Subido por Theo Guggiana Bravi

Siglo XX 2023 04 Descentramiento del yo

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Anónimo de escuela cuzqueña 1750-1770 (MALI)
Descentramiento del yo
Habíamos visto ya un par de asuntos más bien intuitivos (más bien poéticos) en
relación con el “yo”, cuya consistencia se mide, habíamos dicho, respecto del Yo
mayúsculo, idéntico a si mismo, trascendental: yo soy el que soy. Habíamos
introducido algunas especificacines sobre las identidades. Vamos a avanzar hacia
los procesos de subjetivación en sede psicoanalítica, entendidos como procesos
de desidentificación o de desclasificación.
Hemos hablado bastante mal del siglo XIX. Algunas cosas podemos
rescatar, por ejemplo la idea de Marx de que el individuo es diferente de la de
persona, porque la categoría “persona” supone ya la mediación de las relaciones
sociales (recuerden que etimológicamente, persona y máscara están
relacionadas). De ahí la necesidad (de Marx en adelante) de desenmascarar.
Pero también Marx establece una definición de la “clase” que tal vez nos
sirva: la clase, disolución de todas las clases, dice1.
El siglo XX retomará parte de estos procesos de enmascaramiento, sobre
todo a partir de una actualización de principios clásicos como el “conócete a ti
mismo” y “el cuidado de sí” o “inquietud de sí”, prácticas que Foucault analiza y
opone para hacer un historia de los procesos de subjetivación. Es decir, aquellas
prácticas ritualizadas que permiten una autoconciencia (por la vía de la
depuración) y una ética. Llegaremos a eso.
Pero hoy nos toca otro pensador, tal vez más anticartesiano que ningún
otro, Lacan. Antes de discutir “El estadio del espejo” nos conviene situarlo en una
tradición de “descentramiento” del sujeto del cual da cuenta la portada de esta
clase, en una representación cuzqueña de la Trinidad donde se trazan líneas que
dicen “es” y “no es” para diferenciar a las “personas” trinitarias del Yo
trascendental (Dios).
Alrededor de 18972 Freud abandonaba la “teoría de la seducción” que había
propuesto en años anteriores como explicación de las neurosis. En la primera
Cierto que hay aquí una trampa, porque está trabajando con dos sentidos diferentes de clase: la
clase proletaria como sujeto de la historia y las clases como “estamentos”.
2
Sigo (y por lo tanto recomiendo) los trabajos de Élisabeth Roudinesco.
1
perspectiva de Freud habría en la infancia de los individuos determinadas
experiencias traumáticas, es decir, la seducción sexual por parte de los adultos o
la exposición por parte de los niños a comportamientos sexuales de manera
traumática, lo que en algún sentido determinaba luego la neurosis.
Esta teoría de la seducción es abandonada a favor de la “teoría del
fantasma”. Las teóricas del feminismo han insistido en deplorar ese
desplazamiento. No se hagan mucha malasangre con el asunto, dado que no
queremos formarles en teoría psicoanalítica sino meramente contextualizar
perspectivas que tal vez nos sirvan (o tal vez no).
En 1897, Freud propone la primer tópica, que luego abandona, que
distribuye la subjetividad en tres lugares diferentes. Es el aparato psíquico
entendido como la articulación del Consciente, el Preconsciente y el Inconsciente.
En noviembre de 1899 se publica La interpretación de los sueños (con pie
de imprenta que dice 1900), el primer gran libro de Freud, en el cual propone un
método de interpretación del relato que de los sueños se hacen.
Es importante que retengan los desafíos a los que Freud se enfrenta. Milner
ha reflexionado bastante sobre esto, pero a propósito de Lacan, en un libro que se
llama La obra clara (capítulo “Consideraciones sobre una obra”).
¿Qué es una obra? Para Milner, “Obra” es un equivalente de la forma
mercancía y, en ese sentido, la cultura funciona como acumulación de obras.
“Es posible escapar a este dispositivo, mas ha de pagarse un precio:
renunciar a inscribirse en la cultura. Se puede entonces hablar de locura”
(14-15).
Remite a Foucault: la locura como ausencia de obra, la locura como límite
externo de la cultura. Pero hay, por otro lado, otro límite: la ciencia y su paredro, la
técnica.
Entender esa relación como “la mutua exclusión de dos sistemas que se
definen por esa misma exclusión” (15).
Cultura = “fuera-de-ciencia”
Ciencia = “fuera-de-cultura”
O sea, entre la ciencia y la cultura se impone una decisión. En el caso de
Freud: renuncia a la monografía en favor del libro (en favor de la forma de obra y
de la cultura): DieTraumdeutung, que abre el Siglo.
Lacan también también tuvo que elegir: al final de la Segunda Guerra, el
psicoanálisis ya estaba inscripto en el universo organizacional de la ciencia
normal. Los Escritos se publican en el horizonte de la obra (y no de la ciencia).
Razones graves: “Como Freud antes que él, Lacan necesitaba de la cultura para
hacerse escuchar” (19), “elegir la vía de lo fúnebre y del desecho” (19):
Lo fúnebre y, por lo tanto, el autor como muerto-vivo.
Teoría excrementicia de la obra (viene de Bataille): la obra (la cultura) como
deshecho, como basura. Lacan dice hacer litter de la lettre (letra), evoca a Joyce
(el síntoma, el saint homme) que también juega con las palabras. Lacan escribe
“Lituraterre” para la revista Littérature en el año 19713.
Lacan cita allí, por supuesto, a Beckett (el Beckett de Detritus) y también a
von Uexküll (dice Umwelt). Lituratierra (a mí me gusta más traducir como
Literaturra) no es literatura. Por un lado está la literatura, la cual se trataría del
buen uso del lenguaje; y por otro estaría lituraterra, lo velado, pero que a veces se
muestra y es eso lo que nos ocuparía: lo que queda como resto, litura de la
literatura.
Lacan nació en 1901. A partir del principio de siglo, Freud, que era un
grafómano, comienza a publicar a razón de un libro por año, además de los
artículos y la enorme cantidad de cartas que escribía 4.
En 1907 se incorporan a la primera institución psicoanalítica, La Sociedad
Psicológica de los Miércoles, patrocinada por Freud, dos grandes nombres del
psicoanálisis, uno muy cuestionado, Jung, y Ludwig Binswanger, que será un
teórico del sueño tan importante como Freud y cuya obra aparecerá reivindicada
mucho más adelante por Foucault.
Texto que se podría considerar como una reescritura de "La instancia de la Letra" de 1957 y de
"El seminario sobre La carta robada" de 1956 pero que es, sobre todo, una respuesta a las
insolencias de Derrida.
4
24 libros, 123 artículos y se cuentan aproximadamente 15.000 cartas por él firmadas (a diferencia
de Lacan, quien apenas publica un libro, su tesis doctoral, una colección de 34 artículos del total de
cincuenta que escribió y apenas 247 cartas).
3
En 1908 Freud presenta en el Primer Congreso Internacional de
Psicoanálisis que se Realizó en Salzburgo su caso sobre “el Hombre de las
Ratas”, uno de los grandes casos clínicos a partir de los cuales Freud define el
método analítico. Éste era un caso de neurosis obsesiva.
En 1909 Freud viaja junto con Jung a Estados Unidos. La anécdota es
importante. En 1955, muchos años después, en una conferencia en Viena, Lacan
dice que Jung le acaba de comentar que Freud le dijo al oído en 1909, cuando
estaban desembarcando en el puerto de Nueva York, “No saben que nosotros les
traemos la peste.” Lacan comenta apenado el error de Freud 5, porque Freud creía
estar llevando a los Estados Unidos una Revolución y en rigor lo que iba a suceder
es que el psicoanálisis iba a terminar siendo devorado por la Ego Psicology, es
decir, iba a terminar perdiendo su espítiru subversivo 6.
Pero Lacan reivindica la idea de “peste” (es decir: de un método de lectura
subversivo) y por eso se habla de la peste lacaniana como algo que sirve para
disolver los vínculos serviles.
Lacan: “En ese punto de juntura de la naturaleza con la cultura que la
antropología de nuestros días escruta obstinadamente, sólo el psicoanálisis
reconoce ese nudo de servidumbre imaginaria que el amor debe siempre
volver a deshacer o cortar de cuajo". Hay una servidumbre imaginaria, lo han
leído, que Lacan identifica con las identificaciones narcisistas serviles. Retengan el
lugar de lo imaginario (punto de juntura de la naturaleza con la cultura: es decir, un
"entre" lo natural y lo social).
A partir de 1922 los ambientes literarios parisinos ponen de moda el
psicoanálisis. En 1922 se publica la revista Littérature, la primera publicación
superrealista y en 1924 sale a la calle La Revolución surRealista, órgano oficial del
Luego quedó demostrado que la escena no sucedió o no se pronunciaron exactamente esas
palabras.
6
En un libro que van a recibir en breve, El sexo de los modernos, de Éric Marty, leerán una misma
neutralización de una figura clave para pensar lo neutro (según Marty, según Francia), “el travesti”.
Marty razona que es muy diferente el Divine de John Watters (Harris Glenn Milstead, 1945-1988)
de la Divine de Genet (en Santa María de las Flores). La travesti americana se integra rápidamente
en la industria del espectáculo perdiendo todas sus potencias subversivas (de ahí a Married with
Children o Drag Race no hay escalas) mientras que la travesti genetiana insiste en impugnar el
deseo heterosexual como tal. Quién sabe si esto es cierto, pero Marty lo argumenta
convincentemente.
5
superrealismo. En 1928 Bretón y Aragón celebran el cincuentenario de la histeria,
a la que consideran “el más grande descubrimiento político del fin de siglo”.
Volveremos más adelante en este curso a retomar la relación de la estética
superrealista con las identidades.
En la década del 30, los disidentes del superrealismo, los que se apartaron
de Bretón (Bataille, Caillois, el propio Lacan, etc.) tratan de pensar la experiencia
estética no como vivencia, es decir, no como un modelo positivo, sino como una
pura negatividad, como ruptura, como choque, como vacío, y publican una revista
llamada Acephale, razón por la cual se los reconoce como los acefálicos.
En casa del propio Lacan se reúnen para armar otra revista, Minotaure, en
la cual Lacan publica en 1932 un artículo que se llama “El problema del estilo y la
formas paranoicas de la experiencia”, que en algún sentido es un resumen de su
tesis doctoral. La tesis de Lacan se llama De la psicosis paranoica y sus
relaciones con la personalidad7.
El objetivo de los disidentes es huir de la teoría del encuentro fortuito, es
decir, la teoría de la experiencia estética como una vivencia positiva. La
experiencia se vive como vacío imposible de llenar, o como negatividad.
Desde el comienzo, aún cuando todavía Lacan no es estructuralista, puede
reconocerse en esos primeros textos que publica la idea de plantear un principio
heterogéneo de articulación entre series de sentido, donde lo que importa es la
libre fluctuación de las series.
Si ustedes recuerdan lo que decía Saussure en términos de definir el tipo
de correlación que se establece en la lengua como sistema lingüístico se
acordarán del famoso dibujito del Curso de Lingüística General, algo así:
Lacan le envió su tesis doctoral publicada a Freud, quien le contestó con una tarjeta postal que
decía más o menos: “Recibí su tesis”. De esa indiferencia del maestro para con el discípulo extrae
Derrida veneno para atacar a Lacan en el que tal vez sea su mejor libro: La carta postal. De Freud
a Lacan y más allá.
7
Efectivamente, aquí hay también dos series heterogéneas, una serie de
sonidos (o imágenes acústicas) y otra de sentidos. Saussure dice que esas series
se van cortando simultáneamente, de modo que esto explicará porqué nunca
habrá un significante sin un significado ni un significado sin un significante
(después nos enteraremos que esto no es así: los desarrollos de la morfología
estructural demostrarán que hay morfemas vacíos).
En el caso de lo que está proponiendo Lacan, en rigor no hay tal correlación
sino que más bien esas series fluctúan libremente. En un ejemplo que dimos la
clase pasada, “sobrino” es efecto de esa fluctuación.
Lo que importa es que desde el comienzo hay sinsentido en la teoría
propuesta de Lacan, y ese sinsentido es lo que define precisamente al sujeto. Más
adelante Lacan va a plantear que debe haber un significante vacío para que
haya estructura, sistema, y para que la estructura funcione, “se mueva” 8. Eso va a
parar a Laclau y a sus definiciones de “pueblo” y de populismo.
Ese significante vacío es determinante para el destino del sujeto. El sujeto
del psicoanálisis es, por eso, el sujeto del inconsciente y no el de la conciencia (o
la autoconciencia). Primer desplazamiento importante: el sujeto no puede saber
nada sobre su verdad, no hay conciencia de si posible. Comparen esta
hipótesis con la actual proliferación de identidades. Algo, evidentemente, se
rompió.
De allí que, como ustedes leen en “El estadio del espejo...”:
La concepción del estadio del espejo que introduje en nuestro último congreso,
hace trece años (…) no me pareció indigna de ser recordada a la atención de
ustedes: hoy especialmente en razón de las luces que aporta sobre la función del
yo [je] en la experiencia que de él nos da el psicoanálisis. Experiencia de la que
hay que decir que nos opone a toda filosofía derivada directamente del cogito.
Eso es fundamental. Habría toda una rebelión contra el cogito cartesiano,
que pasa al mismo tiempo por la teoría y el arte (Freud / Lacan, pero también los
superrealistas, Proust -donde el método queda completamente aniquilado como
Mayores precisiones sobre el sistema, la serie y el significante vacío pueden encontrarse en el
magnífico texto de Deleuze “En qué se reconoce el estructuralismo”.
8
vía de acceso a la verdad, Kafka, etc.). No hay sujeto trascendental que pueda
garantizar el conocimiento (ni siquiera el conocimiento de si), sólo hay
inmanencias y “yolleos”.
Lacan se detiene en un fenómeno es fácilmente observable y se puede
describir así: Cuando un niño se reconoce por primera vez en el espejo (entre los
seis y los dieciocho meses de edad), celebra la aparición de su imagen con alegría
o júbilo. Identificación del niño con su imagen, a la que accede por primera vez de
manera completa. Hasta la experiencia del espejo sólo ha percibido objetos
parciales (la mano, el pie).
Reconocerse en el espejo es una característica humana (los animales
suelen abandonar esa imagen muy rápidamente, luego de una primera
confrontación). Antes y después de Lacan ha habido investigaciones
experimentales específicas. Lo que subraya Lacan es que el reconocimiento de
la propia imagen especular ocurre con ayuda de y en relación a un otro
semejante (es decir: se reconoce la imagen como propia con la mediación de un
otro que es la madre). Eso permite una “unificación imaginaria” y una
“identificación” con la imagen del semejante. Así «el niño, todavía en un estado de
impotencia e incoordinación motriz anticipa imaginariamente la aprehensión y
dominio de su unidad corporal».
Lacan insistirá en que el sujeto se constituye en el lenguaje. Pero hubiera
sido un poco brutal abandonar al infans en estado presubjetivo hasta los dos años.
De ahí que introduzca este primer momento de subjetivación en el reconocimiento
ante el espejo. Ese primer momento es la aprehensión de su cuerpo como todo y
como propio, al que identifica como “yo”. Como para que tal haya ocurrido ha sido
menester el estímulo externo desde un semejante, Lacan deduce de allí que, en
principio, inicialmente, todo yo es un Otro.
El estadio del espejo no es suficiente para la subjetivación. Falta el tertium,
el que ejerce la función paterna (para no decir directamente Padre). Entonces, el
proceso de subjetivación se completa en el territorio de dos triángulos: el triángulo
edípico y el triángulo vocálico (la lengua).
*
La teoría freudiana se forma a partir de la teoría de las pulsiones, organizadas
según estadios: el estadio oral, el estadio anal y el estadio fálico. Según la pulsión
que domine se define cada uno de esos estadios.
Para proponer esas formulaciones Freud recurre a metáforas físicas y
biológicas entendiendo los cuerpos y también la conciencia (al sujeto) como un
mecanismo. Permanentemente se habla de mecanismos, de energía, de estadios.
Se postula una determinación causal del sujeto (si quieren: una red de la que el
sujeto está atrapado), sea por la vía de la teoría de la seducción o por la teoría del
fantasma.
La interpretación (del discurso, de los sueños, de los comportamientos), en
el caso de Freud, todavía es excesivamente biologicista y, al mismo tiempo,
aristocrática y positivista: el psicoanalista tiene la verdad (Deleuze y Guattari se
burlan de él llamándolo “el Coronel Freud”).
De lo que se trata en el caso de Lacan es de vaciar al psicoanálisis
freudiano de todo resto de biologismo, de todo resto de mecanicismo y de
positivismo. En ese sentido Lacan se enfrenta a todas las corrientes revisionistas
(la Ego Psicology, pero también el psicoanálisis existencial, etc.).
Hacia fines de la década del 40, cuando Lacan se vuelve totalmente
estructuralista, revisa a Freud y propone su nuevo modelo. En el 49 escribe el
texto “El estadio del espejo como formador de la función del yo”, donde propone
esta vuelta a Freud pensando las proposiciones fundamentales del análisis
freudiano en términos de estructura, y reinsertando las enseñanzas de Freud en el
contexto de la enseñanza estructuralista (que ha conocido por Levy Strauss y
Jakobson).
Ya sabemos que Freud abandona la famosa primera tópica de Conciente,
Inconciente, Preconciente y la reemplaza por la más famosa tópica Yo, Superyo y
Ello. Lacan va a proponer una nueva tópica: lo Simbólico, lo Imaginario y lo Real
que luego sufrirá una transformación importante: lo Real, lo Imaginario y lo
Simbólico.
Una cosa es el padre Real (ese individuo que además es nuestro padre,
pero sobre el que nada podemos saber en tanto que individuo precisamente
porque es nuestro padre), pero existe también el padre Imaginario, que es el padre
que cada uno de nosotros imagina que tiene (esto es todavía freudiano). Lo que
viene a agregar Lacan es la existencia de una tercera instancia: el padre
Simbólico.
El padre Real es el que es, y por lo tanto nunca conoceremos, el Imaginario
es la representación del padre Real que cada uno tiene en la cabeza, y el
Simbólico aparecería como el equivalente de la Ley, el “nombre-del-padre”, aquel
que dictamina cuáles son las leyes fundamentales (en relación con la sexualidad,
por ejemplo, la prohibición del incesto). El patriarcado.
El dominio de lo Simbólico es lo que Lacan privilegia en esta primera etapa,
por ello describe su tópica así: S. I. R., Simbólico, Imaginario y Real. Y lo hace
porque se da cuenta de lo mismo que habíamos señalado nosotros: el
debilitamiento del orden patriarcal, que desde su perspectiva conduce a la ruina.
Hay que reconstruir el registro de la Ley, la segregación urinaria, habíamos dicho.
El dominio de lo Simbólico es el dominio del lenguaje. Lacan dice que el
lenguaje no es sólo aquello que se adquiere como instrumento de comunicación
sino aquello a través de lo cual se adquiere la conciencia, de modo que el
Inconsciente, determinado por el lenguaje, aparece él mismo estructurado como
un lenguaje. El dominio de lo Simbólico sería, en la perspectiva de Lacan, aquello
que permite entender los dispositivos estructurales a partir de los cuales se forma
la subjetividad.
La Ego Psicology propone que si hay neurosis esto significa que hay un
debilitamiento de la instancia Yo de la tópica freudiana. De modo que esta
corriente pretenderá reforzar la instancia “yo” para conseguir que el individuo se
adapte y funcione normalmente. Para Lacan se trata de todo lo contrario, se trata
de privilegiar el Ello, no el Yo, y por eso define al Inconsciente como esa
estructura primordial a partir de la cual la subjetividad se forma.
A lo Real, lo Imaginario y lo Simbólico le corresponde un número a la vez
ordinal y cardinal. Lo Real es el 1, lo Imaginario es el 2 y lo Simbólico es el 3 9.
¿Por qué? Porque efectivamente lo Real es aquello que es en sí mismo, aquello
que no tiene sentido sino por sí mismo (lo Único, la primeridad), y es eso lo que
vuelve a lo Real algo irrepresentable. Mientras que el Imaginario es del orden del
2 (segundidad, dice Peirce) porque aparece a través de las relaciones
especulares, el problema del estadio del espejo y del narcisismo. Lo Simbólico es
el 3 (una terceridad) porque remite a la estructura ternaria de la familia: la madre,
el padre y el hijo... el complejo de Edipo.
El complejo de Edipo no sólamente coincide históricamente (en la historia
de los individuos) con la adquisición del lenguaje sino también, en su forma de
operar, con la lengua.
En la primera tópica de Lacan aparece primero lo Simbólico (S.I.R), en la
segunda lo Real se desplaza al primer lugar.
Entonces, en la primera predomina el nombre-del-padre, en la segunda lo
Real, entendiendo lo Real como ese resto imposible de ser representado. Lo Real
no es la Realidad, lo Real es otra cosa, es aquello para lo cual no hay forma de
simbolización alguna. Lo Imaginario sería aquello que se inviste como el objeto de
deseo, es decir, la objetivación del deseo, la construcción del Yo, de la propia
identidad.
Otras dos categorías importantes: lo Otro, con mayúscula, que se
corresponde con el registro de lo Simbólico. Lo Otro es el lugar Simbólico, el
significante, la ley, el lenguaje, el Inconsciente (Dios, inclusive). Es decir, aquello
que determina al sujeto.
Ese Otro es diferente del otro Imaginario, el otro con minúscula, el pequeño
otro, que es el lugar de la alteridad en el espejo, en el espejo veo a otro pero no al
gran Otro, lo que veo es el pequeño otro.
Hay colgado en Internet un artículo por mi firmado que se llama “Cómo se lee”, donde se
examinan estas cosas sobre las que, lamentablemente, este año no podemos detenernos
demasiado. Es una versión de una clase repetida hasta la náusea, de modo que también podrán
encontrarla en ese formato, transcripta.
9
El otro Imaginario es aquel que aparece en el espejo, por lo tanto, será
objeto de una teoría del narcisismo meramente, mientras que el gran Otro es el
tercer lugar que se sustrae a la conciencia. Una vez más números, ese tercer
lugar responde a la lógica ternaria.
El pequeño otro equivale al objeto (pequeño) a 10. Ese objeto (pequeño) a es
el otro yo, en algún punto, en la medida en que es el otro si mismo, es la
representación del Yo a la que yo puedo acceder.
De modo que el orden Simbólico es el lugar del Otro con mayúsculas que
determina al yo, que constituye al yo, y es diferente de ese otro, que surge del
establecimiento de las relaciones especulares, de los procesos de investimiento
de deseo, etc.
En 1957, Lacan propone al Otro como esa “otra escena” que sería el
Inconsciente, a raíz de lo cual formula la bella frase “El deseo es el deseo del
Otro”. Frase ciertamente misteriosa y de gran belleza.
Pero ojo: El deseo es el deseo del Otro, que no es lo mismo que decir que
el deseo es el deseo del otro. Mi deseo no es mi propio deseo, no es que yo
decida mi deseo, sino que mi deseo me viene dado, dictado, por el registro de lo
Simbólico. Por lo tanto, ese deseo equivale a lo que se denomina la demanda, una
demanda básicamente de amor, una demanda incontestable.
Mientras que “El deseo es el deseo del otro” equivale al reconocimiento. Lo
que yo deseo es que el otro con minúscula me desee (que es lo que forma
histéricos... y profesores).
El deseo es el deseo del Otro, equivalente a una demanda, pero es una
demanda que jamás obtendrá respuesta, porque el Otro no ofrece garantías,
jamás podrá responder. Ya está: ese Otro es el Tatacombo, eso es “Yolleo”.
Ahora fíjense lo que todo esto implica. Hay un sistema bien sólido, bien
consistente que determina posiciones, identidades, subjetividades. Y luego hay
experiencias más o menos afortunadas o desafortunadas en relación con esas
La “a” es la de autre, en castellano debió haber sido una “o” para decir “objeto (pequeño) o”, pero
parece que a los traductores del psicoanálisis les dio pereza. Sabemos que Lacan era maligno,
entonces no es inocente que a esto lo haya llamado objeto (pequeño) a. En alemán sería Objekt
(klein) a. Efectivamente, Lacan está retomando y polemizando con la noción de objeto parcial
propuesta por Melanie Klein, que va por un sendero psicoanalítico completamente diferente. Por
eso llama a esto “objeto (pequeño) a”.
10
indicaciones o dictados (lo que habíamos visto en Rilke como dictado: “debes
cambiar tu vida” que bien podría interpretarse como: “debes asumir tu identidad”).
*
Para el psicoanálisis la identidad, es imaginaria. Lo que hace el psicoanálisis con
la experiencia subjetiva es desbaratar el narcisismo del sujeto, es decir, liberar
al sujeto de la relación imaginaria que ha entablado consigo mismo, con sus
padres, con el mundo que lo rodea, con los textos que ha leído, etc.
Esta pérdida narcisista que el psicoanálisis causa es lo que se llama la
destitución subjetiva. Una destitución subjetiva que es mucho más aguda en
relación con el psicoanálisis que en relación con cualquier otra práctica porque el
sujeto debe realizar esa conversión por sí mismo (es una ascesis), sin ningún
mandato exterior (“Debes cambiar tu vida”), sin ninguna coartada exterior (la
hipótesis leninista o la represión autoritaria). Equivale a lo Neutro, algo sobre lo
que volveremos.
La destitución subjetiva supone una exposición del sujeto, una dialéctica de
la intimidad, en la que el sujeto se expone mucho más que en cualquier otro tipo
de relación.
Lo que de acá se deduce es el carácter impersonal del discurso analítico,
por esa distancia: el analista guarda distancia respecto del analizante y esa
distancia es lo que daría el carácter impersonal del método de desciframiento que
el psicoanálisis supone.
La destitución de la subjetividad, la “cura psicoanalítica” equivale a la
asunción libre de la propia no existencia11. Hay cura en el psicoanálisis cuando
En ese sentido, la protesta “la herida abierta que es mi vida” pronunciada por Bataille no tiene
sentido.
11
asumo libremente que no existo12. No hay yo mismo, hay un pasaje del soy al hay,
a lo impersonal13.
Detengámonos en la noción de “fantasma”. El fantasma da cuenta del modo
particular del deseo, pero como sabemos, el deseo es el deseo del Otro, de modo
que aquí la teoría del fantasma vuelve a adquirir un estatuto de confrontación con
la teoría de la seducción. La teoría de la seducción habría postulado los
acontecimientos vividos como génesis de la neurosis, la teoría del fantasma en
cambio, permite pensarlas a partir de acontecimientos imaginados.
Lacan retoma la teoría del fantasma, precisamente como garantía del
antibiologismo y del antimecanicismo. No hay causa del sujeto, una vez más: el
sujeto es su propia causa o lo que es la causa del sujeto es la estructura del
registro Simbólico, el gran Otro con mayúscula.
El registro de lo Simbólico está poblado de significantes, que tienen una
relación fluctuante con los significados (relación, además, arbitraria). El
significante “aro de plata” para un individuo determinado puede llegar a estar
investido del significado “madre”, para otro puede significar cualquier otra cosa.
Este tipo de “enganches” (o puntos de capitoné) van variando, porque las
cadenas significantes fluctúan libremente y es la posición del Sujeto en el sistema
Simbólico lo que determina esas “soldaduras”. Pero además hay un significante
El momento de la cura se puede entender como un momento extático de autenticidad, ese
momento en el cual la persona es absoluta y totalmente auténtica. También el pase puede
considerarse como un acto de externalización total semejante a la autocrítica en el stalinismo o en
el leninismo, esa famosa práctica de la autocrítica política donde uno confiesa la lacra burguesa
que arrastra y por qué uno es contrarrevolucionario. O el éxtasis de autoconocimiento o la
externalización total: del parecido entre ambas prácticas, proviene la identificación del psicoanálisis
lacaniano o con una doctrina esotérica –éxtasis místico- o con una práctica stalinista
(externalización del yo) por parte de sus detractores.
13
Esto es condición esencial para el “pase” psicoanalítico. Las Asociaciones internacionales tienen
su responsabilidad y sus protocolos. Para ser analista hay que haber estudiado Medicina (en
algunos casos) o Psicología, tener un título académico. Nada eso vale para Lacan porque entiende
que eso no es sino burocratizar la práctica analítica. Y por eso inventa como dispositivo “el pase”,
que crea escisiones mismo dentro de las corrientes lacanianas y genera el escándalo de la
sociedad psicoanalítica internacional. Lacan dice que si una persona ha alcanzado este momento
de destitución subjetiva, de cura, etc., y quiere convertirse él mismo en psicoanalista, debe buscar
a dos pasantes, miembros de la comunidad analítica, a los que debe contarles qué cosas de su
historia lo habilitan y califican para ser él mismo un analista. Estos dos pasantes escuchan lo que
éste les dice, van a un tribunal calificado y les dicen lo que el otro les dijo para que el tribunal
decida si aquél puede o no ser un analista. Para que el pase funcione, en la perspectiva de Lacan,
esa transmisión debe ser posible (sin ruido, sin disturbio), porque el discurso del pase sería
impersonal.
12
vacío, que es lo que garantiza la movilidad de toda la estructura (como en los
rompecabezas).
El sujeto, ya intervenido por el registro de lo Simbólico, encuentra, con la
“intercesión” de su fantasma, un objeto de deseo, que remite a la falta, al vacío,
etc.
Simplificando, entonces, el sujeto es una fantasmagoría. Para Marx era más
o menos lo mismo: La mercancía forma parte para Marx de una "fantasmagoría...
que cae y a la vez no cae bajo los sentidos" (El capital. Buenos Aires, Siglo XXI,
1984: "El carácter fetiche de la mercancía y su secreto", cuarta parte del capítulo
primero). El imaginario es una fantasmagoría que está "entre" lo sensible y lo
in-sensible.
La modernidad, que es normalizadora y clasificadora, nunca pudo lidiar con
ese "entre-lugar" de lo imaginario, por lo que procedió a tapar ese umbral o a
despoblarlo. La modernidad es cazafantasmas. Leerán bastante de eso en Badiou
y su caracterización de la “depuración” como rasgo distintivo del siglo XX.
La posmodernidad, podríamos decir, es otra cosa. Tomemos como ejemplo
a Roland Barthes. Barthes (que se reconocía como marxista y como materialista
dialéctico) acompañó el proceso de depuración propio de la modernidad sin
alegría. Por eso se reconocía en la retaguardia de la vanguardia: "ser de
vanguardia significa saber lo que está muerto; ser de retaguardia significa amarlo
todavía".
En su libro sobre Roland Barthes, Éric Marty señala:
En su Roland Barthes por Roland Barthes, el autor definía epistemológicamente lo
Imaginario como una categoría de futuro. Su razonamiento era el siguiente: como
el trabajo de depuración realizado por la modernidad contra lo Imaginario ha
funcionado, como todos los semblantes se han disipado, como ya no creemos en
el "yo" como centro del sujeto, como tenemos una desconfianza sin medida con
respecto a lo inefable y las imágenes, como lo Imaginario está por doquier bajo el
control de lo Simbólico, y como ya no existe el riesgo de dejarse atrapar en las
fábulas del "yo", es hora de devolver un porvenir a lo Imaginario, de volver a hacer
de él una categoría de futuro14.
Todo esto tuvo consecuencias decisivas en el pensamiento de Roland
Barthes sobre el adjetivo y la presuposición.
Marty, Éric. Roland Barthes, el oficio de escribir. Buenos Aires, Manantial, 2007, pág. 190
14
Las descripciones definidas (determinante + nombre + predicado), "el
unicornio azul", "el tirano prófugo", presuponen existencia 15. En relación con esa
insensata presuposición levantan los lógicos sus rigurosos edificios. Sea.
Pero si las fantasmagorías son puramente negativas (porque están
habitadas por una nada de un determinado tipo, éste o aquél 16), la presuposición
de existencia queda suspendida, por principio. Así, las unidades de la
fantasmagoría no son como las descripciones definidas o son como descripciones
definidas arruinadas. Fantasmáticas, participan de lo indeterminado, o conectan
con él sin mediaciones de ningún tipo. Digamos, se asocian con un tipo particular
de determinación indefinida17: "un unicornio azul", diese gewaltigen Sängerinnen
("esas cantantes poderosas", las sirenas de Kafka).
Sobre el problema del indefinido y del “yo”, recuerden las bellas
observaciones de Deleuze:
Por regla general, las fantasías de la imaginación suelen tratar lo indefinido
únicamente como el disfraz de un pronombre personal o de un posesivo: «están
pegando a un niño» se transforma enseguida en «mi padre me ha pegado». Pero
la literatura sigue el camino inverso, y se plantea únicamente descubriendo bajo
las personas aparentes la potencia de un impersonal que en modo alguno es
una generalidad, sino una singularidad en su expresión más elevada: un
hombre, una mujer, un animal, un vientre, un niño... Las dos primeras personas no
sirven de condición para la enunciación literaria; la literatura sólo empieza
cuando nace en nuestro interior una tercera persona que nos desposee del
poder de decir Yo (lo «neutro» de Blanchot).18
Roland Barthes, en su faceta más moderna, rechazó al adjetivo: "La
categoría lingüística más pobre" ("El grano de la voz" 19), "diga lo que diga, por su
Cfr. Frege, Gottlob. "Sobre sentido y denotación" y Russell, Bertrand. "Sobre el denotar", ambos
incluidos en Simpson, Thomas Moro (ed.). Semántica filosófica: problemas y discusiones. Buenos
Aires, Siglo XXI, 1973
16
Cfr. Sartre, Jean-Paul. Lo imaginario. Buenos Aires, Losada, 1964, pág. 24 y siguientes.
17
"Lo que se refiere a la libido, aquello de lo que la libido se apropia, se presenta con un artículo
indefinido, o mejor dicho es presentado por el artículo indefinido: un animal como calificación de un
devenir o especificación de un trayecto (un caballo, una gallina...); un cuerpo o un órgano como
poder de afectar y de ser afectado (un vientre, unos ojos...); e incluso unos personajes que impiden
un trayecto e inhiben unos afectos, o por el contrario los propician (un padre, unas personas...).
Los niños se expresan de este modo, un padre, un cuerpo, un caballo. Estos indefinidos parecen a
menudo resultar de una falta de determinación debida a las defensas de la conciencia. Para el
psicoanálisis, se trata siempre de mi padre, de mí, de mi cuerpo" (Deleuze, Gilles. Crítica y clínica.
Barcelona, Anagrama, 1996, pág. 94-95).
18
Deleuze, Gilles. Crítica y clínica. op. cit. pág. 13
19
Œuvres complètes. Nouvelle édition revue, corrigée et présentée par Éric Marty. Paris, Seuil,
2002, Tomo 4, pág. 148.
15
sola cualidad descriptiva, el adjetivo es fúnebre" (Roland Barthes por Roland
Barthes20). Es que, rechazado por la ciencia, el adjetivo queda a merced de la
ideología, esa bruja de la Historia. Pero si el proyecto barthesiano se reconoce en
el deseo de fundar una analítica generalizada de los qualia21, el adjetivo es la vía
regia: "Cuando escapa de la repetición, el adjetivo, en tanto atributo mayor, es
también la vía regia del deseo: es el decir del deseo"22.
En el curso Lo neutro, Barthes dedica al problema una sesión completa 23: si
bien es cierto que "lo neutro" (lo desclasificado) "querría una lengua sin
predicación, donde los temas no estarían fichados (puestos en fichas e
inmovilizados) por un predicado (un adjetivo)" (103), también hay que tener en
cuenta que "Rechazo del adjetivo = práctica moral, represión del adjetivo, que no
se dice por «actitud» de rigor: en general, actitud de la «ciencia», que reprime el
adjetivo, no porque haga daño, sino porque no es compatible con la objetividad, la
verdad" (108).
Se podría soñar con "experiencias de abolición del lenguaje (...) que tienen
en común intentar esta empresa sobrehumana: cuestionar + extenuar la
predicación (= el adjetivo)" (109): el discurso amoroso, los sofistas, la teología
negativa, Oriente:
sin el señuelo, sin el adjetivo, nada pasaría. Por cierto, un adjetivo encierra
siempre (al otro, a mí), ésa es incluso la definición del adjetivo: predicar es afirmar;
por ende, encerrar. Pero suprimir los adjetivos de la lengua es esterilizarla hasta la
destrucción, es fúnebre (...). No desinfectar la lengua, más bien saborearla, frotarla
suavemente o aún rastrillarla, pero no "purificarla". Podemos preferir el señuelo al
duelo, o al menos podemos reconocer que hay un tiempo del señuelo, un tiempo
del adjetivo. Quizás lo Neutro sea eso: aceptar el predicado como un simple
momento: un tiempo. (112)
Todo eso sale de la letrina lacaniana. Para nosotras, hoy, la situación es un
poco diferente. Tenemos, por un lado, identidades que no se postulan como
Œuvres complètes. op. cit., Tomo 4, pág. 647.
Milner, Jean-Claude. El paso filosófico de Roland Barthes. Buenos Aires, Amorrortu, 2004
22
Œuvres complètes.op. cit., Tomo 4, pág. 467: "L'adjectif est le «dire» du désir.
23
Lo neutro. op. cit. pág. 103 y siguientes. En adelante, después de cada cita, el número de página
entre paréntesis.
20
21
imaginarias sino como reales (ahora, fuera de toda tópica), pero que además, se
establecen con total libertad fuera del sistema.
Uno de los ejemplos que sirven para visualizar está pérdida de sistema es
el debilitamiento de la oposición “hombre” / “mujer” (hablo de nombres, de
designantes) en favor de una oposición todavía más trascendental (más abstracta)
que esa, porque no se funda en ninguna morfología: cis y trans.
Pero, además, piensen en la acumulación de predicados para formar un
designante (acumulación que nos aleja definitivamente de la utopía de lo neutro,
de lo ni-ni). “Yo” soy un “hombre trans no binarie” o “Yo” soy una “mujer trans
lesbiana”. O “Yo” soy “un ciudadano de la nación Cherokee” o “Yo” soy “un mago
de sangre impura”. No hace falta realizar una crítica o un análisis de esos
designantes que son, en principio, legítimos.
Lo que importa destacar es que se ha abandonado la noción de que esos
nombres son imaginarios, como si hubiera un déficit esencial en ese registro.
Todo eso tiene un poco que ver con la historia del psicoanálisis, claro, y
algunas de sus decisiones. Al haber abandonado la teoría del trauma por la teoría
del fantasma, se establece un complejo proceso de individuación y subjetivación
en el que hay que contemplar una serie de accidentes que, por razones que sería
muy largo de puntualizar aquí.
Un poco por eso, nadie puede pronunciar la pregunta (es una imposibilidad
histórica) “¿Cómo te hiciste gay?” porque la única respuesta legítima es: “Gay no
se hace, se nace”.
Ese innatismo quiere contestar a las fantasías de “cura”, en el sentido: si
hubo en la propia historia algo que “desvió el propio deseo” hacia individuos del
propio sexo (o género), ese proceso podría ser reversible. Naturalmente, esa mera
posibilidad se abre a las más deleznables fantasías de exterminio. Entonces, se
afirma que no hay nada que cambiar porque el deseo sexual viene dado desde el
nacimiento.
Paralelamente, o en consecuencia, porque es un proceso posterior, se
hacen proliferar las categorías de género entendidas como innatas: un hombre
trans o una mujer trans lo son ab initio, y no hay nada en la historia del sujeto que
permita “determinar” esas autopercepciones.
Pero como dijimos al comienzo, ciertos nombres, ciertos designantes, son
bastante inocentes porque no comprometen al otro, pero una cantidad de ellos sí.
Lo que habría que interrogar, entonces, si los nombres identitarios pueden
pensarse fuera de una teoría de la intersubjetividad (el ego cum) o no. Vuelvo a
los trascendentales trans y cis. Admitamos que alguien puede encontrar valor en
el autorreconocimiento como varón trans. Pero propuesto como par trascedental
me coloca a mí, por ejemplo, bajo el designante cis, que no estoy seguro de que
me corresponda aceptar.
El psicoanálisis, en sede freudiana o en sede lacaniana, por lo que hemos
puntualizado en esta clase, piensa que no. Lo curioso es que el psicoanálisis
descentraba al sujeto, mientras que los nuevos designantes lo recentran 24.
En El yo soberano, Elizabeth Roudinesco va mucho más allá. Escribe: ““Llegados al final de este
capítulo, se habrá comprendido cómo un enfoque realmente innovador de los estudios sobre la
sexualidad —que distingue entre sexo y género— ha podido, en unos pocos decenios, trocarse en
su contrario y generar un movimiento de regresión normalizadora. Todo empieza con la invención
de nuevos conceptos y la consiguiente creación de un vocabulario adecuado. Cuando ya están
sólidamente asentados, los conceptos y las palabras se convierten en un catecismo que, llegado el
caso, justifica el paso a la acción o las incursiones en la realidad. Así se pasa, sin darse cuenta
siquiera, de la civilización a la barbarie, de lo trágico a lo cómico, de la inteligencia a la estupidez,
de la vida a la nada, y de una crítica legítima de las normalidades sociales a la implantación de un
sistema totalizante.” (págs. 72-73). Los capítulos siguientes examinan indentidades raciales,
poscoloniales, etc.
24
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