La desaparición del pensamiento crítico nos lleva a perder nuestro propio yo. Una de las mayores vanidades que no nos permite diferenciar entre información y realidad es nuestro insipiente conocimiento sobre las cosas, se ahonda aún más cuando el ego configura una falsa ilusión de tener un profundo conocimiento sobre un tema (efecto Dunning Kruger), esto empeora cuando la arrogancia pretende imponer esas frágiles ideas utilizando cualquier método que permite la dialéctica. Pero se agrava mucho más cuando a sabiendas de nuestras limitaciones de conocimiento y de argumento, nos seducimos que sabemos más que a quienes nos dirigimos. El fenómeno radica en que las personas de cualquier forma quieren ser visibles ante los demás, es la sociedad de la opinión impersonal del mensaje sin remitente, pero de la intervención imperativa para la auto existencia, y cuál es el efecto, se puede decir cualquier cosa inclusive menoscabando el honor y la honra de las demás personas, en otras palabras se ha perdido el respeto, ese respeto que hacía a las personas responsable de sus palabras y de sus actos, responsables frente a quien vaya dirigido el mensaje, ahora el anonimato de remitente permite sacar al yo interior sin sensatez, sin reflexión sin un rostro responsable. La ira y el desprecio no es sólo en contra de quien nos puede afectar, estas van en contra de toda la sociedad; al no existir un rostro o un nombre las frustraciones afloran en contra de algo o de alguien que nos permita liberar esa presión que cada persona lleva adentro, con el fin de frenar la auto afectación, parecería que no importa la resistencia opositora a nuestros pensamientos, sino solamente la liberación de estrés, no hay tiempo para reflexionar, el bien y mal se vuelven subjetivos, la cuestión es tratar de cualquier manera tomar la dirección de la ola social más grande del momento, todo pasa tan rápido que la intolerancia humana en cada evento terrible tiende a minimizarse porque ahí viene otra de igual o mayor magnitud, esto hace que la razón sea efímera, fugaz e imperceptible la verdad pasa a un segundo plano y ya no es importante para los que alcanzaron la ola. El tiempo y los sucesos pasan tan rápido que se tiende a confundir entre lo que es información y la realidad, mientras somos inundados de información no hay tiempo para determinar su veracidad, esto hace que las tendencias determinen el actuar de la sociedad, dejando atrás la autenticidad de las cosas, las masas son movidas por la aceptación grupal, el reconocimiento es fugaz e impersonal, y nos llenamos de lo banal, de lo trivial, nos interesa oír nuestros nombres coreados por la multitud, llenando un vacío de ego que nos deja la melancolía de pensamiento, estamos dejando de lado el auténtico conocimiento de las cosas, está desapareciendo la profundidad del pensamiento, todo se ha vuelto superficial. Pero ¿hacia dónde nos arrastra este contexto? la confianza en las personas es severamente cuestionada, muchas veces por un número incontable de actos decepcionantes que nos han hecho perder la esperanza, y a veces hasta la cordura, existen tantos centros de inundación de información para los ciudadanos, que nos arrastran y que logran alinearnos en la dirección de la ola, en dirección de lo fácil, puesto que si alguien se atreve a pensar diferente, será cuestionado, será tratado como el raro, el resentido social. Simplemente quedará excluido del conjunto, expulsado de la manada, y lo convertirán en un insociable ser humano. Sólo cabe cuestionarse si el pensamiento crítico individualizado ha sido reemplazado por uno de carácter global que es el que realmente mueve los hilos de esta colectividad. Por: Patricio Hidalgo.