos individuales de trabajo en materia laboral, son ejemplos perfectos de contratos de tracto sucesivo, pues “es indudable que quien arrienda un predio por un año necesita de todo este tiempo para poder mantener al arrendatario en el uso de la cosa; que el trabajador de una fábrica tiene que cumplir su labor en jornadas sucesivas, y que el asegurado, de ordinario, tiene que pagar periódicamente y hasta su muerte las primas pactadas”.261 8ª) Contratos típicos o atípicos.- Contrato típico es aquel que ha sido nominado por la ley. El atípico, lo contrario. Es indudable –entonces- que en virtud del postulado de la autonomía de la voluntad privada (Art. 1416 C.), los que más abundan en la realidad jurídico-económica son los contratos innominados. Los contratos más antiguos –porque antiguas son las necesidades económicas- son los típicos o nominados. La compraventa se cuenta entre ellos. 9ª) Contratos pre estipulados y contratos por adhesión.- Cuando todas las partes en un contrato han discutido la conformación de todas sus cláusulas y condiciones, se dice que se está en presencia de uno pre estipulado. Por el 261 OSPINA, ob. cit., núm. 71, págs. 74 y 75. 207 contrario, cuando una sola de las partes es la que ha elaborado las condiciones del mismo, y la otra sólo se adhiere a él, se dice que este contrato es de adhesión, precisamente por esa misma razón. La complejidad del comercio moderno ha impuesto la necesidad de esta clase de contratos, como los de servicios públicos (electricidad, telecomunicaciones, etc.), transportes, seguros y otros similares. En el caso de la compraventa, si se trata de esas ventas mercantiles de los grandes almacenes, suele estarse en presencia de los llamados contratos por adhesión. 10ª) Contratos relativos y colectivos.- Como es sabido, los efectos de un contrato afectan únicamente a las partes que han participado en su ejecución y no a los terceros. Los antiguos ya lo decían: “res inter alios acta aliis neque nocere neque prodesse potest”, el acto jurídico no aprovecha ni perjudica a los terceros ajenos al mismo. Y tales contratos serían –entonces- relativos. Sin embargo, el derecho contemporáneo acepta la existencia de los llamados contratos colectivos, que son aquellos cuyos efectos alcanzan hasta los terceros o personas que no han participado en la ejecución de los mismos. En materia laboral, por ejemplo, se señala el caso de los contratos y convenciones colectivas de trabajo. En materia civil y mercantil se señala el ejemplo de los concordatos (Arts. 1484 C., 1487 C. y 1492 C.). Los procesos de concurso de acreedores, o bien, de quiebra de los comerciantes, en materia mercantil, como ya se ha tenido oportunidad de estudiar, pueden ser iniciados por el propio deudor que se declara en insolvencia de pago o por alguno o algunos de los acreedores. El antiguo Código de Procedimientos Civiles llama al primero concurso de acreedores voluntario y al segundo concurso de acreedores necesario.262 El primer instituto configura una modalidad de pago llamada pago por cesión de bienes cessio bonorum- regulada en los Arts. 1484 C. y ss.. El deudor concursado es declarado persona inhábil o particularmente incapaz para ejecutar por sí mismo actos jurídicos que tengan por objeto cualquiera de los bienes de la masa concursada. Él es representado legalmente 262 La ley se refiere solamente a los acreedores quirografarios porque los que gozan de preferencia no concursan (Art. 2216 C. in fine). 208 por el síndico del concurso.263 Los acuerdos que toman los acreedores acerca de la realización de los bienes concursados para hacerse pago con ellos son a los que se llaman concordatos. Y si nuevos acreedores quirografarios se sumasen en el futuro al concurso, éstos deberán acatar los concordatos ya pactados anteriormente. Precisamente ahí se nota cómo personas que no han participado en la ejecución de un acto o contrato, se ven, sin embargo, obligadas por él. Tales son los contratos colectivos (Art. 1492 C.). Vale la pena aclarar –para evitar equívocos- que en la clasificación de los contratos en relativos y colectivos poco importa el número de personas que concurren a su formación. No debe llamarse individuales a los contratos relativos en contraposición a los colectivos, porque ya se sabe que todo contrato es una convención y, por lo tanto, no podrían haber contratos celebrados por un solo agente o individuo.264 El autor colombiano que se ha citado, también dice a este respecto: “Así, una sociedad puede constituirse entre muchos y no por eso entra en la categoría de los contratos colectivos”.265 De igual manera se aclara que la clasificación contractual que se estudia no se refiere a si los efectos de tales contratos son del interés de pocas personas, en el caso de los relativos; y de muchas, en el caso de los colectivos. Y lo propio se comprueba cuando se piensa en un contrato cualquiera celebrado por una persona jurídica. Los efectos atañerán a muchos y no por ello tal contrato será colectivo. Se repite, pues, que en los contratos colectivos se rompe el principio general de que los efectos de tal negocio jurídico sean atañederos únicamente a las personas que han ejecutado el acto (que es el caso ordinario de los contratos relativos). Los efectos alcanzarán a los terceros y a las personas que no participaron originalmente en la celebración de tales declaraciones de voluntad. La venta, entonces, será de ordinario un contrato relativo. 263 Toda esta información la señala el antiguo Código de Procedimientos Civiles y la antigua Ley de Procedimientos Mercantiles, cuya normativa, en este tema, se sigue aplicando a falta de una ley especial que trate a la quiebra y la suspensión de pagos, actualmente. El Código Procesal Civil y Mercantil, que entró en vigencia en el año 2010, no regula a esta clase de procesos. Al momento de escribirse estas líneas hay solamente un anteproyecto de una Ley de Quiebras y Suspensión de Pagos. 264 OSPINA, ob. cit., núm. 69, pág. 72. 265 Ídem.. 209 11ª) Contratos tradicionales y electrónicos.- La invención del internet a finales del siglo pasado ha transformado al mundo de la misma manera que la rueda o la imprenta lo hicieron alguna vez. El derecho, como objeto cultural que es, y que por lo mismo evoluciona, regula hoy en día a los llamados contratos electrónicos para diferenciarlos de los tradicionales. “Los contratos electrónicos son acuerdos de voluntades celebrados a través de medios electrónicos por los cuales las partes establecen de forma volitiva obligaciones exigibles” (Pablo Fernández Burgueño). El ejemplo más conocido es el de las compras por internet, por lo que la importancia jurídico-económica de la venta se vuelve a poner de manifiesto. Dado el auge que tiene actualmente la contratación electrónica mercantil, se discute si esta negociación es entre presentes o ausentes, pues, para el caso, si una persona –en su ordenador conectado a la red- consulta un catálogo electrónico que le ofrece la venta de algún bien, llena la solicitud con los datos que le solicitan y la forma de pago, y envía su aceptación con la típica frase final “I agree”, recibirá en su buzón de correo electrónico, casi de inmediato, el respectivo e-mail de la empresa vendedora que le informa que ha recibido satisfactoriamente su aceptación. De ahí la duda que se trate de una contratación entre ausentes. Y es por ello que la opinión más aceptada es que dicha negociación se llame “contratación entre ausentes en tiempo real”. El comercio electrónico ha transformado al derecho privado, particularmente en el área contractual.266 Así como una vez el pergamino sustituyó a las tablas de arcilla, y el papel sustituyó –a la vez- al pergamino, desde finales del último lustro del siglo pasado, todo apunta a que la contratación virtual sustituirá a la real en gran medida. Como acaba de señalarse, “los contratos electrónicos son acuerdos de voluntades celebrados a través de medios electrónicos por los cuales las partes establecen de forma volitiva obligaciones exigibles”.267 266 De hecho, la Informática lo ha transformado todo. En el campo jurídico, los cambios tenían que alcanzar también al derecho penal, pues ya se habla del “delito electrónico”. 267 Pablo Fernández Burgueño. Abogado español. Blog personal de derecho en la red. 22 de junio de 2010. 210 El autor citado es también de la opinión que, en esencia, los contratos electrónicos no son diferentes a los tradicionales. Puede decirse que no son especiales. Son simplemente contratos tradicionales celebrados a través de medios electrónicos. Pero sí debe admitirse –claro está- que les son aplicables ciertos requisitos adicionales en materia de información, plazos, forma, obligaciones y derechos. Ni el Código Civil ni el Código de Comercio salvadoreños tiene –de momento- regulación directa de esta clase de contratos; ni siquiera de manera general, es decir, remitiendo a leyes mercantiles especiales. Sin embargo, a nivel de comercio internacional, la normativa le pertenece al derecho internacional privado, la cual exige la ratificación de tratados internacionales al respecto. De esto se deriva la importancia actual que esa normativa esté uniformada en las cuestiones básicas. El derecho anglosajón es el que ha predominado en el tema. Clasificación de los contratos electrónicos.268 1°) Por su forma de ejecución: A) Contrato de comercio electrónico directo.- Que es aquel que permite la entrega virtual de bienes inmateriales o la prestación de servicios que no precisen de presencia física de su prestador. Esta entrega o prestación puede ser, a su vez, inmediata o diferida. Ejemplos: adquisición de licencias de uso de programas informáticos o derechos sobre canciones y videos o la contratación de servicios de hosting, gestión de pagos, servicios virtuales, etc.. B) Contrato de comercio electrónico indirecto.- Que es aquel que requiere la entrega física de bienes materiales o la prestación presencial de servicios. Su ejecución es necesariamente diferida. Ejemplos: compra de bienes anunciados en catálogos materiales o virtuales; contratación de pintor de casas; contratación de servicios jurídicos; etc.. 268 En materia mercantil, sobre todo. Se sigue al autor citado. 211 2°) Por la emisión de las declaraciones: A) Contrato electrónico puro.- Las declaraciones de voluntad en ellos se manifiestan íntegramente a través de medios electrónicos tales como el correo electrónico o las páginas interactivas. Son, a la vez, de dos clases: B) Contratos reactivos: que son los que exigen de las partes el uso de herramientas adicionales de comunicación para poder llevar a cabo la contratación. Son los más comunes en sistemas de micropagos, contratación de servicios personalizados y ventas por catálogo. Ejemplos: contratación a través de e-mail; suscripción a servicios por medio del envío SMS; etc.. C) Contratos interactivos: en ellos, el lugar en que se encuentra la oferta permite por sí mismo efectuar la contratación. Son, a la vez, de dos clases: &) Contratos click: en ellos, la formalización del contrato exige del aceptante una manifestación expresa de voluntad. Ésta se otorga pulsando el botón que se indica a tal efecto y que habitualmente contiene la palabra “Acepto”. Ejemplo: aceptación por medio de click de las condiciones de uso de una red social online. &&) Contratos browse: en ellos, el contrato se formaliza con el mero acceso a la página web o sitio, sin necesidad de aceptación expresa. Ejemplos: aceptación tácita de las condiciones de uso de una página web o de su aviso legal. D) Contrato electrónico mixto.- La contratación combina sistemas electrónicos de manifestación de voluntad con otros tradicionales. Ejemplo: descarga de formulario de solicitud de pedido para su envío por fax o correo postal. 212 3°) Por los sujetos que son parte del contrato electrónico: A) Contrato electrónico de consumo.- El contrato será de consumo cuando en él participe al menos un consumidor o usuario. Ejemplo: compra de billetes de vuelo a través de una página web. B) Contrato electrónico mercantil.- El contrato será mercantil cuando todas las partes contratantes sean empresarios o profesionales. Ejemplo: compraventa de madera para la fabricación de muebles. 4°) Por la forma de pago: A) Contrato con pago electrónico.- El medio de pago elegido por las partes es el dinero electrónico. Los ejemplos más comunes son los siguientes: pago con tarjeta de crédito, transferencia bancaria, PayPal. Sin embargo, cada vez tienen más relevancia los pagos realizados con moneda privada en páginas web de comercio electrónico, subastas y MMORPGS; así, en Second Life los pagos se realizan en Linden Dollars (L$); en algunas páginas se compra con tokens y en WOW con monedas de oro. B) Contrato con pago tradicional.- El medio de pago escogido es el dinero en efectivo o cheque, pudiendo entregarse mediante su envío postal o contrarrembolso. 5°) Por el objeto del contrato: A) Contratos de entrega: a) Contratos de entrega material. b) Contratos de entrega inmaterial. 213 B) Contratos de prestación de servicios: a) Contratos de prestación instantánea de servicios. b) Contratos de prestación diferida de servicios. La contratación electrónica ofrece nuevos retos. La jurisdicción a la que se someten las partes –por ejemplo- en caso de conflictos derivados de la nulidad de los actos o del incumplimiento de obligaciones, ¿es la domiciliar de la persona natural o jurídica que ofrece el servicio o la domiciliar del destinatario que contrató la prestación?. Tómese en cuenta que con una computadora en la mano, ambas partes pueden encontrarse en cualquier parte del mundo de un momento a otro. Sin embargo, la tendencia es que sea el acordado por las partes. Y como eso se lleva a cabo casi siempre a través de una cláusula común de adhesión, el comerciante fuerte es el que termina imponiendo ese domicilio jurisdiccional. Los actos jurídicos –como se sabe- están fundamentados en ciertos postulados: los de la normatividad y la relatividad (Art. 1416 C.); el postulado de la buena fe (Art. 1417 C.); el postulado de la diligencia (Art. 1418 C.); etc.. Y todos ellos siguen teniendo aplicación en la contratación electrónica; sobre todo el de la normatividad. Sin embargo, ninguno se destaca más que el de la buena fe. De esto se ha derivado que las empresas que ofertan sus productos y servicios se preocupen de su buena fama mercantil. Tómese en cuenta que sus clientes confiarán en ellas sus datos personales, incluyendo, muchas veces, los números de sus tarjetas de crédito. El abuso o la violación de la confidencialidad han dado lugar a que el derecho penal tipifique delitos de reciente aparición en el campo de la informática.269 Debe verificarse de algún modo –además- la capacidad legal de ejercicio del aceptante, pues podría tratarse de menores de edad o de personas que no se hallan en el pleno uso de su razón. 269 Nuevos tipos de estafa, clonación de tarjetas de crédito, pornografía infantil, etc.. 214 Otro punto de interés en el tema es el relativo a la “firma electrónica”. Como es sabido, la firma manuscrita forma parte de las generales de una persona (Art. 32 L. de N. ord. 12° y Art. 33 L. de N.). Es un medio de identificación, pues no hay dos personas que la tengan igual. Pero en materia de contratación electrónica, la firma de las partes debe sujetarse a reglas dadas por la misma tecnología informática. La firma electrónica se encuentra ya regulada en la legislación salvadoreña a partir de la entrada en vigencia de una ley especial sobre la materia que data de octubre de 2015. Una definición muy completa de lo que debe entenderse por firma digital, dada por el derecho costarricense, es la siguiente: “es aquella que utiliza una técnica de criptografía asimétrica, basada en el uso de un par de claves único, asociados a una clave privada y una clave pública relacionadas matemáticamente entre sí, de tal forma que las personas que conocen la clave pública no puedan derivar de ella la clave privada”.270 Finalmente cabe destacar que la legislación internacional parece también estar de acuerdo en que el momento en que se perfecciona el consentimiento es cuando el aceptante recibe en su buzón el correo electrónico de confirmación dado por el proponente. 12ª) Contratos encaminados o dirigidos a dirimir o definir una controversia jurídica.- El binomio aquí lo forman los contratos que tienen esa finalidad de los que no la tienen. Son ejemplos de lo propio, el compromiso, cuyo objeto es el arbitraje; la mediación y el contrato de transacción o concordia. Los dos primeros, junto con la figura judicial de la conciliación, están regulados en la Ley de Mediación, Conciliación y Arbitraje y su Reglamento. El contrato de transacción lo regula el Código Civil en los Arts. 2192 y siguientes. Todas esas figuras jurídicas conforman lo que el derecho procesal moderno llama “medios alternativos de solución de disputas”. 270 La clave pública no significa que sea conocida de todos sino de uso exclusivo del cliente. La clave privada, por el contrario, significa que es secreta. El único que la conoce es el usuario del servicio. 215 Clases de compraventas 77.- Luego de haber estudiado a las diferentes clases de contratos, y siendo la compraventa el más importante de todos, se pasa a continuación a hacer un estudio especial de las diferentes clases de ventas que existen. Siguiendo las directrices de la Obra del Doctor Adolfo Óscar Miranda, el tema será tratado en binomios.271 1°) Ventas voluntarias y necesarias.- Como la palabra lo dice, la venta es voluntaria cuando las partes consienten voluntariamente en ella. Bien puede decirse que es lo común y general. La venta necesaria, en cambio, es la que imperativamente se impone en los casos que señalan las leyes. Tales casos son las ventas forzosas y las expropiaciones por causa de utilidad pública. Las ventas forzosas o ventas de bienes en pública subasta al mejor postor se derivan de una ejecución procesal a raíz de la acción intentada por el acreedor contra su deudor moroso en obligaciones dinerarias exigibles. En ellas, el vendedor y tradente es el ejecutado, el cual actúa a través de representante legal que es el Juez de lo Civil y Mercantil que está conociendo de la causa. La base de lo dicho se tiene en el Art. 652 C. inc. 3°, que reza: “En las ventas forzadas que se hacen por decreto judicial a petición de un acreedor, en pública subasta, la persona cuyo dominio se transfiere es el tradente, y el Juez su representante legal”. La venta forzosa es una forma de realización de bienes dentro de un proceso ejecutivo de obligaciones dinerarias exigibles. Del estudio de esta figura –más adelante- se ocupará el tema de la ejecución coactiva por incumplimiento de obligaciones y los derechos del acreedor. Por lo que toca a las expropiaciones por causa de utilidad pública, que es la segunda hipótesis, se trata en efecto de verdaderas compraventas. La MIRANDA, Adolfo Óscar: “De la Compraventa”. 1ª ed., Editorial Delgado; San Salvador, El Salvador, 1996; pág. 26. 271 216 figura tiene asidero constitucional en el Art. 106 de la Carta Magna, desarrollada en una ley secundaria especial denominada “Ley de Expropiación y de Ocupación de Bienes por el Estado”, que data de julio de 1939. Luego que el Estado intente –infructuosamente- comprar de manera voluntaria un determinado inmueble o parte de él a una persona particular, puede recurrirse al proceso legal de expropiación. El expropiado es el vendedor y tradente, y el Estado, el comprador y adquirente, obligados al pago adelantado de una indemnización que equivale al precio de esta “venta necesaria”. La causa de este negocio jurídico debe ser –indefectiblemente- la utilidad pública de la operación. Empero, si después de adquirido el inmueble, la autoridad no lo destinare al uso por el que supuestamente lo expropió, el particular tiene expedita la acción retrocesoria, la cual es de naturaleza contencioso administrativa, para obligar al Estado a que le restituyan el bien del que fue privado y la correspondiente indemnización, produciéndose un efecto ut ex tunc, un efecto retroactivo. Si bien es cierto que la expropiación por causa de utilidad pública es un derecho constitucional, no debe olvidarse que el derecho a la propiedad privada también lo es. Y ubicado entre los derechos humanos, además (Art. 2 Cn. inc. 1°). Son, por eso, imperecederas las palabras de Thoreau: “Pero donde hay uno, hay una mayoría de uno. Y cuando los derechos de la mayoría privan al individuo de sus derechos, entonces la mayoría misma saldrá perjudicada”. El binomio clasificador se cierra con el planteamiento del siguiente problema acerca de las ventas necesarias: si las ventas –de la clase que fueren- son contratos, y los contratos son actos jurídicos que se amparan –por consiguiente- en la libre voluntad de las partes, ¿adónde radica esa voluntad libre en el ejecutado que vende forzosamente o en el expropiado que vende al Estado aunque no lo quiera realmente?. ¿No es eso contrario al postulado de la autonomía de la voluntad privada de las partes, reconocido en la Constitución en los Arts. 22 y 23 y, en el Código Civil, en el Art. 1416 C.?. R/ No. En la primera hipótesis de las ventas necesarias, es decir, la de las ventas forzosas que se efectúan en proceso ejecutivo, se parte del supuesto que toda persona que adquiere obligaciones está consciente que los bienes que forman parte de 217 su patrimonio son, en general, la prenda común de sus acreedores, si no llegase a pagar lo que debe. Precisamente en ello encuentra sustento el derecho general de prenda, reconocido en el Art. 2212 C., que reza: “Toda obligación personal da al acreedor el derecho de perseguir su ejecución sobre todos los bienes raíces o muebles del deudor, sean presentes o futuros, exceptuándose solamente los no embargables, designados en el artículo [621 del Código Procesal Civil y Mercantil]”. Lo propio se entenderá –entoncescon mucha mayor razón, en el caso del jus distrahendii de la prenda y la hipoteca (Arts. 2147 C. inc. 1° y 2172 C., respectivamente), pues el que pignora o hipoteca un bien como garantía de pago de una obligación principal, está consciente del derecho que tiene el acreedor en la realización de dichos bienes. La voluntad del deudor moroso que vende –entonces- existe potencialmente. Por lo que toca al caso de la expropiación por causa de utilidad pública, se debe recordar que el derecho a la propiedad privada tiene límites (Arts. 2 Cn. inc. 1°, 22 Cn., 103 Cn. inc. 1° y 568 C. inc. 1°). En el tema de los límites del dominio, el Art. 568 C. inc. 1° in fine reconoce que unos son voluntarios, es decir, auto impuestos por el mismo propietario, como es el caso del que debe respetarle su derecho de usufructo al usufructuario, y que otros son legales, como sería el caso –precisamente- de la expropiación por causa de utilidad pública, pues el derecho a la propiedad privada se reconoce “en función social” (Art. 103 Cn. inc. 1°). Todo propietario, entonces, que esté consciente de esto, sabe por anticipado que podría jugar el papel de “vendedor” en una expropiación por causa de utilidad pública. Su voluntad estaría implícita. 2°) Ventas privadas y públicas.- Que la venta sea privada significa, sencillamente, que la ley no exige que se haga en pública subasta al mejor postor. Lo cual debe entenderse como lo común y ordinario. Las ventas públicas –por el contrario- son las que la ley exige que se hagan en esa forma. Lo propio constituye una solemnidad para la validez de esta clase de ventas, por razones de orden público. En materia de derecho administrativo, las ventas en licitación son el ejemplo más claro de compraventas públicas. Y no podía esperarse menos: la 218 normativa es de derecho público y, por ende, de orden público al mismo tiempo; pero en materia civil y mercantil, cuyos mandatos son de derecho privado, las únicas ventas públicas que contemplan son aquellas que sean de orden público al mismo tiempo. En ese sentido –entonces- los dos casos más emblemáticos de ventas públicas son las ventas forzosas y las ventas por causa de utilidad y necesidad manifiestas. Como todo lo referente a las ventas forzosas fue tratado en el binomio anterior, se dedicarán a continuación unas palabras solamente para las llamadas ventas por causa de utilidad y necesidad manifiestas. Pero sí es importante percatarse –al relacionar el binomio clasificador anterior con el presente- que las ventas forzosas son necesarias, en cambio, las ventas por causa de utilidad y necesidad son voluntarias. En efecto, las ventas por causa de utilidad y necesidad son voluntarias porque las partes interesadas en su ejecución deciden hacerlas libremente. Sin embargo, la ley ordena que cuando las partes “quieran hacerlas” lo deberán hacer en pública subasta al mejor postor, con una previa autorización judicial. La razón es de orden público: que haya transparencia; que no se presten al fraude; porque el vendedor es persona vulnerable al que el derecho protege de manera especial, como es el caso de las personas incapaces, cuyo primer ejemplo es el de los menores de edad.272 Se reitera, pues, que dos son las solemnidades que deben acatar las ventas públicas que son por causa de utilidad y necesidad: que las autorice el Juez competente previamente y que se ejecuten en subasta pública al mejor postor. En materia de derecho de familia, el ejemplo más inmediato es el de los padres de familia, es decir, los padres que ejercen autoridad parental sobre sus hijos menores o declarados incapaces, que, en nombre y representación de 272 Como puede constatarse, en las ventas por causa de utilidad y necesidad no existen deudores morosos de obligaciones exigibles ni acreedores insatisfechos. Lo que existe son agentes interesados en llevar a cabo esta clase de ventas libremente, pero que ameritan de una previa autorización judicial y de que la venta se haga en pública subasta por razones de orden público. Las primeras son una suerte de ventas necesarias; las segundas, son voluntarias. Nótese, pues, la diferencia entre las dos, aun cuando ambas ventas sean de la clase de las públicas. 219 éstos, desean vender y traditar bienes de la pertenencia de los hijos.273 Lo dicho encuentra base legal en el Art. 230 F., que dice: “Art. 230.- Los padres no podrán transferir el dominio de los bienes corporales e incorporales del hijo, inclusive los adquiridos con su trabajo o industria, ni hipotecar sus bienes ni adquirir créditos, sin que preceda autorización del juez, quien sólo la dará cuando se acredite la necesidad o la utilidad manifiesta de la operación. “Si la autorización judicial fuere para vender, la venta se hará en pública subasta y la base para el remate será el valor que los peritos asignaren a los bienes.274 “La venta de los bienes muebles cuyo valor no exceda de un mil colones, no requerirá autorización judicial.275 Tampoco la requerirá el arrendamiento de los bienes, sea de la clase que fueren;276 pero el plazo del arrendamiento no deberá exceder de tres años, ni el que faltare para que el hijo cumpla la mayoría de edad, salvo lo dispuesto por leyes especiales”. Un segundo ejemplo se tiene entre tutores y pupilos, aplicándose en los mismos términos el Art. 230 F. que se acaba de transcribir, pues el Art. 314 F. inc. 1°, dice: “El tutor tiene respecto de su pupilo las mismas facultades y deberes que la ley otorga e impone a los padres en relación a sus hijos, con las modificaciones y limitaciones legales”. Además, en el Art. 324 F. inc. 1°, se lee claramente: “La autorización para enajenar o gravar los bienes inmuebles, los derechos reales y los bienes muebles del pupilo que valgan más 273 Recuérdese que una de las áreas de la autoridad parental es la representación legal (Arts. 206 y 223 F.). Otro tanto puede decirse de la guarda o tutela, que forja una relación jurídica entre tutor y pupilo (Art. 272 F.). Por otro lado, se está hablando de bienes de relevancia jurídico-económica. 274 La Ley Procesal de Familia remite en esta materia –en lo no previsto- a la normativa del Código Procesal Civil y Mercantil, en el área de la ejecución, sin que haya –por supuesto- embargo de bienes (Arts. 188, 189 y 218 Pr.F.). Recuérdese que el remate de bienes lo contemplan, en general, los Arts. 656 Pr. y ss.. 275 Nótese cómo el legislador se quiso referir, pues, a bienes de relevancia jurídico-económica. Pero no parece acertado citar en las leyes cantidades específicas de dinero, pues éste sufre variables en el mercado. Es más apropiado hablar de “x” número de salarios mínimos de ciertas características, pues al revisarse el salario mínimo por las autoridades competentes cada tres años, la cita quedaría siempre actualizada en las disposiciones. 276 La razón se debe a que en el arrendamiento no hay tradición de bienes. Al menos no la hay de parte del arrendador. Por lo demás, se notan de nuevo las razones de orden público en la fijación de un plazo legal en los arrendamientos de bienes que les pertenezcan en propiedad a los hijos de familia. 220 de un mil colones, procederá sólo POR CAUSA DE UTILIDAD O DE NECESIDAD COMPROBADAS”. En materia puramente civil se cita como ejemplo de venta pública, la que deberá ejecutar el curador de una herencia yacente con más de cuatro años en el cargo, durante los cuales el acreedor del difunto no intentó las acciones de ley. Sobre el particular, el Art. 483 C., espeta: “Después de transcurridos cuatro años desde el fallecimiento de la persona cuya herencia está en curaduría, deberá el curador pedir y el Juez ordenar que se vendan todos los bienes hereditarios existentes y se deposite el producido en las arcas del Estado”. Se tiene otro ejemplo en el Art. 611 C. in limine, que regula un trámite de venta en pública subasta de especies muebles al parecer perdidas, luego que el dueño no las reclamare seguido este trámite. Dice, en efecto, la ley: “Si en el curso del año subsiguiente al último aviso no se presentare persona que justifique su dominio, se venderá la especie en pública subasta; …”. 3°) Ventas civiles y mercantiles.- Como es sabido, los contratos son actos jurídicos. Y un acto jurídico es mercantil si llena cualquiera de estos dos requisitos: que una de las partes sea comerciante actuando como tal, o bien, que el acto verse sobre cosas mercantiles.277 Los actos y contratos civiles, por el contrario, ni son celebrados por comerciantes actuando como tales ni tienen por objeto tampoco a bienes mercantiles. No es lo mismo, por consiguiente, que “x” le venda un televisor o un automóvil a “y”, que “x” se dedique a vender televisores o automóviles en masa, como comerciante de profesión. La primera venta es civil; la segunda, mercantil. Y de igual manera, si ni “x” ni “y” fueren comerciantes, pero el primero le vende al segundo cincuenta acciones de una sociedad anónima, dicha venta será mercantil porque estaría versando sobre acciones, es decir, sobre títulos valores que son, por lo mismo, cosas mercantiles (Art. 5 Com. num. III). 277 Si una persona natural, por ejemplo, es comerciante de profesión y le compra de manera particular un automóvil a un amigo, él no estaría actuando como comerciante. Por lo demás, el Art. 5 Com., señala qué bienes son reputados por la ley como mercantiles. Dice esta norma: “Son cosas mercantiles: I) Las empresas de carácter lucrativo y sus elementos esenciales. II) Los distintivos mercantiles y las patentes. III) Los títulos valores”. 221 El tema se cierra con el planteamiento del siguiente problema: acaba de señalarse que una de las formas para considerar a un acto o contrato como mercantil es que tenga por objeto cosas mercantiles. Por otro lado, el Art. 946 Com. establece que todos los contratos mercantiles son onerosos.278 Supóngase, entonces, que “x” le dona a “y” cincuenta acciones de una sociedad anónima. Dicho acto jurídico, ¿es civil o mercantil?... Si se contesta que civil, se podría contra argumentar que no, porque está versando sobre títulos valores que son, por lo mismo, cosas mercantiles (Art. 5 Com. num. III). Y si se contesta que mercantil, se podría igualmente contra argumentar que no, porque la donación es un contrato gratuito, y en materia mercantil no existen los contratos gratuitos (Art. 946 Com.). El dilema planteado en el problema suele resolverse con el argumento que la donación es, definitivamente, un contrato civil, y que –por lo tanto- el negocio jurídico expuesto es civil. Tal parece ser la solución más práctica del problema. 4°) Ventas puras y simples o sujetas a modalidades.- Una de las clasificaciones de los actos jurídicos en general es la que los divide en puros y simples y sujetos a modalidades. Los primeros son los que producen sus efectos incontinenti, de inmediato. Los segundos son los que los producen hasta cuando se verifica la modalidad a la que se hallan sujetos; siendo las principales formas de la modalidad la condición, el plazo y el modo.279 El contrato de compraventa –entonces- siendo un acto jurídico vulgar, no escapa a esa clasificación y es por ello que puede haber ventas puras y simples y ventas sujetas a modalidades. La base legal directa es el Art. 1611 C., que prescribe: 278 La ley dice que las obligaciones mercantiles son onerosas, pero es un error. Lo que el legislador quiso decir es que todos los contratos mercantiles son onerosos, puesto que ya se sabe que la naturaleza misma de las obligaciones las vuelve onerosas, sea de la clase que fueren. Todos los contratos mercantiles, en efecto, son onerosos, porque en materia mercantil no existe lo gratuito. Todo comerciante persigue obtener ganancia económica con su actuación. Es por eso que así como hay contratos de venta civiles regulados por el Código Civil, hay contratos de venta mercantiles, regulados por el Código de Comercio. Y otro tanto se puede decir de la prenda, la hipoteca, la fianza, etc.. Pero jamás podrían existir en los Códigos de Comercio de las diversas legislaciones “donaciones mercantiles”. La donación es un contrato gratuito; no podría ser, pues, mercantil, a la luz de lo que establece el Art. 946 Com.. 279 La condición está regulada en los Arts. 1344 C. y ss.. El plazo, en los Arts. 1365 C. y ss.. Y el modo en los Arts. 1070 y 1071 C.. 222 “Art. 1611.- La venta puede ser pura y simple, o bajo condición suspensiva o resolutoria. “Puede hacerse a plazo para la entrega de la cosa o del precio. “Puede tener por objeto dos o más cosas alternativas. “Bajo todos estos respectos se rige por las reglas generales de los contratos, en lo que no fueren modificados por las de este título”. Las compraventas comunes y corrientes que se ven a diario y que son de contado son –evidentemente- ventas puras y simples. La doctrina suele llamarlas “dando y dando” porque al tiempo que el vendedor tradita y entrega la cosa vendida, el comprador le paga el precio en dinero en el mismo momento. En cambio, si las partes han convenido –por ejemplo- que el vendedor hará la tradición de la cosa hasta el cumplimiento de determinada condición, o bien, que el comprador pagará el precio hasta dentro de cierto tiempo que también se determina, la venta estará sujeta a tales modalidades. 223 El contrato preparatorio 78.- En prácticas y variadas oportunidades, una vez formado el consentimiento de las partes, es decir, perfeccionado el acuerdo de sus voluntades, los agentes proceden a celebrar actos jurídicos que constituyen un preámbulo del acto o contrato definitivo que es su objetivo principal. A esos negocios jurídicos previos son a los que la doctrina llama “contratos preparatorios”. Al respecto, el Doctor Miranda se expresa así en su Obra: “El objeto del contrato preparatorio es el de celebrar el acto o negocio definitivo querido o deseado por los agentes”.280 Agrega el connotado civilista salvadoreño que, en sí mismo, el contrato preparatorio es un acto jurídico como cualquier otro. Debe llenar, en consecuencia, todos y cada uno de los requisitos que exige la ley para la existencia y validez de todo acto jurídico en general. De lo anterior se colige que el contrato preparatorio es autónomo e independiente del ulterior acto o contrato que se pretende celebrar, es decir, del negocio jurídico definitivo. Y aunque es verdad que el contrato preparatorio viene a constituir la causa eficiente del contrato definitivo que las partes pretenden celebrar en el futuro, nunca deben confundirse estas dos declaraciones de voluntad, pues los requisitos que exige la ley para una de ellas pueden ser diferentes a los que exige para la otra.281 En materia de derecho de familia, por ejemplo, el acta prematrimonial, tipificada en el Art. 21 F., viene a ser el negocio jurídico que prepara la celebración del matrimonio (Arts. 27 y 28 F.), es decir, el acto jurídico definitivo que es el deseado por las partes. El contrato preparatorio obedece a muchas razones de orden práctico. Así, por ejemplo, es muy común el caso del que reserva la casa que desea MIRANDA, Adolfo Óscar: “De la Compraventa”. 1ª ed., Editorial Delgado; San Salvador, El Salvador, 1996. Pág. 45. 281 “El fenómeno que se analiza implica una verdadera vinculación contractual y no una mera etapa inicial del consentimiento, en razón de que éste ya está formado. Lo que persigue es la realización o formación progresiva de un acto futuro que se intitula definitivo”. Tales son también palabras del Doctor Miranda en su Obra ya relacionada. 280 224 comprar porque aún no está aprobado su crédito en el banco para poder pagar el precio. Y nunca debe perderse de vista que, mientras tanto, y en principio, el vínculo contractual definitivo no ha nacido. En ese orden de ideas, pues, se estiman como principales contratos preparatorios, los siguientes: 1°) La promesa de celebrar acto jurídico.- Esta figura jurídica reviste varias modalidades. A todas las recopila el Art. 1425 C., que es la disposición matriz que la regula. Dice la ley: “Art. 1425.- La promesa de celebrar un contrato no produce obligación alguna; salvo que concurran las circunstancias siguientes: “1ª) Que la promesa conste por escrito; “2ª) Que el contrato prometido no sea de aquellos que las leyes declaran ineficaces; “3ª) Que la promesa contenga un plazo o condición que fije la época de la celebración del contrato; “4ª) Que en ella se especifique de tal manera el contrato prometido, que sólo falten para que sea perfecto, la tradición de la cosa, o las solemnidades que las leyes prescriben. “Concurriendo estas circunstancias habrá lugar a lo prevenido en el artículo precedente”. En cuanto a la historia fidedigna del establecimiento, la promesa de celebrar un acto jurídico es de origen romano. Los antiguos la llamaban “pactum de contrahendo”. Siglos más tarde, en el derecho medieval español, la Ley Única del Título 16 del Ordenamiento de Alcalá de Henares de 1348, establecía: “que las obligaciones nacen del solo consentimiento de las partes, ‘en cualquiera manera que uno se quiso obligar a otro’, y por lo mismo por un contrato perfecto de presente, como por una simple promesa de futuro”. Dicha normativa fue recogida en iguales términos por la Ley 1ª, Tít. I, del 225 Libro X de la Novísima Recopilación de 1805, en el reinado de Carlos III.282 El texto actual del Art. 1425 C., comenzó a tener esa forma gracias a la pluma de Don Andrés Bello, desde el primer proyecto de Código Civil chileno, en 1853, que es –como se sabe- la fuente directa del salvadoreño. No debe confundirse al acto jurídico de la promesa con el acto jurídico prometido. El primero viene a ser el contrato preparatorio del que se está hablando, al tanto que el segundo, es el acto jurídico definitivo que las partes pretenden celebrar. En lo tocante al nombre, la figura suele ser llamada “promesa de celebrar contrato”, porque se parte del supuesto que el negocio jurídico que se promete es –precisamente- un “contrato”. Sin embargo, se considera más apropiado llamarla “promesa de celebrar acto jurídico”, ya que no siempre el acto jurídico prometido es un “contrato”, en el sentido técnico de la palabra. Así, por ejemplo, puede prometerse ejecutar una tradición, y la tradición no es un contrato. De igual manera, en el antiguo derecho de familia salvadoreño, existía la institución de los esponsales o desposorio, la cual era –y aún puede seguir siéndolo- una “promesa de matrimonio”, y el matrimonio tampoco es – técnicamente- un contrato.283 No obstante lo afirmado, en el campo patrimonial, los actos jurídicos prometidos más comunes son, sin duda, contratos. Las modalidades de la promesa son las siguientes: A) Promesa bilateral de celebrar contrato bilateral. B) Promesa bilateral de celebrar contrato unilateral. Y C) Promesa unilateral de celebrar contrato bilateral o unilateral: CLARO SOLAR, Luis: “Explicaciones de Derecho Civil Chileno y Comparado”. Tomo Undécimo: De las Obligaciones II; Volumen V; 1ª ed., Editorial Jurídica de Chile; Santiago de Chile, 1979. Núm. 1201, pág. 702. 283 La naturaleza jurídica del matrimonio ha sido muy discutida por la doctrina. La tendencia moderna lo considera una suerte de acto jurídico llamado acto-condición. También puede verse simplemente como un acto jurídico familiar. Nota del Autor. 282 226 a) Promesa unilateral simple. b) Contrato de opción. ¿Es la promesa un “contrato”, en el sentido técnico de esta locución?. R/ Sí, excepto la sub-modalidad de la promesa unilateral de celebrar contrato bilateral o unilateral que ha sido llamada promesa unilateral simple, ya que ésta entraña la naturaleza de ser más bien un acto jurídico unipersonal. La promesa bilateral de celebrar contrato bilateral implica que ambas partes se prometen mutuamente la celebración futura de un contrato que también será bilateral. El ejemplo más conocido es la promesa de venta. Pero nunca debe perderse de vista que las obligaciones que adquieren ambos promitentes son de hacer, pues la prestación consiste en la realización del contrato bilateral prometido, aunque este último generase obligaciones de otro tipo. La promesa de venta, se repite, es el mejor ejemplo de lo afirmado, pues aunque las obligaciones principales de la venta sean de dar, las de la promesa son de hacer. Los efectos de esta clase de obligaciones los señala el Art. 1424 C., y esa es la razón por la cual, el inciso final del Art. 1425 C. que se transcribió, dice: “Concurriendo estas circunstancias habrá lugar a lo prevenido en el artículo precedente”. La promesa bilateral de celebrar contrato unilateral implica que ambas partes se prometen recíprocamente la celebración futura de un contrato que será unilateral. Ambas partes adquieren, pues, obligaciones de hacer, cuya prestación consiste en la ejecución de un contrato futuro que es unilateral. Son ejemplos: la promesa de donación, la promesa de mutuo, la promesa de comodato, etc.. Incluso se pueden prometer contratos unilaterales de garantía, como la promesa de fianza, de prenda o de hipoteca. La promesa unilateral de celebrar contrato bilateral o unilateral es una modalidad de la promesa que significa que sólo una de las partes adquiere el compromiso obligacional de celebrar con otra, un contrato futuro que puede ser bilateral o unilateral. Sólo ese único promitente, pues, es el que adquiere la obligación de hacer de la que se ha hablado y que genera toda promesa. 227 El ejemplo típico y genérico de lo que se dice es la oferta mercantil. Se transcriben a continuación los Arts. 969 y 970 Com.. “Art. 969.- Si un comerciante se ha obligado a mantener en firme una oferta por tiempo determinado, no podrá revocarla. “La muerte o incapacidad superveniente del comerciante no privan de eficacia a la oferta, aun cuando sea sin fijación de plazo, a no ser que, de la naturaleza del negocio o de sus circunstancias, resulte lo contrario. “La misma consideración tendrá la declaración de una parte quedando obligada como consecuencia de opción que conceda a la otra para aceptarla o rechazarla. “Si no se fijare plazo, en todos los casos, lo determinará el Juez”. “Art. 970.- La oferta al público de mercancías en catálogos o en cualquiera otra forma de publicidad, obliga al comerciante que la hace a lo que esté expresamente indicado; y la exposición de tales cosas, en escaparates o salones, obligará a la venta de los objetos que tengan marcado el precio y, en su caso, las condiciones del negocio”. Como fue advertido, esta modalidad de la promesa encierra, a la vez, dos sub-modalidades: la promesa unilateral simple284 y el contrato de opción. La promesa unilateral simple no es contrato. Es un acto jurídico unipersonal, porque la voluntad del promitente no se entrelaza con la de la persona que será, al final, la beneficiaria de lo prometido. Quizá el ejemplo más sencillo de lo que se afirma es el del comerciante que hace una policitación mercantil simple a clientes potenciales e indeterminados, como se ha visto en los Arts. 969 Com. incs. 1° y 2° y 970 Com., o bien, el caso del comerciante que ofrece un premio o recompensa por la compra de alguno de los productos que vende, o por ejecutar alguno de sus potenciales clientes algún hecho o llenar ciertas condiciones. Al respecto de este último ejemplo, los Arts. 971, 972 y 973 Com., prescriben: 284 Este término es nuestro. 228 “Art. 971.- El que por anuncios u ofrecimientos hechos al público, se compromete a alguna prestación en favor de quien llene determinada condición o desempeñe ciertos servicios, contrae la obligación de cumplir lo prometido”. “Art. 972.- Si fueren varias las personas que ejecutaren el servicio pedido o llenaren la condición señalada, podrá exigir la recompensa: “I.- El que primero lo hubiere hecho. “II.- Si se realizare simultáneamente por varios, se repartirá la recompensa por partes iguales. “III.- Si ésta no fuere divisible, se sorteará entre los interesados”. “Art. 973.- En los concursos en que haya promesa de recompensa para los que llenaren ciertas condiciones, es requisito esencial que se fije un plazo. “El promitente tiene derecho a designar la persona que resolverá a quien debe otorgarse la recompensa, de acuerdo con las bases propuestas”. El llamado contrato de opción, en cambio, sí es una modalidad de la promesa unilateral de celebrar contrato bilateral o unilateral, que entraña la naturaleza jurídica de ser un verdadero contrato. Y contrato unilateral, desde luego. Lo afirmado encuentra asidero en que la voluntad del promitente sí se entrelaza con la voluntad del que resultaría ser el beneficiario de lo prometido. Lo que sucede es que este último solamente “acepta” la promesa que la otra persona le hace, sin prometer él –por su parte- que celebrará el contrato con dicha persona. De lo dicho se colige, que en la promesa unilateral simple, el beneficiario es siempre persona indeterminada; en cambio, en el contrato de opción, el beneficiario es una persona determinada.285 En materia mercantil, es ejemplo de contrato de opción, la venta al gusto, regulada en el Art. 1022 Com..286 Si a un establecimiento comercial 285 En singular o en plural. Lo que interesa es que haya persona o personas determinadas. 229 que vende camisas, por ejemplo, ingresa un cliente en concreto, con la intención de adquirir una camisa que a él le guste, resultará evidente que el comerciante le promete vender la camisa que elija, pero el cliente, por su parte, no promete comprar, ya que es posible que ninguna de las camisas que están a la venta le gusten. Del contrato de opción habla el Art. 969 Com., que se transcribió líneas arriba. Específicamente el inciso tercero de dicha norma. Se transcribe de nuevo toda la disposición para comodidad del lector: “Art. 969.- Si un comerciante se ha obligado a mantener en firme una oferta por tiempo determinado, no podrá revocarla.287 “La muerte o incapacidad superveniente del comerciante no privan de eficacia a la oferta, aun cuando sea sin fijación de plazo, a no ser que, de la naturaleza del negocio o de sus circunstancias, resulte lo contrario. “La misma consideración tendrá LA DECLARACIÓN DE UNA PARTE QUEDANDO OBLIGADA COMO CONSECUENCIA DE OPCIÓN QUE CONCEDA A LA OTRA PARA ACEPTARLA O RECHAZARLA. “Si no se fijare plazo, en todos los casos, lo determinará el Juez”. 2°) El pacto de preferencia.- Esta figura jurídica reviste también el carácter de ser un contrato preparatorio.288 El ejemplo se tiene con un contrato atípico o innominado que suele ser llamado en la práctica “de reservación de vivienda”. Así, para el caso, si una persona ha elegido ya la casa que desea comprar, pero su crédito no ha sido todavía aprobado en el banco, puede pactar con la otra parte que le reserve el inmueble en cuestión por un plazo determinado. 3°) El pacto de arras.- En el mismo sentido del ejemplo que acaba de exponerse, en el cual, una persona reserva la compra de un inmueble El Código Civil también la regula, en el Art. 1626, pero la llama –erróneamente- venta a prueba. La venta a prueba o venta a ensayo, como se dijo, es una modalidad diferente en el espectro de las ventas mercantiles (Art. 1023 Com.). 287 Esta parte de la norma sería la de una promesa unilateral simple. 288 Constituye –igualmente- una suerte de promesa. 286 230 determinado, por un plazo estipulado, las partes pueden también acordar un pacto de arras. Las arras están disciplinadas en los Arts. 1607, 1608 y 1609 C., cuyos textos se transcriben a continuación: “Art. 1607.- Si se vende con arras, esto es, dando una cosa en prenda de la celebración del contrato, se entiende que cada uno de los contratantes podrá retractarse; el que ha dado las arras, perdiéndolas; y el que las ha recibido, restituyéndolas dobladas”. “Art. 1608.- Si los contratantes no hubieren fijado plazo dentro del cual puedan retractarse, perdiendo las arras, no habrá lugar a la retractación después de los dos meses subsiguientes a la convención”. “Art. 1609.- Si expresamente se dieren arras como parte del precio, o como señal de quedar convenidos los contratantes, quedará perfecta la venta; sin perjuicio de lo prevenido en el artículo 1605, inciso 2°. “No constando alguna de estas expresiones por escrito, se presumirá de derecho que los contratantes se reservan la facultad de retractarse según los dos artículos precedentes”. El pacto de arras es una suerte de contrato preparatorio que puede jugar tres roles distintos en el derecho de las obligaciones: A) Las arras penitenciales.- En este sentido la figura constituye una caución (Art. 44 C.). El que ha reservado la vivienda a cierto plazo, por ejemplo, puede convenir que le hace entrega y tradición de 100 al futuro vendedor, en el entendido que ambos tienen el derecho de retractarse, es decir, de ya no celebrar la venta ulterior; bajo la pena –eso sí- que si el que se retracta fuere el interesado en comprar, perderá los 100; y si el que se retracta fuere el potencial vendedor, deberá tradirle 200 a la otra parte, es decir, el doble de lo recibido.289 El nombre de arras penitenciales le viene –precisamente- de Las arras –en sentido material- son bienes muebles, como lo da a entender la palabra “prenda”, utilizada por el legislador en el Art. 1607 C.. Y sin duda que el bien mueble más práctico en casos como el expuesto es el dinero. De ahí que se haya preferido exponer el ejemplo con dinero. 289 231 someterse las partes a la pena que les corresponda en caso que uno u otro decidieran retractarse de la celebración del contrato futuro. 290 A este primer rol de las arras en el derecho de las obligaciones se refieren los Arts. 1607 y 1608 C.. Este último fija un plazo legal máximo de dos meses para retractarse de la celebración del contrato futuro, en caso que las partes no hubieren convenido uno voluntario. El término se cuenta desde que queda perfeccionado el contrato de arras, el cual, por cierto, es consensual; aunque sí es conveniente en la práctica, claro está, acordarlo por escrito, y en instrumento privado autenticado, al menos. B) Las arras como parte del precio.- Este es el segundo papel que juegan las arras en el derecho de las obligaciones. Y quizá es más útil y práctico que el primero. En la lógica del ejemplo señalado, el interesado en comprar puede estipular con el futuro vendedor que le anticipa el pago de 10 como parte del precio.291 Y en caso que ya no se celebrase el contrato definitivo en el plazo acordado, el accipiens se obligaría –desde luego- a restituir esa “parte” del precio que había recibido por adelantado. Este segundo rol de las arras, así como el tercero, que se analiza a continuación, los regula el Art. 1609 C. inc. 1°. Y en tales casos, las arras sí revisten la categoría de ser un contrato solemne. La formalidad consiste en que si el deseo de las partes es contemplar a las arras como parte del precio, o bien, como señal de quedar convenidos los contratantes, que es el tercer rol, deberán expresarlo así y por escrito. Si no lo hacen, la ley presumirá de derecho que el papel de las arras será el penitencial, del que ya se ha tratado.292 La base legal es el Art. 1609 C. inc. 2°. Vale la pena señalar también, que tratándose el contrato definitivo de 290 No debe confundirse este rol del contrato de arras con el contrato de cláusula penal, tipificado en los Arts. 1406 C. y ss.. Es verdad que ambas figuras son cauciones (Art. 44 C.), pero al tanto que la cláusula penal garantiza el cumplimiento de obligaciones de un contrato ya nacido, las arras –en cambio- estarían garantizando la ejecución misma de un contrato que aún no nace. La figura es de origen romano. Constantino estipuló que el que recibía las arras debía restituir el cuádruple si se retractaba. Justiniano modificó esta restitución al doble. Nota del Autor. 291 Eso quiere decir que si el precio de la futura venta fuere de 100, el comprador, llegado el momento, deberá pagar solamente 90. 292 La presunción sustantiva de derecho no admite prueba en contrario (Art. 45 C.). 232 una venta, las arras, como parte del precio o como señal de quedar convenidos los contratantes, harían perfeccionar esa venta, a menos que dicho contrato sea –por excepción- solemne; pues en tal caso, la venta futura, es decir, el contrato definitivo, sólo podría perfeccionarse llenándose las formalidades de ley; como es el caso de las ventas inmobiliarias, pues deben constar en escritura pública, como lo ordena el Art. 1605 C. inc. 2°. Lo que acaba de afirmarse encuentra asidero en el Art. 1609 C. inc. 1° in fine. C) Las arras como señal de quedar convenidos los contratantes.- Este es el papel menos usado actualmente de las arras. Y sin embargo, es el rol en que se fundamenta el origen histórico de la figura; sobre todo en el ideal de la Caballería y la cortesía medievales. El empeño de la “palabra de honor”. Que una de las partes le entregara a otra una cosa como señal de quedar convenidos en la celebración de un contrato futuro, era algo muy común en la Antigüedad y el Medievo. No es extraño que por eso –aún hoy- se le llamen “arras” a los anillos de boda, por ejemplo. Son un símbolo de compromiso en la celebración del futuro matrimonio. Un símbolo social, desde luego; no jurídico. Sin embargo, el Código Civil, en materia patrimonial, sigue regulando a las arras en este tercer sentido, aunque no se use mucho en la práctica. Ya quedó establecido que las partes deberán estipularlo así expresamente, y por escrito, pues de lo contrario la ley presumirá de derecho que las arras estarían jugando el rol de penitenciales (Art. 1609 C. inc. 2°). Tampoco debe olvidarse que si el contrato definitivo fuese una venta a la que le precede un pacto de arras como parte del precio o como señal de quedar convenidos los contratantes, esa venta quedaría perfecta, a menos que –por excepción- se trate de compraventas solemnes, como lo manda el Art. 1605 C. inc. 2°. Lo afirmado encuentra base en el Art. 1609 C. inc. 1° in fine. Un comentario final que desea hacerse, y que engloba a los tres roles de las arras por igual, es que a pesar de estar reguladas las arras por el Código Civil en el Tratado de la Compraventa, no son exclusivas de dicho contrato. 233 La prueba se tiene con el Art. 1709 C. in fine, en materia de arrendamiento de bienes, que dice: “Si se pactare que el arrendamiento no se repute perfecto mientras no se firme escritura, podrá cualquiera de las partes arrepentirse hasta que así se haga, o hasta que se haya procedido a la entrega de la cosa arrendada; SI INTERVIENEN ARRAS, SE SEGUIRÁN BAJO ESTE RESPECTO LAS MISMAS REGLAS QUE EN EL CONTRATO DE COMPRAVENTA”.293 Con lo dicho se demuestra, pues, que las arras constituyen un verdadero ejemplo de contrato preparatorio para diversas suertes de negocios jurídicos futuros y definitivos. 4°) El contrato de compromiso.- Este contrato, de naturaleza procesal, tiene por objeto al arbitraje, es decir, una jurisdicción privada para la solución de disputas. En los casos que la ley lo permita, los conflictos serán resueltos por árbitros y no por Jueces ordinarios, por haberlo así convenido las partes. Pacto que bien puede estipularse con anterioridad a la celebración del contrato definitivo, por lo que lo convierte en otra suerte de contrato preparatorio. El arbitraje es de mucha utilidad en materia mercantil. La agilidad del comercio lo exige, pues los procesos ordinarios no suelen tramitarse muchas veces con la celeridad debida.294 Es, modernamente, un medio alternativo de solución de disputas, como lo llaman las tendencias actuales, junto a la conciliación, la transacción o la mediación. Tiene –además- fundamento constitucional, pues el Art. 23 de la Carta Magna, en la parte pertinente, dice: “Ninguna persona que tenga la libre administración de sus bienes puede ser privada del derecho de terminar sus asuntos civiles o comerciales por transacción o ARBITRAMENTO”. La figura está regulada en una ley especial denominada “Ley de Mediación, Conciliación y Arbitraje”.295 Existe también una “Convención Interamericana sobre Arbitraje Comercial Internacional”, firmada en 293 Y otro tanto puede decirse del contrato de permutación o cambio, a la luz del Art. 1690 C.. En ninguna materia como la mercantil es más cierto el aforismo que reza: “el tiempo es dinero”. 295 D.L. N° 914, de 11 de julio de 2002. Sancionada el día 23 del mismo mes y año. Y publicada en el Diario Oficial N° 153, Tomo 356, del 21 de agosto de 2002. La ley entró en vigencia ocho días después de su publicación oficial. Actualmente tiene ya reformas que datan del año 2009. La Ley cuenta con su respectivo Reglamento, que data de septiembre de 2003. 294 234 Panamá, que data desde enero de 1975, sin perjuicio que la ley especial referida cuenta con una sección del arbitraje internacional y extranjero. La ley especial referida, pues, regula al arbitraje a partir de su Art. 21. Pero no todo tipo de controversias puede ser decidido por un laudo arbitral, es decir, por una sentencia definitiva dada por árbitros. La ley enlista tales casos en los Arts. 23 y 24, siendo todos –básicamente- de orden público. Se transcribe a continuación el Art. 29 de la ley especial, que dice: Del Convenio Arbitral. Formalidades “Art. 29.- El convenio arbitral deberá constar por escrito. “Podrá adoptar la forma de una cláusula incluida en un contrato o la de un acuerdo independiente. “Se entenderá que el convenio se ha formalizado por escrito no solamente cuando esté contenido en documento único suscrito por las partes, sino también cuando resulte del intercambio de cartas o de cualquier otro medio de comunicación o correspondencia que inequívocamente deje constancia documental de la voluntad de las partes de someterse a arbitraje. “Asimismo, se presume que el convenio arbitral se ha formalizado por escrito cuando a pesar de no existir acuerdo previo, por iniciativa de una de las partes involucradas, se somete una controversia a la decisión de uno o más árbitros que aceptan resolver la controversia, mediando asentimiento posterior de la otra u otras partes a dicho sometimiento. “Se presumirá que hay asentimiento cuando, notificada la parte contraria de la iniciativa de quien promovió la intervención de él o los árbitros, se apersona al procedimiento arbitral sin objetar dicha intervención”. La ley especial también trata de los requisitos que deben llenar los árbitros, del procedimiento y de los laudos arbitrales, de los recursos, de la ejecución del laudo, de los centros de arbitraje, etc.. 235 5°) El acta prematrimonial.- La figura campea en el derecho de familia. Es un acto jurídico familiar que prepara a los contrayentes para la ejecución del futuro matrimonio.296 Sobre el particular, el Art. 21 F., reza: “Art. 21.- Las personas que pretendan contraer matrimonio lo manifestarán al funcionario autorizado, quien previa lectura y explicación de los artículos 11, 12, 14, 15, 16, 17, 18, 41, 42, 48, 51 y 62 de este Código les recibirá en acta, declaración jurada sobre su intención de contraerlo y que no tienen impedimentos legales ni están sujetos a prohibición alguna. “En dicha acta se consignarán el nombre, edad, estado familiar, nacionalidad, profesión u oficio, domicilio o lugar de nacimiento de cada uno de los contrayentes, así como el nombre, profesión u oficio y domicilio de sus padres, el régimen patrimonial si ya lo hubieren acordado, el apellido que usará la mujer al casarse, y en su caso, los nombres de los hijos que reconocerán en el acto de matrimonio. “Los solicitantes presentarán sus documentos de identidad y las certificaciones de sus partidas de nacimiento, las cuales deberán haber sido expedidas dentro de los dos meses anteriores a la petición, agregándose las últimas al expediente matrimonial, que se inicia con el acta indicada”. Amén de lo anterior, y siguiendo los lineamientos del Doctor Miranda en su Obra, se estima que los siguientes contratos, aun pareciéndolo, no son contratos preparatorios:297 1°) El contrato de mandato.- Que una persona le dé poder a otra para que en su nombre y representación ejecute un acto o contrato con determinada persona (Arts. 1875 C. y ss.), no es un evento que prepare progresivamente la formación de un contrato futuro. De hecho, el poder se podría revocar en cualquier momento (Art. 1923 C. ord. 3°). Si “x” le da poder a “y” para que en su nombre y representación negocie una promesa de venta, el contrato preparatorio seguirá siendo la promesa, no el mandato. A lo mejor no sea un “contrato” preparatorio, en el sentido técnico, pero no cabe duda que es un “acto jurídico preparatorio”, en todo caso. 297 MIRANDA, ob. cit., pág. 48. 296 236 2°) El contrato de sociedad.- Si existe un comerciante social, titular de la correspondiente empresa, cuyo rubro mercantil fuere –por ejemplo- el arrendamiento de vehículos automotores, no quiere decir que los socios que firmaron el contrato de sociedad (Arts. 17 Com. y ss.), estén preparando con dicho contrato la formación progresiva de contratos definitivos de arrendamiento de cosas, es decir, los arrendamientos de vehículos que les ofrecerán a sus clientes. 3°) El contrato de cuenta corriente.- Este contrato mercantil (Arts. 1167 Com. y ss.), parte del supuesto básico que dos personas quieren ser empresarias, pero de rubros comerciales diferentes. No podrían ser socios, entonces, de la manera ordinaria en que se entiende esta palabra. Por el contrato de cuenta corriente –entonces- deciden unir sus capitales de trabajo en una sola cuenta que tendrá los vaivenes económicos de pérdidas y ganancias. La idea es que dos fuentes de capital contribuyen más que una en un empeño empresarial, aunque el empeño de uno de los cuentacorrentistas vaya en cierta dirección comercial y el del otro, en otra. Ambas partes, en suma, se prestan recíprocamente valores, bienes fungibles. Casi siempre, dinero. Es prácticamente un contrato de mutuo recíproco. Ambos cuentacorrentistas se convierten, con cada clausura de la cuenta, en acreedores y deudores recíprocos. Pero ello sólo puede saberse con la liquidación de la cuenta, pues hasta entonces se conocerá contablemente cuáles fueron las pérdidas y ganancias de una de las partes y cuáles fueron las de la otra. La compensación como modo de extinguir obligaciones que aquí opera, recuérdese que sólo procede con deudas líquidas (Arts. 1525 y 1526 C.). Se transcriben a continuación las más elementales disposiciones del Código de Comercio al respecto: “Art. 1167.- Por el contrato de cuenta corriente, dos personas que se entregarán valores recíprocamente, se obligan a convertir sus créditos en partidas de ‘debe’ y ‘haber’, de manera que solamente resulte exigible la diferencia final procedente de la liquidación respectiva”. 237 “Art. 1172 [nums. III y IV].- El contrato de cuenta corriente produce los siguientes efectos: … “III) La compensación recíproca entre las partes hasta la concurrencia de los respectivos créditos, en el momento de liquidar la cuenta. “IV) El derecho de exigir la diferencia resultante en la liquidación de la cuenta corriente. …”. “Art. 1174 [inc. 1° e inc. 2° in limine].- La clausura de la cuenta para la liquidación del saldo se opera cada seis meses, salvo pacto en contrario. “El crédito por el saldo es un crédito líquido, exigible a la vista o en los términos del contrato correspondiente. …”. “Art. 1175.- Antes de la clausura de cuenta corriente, ninguno de los interesados será considerado como acreedor o deudor del otro. La liquidación fija el estado de las relaciones jurídicas entre las partes, opera la compensación de los créditos y determina la persona del acreedor y del deudor”. Lo importante es comprender que la suscripción de un contrato de cuenta corriente por una de las partes, no prepara en sí misma la formación progresiva de los contratos definitivos que celebrará para la explotación de su rubro comercial. El contrato de cuenta corriente le proporcionó solamente capital de trabajo de manera más accesible. 4°) El contrato de apertura de crédito.- La estructura básica de este contrato es la de ser un mutuo de dinero con intereses. Empero, tiene una característica esencial que el mutuo civil y ordinario no tiene: el monto de la cantidad prestada se determina por la finalidad en que ese dinero será invertido. La causa de ese contrato, pues, debe expresarse y demostrarse. El mutuante recibe el nombre de acreditante; y el mutuario, el de acreditado. Los acreditantes más solicitados son, evidentemente, los bancos; por lo que este contrato es –casi siempre- bancario y, en todo caso, mercantil. No sólo porque el acreditante es o puede ser comerciante sino porque el 238 acreditado siempre lo es, desde el momento que el destino del dinero será para inversión de su empresa. En el mutuo de dinero civil, poco importa para qué necesita el dinero el mutuario. Puede ser para consumo o para un gasto estéril. En la apertura de crédito, en cambio, la motivación es el desarrollo de la actividad económica empresarial. La causa de este contrato, como se dijo, debe expresarse y demostrarse. Al respecto, los Arts. 1105 y 1107 Com., prescriben: “Art. 1105.- Por la apertura de crédito, el acreditante se obliga a poner una suma de dinero a disposición del acreditado, o a contraer por cuenta de éste una obligación, para que él mismo haga uso del crédito concedido en la forma convenida, obligándose a su vez el acreditado a restituir al acreditante las sumas de que disponga, o el importe de la obligación que contrajo, y a pagarle los intereses, gastos y comisiones que se hubieren estipulado”. “Art. 1107.- La cuantía del crédito será determinada o determinable por su finalidad o de cualquier otro modo convenido. “La falta de determinación se imputará al acreditante, quien responderá de los daños y perjuicios que la ineficacia del contrato cause al acreditado. “No se puede pactar contra lo dispuesto en este artículo”. Igualmente se colige, que el hecho que un comerciante obtenga del banco una línea de crédito para invertirlo en los negocios jurídicos de su empresa, no debe verse como “contrato preparatorio” para la culminación de tales negocios. La apertura de crédito, pues, no incide en la formación progresiva de contratos ulteriores que el acreditado deba realizar con motivo de explotar su empresa. 5°) El contrato de suministro.- Suministrante y suministrado son las partes de este contrato mercantil, regulado en los Arts. 1055 Com. y ss..298 La 298 Puede ser también un contrato administrativo, como el caso salvadoreño del suministro estatal del agua a cargo de ANDA (Administración Nacional de Acueductos y Alcantarillados), que es una institución oficial autónoma. 239 ley lo define en esa primera disposición en los siguientes términos: “Por el contrato de suministro, una parte se obliga, a cambio de un precio, a realizar en favor de la otra, prestaciones periódicas o continuadas”. Así, por ejemplo, el comerciante que sostiene y mantiene una flotilla de vehículos en buenas condiciones mecánicas, porque se dedica al negocio de rentarlos, puede acordar con otra empresa que venda lubricantes y demás repuestos, el suministro periódico de tales productos. El contrato puede contener –incluso- una cláusula de exclusividad, ya que puede obtenerse un mejor precio que si las compras se efectuaran de forma aislada. Pero igual, en el ejemplo expuesto de un comerciante que renta autos, el suministro no se puede entender como contrato preparatorio de los contratos de arrendamiento de vehículos. El primero no incide en la formación progresiva de los otros. 240 La promesa de venta 79.- Como no debe perderse de vista –por un lado- que el contrato más importante es la compraventa; así como tampoco debe perderse de vista –por el otro- que se analizó todo lo relativo al contrato preparatorio, se procede a continuación a realizar un estudio del más importante de los contratos preparatorios que pueden preceder a la compraventa en la práctica: la promesa de venta. La promesa que tenga por objeto la ejecución futura de una venta, constituye, en sí misma, como se ha aprendido, un acto o negocio jurídico autónomo; un acto que tiene sus propios requisitos de existencia y validez; y que no deben ser confundidos con los que la ley o las partes podrían exigir de la venta, es decir, del contrato que se promete celebrar. Jamás deben confundirse, pues, el contrato de promesa con el contrato prometido. En la promesa de venta, la promesa en sí, es –específicamente- un acto jurídico contractual.299 La figura pertenece a la modalidad denominada: promesa bilateral de celebrar contrato bilateral. Eso quiere decir que tanto el contrato de promesa como el contrato prometido son bilaterales o sinalagmáticos, esto es, que les generan obligaciones a ambas partes (Art. 1310 C.). Ambas partes son, pues, acreedoras y deudoras mutuamente. Por lo que toca a la promesa en sí, lo afirmado significa que ambos promitentes se obligan recíprocamente a que en un futuro, determinado por un plazo o por una condición suspensiva (Art. 1425 C. ord. 3°), el primero de ellos promete venderle al segundo, una cosa determinada, por un precio también determinado. Y el segundo –por su parte- promete también comprarle al primero esa cosa por dicho precio y en los términos pactados. De esto se colige, “que lo prometido es deuda” (Art. 1425 C.). La promesa de la que se trata le habrá generado a ambos promitentes obligaciones 299 Ya quedó establecido que la promesa es un contrato, excepto la sub-modalidad de las promesas unilaterales de celebrar contratos bilaterales o unilaterales, denominada promesa unilateral simple, pues se trataría de un acto jurídico unipersonal. De sabido se calla que los contratos –a fortiori- deben ser actos jurídicos convencionales (Art. 1309 C.). 241 de hacer. Ambas partes –entonces- adquieren la prestación de realizar un hecho a favor del otro. Hecho que, en este caso, consiste en la ejecución futura del contrato de venta acordado. La compraventa, por su parte, es decir, el contrato prometido, es también un contrato bilateral. Le genera al vendedor la obligación principal de tradirle la cosa vendida al comprador. Y le genera también al comprador, la obligación principal de pagarle el precio en dinero al vendedor. Ambas obligaciones principales son –como se sabe- de dar; con lo que se comprueba claramente que contrato de promesa y contrato prometido son negocios jurídicos distintos que generan obligaciones que son o pueden ser diferentes. La promesa bilateral de celebrar contrato bilateral, al igual que las demás modalidades de la figura jurídica de la promesa, se encuentra regulada en el Art. 1425 C., cuyo texto –ya conocido- vuelve a transcribirse para comodidad del lector. Dice la ley: “Art. 1425.- La promesa de celebrar un contrato no produce obligación alguna; salvo que concurran las circunstancias siguientes: “1ª) Que la promesa conste por escrito; “2ª) Que el contrato prometido no sea de aquellos que las leyes declaran ineficaces; “3ª) Que la promesa contenga un plazo o condición que fije la época de la celebración del contrato; “4ª) Que en ella se especifique de tal manera el contrato prometido, que sólo falten para que sea perfecto, la tradición de la cosa, o las solemnidades que las leyes prescriben. “Concurriendo estas circunstancias habrá lugar a lo prevenido en el artículo precedente”. 80.- Del texto de este mandato se deduce que la promesa es un acto jurídico solemne. La formalidad consiste en que se llenen las cuatro 242 circunstancias que menciona, pues de lo contrario es anulable de nulidad absoluta (Art. 1552 C. inc. 1°). El estudio de cada una de estas circunstancias se hará por separado. Primera circunstancia.- La promesa debe constar por escrito. La ley no especificó si el documento que la hace constar deba ser un instrumento público o privado (Arts. 331 y 332 Pr., respectivamente), pero en la práctica – por razones de conveniencia- suele hacerse en escritura pública o, al menos, en documento privado autenticado ante notario. Si lo prometido fuera la venta de un inmueble, se impone recordar que la compraventa de inmuebles es también un contrato solemne; exigiendo la ley expresamente que se haga constar en escritura pública (Art. 1605 C.). La promesa de venta de un inmueble, por consiguiente, bien podría hacerse constar en un documento privado autenticado –y hasta simple-; pero cuando llegue el momento de cumplir lo prometido, la venta del inmueble sí deberá hacerse estricta y expresamente en escritura pública, que es una suerte específica de instrumento público notarial (Art. 2 L. de N. y Arts. 43 y ss. L. de N.). Idea que se extiende a todos los otros casos de actos jurídicos prometidos que también fuesen solemnes, ya sea por exigir la ley alguna clase de instrumento en particular o alguna otra suerte de formalidad, como la presencia de testigos, la inscripción registral, el pronunciamiento de palabras sacramentales, etc.. Segunda circunstancia.- El acto o contrato prometido no debe ser de aquellos que las leyes declaran ineficaces.300 Si, por ejemplo, el contrato prometido fuese la venta de drogas ilegales o de bienes que, en general, no están en el comercio, como dicha venta adolecería de objeto ilícito y, por lo tanto, fuera anulable de nulidad absoluta, la promesa en sí también sería ineficaz por razones de nulidad absoluta, pues se estaría incumpliendo justo la formalidad que se está analizando. Tercera circunstancia.- La promesa debe contener un plazo o condición que fije la época de la celebración del acto o contrato prometido. 300 El estudio de este término técnico ya fue explicado. 243 De lo anterior se colige que la promesa es siempre un acto jurídico sujeto a modalidades, específicamente sujeto a la modalidad de un plazo o de una condición, ya que si fuera un acto jurídico puro y simple, no quedaría determinado el momento en que deberá ejecutarse el acto o contrato prometido. Dentro del binomio que clasifica al plazo en suspensivo y extintivo, la ley se refiere –desde luego- al suspensivo, ya que lo que está pendiente es la llegada del momento en que se ejecutaría lo prometido. Un plazo extintivo no tendría lógica ni sentido. Otro tanto puede decirse en caso que la promesa fuere condicional. Dentro del binomio que clasifica a la condición en suspensiva y resolutoria, forzosamente la ley tiene que referirse a una condición suspensiva, ya que si fuera resolutoria, el contrato prometido nacería a la vida del derecho en el mismo momento que la promesa, pues todo negocio jurídico sujeto a condición resolutoria nace a la vida del derecho –precisamente- de manera pura y simple (Arts. 1350 C. y 1358 C. in limine). Cuarta circunstancia.- En la promesa deberá especificarse de tal manera el acto o contrato prometido, que sólo falten para que sea perfecto, la entrega o tradición de la cosa que va a trasladarse, o bien, el cumplimiento de las formalidades que lo perfeccionarán, en caso que éste fuera solemne. Lo primero se refiere al caso que el contrato prometido fuese real, ya que los contratos reales –como se ha visto- son los que se perfeccionan con la simple entrega, o bien, con la tradición del bien objeto del acto, según los casos y circunstancias (Art. 1314 C. inc. 1° in limine). Lo segundo –como ya se advirtió- se refiere al caso que el acto o contrato prometido fuese solemne, pues esta clase de contratos no se perfecciona si no se cumple con las formalidades que las leyes establecen para su eficacia (Art. 1314 C. inc. 1° parte medular). Así, por ejemplo, si el contrato prometido fuere un mutuo de dinero, dicho negocio deberá especificarse en todas sus cláusulas y detalles, de modo y manera que lo único que haga falta cuando llegue el momento de ejecutarlo sea la tradición de la cantidad de dinero mutuada (Arts. 1954 y 1955 C.). 244 Ahora bien, si el contrato prometido fuese un comodato, que también es un ejemplo de contrato re, dicho negocio igual deberá especificarse en todas sus cláusulas, de modo que lo único que haga falta cuando llegue el momento de ejecutarlo sea –en este caso- la simple entrega de la cosa mueble o raíz que se trasladará en comodato (Art. 1932 C.). En la situación que el contrato prometido fuese solemne, como por ejemplo la venta de un inmueble, en la promesa deberá especificarse igualmente a esta venta con todo detalle, de manera que lo único que haga falta cuando llegue el momento de ejecutarla, sea, en este caso, hacerla constar en escritura pública ante notario, para su eficacia y validez (Art. 1605 C. inc. 2°). La palabra “especifique” que utiliza la ley en el Art. 1425 C, ord. 4°, alude a que en la promesa deben quedar plenamente esclarecidos los elementos especiales esenciales del particular acto jurídico que se está prometiendo realizar. Tales elementos son, en el caso de la venta, como se aprendió, la cosa vendida y el precio (Arts. 1314 C. inc. 2°, 1315 C. in limine y 1597 C.). Si la promesa sólo dijese que “x” promete venderle a “y” un inmueble, sin decir cuál; o bien, si la promesa dijera cual pero no estableciera el precio en dinero que pagará el comprador cuando llegue el momento de ejecutarla, dicho contrato de promesa sería anulable de nulidad absoluta, pues no se estaría cumpliendo con la solemnidad que ordena el ordinal 4° del Artículo que se estudia. Apéndice #1: la promesa de actos o contratos consensuales.- La cuarta circunstancia del Art. 1425 C. no toma en cuenta a la promesa de actos o contratos consensuales (Art. 1314 C. inc. 1° in fine), ya que, si eso aconteciera, el contrato prometido quedaría perfeccionado junto con la promesa. No tendría sentido alguno. Apéndice #2: la promesa sujeta a cláusula penal.- En la práctica, es muy común que la promesa de celebrar un acto o contrato esté sujeta a cláusula penal en caso que uno de los promitentes incumpla su obligación de hacer, es decir, que no ejecute el acto o contrato prometido. Y como lo dicho es muy frecuente, se podría pensar que lo propio viene a constituir otra 245 “circunstancia” o formalidad de la promesa que debería contemplarla el Art. 1425 C.. Ese argumento no es de recibo. La cláusula penal es simple y llanamente en la promesa una cosa puramente accidental en ella, que deberá agregarse por medio de convenio expreso y especial (Arts. 1314 C. inc. 2° y 1315 C. in fine). Aspectos generales del acto jurídico de cláusula penal.- El instituto jurídico de la cláusula penal está regulado en los Arts. 1406 a 1415 C.. El primero de esos mandatos define a la figura así: “Art. 1406.- La cláusula penal es aquella en que una persona, para asegurar el cumplimiento de una obligación, se sujeta a una pena que consiste en dar o hacer algo en caso de no ejecutar la obligación principal o de retardar su ejecución”. Como puede constatarse, la cláusula penal es un acto jurídico que genera una obligación accesoria. Esta obligación accesoria debe distinguirse de la principal a la que está asociada. Es una suerte de caución que, por lo mismo, entraña una seguridad voluntaria para el mesianismo o tranquilidad del acreedor de que su deudor le pagará la obligación principal (Art. 44 C.). La obligación principal que asegura la cláusula penal puede provenir de cualquier fuente. No necesariamente se deriva de un contrato. Puede provenir de un acto jurídico unipersonal o de un hecho jurídico, como por ejemplo en el caso de un suceso derivado de responsabilidad civil extracontractual o aquiliana (Arts. 2080 C. inc. 1°, 2035 C. y 2065 C.). La obligación accesoria de la cláusula penal, en cambio, siempre tendrá por fuente a un “acto jurídico”. El acto jurídico de cláusula penal, precisamente. Esa “seguridad” consiste en que el deudor –libre y voluntariamente- se somete a pagar una “pena” al acreedor, en caso que no pueda cumplir con la obligación principal o se retrase en el cumplimiento.301 301 Las cuatro formas de incumplimiento de obligaciones son: 1°) el incumplimiento total, como cuando el deudor debe 100 y no ha pagado nada. 2°) El cumplimiento parcial, como cuando el deudor debe 100 y ha pagado una parte. 3°) El cumplimiento imperfecto, como cuando el que tradita una cosa no es el verdadero dueño de lo que entregó, o cuando el obligado a construir un edificio lo hace de manera inconsistente, etc.. Y 246 La función principal de la cláusula penal radica en ser una forma anticipada para estimar los daños y perjuicios que sufre el acreedor ante el incumplimiento de la obligación principal por parte del deudor (o por el retraso de éste en cumplirla, como se explicó). Así fueron concebidos sus orígenes desde el derecho romano con la figura de la stipulatio poenae, y en las Leyes de Partidas del derecho medieval español. El deudor, o bien, el acreedor y el deudor de común acuerdo, calculan o estiman por anticipado el valor económico del perjuicio que sufriría el acreedor si se incumpliera la prestación principal.302 El Art. 1406 C. dice que la “pena” puede consistir en que el deudor se obligue a DAR o HACER una cosa en caso de incumplir lo principal, pero nada obsta para que también pueda someterse a la pena de NO HACER alguna cosa en el mismo sentido, aunque la ley no lo haya dicho expresamente. La obligación principal, por su parte, puede ser de dar, hacer o no hacer alguna cosa, desde luego. En la práctica contractual, las más de las veces, la pena consiste en que el deudor pagará cierta cantidad de dinero. Eso hace importante que tanto el contrato de lo principal como de lo accesorio, es decir, el de la cláusula penal, consten en instrumento público para que el acreedor cuente con título ejecutivo en caso de proceder contra el deudor.303 4°) el cumplimiento retardado, que es la forma de incumplimiento de obligaciones que da lugar a la teoría de la mora, pues igual un acreedor sufre o puede sufrir perjuicio económico si su deudor retrasa la ejecución de la prestación. Esta forma de incumplimiento de obligaciones siempre debe colocarse al final de la lista porque, de alguna manera, es diferente a las anteriores. En materia de indemnización de perjuicios, por ejemplo, las tres primeras formas de incumplimiento dan lugar a una indemnización compensatoria, en cambio, el cumplimiento retardado, da lugar a una indemnización moratoria. La cláusula penal puede asegurar el cumplimiento de la obligación principal precaviendo cualquiera de estas cuatro formas de incumplimiento. El Art. 1406 C., en su frase final, hace el distingo entre las primeras tres formas de incumplimiento y la cuarta, según se ha explicado. Cabe decir, finalmente, que el Artículo matriz de las formas de incumplimiento de obligaciones es el 1427 C.. 302 Las otras dos formas de avaluar o estimar daños y perjuicios son la judicial y la legal. La primera constituye la regla general en esta materia. La legal es la que se aplica para la mora en obligaciones dinerarias (Art. 1430 C.). Con todo, la primicia la tiene siempre la voluntad de las partes, precisamente a través de la figura de la cláusula penal. 303 De acuerdo con este caso frecuente en la práctica, la ejecución se referiría, entonces, a una obligación dineraria, siempre que el acreedor se decida por ejecutar la pena en vez de lo principal. 247 Cuatro son las características de la cláusula penal:304 1ª) Es un acto jurídico. 2ª) Genera una obligación distinta de la principal. 3ª) La obligación penal es accesoria. Y 4ª) La obligación penal es de naturaleza condicional. Con relación al primer carácter, la cláusula penal es –en efecto- un acto jurídico porque hay en ella una manifestación de voluntad encaminada en forma directa y reflexiva a la producción de un efecto jurídico. Este efecto consiste en generar una obligación accesoria –llamada penal- que garantizará el cumplimiento de otra obligación anterior. La obligación anterior es la “principal” a la que la obligación penal va asociada en su carácter de “accesoria”. El objeto de la obligación penal es asegurarle al acreedor el pago de la obligación principal. De ahí que la cláusula penal sea una suerte de caución. Por la vía de la autonomía de la voluntad privada, pues, ella asegura el cumplimiento de otra obligación propia o ajena (Art. 44 C.).305 ¿Es la cláusula penal un contrato?. R/ No necesariamente. Bien puede tratarse de un acto jurídico unipersonal, como cuando el comerciante que hace una policitación en firme, por un tiempo determinado, obligándose en consecuencia (Art. 969 Com.), adquiere además –y siempre con su sola voluntad- el compromiso de someterse a una “pena” en caso de no cumplir la obligación principal. En el caso más frecuente de ser la cláusula penal un contrato, éste es de la clase de los accesorios (Arts. 1313 C. y 44 C.). O mejor dicho, es de los que crean obligaciones accesorias. Su objeto, como ya se dijo, es asegurar el cumplimiento de una obligación principal. OSPINA FERNÁNDEZ, Guillermo: “Régimen General de las Obligaciones”. 4ª ed., Editorial Temis, S.A., Bogotá, Colombia, 1984. Núms. 196 y ss., págs. 143 y ss.. 305 Cuando la seguridad la obtiene el acreedor por el solo ministerio de la ley, se está en presencia de una garantía, en el sentido estricto de esta expresión. El derecho general de prenda es ejemplo de ello (Art. 2212 C.). La caución, en cambio, es una seguridad voluntaria. 304 248 La obligación principal asegurada –como también se ha explicadopuede provenir de cualquier fuente. Puede provenir de un contrato, de un acto jurídico unipersonal o de la ley (Art. 1308 C.). Partiendo del supuesto que la obligación principal procediese de un contrato, y éste constase por escrito, el de la cláusula penal podría hacerse constar ahí mismo, o bien, en otro escrito por separado, que siempre se relacione, desde luego, con el principal. Por lo que toca a la segunda característica, el acto o contrato de cláusula penal genera una obligación que es distinta de la principal. La obligación penal puede ser de dar, hacer o no hacer alguna cosa, con total independencia de que la obligación principal sea de dar, hacer o no hacer a la vez. Así, por ejemplo, en el contrato de arrendamiento de servicios que consista en que una compañía de ingenieros construirá un edificio en seis meses, sometiéndose a la pena de pagar 100 por cada mes de retraso en la terminación de la obra, la obligación principal, como puede verse, es de “hacer”, al tanto que la penal es de “dar”. El acto o contrato de cláusula penal genera, como se ha dicho, una obligación distinta de la principal. La figura, pues, no debe confundirse con la obligación alternativa o con la obligación facultativa derivadas de algún pacto. Véase el porqué. El Art. 1370 C., define la obligación alternativa como “aquella por la cual se deben varias cosas, de tal manera que la ejecución de una de ellas, exonera de la ejecución de las otras”. Es decir, que el deudor debe dos o más cosas, pero sólo puede pagar con una de ellas. Así, por ejemplo, “x” debe a “y” 100 o la tradición de un vehículo. Ambas prestaciones aparecen en la obligación, pero llegado el momento del pago o de la solución, sólo deberá ejecutarse la prestación elegida. Normalmente la elección es del deudor (Art. 1371 C. inc. 3°). Al respecto, el Art. 1373 C., agrega: “Si la elección es del deudor, está a su arbitrio enajenar o destruir cualquiera de las cosas que alternativamente debe mientras subsista una de ellas”. “Pero si la elección es del acreedor, y alguna de las cosas que alternativamente se le deben perece 249 por culpa del deudor, podrá el acreedor, a su arbitrio, pedir el precio de esta cosa y la indemnización de perjuicios, o cualquiera de las cosas restantes”. El Art. 1376 C., por su parte, define la obligación facultativa como “la que tiene por objeto una cosa determinada, pero concediéndose al deudor la facultad de pagar con esta cosa o con otra que se designa”. Es decir, que en la obligación aparece que el deudor debe solamente una cosa, pero llegado el momento del pago o de la solución, él tiene la facultad de pagar con otra que se designa. Así, por ejemplo, “x” debe a “y” la tradición de un vehículo, pero tiene la facultad de pagar haciendo esa enajenación, o bien, pintando una casa. En esta clase de obligaciones la elección sólo puede corresponderle al deudor. Como puede observarse, tanto en la obligación alternativa como en la facultativa existe un solo vínculo jurídico entre acreedor y deudor, en cambio, en el acto jurídico de la cláusula penal hay dos vínculos jurídicos obligacionales distintos. Cada uno con su propia prestación, con su propio objeto. Por otro lado, aunque es verdad que el acreedor puede elegir entre cobrar la prestación principal o la penal, nótese que la elección nunca le pertenecería al deudor. Y con el agregado –además- que éste debe estar constituido en mora de cumplir la obligación principal para que el acreedor pueda hacer esa elección (Art. 1408 C.). En lo concerniente a la tercera característica de la figura, es decir, que la obligación penal es accesoria de la principal, las consecuencias se pueden ver reflejadas en varios escenarios jurídicos. Como ya se hizo ver, si el deudor de la obligación principal cayera en mora, el acreedor puede elegir entre exigir por la vía procesal lo principal o cobrar la pena.306 No podría pedir las dos cosas porque ello equivaldría a exigir un doble pago. Recuérdese que uno de los papeles fundamentales de la cláusula penal es el de ser una forma voluntaria de avaluar por anticipado los daños y perjuicios que ocasiona el incumplimiento de obligaciones. La acción por la indemnización compensatoria de los daños y perjuicios es un “derecho 306 Si el deudor también cayera en mora en el cumplimiento de la obligación penal, igualmente se podría proceder judicialmente contra él por esa prestación accesoria. 250 secundario” del acreedor del que sólo puede hacer uso en defecto de su “derecho primario”, el cual se transporta en el vehículo de una acción de cumplimiento (Art. 1360 C.).307 La cláusula penal, en consecuencia, encierra, en principio, un “derecho secundario” del acreedor. La base legal de lo dicho es la primera parte del Art. 1408 C., que reza: “Antes de constituirse el deudor en mora, no puede el acreedor demandar la pena; ni constituido el deudor en mora, puede el acreedor pedir a un tiempo el cumplimiento de la obligación principal y la pena, sino cualquiera de las dos cosas a su arbitrio; …”. Sin embargo, lo dicho encuentra excepción cuando el acto o contrato de cláusula penal fue concebido únicamente para garantizar que el deudor cumpliese con la obligación principal en tiempo (Art. 1406 C. in fine); pues en tal situación, obviamente, el incumplimiento –es decir, en este caso, el retardo en ejecutar lo debido- hace posible que el acreedor pida judicialmente las dos cosas: lo principal y la indemnización “moratoria” por los daños y perjuicios. Indemnización moratoria que habría sido voluntariamente avaluada por anticipado con la cláusula penal de la que se trata. La indemnización moratoria, a diferencia de la compensatoria, pues, no constituye “derecho secundario” del acreedor.308 La base legal de lo dicho se tiene en la parte del Art. 1408 C., que reza: “Antes de constituirse el deudor en mora, no puede el acreedor demandar la pena; ni constituido el deudor en mora, puede el acreedor pedir a un tiempo el cumplimiento de la obligación principal y la pena, sino cualquiera de las dos cosas a su arbitrio; A MENOS QUE APAREZCA HABERSE ESTIPULADO LA PENA POR EL SIMPLE RETARDO, o a menos que se haya estipulado que por el pago de la pena no se entienda extinguida la obligación principal”. 307 La ejecución coactiva de ambos derechos del acreedor, ventilados en las acciones correspondientes, deberá hacerse en proceso ejecutivo, desde luego. 308 El derecho secundario del acreedor, el cual se transporta, como se ha dicho, en la acción de indemnización compensatoria, sólo aplica en las tres primeras formas de incumplimiento de obligaciones que existen, es decir, el incumplimiento total, el cumplimiento parcial y el cumplimiento imperfecto. La acción por indemnización moratoria, en cambio, que ya no es derecho secundario del acreedor, aplica solamente ante la cuarta forma de incumplimiento de obligaciones que existe, es decir, el incumplimiento retardado (Art. 1427 C.). 251 Siempre en relación a la tercera característica de la figura, se impone decir que como lo accesorio sigue la suerte de lo principal (accesio cedit principalii), si el hecho generador de la obligación principal fuere inexistente, anulable o rescindible, inexistente, anulable y rescindible será también el acto jurídico de la cláusula penal, pero no a la inversa. En esto se vuelve a poner de manifiesto que la figura que se estudia genera una obligación distinta de la principal a la que accede. Si, verbigracia, cuando “x” y “y” pactaron la obligación principal, el primero de ellos no padecía aún enfermedad mental dirimente que motivara después su declaratoria de interdicción, pero la obligación penal sí fue pactada directamente por “x” cuando ya era una persona declarada incapaz, el acto jurídico de la cláusula penal será anulable de nulidad absoluta en base al Art. 1552 C. inc. 2°, al tanto que el acto o contrato que generó la obligación principal sería totalmente válido. Lo dicho encuentra asidero legal en el Art. 1407 C. inc. 1°, que dice: “La nulidad de la obligación principal acarrea la de la cláusula penal, pero la nulidad de ésta no acarrea la de la obligación principal. …”. Finalmente, la cuarta característica de la cláusula penal es que este acto jurídico es de naturaleza condicional. En efecto, el acto o contrato de cláusula penal está sujeto a una condición suspensiva legal. Es suspensiva porque sólo se hace efectiva si se verifica un acontecimiento futuro e incierto: el incumplimiento de la obligación principal por parte del deudor (Art. 1350 C.). Y es legal porque ya viene ingénita en la naturaleza de este acto jurídico, sin necesidad de agregarlo por medio de cláusulas especiales (Arts. 1314 C. inc. 2° y 1315 C. parte medular). Conclusiones.- En el contrato de promesa de venta es muy frecuente en la práctica que las partes pacten de manera accesoria un contrato de cláusula penal para asegurar que alguno de los promitentes o los dos cumplan con la ejecución de la compraventa, sometiéndose al pago de una pena –casi siempre dineraria- en caso de no ejecutar lo prometido. Sin embargo, eso no significa que la cláusula penal constituya -de rigor- un requisito o solemnidad para la validez de la promesa, de la misma forma que lo son los requisitos señalados en los cuatro ordinales del Art. 1425 C.. La cláusula penal viene a ser 252 solamente un elemento puramente accidental en la promesa, que habrá de agregarse por medio de pacto expreso, pues de lo contrario no se entenderá incorporada en ella (Arts. 1314 C. inc. 2° y 1315 C. in fine). La promesa, por su parte, como se ha estudiado, es una suerte de “contrato preparatorio”, que desarrolla el camino de ejecución del contrato definitivo. 81.- El último punto de análisis que amerita el Art. 1425 C., contendor de la figura jurídica de la promesa, con miras a estudiar una promesa de venta en particular, es el estudio de su inciso final. La norma, en efecto, dice en esta última parte, que si se llenan las cuatro circunstancias que se han estudiado, es decir, si se cumplen las solemnidades de este acto jurídico, “habrá lugar a lo prevenido en el artículo precedente”. El Artículo precedente –el 1424- es la disposición del Código Civil que trata de los efectos de las obligaciones de hacer. Y el acto o contrato de promesa genera, como ya se explicó, obligaciones de hacer. El o los promitentes se obligan a ejecutar el acto jurídico prometido, independientemente que este último genere –a la vez- obligaciones de dar, hacer o no hacer alguna cosa. El análisis particular del Art. 1424 C., relacionado directamente, por cierto, con los Arts. 686 y 687 Pr., sólo podrá comprenderse plenamente con el tema que se desarrolla a continuación en el presente estudio del derecho de los contratos. 253 La ejecución coactiva por incumplimiento de obligaciones y los derechos del acreedor 82.- El presente tema es sin duda el más importante del derecho procesal civil y mercantil dentro del ámbito del derecho privado patrimonial. En materia contractual, el acreedor espera de todo deudor el cumplimiento voluntario de la obligación contraída o adquirida. Espera ese cumplimiento en los términos pactados y en el tiempo debido. Pero cuando esto no fue posible, y el deudor, ya sea por su dolo o culpa, queda constituido en mora, si la obligación es positiva, o bien, contraviene el acto, si la obligación es negativa, el acreedor tiene expeditas las acciones de ley para proceder en su contra.309 83.- Las formas de incumplimiento de obligaciones son cuatro: 1ª) El incumplimiento total, como cuando el deudor debe 100 y no ha pagado nada. 2ª) El cumplimiento parcial, como cuando el deudor debe 100 y ha pagado sólo una parte. 3ª) El cumplimiento imperfecto, como en el caso del deudor que hizo la tradición de una cosa sin ser el verdadero dueño de ella, o el caso del obligado a construir un edificio que lo hace pero de manera inconsistente, etc.. Y 4ª) El cumplimiento retardado. Esta última forma de incumplimiento siempre debe colocarse al final de la lista porque es de una naturaleza especial. A ella se le aplican reglas diferentes de la teoría de la mora, pero siempre constituye una forma de 309 Recuérdese que en las obligaciones de no hacer no es posible hablar de mora. Ni siquiera de simple retardo. Lo propio no tendría sentido. Por eso en ellas sólo se habla de la contravención del acto (Art. 1428 C.). 254 incumplimiento porque el retraso en ejecutar una prestación también le ocasiona perjuicio al acreedor. El proveedor de un comerciante, por ejemplo, que no le entrega a tiempo la mercadería, le hace perder dinero a este último. Esta cuarta forma de incumplimiento sólo aplica para las obligaciones de dar o hacer, es decir, para las obligaciones positivas, ya que en las obligaciones de no hacer o negativas, la idea de “mora” no tendría cabida ni sentido. Lo que ocurriría en su caso sería una contravención del acto (Art. 1428 C.). La base legal de las formas de incumplimiento de obligaciones es el Art. 1427 C., que reza: “Art. 1427.- La indemnización de perjuicios comprende el daño emergente y lucro cesante, ya provengan de no haberse cumplido la obligación, o de haberse cumplido imperfectamente, o de haberse retardado el cumplimiento. “Exceptúanse los casos en que la ley la limita expresamente al daño emergente”.310 84.- La ejecución coactiva o forzosa de obligaciones, particularmente de obligaciones contractuales, sólo puede concretarse –como la expresión lo sugiere- en proceso ejecutivo (Arts. 457 Pr. y ss.). En la ejecución forzosa, el acreedor que ahora es el ejecutante en el proceso, debe quedar completamente satisfecho en su pretensión económica. Al respecto, el Art. 552 Pr., dice: LIBRO QUINTO LA EJECUCIÓN FORZOSA 310 En sentido amplio, las expresiones daños y perjuicios son sinónimas. Y basta con solo decir perjuicios. Sin embargo, cuando las cosas se examinan con lente de aumento, se determina que el daño emergente o simplemente el daño (damnum emergens), es el agravio material o moral que sufre una persona en ella misma o en sus bienes. El perjuicio, en cambio, es el lucro cesante (lucrum cesans), esto es, lo que la persona deja de percibir económicamente por el agravio sufrido. Los daños y perjuicios pueden clasificarse de conformidad a diversos criterios, así como estimarse judicial, legal y voluntariamente. Al respecto puede consultarse a OSPINA FERNÁNDEZ, Guillermo: “Régimen General de las Obligaciones”. 4ª ed., Editorial Temis, S.A., Bogotá, Colombia, 1984. Núms. 170 y ss., págs. 129 y ss.. 255 TÍTULO PRIMERO DISPOSICIONES GENERALES CAPÍTULO PRIMERO PRINCIPIOS DE LA EJECUCIÓN FORZOSA Principio de completa satisfacción del ejecutante “Art. 552.- La ejecución forzosa se llevará a efecto en sus propios términos, y el ejecutante tiene derecho a ser indemnizado por los daños y perjuicios sufridos en razón del incumplimiento, sea a causa de dolo, negligencia, morosidad del ejecutado o cualquier contravención al tenor de la obligación que se ejecuta. “La ejecución sólo terminará cuando el derecho del ejecutante haya quedado completamente satisfecho”.311 Pero debe aclararse que la ejecución coactiva o forzosa puede ser de dos grandes clases: la de obligaciones dinerarias y la de obligaciones no dinerarias. Obligación dineraria es aquella en que el deudor debe al acreedor una cantidad determinada de dinero. Se trataría siempre, por consiguiente, de una obligación de dar, es decir, de tradir una cosa. En este caso, dinero. Obligación no dineraria, por su parte, es aquella en que el deudor debe al acreedor la tradición de cualquier otra cosa lícita que no sea dinero, o la simple entrega de una cosa, o la prestación de un servicio, o bien, finalmente, la abstención de un hecho. En la compraventa, por ejemplo, la obligación principal del comprador es dineraria, al tanto que la del vendedor no lo es. Y lo mismo puede decirse en el arrendamiento de cosas o de servicios. En el mutuo, en cambio, que 311 Desde luego que lo dicho se refiere al supuesto que el ejecutante o demandante triunfe en su pretensión en el proceso ejecutivo correspondiente. Que la sentencia definitiva, pues, sea estimatoria. Sea dictaminada a su favor en el derecho reclamado. Una vez reconocida la ejecución o dictada la sentencia a su favor, tiene un plazo máximo de prescripción de dos años para hacerla realidad a través de los medios coercitivos del Estado en el ramo correspondiente (Art. 553 Pr.). 256 prácticamente siempre se refiere a dinero, la obligación será, lógicamente, sólo dineraria. Lo dicho es importante porque la estructura del proceso ejecutivo va a ser diferente dependiendo si la ejecución coactiva de la obligación es dineraria o no lo es. Es muy común, por ejemplo, pensar que hay embargo de bienes del deudor moroso en el proceso ejecutivo. Sin embargo, ello sólo ocurre cuando la ejecución se refiere a una obligación dineraria. 85.- En todo proceso ejecutivo, ya se refiera a una ejecución forzosa de obligación dineraria o a una de obligación no dineraria, las partes siguen siendo –como en un proceso común- el demandante o actor y el demandado o reo. Sin embargo, en esta clase de proceso especial, como ya se advirtió, reciben particularmente los nombres de ejecutante y ejecutado, respectivamente. En principio, el que ahora jugará el papel de ejecutante es el mismo acreedor en la relación jurídica obligacional de origen. De igual manera, el ejecutado será el deudor que ha incumplido dicha relación jurídica original. La obligación, pues, se ha vuelto exigible y se está ante la penosa situación de un deudor que ha caído en mora o que ha contravenido al acto. El ejecutante pretende se le estime o reconozca su derecho material, haciendo uso de su derecho constitucional de acción procesal (Art. 18 Cn.). Dicho derecho subjetivo –que es atributo de la personalidad, por cierto- se transporta en el acto jurídico procesal de la demanda. El ejecutado, por su parte, ejercerá su derecho de excepción o de contradicción para defenderse de la acción intentada en su contra. Ese derecho subjetivo suyo es también un atributo de la personalidad de rango constitucional (Art. 6 Cn. inc. 5°). La oposición se transporta igualmente en un acto jurídico procesal: la contestación de la demanda (litis contestatio). Habrá al final, pues, una parte victoriosa y otra perdidosa. 257 86.- Los títulos ejecutivos.- Como es sabido, la estructura básica del proceso común –que constituye la regla general en materia de procesos declarativos-312 la conforman los pasos siguientes: 1) Actos previos a la demanda: A) Medios alternativos de solución de disputas (como la conciliación, la mediación, la transacción). Véase -por ejemplo- lo señalado por el Art. 246 Pr.. B) Diligencias preliminares (Arts. 255 Pr. y ss.). 2) La demanda (Art. 276 Pr.). Que es un acto jurídico procesal o jurisdiccional en el que se materializa el derecho de acción del demandante. Es un acto jurídico solemne en el que se expresa la pretensión del actor, fincada en el derecho material lesionado. 3) Emplazamiento del demandado (Art. 283 Pr.). Pues a éste debe notificársele la demanda incoada en su contra para que prepare su defensa y la conteste dentro de un plazo de veinte días. 4) La contestación de la demanda (Art. 284 Pr.). Que es también un acto jurídico procesal o jurisdiccional en el que se materializa el derecho de excepción o de oposición del demandado. Es asimismo un acto solemne. 5) La prueba (Arts. 312 Pr. y ss.). Que comprende los diversos medios probatorios que reconoce el ordenamiento legal patrio. 6) La sentencia definitiva (Art. 417 Pr.). Que el Juez la dicta en un plazo de quince días. Es la resolución judicial que pone fin al proceso (Art. 212 Pr.). 7) Recursos (Arts. 501 Pr. y ss.). Que son los diferentes medios que la ley franquea a las partes para la impugnación de las resoluciones judiciales. Y 8) Firmeza de la sentencia definitiva (Arts. 229, 230 y 231 Pr.). El trámite se presenta cuando la parte perdidosa no interpuso recurso alguno, o bien, habiéndolo interpuesto, éste se ha resuelto. La parte interesada pide, pues, la ejecutoria de la sentencia y que pase en autoridad de cosa juzgada. De 312 Arts. 239 Pr. y ss.. 258 la ejecutoria se le extiende la correspondiente certificación para proceder a la ejecución coactiva o forzosa de la obligación. En el proceso ejecutivo, que es una suerte de proceso especial (Arts. 457 Pr. y ss.), la estructura básica de su trámite es diferente al declarativo común que acaba de exponerse. Para proceder en juicio ejecutivo –ya se trate de una ejecución de obligación dineraria o de una no dineraria- el actor o demandante, llamado en este caso, ejecutante, como se advirtió, debe estar provisto de un título ejecutivo, es decir, de un instrumento o documento que tenga fuerza ejecutiva de acuerdo con la ley para poderlo utilizar en ese sentido. El ejecutante presenta en el tribunal competente la demanda junto con el instrumento con fuerza ejecutiva, base de la acción ejecutiva, la cual conforma una suerte de “prueba pre-constituida” de su pretensión. El medio probatorio, pues, de esa “prueba pre-constituida” tiene que ser forzosamente instrumental o documental.313 Y con la advertencia que no puede ser cualquier documento sino sólo de la clase que trae aparejada fuerza ejecutiva. La ley es la que señala los instrumentos con fuerza ejecutiva o títulos ejecutivos (Art. 457 Pr.). Precisamente se inicia proceso ejecutivo “cuando del título correspondiente emane una obligación de pago exigible, líquida o liquidable, con vista del documento presentado junto con la demanda” (Art. 458 Pr.). Para los efectos de lo que se está tratando en el presente tema, se señalan como ejemplos importantes de títulos ejecutivos, los siguientes que menciona el Art. 457 Pr., ords. 1° y 3°: 1) 313 Los instrumentos públicos.- Éstos son de dos clases: instrumentos públicos notariales e instrumentos públicos propiamente dichos. Los primeros son emitidos por notario que da fe. Los segundos son los expedidos por funcionarios públicos en el ejercicio de sus funciones (Arts. 331 Pr. y 2 L. Del medio probatorio instrumental o documental tratan –en general- los Arts. 331 al 343 Pr.. 259 de N.). Así, por ejemplo, la escritura pública o un documento privado autenticado son ejemplos perfectos de instrumentos públicos notariales. Y la certificación de una sentencia definitiva ejecutoriada y pasada en autoridad de cosa juzgada de un proceso común, es un buen ejemplo de instrumento público propiamente dicho, ya que ese documento habría sido expedido por un Juez, es decir, por un funcionario público en el ejercicio de sus funciones. Y 2) Los títulos valores.- Que son una suerte de documentos privados especiales. Tienen, asimismo, el carácter de bienes mercantiles (Art. 5 Com. num. 3° y Arts. 623 Com. y ss.). Se señalan como ejemplos: las libranzas o letras de cambio y los pagarés (Arts. 702 Com. y ss. y 788 Com. y ss., respectivamente). Si un acreedor no cuenta desde un principio con título ejecutivo, la única opción que le franquea la ley es que demande al deudor moroso en proceso declarativo, común o abreviado, según los casos; para que una vez obtenida la sentencia definitiva en firme a su favor, pida la ejecutoria de la misma, y con la certificación de dicha sentencia definitiva y ejecutoriada, pueda –entonces- ejecutar al deudor, ya que esa certificación constituiría un título ejecutivo al haber sido expedida por el Juez, es decir, por un funcionario público en el ejercicio de sus funciones (Art. 457 Pr. ord. 1°). De ahí la conveniencia que los acreedores cuenten –desde un principio- con un título que traiga aparejada ejecución, como la escritura pública en la que conste el contrato, una letra de cambio, o un pagaré, etc.. 87.- Los derechos del acreedor.- El acreedor cuenta con tres derechos materiales y sustantivos para llevar a cabo la ejecución forzosa en contra del deudor que incumple sus obligaciones, en el proceso ejecutivo correspondiente: el derecho primario, el derecho secundario y los llamados derechos auxiliares o terciarios. 260 Que el acreedor ejerza su derecho primario significa que su pretensión judicial no es otra más que el deudor cumpla con la obligación contractual en los términos pactados (pacta sunt servanda). En el tratado de la compraventa, para el caso, el Art. 1631 C., terminantemente ordena: “El vendedor es obligado a entregar lo que reza el contrato”.314 Si en un contrato de arrendamiento de servicios –por ejemplo- el deudor se obligó a construir y equipar una cisterna, y ha caído en mora, el acreedor puede exigir por la vía coactiva del derecho que se le construya su cisterna. Podría pedir que se le pague una indemnización monetaria que “compense” el perjuicio sufrido por el incumplimiento, pero eso sería –como se estudiará posteriormente- ejercicio de su “derecho secundario”. En el ejercicio de su derecho primario, pues, el acreedor ejecutante no exige una prestación sustitutiva de la original o una compensación sino lo acordado expresamente en el contrato. Cuando lo expuesto no es posible, o bien, el acreedor no quiere hacer uso de su derecho primario, se franquea –entonces- el derecho secundario del que se hablará más adelante. Pero sí es importante advertir desde ahora, que ya se ejerza uno u otro, el acreedor ejecutante podrá pedir la indemnización de perjuicios ocasionados por la mora. Esta acción, pues, la tiene de manera anexa a la petición judicial principal, y siempre que la obligación sea positiva, por supuesto. Cuando la obligación es dineraria, es evidente que el derecho primario será el idóneo que el acreedor deberá ejercer, pues en caso de serle estimatoria la sentencia, el proceso ejecutivo implicará el embargo y realización de bienes del ejecutado, con el que se pagará al acreedor lo principal de su crédito más los accesorios. Lo expuesto –como ya se hizo ver- hace recordar al infame Shylock, el intransigente comerciante judío que pinta Shakespeare en “El Mercader de Venecia”. Literal y expresamente el contrato decía que, en caso de incumplimiento de la obligación por parte de Antonio, el deudor debía entregarle una libra de carne de su propio cuerpo. Sólo el ingenio de Porcia sacó a Antonio de semejante aprieto. 314 261 El vehículo procesal en que se transporta el derecho primario del acreedor es la acción de cumplimiento.315 En los contratos unilaterales, la acción de cumplimiento es el único recurso legal con que cuenta el acreedor, sin perjuicio de la acción indemnizatoria anexa por la mora, según se explicó, si la obligación es positiva. Pero cuando el contrato es bilateral, la parte contratante diligente tiene la opción de ejercer –en contra de la parte contratante negligente, es decir, la que ha incumplido- o la acción de cumplimiento de la que se ha hablado, o bien, la acción resolutoria legal, con la que pediría mejor la “resolución” o “terminación” del contrato. Esta última opción consiste en que la parte diligente pide al Juez que las cosas se miren como si nunca hubiere habido contrato alguno, por lo que pide se le repita316 lo pagado, obligándose también ella a devolver lo recibido, en caso de haber existido un pago parcial por parte del agente negligente. La acción resolutoria cumplida, pues, produce un efecto restitutivo (ut ex tunc). En caso de demandar la acción resolutoria legal del contrato bilateral, la parte diligente tiene también derecho a pedir la indemnización de perjuicios ocasionados por la mora, pues ya se advirtió que esta clase de acción indemnizatoria es anexa a la acción de cumplimiento o a la acción resolutoria que la parte diligente pueda pedir a su arbitrio y conveniencia, siempre que la obligación sea positiva. En caso que ambas partes del contrato bilateral estuviesen en falta, ninguna podría ejercer contra la otra ni la acción de cumplimiento ni la acción resolutoria, pues la parte demandada podrá oponer la excepción de contrato no cumplido (exceptio non adimpletii contractus), ya que la mora o incumplimiento de una de ellas estaría purgando a la mora o incumplimiento de la otra.317 Lo dicho para los contratos bilaterales encuentra asidero legal en los Arts. 1360 C., 1358 C. in limine y 1423 C., que dicen: 315 El proceso es ejecutivo, como se ha advertido. Es decir, que se le restituya lo que haya dado o entregado en razón de la obligación. 317 Ya se sabe que no es legítimo reclamarle una falta a alguien cuando uno mismo ha faltado. No se tendría autoridad moral ni legal para hacerlo. 316 262 “Art. 1360.- En los contratos bilaterales va envuelta la condición resolutoria de no cumplirse por uno de los contratantes lo pactado. “Pero en tal caso podrá el otro contratante pedir a su arbitrio o la resolución o el cumplimiento del contrato, con indemnización de perjuicios en uno u otro caso”. “Art. 1358 [in limine].- Cumplida la condición resolutoria, deberá restituirse lo que se hubiere recibido bajo tal condición, …”. “Art. 1423.- En los contratos bilaterales ninguno de los contratantes está en mora dejando de cumplir lo pactado, mientras el otro no lo cumple por su parte, o no se allana a cumplirlo en la forma y tiempo debidos”. Cabe advertir que la acción resolutoria legal de la que aquí se trata es de una naturaleza sui generis. No es vehículo donde se transporte ni el derecho primario ni el derecho secundario del acreedor. La única acción en la que se transporta el derecho primario del acreedor es –como ya se dijo- la acción de cumplimiento, ya sea en contratos unilaterales o bilaterales. 88.- Estudio especial de la condición resolutoria y la acción procesal que la tutela.- A raíz de haberse mencionado en los párrafos anteriores a la acción resolutoria, que protege a la condición resolutoria legal de la que trata en parte el Art. 1360 C., se impone hacer un estudio especial de las diferentes modalidades de la condición resolutoria, aunque sea sólo una la acción procesal que las tutela: la acción resolutoria. La condición resolutoria puede ser de tres clases: legal, expresa y ordinaria. La condición resolutoria legal, mal llamada condición resolutoria tácita, es la consignada en el Art. 1360 C. que se transcribió. Tal como se dijo, la acción resolutoria que se deriva de ella se presenta cuando a raíz de un contrato bilateral, una de las partes ha cumplido con su obligación (parte diligente), al tanto que la otra no ha cumplido con la suya (parte negligente). La parte diligente, entonces, tiene la opción, en contra de la parte negligente, de solicitar al Juez la “resolución” o “terminación” del contrato, es decir, que lo dé como nunca celebrado. En consecuencia, el demandante tiene derecho a 263 que se le repita lo dado o pagado, pues al verse las cosas como si nunca hubiere habido contrato, el pago efectuado sería un pago de lo no debido (solutio sine causa).318 Desde luego que también la parte diligente deberá restituir lo que la negligente le haya dado o entregado en concepto de pago, en el caso que haya habido uno parcial. Al cumplirse la condición resolutoria legal, pues, se produce un efecto retroactivo y restitutivo (ut ex tunc).319 Todo, sin perjuicio –como ya se advirtió-, que la parte demandante de la resolución haya cumplido, en efecto, con su obligación, pues en caso contrario, la otra parte le opondrá la excepción de contrato no cumplido (exceptio non adimpletii contractus).320 La figura ha sido mal llamada “condición resolutoria tácita” porque constituye un elemento especial natural en todo contrato bilateral. Una cosa de su naturaleza, como diría Pothier. Es algo imbíbito o ingénito en esta clase de contratos. No necesita pacto expreso (Arts. 1314 C. inc. 2° y 1315 C. parte medular). La condición resolutoria expresa, por su parte, llamada también pacto comisorio, es la misma condición resolutoria legal o condición resolutoria tácita pero pactada expresamente por las partes en un contrato bilateral. Huelga comentar que no es necesaria, pues ya se sabe que todo contrato de esta clase tiene ingénita a la condición resolutoria legal, para los efectos que ya se conocen en caso que una de ellas no cumpliera sus obligaciones frente a la otra que sí lo ha hecho. Hasta ahora –como puede apreciarse- la condición resolutoria legal procede únicamente de la ley, al tanto que la condición resolutoria expresa o pacto comisorio procede solamente por la voluntad de las partes. Una voluntad que, como se dijo, no se necesita porque de todos modos en los contratos bilaterales ya existe de manera ingénita la condición resolutoria legal. Finalmente se tiene a la condición resolutoria ordinaria. Ésta es la que hace binomio con la condición suspensiva (Art. 1350 C.). 318 Arts. 2046 C. y ss.. Art. 1358 C. in limine. 320 Art. 1423 C.. 319 264 Tanto la condición suspensiva como la condición resolutoria ordinaria pueden ser legales o voluntarias, dependiendo si provienen de la ley o de la libertad de contratación de las partes, respectivamente. Así, por ejemplo, los derechos y obligaciones de carácter patrimonial que un tercero le conceda o le imponga –respectivamente- al nasciturus, están sujetos a la condición suspensiva LEGAL del nacimiento (Art. 75 C.).321 De igual manera, la venta de cosas futuras (emptio rei speratae), del Art. 1617 C. primera parte, es un negocio jurídico que entraña una condición suspensiva LEGAL. Se exponen a continuación ejemplos de negocios jurídicos sujetos a condición suspensiva voluntaria, o bien, a condición resolutoria ordinaria voluntaria, al tenor del Art. 1350 C., que reza: “Art. 1350.- La condición se llama suspensiva, si, mientras no se cumple, suspende la adquisición de un derecho; y resolutoria, cuando por su cumplimiento se extingue un derecho”. En la condición suspensiva, la obligación nace modalizada por la condición misma desde un principio. En la condición resolutoria ordinaria, en cambio, la obligación nace a la vida del derecho de manera pura y simple. Los efectos serán diferentes dependiendo si el estado de tales condiciones se halla en estado de pendiente, cumplida y fallida. He aquí un ejemplo: El 15/01/&& queda perfeccionado un contrato en el que “x” se obliga a tradirle una cosa a “y”, bajo la CONDICIÓN SUSPENSIVA (voluntaria), que “R” gane el Campeonato Centroamericano de Tenis, que se llevará a cabo en la ciudad de Guatemala, el 15/06/&& (es decir, dentro de seis meses). Lo expuesto es, como puede verse, una “condición”, pues que “R” gane ese campeonato es un acontecimiento futuro e incierto (Art. 1344 C.). Los tres efectos posibles son: 321 En marzo de 2017, la Sala de lo Constitucional de la Corte Suprema de Justicia declaró inconstitucionales a los Artículos 72 y 75 del Código Civil salvadoreño, pero sólo en el sentido de no ser ya más el nacimiento el principio legal de existencia de las personas naturales, sino la concepción, según el Art. 1 Cn. inc. 2°. 265 1°) Condición suspensiva pendiente.- Mientras el plazo en que pueda cumplirse la condición no llegue, ni el acreedor puede exigirle al deudor que le pague lo debido, ni el deudor se ve impelido a pagar. Si éste pagare total o parcialmente lo debido, tendría derecho a que se le repita lo pagado. 2°) Condición suspensiva cumplida.- Significa –en el ejemplo propuesto- que “R” ganó el campeonato; por lo tanto, la obligación se vuelve pura y simple. Se vuelve exigible de inmediato. El acreedor puede exigir al deudor que le pague (si acaso no lo hubiere ya hecho por adelantado, como se explicó antes, pues las obligaciones sujetas a condición suspensiva existen “en germen”). 3°) Condición suspensiva fallida.- Significa –en el ejemplo propuestoque “R” perdió el campeonato. Las cosas se miran como si las partes nunca hubieran contratado nada. Ni el acreedor podría exigir el pago de la obligación, ni el deudor tiene por qué pagarla. Si fuere el caso que el deudor hubiere pagado total o parcialmente la obligación por anticipado, tendría derecho a que se le repita lo pagado, pues al entenderse que nunca hubo obligación, el pago realizado sería un pago de lo no debido (Arts. 2046 C. y ss.). Se expone a continuación un caso de condición resolutoria ordinaria, utilizándose el mismo ejemplo: El 15/01/&& queda perfeccionado un contrato en el que “x” se obliga a tradirle una cosa a “y”, bajo la CONDICIÓN RESOLUTORIA ORDINARIA (voluntaria), que “R” gane el Campeonato Centroamericano de Tenis, que se llevará a cabo en la ciudad de Guatemala, el 15/06/&& (es decir, dentro de seis meses). Lo expuesto sigue siendo, como puede verse, una “condición”, pues que “R” gane ese campeonato es un acontecimiento futuro e incierto (Art. 1344 C.). Sin embargo, en este caso, como la condición es resolutoria, lo propio significa que la obligación nació a la vida del derecho de manera pura y simple, es decir, que desde el 15/01/&&, “x” se vio impelido a hacerle la tradición del bien a “y”. Los tres efectos posibles son, entonces, los siguientes: 266 1°) Condición resolutoria pendiente.- Mientras el plazo en que pueda cumplirse la condición no llegue, “x”, el que hizo la tradición del bien, y que se ha convertido ahora en acreedor de “y” para exigirle la devolución de lo enajenado siempre que se cumpla la condición, no podrá hacerlo, sin embargo, mientras esté “pendiente” el plazo para que se lleve a cabo el posible acontecimiento que “R” gane el campeonato de tenis. El dominio que “y” tiene sobre la cosa es, entonces, “eventual”, desde el momento que si se llega a cumplir la condición resolutoria ordinaria, “y” tendrá que devolver ese derecho real de dominio a “x”, el propietario original. 2°) Condición resolutoria cumplida.- Significa –en el ejemplo propuesto- que “R” ganó el campeonato; por lo tanto, la obligación que tiene “y” de devolver el dominio de la cosa que se le había enajenado se vuelve exigible. Recuérdese que él siempre tuvo solamente un dominio “eventual” sobre la cosa. Su derecho de propiedad nunca estuvo –por decirlo así- en tierra firme sino sobre arena movediza. 3°) Condición resolutoria fallida.- Significa –en el ejemplo propuestoque “R” perdió el campeonato. El dominio, por lo tanto, que “y” ejercía sobre la cosa que le habían enajenado se vuelve firme de manera definitiva. Ya no tendrá que devolverle el dominio del bien a “x”, el antiguo propietario, porque su derecho de propiedad habrá dejado de ser eventual para tornarse permanente. Estaría siendo ejercido de ahora en adelante sobre tierra firme, para utilizar de nuevo el símil. 89.- Problema anexo: la enajenación del bien a un tercero.- Utilizando siempre al ejemplo expuesto, si la condición era suspensiva y el deudor la hubiere enajenado a un tercero estando pendiente la condición, o bien, el deudor hubiera pagado la obligación estando aquella pendiente, es decir, hubiera traditado el bien al acreedor por anticipado. Y hubiera acontecido que, en el primer caso, la condición se cumple, o bien, en el segundo caso, estando pendiente la condición suspensiva, el acreedor hubiese enajenado el bien a un tercero, y resultara después que la condición suspensiva fallara, la acción de cumplimiento por parte del acreedor, o bien, la acción de repetición por el pago de lo no debido tendría que incoarla “x” contra el tercero adquirente del bien, para que éste sea condenado a restituírselo. 267 Si el tercero, entonces, hubiera adquirido el dominio del bien a título de venta, al haber sido ahora privado del mismo por sentencia judicial, habría sufrido evicción sobre la cosa comprada que le concedería, por consecuencia, la respectiva acción de saneamiento contra “y”, es decir, contra el que fue su vendedor y tradente (Arts. 1639 C. y ss.).322 Igualmente, si la condición hubiere sido resolutoria, y “y”, el dueño eventual del bien lo hubiera enajenado a un tercero estando pendiente la condición; y resultara luego que ésta se cumple, la acción resolutoria la tendría “x” contra el tercero adquirente del bien. En caso que éste lo haya adquirido a título venta, tendría –como se ha dicho- la acción de saneamiento en caso que la cosa resultare evicta, es decir, en caso que el tercero fuere privado de ella por sentencia judicial (Art. 1640 C.). El tercero deberá estar consciente de esa posible situación de verse despojado del bien por sentencia judicial, cuando dicho bien sea “registrable”, ya que los gravámenes de los que se ha hablado aparecían inscritos en el Registro correspondiente. La base legal de lo dicho la brindan los Arts. 1361, 1362 y 1560 del Código Civil, que prescriben: “Art. 1361.- Si el que debe una cosa mueble323 a plazo, o bajo condición suspensiva o resolutoria, la enajena, no habrá derecho de reivindicarla contra terceros poseedores de buena fe”. “Art. 1362.- Si el que debe un inmueble bajo condición, lo enajena o lo grava con hipoteca o servidumbre, no podrá resolverse la enajenación o gravamen, sino cuando la condición conste en el título respectivo, inscrito en el Registro de la Propiedad”.324 322 El efecto más importante al ser evicta la cosa es la devolución del precio (Art. 1649 C. ord. 1°). Modernamente, la clasificación de los bienes en muebles e inmuebles ha tenido que cederle paso en importancia a la que los divide en registrables y no registrables. El Art. 1361 C., entonces, modernamente se refiere en verdad a bienes no registrables, para hacer más amplio su campo de acción. 324 En base a lo que acaba de expresarse en la nota de pie de página anterior, el Art. 1362 C. se refiere a todo bien que sea registrable, y no sólo a los inmuebles. El Registro del que habla –por lo tanto- no necesariamente será el de la Propiedad Raíz e Hipotecas, sino cualquier otro registro público de bienes que corresponda al caso. 323 268 “Art. 1560.- Las acciones rescisorias y resolutorias no se darán contra tercero de buena fe que haya inscrito el título de su respectivo derecho, sino cuando dichas acciones se fundan en causas que consten explícitamente en el instrumento registrado”. 90.- Resumen sobre el derecho primario del acreedor.- El único vehículo en el que se transporta el derecho primario del acreedor es la acción de cumplimiento, en el proceso ejecutivo correspondiente, ya provenga el derecho del acreedor de un contrato unilateral o bilateral. Acción a la que irá unida la de la indemnización por los daños y perjuicios ocasionados por la mora del deudor, si la obligación fuese positiva. Empero, cuando el contrato es bilateral, el acreedor –en su papel de parte diligente en esta clase de contratos- tiene también la opción de ejercer contra la parte negligente, la acción resolutoria que se deriva de la condición resolutoria legal que envuelven todos los contratos bilaterales, según lo señala el Art. 1360 C.. También en esta opción tiene expedita el acreedor la acción indemnizatoria contra el deudor por el solo hecho de la mora, de manera anexa, siempre que la obligación sea positiva, desde luego. La parte diligente, entonces, en los contratos bilaterales, podrá “pedir a su arbitrio o la resolución o el cumplimiento del contrato, con indemnización de perjuicios [por la mora] en uno u otro caso” (Art. 1360 C.). La acción resolutoria –particularmente la que se deriva de la condición resolutoria legal- es de una naturaleza sui generis. No constituye ni derecho primario ni secundario del acreedor. 91.- Se pasa a hacer ahora un estudio del derecho secundario del acreedor. En términos sencillos –y para utilizar un recurso mnemotécnico- el derecho secundario del acreedor viene a ser el “Plan B” del acreedor en caso que no quiera o no se pueda intentar su derecho primario en contra del deudor moroso. El vehículo en el que se transporta el derecho secundario del acreedor es la acción indemnizatoria. 269 Las indemnizaciones por daños y perjuicios, normalmente, son pagaderas en dinero. La obligación, por lo tanto, es dineraria. Y su ejecución también lo será (Art. 696 Pr.). La indemnización de perjuicios es de dos clases: compensatoria y moratoria. La indemnización compensatoria, como la palabra lo dice, “compensa” o “sustituye” –normalmente con dinero- el valor económico de lo debido. El acreedor pide dinero a cambio del cumplimiento de la obligación, es decir, a cambio de ejercer su derecho primario, o bien, a cambio de la resolución del contrato, si hay lugar a ella. El caso sólo se presenta cuando ha habido incumplimiento total, cumplimiento parcial o cumplimiento imperfecto de obligaciones por parte del deudor, es decir, como se recordará, cuando se presenta cualquiera de las primeras tres formas de incumplir obligaciones (Art. 1427 C.). La indemnización moratoria, en cambio, se refiere solamente al saneamiento del perjuicio que ha sufrido el acreedor por el cumplimiento a destiempo de la obligación, es decir, por el retardo o mora, que es –como también se recordará- la cuarta forma de incumplir obligaciones que existe (Art. 1427 C.).325 La indemnización moratoria también es pagadera normalmente en dinero, por lo que su ejecución es dineraria. Y se exige a través de una acción que, como se dijo, también se llama indemnizatoria (Art. 696 Pr.). Debe, por consiguiente, tenerse cuidado cuando se utiliza esta expresión, ya que es la misma para las dos clases de indemnizaciones de perjuicios que existen. Aclarados los conceptos, se impone decir como algo de suma importancia, que el derecho secundario del acreedor se refiere solamente a la indemnización compensatoria. “El tiempo es oro”, reza el dicho. Cuando el deudor no cumple a tiempo sus obligaciones al acreedor, éste pierde dinero. Ej.: proveedor de mercadería que por su dolo o culpa no la entrega a tiempo al comerciante. Por lo demás, se recuerda al lector que retardo o mora sólo son concebibles en obligaciones positivas (de dar o de hacer). En las obligaciones negativas, es decir, de no hacer, lo que se perfila es una contravención del acto (Art. 1428 C.). 325 270 ¿Puede el acreedor exigir su derecho primario junto con el secundario al mismo tiempo?. R/ No, ya que eso implicaría que el deudor pagara dos veces su obligación. El acreedor no podría pedir, pues, acción de cumplimiento y acción indemnizatoria por compensación al mismo tiempo. Tampoco podría pedir, si fuera del caso, la acción resolutoria y la acción indemnizatoria por compensación al mismo tiempo. ¿Puede el acreedor exigir su derecho primario junto con una indemnización moratoria?. R/ Sí, porque la acción indemnizatoria por la mora puede anexarse a cualquier pedimento legítimo del acreedor, siempre que la obligación sea positiva. No implica un doble pago. Solamente sanea adicionalmente el perjuicio que el acreedor ha sufrido por el cumplimiento a destiempo de la obligación. El acreedor podría pedir, por ejemplo, al mismo tiempo, la acción de cumplimiento y la acción indemnizatoria por la mora; o bien, la acción resolutoria, en su caso, y la acción indemnizatoria por la mora. ¿Puede el acreedor exigir su derecho secundario junto con una indemnización moratoria?. R/ Sí. Tampoco aquí habría doble pago, si la obligación es positiva. El acreedor podría, por ejemplo, si es de su conveniencia, endilgar una acción indemnizatoria por compensación, al mismo tiempo que otra indemnizatoria por mora, ya que esta última –se repite- solamente sanea el perjuicio sufrido por el acreedor debido al cumplimiento a destiempo de la obligación positiva. 92.- Estudio anexo y especial sobre la clasificación de los daños y perjuicios.- Se impone ahora tratar el tema de cómo se clasifican los daños y perjuicios. Los criterios sobre el particular, expuestos en binomios, son los siguientes: 1°) Materiales y morales. 2°) Directos e indirectos. 3°) Previsibles e imprevisibles. 4°) Actuales y futuros. Y 271 5°) Ciertos y eventuales.326 Los perjuicios327 materiales, se refieren al patrimonio del acreedor, es decir, al conjunto de sus valores económicos. Los perjuicios morales “estriban en el daño que el acreedor experimenta en su propia persona, en sus afectos y, en general, en su esfera moral”.328 La reparación de los daños morales es –en términos relativos- de reciente aparición y aplicación en la Doctrina y en las diferentes legislaciones latinoamericanas, respectivamente. Los antiguos tomaban en cuenta únicamente la referida a daños materiales. En El Salvador, la propia Constitución de la República la reconoce desde 1983. El Art. 2 inc. 3°, en efecto, reza: “Se establece la indemnización, conforme a la ley, por daños de carácter moral”. El tema está regulado en una ley secundaria especial que data de diciembre de 2015: La “Ley de Reparación por Daño Moral”. El problema siempre ha sido cómo calcular en dinero la reparación de un mal que concierne a aspectos de la esfera moral de las personas (Art. 15 de la ley especial). Cómo calcular en dinero, por ejemplo, el mal que ocasiona una difamación. Cómo calcular en dinero, de igual manera, el mal que un paciente sufre de por vida al haber quedado desfigurado su rostro a raíz de una cirugía mal ejecutada. Ospina expresa las siguientes ideas: “Verdad es que la cabal y perfecta reparación del daño moral no es factible, porque el dinero no puede borrar el dolor moral. Pero es que jurídicamente lo que se pretende con la indemnización pecuniaria es una equivalencia de valores y no una sustitución material de bienes: así como el dinero no remplaza el edificio destruido, tampoco elimina el dolor sufrido; pero sí produce una satisfacción que, en todo caso, es preferible a nada”.329 Con relación al segundo binomio que clasifica a los perjuicios: éstos pueden ser directos e indirectos. OSPINA…, ob. cit., núm. 173, pág. 130. La palabra “perjuicios” se expone aquí de manera general. Es una forma abreviada de decir “daños y perjuicios”. 328 OSPINA…, ob. cit., núm. 174, pág. 130. 329 OSPINA…, ob. cit., núm. 174, pág. 131. 326 327 272 Este criterio se refiere –en materia civil y mercantil- a la vinculación causal entre el incumplimiento del deudor y el daño experimentado por el acreedor. Algunas veces este daño será una consecuencia inmediata del incumplimiento de obligaciones, mas, en algunas otras, es posible que el daño sea una consecuencia mediata de los hechos, a tal grado que pueda ser incierta la conexión entre el incumplimiento de la obligación y los daños que han sobrevenido. En el primer fenómeno, el deudor responderá de perjuicios directos; en el segundo, el deudor respondería de los perjuicios indirectos.330 En la legislación salvadoreña, el deudor responde solamente de los perjuicios directos, aun cuando su incumplimiento hubiera sido doloso, que de por sí es ya una situación grave. En efecto, el Art. 1429 C. inc. 1°, establece: “Si no se puede imputar dolo al deudor, sólo es responsable de los perjuicios que se previeron o pudieron preverse al tiempo del contrato; pero si hay dolo, es responsable de todos los perjuicios QUE FUERON UNA CONSECUENCIA INMEDIATA O DIRECTA de no haberse cumplido la obligación o de haberse demorado su cumplimiento”. Así, por ejemplo, el deudor que –dolosa o culposamente- repara mal la maquinaria de una empresa, generando pérdidas en la producción de esta última, responderá de tales perjuicios, pero no de la posterior y eventual quiebra completa del comercio. El binomio anteriormente estudiado da la pauta para el siguiente: los perjuicios directos pueden ser previsibles e imprevisibles. En materia civil y mercantil, si el deudor incumple la obligación por su culpa o descuido, responde solamente de perjuicios directos previstos o previsibles.331 Pero, si el incumplimiento se debió al dolo, la ley lo responsabiliza hasta de los perjuicios directos imprevisibles. Se transcribe, de nuevo, el Art. 1429 C. inc. 1°, que reza: “Si no se puede imputar dolo al deudor, sólo es responsable de los perjuicios que se previeron o pudieron OSPINA…, ob. cit., núm. 175, pág. 132. La diferencia entre “perjuicios que se previeron” y “perjuicios que pudieron preverse”, establecida por la ley en el Art. 1429 C. inc. 1°, radica en que, en los primeros, las partes han pactado una cláusula penal que los ha estimado convencionalmente por anticipado (Arts. 1406 C. y ss.). Recuérdese que esta es una de las funciones principales de la cláusula penal en los contratos (Ospina Fernández, Guillermo: obra citada. Núms. 218 y ss., págs. 158 y ss.). 330 331 273 preverse al tiempo del contrato; pero si hay dolo, es responsable de todos los perjuicios que fueron una consecuencia inmediata o directa de no haberse cumplido la obligación o de haberse demorado su cumplimiento”. El deudor está obligado a prever lo que es normal, corriente, ordinario; pero no lo insólito y excepcional.332 Los jueces determinarán, con su prudente arbitrio, en cada caso y circunstancia, si el deudor deberá responder de perjuicios que pudieron ser previstos. Ospina señala el siguiente ejemplo que ha sido ya concebido por otros autores con anterioridad: “Ejemplo también clásico a este respecto es el de la pérdida de la valija de un viajero, que contenga objetos de gran importancia y precio, como valiosas joyas o irremplazables obras de arte. Doctrina y jurisprudencia declaran entonces que el transportador sólo responde hasta concurrencia del valor que tendría el equipaje que usual y normalmente suelen llevar las personas en sus viajes. El no denunciarle el viajero al transportador el extraordinario contenido de la valija constituye grave culpa concurrente de parte del primero y que compensa la del segundo, reduciendo ésta a sus límites razonables y equitativos”.333 Ahora bien, si al deudor se le prueba dolo en su actuación, deberá responder de todos los perjuicios, como dice la ley, es decir, incluyendo los imprevisibles, debido a que el legislador estaría castigando la mala fe. Por lo que toca al cuarto criterio clasificador de los perjuicios, es decir, el binomio que los señala como actuales y futuros, se exponen las ideas siguientes del autor que sirve de guía valiosa: “El incumplimiento de la obligación no siempre repercute de modo instantáneo en la órbita jurídica del acreedor, produciendo en esta una lesión presente, sino que el efecto nocivo de aquel puede proyectarse hacia el futuro. Por ejemplo, la muerte del viajero ocasionada por culpa del transportador no sólo priva a los hijos de aquel del apoyo económico que con el producto de su trabajo les venía prestando para 332 333 OSPINA…, opus cit., núm. 176, pág. 133. Ídem.. 274 su subsistencia y educación, sino también del que continuaría prestándoles en el porvenir de no haber sido tronchada accidentalmente su vida”.334 Para que lo dicho se aplique, se requiere, según Josserand y los Mazeaud, que los perjuicios sean ciertos y que su cuantía pueda ser fijada de antemano.335 Finalmente, a raíz del binomio referido, se deduce el último de ellos: el que clasifica a los perjuicios en ciertos y eventuales. Si el acreedor alega el pago de perjuicios actuales, éstos serán, entonces, al mismo tiempo, ciertos. Pero en el caso que exigiera el pago de perjuicios futuros, cabe la duda de si deben pagársele también perjuicios que son eventuales, es decir, hipotéticos. Sólo los jueces, con su prudente arbitrio, podrán solucionar una cuestión que es –por demás- delicada. En caso de duda, deberá resolverse a favor del deudor demandado, según el principio general de derecho in dubio pro reo.336 Apéndice al tema de la indemnización de perjuicios en obligaciones positivas: la interpelación del deudor.- La teoría de la mora es otro de los más importantes temas del derecho de las obligaciones. La mora es de dos grandes clases: debitoria y creditoria. Es decir, la mora del deudor y la mora del acreedor, respectivamente. La mora debitoria se define como el retardo culpable del deudor en el cumplimiento de su obligación positiva, unido a la interpelación de parte del acreedor. De lo anterior se colige que los elementos de la mora debitoria son: el retardo en ejecutar lo debido; que de dicho retardo el deudor sea responsable por su dolo o culpa, es decir, que no se deba a caso fortuito o fuerza mayor; y, en tercer lugar, que el acreedor –en el proceso respectivo- le haya requerido, reconvenido o interpelado para el pago. OSPINA…, ob. cit., núm. 177, pág. 134. Ídem.. 336 Ídem, ibídem.. 334 335 275 No debe confundirse al retardo con la mora. Ambas figuras implican que el deudor está “retrasado” en el cumplimiento de la obligación de dar o hacer una cosa. La diferencia estriba en que el simple retardo es un retraso de hecho, al tanto que la mora es un retraso de derecho. Por principio general, se necesita que el acreedor exponga y demuestre en la demanda que el retraso en el cumplimiento de la obligación positiva por parte del deudor le ha ocasionado perjuicio, pidiendo en consecuencia que se “interpele” al deudor, es decir, que se le notifique lo dicho cuando se le emplace, para que quede formalmente “constituido en mora”. Ospina, apoyándose en el Digesto del Emperador Justiniano, se expresa en estos términos: “Para que el deudor quede constituido en mora y responda de los perjuicios ocasionados al acreedor, es también indispensable que éste, mediante un acto formal que se denomina requerimiento o reconvención, exija de aquél el cumplimiento de la obligación. Hasta entonces se considera que dicho acreedor no sufre perjuicio alguno por el retardo; su silencio se interpreta como la concesión tácita de un plazo de gracia para el cumplimiento de la obligación. Por el contrario, la reconvención indica que el acreedor no está dispuesto a esperar más y sirve para notificarle al deudor que su retardo está ocasionándole perjuicios que, de continuar, comprometerán la responsabilidad de éste”.337 La interpelación del deudor con retraso en el cumplimiento de la obligación positiva es, entonces, por regla general, un trámite procesal que debe ser evacuado. Al mismo, el Código Civil lo llama requerimiento o reconvención, siendo su nombre propio el de “interpelación”,338 pues requerimiento judicial es una suerte de amonestación que el tribunal también utiliza en otros casos;339 y la reconvención, es un término que ya tiene carta de ciudadanía en el derecho procesal, pues se trata de la mutua petición o contrademanda (Art. 285 Pr.). 337 Mora fieri intelligitur non ex re, sed ex persona, id est, si interpellatus opportuno loco non solverit. OSPINA FERNÁNDEZ, Guillermo: “Régimen General de las Obligaciones”; 4ª ed., Editorial Temis, S.A., Bogotá, Colombia, 1984. Núm. 135, pág. 102. 338 Interpelatio, del derecho procesal romano. Nota del autor. 339 Véanse, por ejemplo, los casos de requerimiento judicial que señalan los Arts. 675, 680 y 686 Pr.. 276 Sin embargo, por excepción, existen cuatro situaciones en las que el simple retardo equivaldrá a la mora, y no habrá necesidad de “constituir en mora” al deudor a través de la interpelación judicial. Tales situaciones son: 1ª) Cuando el deudor no haya cumplido con la obligación procedente de un contrato en la que expresamente se hubiere estipulado un plazo, como lo señala el Art. 1422 C. en la primera parte de su ordinal primero.340 2ª) Cuando la cosa no ha podido ser dada o ejecutada sino dentro de cierto lapso, y el deudor lo ha dejado pasar, como lo señala el ordinal 2° del Art. 1422 C., conteniendo lo que se llama “preclusión de la oportunidad”. Si, por ejemplo, el almacén contrata con su proveedor la entrega de mercadería para la próxima temporada navideña, y el proveedor la deja pasar, entregándola hasta después, evidentemente que el acreedor habrá sufrido un perjuicio desde una fecha que ya es pretérita. De igual manera, si un actor se obliga a representar en el estreno de una obra teatral e incumple su obligación, al haber pasado –entonces- la fecha del estreno, no tendría sentido que el acreedor interpelara al actor por los perjuicios que evidentemente ya le causó el incumplimiento. 3ª) Cuando se presente la situación de una imposibilidad de cumplir con la obligación, como cuando el deudor está obligado a dar o entregar una especie o cuerpo cierto y deliberadamente la destruye. Y 4ª) Cuando el deudor expresamente se niegue a cumplir la obligación. Estas dos últimas formas de excepción, a diferencia de las dos primeras, no las contempla la ley de manera expresa, pero son unánimemente aceptadas por la doctrina y la jurisprudencia. Por lo demás, en el ordinal 3° del Art. 1422 C. se comprueba que la regla general en esta materia es que el acreedor interpele judicialmente al deudor que ha incumplido la obligación positiva para poder constituirle en mora. Se pasa a explicar ahora a la mora creditoria. 340 No caben las obligaciones a plazo que se deriven de actos jurídicos unipersonales, pues el legislador utilizó la expresión “estipulado”, evocando con ello la idea de que el acto jurídico es convencional. Tampoco aplica, en general, para las obligaciones sujetas a condición. 277 La mora del acreedor, por su parte, se presenta cuando de manera injustificada el acreedor se niega a recibir el pago que, en tiempo, está ofreciéndole el deudor. El legislador alude a ella en Artículos como el 1419 o el 1630 del Código Civil. Cuando la obligación es de dar o hacer simple entrega de bienes muebles –particularmente no registrables- el deudor tiene oportunidad de salvar el escollo a través de la modalidad de pago llamada “pago por consignación”, regulada en los Arts. 1468 C. y ss.. Dice, en efecto, la ley: CAPÍTULO VII DEL PAGO POR CONSIGNACIÓN “Art. 1468.- Para que el pago sea válido, no es menester que se haga con el consentimiento del acreedor; el pago es válido aun contra la voluntad del acreedor, mediante la consignación”. “Art. 1469.- La consignación es el depósito de la cosa que se debe, hecho a virtud de la repugnancia o no comparecencia del acreedor a recibirla, y con las formalidades necesarias, en manos de una tercera persona”. “Art. 1470.- La consignación debe ser precedida de oferta, y para que la oferta sea válida, reunirá las circunstancias que siguen: “1ª) Que sea hecha por una persona capaz de pagar; “2ª) Que sea hecha al acreedor, siendo éste capaz de recibir el pago, o a su legítimo representante; “3ª) Que si la obligación es a plazo o bajo condición suspensiva, haya expirado el plazo o se haya cumplido la condición; “4ª) Que se ofrezca ejecutar el pago en el lugar debido; “5ª) Que el deudor haga la oferta ante Juez competente poniendo en sus manos una minuta de lo que debe, con los intereses vencidos, si los 278 hubiere, y los demás cargos líquidos; comprendiendo en ella una descripción individual de la cosa ofrecida”. Importante se vuelve señalar cuál es el objeto de la consignación válida. Es el que señala el Art. 1475 C., al decir: “Art. 1475.- El efecto de la consignación válida es extinguir la obligación,341 hacer cesar en consecuencia los intereses y eximir del peligro de la cosa al deudor;342 todo ello desde el día de la consignación”. Si la repugnancia del acreedor en recibir el pago estuviere justificada, no podría perfilarse –entonces- la mora de la que se trata. Así, por ejemplo, si el deudor paga antes de vencerse el plazo, pero éste no se había estipulado a su favor sino a favor del acreedor, el pago anticipado del deudor le ocasionaría un daño al acreedor que, precisamente por medio del plazo se propuso evitar. Lo dicho da lugar a la figura del “pronto pago”, tipificada en el Art. 1368 C. inc. 1°, que reza: “Art. 1368 [inc. 1°].- El deudor puede renunciar el plazo, a menos que el testador haya dispuesto o las partes estipulado lo contrario, O QUE LA ANTICIPACIÓN DEL PAGO ACARREE AL ACREEDOR UN PERJUICIO QUE POR MEDIO DEL PLAZO SE PROPUSO MANIFIESTAMENTE EVITAR. …”. Así, por ejemplo, si no es hasta junio que las bodegas alquiladas de un almacén van a tener espacio para el resguardo de mercadería, y con el agravante, además, que ella podría requerir de refrigeración o cuidados especiales, gran perjuicio sufriría entonces el acreedor si el deudor, es decir, el proveedor de la mercadería, se la entregase antes de tiempo. El plazo aquí fue concebido, como puede verse, a favor del acreedor. El “pronto pago” de la obligación justificaría la negativa del acreedor para recibirlo y, por ende, no habría mora de parte suya. 341 Lo dicho también cobija la extinción de las garantías reales que gravan los bienes del deudor, o bien, las garantías personales como la fianza o la solidaridad pasiva que existían a favor del acreedor, así como el hecho de quedar pagado un crédito que a lo mejor gozaba de pago preferencial. 342 La exención del peligro se refiere a que el deudor ya no soportaría el riesgo de la especie o cuerpo cierto que debía, si ésta pereciere por caso fortuito (Arts. 1421 y 1540 C.). 279 Luego de estudiarse, pues, a los derechos primario y secundario del acreedor, así como los temas anexos de la mora y los perjuicios, se pasa a estudiar a los llamados “derechos auxiliares de los acreedores”. 93.- Los derechos auxiliares de los acreedores.- Se llaman también derechos terciarios. Tienen por objeto evitar el deterioro del patrimonio del deudor, o bien, reconstituirlo cuando éste ya se ha deteriorado. Algunos de los más importantes casos concretos de esta clase de derechos son: 1°) La acción pauliana. 2°) La acción oblicua. 3°) El secuestro de bienes. 4°) La guarda y aposición de sellos. Y 5°) El derecho de retención legal o voluntario. 94.- La acción pauliana.- Cuando en el número 71 de esta Obra se estudió a la revocación judicial, se expuso que el ejemplo más claro de ella se tiene con el fraude pauliano o fraude de acreedores. En esta figura, el deudor en peligro de insolvencia y ante un inminente embargo de sus bienes, los enajena a terceros en perjuicio de sus acreedores. Al disminuir su riqueza patrimonial, les está volviendo inefectivo su derecho general de prenda (Art. 2212 C.). Debe advertirse, sin embargo, que los acreedores de los que se habla son –en principio- los que no cuentan con garantías reales, pues de todos es sabido que los acreedores prendarios o hipotecarios son titulares de derechos reales y, en consecuencia, cuentan con el jus persequendii (Arts. 2143 y 2176 C.), el jus distrahendii (Arts. 2147 y 2172 C.) y el jus preferendii (Arts. 2221 C. ord. 3° y 2224 C.) en los bienes sobre los cuales ejercen tales derechos. Podrían perseguir la cosa pignorada o hipotecada en manos de quien se encuentren. Los acreedores, pues, en el fraude pauliano, no podrían ser sino quirografarios o simples. 280 Contra la figura, entonces, la ley concede a los acreedores defraudados la acción pauliana, señalada en el Art. 2215 C., con la cual pretenden que las enajenaciones realizadas por el deudor a terceros queden “judicialmente revocadas”.343 Con ello logran reconstituir el patrimonio del deudor para poder hacer efectivo su derecho general de prenda. La acción pauliana es, entonces, una suerte de derecho auxiliar de los acreedores. Si la enajenación fue a título oneroso, el interesado deberá probar el concilio fraudulento entre tradente y adquirente, es decir, la mala fe de ambas partes (Art. 2215 C. ord. 1°). Si por el contrario, la tradición fue hecha a título gratuito, bastará con probar la mala fe del tradente (Art. 2215 C. ord. 2°). La acción pauliana prescribe en un año contado desde la fecha de la enajenación (Art. 2215 C. ord. 3°), y opera, desde luego, sin perjuicio de la responsabilidad penal a que hubiere lugar, pues se tipifica el delito de alzamiento de bienes (Art. 241 Pn.). Se impone recordar, por otro lado, que la enajenación fraudulenta que el deudor ejecuta sólo la podrá hacer antes de caer en mora, y, específicamente, antes que le embarguen sus bienes, pues en caso contrario dicha tradición adolecería de objeto ilícito y sería –por ende- anulable de nulidad absoluta, a menos que hubiere previa autorización judicial (Arts. 1335 C. ord. 3°, 578 Pr. inc. 1° y 1552 C. inc. 1°). Lo dicho supone el proceso de concurso de acreedores, ya sea voluntario o necesario, pues el Art. 2214 C., dice: “Son nulos todos los actos ejecutados por el deudor relativamente a los bienes de que ha hecho cesión, o de que se ha abierto concurso a los acreedores”.344 343 Tales enajenaciones son válidas. Los acreedores, por consiguiente, no piden que dichas enajenaciones sean declaradas nulas, pues en verdad no lo son. Ellos piden, se repite, una revocación judicial de las mismas. Hay, por lo tanto, cierta impropiedad cuando en el texto del Art. 2215 C., el legislador utiliza las expresiones “rescindan” y “rescindibles” al referirse a que las enajenaciones fraudulentas deberán quedar sin efecto. 344 El proceso de concurso de acreedores se refiere únicamente a acreedores quirografarios. En materia mercantil se le conoce con el nombre de quiebra. Es de dos clases: el voluntario y el necesario. El primero es una modalidad del acto jurídico del pago llamada pago por cesión de bienes (cessio bonorum), regulada en los Arts. 1484 a 1494 C.. El segundo supone que los acreedores demandaron formalmente al deudor. Al momento en que se escriben estas líneas, el concurso de acreedores o quiebra continúa regulado por el antiguo Código de Procedimientos Civiles y la Ley de Procedimientos Mercantiles (Arts. 659 y ss. del Pr. anterior y los Arts. 77 y ss. de la Ley de Procedimientos Mercantiles), pues el nuevo Código Procesal Civil y Mercantil no lo contempló debido a que será regulado por una futura ley especial que se denominará “Ley de Quiebras y Suspensión de Pagos”. Ley que de momento no ha sido todavía aprobada. 281 Es por ello que la ley, continuando con esa idea, en el Art. 2215 C., que es propiamente la base legal de la acción pauliana, agrega: “Art. 2215.- En cuanto a los actos ejecutados ANTES de la cesión de bienes o la apertura del concurso, se observarán las disposiciones siguientes: “1ª) Los acreedores tendrán derecho para que se rescindan345 los contratos onerosos, y las hipotecas, prendas y anticresis que el deudor haya otorgado en perjuicio de ellos, estando de mala fe el otorgante y el adquirente, esto es, conociendo ambos el mal estado de los negocios del primero; “2ª) Los actos y contratos no comprendidos bajo el número precedente, incluso las remisiones y pactos de liberación a título gratuito, serán rescindibles,346 probándose la mala fe del deudor y el perjuicio de los acreedores; “3ª) Las acciones concedidas en este artículo a los acreedores expiran en un año contado desde la fecha del acto o contrato”. 95.- La acción oblicua.- Si el deudor de una obligación transmisible y dineraria es persona natural y falleciere, ¿qué recursos le franquea la ley a sus acreedores para pagarse la deuda y contra quién dirigirá las acciones de ley?. Al respecto se pueden presentar cuatro escenarios: Primer escenario: que exista “seguro de deuda”, en los términos del Art. 1434 Com., pues en tal caso será la compañía de seguros la que pagará la deuda, siempre que no haya mora en el pago de la póliza de seguros. Es en verdad la opción más útil y conveniente en la práctica. Segundo escenario: es el caso que –a falta de un seguro de deuda- el o los herederos del deudor hayan manifestado libremente su voluntad de aceptar la herencia, convirtiéndose así en continuadores de su personalidad (Arts. 1078 C. inc. 1° y 680 C. inc. 2° in fine). Los acreedores tendrían en esos herederos que aceptaron la sucesión a sus “legítimos contradictores” en 345 346 La ley quiso decir “revoquen”. “Revocables”. 282 materia procesal, es decir, a los potenciales demandados en un proceso eventual, si la obligación se volviera exigible y no se hubiere cumplido. Tanto la aceptación como la repudiación de la herencia son actos jurídicos. Actos jurídicos unipersonales (Art. 1149 C.). Tercer escenario: siempre bajo una situación de ausencia de seguro de deuda, es posible que el o los herederos del deudor decidan libremente “repudiar” la herencia. Recuérdese que se trata de un acto jurídico que, por ende, depende de la autonomía de la voluntad privada de las personas. El acreedor en este escenario no podría reclamar el pago ni a la compañía de seguros ni a los herederos, pues al haber éstos repudiado, no serían continuadores de su personalidad. Precisamente es en esta situación que la ley brinda a los acreedores una acción procesal que viene a ser derecho auxiliar para ellos: la acción oblicua o indirecta, tipificada en el Art. 1160 C., que dice: “Art. 1160.- Los acreedores del que repudia en perjuicio de los derechos de ellos, podrán hacerse autorizar por el Juez para aceptar por el deudor. En este caso la repudiación no se rescinde sino en favor de los acreedores y hasta concurrencia de sus créditos; y en el sobrante subsiste”.347 Como puede apreciarse, la acción oblicua consiste en que el o los acreedores interesados piden al Juez competente348 aceptar por el o los herederos del deudor que repudiaron la herencia en perjuicio suyo. La acción la tienen sólo los acreedores con interés, desde el momento que pueden haber algunos que decidan perseguir el cumplimiento de sus obligaciones por otros medios. Asimismo, no es necesario que todos los interesados interpongan esta acción de manera conjunta. Cada uno de ellos la podrá entablar por separado. 347 La acción oblicua o indirecta no la conocieron los romanos. Es de origen medieval francés. Nota del autor. El Juez competente es el de lo civil y mercantil que hubiera conocido del trámite de aceptación de herencia si los herederos la hubieran aceptado, es decir, el del último domicilio que el difunto haya tenido en El Salvador, o en cualquiera de los últimos que tuvo, si hubieren sido varios, ya que la legislación patria acepta la pluralidad de domicilios (Art. 65 C.). Relaciónense a este respecto los Arts. 956 y 1162 C.. 348 283 Al aceptar la herencia, los bienes del caudal relicto se realizan o liquidan, es decir, se convierten en dinero o se hacen equivaler a dinero para que con el producido los mismos acreedores se amorticen la deuda hasta concurrencia de sus créditos, tanto en lo principal de sus adeudos como en lo accesorio, verbigracia, el pago de intereses, indemnizaciones de perjuicios, costas procesales, etc..349 De lo anterior se colige que, de los bienes hereditarios realizados, podría presentarse la situación que exista o pueda existir un sobrante económico del que ya no sería lícito a ninguno de los acreedores aprovecharse, pues sus obligaciones estarían ya extinguidas. Si lo hicieren, habría aplicación de la teoría del abuso del derecho. Habría, pues, en tal caso un sobrante de la herencia del deudor que subsistiría, como lo dice la parte final del Art. 1160 C.. De dicho producido tampoco se podrían aprovechar los herederos del deudor, desde el momento que ya habían repudiado la sucesión. Ese sobrante corresponde a los coherederos del renunciante, es decir, del heredero que repudió la herencia en perjuicio de sus acreedores, por la vía de un acrecimiento,350 o bien, si es del caso, a los herederos de grado subsiguiente.351 Cuarto escenario: el escenario anterior es el que da lugar a la acción oblicua, ejemplo –como se dijo- de derecho auxiliar de los acreedores. Sin embargo, se impone explicar un cuarto escenario que puede presentarse en el problema planteado. Es el escenario del “silencio”, es decir, que sin haber seguro de deuda, el heredero del deudor ni acepta ni repudia la herencia sino que simple y llanamente guarda silencio en su derecho de opción a ese respecto. 349 Como se estudiará en la ejecución de obligaciones dinerarias, el Código Procesal Civil y Mercantil brinda ocho formas de realización de bienes. 350 Del derecho de acrecer en materia hereditaria tratan los Arts. 1123 C. y ss.. Si, por ejemplo, a la sucesión tienen derecho tres herederos por partes iguales, y sólo uno de ellos repudió su parte, los acreedores interpondrían la acción oblicua por esa tercera parte nada más. Y si de esa tercera parte, una vez realizados los bienes, hubiere un sobrante, de éste se aprovecharán los otros dos herederos en la parte que a cada uno de ellos corresponda. 351 Así, por ejemplo, si la sucesión era intestada y el heredero que repudió era el único con la vocación sucesoral, el derecho pasa a los otros herederos de grado subsiguiente (Art. 988 C.). También podría ser el caso del heredero testamentario único que repudió la herencia, tornándose ésta en ab intestato (Art. 981 C. in fine). 284 Como puede apreciarse, el acreedor perjudicado no podría en este caso ni reclamar indemnización de seguro alguna, ni interponer la acción de cumplimiento contra los herederos del deudor que hayan aceptado la herencia, ni tampoco la acción oblicua o indirecta en contra de los que la hubieran repudiado en perjuicio de sus derechos. Da la impresión que tiene, pues, todas las puertas cerradas a causa del “silencio” de los herederos en pronunciarse en su derecho de opción de aceptar o repudiar la herencia. Precisamente la hipótesis del silencio es la que da pauta a la ley para concederle al acreedor o a los acreedores agraviados, no una sino dos acciones procesales que podrá utilizar a su arbitrio: la acción de yacencia de la herencia o la acción de pronunciamiento en el derecho de opción; haciéndose ver que no podrá utilizar las dos sino sólo una de ellas, según le conviniere mejor. Se hace a continuación, por separado, un estudio especial de esas dos acciones. 96.- La herencia yacente.- Reza el Art. 1164 C.: “Si dentro de quince días de abrirse la sucesión, no se hubiere presentado ninguna persona aceptando la herencia o una cuota de ella, o si habiéndose presentado no se hubiere comprobado suficientemente la calidad de heredero, el Juez declarará yacente la herencia, y publicará los edictos de que habla el artículo anterior, nombrando al mismo tiempo un curador que represente a la sucesión”. La norma transcrita no debió hablar solamente de una herencia que no ha sido aceptada sino que tampoco ha sido repudiada. Su campo de acción se desenvuelve –como se ha dicho- en la hipótesis del “silencio” del heredero que perjudica con ello a sus acreedores. De no haber acreedores perjudicados por la falta de pago de sus obligaciones, el silencio de los herederos podría ser indefinido y sin agravio alguno para nadie. 285 A la herencia declarada yacente se le nombra un curador especial de bienes que será su representante legal, tanto en el ámbito judicial como extrajudicial. Es el curador de la herencia yacente.352 Sobre el particular, el Art. 480 C., ubicado precisamente en el tratado de las curadurías de bienes, prescribe: “Art. 480.- Se dará curador a la herencia yacente, esto es, a los bienes de un difunto, cuya herencia no ha sido aceptada.353 “La curaduría de la herencia yacente será dativa”.354 En el curador de la herencia yacente los acreedores tendrán a su “legítimo contradictor” para demandarlo en un eventual proceso. De ahí que el Art. 489 C., rece: “Toca a los curadores de bienes, en todo lo que se refiere a su administración especial, el ejercicio de las acciones y defensas judiciales de sus respectivos representados; y las personas que tengan créditos contra los bienes de los últimos, podrán hacerlos valer contra los respectivos curadores”. La administración de bienes que ejerce el curador de la herencia yacente, como todo curador especial de bienes, es similar a la patrimonial que tienen los tutores sobre sus pupilos en materia de derecho de familia (Arts. 486, 487 y 488 C.). Se aplican, entonces, de manera acomodaticia, los Arts. 307, 308, 312, 318, 319, 320, 321, 322, 323, 324, 325, 326, 329, 331, 335 y 336 del Código de Familia.355 Atención por separado merece el Art. 483 C., que dice: “Art. 483.- Después de transcurridos cuatro años desde el fallecimiento de la persona cuya herencia está en curaduría, deberá el curador pedir y el 352 Los tribunales de primera instancia en lo civil y mercantil cuentan con un registro de personas naturales que pueden fungir como curadores de la herencia yacente. Su honorario es conforme a arancel judicial, constituyendo un coste procesal que deberá solucionarse. 353 Aquí también el legislador debió decir: “ … esto es, a los bienes de un difunto, cuya herencia no ha sido aceptada ni repudiada. …”. 354 Dativa significa que se solicita al Juez, siendo el único que la puede conceder. El competente es el Juez de lo Civil y Mercantil del último domicilio que el de cujus tuvo en El Salvador. 355 Un estudio analítico de todas estas disposiciones se realiza en “El Código de Familia Salvadoreño Comentado”, volumen VII, de nuestra autoría. 286 Juez ordenar que se vendan todos los bienes hereditarios existentes y se deposite el producido en las arcas del Estado”. El caso se refiere al acreedor que pidió fuese declarada yacente la herencia que a su defunción dejara su deudor y que se le nombrara el curador de bienes correspondiente. El Juez se lo otorgó, pero este acreedor –por la razón que fuere- no procede a demandar al curador designado, concediéndole la ley un plazo perentorio de cuatro años para hacerlo, so pena de no poder hacer valer sus derechos después de ese término. El plazo legal se cuenta desde la fecha del decreto que declaró yacente la herencia. Ese plazo, ¿es un término de prescripción extintiva o es de caducidad?. R/ Es de caducidad. Para que fuera un término de prescripción se requerirían dos elementos simultáneamente: un acreedor inactivo y un deudor moroso. En el problema planteado, lo primero existe, pero no lo segundo. Recuérdese que el deudor es ahora fallecido; y sus herederos no han aceptado herencia y tampoco la han repudiado.356 Al caducar el plazo de los cuatro años que menciona el Art. 483 C., la ley dice que el curador deberá pedir y el Juez ordenar que se “vendan” todos los bienes hereditarios existentes. Se entiende que estas ventas revestirían la forma de un remate, es decir, de una venta en pública subasta al mejor postor. Los bienes hereditarios, pues, se convertirían en dinero por efecto mismo de su liquidación. La ley continúa diciendo que este producido se “depositará” en las “arcas del Estado”. Se trata, en efecto, de un depósito (Arts. 1968 C. y ss.). El dinero, sin embargo, pese a ser un bien mueble y, por lo tanto, objeto de depósito, tendría que referirse a un depósito propiamente dicho pero “irregular”, desde el momento que versaría sobre cosas fungibles (Arts. 1972 C. y ss., con especial atención en el Art. 1978 C.). El depositario, pues, se hace dueño de la cosa que Se habla –desde luego- de una prescripción extintiva o liberatoria (Arts. 2253 C. y ss.). El punto se aclara porque existe la otra clase de prescripción que no tiene incidencia alguna en el tema: la prescripción adquisitiva o usucapión (Arts. 2237 C. y ss.). 356 287 le trasladan en depósito, con cargo de restituir bienes del mismo género y calidad, y en la cantidad debida. Dicho depositario es el Estado. Con la expresión “arcas del Estado” que menciona la ley, debe entenderse actualmente que el producido se depositará a través de oficio judicial en la cuenta de Fondos Ajenos en Custodia, que es una dependencia del Ministerio de Hacienda.357 Finalmente se impone decir –siguiendo los lineamientos del Art. 490 C. incs. 2° y 4°- que la curaduría de la herencia yacente cesa: 1°) si la herencia fuere aceptada por los herederos; 2°) si la herencia fuere repudiada; 3°) por la muerte real o presunta del curador; 4°) por la declaración judicial de incapacidad del curador; 5°) por la sustitución del curador por otro debido a alguna causa diversa de las dos anteriores; 6°) por la situación especial del Art. 483 C., que acaba de estudiarse; y 7°) por extinción de los bienes hereditarios. 97.- La acción de pronunciamiento en el derecho de opción.- Esta es la acción procesal alternativa que tiene el acreedor ante el “silencio” de los herederos de su deudor difunto en aceptar o repudiar la sucesión. La acción de yacencia de la herencia puede intentarse pasados quince días de abrirse la sucesión (Art. 1164 C.), en cambio, la acción de pronunciamiento en el derecho de opción podrá ejercerla el acreedor agraviado de inmediato. Está consignada en el Art. 1155 C. inc. 1°, que espeta: “Art. 1155 [inc. 1°].- Todo asignatario358 será obligado, en virtud de demanda de cualquier persona interesada en ello, a declarar si acepta o repudia; y hará esta declaración dentro de los cuarenta días subsiguientes al de la demanda. En caso de ausencia del asignatario o de estar situados los bienes en lugares distantes, o de otro grave motivo, podrá el Juez prorrogar este plazo; pero nunca por más de seis meses. …”. El punto se aclara porque antiguamente la expresión “arcas del Estado” aludía a la Tesorería Nacional o Corte de Cuentas de la República, como se llama ahora, pero con competencias diferentes. 358 La ley hubiera utilizado una expresión más amplia. Con la locución “todo asignatario” quiso decir “todo sucesor”. 357 288 Siendo la aceptación y la repudiación de la herencia actos jurídicos (Art. 1149 C. inc. 1°), podría pensarse que la acción del Art. 1155 C. inc. 1° es inconstitucional por atentar contra la libertad de ejecutar declaraciones de voluntad conforme a la ley, según el Art. 23 Cn.. Pero no es verdad. El acreedor perjudicado por el “silencio” de los herederos de su deudor en aceptar o repudiar la herencia, no está obligando a éstos a que acepten o repudien. La decisión de hacer una cosa o la otra sigue siendo libre por parte de cada heredero. A lo que la acción procesal se refiere es que –por la vía judicial- puede obligarse a los herederos a que rompan su perjudicial “silencio” y se pronuncien en cualquiera de estas dos opciones. La ley les concede a los demandados un plazo ordinario de cuarenta días para hacer esa pronunciación en su derecho de opción. De manera extraordinaria y por razones justificadas, este término se puede ampliar pero nunca por más de seis meses. Si el heredero demandado acepta la herencia, el acreedor podrá impetrar contra él, en proceso aparte, las acciones de ley para la ejecución de la obligación dineraria. Y si, por el contrario, el heredero repudiara la herencia, es decir, renunciara a ella, el acreedor tendrá expedita la acción oblicua del Art. 1160 C. de la que ya se ha hablado. Como puede verse, pues, la acción de pronunciamiento en el derecho de opción es tan efectiva como la acción de yacencia de la herencia. Ahora bien, si transcurrido el plazo ordinario o extraordinario para los efectos de esta acción, el o los herederos cayeran en mora, es decir, se mantuvieran empecinados en guardar ese “silencio” perjudicial para los intereses del acreedor, la ley entenderá que los herederos repudian la sucesión, quedándole expedita al acreedor –por consiguiente- la acción oblicua o indirecta del Art. 1160 C..359 La base legal de lo anterior se tiene en el Art. 1156 C., que dice: “Art. 1156.- El asignatario constituido en mora de declarar si acepta o repudia, se entenderá que repudia”. 359 Como ya tuvo la oportunidad de estudiarse, este es uno de los casos donde la ley concede efectos al silencio. 289 Apéndice: la curaduría especial de bienes de los derechos del ausente.Relacionado con el punto del “silencio” y con el tema de las curadurías especiales de bienes, desea agregarse a estas explicaciones un estudio sobre la curaduría especial de bienes de los derechos de la persona que es declarada “ausente” en sentencia judicial. Un concepto del derecho civil de suma importancia en materia patrimonial es el de la ausencia de una persona natural y las diligencias judiciales que el interesado debe seguir para hacer esta declaración respecto de alguien. Existe un concepto neutro por el que deben principiar estas explicaciones. Es el concepto de persona oculta o perdida. La persona oculta o perdida es de dos clases: la persona ausente y la persona desaparecida. Es la primera la que interesa. La segunda, es decir, la persona desaparecida, es la que constituye el objeto del proceso de muerte presunta (Arts. 79 C. y ss.). Se basa en la circunstancia de no saberse absolutamente nada de la existencia de alguien en el plazo que señalan las leyes. Que no se conozca –en lo absolutosi esa persona está viva o muerta. De la persona ausente, en cambio, no necesariamente debe presumirse que ha muerto. Es posible que se sepa de ella. Pero como ha dejado abandonado el pago de sus deudas, ha abandonado sus bienes o ha abandonado a los suyos, dejando de estar en comunicación normal y ordinaria con ellos, la ley requiere que dicha persona esté representada por alguien con quien cualquier interesado pueda ejercer sus derechos o cumplir sus obligaciones en la persona de ese personero que suple el ocultamiento de la persona ausente. Alguien que lo represente conforme a derecho. El estudio de la persona ausente exige el análisis especial de los Arts. 473 al 479 C., así como los Arts. 486 al 490 C. incs. 1° y último. Igualmente requiere el estudio especial del Art. 186 Pr., que es la norma que también se aplica para declarar ausente a una persona natural que está oculta, en el proceso o trámite conocido como “diligencias de ausencia”. El ausente está representado legalmente por una suerte especial de curador de bienes (Art. 486 C.). En general, toda persona que tenga negocios jurídicos que tratar con el ausente, sean éstos jurisdiccionales o no, deberá entenderse con dicho curador de bienes, el cual, siguiéndose el trámite 290 correspondiente, es nombrado por el Juez de lo Civil y Mercantil competente (Arts. 473 C. y ss.). De lo dicho se exceptúan los casos que por ser personalísimos sólo podrían tratarse con la persona que lastimosamente se encuentra ausente, como la situación planteada por el Art. 152 F. inc. 3°. El Art. 473 C. dice que –en general- habrá lugar al nombramiento del curador de bienes referido, cuando se reúnan dos circunstancias: La primera –que es a la que se refiere el ord. 1° de la norma señaladacomprende las siguientes tres hipótesis: A) Que no se sepa del paradero de la persona.- Esta es la hipótesis en la que los conceptos de ausente y desaparecido podrían coincidir, ya que se desconoce en lo absoluto el paradero de la persona oculta (Art. 473 C. ord. 1° primera parte). B) Que sí se sabe del paradero de la persona pero ésta ha dejado de estar en comunicación con los suyos.- Como puede verse, esta hipótesis es diferente de la anterior. A lo mejor los familiares y demás terceros sí conocen el paradero de esta persona en el país o fuera de él. Lo que sucede es que la persona oculta en este caso, deliberadamente deja de estar en comunicación con los suyos. Los negocios jurídicos que deberían interesarle no le interesan. No atiende los negocios que le conciernen; muestra indiferencia, desidia, indolencia en las actuaciones jurídicas que son de su incumbencia (Art. 473 C. ord. 1° parte medular). C) Se comprende entre los ausentes al deudor que se oculta.- Esta hipótesis se la dedica la ley específicamente a la persona del “deudor”. Pero del deudor esquivo o alzado, es decir, al deudor que deliberadamente se oculta de sus acreedores para no pagarles. En tal caso, serán los acreedores los interesados en promover el nombramiento del curador de bienes de los derechos del ausente (Arts. 474 C. inc. 2° y 489 C.). En el proceso eventual que sobrevendrá, dicho curador de bienes será para ellos su legítimo contradictor. Recuérdese que es un representante legal del ausente. Esta hipótesis no se halla en el ord. 1° del Art. 473 C. sino en el inciso final del Art. 474 C.. 291 A estas tres hipótesis de la primera circunstancia debe agregársele algo importante: la ausencia de esta persona debe estar ocasionando perjuicios graves al mismo ausente o a terceros (Art. 473 C. ord. 1° in fine). Lo cual es lógico. Si la persona que se ausenta no es propietaria de bienes importantes, ni es acreedora o deudora de nadie, la verdad es que su ausencia no perjudicará a nadie. Nadie se mostraría interesado en que a dicho ausente se le nombre un curador de bienes que lo represente para poder entenderse con él. No tendría sentido ni practicidad jurídica alguna.360 La segunda circunstancia es a la que se refiere el ord. 2° del Art. 473 C.. Tiene una lógica perfecta. Para que la persona que se ha llamado ausente sea en verdad ausente, no debe tener mandatario general que la represente. Un “ausente” con apoderado que lo represente, o bien, un “ausente” -menor o incapaz- que tiene personeros legales que igualmente lo representen, simple y sencillamente no es ausente. El ord. 2° del Art. 473 C. también aclara que sí será ausente la persona que ha constituido mandatario pero no general sino especial, es decir, para ciertos negocios específicamente señalados, ya que, evidentemente, dicho apoderado no tendría facultades de personería en actuaciones jurídicas que estuvieren fuera de sus límites. El tema se relaciona con aquella importante clasificación del contrato de mandato en general y especial, sin que interese si el mandato es extrajudicial o administrativo, o bien, judicial.361 Los incisos 1° y 2° del Art. 474 C. están dedicados a quiénes pueden provocar el nombramiento del curador especial de bienes de los derechos del ausente. Son dos clases de personas: las mismas que están llamadas a provocar el proceso familiar de interdicción de un demente, es decir, los familiares más cercanos del demente y, en segundo lugar, los acreedores. 360 Dicho en otro giro, no es lo mismo un ausente declarado que uno no declarado. El primero es un ausente de derecho (de jure), al tanto que el segundo será un ausente de hecho (de facto). 361 Este ord. 2° del Art. 473 C. que encierra a la segunda circunstancia, lamentablemente al mandatario lo llama procurador. Es verdad que el procurador es un mandatario. Pero es únicamente un mandatario judicial. Es más, es una suerte bastante específica de mandatario judicial ya que para serlo se requiere ser Abogado de la República de El Salvador y no estar inhabilitado para ejercer la Abogacía (Arts. 67 Pr. y ss.). El legislador debió utilizar un término más neutro y genérico como el de mandatario o apoderado. 292 Tanto unos como otros pueden promover el mismo trámite que el Código Procesal Civil y Mercantil señala cuando se pretende emplazar por edictos al demandado. En efecto, el Art. 186 Pr., ordena: “Art. 186.- Si se ignorare el domicilio de la persona que deba ser emplazada o no hubiera podido ser localizada después de realizar las diligencias pertinentes para tal fin, se ordenará en resolución motivada que el emplazamiento se practique por edicto. “El edicto contendrá los mismos datos que la esquela de emplazamiento y se publicará en el tablero del tribunal. “Asimismo se ordenará, su publicación por una sola vez, en el Diario Oficial, y tres en un periódico impreso de circulación diaria y nacional. “Efectuadas las publicaciones, si el demandado no comparece en un plazo de diez días el tribunal procederá a nombrarle un curador ad litem para que lo represente en el proceso. “Si posteriormente se comprobare que era falsa la afirmación de la parte que dijo ignorar la dirección del demandado, o que pudo conocerla con emplear la debida diligencia, el proceso se anulará, condenándose al demandante a pagar una multa de entre dos y diez salarios mínimos urbanos, más altos, vigentes, según las circunstancias del caso”. El Art. 475 C. está dedicado a quiénes pueden ser nombrados curadores especiales de bienes de los derechos del ausente. La ley dice que serán las mismas personas que están llamadas a ser tutoras de los dementes, es decir, las que aparecen designadas en el Art. 291 F., comenzando con el cónyuge. De hecho, lo propio lo señala de manera especial el Art. 477 C.. Lo cierto es que la persona nombrada representará legalmente al ausente no sólo en actos jurídicos extrajudiciales –como la ejecución de un contratosino también en actuaciones jurisdiccionales, como la de ser parte en un proceso ya sea como actor o como reo (Art. 489 C.). El Art. 476 C., ordena que en el discernimiento del cargo de curador de bienes del ausente, deberá intervenir un defensor especial. Este es una suerte 293 de curador especial simple, de los que hablan –en general- los Arts. 493 y 494 C.. El Juez hará este nombramiento en la persona que él designe. La idea es que se trate de alguien que, velando por los intereses de la persona que va a ser declarada ausente, tenga, en la persona del curador especial de bienes que a ella le van a nombrar, a alguien que verdaderamente haga sus veces frente a los terceros que van a entenderse con él como si se estuvieran entendiendo con el propio ausente. El Art. 478 C. hace referencia a que el mandatario especial que el ausente haya nombrado para ciertos negocios específicos, estará subordinado al curador especial de bienes del ausente; con lo que se demuestra que la representación del curador –que es una suerte de representación legal- es mucho más amplia que la de un apoderado especial. El mandatario especial, sin embargo, no podrá apartarse de las instrucciones que le había dado el ausente sino con autorización judicial. El Art. 479 C. espeta que el primer deber del curador especial de bienes nombrado será el de intentar contactar con el ausente. Finalmente, el Art. 490 C. inc. 1° primera parte, dice que la curaduría tratada se extingue si el ausente aparece o regresa y se hace cargo de sus negocios, o bien, si nombrara mandatario general que lo represente. De la misma manera, si los bienes del ausente que son objeto de los actos jurídicos en los que el curador interviene como representante del ausente, pasaran a formar parte del patrimonio de este último, la curaduría de la que se trata se extinguiría igualmente (Art. 490 C. inc. 4°). La resolución judicial que decrete la ausencia de una persona, deberá ser inscrita –a nuestro juicio- en el Registro del Estado Familiar del domicilio de dicha persona. La base de este argumento es que el Art. 24 literal “f” de la Ley Transitoria del Registro del Estado Familiar y de los Regímenes Patrimoniales del Matrimonio, reza: “En el Registro del Estado Familiar se inscribirá: … f) Los demás hechos o actos jurídicos de las personas naturales que determine la ley”. Y en efecto, en la ley, en los Arts. 674 C. ord. 2° y 687 C. ord. 2°, se lee: 294 “Art. 674.- El Registro se compone de tres Secciones: … “2ª) De Sentencias; …”. “Art. 687.- En el Registro de Sentencias se inscribirán: … “2ª) Las ejecutorias que DECLAREN LA AUSENCIA o la presunción de muerte de alguna persona; …”. 98.- El secuestro de bienes.- En materia civil y mercantil, el secuestro de bienes es una suerte de depósito de los mismos. Está regulado de manera directa por los Arts. 2006 C. y ss., y constituye un derecho terciario o auxiliar de los acreedores en un momento dado. El objeto del secuestro de bienes es evitar que éstos –cuando por alguna razón son disputados- sufran deterioro o menoscabo. Precisamente por eso se entregan en “depósito” a una tercera persona, a un depositario, llamado en este caso, secuestre, para que los conserve en buen estado y los entregue finalmente a la persona que resulte victoriosa de la disputa. Se transcriben a continuación las principales disposiciones de la figura en el Código Civil: TÍTULO XXXII DEL DEPÓSITO Y DEL SECUESTRO “Art. 1968.- Llámase en general depósito el contrato en que se confía una cosa corporal a una persona que se encarga de guardarla y de restituirla en especie.362 “La cosa depositada se llama también depósito”. 362 Dos son, pues, las obligaciones principales del depositario: conservar y restituir el bien depositado. Este bien, en principio, debe ser –entonces- mueble y no fungible. Por excepción, como se verá, existe el depósito de bienes raíces en el caso del secuestro (Art. 2008 C.). También por excepción existe el depósito de bienes muebles fungibles, como el caso del dinero (Art. 1978 C.), pero entonces el depósito propiamente dicho deja de ser regular para tornarse en irregular. El depósito, en general, en materia civil, es un acto jurídico o un contrato “gratuito”. Si le fuere remunerado al depositario, la figura degeneraría en un contrato de arrendamiento de servicios (Art. 1976 C.). En materia mercantil, como se sabe, todos los contratos son onerosos (Art. 946 Com.). El depósito mercantil, por consiguiente, es un contrato oneroso y abarca varias modalidades, incluyendo la gama de los depósitos bancarios (Arts. 1098 Com. y ss.). 295 “Art. 1969.- El contrato se perfecciona por la entrega que el depositante hace de la cosa al depositario”.363 “Art. 1971.- El depósito es de dos maneras: depósito propiamente dicho, y secuestro”. CAPÍTULO I DEL DEPÓSITO PROPIAMENTE DICHO “Art. 1972.- El depósito propiamente dicho es un contrato en que una de las partes entrega a la otra una cosa corporal y mueble para que la guarde y la restituya en especie a voluntad del depositante”.364 CAPÍTULO III DEL SECUESTRO “Art. 2006.- El secuestro es el depósito de una cosa que se disputan dos o más individuos, en manos de otro que debe restituirla al que obtenga una decisión a su favor. “El depositario se llama secuestre”.365 “Art. 2007.- Las reglas del secuestro son las mismas que las del depósito propiamente dicho, salvas las disposiciones que se expresan en los siguientes artículos y en el Código de Procedimientos”. “Art. 2008.- Pueden ponerse en secuestro no sólo cosas muebles, sino bienes raíces”.366 363 Esta disposición demuestra que el depósito es un contrato real (Art. 1314 C. inc. 1° in limine). Es un contrato real que se perfecciona con la simple entrega del bien. 364 Esta forma de depósito, que es diferente al secuestro, se llama regular cuando versa sobre bienes muebles no fungibles. Y se llama irregular cuando, por el contrario, versa sobre bienes muebles fungibles. De manera paralela existe el llamado “depósito necesario”, como contrapartida del ordinario que sería un “depósito voluntario”. El depósito necesario no es un contrato. Es un acto jurídico unipersonal en el que interviene la sola voluntad del depositario, el cual se hace cargo de resguardar y restituir los bienes muebles de una persona cuando aquellos están en peligro inminente de destruirse o perderse. Así, por ejemplo, es depósito necesario el que presta un amigo o vecino cuando los bienes de una persona se rescatan de un incendio. La figura está regulada en los Arts. 1993 C. y ss.. 365 Así, por ejemplo, dos personas se disputan la propiedad de una cosa: el que se considera verdadero dueño de ella y el actual poseedor de la misma. La primera ha entablado acción reivindicatoria o de dominio contra la segunda (Arts. 891 C. y ss.). 296 “Art. 2009.- El secuestro es convencional o judicial. “El convencional se constituye por el solo consentimiento de las personas que se disputan el objeto litigioso. “El judicial se constituye por decreto de Juez, y no ha menester otra prueba”.367 “Art. 2012.- El secuestre de un inmueble tiene relativamente a su administración, las facultades y deberes de mandatario, y deberá dar cuenta de sus actos al futuro adjudicatario”. “Art. 2013.- Mientras no recaiga sentencia de adjudicación pasada en autoridad de cosa juzgada, no podrá el secuestre exonerarse de su cargo, sino por una necesidad imperiosa, de que dará aviso a los depositantes, si el secuestro fuere convencional, o al Juez en el caso contrario, para que disponga su relevo. “Podrá también cesar, antes de dicha sentencia, por voluntad unánime de las partes, si el secuestro fuere convencional, o por decreto de Juez, en el caso contrario”. “Art. 2014.- Pronunciada y ejecutoriada dicha sentencia, debe el secuestre restituir el depósito al adjudicatario. “Si el secuestro es judicial, se observará en esta parte lo dispuesto en el Código de Procedimientos”. El Código Procesal Civil y Mercantil considera además al secuestro de bienes como una medida cautelar. Al respecto, el Art. 442 se expresa en los siguientes términos: LIBRO SEGUNDO LOS PROCESOS DECLARATIVOS 366 Como puede verse, a diferencia del depósito propiamente dicho, el secuestro también puede versar sobre inmuebles. 367 Esta norma clasifica al secuestro en convencional y judicial. Sólo el primero sería un contrato, pero extrañamente deja de ser real para convertirse en consensual, pues la ley dice que se perfecciona por el solo consentimiento de las partes que se disputan el objeto litigioso (Art. 1314 C. inc. 1°). Empero, tanto el secuestro convencional como el judicial conceden al acreedor un derecho auxiliar de los que se estudia. 297 TÍTULO CUARTO LAS MEDIDAS CAUTELARES CAPÍTULO PRIMERO PROCEDENCIA Y CLASES Procedencia del secuestro “Art. 442.- Procederá el secuestro de los bienes muebles objeto del proceso cuando se pretenda su entrega y se hallen en poder del demandado, siempre que se presenten instrumentos que hagan verosímil el derecho cuya efectividad se quiere garantizar. “Procederá, asimismo, con igual condición, toda vez que sea indispensable para la guarda o conservación de cosas en función de asegurar el resultado de la sentencia. “El juez designará depositario a la institución oficial o persona que mejor convenga, fijará su remuneración y ordenará el inventario, si fuere necesario”.368 99.- La guarda y aposición de sellos.- Este derecho auxiliar de los acreedores es también –en el fondo- una especie de “secuestro de bienes”, con la diferencia que se refiere a bienes o efectos hereditarios. Dos personas, por ejemplo, pueden considerarse con derecho a una misma herencia. Y una de ellas, o ambas, pueden tener razones para creer que bienes muebles valiosos puedan ser apoderados ilegítimamente por la otra parte. De ahí la conveniencia del trámite del derecho hereditario que se llama guarda y aposición de sellos, tipificado en el Art. 1146 C., que dice: TÍTULO VII DE LA APERTURA DE LA SUCESIÓN, Y DE SU ACEPTACIÓN, REPUDIACIÓN E INVENTARIO 368 En materia civil, como se ha dicho, el depósito es un acto o contrato gratuito. El secuestro, en cambio, es oneroso por ser remunerado. Y más cuando el Juez ordenó la contratación de un almacén general de depósito, es decir, un contrato que es decididamente mercantil. 298 CAPÍTULO I REGLAS GENERALES “Art. 1146.- Desde el momento de abrirse una sucesión, todo el que tenga interés en ella, o se presuma que pueda tenerlo, podrá pedir que los muebles y papeles de la sucesión se guarden bajo llave y sello, hasta que se proceda al inventario solemne de los bienes y efectos hereditarios. “No se guardarán bajo llave y sello los muebles domésticos de uso cotidiano, pero se formará lista de ellos. “La guarda y aposición de sellos deberá hacerse por el Juez con las formalidades legales. “El Juez practicará de oficio inmediatamente las diligencias que quedan prevenidas, si los herederos estuvieren ausentes, o fueren menores, dementes o desconocidos”. Para lo regulado en esta disposición se aplica de igual manera el Art. 442 Pr., ya transcrito. 100.- El derecho de retención legal o voluntario.- Un último caso importante de derecho auxiliar de los acreedores es el llamado derecho de retención. Esta interesante figura del derecho privado patrimonial consiste en la potestad que tiene una persona para impedir que un bien mueble o inmueble ajeno salga de su poder, o se mueva, elimine o desaparezca. Es una suerte de “seguridad” que el acreedor tiene de que su deudor va a pagarle lo que le debe, en el sentido que retendrá un bien mientras no se le pague. Es de dos clases: legal y voluntario. El primero se presenta por el ministerio mismo de la ley en los casos que ella designe. El segundo es producto de un acto jurídico convencional que depende, por consiguiente, de la autonomía de la voluntad privada de las partes. En materia civil, la base legal matriz del derecho de retención, tanto legal como voluntario, ha sido siempre el Art. 2142 C., que prescribe: 299 “Art. 2142.- No se podrá tomar al deudor cosa alguna contra su voluntad para que sirva de prenda, sino por el ministerio de la justicia. “No se podrá retener una cosa del deudor en seguridad de la deuda, sin su consentimiento; excepto en los casos que las leyes expresamente designan”. Se muestran a continuación algunos ejemplos de derecho de retención legal: 1°) Si el poseedor de una cosa es vencido en el correspondiente proceso de reivindicación, es condenado, como se sabe, a la restitución del bien al verus dominus (Art. 891 C.). Sin embargo, si el poseedor le había hecho mejoras al bien, la ley le concede derecho a “retenerlo” mientras el dueño no le pague el valor económico de esas expensas.369 De ahí que el Art. 916 C., establezca: “Cuando el poseedor vencido tuviere un saldo que reclamar en razón de expensas y mejoras, podrá retener la cosa hasta que se verifique el pago, o se le asegure a su satisfacción”. 2°) En el arrendamiento de cosas, el Art. 1725 C. inc. 1°, dice: “En todos los casos en que se debe indemnización al arrendatario, no podrá éste ser expelido o privado de la cosa arrendada, sin que previamente se le pague o se le asegure el importe por el arrendador. …”. 3°) Igualmente en el arriendo de cosas, el Art. 1730 C., dice: “El arrendatario es obligado al pago del precio o renta”. “Podrá el arrendador, para seguridad de este pago, y de las indemnizaciones a que tenga derecho, retener todos los frutos existentes de la cosa arrendada, y todos los objetos con que el arrendatario la haya amoblado, guarnecido o provisto, y que le pertenecieren; y se entenderá que le pertenecen, a menos de prueba contraria”. 4°) Si en la venta ya perfeccionada de un bien, menguare considerablemente la fortuna del comprador, de modo que el vendedor se halla en peligro inminente de perder el precio, la ley le concede la facultad a este 369 De las expensas o mejoras se trató en el Curso del Derecho de los Bienes. Son una suerte de bienes accesorios que tienen por objeto conservar o aumentar el valor venal de una cosa (Arts. 910 al 916 C.). 300 último de “retener” la cosa vendida hasta que ese precio sea pagado o se le asegure el pago (Art. 1629 C. inc. 4°). Por lo que toca al derecho de retención voluntario, el pacto que lo produce consiste en que el acreedor, con el consentimiento del deudor, detentará y conservará en su poder una cosa de la pertenencia de este último mientras el adeudo no le sea saldado. En materia civil, la figura no debe confundirse con el contrato y, a la vez, derecho real de garantía de prenda (Arts. 2134 C. y ss.), pues en éste, cuando el deudor cae en mora de cumplir la obligación principal, el acreedor prendario demandará –en el proceso ejecutivo correspondiente- el embargo y realización del bien mueble dado en prenda (pignus), para que con el producido se le pague (Art. 2147 C. inc. 1°). Como la prenda es un derecho real, el acreedor prendario cuenta con la correspondiente acción real para perseguir la cosa empeñada en manos de quien se encuentre (Art. 2143 C. inc. 1°).370 Cosa que no podía decirse del derecho de retención mobiliario hasta antes de la entrada en vigencia de la Ley de Garantías Mobiliarias. La prenda, además, versa sobre bienes muebles. El derecho de retención, en cambio, puede ser mobiliario o inmobiliario. Tampoco el derecho de retención debe confundirse con la antigua figura del derecho romano llamada pacto de fiducia; ya que en ella, el deudor de la obligación principal transfería el dominio de una cosa a favor del acreedor, bajo la condición resolutoria que si le pagaba lo debido, este último se obligaba a hacerle una tradición del dominio sobre la cosa en vía de regreso (in rem verso). Coligiéndose –entonces- que si el deudor no pagaba, el acreedor, de todos modos, ya era dueño del bien con valor económico equivalente a lo debido. En el derecho de retención, en cambio, el deudor en 370 En los derechos reales, las acciones reales que los tutelan son expresión del jus persequendii, es decir, de la principal característica de todo derecho real. Se trata de la facultad que tiene su titular de ejercer su derecho in re aliena, sobre la cosa, con independencia del tenedor de la misma (Art. 567 C. inc. 2°). En la situación de la prenda, la relevancia de la acción prendaria se vuelve más notoria en el caso de una modalidad de la prenda mercantil llamada prenda sin desplazamiento (Art. 1530 Com.), pues la cosa empeñada permanece en poder del deudor, y éste, por lo tanto, la podría enajenar más fácilmente a un tercero. La prenda sin desplazamiento se inscribe en el Registro de Comercio. 301 ningún momento hace tradición del dominio del bien al acreedor. Éste simplemente tiene derecho a detentarlo hasta que la obligación principal le sea pagada en su totalidad. 101.- Naturaleza jurídica del derecho de retención.- Un último punto de interés sobre la figura del derecho de retención, que es, como se advirtió, una suerte de derecho auxiliar del acreedor, es con relación a su naturaleza jurídica. ¿Es o no un derecho real, específicamente, un derecho real de garantía como la prenda o la hipoteca?... El punto de partida sobre este problema es el concepto de “seguridad”. En el derecho privado patrimonial –civil y mercantil- por seguridad se entiende toda figura jurídica que le proporciona tranquilidad o mesianismo al acreedor de que su deudor le va a pagar lo que le debe. Es característica esencial de la seguridad –entonces- la accesoriedad. Las cosas deben concebirse en el sentido que existe previamente una obligación principal cuyo cumplimiento debe “asegurarse” para tranquilidad del acreedor. En sentido estricto o técnico, las seguridades son de dos clases: las garantías y las cauciones. Garantía es la seguridad que procede del ministerio mismo de la ley, en los casos que ella designa. La caución, en cambio, es producto de la autonomía de la voluntad privada de las partes. Es un acto jurídico. Muchas veces un contrato. Específicamente un contrato accesorio o, mejor dicho, un contrato que genera obligaciones accesorias. Dicho en otro giro, la garantía es una seguridad legal, al tanto que la caución es una seguridad voluntaria. Así, por ejemplo, el derecho general de prenda es estrictamente una garantía. Y la prenda o la hipoteca –en cambioson elocuentes ejemplos de cauciones. La base legal matriz del instituto jurídico de la caución, la brinda el Art. 44 C., al decir: 302 “Art. 44.- Caución significa generalmente cualquiera obligación que se contrae para la seguridad de otra obligación propia o ajena. Son especies de caución la fianza, la hipoteca y la prenda”. Como puede verse, la palabra clave en el concepto legal que acaba de exponerse es “seguridad”. Se constata, igualmente, el carácter “accesorio” de la figura porque la ley claramente dice que la caución es una obligación que se contrae para asegurar el cumplimiento de otra. Esta última sería la principal a la que la caución asegura. Por otro lado, en el concepto expuesto también se evidencia que la caución es una seguridad voluntaria, una seguridad pactada por las partes. Lo propio se comprueba con la palabra “contrae” que el legislador utiliza. La ley, en efecto, dice: “Caución significa generalmente cualquiera obligación que se CONTRAE para la seguridad de otra obligación …”. La obligación principal que la caución asegura puede ser –como dice la ley en el Art. 44 C.- propia o ajena. Es ejemplo de lo primero cuando una persona hipoteca un inmueble de su propiedad para garantizar el pago de una obligación que ella misma ha contraído. Es ejemplo, en cambio, de caución de una obligación ajena, la fianza, o bien, el caso nuevamente del que hipoteca un inmueble suyo pero para garantizar el pago de una obligación de la que él no ha sido parte. La ley termina diciendo que son especies de caución la fianza, la hipoteca y la prenda. La norma no es taxativa sino simplemente ejemplificativa. Lo que sucede es que las especies que menciona son las figuras más conocidas del tema. También son o pueden jugar el papel de cauciones: el contrato de cláusula penal, el contrato de arras, el contrato de anticresis, la solidaridad pasiva, etc.. Entre los ejemplos se contaría, por cierto, al derecho de retención del que ahora se trata, siempre que sea voluntario, desde luego. Amén de lo anterior, cuando la palabra “garantía” se utiliza en sentido amplio, la expresión abarca a todo tipo de seguridades, ya sean éstas legales o voluntarias. De ahí que en la práctica se oiga decir con frecuencia “garantía 303 prendaria” o “garantía hipotecaria”, cuando en verdad la prenda y la hipoteca son –estrictamente- cauciones. Tomándose, entonces, la palabra “garantía” en sentido amplio, se impone decir que las garantías son de dos grandes clases: reales y personales. Garantía real es aquella que el deudor asegura con bienes limitadamente determinados de su patrimonio. Garantía personal, por su parte, es aquella que el deudor asegura con los bienes de su patrimonio en general. Así, por ejemplo, la prenda o la hipoteca son ejemplos de garantías reales, pues la obligación principal al acreedor el deudor se la asegura únicamente con la cosa mueble pignorada o con el inmueble hipotecado, respectivamente. El derecho general de prenda, en cambio, es una garantía personal, porque el deudor compromete todo su patrimonio para el pago de lo que debe. Igual sucede con la fianza, pues el fiador compromete todo su haber para el pago de la obligación principal en caso que el deudor directo no la pague. En la legislación salvadoreña actual, toda la materia de garantías reales que verse sobre bienes muebles está regulada en una ley especial: la Ley de Garantías Mobiliarias, abreviadamente “LGN”, que entró en vigencia en abril de 2014. Figuras diversas como la prenda, el derecho de retención, una suerte atípica de anticresis mobiliaria, etc., que versen sobre bienes muebles, son ahora consideradas todas “derechos reales de garantía”. A todas las engloba el “contrato de garantía mobiliaria”, llamado simplemente por la ley “contrato de garantía” (Art. 4 LGM). En cuanto a la tradicional figura de la anticresis inmobiliaria (Arts. 2181 y 2184 C.), así como el derecho de retención inmobiliario, siguen sujetos al Código Civil dentro de una especie de ambigüedad, pues son “garantías reales” pero sin ostentar el carácter de “derechos reales de garantía”. Su situación es bastante difusa o confusa. Vale la pena aclarar, eso sí, que en materia mercantil, el derecho de retención –tanto legal como voluntario- sí tiene la categoría de garantía real que es derecho real de garantía, por la sencilla razón que el legislador lo 304 equiparó a la prenda. Y la prenda, como ya se sabe, es y ha sido siempre un derecho real de garantía.371 Se transcriben a continuación los Arts. 957 y 959 Com., que dicen: “Art. 957.- El acreedor podrá retener los bienes de su deudor que, por razón de créditos vencidos que deriven de actos mercantiles, se hallaren lícitamente en su poder o los tuviere a su disposición por medio de títulosvalores representativos. El derecho de retención no cesará porque el deudor transmita372 la propiedad de los bienes retenidos”. “Art. 959.- El que retiene tendrá los derechos y obligaciones que le corresponderían si tuviere en prenda la cosa retenida. “El derecho de retención cesará si el deudor consigna o deposita el importe del adeudo, si lo garantiza suficientemente a satisfacción del acreedor o si éste no ejerciere las acciones que le corresponden, dentro de los quince días que sigan a la fecha en que se hubiere negado a devolver la cosa”. 102.- La ejecución de obligaciones dinerarias.- Cuando la obligación del deudor es dineraria,373 y éste cae en mora, el acreedor puede ejercer sin obstáculo legal alguno su derecho primario. Podrá endilgar, pues, la acción de cumplimiento en el proceso ejecutivo correspondiente. De la afirmación anterior se colige que, ante la mora del deudor en obligaciones dinerarias, no se ve la necesidad –en principio- que el acreedor haga uso de su derecho secundario. Tiene completamente libre la vía para que ejerza el derecho primario, en los términos aprendidos. La estructura del proceso ejecutivo cuando se demanda la ejecución de obligaciones dinerarias, se compone, en lo esencial, de los pasos siguientes: 371 Aunque sí cabe advertir que los bienes de los que se ocupa el derecho mercantil son, en su gran mayoría, bienes muebles. 372 La “transmisión”, como ya se aprendió, es una traslación o traspaso de bienes por causa de muerte. Sin embargo, el Código de Comercio patrio utiliza esta expresión en sentido amplio, es decir, abarcando también a las “transferencias”, o sea a los traspasos de bienes que se hacen por actos entre vivos. 373 Como la del comprador en una venta, la del arrendatario en un arrendamiento de cosas o servicios, la del mutuario en un mutuo de dinero, la del agresor en una responsabilidad civil aquiliana, etc.. 305 103.- La demanda.- La acción de cumplimiento, expresión del derecho primario del acreedor, se concreta en el acto jurídico procesal de la demanda en esta clase de proceso. El acreedor pasa a denominarse actor o demandante, o mejor dicho, ejecutante. El ejecutante acompañará a la demanda con el título ejecutivo correspondiente que justifica su causa de pedir.374 A este particular se transcriben los Arts. 459 Pr., 460 Pr. inc. 1° y 570 Pr. inc. 1°, que dicen: Demanda “Art. 459.- En la demanda del proceso ejecutivo se solicitará el decreto de embargo por la cantidad debida y no pagada, debiéndose acompañar en todo caso el título en que se funde la demanda y los documentos que permitan determinar con precisión la cantidad que se reclama. “Se podrán señalar bienes del deudor en cantidad suficiente para hacer frente al principal e intereses de lo que se deba y a las costas de la ejecución”. Admisión de la demanda “Art. 460 [inciso 1°].- Reconocida la legitimidad del demandante y la fuerza ejecutiva del título, el juez dará trámite a la demanda, sin citación de la parte contraria,375 decretará el embargo e inmediatamente expedirá el mandamiento que corresponda, en el que determinará la persona o personas contra las que se procede, y establecerá la cantidad que debe embargarse para el pago de la deuda, intereses y gastos demandados. …”.376 374 Recuérdese lo que ya se explicó de la prueba documental pre-constituida. Al decir la ley “sin citación de la parte contraria” se revela una característica importante del proceso ejecutivo que no la tiene el proceso común, según se recordará cuando se estudió la estructura básica del proceso ordinario. La razón se debe a que al estar previamente justificado el derecho material del acreedor en el título ejecutivo, se decreta de inmediato el embargo de los bienes del deudor. Si a éste se le citara, se le pondría en sobre aviso y, en consecuencia, podría enajenar sus bienes a terceros, entorpeciendo con ello el derecho general de prenda de los acreedores. Sobre todo de los acreedores quirografarios. 376 La cantidad de dinero por la que se traba el embargo deberá cubrir no sólo lo principal del adeudo sino los accesorios del crédito, como los intereses que puedan deberse, el pago de la indemnización moratoria, las costas procesales, etc.. De ahí que la ley haya calculado que la cantidad de dinero debida se aumente hasta en una tercera parte, pues debe preverse la cobertura de lo accesorio. Al respecto, el Art. 570 Pr. inc. 2°, espeta: “En el caso de ejecución en dinero, se deberá indicar la cantidad que se pretende, la cual podrá ser incrementada hasta en una tercera parte para cubrir el pago de los intereses que se devenguen y las costas 375 306 Solicitud de ejecución “Art. 570 [inciso 1°].- La ejecución forzosa sólo podrá iniciarse a instancia de parte ejecutante, que la solicitará por medio de un escrito 377 en el que deberá constar la identificación suficiente de la persona contra la que se pretenda dicha ejecución, el título en que se funde, lo que se busca obtener y las actuaciones ejecutivas que se solicitan. …”. 104.- El embargo de bienes del ejecutado. La notificación del decreto correspondiente y la equivalencia de éste con el emplazamiento del demandado.- El embargo de bienes del reo o demandado, llamado ejecutado en el proceso del que se trata, es, en efecto, el segundo paso esencial que se presenta en la ejecución de obligaciones dinerarias. El embargo es la retención, traba o secuestro de bienes por mandamiento de juez o autoridad competente. Embargar significa, pues, retener –en virtud de mandamiento judicial- un bien que queda sujeto a las resultas de un proceso o juicio. Sobre el particular, el Art. 615 Pr. inc. 1°, dice: “Despachada la ejecución,378 se procederá al embargo de bienes por medio de la oportuna declaración judicial que lo acuerde, salvo que el ejecutado consigne la cantidad debida, en cuyo caso se suspenderá el embargo”.379 Los bienes, como se sabe, tienen un valor en dinero. El embargo de los mismos, por consiguiente, debe hacerse calculando el valor que debe cubrirse para satisfacer la pretensión del actor, tanto en lo principal como en los accesorios del crédito. Puede suceder que el deudor haya incumplido totalmente la obligación, o bien, sólo la haya cumplido parcialmente, por lo que el embargo de sus bienes debe estar acorde con la cantidad que debe. que se ocasionen durante la ejecución, sin perjuicio de la liquidación posterior”. En el mismo sentido se pronuncia el Art. 608 Pr.. 377 Este “escrito” es la demanda en el proceso ejecutivo de la que acaba de hablarse en los primeros dos Artículos transcritos. 378 Es decir, admitida la demanda en el proceso ejecutivo (Art. 574 Pr.). 379 Si el deudor –teniendo ahora la calidad de ejecutado- pagara lo debido, el proceso ejecutivo se daría por terminado (Art. 463 Pr.). 307 Al respecto, el inciso 2° del Art. 619 Pr., dice que “los bienes cuyo previsible valor sea mayor que la cantidad por la que se hubiera despachado ejecución no podrán ser embargados, salvo que fueran los únicos existentes en el patrimonio del ejecutado y que su afectación resultare necesaria para los fines de la ejecución”. Puede también ocurrir que el embargo original de bienes no sea suficiente para cubrir otras deudas que están por volverse exigibles, para lo cual haya necesidad de “ampliar la ejecución” (Art. 605 Pr.). Todos estos incidentes se pueden minimizar cuando la obligación dineraria está asegurada con garantías reales, pues ya se sabe que en tal caso, los bienes limitadamente determinados que el deudor ha comprometido para asegurar el pago de sus obligaciones han sido evaluados económicamente por anticipado; prácticamente desde que la obligación se contrajo. La resolución judicial que declara un embargo es propiamente un “decreto” (Art. 212 Pr. inc. 1° in fine). En la ejecución de obligaciones dinerarias, al demandado no se le “cita” o “emplaza” para que comparezca a contestar la demanda como sucede en el proceso común, pero sí debe notificársele que sus bienes le han sido embargados. Esta notificación del decreto de embargo hará las veces de emplazamiento al ejecutado para comparezca al tribunal a contestar la demanda dentro de un plazo de diez días. Así lo manda expresamente el Art. 462 Pr.. Era importante que el legislador concibiera las cosas de esa manera por dos razones: a priori, la pretensión del actor está justificada con una prueba documental pre-constituida: el título ejecutivo. Y, en segundo lugar, si al ejecutado se le avisara que sus bienes le serán embargados, el deudor los haría desaparecer o los enajenaría a terceros de su confianza, para así frustrarle a sus acreedores el derecho general de prenda sobre los mismos. El peligro recaería más que todo sobre acreedores quirografarios. Específicamente sobre acreedores que no sean ni prendarios ni hipotecarios. Contra el auto que admita la demanda y decrete el embargo no puede interponerse recurso alguno. Más adelante, en la etapa probatoria del proceso ejecutivo, el ejecutado tendrá oportunidad de demostrar que el derecho del actor no es legítimo (Art. 461 Pr.). 308 La concretización del embargo de bienes el Juez de la causa se la encomienda a un “ejecutor de embargos”. Al respecto, el Art. 617 Pr., prescribe: Ejecutor de embargos “Art. 617.- El embargo se hará por medio de un ejecutor de embargos, como delegado del juez y con la autoridad conferida por éste. Si hubiera que embargar bienes ubicados en lugar distinto al de la circunscripción territorial del tribunal, el ejecutor podrá realizar el embargo sin necesidad de pedir autorización al juez competente de la localidad en que están los bienes”.380 Los bienes embargados por decreto judicial se vuelven temporalmente incomerciables. Cualquiera enajenación que de ellos se haga, ya sea en sentido estricto o en sentido amplio, es nula de nulidad absoluta por razón de objeto ilícito, a menos que preceda autorización judicial. En el caso de bienes registrables, el acto o contrato sólo se reputará nulo si el embargo estaba inscrito en el Registro correspondiente, mediante la figura del derecho registral llamada anotación preventiva. A todo este respecto, y en las partes pertinentes, se transcriben los Arts. 1335 C. ord. 3°, 1337 C., 681 C., 719 C. ord. 2° y 1552 C. inc. 1°, que dicen: “Art. 1335 [ord. 3°].- Hay un objeto ilícito en la enajenación: … “3°) [ ] … de las cosas embargadas por decreto judicial, o cuya propiedad se litiga, a menos que preceda autorización judicial o el consentimiento de las partes; pero aun sin estas condiciones, no podrá alegarse lo ilícito del objeto contra terceros de buena fe, tratándose de bienes raíces,381 si la litis o el embargo no se hubieren anotado con anterioridad a la enajenación. …”. “Art. 1337.- Hay asimismo objeto ilícito [ ]; y generalmente en todo contrato prohibido por las leyes”.382 380 Sobre los ejecutores de embargos léanse también los Arts. 105 al 108 de la Ley Orgánica Judicial. La ley dice “bienes raíces”, pero actualmente, lo propio debe extenderse a todos los bienes registrables en general. 382 La palabra “contrato” está tomada en sentido amplio, como sinónima de acto jurídico. 381 309 “Art. 681.- La inscripción es el asiento que se hace en los libros del Registro de los títulos sujetos a este requisito, con el objeto de que consten públicamente los actos y contratos consignados en dichos títulos, para los efectos que este título determina. Es de dos clases: inscripción definitiva, que es la que produce efectos permanentes, e INSCRIPCIÓN PROVISIONAL, llamada también ANOTACIÓN PREVENTIVA”. “Art. 719 [ord. 2°].- Podrán pedir anotación preventiva de sus respectivos derechos, en el Registro público correspondiente: … “2°) El que en juicio ejecutivo, de quiebra o de concurso, obtuviere el embargo de bienes raíces inscritos a favor del deudor; …”.383 “Art. 1552 [inc. 1°].- La nulidad producida por un objeto o causa ilícita, y la nulidad producida por la omisión de algún requisito o formalidad que las leyes prescriben para el valor de ciertos actos o contratos, en consideración a la naturaleza de ellos, y no a la calidad o estado de las personas que los ejecutan o acuerdan, son NULIDADES ABSOLUTAS. …”. En el mismo sentido, las siguientes disposiciones del Código Procesal Civil y Mercantil, manifiestan: Efectos de la notificación al ejecutado “Art. 578 [inc. 1°].- El inicio de la ejecución, notificado al deudor, supone la orden judicial que le impide disponer de sus bienes y derechos, limitarlos o gravarlos sin autorización judicial; y esto deberá asegurarse mediante la anotación en los registros públicos correspondientes, si a ello hubiere lugar. …”. Efecto del embargo “Art. 616.- Decretado el embargo, los bienes a que se refiera quedarán afectos a la ejecución. 383 Con relación a estas dos últimas disposiciones transcritas, lo que se dice de los bienes raíces se debe extender a todos los otros bienes registrables, en los respectivos y competentes registros oficiales y públicos (Art. 578 Pr. inc. 1° in fine). 310 “No surtirá efecto alguno en perjuicio del ejecutante, ni de los responsables solidarios o subsidiarios del ejecutado, la disposición a título gratuito o la renuncia que de los bienes o derechos embargados haga el ejecutado durante la permanencia del embargo”. Con relación al embargo deben distinguirse las figuras jurídicas del desembargo y del reembargo de bienes. La primera se presenta cuando la sentencia definitiva del proceso ejecutivo fuere favorable al ejecutado, pues éste queda sobreseído (Arts. 463 Pr., 466 Pr. y 468 Pr. inc. 3°). La figura del reembargo, por su parte, se presenta cuando los bienes del ejecutado ya estaban gravados por embargos anteriores con ocasión de existir acreedores ejecutantes previos (Art. 635 Pr.). Se impone decir finalmente que por razones de orden público, los bienes señalados por el Art. 621 Pr. son inembargables. En cuanto a los salarios, sueldos, pensiones y emolumentos similares por debajo de dos salarios mínimos, urbanos, más altos, vigentes, son igualmente inembargables (Art. 622 Pr. inc. 1°). 105.- Aspectos generales del proceso de ejecución de obligaciones dinerarias.- En general, la ejecución de obligaciones dinerarias pasa por cuatro trámites fundamentales dentro del correspondiente proceso ejecutivo. En orden lógico, estos cuatro trámites son: 1) El embargo de bienes del deudor moroso, que tiene ahora la calidad procesal de ejecutado. 2) El inventario de los bienes embargados. 3) El avalúo de estos bienes embargados e inventariados. Y 4) La realización o liquidación de estos bienes embargados, inventariados y avaluados. Aunque debe advertirse, con relación a este último trámite, que la realización de los bienes del ejecutado sólo procederá cuando la sentencia definitiva del proceso ejecutivo sea “estimativa”, es decir, favorable a las pretensiones del ejecutante (Art. 468 Pr. incs. 1° y 2°). 311 Se pasa a estudiar en seguida, pues, cada una de estas etapas del proceso ejecutivo cuando la ejecución se refiere a obligaciones dinerarias, para luego seguir con el paso siguiente en esta clase de procesos: la litis contestatio, la contestación de la demanda. Con relación al primer trámite, es decir, el embargo, la forma de llevarlo a cabo depende de la clase de bienes sobre que recae. Se presenta a continuación el siguiente resumen: 1°) Bienes muebles corporales no registrables de carácter general.- El ejecutor lo lleva a cabo materialmente en el lugar donde se encuentren, exhibiendo el mandamiento judicial correspondiente que demuestra que actúa conforme a derecho. Puede hacerse acompañar de la autoridad pública si es necesario, así como del flete que se requiera. Los artículos secuestrados quedarán en manos de un depositario nombrado al efecto, mientras se decide el resultado del proceso (Arts. 629, 630 y 631 Pr.).384 Cuando se trate de objetos de especial valor o que necesiten cuidados especiales, el depósito se realizará en la entidad pública o privada acreditada que resulte más conveniente (Art. 630 Pr. inc. 2°), como es el caso de joyas, antigüedades de todo tipo, animales, etc.. 2°) Bienes muebles corporales registrables e inmuebles.- El ejecutor lo lleva a cabo presentando el oficio judicial al Registro correspondiente. Si todo está conforme a derecho el registrador inscribirá el decreto de embargo por el que se afectan los bienes correspondientes, a través de la anotación preventiva respectiva (Arts. 632 y 618 Pr.). Con relación a bienes corporales muebles en general, así como a bienes raíces, es importante decir que si éstos estaban empeñados o hipotecados a favor del acreedor ejecutante, el embargo de bienes del ejecutado deberá principiar por estos bienes que se hallan gravados con prenda o hipoteca, de conformidad con el Art. 624 Pr., que reza: Este depositario puede ser profesional, como es el caso –en materia mercantil- de los almacenes generales de depósito. Las costas respectivas son, como ya se ha señalado, parte de lo accesorio del crédito. Los almacenes generales de depósito arriendan espacio de bodega para el resguardo de efectos o mercancías. Algunas de estas bodegas están provistas de condiciones especiales, verbigracia, sistemas de enfriamiento por si los productos deben permanecer refrigerados. 384 312 Orden de bienes para el embargo “Art. 624.- Cuando hubiera bienes hipotecados o empeñados, se procederá contra ellos antes que contra los que no lo estuvieran; pero si el deudor presentara otros bienes y el acreedor se conforma se trabará en éstos el embargo. “También se embargarán desde luego otros bienes, siempre que, a juicio del ejecutor de embargos, no alcanzaren los bienes hipotecados”.385 En el caso muy concreto de créditos asegurados con garantías mobiliarias, como la prenda o el derecho de retención sobre bienes muebles, el embargo se practica inscribiendo el acreedor un “formulario registral de ejecución” en el Registro de Garantías Mobiliarias, tal como lo ordena el Art. 62 de la Ley de Garantías Mobiliarias. 3°) Embargo de salarios, sueldos, pensiones y emolumentos similares.El ejecutor lo lleva a cabo presentando el mandamiento judicial al representante legal de la institución correspondiente para que éste ordene a la oficina de pagaduría, la “retención” del emolumento en el porcentaje correspondiente, de conformidad con los Arts. 622 Pr. inc. 2° y 626 Pr..386 4°) Embargo de dinero en efectivo o divisas convertibles.- El ejecutor, al secuestrar la cantidad de dinero en efectivo de moneda nacional o extranjera convertible, firmará de recibido al ejecutado o persona que en ese momento lo representa. Y consignará la suma al juez, el cual, a la vez, dejando constancia en el proceso de lo recibido, lo depositará en la oficina de Fondos Ajenos en Custodia, que es una dependencia del Ministerio de Haciendo, a través de mandamiento judicial. Léase a este respecto el Art. 625 Pr., así como los Arts. 156 y 157 de la Ley Orgánica Judicial. 5°) Embargo de cuentas abiertas de dinero en entidades financieras.- El ejecutor lo lleva a cabo a través del “sistema de retención” del que ya se ha hablado en líneas anteriores. Presenta la orden judicial a la entidad financiera, El legislador quiso decir “los bienes gravados”. El embargo se lleva a cabo, pues, a través del “sistema de retención”. Sistema que es también el que de ordinario se ocupa para el pago del impuesto sobre la renta, pensiones alimenticias, cuotas de afiliación sindical o de fondos previsionales, etc.. 385 386 313 como puede ser el caso de un banco o cooperativa donde el ejecutado tiene cuentas abiertas para que de éstas pueda retenerse la cantidad adeudada. Como las cuentas abiertas quedan intervenidas, el cuentacorrentista no puede disponer de ese dinero temporalmente, salvo que haya, como ya se ha estudiado, autorización judicial. Las cuentas abiertas que generan el pago de intereses, como es el caso de las cuentas de ahorro, continúan devengando tales intereses, aun cuando las cuentas estén intervenidas por orden judicial, como se ha dicho. Del embargo de intereses en particular se tratará más adelante. Si las cuentas abiertas en bancos o cooperativas contaran con el dinero suficiente para cubrir la deuda, la retención sólo afectará hasta el límite de esta cantidad, y el cuentacorrentista podrá disponer del resto de dinero sin traba alguna (Art. 626 Pr.). 6°) Embargo del crédito dinerario que –como mutuante- fuera de la titularidad del ejecutado.- Si a raíz de un contrato de mutuo de dinero, el ejecutado fuere el mutuante, es decir, fuese el titular del respectivo derecho de crédito, el embargo del mismo lo llevará a cabo el ejecutor presentándole el mandamiento judicial al mutuario deudor, en el sentido que éste tendrá prohibido pagarlo al ejecutado, pues ese pago –a su vencimiento- deberá ser puesto a la orden judicial. El juez librará oficio para que el monto pagado sea depositado en la oficina de Fondos Ajenos en Custodia, de la que se ha hablado (Art. 626 Pr. inc. 1°). Si el mutuario deudor le pagara el crédito al mutuante, es decir, a su acreedor que ahora ostenta la calidad de ejecutado, este pago será nulo (Art. 626 Pr. inc. 2°). Vale la pena aclarar que con el mutuo de dinero del que se habla se alude concretamente al capital. Si el mutuo de dinero fuera con intereses, el embargo de éstos está regulado en disposición separada. Los réditos o intereses, así como los precios, las rentas y demás, son frutos civiles; y el legislador procesal regula el embargo de éstos en normativa independiente. 314 7°) Embargo de títulos valores o instrumentos financieros.- Si el ejecutado es derechohabiente de un crédito dinerario amparado en un títulovalor, como letras de cambio, pagarés, bonos, cheques, etc., el embargo material de estos documentos por parte del ejecutor implicará también la orden judicial para los deudores que “retengan” los pagos de cantidades de dinero a disposición del tribunal. En el caso que el ejecutado fuese accionista de una sociedad por la que recibe utilidades o dividendos, las acciones, como títulosvalores que son, no solamente pueden ser embargadas físicamente, sino que la administración de la sociedad recibiría la orden judicial de “retener” el pago de dividendos a disposición del tribunal que conozca de la causa de ejecución. El embargo también se notificará a los responsables de la Bolsa donde las acciones se negocian para los mismos efectos. Por lo que toca a los instrumentos financieros de los que se habla en este rubro, el ejemplo más inmediato se tiene con los certificados que amparan depósitos bancarios a plazo fijo. El ejecutor no sólo puede embargar físicamente el instrumento financiero en sí, es decir, el certificado del ejemplo, sino también presentar la orden judicial al banco para que “retenga” el pago de intereses a disposición del tribunal. La base legal de todo lo dicho se tiene en el Art. 627 Pr.. 8°) Embargo de frutos civiles.- Como es sabido, los frutos civiles son producto de relaciones jurídicas principales, que son las que los generan. Por regla general les pertenecen a los titulares correspondientes de estas relaciones jurídicas (Art. 629 C. en concordancia con lo regulado por el Art. 627 C. inc. 1°). Los frutos civiles más destacados son: los precios, las rentas, los réditos o intereses de capitales exigibles, los impuestos a fondo perdido, las regalías, etc. (Art. 628 C.). Todos se concretizan en cantidades de dinero. Pues bien, el embargo de frutos civiles como los señalados, el ejecutor los lleva a cabo exhibiendo la orden judicial respectiva a las personas naturales o jurídicas que pagan estos frutos al ejecutado, para que los mismos queden “retenidos” a la orden del tribunal, el cual los hará ingresar a la cuenta 315 de Fondos Ajenos en Custodia de la que se ha hablado (Art. 628 Pr. inc. 1° primera parte). 9°) Embargo de frutos naturales.- Con relación a los frutos naturales (Arts. 625 al 627 C.), el embargo lo lleva a cabo el ejecutor “reteniéndolos” materialmente a disposición del tribunal (Art. 628 Pr. inc. 1° in fine). Si el caso lo amerita, los frutos naturales ya embargados pueden quedar sujetos a una administración judicial especial, con el objeto de asegurar una mejor garantía, como es el caso de las cosechas en una escala ya considerable (caña de azúcar, café, granos básicos, productos marinos, etc.). Léase a este respecto el Art. 628 Pr. inc. 2°. 10°) Embargo de empresas.- El ejecutor lo lleva a cabo a través de una “administración judicial”. A la empresa embargada el tribunal le nombra un interventor con cargo a la Caja. La persona que acepta el cargo es juramentada, y dicho nombramiento se inscribe en el Registro de Comercio. La administración de la empresa queda, entonces, temporalmente, bajo fiscalización del interventor nombrado por el tribunal (Art. 633 Pr.).387 106.- Inventario de los bienes embargados.- El inventario es aquí un listado oficial y judicial de los bienes embargados. Es solemne cuando se hace ante Juez –el cual, en este caso, sería el mismo que está conociendo de la causa de ejecución- o bien, ante notario y dos testigos. El inventario menos solemne se practica ante notario, o bien, sólo ante dos testigos (Art. 1174 C.).388 Cuando el ejecutante es un acreedor prendario o hipotecario, el inventario del que se trata no es, en principio, necesario, desde el momento que los bienes que se embargan se encuentran ya previa y limitadamente determinados. 107.- Avalúo de los bienes embargados e inventariados.- El avalúo es un trámite indisolublemente unido al inventario. Se refiere en este caso al En la práctica, la ley se refiere –desde luego- a empresas de una magnitud ya importante: medianas y grandes empresas. 388 Lo notarial, desde luego, ofrece más seguridades. 387 316 valor actualizado que los bienes tienen en el mercado al tiempo de la ejecución. Lo dicho es importante porque recuérdese que de tales bienes se pretende una realización o liquidación, para pagar con el producido el crédito dinerario del ejecutante, tanto en lo principal como en lo accesorio. Para la tarea de avaluar o estimar bienes, el Juez podrá hacerse valer del dictamen de los peritos correspondientes. Del trámite de avaluar los bienes embargados e inventariados trata el Art. 647 Pr. Igualmente, cuando el ejecutante es un acreedor prendario o hipotecario, el avalúo de los bienes gravados –en principio- se tendría ya por anticipado. 108.- La realización o liquidación de los bienes embargados, inventariados y avaluados.- Este último trámite en la ejecución de obligaciones dinerarias sólo se presenta en caso que la sentencia definitiva del proceso ejecutivo fuere estimativa, es decir, favorable a las pretensiones del ejecutante (Art. 468 Pr. incs. 1° y 2°). Realizar o liquidar los bienes embargados significa convertirlos en dinero, o bien, hacerlos equivaler a dinero, a menos que el bien embargado sea ya dinero, por supuesto, o signo que lo represente. El Código Procesal Civil y Mercantil salvadoreño reconoce ocho formas de realización de bienes. La que tradicionalmente ha sido la más conocida, esto es, la venta en pública subasta al mejor postor o remate de bienes, es, actualmente, el último recurso que debe utilizarse en esta materia, pues las otras formas de liquidación de bienes que existen son menos confrontativas e igualmente efectivas (Art. 656 Pr. inc. 1°). Es importante decir que toda forma de realización de bienes será acordada o resuelta en audiencia judicial. A este respecto, el Art. 649 Pr., ordena: Audiencia para la realización de los bienes 317 “Art. 649.- Justipreciados los bienes,389 se citará, a instancia de cualquiera de ellos, a las partes y a los terceros que tengan derechos sobre los bienes por liquidar390 a una AUDIENCIA que tendrá por objeto decidir la mejor forma de realización de dichos bienes. La audiencia se llevará a cabo aunque no concurran todos los citados en forma, si al menos estuvieran presentes el ejecutante y el ejecutado. “Los concurrentes podrán proponer en la audiencia el procedimiento de realización y sus condiciones, y presentar en el acto personas que, con la debida fianza, se ofrezcan a adquirir los bienes por el justiprecio”. Se pasan a estudiar a continuación –por separado- cada una de estas ocho formas de realización de bienes. 1ª) La realización inmediata de bienes.- Cuando lo embargado sea dinero, ya sea moneda nacional o divisas convertibles, aquél se le entregará al acreedor ejecutante, previo recibo. Igualmente, los saldos en depósito embargados que posea el deudor, se entregarán al acreedor previo recibo.391 Las acciones y otras formas de participación societaria se realizarán mediante enajenación a favor del acreedor en el correspondiente mercado de valores, o bien, conforme a las normas que sean de aplicación si no son cotizables en el mercado. A esta primera forma de realización de bienes se refiere el Art. 646 Pr.. 2ª) La enajenación previa de bienes.- El ejecutado podrá presentar a un interesado en adquirir total o parcialmente lo embargado, por el valor de tasación. Si el ejecutado hace uso de esta facultad con fines dilatorios, se le rechazará dicha participación en resolución motivada (Art. 648 Pr.). Se trata, como puede verse, de una opción válida que el Juez puede tomar en cuenta, desde el momento que sería una oportunidad que no Es decir, avaluados los bienes… Esta alusión a “terceros” se refiere al posible incidente procesal que haya terceras personas que aleguen tener derechos patrimoniales sobre los bienes embargados. Las tercerías pueden ser de dominio o de pago (Arts. 636 Pr. y ss. y 643 Pr. y ss., respectivamente). 391 Debe recordarse que los dineros embargados y puestos a la orden del tribunal, habían sido depositados en la cuenta de Fondos Ajenos en Custodia, que es una dependencia del Ministerio de Hacienda. 389 390 318 prolongaría más el proceso. Y como habría previa autorización judicial, la enajenación no adolecería de objeto ilícito (Art. 1335 C. ord. 3°). 3ª) Convenio de realización.- Si hay acuerdo entre ejecutante y ejecutado sobre la forma de realización, la aprobará el Juez por medio de auto, salvo que sea contraria a la ley o que cause perjuicio a terceros. Se señala un plazo para proceder a la misma. En caso de incumplimiento del acuerdo, el Juez ordenará la forma extrema de realización de bienes, la cual es la venta de los bienes en pública subasta al mejor postor (Art. 651 Pr.). Se señalan como ejemplos de este acuerdo, la dación en pago (Art. 2147 C. inc. 2°); la cesión de créditos del ejecutado (Arts. 1691 C. y ss.);392 la celebración de una novación (Arts. 1498 C. y ss.); etc.. 4ª) Realización por el ejecutado.- El ejecutado podrá pedir que se le autorice a él mismo para realizar el bien, oyéndose previamente al ejecutante. Si éste accediere, se fijará un plazo máximo para llevar a cabo la operación, comprometiéndose el ejecutado a indemnizar al acreedor si no se ejecuta lo ofrecido (Art. 652 Pr.). El ejemplo de lo propio se tiene con el contrato de promesa por otro, del que habla el Art. 1321 C..393 5ª) Delegación en la realización de bienes.- Las partes pueden acordar que la realización de los bienes quede en manos de una tercera persona que sea experta en la enajenación de los mismos (Art. 653 Pr.). Se está hablando propiamente de una casa corredora de bienes.394 6ª) Adjudicación en pago de los bienes.- El ejecutante tendrá en todo momento derecho de adjudicarse o de adquirir los bienes por la cantidad del justiprecio que haya de los mismos. Con ello se extingue su crédito hasta el límite del valor del bien; y si dicho valor fuere superior al importe de su crédito deberá abonar la diferencia (Art. 654 Pr.). También hay lugar a esta forma de realización, cuando los bienes fueron rematados y no hubo postores interesados en la subasta (Art. 663 Pr.). La diferencia entre la dación en pago y la adjudicación en pago es que la primera puede referirse a bienes que no 392 Que también vendría a ser una suerte de dación en pago. Los casos prácticos de esta figura suelen hallarse en materia de subcontrataciones. 394 En especial las casas corredoras de bienes raíces. Deben tomarse en cuenta, desde luego, los honorarios de estas casas comerciales. 393 319 estaban embargados, en cambio, la segunda, sólo a éstos, en las dos hipótesis que se han expuesto. 7ª) Entrega de los bienes en administración.- Que es la forma de realización que el antiguo Código de Procedimientos Civiles llamaba –y que el Código Civil todavía llama- anticresis judicial o prenda pretoria. La figura consiste en que el ejecutado ofrece al acreedor hacerle simple entrega de los bienes para que los explote con los frutos naturales o civiles que produzca la cosa, amortizándose el crédito con el valor de ellos. El ejecutante se obliga – desde luego- a devolver los bienes una vez haya obtenido provecho de la explotación hasta concurrencia del valor de su crédito (Arts. 655 Pr. y 2191 C.). Nótese que la diferencia con la dación en pago y con la adjudicación en pago es que en la anticresis judicial no hay tradición de bienes sino simple entrega de los mismos. 8ª) Venta en pública subasta al mejor postor.- Como ya tuvo oportunidad de decirse, esta es la forma más conocida de realización de bienes, pero el actual Código Procesal Civil y Mercantil se inclina por colocarla como último recurso, luego de agotadas las otras formas. A ella se refieren los Arts. 656 a 664 Pr..395 En el remate de bienes, el ejecutado es el vendedor y tradente, representado legalmente por el Juez de lo Civil y Mercantil que conoce de la causa (Art. 652 C. inc. 3°). El comprador y adquirente será el mejor postor, el cual deberá “oblar” el precio. El ejecutante es un tercero relativo. Cuando la obligación principal está asegurada con prenda, la Ley de Garantías Mobiliarias establece también la posibilidad de una subasta pública no judicial, o bien, una subasta privada. Véase a este respecto el Art. 69 de esta normativa especial. Se impone decir finalmente que, para toda forma de realización de bienes, si éstos son registrables, el adquirente del bien ejecutado podrá inscribir su derecho en los registros correspondientes. Para ello, el tribunal expedirá certificado de la transferencia y justificante de que se ha efectuado el pago o consignación de la cantidad acordada o, en su caso, comprobación del 395 Es importante hacer notar que los Arts. 665 a 674 Pr., se refieren a normas especiales sobre realización de bienes registrables. 320 financiamiento que hubiera obtenido para realizar la adquisición (Art. 672 Pr.). 109.- La contestación de la demanda.- A partir de este numeral se continúa en el presente estudio con el siguiente paso en el proceso de ejecución de obligaciones dinerarias. Es el tercero después de la demanda y el decreto de embargo, cuya notificación hizo las veces de emplazamiento para el ejecutado, lográndose con ello que éste se apersone al tribunal para que ejerza su derecho de defensa en el plazo de diez días (Art. 465 Pr.). El derecho de oposición del ejecutado se concreta, como es sabido, en el acto jurídico procesal de la litis contestatio. Si la demanda se contesta en sentido positivo –allanándose el ejecutado a la pretensión del ejecutante- el proceso queda listo para sentencia a favor de este último (Art. 465 Pr. in fine). Si por el contrario la demanda se contesta en sentido negativo, el ejecutado podrá alegar como excepciones, las que señala el Art. 464 Pr., en los términos siguientes: Motivos de oposición “Art. 464.- Sin perjuicio de lo establecido en otras leyes serán admisibles en el proceso ejecutivo los siguientes motivos de oposición: “1°) Solución o pago efectivo. “2°) Pluspetición, prescripción o caducidad. “3°) No cumplir el título ejecutivo los requisitos legales. “4°) Quita, espera o pacto o promesa de no pedir. “5°) Transacción”. 110.- La prueba.- El siguiente paso en el proceso ejecutivo es la etapa probatoria (Art. 467 Pr.). El trámite está dedicado sobre todo al ejecutado, desde el momento que el ejecutante ya había presentado –junto con la demanda- el título ejecutivo en el que amparaba su pretensión.396 396 El plazo de la etapa probatoria es también de diez días (Art. 467 Pr.). 321 111.- La sentencia definitiva.- Esta es, en situación ordinaria, la última etapa del proceso ejecutivo. Es la resolución judicial que le pone fin al proceso por dirimir lo principal que en él se estaba conociendo (Art. 212 Pr. inc. 3°). En general, en el proceso ejecutivo, la sentencia que falla a favor del ejecutante se llama estimativa. Y de desestimación la que falla a favor del ejecutado (Art. 468 Pr.). De ello depende también la parte que es condenada en costas, es decir, la perdidosa. Asimismo, de la providencia judicial de la que se habla, tanto en un sentido como en el otro, se admite el recurso de apelación (Art. 469 Pr.). En el caso concreto de ejecución de obligaciones dinerarias, que es la que ahora se está estudiando, la sentencia estimativa tendría por objeto la orden judicial para que se realicen los bienes embargados del deudor, bajo cualquiera de las formas de liquidación que se han analizado. Y la sentencia de desestimación tendría por objeto, en cambio, el desembargo de los bienes del deudor, pues habría un sobreseimiento a su favor. Se cierra este estudio haciendo ver lo que dispone el legislador en el Art. 470 Pr., al decir: Eficacia de la sentencia “Art. 470.- La sentencia dictada en los procesos ejecutivos no producirá efecto de cosa juzgada, y dejará expedito el derecho de las partes para controvertir la obligación que causó la ejecución. “Exceptúese el caso en que la ejecución se funde en títulos valores, en el cual la sentencia producirá los efectos de cosa juzgada”. Apéndice: procedimientos de ejecución dineraria cuando la obligación principal está asegurada con garantías mobiliarias.- Con ocasión de la entrada en vigencia de la Ley de Garantías Mobiliarias, en abril de 2014, que se abreviará como “LGM”, la normativa incorporó procedimientos especiales para ejecutar obligaciones dinerarias garantidas con prenda.397 Incorporó De hecho, en la legislación salvadoreña actual, al tradicionalmente llamado “contrato de prenda” se le conoce ahora como “contrato de garantía mobiliaria”, o simplemente, “contrato de garantía”. Se refiere prácticamente al derecho real de prenda y, por extensión, al derecho de retención sobre bienes muebles (Arts. 397 322 igualmente la creación de un Registro especial para hacer las inscripciones de constitución, modificación, traspaso y extinción del derecho real prendario. En ese orden de ideas, pues, el acreedor garantizado que pretenda dar inicio a una ejecución en caso de incumplimiento del deudor garante, efectuará la inscripción de un “formulario registral de ejecución” en el Registro de Garantías Mobiliarias, que es una oficina especial del Centro Nacional de Registros (CNR). Es una forma de embargo, como ya tuvo oportunidad de verse, en materia de bienes registrables (Art. 62 LGM). Inscrito debidamente el formulario de ejecución, el acreedor garantizado podrá elegir entre un proceso de arbitraje, un proceso extrajudicial ante notario o un proceso judicial ante Juez competente (Art. 64 inc. 1° LGM). El proceso novedoso de ejecución es el extrajudicial ante notario, ya que el de arbitraje se somete a la ley especial correspondiente para solución alternativa de disputas, y que en El Salvador existe desde julio del año 2002. Por otro lado, el proceso judicial es el que acaba de exponerse en párrafos anteriores. Si el acreedor garantizado escoge el procedimiento extrajudicial ante notario, este último, mediante notificación notarial, entregará una copia del formulario registral de ejecución al deudor moroso (Art. 65 LGM). Luego, recibida la notificación notarial, el deudor garante tendrá un plazo de tres días hábiles, contados desde el día siguiente a la recepción del formulario registral de ejecución, para oponerse o no a la misma, en forma escrita; en caso de oposición, el notario se abstendrá de seguir conociendo de dicho proceso; asimismo, si el deudor no contestare en el plazo antes mencionado, el notario tampoco podrá continuar con este procedimiento (Art. 66 inc. 1° LGM). En caso que no hubiere oposición del deudor de la obligación principal garantizada con la prenda, el acreedor podrá solicitar al notario se proceda, en principio, con cualquiera de las formas de realización de bienes que reconoce el Código Procesal Civil y Mercantil (Art. 75 LGM). Sin embargo, las dos formas de realización más inmediatas serán, por su orden, la dación en pago 4 y ss. LGM). El derecho real y contrato de hipoteca sí mantiene su autonomía en materia inmobiliaria, así como la garantía real sobre bienes raíces del contrato de anticresis. 323 (Art. 71 LGM) y la subasta pública no judicial, o bien, una subasta privada del bien o bienes pignorados o retenidos (Art. 69 LGM). A todo lo dicho se refiere, de manera general, el Art. 66 inc. 2° LGM. 112.- La ejecución de obligaciones no dinerarias.- Se pasa a estudiar ahora la ejecución de obligaciones no dinerarias. Lo propio amerita siempre del proceso ejecutivo correspondiente. El legislador regula el tema en los Arts. 675 al 695 Pr.. El proceso ejecutivo en este caso tiene, en general, todas las etapas estudiadas excepto la del embargo de bienes. De ello se colige, pues, que aquí no habría tampoco inventario, ni avalúo, ni realización de bienes del ejecutado, a menos que lo no dinerario –que sigue perteneciendo al universo de lo económico o pecuniario- se estimara en dinero. El ejecutante, al interponer la demanda, la deberá acompañar del título ejecutivo correspondiente que constituye la prueba pre-constituida de su pretensión (Arts. 459 Pr. inc. 1° y 460 Pr.). De acuerdo a los casos y circunstancias se verá cómo el acreedor ejecutante hace uso de su derecho primario o secundario, así como de los otros recursos que le franquea la ley según se ha analizado al principio del presente tema. La sentencia estimativa de la ejecución –si es del caso- tendrá por objeto diferentes matices y resultados según la clase de obligación no dineraria que el deudor hubiere incumplido. Precisamente por ello el legislador procesal clasifica a las obligaciones no dinerarias en tres grandes categorías. Son las siguientes: 1ª) Ejecución de obligaciones de hacer. 2ª) Ejecución de obligaciones de no hacer. Y 324 3ª) Ejecución de obligaciones de dar o entregar bienes.398 En todas va a suponerse que el ejecutante triunfó en sus pretensiones procesales, pues en caso contrario no podría haber “ejecución forzosa” de tales obligaciones no dinerarias. Se partirá de la base, pues, que el demandado citado o emplazado, luego de contestada la demanda, o bien se allanó a las pretensiones del actor, o bien le fueron desestimados sus motivos de oposición por no haberlos podido demostrar en la etapa probatoria (Arts. 464 a 468 Pr.). En esta clase de procesos ejecutivos no debe olvidarse lo que ya se ha sustentado en estudios anteriores: que dicha causa podrá darse por terminada en cualquier etapa de la misma si el deudor cumple con la obligación por cualquiera de los modos de extinguir obligaciones que apliquen al caso (Art. 463 Pr.). 113.- La ejecución de obligaciones de hacer.- El legislador se refiere con este rubro al compromiso incumplido que el deudor tenía de ejecutar un hecho a favor del acreedor, excepto el de la simple entrega de bienes, del que se tratará en la tercera categoría de las obligaciones señaladas.399 En base a lo dicho y aclarado, el legislador procesal divide a estas obligaciones de hacer en tres sub-categorías: A) Obligaciones de hacer no personalísimas. B) Obligaciones de hacer personalísimas. Y C) Obligaciones de efectuar declaraciones de voluntad.400 114.- Obligaciones de hacer no personalísimas.- Éstas son aquellas en que la ejecución del hecho podría ser realizado, en principio, por cualquier otra persona o empresa diferente a la contratada. Así, por ejemplo, si alguien 398 Excepto dinero, claro está. El punto se aclara porque debe recordarse que en el derecho de las obligaciones, las expresiones “dar” y “entregar” son diferentes, a menos que la palabra “entregar” se tome en sentido amplio. Y las obligaciones de simple entrega –como se aprendió- forman parte de las obligaciones de hacer. Véase núm. 9, supra. Por otro lado, en las obligaciones de hacer sí puede hablarse de mora del deudor, pues se trata obligaciones positivas. 400 Es decir, actos jurídicos. 399 325 contrata a la empresa “x” para que haga una instalación eléctrica o repare una máquina o equipo determinado, lo propio pudo haberse confiado a las empresas “y” o “z” que también se dedican a lo mismo y a precios de competencia. Cuando, admitida entonces, la solicitud o demanda del ejecutante, el obligado no cumpla la prestación de hacer, se le “requerirá judicialmente” para que lo haga en los términos que el título establezca, dentro del plazo que el Juez estime necesario según la naturaleza de la obligación y las circunstancias del caso. El plazo señalado para el inicio del cumplimiento en ninguna forma podrá exceder de quince días (Art. 675 Pr.). Con lo anterior se comprueba que el acreedor está haciendo uso de su derecho primario a través de la acción de cumplimiento, comenzándose con una amonestación o requerimiento judicial para que el deudor ejecute lo debido en los términos pactados. El no acatar dicho requerimiento judicial es constitutivo de delito, pues se tipifica el ilícito de desobediencia de particulares, del Art. 338 Pn..401 Sin embargo, en éste y otros casos, como se verá, cuando las mismas leyes franquean otros medios para que pueda acatarse su mandato, la normativa penal sólo debe usarse como último recurso. Lo dicho encuentra base en el principio de necesidad, regulado en el Art. 5 Pn. inc. 1°, que reza: “Las penas y medidas de seguridad sólo se impondrán cuando sean necesarias y en forma proporcional a la gravedad del hecho realizado. …”. Si el contrato generador de la obligación de hacer en cuestión fuese bilateral, recuérdese que el ejecutante, siempre que sea la parte diligente, podrá también pedir la resolución del mismo, en los términos que se han estudiado. Y ya se decida por la acción de cumplimiento o por la acción resolutoria, tendrá también expedita la acción indemnizatoria por los daños y perjuicios ocasionados por la mora (Art. 1360 C.). Desde luego que el legislador procesal no hace alusión en todo lo normado al recurso de la acción resolutoria porque está regulando el tema de 401 Al delito señalado, el Código Procesal Civil y Mercantil, con cierta liberalidad, lo llama desobediencia a mandato judicial. 326 una “ejecución coactiva” de obligación, y la resolución de un contrato –como se sabe- sería lo opuesto a eso, pues se le estaría pidiendo al tribunal que haga de cuenta y caso que el contrato bilateral celebrado nunca existió. Por nuestra parte el caso se cita porque no puede negarse que es un derecho que el acreedor tendría si fuera la “parte diligente” del contrato bilateral en cuestión (Art. 1360 C.). Cuando no pudiera tener inmediato cumplimiento la obligación que se pretenda ejecutar y la demora pudiese poner en peligro su efectividad, se podrán decretar, a instancia del ejecutante, las “medidas de garantía” que se consideren oportunas (Art. 676 Pr. inc. 1°). Una de ellas puede ser el embargo de bienes del ejecutado, partiéndose de la base, entonces, que a la obligación de hacer de la que se trata se le ha calculado judicialmente un valor en dinero a petición del ejecutante. El valor económico de lo embargado deberá cubrir el monto que se le ha dado a la obligación más los accesorios de ella, como la indemnización moratoria, las costas de la ejecución, etc. (Art. 676 Pr. inc. 2°). De ejecutarse la obligación en virtud de esta medida de garantía aprobada, la ejecución se miraría, entonces, como si fuese de obligación dineraria. El embargo se levantará, no obstante, si el ejecutado presta caución en cuantía suficiente (Art. 676 Pr. inc. 3°). El hecho que se le asigne un valor en dinero a la obligación de hacer y no dineraria de la que se trata, allana el camino para el posible uso del acreedor de su derecho secundario. Se recordará que este derecho se concretiza en una acción indemnizatoria por “compensación” ante el incumplimiento de lo debido por parte del deudor. Y las indemnizaciones, como se estudió, por regla general, se pagan en dinero. Lo dicho sería sin perjuicio, desde luego, de la indemnización moratoria que también el deudor pagaría por el incumplimiento.402 Si el obligado no cumpliere con lo que se le ordene, dentro del plazo señalado, o lo hiciere contraviniendo inicialmente o con posterioridad el tenor La indemnización moratoria puede anexarse –como se aprendió- a todo recurso que la ley le franquee al acreedor por el incumplimiento a destiempo de la obligación por parte del deudor, siempre que la obligación sea “positiva”, desde luego. 402 327 de la obligación, el ejecutante podrá pedir que se le faculte para encargar el cumplimiento a un tercero, a costa del ejecutado (Arts. 677 Pr. inc. 1° in limine y 1424 C. ord. 2°). Lo señalado en el párrafo anterior sigue siendo ejercicio del derecho primario del acreedor, concretado en la respectiva acción de cumplimiento, con la modalidad que la hechura de lo debido estará a cargo de un tercero, cuyos honorarios serán pagados por el ejecutado. Así, por ejemplo, si la empresa “x” es la que está siendo procesada por haberse obligado a hacer una cisterna que no ha realizado, o la ha hecho imperfectamente, el ejecutante tiene la opción de escoger a la empresa “y” para que construya la cisterna, aprobándolo el Juez; y los honorarios que cobre la empresa “y” serán pagados por la empresa “x”. Esto último es interesante porque la obligación de “x”, entonces, se torna de carácter dinerario. La ejecución –por consiguiente- será dineraria y se procede al embargo de bienes del ejecutado, para que éstos, una vez inventariados y avaluados, sean realizados a favor del acreedor. Es por ello que el Art. 678 Pr., dice: Realización por un tercero “Art. 678.- Si el ejecutante opta por encargar la realización a un tercero, se valorará el coste de la misma, sea mediante el presupuesto presentado por el ejecutante o por una pericia ordenada por el juez; y se procederá al embargo y realización de bienes del ejecutado hasta obtener la cantidad que se determine. El ejecutante designará a la persona que habrá de encargarse de la ejecución, la cual será nombrada por el juez”. Asimismo, si el ejecutado no obedece en todas sus partes el requerimiento judicial de que efectúe lo debido,403 el ejecutante puede optar por el ejercicio de su derecho secundario, pidiendo que el deudor lo indemnice de manera “compensatoria” por los perjuicios que le ha ocasionado su incumplimiento.404 Y sin perjuicio, desde luego, de exigir también una indemnización por la “mora”, esto es, por el cumplimiento a 403 404 Lo cual constituye, como se ha advertido, una infracción penal. Ya sea por incumplimiento total, cumplimiento parcial o cumplimiento imperfecto (Art. 1427 C.). 328 destiempo de la obligación, que también es –como se ha aprendido- una forma de incumplimiento de los compromisos obligacionales, y que es un recurso que va anexo a cualquiera de los elegidos por el acreedor para reparar el agravio. A lo dicho se refiere la parte final del inciso 1° del Art. 677 Pr., y lo desarrolla el Art. 679 Pr.. Y como las indemnizaciones, por regla general, son pagaderas en dinero, la obligación correspondiente del ejecutado sería “dineraria”. Por consiguiente, deberá procederse al embargo y realización de bienes del ejecutado. El derecho secundario del acreedor, es decir, una indemnización de perjuicios que “compense” la falta de ejecución de lo debido, pudo haberse pactado anticipadamente con el deudor cuando se contrajo la obligación a través de una cláusula penal.405 Es por ello que en el inciso 2° del Art. 677 Pr., se lee: “No obstante, cuando el título contenga una disposición expresa para el caso de incumplimiento del deudor, se estará a lo dispuesto en él”. Una cláusula penal como la referida no debe confundirse con otra que se haya pactado para el solo efecto de una “indemnización moratoria”. La parte final del Art. 1406 C., sabe hacer muy bien la distinción, así como las disposiciones subsiguientes que regulan a la figura de la cláusula penal. Volviendo al punto original, se impone decir que en la práctica, como se había ya estudiado, el pago de una pena casi siempre se refiere a una cantidad de dinero, por lo que la ejecución correspondiente sería “dineraria”. Apéndice: la valoración económica de las obligaciones.- Líneas arriba se menciona cómo en ocasiones se vuelve imperativo conocer el valor económico de las obligaciones. Más concretamente las obligaciones no dinerarias. Y como el tema seguirá aflorando en futuros puntos de este trabajo, conviene tenerlo asimilado de una sola vez. Valorar económicamente una obligación significa conocer su estimado en dinero. Esto puede hacerse voluntaria o judicialmente. El punto es importante porque en base a ella quedan también estimados en dinero temas 405 Arts. 1406 C. y ss.. El estudio de esta figura se hizo cuando se analizó al más importante de los contratos preparatorios: el contrato de promesa (Art. 1425 C.). 329 como la indemnización de perjuicios (tanto compensatoria como moratoria), los frutos, las mejoras, las pérdidas y deterioros, etc.. El Artículo matriz del tema es el 242 del Código Procesal Civil y Mercantil, que dice: Determinación del valor de la pretensión “Art. 242.- El valor de la pretensión se fijará según el interés económico de la demanda, que se calculará de acuerdo con los criterios siguientes: “1°) Si se reclama una cantidad de dinero determinada, la cuantía de la demanda estará representada por dicha cantidad, y si falta la determinación, aun en forma relativa, la demanda se considerará de cuantía indeterminada. “2°) Cuando el proceso tenga por objeto dar bienes muebles inmuebles, se estará al valor de los mismos al tiempo de interponerse demanda, conforme a los precios corrientes en el mercado o en contratación de bienes de la misma clase, con independencia de que reclamación se base en derechos reales o en derechos personales. o la la la “3°) En los procesos sobre el derecho a exigir prestaciones periódicas, sean temporales o vitalicias, se calculará el valor por el importe de una anualidad multiplicado por diez, salvo que el plazo de la prestación fuera inferior a un año, en cuyo caso se estará al importe total de la misma. “4°) En los procesos que versen sobre la existencia, validez o eficacia de un título obligacional, su valor se calculará por el total de lo debido, aunque sea pagadero a plazos. Este criterio de valoración será aplicable en aquellos procesos cuyo objeto sea la creación, modificación o extinción de un título obligacional o de un derecho de carácter personal, siempre que no sea aplicable otra regla de este artículo. “5°) Cuando la demanda tenga por objeto una prestación de hacer, su cuantía equivaldrá al coste de aquello cuya realización se determine, o en el importe de los daños y perjuicios derivados del incumplimiento, sin que en tal caso sean acumulables ambas cantidades, salvo si además de determinarse el 330 cumplimiento se pretendiera también la indemnización. El cálculo de los daños y perjuicios habrá de ser tenido en cuenta cuando la prestación sea personalísima o consista en un no hacer, aún si lo que se pretende con carácter principal es el cumplimiento. “6°) Cuando se reclamen varios plazos vencidos de una misma obligación se tomará en cuenta, como cuantía, la suma de los importes reclamados, salvo si se ha pedido en la demanda declaración expresa sobre la validez o eficacia de la obligación, en cuyo caso se estará al valor total de la misma. Si el importe de alguno de los plazos no fuera cierto, se excluirá éste del cómputo de la cuantía”. 115.- Obligaciones de hacer personalísimas.- Éstas son aquellas en que la ejecución del hecho no podría ser efectuado, en principio, sino sólo por el deudor contratado, ya que únicamente él reúne el genio, el talento o el estilo que el acreedor busca en la realización del hecho. Es el caso del que contrata a una firma prestigiosa de arquitectos para la hechura de un edificio, o a un pintor o escultor famoso por su talento original e inimitable en el arte. Se tratará el problema del incumplimiento y la ejecución de esta clase de obligaciones de hacer. Si admitida la solicitud o demanda del ejecutante, el obligado no cumpla la prestación de hacer, se le “requerirá judicialmente” para que lo haga en los términos que el título establezca, dentro del plazo que el Juez estime necesario según la naturaleza de la obligación y las circunstancias del caso. El plazo señalado para el inicio del cumplimiento en ninguna forma podrá exceder de quince días (Art. 680 Pr. inc. 1°). En el requerimiento se advertirá al ejecutado que si no procede a darle cumplimiento a la prestación se adoptarán los oportunos apremios y multas (Art. 680 Pr. inc. 2°). Con lo anterior se comprueba que el acreedor está haciendo uso de su derecho primario a través de la acción de cumplimiento, comenzándose con una amonestación o requerimiento judicial para que el deudor ejecute lo debido en los términos pactados. 331 El no acatar dicho requerimiento judicial –como ya se ha advertido- es, en sí mismo, constitutivo de delito, pues se tipifica el ilícito de desobediencia de particulares, del Art. 338 Pn..406 Si el contrato generador de la obligación de hacer en cuestión fuese bilateral, recuérdese que el ejecutante, siempre que sea la parte diligente, podrá también pedir la resolución del mismo, en los términos que se han estudiado. Y ya se decida por la acción de cumplimiento o por la acción resolutoria, tendrá también expedita la acción indemnizatoria por los daños y perjuicios ocasionados por la mora (Art. 1360 C.).407 Cuando no pudiera tener inmediato cumplimiento la obligación que se pretenda ejecutar y la demora pudiese poner en peligro su efectividad, se podrán decretar, a instancia del ejecutante, las “medidas de garantía” que se consideren oportunas (Art. 681 Pr. inc. 1°). Una de ellas puede ser el embargo de bienes del ejecutado, partiéndose de la base, entonces, que a la obligación de hacer de la que se trata se le ha calculado judicialmente un valor en dinero a petición del ejecutante. El valor económico de lo embargado deberá cubrir el monto que se le ha dado a la obligación más los accesorios de ella, como la indemnización moratoria, las costas de la ejecución, etc. (Art. 681 Pr. inc. 2°). De ejecutarse la obligación en virtud de esta medida de garantía aprobada, la ejecución se miraría, entonces, como si fuese de obligación dineraria. El embargo se levantará, no obstante, si el ejecutado presta caución en cuantía suficiente (Art. 681 Pr. inc. 3°). El hecho que se le asigne un valor en dinero a la obligación de hacer y no dineraria de la que se trata, allana el camino para el posible uso del 406 Ya se hizo ver que al delito señalado, el Código Procesal Civil y Mercantil, con cierta liberalidad, lo llama desobediencia a mandato judicial. También se hizo hincapié en que la normativa penal se utiliza sólo por “necesidad” cuando ya se hayan agotado los demás recursos que franquea la ley para el acatamiento del mandato (Art. 5 Pn. inc. 1°). 407 Tal como se puntualizó, en todo este Título del Libro Quinto del Código Procesal Civil y Mercantil, el legislador no alude a la acción resolutoria porque eso sería lo opuesto a lo regulado, es decir, a la ejecución coactiva de cierta clase de obligaciones, pues la resolución implica hacer de cuenta y caso que las partes nunca celebraron el contrato bilateral. Sin embargo, el derecho a ejercer la acción resolutoria la tiene el acreedor de todo contrato bilateral, siempre que haya cumplido sus propias obligaciones para con la otra parte (Art. 1360 C.). Recuérdese que la acción resolutoria es un derecho sui generis del acreedor. No es ejercicio ni de su derecho primario ni de su derecho secundario. 332 acreedor de su derecho secundario (Art. 683 Pr.). Se recordará que este derecho se concretiza en una acción indemnizatoria por “compensación” ante el incumplimiento de lo debido por parte del deudor. Y las indemnizaciones, como se estudió, por regla general, se pagan en dinero. Lo dicho sería sin perjuicio, desde luego, de la indemnización moratoria que también el deudor pagaría por el incumplimiento.408 En el caso de las obligaciones de hacer personalísimas, el ejecutado, dentro del plazo que se le hubiera concedido para cumplir el requerimiento, podrá manifestarle al tribunal los motivos por los que se niega a cumplir la obligación, “haciendo alegación de lo que tenga por conveniente sobre el carácter personalísimo o no personalísimo de la prestación debida” (Art. 682 Pr. inc. 1°). Lo dicho hará que el Juez tenga una participación incidental en el caso, ya que deberá “interpretar” y “calificar” si de verdad la obligación de hacer que se litiga es personalísima o no (Art. 682 Pr. inc. 1° in limine).409 En caso que el tribunal resuelva que no lo es, la ejecución continuará pero por la vía del derecho secundario del acreedor, es decir, valorándose la obligación en dinero para que se tramite el pago de una indemnización compensatoria por el incumplimiento, más la solución de los perjuicios de la mora (Art. 682 Pr. inc. 2° in fine). En todo caso, aun cuando nunca hubiere habido duda acerca de lo “personalísimo” de la obligación de hacer, el acreedor siempre puede optar, ante el incumplimiento del deudor, por el ejercicio de su derecho secundario a través de la acción indemnizatoria por compensación. A ello se refiere el Art. 683 Pr. inc. 1°, con excepción de su frase final, que dice: Incumplimiento de la obligación. Opción del ejecutante “Art. 683 [inc. 1°].- Transcurrido el plazo concedido sin que el ejecutado cumpla la obligación ni presente alegaciones, el ejecutante podrá La indemnización moratoria puede anexarse –como se aprendió- a todo recurso que la ley le franquee al acreedor por el incumplimiento a destiempo de la obligación por parte del deudor, siempre que la obligación sea “positiva”, desde luego. 409 Núms. 67, 68 y 69 supra. 408 333 optar entre pedir que la ejecución se concrete en la entrega de un equivalente en dinero, que incluya la reparación de daños y perjuicios, o seguir hasta obtener el cumplimiento. …”. Esta última frase alude a la opción que el acreedor tiene, desde luego, de hacer uso de su derecho primario, pidiendo mejor el “cumplimiento” de lo debido, más los perjuicios de la mora.410 En relación al derecho secundario, aplicado a la situación que se estudia, el inciso 2° del Art. 683 Pr. citado, agrega: “No obstante, cuando el título contenga una disposición expresa para el caso de incumplimiento del deudor, se estará a lo dispuesto en él”, que es una clara alusión a la figura de la cláusula penal que pudo haber contenido el contrato desde un inicio (Arts. 1406 C. y ss.). Si la opción del acreedor fuese, entonces, por un equivalente en dinero, es decir, por un decidido uso de su derecho secundario a través de la indemnización compensatoria correspondiente, la ejecución de la obligación se vuelve, entonces, “dineraria”. Se valora en ese sentido y se decretará el embargo de bienes para su oportuna realización (Art. 684 Pr. inc. 1°, en concordancia con el Art. 696 Pr.). En las obligaciones de hacer personalísimas, ya opte el acreedor por el cumplimiento forzoso de lo debido o por un equivalente dinerario, el Juez impondrá una multa única al ejecutado en consideración al precio o a la contraprestación satisfecha, que puede llegar hasta la mitad de estas cuantías o del valor que se atribuya generalmente a la obligación (Art. 684 Pr. inc. 2°). Lo dicho alude, entonces, a la indemnización moratoria que el deudor deberá pagar por el cumplimiento a destiempo de la obligación, concretado, pues, en esa “multa” en particular. La obligación de pagar esta multa es, por supuesto, dineraria, derivándose de ella una ejecución en el mismo sentido, con las consecuencias que ya se conocen para la naturaleza de esta clase de obligaciones en caso de incumplimiento. Recuérdese también la opción de pedir la “resolución” del contrato, si este fuere bilateral y se llenan los requisitos del Art. 1360 C.. Se hace ver nuevamente que la acción resolutoria es una acción sui generis; no es ejercicio ni de derecho primario ni de derecho secundario del acreedor. 410 334 Si el acreedor –en principio- opta por ejercer su derecho primario a través de la acción de cumplimiento, “se apremiará al ejecutado con una multa por cada mes que transcurra sin llevar a efecto la obligación; dicha multa podrá ascender al veinte por ciento del precio o de la contraprestación insatisfecha o del valor que se atribuya generalmente a la obligación. “Si, transcurrido un año, el ejecutado no hubiera cumplido o estuviera cumpliendo la obligación, el Juez ordenará, a instancia del ejecutante, la sustitución por la entrega del equivalente dinerario o la adopción de cualquier medida esencialmente análoga que resulte adecuada para la satisfacción del ejecutante” (Art. 685 Pr.).411 116.- Obligaciones de efectuar declaraciones de voluntad.- Ésta es la tercera sub-categoría en que el legislador divide a las obligaciones de hacer, con ocasión de su incumplimiento por parte del deudor y de la correspondiente ejecución forzosa de la misma que el acreedor pretende. El “hecho” que el deudor se ve compelido a efectuar es aquí, específicamente, una declaración de voluntad, es decir, un acto o negocio jurídico (Art. 1316 C.). Y sin duda alguna el ejemplo más inmediato se tiene con el contrato de promesa (Art. 1425 C.). Supóngase, pues, a guisa de ejemplo, que el 15 de enero de tal año, por escritura pública, “x” y “y” celebran la promesa de venta de un inmueble determinado y por un precio igualmente determinado. En ella se fija como plazo para efectuar la venta –es decir, el contrato prometido- el 15 de junio de ese mismo año. Si llegado el término una de las partes cae en mora de efectuar el contrato prometido –ya sea el que prometió vender, o bien, el que prometió comprar- la otra podrá iniciar proceso ejecutivo en su contra para la satisfacción de su crédito. Al respecto, el Art. 686 Pr., comienza por decir: Solicitud y requerimiento 411 Lo afirmado en el inciso 2° del Art. 685 Pr. transcrito, sería ya ejercicio del derecho secundario del acreedor. 335 “Art. 686.- Si el obligado a emitir una declaración de voluntad no la hubiere realizado, a solicitud del ejecutante se le requerirá para que, dentro del plazo que el juez señale, que en ningún caso podrá exceder de quince días, proceda a emitirla”. El requerimiento judicial es, como se ha visto, una primera forma de ejercicio del derecho primario del acreedor. Su desobediencia constituye en sí misma un ilícito penal (Art. 338 Pn.). A continuación, el legislador procesal se coloca en el supuesto que el obligado desatendiera la amonestación señalada o efectuara de manera imperfecta la declaración de voluntad que debe, con miras a regular siempre el ejercicio del derecho primario del acreedor a través de la acción de cumplimiento correspondiente. Para ese efecto, diferencia si en el título estaban especificados los elementos especiales esenciales del particular acto jurídico que debía efectuarse, o si por el contrario, éstos no se encontraban especificados.412 En el caso concreto de la promesa, por cierto, los elementos especiales de la esencia del acto o contrato prometido sí deben estar especificados por mandato expreso de ley, pues en caso contrario se faltaría con una solemnidad o formalidad del contrato de promesa y, en consecuencia, éste sería anulable de nulidad absoluta (Arts. 1425 C. ord. 4° y 1552 C. inc. 1°).413 En la promesa de venta de un inmueble, por ejemplo, deberá estar plenamente identificado el bien raíz que será objeto de la venta, así como el precio en dinero que el comprador pagará por él, pues en caso contrario la promesa no producirá efecto alguno (Art. 1425 C. ord. 4°). Pues bien, si los elementos especiales esenciales del acto o contrato que el deudor está en mora de efectuar estuvieren especificados en el título, la ejecución forzosa de lo debido consistirá, simple y llanamente, en que por la vía judicial dicha declaración de voluntad se tendrá por realizada. Se trataría 412 De los elementos especiales esenciales que deben distinguirse en cada acto o contrato tratan los Arts. 1314 C. inc. 2° y 1315 C. primera parte. Un estudio sobre ellos se hizo en el presente trabajo, en los números 17 literal “F” y 18 literal “A”. 413 Núms. 79 y 80, supra. 336 de otra expresión ordinaria de la coercibilidad del derecho aplicada en el tema de la ejecución forzosa de las obligaciones incumplidas. Lo dicho encuentra base en el Art. 687 Pr. inc. 1°, que dice: Incumplimiento “Art. 687 [inc. 1°].- Si el obligado desatendiera el requerimiento o efectuara la declaración de voluntad contraviniendo el tenor de la obligación, EL JUEZ LA TENDRÁ POR REALIZADA siempre que estén fijados los elementos esenciales del acto o contrato. La resolución judicial tendrá plena validez y eficacia como si hubiera sido hecha por el ejecutado. …”. Si el bien objeto del acto o contrato que deba efectuarse fuese “registrable”, la certificación de la sentencia judicial de ejecución hará las veces de título para que se ordene la inscripción del derecho a favor del acreedor ejecutante. Si el contrato en el que consta la obligación de efectuar un acto jurídico fuese bilateral, como sería –por cierto- el caso de una promesa de venta, la parte diligente, en defecto de no ejercer la acción de cumplimiento podría pedir también la “resolución” del contrato, más la indemnización de los perjuicios de la mora (Art. 1360 C.). Si a la declaración de voluntad que deba efectuar el deudor le faltare fijación de elementos especiales accidentales que se necesiten para el buen cumplimiento de lo debido, como podría ser el caso, por ejemplo, de fijar algún plazo, “el juez, oídas las partes, los determinará en la propia resolución en que tenga por emitida la declaración, conforme a lo que sea usual en el mercado o en el tráfico jurídico” (Art. 687 Pr. inc. 2°).414 Finalmente se impone decir en la ejecución de esta clase de obligaciones de hacer, que si los elementos especiales de la esencia del acto o contrato que debe realizar el deudor no estuvieren especificados, el acreedor 414 Los elementos especiales accidentales que deben distinguirse en cada acto o contrato están regulados en los Arts. 1314 C. inc. 2° y 1315 C. in fine. De ellos se trató en el presente trabajo en el número 18 literal “C”. Por lo demás, los elementos especiales “naturales” no podrían faltar en el acto jurídico del que se trata, ya que éstos van ingénitos en él aunque las partes no los expresaran de manera autónoma (Arts. 1314 C. inc. 2° y 1315 C. parte medular). Consúltese el número 18 literal “B”, supra. 337 deberá ejercer, entonces, su derecho secundario, concretado en la correspondiente acción indemnizatoria por “compensación”, más lo que se le deba por perjuicios moratorios (Art. 687 Pr. inc. 3°). La obligación se valora económicamente y se vuelve en tal caso “dineraria”. En consecuencia, su ejecución también se convierte en dineraria, y se procede al embargo y realización de bienes del ejecutado. Apéndice sobre la ejecución de obligaciones de hacer, a la luz del Art. 1424 del Código Civil.- Se impone hacer un estudio especial de esta disposición civil que trata de los “efectos de las obligaciones de hacer”, la cual, reitera las ideas aprendidas en el derecho procesal.415 Dice la ley: “Art. 1424.- Si la obligación es de hacer y el deudor se constituye en mora, podrá pedir el acreedor, junto con la indemnización de la mora, cualquiera de estas dos cosas, a elección suya: “1ª) Que se apremie al deudor para la ejecución del hecho convenido; “2ª) Que se le autorice a él mismo para hacerlo ejecutar por un tercero a expensas del deudor. “También podrá pedir que se rescinda la obligación y que el deudor le indemnice de los perjuicios resultantes de la infracción del contrato”. Como puede verse, la ley le franquea al acreedor cinco recursos para reparar el agravio sufrido por el incumplimiento de la obligación de hacer por parte del deudor. Tales son: 1°) El apremio del deudor, es decir, el requerimiento judicial donde se le ordena que ejecute el hecho convenido en los términos pactados. A él se refiere el ordinal primero de la norma que se comenta. Es una clara expresión del derecho primario del acreedor en la correspondiente acción de cumplimiento. 415 De los efectos de las obligaciones de dar se ocupa el Art. 1419 C.. Y de los efectos de las obligaciones de no hacer se ocupa el Art. 1426 C.. 338 2°) Que el Juez autorice al acreedor a que el hecho lo ejecute un tercero a expensas del deudor moroso. Está consignado en el ordinal segundo de la norma en cuestión y aplica, lógicamente, para obligaciones de hacer no personalísimas. En este recurso sigue viéndose un claro ejercicio del derecho primario del acreedor a través de la acción de cumplimiento incoada. Debe recordarse también que como el deudor moroso queda obligado al pago de los honorarios del tercero que ejecutaría lo debido, su obligación se volvería dineraria y, en consecuencia, también su ejecución coactiva. 3°) El tercer recurso se halla en la primera parte del inciso final de la norma cuando ésta dice “también podrá pedir que se RESCINDA la obligación”. La ley alude con él al derecho que el acreedor igualmente tiene de pedir la “resolución” del contrato, si éste fuera bilateral y fuere el acreedor, naturalmente, parte diligente. El legislador civil comete la impropiedad de llamar a la figura “rescisión”, ya que no se está partiendo de la base que el contrato adolezca de algún vicio de nulidad relativa. Asimismo el legislador habla de que se rescinda la “obligación”, cuando debió decir “contrato”. La acción resolutoria, como se recordará, no constituye ejercicio ni de derecho primario ni de derecho secundario del acreedor. 4°) Es el que se encuentra en la parte final del inciso final de la norma que se comenta, cuando la ley da también la opción al acreedor “que el deudor le indemnice de los perjuicios resultantes de la infracción del contrato”. Es una clara alusión al derecho secundario del acreedor, ejercido a través de la acción indemnizatoria correspondiente. De una indemnización compensatoria, desde luego. 5°) Es el recurso que se refiere a la indemnización moratoria, y que, como es sabido, el acreedor puede anexarlo a cualquiera de los otros que hubiere utilizado. Se halla en el inciso primero de la norma, cuando la ley dice: “Si la obligación es de hacer y el deudor se constituye en mora, podrá pedir el acreedor, JUNTO CON LA INDEMNIZACIÓN DE LA MORA, cualquiera de estas…”. 339 117.- La ejecución de obligaciones de no hacer.- Como es sabido, las obligaciones de no hacer son obligaciones negativas. En ellas el deudor se ve en la necesidad de no ejecutar un hecho a favor del acreedor. Por consiguiente, en esta clase de compromisos no se concibe la idea de constituir en mora al deudor en caso de incumplimiento. No tendría sentido ni siquiera la idea de un simple retardo. Si el deudor incumple esta clase de obligaciones, el término apropiado es contravención del acto (Art. 1428 C.). La indemnización de perjuicios por la mora, de la que tanto se ha hablado en estas explicaciones como un anexo que el acreedor puede pedir junto con cualquiera de los recursos que le franquea la ley para la ejecución coactiva de su crédito, no tendrá cabida en el caso de las obligaciones de no hacer. No tendría lógica ni sentido alguno. Pero eso no quiere decir que no haya una indemnización por el agravio que sufre el acreedor ante el hecho de haber realizado el deudor lo que no tenía que ejecutar. Lo que sucede es que se trataría de una indemnización “por la contravención del acto”, como lo dice y aclara el Art. 1428 C.. El legislador procesal divide la prestación de no hacer –para efectos de su ejecución por contravención del deudor- en dos categorías: que haya posibilidad de deshacer lo hecho y de que no la haya. Una primera forma de ejecución forzosa de la obligación de no hacer radica siempre en el “requerimiento judicial” que se le hace al deudor para que deshaga lo hecho en contravención, si ello es posible. Y con la advertencia –además- que se abstenga de hacerlo de nuevo, si no quiere incurrir en el ilícito penal correspondiente por desobediencia a mandato judicial (Art. 688 Pr. inc. 1°). Lo dicho demuestra un claro ejercicio del derecho primario del acreedor, desarrollado en la correspondiente acción de cumplimiento. La advertencia que encierra esta amonestación judicial de que el deudor se abstenga de hacer nuevamente lo prohibido, cuando ello es posible, tiene dos niveles: uno básico, que es el consignado en el propio Art. 688 Pr. inc. 1°, y otro más severo que lo tipifica el Art. 691 Pr., al decir: Reiteración del quebrantamiento de la obligación 340 “Art. 691.- Si el obligado volviera a ejecutar lo prohibido, y cuantas veces lo haga, se procederá en los términos de este código. En todo caso, si se acredita voluntad rebelde de incumplir se certificará lo conducente a la Fiscalía General de la República, por si los hechos fueran constitutivos de delito”. Continuándose con el tema, cuando el deudor contraviene el acto, se pueda o no deshacer lo hecho, deberá indemnizar por los daños y perjuicios ocasionados al acreedor (Art. 1428 C.). Y como esta obligación es –de ordinario- dineraria, la obligación de no hacer deberá ser valorada económicamente en dinero para que pueda procederse a una ejecución de ella en ese mismo sentido (Arts. 688 Pr. inc. 2° y 696 Pr.). Lo de valorar en dinero a la obligación de no hacer se vuelve también imperativo por la razón siguiente: Cuando sea posible deshacer lo hecho, el ejecutado procederá a ello si acata el requerimiento judicial. Así, por ejemplo, tenía prohibido construir algo y lo hizo, procediéndose entonces a deshacer lo hecho y pagando la indemnización de la que se habló líneas arriba. Pero si no atiende el requerimiento judicial, “se le impondrán multas, cada una de las cuales ascenderá al veinte por ciento del valor que se atribuye generalmente a la obligación, por cada mes que transcurra sin deshacer lo hecho, hasta un límite de cinco veces” (Art. 689 Pr.).416 Lo dicho es también ejercicio del derecho primario del acreedor, desarrollado en la correspondiente acción de cumplimiento. Ahora bien, si existiera imposibilidad de deshacer lo hecho, como por ejemplo que el deudor –en la remodelación de una casa antigua- se hubiera obligado a no tumbar un muro particularmente valioso del siglo XVIII, y lo hizo, “se sustituirá la obligación por la reparación de los daños y perjuicios causados al ejecutante” (Art. 690 Pr.). Lo propio encierra, entonces, como puede apreciarse, ejercicio del derecho secundario del acreedor, Con relación a las multas, el Art. 701 Pr. inc. 1° in limine, reza: “Las penas pecuniarias que conforme a este código se incurra por una falta, exceso o por contravenir a lo ordenado en el mismo, si se tratase de las partes se le dará audiencia a ésta por cuarenta y ocho horas y con lo que conteste o sin ella, se confirmará o revocará dicha pena. La certificación que de lo actuado se extendiere será título ejecutivo. …”. 416 341 desenvolviéndose compensación. en la correspondiente acción indemnizatoria por Si el contrato en que aparece la obligación de no hacer fuere bilateral, y el deudor obligado a abstenerse de ejecutar un hecho lo realiza, la otra parte contratante, si ha cumplido con sus propias obligaciones, podrá pedir también la “resolución” del contrato, en los términos aprendidos (Art. 1360 C.). Ya se ha hecho ver que lo propio no lo menciona el legislador procesal porque la resolución del contrato sería lo opuesto a “ejecutarlo”, y aquí se está tratando de la ejecución forzosa de una obligación incumplida. Apéndice sobre la ejecución de obligaciones de no hacer, a la luz del Art. 1426 del Código Civil.- Se impone hacer un estudio especial de esta disposición civil que trata de los “efectos de las obligaciones de no hacer”, la cual, reitera las ideas aprendidas en el derecho procesal y hasta las amplía.417 Dice la ley: “Art. 1426.- Toda obligación de no hacer una cosa se resuelve en la de indemnizar los perjuicios, si el deudor contraviene y no puede deshacerse lo hecho. “Pudiendo destruirse la cosa hecha, y siendo su destrucción necesaria para el objeto que se tuvo en mira al tiempo de celebrar el contrato, será el deudor obligado a ella, o autorizado el acreedor para que la lleve a efecto a expensas del deudor. “Si dicho objeto puede obtenerse cumplidamente por otros medios, en este caso será oído el deudor que se allane a prestarlos. “El acreedor quedará de todos modos indemne”. 118.- La ejecución de obligaciones de dar o entregar bienes.- Como ya fue advertido, el legislador procesal no hace la estricta diferencia que sí sabe hacerla el Código Civil distinguiendo a las obligaciones de “dar” de las de hacer una “simple entrega” de bienes. Por lo tanto, la ejecución forzosa de las 417 Como ya tuvo oportunidad de verse, de los efectos de las obligaciones de hacer se ocupa el Art. 1424 C.. Y de los efectos de las obligaciones de dar se ocupa –como se estudiará- el Art. 1419 C.. 342 obligaciones de las que ahora se tratará, se refiere indistintamente a estos dos fenómenos, es decir, que el deudor moroso se había comprometido a transferir el dominio de bienes o a constituir algún otro derecho real sobre ellos a favor del acreedor, o bien, que no se había comprometido a ejecutar ninguna de esas dos cosas sino a hacer una “simple entrega” de tales bienes al acreedor, como el caso del arrendador que se obliga a “entregar” la cosa arrendada (Art. 1712 C. ord. 1°); o el del comodatario que se obliga a “restituir” la cosa que había recibido bajo este título al vencimiento del plazo (Art. 1932 C.). Para las explicaciones que están por hacerse, se tomará la licencia de utilizar la palabra “entrega” como comprensiva de las dos clases de prestaciones. Prestaciones que son positivas, por lo que de nuevo podrá hablarse de mora del deudor en el incumplimiento. La otra advertencia que se hizo en la oportunidad debida es que la dación o entrega se refiere –en principio- a cualquier suerte de bienes excepto dinero, pues la ejecución de obligaciones dinerarias las disciplina el legislador procesal por separado, según tuvo ya oportunidad de verse. El tema, pues, de la ejecución de obligaciones de dar o entregar no dinerarias, lo regula el legislador en los Arts. 692 al 695 Pr.. El legislador divide el tema en tres categorías: 1ª) Obligación de entrega de bienes genéricos. 2ª) Obligación de entrega de bienes muebles específicos. Y 3ª) Obligación de entrega de bienes raíces. Por lo que toca a la ejecución forzosa de una obligación de entrega de bienes genéricos,418 el Juez, a solicitud del ejecutante,419 pondrá el bien en posesión o a la disposición de éste (Art. 692 Pr. in limine). Se trata, como El legislador procesal comete el error de considerar sinónimas las locuciones “cosas genéricas” y “cosas indeterminadas”, cuando ya se sabe que para que una cosa o bien sea objeto de una declaración de voluntad, este bien debe estar determinado a lo menos en cuanto a su género (Art. 1332 C. inc. 1° in fine). Los bienes indeterminados no existen. No podrían ser objeto de un acto o contrato. Nadie puede, por ejemplo, obligarse a dar o entregar “un animal”. Ni siquiera vale decir “un animal mamífero”. El animal debe estar determinado a lo menos en cuanto a su género, verbigracia, cuando el deudor se obliga a dar o entregar un caballo. 419 Ejecutante que ya había triunfado en sus pretensiones, desde luego. Y en el proceso ejecutivo correspondiente. 418 343 puede verse, de un claro ejercicio del derecho primario del acreedor dentro de la correspondiente acción de cumplimiento. El ejecutante también puede pedir, en vez de lo señalado, que se sustituya la obligación por el abono del equivalente de su valor en dinero (Art. 692 Pr. in fine). Lo propio volvería dineraria a la ejecución, con todo lo que eso implica, pues el acreedor estaría haciendo uso de su derecho secundario en la acción indemnizatoria por compensación correspondiente. El uso del derecho primario o secundario del acreedor será sin perjuicio que también pueda pedir –desde luego- la indemnización por la mora. De nuevo debe señalarse que si el contrato era bilateral, el acreedor, si ostenta la categoría de parte diligente, podría pedir asimismo la “resolución” del mismo, en los términos ya consabidos del Art. 1360 C.. Un último punto que desea tocarse es con relación a si el Art. 692 Pr. se podría referir también a la entrega de inmuebles o bienes raíces, ya que de bienes muebles genéricos no hay duda. En lo personal se piensa que sí. Prima facie, esta norma no distingue entre estas dos clases de bienes, como sí lo hacen los dos Artículos subsiguientes y, en segundo lugar, porque los actos o contratos que tienen por objeto bienes raíces, por regla general se refieren a ellos como especies o cuerpos ciertos. La excepción es que se les considere “en relación a su cabida”, como lo señalan, por ejemplo, en materia de venta, los Arts. 1634 C. y ss., presentándose en tal caso la situación de considerar a los inmuebles como bienes genéricos. En lo personal se piensa, pues, que cuando más adelante el Art. 694 Pr. se refiere a la ejecución de una obligación de entregar bienes raíces, la ley se quiso referir a la regla general de considerar a los inmuebles como especies o cuerpos ciertos, es decir, como bienes específicos, y que es lo más común en la práctica. Se estudiará ahora el caso de los bienes muebles específicos, que el legislador procesal, como ya se dijo, comete la impropiedad de llamarlos “determinados”. 344 El Juez, a solicitud del ejecutante, pondrá la especie mueble en posesión o a disposición de éste (Art. 693 Pr. inc. 1° in limine). La ley agrega que el tribunal está facultado para emplear los medios que considere necesarios. En el caso que se trate de tradir especies muebles “registrables”, la ejecución es más expedita, pues el tribunal librará oficio al registrador para que la especie mueble se inscriba a favor del ejecutante en el Registro competente, sin la intervención del obligado (Art. 693 Pr. inc. 1° in fine). Todo lo dicho es ejercicio –naturalmente- del derecho primario del acreedor a través de la acción de cumplimiento correspondiente. Y a ello también podrá agregar la acción indemnizatoria por la mora. Tratándose de especies muebles no registrables, es posible que el bien o los bienes del litigio no puedan ser ubicados, pese a que el tribunal tiene facultad para utilizar los medios de investigación pertinentes (Art. 693 Pr. inc. 2°). En tal caso, entonces, la obligación se sustituirá por el importe del valor de la cosa más la reparación de los daños y perjuicios que se hubieren causado al ejecutante (Art. 693 Pr. inc. 3°). Lo dicho es ejercicio del derecho secundario del acreedor a través de la indemnización compensatoria correspondiente, a la que se agregará, como es sabido, la indemnización por la mora. Al valorarse en dinero la especie mueble que se debe y que no pudo ser hallada, la ejecución se tornaría dineraria, aplicándose en consecuencia la normativa pertinente. De nuevo debe señalarse que si el contrato era bilateral, el acreedor, si ostenta la categoría de parte diligente, podría pedir asimismo la “resolución” del mismo, en los términos ya consabidos del Art. 1360 C.. Se tratará finalmente de la ejecución de una obligación de entregar bienes raíces.420 Como los inmuebles son bienes registrables, el ejercicio del derecho primario del acreedor, a través de la acción de cumplimiento, es lo viable en la ejecución de una obligación de entrega de los mismos, ya que el Juez librará oficio al Registro de la Propiedad Raíz e Hipotecas competente, ordenando 420 Inmuebles entendidos como especies o cuerpos ciertos, que es la regla general, como ya se hizo ver. 345 que el dominio u otros derechos patrimoniales sobre el o los inmuebles en cuestión se inscriban a favor del ejecutante (Art. 694 Pr. inc. 1°). A lo dicho, el acreedor podrá agregar la petición que el deudor le indemnice de los perjuicios sufridos por la mora.421 De nuevo se hace ver que si el contrato era bilateral, el acreedor, si ostenta la categoría de parte diligente, podría pedir asimismo la “resolución” del mismo más la indemnización moratoria, en los términos ya consabidos del Art. 1360 C.. En la ejecución de una obligación de entregar bienes raíces se puede presentar el incidente que el inmueble en cuestión esté actualmente habitado por el deudor y su familia, o bien, por personas que de él dependen, como es el caso de empleados o trabajadores, o bien, finalmente, por personas naturales o jurídicas que lo ocupen a título de mera tenencia, como puede ser el caso de usufructuarios, usuarios o habitadores, arrendatarios, comodatarios, acreedores anticréticos, etc.. El primer evento está regulado en el Art. 695 Pr. inc. 3°. El segundo, en el Art. 694 Pr. inc. 2° y el tercero en el Art. 695 Pr. inc. 1°. Con relación al primer evento, al ejecutado se le dará el plazo de un mes para “desalojarlo”. Transcurrido este tiempo, se puede proceder al inmediato “lanzamiento”. Con relación al segundo evento, en la ejecución se hará constar, igualmente y sin mayor trámite, el “lanzamiento de los ocupantes”.422 Pero con relación al tercero, la ley ordena que a los ocupantes se les notifique la existencia de la ejecución “para que en el plazo de diez días presenten en el juzgado los títulos que justifiquen su ocupación” (Art. 695 Pr. inc. 1°). Lo anterior se refiere a que la tradición de derechos reales constituidos sobre inmuebles deberá estar debidamente inscrita en el Registro de la Propiedad Raíz e Hipotecas que corresponda, según lo manda el Art. 686 C. ords. 1° y 2°, pues sólo así sus titulares podrán hacer oponibles sus derechos frente a terceros. Y tercero vendría a ser, desde luego, el acreedor ejecutante del que ahora se trata. Lo mismo aplica para tenedores como los arrendatarios, comodatarios y acreedores anticréticos, ya que, en principio, la única manera 421 Eso explica por qué de manera expresa el legislador no reguló esta vez al derecho secundario del acreedor, desarrollado en una acción indemnizatoria por compensación. 422 Con la excepción, lógicamente, de una notificación de rigor. 346 que tienen para que el ejecutante les siga respetando sus “derechos” sobre los inmuebles que ocupan, es que también los tengan inscritos en el Registro competente (Arts. 686 C. ord. 3°, 1750 C. y 2184 C.).423 Un segundo incidente que se puede presentar en esta clase de ejecución forzosa es con relación a los bienes que contenga el inmueble en cuestión, a los que el ejecutante no tiene derecho. En ese sentido, la ley ordena a los ocupantes que sean los dueños de tales bienes, que los retiren en el plazo que el Juez señale, so pena de ser considerados “bienes abandonados” si no se cumple con esa orden (Arts. 694 Pr. inc. 2° y 695 Pr. inc. 2°). Sin embargo, si se trata de bienes “que no se puedan separar del terreno”, y fueren mejoras necesarias, o bien, mejoras no necesarias pero útiles, el ejecutante deberá satisfacer su valor a solicitud del interesado (Art. 694 Pr. inc. 3°). Finalmente, se impone decir que en esta clase de ejecución coactiva se debe hacer un informe sobre el “estado del inmueble” (Arts. 694 Pr. inc. 2° y 695 Pr. inc. 2°). La importancia de esto se presenta cuando dicho inmueble tenga posibles daños que deban ser reparados. Puede acordarse, entonces, la retención y depósito de los bienes que sean propiedad del ocupante responsable de los daños para la correspondiente indemnización al ejecutante, titular, ahora, por derecho, del inmueble en cuestión (Art. 694 Pr. inc. 4°). Apéndice sobre la ejecución de obligaciones de dar o entregar no dinerarias, a la luz del Art. 1419 del Código Civil.- Se debe hacer ahora un estudio especial de esta disposición civil que trata de los “efectos de las obligaciones de dar”, la cual, reitera las ideas aprendidas en el derecho procesal.424 Dice la ley: “Art. 1419.- La obligación de dar contiene la de entregar la cosa; y si ésta es una especie o cuerpo cierto, contiene además la de conservarlo hasta la entrega, so pena de pagar los perjuicios al acreedor que no se ha constituido en mora de recibir”. 423 Con relación al comodato no hay base legal expresa, pero sí puede utilizarse de manera indirecta la misma del arrendamiento de cosas, pues en el fondo el comodato viene a ser una suerte de “arrendamiento gratuito”. 424 Como ya tuvo oportunidad de verse, de los efectos de las obligaciones de hacer se ocupa el Art. 1424 C.. Y de los efectos de las obligaciones de no hacer el Art. 1426 C.. 347 Cuando este mandato dice que la obligación de dar contiene la de entregar la cosa, no está confundiendo una prestación con otra. Está simplemente diciendo que la obligación de “dar”, es decir, de tradir o enajenar una cosa (ya sea en sentido estricto o en sentido amplio), conduce a una ENTREGA MATERIAL de ella al acreedor (real o simbólica). La obligación de “simple entrega”, en cambio, es aquella en que el deudor se ve en la necesidad de desplazar una cosa al acreedor, pero sin que este traspaso implique ni la transferencia del dominio ni la constitución de algún otro derecho real, como cuando el arrendador adquiere el compromiso de entregar la cosa rentada al arrendatario (Art. 1712 C. ord. 1°), o bien, cuando el comodatario restituye la cosa recibida en comodato al vencimiento del plazo (Art. 1932 C.). Las obligaciones de simple entrega forman parte de las obligaciones de “hacer”. No deben confundirse –entonces- con las obligaciones de “dar”, pero sí comparten en común algunas cosas. Ambas, por ejemplo, desembocan en una ENTREGA MATERIAL de la cosa, ya sea real o simbólicamente. Y en ambas el deudor se obliga también a CONSERVAR el bien en buen estado hasta el momento de la entrega material, si la cosa es una especie o cuerpo cierto.425 El Art. 1419 C., pues, bien puede referirse tanto a obligaciones de “dar” una cosa como a obligaciones de hacer que consistan en la “simple entrega” de una cosa. 119.- Estudio especial sobre la “liquidación de cantidades”.- Todo el tema de la ejecución forzosa de obligaciones desea cerrarse haciendo un estudio sobre la liquidación de cantidades que el legislador procesal trata por separado y de manera especial. El legislador trata el punto siempre dentro del tema de la ejecución de obligaciones, en el Capítulo Cuarto y final del Título Cuarto del Libro Quinto del Código Procesal Civil y Mercantil; en los Arts. 696 al 699. Lo dicho es interesante porque este Título Cuarto trata de la ejecución forzosa de obligaciones “no dinerarias”, y la liquidación de cantidades de la que se hablará, es un tema, por demás, “dinerario”. Se deberá aplicar, en 425 Genera non pereunt (Art. 1381 C.). 348 consecuencia, la normativa propia de la ejecución dineraria, ya vista en este trabajo. La excusa para el legislador procesal se debe seguramente a lo especial de estos valores económicos en su sentir, y que por eso los reguló de manera separada. ¿A qué cantidades de dinero o valores económicos se refiere la ley de manera especial?. R/ A tres figuras: 1ª) La liquidación de daños y perjuicios. 2ª) La liquidación de frutos naturales o civiles. Y 3ª) La liquidación de cuentas en una administración de bienes. El legislador procesal no colocó en la lista la liquidación de “mejoras”. Tampoco lo hizo con las “pérdidas y deterioros”, aunque en este último caso el punto podría quedar asimilado dentro del indemnizatorio por daños y perjuicios. No lo hizo, al menos, de manera expresa, aunque el Art. 697 Pr. inc. 1°, como se verá, en materia de frutos, habla también de “productos de cualquier clase”. Liquidar bienes es lo mismo que realizarlos, es decir, que los bienes que no sean dinero sean transformados en dinero, o bien, se hagan equivaler a dinero. Lo que el legislador regula en este tema especial es valorar en dinero a obligaciones que -in limine- no lo son. Así, por ejemplo, si la obligación del deudor era de hacer, como la de construir una cosa, y se constituye en mora por no hacerla o hacerla mal, dicha obligación –aunque no sea dineraria- tiene un valor en dinero que deberá ser calculado para efectos de estimar la indemnización de daños y perjuicios que deberá pagarse por el incumplimiento. A la postre, pues, se estará tratando con una ejecución dineraria y, en consecuencia, habrá embargo de bienes del deudor, inventario y avalúo de los mismos, así como realización o liquidación de tales bienes. 120.- La liquidación de daños y perjuicios.- La indemnización por daños o perjuicios, como tuvo oportunidad de estudiarse, es de dos clases: compensatoria y moratoria. Sólo la primera constituye ejercicio del derecho secundario del acreedor. La segunda, el acreedor la puede pedir de manera anexa a cualquiera de los recursos que le franquea la ley para reparar el 349 agravio sufrido por el incumplimiento a destiempo de la obligación, o bien, por la contravención del acto, en el caso de las obligaciones negativas. La liquidación por daños y perjuicios la regula el Art. 696 Pr., y se refiere tanto a una clase de indemnización como a la otra. La norma trata en definitiva una ejecución forzosa de obligación dineraria, como ya se hizo ver, por lo que se parte del supuesto que el acreedor ha triunfado en las pretensiones del proceso ejecutivo correspondiente que hubo de seguir. Ya en la fase de ejecución, pues, el ejecutante presenta la solicitud donde detalla el valor en dinero que él le atribuye a la obligación. El Juez le dará audiencia, entonces, al ejecutado, por seis días, para conocer su respuesta (Art. 696 Pr. inc. 1°). Si el ejecutado no se opone al valor conferido a la obligación para el cálculo de las indemnizaciones que se pretenden pagar, el Juez decretará el embargo de bienes para proceder a la realización de los mismos (Art. 696 Pr. inc. 2°). Esta falta de oposición del ejecutado puede ser expresa o tácita (Art. 696 Pr. inc. 3°). Si el ejecutado presentare oposición al valor que se le ha dado a la obligación, el Juez abrirá el trámite de un proceso declarativo abreviado para calcular este monto, valorando las pruebas que presente el ejecutado al respecto (Art. 696 Pr. inc. 4°). En efecto, el Art. 241 Pr. inc. 2° ord. 1°, dice: LIBRO SEGUNDO LOS PROCESOS DECLARATIVOS TÍTULO PRIMERO DISPOSICIONES COMUNES CAPÍTULO PRIMERO CLASES DE PROCESOS DECLARATIVOS Ámbito del proceso abreviado 350 “Art. 241.- Se decidirán por los trámites del proceso abreviado las demandas cuya cuantía no supere los veinticinco mil colones o su equivalente en dólares de los Estados Unidos de América. “Además, se decidirán por este trámite, cualquiera que sea su cuantía: “1°) Las demandas de liquidación de daños y perjuicios. …”. El Artículo matriz que sirve de guía al Juez y a las partes para la valoración económica de una obligación es, como ya tuvo oportunidad de decirse, el 242 del Código Procesal Civil y Mercantil. Se transcribe de nuevo esa disposición para comodidad del lector: Determinación del valor de la pretensión “Art. 242.- El valor de la pretensión se fijará según el interés económico de la demanda, que se calculará de acuerdo con los criterios siguientes: “1°) Si se reclama una cantidad de dinero determinada, la cuantía de la demanda estará representada por dicha cantidad, y si falta la determinación, aun en forma relativa, la demanda se considerará de cuantía indeterminada. “2°) Cuando el proceso tenga por objeto dar bienes muebles inmuebles, se estará al valor de los mismos al tiempo de interponerse demanda, conforme a los precios corrientes en el mercado o en contratación de bienes de la misma clase, con independencia de que reclamación se base en derechos reales o en derechos personales. o la la la “3°) En los procesos sobre el derecho a exigir prestaciones periódicas, sean temporales o vitalicias, se calculará el valor por el importe de una anualidad multiplicado por diez, salvo que el plazo de la prestación fuera inferior a un año, en cuyo caso se estará al importe total de la misma. “4°) En los procesos que versen sobre la existencia, validez o eficacia de un título obligacional, su valor se calculará por el total de lo debido, aunque sea pagadero a plazos. Este criterio de valoración será aplicable en aquellos procesos cuyo objeto sea la creación, modificación o extinción de un 351 título obligacional o de un derecho de carácter personal, siempre que no sea aplicable otra regla de este artículo. “5°) Cuando la demanda tenga por objeto una prestación de hacer, su cuantía equivaldrá al coste de aquello cuya realización se determine, o en el importe de los daños y perjuicios derivados del incumplimiento, sin que en tal caso sean acumulables ambas cantidades, salvo si además de determinarse el cumplimiento se pretendiera también la indemnización. El cálculo de los daños y perjuicios habrá de ser tenido en cuenta cuando la prestación sea personalísima o consista en un no hacer, aún si lo que se pretende con carácter principal es el cumplimiento. “6°) Cuando se reclamen varios plazos vencidos de una misma obligación se tomará en cuenta, como cuantía, la suma de los importes reclamados, salvo si se ha pedido en la demanda declaración expresa sobre la validez o eficacia de la obligación, en cuyo caso se estará al valor total de la misma. Si el importe de alguno de los plazos no fuera cierto, se excluirá éste del cómputo de la cuantía”. 121.- La liquidación de frutos naturales o civiles.- El legislador regula la figura en los Arts. 697 y 698 Pr.. Por lo que toca a la liquidación de frutos civiles, la cuestión se torna menos difícil, ya que ellos –en sí mismos- se concretan en cantidades de dinero: precios, rentas, intereses de capitales exigibles, impuestos a fondo perdido, regalías, primas de seguros, dividendos, pensiones previsionales, pensiones alimenticias, etc. (Arts. 628 y 629 C.). Se aplicaría el Art. 242 Pr. ord. 3° para el cálculo de la liquidación total. En el caso de los frutos naturales (Arts. 624 al 627 C.), se estará al valor de los mismos al tiempo de interponerse la demanda, conforme a los precios corrientes en el mercado (Art. 242 Pr. ord. 2°). El Juez requerirá al deudor para que en un plazo de diez días presente el estimado de la liquidación de frutos naturales o civiles que adeuda, es decir, la cantidad de dinero que debe en ese sentido. 352 Al ser, entonces, “dineraria” la obligación, se puede proceder al embargo y realización de bienes del ejecutado si se vuelve necesario. El acreedor estaría haciendo uso de su derecho primario dentro de la acción de cumplimiento correspondiente (Art. 697 Pr. inc. 1°). Si el deudor presenta el estimado, éste se le comunicará al acreedor para saber si tiene alguna objeción que hacerle. Si muestra conformidad con él, el Juez aprobará la liquidación y se procederá al pago de la cantidad de dinero que se debe (Art. 697 Pr. inc. 2°). Cuando el acreedor se oponga a la liquidación o estimado presentado por el deudor, se sustanciará el procedimiento por los trámites del proceso abreviado, para que una vez fijada la cantidad de dinero en sentencia, pueda procederse a su pago (Art. 697 Pr. inc. 3°, en concordancia con el Art. 241 Pr. inc. 2° ord. 1°, que se aplicaría por extensión para el tema de la liquidación de frutos). Ahora bien, si fue el deudor el que no presentó desde un inicio el estimado de lo que debe en concepto de frutos, habiéndosele requerido judicialmente para ello, el llamado se lo hará el tribunal al acreedor para que lo efectúe de manera justa. Los papeles aquí se invierten, pues el Juez le dará audiencia al deudor para saber si está conforme o le hace reparos u observaciones al estimado. Si es así, se sustancia el proceso abreviado del que trató en el párrafo anterior (Art. 698 Pr.). 122.- La liquidación de cuentas en una administración de bienes.- En materia civil y mercantil se presenta el caso de personas que, por administrar bienes, rinden cuentas de esa administración, como es el caso de los mandatarios, los síndicos de los concursos, los interventores, etc.. En materia familiar el fenómeno se presenta con los tutores, los administradores especiales de bienes de un hijo de familia o pupilo, con los mismos padres de familia, inclusive, en ciertos casos, etc.. Habiéndose seguido el proceso correspondiente, una vez demostrada la deuda insoluta que la persona tiene en concepto de rendición de cuentas, con la ejecutoria de la sentencia se procederá a la ejecución coactiva de esta 353 “obligación dineraria”. A ella se refiere el Art. 699 Pr., pero remitiendo al procedimiento ya conocido de los dos Artículos anteriores. El tribunal librará, pues, requerimiento al ejecutado para que en un plazo de diez días presente un estimado de la cantidad de dinero que adeuda en concepto de rendición de cuentas. El Juez correrá traslado –entonces- al acreedor para saber si está conforme, o si, por el contrario, objeta la liquidación calculada. En este último caso se sustanciará el procedimiento por los trámites del proceso abreviado, en cuya sentencia quedaría definido este monto (Art. 699 Pr., que remite al Art. 697 Pr., el cual, a la vez, se relaciona con el Art. 241 Pr. inc. 2° ord. 1°, que se aplicaría por extensión para el tema de la liquidación de rendición de cuentas). Si el ejecutado no presentare la liquidación, los papeles se invierten, pues el Juez libraría el requerimiento al acreedor ejecutante para que presente un estimado de la cantidad de dinero que se le debe en concepto de rendición de cuentas. El tribunal correría el traslado –entonces- al deudor para que manifieste su conformidad, o bien, le haga reparos u observaciones a lo calculado. En este último caso, se sustanciaría de nuevo el procedimiento por los trámites del proceso abreviado, en cuya sentencia quedaría definido este monto (Art. 699 Pr., que remite al Art. 698 Pr., el cual, a la vez, se relaciona con el Art. 241 Pr. inc. 2° ord. 1°, que se aplicaría por extensión para el tema de la liquidación de rendición de cuentas). La ejecución de la obligación es, en consecuencia, “dineraria”. Se puede proceder –entonces- al embargo y realización de bienes del deudor para su pago. El acreedor estaría haciendo uso de su derecho primario, a través de la correspondiente acción de cumplimiento. Si la rendición de cuentas procediere de una administración compleja, el Juez puede ampliarle el plazo al deudor para su estimado.