LA EXISTENCIA DEL ESPÍRITU Milton Medran Moreira Existencia y comunicación de los espíritus. Hay millones de personas en el mundo, religiosas o no, que a diferencia de los espiritas, abrigan serias dudas sobre la realidad de ese fenómeno. Y eso por varias razones: o porque sus respectivas religiones niegan prematuramente esa posibilidad, o porque a priori asumen una posición filosófica materialista, o simplemente (y aquí está el mayor número de ellas) porque jamás se interesaron en ese asunto. No es tema de sus pensamientos habituales. A pesar de ese grupo de personas, podemos afirmar, en este inicio de milenio, que esta cuestión sufre mucho menos oposición que aquella experimentada en el siglo XIX, época en la que surgió el Espiritismo. Hoy se puede observar, en cualquier encuesta realizada en todos los países del mundo, que la gran mayoría de las personas no tiene dudas sobre la existencia de los espíritus y de la posibilidad de su manifestación. No es, pues, un tema primordial del Espiritismo comprobar la existencia de los espíritus. Esa temática, de cierta forma, disminuyó su importancia a medida que pasó a ser generalmente aceptada. Es el proceso evolutivo del hombre aceptando una tesis que, hace 150 años, cuando Allan Kardec se interesó por los fenómenos de las mesas giratorias y parlantes, era entonces muy polémica y envuelta en misterio. El misterio creado en torno de ellas por la religión. Al mismo tiempo que se convirtió en un asunto de aceptación generalizada, como está ocurriendo también con la reencarnación, que es, actualmente, aceptada por más del 50% de los occidentales, independientemente de sus religiones, la cuestión de la comunicación con los espíritus sigue siendo la referencia a partir de la cual se construye todo el raciocinio espirita, base, pues, de su filosofía. Así, podemos decir que el tema disminuyó su importancia práctica, dejó de ser polémico para la mayoría de las personas, pero se afirma cada vez más su importancia como base de una reflexión filosófica, ya que, el principio de la inmortalidad del espíritu, una vez comprobado, conlleva innumerables consecuencias de cuño ético y moral. Y así estamos introduciéndonos, entonces, en el objetivo central buscado por el Espiritismo: la adopción por el hombre de una filosofía ética y moral compatible con su naturaleza espiritual. En verdad, nadie se convierte en espirita sin, antes, afirmarse en la convicción del siguiente postulado básico, presupuesto para cualquier reflexión filosófica espirita, a saber: existen los espíritus y ellos pueden comunicarse con nosotros. Ella es la base fáctica del Espiritismo. El propio Allan Kardec, partió de esa cuestión elemental para construir toda la edificación doctrinaria espirita. Espíritu positivista, cartesiano, práctico y objetivo, fue, de cierta forma, hasta determinado momento, un escéptico con relación a la existencia de los espíritus y de su comunicabilidad. Alrededor del año 1854/55, cuando, por invitación de un amigo, participó por primera vez de una sesión donde ocurrían los fenómenos con las mesas que "transmitían" mensajes, intentó, inicialmente, dar a esos fenómenos la interpretación del magnetismo del cual era estudioso. Serían, simplemente, las vibraciones magnéticas de los participantes de las reuniones, las que provocaban los fenómenos en las mesas. Pero continuó, con todos los recaudos y sin ningún preconcepto, sus observaciones. Luego, constató que los mensajes inteligentes que allí eran transmitidos tenían contenidos que escapaban enteramente al conocimiento previo de los participantes de esas reuniones. Encerraban ideas y contenidos que no formaban parte del caudal de conocimiento de los asistentes. Las mesas no podían, por sí mismas, transmitir mensajes. Formuló, de inmediato, un principio filosófico que se tornó base de todos sus estudios: no hay efecto sin causa. Y, en ese caso, se estaba, claramente, frente a fenómenos inteligentes. Ahora, a un fenómeno inteligente debe corresponderle, naturalmente, también una causa inteligente. Había, pues, según sus observaciones prácticas, y su raciocinio en torno a los hechos, inteligencias produciendo aquellos fenómenos. Las mesas eran meros instrumentos. Y los mediums apenas proporcionaban su cooperación energética para la transmisión de los mensajes. Las grandes comprobaciones históricas. Podemos decir que el fruto del razonamiento propiciado por los resultados observados por Kardec y sus colaboradores, en ese trabajo inicial que tuvo como laboratorio la Sociedad Parisiense de Estudios Espiritas, ya sería suficiente para rubricar la convicción acerca de la existencia de los espíritus y de su real comunicabilidad. Pero, el momento histórico vivido por Kardec y sus sucesores tendría un significado especial, determinante y de mucha mayor amplitud. La segunda mitad del siglo XIX y las primeras décadas del siglo XX fueron escenario de un extraordinario esfuerzo conjunto de inteligencias encarnadas y desencarnadas para evidenciar el fenómeno mediúmnico, de forma de no dejar dudas a quien tuviese algún interés en ver comprobada la cuestión de la supervivencia del espíritu y su posibilidad de intervenir en el mundo material. Cítense, apenas como ejemplo, las famosas experiencias de materialización de espíritus producidas por el eminente científico británico Sir William Crookes, de la Royal Society, de Londres, hacia el año 1870, y que se repitieron, sobre los más rigurosos criterios de control, en presencia de otros miembros de esa misma institución, en la casa de ese científico, durante varios años, donde el espíritu de Katie King se hacía visible, se dejaba tocar, cortar partes del cabello y de los trajes, tomar fotografías, conversar con los participantes, etc. Las materializaciones, que eran frecuentes en esa época, con varios mediums, en Europa y en América, son pruebas cabales de la supervivencia del espíritu. Alguien, como Cesare Lombroso, que, en Milán, presenció varias sesiones de materialización de espíritus producidas por la médium Eusapia Paladino, que permitió la aparición, inclusive, de la genitoria del famoso criminalista italiano hablándole al oído, con palabras tiernas y familiares, deja de alimentar dudas y pasa a tener la prueba material e irrecusable de la supervivencia del espíritu. Esa cuestión, como lo señaló Allan Kardec, deja de pertenecer al terreno de la fe, para encuadrarse como hecho positivo. Por eso, decía él que el Espiritismo no vino para quien tiene su fe, sino más exactamente para quien duda. Kardec mismo realizó todo su trabajo a partir de la duda, del escepticismo, de la misma forma que William Crookes, Alfred Russel Wallace, Charles Richet, Gabriel Delanne, Alexander Aksakoff, y tantos otros científicos, muchos de ellos, incluso, habiendo confesado, después, que su objetivo inicial era el de desenmascarar los fenómenos espiritas. Terminaron, entretanto, produciendo una inmensa contribución a su comprobación. Siempre a partir de la duda, así como de una preconcepción contraria a la tesis espirita. Transformación moral del hombre. Actualmente, son muy raros los fenómenos de materialización, o de comprobación física del fenómeno mediúmnico. Creemos que la avalancha de pruebas ofrecidas por los espíritus acerca de su existencia y de su comunicabilidad con el plano material fue por ellos mismos considerada suficiente. Hasta porque fue ampliamente documentada y está permanentemente disponible para quien tuviera algún interés en reconstruir esa trayectoria, en la práctica o en la teoría. Vuelto, hoy, hacia la mediumnidad intelectual, el Espiritismo sigue su trabajo de permanente contacto con otros planos de la vida para traer, de allá, el apoyo para el progreso moral y ético de la humanidad. Los grandes mediums de hoy, en los medios espiritas, en su mayoría, se dedican a un productivo trabajo de concientización del hombre acerca de su naturaleza espiritual, de la importancia de su trayectoria evolutiva, en la construcción de un mundo más justo y fraterno. Su campo preferencial de acción es en el sentido de transformación moral del hombre, como ya lo señalara Kardec, al escribir que se reconocerá al verdadero espirita por su transformación moral y por el esfuerzo que hace para vencer sus imperfecciones. Esto no desmerece y no desaconseja la continuidad del estudio del fenómeno mediúmnico. Es justamente a partir de él, que el hombre ha despertado a la realidad espiritual, la más fascinante realidad de la vida, y que, en los tiempos de hoy, ya no suscita grandes controversias, a pesar de que aun millones de personas vivan despreocupadas de los aspectos espirituales de su existencia. Viven encerradas en su mundo material, cuando todo indica que la vida es infinita y el Universo es una invitación al intercambio con otras inteligencias que lo pueblan. Liberar al hombre de esa prisión, tal cual el mito de las cavernas de Platón, es el objetivo del Espiritismo. Milton Medran Moreira es graduado en Ciencias Jurídicas y Sociales en la Facultad de Derecho de la Universidad Federal de Río Grande do Sul (Brasil). Fue fiscal letrado en el estado de Río Grande do Sul de 1975 a 1991. Profesor de Derecho Procesal Civil en la Facultad de Derecho de Bagé, de 1978 a 1983. Periodista y abogado en Porto Alegre. Articulista de Zero Hora y Correio do Povo. Actualmente mantiene una columna en el Diário Gaúcho. Autor del libro de crónicas “Si todos fuesen iguales” (Ed. CIMA, Venezuela, 2000)