Naturaleza femenina bajo la voluntad de Dios. 1. Naturaleza femenina Quisiera empezar con una pregunta ¿Cuándo fue el primer momento en el que nos dimos cuenta que éramos mujeres? ¿Fue cuando nos llegó el periodo? ¿A los 15 años? ¿Cuándo usamos nuestro primer sostén? ¿Al casarnos o tener hijos? ¿Cuándo nos convertimos en mujeres? Pasamos muchos años buscando un sentido del yo, tratando de descubrir qué es ser mujer, en qué se corresponde la naturaleza femenina, miramos alrededor, leemos la Biblia y hay tanta diversidad que nos cuesta vislumbrar cuál es la naturaleza femenina. Algo que debemos saber es que el mundo nos ha mentido sobre lo que es ser mujer, desde la caída hemos pasado a dos polos: uno es el del libertinaje, el querer dominar al hombre, ser rudas y ser cabeza, como la distorsión en el movimiento feminista; y el otro polo de ser humilladas por la distorsión del machismo, siendo invisibles, poco importantes e inseguras. Dios no nos hizo para ser pisoteadas pero tampoco para pisotear. Y esas mentiras a veces entran dentro de la iglesia para presionarnos sobre cómo vestir, hablar e incluso nuestros gustos y nos dejan confundidas y heridas. Quiero que leamos esta historia de una mujer cuando tenía 10 años: Creo que ese sentimiento nos ha acompañado o nos acompaña a todas y en parte por eso estamos hoy aquí. Dentro de eso, también hemos escuchado que podemos hacer las mismas cosas que los hombres, pero no queremos ser hombres, se trata de descubrir qué es ser mujer y esto se relaciona directamente con nuestra identidad. Usualmente ante la pregunta "¿Quién eres?" Respondemos con nuestro nombre, pasatiempos, lugar de nacimiento, o las actividades y la carrera que desempeñamos. Cuando pensamos en nuestra identidad nos preguntamos ¿Qué hago? ¿De dónde vengo? ¿Qué me gusta? Y a veces llegamos a pensar que el conglomerado de todo esto puede formar la respuesta completa de quién somos. El problema radica en que este rompecabezas nunca llega a completarse, y por mucho que tratemos de armarlo, siempre estará cambiando. Aquello que me guste hoy no será necesariamente lo que me agrade mañana. Lo que siento, lo que realizo día a día cambia tan rápido como la cultura en donde me desenvuelvo. El ser mujeres cristianas no nos exenta de esta búsqueda. Si somos sinceras, podremos ver que de una u otra manera tratamos de saber quiénes somos. Las voces que nos rodean nos dicen que si tuviéramos la respuesta, podríamos entonces obtener la tranquilidad, la paz, y la felicidad que anhelamos. Casi siempre el mensaje es: inténtalo más y con más fuerza hasta que lo consigas. Sócrates decía que el “conocerse a uno mismo es el principio fundamental de la verdadera sabiduría humana”. ¿Será esto cierto? Si lo fuera, ¿cómo podríamos definir todo lo que somos en la vida? ¿Analizando los diferentes roles que jugamos día a día? Si en un contado número de horas podemos ser amigas, hermanas, madres, enfermeras, maestras, doctoras, consoladoras, pastoras, exploradoras del rey, etc. ¿O deberíamos buscar nuestra identidad en lo que sentimos? Nuestros sentimientos suelen ser tan opuestos de un momento a otro; cambiamos de tristeza a alegría, de enojo a calma en cuestión de instantes. Como mujeres usualmente nos acompañan dos polos: sentir que no somos suficientes o sentir que somos demasiado. No soy suficientemente bonita, delgada, inteligente, amigable, bondadosa… o soy demasiado emocional, sensible, fuerte, terca, descuidada, rígida… Esto trae como resultado: vergüenza Con puntos de referencia tan volátiles, ¿cómo será posible llegar a una definición que nos provea un punto donde centrar nuestra naturaleza y que esta se traduzca en la paz que tanto anhelamos? Nuestra naturaleza no está en “uno mismo”, como decía el pensador griego, sino en conocer quién nos creó. Génesis 1:27 “Creó, pues, Dios al hombre a imagen suya, a imagen de Dios lo creó; varón y hembra los creó”. Dios es quien te conoce por nombre. Es en Él donde nuestra identidad empieza, y en Él donde nuestro verdadero propósito y futuro están guardados. Solo en el Señor la ansiedad, la vergüenza y el temor se repliegan, y la certidumbre y la esperanza comienzan. Llevamos en nuestro ser SU imagen. Entonces lo primero es que Somos creación divina. Hechas por un maravilloso Creador a quien desobedecimos, pero que en su amor diseñó un plan para traernos de vuelta a casa. Todos somos su creación, hechos a su imagen y semejanza. Y todos hemos sido destituidos de la gloria de Dios (Ro. 3:20) porque decidimos hacer nuestra voluntad dejándole de lado. Sin embargo, en contraste con nuestra deslealtad, Él nos sorprende con un plan para restaurar esa relación y adoptarnos en su familia. Los que venimos a Jesús en arrepentimiento por nuestros pecados y en reconocimiento de Él como Señor y Salvador tenemos el privilegio de ser adoptados en su familia. Somos entonces ¡hijas de Dios! 1 Pedro 2:10 nos dice: “…ustedes son linaje escogido, real sacerdocio nación santa, pueblo adquirido para posesión de Dios, a fin de que anuncien las virtudes de Aquel que los llamó de las tinieblas a Su luz admirable. Ustedes en otro tiempo no eran pueblo, pero ahora son el pueblo de Dios…”. Tal vez esto no te sorprenda porque lo has escuchado muchas veces. Tantas que quizá se haya vuelto ruido blanco en tus oídos. Como aquellas personas que viven cerca de una autopista, y que de tanto oír el ruido de los autos que pasan ya ni pueden escucharlos. Por eso es que esta verdad debemos no solo repetirla sino creerla. Y si nos cuesta, pedirle a Él que venza nuestra incredulidad. A menudo se nos olvida que el evangelio no es solo para quienes no creen, sino para los cristianos, día tras día. Que la adopción no fue solo de palabra sino que es una verdad. Que siendo sus hijas tenemos acceso a Dios y que es el Espíritu Santo quien hace cambios en nuestras vidas. Por eso Romanos 12:2 dice No vivan según el modelo de este mundo. Mejor dejen que Dios transforme su vida con una nueva manera de pensar. Así podrán entender y aceptar lo que Dios quiere y también lo que es bueno, perfecto y agradable a él. Porque la única manera de descubrir, abrazar y vivir nuestra naturaleza femenina es deshacernos de todas las heridas, mentiras y abrazar lo que Dios dice. A lo largo de nuestras vidas quizá estaremos desempeñando muchos roles diferentes. En medio de todo, podemos sentirnos confiadas y en paz recordando que tenemos una vida nueva en Cristo; recordando que lo que nos define no es algo cambiante o fugaz, sino un Dios que es el mismo hoy y para siempre. Nuestra naturaleza femenina se define básicamente en: Podemos descansar sabiendo que nuestra vida tiene propósito. Somos hijas del Rey del Universo, indispensables, hermosas, coronas de la creación, amadas y perdonadas por la obra de la cruz. Nuestra vida es para alabarle y descansar en Él plenamente. Para conocerle a través de su Palabra y servirle en el lugar donde Él nos ha colocado. Si aún esto no te convence del todo, quiero que pienses en las cosas que solías jugar o disfrutar cuando eras niña, todos nuestros juegos se pueden resumir en: que nos enamoren, tener un rol irremplazable en una gran aventura y revelar belleza. ¿No me creen? ¿Qué películas solíamos disfrutar más en la niñez? Las de las princesas, ¿En la adolescencia? Las típicas de romance. Y quizás en un punto pudiéramos desarrollar rechazo hacia ello, pero en lo más profundo de nuestro ser, cuando quitamos los miedos y las heridas, tenemos el anhelo de ser irremplazables en la vida de alguien, de ser conquistadas, de ser enamoradas. Pero eso no es lo único que está en lo profundo de nuestro corazón. Queremos tener un rol irremplazable, por eso a veces vivimos afanadas como Martha, queremos destacar, ser indispensables, ser irremplazables, pero eso muchas veces nos deja agotadas, pérdidas e inconformes, porque ser irremplazables no es lo mismo que ser afanadas, y muchas veces lo confundimos. En nuestra esencia, ese rol irremplazables está incompleto si estamos solas, fuimos creadas para que nuestra gran aventura fuera con otros, piensa en que Ester no fue irremplazable para sí misma, lo fue para otros, Rahaab no fue irremplazable para sí misma, lo fue para los espías. No me malentienda, no quiero decir que es parte de nuestra naturaleza vivir para el otro, pero si es parte de nuestra naturaleza vivir en comunidad, en una comunidad en donde mi labor sea irremplazable para la obra de Dios, eso puede ser desde mi casa hasta en mi congregación. Y muchas veces, manejar mal esa esencia puede traer el deseo de querer escapar de todos y todos, que viene de nuestras heridas, de afanarnos y del miedo. Y por último tenemos un deseo de ser bellas ¿No me creen? ¿Cuantas alguna vez ha hecho dieta, han hablado con una amiga sobre cómo les queda una ropa, se han maquillado para realzar su belleza? Todo esto nace de un anhelo de nuestro corazón, un anhelo que Satanás ha distorsionado y ha usado durante siglos para hacernos enemigas y mantenernos esclavizadas, muchas hemos endurecido nuestro corazón a este deseo, por el dolor que nos ha causado, y ese deseo no es solo de belleza externa, sino de ser cautivantes, por ejemplo cuando vemos en la Biblia a Rut, pensamos en ella como una mujer bella, pero lo que enamoró a Booz no fue sólo su físico, fue incesante valor, vulnerabilidad y fe. ¿Y qué decir de Ester? Su belleza fue inigualable, pero su valentía y su corazón fue lo que logró mover al rey. Entonces, el anhelo de ser bellas, va más allá de nuestro físico, es el anhelo de ser reflejo del fruto del Espíritu Santo en nosotras para reflejar esa alegría que hermosea el rostro. Desde la ciencia, el cerebro de la mujer tiene mayor materia blanca 4,5% más que los hombres, lo que hace que haya mayor conectividad entre ambos hemisferio y lo que explica porqué somos más emocionales, porque hablamos o sobrepensamos más que los hombres, por eso, somos más aceleradas y vemos más allá que ellos, somos más perceptivas, por ello somos más dispuesta a escuchar la voz de Dios, pero también del enemigo. Esto se refleja en que somos la corona de la creación, no existía el pecado, no existía maldad y algo faltaba (Génesis 2:18) nosotras, y no sólo eso, sino que la palabra que es usada para la mujer, que muchas veces traducimos como ayuda idónea, en su idioma original es ezer kenegdo. Ezer significa salvavidas y es usada en versículos donde Dios es nuestro socorro y kenegdo signifca al lado de o en oposición a, la traducción más cercana sería sustentadora al lado de él. Es parte de nuestra naturaleza jugar un papel irremplazable en la historia de la iglesia, junto al hombre, pero que sólo podemos lograrlo si somos sanadas por Dios para entender que somos diferentes, no buscar ocupar el lugar del hombre, porque ya es importante nuestro lugar como mujer. Por eso, al ser ese salvavidas, ese socorro, Satanás busca primero engañarnos a nosotros, por eso, Proverbios 14:1 La mujer sabia edifica su casa; Mas la necia con sus manos la derriba. Para reconciliarnos con nuestra femineidad necesitamos acercarnos a Dios, pedirle que nos sane y que nos abra como capas para que quite lo que no es de Él y podamos abrazar desde lo sano lo que Él hizo, somos irremplazables, somos bellas, queremos y necesitamos ser enamoradas (primeramente de Dios) y somos ezer kenegdo (sustentadoras del ministerio de Dios junto al hombre, porque fuimos creadas diferentes para equilibrar). Mi oración es que el Señor afirme en nosotras la verdad de que nuestra identidad y naturaleza está en Cristo para siempre. 2. Adolescencia y factores de riesgo La adolescencia es una etapa de desarrollo que inicia al final de la niñez y se da marcado por la pubertad (cambios sexuales notables). La Organización Mundial de la Salud define a la adolescencia como el período de crecimiento que se produce después de la niñez y antes de la edad adulta, entre los 10 y 19 años. Tenemos una adolescencia temprana: Entre los 10 y 13 años. Las hormonas sexuales comienzan a estar presentes y por esto se dan cambios físicos: “pegan el estirón”, cambian la voz, aparece vello púbico y en axilas, olor corporal, aumento de sudoración y con esto surge el enemigo de los adolescentes: el acné. Comienzan a buscar cada vez más a los amigos. Adolescencia media: Entre los 14 y 16 años. Comienzan a evidenciarse cambios a nivel psicológico y en la construcción de su identidad, cómo se ven y cómo quieren que los vean. La independencia de sus padres es casi obligatoria y es la etapa en la que pueden caer fácilmente en situaciones de riesgo. Adolescencia tardía: Desde los 17 y puede extenderse hasta los 21 años. Comienzan a sentirse más cómodos con su cuerpo, buscando la aceptación para definir así su identidad. Se preocupan cada vez más por su futuro y sus decisiones están en concordancia con ello. Los grupos ya no son lo más importante y comienzan a elegir relaciones individuales o grupos más pequeños. El adolescente se siente niño y adulto al mismo tiempo, pero sabemos que no es ni una cosa ni la otra. Está en permanente transición: pasar de ser niño y depender del mundo adulto para todo, a ser joven y comenzar a hacerse cargo de su vida. En un mismo día pueden actuar con mucha madurez (ayudaron a alguien que lo necesitaba) y con gran irresponsabilidad (se trasnocharon en el teléfono jugando) La adolescencia es una etapa de florecimiento, de proyectos, de descubrimiento de sí mismos y del entorno. Nuestro rol como adultos es justamente el de colaborar para que esto fluya y habilitar a que pase, sin bloquearlo o enlentecerlo. Por eso, es fundamental que los padres, educadores y referentes de los adolescentes tengamos presente que el gran objetivo al transitar la adolescencia es que puedan aprender a tomar decisiones, aprender de sus errores, hacerse cargo de sus actos, responder con libertad, funcionar con responsabilidad y crecer en autonomía, para poder llegar a ser adultos saludables. De allí recordemos dos principios bíblicos: Proverbios 6:22 “Instruye al niño en su camino, Y aun cuando fuere viejo no se apartará de él.” Y Efesios 6:4 “Padres, no hagan enojar a sus hijos con la forma en que los tratan. Más bien, críenlos con la disciplina e instrucción que proviene del Señor.” La adolescencia es un período crucial para el neurodesarrollo, en el que se da un incremento en la velocidad de conexión de las redes entre las distintas áreas del cerebro, que durante este tiempo terminará de cablearse y se remodelará completamente. Como si fuera una computadora, durante la adolescencia el cerebro está en plena actualización de su software, para adaptarse al entorno y quedar listo para funcionar en el resto de la vida adulta. TRES CARACTERÍSTICAS CLAVES PARA FASCINANTE CEREBRO ADOLESCENTE: COMPRENDER AL a) Etapa de sensibilidad máxima del cerebro a la dopamina, un neurotransmisor que activa los circuitos de gratificación e interviene en el aprendizaje de pautas y toma de decisiones. Esto ayuda a explicar la rapidez de aprendizaje del adolescente, su extraordinaria receptividad a la recompensa y sus reacciones extremas ante el éxito y la derrota. El adolescente se guía más que nadie por actividades que le producen placer. No podemos desconocer este aspecto para entender cómo toman sus decisiones. b) El cerebro adolescente es especialmente sensible a la oxitocina, otra hormona neurotransmisora, que entre otras cosas hace más gratificantes las relaciones sociales. La oxitocina a menudo trabaja sinérgicamente con la dopamina para vincular las conexiones sociales con los sentimientos de recompensa. Por eso la respuesta del cerebro adolescente a la exclusión del grupo de pares es muy semejante a la que se observa en el cerebro ante situaciones de amenaza física o falta de alimento. c) La serotonina es otro neurotransmisor que puede aparecer desregulado en la adolescencia. Esto explica el estado cambiante y variable en el ánimo de los adolescentes, así como su apetito y sueño. Cuando funciona de manera óptima, la serotonina conduce al bienestar y la felicidad. Niveles bajos de serotonina en la adolescencia pueden relacionarse con la soledad, los trastornos alimentarios, la depresión y conductas autoagresivas. Los adolescentes tienen capacidades intactas para razonar, tomar decisiones, planificar y tener otros modos racionales de pensamiento y comportamiento. Sin embargo, aunque reconozcan racionalmente el bien del mal, estas capacidades pueden ser interferidas con mucha facilidad por sus emociones o por las influencias de sus pares. Los entornos en los que se da la toma de decisiones y un estado emocional alterado pueden llevarlos a realizar actos peligrosos, inapropiados, a actuar irresponsablemente. La corteza prefrontal, zona clave para el desarrollo de funciones como la planificación, la toma de decisiones, la inhibición de impulsos y la capacidad de autocontrol, no termina de madurar hasta los 25-27 años. El sistema límbico, o cerebro emocional, lugar donde se elaboran las emociones, madura antes que la corteza prefrontal. Por esto lo emocional pesa mucho más que lo racional en las decisiones adolescentes. Los adolescentes valoran la recompensa más que el riesgo mismo. Es decir, pueden ser ES DECIR, PUEDEN SER CONSCIENTES DE LOS RIESGOS QUE ASUMEN, PERO LE DAN MÁS VALOR A LA RECOMPENSA SOCIAL. Esto significa que los jóvenes pueden entonces perder de vista la dimensión real de determinados riesgos cuando están en su grupo. Estos dos factores, un sistema de autocontrol aún inmaduro, así como anteponer el valor de la recompensa por sobre otras cosas, influyen directamente en la forma en que los adolescentes toman sus decisiones y calibran los riesgos. Y conocer esto nos brinda a los adultos otra perspectiva para comprender sus conductas. (Steinberg y experimento de videojuegos) Durante esta etapa el adolescente comienza a separarse del mundo de sus padres, del mundo adulto, para pertenecer e identificarse al de sus pares. Con ellos comienza a imitar ciertas conductas repetidas por sus amigos. Una característica distintiva del adolescente es que suele tener una postura muy crítica hacia sus padres, pero no así con sus pares. Por eso probablemente no cuestione las cosas que hacen sus amigos o lo que consumen, pero sí lo hará con sus padres. La zona del cerebro asociada al control emocional, a calibrar riesgos, a la capacidad para anticiparnos, a medir nuestras acciones en buenas o malas, aún no terminó de madurar. Por lo tanto, nuestra presencia como adultos es clave, para mediar, supervisar y guiar, a la vez que brindamos espacio y tiempo para poder probar. Este es el tiempo en el que los adolescentes están más expuestos al consumo de drogas. El alcohol suele ser la droga de inicio y la más consumida. El consumo de cualquier tipo de drogas desinhibe y empuja al adolescente a conductas impulsivas atraídas por el riesgo. Esta atracción e interés por el riesgo es parte de la adolescencia, la necesidad de explorar también lo es. En algunos casos esto puede motivar al consumo de drogas. Recordemos que el adolescente con su cerebro en construcción no cuenta aún con las herramientas suficientes para poder evaluar con responsabilidad los riesgos y las consecuencias de sus acciones, como sí puede hacerlo un adulto. Si observas alguno de los siguientes síntomas, es probable que estas sustancias no sólo estén presentes en la vida de tu hijo, sino que la situación se haya salido de control: Se aísla y se muestra deprimido, cansado y descuidado en su aseo personal. Se comporta demasiado hostil y deja de cooperar en la casa. Tiene nuevos amigos de los que se niega a hablar. No quiere decir adónde va ni qué va a hacer. Sus calificaciones escolares bajan de forma significativa. El dinero u otras cosas de valor desaparecen de la casa. Otro factor de riesgo en la adolescencia son los desórdenes alimenticios. La anorexia se caracteriza por la pérdida de peso extrema y la bulimia por episodios de comer en exceso para después provocarse el vómito. En ambos casos las repercusiones son graves, por eso es importante detectarlos a tiempo. Busca la ayuda de un experto si notas que tu hijo presenta algunos de estos síntomas: Pierde peso repentinamente sin motivos médicos. Reduce mucho la cantidad de alimento que ingiere. Hace demasiado ejercicio. Le aterroriza subir de peso. Se excede con los alimentos de mucho contenido calórico. Intenta controlar el peso mediante laxantes o diuréticos. Los diversos factores que afectan el estado emocional son responsables del 10.75 por ciento de muertes entre adolescentes, según datos del Instituto de la Juventud (INJUVE). Algunos de los factores que pueden contribuir a un estado de depresión severa en los adolescentes pueden ser: Situaciones de conflictivas en la familia (como el divorcio de los padres). La pérdida de un ser querido. El abuso de drogas de parte de un familiar. El rechazo por parte de amigos y conocidos. Excesivas preocupaciones en el ámbito de la sexualidad. A esta edad también ocurren las primeras crisis de fe, cuando son pequeños creen en lo que los padres les enseñan, pero en la adolescencia con el desarrollo del pensamiento abstracto y crítico, inician las primeras dudas y si no se maneja con sabiduría es en la edad en la que la mayoría de los hijos de cristianos abandonan la fe. Otras conductas de riesgos son: la adicción a los dispositivos tecnológicos, vandalismo, comportamiento sexual promiscuo, deserción escolar, inclusión en grupos antisociales, autolesiones. ¿Qué cosas hacen que nuestros adolescentes sean más propensos a caer en estos riesgos? Insatisfacción de las necesidades psicológicas básicas. Dentro de ellas podemos destacar la necesidad de autoafirmación, de independencia, de relación íntima personal y la aceptación por parte del grupo Patrones inadecuados de educación y crianza. Estos pueden ser: o Sobreprotección: Se puede manifestar de una manera ansiosa (al crear sentimientos de culpa en el adolescente) o de una manera autoritaria (al provocar rebeldía y desobediencia). o Autoritarismo: Limita la necesidad de independencia del adolescente y mutila el libre desarrollo de su personalidad, para provocar como respuesta en la mayoría de los casos, rebeldía y enfrentamientos con la figura autoritaria y pérdida de la comunicación con los padres. o Agresión: Tanto física como verbal, menoscaba la integridad del adolescente, su autoimagen y dificulta en gran medida la comunicación familiar. o Permisividad: Esta tendencia educativa propicia la adopción de conductas inadecuadas en los adolescentes por carencia de límites claros. o Autoridad dividida: Este tipo de educación no permite claridad en las normas y reglas de comportamiento, y provoca la desmoralización de las figuras familiares responsables de su educación. Ambiente frustrante. Cuando el adolescente no encuentra adecuadas manifestaciones de afecto, cuando hay censura inmotivada y frecuente hacia su persona, cuando se reciben constantes amenazas, castigos e intromisiones en su vida privada y cuando se aprecia un desentendimiento y alejamiento de las problemáticas que presenta. Sexualidad mal orientada. Cuando por la presencia de prejuicios en relación con los temas sexuales, la comunicación en esta esfera queda restringida y el adolescente busca por otros medios, no siempre los idóneos, sus propias respuestas e informaciones o en muchos casos mantiene grandes lagunas que le acarrean grandes problemas por el desconocimiento, la desinformación y la formación de juicios erróneos en relación con la sexualidad. No subestimemos cuando la palabra dice: Proverbios 22:15a “La necedad está ligada en el corazón del muchacho…” ¿Qué podemos hacer para prevenirlo? Ponle atención a tu hijo Hazle saber a tu adolescente que te preocupas por él y que puede acudir a ti si tiene problemas. Sé un apoyo cuando tenga un mal día. Reconoce sus esfuerzos: felicítalo por las cosas que está haciendo bien. Crea espacios de conexión y no juicio, conoce a tu hijo/a, sus gustos, cómo piensa, con ellos funciona mejor hacer preguntas que lo lleven a la reflexión y de ahí guiar. Los adolescentes se conectan desde la emoción, no desde la autoridad, esto no quiere decir que dejaremos de ser la autoridad, no somos sus amigos, pero un adolescente estará más dispuesto a obedecer si se siente que se escucha y se le tiene empatía, que si no. Ayúdale a encontrar un mentor Un mentor es una persona de confianza que tu hijo admira y no la ve como una autoridad directa. Esta persona, que no es mamá ni papá, puede preguntarle cosas y asesorarle; por ejemplo, un profesor, un líder de la iglesia. De esta forma tendrá alguien con quien hablar y consultar en momentos de duda. Permítele equivocarse y responsabilizarse por sus actos Este punto involucra elementos importantes: Que el adolescente tome sus propias decisiones. Los padres tienen que dejarle tomar más decisiones y asumir que si se equivoca es parte de su crecimiento. Los padres deben mantenerse lo suficientemente cerca para extenderle la mano cuando lo necesite. El adolescente debe cumplir las reglas establecidas en la familia como consecuencia de vivir su libertad. (Diferenciemos gustos de principios) 1. 2. 3. 4. Así, tu hijo o hija aprenderá que a pesar de las buenas o malas decisiones siempre podrá contar contigo y confiar en que puede regresar siempre a casa por el apoyo que necesita. Por ejemplo, congregarse debe ser siempre una norma de la casa. Elige bien donde estudiará tu hijo El liceo es el gran aliado de los padres en la educación de los adolescentes. Elegir aquella que brinde apoyo psicopedagógico necesario para atender esta etapa de la vida es vital para detectar y evitar situaciones de riesgo en la adolescencia. 3. Como controlar el carácter y formas de actuar Una de las cosas que debemos entender es que, nosotros estamos conformados por tres cosas: El temperamento: El temperamento hace referencia a la dimensión biofísica del sujeto. La parte más condicionada por la biología, por la genética. En los tiempos de Hipócrates, se entendía el temperamento como el humor predominante en la personalidad de un individuo, de allí la teoría de los cuatro temperamentos fundamentales: sanguíneo, colérico, melancólico o flemático. El temperamento es la base biológica de la personalidad, representa el 5% de nuestra personalidad y es el ambiente, las experiencias y la crianza la que exacerba o no esas características. La personalidad: Existen muchas definiciones sobre este concepto, dos de los que más me gustan son: Allport (1960) consideraba que la personalidad era un conjunto de variables aditivas (lo que aprendemos), integradoras (como lo agregamos a nuestra esencia biológica), jerárquicas (lo que damos mayor importancia), adaptativas (lo que nos ayuda a sobrevivir) y distintivas (lo que nos diferencia). Cada una de esas variables tiene una función de respuesta al ambiente concreto de cada sujeto. Mientras Eysenck (1987) la define como “La personalidad es la suma total de los patrones de conducta, actuales o potenciales, de un organismo en tanto que determinados por la herencia y el ambiente” tres principios básicos que pueden aplicarse a la personalidad. Estos principios son: Totalidad: ningún sistema es igual que otro por la interacción de todos sus elementos. Como reza la ley gestáltica, el todo es más que la suma de sus partes. Por ello, la personalidad se entiende como una organización. A través de la interacción del ser humano con su medio, van apareciendo nuevas dinámicas y tendencias que son capaces de responder a sus demandas. El principio de totalidad también refiere que uno de los aspectos más importantes de la personalidad es la singularidad, y que cuanto más complejo sea ese sistema, más necesidad de singularidad necesitará ese sistema. Retroalimentación y autoorganización: para mantener la identidad interna ante el cambio externo constante existen procesos de autorregulación de la personalidad. No se refiere a un simple proceso de homeostasis para mantener el equilibrio. La personalidad está en constante contacto con el ambiente, conjugando cambio y equilibrio. No obstante, a pesar de esos cambios, los procesos de autorregulación garantizan una identidad y personalidad constantes. Indeterminación: la personalidad es indefinida y abierta en tanto que no se puede determinar el estado real inicial de sus elementos. El sistema, o la personalidad, puede actuar de forma indeterminada hacia ciertos estímulos y viceversa. Por ello, existen respuestas muy diferentes ante una palabra, una conducta o un gesto. La personalidad sufre pocas oscilaciones a lo largo de la vida, es bastante estable después de la adolescencia. Aunque, esto no significa que no sufra cambien con el tiempo. El carácter El carácter es el componente aprendido de la personalidad, creado a partir de las experiencias que vive el sujeto. Se destaca el papel imprescindible de la interacción social en este proceso de formación. El término carácter proviene del mundo griego, y por ello está muy relacionado con la ética. Así, autores como Hogan (1973), empapados de esta perspectiva, definieron el carácter como los motivos, objetivos y disposiciones que dan cierta estabilidad a la conducta social del individuo. El carácter de la persona está relacionado con cinco dimensiones sociales: El conocimiento de las reglas sociales. El grado de respeto hacia las normas, valores y prohibiciones como mandato personal. La empatía. La autonomía, donde la responsabilidad de las acciones es de uno mismo. El juicio moral, el grado en el que la persona se involucra en con su conciencia personal. En resumen, el carácter es lo que demostramos, una persona de carácter fuerte, es una persona íntegra que se muestra igual en cualquier situación, que ha aprendido a dominar su temperamento, emociones y es capaz de recapacitar. ¿Cómo podemos ser esa persona? 1. Conocer nuestro temperamento y sus debilidades, para trabajarlas. Aprender a manejar nuestro carácter es un mandato de Dios. Colosenses 3:8 2. Examinar nuestra historia de vida y sanar las heridas, conocer las cosas que nos detonan. Romanos 12:1-2 3. Respirar profundo, contar hasta 10 o pedir un tiempo. Proverbios 21:23, Proverbios 17:14, Salmo 4:4 4. Aprender a vivir y manejar las emociones, nos ayudará a controlar nuestro carácter. Santiago 1:20, Proverbios 12:25, Proverbios 15:13-15 5. Al fallar, compensa a quien ofendas. Gálatas 6:7-9 6. Cuando no podemos solos, necesitamos rendir cuentas. Santiago 5:16 7. Una constante relación con el Espíritu Santo para ver su fruto en nosotros. Gálatas 5:22-23 “Mas el fruto del Espíritu es amor, gozo, paz, paciencia, benignidad, bondad, fe, 23 mansedumbre, templanza; contra tales cosas no hay ley.” 4. Cuidado integral de la mujer