Capítulo 1: Odio es amor Solange se vestía de blanco para el peor día de su vida. Las lágrimas de tristeza le quemaban detrás de los ojos. Le repudiaba pensar que se casaría con un completo desconocido pensando en otro hombre. Le habían llegado los rumores de que su futuro esposo había dicho que le haría la vida de cuadritos. La odiaba. Ella no sabía el porqué. De lo único que tenía certeza es que estaría entrando en unos momentos al altar con el mismo diablo, con todas las intenciones de destruir su vida. Qué irónico. — Joven Lacrox no puede entrar a ver a la novia antes de la ceremonia es de mala suerte —dijo la estilista que estaba a cargo del arreglo de Solange. Luka entró con su traje de gala viendo la espalda estilizada de la que sería su esposa en unos momentos más. Las supersticiones le venían importando un comino para la mujer que se trataba. Se plantó frente a Solange. No podía negar que era guapa, pero eso no compensaba el daño que le había hecho apenas conociéndola. — Así que tú eres la mujer que ha destruido mi vida —la fulminó con la mirada. Solange permaneció con el rostro serio sin decir una sola palabra. — No sé de qué estás hablando —respondió viendo a su mirada con la misma intensidad. — Te haré tan miserable que vas a creer que el infierno es un lugar bonito. No sabes cuánto te odio. Te odio por todo lo que me has hecho. —¿De qué hablas? apenas te conozco —dijo Solange confundida y consternada. Luka no soportó el "papel de inocente" de la mujer. Le escupió en el suelo cerca del vestido. — Si vas al altar conmigo, olvídate que algún día tú miserable vida vea la luz del sol. Si me voy al infierno te irás conmigo. Salió de la habitación al no soportar su presencia. Las lágrimas le quemaban detrás de los ojos a Solange pero pudo controlar el llanto. Minutos más tarde su padre entró a la habitación para vigilar que su hija no escapara de nuevo. — ¿Puedo al menos saber que tengo la certeza de que cumplirás con el trato? —le preguntó Solange a su padre. Estaba sentada frente al espejo, viendo la imagen de una novia infeliz. La estilista estaba poniendo el tocado que coronaba su cabello rojizo castaño. — ¿Aún sigues pensando en él? —el señor Fermoncel sostenía una copa de champagne. Estaba sentado, vigilando que su hija no fuera a escapar de nuevo y cumpliera con el casamiento— pronto audicionará como guitarrista y cantante en un programa de televisión. Así que puedes estar tranquila. Soy un hombre de palabra en los negocios. — No puedo confiar en alguien que fue capaz de deportar a una persona que vino aquí para forjar sus sueños —dijo Solange dolida. — Y yo no puedo creer que aún pienses que tienes talento para cantar. Además el tipo es un fracasado. Te he salvado de una vida miserable —el señor Fermoncel prendió un puro, succionó y dejó escapar una bocanada de humo en forma de aro. — Cristian es la única persona que cree en mí, y el único que me aceptó tal cual soy. Me ama —la mujer sonrió con dolor— pero que vas a saber tú de amor, cuando solo ignoras a mamá. — ¡Escúchame bien insolente! ¡Tú vida o lo que pienses me importan una mierd*! —gritó el señor Fermoncel furioso. Se levantó de su asiento empujando a la estilista y tomando la barbilla con tanta fuerza que Solange tuvo que contener el aliento para aguantar el dolor— Me has puesto en ridículo al fugarte con un bueno para nada en tu estúpido intento de ser cantante. No seas estúpida, si tuvieras el talento te habría explotado hasta que tus pies sangraran. Si no hubiera venido hasta aquí y regresado por esa madriguera a tu “noviecito” estarías mendigando en las calles. — ¡Habría sido mejor eso! —dijo con dificultad Solange por el agarre que su padre tenía sobre su mandíbula. Solange se vio en el suelo, confundida. No sabía que había pasado, ni cómo, pero se vio en el suelo con un ardor horrible en su mejilla. Veía los lustrosos zapatos de su padre cerca de su rostro. No pudo evitar derramar unas lágrimas en silencio, para que no la golpeara. — ¡Cállate! ¡Para lo único que sirves es para asegurar ese convenio con los Lacrox! ¡Escucha muy bien Solange, ni se te ocurra pedir el divorcio porque tu Cristian va a desear morir al ver el fracaso de carrera que tendrá por el resto de su vida sino eres una buena esposa para Luka! ¡Cumple con el trato que te estoy dando! Dicho ésto, el señor Fermoncel salió a grandes zancadas de la habitación dejando a su hija sobre el suelo con lágrimas de miedo en el peor día de su vida. Ese día se estaría entregando en cuerpo y alma al mismo dios del infierno. Cerró sus ojos con fuerza para evitar que las lágrimas le recorrieran las mejillas y le arruinara el maquillaje, pero fue demasiado tarde. La estilista la ayudó a incorporarse y comenzó a tocar el maquillaje de nuevo. Veinte minutos más tarde su madre entró a la habitación para ver cómo iba su hija. — Oh mi Solange —le decía su madre dándole una servilleta para que absorbiera las lágrimas— tu padre me ha enviado para ver que todo esté bien contigo. Me dijo que discutieron. — Mi papá me está enviando al matadero. No me digas que soy lo más preciado porque bien sabemos que me sacrificaría mil veces a mí antes que a mis hermanos. Solo porque ellos son hombres y yo mujer. — Sol no hables así de tu padre él ha cuidado muy bien de ti. — Tan bien que ha preferido darme dinero para ir a un antro con la esperanza de que saliera embarazada, y darle un solo pretexto para desterrarme de la herencia familiar, en vez de comprarme un libro. Y ahora estoy aquí salvándole el cul* vendiéndome al peor impostor porque no cumplí con sus deseos. Sin contar con lo que le hizo a Cristian y a mí… — ¡Solange ya basta! —reprendió su madre. La Solange se mordió el labio inferior para calmar su ansiedad por gritar y tirar todo a su alrededor. — No sé porqué aún lo aguantas mamá. Eres buena persona. Él no te merece. Antes de que su madre pudiera decir algo más, Solange tomó la parte baja de su vestido de novia y echó a andar con furia pasillo afuera, sin importarle que no estaba siguiendo el tiempo marcado, según el itinerario de boda. Una hora más tarde las miradas se posaban en ella a medida que caminaba rumbo al altar. Lucía cómo la novia más infeliz en su peor día. Para ella el ambiente era terror absoluto al escuchar cómo el órgano de la iglesia inundaba el aire con sus notas graves en la estancia, como señal de iniciar la ceremonia. De no ser porque su padre la tenía tomada del brazo con tanta fuerza, que dolía hasta el hueso, habría huido en ese mismo instante. — Ni se te ocurra huir o decir que no Solange —decía su padre en un susurro solo para ella— haz algo bien por primera vez en tu inútil vida —ocultaba su asco hacia su hija detrás de una máscara de padre orgulloso y melancólico por entregar a su "princesa". Solange solo resopló. Al llegar al altar, ahí estaba él, imponente con su semblante frío detrás de su melena negra. La mujer por un momento sintió como sus rodillas se derretían de miedo. Le esperaba el peor futuro al ser la esposa de Luka Lacrox. Su padre la empujó, tal cual carne a una manada de leones hambrientos, con tal brusquedad que tuvo que tomar el brazo de su prometido para no caerse de bruces al suelo. — ¿Hasta para eso eres una inútil? —masculló Luka con apenas una voz audible. La veía con desprecio a través de sus ojos azules. Solange vio de reojo a su padre con una furia oculta en su pecho. Se paró derecha al lado del que pronto sería su esposo, con la mirada fija en una imagen de Jesucristo. Por un momento a la mujer se le hacía irónico ver la imagen de alguien que no había escuchado sus súplicas, presenciando lo que ella había querido vivir menos. — Me he caído de mejores lugares —contestó Solange en un susurro. Alisó con ambas manos su vestido sin perder la elegancia. — Vamos a ver si puedes seguir contestando así una vez que seas mía. Te cerraré esa horrible boca si sigues provocándome. Todos sabemos que nadie vendrá a tu rescate. Solange estaba a punto de contestar pero fueron interrumpidos al dar inicio la ceremonia. Sentía que cada palabra dicha era un conjuro maldito que estaba volviendo su vida un infierno. ¿Se podría algún día escapar de ese infierno? Cuando el orador llegó a las palabras que cambiarían para siempre su destino, Solange entendió en ese punto de su vida que tan solo bastaban un par de segundos acompañando el aire con la frase "¿Aceptas a Luka Lacrox como tu esposo?" Para iniciar una vida llena de llantos. Cómo podía cambiar la vida de manera drástica en tan solo un latido de un corazón aterrorizado. Al finalizar la ceremonia Luka se vio obligado a levantar el velo de novia, para encontrarse con la versión más bella que pudo haber imaginado, habría preferido que fuera fea para repudiarla más. El que fuera guapa no la exentaba de que fuera una mujer a la que odiaba con toda su alma. — Patética —le dijo Luka antes de abandonar el altar a grandes zancadas, dejándola sola con todas las miradas puestas en ella. Con el corazón martillando su pecho y un orgullo machacado. Suspiró con valentía caminando con el porte de una reina entre los invitados que no dejaban de mirarla. Tiró su ramo de flores con desenfado. — Patético —dijo alzando la vista como si en realidad hubiera triunfado. Más valía una máscara de mujer fuerte ante un tumulto de personas que criticaban sus actos con severidad, cuando el patán de su ahora esposo la había abandonado sin importarle nada. Por dentro estaba destrozada y el llanto estaba arañando sus entrañas en una exigencia por salir a flote. No pudo resistir la presión de las miradas juzgonas. Y las voces que no hacían más que empeorar su dolor, señalándole como si ella fuera la culpable, cuando en realidad había sido sólo la víctima de las decisiones en su vida por parte de terceros. — Que humillación acaba de recibir. — ¿Qué le habrá hecho al pobre de Luka? — Nunca había visto a la hija del señor Fermoncel. Ahora entiendo porqué no ha sido presentada en sociedad. — Pobre Luka, una desgracia que haya sido obligado a casarse con esa mujer. Las lágrimas salieron a flote con el desplante de Luka en el altar. Era el primer encuentro y su vida estaba empezando a recibir los estragos de su presencia. Enrolló su vestido con sus manos temblorosas, tomando la tela entre sus brazos para correr de aquel lugar. Quería escapar de los ojos acusadores de algo que no hizo. Era ella la que había recibido el desplante y ella era a la que estaban juzgando injustamente. Había batallas que por más que quería mantenerse en pie, la derrumbaban trapeando con ella el suelo. Esa ocasión había sido uno de esos momentos. Sabía que habría consecuencias si no se presentaba a su fiesta, pero prefería eso a seguir aguantando las críticas de personas inconscientes ajenas a su vida. Tomó el auto dándole la órden al chofer que la llevara a la playa más sola y lejana de todo Miami. Esa noche se emborrachó con el vodka más barato que consiguió en una tienda de conveniencia y brindó con las estrellas por la bienvenida al infierno. Lo único que le daría consuelo era saber que Cristian haría realidad sus sueños. Capítulo 2: Luna de miel amargo — ¿Acaso no te cansas de hacer las cosas mal? ¡Despierta maldita sea! —gritó una voz masculina, impaciente por recibir respuestas. Solange despertó en una habitación que al principio no reconoció. La cabeza le daba vueltas debido a la borrachera que se metió ella sola en la playa. Le punzaba la cabeza como si fuera una bomba de tiempo a punto de explotar. La luz del sol, detrás de las cortinas traslúcidas, le hacían entrecerrar los ojos, sentía como su vista protestaba en dolor al querer ver con claridad. Pronto recordó que estaba en un estado de resaca debido al vodka barato que había consumido la noche anterior. Vagos recuerdos comenzaron a invadir su mente del día anterior. — ¿Dónde estoy? —murmuró la chica incorporándose de la cama con dificultad. Se llevó las manos a la cabeza en un intento por parar de tajo el dolor. — ¡Escúchame bien Solange! ¡Qué ésta sea la primera y última vez que faltas de ésta manera! ¡¿Cómo se te ocurre no ir a la fiesta?! ¡¿Sabes la maldita vergüenza por la que tuvimos que pasar todos?! —Gritó la voz masculina. Las palabras la dejaban más aturdida de lo que estaba. Una vez que sus ojos se adaptaron pudo ver la figura de su padre que le reclamaba, la insultaba y amenazaba, como era su costumbre. Dejó de escucharlo, su voz en ese estado, era lastimosa para sus oídos. No puso atención hasta que su padre llegó a la parte de las consecuencias. — …no creas que seguirás teniendo tus cuentas bancarias, tarjetas o todo lo que alguna vez te di, volverás a tocar mi dinero si me muero antes de modificar el testamento. Si tu marido decide darte de comer o no, será problema tuyo. — ¿Por qué me estás privando de tu dinero y no me amenazas con Cristian? —preguntó Solange cerrando los ojos por el dolor de cabeza. No le preocupaba el dinero, había vivido ya en las peores condiciones cuando se fue con Cristian y llegaron a Miami persiguiendo un sueño. Podía trabajar si era necesario hacerlo, pero le causaba ruido que no hubiera amenazas con truncar la carrera de su ex. — Porque no soy estúpido. Sé que si le quito la ayuda a Cristian harás lo posible por huir —dijo entre dientes. La miró con desprecio, no toleraba que su hija fuera tan respondona, odiaba que las mujeres fueran como ella lo era— Hay mejores formas en que pagues las consecuencias y viendo cómo Luka te abandonó ayer en el altar, no dudo un sólo segundo que será un infierno que dependas de él. Si se te ocurre divorciarte juro por el cielo que Cristian no podrá ni siquiera pedir limosna en las calles como músico. Y tú tampoco. Solange tenía en claro lo que tenía que hacer. Su padre se había encargado de cerrarle todas las puertas a ella para que pudiera ser cantante. En cambio Cristian tenía esa posibilidad, era libre. Ella en cambio, tenía controlada su vida por completo. Se sentía como en una burbuja de cristal que en cualquier momento se podía romper, ella era la prisionera y no podía hacer nada para evitarlo. Siempre había sido así. — Rómulo yo me haré cargo de mi esposa —dijo la voz fría de Luka de pronto. Solange no había escuchado la puerta de la habitación abrirse, tal vez por estar más concentrada en el dolor de cabeza — déjanos a solas por favor. Ésto, ahora es mi problema. — Tienes razón, ésta mujer ahora es problema tuyo —salió de la habitación sin siquiera dirigirle una última mirada a su hija. Era un alivio no tener que ser él quien lidiara más con Solange. Luka la vio con desprecio. Tenía el rostro fruncido en cólera. Solange solo bajó la cabeza, quería evitar a toda costa una discusión. Lo único que deseaba en ese momento era tomar dos aspirinas y tomar suero durante todo el día. Y si había un agujero negro, que la tragara y nunca más volver. Odiaba su vida y su realidad. — No sabía que tú tampoco habías ido a la fiesta. Eres tarada. —dijo Luka. Su mandíbula estaba tensa tan solo de hablarle— Vístete tenemos que irnos. Debimos irnos anoche pero por tu estúpida desaparición tuvimos que retrasar la salida. — ¿A dónde vamos? —preguntó la chica con un hilo de voz. — A nuestra luna de miel, querida —la voz sarcástica de Luka, hirió un poco a Solange, que solo se limitó a levantarse de la cama y arreglarse en menos de diez minutos. — ¿Es necesario ir después de lo que vivimos ayer? —preguntó Solange con sarcasmo. — Dije que te vistas y nos larguemos. Nadie pidió tu opinión —Dijo Luka entre dientes, exasperado porque la mujer lo haya cuestionado. No la soportaba. *** Llegaron a Francia alrededor de las ocho de la noche. Era irónico que su primera parada fuera la ciudad del amor cuando en su matrimonio no lo había. Llegaron al hotel en limusina. Al parecer Luka tenía el personal necesario para viajar alrededor del mundo con todas las comodidades. Algo que ella daría con mucho gusto a cambio de largarse lejos de esa vida de infierno a la que su padre la había sometido. Bajaron del vehículo. Luka se adelantó dejándola por detrás, perdiéndose en el camino sin decir nada más. Los guardaespaldas dirigieron a la muchacha a la suite más lujosa de todo el hotel. Se suponía que eran una pareja de recién casados muy feliz, pero tal parecía que tanto a su ahora esposo como a ella no les importaba guardar las apariencias. Mejor para ella. Llegó a la fría suite presidencial que se encontraba en el último piso del lujoso hotel. — Señora Lacrox, si necesita algo siempre habrá alguien aquí vigilando la puerta para usted, solo basta con que nos llame —dijo uno de los hombres de negro que la escoltaron hasta el lugar, poniéndose a su servicio. — Gracias, así lo haré —dijo Solange con cordialidad. Le abrieron la puerta y ella pasó a la habitación. Lo primero que hizo fue buscar sus maletas, los botones ya las habían llevado a la habitación, y buscar una pijama para ponerse cómoda. Era claro que no dormiría en la misma cama que él, por lo que preparó el sillón que estaba cerca de la entrada a la terraza donde pretendía pasar sus noches. Se metió a la tina poniendo un poco de esencia de lavanda al agua tibia. Sintió un alivio en sus pies. Sintió como esa sensación se fue extendiendo por todas sus piernas hasta invadir su cuerpo. Cerró los ojos centrándose en la relajación, el agua caliente le terminó por relajar los hombros. No supo cuánto tiempo pasó en el agua. Se había quedado dormida después de todo el agotamiento emocional y físico que había tenido los días anteriores, no pudo resistir el encanto de la tina. Se apresuró a salir del agua tomando una toalla para secarse el pelo y atándose la bata de baño para cubrir su cuerpo. Se cepilló el cabello frente al espejo. Veía a una mujer abatida por la tristeza, pero no había mal que durara cien años. Ya tendría la oportunidad de ver su salida. Cuando terminó estaba dispuesta a salir del baño, cuando unos ruidos extraños la detuvieron justo antes de girar el pomo de la puerta. Había alguien en la habitación, suponía que era Luka, después de todo estaría compartiendo habitación con él, como el supuesto matrimonio que eran. Abrió la puerta y su cuerpo quedó helado al mismo tiempo que el aire abandonó sus pulmones. No podía explicar como alguien que apenas conocía le podía causar dolor en su ego. Ver a su ahora esposo en la cama cogiendo con otra mujer como si el mundo se fuera acabar, hizo que Solange regresara sobre sus pasos con la humillación en su pecho asfixiándola. Era la mujer más desgraciada en su propia luna de miel. No lo amaba, eso estaba claro, pero al menos pudo haber elegido otro lugar para tirarse a la tipa que no fuera en su propia habitación. Luka estaba sobre la cama con la chica, desnudo y haciendo lo que se suponía que tenía que hacer con su esposa. Tener sex* desenfrenado en su primer noche de bodas. Él no estaba dispuesto a cambiar su vida de soltero solo por estar casado con una mujer a la que no amaba. La odiaba y quería ponerla al límite. Quebrarla. Solange no pudo evitar desear en cuartos separados y haberse evitado la incomodidad de haber visto a Luka teniendo sex* con alguien más. — Grita bebé —le susurraba Luka a la mujer— grita para mí —le decía excitado a medida que se entregaban al acto. La mujer desconocida comenzó a gemir cada vez más fuerte a medida que Luka se lo pedía. Capítulo 3: Anillos de boda A medida que los minutos pasaban Solange daba vueltas en el baño. La intensidad de los gemidos de la mujer eran cada vez más fuertes a medida que avanzaba la noche. Por un momento se tapó los oídos para no escuchar. Nunca en su vida había sentido tanta incomodidad en un lugar que se suponía que era para su uso. Se terminó rindiendo sentándose en el suelo y recargándose en la puerta. Sus pensamientos se refugiaron en pensamientos que intentaban formar una triste melodía en su cabeza. Se aferraba a los momentos felices que tuvo con Cristian, cuando se aventuraron juntos por el mundo en busca de hacer realidad sus sueños. Recordó, con una débil sonrisa, cómo la había tratado con delicadeza. Siempre reían y ella terminaba cantando mientras él tocaba la guitarra, a veces en lo hacía en un metro, en un camión o simplemente en las calles pidiendo monedas para poder continuar con su viaje. Al final terminaban entre besos y caricias entre las sábanas cuando podían. Suspiró mientras escuchaba como la mujer llegaba al orgasmo. No podía hacer nada bajo las amenazas de su padre. Cerró los ojos tan fuerte buscando el sueño, que pronto llegó y recibió agradecida. Despertó con la espalda destrozada por haber dormido en el suelo duro. Se levantó tambaleante y abrió la puerta con sumo cuidado. Luka dormía plácidamente dándole la espalda a la desconocida. "es un idiota" pensó la muchacha. Tal vez por ser un completo imbécil es que sus padres accedieron a casarlo con ella. Eso al menos era lo que quería creer la chica, la hacía sentir ¿mejor? Salió del baño tomando de prisa uno de sus vestidos. No quería despertarlos ni tener que enfrentar a Luka. Solo quería irse de ahí. Se puso un vestido negro que lo combinó con unas sandalias, hacía calor y pretendía caminar hasta que sus pies dolieran. — Veo que por fin te has aparecido —dijo Luka con su voz fría— ¿Acaso te pasaste toda la noche en el baño? —preguntó con cierta burla, sentándose en la cama. — El problema se va a solucionar si tengo mi propia habitación —dijo Solange, tomando su bolsa de mano con la intención de irse. — Tendrás que compartirla conmigo o de lo contrario pagarte una propia —dijo mirándola desafiante. Solange pronto comprendió el castigo al que se refería su padre. Sí, había varias maneras de castigarla, y quitarle ese apoyo económico le había valido su dignidad. Si quería sobrevivir tendría que aguantar los desplantes de Luka. ¿Podría aguantar toda una vida de desdicha? Comenzó a caminar hacia la salida sin decir una sola palabra, cuando una mano firme la detuvo con brusquedad del brazo. — Lilian tiene hambre, ve y compranos algo de desayunar —Dijo Luka tratándola como a una sirvienta. — Puede ir uno de tus hombres —musitó Solange con el corazón desbocado. — No. Quiero que vayas tú, y te ganes la estancia que me obligaron a pagar en éste estúpido viaje. Tendrás que hacer lo que yo digo si quieres comer. Solange cerró los ojos inspirando aire y contando hasta diez, no quería empeorar su situación. Ya tendría manera de ver cómo le haría para sobrevivir. — Está bien —contestó con asco en su voz. Salió de la habitación para llevarles el desayuno. Estaba entre la espada y la pared. Por un lado quería correr y nunca más regresar, pero tarde o temprano sería encontrada de nuevo y el destino sería mucho peor. Cuando tuvo el desayuno en sus manos, no dudó un solo momento en escupirle a los cafés antes de ser entregados a sus dueños. Uno de los guardaespaldas le abrió la puerta de la habitación para que ella pudiera entrar. — Ay finalmente llega tu asistente, si que es lenta —dijo Lilian estaba envuelta en una bata de baño sobre la cama haciéndole cariñitos en la cabeza a Luka. — ¿Asistente? —preguntó Solange fulminando con la mirada a Luka. — Asistente —respondió el hombre tajante— ¿Qué haces ahí parada? Lilian tiene hambre. Lilian se acomodó sobre las almohadas esperando el desayuno. Solange se acercó a la mujer dándole el sándwich y el café con el ingrediente secreto. Veía con la mirada fulminante a Luka quien endureció su mirada al ver cómo su esposa lo retaba. Luka la siguió con la mirada hasta que ella le entregó el desayuno. La detestaba, la odiaba y por culpa de ella su futuro se había vuelto un infierno. Quería probar sus límites y al parecer era una mujer dura de romper. — ¿Necesita algo más señor Lacrox? —preguntó Solange con sarcasmo. — Sí. Lilian se quedará conmigo estos días y estarás a cargo de todas sus comodidades. De lo contrario diré que no quieres trabajar más conmigo y no creo que eso le guste a tu padre. Solange apretó las manos tan duro que los nudillos se le pusieron blancos. Luka lo pudo notar y eso lo hizo sentir bien. Iba por buen camino. La muchacha cerró los ojos aferrándose a la imagen de Cristian en el sueño que él podía realizar y ella no. Tragó amargura que le dolió en su garganta. — Necesito que me hagas una cita en el spa, y ver si la tintorería del hotel ya tiene mi vestido. Mi bebé me invitó a cenar y quiero lucir hermosa —la vio Lilian con una mueca en el rostro— pero ¿qué esperas? ¿es que acaso estás sorda? — Enseguida —dijo Solange sin dejar de transmitirle odio a Luka. — Parece que vas a tener que cambiar de personal bebé. Es una tarada retrasada ésta mujer — dijo Lilian con una voz melosa acercándose a Luka para darle un beso en la mejilla. Solange salió de la habitación sin decir nada. Buscó por internet reseñas de los peores spas de París y le hizo una cita a Lilian en el peor de todos, donde aseguraban que las mascarillas eran crema para pies y que las sábanas les daban hasta cinco usos antes de cambiarlas. Algunos incluso juraban que les había dado tortícolis por el masaje. Al llegar a la tintorería se aseguró de que uno de los tirantes del vestido se rompiera con el uso de esa noche. Una vez que hizo los mandados, se perdió por la ciudad sin decir nada. Quería caminar hasta que sus pies le dolieran, comer queso y vino, y nunca más regresar, pero debía hacerlo. Planeaba pasar sus noches en la biblioteca del hotel, hasta encontrar una manera de ganar dinero durante su viaje y rentar una posada o algo similar. No estaba dispuesta a seguirle el juego del todo. Si lo podía evitar lo haría. Llegó por la noche, después de su salida de desahogo, cuando uno de los guaruras se acercó a ella un poco tímido. — Señora Lacrox, el señor ha dado la órden que la escolte a la habitación. —Los guaruras sabían lo que estaba pasando entre los dos, pero el contrato de confidencialidad los hacían hacerse de ojos ciegos y oídos sordos. Solange asintió agotada. Llegó a la habitación y al cerrarse la puerta tras de ella pudo ver la silueta de Luka que estaba parado viendo la vista nocturna de la ciudad desde la puerta de la terraza. Se dio media vuelta para ver a su esposa en cuanto escuchó la puerta de la habitación cerrarse. — ¿Se puede saber qué hiciste? —preguntó Luka mostrando sus dientes apretados intentando morder los gritos que tenía en la punta de la lengua. — ¿De qué hablas? —preguntó sin saber a qué se refería con el reclamo. — ¿Eres estúpida? ¿o te haces? —se acercó a ella agresivo. — ¿De qué estás hablando? —preguntó Solange desafiándolo con la mirada. — ¡Te dije que tenías que estar al pendiente de Lilian! ¡Te dije que tenías que hacer lo que yo dijera si querías ganarte lo que estoy invirtiendo en ti! ¡¿Dónde madres estuviste cuando le torcieron el cuello en el spa?! — ¡Estuve lejos tratando de evitarte! ¡Estuve lejos tratando de evitar tu cara llena de odio cada vez que me ves! ¡Estuve lejos porque no te soporto! —gritó Solange desesperada. Luka se acercó más a ella. Solange podía sentir los resoplidos de furia de su esposo sobre su rostro. No podía soportar ésta situación. La estaba tratando con la punta del pie y estaba atada de manos y pies ¿qué podía hacer? ¿tratar de defender su dignidad? — Pues si —Luka volvió a mostrar sus dientes perfectos, apretando la mandíbula tratando de no gritar— te odio. Y no sabes cuánto me gustaría verte destruída. Te odio y nunca voy a tratarte como a mi esposa —la vio con una mirada de tanto desprecio que fue inevitable que no le doliera a Solange ¿acaso tan mala persona era ella para que un desconocido la odiara tanto? — ¡Eres un idiota! —gritó Solange sin poder contenerse más. La muchacha intentó darle una fuerte bofetada a su esposo, pero éste le paró la mano en el aire. — Eres patética. Nunca se te ocurra decir que eres la señora Lacrox. Tú y yo no tenemos nada que ver. Solo somos garantía de un contrato que en diez años se va a consolidar por completo. Así que no me esperes nunca para comer. Ni en tus sueños dormiré en la misma cama que tú. Si yo estoy en mi casa, tú estarás encerrada en tu habitación. Nunca te atrevas a decir que eres mi esposa porque te vas a arrepentir. Solange intentó darle otra bofetada, pero falló. Luka jaló de ella a la fuerza y la tiró a la cama con violencia. El hombre enfurecido se quitó el anillo de bodas y se lo aventó a la cara. — ¡Nunca seremos esposos! —gritó furioso antes de salir de la habitación. Luka había logrado romper en llanto a Solange, quien trató de tragarse las lágrimas en silencio.