La geopolítica futura ante las bancarrotas de Estados y una crisis monetaria Wim Dierckxsens 1. La crisis como crisis de la civilización Occidental Lo que estamos viviendo en el 2010 no es simplemente una “depresión” o una “recesión”. Estamos presenciando el comienzo del fin de la civilización occidental con toda su maquinaria económica que el mundo jamás haya visto. La crisis actual ha tenido un largo período de gestación, durante el cual la tasa de beneficio descendió en el ámbito real o productivo de la economía con una crisis crónica de sobreproducción que conllevó al agotamiento del Keynesianismo hacia fines de los años sesenta del siglo pasado. La era neoliberal mostró un parasitismo con una creciente depredación del ecosistema, que desde el Keynesianismo ya había comenzado. El proceso de las últimas cuatro décadas puede ser interpretado como una postergación de una nueva depresión mundial mediante la expansión financiera-militar (centrada en los Estados Unidos), la integración periférica de mano de obra industrial barata (China, etc.), la depredación acelerada de recursos naturales (en especial los energéticos no renovables) y el pillaje financiero de un amplio abanico de países periféricos. También puede ser visto bajo la forma de una fuga hacia adelante del sistema impulsada por sus grandes motores parasitarios a partir de la acumulación de capital ficticio a falta de posibilidades de acumulación en el ámbito real. Ambas visiones, afirma, Jorge Beinstein deberían ser integradas utilizando el concepto de ´capitalismo senil´ que desemboca en una crisis civilizatoria (Véase Jorge Beinstein, “Crepúsculo del capitalismo, nostalgias, herencias, barbaries y esperanzas a comienzos del siglo XXI”, www.observatoriodelacrisis.org). La crisis se hizo apenas visible ante el público en general con la llamada crisis inmobiliaria de 2008. La crisis inmobiliaria de 2008 fue el resultado de años de acumulación de capital ficticio. Comenzó en los EE. UU. por la concesión de préstamos a hogares endeudados para devenir propietarios de sus alojamientos, es decir apropiándose de la riqueza social en su maquinaria especulativa, dejando a los ciudadanos con las deudas del juego especulativo de los bancos. Para ello los bancos comerciales y las instituciones especializadas en el financiamiento inmobiliario acordaron créditos con hipotecas que transformaron en títulos para la creación de nuevos productos derivados que vendieron en el mercado financiero. Así volvieron a otorgar hipotecas de cada vez más dudosa capacidad de pago. La crisis estalló cuando una masa crítica de deudores empezó a enfrentar serias dificultades para reembolsar sus préstamos, en razón de la subida de las tasas de interés determinadas por la Reserva Federal básicamente para financiar los enormes gastos en no en último lugar aquellos relacionados con las guerras de Irak y Afganistán. El sistema monetario y financiero presentaba profundas paradojas. Una de ellas era la ilusión de que es posible encontrar solución siguiendo la gestión neoliberal de la crisis de la expansión del capital. No obstante, una burbuja estalla solo para formar otra aún más peligrosa, afirman Herrera y Nakatani, y esto es precisamente lo que se revela cada vez con mayor claridad hoy a partir de la amenaza de bancarrotas de Estados (Observatorio Internacional de la Crisis, “Siglo XXI: Crisis de una civilización”; pp3132). Al mantener los bancos centrales las tasas de interés cercanas a cero y habiendo recibido fuertes sumas de rescate gubernamental en 2008 y 2009, el capital financiero no tuvo temor alguno de invertir en activos de mayor riesgo. Este riesgo se transfirió a los Estados y hoy en día, bajo presión de la élite bancaria el estado trata de transferirlo a los ciudadanos mediante la ampliación de las políticas de ajuste estructural hacia los países del Norte. Después de la llamada crisis crediticia, el comercio con productos derivados continuó siendo la actividad preferida del gran capital especulativo. A pesar de sus resultados desastrosos durante la crisis recién pasada, la especulación con productos derivados se ha mantenido aún legal y sin mayor regulación. A raíz de lo anterior, una nueva burbuja de capital ficticio se ha desarrollado, y ahora con mayor velocidad, pero sin la capacidad de los Estados de un nuevo rescate. (IBID, p 32). A pesar de todos los fondos de rescate inyectados, las economías reales del llamado Grupo de los Siete (G7) no se han recuperado. En tiempos difíciles las cifras oficiales siempre tienden a ser ajustadas hacia abajo después de un tiempo, esto para mantener el panorama más positivo posible. La tasa de crecimiento durante el año 2009, sin embargo, ha sido negativa en los países centrales (Japón -5,4%, Gran Bretaña -4,5%, la Zona del Euro -3,8%, los EE. UU. -2,5%). Las proyecciones más fiables de los indicadores muestran por otra parte que la economía estadounidense nuevamente se contraerá durante el segundo semestre de 2010 (Vea Informe de GEAB 46). Lejos del 3,5% de crecimiento anunciado por Ben Bernanke para 2010 el país podrá estar muy afortunado, según GEAB46, si registra una cifra por encima de cero para el año en curso. En otras palabras, la recesión que inició a comienzos de este milenio continúa ya una década. A partir de las crecientes bancarrotas de Estado, las tasas de desempleo subirán sin cesar a niveles no conocidas desde la Gran Depresión del siglo pasado. Las tasas oficiales de desempleo juvenil (la franja comprendida entre los 16 y los 24 años) en Europa ya están cercanas al 20 por ciento. La tasa de desempleo juvenil en España incluso ya alcanza el 42,9%. El desempleo real general en EEUU se sitúa por lo menos entre el 15% y el 20%, y está entre el 30% y el 40% en las ciudades y las regiones más afectadas por la crisis (Vea informe GEAB46). El empleo juvenil es particularmente dramático en EEUU y más aún que en Europa ya que el 52% de los jóvenes (de 16-24), en EEUU no tienen empleo a mitad del año de 2010. Es la cifra más alta desde la Segunda Guerra Mundial. A partir del desempleo y la baja consecuente en los ingresos de los ciudadanos, la crisis en los hogares va en aumento y así también en EEUU. El consumo no solo sufre una contracción progresiva, sino las políticas oficiales anuncian además una austeridad popular rampante. La austeridad constituye la componente principal de la economía en declive. La Unión Europea ha anunciado un severo plan de ajuste estructural desmantelando lo que aún queda del Estado de Bienestar. Sin embargo, también la economía estadounidense desde hace dos años encarna el fin del «consumidor estadounidense » causado por la insolvencia (informe GEAB 46). Muchas familias norteamericanas se encuentran en la ruina. Más de 1,4 millones de estadounidenses se acogieron a la bancarrota personal en 2009, lo que representó un aumento de un 32% con respecto a 2008. Más de un 24% de todas las casas con hipotecas en EE.UU. tenían un valor de mercado inferior a su valor de compra a fines de 2009. Lo anterior debido al hecho que los valores de las propiedades no han dejado de bajar. Este fenómeno no solo se da con las viviendas, sino al contraer la actividad económica, también las propiedades comerciales en EE.UU. quedan afectadas. La propiedad comercial ha bajado en un 40% desde 2007 y actualmente un 18% de todos los espacios para oficinas en EE.UU. están desocupados. Esta situación ha causado no solo desempleo, sino también fomenta la quiebra de muchos bancos medianos y pequeños en EEUU y es manifestación de otra crisis bancaria. (Vea,“Situación financiera desesperada, la mayor burbuja de deudas en la historia del mundo” en, www.observatoriocrisis.org ). Sin embargo, aun cuando las economías centrales de hecho permanecen en recesión, el capital ficticio ha retomado fuerza y en la actualidad especulan de manera destructiva y parasitaria en torno a las bancarrotas de los Estados. Con las crisis de bancarrotas de Estados presenciamos una segunda caída económica, sin clara perspectiva de una posterior recuperación definitiva. En este entorno no vemos el así llamado y anunciado patrón ‘W’, que supone una revinculación de la inversión con el ámbito productivo. Sin una reconexión de la inversión con el ámbito real de la economía, la tendencia casi inevitable sería a una nueva caída sin recuperación posterior, o sea, un crecimiento negativo prolongado, es decir, el así llamado patrón ‘L’. La economía de Occidente se encuentra en otras palabras en un callejón sin salida. Si observamos el comportamiento de las tres economías centrales: los Estados Unidos, la Unión Europea y Japón, constataremos que a lo largo de las últimas décadas la caída de sus tasas de crecimiento del capital neto (la tasa de acumulación) contrastó con el aumento de los beneficios empresarios. La clave del fenómeno está en la creciente orientación del conjunto de esas economías hacia la especulación financiera y el desarrollo de capital ficticio que en este momento podría estar colapsando. El retorno de la inversión hacia la economía real supone una tasa de beneficio en alza. Existen razones estructurales para suponer la dificultad estructural para tal realza en la tasa de ganancia a partir de la economía real en Occidente. Esto se debe en primer lugar al hecho de que la innovación tecnológica dejó de ser la principal ventaja competitiva; hoy, dicha ventaja la constituyen de manera especial los bajos salarios. ¿Porqué la innovación tecnológica dejó de ser la fuente de la alza en la tasa de ganancia? Es que al haberse acortado la vida media de la tecnología desde los años cincuenta del siglo pasado, la renovación tecnológica se ha tornado actualmente más costosa de lo que su uso puede ahorrar en mano de obra. Luego, al haberse explotado sin límite los recursos naturales, los mismos se tornan más escasos y más costosos y para colmo se concentran en los países periféricos. El último recurso constituye la mano de obra cada vez más barata que se encuentra en la periferia. No hay, en otras palabras, mayores perspectivas de recuperación de la acumulación de capital productivo en los países centrales. Con lo anterior nos encontramos frente al escenario de una nueva Gran Depresión a escala mundial, sin aparente salida para Occidente. Con ello, la propia civilización occidental se encuentra en crisis. 2. ¿Hacia dónde nos lleva la bancarrota de los Estados? ¿Cómo se manifiesta la actual etapa de la crisis? En los comienzos de este año 2010, varios gobiernos de los países europeos están viendo cómo evitar la bancarrota. La amenaza en cadena de una bancarrota de Estados pone en crisis no solo a los grandes bancos en el mundo que han financiado los enormes déficits de Estado, sino también a aquellos bancos fuera del continente (EEUU) que a su vez se encuentran entrelazados con la banca en crisis. Apenas comenzando el segundo decenio del siglo XXI, amenaza, en otras palabras, no solo la bancarrota de Estados, sino otra ola de quiebras financieras. El capital especulativo de nuevo encuentra un terreno fértil a costa de la economía real. La incapacidad de pago de los Estados para cumplir con sus obligaciones hace elevar las tasas de interés para obtener crédito. El alza tendencial de las tasas de interés afecta a los demás sectores en la economía. Ante la tendencia al alza de las tasas de interés, en otras palabras, resulta esperar la quiebra de muchos hogares y una nueva ola de quiebras de propiedades inmobiliarias, aunque esta vez no solo en el ámbito de la vivienda sino también y sobre todo en propiedades comerciales. La idea de que el gobierno de un país altamente desarrollado podría ir a la bancarrota, esto es, que tendría que informar a sus acreedores que su país carece de capacidad para pagar sus obligaciones, era hasta hace poco algo inimaginable. A partir de abril de 2010 no solo es considerado posible sino ya se hizo una realidad. La cuestión era tan poco familiar, que el pasado proporcionaba escasas claves para predecir el futuro. La crisis actual se caracteriza por el endeudamiento oficial que ha crecido sin control en los países más desarrollados y que va más allá de la Unión Europea. En efecto, la deuda gubernamental bruta de los países centrales alcanzó en 2010 el 106% del PIB, es decir, un 30% más que antes de la crisis de fines de 2008. Los especuladores contra los estados más débiles (como Grecia) han acabado con la fe en la capacidad de pago de los centros de poder. Según Bob Chapman (“Structural weakness of the dollar”) había en marzo de 2010 ya 19 países del Primer Mundo en bancarrota o casi en bancarrota y muchos otros siguen por un efecto dominó que se ha puesto en plena marcha. Todo político sabe que la tendencia de un déficit fiscal ascendente al ritmo que ha sido en el pasado reciente es insostenible incluso en EEUU. En una recesión, los planes gubernamentales de reactivación económica no podrían prolongarse por mucho tiempo sin incrementar el déficit público hasta niveles insostenibles. ¿Qué puede hacer un gobierno para evitar esta situación crítica? Para contener el déficit gubernamental habría que recortar el gasto y/o subir los impuestos. Ambas medidas, como hoy se observa en Grecia, además de muy impopulares tienden a contraer la demanda global con lo que acentuarán aún más la recesión. Ante la amenaza de la crisis de bancarrotas de Estados, la tendencia es imponer políticas de austeridad, es decir, políticas de ajuste estructural pro-cíclicas dando por resultado final una recesión prolongada, como vimos con la década perdida en América Latina. Y en caso de una recesión prolongada, el elevado déficit fiscal y la acumulación de deuda pública amenaza como tendencia contradictoria a la bancarrota de Estado. Sin embargo, los Estados estarán supeditados cada vez más directamente al capital financiero. La alternativa popular sería el no pago de la deuda odiosa a la banca mediante un referéndum o movimiento popular. En todo caso una política de empleo e ingreso demandaría justo lo contrario de una austeridad radical anunciada. La posibilidad de que los Estados pudieran esperar un repunte en la economía, se resumirían en dos esperanzas: la continuación del consumo o el reinicio de la inversión privada. Con todo, tanto respecto al consumo civil como a la inversión civil las expectativas actuales con las anunciadas políticas de austeridad severa son netamente negativas. Por un lado, en todas partes el consumidor se encuentra sometido a fuertes presiones para ahorrar, rembolsar sus deudas y prescindir ante las severas políticas de ajuste estructural del modelo de consumo occidental de los últimos treinta años. En lo que se refiere a la demanda externa asistimos a una saturación a nivel global. En semejante coyuntura es política de promover la devaluación de la moneda. He aquí un motivo por la devaluación actual del euro que favorece las exportaciones sobre todo de países exportadores como Alemania. La misma China se aferra a no alzar el tipo de cambio de su moneda, aunque las presiones internacionales para que lo haga son muy grandes. Las ventajas de un euro devaluado no hay que sobreestimar. Al darse el comercio internacional fundamentalmente entre países europeos, el efecto es menor de lo que aparenta. Ante las políticas de austeridad, la tendencia será tratar de reducir las importaciones con lo que, de hecho, se fomenta el proteccionismo que adquiere dimensiones cada vez más nítidas en la crisis actual. Al generalizarse de esta forma el recorte en el gasto público y privado se contraerá la demanda global y las expectativas de ventas. Esto motivaría a las empresas a invertir todavía menos, tendencia acentuada por las restricciones bancarias en materia de crédito. El círculo vicioso de la recesión, por tanto, se vislumbra cada vez con mayor claridad. Sin una u otra de estas dos dinámicas en la inversión o la demanda, los Estados no tendrán más alternativa que subir de forma drástica los impuestos para enfrentar su déficit público, o dejar correr la inflación para disminuir el peso de su deuda, o bien declararse en cesación de pagos. Ya tuvimos el caso de Islandia con una deuda de casi el 600% de su PIB. Recientemente Grecia, con una deuda total equivalente al 200% de su PIB, fue noticia candente y la pregunta fue: ¿Cuál país sigue después de España y Portugal? De acuerdo con el informe GEAB, esta suerte le podría tocar en un futuro cercano no solo a economías relativamente modestas como Grecia y España (con una deuda total superior al 200% de su PIB), Portugal o Irlanda, sino también a países del G7 como el Reino Unido (con una deuda total del 250% de su PIB) o Japón e incluso a la mayor potencia mundial: los EE. UU., con un récord de deuda del 360% de su PIB. Privados de crédito interno y externo, los países que cesan de pagar sus deudas históricamente han pasado por profundas recesiones, con grandes devaluaciones e hiperinflación, ante la incapacidad de reactivar su economía. En el plano político esto resulta muy costoso, y su expresión la observamos en este momento en Grecia o España. Ciertos países centrales, y en primer lugar los EE. UU., no queriendo enfrentar ninguna de estas dos opciones, podrían optar por el no pago completo o parcial de su deuda y dejar a sus acreedores en el aire, simplemente al poder hacerlo mediante el recurso a una amenaza de guerra que se torna cada día un escenario más probable. Una eventual gran guerra, entonces, se tornaría una amenaza más concreta conforme los EE. UU. se hallaran más cerca de una situación de cesación de pagos, situación que bien puede producirse en el propio año 2010 al no encontrar nuevos acreedores. 3. El futuro de la Eurozona ante la amenaza de bancarrotas La suspensión de pagos de Islandia, con una deuda seis veces más grande que su PIB, inauguró la crisis en la Unión Europea (UE). La cesación de pagos de Grecia sucedió al poco tiempo y su salvamento efectivo por parte de la UE ha sido muy lento. Poco después amenazaba una situación de cesación de pagos a España, con lo que la crisis podría ampliarse con rapidez. Economías muy abiertas vinculadas con la Zona del Euro, como las de los países bálticos, han caído sin mayor ruido. Tragedias más grandes cabría observar en el caso de Europa Oriental, ya que el impacto para la Zona del Euro sería mayor como cuando le toca, por ejemplo, a Hungría, como se anunció recientemente o cuando Polonia o la República Checa entrasen en bancarrota. En la primavera de 2010 el ojo de la ofensiva especuladora la realizan sobre todo las entidades bajo control de Estados Unidos contra el corazón de la vieja Europa. Irlanda e Islandia ya pagaron con tener que asumir los dictados neoliberales y ahora le ha tocado el turno a Grecia, España y Portugal, y probablemente más tarde a Italia (en conjunto, los llamados PIGS: Portugal, Italy, Ireland, Greece y Spain, por sus nombres en inglés), pero no pasará el año 2010 o la misma Gran Bretaña tendrá que hacer frente a esa ofensiva. Tales medidas para “salvar” a los países tras los ataques financieros vienen dictadas por el conjunto de instituciones internacionales encargadas de velar por los intereses del gran capital, y directamente por los del brazo especulativo de éste. Estas medidas representan la traducción de los tristemente célebres Planes de Ajuste Estructural (PAEs) que se impusieron a las sociedades latinoamericanas a partir de los años 80. En la coyuntura actual, el intento del Capital de reconstruir las bases de dominación cuenta con la ventaja de no tener sujeto antagónico, pero esto puede cambiar conforme avance la crisis en el tiempo y en el espacio, alcanzando capas cada vez más amplias de la población (Vea, Andrés Piqueras “Las finanzas contra la política u otra forma de hacer política sin contar con los gobernados”, en www.observatoriocrisis.org ). Ante los ataques especulativos al Euro, el dólar se fortaleció, al menos en apariencia, frente a la moneda europea. De acuerdo con Alan Greenspan, el anterior presidente de la Reserva Federal de EEUU, el dólar pareció un puerto seguro en el pasado reciente, situación que no durará en su opinión al no poder encontrar EEUU en un futuro cercano nuevos créditos y al subir el precio del mismo (Vea, Jacob Greber, “Greenspan Says U.S. May Soon Reach Borrowing Limit”, en www.financialsense.com). El euro quedó amenazado por las fuerzas especulativas en el mercado. Han operado grandes fuerzas especulativas en torno a la incapacidad de pago y no solo del gobierno griego. ¿Cómo operan estas fuerzas especulativas? Las agencias de calificación de riesgo (entre tres Standards and Poor’s, Moody's y Fitch-) controlan el 90% del mercado y son las que dicen cuánto valen los países. Con ello pueden dejar subir contra toda lógica la deuda de un país (pongamos Grecia), asegurando que es una deuda segura, para luego dejarla sin sostén ´descubriendo´ su insolvencia, recalificarla a la baja y recoger las ganancias por haber apostado contra ella. Una vez que el brazo financiero del Capital ataca a las sociedades para concentrar la riqueza en los más poderosos, ayuda al brazo político a imponer por doquier el mismo tipo de medidas: austeridad de los gastos públicos, que significa descuartizamiento hasta donde sea conveniente del Estado Social (Vea, Andrés Piqueras, “¿El fin del capitalismo "amable"? La posible caída de los últimos bastiones de la Europa social”, en www.observatoriocrisis.org). La espiral descendente se pone así en marcha. Los mercados financieros exigen una política de austeridad aún más drástica. Las agencias de notación —que todos los gobiernos europeos han puesto en entredicho— continúan su trabajo degradando no solo la notación de Grecia, sino de los demás países del sur de Europa. Una moratoria de pagos por parte de Grecia, Portugal o Irlanda –y ni se diga España o Italia- repercute, de inmediato en las contabilidades de los bancos alemanes, franceses e ingleses, en la forma de enormes pérdidas. Con la reacción en cadena, sin embargo, afectaría también a la banca de EEUU. Está claro entonces que hay intereses más allá de la Unión Europea para evitar el colapso del euro ya que tratase de montos de deudas significativas. En el caso de España, su deuda de $ 1,1 millones de millones (billones)incluye montos gigantescos con bancos de Francia ($ 220.000 millones), Alemania ($238.000 millones) y Gran Bretaña ($ 114.000 millones). En el caso griego, los componentes principales de su deuda pública de $ 236 miles de millones, son las obligaciones con bancos en Francia ($ 75.000 millones), Alemania ($45.000 millones) y Gran Bretaña ($ 15.000 millones). La gigantesca deuda italiana -$ 1,4 billones- incluye $ 511.000 millones con la banca de Francia, $ 190.000 millones con Alemania, $ 77.000 millones con Gran Bretaña, $ 47.000 millones con España y $46.000 millones con Irlanda (Vea, Luis Paulino Vargas “La telaraña de la crisis europea”, en www.observatoriocrisis.org ). Ante la duda de la capacidad de pago de cada vez más Estados, los tipos de interés van en alza en una parte de la eurozona y con ello amenazan sin embargo la totalidad de la zona. Lógicamente, el BCE debería responder a esta crisis aumentando sus tipos de interés. Pero al momento de hacerlo, esto podría tener un efecto negativo sobre el crecimiento de Alemania, que probablemente no lo aceptaría. Si tampoco quiere pagar por los países más pobres, no le quedaría de otra que amenazar con salir de la Zona Euro para protegerse. Alemania, sin embargo, ha sido el país más beneficiado del euro por su clara balanza comercial positiva con el Sur y Este de Europa. Su eventual salida podría poner en peligro sus exportaciones. El abandono de la moneda única constituye, en otras palabras, un tabú para el gran capital que nadie parece dispuesto a tratar de modificar. En vez de una desintegración de la Zona del Euro con la amenaza de bancarrotas de Estados podría darse una ampliación de la misma. Algunos se han dado cuenta, no sin lógica, de que la crisis no era el medio y el pretexto para precipitar la imposición de un férreo sistema federal a los 27 Estados miembros de la Unión. EEUU podría ser uno de los interesados en esa unificación impuesta y podía haberlo provocado con las fuerzas especulativas arriba mencionadas. Con las fuerzas especulativas EEUU aceleraría la deseada y rápida integración de toda Europa, no para bien de Europa sino como condición obligatoria para la constitución de un verdadero bloque occidental. La gran política es salvar la civilización occidental bajo hegemonía norteamericana. En la práctica, se trata ni más ni menos de poner a los Estados bajo un tutelaje económico con el pretexto de salvar la eurozona, al parecer condenada sino a una inevitable bancarrota. Los europeos parecen estar obligados a escoger entre el colapso de la Eurozona y un gobierno global centralizado con una administración monetaria globalizada que pasará la factura del ´rescate´ a las clases populares en el mundo occidental entero. Es una forma de salvar la hegemonía norteamericana. En palabras de Bob Chapman es también el camino que conduce al fascismo corporativo, (“Global Financial Conflagaration”). Para crear un Ministerio Global de Finanzas como parte de las Naciones Unidas, el Grupo Bilderberg (compuesto básicamente por una elite financiera occidental), espera tomar ventaja de la amenaza de bancarrotas de estados europeos para así salvar al capital financiero occidental. La crisis de la deuda en Grecia que abarca a cada vez más países de la Euro-zona genera el clima de un caos, que brinda el pretexto para tomar medidas drásticas. En la opinión de Olga Chetverikova (“Plunged in chaos: Europeo on the eve of the Bilderberg Conference”), este caos está deliberadamente conducido por las grandes instituciones financieras, principales bancos y hedge funds. La crisis presupuestaria griega, que ya ha desembocado en crisis del euro se manifiesta así como una guerra económica dirigida, desde Washington y Londres. El objetivo final sería obligar, a través de la crisis del euro, al conjunto de países del continente europeo a integrarse a un Bloque Atlántico, o sea a un imperio en el que automáticamente van a tener que contribuir en el pago del elevado déficit presupuestario anglosajón a través de un euro dolarizado. Las elites esperan poder así crear un gobierno global y de ser necesario con una conflagración mundial. De esta manera pretenden poder salvar la civilización occidental. En palabras de Jorge Beinstein estamos enfrentando un neofascismo estabilizador (“Crepúsculo del capitalismo, nostalgias, herencias, barbaries y esperanzas a comienzos del siglo XXI” en www.observatoriocrisis.org). 4. La política del ´sálvese quien puede´ ante bancarrota inevitable de EEUU Para realizar exitosamente esa reconversión autoritaria a escala mundial, el capitalismo necesitaría disponer de una capacidad de control social universal, de asimilación de sus contradicciones y de un tiempo de desarrollo que actualmente no son visibles, todo parece indicar que el inmenso peso de sus intereses inmediatos, las debilidades de sus sistemas de control social, su fragmentación, hacen muy poco probable semejante futuro. La reciente experiencia de los halcones norteamericanos, la esencia parasitaria de las elites dominantes mundiales sugiere más probable una política de ´sálvase quien pueda´, donde ninguna nación se salvará, con escenarios turbulentos de redespliegues militaristas-imperialistas, de rebeliones sociales, etc (Vea, Jorge Beinstein, “Crepúsculo del capitalismo, nostalgias, herencias, barbaries y esperanzas a comienzos del siglo XXI”). En cuanto a la creación de un ´gobierno económica global´, recordemos que hace solamente un año, el G-20 pretendía haber establecido una nueva gobernanza mundial y Estados Unidos creía que podía organizar este nuevo sistema alrededor de sus prioridades. Sin embargo, el pasado 3 y 4 de junio, no sólo los ministros de Finanzas de los países del G-20, reunidos en Busan, Corea del Sur, no se pusieron de acuerdo para imponer una tasa bancaria mundial (una idea defendida por Washington, Londres y la Unión Europea), sino que se rechazó la propuesta estadounidense (quedando solo esta vez) para continuar con un nuevo plan de estímulo económico, tirando la pelota hacia afuera al « decidir » que cada uno haga lo que pueda o quiera en función de sus medios. La realidad política es que EEUU ha perdido hegemonía en el campo económico y no todo el mundo quiere jugar el juego global con las reglas estadounidenses. A falta de un nuevo « juego común », a ojos vista, la solidaridad internacional se desmorona más lejos que nunca. Con ello, afirma GEAB 46, estamos muy lejos de las declaraciones oficiales de hace un año respecto al G-20 como un nuevo órgano central de la gobernanza mundial. Por el contrario estamos ante el escenario del « sálvese quien pueda » que nuestro Observatorio Internacional de la Crisis ha anunciado en repetidas ocasiones. En medio de ese caos a falta de toda clase de solidaridad es que podamos esperar el surgimiento de un movimiento social a escala mundial reivindicando la solidaridad a partir de la ciudadanía. Nos preguntamos cómo se vislumbraría el escenario de un ´sálvese quien pueda´ para la principal potencia del mundo. En la opinión de Jean-Michel Vernochet en “Euro, la hipótesis de lo peor”, la cadena de la crisis del euro va mucho más lejos. En su opinión EEUU e Inglaterra están objetivamente en una situación económica más delicada que la UE. Estados Unidos ya no pueda mantenerse al margen del terremoto financiero. La deuda total del gobierno de EE.UU. es ahora hasta un 90 por ciento del producto interno bruto. La deuda crediticia del mercado en EE.UU., incluyendo la deuda gubernamental, corporativa y personal, ha llegado a un 360 por ciento del PIB, lo que es más que lo que alcanzó jamás durante la era de la Gran Depresión. Fue desmantelado en grado notorio la base manufacturera, enviando a millones y millones de puestos de trabajo de la clase media al extranjero. El pueblo norteamericano ha vivido mucho más allá de sus medios durante décadas y con ello se ha creado la mayor burbuja de la deuda en la historia del mundo. Pronto se vislumbrará que el dólar está más cerca del colapso que el propio euro. Solamente por el hecho de que el dólar es la principal moneda de reserva y la moneda de pago internacional por excelencia, el gobierno de los EE. UU., ha podido posponer la situación de una bancarrota evidente. EEUU, por tener la moneda internacional pudo conseguir crédito prácticamente sin límite hasta fines del año 2008. Sin embargo, ante el ´salvase quien pueda´ se acerca rápidamente un gran día de ajuste de cuentas financieras. En 2010 se pronostica que el gobierno de EE.UU. ha de emitir casi tanta deuda nueva como el conjunto del resto de los gobiernos del mundo. Ante el rechazo internacional de seguir sosteniendo la economía del dólar, pronto estallará también aquí la situación (Vea, “Situación financiera desesperada, la mayor burbuja de deudas en la historia del mundo”. A falta de un nuevo « juego común », a ojos vista, la solidaridad internacional se desmorona. Esta situación de hecho sólo se intensificará en los próximos meses, ocasionando más desarticulación, una verdadera desincronización política, social y presupuestaria de las principales potencias económicas del mundo con consecuencias particularmente trágicas para los operadores y los mercados que dependen del « buen funcionamiento » del sistema internacional (GEAB 46). 5. La geopolítica ante la amenaza del colapso financiero en Occidente Si bien hay una nueva fase de recesión económica sincronizada, ahora los contextos de cada gran potencia son tan diferentes que con dificultad pueden tener respuestas conjuntas y sobre todo al haberse mostrado Estados Unidos incapaz de imponer un liderazgo, al menos no lo ha logrado en el campo político-económico. Con ello ya no nos encontramos ante una crisis o recesión económica definida en sentido limitado. La arquitectura financiera global sustenta unos objetivos estratégicos y de seguridad nacional. La crisis del dólar implicará la crisis del sistema monetario internacional actual bajo hegemonía norteamericana. Ante la pérdida de hegemonía clara en el campo político-económico, la agenda militar de Estados Unidos y la OTAN sirve a su vez para refrendar a la poderosa elite financiera. La militarización y la guerra están íntimamente unidas a la depresión económica en el imperio. El pasado 9 de junio, es decir solo días después del G20, el Consejo de Seguridad de la ONU aprobó un cuarto paquete de sanciones económicas contra Irán. El Consejo de Seguridad de la ONU sirve directamente a los intereses de la alianza militar occidental. La resolución del Consejo de Seguridad otorga de hecho una "luz verde" para desencadenar una guerra preventiva contra Irán, que ha estado en el escritorio del Pentágono desde 2004. El texto aprobado y sus implicaciones atentan contra vitales intereses comerciales y geopolíticos chinos y rusos no solo en Irán sino en toda el área del sur de Asia. Mientras China y Rusia fallaron en ejercer su poder de veto, son en realidad objeto de veladas amenazas de Estados Unidos. China y Rusia están rodeadas de instalaciones de militares estadounidenses. Misiles estadounidenses en Polonia, el Cáucaso y las ex repúblicas soviéticas están apuntando en cerco hacia ciudades de Rusia y China. Los diferentes acuerdos de cooperación militar con las ex repúblicas soviéticas forman parte del cerco estratégico de Estados Unidos y la OTAN hacia Rusia y China para debilitar e incluso destruir la Organización de Cooperación de Shanghai (OCS) y la OTSC que constituyen la real amenaza para la hegemonía de EEUU y Occidente por su ascenso económico como un bloque rival con claras posibilidades de sobreponerse a todo Occidente. Un ataque a Irán llevaría inmediatamente a una amplia escalada militar. Muy luego podrían apuntar a Siria y el Líbano. Luego toda la región de Medio Oriente y Asia Central se incendiaría, una situación que podría evolucionar según Michel Chossudovsky hacia un escenario de III Guerra Mundial. (Vea, Michel Chossudovsky, 11 de junio de 2010 ¿La ONU da "Luz Verde" para un escenario de Tercera Guerra Mundial? ( www.globalresearch.ca ). En el Consejo de Seguridad del 9 de junio, Turquía y Brasil votaron en contra y Líbano optó por abstenerse. Brasil y Turquía mostraron su descontento porque los seis grandes (Rusia, China, EEUU, Reino Unido, Francia y Alemania) ignoraron su acuerdo con Irán, firmado el 17 de mayo, por el que Teherán aceptaba enviar durante un año a Turquía 1.200 kilos de uranio levemente enriquecido a cambio de 120 kilos de combustible nuclear. El acuerdo logrado en Teherán por Brasil y Turquía era un elemento de distensión que daba una oportunidad única a la negociación, la diplomacia y la paz. Lo anterior explica que fuera rechazado de inmediato por Washington y Tel Aviv. Brasil, sin embargo, es un país importante en el concierto internacional que sirve de ejemplo para muchos países no alineados y/o en vías de desarrollo. No hace mucho, Lula da Silva, manifestó que la aprobación de las sanciones "debilitaba la postura de la ONU", calificó la resolución de "victoria pírrica" e instó a reformar tanto el Consejo de Seguridad, como la ONU en su totalidad. Y no deja de ser cierto que esta idea es muy popular fuera de los cinco miembros permanentes del Consejo de Seguridad. Estas sanciones podrían facilitar la solución de otro problema relacionado con la proliferación nuclear. Hace tiempo que los países árabes, la India, Pakistán, Turquía y Brasil insisten en que los imperativos de la no proliferación hayan de hacerse extensivos también Israel, correspondiendo a EE.UU. la responsabilidad de exigir el acceso al programa nuclear israelí. Después de este paso dado con Irán, a Washington le resultará mucho más difícil rechazar tales argumentos (Vea, Ángel Guerra Cabrera, “Israel y la inminente amenaza de guerra nuclear”, en www.observatoriocrisis.org ). Las nuevas sanciones, sin embargo, contribuyen también a incrementar el clima sicológico apropiado para lanzar el ataque que buscan Israel y los neoconservadores contra la república islámica. Israel posee no menos de 400 ojivas nucleares al margen del derecho internacional y se niega a firmar el Tratado de No proliferación Nuclear, Irán es un destacado signatario del mismo. Hoy los cientos de cohetes con ojivas nucleares apoyados por los aviones más modernos que le suministra Estados Unidos (a Israel) amenazan la seguridad de todos los Estados de la región, árabes y no árabes, musulmanes y no musulmanes que están al alcance de sus proyectiles. Queda poco tiempo y sólo la unión de muchas voluntades podría impedir el golpe a Irán y el incendio del mundo por la pandilla fascista que gobierna Israel. El G20 se reunirá de nuevo en Toronto del 25 al 27 de junio. El resultado ahí obtenido podría ser de mucho peso para un eventual desenlace con una salida bélica. Los antecedentes históricos, sobre todo si pensamos en lo que ocurrió a partir de la Primera Guerra Mundial, señalan que si eso ocurre, si la jerarquía mundial del capitalismo (económica, política, cultural, militar) entra en crisis económica y bélica, entonces es cuando más irrumpen las condiciones objetivas y subjetivas para las rebeliones de las víctimas del sistema. Cuando ciertos gurúes occidentales muestran su preocupación ante el posible desarrollo de lo que califican como despolarización caótica están expresando un gran miedo universal, consciente o inconsciente, frente a la perspectiva de la reaparición del socialismo como odiado fantasma anticapitalista, varias veces declarado muerto y exorcizado, pero siempre amenazante y más ahora ante la gran crisis que se avecina. Obama called on the other nations to "reaffirm our unity of purpose to provide the policy support necessary to keep economic growth strong." Obama is having a tough time making the argument for increased deficit spending at home as well. “Obama pleads with G-20 nations to seal economic progress at coming June 25-27 Toronto summit”, Associated press