La Edad Media y el Renacimiento como periodos de tiempo que representan a Dios/iglesia y al hombre/antropocentrismo respectivamente, están muy ligados a las situaciones de nuestro tiempo. En la edad media, el foco permanece sobre las iglesias y Dios. Se ven ciertas normas y conceptos establecidos por la religión, que hoy en día son seguidos por la multitud. En el renacimiento en cambio, el hombre permanece como centro de atención, también hay una mayor libertad de pensamiento, se abre la posibilidad de cultivar y promover el conocimiento, se da el descubrimiento y la exaltación de la belleza del cuerpo, además de las prácticas idealizadas a favor del ser humano. «Quien se deleita en defraudar al prójimo, no sé ha de lamentar si el otro le engaña» Francisco Petrarca Una clara referencia de Petrarca hacia el renacimiento y el ser humano como punto de referencia para la construcción de la sociedad, además del pensamiento racional como herramienta de suma importancia para el funcionamiento armónico del hombre y su entorno. En este texto, se hace patente que el descuido de un hombre hacia otro con decepciones y engaños, no debe ser visto como acciones extrañas, sino como respuesta a lo propio hecho en un inicio contra determinado individuo. «El sabio no se sienta para lamentarse, sino que se pone alegremente a su tarea de reparar el daño hecho» William Shakespeare Por ello, como menciona Shakespeare, las personas tienen diversas opciones cuando se trata de responder ante situaciones desfavorables de su vida: rendirse, evadirlas, aceptarlas o enfrentarlas. Las dos últimas dan pie a la búsqueda de soluciones. De ese modo, el humanismo se hace notar: críticas evidentes a la iglesia, la religión, el poder y autoridad impuestos. Regresa parte del estilo clásico de aprendizaje del Medioevo, donde se logran difundir nuevas ideas e incorporar nuevos conocimientos y valores que actualmente son usados: Se pasa de depender de toda sabiduría y voluntad proveniente de Dios y la iglesia, a desarrollar el entendimiento y la razón. «Los cinco enemigos de la paz que viven entre nosotros son: miedo, avaricia, envidia, odio y orgullo. Elimínelos y tendrá paz permanente» Francisco Petrarca Los principales enemigos, actitudes altamente destructivas que terminan contaminando al individuo mismo que los practica, hacen que este se llene de amargura que provocan finalmente reacciones adversas distintas a la armonía y paz que propone Petrarca y se hacen manifiestas tanto en la cotidianidad de las épocas en cuestión, como esta cotidianidad actual.