L. José Faletti

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Coadjutor JOSÉ FALETTI OSSOLA
Nació en Italia el 31 de Diciembre de 1870; profesó en Italia el 25 de Septiembre de 1894; llegó a Venezuela en
Noviembre de 1894; regresó a Italia en 1925; murió en Italia el 8 de Abril de 1951; a 80 años de edad y 56 de
profesión.
Carta Mortuoria
Oratorio, Turín, 9 de Abril de 1951
Queridos Hermanos:
Esta tarde hemos acompañado al cementerio el cadáver del querido hermano, Profeso
Perpetuo, Coadjutor JOSÉ FALETTI, quien era por su edad, el decano de nuestra casa, ya
que había cumplido los 81 años de edad el 30 de Enero p.p. Tenía 59 años de vida religiosa y
desde hace 25 años se encontraba en el Oratorio.
De su niñez nos deja él mismo algunas noticias preciosas.
Hasta los 22 años trabajó en el campo con su familia, en la que reinaba una gran paz.
Su padre era observantísimo de todos los deberes religiosos y era admirado por todos. Se
rezaban todos los días en común el Santo Rosario y las oraciones de antes y después del
almuerzo y de la cena. Su padre fue Cooperador Salesiano desde 1882 y estaba suscrito al
Boletín Salesiano y a las Lecturas Católicas.
La decisión de hacerse salesiano le vino por la lectura de uno de estos libritos,
llamado "Vocación al Estado Religioso". Aunque la Obra Salesiana era muy estimada en su
familia, todos, especialmente su padre, se opusieron a su vocación. Sólo después de años
obtuvo el consentimiento. Entró en el Noviciado de San Benigno Canavese en Febrero de
1892 e hizo su profesión perpetua el 23 de Septiembre de 1894.
En Noviembre de ese mismo año tomó parte en la expedición misionera y así partió
para VENEZUELA, donde permaneció por 32 años. Recordaba bien las primeras
dificultades: pobreza absoluta, peligro de fiebre amarilla, escasez de agua potable. La primera
y pobre casita salesiana, en los suburbios de Caracas, abrió las puertas a una escuela nocturna
de verano. El Señor Faletti se las industrió para hacer de todo: proveedor, sacristán,
agricultor, maestro de banda, maestro de primaria.
Decía San Juan Bosco a los primeros novicios coadjutores del Noviciado de San
Benigno en 1883: "Tengo necesidad de tener en casa a alguien a quien confiar las cosas de
mayor confianza. Tengo necesidad de que marchen bien la cocina y la portería, de que todo
se provea a tiempo, de que no se desperdicie nada, de que nadie salga. Tengo necesidad de
personas a quien poder confiar estos encargos. Ustedes tienen que ser esas personas!" (MB.
XVI, 313).
Diez años más tarde, el eco de estas paternas expresiones debía resonar aún
eficazmente en los oídos de aquellos buenos novicios y el Señor Faletti se preparaba a
ponerla en práctica ejemplar y constantemente durante toda su vida.
De Caracas pasó a Valencia, donde permaneció seis años. En 1912 volvió a Caracas,
donde hizo de proveedor, maestro de primaria y maestro de banda. Prueba de su apostolado y
celo fueron las delicadas manifestaciones que recibió de parte de los peregrinos venezolanos
de paso por Turín durante el Año Santo de 1950, y en manera particular del venerado
Arzobispo de Caracas, Monseñor Lucas Guillermo Castillo. Una última y especialísima
muestra de afecto la recibió en la visita que le hizo el Reverendísimo Padre Jorge Serié, al
volver de Venezuela, donde había estado como Visitador. El buen Superior le trajo saludos y
recuerdos y le hizo ver algunas fotos de la Obra Salesiana en su maravilloso desarrollo. Fue
aquel uno de los consuelos más gratos que el buen anciano recibió en los últimos años de su
vida.
En 1925 regresó a Italia, gastado por el trabajo y el clima. Eran tan preocupantes sus
condiciones que se temió no pudiera llegar vivo a su patria. Llegó sin embargo, pero
agravado por una mastoiditis, que requirió ser internado en la Clínica Gradenigo.
Su robusta constitución le ayudó a superar la operación y a beneficiarse de su
curación, de modo que al salir de la Clínica, volvió al trabajo con renovadas energías. Le fue
confiado el delicado encargo de ordenar las audiencias en la sala de espera del Rector Mayor
y del Prefecto General. En las horas libres de su trabajo, ayudaba en la Oficina de
Correspondencia, en la Oficina de Correos interna y en la Enfermería. Luego, sustituido por
otros Hermanos, fue encargado de una Oficina del Boletín Salesiano.
El año pasado, el Prefecto General deseó tenerlo de nuevo en la Oficina de la sala de
espera y allí volvió y se quedó hasta que pudo sostenerse de pie.
Virtudes características de nuestro querido Hermano fueron:
1.- Un espíritu de docilidad y obediencia verdaderamente edificante, alegre cuando
podía dejar un encargo y aceptar otro, si sabía que esa era la voluntad de los superiores. No
dejaba traslucir el menor apego. Dejaba su oficina en un orden admirable, daba a su sucesor
las normas oportunas que le había dictado la experiencia y pasaba al otro trabajo con
desenvoltura y nostalgias.
2.- Trato afable y delicado con toda clase de personas. Al ver sus modales tan
delicados y gentiles con todos, le pasaba a uno por la mente lo que ya se decía de Don Bosco:
"Dónde aprendió tanta cortesía?".
3.- Hermosa figura de trabajador. Aquí, entre nosotros, no era ya más el joven de 50
años. Tenía sus achaques, que lo molestaban a menudo y que él sabía disimular y esconder.
Pero en el trabajo no dijo nunca: basta! Parecía como si rejuveneciera, se alegraba si podía
ser útil y se mostraba agradecido a quiero lo atendía. Durante los años de la guerra, había
aceptado pertenecer a las Conferencias Parroquiales de S. Vicente de Paúl y para ayudar a los
pobres, él -con sus 70 y más años- recorría horas y horas de bicicleta para ir a buscar harina y
papas. Los retazos de tiempo sabía aprovecharlos con el estudio tenaz y constante de dos
instrumentos musicales: el contrabajo y el violoncelo, contento si podía ofrecer su
colaboración en las veladas y conciertos de nuestros Colegios y 0ratorios.
4.- Admirable fue siempre su diligencia en participar en las Practicas de Piedad en
común. Efecto de esa costumbre era, en los últimos años, su arrastrarse a duras penas, hasta
los lugares donde se reunían los Hermanos para los ejercicios ordinarios de devoción. Se
confesaba sin falta todos los viernes.
5.- Gran caridad con todos. Sólo Dios sabe el bien que supo hacer con su palabra
sencilla en el consolar, aconsejar y animar. Tenía en gran estimación a sus Hermanos. Sufría
al ver alguna vez faltar a las Reglas o presenciar alguna desatención hacia alguno. Pero solía
excusar y perdonar, mientras confiaba filialmente sus penas en la Cuenta de Conciencia.
Tenía gran respeto hacia los Sacerdotes, aunque tuvieran menos edad que él. Profesaba gran
veneración hacia los Superiores, especialmente hacia el Rector Mayor. "Vinieron todos a
visitarme!", repetía con gran emoción y humilde reconocimiento en los últimos días de su
enfermedad. De modo especial lo animó la visita y la bendición del Rector Mayor.
Debería continuar subrayando otras virtudes que hicieron edificante la vida y la
muerte del querido Hermano, pero vosotros habéis ya comprendido y quizás conocido esta
hermosa figura de salesiano, que en su vida humilde y escondida, dejó de sí un recuerdo
imborrable.
En los primeros días de marzo, sorprendido por síntomas de gripe, tuvo que suspender
todo trabajo y retirarse a su cuarto. La gripe reveló una alarma en el sistema cardiopulmonar.
El Señor Faletti no se asustó absolutamente, sino que consciente de su mal, pidió de
inmediato los Santos Sacramentos.
El Domingo de Ramos recibió con edificante preparación y recogimiento el Santo
Viático y la Extrema Unción.
Confortado siempre con la asistencia de los Hermanos, que no lo abandonaron ni de
día ni de noche, sintió especial consuelo en tener a su lado a su sobrino, sacerdote salesiano, y
a su sobrina, Hija de María Auxiliadora, dos vocaciones que había cultivado en su familia y
ofrecido al Señor.
Entre tanto el mal progresaba cada vez más rápidamente hasta vencer su fuerte
constitución. El Domingo 8 de Abril recibió aún la Sagrada Comunión y aunque dormía
frecuentemente, se despertaba y respondía claramente a las jaculatorias, hasta que a las 11 de
la mañana, repentinamente abrió los ojos, miró a su alrededor, me hizo con la mano la señal
del adiós y sin quejarse, se durmió en el Señor.
Así nos dejó este buen Hermano, con el consuelo de un sereno ocaso, y con el ejemplo
de una larga existencia llena de actividad y rica en méritos.
Queridos Hermanos: recordadlo en vuestras oraciones, para que purificado
prontamente en el Purgatorio de las manchas que son inseparables de la humana debilidad,
vuele al Cielo, donde intercederá por nosotros todos, especialmente por los Hermanos
Coadjutores, que -como el querido difunto- deben ser la bendición y el tesoro de toda Casa
Salesiana.
Rogad también por vuestro afectísimo Hermano,
Sac. Rubén Uguccioni
Director
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