De lo científico a lo folclórico: Astrólogos y Astrología en el teatro renacentista Julio Vélez-Sáinz UCM La Astrología, las estrellas y su interacción con el destino de los seres humanos aparecen bien como temas bien como imágenes en muchas obras de nuestro teatro clásico. Así, por ejemplo, se han estudiado los usos simbólicos de la Astrología en obras de géneros tan dispares como la comedia de corral, la fiesta palatina o la comedia de santos1. En algunos casos, el uso es tan repetido que informa estilística y temáticamente muchas de las obras de un autor. Por ejemplo, como muestra Frederick A. de Armas, en el corpus de obras de Calderón se utiliza el mito de la diosa griega Astrea (la última divinidad en abandonar la Edad de Hierro y, a la vez, el primer heraldo de la de Oro) con el fin de mantener una discusión de connotaciones imperiales por medio de símbolos astrológicos. Lope de Vega también utiliza la Astrología repetidamente a lo largo de sus obras, normalmente con una función cronológica. Este amplio uso en la comedia revela un interés en la Astrología por parte del público en general. Lope como Calderón, al igual que el resto de los terciarios y sacerdotes de su momento, tenían un conocimiento relativamente amplio de nociones de Astrología judicial, por lo que es normal que lo reflejen en sus obras2. También es común la figura cómica del astrólogo «tunante» o «fingido» dentro del teatro breve áureo, así encontramos astrólogos burlescos en La cueva de Salamanca de Cervantes, en Los refranes del viejo celoso de atribución quevedesca, en los anónimos La burla más sazonada, El estudiante, Las alforjas, El muerto, Eufrasia y Tronera entre muchos otros (Martínez López 119-20). En este trabajo, analizo obras del Renacimiento en las que la Astrología tiene un importante uso dramático y que, en cierto sentido, prefiguran las costumbres del XVII tanto con los tintes más o menos serios que se le da en la comedia como en el sentido abiertamente burlesco de los entremeses. En concreto, veremos tres usos principales de la Astrología, el erótico (presente en diálogos de ámbito cortés), el teológico (presente en la Farsa teologal de López de Yanguas) y el censurador que vemos ora como crítica al poder otomano en la Farsa Turquesana de López de Yanguas, ora con rasgos erasmistas como en los Triumphos de locura, ora con rasgos antisupersticiosos presente en las obras de Bartolomé de Torres Naharro. Para la mentalidad renacentista, la Astrología fue inventada por el dios egipcio Thoth (que la tradición identificaría con Hermes Trismegistus o Mercurio). Pronto se subdividiría en natural (que se centraba en los cambios del clima) y judicial (que predecía el destino de los individuos y naciones) (Spence 42). Aunque para el momento eran la misma ciencia, la «natural» derivaría en lo que hoy día se consideraría Astronomía y la «judicial» en lo que hoy día sería Astrología. Tanto una como la otra se basaban en la interacción entre signos del Zodiaco, el movimiento de la tierra con respectos a los astros y, en el caso de la judicial, el reflejo de estos astros en el cuerpo humano a través de los reflejos de los cuatro elementos en los cuatro humores. En los signos del Zodiaco encontramos una dicotomía entre signos del Norte, diurnos o que mandan y del Sur, nocturnos o recesivos y cuatro triplicidades: la de la Tierra (Tauro, Virgo, Capricornio), la del Aire (Géminis, Libra, Acuario), Fuego (Aries, Leo, Sagitario) y de Agua (Cáncer, Escorpio y Piscis). La Astrología se fundamentaba (y se fundamenta) en que el movimiento de los cuerpos celestiales influía en eventos, determinaba la personalidad e, incluso, tenía un reflejo físico. Una primera tendencia para el tratamiento teatral de la Astrología, predominantemente positiva y que utiliza el sustrato erótico de la misma, está, sin duda, imbuida de la tradición erotológica medieval. Encontramos, por ejemplo, usos corteses de la imaginería astrológica en la Comedia Thebayda (1500) cuando el paje estudiante Amintas y la dama Cantaflua mantienen un diálogo en el que ella le pide más información sobre lo que el destino les depara: AMINTAS.- Ya el arrebatado Bóreas, con el poco temor por el ocaso de los átomos del Basis procedientes, y con las fuerças nuevamente en él infusas a causa de la lumbre del primero planeta estar predominante, anda despojando los árboles de sus frondas y a los dulces campos de la apostura de sus hermosos cabellos. CANTAFLUA.- En verdad, señor, que me huelgo mucho con estas Astrologías de Amintas, salvo que no las entiendo. Y cierto, dizen que por el Astrología se acercan muchas de las cosas futuras. (231) Como recurso literario, la Astrología está presente en muchos textos medievales sin que aparezca censurada. Recordemos, entre muchos otros, cómo Juan Ruiz en el Libro de buen amor indica que su predisposición a la seducción se debe a haber nacido bajo el signo de Venus: Muchos nasçen en Venus, que lo más de su vida Es amar las mugeres, nunca se les olvida: Trabajan é afanan muy mucho syn medida, É los más non rrecabdan la cosa más querida. En este signo atal creo que yo nascí: Sienpre puné en servir dueñas que conosçí, El bien que me feçieron non lo desgradesçí Á muchas serví mucho, que nada acabesçí. (estrofas 152-53) Como una de las ciencias que debe aprender un hombre formado en el sistema de enseñanza letrado, la Astrología sirve para la seducción de damas y favorecer conversaciones de chispeantes diálogos en saraos cortesanos. También dentro de la tradición cortesana vemos un uso poético de la Astrología como referente poético para los amantes. Así, por ejemplo, en la Comedia Grassandora de Juan Uzeda de Sepúlveda, Grassandor utiliza una analogía astral para destacar su desventura: Mi fortuna salga, salga con la luna del regaço de Latona, sin dexar parte ninguna de esphera, cielo ni zona. Mi gran fuego con el rutilante Phebo se der[r]ame sin parar, hasta do Thethis de nuevo le rescibe a descansar. Mis querellas salten por ayres y estrellas, publíquense en el profundo, de mis ojos salgan centellas que abrasen todo el mundo. (45) La imagen del amor-fuego que proviene de los cancioneros y se desarrolla ampliamente en La Celestina (Sánchez Jiménez 197-209), encuentra en este caso un paralelismo astrológico en el que el protagonista presenta que sus debates interiores quedan esparcidos por las estrellas. Nos encontramos con una transposición de las nociones que explicara Jean Gerson y que popularizara Alfonso Martínez de Toledo entre otros, sobre la relación entre los astros y las «complisiones» de los hombres, Grassandor desarrolla una metáfora astral para equiparar el calor, su amor ígneo, con el de Febo. De la pasión de Grassandor saldrán, además, centellas abrasadoras en una nueva derivación astrológica de las nociones de la mirada venenosa de la persona desmesurada que ha perdido su auto-control por el amor (Vélez-Sainz 120-35). Además de estos usos «corteses» de la Astrología, encontramos una segunda tendencia que resulta todavía más enaltecedora y permite un uso intelectual de los elementos astrológicos en obras de teatro como la Farsa moral de López de Yanguas. Como indica Keith Thomas, hasta la mitad del XVI la Astrología no era «a coterie doctrine but an essential aspect of the intellectual framework in which men were educated» (285), y, de hecho, no tuvo ningún tipo de estigma hasta fines de siglo, posiblemente debido precisamente a la popularización de las posiciones preIlustradas de autores como Pedro Ciruelo y otros inquisidores (que veremos más tarde). De hecho, era una ciencia relativamente popular. La mayoría de los tratados españoles del primer quinientos realzan el aspecto científico y social de la Astrología. Alonso Fernández de Madrigal, El Tostado, en Sobre los dioses de los gentiles (1507) escribe un excurso sobre Minerva donde distingue entre artes «factivas» («descubiertas» por la diosa) y las especulativas o racionales donde aparecen: «Las artes que ella falló no eran artes speculativas o racionales, mas operativas o factivas; artes speculativas son gramática, lógica, geometría, Astrología: todas las siete artes que llamamos liberales, ca éstas no tienen alguna obra que corporalmente se faga, mas consisten en el acto del entendimiento e por esso son especulativas». (218) Siguiendo esta doctrina, Bernardo Pérez de Chinchón en su traducción de La lengua de Erasmo nuevamente romançada por muy elegante estilo (1533) incluye la Astrología como otra ciencia para ser incluida en el currículo estudiantes junto a: «[...] la theología, que es sciencia de Dios; la philosophía natural, que es sciencia de naturaleza; la moral, que es doctrina de las costumbres: la metaphýsica, que es sabiduría de las causas separadas; la grammática, que es arte para hablar congruamente en qualquier lenguage; la lógica, que es artificio para discernir la verdad de la falsedad; la rhethórica, que es arte para eloquentemente hablar; la arithmética, que es arte de los números; la geometría, que es arte de medida y compás; la música, que es arte de melodía y proporción de vozes; la Astrología, que es arte del movimiento de los planetas y cielos; la agricultura, que es arte de las labranças; las leyes, que son regla para regir la república; la medicina y cirurgía, que es arte de curar los cuerpos; y todas las otras artes y doctrinas, assí mecánicas como theóricas, que por ser quasi infinitas las callo». (par. 43) Siguiendo esta doctrina, la presencia literaria de la Astrología tiene un curioso uso teológico en la Farsa del Mundo y moral (1524) de Fernán López de Yanguas. En esa obra, de abierto contenido doctrinal, Fe describe la ascensión de la Virgen María a los Cielos con una descripción completa del cosmos y de los planetas, del noveno cielo (el «Christalino») y del décimo, el Empireo, donde Dios tiene su residencia. En su ascensión trascendente, la Virgen vuela por encima de los siete planetas y se para con el fin de contemplar el caelum stellatum de Ptolemeo, que contiene los signos del Zodiaco. La descripción es rica: Mirava el Carnero con roxo vellón, y el Toro de Europa con cuernos dorados, y a Castor y Pólux muy bien conformados, y al Cáncer, que estava A Virgo miraba a Libra, Centhauro Aquario y los Peces por su Zodiaco, delante el León. y al fiero Escorpión, con el Capricornio, andar en contorno torcido cintón. (b vjj r) Después de la contemplación de las estrellas, en un acto de visio divina, la Virgen reconoce la influencia de las estrellas en el destino de los seres humanos, muy en consonancia con los designios más ortodoxos de la Astrología Judicial. Responde este fragmento a la popularización de conceptos científicos y pseudo-científicos que se realizó en el Renacimiento a partir de la divulgación de los secretum secretorum (de misterios naturales, de medicina o de alquimia) medievales que pasaron a convertirse en manuales de uso. Antes del más famoso de ellos, la Piazza universale di tutte le professioni del mondo de Tomaso Garzoni (Venice, 1585) (con adaptación española de Lorenzo Suárez de Figueroa, Plaza universal de todas ciencias y artes (1615), en la primera mitad del XVI hay un resurgimiento de la tradición medieval del secretum como los Secretos de filosofía y Astrologías y medicina y de las cuatro matemáticas ciencias de Alonso López de Corella (1547) u otros que siguen la taxonomía gnómica de las flores (las fiori italianas) como las Probadas flores romanas de famosos y doctos varones compuestas para salud y reparo d'los cuerpos humanos (Burgos, 1545). Otros textos estudian formas de Astrología Natural como el estudio de la posición de las estrellas por medio de divisiones cronológicas como el Lunario nuevo, perpetuo y general y pronóstico de los tiempos de Jerónimo Cortés que tienes fines de localizar la luna con el propósito de predecir el clima o el Repertorio de los tiempos, el qual tura desde el año 1554 hasta el año 1592 (1554) en el que se analizan las posiciones de los planetas en las doce casas durante un periodo de tiempo de medio siglo. Algunos textos se originan a partir de un fenómeno astrológico específico, como la aparición de un cometa o de una nova stella como el Libro del nuevo cometa y del lugar donde se hace (1573) de Jerónimo Muñoz o el Diario y juizio del grande cometa (1578) de José Micón, sobre cometas avistados en Aragón en 1573 y 1578, y que intentan averiguar si se tratan de objetos encendidos por sí mismos o iluminados por el sol. Todos estos textos consideran la Astrología, sea la judicial o la natural, una ciencia legítima del quadrivium y buscan descubrir el aspecto utilitario de estos fenómenos (si tienen efectos curativos o favorecen abundancia en las cosechas). Al igual que los lectores de los secretum secretorum, los de este tipo de textos buscaban entresacar usos de estos tratados para situaciones particulares por lo que tienden a estar organizados de manera cronológica o alfabética3. Lógicamente, la imagen del astrólogo o estrellero se relacionó con el conocimiento durante la mayor parte de los siglos XV y XVI. Ptolomeo uno de los fundadores de la ciencia era para Fray Antonio de Guevara «muy docto en la filosofía y muy sabio en la Astrología» puesto que tenía «en su casa a más de docientos filósofos, y tenía en su librería sobre más de cinco mil libros» (II, 343). La Comedia Thebayda se hace eco de esta percepción positiva de los astrólogos al presentar la bíblica figura de Jónico, el cuarto hijo de Noé, como el creador de la ciencia (231)4. En consonancia con esta visión teológica de la ciencia, la Virgen refrenda en la Farsa del Mundo y moral los poderes de los astros: Parósse la Virgen con su compañía, miró el Zodiaco vio sus influencias, puesto que de antes con sus doze signos, notó sus caminos, muy bien lo sabía. (b vj r) López de Yanguas utiliza la imagen estrellada como instrumentos por los que Dios expresa su voluntad por medio de Natura. La ciencia astrológica posibilita que el hombre entienda los designios divinos tal y como se manifiestan en el movimiento de los cielos. Como nos indica Richard Kay, aunque esta ciencia puede ser útil en la explicación de la generación de minerales and plantas, su principal valor reside en el descubrimiento de la fuerza innata y las debilidades del carácter humano de modo que sirve para la descripción de determinados individuos en funciones sociales determinadas (el marcial para la guerra, el venéreo para la literatura, etc.) en una tradición que abarcaría la figura de Dante, por ejemplo (9). En cierto sentido, la doctrina eclesiástica oficial en el XVI con respecto a la Astrología no varía mucho con respecto a la que mantuviera en el XIV, Jean Gerson desde la Cátedra de Teología de la Universidad de la Sorbona en tratados como Trilogium Astrologiae Theologizata donde se reconoce la influencia que pueden tener las estrellas sobre los designios de los humanos, aunque supeditados al libre albedrío (Mañero 1997, 356), divulgados en obras como El Arcipreste de Talavera que fabla de los vicios de las malas mugeres e Complexiones de los hombres de Alfonso Martínez de Toledo donde se recuerda que «Nuestro Señor dar ser e non ser, vida o muerte al ome, e non fado nin planeta: que el que rige los fados a los planetas bien se concluye que debe regir a las cosas que los signos e planetas dan sus influencias, pues lo mayor priva a lo menor e lo priva a lo menos» (275). Para estos tratadistas, la Astrología resulta un útil instrumento de análisis de la complexión humana y de exploración de las reacciones de los hombres, siempre supeditada al designio divino. Parecería que López de Yanguas mantendría que mientras todo lo terreno responde a los impulsos astrales de los siete planetas, que Dios utiliza para regular los asuntos humanos, la Virgen, al ascender por encima del «cristalino» adquiere parte de la divinidad del empíreo y del conocimiento divino de las estrellas. Incluso, el hecho de que la Virgen parezca impregnada del conocimiento de las estrellas («puesto que de antes / muy bien lo sabía») enfatiza su aspecto salvífico y su devoción. Como vaso de la volición divina, la Virgen participa del conocimiento de las estrellas. Una obra un poco menos conocida del bachiller López de Yanguas, la Farsa dicha Turquesana contra el Turco muy galana (1529-1534), sirve como contraejemplo de los usos celebratorios de la Astrología que, a su vez, recuerda la latente utilización de esta ciencia por parte de los poderes políticos. La Farsa Turquesana es una obra de encargo que describe la situación de Roma después de que llegara una carta de parte de Solimán el Magnífico al Papa Clemente VII en la que ofrecía paz al Papa si éste le permitía paso por Italia. En el momento de composición de la obra el Solimán histórico estaba a las puertas de Viena y tenía dispuesta una flota formada por 300 barcos y 40.000 hombres armados dispuestos a someter Italia, mientras que, a la vez, tenía 150.000 soldados dispuestos a tomar Hungría (Pastor X: 130). López de Yanguas, en un claro ejemplo de propagandismo teatral, intenta enaltecer las figuras del emperador y del Papa y su negativa al paso del Gran Turco5. La primera jornada de la Comedia tiene lugar en Belgrado, el Turco en un largo monólogo sus numerosas victorias y su deseo de tomar Roma en una carta a Mahometo, quien será el enviado ante el Papa Clemente VII. Solimán se apoya en los designios de sus astrólogos: Mis letrados, en esto están concertados por arte de Astrología, que los planetas e hados me ofrecen la monarchía. (vv. 205-14) La tradición de Astrología árabe tuvo una gran influencia a lo largo de la Edad Media. Ésta se basaba en un sistema llamado las «partes arábicas» por el que se calculaban la diferencia entre los ascendentes y se calculaba, con bastante exactitud, la situación de cada planeta del Zodiaco dentro de las «partes». Por ejemplo, la «parte de la Fortuna» se encuentra en la diferencia de distancia entre el Sol y sus ascendientes y añadirlos a la distancia de la Luna. Si la «parte» resultante estaba situada, por ejemplo, en la décima casa de Libra sugería que se podría obtener dinero al ofrecer de algún tipo de colaboración. De todos los astrólogos árabes el más influyente era Abu Ma'shar (o Albumasur, como sería conocido en España), quien demostró el sistema de las partes en su Introductoriam in Astronomium, uno de los primeros libros en traducirse desde España hacia Europa y tuvo una gran influencia en el resurgir de la Astrología y la Astronomía en el Continente, donde decía cómo solo «only by observing the great diversity of planetary motions can we comprehend the unnumbered varieties of change in this world» (3.1: cf. Wedel 57). De hecho, como indica Richard Lemay, uno de los cambios profetizados por el árabe incluye el ascenso del Imperio Otomano del Gran Turco. En la Farsa, pese a toda su ciencia, los astrólogos árabes solo sirven como elemento de ridiculización de las ambiciones de Solimán. De todos modos, aunque se pueden observar elementos antialcoránicos en la Farsa, parece que López de Yangas tenía serias dudas sobre los astrólogos en general como vemos en su sátira erasmista Triunfos de locura: Triumpho de astrólogos. Los astrólogos profundos, mathemáticos más sabios, que fingen de nuevo mundos y tractan los astrolabios con sus círculos jocundos, estos son perfectos míos, no de los menos vazíos, pues presumen desde el suelo medir a palmos el cielo, y según sus alvedríos poner la gente en recelo con sus juyzos baldíos. (a Viij r; vv. 743-54) En una imitación, no sin gracia, de la Locura del Encomion Moriae de Erasmo, la de Yanguas declara que los astrólogos forman parte de su corte de necios al influir en la gente con sus juicios vacíos. Como podemos ver, en el corpus de López de Yanguas se puede ver como el autor hace una clara diferenciación entre la Astrología como ciencia con un fundamento teológico que sirve para apuntalar la divinidad de la Virgen y los designios divinos y el Astrólogo como figura risible dispuesta para el ridículo, más todavía si pertenece a la tradición musulmana. El segundo autor con una mayor insistencia en la imaginería astrológica y su influjo en la humanidad es Bartolomé de Torres Naharro. En contraste con los usos eróticos, teológicos y políticos de los anteriores autores, las referencias a la Astrología dentro del pacense en su mayor parte se refieren al aspecto natural de la ciencia y la unen principalmente con la tradición popular y folclórica e, incluso, con usos de magia rural. Tenemos varios ejemplos interesantes de hechiceros en el corpus naharrense, el Lenicio de la Comedia Serafina, el Galterio de la Comedia Aquilana, el Ptolomeo de la Comedia Trofea y el Pagano de la Comedia Jacinta6. De todos, el más interesante este «Pagano». Pagano es el paje de la dama Divina (trasunto de Isabella d´Este o Vitoria Colonna) se encuentra con Fenicio, Jacinto y Precioso, tres peregrinos que pasan por delante del castillo de la dama. El siervo les indica que la dama se casará con el que gane en cortesía, al final la dama se casa con Jacinto mientras Fenicio y Precioso se prometen amistad eterna. Pagano es, indudablemente, de origen mahometano, de hecho, jura por Allah y por Mahoma: «¡A ello, juro a Mahoma!» (vv. 1284)7. A la vez, es muy probable que su nombre «Pagano» preciosamente enfatice su origen religioso y su procedencia rural. El Tesoro de Sebastián de Covarrubias indica que un «pagano» es alguien que ha perdido su derecho a vivir intramuros «a semejanza de aldeano, que está como desterrado en su alquería; se llamaron paganos a los que no tenían derecho de la Ciudad», por lo que, posiblemente, represente un morisco rural. Su conocimiento de la Astrología está íntimamente relacionado con la práctica folclórica, dice Pagano: Sé mil cosas aspeciales d'achaque d'Astrología; sé como el Ave María las siete artes liberales, y en regras merdicinales, sobr'ésas son mis cuidados: sé sanar llagas y males y enjalmar descalabrados, y en los de miembros cortados hago curas de hombre macho, que en Dios Padre los despacho porque no queden lisiados. Ítem más, sé conocer las yervas más señaladas; sé cosas muy aprobadas para hacer bien querer, y también, si es menester, sé tornar del agua vino, y aun haceros trasponer en un ora un gran camino. (vv. 1117-36)8 Pagano menciona prácticas de medicina rural como la preparación de embalsamamientos («enxalmar descalabrados»), purgas («curas de hombre macho»), herbolarios («yervas más señaladas») y prácticas más oscuras como la transvección («trasponer / en un ora un gran camino»), la transubstanciación alquímica («tornar del agua vino» de eco bíblico [Juan 2.1]), o la adivinación. Es decir, realiza una mezcla entre magia rural y letrada, Astrología y superchería que sería ampliamente reprobada en la literatura moral del momento, por ejemplo, la misma noción aparece en Pedro Ciruelo: «Ay algunos que presumen de sanar a los enfermos con solas palabras sin medicinas naturales y estos son los ensalmadores» (110) y, posteriormente en el Tribunal de superstición ladina de Gaspar Navarro (84-85). También sería capaz de transportar mágicamente en un acto de brujería. Para Gillet nos encontramos con un sustrato folclórico que se refiere al acto del vuelo en el aquelarre (III.629). De cualquier modo, el contexto en el que aparecen las referencias astrológicas, éstas hacen referencia al uso medicinal y natural de la misma. Tras estas menciones salvíficas de la Astrología encontramos una curiosa mención a la adivinación: Muchas cosas adevino, descubro cualquiera hurto, sé más que supo Basurto, aunque era astrólogo fino; y en una sala muy bella sé hacer en chicas piezas que parezcan sin cabezas todos cuantos son en ella; y aún haré que toda ella llena d'uvas la veáis, y sé hacer una estrella que os guíe donde queráis. (vv. 1137-48) Los poderes de Pagano se sitúan en un contexto que, posteriormente al momento de Torres, serán muy controvertidos pues sitúa el hechizo con una referencia a una persona real: Rodrigo de Basurto o Vasurto, miembro del Colegio de San Bartolomé en Salamanca y Catedrático de Física de la Universidad de Salamanca después de Fernando de Fontiveros y Diego de Torres. Pese a ser el conocido autor de las Adiciones al Regiomontano9, Basurto obtuvo reconocimiento público cuando predijo la muerte del infante Don Juan en 1497, hijo de los Reyes Católicos (Carabias Torres 31), por lo que resulta especialmente interesante como punto de comparación para los poderes de Pagano. Sin embargo, el Basurto histórico formó una prominente escuela de autores de reprobaciones de la tradición astrológica como Abraham Zacut o Pedro Ciruelo, conocido autor del Tratado o Reprovación de las supersticiones y hechizerías (1538)10. Este último reprende precisamente a aquellos que «con un cedaço y tiseras adivinan quien hurtó la cosa perdida» (360), es decir, la «adivinación» de Pagano. Igualmente las Probadas flores Romanas de famosos doctos varones: compuestas para salud reparo d'los cuerpos humanos getilezas de hombres de palacio d'criaça (Vicent García, 1510), reprueban a aquellos que claman que pueden ejecutar una decapitación mágica, lo que Pagano sería «sé hacer en chicas piezas / que parezcan sin cabezas / todos cuantos son en ella». Encontramos un movimiento pre-Ilustrado y protocensurador en algunos trabajos cercanos al ámbito de influencia de la Universidad of Salamanca, lo que podría tener influencia en Bartolomé de Torres Naharro. Todas estas obras indicaban que la Astrología partía de un sustrato de cultura popular al igual que otras formas de hechicería y magia. Estas nociones se hacen evidentes en el momento en que Pagano enumera entre sus poderes su capacidad de hacer una poción mágica capaz de teletransportación: Pues cuando quiera tomad dos yerbas en la memoria: son serpilo y lucitoria, de muy gran autoridad; sebo de toro buscad y el del ciervo, si podéis, y para mayor verdad ojos de gatos habréis, y un ungüento vos haréis con el cual habéis de untaros cuando quesierdes hallaros donde más ganas ternéis. (vv. 1153-64) El parlamento de Pagano tiñe su conocimiento de Astrología de una cierta rusticidad y folclorismo. Así, la fórmula de la poción mágica es, claro, tradicional pues hace mención a hierbas como el serpilo, una especie de tomillo, y la lucitoria, un tipo de orquídea. Como vemos, la noción que mantiene Torres de la Astrología es completamente opuesta a la de un López de Yanguas, quien destaca su fundamento teológico o los usos eróticos literarios comunes en las comedias humanísticas. No es una cencía que se pueda estudiar en el curriculum de enseñanza reglada del momento, sino un aspecto más de la tradición rural. El hecho de que el pastor Pagano exclame que tenga más conocimiento que el sabio Basurto de la Astrología también sirve para indicar lo cómico de la escena. Estamos en pleno proceso de censura moral que desembocaría en los astrólogos de entremés, muchos de ellos, preciosamente, de origen salmantino11. Otro ejemplo especialmente interesante lo encontramos en la Comedia Trofea en el que el propio inventor de la Astrología Ptolemeo aparece representado como un astrólogo «fingido». La Trofea continúa la tradición portuguesa del momo, que podría verse como antecesor de las bojigangas, mojigangas y desfiles burlescos y sirve para enaltecer las conquistas de Manuel de Portugal. En la obra, una figura alegórica, la «Fama», anuncia los triunfos del Rey Manuel a los pastores Caxcoluzio y Juan Tomillo, a un Page y a Ptolomeo a quien se le indica que el Rey ha ganado más tierras que las que él conoció: «[¡]con cuán santísimas guerras / ha ganado muy más tierras / que no escribió Ptolomeo!» (vv. 384-86). Lo interesante de la recuperación de la figura del inventor de la Astrología es que el pacense lo rescata del infierno: Porque licencia he tomado de Plutón hasta ver la conclusión de lo que tú me ponías, yo terné modos y vías para mi satisfación. (vv. 585-590) Es común la identificación de Plutón con el diablo en el momento. En el Cancionero (1430) se indica cómo una maga engaña al triste Plutón: «La maga veyendo crescer la tardanza por vna avertura que fizo en la tierra: échate -dixo- non te fazen guerra más las palabras que mi boca lanza si non obedesces la mi hordenanza, la cara que muestras a los del infierno fará que demuestres al cielo superno tu vida lurida e syn alabanza, e sabes tú triste Pluton que faré e abriré las bocas por do te goviernas e con mis palabras tus fondas cavernas de luz supitaña te las feriré»; en el Laberinto de Fortuna de Juan de Mena donde se conjura a Plutón en lugar de a Satán: «Conjuro, / Plutón, ti, triste» (Laberinto, est. 247) y «¿E sabes tú, triste Plutón, qué faré? / Abriré las bocas por do te goviernas, / e con mis palabras tu fondas cavernas / de luz subitánea te las feriré» (Laberinto, est. 251). Este episodio es, claro, paralelo a la famosa invocación de la Celestina en la Tragicomedia de Calisto y Melibea: «Conjurote, triste Plutón, señor de la profundidad infernal, emperador de la corte dañada, capitán soberbio de los condenados ángeles» (cito por la edición de la Comedia de 1499). De este modo, Torres sigue la doctrina dantesca en la que se sitúa a adivinos, astrólogos y magos en el cuarto volgia del Inferno12, por lo que, claro, Torres se alinea con los pensadores de la escuela de Basurto que censuraban moralmente los usos de la Astrología y la figura del Astrólogo. López de Yanguas y, sobre todo, Torres Naharro nos indican un cambio de tendencia con respecto al tratamiento de la Astrología en el teatro renacentista pues enfatizan el carácter cómico de los astrólogos. De hecho, la trasmisión textual de la obra de Torres nos indica el trasvase de la Astrología desde una ciencia supeditada a los designios divinos a lo cómico y la superchería. Pardo Tomás indica que la prohibición en los índices de 1583 de libros de Astrología es minoritaria y se centra, precisamente en los aspectos que destaca Pagano, así, por ejemplo se indica en el Catalogus que: «No por esto se prohíben las partes de la Astrología que tocan al conocimiento de los tiempos y sucesos generales del mundo, ni las que se enseñan por el nacimiento de cada uno a conocer sus inclinaciones, condiciones y cualidades corporales, ni lo que pertenece a la agricultura, navegación y medicina y las elecciones que acerca de estas cosas naturales se hacen». (h. 4r; 1991, 156) No aparece censura en la Astrología natural, ni siquiera en aspectos de la judiciaria que no tengan que ver con la negación de la Providencia Divina. La regla se aplicará sobre todo a las derivaciones populares pseudocientíficas de la quiromancia, la piromancia, la onomancia, la adivinación, etc. (Pardo Tomás 158). Así, la edición expurgada de la Propaladia de Bartolome de Torres Naharro y Lazarillo de Tormes. Todo corregido y emendado por mandado del consejo de la Santa y General Inquisición (Madrid, Pierres Cosín, 1573) mantiene al Ptolomeo de la Trofea en el infierno antes de ser resucitado, a la vez que presenta una versión muy modificada del parlamento de Pagano. Las obras de Torres Naharro habían sido incluidad en el Librorum prohibitorum Cathalogus (1559) de Fernando de Valdés. En la entrada 595 vemos una condena de los «libros de nigromancia o para hazer cercos y invocaciones de demonios» (Bujanda, 1984, 547), lo que tiene importancia si recordamos que la Jacinta y la Trofea comparten elementos sobrenaturales como la transubstantiación que Pagano cree poder hacer y el retorno del infierno de Ptolomeo. Pese al uso indudablemente cómico de la escena de Pagano, es de destacar que en la edición expurgada de Juan López de Velasco, la poción haya sido censurada. Así, de «serpilo y lucitoria» pasamos a «Serapia y placentoria» (1573); de «sebo de toro» a «seuo de moscas»; de sebo «de ciervo» a «de grillos»; de «ojos de gatos» a «ojos de topos», etc. Los cambios que efectuó López de Velasco en su edición expurgada procuran sustituir elementos relacionados con la magia tradicional y el folclore (ojos de gato, sebo de toro) y acentúan los efectos humorísticos por medio de contradicciones in sensu (ojos de topo, sebo de grillos) o directamente negando los poderes de la pócima como en el verso final donde se sustituye el poder traslaticio de la poción («cuando quesierdes hallaros / donde más ganas ternéis») por un «adonde entonce estaréys». Los añadidos de López de Velasco procuran inclinar lo «mágico» y lo astrológico hacia el rusticismo y la superchería. No está lejos de esto la doctrina presente, entre otras, en De incantantibus seu ensalmos del inquisidor general Manuel do Valle de Moura quien mantiene que, aunque la mezcla presente en los hechizos mezclan salmos, ruegos y formulas de la magia popular, cualquier combinación maligna puede convertir en vulnerable la imaginación, incluso por accidente. De un topos literario erótico en la Comedia Thebayda, a un recurso de carácter político e incluso teológico, a un rasgo cómico, el teatro renacentista ofrece un amplio elenco de astrólogos, ora temibles, ora cómicos. A la vez, Torres Naharro presenta a los astrólogos en los márgenes de la cultura: son ora figuras cómicas como Ptolemeo o siervos rurales como Pagano. No obstante, incluso son estos rasgos claramente cómicos la Inquisición censura estos parlamentos. La Astrología que algunos textos del XVI muestran como una más de las artes y las ciencias, queda indisolublemente entremezclada con la magia rural y el folclore y queda como un mero rasgo cómico, estamos en pleno camino hacia los astrólogos tunantes y fingidos de los entremeses del seiscientos donde los astrólogos son todos personajes abiertamente cómicos. En esto, como en tantas otras cosas, el teatro responde a su contexto social y cultural, en concreto, al movimiento censurador y pre-Ilustrado que acabará relegando la Astrología a superstición y superchería. Obras citadas CARABIAS TORRES, Ana María. «Salamanca: Académica palanca hacia el poder». Letrados, juristas y burócratas en la España moderna. Ed. Francisco José Arana Pérez. Cuenca: Ediciones Universidad Castilla la Mancha, 2005. 23-60. CASTAÑEGA, Fr. Martín de. 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