Anónimo de escuela cuzqueña 1750-1770 (MALI) Descentramiento del yo Habíamos visto ya un par de asuntos más bien intuitivos (más bien poéticos) en relación con el “yo”, cuya consistencia se mide, habíamos dicho, respecto del Yo mayúsculo, idéntico a si mismo, trascendental: yo soy el que soy. Habíamos introducido algunas especificacines sobre las identidades. Vamos a avanzar hacia los procesos de subjetivación en sede psicoanalítica, entendidos como procesos de desidentificación o de desclasificación. Hemos hablado bastante mal del siglo XIX. Algunas cosas podemos rescatar, por ejemplo la idea de Marx de que el individuo es diferente de la de persona, porque la categoría “persona” supone ya la mediación de las relaciones sociales (recuerden que etimológicamente, persona y máscara están relacionadas). De ahí la necesidad (de Marx en adelante) de desenmascarar. Pero también Marx establece una definición de la “clase” que tal vez nos sirva: la clase, disolución de todas las clases, dice1. El siglo XX retomará parte de estos procesos de enmascaramiento, sobre todo a partir de una actualización de principios clásicos como el “conócete a ti mismo” y “el cuidado de sí” o “inquietud de sí”, prácticas que Foucault analiza y opone para hacer un historia de los procesos de subjetivación. Es decir, aquellas prácticas ritualizadas que permiten una autoconciencia (por la vía de la depuración) y una ética. Llegaremos a eso. Pero hoy nos toca otro pensador, tal vez más anticartesiano que ningún otro, Lacan. Antes de discutir “El estadio del espejo” nos conviene situarlo en una tradición de “descentramiento” del sujeto del cual da cuenta la portada de esta clase, en una representación cuzqueña de la Trinidad donde se trazan líneas que dicen “es” y “no es” para diferenciar a las “personas” trinitarias del Yo trascendental (Dios). Alrededor de 18972 Freud abandonaba la “teoría de la seducción” que había propuesto en años anteriores como explicación de las neurosis. En la primera Cierto que hay aquí una trampa, porque está trabajando con dos sentidos diferentes de clase: la clase proletaria como sujeto de la historia y las clases como “estamentos”. 2 Sigo (y por lo tanto recomiendo) los trabajos de Élisabeth Roudinesco. 1 perspectiva de Freud habría en la infancia de los individuos determinadas experiencias traumáticas, es decir, la seducción sexual por parte de los adultos o la exposición por parte de los niños a comportamientos sexuales de manera traumática, lo que en algún sentido determinaba luego la neurosis. Esta teoría de la seducción es abandonada a favor de la “teoría del fantasma”. Las teóricas del feminismo han insistido en deplorar ese desplazamiento. No se hagan mucha malasangre con el asunto, dado que no queremos formarles en teoría psicoanalítica sino meramente contextualizar perspectivas que tal vez nos sirvan (o tal vez no). En 1897, Freud propone la primer tópica, que luego abandona, que distribuye la subjetividad en tres lugares diferentes. Es el aparato psíquico entendido como la articulación del Consciente, el Preconsciente y el Inconsciente. En noviembre de 1899 se publica La interpretación de los sueños (con pie de imprenta que dice 1900), el primer gran libro de Freud, en el cual propone un método de interpretación del relato que de los sueños se hacen. Es importante que retengan los desafíos a los que Freud se enfrenta. Milner ha reflexionado bastante sobre esto, pero a propósito de Lacan, en un libro que se llama La obra clara (capítulo “Consideraciones sobre una obra”). ¿Qué es una obra? Para Milner, “Obra” es un equivalente de la forma mercancía y, en ese sentido, la cultura funciona como acumulación de obras. “Es posible escapar a este dispositivo, mas ha de pagarse un precio: renunciar a inscribirse en la cultura. Se puede entonces hablar de locura” (14-15). Remite a Foucault: la locura como ausencia de obra, la locura como límite externo de la cultura. Pero hay, por otro lado, otro límite: la ciencia y su paredro, la técnica. Entender esa relación como “la mutua exclusión de dos sistemas que se definen por esa misma exclusión” (15). Cultura = “fuera-de-ciencia” Ciencia = “fuera-de-cultura” O sea, entre la ciencia y la cultura se impone una decisión. En el caso de Freud: renuncia a la monografía en favor del libro (en favor de la forma de obra y de la cultura): DieTraumdeutung, que abre el Siglo. Lacan también también tuvo que elegir: al final de la Segunda Guerra, el psicoanálisis ya estaba inscripto en el universo organizacional de la ciencia normal. Los Escritos se publican en el horizonte de la obra (y no de la ciencia). Razones graves: “Como Freud antes que él, Lacan necesitaba de la cultura para hacerse escuchar” (19), “elegir la vía de lo fúnebre y del desecho” (19): Lo fúnebre y, por lo tanto, el autor como muerto-vivo. Teoría excrementicia de la obra (viene de Bataille): la obra (la cultura) como deshecho, como basura. Lacan dice hacer litter de la lettre (letra), evoca a Joyce (el síntoma, el saint homme) que también juega con las palabras. Lacan escribe “Lituraterre” para la revista Littérature en el año 19713. Lacan cita allí, por supuesto, a Beckett (el Beckett de Detritus) y también a von Uexküll (dice Umwelt). Lituratierra (a mí me gusta más traducir como Literaturra) no es literatura. Por un lado está la literatura, la cual se trataría del buen uso del lenguaje; y por otro estaría lituraterra, lo velado, pero que a veces se muestra y es eso lo que nos ocuparía: lo que queda como resto, litura de la literatura. Lacan nació en 1901. A partir del principio de siglo, Freud, que era un grafómano, comienza a publicar a razón de un libro por año, además de los artículos y la enorme cantidad de cartas que escribía 4. En 1907 se incorporan a la primera institución psicoanalítica, La Sociedad Psicológica de los Miércoles, patrocinada por Freud, dos grandes nombres del psicoanálisis, uno muy cuestionado, Jung, y Ludwig Binswanger, que será un teórico del sueño tan importante como Freud y cuya obra aparecerá reivindicada mucho más adelante por Foucault. Texto que se podría considerar como una reescritura de "La instancia de la Letra" de 1957 y de "El seminario sobre La carta robada" de 1956 pero que es, sobre todo, una respuesta a las insolencias de Derrida. 4 24 libros, 123 artículos y se cuentan aproximadamente 15.000 cartas por él firmadas (a diferencia de Lacan, quien apenas publica un libro, su tesis doctoral, una colección de 34 artículos del total de cincuenta que escribió y apenas 247 cartas). 3 En 1908 Freud presenta en el Primer Congreso Internacional de Psicoanálisis que se Realizó en Salzburgo su caso sobre “el Hombre de las Ratas”, uno de los grandes casos clínicos a partir de los cuales Freud define el método analítico. Éste era un caso de neurosis obsesiva. En 1909 Freud viaja junto con Jung a Estados Unidos. La anécdota es importante. En 1955, muchos años después, en una conferencia en Viena, Lacan dice que Jung le acaba de comentar que Freud le dijo al oído en 1909, cuando estaban desembarcando en el puerto de Nueva York, “No saben que nosotros les traemos la peste.” Lacan comenta apenado el error de Freud 5, porque Freud creía estar llevando a los Estados Unidos una Revolución y en rigor lo que iba a suceder es que el psicoanálisis iba a terminar siendo devorado por la Ego Psicology, es decir, iba a terminar perdiendo su espítiru subversivo 6. Pero Lacan reivindica la idea de “peste” (es decir: de un método de lectura subversivo) y por eso se habla de la peste lacaniana como algo que sirve para disolver los vínculos serviles. Lacan: “En ese punto de juntura de la naturaleza con la cultura que la antropología de nuestros días escruta obstinadamente, sólo el psicoanálisis reconoce ese nudo de servidumbre imaginaria que el amor debe siempre volver a deshacer o cortar de cuajo". Hay una servidumbre imaginaria, lo han leído, que Lacan identifica con las identificaciones narcisistas serviles. Retengan el lugar de lo imaginario (punto de juntura de la naturaleza con la cultura: es decir, un "entre" lo natural y lo social). A partir de 1922 los ambientes literarios parisinos ponen de moda el psicoanálisis. En 1922 se publica la revista Littérature, la primera publicación superrealista y en 1924 sale a la calle La Revolución surRealista, órgano oficial del Luego quedó demostrado que la escena no sucedió o no se pronunciaron exactamente esas palabras. 6 En un libro que van a recibir en breve, El sexo de los modernos, de Éric Marty, leerán una misma neutralización de una figura clave para pensar lo neutro (según Marty, según Francia), “el travesti”. Marty razona que es muy diferente el Divine de John Watters (Harris Glenn Milstead, 1945-1988) de la Divine de Genet (en Santa María de las Flores). La travesti americana se integra rápidamente en la industria del espectáculo perdiendo todas sus potencias subversivas (de ahí a Married with Children o Drag Race no hay escalas) mientras que la travesti genetiana insiste en impugnar el deseo heterosexual como tal. Quién sabe si esto es cierto, pero Marty lo argumenta convincentemente. 5 superrealismo. En 1928 Bretón y Aragón celebran el cincuentenario de la histeria, a la que consideran “el más grande descubrimiento político del fin de siglo”. Volveremos más adelante en este curso a retomar la relación de la estética superrealista con las identidades. En la década del 30, los disidentes del superrealismo, los que se apartaron de Bretón (Bataille, Caillois, el propio Lacan, etc.) tratan de pensar la experiencia estética no como vivencia, es decir, no como un modelo positivo, sino como una pura negatividad, como ruptura, como choque, como vacío, y publican una revista llamada Acephale, razón por la cual se los reconoce como los acefálicos. En casa del propio Lacan se reúnen para armar otra revista, Minotaure, en la cual Lacan publica en 1932 un artículo que se llama “El problema del estilo y la formas paranoicas de la experiencia”, que en algún sentido es un resumen de su tesis doctoral. La tesis de Lacan se llama De la psicosis paranoica y sus relaciones con la personalidad7. El objetivo de los disidentes es huir de la teoría del encuentro fortuito, es decir, la teoría de la experiencia estética como una vivencia positiva. La experiencia se vive como vacío imposible de llenar, o como negatividad. Desde el comienzo, aún cuando todavía Lacan no es estructuralista, puede reconocerse en esos primeros textos que publica la idea de plantear un principio heterogéneo de articulación entre series de sentido, donde lo que importa es la libre fluctuación de las series. Si ustedes recuerdan lo que decía Saussure en términos de definir el tipo de correlación que se establece en la lengua como sistema lingüístico se acordarán del famoso dibujito del Curso de Lingüística General, algo así: Lacan le envió su tesis doctoral publicada a Freud, quien le contestó con una tarjeta postal que decía más o menos: “Recibí su tesis”. De esa indiferencia del maestro para con el discípulo extrae Derrida veneno para atacar a Lacan en el que tal vez sea su mejor libro: La carta postal. De Freud a Lacan y más allá. 7 Efectivamente, aquí hay también dos series heterogéneas, una serie de sonidos (o imágenes acústicas) y otra de sentidos. Saussure dice que esas series se van cortando simultáneamente, de modo que esto explicará porqué nunca habrá un significante sin un significado ni un significado sin un significante (después nos enteraremos que esto no es así: los desarrollos de la morfología estructural demostrarán que hay morfemas vacíos). En el caso de lo que está proponiendo Lacan, en rigor no hay tal correlación sino que más bien esas series fluctúan libremente. En un ejemplo que dimos la clase pasada, “sobrino” es efecto de esa fluctuación. Lo que importa es que desde el comienzo hay sinsentido en la teoría propuesta de Lacan, y ese sinsentido es lo que define precisamente al sujeto. Más adelante Lacan va a plantear que debe haber un significante vacío para que haya estructura, sistema, y para que la estructura funcione, “se mueva” 8. Eso va a parar a Laclau y a sus definiciones de “pueblo” y de populismo. Ese significante vacío es determinante para el destino del sujeto. El sujeto del psicoanálisis es, por eso, el sujeto del inconsciente y no el de la conciencia (o la autoconciencia). Primer desplazamiento importante: el sujeto no puede saber nada sobre su verdad, no hay conciencia de si posible. Comparen esta hipótesis con la actual proliferación de identidades. Algo, evidentemente, se rompió. De allí que, como ustedes leen en “El estadio del espejo...”: La concepción del estadio del espejo que introduje en nuestro último congreso, hace trece años (…) no me pareció indigna de ser recordada a la atención de ustedes: hoy especialmente en razón de las luces que aporta sobre la función del yo [je] en la experiencia que de él nos da el psicoanálisis. Experiencia de la que hay que decir que nos opone a toda filosofía derivada directamente del cogito. Eso es fundamental. Habría toda una rebelión contra el cogito cartesiano, que pasa al mismo tiempo por la teoría y el arte (Freud / Lacan, pero también los superrealistas, Proust -donde el método queda completamente aniquilado como Mayores precisiones sobre el sistema, la serie y el significante vacío pueden encontrarse en el magnífico texto de Deleuze “En qué se reconoce el estructuralismo”. 8 vía de acceso a la verdad, Kafka, etc.). No hay sujeto trascendental que pueda garantizar el conocimiento (ni siquiera el conocimiento de si), sólo hay inmanencias y “yolleos”. Lacan se detiene en un fenómeno es fácilmente observable y se puede describir así: Cuando un niño se reconoce por primera vez en el espejo (entre los seis y los dieciocho meses de edad), celebra la aparición de su imagen con alegría o júbilo. Identificación del niño con su imagen, a la que accede por primera vez de manera completa. Hasta la experiencia del espejo sólo ha percibido objetos parciales (la mano, el pie). Reconocerse en el espejo es una característica humana (los animales suelen abandonar esa imagen muy rápidamente, luego de una primera confrontación). Antes y después de Lacan ha habido investigaciones experimentales específicas. Lo que subraya Lacan es que el reconocimiento de la propia imagen especular ocurre con ayuda de y en relación a un otro semejante (es decir: se reconoce la imagen como propia con la mediación de un otro que es la madre). Eso permite una “unificación imaginaria” y una “identificación” con la imagen del semejante. Así «el niño, todavía en un estado de impotencia e incoordinación motriz anticipa imaginariamente la aprehensión y dominio de su unidad corporal». Lacan insistirá en que el sujeto se constituye en el lenguaje. Pero hubiera sido un poco brutal abandonar al infans en estado presubjetivo hasta los dos años. De ahí que introduzca este primer momento de subjetivación en el reconocimiento ante el espejo. Ese primer momento es la aprehensión de su cuerpo como todo y como propio, al que identifica como “yo”. Como para que tal haya ocurrido ha sido menester el estímulo externo desde un semejante, Lacan deduce de allí que, en principio, inicialmente, todo yo es un Otro. El estadio del espejo no es suficiente para la subjetivación. Falta el tertium, el que ejerce la función paterna (para no decir directamente Padre). Entonces, el proceso de subjetivación se completa en el territorio de dos triángulos: el triángulo edípico y el triángulo vocálico (la lengua). * La teoría freudiana se forma a partir de la teoría de las pulsiones, organizadas según estadios: el estadio oral, el estadio anal y el estadio fálico. Según la pulsión que domine se define cada uno de esos estadios. Para proponer esas formulaciones Freud recurre a metáforas físicas y biológicas entendiendo los cuerpos y también la conciencia (al sujeto) como un mecanismo. Permanentemente se habla de mecanismos, de energía, de estadios. Se postula una determinación causal del sujeto (si quieren: una red de la que el sujeto está atrapado), sea por la vía de la teoría de la seducción o por la teoría del fantasma. La interpretación (del discurso, de los sueños, de los comportamientos), en el caso de Freud, todavía es excesivamente biologicista y, al mismo tiempo, aristocrática y positivista: el psicoanalista tiene la verdad (Deleuze y Guattari se burlan de él llamándolo “el Coronel Freud”). De lo que se trata en el caso de Lacan es de vaciar al psicoanálisis freudiano de todo resto de biologismo, de todo resto de mecanicismo y de positivismo. En ese sentido Lacan se enfrenta a todas las corrientes revisionistas (la Ego Psicology, pero también el psicoanálisis existencial, etc.). Hacia fines de la década del 40, cuando Lacan se vuelve totalmente estructuralista, revisa a Freud y propone su nuevo modelo. En el 49 escribe el texto “El estadio del espejo como formador de la función del yo”, donde propone esta vuelta a Freud pensando las proposiciones fundamentales del análisis freudiano en términos de estructura, y reinsertando las enseñanzas de Freud en el contexto de la enseñanza estructuralista (que ha conocido por Levy Strauss y Jakobson). Ya sabemos que Freud abandona la famosa primera tópica de Conciente, Inconciente, Preconciente y la reemplaza por la más famosa tópica Yo, Superyo y Ello. Lacan va a proponer una nueva tópica: lo Simbólico, lo Imaginario y lo Real que luego sufrirá una transformación importante: lo Real, lo Imaginario y lo Simbólico. Una cosa es el padre Real (ese individuo que además es nuestro padre, pero sobre el que nada podemos saber en tanto que individuo precisamente porque es nuestro padre), pero existe también el padre Imaginario, que es el padre que cada uno de nosotros imagina que tiene (esto es todavía freudiano). Lo que viene a agregar Lacan es la existencia de una tercera instancia: el padre Simbólico. El padre Real es el que es, y por lo tanto nunca conoceremos, el Imaginario es la representación del padre Real que cada uno tiene en la cabeza, y el Simbólico aparecería como el equivalente de la Ley, el “nombre-del-padre”, aquel que dictamina cuáles son las leyes fundamentales (en relación con la sexualidad, por ejemplo, la prohibición del incesto). El patriarcado. El dominio de lo Simbólico es lo que Lacan privilegia en esta primera etapa, por ello describe su tópica así: S. I. R., Simbólico, Imaginario y Real. Y lo hace porque se da cuenta de lo mismo que habíamos señalado nosotros: el debilitamiento del orden patriarcal, que desde su perspectiva conduce a la ruina. Hay que reconstruir el registro de la Ley, la segregación urinaria, habíamos dicho. El dominio de lo Simbólico es el dominio del lenguaje. Lacan dice que el lenguaje no es sólo aquello que se adquiere como instrumento de comunicación sino aquello a través de lo cual se adquiere la conciencia, de modo que el Inconsciente, determinado por el lenguaje, aparece él mismo estructurado como un lenguaje. El dominio de lo Simbólico sería, en la perspectiva de Lacan, aquello que permite entender los dispositivos estructurales a partir de los cuales se forma la subjetividad. La Ego Psicology propone que si hay neurosis esto significa que hay un debilitamiento de la instancia Yo de la tópica freudiana. De modo que esta corriente pretenderá reforzar la instancia “yo” para conseguir que el individuo se adapte y funcione normalmente. Para Lacan se trata de todo lo contrario, se trata de privilegiar el Ello, no el Yo, y por eso define al Inconsciente como esa estructura primordial a partir de la cual la subjetividad se forma. A lo Real, lo Imaginario y lo Simbólico le corresponde un número a la vez ordinal y cardinal. Lo Real es el 1, lo Imaginario es el 2 y lo Simbólico es el 3 9. ¿Por qué? Porque efectivamente lo Real es aquello que es en sí mismo, aquello que no tiene sentido sino por sí mismo (lo Único, la primeridad), y es eso lo que vuelve a lo Real algo irrepresentable. Mientras que el Imaginario es del orden del 2 (segundidad, dice Peirce) porque aparece a través de las relaciones especulares, el problema del estadio del espejo y del narcisismo. Lo Simbólico es el 3 (una terceridad) porque remite a la estructura ternaria de la familia: la madre, el padre y el hijo... el complejo de Edipo. El complejo de Edipo no sólamente coincide históricamente (en la historia de los individuos) con la adquisición del lenguaje sino también, en su forma de operar, con la lengua. En la primera tópica de Lacan aparece primero lo Simbólico (S.I.R), en la segunda lo Real se desplaza al primer lugar. Entonces, en la primera predomina el nombre-del-padre, en la segunda lo Real, entendiendo lo Real como ese resto imposible de ser representado. Lo Real no es la Realidad, lo Real es otra cosa, es aquello para lo cual no hay forma de simbolización alguna. Lo Imaginario sería aquello que se inviste como el objeto de deseo, es decir, la objetivación del deseo, la construcción del Yo, de la propia identidad. Otras dos categorías importantes: lo Otro, con mayúscula, que se corresponde con el registro de lo Simbólico. Lo Otro es el lugar Simbólico, el significante, la ley, el lenguaje, el Inconsciente (Dios, inclusive). Es decir, aquello que determina al sujeto. Ese Otro es diferente del otro Imaginario, el otro con minúscula, el pequeño otro, que es el lugar de la alteridad en el espejo, en el espejo veo a otro pero no al gran Otro, lo que veo es el pequeño otro. Hay colgado en Internet un artículo por mi firmado que se llama “Cómo se lee”, donde se examinan estas cosas sobre las que, lamentablemente, este año no podemos detenernos demasiado. Es una versión de una clase repetida hasta la náusea, de modo que también podrán encontrarla en ese formato, transcripta. 9 El otro Imaginario es aquel que aparece en el espejo, por lo tanto, será objeto de una teoría del narcisismo meramente, mientras que el gran Otro es el tercer lugar que se sustrae a la conciencia. Una vez más números, ese tercer lugar responde a la lógica ternaria. El pequeño otro equivale al objeto (pequeño) a 10. Ese objeto (pequeño) a es el otro yo, en algún punto, en la medida en que es el otro si mismo, es la representación del Yo a la que yo puedo acceder. De modo que el orden Simbólico es el lugar del Otro con mayúsculas que determina al yo, que constituye al yo, y es diferente de ese otro, que surge del establecimiento de las relaciones especulares, de los procesos de investimiento de deseo, etc. En 1957, Lacan propone al Otro como esa “otra escena” que sería el Inconsciente, a raíz de lo cual formula la bella frase “El deseo es el deseo del Otro”. Frase ciertamente misteriosa y de gran belleza. Pero ojo: El deseo es el deseo del Otro, que no es lo mismo que decir que el deseo es el deseo del otro. Mi deseo no es mi propio deseo, no es que yo decida mi deseo, sino que mi deseo me viene dado, dictado, por el registro de lo Simbólico. Por lo tanto, ese deseo equivale a lo que se denomina la demanda, una demanda básicamente de amor, una demanda incontestable. Mientras que “El deseo es el deseo del otro” equivale al reconocimiento. Lo que yo deseo es que el otro con minúscula me desee (que es lo que forma histéricos... y profesores). El deseo es el deseo del Otro, equivalente a una demanda, pero es una demanda que jamás obtendrá respuesta, porque el Otro no ofrece garantías, jamás podrá responder. Ya está: ese Otro es el Tatacombo, eso es “Yolleo”. Ahora fíjense lo que todo esto implica. Hay un sistema bien sólido, bien consistente que determina posiciones, identidades, subjetividades. Y luego hay experiencias más o menos afortunadas o desafortunadas en relación con esas La “a” es la de autre, en castellano debió haber sido una “o” para decir “objeto (pequeño) o”, pero parece que a los traductores del psicoanálisis les dio pereza. Sabemos que Lacan era maligno, entonces no es inocente que a esto lo haya llamado objeto (pequeño) a. En alemán sería Objekt (klein) a. Efectivamente, Lacan está retomando y polemizando con la noción de objeto parcial propuesta por Melanie Klein, que va por un sendero psicoanalítico completamente diferente. Por eso llama a esto “objeto (pequeño) a”. 10 indicaciones o dictados (lo que habíamos visto en Rilke como dictado: “debes cambiar tu vida” que bien podría interpretarse como: “debes asumir tu identidad”). * Para el psicoanálisis la identidad, es imaginaria. Lo que hace el psicoanálisis con la experiencia subjetiva es desbaratar el narcisismo del sujeto, es decir, liberar al sujeto de la relación imaginaria que ha entablado consigo mismo, con sus padres, con el mundo que lo rodea, con los textos que ha leído, etc. Esta pérdida narcisista que el psicoanálisis causa es lo que se llama la destitución subjetiva. Una destitución subjetiva que es mucho más aguda en relación con el psicoanálisis que en relación con cualquier otra práctica porque el sujeto debe realizar esa conversión por sí mismo (es una ascesis), sin ningún mandato exterior (“Debes cambiar tu vida”), sin ninguna coartada exterior (la hipótesis leninista o la represión autoritaria). Equivale a lo Neutro, algo sobre lo que volveremos. La destitución subjetiva supone una exposición del sujeto, una dialéctica de la intimidad, en la que el sujeto se expone mucho más que en cualquier otro tipo de relación. Lo que de acá se deduce es el carácter impersonal del discurso analítico, por esa distancia: el analista guarda distancia respecto del analizante y esa distancia es lo que daría el carácter impersonal del método de desciframiento que el psicoanálisis supone. La destitución de la subjetividad, la “cura psicoanalítica” equivale a la asunción libre de la propia no existencia11. Hay cura en el psicoanálisis cuando En ese sentido, la protesta “la herida abierta que es mi vida” pronunciada por Bataille no tiene sentido. 11 asumo libremente que no existo12. No hay yo mismo, hay un pasaje del soy al hay, a lo impersonal13. Detengámonos en la noción de “fantasma”. El fantasma da cuenta del modo particular del deseo, pero como sabemos, el deseo es el deseo del Otro, de modo que aquí la teoría del fantasma vuelve a adquirir un estatuto de confrontación con la teoría de la seducción. La teoría de la seducción habría postulado los acontecimientos vividos como génesis de la neurosis, la teoría del fantasma en cambio, permite pensarlas a partir de acontecimientos imaginados. Lacan retoma la teoría del fantasma, precisamente como garantía del antibiologismo y del antimecanicismo. No hay causa del sujeto, una vez más: el sujeto es su propia causa o lo que es la causa del sujeto es la estructura del registro Simbólico, el gran Otro con mayúscula. El registro de lo Simbólico está poblado de significantes, que tienen una relación fluctuante con los significados (relación, además, arbitraria). El significante “aro de plata” para un individuo determinado puede llegar a estar investido del significado “madre”, para otro puede significar cualquier otra cosa. Este tipo de “enganches” (o puntos de capitoné) van variando, porque las cadenas significantes fluctúan libremente y es la posición del Sujeto en el sistema Simbólico lo que determina esas “soldaduras”. Pero además hay un significante El momento de la cura se puede entender como un momento extático de autenticidad, ese momento en el cual la persona es absoluta y totalmente auténtica. También el pase puede considerarse como un acto de externalización total semejante a la autocrítica en el stalinismo o en el leninismo, esa famosa práctica de la autocrítica política donde uno confiesa la lacra burguesa que arrastra y por qué uno es contrarrevolucionario. O el éxtasis de autoconocimiento o la externalización total: del parecido entre ambas prácticas, proviene la identificación del psicoanálisis lacaniano o con una doctrina esotérica –éxtasis místico- o con una práctica stalinista (externalización del yo) por parte de sus detractores. 13 Esto es condición esencial para el “pase” psicoanalítico. Las Asociaciones internacionales tienen su responsabilidad y sus protocolos. Para ser analista hay que haber estudiado Medicina (en algunos casos) o Psicología, tener un título académico. Nada eso vale para Lacan porque entiende que eso no es sino burocratizar la práctica analítica. Y por eso inventa como dispositivo “el pase”, que crea escisiones mismo dentro de las corrientes lacanianas y genera el escándalo de la sociedad psicoanalítica internacional. Lacan dice que si una persona ha alcanzado este momento de destitución subjetiva, de cura, etc., y quiere convertirse él mismo en psicoanalista, debe buscar a dos pasantes, miembros de la comunidad analítica, a los que debe contarles qué cosas de su historia lo habilitan y califican para ser él mismo un analista. Estos dos pasantes escuchan lo que éste les dice, van a un tribunal calificado y les dicen lo que el otro les dijo para que el tribunal decida si aquél puede o no ser un analista. Para que el pase funcione, en la perspectiva de Lacan, esa transmisión debe ser posible (sin ruido, sin disturbio), porque el discurso del pase sería impersonal. 12 vacío, que es lo que garantiza la movilidad de toda la estructura (como en los rompecabezas). El sujeto, ya intervenido por el registro de lo Simbólico, encuentra, con la “intercesión” de su fantasma, un objeto de deseo, que remite a la falta, al vacío, etc. Simplificando, entonces, el sujeto es una fantasmagoría. Para Marx era más o menos lo mismo: La mercancía forma parte para Marx de una "fantasmagoría... que cae y a la vez no cae bajo los sentidos" (El capital. Buenos Aires, Siglo XXI, 1984: "El carácter fetiche de la mercancía y su secreto", cuarta parte del capítulo primero). El imaginario es una fantasmagoría que está "entre" lo sensible y lo in-sensible. La modernidad, que es normalizadora y clasificadora, nunca pudo lidiar con ese "entre-lugar" de lo imaginario, por lo que procedió a tapar ese umbral o a despoblarlo. La modernidad es cazafantasmas. Leerán bastante de eso en Badiou y su caracterización de la “depuración” como rasgo distintivo del siglo XX. La posmodernidad, podríamos decir, es otra cosa. Tomemos como ejemplo a Roland Barthes. Barthes (que se reconocía como marxista y como materialista dialéctico) acompañó el proceso de depuración propio de la modernidad sin alegría. Por eso se reconocía en la retaguardia de la vanguardia: "ser de vanguardia significa saber lo que está muerto; ser de retaguardia significa amarlo todavía". En su libro sobre Roland Barthes, Éric Marty señala: En su Roland Barthes por Roland Barthes, el autor definía epistemológicamente lo Imaginario como una categoría de futuro. Su razonamiento era el siguiente: como el trabajo de depuración realizado por la modernidad contra lo Imaginario ha funcionado, como todos los semblantes se han disipado, como ya no creemos en el "yo" como centro del sujeto, como tenemos una desconfianza sin medida con respecto a lo inefable y las imágenes, como lo Imaginario está por doquier bajo el control de lo Simbólico, y como ya no existe el riesgo de dejarse atrapar en las fábulas del "yo", es hora de devolver un porvenir a lo Imaginario, de volver a hacer de él una categoría de futuro14. Todo esto tuvo consecuencias decisivas en el pensamiento de Roland Barthes sobre el adjetivo y la presuposición. Marty, Éric. Roland Barthes, el oficio de escribir. Buenos Aires, Manantial, 2007, pág. 190 14 Las descripciones definidas (determinante + nombre + predicado), "el unicornio azul", "el tirano prófugo", presuponen existencia 15. En relación con esa insensata presuposición levantan los lógicos sus rigurosos edificios. Sea. Pero si las fantasmagorías son puramente negativas (porque están habitadas por una nada de un determinado tipo, éste o aquél 16), la presuposición de existencia queda suspendida, por principio. Así, las unidades de la fantasmagoría no son como las descripciones definidas o son como descripciones definidas arruinadas. Fantasmáticas, participan de lo indeterminado, o conectan con él sin mediaciones de ningún tipo. Digamos, se asocian con un tipo particular de determinación indefinida17: "un unicornio azul", diese gewaltigen Sängerinnen ("esas cantantes poderosas", las sirenas de Kafka). Sobre el problema del indefinido y del “yo”, recuerden las bellas observaciones de Deleuze: Por regla general, las fantasías de la imaginación suelen tratar lo indefinido únicamente como el disfraz de un pronombre personal o de un posesivo: «están pegando a un niño» se transforma enseguida en «mi padre me ha pegado». Pero la literatura sigue el camino inverso, y se plantea únicamente descubriendo bajo las personas aparentes la potencia de un impersonal que en modo alguno es una generalidad, sino una singularidad en su expresión más elevada: un hombre, una mujer, un animal, un vientre, un niño... Las dos primeras personas no sirven de condición para la enunciación literaria; la literatura sólo empieza cuando nace en nuestro interior una tercera persona que nos desposee del poder de decir Yo (lo «neutro» de Blanchot).18 Roland Barthes, en su faceta más moderna, rechazó al adjetivo: "La categoría lingüística más pobre" ("El grano de la voz" 19), "diga lo que diga, por su Cfr. Frege, Gottlob. "Sobre sentido y denotación" y Russell, Bertrand. "Sobre el denotar", ambos incluidos en Simpson, Thomas Moro (ed.). Semántica filosófica: problemas y discusiones. Buenos Aires, Siglo XXI, 1973 16 Cfr. Sartre, Jean-Paul. Lo imaginario. Buenos Aires, Losada, 1964, pág. 24 y siguientes. 17 "Lo que se refiere a la libido, aquello de lo que la libido se apropia, se presenta con un artículo indefinido, o mejor dicho es presentado por el artículo indefinido: un animal como calificación de un devenir o especificación de un trayecto (un caballo, una gallina...); un cuerpo o un órgano como poder de afectar y de ser afectado (un vientre, unos ojos...); e incluso unos personajes que impiden un trayecto e inhiben unos afectos, o por el contrario los propician (un padre, unas personas...). Los niños se expresan de este modo, un padre, un cuerpo, un caballo. Estos indefinidos parecen a menudo resultar de una falta de determinación debida a las defensas de la conciencia. Para el psicoanálisis, se trata siempre de mi padre, de mí, de mi cuerpo" (Deleuze, Gilles. Crítica y clínica. Barcelona, Anagrama, 1996, pág. 94-95). 18 Deleuze, Gilles. Crítica y clínica. op. cit. pág. 13 19 Œuvres complètes. Nouvelle édition revue, corrigée et présentée par Éric Marty. Paris, Seuil, 2002, Tomo 4, pág. 148. 15 sola cualidad descriptiva, el adjetivo es fúnebre" (Roland Barthes por Roland Barthes20). Es que, rechazado por la ciencia, el adjetivo queda a merced de la ideología, esa bruja de la Historia. Pero si el proyecto barthesiano se reconoce en el deseo de fundar una analítica generalizada de los qualia21, el adjetivo es la vía regia: "Cuando escapa de la repetición, el adjetivo, en tanto atributo mayor, es también la vía regia del deseo: es el decir del deseo"22. En el curso Lo neutro, Barthes dedica al problema una sesión completa 23: si bien es cierto que "lo neutro" (lo desclasificado) "querría una lengua sin predicación, donde los temas no estarían fichados (puestos en fichas e inmovilizados) por un predicado (un adjetivo)" (103), también hay que tener en cuenta que "Rechazo del adjetivo = práctica moral, represión del adjetivo, que no se dice por «actitud» de rigor: en general, actitud de la «ciencia», que reprime el adjetivo, no porque haga daño, sino porque no es compatible con la objetividad, la verdad" (108). Se podría soñar con "experiencias de abolición del lenguaje (...) que tienen en común intentar esta empresa sobrehumana: cuestionar + extenuar la predicación (= el adjetivo)" (109): el discurso amoroso, los sofistas, la teología negativa, Oriente: sin el señuelo, sin el adjetivo, nada pasaría. Por cierto, un adjetivo encierra siempre (al otro, a mí), ésa es incluso la definición del adjetivo: predicar es afirmar; por ende, encerrar. Pero suprimir los adjetivos de la lengua es esterilizarla hasta la destrucción, es fúnebre (...). No desinfectar la lengua, más bien saborearla, frotarla suavemente o aún rastrillarla, pero no "purificarla". Podemos preferir el señuelo al duelo, o al menos podemos reconocer que hay un tiempo del señuelo, un tiempo del adjetivo. Quizás lo Neutro sea eso: aceptar el predicado como un simple momento: un tiempo. (112) Todo eso sale de la letrina lacaniana. Para nosotras, hoy, la situación es un poco diferente. Tenemos, por un lado, identidades que no se postulan como Œuvres complètes. op. cit., Tomo 4, pág. 647. Milner, Jean-Claude. El paso filosófico de Roland Barthes. Buenos Aires, Amorrortu, 2004 22 Œuvres complètes.op. cit., Tomo 4, pág. 467: "L'adjectif est le «dire» du désir. 23 Lo neutro. op. cit. pág. 103 y siguientes. En adelante, después de cada cita, el número de página entre paréntesis. 20 21 imaginarias sino como reales (ahora, fuera de toda tópica), pero que además, se establecen con total libertad fuera del sistema. Uno de los ejemplos que sirven para visualizar está pérdida de sistema es el debilitamiento de la oposición “hombre” / “mujer” (hablo de nombres, de designantes) en favor de una oposición todavía más trascendental (más abstracta) que esa, porque no se funda en ninguna morfología: cis y trans. Pero, además, piensen en la acumulación de predicados para formar un designante (acumulación que nos aleja definitivamente de la utopía de lo neutro, de lo ni-ni). “Yo” soy un “hombre trans no binarie” o “Yo” soy una “mujer trans lesbiana”. O “Yo” soy “un ciudadano de la nación Cherokee” o “Yo” soy “un mago de sangre impura”. No hace falta realizar una crítica o un análisis de esos designantes que son, en principio, legítimos. Lo que importa destacar es que se ha abandonado la noción de que esos nombres son imaginarios, como si hubiera un déficit esencial en ese registro. Todo eso tiene un poco que ver con la historia del psicoanálisis, claro, y algunas de sus decisiones. Al haber abandonado la teoría del trauma por la teoría del fantasma, se establece un complejo proceso de individuación y subjetivación en el que hay que contemplar una serie de accidentes que, por razones que sería muy largo de puntualizar aquí. Un poco por eso, nadie puede pronunciar la pregunta (es una imposibilidad histórica) “¿Cómo te hiciste gay?” porque la única respuesta legítima es: “Gay no se hace, se nace”. Ese innatismo quiere contestar a las fantasías de “cura”, en el sentido: si hubo en la propia historia algo que “desvió el propio deseo” hacia individuos del propio sexo (o género), ese proceso podría ser reversible. Naturalmente, esa mera posibilidad se abre a las más deleznables fantasías de exterminio. Entonces, se afirma que no hay nada que cambiar porque el deseo sexual viene dado desde el nacimiento. Paralelamente, o en consecuencia, porque es un proceso posterior, se hacen proliferar las categorías de género entendidas como innatas: un hombre trans o una mujer trans lo son ab initio, y no hay nada en la historia del sujeto que permita “determinar” esas autopercepciones. Pero como dijimos al comienzo, ciertos nombres, ciertos designantes, son bastante inocentes porque no comprometen al otro, pero una cantidad de ellos sí. Lo que habría que interrogar, entonces, si los nombres identitarios pueden pensarse fuera de una teoría de la intersubjetividad (el ego cum) o no. Vuelvo a los trascendentales trans y cis. Admitamos que alguien puede encontrar valor en el autorreconocimiento como varón trans. Pero propuesto como par trascedental me coloca a mí, por ejemplo, bajo el designante cis, que no estoy seguro de que me corresponda aceptar. El psicoanálisis, en sede freudiana o en sede lacaniana, por lo que hemos puntualizado en esta clase, piensa que no. Lo curioso es que el psicoanálisis descentraba al sujeto, mientras que los nuevos designantes lo recentran 24. En El yo soberano, Elizabeth Roudinesco va mucho más allá. Escribe: ““Llegados al final de este capítulo, se habrá comprendido cómo un enfoque realmente innovador de los estudios sobre la sexualidad —que distingue entre sexo y género— ha podido, en unos pocos decenios, trocarse en su contrario y generar un movimiento de regresión normalizadora. Todo empieza con la invención de nuevos conceptos y la consiguiente creación de un vocabulario adecuado. Cuando ya están sólidamente asentados, los conceptos y las palabras se convierten en un catecismo que, llegado el caso, justifica el paso a la acción o las incursiones en la realidad. Así se pasa, sin darse cuenta siquiera, de la civilización a la barbarie, de lo trágico a lo cómico, de la inteligencia a la estupidez, de la vida a la nada, y de una crítica legítima de las normalidades sociales a la implantación de un sistema totalizante.” (págs. 72-73). Los capítulos siguientes examinan indentidades raciales, poscoloniales, etc. 24