¿Orgullo UN? ¿Cuestión de hectáreas? Eduardo Sáenz Rovner Representante Profesoral (S) ante el Consejo de Sede Bogotá Profesores(as): En la página web de la Universidad Nacional figura un cuadro titulado “Orgullo UN” en el cual se menciona que la universidad cuenta con 48.706 estudiantes, 1.475 hectáreas y 8 sedes. Yo he estado en la Universidad 18 años y he visto cómo el número de estudiantes de pregrado se ha prácticamente duplicado sin ningún aumento en el número de profesores de planta. Igualmente el número de posgrados, especializaciones, maestrías y doctorados se ha multiplicado en forma exponencial y hasta irresponsable. Recuerdo que en los años 90 hice una comparación con universidades extranjeras. Tomé el ejemplo de Florida International University, universidad con la que acabábamos de firmar un convenio. Señalé cómo habían tomado la decisión estratégica de crear programas de Ph.D. en esa universidad pública. Al tiempo que se tomaba la decisión de crear programas de Ph.D. se aumentó considerablemente el número de profesores de planta en los departamentos que creaban el programa, se construyó una biblioteca de ocho pisos que reemplazaba a la antigua biblioteca de tres pisos y se realizó un programa agresivo de adquisiciones bibliográficas, todo esto con el respectivo aumento presupuestal aprobado por la legislatura del Estado. Mientras tanto la Universidad Nacional crecía sin aumento en la planta profesoral. En una época los programas de posgrado pasaban por el Consejo de Sede. Recuerdo que cuando un decano llevaba un proyecto de posgrado yo preguntaba por la biblioteca y por los recursos docentes. En cuanto a lo primero callaban, en cuanto a lo segundo decían: “los profesores harán un esfuercito”. De esfuercito en esfuercito y con el crecimiento desaforado de la cobertura la universidad se vio obligada a aumentar el número de profesores ocasionales y a asignarle más carga al profesorado de planta. Cuando el rector Wasserman empezó a sentir las angustias presupuestales, producto del crecimiento desordenado sin recursos adicionales, empezó a buscar “culpables”. En una reunión con los profesores del Acuerdo 016 el rector Wasserman le echó la culpa a los profesores nuevos porque eran “muy caros” (por supuesto no mencionó los sobresueldos y bonificaciones de los directivos, viajes de delegaciones de directivos con todos los gastos pagos, viáticos multimillonarios, etc.). Hubo profesores que se sintieron muy insultados con las palabras del rector y manifestaron sus frustraciones de que en la convocatoria del concurso se planteaban unas cosas y una vez posesionados se les exigían otras. Incluso un profesor extranjero que se vino a Colombia le dijo al rector en público: “Todo lo que queremos es que a la gente se le diga la verdad”. El rector calló y la reunión terminó poco después. Otros “culpables”, los “viejos” regidos por el Acuerdo 035. Había que sacarlos dijo Palacios. No trabajan lo suficiente dijeron directivos de Palacios y Wasserman, mientras un borrador de un Plan de Desarrollo sugería que para llegar a estar entre las cinco mejores universidades de América Latina (de lo cual estamos lejísimos) había que resolver la supuesta ineficiencia de los profesores. La crisis de recursos llevó a recortar Bienestar. Al mismo tiempo la administración creaba anarquía con su bolsa de créditos. Esto había que resolverlo y los miembros de la administración tuvieron la “sabia” decisión de querer descargar en hombros de los profesores la situación que la misma administración había contribuido a empeorar. Vino entonces la idea del sistema de “Acompañamiento” y nos dijeron cómo éste se aplicaba en universidades como Harvard, UCLA y Cornell. En su momento envié varias cartas cuestionando el invento y señalando que lo que se tiene en esas universidades conocido como “Counseling” no lo hacen los profesores (tal como consta en los catálogos de esas instituciones y como me consta personalmente) sino profesionales contratados con ese fin. Las directivas decidieron también que la ineficiencia en el uso de recursos se resolvía con un gasto millonario de dineros. Vino entonces el SIMEGE. En el primer año se gastaron 800 millones de pesos. Para los tres años siguientes el CSU aprobó 10.500 millones (3.500 por año). Yo mismo le mandé una carta al CSU solicitándoles que reconsideraran esa aprobación. Mediante derecho constitucional de petición solicité la documentación del primer año (cuando “sólo” eran 800 millones). Quedé impresionado por el gasto de recursos y la consolidación de otra nómina paralela. Incluso un profesor jubilado que había oficiado como directivo durante años (director de departamento, varios periodos como decano, vicerrector de Sede, vicerrector General) fue contratado con un jugoso sueldo mensual como Director (así decía en un documento) de SIMEGE-Bogotá. Cuando solicité más información me dijeron que él era “asesor” no director y que era una asesoría de 3 meses. En la práctica esa asesoría continúa y lo rebautizaron como “asesor”, porque no es legal que un pensionado sea director de cualquier programa. La irracionalidad no para: No hay plata pero se abren nuevas sedes. Es cierto que la sede de Tumaco fue aprobada formalmente hace 14 años (¿y?), pero cuando no se tiene presupuesto ninguna institución seria se embarca en nuevas construcciones. Y no sólo es la construcción de la sede partiendo de cero. La vicerrectora académica llevó al Consejo Académico una propuesta para que el rector maneje como él considere necesario un número importante de puntos docentes para “trasladarlos” a Tumaco y a Valledupar. Bueno, los mismos profesores para repartirlos en más hectáreas, en más sedes y entre más estudiantes (“¿Orgullo UN?”). Y por el hecho de plantear que Valledupar es parte de la Sede Caribe (que queda en San Andrés) esto no quiere decir que su creación y funcionamiento sean gratuitos. Por experiencia propia de 8 años en la representación profesoral les aseguro que el Consejo Académico, presidido por el rector, aprobará la propuesta; es lo normal: el rector pone siete vicerrectores con voto y presenta al CSU sus candidatos a decanos (no es mi invento, está en el Estatuto General de 2005, Artículo 36, y Acuerdo 18 de 2007). Las universidades serias del mundo crecen con recursos, no por capricho de los directivos o de los mismos profesores que quieren tener un programa de posgrado bajo el brazo. Y no son sólo las norteamericanas. Las brasileñas han crecido con recursos adicionales, aumentos sustanciales en la planta docente, y por algo ocupan los primeros lugares en América Latina. En cambio, la Universidad de Buenos Aires, la única en América Latina en producir dos premios Nobel, uno en los años 40 y otro en los 60, recibió un doble golpe: el primero la dictadura de Videla, y el segundo durante el retorno a la democracia con Alfonsín quien, en una medida irresponsable e irrespetuosa no solo con la universidad sino con la tradición científica argentina, aumentó la cobertura sin un peso extra: todo el mundo podía entrar sin examen de admisión. Y remató lo que dejaron los milicos. Lección: Alfonsín, el camino al infierno puede estar pavimentado con buenas intenciones. Nadie está en contra de que más estudiantes accedan a la universidad, pero la sociedad tiene que entender que para lograrlo el esfuerzo es de la sociedad entera. Es como pretender que con un presupuesto congelado, supongamos, los mismos ingenieros y trabajadores construyan el doble de carreteras. Desafortunadamente, la mayoría de los colombianos no entienden la importancia de las ciencias y la investigación y se satisfacen con una educación mediocre que expida cartones. Votan por la guerra y por gobiernos guerreros, no por la educación. Así no hay presupuesto ni profesores que aguanten. La tal universidad de investigación con docencia de calidad se quedará en el papel y en las clasificaciones parroquiales de Colciencias. No nos debe extrañar que profesores de la mejor preparación académica nos hayan dejado. Igualmente sé de estudiantes excelentes que se fueron a hacer su Ph.D. con todas las de la ley al exterior y entre sus planes no está el concursar en la UN. Durante años las directivas de la universidad han actuado en forma irresponsable. Qué pena, pero así es. La crisis presupuestal tarde que temprano tenía que reventar. Sin importar cómo se defina el supuesto “consenso” desde arriba, los profesores no tenemos por qué cargar con las improvisaciones acumuladas en la Universidad, ni aceptar una sobrecarga docente que reventará la investigación y bajará el nivel de calidad de la docencia.