ANTROPOLOGÍA FILOFÓFICA Texto, Actividades y Selección Bibliográfica por Adriana Arpini y Ana Luisa Dufour 1.1. El hombre como “tema” y como “problema” El hombre como tema: La palabra de origen griego antropología (anthropos: hombre y logos: palabra, razón, tratado) se utiliza para designar a la disciplina que se ocupa del estudio del hombre. Ahora bien, esta definición etimológica requiere algunas aclaraciones. Efectivamente, preguntas tales como ¿qué es el hombre?, ¿qué es la vida humana y qué sentido tiene?, ¿cuál es la diferencia entre el hombre y el resto de las cosas que existen?, ¿cuál es el lugar del hombre en el universo?, ¿de qué manera se relaciona el hombre con lo absoluto?, ¿en qué consiste la esencia de lo humano? y otras semejantes, reciben muy variadas respuestas en nuestros días, sobre todo si se tienen en cuenta los desarrollos de los conocimientos en las diversas disciplinas que se ocupan de lo humano como la biología, la psicología, la sociología, la antropología cultural, la lingüística, la ciencia médica, la genética, entre las más difundidas. Aun dentro de cada disciplina las respuestas pueden ser diferentes según el punto de vista que resulte privilegiado al abordar el estudio del hombre, así por ejemplo podría predominar la perspectiva psicologista*, biologista*, humanista*, evolucionista*, entre otras. El científico que se pregunta ¿qué es el hombre?, ¿cuál es su origen?, construye su respuesta considerando la secuencia de hechos que se ofrecen a la observación, comparando, estableciendo relaciones de causalidad y planteando nuevas preguntas e incógnitas a medida que avanza en la investigación. Por ejemplo, puede observarse que desde el punto de vista anatómico existen notables parecidos entre el hombre y algunos animales en cuanto a la constitución de los tejidos, la estructura, disposición y función de ciertos órganos. Por eso se ha dicho que el hombre es simplemente uno de los animales y se lo agrupa entre los vertebrados llamados mamíferos. Ahora bien, cabe preguntar si para saber qué es el hombre basta con ubicarlo dentro de una clasificación. Cuando se procede de esta manera se está encarando el tema del hombre desde una perspectiva definida. Otra cosa sucede cuando se asume el problema del hombre en toda su complejidad, como se verá más adelante. Un ejemplo de consideración temática acerca del hombre lo proporciona la Teoría Evolucionista: Hasta los primeros decenios del siglo XIX imperó la teoría de la fijeza e inmutabilidad de las especies. La definición de especie dice que se trata de una categoría homogénea de individuos estrechamente parecidos entre sí (salvo en diferencias secundarias como tamaño y color) y capaces de entrecruzarse libremente y de producir descendientes fecundos. Charles Darwin* introdujo, con la publicación de su libro El origen de las especies (1859), la teoría de que las especies no serían fijas e inmutables, sino que habrían surgido de un proceso gradual de diferenciación evolutiva desde formas ancestrales comunes. Aunque Darwin no fue el primero en esbozar esta teoría, pues ella era motivo de frecuentes controversias en su época, sí fue el primero en dar una explicación bien documentada y racional de cómo habría ocurrido tal evolución. La Teoría de la Evolución se basa en el concepto de selección natural, que puede describirse 1 del siguiente modo: todos los seres vivos muestran una tendencia a variar, y las variaciones hereditarias son transmitidas de una generación a otra. Aquellos individuos afectados por una variación hereditaria que les proporciona una ventaja definida sobre sus semejantes tienen más posibilidades de sobrevivir en la lucha por la existencia y reproducirán sus cualidades. Así por ejemplo los osos polares desarrollaron un pelaje más largo y tupido que les permite sobrevivir en las condiciones de fríos extremo de su hábitat; los simios desarrollaron la capacidad prensil en las extremidades y en la cola para adaptarse a la vida arbórea. Las pruebas que se esgrimen en apoyo a las hipótesis del evolucionismo proceden de la observación de grupos de una misma especie que se han desarrollado en espacios geográficos diferentes y aislados entre sí, o bien del estudio de la anatomía comparada, o de la embriología, o de la paleontología. Según los testimonios de esta ciencia –la paleontología– el hombre no siempre fue como es hoy. Existieron formas primitivas de hombres tales como el Australophitecus, el Pithecanthropus, el hombre de Neanderthal, que son considerados antepasados del Homo Sapiens, del cual se han encontrado restos en África que datan de hace 100.000 años. Los científicos afirman que la evolución del hombre se ha orientado en el sentido de un progresivo desarrollo de la capacidad craneana, lo cual favorece la mayor actividad intelectual, y suponen que ésta no se ha completado aún. (Cfr. Textos Nº 1 y Nº 2) Actividad 1: Lectura comprensiva de los textos Nº 1 y Nº 2. - Identificar la estructura y el tema principal de cada texto. - Establecer relaciones de complementariedad o de contradicción entre los textos. - Determinar el enfoque desde el cual se aborda en cada uno de los textos el tema del hombre. - Redactar una breve síntesis del contenido de cada texto. Los interrogantes acerca del origen del hombre han sido tematizados en todo tiempo y lugar, de modo que también son variadas las respuestas que se han dado a lo largo de la historia y en las distintas culturas. Así, los llamados mitos de origen son narraciones muy antiguas, generalmente contenidas en los textos sagrados de diversos grupos culturales y transmitidas por la tradición. Ellas contienen una determinada concepción del hombre y de cómo se originó. Puede citarse como ejemplo la concepción judeocristiana del hombre contenida en el Génesis o la narración acerca de cómo fueron creados los primeros padres de la humanidad que se encuentra en el libro sagrado del pueblo Quiché, el Popol Vuh (Cfr. Textos Nº 3 y Nº 4). Un breve análisis de los textos transcriptos permite apreciar semejanzas y diferencias entre ambas concepciones: En la tradición judeocristiana aparece la idea de creación a partir de la nada (creatio ex nihilo). Esto puede explicarse con las palabras de Santo Tomás*: “crear no es otra cosa que producir algo en el ser sin materia previa”, en este sentido únicamente Dios es creador y sólo analógicamente* puede decirse del hombre –por ejemplo de un artista– que es creador. Lo propio del hombre es hacer, fabricar, construir, producir a partir de una materia preexistente. El texto bíblico dice además que Dios creó al hombre a su imagen y semejanza, esto significa que si bien el hombre posee los mismos atributos que la divinidad, no los posee en grado sumo o absoluto como Dios, sino que participa de ellos 2 en diversos grados: de Dios se puede decir que es perfecto, omnisciente, omnipotente, eterno, mientras que del hombre se dice que es perfectible, capaz de alcanzar diversos grados de ciencia o sabiduría, poseedor de poder relativo, temporal. Por otra parte, la relación del hombre con el mundo, que surge del mandato divino “Llenad la tierra y sometedla”, puede ser interpretada de modo que el mundo, lo terrenal, no es ajeno al hombre, sino que es su ámbito propio, el hombre está llamado a dominar el mundo. Además, gracias a la capacidad de razonar y al amor, el hombre puede abrirse a lo infinito, a Dios. En este sentido el hombre sería la culminación de la creación. En la tradición Quiché, en cambio, se dice que los dioses hicieron al hombre íntegramente a partir de la “pasta de maíz” (echá), después de haber buscado laboriosamente una materia adecuada y de haber intentado con varias, incluso con el barro. Los dioses buscaban una materia que poseyera potencia vivificadora propia y la encontraron en la “pasta de maíz”, que es al mismo tiempo el alimento que el hombre se procura con su trabajo. Es decir, el ser del hombre es un continuo hacerse a sí mismo mediante el trabajo, por el cual transforma la naturaleza y produce la cultura, ello le permite alcanzar la plenitud en cuanto hombre. Actividad 2: Lectura comprensiva de los textos Nº 3 y Nº 4. - Reconocer, a partir de los textos, semejanzas y diferencias entre las concepciones mítico-religiosas del hombre que ellos contienen. (Tomar en cuenta el tratamiento teórico). Ahora bien, las respuestas que han sido consideradas contienen, cada una a su manera, una determinada interpretación de lo que es el hombre. Ellas se refieren al hombre como tema. Es posible establecer una primera afirmación: las cuestiones propias de la problemática antropológica han sido y son tematizadas en diferentes discursos: el de las ciencias, el de las distintas concepciones míticas y religiosas, el de ciertas teorías que intentan una explicación holística. En síntesis, el hombre es tema de cierto tipo de discursos no-filosóficos, los cuales contienen una antropología implícita, es decir una determinada concepción acabada, definida y más o menos estable del hombre. Por otra parte, los interrogantes sobre la esencia del hombre, el sentido de la vida humana, el origen y el destino de la humanidad, han sido también temas de la reflexión filosófica. “El hombre es la medida de todas las cosas” En todas las épocas los filósofos han encarado la problemática antropológica de diversas maneras. Así por ejemplo en la antigua Grecia, entre los Sofistas* (siglo V a.C.), Protágoras afirmaba que “el hombre es la medida de todas las cosas, de las que son en cuanto que son; de 3 las que no son en cuanto que no son”. El contenido antropológico de esta afirmación se inscribe dentro de una concepción más amplia de lo existente, es decir, dentro de una cosmovisión, según la cual las cosas aparecen a cada uno según las circunstancias y el entorno. De acuerdo con la doctrina de Protágoras, la visión de cada uno se constituye por el encuentro de un flujo que viene de las cosas y un flujo que viene del ojo. Por ello hay tantas visiones del mundo como centros de perspectiva, y ninguna puede imponerse con la pretensión de ser total o común a todos. Esta concepción podría compararse con el escepticismo* que no encuentra ninguna opinión como absolutamente segura, o con el relativismo* que no acepta la existencia de verdades absolutas. Sin embargo Protágoras se aparta del escepticismo y del mero relativismo ya que la visión permite al hombre conocer el mundo –que de otra manera quedaría incompleto, es decir, no podría ser conocido–; pero además, gracias a la palabra los hombres pueden narrar los sucesos y hacer que el relato de unos encaje con el relato de los otros, reuniendo así la experiencia de todos y haciéndola más contrastada, a fin de lograr el mejor consejo. De modo que por la experiencia reunida es posible formar un discurso coherente y riguroso, dando de esta manera pleno sentido a la afirmación “el hombre es la medida de todas las cosas”. “Conócete a tí mismo” Otra memorable afirmación de profundo contenido antropológico es la que se atribuye a Sócrates: “conócete a tí mismo”. Es bien sabido que Sócrates no dejó testimonios escritos, todo cuanto de él se sabe fue transmitido por sus discípulos, especialmente por Platón. Tampoco acostumbraba a decir discursos ante los otros, como lo hacían los Sofistas; Sócrates prefería dialogar con los otros en el esfuerzo común de la dialéctica. La dialéctica procede a base de preguntas cortas, no busca la ingeniosidad sino el rigor racional, no se dirige a los afectos sino al intelecto para convencer. La verdad no se descubre por medio de espectaculares discursos sino entre todos, trabajosamente, a través del diálogo. ¿Qué es lo que se ha de conocer? No al Dios oculto, ni tampoco al mundo, que es su secreto; cada quien ha de conocerse a sí mismo. Sócrates dialoga con quienes están a su alrededor: los jóvenes, los artesanos, los artistas, el médico, el político. Cada uno a su modo procura lo útil, ya sea por una exigencia de su oficio, ya sea para satisfacer un deseo egoísta. A través de la dialéctica es posible demostrar que lo útil es lo bueno para cada caso particular, y que lo bueno es a su vez el bien, cuya definición real se aplica a todos los casos y para todos los hombres y es objeto de la ciencia moral. Hay que pasar, pues, de lo deseado a lo deseable. Quien no accede al conocimiento del bien actúa por instinto, deseo o rutina, esa es la parte ciega de la naturaleza humana. Cuando se ve el bien, la voluntad lo sigue espontáneamente, porque ella es el deseo del bien o deseo razonable; y el bien real es el mismo para todos los hombres, es lo deseable. El verdadero sabio es el que actúa por ciencia, es decir que dominará los movimientos de su naturaleza ciega y se conducirá según la ciencia del bien, alcanzando de este modo la felicidad, que es el deseo del hombre razonable. Pero al mismo tiempo la felicidad es lo deseable para todo hombre, porque todo hombre se define por la razón. Por eso frente a toda otra posibilidad de conocimiento Sócrates sentencia “conócete a tí mismo”. Es prácticamente imposible encontrar una doctrina filosófica que no contenga una determinada concepción del hombre, aunque ésta se presente de manera implícita. Esto significa que aun cuando no haya sido intención del filósofo ocuparse explícitamente de la problemática antropológica, sino de otras cuestiones de orden ético, político, metafísico, epistemológico o teológico, en sus doctrinas está presente o subyace cierta idea del hombre. Esto sucede, por ejemplo en la República de Platón, en la Metafísica o en la Política de Aristóteles, en la Suma Teológica de Santo Tomás, en las Meditaciones metafísicas de Descartes, etc., etc. (Cfr. Textos 4 Nº 5, Nº 6, Nº 7 y Nº 8). Actividad 3: Lectura global de los textos filosóficos Nº 5, Nº 6, Nº 7 y Nº 8 y análisis de uno de ellos. - Después de haber leído en forma global los textos indicados, seleccionar uno de ellos para su análisis. - Explicitar con lenguaje propio la idea de hombre contenida en el texto. - Las distintas ideas de hombre contenidas en estos textos aparecen vinculadas a otras temáticas que constituyen en cada caso el tema central del discurso. En el texto seleccionado, establecer: a) ¿Cuál es la temática central?; b) ¿Por qué esa temática requiere una conceptualización del hombre? El hombre ha sido y es tema de diversos discursos no-filosóficos. Es posible completar esta afirmación diciendo que existen también discursos filosóficos que tienen por tema al hombre. Ahora bien, si se denomina discurso antropológico a todo discurso que tiene como tema al hombre, entonces se puede afirmar que existen discursos antropológicos no-filosóficos y filosóficos. Dentro de estos últimos es posible diferenciar algunos discursos que encaran la cuestión antropológica explícitamente, poniendo de relieve el carácter problemático de lo humano. En ellos el hombre no es sólo un tema, sino que es fundamentalmente un problema. Actividad 4: Búsqueda y lectura comprensiva de textos sobre el tema del hombre en distintas publicaciones: libros, revistas, folletos, periódicos, etc. - Leer los textos y clasificarlos teniendo en cuenta el enfoque predominante. Por ejemplo: psicológico, médico, jurídico, teológico, filosófico, político u otros. - Explicitar la concepción de hombre subyacente en dos de los textos leídos. El hombre como problema: Los discursos filosóficos que se ocupan explícitamente del problema del hombre son propios de la Antropología Filosófica, es decir de la disciplina filosófica que busca respuestas a la problemática encerrada en las preguntas ¿qué es el hombre?, ¿cuál es el sentido de la vida humana?, ¿cuál es la diferencia entre el hombre y los otros seres?, ¿cuál es el lugar del hombre en el universo?, ¿de qué manera se relaciona el hombre con el mundo, con los demás hombres y con lo absoluto?, ¿en qué consiste la esencia de lo humano? y muchas otras por el estilo. Puede decirse que la Antropología Filosófica se plantea como problema lo que para otras ramas del 5 saber no es problemático y, además, problematiza las respuestas ya dadas. Juan David García Bacca ha aclarado la distinción entre tema y problema referida al discurso antropológico, sosteniendo que: “hasta la concepción moderna del Universo ... el hombre ha sido tema, a saber: algo perfectamente determinado, según la fuerza de la palabra griega; algo definido, estable y permanente. Pero la concepción moderna del Universo, en la que estamos todos sumergidos y empapados, considera al hombre, y se siente, como problema, en todos los órdenes. Nuestra existencia es problemática, y nuestra esencia, problematicidad” [Juan David García Bacca, Antropología Filosófica contemporánea, Barcelona, Anthropos, 1982]. En síntesis: Se habla del hombre como: tema: en los discursos no-filosóficos y filosóficos problema: en el discurso propio de la Antropología Filosófica. Efectivamente, la conciencia de la problematicidad es lo que caracteriza al discurso de la Antropología Filosófica. Ella es, por tanto, una disciplina problemática. Es decir que no comienza por establecer la respuesta a la pregunta ¿qué es el hombre?; antes bien, esa respuesta es el resultado de la investigación, el trámite final de un filosofar auténtico. Pueden mencionarse algunos rasgos o procedimientos característicos a la Antropología Filosófica: Uno de ellos es que, por tratarse de una disciplina filosófica, presenta un nivel de generalidad que le permite reunir en un mismo espacio las verdades parciales logradas por otras disciplinas que se ocupan del hombre –desde el punto de vista biológico, social, cultural, simbólico–, para discutirlas e integrarlas con criterio multidisciplinario. Hoy por hoy no parece defendible la tesis de que la Antropología Filosófica se desarrolle desconociendo el saber acumulado por las ciencias, aunque tampoco es aceptable la incorporación a-crítica de los mismos en una reflexión filosófica sobre lo humano, pues en ese caso perdería precisamente el carácter de filosófica. Dicho en otras palabras, la Antropología Filosófica al mismo tiempo que se desenvuelve con criterio multidisciplinario es profundamente crítica y autocrítica de los saberes que incorpora. Además, una antropología es filosófica en la medida que trabaja con un método y con unos contenidos filosóficos. Esta caracterización podría ser pertinente, sin embargo presenta gran ambigüedad, pues ¿cómo decidir cuáles son esos contenidos y métodos adecuados a la Antropología Filosófica? Frente a esta cuestión cabrían al menos dos posibilidades: o bien optar por una doctrina filosófica que se considere relevante, adoptando sus métodos y puntos de vista; o bien optar por hacer explícitos los contenidos antropológicos de diferentes corrientes o doctrinas científicas, religiosas, filosóficas de todos los tiempos. En el primer caso se corre el riesgo de caer en enfoques parciales que dificulten o impidan comprender la complejidad de la problemática; en el segundo caso podría caerse en una mera colección de datos y elementos sin criterios adecuados para juzgar sobre ellos, con lo cual resultaría igualmente dificultada la comprensión de la problemática antropológica. Una manera de evitar –o al menos disminuir– los riesgos mencionados es precisamente 6 recordando el carácter problemático y problematizador de esta disciplina. En efecto la Antropología Filosófica no puede olvidar que el hombre no es sólo un objeto de conocimiento que puede ser descripto y conceptualizado científicamente al igual que cualquier otro objeto natural o artificial, sino que fundamentalmente es un sujeto de reconocimiento capaz de conocerse y valorarse. Esta cuestión central de la problemática antropológica pertenece al ámbito del sentido, tiene que ver con las ideas por las cuales los hombres se reconocen a sí mismos como hombres y reconocen a los otros de igual modo. Con otras palabras: el hombre no sólo es puesto como objeto –objetivado– en el saber positivo de las ciencias, sino que él objetiva el mundo a su alrededor y haciéndolo se expresa y se reconoce, se hace sujeto. De ahí la necesidad de reflexionar acerca del sentido y el valor de lo humano, es decir de las formas de reconocimiento y valoración de los hombres como hombres. Ello constituye el problema central de la Antropología Filosófica. Actividad 5: Elaboración de un mapa conceptual sobre el punto 1.1 El hombre como “tema” y como “problema”. - Tomar como base el desarrollo teórico. - Recordar los textos leídos y analizados. 1.2. El “giro antropológico”: la cuestión del hombre en la modernidad Al establecer la distinción entre las dos formas de considerar al hombre: como tema y como problema, Juan David García Bacca señala que la segunda forma de encarar la cuestión antropológica surgió con la concepción moderna del Universo. En efecto, suele caracterizarse a la Época Moderna diciendo que es “antropocéntrica” a diferencia de la Época Medieval que es caracterizada como “teocéntrica”. Esto no significa que el hombre estuviera ausente en el pensamiento anterior a la modernidad*, pues como ya se vio, cierta antropología implícita ha sido tematizada en discursos filosóficos y no-filosóficos en todos los tiempos. Tampoco significa que con la modernidad se olvidaran por completo los asuntos relativos a la Teología y/o a la Metafísica. Antes bien, significa que durante la modernidad se configura un ámbito de reflexión que adquiere progresiva autonomía y cuya preocupación central es la propia vida humana. Esta preocupación por la problemática antropológica se da en un contexto de profundos cambios que tuvieron lugar hace poco más de quinientos años y cuyos efectos perduran hasta nuestros días. Acontecimientos que transformaron el modo de vida anterior, tanto en lo político, económico, social y jurídico, como en el ámbito del conocimiento, la ciencia, las artes, la religión y la cultura en general. Por una parte la formación y consolidación de los Estados nacionales sobre las ruinas del Estado feudal, acompañó el paso desde una economía basada en unidades de autoabastecimiento hacia una economía de mercado regida por la ley de la oferta y la demanda, y el surgimiento de una nueva clase social: la burguesía, que se enfrenta a las antiguas clases privilegiadas y a la tutela del Estado demandando derechos individuales y libertades civiles. Por otra parte, se afianza progresivamente la conciencia de que el hombre, como centro activo del conocimiento, interroga a la naturaleza mediante la experimentación; también razona, calcula y deduce acerca de los fenómenos y del funcionamiento de las cosas; y de esta manera se provee de un método científico para el conocimiento y transformación de su mundo. 7 En los comienzos de la modernidad, el mundo y la vida cambian a una velocidad antes no experimentada. Esto conmueve las seguridades que la cosmovisión medieval ofrecía al hombre, pues se transforma la percepción y la valoración que el hombre tiene de sí mismo y de la realidad que lo rodea, incluso de su relación con Dios. Con razón se ha dicho que el remolino de la vida moderna se alimenta de muchas fuentes, que está al mismo tiempo lleno de promesas y de amenazas. La modernidad es una de esas épocas –semejante en muchos aspectos a la que hoy nos toca vivir– en que el hombre está a la intemperie y necesita profundizar la reflexión sobre sí mismo, es decir, poner en el foco de la atención la problemática antropológica. (Cfr. Textos Nº 9 y Nº 10). Así como la teoría heliocéntrica de Copérnico* contribuye a la reformulación del lugar del hombre en el universo, así también el descubrimiento del Nuevo Mundo y el conocimiento de la existencia de otros hombres y pueblos diferentes obligó a revisar y reformular la concepción antropológica vigente, dando lugar a una apreciación dinámica de la naturaleza humana. Actividad 6: Investigar sobre los hechos relevantes que dieron lugar al surgimiento de la modernidad. - Utilizar bibliografía disponible en la biblioteca escolar, actualizar conocimientos de años anteriores, consultar al profesor/a de historia. - Explicitar las razones por las cuales las transformaciones históricas y culturales de la modernidad implicaron la problematización del hombre. Actividad 7: Análisis de los textos Nº 9 y Nº 10, definición y aplicación de categorías. - Leer en forma personal los textos Nº 9 y Nº 10. - Identificar las categorías* más relevantes de cada uno de los textos y explicarlas en lenguaje propio. * Categoría es un término que sintetiza o resume un contenido o situación compleja. En forma optativa: - Observar la película “Tiempos Modernos” y dialogar sobre la relación entre la película y los textos leídos. - Redactar un texto interpretativo de la película utilizando las categorías explicitadas en el segundo paso de la actividad. Se ha dado en llamar “giro antropológico” a la concentración del interés en el hombre como problema, que planteó desde los comienzos de la modernidad una doble necesidad: la de conocer al hombre mediante las herramientas que proporciona el método científico y la de valorarlo en su dignidad intrínseca. Esta necesidad es sentida en nuestros días con renovada significación. El “giro antropológico” se manifestó con toda su complejidad y riqueza en lo más bello de la producción filosófica del Renacimiento y en lo más crudo de las controversias acerca de la 8 humanidad del indio. Alcanzó una de sus más logradas expresiones en el pensamiento de Inmanuel Kant. La problemática antropológica en el Renacimiento* Durante los siglos XV y XVI se pone de manifiesto, tanto en las artes como en la filosofía una afirmación valorativa del hombre frente al universo. El hombre comienza a percibirse a sí mismo como un ser de este mundo, que se relaciona con el mundo, cuyo lugar dentro de la jerarquía de valores del universo es necesario determinar, pues si bien se reconoce la existencia de seres que representan una jerarquía más elevada que la del hombre mismo, hay otros frente a los cuales el hombre se sabe superior. Puede decirse que el hombre comienza a reconocer su propia problematicidad. (Cfr. Texto Nº 11). Para Pico della Mirandola* –uno de los más distinguidos humanistas italianos del Renacimiento, que vivió entre 1463 y 1494– el hombre es un ser especial, no sólo está en el mundo y pertenece al mundo, sino que es un mundo para sí mismo. Se yergue como un ser que desempeña una función propia: el hombre es espectador frente a todas las cosas que se ofrecen a su contemplación, pero es un espectador que valora. Esto le convierte en un ser diferente respecto de los demás seres en el mundo, un ser que si bien comparte el destino del mundo, pues está determinado por la legalidad propia de las cosas mundanales, no se puede comparar con ellas. En cierto modo está fuera del mundo y se le contrapone como su espectador espiritual que se sabe libre en su espiritualidad; en esto radica su analogía con Dios. A diferencia de las otras criaturas que tienen ya asignado lo que deben ser en el engranaje del mundo, el hombre puede desempeñar todas las funciones, es dinámico, aspira a elevarse, debe buscarse su destino. Siendo el ser creado en último lugar es el elegido para tomar conciencia de los valores del mundo y de su propio valor. Ahora bien, el valor del hombre, su dignidad no está determinado por lo que llegue a ser un día, por el fin aspirado, sino por su capacidad de peregrinar hacia el fin. Es decir, no es el fin en sí lo que caracteriza al hombre, sino la posibilidad de aspirar al fin y actuar en vistas de él. En esa aspiración el hombre define su libertad. (Cfr. Texto Nº 12). Actividad 8: Lectura analítica del texto Nº 12 y redacción de un texto paralelo. - Investigar sobre la vida y las circunstancias en que Pico della Mirándola escribe el “Discurso sobre la Dignidad del Hombre” (Ver Apéndice y consultar libros de Historia de la Filosofía). - Leer el texto y explicar la diferencia del hombre con respecto al resto de las criaturas. - Si Pico della Mirándola fuera un joven de hoy, qué reflexión haría acerca de lo que es el hombre. Redactar el texto. La controversia acerca de la humanidad del indio En el año 1550 se suscitó en Valladolid, España, una intensa polémica en torno a los siguientes temas: los derechos naturales de los habitantes del Nuevo Mundo, las justas causas para hacer la guerra a los indios y la legitimidad de la conquista. Esta polémica estaba inserta en 9 el marco de una larga controversia entre los que, por un lado, eran partidarios de la libertad absoluta de los indios y de una entrada pacífica a las nuevas tierras y los que, por otro lado, apoyaban el mantenimiento de la esclavitud y el dominio despótico y propiciaban el empleo de la fuerza contra los indios del Nuevo Mundo. Si se lo analiza desde una perspectiva antropológico-filosófica, se advierte que lo que estaba en tela de juicio era la dignidad humana de los habitantes del Nuevo Mundo. Los representantes de una y otra posición fueron fray Bartolomé de las Casas y Juan Ginés de Sepúlveda. Esta controversia resulta de interés para los estudios antropológicos, pues por una parte permite conocer y comprender las posiciones intelectuales que en torno a la problemática antropológica se desarrollaron en el siglo XVI, las cuales forman parte de nuestra herencia cultural; y por otra parte pone de relieve la problematicidad de los planteamientos antropológicos. La cuestión de la legitimidad de la conquista mediante el empleo de la fuerza tenía como principal defensor teórico a Juan Ginés de Sepúlveda (1490 - 1573), gran conocedor de la tradición filosófica antigua y medieval, traductor de Aristóteles, se había constituido en defensor de la conquista considerando que era en la dimensión jurídica donde habían de ser tratados los nuevos problemas que planteaba el descubrimiento de América. Sus tesis a favor del uso de la fuerza para dominar a los indios son expuestas en un libro escrito en latín en 1547, titulado Democrates alter. De justis belli causis apud indios (Traducido al español como Tratado sobre las justas causas de la guerra contra los indios). Se trata de un diálogo entre dos personajes, Demócrates y Leopoldo, que conversan en el palacio del príncipe heredero Felipe, en Valladolid, acerca de si han sido legítimas las guerras entre Cortés, gobernador de México, y sus rivales, los indios. Sepúlveda desarrolla sus tesis a través del personaje de Demócrates. Mantiene que la guerra contra los indios es lícita e incluso recomendable basándose en cuatro argumentos: 1) los indios son idólatras y bárbaros; 2) son esclavos por naturaleza; 3) su previa sumisión facilita la predicación de los misioneros; 4) es menester liberar a los inocentes que hacen morir ofreciéndolos como sacrificio a sus dioses. (Cfr. Texto Nº 13). A diferencia de Sepúlveda, Bartolomé de las Casa (1484 - 1566) vivió largos años en el nuevo continente. Llegó por primera vez a la Española en 1502; tiempo después, en 1514, estando en Cuba, se convirtió a la causa de los indios; llegó a ser Obispo de Chiapas (México) en 1543. Doce veces atravesó el océano para luchar contra quienes justificaban la conquista, la violencia y el sometimiento. En 1543 logró que Carlos V promulgara las “Leyes Nuevas” o Nuevas Leyes de Indias, tardías e insuficientes, pero al menos moderaban el régimen de encomiendas, evitaban el uso del término conquista y mandaban la penetración pacífica de los territorios. La formación teológica y filosófica que Bartolomé había logrado –en buena medida como autodidacta–, le permitió disponer de unos principios antropológicos, con los cuales elaboró la doctrina que le serviría de base en la defensa de los “hombres nuevos” frente a los “hombres viejos”. Se trata de un “humanismo sustantivo” según el cual todos los hombres son personas, dotados por naturaleza de entendimiento o razón; por lo tanto, libres y capaces de decidir con responsabilidad los modos de organizar la vida individual y del grupo. En sus escritos realiza verdaderos estudios transculturales, es decir, analiza la gran variedad de culturas que hay en América y, mediante la aplicación del método comparativo, muestra que en muchos aspectos la cultura indígena es superior a la europea y que algunos hechos 10 considerados por los españoles como muestra de barbarie, se han dado históricamente en otras culturas vistas como superiores por ellos mismos. (Cfr. Texto Nº 14). Desde el punto de vista de la antropología filosófica, el principal aporte de Bartolomé de las Casas fue su doctrina sobre la unidad específica del género humano, según la cual los derechos y libertades de la naturaleza humana se explican por la igualdad de todos los hombres; en ello consiste la dignidad humana. El hombre tiene implícita en su naturaleza la tendencia a lograr los fines para los que fue creado; para ello cuenta con un conjunto de atributos esenciales: la racionalidad, la libertad, la sociabilidad: “Todo hombre –dice Bartolomé– tanto infiel, como fiel, es un animal racional y social y, por consiguiente, la sociedad o el vivir en sociedad es para todos ellos natural”. Las diferencias que existen entre las personas y los pueblos son accidentales, son el resultado de la diversidad de culturas y formas de educación. Además, tiene una visión evolutiva de la cultura, de la sociedad y de la religión. Todo ello fortalece su juicio negativo sobre la conquista; su análisis anticolonialista del contacto cultural; su enjuiciamiento crítico de instituciones tales como los repartimientos, las encomiendas y la esclavitud; su defensa de métodos pacíficos para la evangelización y las relaciones entre los gobiernos indígenas y la Corona española. Es indiscutible el aporte teórico de Bartolomé a la antropología filosófica, sin embargo ha de tenerse en cuenta que no se trata sólo de una teoría abstracta, sino de una respuesta concreta, teórica y práctica, a una situación histórica específica de violencia contra la dignidad humana. En el presente se considera que los aportes de Las Casas constituyen un antecedente de la defensa y fundamentación de los Derechos Humanos. Actividad 9: Comprensión crítica del concepto de humanidad. - Realizar en forma personal una lectura comprensiva de los textos Nº 13 y Nº 14, señalar los ejes temáticos. - Formar grupos de cuatro integrantes y proceder a: a) Analizar los ejes temáticos sobre la base de guías proporcionadas por el profesor. b) Confeccionar un informe escrito sobre las conclusiones del análisis. c) Debatir las tesis más relevantes de uno y otro texto y argumentar para sostenerlas o para rebatirlas. d) Autoevaluar la actividad. “¿Qué es el hombre?” La necesidad de responder a la pregunta por el ser del hombre se plantea, en la Modernidad, como cuestión central de todo filosofar. En este sentido, Miguel Morey insiste en hablar de la “vocación antropológica de la filosofía moderna”, cuya primera formulación explícita correspondería a Kant. [Miguel Morey, El hombre como argumento, Barcelona, Anthropos, 1987]. Efectivamente, el filósofo alemán y representante de la ilustración* Inmanuel Kant* (1724 - 1804) sostenía que las cuestiones centrales a las que se orientan los intereses de la razón, tanto teórica como práctica, quedan sintetizados en la pregunta por el ser del hombre. En su Tratado de Lógica dice Kant que la filosofía se interesa por resolver las siguientes cuestiones: 11 “1ª ¿qué puedo saber?, 2ª ¿qué debo hacer?, 3ª ¿qué me está permitido esperar?, 4ª ¿qué es el hombre?. La Metafísica contesta a la primera pregunta, la moral a la segunda, la religión a la tercera y la antropología a la cuarta. En el fondo se podrán todas contestar por la antropología, puesto que las tres primeras cuestiones se reducen a la última”. Desde esta perspectiva los problemas de la filosofía hallarían solución en la antropología. La razón por la cual es central para Kant contestar a la pregunta por el ser del hombre, radica en que el hombre es, entre todos los seres de la tierra, el único que puede tener la representación de su yo y, gracias a ello, ser persona; esto es, un ser completamente distinto del resto de las cosas por rango y dignidad. Por una parte, el hombre sabe que es un yo –un sujeto–, pero sabe, además, que esa calidad de sujeto es condición incondicionada de todo posible conocimiento, incluso del conocimiento de sí mismo; es decir, el hombre en tanto sujeto puede ponerse a sí mismo como objeto de conocimiento. Por otra parte, esta cualidad específica de saberse sujeto le otorga al hombre una dignidad, la de ser un fin en sí mismo. Dignidad que es condición del obrar humano, pues cada hombre debe obrar de modo tal que se tome a sí mismo y a los demás siempre como fin y nunca como medio. Dicho de otro modo, si en vistas de lograr un fin egoísta, un hombre se sirve de otro hombre como medio, es decir lo considera como una cosa, como mero objeto; entonces está desconociendo no sólo la dignidad humana del otro, sino también la suya propia. (Cfr. Textos Nº 15 y Nº 16). Actividad 10: Lectura comprensiva y explicitación de conceptos. - Leer en forma personal los textos Nº 15 y 16. - Explicitar la analogía entre el concepto de “persona” que aparece en el texto Nº 16 y la constitución del hombre como “sujeto”. - Comparar los conceptos de “dignidad” y “precio” que aparecen en el texto Nº 17. - Ejemplificar los conceptos comparados anteriormente. Desde los comienzos de la modernidad se verifica un progresivo desplazamiento, un giro en el modo de concebir al hombre y de valorarlo frente a todos los seres y las cosas del universo. El hombre es el centro, el eje en torno al cual gira todo lo que es posible conocer, valorar y hacer. En este sentido es sujeto que se conoce y se reconoce en su dignidad intrínseca. En resumen, puede decirse por un lado que en todos los tiempos se ha tematizado acerca del hombre en discursos no-filosóficos y filosóficos; por otro lado que la problematicidad que encierra la pregunta por el hombre es asunto propio de la Antropología Filosófica. Ahora bien, el carácter problemático de esta disciplina no responde a un capricho de quienes la cultivan, sino que obedece al hecho de que su objeto de estudio, el hombre, es intrínsecamente problemático, tanto más cuanto que es el propio hombre el que se pone a sí mismo como objeto. Es decir, en el discurso de la Antropología Filosófica, el hombre es al mismo tiempo sujeto que enuncia el discurso y objeto sobre el que versan los enunciados. Todas las ciencias que se ocupan del hombre sufren esta escisión, aunque no intenten hacerse cargo de ella ni explicarla; pero cuando se trata del discurso filosófico acerca del hombre, resulta imposible ignorar o dejar de lado ese 12 desgarro constitutivo de la disciplina. Ya que queda cuestionada la idea unitaria del hombre y la posibilidad misma de dar respuesta a la pregunta por el ser del hombre. 1.3 La problemática antropológica contemporánea. Max Scheler en su libro El puesto del hombre sobre el cosmos (1928), que suele ser considerado como un texto fundacional de la Antropología Filosófica, señala que “en ninguna época de la historia ha resultado el hombre tan problemático para sí mismo como en la actualidad. Poseemos –dice– una antropología científica, otra filosófica y otra teológica, que no se preocupan una de la otra. Pero no poseemos una idea unitaria de hombre. Por otra parte la multitud siempre creciente de ciencias especiales que se ocupan del hombre, ocultan la esencia de éste mucho más que lo iluminan, por valiosas que sean”. Muchos otros filósofos y pensadores contemporáneos han resaltado el contraste entre la cantidad y calidad de los conocimientos acumulados acerca del hombre y el hecho de que éste siga siendo un misterio inexplicable para sí mismo. Sucede que en nuestros días, cuando se formula la pregunta que según Kant resumía todos los intereses de la razón, tanto teóricos como prácticos, es decir cuando se interroga ¿qué es el hombre?, no se trata solamente de que esa pregunta contiene un problema por resolver, sino que su misma formulación es problemática. Es necesario resolver cuestiones que son anteriores al intento de responder la pregunta; cuestiones que requiere el esclarecimiento de cómo es posible y por qué es necesario un discurso acerca del hombre. (Cfr. Texto Nº 17). Se ha dicho que la necesidad de interrogarse por el hombre nace cuando éste pierde las seguridades acerca de sí mismo, cuando comienza a carecer de sí, a perderse, a desgarrarse, a extraviarse más allá del límite de lo que es comprensible para una época. Precisamente nuestra época registra crisis muy profundas en la historia de la humanidad. En el siglo XX han acontecido revoluciones, guerras mundiales, crisis económicas, que justifican el que algunos lo recuerden –aún antes de su término– como “el siglo más terrible de la historia occidental” o lo consideren sin más “un siglo de matanzas y guerras”, “el más violento en la historia humana” . Pero el siglo también registra revoluciones positivas, “la aparición del cuarto estado y la promoción de la mujer tras varios siglos de represión”, “el progreso extraordinario de la ciencia”, “el desarrollo de la electrónica”, etc. Estas son algunas de las opiniones acerca de los últimos cien años recogidas por el historiador Eric Hobsbawn en su Historia del siglo XX, donde él mismo opina que uno de los fenómenos característicos del siglo es la pérdida de la memoria histórica, de los mecanismos sociales que vinculan las experiencias presentes con las vividas por generaciones anteriores: “los jóvenes, hombres y mujeres, de este final de siglo –dice– crecen en una suerte de presente permanente sin relación orgánica alguna con el pasado del tiempo en que viven”. Este hecho ¿favorece o debilita las posibilidades del hombre de hoy para autorreconocerse y autotransformarse?. Por otra parte, el progreso científico ha hecho posible un conocimiento nunca antes inmaginado sobre el hombre. Ahora bien, este conocimiento ¿permite superar la crisis?, ¿la profundiza?, ¿hace más fácil convivir con ella?, ¿es un conocimiento beneficioso?, ¿para quiénes?. Actividad 11: Reflexión acerca de la fragmentación que se pone de manifiesto en los actuales discursos sobre el hombre. - Tomando como base la información vertida por los medios masivos de 13 comunicación, elaborar un listado de situaciones que ejemplifiquen la noción de fragmentación del hombre. - Debatir en clase sobre las posibles causas de la fragmentación de la idea de hombre, argumentando sobre cada una de ellas. Habida cuenta de la multitud de discursos acerca del hombre, Michel Foucault* se pregunta ¿por qué son necesarios tales discursos?. Al hacerlo pone de relieve que el nacimiento de la Antropología Filosófica es contemporáneo de un fenómeno que se produce en el campo del saber y que consiste en que los ámbitos tan próximos al hombre, tan cotidianos, como la vida, el trabajo y el lenguaje se presentan como campos empíricos para el saber científico, como positividades por medio de las cuales es posible determinar la verdad del funcionamiento de lo humano. De modo que la pregunta por el ser del hombre es tanto un preguntar por el sentido de lo humano, como por su funcionamiento. (Cfr. Texto Nº 18). Pero saber acerca de algo es una manera de ejercer poder, de sujetar. Las ciencia del hombre surgen al mismo tiempo que un cierto modo de ejercer sujeción empieza a manifestarse a través de la vigilancia y de la disciplina. Se trata de una modalidad de poder, objetivizador, individualizador, para el cual las diferencias individuales son pertinentes y que requerirá del conocimiento que las ciencias humanas, en cuanto ciencias empíricas, puedan proporcionarle. Las ciencias del hombre surgen vinculadas a una modalidad de poder que se ejerce a través de la normalización de las poblaciones, individualizándolas bajo la forma del hombre calculable, del hombre normal. El vínculo entre saber y poder presenta dos caras: por un lado se perciben sus efectos negativos: excluye, censura, abstrae, enmascara, esconde –es la concepción tradicional de poder–; pero Foucault insiste en advertir el lado positivo, de hecho el poder produce conocimientos, dominios de objetos, rituales de verdad. El peculiar análisis que Foucault hace del surgimiento de los discursos antropológicos aún cuando pueda ser discutido y deba serlo- presenta un desafío: el sólo hecho de que sea correcto suponer alguna suerte de paralelismo entre los modos de sujeción y los modos de objetivación propios de las ciencias humanas, cuestiona gravemente la legitimidad – epistemológica y ética– de los discursos antropológicos en general, y el de la Antropología Filosófica en particular. El hecho de que Foucault nos obliga a reconocer que sujeto quiere también decir objeto de una sujeción es suficiente para que estos discursos sean sospechados de complicidad. ¿Qué hacer? Ante todo la Antropología Filosófica es un filosofar comprometido con el hombre, y como tal ha de tener una presencia crítica en el marco de los debates antropológicos contemporáneos acerca de lo que en tanto hombres podemos conocer, hacer, esperar (como señalaba Kant). Existen discursos que intentan dar cuenta del ser del hombre, y ellos facilitan la autocomprensión y autotransformación de personas concretas en nuestros días. Esto requiere un esclarecimiento filosófico, porque aunque la proliferación de las ciencias humanas hayan producido, como nunca antes en la historia, saberes acerca del hombre y se hayan acumulado las opiniones sobre el ser del hombre, es seguro que eso que es el hombre sigue siendo algo por 14 pensar, precisamente porque existen demasiadas opiniones acerca de lo que el hombre es. Entonces se podrían señalar las siguientes tareas de la Antropología Filosófica: 1) mostrar cómo ha sido y es respondida la pregunta por el ser del hombre; 2) esclarecer las opiniones acerca del ser del hombre; 3 ) pensar qué es el hombre más allá, frente y aún contra las argumentaciones de los presuntos saberes acerca del hombre; problematizando estos saberes. El cumplimiento de estas tareas implica un momento analítico y uno crítico, para dar paso a un momento propositivo, utópico, en cuanto el término “hombre” ha actuado y actúa como ideal regulador, como fin, en la formación y autotransformación de cada uno de los que aspiran a ser plenamente humanos. Actividad 12: Problematización y ponderación de diferentes respuestas actuales a la pregunta ¿qué es el hombre? - Leer el texto Nº 18 e identificar los principales argumentos, presentar posibles objeciones. - Tener en cuenta el desarrollo teórico y los resultados de la actividad 11 a fin de construir argumentos que permitan intervenir en el debate actual sobre el hombre. - Ponderar la coherencia y la fuerza de los argumentos. 15 Selección de textos Texto Nº 1 En el capítulo primero hemos visto que la conformación homológica del hombre, su desarrollo embrionario y los rudimentos que conserva prueban de la manera más evidente que desciende de alguna forma inferior. No constituye ninguna irresoluble objeción el hecho de estar dotado de facultades mentales del orden más elevado. Para que un ser de apariencia simiana haya podido transformarse en hombre es necesario que esa forma anterior, lo propio que las que consecutivamente le han seguido, hayan variado todas física y moralmente. No es posible tener pruebas directas sobre este punto, pero sí podemos llegar a establecer que el hombre varía actualmente, y que sus variaciones resultan de las mismas causas y obedecen a las mismas leyes generales que las determinan en los animales inferiores; no puede caber alguna duda de que los términos intermediarios y precedentes de la serie hayan variado de una manera parecida. Las variaciones en cada período de descendencia han debido también ser, en algún modo, acumuladas y fijadas. ... Tan pronto como algún antiguo miembro de la gran serie de los primatós (sic) haya llegado (o por algún cambio en el modo de procurarse la subsistencia o en las condiciones del país habitado) a vivir menos sobre los árboles y más sobre el suelo, su modo de andar habrá debido modificarse, pasando a ser más completamente cuadrúpedo o bípedo. ... Sólo el hombre ha pasado a ser bípedo, y creo que podemos ver, en parte, cómo ha adquirido su actitud vertical, que constituye una de las más notables diferencias entre él y sus más próximos vecinos. No hubiera alcanzado nunca el hombre su posición dominante en el mundo sin el uso de sus manos, instrumentos tan admirablemente apropiados a obedecer su voluntad. Charles Darwin, El origen del hombre. p. 86-87 y 115-116. Texto Nº 2 ¿Y de dónde salió el Homo sapiens?. Hoy en día se manejan dos teoría principales: la de “continuidad regional” y la del “origen único africano”. La primera ofrece el siguiente escenario: el Homo sapiens habría aparecido en varios lugares a la vez, como resultado y ramificación de la larga evolución del Homo erectus y sus parientes, a lo largo de 1,5 a 2 millones de años. Durante todo ese tiempo, distintas poblaciones entrelazadas habrían evolucionado en Asia, África y Europa, adaptándose a las distintas condiciones regionales. La idea concuerda con algunas evidencias, pero choca con otras: los fósiles de los últimos cientos de miles de años no muestran una lenta transición hacia el Homo sapiens en todos esos lugares. En cambio parece haber “saltos”, reemplazos bastante recientes de especies primitivas por Homo sapiens. Y esto fortalece al segundo modelo. La teoría del origen único africano se apoya en una base muy sólida: los fósiles más antiguos con rasgos casi idénticos a los del hombre actual aparecieron en África. En excavaciones realizadas en Sudáfrica, Etiopía y Marruecos se encontraron restos humanos “muy modernos” (por su aspecto) de unos 100 mil años de antigüedad. Esa sería la fecha de nacimiento aproximada de la primigenia población de Homo sapiens, pero la “nacionalidad” puntual de la 16 especie aún se desconoce. Mariano Ribas, El camino de la humanidad. El origen del hombre. Suplemento científico “Futuro”, Diario Página 12, 31 de enero de 1998 . Texto Nº 3 Dijo Dios: “Hagamos al hombre a imagen nuestra, según nuestra semejanza, y domine en los peces del mar, en las aves del cielo, en los ganados y en todas las alimañas, y en toda sierpe sobre la tierra. Y creo Dios al hombre a imagen suya: a imagen de Dios le creó; macho y hembra los creó. Y los bendijo Dios y les dijo: “Sed fecundos y multiplicaos, y llenad la tierra y sometedla”. Génesis 1, 26 - 28. Texto Nº 4 He aquí, pues, el principio de cuando se dispuso hacer el hombre, y cuando se buscó lo que debía entrar en la carne del hombre. Y dijeron los Progenitores, los Creadores y Formadores, que se llaman Tepeu y Gucumatz: “Ha llegado el tiempo del amanecer, de que se termine la obra y que aparezcan los que nos han de sustentar y nutrir, los hijos esclarecidos, los vasallos civilizados; que aparezca el hombre, la humanidad, sobre la superficie de la tierra.” Así dijeron. Se juntaron, llegaron y celebraron consejo en la oscuridad y en la noche; luego buscaron y discutieron, y aquí reflexionaron y pensaron. De esta manera salieron a luz claramente sus decisiones y encontraron y descubrieron lo que debía entrar en la carne del hombre. Poco faltaba para que el sol, la luna y las estrellas aparecieran sobre los Creadores y Formadores. De Paxil, de Cayalá, así llamados, vinieron las mazorcas amarillas y las mazorcas blancas. Estos son los nombres de los animales que trajeron la comida: Yac (el gato de monte), Utiú (el coyote), Quel (una cotorra vulgarmente llamada chocoyo) y Hoh (el cuervo). Estos cuatro animales les dieron la noticia de las mazorcas amarillas y las mazorcas blancas, les dijeron que fueran a Paxil y les enseñaron el camino a Paxil. Y así encontraron la comida y esta fue la que entró en la carne del hombre creado, del hombre formado; esta fue su sangre, de esta se hizo la sangre del hombre. Así entró el maíz en la formación del hombre por obra de los Progenitores. Y de esta manera se llenaron de alegría, porque habían descubierto una hermosa tierra, llena de deleites, abundante en mazorcas amarillas y mazorcas blancas y abundante también en pataxte y cacao, y en innumerables zapotes, anonas, jocotes, cances, matasanos y miel. Abundancia se sabrosos alimentos había en aquel pueblo llamado Paxil y Cayalá. Había alimentos de todas clases, alimentos pequeños y grandes, plantas pequeñas y plantas grandes. Los animales enseñaron el camino. Y molieron entonces las mazorcas amarillas y las mazorcas blancas, hizo Ixmucané nueve bebidas, y de este alimento provinieron la fuerza y la gordura y con él crearon los músculos y el vigor del hombre. Esto hicieron los Progenitores, 17 Tepeu y Gucumatz, así llamados. A continuación entraron en plática acerca de la creación y de la formación de nuestra primera madre y padre. De maíz amarillo y de maíz blanco se hizo su carne; de masa de maíz se hicieron los brazos y las piernas del hombre. Únicamente masa de maíz entró en la carne de nuestros padres, los cuatro hombres que fueron creados. Popol Vuh. Tercera parte, capítulo 1. Texto Nº 5 –Pero escuchad pues el final de la leyenda: “los que formáis parte de la ciudad sois, pues, hermanos, pero el dios que os ha formado hizo entrar oro en la composición de aquellos de vosotros que sois propios para gobernar a los demás; por tanto son estos los más nobles; hizo entrar plata en la composición de los auxiliares, y hierro y bronce en la de los labradores y demás artesanos”. ... –Pero la ciudad nos pareció justa cuando las tres clases de naturaleza que la componen llenaban las funciones que les son propias, y así las hemos llamado temperante, valerosa y prudente en razón de ciertas disposiciones y cualidades correspondientes a esas clases. –Cierto es –afirmó–Por consiguiente, amigo mío, si hallamos en el alma del hombre las partes que corresponden a las clases de la ciudad, y si tienen aquellas las mismas cualidades que estas merecerán con razón los mismos cualificativos que la ciudad. –Necesariamente –dijo. ... –Hemos llegado, después de vencer muchas dificultades, a ponernos de acuerdo en este punto –dije–, y es que en el alma del individuo hay las mismas partes que en la ciudad, e iguales en número. –Así es. –¿Y no será forzoso que si la ciudad es prudente, el individuo también lo sea de la misma manera y por la misma causa? –Sin duda. –¿Y que si el individuo es valeroso, la ciudad lo sea de la misma manera y por la misma causa, y que igual cosa suceda con todo lo que en ambos se relaciona con la perfección? –Necesariamente. –A mi juicio, Glaucón, diremos que un hombre es justo de la misma manera que es justa la ciudad. –Esta conclusión se desprende forzosamente de lo anterior. –Pero no hemos olvidado, creo, que la ciudad era justa en virtud de que cada una de sus clases hacía en ella lo que le era propio. –No creo que lo hayamos olvidado –dijo. –Por tanto es menester recordar que cada uno de nosotros será justo y hará también lo suyo propio si cada una de las partes que hay en él hace también lo que es propio de ella. –Sí –dijo–, es menester recordarlo. –¿Y no corresponde a la parte racional mandar, por el hecho de ser prudente y tener la 18 misión de vigilar el alma entera, y a la parte irascible, en cambio, no le corresponde obedecer y secundar a aquella [y lo mismo puede decirse de la parte concupiscente]? –Desde luego. Platón, República, 415a - 435b,c - 436a,b - 441c,d,e Texto Nº 6 De todo esto resulta, pues, manifiesto que la ciudad es una de las cosas naturales, y que el hombre es por naturaleza un animal social, y que el insocial por naturaleza y no por azar o es mal hombre o más que hombre, como aquel a quien Homero increpa: “sin tribu, sin ley, sin hogar”, porque el que es tal por naturaleza es además amante de la guerra, como una pieza aislada en los juegos. La razón por la cual el hombre es más que la abeja o cualquier otro animal gregario, un animal social es evidente: la naturaleza, como solemos decir, no hace nada en vano, y el hombre es el único animal que tiene palabra. La voz es signo de dolor y de placer, y por eso la tienen también los demás animales, pues su naturaleza llega hasta tener sensación de dolor y de placer y significársela unos a otros; pero la palabra es para manifestar lo conveniente y lo dañoso, lo justo y lo injusto, y es exclusivo del hombre, frente a los demás animales, el tener, él sólo, el sentido del bien y del mal, de lo justo y de lo injusto, etc., y la comunidad de estas cosas es lo que constituye la casa y la ciudad. Aristóteles, Política. Libro 1, capítulo 2. Texto Nº 7 De las acciones que el hombre ejecuta, solamente pueden llamarse “humanas” aquellas que son propias del hombre como tal. El hombre difiere de las criaturas irracionales en tener dominio de sus actos. Por lo tanto, solamente aquellas acciones de las cuales el hombre es dueño pueden llamarse con propiedad humanas. Este dominio de sus actos lo tiene por la razón y la voluntad; por eso el libre albedrío se llama “facultad de la voluntad y de la razón”. En consecuencia, sólo se podrán considerar como acciones propiamente humanas las que proceden de una voluntad deliberada. Y si algunas otras acciones hay en el hombre, pueden llamarse acciones del hombre; pero no propiamente humanas, porque no son del hombre en cuanto tal. Santo Tomás de Aquino. Suma Teológica, I-II, q.1, a.1. Texto Nº 8 Pero ahora que empiezo a conocerme mejor a mí mismo y a descubrir más claramente al autor de mi origen, no pienso en verdad que deba admitir temerariamente todas las cosas que los sentidos parecen enseñarnos, pero tampoco pienso que deba poner en duda a todas en general. Y en primer término, puesto que se que todas las cosas que concibo clara y distintamente pueden ser producidas por Dios tales como las concibo, bastará que pueda concebir clara y 19 distintamente una cosa sin otra para que esté cierto de que una es distinta y diferente de la otra. ... Y por consiguiente, puesto que se con certeza que existo y que, sin embargo, no advierto que ninguna otra cosa pertenece necesariamente a mi naturaleza o a mi esencia, sino que soy una cosa que piensa, concluyo muy bien que mi esencia consiste en esto solo, que soy una cosa que piensa, o una sustancia cuya esencia o naturaleza íntegra no consiste más que en pensar. Y aunque quizá tenga un cuerpo al que estoy muy estrechamente unido, sin embargo, puesto que por una parte tengo una idea clara y distinta de mí mismo, en cuanto soy solamente una cosa que piensa y no extensa, y que por otra parte, tengo una idea distinta del cuerpo, en cuanto es solamente una cosa extensa y que no piensa, es cierto que yo, es decir, mi alma, por la cual soy el que soy, es entera y verdaderamente distinta de mi cuerpo y que puede ser o existir sin él. René Descartes. Meditaciones Metafísicas. Trad. E. De Olazo y T. Zwank, Buenos Aires, Charcas, 1967. Texto Nº 9 Todos los hombres y mujeres del mundo comparten hoy una forma de experiencia vital – experiencia del espacio y el tiempo, del ser y de los otros, de las posibilidades y los peligros de la vida– a la que llamaré modernidad. Ser modernos es encontrarnos en un medio ambiente que nos promete aventura, poder, alegría, crecimiento, transformación de nosotros mismos y del mundo – y que al mismo tiempo amenaza con destruir todo lo que tenemos, lo que sabemos, lo que somos. Los ambientes y las experiencias modernas cruzan todas las fronteras de la geografía y de la etnicidad, de las clases y la nacionalidad, de la religión y la ideología: en este sentido puede decirse que la modernidad une a toda la humanidad. No obstante, esta unión es paradójica, es una unión de la desunión: nos arroja a un remolino de desintegración y renovación perpetuas, de conflicto y contradicción, de ambigüedad y angustia ... Quienes están en el centro del remolino tienen el derecho de sentir que son los primeros, y quizá los únicos, que pasan por él; este sentimiento produjo numerosos mitos nostálgicos sobre el premoderno Paraíso Perdido. Sin embargo, incontables personas lo padecen desde hace unos quinientos años ... El remolino de la vida moderna se alimenta de muchas fuentes: los grandes descubrimientos en las ciencias físicas, que cambian nuestras imágenes del universo y nuestro lugar en él; la industrialización de la producción, que transforma el conocimiento científico en tecnología, crea nuevos medios humanos y destruye los viejos, acelera el ritmo de la vida, genera nuevas formas de poder jurídico y lucha de clases; inmensos trastornos demográficos, que separan a millares de personas de sus ancestrales hábitats, arrojándolas violentamente por el mundo en busca de nuevas vidas; el rápido crecimiento urbano y con frecuencia cataclísmico; sistema de comunicación masivos, dinámicos en su desarrollo, que envuelven y unen a las sociedades y a las gentes más diversas; estados nacionales cada vez más poderosos, que se estructuran y operan burocráticamente y se esfuerzan constantemente por extender sus dominios; movimientos sociales masivos de las gentes y de los pueblos, que desafían a sus gobernantes políticos y económicos, intentando ganar algún control sobre sus vidas; y finalmente un mercado mundial capitalista siempre en desarrollo y drásticamente variable, que reúne a toda esa gente e instituciones. Marshall Berman, Brindis por la modernidad. 20 [En: Nicolás Casullo, El debate modernidad - posmodernidad, Buenos Aires, Puntosur, 1989] Texto Nº 10 Podemos distinguir en la historia del espíritu humano épocas en que el hombre tiene aposento y épocas en las que está a la intemperie, sin hogar. En aquellas el hombre vive en el mundo como en su casa, en las otras el mundo es la intemperie, y hasta le faltan a veces cuatro estacas para levantar una tienda de campaña. En las primeras el pensamiento antropológico se presenta como una parte del cosmológico, en las segundas ese pensamiento cobra hondura y, con ella, independencia. Martín Buber, ¿Qué es el hombre? México, Fondo de Cultura Económica, 1949. p. 24-25. Texto Nº 11 En la antropología del Renacimiento se trata, ante todo, de determinar el valor del hombre. El punto de vista valorativo tiene en ella la primacía sobre todo lo real. Esto es característico lo mismo de la posición filosófico-antropológica de Ficinio y Pico que de Pomponazzi. De toda criatura saben decir a qué escala pertenece. Saben qué valor tiene cada cual en el aspecto cósmico. El único punto en el que existe inseguridad es en el relativo a la valoración del hombre, y en ella precisamente comienza la antropología filosófica del Renacimiento. Para definir el valor humano es necesario, desde luego, saber qué es el hombre. Y sin embargo, esta característica del hombre sólo sirve, al fin y al cabo, para determinar la relación de valor entre el hombre y las demás criaturas, el mundo y Dios. Bernhard Groethuysen, Antropología filosófica. Buenos Aires, Losada, 1951. p. 225. Texto Nº 12 Finalmente me parece haber comprendido por qué es el hombre el más afortunado de todos los seres animados y digno, por lo tanto, de toda admiración. Y comprendí en qué consiste la suerte que le ha tocado en el orden universal, no sólo envidiable para las bestias, sino para los astros y los espíritus ultramundanos.¡Cosa increíble y estupenda! ¿Y por qué no, desde el momento que precisamente en razón de ella el hombre es llamado y considerado justamente un gran milagro y un ser animado maravilloso? Pero escuchad, oh padres, cual sea tal condición de grandeza y prestad, en vuestra cortesía, oído benigno a este discurso mío. Ya el sumo Padre, Dios arquitecto, había construido con leyes de arcana sabiduría esta mansión mundana que vemos, augustísimo templo de la divinidad. ... Pero, consumada la obra, deseaba el artífice que hubiese alguien que comprendiera la razón de una obra tan grande, amara su belleza y admirara la vastedad inmensa. Por ello, cumplido ya todo pensó por último en producir al hombre. ... 21 Estableció por lo tanto el óptimo artífice que aquél a quien no podía dotar de nada propio le fuese común todo cuanto le había sido dado separadamente a los otros. Tomó por consiguiente al hombre así construido, obra de naturaleza indefinida y, habiéndolo puesto en el centro del mundo, le habló de esta manera: “Oh Adán, no te he dado ni un lugar determinado, ni un aspecto propio, ni una prerrogativa peculiar con el fin de que poseas el lugar, es aspecto y la prerrogativa que conscientemente elijas y que de acuerdo con tu intención obtengas y conserves. La naturaleza definida de los otros seres está constreñida por las precisas leyes por mí prescritas. Tú, en cambio, no constreñido por estrechez alguna, te la determinarás según el arbitrio a cuyo poder te he consignado. ... Las bestias, en el momento mismo en que nacen, sacan consigo del vientre materno ... todo lo que tendrán después. Los espíritus superiores, desde un principio o poco después, fueron lo que serán eternamente. Al hombre, desde su nacimiento, el Padre le confirió gérmenes de toda especie y gérmenes de toda vida. Y según como cada hombre los haya cultivado, madurarán en él y le darán sus frutos. Pico della Mirandola, Discurso sobre la dignidad del hombre . Traducción de Adolfo Ruiz Díaz, Instituto de Literaturas Modernas, Mendoza, 1972 . Texto Nº 13 Por eso el varón impera sobre la mujer, el hombre adulto sobre el niño, el padre sobre sus hijos, es decir, los más poderosos y más perfectos sobre los más débiles e imperfectos. Esto mismo se verifica entre unos y otros hombres; habiendo unos que por naturaleza son señores, otros que por naturaleza son siervos. Los que exceden a los demás en prudencia e ingenio, aunque no en fuerzas corporales, estos son por naturaleza, los señores; por el contrario los tardíos y perezosos de entendimiento, aunque tengan fuerzas corporales para cumplir todas las obligaciones necesarias, son por naturaleza siervos, y es justo y útil que lo sean ... Tales son las gentes bárbaras e inhumanas, ajenas a la vida civil y a las costumbres pacíficas. Y será siempre justo y conforme al derecho natural que tales gentes se sometan al imperio de príncipes y naciones más cultas y humanas ... si rechazan tal imperio se les puede imponer por medio de las armas, y tal guerra será justa ... En suma: es justo, conveniente y conforme a ley natural que los varones probos, inteligentes, virtuosos y humanos dominen sobre todos los que no tienen esas cualidades. Juan Ginés de Sepúlveda, Tratado sobre las justas causas de la guerra contra los indios. México, Fondo de Cultura Económica, 1996. Texto Nº 14 Descubriéronse las Indias en el año de mil e cuatrocientos y noventa y dos. Fuéronse a poblar el año siguiente de cristianos españoles, por manera que ha cuarenta y nueve años que 22 fueron a ellas cantidad de españoles; e la primera tierra donde entraron para hecho de poblar fue la grande e felicísima isla Española, que tiene seiscientas leguas entorno. Hay otras muy grandes e infinitas islas alrededor, por todas las partes della, que todas estaban e las vimos las más pobladas e llenas de naturales gentes, indios dellas, que puede ser tierra poblada en el mundo. ... Todas estas universas e infinitas gentes en todo género crió Dios las más simples, sin maldades ni dobleces, obedientísimas y fidelísimas a sus señores naturales e a los cristianos a quienes sirven; más humildes y más pacientes, más pacíficas e quietas, sin rencillas ni bollicios, ... sin rancores , sin odios, sin desear venganzas, que hay en el mundo. Son asimismo las gentes más delicadas, flacas y tiernas en complisión e que menos pueden sufrir trabajos y que más fácilmente mueren de cualquier enfermedad ... Son también gentes paupérrimas y que menos poseen ni quieren poseer de bienes temporales; e por esto no soberbias, no ambiciosas, no cubdiciosas. Su comida es tal que la de los sanctos padres en el desierto no parece hacer sido más estrecha ni menos deleitosa ni pobre. Sus vestidos comúnmente son de cueros ... Sus camas son encima de una estera e, cuando mucho, duermen en unas como redes colgadas, que en lengua de isla Española llaman “hamacas”. Son eso mesmo de limpios, desocupados e vivos entendimientos, muy capaces e dóciles para toda buena doctrina, aptísimos para recibir nuestra sancta fe católica e ser dotados de virtuosas costumbres, e las que menos impedimentos tienen para esto que Dios crió en el mundo ... En estas ovejas mansas, y de las cualidades susodichas por su hacedor y criados así dotadas, entraron los españoles desde luego que las conocieron como lobos e tigres y leones crudelísimos de muchos días hambrientos. Y otra cosa no han hecho de cuarenta años a esta parte hasta hoy, e hoy en este día lo hacen, sino despedazallas, matallas, angustiallas, afligillas, atormentallas y destruillas por las extrañas y nuevas e varias e nunca otras tales vistas ni leídas ni oídas maneras de crueldad. En tanto grado que, habiendo en la isla Española sobre tes cuentos de ánimas que vimos, no hay hoy de los naturales de ellas doscientas personas. La isla de Cuba es casi tan luenga como desde Valladolid a Roma; está hoy cuasi toda despoblada. La isla de San Juan e la de Jamaica, islas muy grandes e muy felices e graciosas, ambas asoladas. ... De la gran tierra firme somos ciertos que nuestros españoles, por sus crueldades y nefandas obras, han despoblado y desolado y que están hoy desiertas , estando llenos de hombres racionales, más de diez reinos mayores que toda España. ... Dos maneras generales y principales han tenido los que allá han pasado, que se llaman cristianos, en extirpar y raer de la haz de la tierra a aquellas miserandas naciones . La una por injustas, crueles, sangrientas y tiránicas guerras. La otra ... oprimiéndolos con la más dura, horrible y áspera servidumbre en que jamás hombres ni bestias pudieron ser puestas. Bartolomé de las Casas, Brevísima relación de la destrucción de Indias. Madrid, Tecnos, 1992. Texto Nº 15 El hecho de que un hombre pueda tener una representación de su yo le realza infinitamente por encima de todos los demás seres que viven sobre la tierra. Gracias a ello es el hombre una persona, y por virtud de la unidad de la conciencia en medio de todos los cambios 23 que puedan afectarle es una y la misma persona, esto es, un ser totalmente distinto, por su rango y dignidad, de las cosas. Inmanuel Kant. Antropología en sentido pragmático. Trad. de José Gaos, Madrid, Revista de Occidente, 1935. Texto Nº 16 En el reino de los fines todo tiene un precio o una dignidad. Aquello que tiene precio puede ser sustituido por algo equivalente; en cambio lo que se halla por encima de todo precio y, por tanto, no admite nada equivalente, eso tiene una dignidad. Lo que se refiere a las necesidades e inclinaciones del hombre tiene un precio comercial; lo que, sin suponer una necesidad, se conforma a cierto gusto, es decir, a una satisfacción producida por el simple juego de nuestras facultades, sin fin alguno, tiene un precio de afecto; pero aquello que constituye la condición para que algo sea fin en sí mismo, eso no tiene meramente valor relativo o precio, sino un valor interno, esto es, dignidad. Inmanuel Kant. Fundamentación de la Metafísica de las costumbres. Trad. De M. García Morente, Madrid, Espasa Calpe, 1946 . Texto Nº 17 Mas bien parece que, históricamente, esta aspiración a saber acerca del ser del hombre es segunda, posterior, con respecto a la aspiración a un saber acerca de lo que hay que nos permita realizarnos como hombres, y no en el seno de un discurso, sino en la práctica vivencial y éticopolítica. ... Como si el interrogarnos por el ser del hombre fuera el resultado de que todas nuestras interrogaciones por lo que (nos) pasa (entendiendo tal cuestión como la filosóficamente originaria, en tanto que forma primera de expresión de ese asombro que es padre del pensar) confluyeran en un punto que condicionaría toda respuesta posible, toda determinación de ese pasar de lo que nos pasa: lo que nos pasa es que somos hombres; lo que nos pasa, nos pasa porque somos hombres. Es entonces cuando la pregunta por el ser del hombre no sólo se carga de un sentido inédito, convirtiéndose en cuestión central para el filosofar, sino que se pone ante nosotros con una urgencia acuciante, desconocida en el seno de otras culturas. Miguel Morey, El hombre como argumento. Barcelona, Anthropos, 1987. Texto Nº 18 Las ciencias humanas no aparecieron hasta que bajo el efecto de algún racionalismo presionaste, de algún problema científico no resuelto, de algún interés práctico, se decidió hacer pasar al hombre (queriendo o no y con un éxito mayor o menor) al lado de los objetos científicos -en cuyo número no se ha probado aún de manera absoluta que pueda incluírsele; aparecieron el 24 día en que el hombre se constituyó en la cultura occidental a la vez como aquello que hay que pensar y aquello que hay que saber. Michel Foucault. Las palabras y las cosas. México, Siglo XXI, 1968. 25