Subido por Yesnermartinez96

Sobre Catechesis T

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SEMINARIO INTERDIOCESANO NACIONAL
NUESTRA SEÑORA DE FÁTIMA
Managua, Nicaragua
TRABAJO
DE
CATEQUÉTICA FUNDAMENTAL
“Comentario sobre Catechesi Tradendae”
Docente:
Pbro. Denis Martínez
Elaborado por:
Gelmin Martínez
IV DE TEOLOGÍA
marzo 2023
Para iniciar con este sencillo comentario sobre nuestro documento: “Catechesis
Tradendae” partiremos de la definición de “catequesis”, según la rae es el ejercicio de instruir
en cosas pertenecientes a la religión. Esta obra que la situamos en el inicio del pontificado de
Juan Pablo II, es fruto de un sínodo, y el deseo del Santo Padre es que esta Exhortación
Apostólica refuerce en la Iglesia la solidez de la fe y de la vida cristiana.
Cuando hablamos de catequesis en la Iglesia partimos de que el propio Jesús manda
a sus discípulos después de la resurrección gloriosa a que estos vayan y hagan discípulos a
todas las gentes, enseñándoles a observar todo lo que Él había mandado. Así pues, muy
pronto se llamó catequesis al conjunto de esfuerzos realizados por la Iglesia para hacer
discípulos.
Ahora nos detenemos en el primer punto, en el cual se nos presenta a Jesucristo como
el único Maestro. La labor catequética gira en torno a una Persona, la de Jesús de Nazaret,
“el Hijo Unigénito, que está en el seno del Padre” (Jn 1, 18). Así pues, el objeto esencial de
la catequesis es “el Misterio de Cristo”, se trata de escrutar dicho Misterio, iluminar a todos
sobre ello, que se comprenda cuál es su anchura, largura, altura y profundidad y conocer la
caridad de Cristo. La idea es que se pueda descubrir en Cristo el designio eterno de Dios. El
fin definitivo es no solo poner en contacto sino en comunión, en intimidad con Jesucristo. Él
nos podrá desvelar y hacernos partícipes de la vida trinitaria, puesto que es el único que ha
visto al Padre, y Él (Cristo) es uno con el Padre (Jn 1, 18; 10, 30).
Por otro lado, hay que estar claro que quien enseña es el mismo Señor, y cualquier
otro lo hace en cuanto portavoz suyo. Por eso, el catequista ha de tener una familiaridad con
Cristo, un espíritu de oración y un despego de sí mismo que le haga consciente que la doctrina
que enseña no es de él. Jesucristo enseñó y por eso se le llamó “Maestro”, esta enseñanza fue
con su propia vida.
Al inicio vimos que la enseñanza esta desde los orígenes del cristianismo, y que esta
se transmite de Cristo a los apóstoles, Jesús les confiere esta misión después de resucitado
(Mt 28, 19-20). Y luego, también los apóstoles transmiten a sus sucesores la misión de
enseñar. Los mismos santos evangelios que en un primer momento fueron enseñando de
forma oral y hasta más tarde puestos por escrito, en cierta manera, tienen una estructura
catequética. Posteriormente nos encontramos con la época de los Padres de la Iglesia. Surgen
verdaderos Pastores que irán enseñando la verdadera doctrina, varios de ellos tendrán que
poner al descubierto las herejías y a los herejes. El siglo cuarto es llamado el siglo de oro de
la Patrística, se van a elaborar verdaderas obras que iluminaran la fe de los fieles y que aún
hoy después de tanto tiempo nos pueden decir mucho todavía, dichas obras fueron verdaderos
tratados catequéticos.
Cabe decir que los concilios son bien importantes en el ministerio de la catequesis,
pues siempre tienen algo que aportar, así, el concilio de Trento dio lugar al “catecismo
romano”, por ejemplo.
Siendo que la catequesis está íntimamente unida a la vida de la Iglesia, es ésta un
derecho y un deber de la Iglesia, pero para ejercer esta hermosa labor, hay que disponer del
tiempo y lugar necesarios, así como de medios de comunicación, es lastimoso decirlo, pero
es la realidad, existen Estados donde se viola este derecho (de la catequesis). En este mismo
sentido, a la catequesis se deben disponer los mejores recursos humanos (personal
capacitado) y materiales, en nuestra realidad no siempre es así, sobre todo en las zonas rurales
donde muchos de nuestros catequistas tienen una formación académica muy limitada, aunque
tengan la fuerza del Espíritu, la tarea no deja de tener su dificultad. En este caso es de no
menor importancia lo que pidió el Papa; así pues, es de vitalidad la buena formación de
nuestros catequistas en nuestras parroquias y comunidades.
La catequesis no puede quedarse anquilosada, se ha de tender a renovarla en sus
métodos, en el lenguaje, en los nuevos medios de transmitir el mensaje, que se pueda ir
adaptando a los distintos tiempos que vamos viviendo, pero sin perder ciertamente, la esencia
del mensaje.
Por otro lado, la catequesis es considerada educación de la fe de los niños, jóvenes y
adultos; también estamos ciertos que la catequesis forma parte de la misión en la Iglesia, pero
su objetivo es hacer madurar la fe inicial. En este proceso se profundiza en el misterio de
Cristo a la luz de la Palabra, el hombre debe quedar impregnado por ella.
Acá se nos señalan algunas dificultades prácticas en cuanto a la enseñanza, esta debe
ser sistemática, que tenga un orden, una preparación; elemental, que no se convierta en una
exégesis científica; pero bastante completa, que vaya más allá de lo meramente introductorio;
en fin, ha de ser integral, que englobe todas las esferas de la fe cristiana. Además, la
catequesis va unida a una experiencia vital que sea reflejada por los catequistas. Por lo demás,
la catequesis va fusionada a toda la acción litúrgica y sacramental, por ende, la vida
sacramental será pobre y sólo un ritualismo vacío, si no se funda en un conocimiento serio
del significado de los sacramentos y si no cobra vida en la práctica sacramental.
La Buena Nueva de salvación es el contenido del mensaje. Y la fuente no es otra que
la Palabra de Dios, transmitida mediante la Tradición y la Escritura, que “están íntimamente
unidas y compenetradas. Porque surgiendo ambas de la misma divina fuente, se funden en
cierto modo y tienden a un mismo fin” (DV. 9), revelar a Cristo. Otra referencia segura para
el contenido de la catequesis es el Credo o Símbolos, que son una herencia viva. Durante
siglos han sido un elemento importante.
El cristiano debe ser consciente que esta vida de fe tiene sus repercusiones en el
mundo que habita, y que entonces su vivir acá en la tierra será desde el Evangelio, según las
bienaventuranzas, de este modo, el cristiano ah de saberse comprometido con la liberación
integral del hombre, en busca de una sociedad más solidaria y fraterna, en una constante
lucha por la justicia y la paz, a manera de resumen, los cristianos no pueden ser indiferentes
frente a las realidades terrenas. Ya en la antigüedad algunos Padres de la Iglesia destacaron
las exigencias del evangelio, poniendo en primera línea la práctica de la caridad.
La Iglesia a través de los siglos ha sido consciente de la dimensión caritativa que es
parte constitutiva de ella misma. “Con el paso de los años y la difusión progresiva de la
Iglesia, el ejercicio de la caridad se confirmó como uno de sus ámbitos esenciales, junto con
la administración de los Sacramentos y el anuncio de la Palabra” (DCE 22). También
sabemos que en la edad media la Iglesia abrió paso a hospitales, universidades y estuvo
apoyando grandes obras a nivel cultural, que se volvieron un emblema para la sociedad. Y
luego, en el siglo XIX fue sacada la famosa Rerum Novarum, de León XIII, donde se va a
hablar abiertamente de la preocupación social de la humanidad, a partir de entonces con
mayor frecuencia se ha hecho oír la voz de los papas sobre temas sociales, que en su mayoría
están en defensa de los más vulnerables. Tanto así, que hoy en día tenemos toda una materia
que se llama “moral social”, con toda su debida sistematización.
Cuando de la enseñanza del contenido se trata, ya se ha dicho que este debe ir
completo e íntegro, así que, a ningún verdadero catequista le es lícito hacer por cuenta propia
una selección en el depósito de la fe, entre lo que considere más importante o menos
importante. Cabe señalar acá, que el material que sea utilizado debe ser bien revisado por
alguien que sepa bien del tema, para que pueda tener la temática correspondiente y con una
pedagogía adecuada.
Otro punto que no se puede olvidar es sobre el ecumenismo. Esta cuestión suele tener
su complejidad y hay que matizarlo bien para enseñarlo a los que son catequizados, en nuestra
realidad latinoamericana este punto tiende a ser más difícil de manejar porque con los que
aquí nos encontramos son “las Iglesias y comunidades eclesiales que se disgregaron de la
Sede Apostólica Romana, bien en aquella gravísima perturbación que comenzó en el
Occidente ya a finales de la Edad Media, bien en tiempos sucesivos” (UR 19), sabemos que
las comunidades que se han expandido en nuestra región son de tiempo bastante reciente y
que las diferencias que les separa de nuestra doctrina católica son muchas y hace más difícil
el ecumenismo con ellos el hecho de “la diversidad de su origen, de su doctrina y de su vida
espiritual, discrepan bastante no solo de nosotros, sino también entre sí” (UR 19). A este
cuidado de nuestros fieles en relación con estos grupos hay que agregar que la mayoría de
adeptos que ellos tienen o tuvieron en algún momento fueron bautizados en nuestra Iglesia
católica. Sin embargo, hay que rezar por esa unidad que ya pedía el Señor Jesucristo al Padre
(Cf. Jn 17, 21).
Cuando tratamos de la catequesis para niños y jóvenes, hay que tomar en cuenta una
cosa bien importante y, son sus necesidades, partiendo del hecho importantísimo que ellos
son el futuro. Y, aunque ellos sean asechados por las cosas de este mundo, pues éste tiene su
príncipe (Cf. Jn 16, 11), muchos jóvenes están dominados por la incertidumbre y el miedo, o
seducida por la evasión en la droga y la indiferencia, incluso tentada por el nihilismo y la
violencia, podemos agregar que también nuestra juventud es vapuleada por la pornografía y
las ideas ideológicas, que cada vez, toman más fuerzas, con el apoyo de gobiernos y
organizaciones internacionales, frente a todo eso, los jóvenes siguen siendo el futuro no solo
de la Iglesia, sino también de la sociedad.
Lo ideal sería que los primeros pasos en la catequesis fuesen facilitados dentro de la
familia “Iglesia doméstica” (LG 11), pues cuando se ha hecho el sacramento del bautismo
del niño, los padres se han comprometido con educarle en la fe. Cuando el niño ya tenga una
edad apropiada ya será enviado a la catequesis destinada a introducir al niño de manera
orgánica en la vida de la Iglesia. Ah de ser una catequesis que de sentido a los sacramentos
y que impulse al niño a dar testimonio de Cristo con alegría.
Con los adolescentes la catequesis debe ir en sintonía con la etapa que estos estén
viviendo, el descubrimiento de sí mismo y del mundo interior, el sentimiento del amor, los
impulsos biológicos de la sexualidad. Es la edad de grandes interrogantes, en ocasiones de
desconfianza de los demás, a veces se dan los primeros fracasos. Habrá de mostrarles a Cristo
como modelo, amigo, guía y modelo, admirable y sin embargo imitable. Luego, los jóvenes
están en el tiempo que les toca tomar sus primeras decisiones, se les expondrá el mal que
causa el egoísmo y la virtud de la generosidad, el bien común, la justicia, la caridad y la paz,
sobre la dignidad humana, por supuesto. El Evangelio les ha de ser presentado como capaz
de darle sentido a la vida. Esta catequesis tiene que ser impartida con paciencia y buen sentido
sin traicionar el mensaje de Cristo.
La catequesis a los adultos se trata de un problema central, pues son ellos los que
tienen las mayores responsabilidades (en el mundo) y la capacidad de vivir el mensaje
cristiano bajo su forma plenamente desarrollada. Para que sea eficaz la catequesis lo mejor
es que sea permanente, así como la formación de un sacerdote es permanente o como un
médico necesita estar actualizando sus conocimientos de la medicina, también el cristiano
deberá ir profundizando en lo que atañe a su fe, que brota de una fuente inagotable, Cristo;
en este sentido es necesario que los pastores de cada diócesis o parroquia den la formación
necesaria a sus fieles como maestros de doctrina (Cf. LG 20).
Para difundir la catequesis o el Evangelio de Jesucristo en el contexto que vivimos
hay que aprovechar todos los medios que están a disposición: internet, televisión, radio,
prensa, etc. También existe otro sin número de lugares que habrá que valorar, las
peregrinaciones, las misiones tradicionales, círculos bíblicos, pequeñas comunidades o las
comunidades de base, así como los diferentes grupos parroquiales. Aquí podríamos agregar
las devociones populares (piedad popular), que se dan en diversidad dependiendo las
culturas, estas aportaran elementos necesarios mientras tengan como centro a Cristo y su
Evangelio.
La homilía tiene un valor sin igual, dentro del cuadro litúrgico, esta recorre el
itinerario de fe propuesto por la catequesis y lo perfecciona. La predicación basada en los
textos bíblicos tiene que familiarizar a los fieles con los misterios de la fe y la vida cristiana,
y esta no puede ser: ni muy corta, ni muy breve y siempre bien preparada, “no se puede
improvisar el comentario de las lecturas sagradas” (Aperuit Illis 5); en la homilía se explican
las lecturas que se han escuchado (Cf. SC 24).
De la catequesis como de la evangelización en general, podemos decir que está
llamada a llevar la fuerza del Evangelio al corazón de toda cultura, no se puede aislarle de
una cultura, su fortaleza es en todas partes transformadora y regeneradora. Ya que lo que
contiene son “palabras de vida eterna” (Jn 6, 68). Es con el Evangelio que las culturas pueden
enriquecerse, siempre y cuando este sea transmitido a través de una verdadera catequesis.
Uno de los aspectos metodológicos que no se puede olvidar, es el de la memorización,
dada las circunstancias actuales que vivimos, en el que la mayor parte del conocimiento lo
tenemos a un “clic”, la memorización nos puede parecer hasta desfasada, pero en la práctica
cristiana es importante tener en la memoria algunas palabras de Jesús, pasajes bíblicos
importantes, los diez mandamientos, las fórmulas de profesión de fe, algunos textos
litúrgicos, etc., así el uso de la memoria es una verdadera necesidad, recordando que debe ir
acompañada de la interiorización.
Ciertamente que vivimos en un mundo cada vez más arreligioso e incluso acatólico,
entonces, en este aquí y ahora toca reafirmar la identidad cristiana.
Los obispos son los primeros responsables de la catequesis son los catequistas por
excelencia. Les toca velar desde la formación de los sacerdotes hasta hacer presencia o
acompañar a las comunidades de fieles. Lo ideal es que funcione bien la catequesis en las
Iglesias locales, para que el resto funcione mejor. Y pues, los sacerdotes son sus
colaboradores directos. Pero la tarea catequética requiere más personal y es ahí la importancia
de los catequistas laicos en sus parroquias y comunidades.
Como hemos podido ver en el recorrido de este documento, la catequesis es
imprescindible para todo cristiano y es un derecho para todos los fieles tener acceso a ella,
que se le permita profundizar en los misterios de Cristo desde la infancia hasta la edad más
adulta, ésta debe ser convenientemente adaptada a cada edad sin perder su esencia, por
supuesto, que es necesario implorar el auxilio del Espíritu de Dios, que es el prometido por
Cristo a la Iglesia (Cf. Jn 16, 7) y Él lo enseñará todo a los discípulos de Jesús (Cf. 14, 26).
A esto le añadimos que la catequesis es crecimiento en la fe y maduración de vida cristiana
en vistas a la plenitud, esto es por consiguiente una obra del Espíritu Santo.
Por último, aunque no menos importante mencionaremos a la Madre de Dios, siendo
que ella fue “Madre y a la vez discípula”, se puede decir que ella es un catecismo viviente,
madre y modelo por supuesto, de todos los cristianos, pero de manera muy especial de los
catequistas, consideremos que ella fue quien en la vida cotidiana le enseñaría muchas cosas
al pequeño Jesús, entonces, no podemos dudar en pedir de su auxilio para que nos sea dada
su pedagogía, a sabiendas que fue la elegida por Dios para ser la Madre y educadora de su
Hijo Jesús, como la catequesis resulta ser un deber de todo cristiano a ella se le ha de pedir
que haga de nosotros buenos catequistas, que mostremos a Jesucristo tal cual es, sin reservas
y que le anunciemos con nuestra boca pero también con nuestra vida.
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