Voy para que me den en la cabeza

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Voy para que me den en la cabeza
(o el esquivo arte de la sorpresa cinematográfica)
Por Óscar Guzmán Valbuena
Siempre son motivo de admiración y sorpresa muchas de las respuestas que recibo
cuando indago entre amigos y extraños sobre la razón fundamental por la que van
al cine.
La gama de respuesta es variada y no faltan los lugares comunes como “para
entretenerme” o “para pasar el rato” e incluso la sinceridad de quienes admiten que
“voy porque me toca” o “sólo cuando me invitan” con lo cual quedan expuestos los
que sienten más pasión por sus crispetas que por las películas. Sin embargo, hay
quienes luego de una breve consulta interior, me dan respuestas que producen tela
para cortar. “Voy con el deseo de que me hagan pensar”, “voy a que me alboroten
la adrenalina”, “voy porque quiero que me cuenten una historia”. Tales respuestas,
marcadas por el brillo en la mirada del auténtico cinéfilo, son el santo y seña para
profundizar en la conversación. Con un poquito de Sócrates y una pizca de Freud,
invito a mis interrogados a ir un poco más al fondo de sus afirmaciones iniciales
para descubrir en sus inconscientes las raíces básicas y casi instintivas que nos
llevan a tomar parte del mágico ritual en el que un haz de luz rompe la oscuridad.
Si me ha seguido hasta este punto de la lectura y no se ha distraído pensando en
su salsa favorita para acompañar el perro caliente, significa que usted es un
espectador consciente y también está preguntándose por qué le gusta ir al cine.
Piénselo. ¿Vio la trilogía del Señor de los Anillos para comprobar que los dientes
de los orcos eran tan feos como le contaron? ¿Fue a ver Titanic porque le gusta el
crujir de los barcos que se hunden? ¿Qué tienen en común quienes ven películas
de todo género y presupuesto, sean éstas producciones tan básicas en sus
planteamientos como Rocky, Robocop o Martes 13 o piezas más sofisticadas como
El Padrino o Gandhi? Sí, a mí y a usted nos atrae en el fondo lo mismo. Nos
encerramos en la oscuridad, con o sin crispetas, porque nos gusta algo que por
poco se escapa de ser morboso: presenciar las luchas y los dilemas que nos
ofrecen los dramas ajenos.
Drama. Esa es la respuesta. Revise de nuevo la lista antojadiza que sugiero líneas
arriba. En todas estas películas se enfrenta el hombre contra sus circunstancias;
hay un conflicto en el que se juega la vida, el honor o la victoria de uno o varios
protagonistas. Aquí caben todos: los buenos que deben vencer a los malos o los
héroes que deben superar obstáculos para hacer realidad sus deseos. El drama es
tan básico que es evidente incluso en las comedias y exige en su planteamiento
algún tipo de solución. Como diría el destacado gurú y maestro de guionistas, Syd
Field, “el drama es conflicto; sin conflicto no hay acción; sin acción no hay
personaje; sin personaje no hay historia, y sin historia no hay guión”.
Claro, ni Field ni yo descubrimos el agua tibia. La sed innata que los humanos
tenemos de drama es un cuento tan viejo como Aristóteles, su primer enunciador.
Nos cantó a todos muy clarito que somos noveleros por naturaleza para
identificarnos con la tensión del conflicto y el éxtasis del desenlace. Tal condición
está presente en la lectura de un libro de ficción, en el melodrama de una
telenovela y hasta en las graderías de un estadio de fútbol.
Si de corazón usted también admite que la sed de drama lo lleva hasta la taquilla
del cinema, quizás le interese profundizar en el acto de contrición a partir de la
iluminadora respuesta de un amigo mío a quien también pregunté sobre por qué
iba al cine: “Voy para que me den en la cabeza”. Tras una breve explicación, me
identifiqué por completo con su opinión. Yo también voy al cine para que me den en
la cabeza; para que en la faena de un drama bien expuesto me sorprendan con
una resolución conmovedora o inspiradora pero que, en todo caso, tenga la virtud
de sorprenderme.
“Sorpréndeme” es más que una línea popular en muchos guiones. Es el anhelo
secreto del espectador quien a consciencia o sin ella alberga el anhelo de no ser
capaz de predecir el final y de experimentar el gozo de una revelación que no se
esperaba. Cuando esa magia se rompe por una anticipación desafortunada, todas
esas sensaciones son remplazadas por un largo bostezo y algunas veces por el
enojo. A toda costa y con grandes presupuestos, la industria cinematográfica
intenta evitar la ausencia del factor sorpresa en las películas. No obstante, la tarea
no es nada fácil pues parece que ya lo hemos visto todo y asombrarnos es cada
vez más difícil. Y no es que la capacidad de sorpresa del público se haya agotado
sino que la habilidad de los realizadores para lograrlo es cada vez más exigida.
Como si fuéramos resistentes bacterias audiovisuales, nos hemos hecho inmunes
a fórmulas argumentales que funcionan por poco tiempo. El drama básico subyace
como un fundamento de roca sólida e indispensable pero sobre el cual hay que
innovar para no aburrir.
Así las cosas, ¿qué le da en la cabeza? ¿Cuándo se considera usted realmente
sorprendido?
Actuaciones que conmueven
Vamos al cine en búsqueda de actuaciones intensas y memorables que nos hagan
sentir identificados con los desafíos del drama. Una película de trámite decoroso
puede verse súbitamente iluminada por actuaciones magistrales que comprometen
profundamente y sin aviso la emotividad del espectador. No sé si fue por haber
visto esa escena en medio de dos amigos judíos, que sollozaban a lado y lado
tanto como yo, pero la interpretación de Liam Neeson, hacia el final de La lista de
Schindler, es uno de esos momentos en los que la convicción y el corazón de un
actor dan la sorpresa por la empatía que suscitan. Verlo desear que su anillo
sirviera para salvar a un judío más, es el momento que muchos recuerdan como el
más impactante de ese film, por encima de las bien logradas escenas que
describieron la crudeza del holocausto.
Declaraciones que dejan huella
Vamos al cine porque deseamos estar expuestos a planteamientos o realidades
que nos hagan vibrar, que nos hagan despertar de la pasividad con alternativas
que no habíamos considerado. Quizás usted pueda identificar películas así al
recordar que llegó a verlas siendo uno y salió del teatro siendo otro. La noche de
los lápices me dio conocer, cuando era muy joven, el horror de la dictadura. Matrix
me hizo replantear mis definiciones sobre la realidad. Con V de Vendetta, pude
entender de una forma insospechada que ser libre del miedo es el inicio de la
verdadera libertad y Bailar en la Oscuridad me hizo consciente del poder de una
decisión.
Finales inesperados
El esquivo arte del twist end, como se le conoce al final sorpresivo en el ámbito
cinematográfico, consiste precisamente en darle en la cabeza al espectador con un
desenlace que lo deja boquiabierto; ligeramente confundido mientras lo asimila
pero maravillado con el toque de genialidad que logra percibir cuando las fichas
caen en su sitio. Nuevamente examine los finales de su inventario de películas
destacadas y trate de recordar cuáles de ellas le llevaron a marcar las uñas en los
brazos de su asiento o le hicieron susurrar durante algunos segundos “¡no puede
ser…. no puede ser!”
Si tiene en mente un par de buenos ejemplos, encontrará que la fórmula de un
buen final consiste precisamente en que no es posible calcularle una fórmula; es
una consecuencia que no se tenía en las cuentas y que resulta inesperada. Como
en una suerte de equilibrismo, debe, sin embargo, encajar perfectamente con los
hechos que han construido la película y responder a una lógica alterna pero
coherente. De hecho, los finales de película más impactantes son aquellos en los
que el desarrollo de la trama es una conspiración argumental que cambia por
completo el sentido de la historia o sencillamente lo consolida en sus últimos
instantes, tal como sucede en realizaciones extraordinarias como El tigre y la nieve,
del siempre genial Roberto Benigni.
No pienso meterme en camisa de once varas, con quienes hasta este punto me
siguen, dando claves ni revelando finales, pues bien cabe la posibilidad de
arruinarle una buena película a algún lector que por casualidad no la haya visto.
Por eso sólo diré que me dieron en la cabeza los finales de algunas películas de
un maestro del twist end: M. Night Shyamalan. Quienes han experimentado la
emoción de un genuino “no-puede-ser” seguramente han visto películas como
Sexto Sentido, La Aldea, o Señales. Y aunque una lista de finales sorprendentes
siempre será subjetiva y controvertida, me animo a incluir al Club de la Pelea y a la
Vida de David Gale como buenos exponentes de dramas cinematográficos capaces
de detener el parpadeo.
Películas sorprendentes sin duda hay muchas; finales de antología serán siempre
objeto de apasionadas discusiones. Así que la lista que voy a sugerir a
continuación es tan solo una modesta sugerencia, una recomendación amistosa
para quienes han puesto en práctica la reflexión de esta lectura y deseen dejarse
sorprender con algunos de estos títulos, en caso de que no las hayan visto.
Además de las ya mencionadas destaco por haberme dado en la cabeza con su
planteamiento o con su final sorprendente a las siguientes 10 películas:
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El Planeta de los Simios (1968): Recuerdo aún cuán largo se descolgó mi
quijada luego de que el personaje de Charlton Heston descubriera la verdad.
El refrito de este filme que se estrenó en el 2001 no contó, en mi opinión,
con el factor sorpresa que sí tuvo la película original, con todo y los medios
que tuvo a su disposición para crear notables efectos especiales.
Atrapado sin salida - One Flew Over the Cuckoo's Nest (1974): Esta pieza
clásica del cine me puso en contacto con la inteligencia actoral de Jack
Nicholson y me permitió entender, con lujo de detalles, por qué el único
negocio en el que el cliente no tiene la razón es el manicomio.
Blade Runner (1982): Magistral pieza de ciencia ficción en la que los efectos
y la ambientación futurista pasan a un segundo plano para darle paso a la
emotividad sorpresiva que suscita. Me hizo repensar mi definición de lo que
significa “ser humano”.
Brazil (1985): Sí, con Z. Esta particularidad de su título y la excepcional
propuesta de Terry Gilliam, su guionista y director, hicieron que esta película
fuera por completo sorprendente e impredecible. No me gustó el final por
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razones muy personales pero no por eso deja de ser un final magnífico para
un film excelente.
Sueños de Libertad - Shawshank Redemption (1994): Verdadero homenaje
a la libertad que hizo memorables para siempre a Tim Robbins y a Morgan
Freeman. Muy equivocado estaba yo cuando pensé que después de Fuga
de Alcatraz, con Clint Easwood, sería muy difícil hacer otra película
sorprendente que tuviese como trasfondo el tema de la cárcel.
Sospechosos habituales (1995): A Kevin Spacey se le da muy natural el arte
de la sorpresa. El mismo año en el que se apuntó un éxito con esta película,
nos hizo contener el aliento con su maldad en Seven. Sospechosos
habituales es una interesante pieza de análisis para aquellos que quieren
saber cómo se usa bien el flashback a la hora de contar una historia.
El Protegido (2000): Inesperada, como casi todo lo que hace M. Night
Shyamalan, y sorprendente por una actuación de Bruce Willis, que sumada
a su interpretación un año antes en Sexto Sentido, quitó por completo la
etiqueta que lo encasillaba como héroe de acción.
Chocolat (2000): Su reparto de lujo ya es presagio de una película que
sorprende por el sabor de las interpretaciones que nos llevan a reflexionar
sobre la devoción: Alfred Molina, Carrie-Ann Moss, Juliette Binoche, Johnny
Depp y Judi Dench, entre otros actores consagrados.
La vida de los otros (2006): Producción alemana que teniendo como punto
de partida el asfixiante control del régimen comunista en lo que alguna vez
fue Alemania Oriental, explora la psicología de las relaciones y la soledad de
una forma muy confrontadora.
El Lector (2008): Drama estremecedor con el que alcanzó el Óscar, y de
paso la consagración, Kate Winslet. Muchas cosas de esta película me
dieron en la cabeza pero en especial la cruda exposición del abismo que
puede existir entre lo moral y lo legal.
Puedo imaginar a estas alturas un murmullo de sugerencias y protestas justificadas
porque seguramente dejé por fuera piezas doradas de la cinematografía que
sorprenden. Quizás sea necesario abrirle espacio a otras categorías en las que se
puedan destacar aspectos como la música o los efectos visuales que causan
admiración. En tal sentido, me gozo en la posibilidad de cederle al turno a los
lectores para que a través de sus comentarios enriquezcan aún más las
posibilidades de quienes, como yo, deseamos ser sorprendidos. Y a usted, ¿qué
película le ha dado en la cabeza y por qué?
Relación de fuentes:
Bibliográficas:
Field, Syd. El manual del guionista. Editorial Plot.
Aristóteles. Poética. Ediciones El Aleph
Fotos (archivo adjunto):
La lista de Schindler (045list.jpg): http://www.boxofficereport.com
Matrix (matrix_redpill.jpg): http://mpfiles.com.ar
El Tigre y la nieve (tigre_e_neve_1.jpg): http://www.oeff.jp
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