Subido por jose perez

LA HISTORIA DE SANDRA

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Sandra siempre había sido una adolescente conflictiva, sus notas empeoraban cada vez más,
discutía continuamente con sus padres y desobedecía sus instrucciones cada vez que se daban la
vuelta. Sus progenitores estaban desesperados, no querían que la chica perdiera el curso y las
habladurías sobre lo “fácil” que era con los chicos ya habían llegado a sus oídos. A sus ojos ella
seguía siendo la misma niña a la que tenían que cambiar los pañales y vieron dar sus primeros
pasos con un año de edad.
Pero lo cierto es que Sandra ya se consideraba a sí misma una mujer, con dieciséis años se creía lo
suficientemente madura como para tomar sus propias decisiones y molestar a sus padres se había
convertido en el más divertido de sus pasatiempos. Cuando salía de fiesta llegaba siempre un par
de horas después del “toque de queda”, tenía cada vez peores compañías y el desfile de novios
parecía no terminar nunca.
Pero el detonante definitivo fue cuando sus padres encontraron una prueba de embarazo en su
cuarto de baño. Malo era que “la niña” se hubiese hecho mujer, pero más preocupante era que
además lo hiciera sin protección. Los padres estaban destrozados, amaban tanto a su única hija
que sin saberlo la habían consentido demasiado y se había convertido en una arpía, en una
manipuladora a la que ni sus propias compañeras de instituto soportaban. Era la típica niña
mimada que hacía siempre lo que quería y cuando quería. Por el contrario sus padres eran
excelentes personas, queridos y respetados por todos sus conocidos, aunque se habían volcado en
atenciones a una hija que nunca les devolvió el amor que la profesaban.
Pero todo había llegado demasiado lejos, debían escarmentarla y controlar su comportamiento.
Castigarla sin salir hasta que acabara el curso les pareció la única opción, incluso estaban
barajando la opción de enviarla a un nuevo centro el año que viene. Uno que era conocido por lo
estricto de sus profesores y los excelentes resultados para “domar” a fierecillas como Sandra.
La adolescente por supuesto no estaba dispuesta a respetar el castigo y mucho menos esa noche,
así que fingió un dolor de cabeza para irse temprano a dormir, algo realmente impensable en ella.
Cerró la puerta, apagó la luz y escondió bajo las sábanas unos almohadones para dar el aspecto de
que había alguien durmiendo. No era la primera vez que lo hacía y descender por el tejado que
había junto a su ventana le resultó una tarea fácil.
El novio la esperaba un par de calles más allá con un potente todoterreno que seguramente
pertenecía a sus padres. Nada más subir le plantó un beso con lengua y le ofreció un trago de
tequila con una botella que ya estaba casi por la mitad. Entre risas y con la música a todo volumen
salieron hacia la fiesta de Alicia, una chica que había repetido varios cursos e incluso había sido
detenida por la Policía en dos ocasiones, probablemente la joven más peligrosa y temida del
instituto.
Sandra llevaba semanas hablando de esa fiesta ya que Alicia había prometido que con su mayoría
de edad compraría todo el alcohol que pudiera y montaría la fiesta más salvaje que jamás
pudieran recordar.
Al llegar allí se encontraron exactamente con lo que Sandra se había imaginado, la gente bailaba
junto a la piscina medio desnuda, pocos habían sido avisados para que llevaran un traje de baño
por lo que la mayoría estaban en ropa interior. En la zona de la barra decenas de botellas
coronaban unos juegos en los que se retaba a la gente a beber por un embudo, o se organizaban
torneos de chupitos. Se veían grupos de jóvenes besándose y metiéndose mano en cada rincón, y
luces que se apagaban en las habitaciones de arriba.
Sandra estaba feliz y no tardó en integrarse a la perfección en la fiesta, su novio por su parte se
dirigió como un misil a la zona de las bebidas, agarró una botella en cada mano y se fue a la piscina
donde se puso a flirtear con una rubia que parecía seguirle el juego.
A Sandra le cambió la cara cuando vio la escena, como una tigresa se acercó a su pareja y le dio un
apasionado beso para disuadir a la otra chica. Pero el chico le dijo:
“Esta es mi vecina, la pobre no tiene como regresar a casa y con la ropa mojada no puede llamar a
un taxi, voy a acercarla un momento a casa y regreso a la fiesta en unos minutos”
Sandra, que no era tonta, no estaba dispuesta a dejar que “su chico” se fuera con una cualquiera.
A pesar de que quería continuar en la fiesta dijo que los acompañaría. La cara del novio era un
poema, obviamente su intención era irse con la rubia a algún lugar apartado. Pero Sandra no le iba
a dejar tranquilo. Así que a regañadientes montó con las dos chicas en el coche y, enfadado como
iba, bebía trago tras trago de una de las botellas que se había llevado de la fiesta. Sandra, que
conocía bien al chico, sabía que ya había bebido demasiado pero tenía una cara de furia que le
indicaba que era mejor no recriminarle nada.
Diez minutos después y con el vehículo haciendo eses por la evidente borrachera del chico
llegaron a su destino. La chica rubia se bajó del coche y guiñando un ojo le dijo:
“Gracias, vecino, otro día nos vemos por el barrio”.
Sandra sabía que el chico no vivía por la zona, por lo que no tardó ni un minuto en enfrentarse a su
novio gritando y empujándole mientras conducía de vuelta a la fiesta. Él, realmente borracho y
enfadado, conducía a toda velocidad mientras forcejeaba con ella.
De repente se encontraron con una fuerte luz de frente… El impacto fue brutal.
Sandra, que no llevaba el cinturón puesto, fue la única que no murió en el acto. Salió despedida
del todoterreno y se golpeó fuertemente contra el techo del otro coche y después contra un árbol.
Su cuerpo quedó tendido junto a la carretera mientras los dos vehículos se habían convertido en
un amasijo de hierro y trozos de carne destrozada, carne que pertenecía a su novio y a una pareja
que viajaba en el otro coche, una pareja que no había tenido culpa de nada y que se había
encontrado con el vehículo de un borracho mientras avanzaba correctamente por su carril.
La Policía y un equipo de urgencias llegó al lugar a los pocos minutos, Sandra aún estaba con vida
aunque el golpe había sido mortal. Con su último aliento y tosiendo sangre por la boca le dijo al
médico que la atendió que le dijera a sus padres las siguientes palabras:
“Dígale a mis padres que todo ha sido culpa mía, que debí hacerles caso y que los quiero”
El doctor, que había atendido escasos segundos antes a los otros accidentados, corroborando su
muerte, observó impotente cómo la chica se apagaba.
El golpe había sido tremendo y la cortina de humo que había levantado fue tal que la gente que
había en la fiesta de Alicia se acercó a ver qué había pasado a dos calles del lugar. Una de las
amigas de la infancia de Sandra la reconoció antes de que la cubrieran con una manta.
-¡Doctor, doctor, ella es mi amiga! ¿Qué ha pasado? ¿Qué le ha dicho?
-Siento mucho comunicarle que su amiga ha fallecido por el accidente, trató de decirme algo pero
no pude entenderla.
Un enfermero que acompañaba al médico se sintió intrigado al ver que no le había explicado las
últimas palabras de la chica.
-¿Por qué no le dijo el mensaje que le ha dejado a sus padres?
El doctor apesadumbrado le contestó:
-No sabía qué decirle, la pareja que ha muerto en el otro coche… Eran sus padres.
Al parecer los padres habían descubierto el engaño de su hija y habían ido a buscarla a la fiesta de
la que llevaba hablando semanas. Al llegar allí y no encontrarla decidieron volver a casa para ver si
había regresado. Con la mala fortuna de que en el camino se chocaron de frente contra el
todoterreno en el que iba su hija
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